Capitulo 1 Aun era primavera, Carrier no sabía qué fecha exactamente, pero desde su ventana podía ver las primulas en el campo. Los pensamientos ya estaban desde antes, y los zapatos de venus, como los llamo Peter. Ella sólo conocía los pensamientos, sólo porque crecían en su jardín de la ciudad. Allí no conocía nada. Peter la llevaba a pasear por las colinas y le enseñaba las flores y los árboles, mientras aún nevaba le enseñó los almendros. —Son los primeros en florecer —habia dicho—, aunque también podrían ser los primeros en morir. Aveces no dan frutos por el frió. Peter sabía mucho de todo lo del campo. Había crecido allí, en una enorme casa con animales y plantas, haciendo siempre trabajos duros. Carrier sabía que su madre se había enamorado de él por eso; porque era muy responsable y trabajador, y ella lo admiraba mucho. Ese día habían tenido que volver rápido a casa, ya que Carrier había comenzado a sangrar mucho por la nariz y no había llevado pañuelos, el suéter de Peter acabo manchado de sangre, y él le dijo a Jenny que lo habían apuñalado y se estaba desangrando. Ella se desmayó. Ahora que ya no había nieve había mejorado. Ya no tenía constantes desangramientos nasales ni se cansaba tan rápido, pero Peter la seguía esperando cuando hacían las carreras por las colinas y ella acababa caminando, con la cara roja y la respiración agitada. Esa mañana Jenny tocó su puerta para que bajara a desayunar, lo cual ya era raro, porque Carrier era la primera en sentarse a desayunar, Peter siempre se burlaba de su apetito, pero él también comía bastante. Esa mañana, sin embargo, Carrier no dio más de tres mordiscos a los waffles que hizo Peter y apenas tomó un trago de leche. Luego sólo se quedó en la mesa, mirando el waffle y la leche. Peter y Jenny no habían comido bien tampoco, todo lo que sobró Jenny se lo regalo al niño que pasaba en su bicicleta repartiendo periódicos. Peter recibió una llamada y estuvo toda la mañana hablando de planos y precios de materiales. Jenny sabía lo que eso significaba, así que había comenzado a empacar, antes de que él empezará a disculparse y a decir, con su mirada azul y triste, que no se enojara. —Una vez termine el trabajo te prometo que volveremos —Carrier los escuchaba desde su habitación, a pesar de lo grande de la casa todo se escuchaba, como si las paredes fueran de papel—. Tampoco tenemos que empacar, lo terminare rápido y no te darás cuenta que estuve trabajando. Eso era lo malo de los hombres trabajadores y responsables. —No terminas rápido un edificio, Peter —ella se oía muy calmada y distante—. No estoy enojada porque volvamos, sé que tienes que hacer tu trabajo. Además, Carrier ya ha comenzado a sentirse mal otra vez y es mejor si estamos en la ciudad, cerca de un hospital. Toda la semana cada uno estuvo muy alejado del otro. Carrier hacia su maleta, sólo empacarian la ropa y las cosas de la cocina, que era lo que hacía Jenny. Y Peter estaba todo el día haciendo planos y hablando por teléfono. Jenny no sé atrevía a molestarlo cuando se encerraba en la oficina y no salía ni siquiera a comer. Sólo por la noche lo veian, cuando comía con ellas, en platos desechables, ya que los demás estaban empacados. Jenny le hablaba sobre cualquier cosa, pero él nunca parecía escuchar, sólo asentía y decía algo sin sentido, luego de comer volvía al trabajo. —Se va a volver loco —le dijo Carrier a Jenny una de esas noches. —Ya volverá —dijo Jenny, mirando las escaleras con anhelo. Carrier conocía a Peter, llevaba un año con Jenny, y siempre se iba de esa