One-shot de Inuyasha - UNA SORPRESA INESPERADA

Hola, me alegro mucho que hayan podido continuar la actividad. Aquí les dejo mi escrito, espero les agrade.
Este es un tema creado para la actividad: Beso bajo el muérdago.

UNA SORPRESA INESPERADA
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El susurro de su amor es tan cálido, casi parece abrigarte. A la luz de sus ojos todo es diferente, mágico…


La navidad casi estaba cerca, podías sentirla. El brillo emitido por las decoraciones propias de las fiestas iluminaba dulcemente cada rincón. El destello escarlata de las luces contrastaba con la pálida capa de nieve que se sembraba magnánima sobre cada centímetro de los tejados y callejuelas de la ciudad. Las personas iban y venían despreocupadas mostrando en sus rostros el verdadero significado de la navidad. Pequeños niños dichosos, cenas elegantes y deliciosas, adornos, regalos… que maravillosa confusión.

Las tiendas lucían abarrotadas debido a las interminables filas de personas que desfilaban sonrientes equilibrando sobre sus brazos: llamativos y enormes regalos. A tan solo dos días de la noche buena, nadie quería perderse la oportunidad de encontrar el regalo perfecto.

Regalos… cuán difícil resultaba conseguir un aparentemente simple regalo, y es que ¿Cómo conseguir expresar todo lo que sientes con un regalo? A muchos parecía no importarles que escoger, lo hacían parecer tan simple, tan trivial que, si no hubiese sido por qué él se encontraba a tan solo unos pasos de donde ella se encontraba, seguro hubiera terminado gritando. Su delicado y angustiado mirar deambulaba somnoliento entre los tantos escaparates que ofrecía aquel elegante centro comercial, la frustración estaba comenzando a sofocarla.

— ¡Pero en que estaba pensando! —masculló desilusionada. Tras 4 horas de recorrido, su ilusión empezaba a trastornarse—. No, no me rendiré. Sé que encontraré algo.

— ¿Ya podemos irnos? — inquirió una apesadumbrada voz a sus espaldas, al parecer, el paseo estaba comenzando a aburrirlo.

— ¡Solo un poco más! —suplicó la joven. Su mirada insistente bastó para convencerlo, no la entendía del todo pero, si para ella era tan importante seguir caminando, solo le quedaba aceptar su decisión.

Tras unas cuantas tiendas más, el rostro de la joven pareció iluminarse ante el brillo de un sinfín de hermosas piezas de joyería masculina; cadenas labradas en plata y oro, esclavas, anillos, broches… de seguro allí encontraría algo que pudiese servirle.

— ¿Y eso, qué es? —preguntó él centrando la mirada en el escaparate que admiraba la joven.

— Joyería —respondió ilusionada—. ¿Ves algo que te guste?

— ¿Qué me guste?

— Sí

— La verdad, a mí no me agradan ninguna de estas niñerías —respondió agriamente como era su costumbre, nunca pensó en detenerse a analizar el verdadero significado de las palabras de la joven. Humanos, ¿quién los entendía?

— ¡Eres un grosero! —espetó ella mientras se alejaba a paso veloz de su presencia. Estaba tan molesta y triste a la vez, apenas podía entender cómo, a pesar de todo, aun conseguía amarlo.

— ¡Kagome! —gritó a sus espaldas intentando detenerla, a veces era muy difícil entender su comportamiento “irracional”

— ¡Abajo! —fue su única respuesta. No estaba enojada, más bien decepcionada. Su búsqueda parecía haber terminado, jamás encontraría algo que poder regalarle a Inuyasha.

Al saber que Inuyasha no tenía idea de lo que significaba navidad, ella se había concentrado en mostrarle todo lo que una fecha tan especial como navidad podía traer consigo. Villancicos, adornos, luces, amor familiar… todo había resultado en un completo desastre, lo único que pareció en cierta manera resultar, fue su idea de la cena en familia. Su última opción, no podía rendirse aún, decidida se encaminó rumbo al supermercado para adquirir los productos que su madre le había encargado comprar.

— ¡Espera! — gritó un enojado Inuyasha mientras la tomaba del brazo — Acaso no piensas decirme por qué estás enojada esta vez.

— No tiene importancia —contestó resignada bajando la cabeza. Él por su parte la miró confundido sin saber cómo actuar, nunca antes había aprendido a compartir sentimientos con una persona que no fuese su madre y ahora que la tenía a ella, solo podía sentirse como un tonto que lo único que sabía era esquivar a las personas que se preocupaban por él—. Kagome, yo —Sin embargo, antes de que pudiera disculparse, el estruendoso sonido de unas alarmas pitando a su alrededor, los desubicó de su realidad obligando a ambos a abrazarse confundidos.

— ¡Y aquí tenemos a la pareja ganadora! —informó un simpático hombre vestido de San Nicolás que se ubicó rápidamente a sus espaldas y los abrazó con entusiasmo—. ¡Felicidades jovencitos, ustedes son los ganadores de una fabulosa cena para dos en el distinguido restaurante “Resort” !Pero dígannos, ¿Cómo se sienten?!

— ¿Cena? — cuestionó Inuyasha con evidente emoción. Kagome por su parte había entrado en estado de shock al ver como un pequeño grupo de cámaras se centraba rápidamente sobre ellos.

— ¡Sí¡ — respondió el pintoresco personaje a la par que sacaba de sus bolsillos unos delicados boletos dorados.

— ¿Pero, por qué? —musitó la joven, aun no podía salir de su letargo.

— Como regalo de Navidad de este año, el centro comercial ha ofrecido una lujosa cena como premio para la milésima pareja que se situase justo debajo del muérdago.

— ¿Muérdago? —susurró ella dirigiendo su vista rápidamente hacia arriba, en cuestión de segundos, su confusión se transformó en pánico cuando, a solo unos cuantos centímetros logró distinguir el objeto de su reciente miedo y emoción entremezclados—. Acaso…

— Y bien, antes de entregarles el premio, me gustaría pedirle a esta linda pareja que cumpliendo la tradición, nos regale un pequeño beso para las cámaras.

— ¿Qué, qué? —gritaron el hanyou y la muchacha al unísono, por sus colorados y petrificados rostros era evidente que ambos estaban avergonzados, el día los había tomado por sorpresa, ninguno daba crédito a lo que estaba sucediendo y presionados por el grupo de cámaras y la creciente muchedumbre que situaba curiosa a su alrededor, ninguno podía mover ni un músculo.

— ¡Qué la bese, que la bese! —comenzó a rugir la pequeña multitud.

Al verse acorralados, ambos se miraron fijamente sin decir nada, apenas en ese momento se dieron cuenta que aún permanecían abrazados, su bochorno no podía ser mayor.

— Kagome —susurró él sin dejar de apartar su dorada mirada de la de ella. Todas sus emociones parecían estarle jugando una mala pasada, ya que, de a poco, todo el ruido y la confusión que se sembraba alrededor de ambos parecía comenzar a desaparecer. El abrigo de la mirada de Kagome había conseguido desaparecer, por milésima vez, todo el miedo que hace años atrás él había anidado en su corazón. Su mente parecía haberse bloqueado por completo, todo en lo que creía o pensaba creer se había derrumbado: su miedo, su inseguridad, su hermético dolor… ahora podía entenderlo todo.

Arrullado por la nueva verdad que había descubierto en su interior, acercó su rostro a la joven y, ante la mirada atenta de un pequeño mundo, la besó con todo el cariño y ternura que tanto deseaba, algún día, poder expresar.