No podía dejar de sentir el frío, por dentro y por fuera. Se suponía que la llegada de la feria sería la época más feliz del año y, para muchos niños, así lo era. Sin embargo, yo estaría sola, más sola que nunca. Más sola que la vez que me perdí en el centro, más sola que en mi columpio, o, cómo decía mi mami, más sola que la una. De aquellos días felices ya poco me quedaba, pero le prometí a mi mami que sería fuerte y no lloraría. Varias veces rompí esa promesa, pero siempre volvía a intentarlo. Ya no me dolía ver mi ropa gastada, mis botas de lluvia que usaba todo el año aunque no lloviese, mi bufanda rosa, mi abrigo morado y el gorro que me regaló mi abuelita, que, cuando era verano, tenía que llevarlos en la espalda y aún así me acaloraban. Esa mañana, justo antes de que llegase la feria, había encontrado una moneda en el suelo. Yo no planeaba ir a aquel sitio, porque ya sabía lo que allí me esperaba, estar rodeada de una alegría que no me correspondía, de gente que me haría a un lado, de un sentimiento cálido que solo empeoraría este dolor congelado. Pero aún así fui, esperando que esa moneda fuese suficiente para comprar aunque sea un momento. Me colé cómo pude en el tren para ir a la feria, y, aunque tenía miedo de perderme, finalmente llegué. El ambiente era incluso mejor, más doloroso, de lo que imaginaba. No podía subirme a los juegos, ni comer dulces, y nadie me invitaba a jugar a nada. Dicen que entre más te acercas a la luz, más oscura es tu sombra, algo así sentía yo. Tenía toda la felicidad que necesitaba a tan sólo un paso, pero no podía tocarla, ni siquiera con mi moneda, y eso aumentaba el frío que sentía dentro de mi. Sólo había una cosa que podría alegrarme esa noche, los fuegos artificiales. No había que pagar para verlos. Decoraban el cielo con colores que daban la impresión de bailar, de moverse con gracia entre el negro manto de la noche y el blanco brillo de las estrellas y los copos de nieve. Fué un instante de alegre calor el que mostraron los fuegos artificiales, pero fue demasiado corto, la máquina se había estropeado por completo, cómo mis ilusiones. Contenido oculto Me alejé del lugar cómo pude, volví al tren. Esta vez no me perdí, menos mal. Ya en el tren no sentía tanto frío, así que me saqué el gorro, y aunque hice todo lo posible por resistir, finalmente rompí mi promesa otra vez. Y por estar inundada en mi tristeza no vi cuando alguien dejó a un lado de mí una tarjeta. Decía "Jamás pierdas la esperanza."
Que hermosa historia, solo remarco que tuviste un error al escribir "pero" pusiste "per". Pero me encanto
Sí puedes, por supuesto. A mí me ha gustado bastante la historia, aunque la he notado un poco bajita de intriga, como que fue todo el relato igual, con la misma intensidad, salvo el final, que a mí es lo que me ha gustado, esa tarjeta que le han dejado, la verdad, me hubiese gustado algún indicio de que alguien se la había dejado. Para darle forma a esa parte, al igual que le diste forma a todo lo anterior. Me ha gustado bastante que has ambientado bastante bien la historia, está rica en descripciones y además, la ortografía y gramática están muy bien, lo cual te felicito por ello. Te tocó una de las imágenes que a mí más me gustaron de la actividad y la verdad, hiciste un buen trabajo. Yo no tengo mayor queja. Espero poder leer algo tuyo en un futuro. Un saludo. :quis: