Prometo no moverme de este lugar, de dejar desamparado tu frío cuerpo recostado sobre una cuna de hermosas flores que no se comparan a tu belleza; de irme, no sin antes, comprender que tú ya te has marchado. No quiero ser egoísta pero resulta imposible no serlo, cualquiera que haya pasado esta situación me entendería como yo ahora estoy tratando de hacerlo. Todos están aquí: los que quisiste, los que te recuerdan y los que te aman… como yo, recordando cómo en momentos como estos le decías a la persona más afectada por la situación, que en lugar de estar triste y abatido debería de gozarse por esa persona que, seguramente, se encontraba en un lugar mejor. Uno, llamado cielo. Existieron veces en las que sonaste indiferente, hasta cierto punto fría y desconsiderada, pero sé que tú en muchas ocasiones llegaste a sentir lo mismo hasta el punto de sentirte desconsolada. Lo entiendo porque aún recuerdo esa triste memoria, sin embargo, ahora puedes alegrarte porque volverás a verle después de mucho tiempo. Yo por ahora me quedaré aquí, con los recuerdos a flor de piel de lo que fue de ti mientras viviste. Con mis propios ojos pude ver lo difícil que fue en un principio: tú sola tratando de sacarnos adelante por tu propia cuenta; esforzándote para traer el sustento a nuestro hogar, en ocasiones tuviste que dejarnos en casas ajenas y otras no tuviste opción más que dejarnos sin la protección de un adulto sólo con las palabras de “enciérrense bien, no le abran a nadie y no hagan travesuras mientras no estoy”. Sí, fueron momentos difíciles pero nos ayudaron para valernos hoy por la vida. En el transcurso de nuestro crecimiento un duro golpe surgió, ya no éramos tres sino dos y ahí fui testigo de la más grande desesperación que azotó tu calmado rostro aun en tempestades. Ese día no prometí que sería una molestia… que sería una carga para ti porque me dispuse a no serlo, pues mi mayor deseo siempre fue ver esa radiante sonrisa que con el pasar de la vida iba acompañada de arrugas que se acentuaron en tu bello rostro. No obstante, hoy me atrevo a prometer porque al final tengo que dejar ir mis promesas como te tengo que dejar ir a ti, que marcaste tu hora y un adiós que en lugar de motivarme con dulces y realistas palabras, me ha dejado miserable y desamparado. Permíteme, antes de tener que experimentar como vuelves al polvo, disculparme por todas esas veces que te hice gritarme, que te saqué de tus casillas y hasta canas verdes; discúlpame si alguna vez te herí con mis palabras o hice que no te sintieras orgullosa de mí; perdóname por decirte “te odio” cuando me enojaba contigo, porque esa fue la mentira más grande que alguna vez me atreví a decirte y perdóname, si no te demostré lo suficiente que te amaba. Antes de que te marches, porque aún no te has ido, decirte que aunque no estés, jamás realmente te irás. Porque en mis memorias siempre vivirás como la más hermosa mujer que haya pisado este planeta… Mamá.
Que bello escrito, me ha tocado el alma leerlo porque no puedo imaginarme perder a la persona más importante, la madre es y siempre será la mujer más hermoso que haya pisado este planeta, siempre luchando y rezando por el bienestar de uno. Y aveces uno como hijo no llega a comprenderla y dice y hace cosas por los arranques de ira. Uno debe demostrarle cuan valiosa es porque solo hay una madre y, es mejor demostrar nuestros sentimientos cuando se puede que arrepentirnos. Hermoso relato.