Ciencia ficción El Nuquinn Maoh

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Confrontador, 21 Septiembre 2017.

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  1. Threadmarks: Capitulo I, La Cobardíade Damasco.
     
    Confrontador

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    El Nuquinn Maoh
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    Ciencia Ficción
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    • Esta historia tiene años en desarrollo. En el siguiente link esta su última actualización publicada (un sitio muerto). Pueden leer ahí si quieren, pero tengan en cuenta que podrían existir diferencias entre ambos textos (no debieran ser muy grandes) y siempre esta el peligro del spoiler. Obviamente quien publico en el otro sitio soy yo mismo xD.
    • Bienvenidas todas las críticas y comentarios.

    Cambio y fuera.

    Capitulo I, La Cobardíade Damasco.


    Eran cerca de 3 meses desde que exactamente 1854 personas no tocaban tierra firme, 3 meses desde que estaban orbitando por el espacio. Sin embargo, no había por que quejarse. La nave era monumental, una real obra de ingeniería aeronáutica; sus pasillos eran amplios y contaba con una multitud de espacios abiertos con motivos recreasionales. También contaba con Médicos, dentistas, profesores y cuanto profesional pudiera necesitar una civilización occidental sana.

    El almirante Almagro controlaba con férrea disciplina el orden dentro de la nave, pese a que ni él conocía el real motivo de tremenda obra. En el fondo no le importaba, bajo su juicio eso era asunto únicamente del dueño y diseñador de la nave; él había invertido todos sus recursos (hasta la última gota) en la construcción de la "Cobardía de Damasco", por lo que podría decirse que todo su capital estaba físicamente representado en ella.

    En el interior todos los 1854 tripulantes que tuvieran sobre 14 años de edad tenían asignada alguna tarea de importancia dentro de la estructura. Cabe recordar que había familias enteras abordo, con niños de diferentes edades algunas.

    En uno de los pasillos un joven caminaba nerviosamente, mirando siempre a sus costados. Tenía un gorro con orejeras con la palabra "Birmania" bordada en la frente. A su alrededor no había nadie y la luz era muy tenue, esto por que eran cerca de las 3:20. En la nave existía un cronometrado artificial guiado por un reloj atómico muy preciso, esto permitía a la tripulación no perderse temporalmente. Controlaba también el día/noche artificial (lógicamente no había ningún movimiento planetario que pudiera generarlo). Así después de cierta hora (23:00) todas las luces y funciones de la nave se iban apagando hasta estar completamente desactivadas. Esto para normalizar lo mas posible las funciones biológicas de los tripulares y para ahorrar energía (muy valiosa en el espacio).

    El Joven apuró su paso hasta toparse con una puerta doble a su costado derecho. Entró rápidamente encontrándose con un pasillo mas estrecho (pero no incomodo), lleno de puertas enumeradas a ambos lados. Pareció vacilar entre todas, finalmente optando por la de más al fondo; parecía un Armario de escobas más que otra cosa. Entró cuidadosamente. Se sorprendió al percatarse de que la puerta no estaba cerrada, adentro no había el menor rastro de luz. Se dejó caer, afirmando su hombro y parte de su espalda contra un bulto incierto y se quedó muy quieto.

    * * *​

    Finalmente daban cerca de las 08:00 y comenzaba la mayor parte de la actividad. El interior de la nave estéticamente no era lo más agradable. la mayor parte de sus pasillos estaban hechos por estructuras metálicas toscas que recordaban submarinos antiguos. Obviamente los detalles visuales no eran de gran importancia y se había prescindido de mayores gastos estéticos en el momento de su construcción, salvo en los lugares más sociales y ciertas habitaciones que eran realmente elegantes.

    Lamria abrió sus ojos lentamente. Trató de recostarse hacia atrás pero no pudo, algo estaba obstaculizándola a sus espaldas. Giró su cabeza y con gran sobresalto comprobó que un sujeto desconocido estaba junto a ella. Lanzó un corto grito despertando a quien estaba a su lado.

    —Perdóneme, señor, juro que pensé que esto solo era un armario de escobas —dijo Lamria sin saber donde ocultar su mirada.

