Explícito Utopía Distópica

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Arec, 31 Octubre 2018.

  1.  
    Arec

    Arec Iniciado

    Virgo
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    3 Septiembre 2014
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    Escritor
    Título:
    Utopía Distópica
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    559
    ¡Hola!

    Tras meses y meses de análisis, lluvias de ideas, distintos métodos de escritura, distintos desafíos como escritor y profundización en la literatura, he decidido canalizar mis experiencias a su punto de culminación, con una historia larga, la cual he bautizado como Utopía Distópica (lo sé, es irónico, pero es algo real).
    Espero que, tanto a ustedes como a mí, nos agrade esta historia y sea una lectura amena y bien llevada. Estoy abierto a recibir críticas y comentarios al respecto de todo. Hay, sin embargo, un par de cosas que quiero aclarar desde ahora:

    Géneros: Fantasía, ciencia ficción, aventura, drama.


    He colocado "Explícito" en el prefijo, porque habrá escenas violentas. No tengo idea de qué tan violentas puedan llegar a ser, pero les aseguro que nunca llegaré a un punto tan extremo de describir a detalle (a menos que realmente se requiera). Pongo un aviso, sin embargo, para evitar futuros problemas.
    Ojo: Esta novela NO tendrá contenido sexual explícito.

    Esta novela es en parte improvisada. Tengo pautas marcadas, objetivos a los cuáles llegar y de ahí ir liberando la información acerca de la situación, los personajes, el porqué de sus acciones y demás, así que, les pediré un poco de paciencia en ese aspecto. Puede que algún otro género se introduzca ligeramente conforme avance la historia, pero las bases están ahí arriba.
    Si ustedes gustan que se vayan añadiendo detalles, información sobre personajes y demás, no tengo problemas en ello (incluso si debo convertirla en una historia con enlaces), pero eso se verá en base a si ustedes les agrada la idea o no.

    Saludos y muchas gracias por leer.
    ¡No se olviden de comentar!



    UTOPÍA DISTÓPICA — PRÓLOGO

    Nos encontramos en un lejano lugar de la galaxia, se trata de un sitio que ha sufrido en carne propia la maldad de las personas que son cegadas por el poder, ¿suena familiar? Las guerras, las diferencias políticas y sociales, así como los problemas con el comercio internacional, devastaron casi por completo las fértiles tierras continentales, convirtiéndolas en áridos desiertos yermos.

    La moral y la ética se fueron por la borda cuando se dieron cuenta de que no podían alimentarse sólo de buena voluntad y que el gobierno no velaría por el bien de ellos; que, desgraciadamente, se habían convertido en plenos individuales. El lema de los poblados más grandes se convirtió en: "devora al pez pequeño y trata de no ser devorado".

    Sin embargo, este escrito no tiene como intención narrar la pútrida vida de los pobladores del planeta Szent, por lo menos, no la de todos. Más bien, en estas líneas quedará plasmado un suceso fantástico que los habitantes considerarán un sueño hecho realidad, por lo menos, hasta que ese sueño se convierta en una pesadilla.

    Adéntrate en este mundo maravilloso, donde serás testigo de los juicios del karma, donde tu conciencia te hará dudar de tu existencia, pero a la vez, hará que te alegres de estar vivo. Sólo te daré un par de consejos, mi estimado lector: no confíes en nadie del planeta Szent, y por lo que más quieras, no duermas en la intemperie.

    .../Prólogo.
     
    Última edición: 31 Octubre 2018
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    UTOPÍA DISTÓPICA — CAPÍTULO I

    El viento soplaba más fuerte que de costumbre, el sol se había ocultado un par de horas atrás, pero no había oscuridad total. El cielo estaba tapizado con un manto entre naranja y rojizo, como siempre había sido en Szent. Las calles empedradas se encontraban completamente deshabitadas, tan solas y tristes como desde los últimos meses habían estado. A simple vista parecía un pueblo fantasma, un lugar sin vida ni energía; pero en lo profundo del mismo, en la calle más recóndita, podía apreciarse una ligera música suave.

    Una puerta de madera se abrió de golpe hacia afuera, regresando a su posición, como si presumiera el resorte de sus bisagras. El local en cuestión, se trataba de un bar, del cual había salido un hombre ya mayor; su cuerpo era muy delgado, su rostro se notaba cansado, arrugado y desgastado por las dificultades de la vida, pero lo que lo hacía más llamativo, era la tos desgarradora y seca que parecía no tener fin. El hombre se sujetó la garganta, dando algunos pasos con dificultad sin dejar de toser, hasta que cayó de golpe, dejando de toser, dejando de luchar. Curiosamente, nadie se preocupó en ayudarlo, pasaron minutos hasta que un fornido hombre salió del bar para tomarlo en brazos y llevarlo hacia una enfermería, que estaba a pocos pasos de allí.

    —¿Viste eso, Luen? No se preocuparon en ayudarlo siquiera...
    —Así es la gente en este lugar —susurró Luen, haciendo una pausa—. Y te dije que no me llamaras Luen, Samuel, tienes que usar el nombre que te dije.
    —No puedo creer que exista tanta maldad... —Hizo una mueca ligera antes de rodar los ojos—. No quiero llamarte Frank, es un nombre extraño y horrible, no sé cómo se te ocurrió.
    —Esa es la razón por la que debes llamarme así, debemos ser completos extranjeros en este lugar, ¿entendido?

    Samuel asintió, no sin antes chasquear la lengua, probablemente ante el disgusto que le provocaba usar otro nombre para referirse a su amigo.
    Los dos jóvenes salieron de su escondite —que era un espacio detrás de unas cajas de madera—, para dirigirse lentamente a la cantina de donde habían salido aquel par de hombres minutos atrás, mirando hacia todos lados, tratando de pasar desapercibidos. Empujaron la puerta para abrirse paso, nadie los tomó en cuenta.

    El piso del local era todo de madera, parecía antigua y había zonas que estaban un poco más voluptuosas que otras, probablemente eran la consecuencia de la humedad en este material. Las paredes eran de una tonalidad café muy clara, con diversos ornamentos alrededor, entre cuadros con fotografías poco visibles, hasta cuernos disecados saliendo de las paredes más lejanas. En una esquina, sobre una pequeña mesa, se encontraba un gramófono reproduciendo una repetitiva música de un disco de vinilo, la cual era lo suficientemente alta como para escucharse en la soledad de afuera, pero tan baja como para poder mantener una conversación adentro.

    Ambos chicos se aproximaron a la barra. Frank parecía ser mayor, su rostro dibujaba una expresión madura, su voz sonaba levemente grave, y, por si fuera poco, le sacaba casi quince centímetros de estatura a Samuel. El cabello de Frank era de color rubio, este lograba cubrirle apenas hasta los ojos, estaba desaliñado y mal recortado. Por otra parte, el cabello de Samuel era negro azabache, lo suficientemente largo como para que las puntas tocaran sus hombros; y este no estaba cuidado, el brillo de su cabello era natural. Algo que ambos compartían, era ese tono de piel blanco que predominaba por mucho en Szent.

    —Disculpe... —habló Frank por lo bajo, perdiendo un poco la seguridad cuando el cantinero los miró e hizo un gesto de sorpresa.

    Sólo necesitó hablar para que dos de las tres personas que estaban dentro del local dirigieran su mirada hacia ellos, pues notaron al fin, que se trataba de alguien desconocido. En una mesa a algunos metros, yacían dos hombres que jugaban con cartas extrañas mientras bebían cerveza; en una mesa más retirada, estaba sentada una mujer, dando la espalda a los chicos.

    —Pero mira qué tenemos aquí... —dijo uno de ellos, en un tono amenazante y con una sonrisa, mientras se ponía de pie— son unos niños desconocidos, ¿serán espías?
    —No creo que sean espías, parecen muy estúpidos para serlo —respondió el otro, soltando una carcajada burlesca.
    —¿De dónde son, jovencitos? —Habiéndose aproximado un poco más, el primer sujeto en hablar se había detenido justo al lado de ellos.

    Los dos chicos parecían paralizados, mirando aterrados al fornido hombre sin cabellera que no dejaba de acosarlos con la mirada y las palabras.

    —¿No me van a contestar, acaso? ¿Tendré que portarme mal para hacerlos hablar? —añadió, sin borrar la sonrisa burlesca.
    —Cállate, Brem, deja a los chicos en paz —dijo una voz femenina que fue acompañada por el rechinar de la madera, mientras se aproximaba a la escena.
    —¡¿Ah?! ¡¿Qué quieres, vieja bruja?! ¡Yo los miré primero, encuentra tus propios juguetes!

    El sujeto empuñó su mano y levantó su brazo, dispuesto a golpearla. La mujer, por su parte, lo ignoró por completo mientras se ponía enfrente de los chicos, tomándolos de la camisa para jalarlos hacia afuera.

    —¡Maldita! ¡¿Cómo te atreves a ignorarme?!

    Dio un par de pasos en dirección a la salida, pero se encontró con el cañón oxidado de una escopeta.

    —No dejaré que le pongas un dedo encima a Denya —intervino el cantinero, deteniendo el paso del bravucón.
    —Baja eso, maldito, o lo lamentarás más tarde.
    —Dejaré que mi yo de más tarde se preocupe por ello. Por mi parte, no darás un paso más —respondió, sonriendo de medio lado—. Puede que mi arma esté oxidada, pero si no te mata, seguro te hará pasar una malísima infección. ¿Te la juegas, Brem?
    —Tch. Si esa zorra no se fijará en ti —dijo como consuelo para sí mismo, volviendo a la mesa, derrotado.

    Como la persona madura y profesional que el cantinero era, hizo caso omiso a su comentario y volvió a sus labores.

    A varios metros de distancia, habiéndose alejado de la amenaza, Denya introdujo a los chicos a su casa; por fuera no era diferente a las otras, pero por dentro parecía mucho más sombría. La iluminación era poca, los únicos retazos de luz eran gracias a unas cuántas velas colocadas estratégicamente sobre varios muebles, debía ser muy cuidadosa, pues todo el pueblo estaba construido con madera, incluyendo el mobiliario.

    —Pasen, siéntense por allí. Cualquier lugar es sitio —dijo un tanto ruda y poco amigable, sentándose en el suelo.

    A decir verdad, esta mujer carecía por completo de los rasgos de los habitantes de Szent. Cuando los ayudó, su cuerpo estaba cubierto en su mayoría, pero allí, habiéndose quitado todos los harapos de encima, logró ver una esbelta figura atlética; su piel era bronceada, sus cabellos castaños y rizados, y unos ojos color marrón que podrían enamorar a cualquier incauto.

    —¿Y? —preguntó después de ver cómo la miraban en silencio.
    —¡Ah! ¡Lo siento! ¡Lo siento! —exclamó Frank, quien parecía todavía asustado.

    Denya soltó una carcajada, divertida por la reacción del contrario.