manera cuando empezaba con algún trabajo, luego era una bomba, volvía para desordenarlo todo. Todas las comidas perdidas durante el trabajo las recuperaba en dos días y todo lo que se había callado lo soltaba con una rapidez extraordinaria. Aveces podía hablar de cinco temas al mismo tiempo y luego actuar como el hombre más cuerdo del mundo. Luego venía la calma, se portaba muy serio y no se le oía si no era para pedir comida o hablar sobre algo serio. Jenny se divertía con sus cambios de humor, y él no entendía porque ellas se reían de él en silencio. Cuando estaban listos para volver a la ciudad Peter le pago al hombre al que siempre le pagaba para que cuidara la casa y los animales en su ausencia. Jenny fue la que manejo todo el camino. Peter estaba a su lado, hablando por teléfono, acordando fechas y pagos y un montón de cosas que Carrier no quiso escuchar, así que se puso los audífonos y miró por la ventana. Sólo se detuvieron dos veces en todo el viaje, la primera en una gasolinera, dónde Jenny compro sandwiches y jugos para comer, y llenaron el tanque de la camionera Ford de Peter. Después, por la noche, en la que Jenny y Peter hicieron un intercambio para conducir. Jenny se durmió en su hombro, pero Carrier siguió despierta, esta vez metida en la laptop que él le había regalado en su cumpleaños. —¿Cuánto ganarás en este nuevo trabajo, Peter? —El doble de la última vez —él miraba fijamente la carretera. —¿Por eso estás más ocupado? —Si. —A mamá no le gusta que estés tan distraído. Él la miró sólo un segundo. —¿Por qué? —Porque parece que fueras a enfermarte, a ella no le gusta que uno se enferme. —Uno siempre tiene la sensación de que le pasará algo malo a los que quiere. —¿Tú nos quieres? —Ustedes son mi familia, claro que los quiero. Carrier le creía, a pesar de pasar mucho por lo mismo. —No muchos hombres quieren realmente a una mujer que tiene una hija enferma. —Me alegra ser la excepción. ¿No vas a dormir? Carrier cerró la laptop y la dejo a un lado. Comenzó a recostarse. —No te creo mucho, pero si me compras una laptop más grande talvez me convenzas. Peter sonrió. —Sabia que solo te interesaba mi dinero. Carrier río muy bajo y lo miró por el retrovisor. —Buenas noches. Peter se vengo al día siguiente cuando llegaron a la ciudad. Habían dejado la maleta de Carrier y no podían volverse a buscarla. Él no condujo hacia la casa, si no a un centro comercial. Allí le hizo a Carrier el regalo más horrible que pudo haber tenido en su vida. Vestidos. Pero es que no eran vestidos cualquiera, eran vestidos rosados y azul pastel que la hacían parecer una princesa. Jenny estaba loca de la emoción y la convenció (realmente la obligó) a dejárse uno puesto para ir al parque, sólo necesitaba unos zapatos iguales, los cuales estaba dispuesta a encontrar. Peter le sonreía con burla viéndola modelar de un lado a otro con aquel horrible vestido. —La última vez que te vi vestida como una verdadera niña fue hace tanto —había dicho Jenny. Ahora sólo usaba camisas grades con imágenes de los power rangers o rápido y furioso y pantalones altos y anchos. Peter tenía que ir a la oficina, así que las dejo en el parque y le dejó la tarjeta a Jenny para que le comprará los zapatos y cualquier otra ropa. Su madre no se rindió, le quitó sus Converse, los unicos zapatos que le gustaban, y le compro unas zapatillas. Luego se pararon frente a un cafe a esperar el autobús. Se sentía ridícula vestida de aquella manera tan femenina, pero no podía hacer nada para cambiarlo. Carrier miró por el cristal del café. Había