    La chica se escabulló rápidamente al exterior de la habitación muy avergonzada. En los pasillos comenzó a rondar más gente, las luces estaban ya a su máxima capacidad. El joven salió de la pequeña pieza unos minutos después de su extraño encuentro con Lamria. Se notaba más tranquilo que durante la madrugada, pero aun algo perturbado. Sujetaba fuertemente su cabeza con la mano como si tuviera migraña. Llegó hasta el pasillo y caminó hasta dar con una puerta doble como la anterior.

    —Vaya caña —rieron dos jóvenes que lo vieron caminar en ese penoso estado.

    Estaba abierta como había pronosticado el joven. Era un dormitorio típico de dos bloques y baño reducido; con un camarote en un lado y una cocina improvisada en el otro. Apenas entró, cerró cuidadosamente la puerta procurando guardar el máximo silencio. Se acercó a lo que parecia ser una cafetera .Había un pequeño frigorífico sobre la mesa. Lo revisó extrayendo un sándwich de carne seca. Se sentó junto a la mesa y se sirvió el café ya caliente. La crema rebaso el vaso bajo la sonrisa de él que parecía divertirse al verla caer.

    «Más crema» pensó mientras veía como se desocupaba el segundo sobrecito.

    Giró su cabeza topándose con el rostro de una mujer a centímetros de el suyo, mirándole de forma poco amigable. El café saltó hasta el piso alfombrado a la vez que se ponía de pie asustado de la impresión. Sus ojos se abrieron terriblemente.

    —¿Quién eres? —interrogó firme la muchacha.

    —Yo... no.... —su mirada se encontró con la de la chica.

    En estricto rigor no era una mujer, se trataba de una adolescente y parecía muy cabreada. Sus ojos estaban en llamas y en su diestra cargaba firmemente una enorme llave.

    —Es un mal entendido... erré de habitación.

    La muchacha le miró incrédula.

    —¿De verdad espera que me crea eso? Todos saben que a estas horas los dormitorios del grupo de ingeniería están vacíos porque ellos están de turno.

    Ella se veía relajada, pero su mirada era bastante severa y furiosa. Levantó su llave y con un movimiento rápido y repentino la apuntó justo entre los ojos del intruso. El tipo retrocedió asustado por lo inesperado del movimiento, sin apartar los ojos del objeto contundente.

    —Usted solo quería husmear.

    —Me... voy

    Dio tres pasos hacia atrás y se detuvo. Un líquido rojo comenzó a escurrirse por su frente desde la gorra. Sus ojos se tornaron blancos y se desplomó.

    * * *​

    Lamria era funcionaria del grupo de ingenieros aeronáuticos, el grupo 3. Había tenido una noche reparadora, aunque aun no lograba superar la bochornosa situación de la que fue partícipe al despertar. Se había aseado rápidamente. Como no había alcanzado a desayunar, llevo consigo unos bocadillos.

    —Buenos días —dijo Lamria.

    Sus compañeros de trabajo eran solo dos más aparte de ella: Jonás y Sainnin. Ambos estaban en el salón de ingeniería sentados alrededor de una mesa de trabajo. Estaban tan concentrados en algo que ignoraron por completo el saludo. Ella se acercó, miraban los planos de la nave.

    —Es impresionante lo gigantesca que es, pero me asombro aun mas cuando pienso en como su núcleo puede controlar todas las funciones.

    —Es cierto, su velocidad de reacción y su capacidad de dirigir tantas ordenes e información a la vez es demasiado grande, ¿Cuándo fue que nuestra tecnología dio ese salto? —dijo Sainnin.

    —Ni me digas, en mi casa solo había un Pentium 4 —rió Jonás.

    Lamria se sentó más lejos, sintiéndose excluida. Su misión era monitorear el funcionamiento y uso energético de toda la Cobardía de Damasco.

    —Ah, Lamria, hola. No te vi llegar —dijo Jonás entre risas.

    Ella lo ignoró molesta.

    —En fin, ¿supiste lo nuevo de esta mañana?

    —¿A-a qué te refieres? —respondió Lamria muy nerviosa. En ese momento volvieron a su cabeza los recuerdos de su extraño encuentro de buenos días.