    —¡Tranquilo, amigo! Yo no soy ese estúpido de Brem, no pretendo hacerles daño, pero me interesa saber por qué están aquí, no los había visto antes.
    —Ah... verá —respondió Frank—, nosotros somos viajeros, nos dirigimos a Kandria, pero... nos hemos perdido. Llegamos aquí por suerte.
    —Comprendo, son viajeros. ¿Nómadas?
    —No —negó con la cabeza—, esperamos encontrarnos con alguien allá.
    —¿Se puede saber con quién?
    —No... —interrumpió Samuel, metiéndose en la plática de ambos.
    —¿Hm? Es de mala educación meterse en pláticas ajenas, jovencito —reprendió la mujer, dirigiéndose esta vez al azabache—. ¿Cómo te llamas?
    —Me llamo Samuel, pero me gusta más Sam...

    La respuesta hizo que la mujer enarcara una ceja, pasando su mirada al otro joven. No le preguntó nada, pues esa mirada parecía hablar lo suficiente.

    —Yo me llamo Frank —replicó el otro, sosteniéndole la mirada esta vez.
    —Así que Frank y Samuel —pausó, sin dejar de verlos—. ¿De dónde vienen? ¿Quién usa nombres tan raros y espantosos?
    —Somos de otro planeta, llegamos aquí y nos mantuvimos en una cámara criogénica, donde-
    —¿Creen que soy tonta? Hace décadas que la terminal espacial no funciona, ¿qué no han visto las noticias? Szent es un planeta que está a punto de ser destruido. Si lo que me dicen ustedes es verdad, significa que vinieron en un transporte hace mucho, y sus padres escogieron esos nombres como un homenaje a su antiguo planeta, ¿o me equivoco?
    —¡No, señorita! No se equivoca —replicó enseguida Samuel, después de la pausa que había hecho Frank. El rubio volteó enseguida a ver a su compañero, recriminándole algo en silencio, con la mirada.
    —¡Vaya! Pues me sorprende, ¿saben por qué? Porque yo tampoco soy de este planeta. Mi verdadero nombre es Anna —sonrió—. Así que voy a compadecerme de ustedes y los voy a ayudar.

    Los chicos se miraron con rostro de alegría, sonriendo emocionados. Sin perder tiempo, Frank sacó de una pequeña mochila que cargaba, un arrugado mapa de las regiones principales del planeta, a groso modo; pero la mujer negó con el dedo, colocando las manos en su boca para amplificar el sonido.

    —¡Verónica! —exclamó, pero no obtuvo respuesta.

    Chasqueó la lengua y subió las escaleras al nivel superior, ellos la siguieron a pesar de que no fueron invitados. Anna entró a una habitación, dejando la puerta abierta detrás. Fue allí que la miraron. Esa supuesta Verónica era una chica de la misma edad que ellos, aproximadamente dieciséis; su piel era blanca y tenía marcas de golpes y moretones por los brazos, así como en las piernas; no obstante, eso no era lo peor: lo que dejó impactados a los invitados, fue que estaba dentro de una jaula de hierro, lo suficientemente grande como para mantener dentro a un animal.

    —Lamento que tengan que ver esto, chicos, pero Verónica está castigada por ocasionar problemas en el pueblo. Ella es una viajera como ustedes, yo la resguardé aquí para que Brem no la matara —explicó la situación, acercándose a la joven—. Verónica, ellos, al igual que tú, son de otro planeta. Su destino es Kandria, al igual que tú, así que, ¿por qué no van juntos? Tú sabes bien el camino, ¿no?
    —Sí, señorita Anna, yo puedo acompañarlos, mejor tres que dos —contestó en un tono neutro, como sin vida.

    La mujer abrió la jaula y Verónica salió tranquilamente, haciendo una reverencia a los dos chicos.

    —Soy Verónica, mucho gusto. ¿Nos vamos?
    —Espera —cortó Anna—. No seas tan desesperada. Vamos a bajar, les daré algunos víveres para el camino.

    Caminó Verónica, detrás de ella fue Anna y en el cuarto quedaron los dos.

    —Eres un idiota, Sam. ¿Cómo se te ocurre contestar que era verdad? —preguntó Frank, en un susurro.
    —¡Lo siento! ¡Tuve miedo! ¡Tú quedaste callado! —respondió, exagerando sus susurros, tratando de gritar.
    —Esto huele mal, su versión es inconsistente y esta chica no me da mala espina —Chasqueó la lengua y rápidamente extrajo una navaja de su pantalón, dándosela a Sam—. Guárdala, no la uses, a menos que sea realmente necesario. Vamos.

    Sin entender del todo y un poco aterrado, Samuel tomó el arma y la guardó en la bolsa de su pantalón, acompañando a su amigo hacia la estancia. Allí se encontraba Anna guardando distintos víveres en una mochila. Había agua embotellada, comida enlatada, pan, galletas, incluso colocó una botella de leche.

    Verónica, por su parte, se limitaba a mirar. Samuel, aterrado por el arma que portaba, no prestaba la más mínima atención a lo que sucedía, su cabeza estaba en las nubes; el único que estaba atento, era Frank. Era como un ave de caza, sus ojos seguían cautelosos los movimientos de la anfitriona, analizando todos y cada uno de los alimentos que echaba en la mochila. Entre las cosas que parecían importantes, estaba un mapa en mejor estado y una brújula, aunque él no comentó nada al respecto.

