Hubert Mi reflejo del espejo hizo un gesto afirmativo con la cabeza, observando detenidamente mis nuevos ropajes: una camiseta de mangas largas de color negro, con un solitario botón plateado cerca del cuello en V; debajo se insinuaba la presencia de otra camiseta, blanca, aunque esta era de mangas cortas; unos jeans de color azul oscuro y zapatillas a tono completaban el conjunto… Resultaba refrescante tener un cambio de apariencia de vez en cuando, y más cuando la vestimenta anterior daba claras señales de que no podría aguantar más odiseas. Contenido oculto Sentía más comodidad y soltura a la hora de moverme. Me pregunté cuántos Huberts se habrían cambiado en este mismo lugar luego de tener aquella charla con Mike y Melanie… Ese acontecimiento no me dejaría indiferente hasta asegurarme de que todos estén a salvo, pero al menos no me angustiaba como hasta hace unas horas. Podía reflexionarlo con calma, toda la que era posible. —En fin… —me dije mientras hacía a un lado las cortinas del probador. Scrafty, al verme, levantó un pulgar con mucha energía para aprobar mi aspecto, mientras Serperior simplemente me miraba con serenidad. Quien también había salido de la pokébola para acompañarme era Shaymin. El pequeño pokémon de las flores miraba el mundo con una sonrisa y llamaba la atención de los demás clientes, algunos de los cuales no pudieron reprimir un suspiro de enternecimiento. —Es hora de entrenar… —dije, alzando al legendario entre mis brazos —¡Shay~! Pagar la ropa nueva me llevó más tiempo de lo esperado, ya que la cajera de la tienda estuvo un buen rato preguntando por Shaymin y tocando sus flores. Seguido por Serperior y Scrafty, con Shaymin en brazos, nos dirigimos hasta la sede de la Torre Desafío. El pequeño legendario alzó la vista hacia el cielo, impresionado del hecho de que algo tan alto pudiera existir en este mundo… No quería imaginar qué pasaría por su cabecita el día que conociera la Torre de los Dragones. —¡Vamos! —los alenté, entrando todos juntos.
Steve Stone —De hecho era una regadera... —corregí con seriedad caricaturizada. —Y tienes suerte de que voy de salida, la venta loca ya está en su último cuarto de hora y debo comprar lo que sea —inquirió mamá Stephanie—. Cualquier cosa, empaqué en tu nueva mochila un frasco de gas pimienta. Y luego de dirigirme una mirada de dulzura, y a Alpha una de desconfianza, mamá Stephanie marcó su salida de escena. —No es del todo cierto lo que dices, creo que hasta le caes bien —dije, sonriendo a lo Pepsodent. Y luego caí en cuenta de todo de nuevo... ¡hace mil que no veía a Alpha! Se había desaparecido del mapa hasta que hace semanas la Pokédex me avisó de su regreso, por lo que hice la respectiva transferencia de aquellos pokémon suyos que habían quedado bajo mi cuidado, y pudiesen reencontrarse con él y darle la bienvenida. —¡Amigo!, ¿qué ha sido de ti? No sabes cuánta falta hiciste por estos lares, de verdad que es bueno verte de nuevo. >>Y para mí fue un honor haber cuidado de tus pokémon, me ayudaron en unos buenos momentos de apuro.
Contenido oculto Alpha Xenodis. —Digamos que he estado en unas "vacaciones"—Mis manos pasaron tras mi nuca como usualmente solía hacer en muestra de relajo.—. Creo que no sabría decir exactamente lo que fue, pues siempre estuve relacionándome al entrenamiento pero supongo que no lo había vuelto a hacer por mí mismo hasta hace poco—Miré hacia el cielo de Témpera, como en búsqueda de una respuesta a qué fue mi tiempo inactivo, mas nada se vino a mi mente.—. Estuve en casa por mucho tiempo, hasta que encontré una buena motivación para volver.—Fueron mis palabras, era más o menos lo que en realidad pasó... Creo que está bien decir eso, ¿no? >> Ahora llegué para quedarme. Energético como siempre decidí levantar mi pulgar derecho hacia Steve, mostrando un gesto de absoluta seguridad en mis palabras que se acompañaba de un rostro sonriente. —Aunque admito que nada es igual: Soy mucho más débil y la región es más poderosa... Será muy divertido resurgir y aplastar a todos de nuevo. >>¿Tú cómo vas? Creo que no nos vemos desde... Ehm... Mucho, mucho tiempo, sí.
Elisa Daroch. Miré con un poco de pánico el giro que había tomado la situación, no pintaba para nada bien en mi favor, si no hacía algo rápido sería una gran desventaja, tenía opciones, pero ninguna me parecía la mejor, así que opté por la más común de las comunes. Rebusqué una pokéball en mi bolsa y rápidamente libere al siguiente en el campo de batalla. —Gengar, esquiva. GENGAR: Fantasma/Veneno (Asesino) Levitación: Inmune a ataques tipo Tierra Salud: 120/120 Fuerza: 195 Resistencia: 135 Agilidad: 1/3 (110 de Velocidad) Movimientos: -Bola Sombra (75 Potencia, Fantasma (Base 60, STAB +15)) (Usos: 4/4) -Puño Sombra (50 Potencia, Fantasma; ineludible (Base 40, STAB +10)) (Usos: 3/3) -Cara Susto (Baja en 2 los puntos de agilidad del rival) (Usos: 2/2) -Bomba Lodo (75 Potencia, Veneno (Base 60, STAB +15)) (Usos: 4/4) Contenido oculto Mi vida es un gran y constante IDK, lo lamento :(
Mimi Honda Pero contrario a lo que hubiera esperado, Venusaur no llegó a recibir ese ataque. En su lugar Elisa realizó un estratégico a la par que molesto cambio, sacando al campo a su Gengar. Ese Gengar burlón y molesto. Este esquivó sin más la ventisca y sacó la lengua, burlándose con esa insolencia suya que tanto molestaba a Raiden. Kuma en su lugar no pareció inmutarse, solo traspasó a su rival con una mirada helada. Sonreí. —Bien, si ese es el caso, creo que yo también cambiaré un poco mi estrategia— comuniqué y alcé la mano para señalar a Gengar con un amenazador dedo índice—. ¡Acaba con él de un solo golpe; acua jet! BEARTIC: Hielo (Potente) Quitanieves: prioridad +1 para todos los movimientos de este pokémon si el clima es Granizo. Salud: 108/190 Fuerza: 270 (70) Resistencia: 195 (35) Agilidad: 1/2 (60 de velocidad) (10) Movimientos: -Granizo (Convoca el clima de granizo por 5 turnos) (Usos: 1/2) -Puño Hielo (65 Potencia, Hielo, dos puntos de agilidad para esquivarlo) (Base 50, STAB +15)) -Acua Jet (30 Potencia, Agua, ineludible) (Usos: 4/5) -Ventisca (90 Potencia, Hielo, dos puntos de agilidad para esquivarlo) (Base 70, +20 STAB)) Granizo: [4/5]
Elisa Daroch. —Entonces, Venasaur, vuelve al campo —grite lanzando la pokébola de mi compañero para que este saliese justo frente a Gengar y así pudiese bloquear el ataque. VENUSAUR: Planta/Veneno (Balanceado) Espesura: doble potencia de ataques tipo planta cuando sus PS bajan de 1/3 Salud: 63/165 (5) Fuerza: 202 (20) Resistencia: 203 (20) Agilidad: 1/3 (90 de Velocidad) (10) Movimientos: -Energibola (75 Potencia, Planta (Base 60, STAB +15)) (Usos: 3/4) -Polvo Veneno (Envenena al oponente) (Usos: 2/2) -Drenadoras (Infecta al rival; cada turno perderá 15 PS y el usuario recuperará esos 15 PS) (Usos: 2/2) -Rayo Solar (90 Potencia, Planta, en el primer turno se recarga y en el segundo se ataca (Base 70, +20 STAB))
Mimi Honda —Tsk— casi gruñí, apretando ligeramente mis puños—. Kuma, aprovecharemos el último turno de granizo. El tipo hielo asintió. La granizada empezaba a tornarse más y más débil a medida que el efecto del granizo tocaba a su fin; la luz del sol volvía a vislumbrarse tímidamente entre las nubes. Me quité de la cabeza la capucha de la sudadera y me sacudí el cabello para adecentarlo un poco. Internamente agradecí el aumento de la temperatura, pero mi expresión centrada no lo dio a entrever. Tenía que ganar aquella batalla. Debía hacerlo. A como diese lugar. >> Una última vez... ¡ventisca! BEARTIC: Hielo (Potente) Quitanieves: prioridad +1 para todos los movimientos de este pokémon si el clima es Granizo. Salud: 108/190 Fuerza: 270 (70) Resistencia: 195 (35) Agilidad: 1/2 (60 de velocidad) (10) Movimientos: -Granizo (Convoca el clima de granizo por 5 turnos) (Usos: 1/2) -Puño Hielo (65 Potencia, Hielo, dos puntos de agilidad para esquivarlo) (Base 50, STAB +15) -Acua Jet (30 Potencia, Agua, ineludible) (Usos: 4/5) -Ventisca (90 Potencia, Hielo, dos puntos de agilidad para esquivarlo) (Base 70, +20 STAB) [5/5]
Mimi Honda —Señorita Honda, tiene una llamada en curso. La voz mecánica e impersonal de Dex me distrajo momentáneamente de la batalla que estábamos llevando a cabo. Mientras Elisa parecía confusa, entre sí esquivar o no el movimiento de Kuma, yo recibí una llamada. ¿Una llamada? ¿Quién podría estar llamándome? Es decir, solía recibir mensajes, no llamadas. ¡Y todo porque aquel maldito Bronzong tuvo que hacer pedazos mi móvil en el Monte Corona! ¡Ugh, diablos! —Kuma, aguarda un momento— le dije a mi pokémon y le hice un gesto a Elisa para que me disculpara en lo que yo atendía aquella llamada. Extraje a Dex del interior de mi bolso, ceñuda, mientras sonaba un chirriante e insistente pitido. Y entonces... mi rostro mudó de color. ... Era esa... persona. Esa persona que llevaba sin ver casi tres años, desde mis tempranos catorce. ¿Por qué...? ¿Por qué me estaba llamando ahora? ¿Por qué después de tanto? ¡Hacía tanto tiempo que no tenía noticias de él... ni un mensaje, ni una llamada, ni un ''¿qué tal estás, hija?''! ¡Que menos que eso! Sentí mi vista empañarse y humedecerse, mi boca se secó. Por un momento me llené de sentimientos contradictorios. Por un lado bullía de rabia, pero por el otro me embargaba un extrajo sentimiento de felicidad. Tragué saliva con dificultad. El pulso se me aceleró en las venas. Hacía tanto, tantísimo tiempo... Y yo... yo... Repentinamente, regresé a Kuma a su esférico sin decir palabra. No me disculpé siquiera. Como empujada por una fuerza invisible me fui corriendo de allí, dando por terminada la batalla. Me daba igual la batalla. ¡Me importaba un cuerno de Tauros ganar! O realmente... no quería que Elisa viera mis ojos anegados de lágrimas. De verdad... ¿qué tan humillante sería eso? No lloraba de tristeza pero no dejaba de ser patético. Entré en el centro Pokémon sin más, subí rápidamente las escaleras y entré en la habitación cerrando la puerta a mi espalda. Mis manos temblaban cuando me decidí a responder aquella llamada. —P-papá...