    —Los de mantenimiento tuvieron problemas en las bodegas, parece que están robando mercaderías.

    Lamria suspiró de alivio, haciendo un gesto de incertidumbre. Sannin salió de la habitación dando un portazo. Los problemas en la bodega eran relativamente recientes. El grupo de mantenimiento, que era el primero en entrar en labor, había descubierto intentos de vulneración en los cajones de víveres. Estos inmensos containers metálicos tenían en su interior cajas de maderas atadas con cuerdas gruesas y metálicas para dar firmeza. Una de estas cajas tenía cortado su cinto, faltando parte de este.

    —Aun no se conocen muchos detalles… tu sabes que los de seguridad no filtran nada innecesario, ¡ja! —agitó su lápiz en el aire.

    Lamria miró hacia el techo, haciendo girar su silla.

    —¿La comunidad robando? —murmuró.

    ¿Es descabellado pensar que entre esas 1845 personas irrumpiera un ambiente de individualismo? La comunidad desde la partida de casa mantenía una convivencia basada en la cooperación y funcionaba de maravilla pero, es cierto, todos son humanos y si se está demasiado tiempo enjaulado a una rutina, donde todo es racionado fuertemente…
    “… Somos casi dos mil encerrados y aunque la mayoría seamos escuálidos y tímidos, podemos volvernos violentos y egoístas. El solo hecho de el ahorro de comida y las restricciones en las porciones ser muy sofocante a largo plazo...”

    Palabras exactas de una amiga. Lamria afirmó sus codos sobre el escritorio lleno de papeles.

    «Alesia...» pensó.
     
    Última edición: 22 Septiembre 2017
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  2.  
    Antonionoventayseis

    Antonionoventayseis Antoniodel96

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    Voy a seguir esta historia a ver que tal. Me llamó la atención el inicio y quiero saber más para así dejar un comentario con mis gustos y dudas. Buen capítulo, Confrontador, esperaré actualizaciones.
     
  3.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos.

    Primero iré a lo técnico.
    Te faltó una tilde en: "Llego hasta el pasillo y caminó...". Mas adelante en la palabra "erre", que se tilda. Erré.
    Luego, los pensamientos se ponen entre los símbolos « », no recuerdo como se llaman.
    " "Más crema” pensó mientras veía como se desocupaba el segundo sobrecito. ". Iría mas bien; «Más crema», pensó mientras veía como se desocupaba el segundo sobrecito.
    "—¿De verdad espera que me crea eso? Todos saben que a estas horas los dormitorios del grupo de ingeniería están vacíos porque ellos están de turno."
    "Dio 3 (se pone en palabras, no números) pasos hacia atrás y se detuvo."
    "Lamria era funcionaria del grupo de ingenieros aeronáuticos, el grupo 3." Este 3 está bien usado si el nombre del grupo es "grupo 3" y no si es el tercer grupo.
    "Eran cerca de 3 meses desde que exactamente 1854 personas no tocaban tierra firme, 3 meses...". Olvidaba estos, y otros mas que mejor no copio, que igual van a letras, en números lucen extraño. A menos hasta donde sé no se usan números a menos que sean necesarios.
    "—A-a qué (se tilda el qué) te refieres —respondió Lamria..." Supongo era pregunta, por lo que le faltan los signos.
    Cuando usas " de el" puedes usar mejor "del".

    Cuidas bien las tildes, solo un par que se te escaparon, se entiende lo que quieres narrar y los personajes comienzan a cobrar vida.

    Ahora, sobre la historia, no sé por que estoy esperando algo al estilo de the 100 o una invasión de alien. Comienza muy al estilo de como comenzaría un anime en el espacio. No se sabe a dónde va a llegar. pero se comienzan a presentar los personajes, el mundo en el que habitan y un poco sobre como viven. Muy pronto para decir algo mas concreto.

    Sigue escribiendo.
     
  4.  
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    Holas. Gracias por los comentarios. Edité los errores ortograficos del capítulo I.
    Se agradecen las correcciones xD. Intenté cambiar los numeros que se podian cambiar. Segun estuve viendo (así como me dices) es siempre preferible usar letras para escribir los números, pero cuando son muy grandes es mejor usar cifras. Tampoco es recomendable mezclar cifras y letras para representar los números en un mismo párrafo (por eso no he editado esa parte en particular).
    Gracias. Probablemente publique con regularidad hasta cierto capítulo, ya que hay varios ya escritos xD

    Saludos.
     
    Última edición: 22 Septiembre 2017
  5. Threadmarks: Capítulo II, escepticismo.
     
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    Capítulo II, escepticismo.

    La pequeña Alesia, pese a su corta edad, tenía una dureza y seriedad maquinal en su rostro, al menos Lamria la veía así. Lamria afirmó la cabeza sobre sus brazos, dando un largo suspiro. Miró su material de trabajo, el diseño de las estructuras era muy eficiente para permitir fallos energéticos ni mal uso de esta. No había filtraciones de ninguna clase. De pronto pareció recordar algo y de un violento salto se incorporó fuera de la silla para salir rápidamente de la oficina, luego de obtener el consentimiento de Jonás. Él hacia un buen trabajo como líder de su grupo, aunque muchos lo consideraban algo permisivo y simplón. Como fuera, era casi una eminencia dentro del complejo tan solo por haber participado directamente en la construcción primaria y ensamblado de la nave cuando aun no se tripulaba.

    Lamria caminó derecho por el pasillo. Había mucho tráfico incluyendo algunos niños que al parecer se dirigían en grupos a sus actividades escolares desde un sector residencial. Pronto llegó hasta las habitaciones de ingenieros, las del grupo 3 específicamente.

    —Mi habitación es la numero tres, la de mas al fondo.

    Sacó un diminuto llavero e introdujo una llave en la cerradura abriendo la puerta. Entró sin mayor prisa, unos ojos se asomaron tímidamente desde el borde de una pared.

    —Alesia, ¿sigues ahí?

    —Lamria, te preguntarás —un rastro rojo negruzco se dibujaba en la alfombra ante la atónita mirada de Lamria. Más al fondo, sobre su cama, yacía un hombre tendido con una venda muy manchada en su cabeza—… qué es todo esto.

    Lamria la miró muy impresionada.

    —¿Qué hace un sujeto sobre mi cama?… y en este estado.

    —Pillé a este sujeto husmeando por tu habitación, pero repentinamente comenzó a sangrar desde su cabeza y se desmayó. Tuve que brindarle primeros auxilios y no me quedo otra que dejarlo sobre tu cama —Lamria se acercó lentamente hasta el camarote—. No te preocupes por las sabanas, yo las repondré.

    Las sábanas estaban manchadas con la sangre del individuo. Su frente y un poco más arriba estaban vendados con gasas que se veían casi como un cintillo.

    —¿Y sabes quién es? —preguntó Lamria.

    —La verdad no se. Yo creo es solo un intruso, pero será mejor que te fijes por ti misma.

    Alesia levantó con mucho cuidado parte de las compresas que cubrían el cráneo para dejar el rostro al descubierto. Lamria lo observó con detención, al parecer no era un completo desconocido para ella.

    «¡Dios mio, es el mismo de la mañana!»

    Las mejillas de la chica se ruborizaron a la vez que se cubría la boca con ambas manos dando unos pasos hacia atrás. Le resultaba muy bochornoso verle la cara nuevamente.

    «¿Qué estaría haciendo aquí? no creo que me halla identificado y ahora venia a decirme alguna cosa, o quizás...»

    Alesia miraba hierática la sonrisa nerviosa que mostraba Lamria mientras divagaba embobada en si misma.

    —No me había dado el tiempo de limpiarme…

    Alesia se levantó desde la silla directo hacia el lavamanos. La chica tenía solo dieciséis años de edad. Presentaba gran maestría a la hora de actuar en primeros auxilios y en situaciones en las que se necesite una mente fría, de hecho desempeñaba como enfermera dentro de la nave. Aún sobre el velador contiguo estaban la aguja e hilos con los que acababa de hacer una sutura.

    —Lamria, no me has dicho aún si lo conoces —dijo Alesia sentándose a los pies del camarote.

    —Podría ser —eludió Lamria nerviosa–… la verdad, solo desde esta mañana. ¿Recuerdas el lugar donde fui a dormir un par de veces? al parecer es su habitación.