    Habiendo finalizado de empacar, Verónica tomó la mochila, que parecía mucho más pesada que la que llevaba Frank. Éste, como buen caballero, le dio la mochila a Samuel y se aproximó a tomar la de Verónica para cargarla él, pero la joven no quiso. Se negó rotundamente, al punto que parecía eufórica por la insistencia de él. Una reacción que ponía más alerta al rubio.

    —Vamos a esperar afuera, mientras ustedes se despiden —dijo el muchacho, volviendo a recuperar su mochila mientras salían de la casa.

    Trataba de esconder la preocupación, que no se le viera el miedo que sentía. No estaba seguro de lo que pasaría, de quién era ella y por qué no los dejaron ir simplemente dándoles el mapa y la brújula, no necesitaban más... a excepción de los víveres, que también les vendrían de maravilla para su travesía. Pero, ¿una boca más? ¿Una mujer desconocida? ¿Qué tal si era caprichosa? No, peor aún, ¿qué tal si era peligrosa? Miles de preguntas rodeaban su cabeza, pero una palmada leve en la espalda lo sacó de sus pensamientos.

    —Tranquilo, chico, les irá bien. Verónica es buena chica, sólo tienen que seguirla y ya, no conozco a persona con mejor sentido de orientación —dijo Anna, tratando de animarlos.
    —Sí, ustedes no se preocupen, yo conozco el camino hacia Kandria, así que vamos de una vez, hay que aprovechar la hora —añadió la joven, mirando hacia el cielo, tratando de adivinar la hora en base a la posición del sol.
    —Está bien. Muchas gracias, Anna. Estamos totalmente agradecidos, gracias por brindarnos una guía y por brindarnos algunos víveres también.
    —Sólo vayan con cuidado, y cuando encuentren a sus padres en Kandria, ¡no se olviden de que yo los ayudé! —se despidió con estas palabras y un gesto de júbilo, antes de entrar de nuevo a su vivienda.

    Los tres partieron hacia la nueva aventura, sin conocer a la nueva integrante ni un poco. Preguntas llegaban a la cabeza de Frank, como, por ejemplo, ¿por qué se llamaba Verónica, si tenía la palabra Szent dibujada en su rostro? Aunque él estaba en la misma situación, ¿y si era una impostora? Trataba de permanecer frío, más que nada, porque sabía que Samuel era un manojo de nervios, que no sabía actuar acorde a las situaciones. Y cuando menos lo esperó, el azabache hizo acto de presencia.

    —¿Estás bien? ¿No te duelen esas heridas? —preguntó a Verónica, refiriéndose a los moretes, cortadas y raspones de sus brazos y piernas.
    —Ya me acostumbré a ellas —dijo en tono neutro.
    —¿Cómo? ¿Te sucede muy seguido? ¿Te golpean mucho? ¿Te portas mal?

    Las preguntas continuas parecieron incomodar a Verónica, quien las ignoró mientras mantenía el paso, cargando esa pesada mochila.

    —Lo siento, Verónica, Samuel es un poco curioso.
    —Dile que no lo sea, no me gustan los acosadores, y no los conozco lo suficiente para contarles sobre mi vida.
    —... me gustaría que llevemos una sana convivencia entre los tres, Sam no lo hizo para molestarte, ni mucho menos.
    —Si quieren una sana convivencia, entonces no hablemos. Es un largo camino como para estar soportándolos —dijo conclusiva, sin detenerse a mirarlos siquiera.

    Nadie habló más. El camino era pesado, el pueblo del que salieron, Evaur, estaba rodeado de una zona desértica; no importaba el destino, debías recorrer un buen tramo de tierras secas. Los animales se escondían con experticia debajo de la arena, esperando cualquier víctima potencial para atacar. Por otro lado, las aves de rapiña también hacían acto de presencia, buscando cualquier oportunidad para tener un buen banquete.

    —Verónica, este camino yo lo conozco. Este no es el camino a Kandria, este es el camino a Vandor —dijo Frank, deteniendo su paso.
    —¿A Vandor? Claro que no, este es el camino a Kandria.
    —No, es el camino a Vandor. Lo sé porque es de ahí de donde vinimos.

    Verónica se detuvo en seco. Ninguno de los dos pudo ver su expresión de fastidio.

    —¿Estás seguro?
    —Totalmente seguro.
    —Vaya, entonces no eres tan idiota como parecías, ¿no? —respondió, riendo por lo bajo con cierta malicia. Giró su cuerpo para quedar frente a él, ignorando la presencia de Samuel— ¿No pudiste seguirme en silencio por un par de kilómetros más?

    En su camino de Vandor a Evaur, Samuel y Frank habían pasado por un campamento de bandidos que, por fortuna, no estaban en ese momento. De no haber sido porque tuvieron suficiente suerte, probablemente habrían muerto; pero ahora todo encajaba, sin duda alguna. Tanto Anna, como Verónica.

    —Lo hubiese hecho, si tu cómplice, Anna, no hubiese colocado en tu mochila alimentos que no sirven para un largo camino. Ella es la verdadera idiota aquí. ¿Cómo se le ocurre poner pan y leche, cuando caducan tan rápido si no están frescos?

    Conforme Frank respondía, la cara de Verónica perdía su sonrisa, convirtiéndose en una de molestia. Con un raudo movimiento, presionó un par de botones en los tirantes de su mochila, haciendo que esta cayera al suelo y saltó como felino contra el rubio, quien, ante la sorpresa, no pudo reaccionar.

