Hasta hoy.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Shirokuro, 14 Mayo 2014.

  1.  
    Shirokuro

    Shirokuro Iniciado

    Cáncer
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    Hasta hoy.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    692
    Géneros: ​
    •Fantasía.
    •Acción.
    •Comedia.
    •Romance.
    •Amistad.​
    Hasta hoy.
    Capítulo 1: Introducción.

    Indiferentemente a como habían ocurrido las cosas hasta el día de hoy, sigo aquí. Todavía me encuentro en este mundo al que tanto desprecio, el que nunca me dio nada, el mismo mundo que me trajo sin ninguna razón, hoy sigo aquí.

    Me he comenzado a hartar de la sociedad, del colegio, de los políticos, de mis padres, de todo. ¿Por qué? Eso es lo que yo me pregunto. Hasta hoy, no ha pasado un día en el que no desee no haber nacido, y sé que eso no va a cambiar hasta el día de mi muerte. Pero como no tengo otra alternativa, voy a tener que seguir viviendo en este mundo injusto, con las mismas reglas injustas.

    Como todas las mañanas, mamá me levantó temprano, me preparó el desayuno y me dio dinero para el almuerzo del colegio. Luego me lavé los dientes, me vestí con el uniforme del colegio y me fui sin despedirme, como siempre. Al cabo de cinco minutos, el tren estaba parado en la estación -que queda a una cuadra de mi casa- lo tomé y comencé el mismo recorrido de todos los días. Repentinamente éste frenó y las puertas corredizas se abrieron.

    —¡Todo en la bolsa! ¡Quiero que coloquen todos sus objetos de valor en la bolsa!— Gritó un hombre con una gorra de lana que le cubría la cara, señalando a sus dos compañeros que estaban igual vestidos.

    —¡No nos obliguen a usar la fuerza!— Siguió el segundo hombre.

    Pasaron persona por persona para que les entreguen sus bienes, yo no quería hablar, tampoco tenía nada que decir; sólo no quería darles nada. Yo trabajé para tener esto, ellos no; ellos sólo detuvieron el tren y entraron a robar.

    —¡Vamos niña! ¡Maldita sea!— Exclamó el primer hombre, sacudiéndome.

    No sabía qué hacer. Lo miré, pestañeé y cerré los ojos por instante.

    —No.— Dije, solando la misma mirada frívola de todos los días.

    El primer hombre, me tomó del cabello y comenzó a tirar de el, para que lo siguiera. No tuve otra opción, era la primera vez que me pasaba una cosa así. Ni siquiera traté de soltarme, sabía que si moría iba ser mejor que seguir viviendo. Tenía este pensamiento tan incrustado en mi mente, que no me importó que el sujeto me golpeara o me apuntara con su arma.

    Me encontraba atada de manos en la cabina del maquinista, siendo apuntada por un extraño y sin el mínimo signo de querer vivir. Di un paso al frente, quedé prácticamente a centímetros del sujeto, lo miré a los ojos y abrí la boca.

    —No me importa quién seas, ni cuánto dinero quieres, ni si vas o no a matarme. Sólo te aviso que no pienso entregarte nada y no me importa lo que hagas—. Dije, mirándolo a los ojos. —No pienso perder ni la postura, ni el porte por alguien como tu; alguien que no vale la pena—.

    El hombre jaló el gatillo. Yo caí al suelo. Lo único que pude divisar en frente mío, fue alguien o algo con forma de persona, golpeando sin cesar al sujeto hasta que lo dejó inconsciente en el suelo. Me alzó en sus brazo y me llevó fuera de la locomotora.

    —Oye, ¿me escuchas?—. Preguntó.

    Tenía voz de hombre, de un adolescente mejor dicho. Asentí con la cabeza. Seguía sin divisar su figura, pues tenía los ojos entrecerrados. Toqué mi brazo para comprobar que no había sido víctima del disparo. Pero estaba ahí, una herida profunda ocasionada por una bala en mi brazo derecho. No dolía, no lo sentía, pero estaba ahí.

    Él rasgó algo de tela y me vendó, me preguntó mi nombre y mi dirección, pero yo no le contesté. Estaba aferrada a un sentimiento raro, algo que jamás me había pasado, y sólo por haber sentido la herida. Creo que era pánico. Me quedé quieta, sin hablar, sin moverme, sin pestañear, quieta. Él volvió a alzarme, esta vez en su espalada y comenzó a caminar.

    No sé dónde planea llevarme.

    Continuará.
     