—musité, con la voz hecha un nudo en la garganta. Era... era mi padre. El gran y maravilloso Moura Honda, el mismo que estaba enemistado con los MacRoy. Su aspecto holográfico gracias a la tecnología de Dex no parecía haber cambiado a pesar de los años. Sus ojos eran azules, pero fríos como el acero. Imperturbables. Siempre había visto a mi padre como una figura de gran autoridad. siendo distante incluso conmigo. Un Luxray shiny estaba sentado a su lado, junto al sillón de su despacho—. Raito... Dije el nombre del padre de Raiden con una débil sonrisa, a pesar de las lágrimas cálidas que fluían por mis mejillas. Había pasado mucho tiempo. Un tiempo extenso en el que creía haber madurado, en el que creía haber superado la añoranza que me ataba a mi tierra natal, que me ataba a Sinnoh. Pero no podía estar más equivocada. Las cejas de mi padre, doradas como el trigo, se fruncieron ligeramente cuando me vio. —Mimiko, ¿qué te ocurre?— preguntó con un tono neutro, sin embargo—. ¿Estás bien? Supuse que se refería a mi lamentable aspecto y a las lágrimas que se acumulaban en mis ojos. Asentí, embargada de emociones. Primero Alpha, ahora mi padre. Yo... —S-sí, es solo...— respondí, casi atragantándome con mis propias palabras—. Yo... No creí que me llamarías... Padre, yo... estoy tan fe— —Regresa a Sinnoh. Fue como un gran jarro de agua fría. Brutal y contundente, inevitable como un golpe aéreo. En un principio creí no haber oído bien. Miré la figura de mi padre, incrédula. Los ojos abiertos como platos. —¿Eh...?— musité—. ¿Qué? —¿Cuánto tiempo llevas fuera de casa, Mimiko?— insistió, entrelanzando las manos sobre la mesa de caoba—. No has regresado ni una sola vez desde que te marchaste. —Eso... eso no es cierto— respondí, aún tratando de procesar la situación—. Regresé una vez. Fue hace mucho... ¡Incluso salió en las noticias!— exclamé con incredulidad, rememorando todo el asunto de Sinnoh, de Arceus oscuro y nuestra muerte. Mi padre ni siquiera se había enterado de eso. Repentinamente, mi incredulidad fue remplazada por rabia— Además, ¿no es eso lo mismo que tú haces? ¿Irte y no volver? —Mimiko. —¿Por qué me llamas para pedirme que vuelva?— continué, desoyéndole—. ¿No te parece increíblemente egoísta? —¿Egoísta?— preguntó él con un tono grave y conciso—. ¿Es egoísta querer ver a mi hija después de tanto tiempo? Ese no es tu sitio. Miré a mi padre sin poder creer sus palabras. ¿Qué demonios? ¿Qué diablos? ¿Qué rayos me estaba contando? ¿Cuándo había querido mi padre verme? Siempre estaba fuera, trabajando y yo me quedaba sola en casa con los empleados y con la zorra de mi madrastra y Matt. Nunca me tuvo en cuenta. ¡Nunca me preguntó ni se preocupó por mí! —¿Y cual es mi sitio?— quise saber, con un tono amargo—. ¿El de una señorita de clase alta mimada y consentida? ¿El de una princesita solitaria presa en una jaula de oro? ¿Cual es mi sitio, padre? Llevas tanto tiempo pasando de mí... ¿y ahora apareces y creer que puedes entrar en mi vida y decirme cómo vivirla? ¡No tienes ningún derecho a hacer algo así! Hubo un breve silencio. Las palabras me dolían, pero mi padre, embutido en ese estúpido traje, parecía imperturbable. Cerró los ojos un momento y se rascó una ceja con el dedo índice. Los ojos de Raito destellaron a la luz dorada del atardecer. —Has cambiado— dijo simplemente. Y apretó los labios—. No eras tan rebelde y beligerante antes. ¿No lo ves? Esos... entrenadores no son buenas influencias para ti. Apreté los puños con frustración. —¡Ellos no tienen nada que ver con esto!— casi grité—. ¡Siempre he sido rebelde y beligerante! Los ojos acerados de mi padre me atravesaron como una saeta helada. —No alces la voz— dijo—. Esta es una conversación pacífica. Así que, como persona civilizada y adulto responsable te pido que regreses a casa. Quise reír. ¿Adulto responsable? ¿Un adulto responsable que nunca estaba allí para tomar responsabilidades! Arrojé a Dex sobre la cama y me crucé de brazos, indolente. —No quiero, no puedes obligarme. El holograma de mi pare parpadeó levemente... y me recordó a Kappa en el núcleo del Gran Cerebro. Un escalofrío recorrió mi espalda. —Mimiko, no seas infantil— siguió diciendo. Su voz tan acerada como sus ojos—. Eres menor de edad, estás bajo mi tutela. No puedes hacer lo que te de la gana. La sangre bullía en mis venas. Empezaba a estar harta de aquella conversación. Me sentía estúpida por haberme alegrado de recibir una llamada suya después de tantos años. En primer lugar fue él quien me dio su beneplácito para hacer este viaje. Porque yo se lo pedí y porque mi buen y honesto padre no podía decirle que no a su niñita... Pero nunca estuvo cuando realmente le necesité. ¿Cómo podía decir ahora que estaba bajo su tutela? ¡Watari, mi mayordomo, había sido más figura paterna para mí que él! —¿Acaso no es eso lo que he hecho toda mi vida?— pregunté irritada—. Sin límites ni reglas de ningún tipo porque tú te sentías culpable de dejarme sola todo ese tiempo. ¿Creías que no me iba a dar cuenta? Pensaste que los bienes materiales coartarían tus imnumerables ausencias, pero no es cierto. Solo me hicieron creerme mejor de los que era. Vi a mi padre cerrar los ojos y fruncir el ceño. Sus puños se apretaron. —Mimi... —¿Y Delia y Matt?