    —¡Maldito! ¡Nadie insulta a mi madre así! —gritaba furiosa mientras golpeaba y rasguñaba el rostro de Frank, quien estaba inutilizado en esa posición—. ¡Me las vas a pagar!
    —¿Tu madre? —preguntó, girando su cabeza hacia un costado, buscando resistir más los golpes y poder articular palabras—. Pues las dos son algo estúpidas... no... no saben actuar...

    Las palabras de él salían con dificultad ante la lluvia de golpes, que, para su fortuna, los moretones y heridas parecían hacer mella en la fuerza que ponía al atacar. Poco a poco, Frank sentía cómo su vista se nublaba, complicándosele inclusive el pensar, pues el dolor se iba acumulando.

    —¡¡Deja a Luen!! —gritó el tercer aventurero, enfurecido, nervioso y temblando.

    Se lanzó hacia la joven por la espalda y enterró el filo de la navaja en su espalda, haciendo que ella se detuviera abruptamente, tratando de girar su cuerpo; no pudo gritar, parecía muy sorprendida al sentir algo así, pero Samuel no se detuvo. Retiró la navaja y volvió a enterrarla, esta vez con más fuerza, haciendo que por fin saliera la voz de dolor de la fémina. Repitió el movimiento, el filo del arma estaba teñido de rojo y el líquido salía disparado mientras continuaba clavándolo en su espalda en repetidas ocasiones, llenando su ropa y su rostro de carmesí.

    Frank empujó el cuerpo hacia un costado y estiró su mano para detener a Samuel por la muñeca, quien parecía estar en shock, en un estado traumático. Cuando su amigo lo abrazó, al fin pudo el azabache soltar el llanto que la adrenalina no había permitido soltar; era un llanto de dolor, de tristeza, de incredulidad, no sabía lo que había pasado, sólo sabía que tenía mucho miedo.

    —F-Frank... Frank... ¡Maté a alguien! —gritó.
    —Gracias por ayudarme, Samuel, hiciste lo correcto.
    —¡¿Cómo es eso correcto?! ¡¡Explícame!! ¡¿Cómo acabar con la vida de alguien es lo correcto?!
    —Fue por nuestra seguridad, Samuel. Pero discúlpame, siento que fue mi culpa por haber aceptado traerla con nosotros...
    —¡No, fui yo quien tuvo la culpa porque no te dejé hablar!
    —No importa eso ahora, Sam, tenemos que seguir avanzando, ahora en el camino correcto. Esta vez, iremos solos, no cabe duda de que, en este lugar, no podemos confiar en nadie.

    Frank se puso de pie, ignorando el dolor que le provocaba su cara hinchada por los golpes. Samuel, por su parte, seguía en shock, mirando la tinta carmesí adornar su ropa y el suelo alrededor de Verónica. El joven golpeado abrió la mochila de la chica, sacando agua y comida enlatada, que era lo que podían consumir sin problemas. Dudaba que Samuel quisiera beber leche en ese momento.

    —¿Estás bien? —preguntó, pero no obtuvo respuesta.

    Suspiró, rodeando a su amigo para abrirle la mochila y sacar algodón y una botella de alcohol, él llevaba el botiquín de primeros auxilios, o lo que pretendía serlo. Mojó el algodón con la sustancia, presionándolo contra las heridas que estaban un poco abiertas en su rostro, los huesos de Verónica eran duros. El sonido de los quejidos de Frank hicieron que Samuel saliera de su shock lentamente; sin embargo, no hizo ruido, sólo tomó la botella de agua que su compañero dejó a su lado y se lavó la cara y las manos, limpiándose la sangre ajena.

    —Voy a ir a prisión, Frank, voy a ir a prisión —articuló, asustado.
    —Claro que no lo harás, a menos que vayas por allí contando a la gente lo que hiciste. Probablemente a nadie le importe, Samuel.
    —No sé...
    —¡Maldición, Samuel! ¡¿Es que no lo entiendes?! —reprendió, antes de volver a quejarse por el ardor del alcohol en sus rasguños— ¡Tienes que aprender a vivir de ese modo! ¡¿Entiendes?!

    No hubo respuestas por parte de Sam, sólo se puso de pie, limpiándose con el dorso de la mano las lágrimas que habían empezado a rodar por sus mejillas. Dio un par de pasos.

    —Debemos irnos ya, Frank... quiero llegar a Kandria cuanto antes, estoy seguro de que allí las cosas serán distintas y saldremos de este infierno.

    Guardaron bien todo lo que faltaba de recoger, y el muchacho rubio tiró del cadáver hacia unas rocas cercanas, echando arena encima, buscando cubrir aquel hecho, les daría tiempo, en caso de que los aliados de ella fuesen a buscarlos.

    Reanudaron su viaje, dando por hecho que la corta estadía en Evaur fue una experiencia muy dura, la más dura que habían vivido hasta entonces, en su corta travesía. El viento había comenzado a soplar con el mismo vigor de antes; usaban trapos mojados para cubrir sus bocas y tapaban el golpe de la arena con la mochila.

    Frank sabía que la experiencia había sido traumática para Samuel, que probablemente era muy pronto para afrontar ese tipo de situaciones, aunque en el fondo, se alegraba, pues si a algo le faltaba al azabache para sobrevivir en Szent, era un carácter fuerte, ¿y qué mejor forma de conseguirlo, que tomando decisiones tan grandes?.


    .../Capítulo I.
     
    Última edición: 1 Noviembre 2018
  3.  
    almiok

    almiok vamos, escribamos con fervor.

    Capricornio
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    Hola.

    Muy interesante historia, se puede notar el amor que has puesto hasta el momento en escribirla.


