Harry Potter El señor Murciélago... [Finalizado]

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Paulijem, 31 Enero 2019.

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  1. Threadmarks: Capítulo 1: Severus.
     
    Paulijem

    Paulijem Hija de Aslan, Larcha y Tributo del andén 9 y 3/4

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    El señor Murciélago... [Finalizado]
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    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    4
     
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    Si la felicidad podía ser representada por un hombre ese definitivamente no sería Severus Snape y no era exactamente por su aspecto de murciélago o la amargura que pintaba su rostro desde que, creía el pequeño Draco, había nacido. Sin embargo, sus padres insistieron en que le diera una oportunidad y que le darían la posibilidad de tener una nueva escoba si con eso prometía portarse bien hasta su regreso. Pero ni la idea de tener una escoba o recibir algo de atención por parte de su padre, lo había consolado tanto como saber que Blaise lo acompañaría en aquella tortura.

    Era bueno no estar solo en los momentos de desgracias. Realmente lo apreciaba.

    —¡Blaise, amigo mío!

    —¡Draqui, tanto tiempo!

    —Pero se vieron ayer —murmuró la señora Zabini a Narcissa Malfoy con cierta indignación.

    —Niños —respondió con simpleza encogiéndose de hombros mientras los futuros Slytherin se daban un apretado abrazo de "machos" —. Bueno, escuchen bien caballeros, Snape no tardará en llegar pero dado a que no me agrada la idea de dejarlos solos, así que dejo a Dobby a cargo de ambos.

    —¿Un elfo doméstico nos cuidará? —el pequeño mago de cabello platinado arrugó su nariz con molestia, aquello no le gustaba en lo absoluto —. Podemos cuidarnos solos, ya somos grandes, gracias —Narcissa le frunció el ceño y este suspiró. No podía pelear contra esa expresión, era injusto que ganará de esa manera —. Está bien, madre.

    —Así me gusta. Volveremos en un par de días, no molesten a Severus —ambos niños se miraron y apenas hubo un asomo de un par de sonrisas traviesas en sus jóvenes rostros —. Hablo en serio —la seriedad regresó a ellos inmediatamente.

    Acompañaron a sus madres a las afueras de Malfoy Manor donde Lucius ya las esperaba con Bellatrix Lestrange parlotear algo que el mago no estaba interesado en escuchar. Este apenas se despidió de ellos con un seco movimiento de cabeza antes de subirse a la carroza mágica que los esperaba estática en el frente. Tal vez, lo más emotivo de la despedida fue apenas un beso en la mejilla de sus retoños por parte de las brujas y lo más escalofriante fue sin duda elguiño de Bella que, por cierto, los espantó sin esfuerzo alguno.

    —¿Crees que vuelvan? —preguntó Blaise con inocencia mirando como la carroza se alejaba cada vez más de ellos, a lo que Draco hizo un gesto desinteresado con sus hombros.

    —Si mis padres no vuelven, podré comer todas las ranas de chocolate que yo quiera —el moreno rodó los ojos —. Vamos, tenemos una nueva lechuza, ¡podríamos alimentarla!

    Alimentar una lechuza era ridículo para el pequeño Zabini, pero Draco había mostrado mucho entusiasmo con la idea y por alguna razón eso también lo entusiasmó; se imaginó que el ave quizá era de alguna especie desconocida, de plumas exóticas, quizás, una mezcla de dragón escupe lava. Por supuesto que, cuando llegaron a la lechucería, se llevó una decepción atroz; al menos, era una criatura muy lista y muy linda con aquellas suaves plumas negras.

    Mientras tanto, Snape no había aparecido aún. Las horas pasaban demasiado lentas y ninguno de los dos estaban dispuestos a esperar como soldaditos en los sofás por el mago irresponsable. Morirían de aburrimiento o peor, se convertirían en una versión más pequeña de Severus Snape. Negativos a esa posibilidad, prefirieron deambular por ahí: entrar a los lugares prohibidos que Draco no tenía permitido conocer, probar los chocolates que Lucius escondía en su despacho de manera incompetente e incluso obligar al elfo a abrir las puertas que parecían selladas por el mismísimo demonio. Pero apenas lograron cruzar más allá de los pasillos oscuros, eran demasiados cobardes para aventuras como aquellas y se contentaron sólo con dibujarles gruesos bigotes a las estatuas de mármol de los jardines que tanto Narcissa Malfoy se empeñaba en cuidar. Por último, molestaron a algunos cuadros de los ancestros más aburridos de la familia Malfoy y rieron hasta que sus barrigas se pusieron duras.

    ¡Mocosos asquerosos, los quemaría vivos si pudiera!

    Sí, si la bruja hubiera podido salir de allí, sus manos hubiese apretado sin pena sus aniñados cuellitos. Pero, como esa jamás sucedería, ni Draco ni Blaise pudieron evitar llorar de la risa. Y la misma se apagó cuando una mano tocó el hombro de ambos al mismo tiempo.

    —Creo que deben disculparse con la dama —la palidez de los niños, provocada por el inminente susto al identificar la voz profunda de Snape detrás de sus espaldas, fue completamente sublime y si Snape se lo hubiera permitido, habría soltado una carcajada. Claramente y como era esperarse, aquello jamás sucedió; esa actitud no encajaba con él y no les daría el privilegio tampoco, de que escucharan su elegante risa —, si es que no quieren sufrir las consecuencias —añadió acercando su rostro al de los niños de manera amenazante.
     
    Última edición: 4 Marzo 2019
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    Casi se me paraliza el corazón cuando vi un long fic de HP activo. (teloviu)

    Definitivamente no, felicidad no es un buen adjetivo para Snape, y sinceramente si él tuviese que ser mi niñero, le lloraría a mi mamá para quedarme mejor sola. Jajajaja.

    QUIERO LEER MAS.
     
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    Semos dos... Señor Murciélago suena demasiado elegante pero indudablemente y con todo y mal genio Snape no dejaba de ser algo elegante hasta para castigar... ☺☺
     
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  4. Threadmarks: Capítulo 2: Un cuento para dormir.
     
    Paulijem

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    ¿Qué, que no tenía tacto con los niños? ¡Patrañas! Snape era un as con los mocosos, más de lo que cualquiera hubiera podido admitir abiertamente. Pero, claro, no podía jactarse de ello; la situación era humillante, inconcebible, vergonzoso, quería morir por cada segundo que estaba allí con esos dos desastres frente a él. Sin embargo, a caso, ¿había tenido opción? No, Severus Snape jamás tenía opción de elegir nada, NADA. Ni en ese bando ni en el otro; era un esclavo y la niñera personal de cada uno de sus incorregibles y apestosos retoños.

    Indignante.

    —Refriegue con más fuerza, señor Malfoy aún quedan rastros de pintura negra en esa estatua —Draco bufó con molestia mientras apretaba la esponja contra el mármol —. Y usted, ¿qué haces allí tirado? Quedan siete más por limpiar.

    —¡Pero estoy cansado! —protestó el niño desde el césped.

    —Debió pensar mejor las cosas antes de hacerla, señor Zabini —murmuró con monotonía cruzándose de brazos.

    Para el atardecer, las estatuas del jardín de la señora Malfoy estaban impecables mientras que los vándalos estaban exhaustos, sucios y hambrientos. Snape los mandó a bañarse, lo que hicieron a regañadientes, protestando por lo bajo algún que otro insulto infantil que ignoró olímpicamente. El baño, por otra parte, quedó hecho un desastre con las guerras de agua, pero nada tan grave que Dobby no hubiera podido solucionar con un chasquido de dedos. Obligarlos a ponerse las pijamas también fue un verdadero triunfo y ya para la cena, Snape, tuvo que resignarse con verlos vestidos de piratas.

    Pero la cena tampoco fue tranquila y es que ninguno de los dos estaba contento con lo que había en sus platos. Claro, a excepción de Severus que hacía días no tenía una comida decente. Podría comerse un dragón y no protestaría en lo absoluto.

    —¿Vegetales? —Draco movió una zanahoria con su tenedor de forma despectiva.

    —¿A caso quiere matarnos? —secundó su mejor amigo con una expresión de asco al ver la contextura de sus verduras.

    —Sí —ambos abrieron los ojos completamente temerosos por la seriedad que el mago había ejercido en aquellas palabras —, pero eso me traería problemas en un futuro y no estoy de humor para enfrentarlos -Snape tomó su tenedor y pinchó con él, un jugoso brócoli de su plato —. A comer.