— seguí deciendo. Llevaba demasiado guárdome todo aquello dentro—. ¿Por qué iba a regresar si ya los tienes a ellos? No me necesitas. Nunca me has necesitado. Aquello pareció romper su férreo autocontrol. Se levantó casi de un salto del sillón y golpeó con sus puños la mesa. Maldije aquella manía que había heredado de él. —¡Eso no es cierto!— exclamó—. ¡Eres mi hija! ¡Todo lo que he hecho ha sido por ti! Desvié la mirada. Sentía las lágrimas en mis ojos, las mejillas me ardían... mis puños cerrados y apretados temblaban de ira. Sí, había creído eso. Pero ya no más. Ya estaba a mi límite. Ya no quería tener esta conversación. Estaba harta y cansada. Me abracé a mí misma. Repentinamente me sentía terriblemente sola y vulnerable. —... Mentiroso— musité con un hilo de voz. Agaché la cabeza hasta que mi flequillo ocultó mis ojos—. No dices más que mentiras. Yo... te tenía en un pedestal. Creía que el solo hecho de ser tu hija era un privilegio fantástico. Aún lo creo, aún estoy orgullosa de ser una Honda. No quería culparte porque eres toda la familia que me queda. Pero padre, yo... no quiero esto. No quiero dejar Galeia.— sollocé— M-mis amigos... lo que tengo aquí... Esto... ¡Esto es lo más parecido a una familia que he tenido nunca desde que mamá murió! ¡Así que no voy a volver! Oculté el rostro entre las manos y rompí a llorar, incapaz de contenerme. No porque mi padre me estaba obligando a volver, no se trataba de eso. Era todo. Todo ese dolor que llevaba guardando dentro de mi pecho. La muerte de mi madre, mi padre siempre ausente, Delia y el maldito pervertido de Matt... quizás no había abandonado Sinnoh porque quisiera ser entrenadora después de todo. Quizás la había dejado porque estaba cansada de todo eso. De la extrema soledad que sentía en el alma. Galeia fue en cierta forma un bálsamo a mi dolor. Alpha, Emily, Effy, Hubert... todos ellos. Todos ellos habían sido un bálsamo para el dolor de mi alma. —Mimiko, por favor— el tono de mi padre pareció suavizarse— Quiero verte. Quiero que volvamos a ser una familia. Tú, yo, Deliah, Matt y Miria. ¿Miria? Levanté la cabeza de mis brazos. —¿Quién...? —Miria es tu hermana, Mimiko. ¿Eh...? —... ¿Hermana?— pregunté, pálida como una hoja de papel—. Yo no... yo no tengo ninguna hermana... Y entonces, mi padre tuvo que decir aquellas palabras. Aquellas horribles palabras que confirmaron todo mi temor. —Delia estaba embarazada cuando te fuiste— dijo, aunque apenas le escuché—. Tienes una hermana. Y estoy seguro de que se muere de ganas de conocerte. Mi padre... ¿mi padre había tenido un hijo con esa mujer? ¿Mi padre había...? No. No podía. No podía reemplazar así a mi madre. No podía. ¡No podía hacerlo! Era imposible que mi padre hubiera contaminado la pura sangre del apellido Honda con la sangre sucia de esa horrible mujer! Pero lo había hecho. Lo había hecho y... ... Y mi mundo terminó por romperse. Contenido oculto Wooooooo! ¡Viva el drama! (?) Me sentía creativa hoy so... Eli, no sé quien ha ganado el combate pero te cedo los puntos a ti uvu <3
Drake Orestes Metagross seguía tratando de entrar en las tiendas. Empujó su cuerpo hacia adelante, presionando con fuerza sus patas al suelo para hacer palanca, y los refuerzos de metal que protegían la puerta de la librería chirriaron. —¡Metagross, detente!—ordené, casi por instinto. Al momento Metagross detuvo su intento de demolición y se giró hacia mi. Como siempre, su expresión no cambió, pero siguió mirando hacia adentro de la librería desde distintos ángulos. Recé a Arceus para que no se enterara de que aquella vitrina que permitia la presentación de los más recientes libros en venta era de vidrio. No había sido la primera vez que intentaba entrar en sitios que llamaban su atención. Tiendas de dulces, restaurantes, incluso en una ocasión una simple casa familiar. En cuanto algo le parecía digno de su observación, se lanzaba con gran energía a por el poder del conocimiento...y era retenido por su enemigo letal: el tamaño de las puertas. Por suerte para los dueños de aquellos establecimientos y las puertas que no quieren ser demolidas a golpes, a Metagross le habían enseñado a cumplir ordenes. De hecho le habían enseñado en un extraño acento que al parecer venía de Kalos, pero por suerte no me había visto en la necesidad de tratar de hablar como su anterior entrenador. Sin embargo, no había nada que hacer contra su respeto sagrado al té, a las pastas y su devoción a conocer cosas. —Es muy joven—Chatot habló en mi hombro, mirando a Metagross.—Los de su especie se aburren rápido de lo que ya saben. En un par de años no le prestará atención a nada de lo que ocurra a su alrededor, porque ya sabrá de eso. —No sabría decirte si eso es bueno o malo—respondí—el caso es que esta mirando demasiado esa vitrina, y eso significa que tenemos que irnos o voy a tener problemas. ¡Metagross, aquí! El pokémon suspiró y me siguió el paso, mirando todo a su alrededor. Se estaba haciendo de noche ya, las farolas de la ciudad empezando a encenderse. Un grupo de niños pasó al lado de Metagross, cada uno de ellos frotando una de sus patas y diciendo ser de buena suerte, pero a él no pareció importarle. Era un pokémon bastante serio excepto cuando algo llamaba su atención. Luego de un cuarto de hora, llegamos por fin al Centro Pokémon. Metagross se adelantó y se acercó al recinto lo suficiente para que las puertas eléctricas se abrieran, dandole el suficiente espacio para pasar adelante. Metagross miró con el ceño fruncido a las otras puertas de otros establecimientos como si quisiera que aprendieran a hacer lo mismo, y entró al local. Y apresurandome para asegurarme de que Metagross no asaltara la cafetería en busca de té, lo seguí.