    Aquí unos puntos que puedes detallar para hacer más fácil y profunda la historia que puedes tocar en los capítulos ya escritos o próximos a venir ( yo recomiendo lo primero), que son.

    1. Dar una descripción o dirección de en qué parte de la galaxia se desarrolla la historia, así como explicar si toda la galaxia está en mal estado o solo la zona X en que se encuentra el planeta, o si el sistema solar en el que están fue el que sufrió, etc.

    Esto sirve en caso de que más adelante se involucren más especies o personas de otros planetas, aparte de los supuestos que ya están. Y asi evitar contradicciones o cosas sin sentido como que de la nada aparescan seres que viven en paz pertenecientes al mismo ya sea sistema solar, parte de la galaxia o galaxia.

    2. Dar más detalles con respecto al planeta, ya sea un nombre anterior o año aproximado después de cierto evento para poder ubicar donde se desarrollan las acciones, en este caso ya que no se especifica la geografía del continente a grandes rasgos, se puede por ejemplo: malentender que están en un desierto rodeado de una zona polar.

    Sería
    bastante acertado ubicar dónde se encuentran o se desarrollan los eventos ( ejemplo: zona ecuatorial, sur del continente, norte de una cadena montañosa, al este del mar negro, oeste de donde anteriormente existía una capital, cosas asi).


    3. La contradicción ( a falta de más detalles) de que la mayoría de las personas son de tez blanca si al momento se describe que la mayoría del tiempo hay luz, ya que luz = calor-radiación = mutaciones, evolución, pigmentos de piel.

    sería correcto mencionar si solo en esa ciudad, pueblo la mayoría o todos tiene tez blanca, roja, azul, etc. y no encasillar a toda la población desde los primeros capítulos, a menos que en ningun capitulo futuro describas a otras personas.

    4.Lo más pronto posible, da una edad a los chicos y un poco del trasfondo, para que al leer no se sienta como que son tontos, o sufren alguna discapacidad. Ya que con un rango de edad y trasfondo se puede justificar el cómo actúan y piensan, y así no aborrecer sus acciones.


    Espero que lo que te comento pueda de ser ayuda.

    Sigue con la historia , que se presiente muy interesante.
     
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  4.  
    Arec

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    ¡Hola!

    Primero que nada, muchas gracias por interesarte en leer mi novela, que apenas está en pañales. Me halaga que se note el amor con el que la estoy escribiendo, pues me motiva a seguir. Espero que cumpla, tantos tus expectativas, como las de los demás, así como las mías.

    Muchas gracias, de igual forma, por tus puntos. Debo afirmar que tienes completamente la razón, pero ahora te detallaré poco a poco una respuesta específica.

    -Por supuesto. No lo he hecho aún, pues no quiero saturar cada capítulo con toneladas y toneladas de información. Soy de las personas que creen que es mejor llevar poco a poco todo lo respectivo a lo que sucede. Tanto la galaxia, el sistema solar, los planetas circundantes y demás información, será revelada conforme avance la historia. Prefiero que se vaya revelando por medio de los diálogos, las interacciones de los personajes, AUNQUE, de ser necesario, puede que me anime y lo convierta en una historia con enlaces, para explayar más todo lo que acontece en ese rincón del universo. Ojo: esto es sólo si me veo en la necesidad de hacerlo.

    -Extraoficialmente, te responderé que el planeta siempre ha tenido ese nombre. Es un planeta alejado de la Vía Láctea. Tomaré, sin embargo, referencias sobre la Tierra y nuestro sistema solar conocido para dar una mejor geografía, y así darle un sentido a los tamaños y proporciones que se estarán manejando.

    -La razón principal de esto, se debe a que la melanina que desprende la piel de los habitantes de Szent es distinta, de modo que no tiene el mismo proceso que sufre la humanidad ante los rayos UV. Explicaré, de igual forma, un poco más conforme vaya avanzando.

    -Tienes mucha razón aquí. Los personajes principales son aún un misterio, pero descuida, que se va a mostrar más de estos en el próximo capítulo.

    Nuevamente, muchas gracias por tu comentario. Disculpa la tardanza, he tenido unos problemas de hardware y todavía no estoy al cien, pero espero esta semana publicar el capítulo siguiente; espero que sea de tu agrado.

    ¡Saludos y te deseo una excelente semana!
     
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    kmastersmash

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    Acuario
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    antes de comentar el resto, ojojo ese prologo lo lei con la voz de dross y breakman
     
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    UTOPÍA DISTÓPICA — CAPÍTULO II

    Completamente agotado de cansancio, derrotado por la lucha contra la arena que volaba queriendo meterse a sus ojos, cayó el más chico de los jóvenes al suelo.

    —¡Samuel! —gritó Frank, corriendo a asistirlo rápidamente, presionando su cara con un trozo de tela recién mojado, aún fresco.
    —¿Por qué tenemos que cambiarnos el nombre, Luen?
    —Ya te dije, es por nuestra propia seguridad. La gente aquí se mete menos con los que vienen de otro planeta, por cuestiones sociales, porque quieren evitar la guerra que los lleve a nuestro rotundo final.
    —Pero, a mí no me gusta llamarnos así...
    —Entiéndelo, no se trata de que nos guste. Pero está bien, vamos a hacer las cosas como tú dices, Reinhe.
    —Gracias, Luen... —respondió apenas, con una sonrisa, antes de ponerse de pie con esfuerzo.
    —Tenemos que encontrar algún lugar en donde pasar la noche, hemos estado caminando por dos horas sin encontrarnos con un rastro de vida, pero si el mapa que le quitamos a... a Anna, es correcto, debería haber otro pequeño pueblo a unos cuantos kilómetros.
    —Yo no quiero entrar a un pueblo de nuevo, tengo miedo de que se vaya a repetir lo que pasó… —replicó Reinhe enseguida, retomando el paso lento.
    —No te preocupes, trataremos de no llamar la atención, ni dejaremos que nos ayuden esta vez.