un chico sentado frente ella, leyendo un libro. El levantó la mirada, mostrando unos ojos grises muy impresionante. Ellos se quedaron mirando por largo rato, ninguno de los dos se movió en ningún momento. Incluso parecía que no estaban respirando. Carrier por primera vez estaba agradecida con su madre por obligarla a salir. Incluso con aquel vestido que parecía más bien un pijama se sentía atractiva bajo la mirada de aquel chico. Tenía pecas, muchas de ellas en su rostro de piel morena. Carrier quiso contar esas pecas y perderse en esa mirada de cenizas. —Carrier, no te quedes allí parada, ven. Su madre la jalo y la hizo subir al autobús, tuvo que apartar la mirada, y cuando miro atrás él la seguía con aquellos ojos hermosos y cenicientos. Intentó disfrutarlo, sabiendo que esa sería la primera y última vez que lo vería.
Capitulo 2 Carrier ya no sentía tanta paz cuando se levantó esa mañana en la casa de la ciudad, y lo único que vio por la ventana fueron las casas y los autos estacionados en la calle. Bajo a desayunar y Jenny ya estaba sirviendo la mesa, así que se sentó y comenzó a picar un poco de cada cosa, las frutas, los panqueques y el yogurt. Peter salió de la sala aún hablando por teléfono, parecía discutir, pero Carrier no le prestaba mucha atención. Jenny, en cambio, estaba parada en medio del comedor con un plato de panqueques en las manos, mirándolo con preocupación. Él terminó por colgar y comenzó a buscar a su alrededor como loco. —¿Dónde está mi saco? Jenny dejo el plato con panqueques y Carrier tomó otro de el, fue a la sala y volvió con el saco y la corbata. Él se puso el saco, y Jenny lo ayudó con la corbata. —¿Otra vez tienen problemas con el material? —Si, no podré quedarme a desayunar. —Esta bien. Carrier, ¿puedes ir por la maleta de Peter al dormitorio? Carrier fue por la maleta, cuando entro al dormitorio habían muchos papeles regados por todas partes con dibujos de planos que seguro estaban mal hechos, ya que tenían una enorme X trazada. Le gustaba el trabajo de Peter, pero no lo entendía. —Gracias, Carrier, bonita pijama. Carrier le frunció el ceño y no se despidió. Jenny le había comprado un pijama rosado con unos conejos que estaba odiando. Se puso a alimentar a los peces, que seguro la estaban odiando por haberlos abandonado dos meses, se sorprendía que siguieran aún con vida. Jenny y Peter se besuqueaban en la puerta como despedida, lo cual Carrier no quería ver para nada. Cuando Peter se fue Carrier pudo comer en paz, casi. —¿Vas a salir hoy? —le preguntó Jenny. No sabía a donde podía salir en la ciudad, en el campo podía salir y caminar, y siempre le resultaba divertido. —No. —Yo tengo que salir a comprar comida, no vas a quedarte aquí sola. ¿Por qué no llamas a Eva? Porque Eva ya tenía novio, y no le interesaba salir con dos personas que iban a estar besuqueandose frente suyo, casi teniendo sexo. —No, me quedare aquí, estaré bien. Mordió el panqueque y se levantó, tomando el plato en el que aún quedaban varios de ellos. —Ire a mi habitación, llamaré a Eva más tarde. Sólo saldré si ella quiere, y si va sola, mejor. De todos modos no tenía algo bueno que ponerse. Su única ropa que consideraba decente era la camisa azul de Avengers y el pantalon demin alto y ancho que llevaba puesto cuando volvieron, y su madre lo había lavado en la noche, sólo para procurar que no lo usaría. Cuando bajo a llevar el plato Jenny seguía peinándose y hablando por teléfono, a la vez que ordenaba las cosas en la cocina. Carrier siempre se sorprendía cuando la veía hacer de todo al mismo tiempo. —Si... Yo también te quiero... Tranquilo, procura descansar... Adiós. Dejo el celular en la mesa y cerró la despensa. —Peter dice que volvera muy tarde, tiene que asegurarse que se compren todos los materiales indicados. —¿Puedo ir contigo? Jenny la miró extrañada y frunció el ceño. Carrier ya estaba vestida, con un short y una camisa azul pastel que la hacían lucir como lo que era, una chica. —Pense que no querías salir. —No quiero, pero tampoco quiero quedarme sola. Jenny acabo por atarse el cabello y tomó las llaves. —Bueno, si quieres ir, vamos. —¿Puedo conducir? —No. Peter habría mirado a su alrededor con disimulo, y habría dicho, a modo de secreto, que si llegaba antes que él la dejaba conducir. Ella hubiese ganado, sólo porque él la hubiese dejado ganar. —Me caes mal —le dijo, y Jenny sonrió. —A mí no me pongas esa cara, no soy Peter. Jenny tardaba una eternidad para elegir cada producto, por eso Peter nunca iba a comprar, el agarraba todo al azar, luego ella se enojaba porque no era lo que quería, luego él se enojaba porque “no estoy hecho para estas cosas”. A Carrier le gustaba ir con Peter, porque él compraba dulces y se sentaban en cualquier lugar a comerlos, porque si los llevaban a la casa Jenny se enfadaba porque Carrier no podía comer esas cosas. Ellos eran muy diferentes. Su madre siempre seguía las reglas, leía paso a paso, hacia todo como era, y terminaba con una sonrisa de satisfacción. Peter era todo lo contrario. Hacia todo como quería, saltaba de un paso a otro desordenadamente y aún así las cosas le quedaban bien, pero nunca acababa feliz, siempre tenía que hacerlo mejor, porque todo tenía que ser perfecto. Lo que él no sabía era que todo siempre lo hacía perfecto. —Ya compre todo, sube al auto. —¿Puedo ir caminando? Jenny metió las cosas en el auto y le frunció el ceño. —Que rara estás hoy, primero quieres salir y ahora quieres volver caminando. ¿Acaso quieres encontrar a alguien? Carrier se sintió descubierta, pero Jenny sólo estaba jugando. —Sólo quiero caminar, ¿no dices que debo caminar más seguido? ¿No es como dice el doctor, que si cammino todos los días voy a poder recuperarme y será como antes? —Sí, pero, ¿no te parece que hace calor? —¿Y eso que? Jenny se rindió, saco dinero y se lo pasó. —Si te cansas toma un autobús o algo, no llegues tarde a almorzar. No había problema, si iba a cansarse, pero valdría la pena si al menos lo veía. —Mira está curiosa casualidad. Carrier se volvió para descubrir que quien le hablaba era participe del mismo juego en el que ella había sido arrastrada. Acabo por descubrir que el mundo era muy pequeño. Bajo el escalón que acababa de subir y lo miró de frente, dos escalones más arriba que él y apenas lograba igualar su altura. —Pense que nunca te vería de nuevo —le dijo él. —Lo siento, ¿te conozco? Él era muy guapo, sonrió de lado y alargo el brazo hacia ella. Ella dudo mucho antes de tomar su mano. —Sólo es la mano, tampoco voy a comerte. Soy Derek. Carrier le dió la mano y luego oculto esta en su espalda. El viento le hizo volar el vestido hacia atras, y a él le revolvió el cabello oscuro. —Gracias por reconocerme de donde sea que me hallas visto, Derek, pero debo irme. —He pasado siempre por aquí desde ese día. Ella se había vuelto, pero se paró en seco. Estaba suplicando que se fuera, que no volviera a hablarle y que la olvidará. Ella sólo quería verlo, se conformaba con eso, pero todo estaba saliendo mal. —No se de qué hablas. Subió dos escalones, pero él la alcanzó y la rodeó, Carrier se volvió y fue