... —... No. N-no es cierto. Tú no... Tú no puedes... con esa mujer... —¿Mimiko...? —¡No! ¡Cállate! ¡No es cierto! —Mimi, cálmate. Claro que es cierto. —... Yo no... yo no puedo seguir con esta conversación. Lo siento, padre. —Mimiko, no cortes la llamad— *Beep* Y ahí acabó. Después de aquello, de aquella horrible y detestable noticia y de lo que se sintió como una traición, Mimi abandonó el cuarto. Parecía querer correr lejos, en un intento inútil por escapar de sus propios sentimientos contradictorios. Su vida nunca volvería a ser igual ahora. Y sin embargo, en lugar de echar a correr, simplemente descenció las escaleras del Centro, sumergida en un silencio macabro. El flequillo cubría sus ojos de modo que era difícil definir su expresión. Pero el rastro de las lágrimas aún eran visibles en sus lívidas mejillas. Le pareció escuchar la voz de la enfermera Joy, preguntándole si se encontraba bien. Pero Mimi solo aceleró el paso y entró en la cafetería. Tomaría un té. Sí, eso haría. Necesitaba algo caliente en el estómago porque el sabor amargo en su garganta le hacía sentir deseos de vomitar. Ahora tenía una hermanastra. Una hermanastra que compartía su sangre. ¿Una media hermana? Como demonios fuese, lo cierto en que se sentía demasiado dolida y asqueada para pensar con claridad. El hecho de imaginarse a su padre con otra mujer le resultaba odioso, pero el hecho de saber que había tenido una hija con otra mujer le resultaba inconcebible y detestable. Siempre había creído que Delia y Matt abandonarían más pronto que tarde su familia, aunque el dinero y los bienes materiales eran un incentivo a tener en cuenta. Delia era una mujer ambiciosa. Una mujer que Mimi estaba bastante segura de que solo se había casado con su padre por dinero, por puro interés. Siempre pensó que podría alejarlos de su vida de alguna forma. ¿Pero cómo iba a hacerlo ahora que tenían una hija en común? Tenía los ojos fijos en la taza de té humeante mientras removía con la cucharilla en el silencio frío de la noche... pero su mente estaba ausente. Lejos de aquel lugar. ¿Qué iba a hacer ahora? Se sentía minúscula y prescindible. Se sentía sola y traicionada. Quería irse lejos... ¿Pero a dónde? No podía volver a casa, pero tampoco se sentía de humor ni con fuerzas para seguir en Galeia. No quería que sus amigos la vieran en un estado tan lamentable. Y en cierta forma sí lo quería, deseaba con toda su fuerza uno de esos sorpresivos y asfixiantes abrazos que Emily tendía a dar porque sí. Miró por la ventana. El manto de la noche se había cernido sobre Témpera. Soplaba una frío viento del norte. Pronto sería Navidad. Repentinamente, sintió un profundo sentimiento de añorazanda, una asoladora nostalgia. Le gustaría poder pasar esas fechas con su familia. Con su madre y su padre y nadie más. Pero no tenía madre y ahora casi sentía que tampoco tenía un padre. Pero tenía... ¿una hermana? Suspiró. —Miria...— musitó a la nada, perdida en sus pensamientos. Soltó la cucharilla en la taza—... Que nombre tan estúpido.
Drake Orestes Llevé a mi equipo a recuperar sus fuerzas con la enfermera Joy una vez estuve dentro del Centro Pokémon, con una sola excepción: Hiko, enemigo de las batallas pokémon o cualquier otra cosa que necesitara esfuerzo de su parte, nunca se lastimaba lo más mínimo como para necesitar recuperar energías en un local de estos. El Chatot se mantuvo en mi hombro, y con un silbido mencionó lo genial que sería obtener algun postre de la cafetería a estas horas. —Estás engordando—mencioné con una sonrisa, a modo de regañina fingida. Hiko solo aleteó un poco e hizo referencia a algo como "Un Chatot gordo es un Chatot guapo", o algo así. Aunque realmente no estaba seguro de que tipo de dieta tenían los Chatot ni si podían terminar teniendo problemas de colesterol, la verdad es que Hiko solía mantenerse en perfecta salud, y cuando engordaba no era más que cuestión de un par de días para recuperar su complexión natural. Así pues, terminé pasando por la cafetería de todas formas. Le compré a Hiko una de esas galletas especiales para pokémon aves, y un café expreso para mí. Pronto sería hora de darme un descanso total en mi casa en vez de destuir mi cansancio a base de tazas de café extrafuerte, pero aún no era el momento para eso. Era la magia que tenía Galeia, nunca podía quedarme quieto mucho rato...O quizás fueran secuelas de la cafeína, quien sabe. Girando en busca de algún asiento libre, me encontré con una cabellera rubia bastante conocida. Tuve un sobresalto de sorpresa, y me pregunté cuanto tiempo tenía sin ver a aquella chica. Parecía como si hubieran sido meses. Luego de meditarlo un poco, me acerqué a su mesa y puse mi mano en la silla frente a la de Mimiko Honda.—Hola, ¿puedo sentarme aquí?—pregunté.