    Como si se comunicaran telepáticamente, dejaron de hablar. Ambos sabían que sería una tontería hablar mientras caminaban en el desierto, habían perdido la cuenta de cuántas veces tragaron arena por culpa de no prever esto. En silencio, avanzaban, dando lo mejor de ellos para no morir en tan desolado y yermo lugar.

    El paisaje se mostraba igual, sin ningún cambio, siempre lo mismo, el mismo color, todo parecía tan común, tan simple. Szent había considerado por el Consenso Intergaláctico como un planeta abundante en minerales, fauna y flora; éste se unió al consenso diez años después de que lo hicieran planetas austeros, como lo era la Tierra, del Sistema Solar, entre otros, pero su grandeza le duró poco, todo a causa del rey.

    Con un ademán de su diestra, Luen consiguió detener el paso de Reinhe para descansar detrás de unas rocas que les servían de respaldo.

    —Con esta agua sí alcanzaremos a llegar al pueblo, ya sólo nos queda un kilómetro y medio —dijo el rubio, escondiendo un ligero júbilo en su tono.
    —Esa es una buena noticia, pero... ¿alcanzaremos a llegar antes de que anochezca?
    —Si nos damos prisa, sí —Le ofreció su botella de agua, para rehidratarse un poco más. Nuevamente mojaron la tela con agua y se la colocaron de modo que les cubría la boca.
    —Cuando lleguemos a ese pueblo, ¿tendremos que cambiarnos de nuevo los nombres?
    —Si es necesario, sí. Mi plan es descansar en alguna casa arruinada, para que nadie nos moleste, y robar agua y alimento para continuar.

    Reinhe quiso reclamar, pues su inocente mentalidad lo hacía sentir horrible al saber que tendrían que robarle los bienes a alguien, pero prefería mil veces hacer algo así, a tener que matar a alguien nuevamente.

    Sin más qué decir, los chicos emprendieron de vuelta su camino, en un último esfuerzo para llegar al pueblo de Ghazan. Según escucharon, la gente aquí no conocía las carencias de las guerras, estaban en una posición perfecta para que el impacto de la guerra no les trajera consecuencias, después de todo, ellos eran nativos del desierto. La zona desértica se extendió después de la última guerra, obligando a pueblos civilizados a tener que regresar a sus raíces.

    Los habitantes de Ghazan conocían técnicas de supervivencia que les permitían desempeñarse de forma óptima en cualquier páramo; el nombre de este pueblo había viajado a lo largo de todo el reino, pues se convirtieron en un sitio próspero de un momento a otro. A pesar de toda la publicidad, el turismo no les cayó nada bien; pues los recursos se consumían más rápido, la gente cada vez quería pagar menos y la supervivencia se deterioraba sin más.

    La apariencia de Ghazan hizo que Reinhe comenzara a llorar, inclusive antes de entrar a la ciudad. Se encontraban a escasos cien metros, cuando podían notar la total falta de vida en esas, ahora, ruinas de piedra rojiza. Sus ojos no le mentían, pero febrilmente quería arraigarse a esa esperanza, pues sus pasos se habían apresurado, sus manos habían limpiado las lágrimas de sus ojos, decidido a no aceptar lo que percibía a simple vista. Esos cien metros parecieron más largos que el camino entero, fueron eternos.

    La boca de Luen se abrió ligeramente al notar el silencio espectral. Los muchachos entraron, el único ruido era el del viento soplando con fuerza, silbando entre las ruinas.

    —Esto no puede ser... —murmuró, incrédulo, con un nudo en la garganta.

    Reinhe iba a hablar, cuando la voz rasposa de un hombre de avanzada edad se hizo presente.

    —¿Qué hacen unos niños como ustedes aquí? ¿No saben que es peligroso? Vengan —dijo este, comenzando a caminar hacia una de las casas más alejadas del sendero.

    Luen se puso alerta, no podía confiar en nadie desde lo que había pasado en el pueblo anterior, pero, ¿qué debía hacer? Por fortuna, su compañero dejó la cobardía de lado y siguió al hombre, aunque desconocía si era por necesidad o simplemente por resignación. Dio algunos pasos rápidos para alcanzarlo, siguiendo en silencio al anciano, hasta entrar a su casa.

    —¡Bienvenidos a Ghazan! ¡La ciudad de la prosperidad! —exclamó con fuerza, levantando sus brazos y soltando una carcajada. Su vestimenta era escasa, unas cuantas pieles cubrían la parte baja de su cuerpo a modo de falda, mientras que su torso desnudo estaba decorado con tatuajes en forma de líneas de color rojo.
    —G-Gracias señor. Este lugar no es como lo esperaba... —susurró Luen, entre confundido y aterrado.
    —Nada nunca es como lo esperas, por eso nunca debes esperar nada. Mi nombre es Dabroek, soy el único sobreviviente de... —pausó—. Soy el más vivo de Ghazan. ¿Sus nombres?
    —Mi nombre es Frank, él es Samuel —dijo Luen, seguro de sí mismo.

    El anciano sonrió de oreja a oreja, levantando su diestra para negar con su dedo índice.