    —¡Me niego rotumdanente a comer brócoli! —protestó el rubio cruzándose de brazos, haciendo un involuntario y adorable puchero que hubiera enternecido a cualquier alma ingenua y estúpida de la Tierra. Sin embargo, Snape no caería tan fácilmente ante aquella expresión tan tramposa por parte del retoño de Lucius Malfoy; por Merlín, no era un idiota —. No puedes obligarnos.

    —Primero, se dice rotundamente —arrastró la lengua con desdén sin quitar su mirada de su plato —, segundo, no estás en posición de negarte a absolutamente nada. Deja el berrinche para tu madre —miró a Zabini repentinamente con censura justo cuando el pequeño abría su boca para opinar —. No, no puede irse a dormir sin comer y no, la amenaza de acusarme con su madre no me hará cambiar de parecer.

    —Usted es diabólico, señor Snape.

    —Y aún no me conoces, niño.

    Algo descompuestos por el brócoli, fueron finalmente a la cama. El mago adulto revisó los armarios por pedido de Draco y la chimenea por Zabini y una vez todo estuvo en orden, se dispuso a salir de allí. Sin embargo, justo cuando su mano tocaba el picaporte de la puerta, la fina vocecita de Malfoy lo hizo apretar los dientes con enojo. Giró sobre sus talones y con él su capa negra lo acompañó ondeando detrás.

    —¿Y ahora qué? ¿Quieren que revise debajo de la cama? —Draco negó con su cabeza y apuntó con su diminuto dedo hacia la mesita de luz a su derecha —. ¿Qué?

    —Queremos un cuento para dormir.

    El ojo derecho le tembló peligrosamente. Nada de aquel día formaba parte de los acuerdos con los Malfoy, pero estaba seguro que ese par de diablillos lo estaban haciendo a propósito. Esas caras y sonrisas inocentes, tan sólo eran una máscara para ocultar sus verdaderas intenciones maquiavélicas; tomó el libro con brusquedad y lo miró con desagrado.

    "Las aventuras de Jimmy: el pequeño mago pirata"

    —Esto pudrirá sus cabezas —murmuró asqueado sentándose sin otra opción en el sillón cerca de la cama.
     
    Última edición: 4 Marzo 2019
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    ¿Una adorable faceta de Draco Malfoy secundado por Blasie Zabini?, imposible, impensable, inimaginable... por Dios que me sentí identificada con Snape y eso ya es mucho decir, ya que también querría matarlos lentamente pero desgraciadamente eso traería problemas con sus desobligados padres, así que ni hablar, más valía aguantar vara (afortunadamente pudo vengarse indirectamente al ponerlos a trabajar como viles elfos domésticos con el perdón de Dobby, ah, y a comer verduras hervidas sin sal) :MUAJAJAJAJ:

    Quiero oír ese cuento, en voz de Snape no ha de sonar nada nada lindo para conciliar el sueño... :kuku::kuku:
     
    Última edición: 11 Febrero 2019
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    Snape no termina de entender la gracia infantil.

    Al menos le está metiendo un poco de disciplina a esos niños consentidos.
     
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  7. Threadmarks: Capítulo 3: Soborno.
     
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    El aburrido "TIC TAC" del antiguo reloj de los Malfoy lo había seducido y empujado a un engañoso, profundo y peligroso sueño que le provocó, además, un horrible dolor de espaldas cuando los primeros rayos del amanecer le dieron de lleno en el rostro. Sin embargo, más allá de la crueldad de la naturaleza, en aquella silenciosa y vacía sala, estaba agradecido de que nadie hubiera estado allí para verlo en el estado en el que se encontraba todas las mañanas de su vida: desparramado en el sofá, con la saliva tempranera colgando de la comisura de sus labios, una expresión de bobalicón y el cabello monstruosamente enmarañado.

    Se reincorporó de aquel horrendo e incómodo sofá soltando un quejido que nadie hubiese cuestionado. Sobó su cuello adolorido con sus manos y se quedó un instante mirando a la nada; tardó un par de minutos en recordar en dónde y por qué estaba allí. Y, luego de reordenar las memorias del día anterior, dejó escapar un suspiro de resignación.