—... ¿Puedo yo impedírtelo? Fue la respuesta de una taciturna y apática Mimi. Tenía los ojos fijos en la taza y la mano apoyada en la quijada mientras con la diestra removía el té. Otra vez. Un té helado y amargo que evidentemente no parecía estar por la labor de beber. Simplemente removía la cucharilla, como si aquello fuese lo único que podía hacer. Ni siquiera miró a Orestes. Se veía cansada, como si la desidia y la tristeza se hubieran apoderado de su ser. Su voz tenía un tono más nasal y congestionado, casi lloroso. Su mente estaba llena de preguntas, de dudas, y su pecho aún se sentía apretado y doloroso. Pero ya no había rastro de lágrimas en sus ojos. O al menos no que Drake pudiese ver. El silencio se extendió lánguido y cayó sobre la solitaria cafetería pesado y frío como una losa. Como la lluvia que estaba empezando a empapar el cristal de la ventana. — Alguna vez... ¿has sentido cómo si no le importaras realmente a nadie?— dijo de pronto Mimi, rompiendo el mortal silencio.— ¿Cómo si tu existencia fuese inadvertida e insulsa? ¿Cómo si... todo lo que siempre creíste y admiraste fuese mentira? Preguntó de pronto, a bocajarro y sin anestesia. Sus ojos, oscurecidos y sin brillo, se clavaron directamente en las pupilas de Drake. Como si pretendiera encontrar la respuesta en el semblante del muchacho. Fue solo un instante. Qué estupidez preguntar algo así. Suspiró largamante y volvió a mirar por la ventana. Las gotas de lluvia golpeaban y resonaban insistentemente contra el cristal. Tsk. —Ah, olvídalo— dijo, apartando la taza de sí— No espero que un idiota como tú lo entienda.
Drake Orestes Se hizo el silencio luego de las palabras de Mimi. Tomé asiento ceremonialmente, meditando sus palabras. El silencio siguió extendiendose, hasta el punto en que casi pierdo el momento en que aún era válida una respuesta. Casi. —Una vez me sentí así—respondí en voz baja, luego de tomar un sorbo de café.—Fue antes de comprar mi piso en Ciudad Acuarela, cuando me veía obligado a pagar hospedaje en hoteles. Salí un momento a comprar algo para la cena, y sentí de pronto la convicción de que yo no era importante para nadie. No tenía un lugar que pudiera llamar hogar, ni a nadie que le importara lo que eso significaba. Me sentí vacío y sin valor. >>...Pero no duró mucho—agregué, y tuve que reprimir una sonrisa.—Cuando volví a la habitación con la cena empaquetada, encontré el lugar convertido en un desastre: la cama patas arriba, la mesa de noche volcada y con los cajones sueltos, las cortinas en el suelo con claras evidencias de haber sido desgarradas. Cuando entré al baño encontré a Arcanine buscandome entre el cajón de la basura, y cuando me vio se echó a llorar de alegría. Lo había dejado durmiendo en la casa, y al parecer cuando despertó y se dió cuenta de mi ausencia hizo un completo estropicio en la necesidad de buscarme hasta en el más mínimo rincón de la habitación. >>Así que no, no suelo pensar que no le importo a nadie. En el peor caso posible, me consta que al menos Ark se preocupa por mí, y eso me basta.
Mimi Honda El silencio era pesado en incómodo, sí, pero yo no tenía ganas de hablar. Las palabras parecían atadas a mi garganta, me costaba siquiera pronunciarlas. No miré a Drake. Me limité a observar las gotas de lluvia que se deslizaban; como resbalaban y caían sobre el cristal de la ventana. Lánguidas, frías... justo como mi estado de ánimo. Que noche tan horrible. ¿Por qué una hermana? ¿Por qué ahora? ¿Por qué mi padre era tan egoísta? ¡Una hija con esa maldita mujer, como si tener a Matt en casa no fuese ya suficiente! Nunca seríamos papá y yo. Yo le tenía miedo a la soledad, pero no a la soledad de quedarme sola simplemente. Hablaba de ser olvidada, rechazada, de dejar de ser importante para los demás. Estaba tan obsesionada con la fama porque pensaba que eso me mantendría presente. Que no estaría sola si alguien me fallaba... Ese era el tipo de soledad que me aterraba. Fue entonces cuando la voz de Drake rompió el mortal silencio. —Una vez me sentí así—dijo. Su respuesta me tomó tan de sorpresa que volví el rostro para mirarlo. Un bajo ''¿Eh?'' fue todo lo que escapó de mis labios—. Fue antes de comprar mi piso en Ciudad Acuarela, cuando me veía obligado a pagar hospedaje en hoteles. Salí un momento a comprar algo para la cena, y sentí de pronto la convicción de que yo no era importante para nadie. No tenía un lugar que pudiera llamar hogar, ni a nadie que le importara lo que eso significaba. Me sentí vacío y sin valor. Sentí un repentino pinchazo en el pecho. Entendía ese sentimiento, estaba más que familiarizada con él. Pero el hecho de que Drake hubiese pasado por ello fue más que inesperado para mí. ¿Drake se sentía solo? Mis ojos se abrieron de la sorpresa. ''La convicción de que no era importante para nadie...'' La expresión entristecida de su rostro y sus ojos bajos fijos en la taza de café hicieron que mi corazón se apretase. ''No tenía un lugar que pudiera llamar hogar, ni a nadie que le importase lo que eso significaba. Me sentí vacío y sin valor'' Vacía y sin valor... así me sentía. Vacía, porque en aquellos momentos no sentía nada dentro, solo un irremediable dolor, incompresión... y la traición que creía que había llevado a cabo mi padre contra mi madre. Y sin valor porque... realmente sentía que para mi padre, para la única familia que me quedaba, no significaba absolutamente nada. Nunca había estado conmigo, apenas me conocía. Lo único que había hecho había sido hacerme creer que era una princesita. Una princesita de plástico, vacía y solo condicionada por bienes materiales. Me mordí ligeramente el labio inferior. —Yo... >>...Pero no duró mucho—añadió repentinamente, con una pequeña sonrisa. Y lo que siguió a partir de ahí hizo que mis ojos se anegaran paulatinamente de lágrimas. Lo escuché con atención, como hablaba con un tono cariñoso y nostálgico de la importancia que le daban sus pokémon. En especial ese juguetón Arcanine. Pensé en Raiden mientras Drake comentaba la frenética búsqueda que había hecho el tipo fuego en su ausencia. Pensé en Monomaru y en Kichiro. Pensé en mi equipo en general. Sí... ellos eran mi familia. Suponía que para ellos debía ser alguien importante. Debía serlo, ¿no? Terminó su historia con los ojos cerrados y una sonrisa nostálgica en los labios, y yo parpadeé rápidamente para apartar las lágrimas. Desvié la mirada, avergonzada internamente. Ni siquiera había pensado en eso. —Debo de ser una entrenadora horrible, ¿no?