    —Esos nombres son falsos. Esa tez es sólo común de Szent. Al parecer, han estado viajando y no han cambiado el color de su piel ni siquiera un poco, imposible para los que no son de este planeta —explicó, sin dejar de verlos, exigiéndoles con la mirada sus nombres verdaderos.
    —Mi nombre es Luen... él es Reinhe —rectificó el chico, bajando la cabeza ante la pena.
    —Bah, no te sientas mal. Es un buen intento, lástima que no haya forma de encubrir su mentira —se rio, consiguiendo un par de vasos de agua para ambos—. Tomen asiento, el suelo es amplio. Y díganme, ¿qué los trae por aquí?
    —Verá, señor Dabroek, nosotros queremos ir a Kandria —dijo Reinhe, mirando al contrario.
    —¿A la capital del reino? ¿Por qué quieren ir a un sitio tan caótico?
    —¿Caótico, señor?
    —Sí. La situación lo ha vuelto muy caótico, es como una zona sin ley —exclamó, levantando sus brazos a modo de exageración.
    —¿A qué se refiere? —interrumpió Luen con un gesto de sorpresa.
    —¿Cómo? ¿No lo saben? —negó con la cabeza, antes de rascarse la nuca—. ¿Y aun así viajan? ¿Ustedes son tontos? ¿Qué edad tienen?
    —Yo tengo diecisiete, mi amigo tiene dieciséis.
    —Son tan jóvenes y quieren ir allá... definitivamente, ustedes no están bien de su cabeza, ¿verdad?
    —¡No sabemos a qué se refiere! —gritó Reinhe, cansado de ser tratado como un niño.
    —Bueno, se los diré, pero quiero que piensen bien lo que harán una vez escuchen esto.

    Los chicos asintieron, prestando mucha atención al anciano, quien carraspeaba para aclarar su garganta.

    —Todos dicen que esto es la causa de la guerra, que incluso puede convertirla en una guerra intergaláctica si es que las noticias se esparcen hacia el exterior, por eso, tenemos mucho cuidado de no contar nada de esto a las personas que no son de nativas de Szent. Puede que esto parezca imposible, incluso no es más que una teoría, pero una con mucho sentido. Yo no les diré que crean en ella ciegamente, sólo les aclaro antes de comenzar.
    »El rey Vircoff consiguió el poder de Szent después de casarse con la princesa Ruele, que es la heredera de sangre del antiguo rey. Éste no buscaba otra cosa que no fuese poder. Utilizando sus privilegios como nuevo monarca, dicen que comenzó una cacería en contra de la naturaleza, queriendo poseer todo lo natural para sí mismo. ¿Ustedes se imaginan, acaso, el poder que tiene la naturaleza? Esa es la razón por la que parece que toda la belleza que antiguamente poseíamos, nos abandonó, porque él consiguió atraparla, o es lo que se presume. Pero hay algo más curioso aún. Algo muy oscuro y profundo.

    Se puso de pie de forma repentina, indicando con un ademán que lo siguieran hacia afuera. Los dos muchachos se encontraban atónitos, no sabían qué decir ni qué pensar, ¿cómo se podía atrapar la naturaleza? Parecía imposible. El hombre caminó hasta lo que parecía la enfermería, pero antes de entrar, se detuvo.

    —El rey, de alguna forma, causó un desastre inimaginable. Va más allá de las plantas, más allá de su razonamiento, así que les pido guarden la compostura ante lo que verán.

    Sin decir más, se dio media vuelta y abrió la puerta, entrando antes que ellos. Un largo salón se hizo presente, con una cantidad asombrosa de camillas. Sobre estas, reposaban personas; no había una sola que estuviese libre. Aunque muy bajos, los quejidos de los pacientes se hacían presentes, y eso sería algo normal, si no fuera por lo que Reinhe vio.

    —L-Luen... —murmuró, temblando.

    En una de las camillas, había un hombre que tenía su abdomen abierto, como si hubiese perdido toda la carne que lo protegía, y, aun así, se quejaba, su rostro reflejaba un dolor profundo; su cuerpo parecía deshidratado, demacrado por el sufrimiento, sus movimientos eran nulos. El anciano se volvió hacia los muchachos al ver que se detuvieron, y su rostro cambió por completo al de un rotundo enojo.

    —¡Ese rey hijo de perra es el culpable! Él... no sólo nos quitó la belleza del planeta, sino que se interpuso en el ciclo de la vida —hizo una pausa, mientras sus ojos se llenaban de líquido a causa del coraje que albergaban sus palabras—. Las personas no pueden morir, se quedan en un eterno letargo de dolor, de sufrimiento. Están muertos en vida, ellos merecen morir, aunque sea...

    Ambos quedaron pasmados. El miedo, la desesperación y la confusión se hizo presente. No sabían lo que debían decir, no sabían lo que debían hacer.

    —Luen... Reinhe... son jóvenes, tienen toda su vida por delante. Pueden ir a Kandria ahora y arriesgarse a quedar como todos los habitantes de Ghazan... o buscar otra cosa qué hacer hasta que alguien más lo solucione; si es que hay alguien que pueda hacerle frente al rey y su ejército —su voz menguaba poco a poco conforme hablaba, como si perdiera la ilusión y la confianza, los deseos y el falso humor que tuvo al recibirlos. Sabía que no había más para ellos, que resignarse a una vida donde la muerte parecía un verdadero milagro, una bendición—. ¿Qué harán?


    .../Capítulo II.
     
    Última edición: 20 Noviembre 2018

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