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  2.  
    MidnightMoon

    MidnightMoon Entusiasta

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    Veamos...
    Bastante interesante, de momento. Aunque aún no se ha dicho suficiente como para lograr entender mejor esto, por lo que veo, propones un mundo como el conocido pero con cosas diferentes, por lo de ferrocarril, me imaginé algo un poco cyberpunk, aunque aún no estoy seguro, ya que aunque los ferrocarriles siguen existiendo, ya no se les dice así coloquialmente, entonces no sé si lo pusiste porque quisiste así, o por lo mismo que yo pensé.

    Ahora bien, tu ortografía y gramática fue buena, exceptuando por un par de cosas:
    * Pronombres personales tónicos -> hablo de cosas como "tú", "mí" y otros se tildan cuando son pronombres y su forma atona representa otra cosa. Revisa esta sección del DPD.
    * Revisa la estructura de tus diálogos, como la puntuación que los rodea, puedes ver el ejemplo en la siguiente sección del DPD, específicamente en el punto 2.4.
    * Tus comas las usaste bien, pero por ahí se te fue un poco de los vocativos, puedes ver este enlace que está bien explicado.

    Pues sería todo de momento.
    Nos estamos leyendo.
     
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  3.  
    Pinkamena

    Pinkamena Usuario popular

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    Hola

    La trama de tu fanfic es muy interesante.
    Me pregunto porque la chica (que aun no has revelado su nombre) tiene ese pensamiento del mundo y esas pocas ganas de vivir. ¿Quien sera ese chico?, algo me dice que es lindo y que la protagonista vivirá una historia de romance con este.

    Ya MidnightMoon te dijo en lo que te equivocaste.

    No tengo mas nada que decirte.

    Avísame cuando subas el siguiente capitulo.
     
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  4.  
    Shirokuro

    Shirokuro Iniciado

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    Capítulo 2: Una chica extraña + un chico extraño.

    Estamos caminando hace más de dos horas. Mi vista mejoró en este tiempo, aunque aún tengo esa sensación extraña. No sé dónde planea llevarme este muchacho. Hasta ahora, sólo sé que tiene el pelo de un color rubio muy claro como el sol; lleva puesto unas gafas de piloto de avión –las que te protegen de el fuerte viento– y un buzo de color carmesí.

    No puedo apartar mis ojos de sus gafas, no entiendo por qué las tiene. Él no aparenta ser alguna clase de piloto, parece más un pandillero con pulseras de metal en sus muñecas y un cinturón del mismo material, que le cuelga al costado de la pierna izquierda.

    “Me pregunto cómo se llamará… quizás debería preguntarle…” Saqué esa idea de mi mente rápidamente. No puedo precipitarme, no sé qué quiere hacer conmigo. ¿Y si planea llevarme con el jefe de los ladrones del tren? Eso no sería posible, no creo que él sea de las personas que golpean a sus compañeros. ¡Pero no lo conozco! ¡No sé de lo que es capaz…! ¡Ah, maldita sea!

    —Hey, quédate quieta. Vas a caerte y no voy a levantarte—. Pronunció el muchacho, frívolo.

    Me quedé quieta al instante, congelada del pánico. No debo molestarlo. Luego de treinta minutos, se detuvo y me bajó de su espalda. Caí al piso.

    —Oh, lo siento—. Se disculpó, extendiéndome la mano. — ¿Puedes levantarte?—

    Asentí con la cabeza, pero tomé su mano. No me animo a hablarle, a decirle gracias o a insultarlo por haberme dejado caer.

    —Sé que no te cortaron la lengua—. Bromeó. — No te costaría nada hablarme, ¿acaso te doy miedo?—

    “¡No! ¡Por supuesto que no me das miedo!” Es lo que pienso, pero no se lo puedo decir. Debo hablarle. Necesito valor, dame valor… ¡Necesito valor, maldita sea!

    —E… eh…—. Balbuceé.

    Él comenzó a reírse. Mi cara se tornó del color de la sangre que teñía el vendaje de mi brazo. Por un instante, pude apreciar la más hermosa sonrisa que vi en toda mi vida, acompañada por unos ojos color verde manzana con lágrimas de risa.

    — ¡Oye! ¡No te burles de mi!—. Dije enojada, haciendo un gesto con la boca.

    —No me estoy burlando—. Contestó, tapándose los labios con la mano derecha para ocultar una carcajada.

    — ¿Ah sí? ¡Pues esa no me la creo!—. Grité.

    —Vamos, vamos, no te enojes. Me llamo Franco, soy del sur de Italia, pero estoy viviendo con unos… amigos, aquí—. Comentó, señalando un pequeño pueblito que se veía a través de los árboles.

    ¿Qué hace un chico de Italia viviendo aquí, en Bells? Mejor dicho, ¿qué hace viviendo en el país de Southtrick? ¿A qué se refiere a que vive con amigos? ¡Dios quiero preguntarle todo! Entiendo que Southtrick sea un país limítrofe de Italia, pero… no, no lo comprendo.

    —Y… ¿a dónde se supone que me llevas?—

    — ¡Hey, sigo corriendo con desventaja! ¡Es injusto!— Exclamó. Yo lo miré extrañada. —Que quiero que me digas tu nombre… —

    —Ah…— Suspiré—. Merci, me llamo Merci Veltrant—. Dije, tomando la pollera de mi uniforme, haciendo una reverencia. Luego reí.

    —Encantado Merci, eres bastante graciosa. Ven, vamos a mi casa, estoy seguro de que quieres tomar una ducha, quitarte ese uniforme y… entender lo que ocurre con tu brazo. — Replicó, extendiéndome la mano, nuevamente.

    Había olvidado por completo lo de mi brazo… es muy extraño, no puedo imaginar cómo es que no me duele luego de haber recibido un disparo. Aunque tampoco es un suceso tan raro, desde pequeña vivo con cosas como esta, no de tanta magnitud, pero parecidas.

    —Mmm, acepto…—. Asentí, dándole la mano.

    Caminamos poco, diez metros aproximadamente. Es un pueblito pequeño con pocos habitantes. No pude apreciar mucho, Franco me tironeó hasta llegar a una casita… al instante noté que era la suya.

    — ¿Hogar… dulce hogar?—. Pregunté, mirando asombrada el interior de la casa.

    —Pues sí. Mira, allí es el baño, tómate uno y luego te alcanzo ropa limpia—. Contestó soltándome y señalando una puerta a la izquierda del living.

    Reímos por unos segundos, luego fui al baño.

    No puedo creer que esté en la casa de un chico, bañándome… ¡¿en qué me he convertido?! No puedo disfrutar de este tiempo de relajación, aparte de que tengo técnicamente un agujero en el brazo… Bien, estoy resignada, voy a salir.

    Luego de envolverme con la toalla, noté que no estaba mi ropa, ¡y claro, si él se la llevó! Aunque dijo que iba a traerme otra… Quizás las dejó fuera.

    Cuando salí, había una hermosa caja en la puerta del baño. La tomé rápidamente y entré devuelta. Al abrirla, me encontré con la ropa más hermosa que jamás podría tener: un vestido azul francia, con un sombrero que le hacía juego; un blazer blanco con unas sandalias altísimas del mismo color; un collar de moño dorado con un anillo del mismo color más detalles en azul y… y un par de aretes iguales al objeto más preciado que tengo, el collar que yo no quería entregar en el tren.

    Me vestí a máxima velocidad. Mientras ataba mi cabello pelirrojo golpearon la puerta.

    — ¿Te quedó bien, verdad?—

    Abrí la puerta al instante de escuchar su voz.

    — ¡Gracias Franco!—. Exclamé, abalanzándome sobre él para abrazarlo.

    Él quedó perplejo. Supongo que no me creía capaz de abrazar por la actitud que tengo generalmente, pero ¿qué esperaba? Me dio el mejor regalo del mundo ¿y no creía que iba a agradecérselo?

    —Que suerte que te haya gustado…—. Dijo tartamudeando. —Te queda… hermoso…—

    Mis mejillas tomaron el color de una manzana, no podía creerlo. Ya era la segunda vez que él hacía que me sonroje. Maldita sea. De pronto, una idea siniestra atravesó mi mente.

    — ¿Dónde conseguiste todo esto? ¿Sabías que yo iba a venir? Espera… ¿me has secuestrado? ¿Eres de la banda de hombres del tren? ¿¡Cómo es que tienes el mismo modelo de aretes que yo tengo en mi collar!?—. Pregunté, completamente fuera de mi misma.

    Él se limitó sólo a bajar la cabeza, mirar al suelo y disculparse.

    Continuará.
     
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  5.  
    MidnightMoon

    MidnightMoon Entusiasta

    Leo
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    Pluma de
    Escritor
    Saludos.
    Leí, ahora me está quedando más clara la ubicación espacio-temporal de tu universo.
    Me está gustando, se ve interesante, aunque tiene de esas extrañas casualidades y actitudes que sólo pasan en la ficción, espero las puedas justificar después...
    Sobre los errores, tienes los mismos que comenté más arriba, pero te explicaré con más profundidad el de la estructura de los diálogos:
    Ve la estructura, ve los espacios que dejé entre las rayas dependiendo de su posición. Aquí lo expliqué de una manera más directa.

    Por otro lado, ve esta línea: "“Me pregunto cómo se llamará… quizás debería preguntarle…” Saqué esa idea de mi mente rápidamente.", debería ir un punto después del cierre de las comillas, ya que la puntuación dentro de las mismas no suplanta o no afecta lo que debería ir fuera de ellas. Sólo es un nimiedad.

    Buenos. Nos estamos leyendo.
     
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