— dije entonces, con la misma pequeña y frágil sonrisa que él— ni siquiera había pensado en ellos. Estaba tan obcecada con otros temas... Pero imagino que para Raiden y los demás debo de ser alguien importante también. Recuperé la taza de té otra vez y le di un sorbo. Estaba frío y amargo. Demasiado frío y amargo. Hice una pequeña mueca de asco y volví a dejarlo en la mesa. No solo para mi equipo pokémon, si lo pensaba bien. Emily también. Alpha era un idiota obsesionado con los combates, como Effy, pero... estaba segura de que para ellos era también importante. Quizás para Drake... Mis mejillas empezaron a arder ligeramente ante el solo pensamiento. De alguna manera Drake parecía estar siempre ahí para consolarme en mis momentos más frágiles... más débiles. No me era grato mostrarme así ante nadie, pero Drake me había ayudado demasiado. Cuando Alpha se fue sin avisar, él estuvo ahí; cuando lloré en la pradera Arte el estuvo ahí... y ahora estaba aquí, tratando de animarme con sus palabras de nuevo. Inspiré profundamente antes de incorporarme. —En fin... creo que ya está bien de victimizarme por hoy— dije. Esa sombra de pesar parecía haber desaparecido de mi semblante. Tomé mi bolso y me volteé para dirigirle al entrenador una mirada por encima de mi hombro—. ¿Y bien? ¿Vas a decirme dónde queda tu casa exactamente? No esperarás que sabiendo que tienes casa yo pase la noche en el CP, ¿verdad? Enrojecí profundamente. —Oh, tú dormirás en el sofá... ¡n-no te hagas ideas extrañas! Lo cierto era... que quería pasar un poco más de tiempo en su compañía. De alguna manera me hacía sentir segura.
Drake Orestes — ¿Y bien? ¿Vas a decirme dónde queda tu casa exactamente? No esperarás que sabiendo que tienes casa yo pase la noche en el CP, ¿verdad? ...¿eh? ... ¡¿EH?! ¿A-acaso... Mimi acababa de decidir que iba a pasar la noche en mi casa? Tardé unos segundos en reaccionar, y la sorpresa en mi rostro hizo que Mimiko enrojeciera. —Oh, tú dormirás en el sofá... ¡n-no te hagas ideas extrañas! —Eso lo tenía claro—me defendí, terminando de tragar el sorbo de café que se había quedado atascado en mi garganta—. Aunque tengo mucho tiempo sin ir a casa, así que no puedo dar fé de qué tan presentable se encuentra, pero eres bienvenida. Terminé de tomar mi taza de café de un ultimo trago, y me puse de pie. Ya había anochecido por completo, al parecer, y la lluvia se había detenido minutos atrás. Giré la vista hacia Mimiko Honda.— ¿Y bien? No tengo nada comestible en casa...así que tendremos que salir a cenar algo antes. Yo invito, de todas formas. No podía negar que estaba entusiasmado, simplemente por ser algo que se salía de lo cotidiano. Aunque una duda repiqueaba en el fondo de mis pensamientos. ... ¿Yo tenía sofá, verdad que sí?
Mimi Honda Inspiré profundamente, tratando de calmar el ritmo acelerado de mis pensamientos. Drake se incorporó de la mesa. ''Eso lo tenía claro'', había dicho. ¿Eso lo tenía claro? ¿Acaso yo era la única que había visto lo mal que se podía interpretar aquella súbita propuesta? ¡Aunque por supuesto que era evidente que dormiría en el sofá! Yo no... ¡Y-yo no iba a compartir la cama con Drake por muy amable y buena persona que fuese! ¡El solo hecho de pensarlo hacía que mi rostro ardiese! — ¿Y bien? No tengo nada comestible en casa...— dijo él entonces, despreocupadamente—así que tendremos que salir a cenar algo antes. Yo invito, de todas formas. Tardé un poco en procesar aquello. ¿Drake me estaba invitando a cenar? Lo miré durante un par de segundos, en completo y total silencio, como si los engranajes de mi cerebro hubiesen dejado de funcionar. ¿Qué...? ¿Salir a cenar había dicho? ¿Cómo que salir a cenar...? Eso era siquiera... eso era... eso podía ser... ¿¡Una cita!? Enrojecí de nuevo, de forma inevitable. Di un paso prudencial hacia atrás. —¿S-salir a cenar?— titubeé—. Como... ¿tú y yo a solas...? ¡Estás mal de la cabeza, me niego de forma rotunda! Además, ni todo el dinero que tuvieras podría costear un restaurante que lograse complacerme. No tengo hambre. Y estoy cansada. ¡Así que...! Así que... preferiría simplemente ir a casa... No era mentira del todo. Sí estaba cansada y mi estómago aún se hallaba apretado a parte de unas ligeras naúseas... necesitaba descansar, aclarar mis ideas. Llevaba bastante sin dormir apropiadamente. No quería estar sola, por supuesto, pero salir a cenar con Drake; a parte de ser increíblemente vergonzoso, era absolutamente innecesario. De modo que sujeté su muñeca de pronto y tiré de él hasta que abandonamos la cafetería. El aire era frío y húmedo por la lluvia reciente. Temí por mi salud. >> ¿Es es Acuarela, verdad?— le pregunté entonces, liberando un pokémon de su pokéball. Mi Braviary aleteó con ímpetu sus grandes alas y yo subí sobre él—. Sean nos llevará hasta allí. Y date prisa en subir... o acabaré enfermándome con este frío horrible.