    Hubiera preferido olvidar que se había convertido en la niñera personal de esos mocosos. Una niñera que leía libros estúpidos pos modernos para dormir.

    —Por Morgana, preferiría estar muerto —masculló colocándose de pie, acomodó su camisa negra y buscó su varita para mejorar, si es que eso funcionaba, algo de su apariencia —. Dobby —el elfo apareció inmediatamente a su llamado como se lo había esperado. Sus ojos saltones lo miraban fijamente esperando sus órdenes como cualquier otra criatura de su misma especie —, ¿el joven Malfoy y su amigo ya están despiertos?

    —No, señor.

    —Puedes retirarte —este asintió y se marchó tan pronto como había llegado. Sin embargo, en su lugar había dejado una charola con una humeante taza de café negro y unas galletas recién horneadas. Las observó con cierta resistencia, pero no pudo negarse a probarlas, ¿quién hubiese podido? —. Asquerosamente deliciosas —murmuró después de comerse la última de las seis que habían ocupado el fino plato de porcelana.

    ~•~​

    Odiaba las mañanas, odiaba a los pájaros cantores que tenían como lugar favorito la ventana de su cuarto, odiaba el sol que se filtraba por las gruesas cortinas y por supuesto, odiaba a Severus Snape como niñera. Oh, Merlín sabía que ese tipo le desagradaba más que los cuestionamientos y presiones de su padre.

    —¿Cuál es su problema? —preguntó su sabio mejor amigo mientras escupía la pasta de diente en el lavabo —, necesita una novia.

    —¿Novia?

    —Es lo que dice siempre mi padre a sus colegas —explicó antes de tomar un sorbo de agua —, yo creo que es alguna golosina que comen los adultos, ya sabes —añadió con cierto tono elegante haciendo un ademán en el aire con su mano.

    —Suena asqueroso. Como sea, falte lo que le falte —el niño se miró al espejo acomodando su cabello —, es un dolor en el trasero.

    —Y sólo es el comienzo, joven Malfoy —ambos niños se giraron con el corazón en la boca, incluso cualquiera hubiese dicho que ni siquiera respiraban. Snape, por otra parte, los inspeccionó de arriba abajo y asintió para él mismo al notar que ya estaba listos para comenzar el día —. A desayunar. Les espera un largo día.

    Ninguno se atrevió a preguntar qué clases de torturas les tenía preparado, pero no debían ser precisamente divertidas. Sus ojos tenían un brillo extraño, malvado, quizá porque "diversión" dudaba que él pudiese expresar. Al menos su concepto de diversión no era ni por asomo igual a la de ellos. Y no necesitaban ningún tipo de pruebas para darlo por hecho. Sus acciones hablaban por sí solas.

    Aunque, no tenía ningún sentido descartar que Severus Snape no estuviese disfrutando del sufrimiento de aquellos diablillos. Su boca se torcía de forma extraña, como un gesto parecido a una sonrisa, cada vez que ambos estaban en desacuerdo con él, incluso tenía sus momentos especiales. Como el desayuno de aquella mañana, definitivamente no cambiaría absolutamente nada de ese acontecimiento, cuando al verse sorprendidos por una espesa avena en un par de tazones les había provocado arcadas automáticas. O sus protestas cuando los obligó a ayudar a Dobby a ordenar la habitación que ambos compartían.

    Tal vez, estaba siendo muy cruel con ellos, pero debía tener algo de satisfacción después de verse prácticamente obligado a ejercer un papel de niñera como aquel. No estaba seguro de que aquel sacrificio hubiera valido en verdad la pena por un poco de información. Era ridículo que no hubiese existido otra manera de infiltrarse en Malfoy Manor, sin embargo, tal vez podría sacar provecho de aquel martirio. Y, luego de pensarlo con mucho cuidado, finalmente decidió jugar sus cartas y recurrir al soborno.

    —Bien, hagamos un trato —entrelazó sus manos por encima de la mesa y fijó sus ojos en ambos niños —. Sé que me odian y yo los odio por igual, pero podemos llegar a un acuerdo si encuentran un objeto por mí.

    —Estoy interesado —Draco lo imitó y lo escudriñó con su mirada.