escalera abajo otra vez. —Espera, ¿pasa algo? —No. Caminó por la calle a paso rápido, pero él la seguía, intentando hablarle. —Estoy comenzando a pensar que no me mirabas a mi —Carrier bajó la velocidad, se estaba agotando, y él de todos modos la había alcanzado—, pero justo ahora no me importa. ¿Cómo te llamas? Carrier vio un banco cerca, se estaba cansando, caminó hasta el y se sentó. Derek se sorprendió, pero se sentó a su izquierda. —¿Estas cansada? Ella respiro fuerte, intentando recuperar el aire. —Deja de seguirme, ¿quieres? Él la miraba fijamente, como si intentará descifrarla. —¿Qué pasa? —Que no me conoces, y quiero estar sola. Vete. Él no parecía dispuesto a irse. Carrier no quiso verlo, así que miró sus piernas, lo que fue un error, ya que se dio cuenta de las manchitas rojas en su piel, y no sabía como cubrirse. —Ya vete, ¿acaso acostumbras a acosar a las chicas? —No te estoy acosando, pero si te sientes así puedo irme Ella no se sentía así. Pero quería que él se fuera, sólo para que no le viera las manchas. —¿Cómo te llamas? —estaba inclinado un poco hacia delante, intentando verle la cara. Él lo sabía; era la chica mas hermosa que había visto, y habiéndola encontrado otra vez no iba a dejarla ir si no conseguía al menos su número. —Carrier. —Eres muy bonita, Carrier, ¿te lo han dicho? —Sí, muchas veces. ¿Ya puedes dejarme? —Me iré si me dejas tu número. Hay estaba el problema, ella no tenía celular, y no podía darle el número de la casa porque Jenny podía contestar, o Peter, que siempre estaba contestando llamadas, y comenzarían a hacer preguntas de porqué un chico llamaba si ellos no conocían a nadie que pudiera llamarla si no era Eva. No podía decir “es que Eva se cambió de sexo”, porque Eva era la última chica en el mundo que se cambiaría de sexo, y ellos lo sabían. Queria darle su número, no para que se fuera, sino para que volviera una y otra vez. —No tengo número. —Debe ser una broma —Carrier lo miró muy seria, pero no sabía cuánto se contendría, se descubrió a sí misma mirando sus pecas, muy pequeñitas y castañas— ¿No es una broma? ¿Realmente no tienes número? Él sonrió un poco, parecía tener una solución para todo. —Entonces yo te doy mi número, y si en cualquier momento consigas como llamarme lo haces. —¿Y si nunca te llamo? —Bueno, fue un placer conocerte entonces. Carrier trago en seco y dejo que él le tomara la mano, saco una lapicera y comenzó a anotar en su palma, le hacía cosquillas, pero apretó los labios, su brazo temblaba y él lo noto. —¿Qué es tan gracioso? —Nada —cubrio su boca y sonrió detrás de esta. Derek sonrió cuando acabó, y la miró a los ojos antes de irse. Le gustaban los ojos de ella, grises, que en esos momentos brillaban mientras cubría su boca. Estaba más que seguro; no iba a olvidarla tan fácilmente.
Capitulo 3 Bueno, Carrier no lo llamó, no por hacerse la dura o algo. Cuando volvió a casa ya estaba el almuerzo, muy tranquilamente fue a lavarse las manos y, oh, valla sorpresa, el número ya no estaba, sólo una mancha negra y borrosa. Ella iba a llorar, porque si quería llamarlo, estaba dispuesta a vender todo lo que tenía para conseguir un celular. Estaba dispuesta a tomar el celular de su madre a escondidas para llamarlo. Pero ya no valía la pena. Permaneció toda la tarde y noche mirando a Peter, sentada frente suyo en el sofá, escuchándolo hablar por teléfono una y otra vez con la misma cara de sepulcro. Apenas colgaba y ya tenía que marcar otro número o contestar una llamada que dejo en espera. Cuando finalmente colgó la quinta llamada