Drake Orestes —Oh, bueno, esto resuelve el problema—dije para mí mismo al ver al Braviary. Un viaje tan largo como lo es la distancia entre Ciudad Témpera y Ciudad Acuarela hubiera sido complicado de completarse para alguien como mi Crobat o Chatot. Pero un Braviary podía llevarnos a ambos a la vez sin ningún problema. Mimi subió encima de Sean, y yo hice lo mismo. Quise advertirle de que probablemente volar no fuera la mejor idea si el plan era huir del frío glacial de la noche...pero eso ya sería algo que descubriría ella misma en unos minutos. Luego de asegurarme lo mejor que pude, estaba listo para irnos. Contenido oculto Mi creatividad exhaló, miró al cielo y murió ;___; Noir ¿puedes hacer el post de Acuarela tú? >U<
Alpha Xenodis. —Hey, alcánzame apenas puedas en Calle Victoria, ¿sí? Estaré ahí en un par de días como mucho. Tras un rato de mantener una agradable charla con Steve terminé por alejarme en una lenta caminata hacia el centro de la ciudad. Llegué hasta la Torre Desafío una vez más, pero ahora tocaba algo más complejo para mí: Un paso para volver a ser Alpha Xenodis.
Hubert Las puertas del Centro Pokémon su cerraron a nuestras espaldas. Con la siempre invaluable compañía de mi Pokémon inicial, me quedé mirando las calles de Ciudad Témpera al tiempo que acomodaba el megasombrero sobre mi cabello. El aire estaba cálido y el horizonte proponía aventuras nuevas. Luego de la decepcionante batalla de la Torre Desafío, había decidido tomar un pequeño receso junto con mi equipo. Como una suerte de vacaciones fugaces, en las que mis pokémon y yo nos dedicamos a otras actividades fuera del entrenamiento, lejos de los peligros. Tal idea vino bien para la adaptación de Shaymin al ambiente que solía haber en el grupo; el pequeño legendario iba siempre acompañado por el Hada Soñadora, quien le había tomado un gran cariño desde la primera vez que lo vio, y bajo su protección no le fue tan mal en lo que a conocer a los demás respectaba. Sólo se sintió intimidado por la ferocidad de Tyranitar y Aggron, por el aspecto siniestro de Magmortar y los fuegos fantasmagóricos de Chandelure. Pero se llevaba bien con todos, sobre todo con Gardevoir. Pensando en Shaymin, mi primer objetivo “post-vacacional” estaba claro. —Algo lo volverá aún más fuerte —comenté a Serperior mientras caminaba por una vereda, con pokébola en mano—. Y una vez que lo consigamos, deberíamos de contactar inmediatamente a Alpha y Chad. Serán de mucha ayuda para lo que vendrá a continuación... ¡Reshiram! Lancé la pokébola al aire, de la que surgió el imponente y majestuoso Guardián de la Verdad. Extendiendo sus alas blancas, Reshiram posó en mí sus ojos penetrantes y serenos, en gesto interrogante. Con una sonrisa, mi subí a él y, luego, Serperior se colocó detrás de mí: efectivamente, el tamaño de Reshiram permitía que los dos pudiéramos viajar sobre él. Nos elevamos hasta perdernos en lo más alto del cielo.
Contenido oculto Pongamos que se me ha actualizado la ficha (?) Aunque acababa de ganar el torneo, muchas dudas me asaltaron de repente y me hacían imposible alegrarme por la victoria. En primer lugar, ¿quién era aquel tipo del Zoroark que se había acercado a nosotros tan rápido como se había ido? Una parte de mí sentía que era una pésima idea ir a Ciudad Óleo como nos había propuesto a mi contrincante y a mí, que aquello era una trampa. Pero por otro lado, en aquel momento tampoco tenía demasiadas opciones aparte de esa. Por otro lado, me preguntaba cómo le había ido a Astrid en su combate, así que decidí quedarme al menos un rato frente al lugar donde se había celebrado el torneo. Y lo más importante, ¿había dicho aquel hombre tan misterioso que Ciudad Óleo estaba al otro lado de la Caverna Témpera? ¿Estaba loco o qué? La única salida que pude ver al atravesarla era Ciudad Témpera. A no ser... claro, las piedras que bloqueaban un camino que se veía vagamente a mano izquierda. Lo cual me llevaba a otra pregunta: ¿cómo se suponía que iba a abrir aquel camino? Ni siquiera había terminado de plantearme todas esas preguntas cuando Froakie se salió de su Pokéball y decidió que era un momento perfecto para evolucionar. El resultado fue una forma más atlética y oscura, cuyas burbujas se encontraban más desarrolladas. El ahora Frogadier comenzó a saltar de forma enérgica, sin importar que antes de su evolución, en el torneo, fuera derrotado en combate y debiera estar más débil de lo que aparentaba. Algo en mí me hizo abrazarle en aquel momento, lo cual Frogadier aprovechó para golpearme amistosamente en el hombro. Al menos su carácter bromista seguía intacto... Contenido oculto Okay, invoco a alguien que me vaya ayudando a conseguir los posts, yo solo no voy a ser capaz de rellenar tanto (?)