    —¿De qué se trata? —preguntó Zabini con la cautela y el interés que caracterizaba a la mitad de su familia.

    —Es un collar, guardapelo le dicen —ellos asintieron con seriedad —. Tiene una serpiente en el frente, puede estar en cualquier parte, pero no sería imposible de encontrar. Es un objeto particular, ¿podrán con eso?

    —¿Qué ganaremos a cambio?

    —Si lo encuentran y prometen guardar este secreto, les daré todas las ranas de chocolates que deseen.

    —Un baúl y que duren dos años —negoció el pequeño rubio, pero Blaise carraspeó y negó con la cabeza —, ¿crees que no sean suficientes?

    —Dos baúles sería lo más justo —discutió el moreno mostrando dos de sus pequeños dedos —, uno para ti y uno para mí.

    —Bien —Draco regresó su atención al mago y aclaró su garganta —, dos baúles y una cosa más, antes de que regresen nuestros padres queremos ir a Zonko's.

    Tenía ganas de cuestionar eso último, pero no podía perder esa oportunidad. Tenía que saber si los Malfoy mantenían algún objeto de Lord Voldemort en su poder, saber si este realmente había desaparecido del Mundo Mágico para siempre como todos aseguraban. Tenía que acceder por mucho que eso no le gustara. Así que tomó todo el valor que le quedaba, para luego dejar escapar las palabras que lo condenarían al día siguiente.

    —Trato hecho.
     
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    Pase un momento de libertad escolar para encontrarme esta chulada... XD

    Lo que el pobre Snape tuvo que hacer para mantener la confianza de los mortífafos y de Dumbledore actuando como doble agente, hasta me da pena su caso. Pero bueno, hasta yo gozaría el momento de torturar sutilmente a Draco Malfoy (y por ende a Zabini) como una pequeña venganza por las vergüenzas que tuvo que afrontar. La conversación de los mocosos sobre que Snape necesitaba una novia fue divertida a pesar de ser corta.

    ¿Qué más le espera a este pobre hombre que suena tan desesperado (pero uno de sus encantos es que sabe disimular bastante bien) por encontrar algo que valga la pena obtener?... el guardapelo de Slytherin suena interesante, lástima para él que nosotros ya sabemos donde se encontraba, y no es precisamente en Malfoy's Manor.
     
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    Sinceramente no sé de quien reirme más, si de ellos o de Snape. Accediendo a sus caprichos infantiles, los pequeños Sly no son tan tontos como para dejarse usar por nada. XD
     
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  10. Threadmarks: Cap 4 [Final]: "El día se acaba con otro cuento"
     
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    Nada, no había nada. Ni arriba ni abajo ni en rincones o escondrijos, tampoco en los lugares a la vista o prohibidos. Estaban limpios, completamente limpios, más que la ropa de sus elfos domésticos y eso ya era mucho qué decir tratándose de los Malfoy. ¿Cómo era posible? Se encontró meditando todo el día mientras metía a Draco dentro de la chimenea y a Blaise en los agujeros de la ventilación.

    Había estado completamente seguro de que hallaría algo con respecto a los horrocruxes. Pero no existía ni siquiera una sola prueba de su fidelidad ante Voldemort; no estaba seguro qué le aterraba más, eso o que los retoños de Zabini y Malfoy se hubieran comido ya la mitad de sus ranas de chocolates.

    Al atardecer y, después de una ardua búsqueda, Snape cargó a los niños entre sus brazos, los acomodó -como pudo- en cada uno de sus hombros y se dirigió a las escaleras con pasos firmes rumbo a su habitación. La noche había caído tan pronto como sus párpados y el mago no estaba contento en lo absoluto. Además, al día siguiente, sus padres regresarían finalmente y su tiempo para seguir buscando acabaría con ello.

    —Perfecto —masculló con sarcasmo cuando Blaise le eructó la cara —. Mocosos malcriados. Gozaré el día en que los tenga bajo mi absoluto poder. Allí comprobaremos quién es el débil y quién es el fuerte —un cachetazo de Draco lo detuvo en seco. Estuvo tentado a mandarlos a volar e irse en ese mismo instante a su cómodo hogar. Sin embargo, se contuvo y dejó escapar un suspiro para calmar sus nervios. No podía perderlos a esas alturas, necesitaba -aún- ganarse la confianza de aquellos estúpidos. Tener armonía tanto del lado del Señor Tenebroso como del lado de Dumbledore, de otra manera seguirían arruinando su vida —. Me lleva la bruja maldita... —masculló entre dientes cuando el pequeño Malfoy lo pateó en la entrepierna.

    Los soltó sobre la cama como si se tratasen de dos simples bolsas de papas. Sacudió sus manos y arrugó la nariz con desagrado. Los odiaba profundamente, era el sentimiento más sincero y puro que había tenido en todo el día. No tenía ni quería tenerles paciencia, esos demonios se habían aprovechado de él tanto como él se había aprovechado de ellos. Eran astutos, curiosos, entrometidos, sucios y maleducados. Pero allí estaban esos dos, tirados sobre la mullida cama, como si la vida no tuviera sus complicaciones, teniendo como única preocupación quién se comería las ranas de chocolate primero.

    El señor murciélago tiene la nariz chistosa... —murmuró entre sueños el rubio soltando una risita nasal.

    Apuesto mis calzoncillos de la suerte, a que vomito primero... —le siguió Blaise pateando a su mejor amigo.

    Snape negó con la cabeza y se dirigió a la puerta, no se quedaría a escuchar sandeces. Regresó por el pasillo, bajó los escalones y se recostó en el sillón de la sala principal. Estaba decepcionado consigo mismo y aterrado de que Lucius Malfoy supiera más de la cuenta, no encontraba otra explicación a que todo estuviera tan limpios de pecados. Luego estaba esa estúpida de Bellatrix, era un grano en el trasero y podría haber sido la impulsora de que todo estuviese de aquella forma. Su cabeza funcionaba demasiado rápido, sacando conclusiones, buscando respuestas y llenándose finalmente de más y más interrogantes.

    —Ay, no, ¿qué hacen aquí?

    —Mi mami dice que el día se acaba con otro cuento, todos los días debe ser uno diferente para tener finales felices diferentes.

    —Tu mami es una tonta —el rubio sólo sonrió y le tendió el estúpido libro que sostenía con sus pequeñas manitos —. "Rowilda y las estrellas de la fortuna" —leyó con indignación —. Por Merlín, esto no es sano para ninguno de los que estamos aquí presentes.

    —Si no lo lees, le diré todo a Lucius.

    —¿Crees que puede amenazarme? ¿A mí? —mascullaba mientras abría el asqueroso libro infantil.

    "Rowilda era una pequeña bruja sangre-pura que vivía en las colinas con su numerosa familia.

    Un día, observando el cielo, se dio cuenta de que las estrellas caían cerca de su casa. Alguna vez, sus abuelos le habían contado que la mayoría de las estrellas eran de oro, otras de plata y algunas de diamantes, y que por eso brillaban tanto como el sol.

    Rowilda fue por las estrellas, sin miedo, con astucia y determinación. Todo era mejor que vivir como vivía y si al menos traía a una de ellas, ella y toda su familia cambiarían sus vidas para siempre.

    Así que, con esa idea en su cabeza de cabellera negra, partió rumbo detrás de su casa. Las encontró, por supuesto, después de subir y bajar colinas, en un montoncito cerca de un arroyo, habían cientos de estrellas. Se llevó muchas en su cesta de mimbre, todas las que entraron en aquel espacio pequeño.

    Fue una noche de celebración. Gracias a su valentía y ambición, su familia salió de la pobreza, alcanzó un estatus social prestigioso y fue rica hasta que la muerte la separó de tales fortunas.

    Fin"

    Snape no había podido ocultar su cara de horror. ¿Qué clase de cuento infantil para dormir lava cerebros sostenían sus manos? Agarró el cuento como si se tratase de algo podrido y se lo devolvió a su dueño.

    —¿Qué sucede?

    —Dudo que ese libro contenga un cuento para dormir, de hecho tendrían una buena cantidad de pesadillas para todo el año si se los leyera. Así que siéntense, les contaré algo decente y puede que aprendan algo en sus vidas.

    —¿Con dragones? —preguntó Draco con entusiasmo.

    —¿Y mujerzuelas? —secundó Blaise con los ojos brillosos.

    Snape levantó una ceja y miró a este último.

    -Señor Zabini, creo que debería dejar de escuchar las conversaciones de los mayores, en especial las de sus padres.

    —Sí, señor.

    —Bien, el cuento se llama El cerdo y el lirio...

    Habían quedado literalmente aniquilados. Dobby, se encargó esta vez de llevarlos a la cama mientras que él, había decidido degustar de una taza de té caliente. Una sonrisa se asomó por sus labios, no era una condescendiente, era una traviesa e incluso malévola. Tal vez, sus sueños serían livianos, por primera vez en días. Y, pensando así, terminó por sucumbir a ellos.

    El amanecer, sin embargo, llegó muy pronto para iluminar su oscura vida. Pero esta vez, no lo había alcanzado desprevenido. Los dos niños se habían levantado apenas cantó el gallo, con los dientes cepillados, el cabello bien peinado, sin pijamas con dibujos estúpidos y la cama perfectamente hecha. De hecho, hasta habían acabado dos tazones de avena sin rechistar. Eran como dos soldaditos.

    Si tan sólo hubieran sido así desde el principio, se lamentó el mago.

    Era cerca de las once cuando divisaron el carruaje entrar por las grandes rejas de Malfoy Manor. Draco y Blaise estaban derechos, firmes y con la mirada al frente mientras que Snape intentaba mantener alejada la ansiedad de largarse de una vez por toda de él. Pero, no fue hasta después de unos cuantos minutos que, los padres de los pequeños magos y Bellatrix, bajaron del carruaje.

    —Bienvenidos, papá, mamá, Señora Zabini y tía Bella. Espero que hayan tenido un buen viaje de regreso —saludó Draco con una sonrisa afable. Lucius y Narcissa se miraron con extrañeza.

    -¿Puedo llamar a los elfos para que tomen sus abrigos? -la señora Zabini le envió una mirada molesta hacia Snape. Pero este ni se inmutó.

    —Diablos, Severus, la idea era cuidarlos no traumarlos —acotó Lestrange soltando una risotada —. Parecen marionetas; tú, enano —se dirigió hacia Blaise —. Corre y tráeme un trago.

    —Sí, señora.

    —Oye, no tienes el derecho de mandar a mi hijo como si fuese un elfo doméstico —la imponente bruja, la señora Zabini, como todos le llamaban, había detenido al moreno del cuello de su camisa. Mientras que en sus ojos profesaban odio profundo hacia Bellatrix —. ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?

    —Bien, mi trabajo terminó aquí. ¿Tienes lo que se te pidió? —murmuró Snape acomodando su capa, Lucius rodó los ojos y lo pasó de largo sin decir una sola palabra, le siguieron su esposa y el resto de los adultos dejando a los niños a solas nuevamente con Severus Snape. Este se colocó a la altura de los niños con una terrible lentitud —. Recuerden, el cerdo no sólo fue comido por no escuchar al gallo cantar, sino por haber tomado el lirio de la inmortalidad sin permiso y haber difundido al resto de los cerdos, de sus maravillas. No quieren que les pase lo mismo por no obedecer a sus mayores, ¿verdad? Deben cumplir su promesa y cerrar la boca —ambos asintieron con rapidez —. Nos vemos en cinco años. Para ese entonces, espero que piensen bien las cosas antes de hacerlas, en especial conmigo —Lucius había regresado con una bolsa aterciopelada en sus manos. Miró a los mocosos y luego a Snape que, por su parte, tomó la bolsa bruscamente y lo miró con nula cortesía —. Sabes dónde encontrarme.

    —Lo mismo digo.

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    Es una microhistoria, así que por eso los cuatro capítulos (por si se lo preguntaban xDDD). Espero que les haya gustado :3, tardé mil años escribir esto :v, por las barbas de Merlín.
     
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    InunoTaisho

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    Te tardaste pero valió la pena por leer un buen final, con Snape terminando el trabajo de soportar a unos escuincles contándoles una gran historia para dormir... Y educarlos al final que buena falta les hacía... :kuku:

    Seguro que Zabini y Malfoy fueron niños bien portados durante varios años hasta que llegaron a la edad de la rebeldía... :ewww:

    Gracias por terminar la historia, de verdad me gustó mucho
     
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