empezó a marcar otro número. —¿Y esa cara? ¿Intentas darme lastima? —¿Si te cuento algo no se lo dirás a mamá? Derek no acabo de marcar el número. Levantó las cejas. —¿Es algo malo? Carrier miró la puerta qué llevaba al comedor y la cocina, se levantó y levantó la falda larga que se había puesto. Peter no miro y frunció el ceño. —¡Mira, no es lo que piensas!. Bajo la mirada y sus ojos se abrieron mucho con sorpresa. —¿Y eso? —Petequia. —¿Y ese nombre tan horrible? —El doctor dijo que me saldrían, que fuéramos a verlo si llegara a pasar porque significa que las medicinas no están dando resultados como se debe. Peter la miró a los ojos. —¿Y crees que está mal decirle a Jenny? Algún día se dará cuenta. Y no entiendo porque me lo dices a mi sabiendo que yo podría decirle. Carrier sabía que no lo haría, bajo la falda y se sentó a su lado. —Hoy conoci a un chico. Se llama Derek y me dio su número. —¿Y ya lo llamaste? —No, intento hacerme la dura. —¿Y te está funcionando? —No. Pero a mamá le funcionó contigo, tú moviste cielo y tierra para que te hablara. —Bueno, es que Jenny es Jenny, y tú eres... Tú, lamentablemente. Jenny es hermosa, y tiene carácter. Y hay algo en ella que hace que uno la mire y piense en todo lo bueno que hay en el mundo, como sus panqueques y sus waffles. O simplemente sus crepes, o su chocolate, o... Bueno, ella sabe cocinar, y tú .. Tú sabes servir agua, que está bien, hay algo atractivo en la forma en la que sirves el agua. Pero Jenny es Jenny. Sin ofender, ¿bien? —No, si no me estas ofendiendo, para nada. —Era una broma, Carrier, eres muy bonita. Y si ese tal Derek te dio su número de seguro moverá cielo y tierra para que lo llames. —Pero yo nunca lo llamaré. —Entonces te comprare un teléfono, si ese es el problema. Carrier negó con la cabeza. —Estoy enferma, Peter. ¿Qué pasa si me muero? —No te vas a morir. Aún tienes la oportunidad de ir al hospital a que te revisen esas peletequias o como se llamen. —Me van a dejar allí. No voy a salir nunca más y me voy a morir amarrada a una cama. Peter era el único que no la miraba con lastima, él nunca intentaba consolarla, pero aveces hacia cosas que Carrier sabía que estaban bien, pero que sabía que iba a pagar caro. Como decirle a Jenny lo de las petequias. Desde ese día Carrier lo odio profundamente, pero si él no tenía tiempo ni para quedarse a desayunar mucho menos iba a tenerlo para tomarle importancia. Esa noche no cenaron. Peter tuvo que arrastrar a Carrier al auto para llevarla al hospital, mientras ella le gritaba que lo odiaba, que le diría a Jenny que lo dejara, que era un mentiroso y no valía la pena. Él le hacía caso omiso. Luego Peter recibió una llamada y se quedó en el auto, y Jenny hablaba adentro con el doctor. Aún no comenzarían con nada, así que Carrier aún tenía tiempo de recibir visitas esa noche. Ella de verdad no esperaba ver a Eva allí, con su típica chaqueta marrón de cuero y su mini falda. —Tu mamá me llamó, ¿por qué no me llamaste cuando estabas en la granja? —Porque era obvio que ibas a ignorarme. —Carrier, somos amigas, ¿cómo crees que voy a ignorar tus llamadas? —Ya veo, tú también me tienes lastima Eva se levantó y la rodeó con ambos brazos por el cuello. —Ahora intentas ahorcarme. Gracias, es lo más lindo que alguien ha echo por mí. —Estare contigo aunque te hundas. Y ella si se iba a hundir, pero estaba dispuesta a no llevarse a alguien consigo. Alejó a Eva y la miró con el ceño fruncido. —Esta bien si quieres hundirte, pero luego no vengas a echarme la culpa si no te gusta el hoyo en el que has caído. ¿Bien? Eva levantó una ceja. —¿Qué importa el hoyo en que caiga? Siempre y cuando esté contigo todo saldrá bien. Carrier la miró con duda y precaucion antes de asentir. —Bien, puedes quedarte un minuto más entonces, luego te vas a tu casa y piensas en lo que acabas de decir. Siéntate. Eva sentó, ahora la prudente era ella. —Oye —dijo tomando la silla entre sus dedos—, si sales pronto de aquí saldremos al parque, yo invito. —No voy a salir Eva, me amarran a esta cama y desaparecere. —Pues cuando vuelvas te llevaré al parque. —No pienso volver, y si me obligan no saldré con está horrible ropa. Eva no quería decirle que esa ropa era hermosa, que la que usaba antes era sólo basura, que se veía muy bonita, que estaba bien. Pero sabía que Carrier se enojaría, así que dijo lo más prudente que pudo. —Entonces te comprare una chaqueta igual a la mía. —Tu chaqueta es horrible. Eva sonrió. —Seremos igualitas, te cortaré el cabello para que te cresca más rápido y bonito, te haré la manicura y te enseñaré a conquistar chicos. Carrier se había quedado colgando en lo de su cabello, ahora le llegaba a los hombros, pero había escuchado a los médicos decir que siempre se caía, que siempre había que cortarlo. Tocó sus puntas inconscientemente y Eva dejo de hablarle. —¿Dije algo malo? ¿Es qué aún te comes las uñas? —No, no dijiste nada malo, ya pasó un minuto y tengo mucho sueño, Eva, vete. Peter había querido entrar a la habitación, pero Carrier se levantó de la cama en esa horrible ropa azul que la hicieron ponerme y tranco con una silla. Él había puesto el pie, Carrier empujó la puerta para que no entrara, pero él era hombre, y más grande y fuerte, y su madre no se había enamorado de ningún enclenque. La puerta cedió y los brazos de Carrier acabaron como gelatina. Peter se cruzó de brazos en el umbral y la miró fijamente. —Bueno, está bien, eres más fuerte, ¿y? Pudiste abrir la maldita puerta, ¿y? Nada de eso quiere decir que valla a oírte, porque eres un malnacido hijo de... Estaba temblando, Peter la miraba muy serio. Apretó los labios y se echó en la cama a llorar, cubriendo su rostro con la almohada. Peter cerró la puerta y puso la silla en su lugar, se entretuvo un momento en el suelo recogiendo pedazos del jarrón que había escuchado antes romperse y que lo hicieron ir allí. Los pies de Carrier sangraban, con pedazos diminutos incrustados. Echó todo en la papelera y se acercó a Carrier. —¿Aún me odias? —Si... —su voz temblaba—, vete, quiero estar sola. Peter se sentó en la cama a su lado y cerró su mano alrededor de la mano de Carrier que aferraba la almohada. —Oye, mírame... Carrier no lo miro pero no le importó. —Jenny está ahí afuera llorando porque van a hacerte una quimioterapia. Tienes que estar bien, ¿si? Si ella entra y te ve así se pondrá peor. Le diré al doctor que mande a alguien a limpiar aquí y a que te curen los pies antes de que Jenny pueda entrar. »Vas a dejar de llorar y vas a comportarte como se debe, vas a dejar tus caprichos al menos por un momento, miéntras estés con Jenny, y vas a dejar de comportarte como si quisieras morir, porque es obvio que no quieres. Ahora deja de llorar y arregla un poco la cama. Tienes media hora. Él no dijo nada más, apretó su mano muy fuerte y se levantó. Carrier escuchó la puerta cerrarse, y sólo en ese momento se levantó, limpiando sus lágrimas y ordenando un poco la cama.
No tengo mucho que decir, en general la historia no fue como lo esperaba, por eso me gusto, en verdad no soy fan del romance per en general me pareció buena la trama.