    —¿El armario de escobas?

    Lamria se sentó en la silla, frente a Alesia, afirmando su cabeza sobre las palmas de sus manos. Miró en derredor de su propia habitación. Llevaba cerca de cuatro días que no dormía en ella. Alesia la miró muy seria, Lamria sabía lo que le preguntaría.

    —¿Pudiste dormir Hoy?

    —Si, bastante bien supongo… muy reparador –sonrió.

    —Me alegro, pero creo debemos intentar alguna otra cosa. No es sencillo el intercambiar habitaciones tan seguido.

    Alesia tenía razón. La disposición de dormitorios era muy estricta en la nave. Por lo general la administración tendía a agrupar a los compañeros de grupo en los mismos pasillos, así como a las grandes familias en las mismas habitaciones. Por ejemplo, los funcionarios del hospital tenían su pasillo junto a este para un acceso rápido en casos de urgencia. Sin lugar a dudas esto se interponía en el libre albedrío de los tripulantes, pero cabe recordar que todos, desde antes de subir a la nave, habían estado de acuerdo con las normas para poder participar y a muchos se les pagaba por la función que desempeñaban. Lamria miró a Alesia con aprecio.

    —Gracias por ayudarme, veo que faltaste a clases por esto —miró a el sujeto postrado–... pero no entiendo ¿por qué no has llamado a enfermería por ayuda?

    —Fue hace muy poco, no me dio el tiempo —sus ojos se desviaron a la derecha— ...supuse que podría hacerlo yo.

    Lamria sonrió alegremente y la abrazó. Sobre la mesa quedó la pesada llave que cargaba Alesia unos momentos atrás.

    Los ojos del joven estaban abiertos mirando hacia el techo, aunque ninguna de las presentes se había percatado. Levantó su cuerpo, todo el torso, hasta quedar sentado. Un leve mareo le recorrió, se sentía sin fuerzas. Involuntariamente llevó sus manos hasta la frente sintiendo el vendaje. Ambas le miraron.

    —¿Qué me ha pasado…? —dijo desorientado.

    —Perdió el conocimiento, tenía una herida muy grande en la frente y perdió sangre.

    El joven sintió antipatía desde ojos de Alesia y bueno, no le extraño para nada. Pudo haber quedado inconsciente pero no había perdido ni un poco de su memoria; por esto mismo una de sus urgencias fue buscar con la mirada la herramienta metálica y asegurarse de que estuviera lejos de las manos de esa niña. No quiso darse problemas en mencionar aquel incidente, al darse cuenta que había otra persona en la habitación supuso que nadie se atrevería a atacarlo brutalmente.

    —Soy Lamria Finott, mucho gusto —Lamria estaba extremadamente nerviosa—. Espero que no este molesto por el incidente de esta mañana… le pido mis mas sinceras disculpas.

    El joven no tenia mayor idea sobre quien era Lamria. Sin duda aquel incidente no había sido trascendente para él.

    —Descuida —sonrió.

    —¿Podría decirnos su nombre y que es lo que buscaba aquí? —preguntó Alesia.

    Tras la pregunta se produjo una pausa.

    —Birmania, ese es mi nombre —dijo titubeante— sobre que hacia aquí… la verdad no lo recuerdo, mi mente esta en blanco sobre algunas cosas desde que me desmayé.

    La horrible mirada de Alesia no le resulto desapercibida. Parecía como predispuesta a dudar de todo lo que él fuera a decir. No hacia falta ser adivino para saber que entre ellos no había simpatía.

    —¿Podrías por favor traerme algo de beber?

    Birmania posó sus pies en el suelo sin bajar de la cama, a su izquierda estaba Alesia. Lamria, que parecía simpatizar con él, no titubeo en traerle un vaso con agua muy helada directa de la nevera. El herido la tomó con desesperación, como si no hubiera tomado una gota en semanas.

    —Creo que debería ir al hospital —dijo Lamria amablemente—, Perdió mucha sangre… Fue una suerte que Alesia estuviera aquí para poder atenderle.

    Birmania constantemente tomaba su cabeza con ambas manos, casi como si se le fuera a caer. Esto preocupaba a Lamria que sentía cierta responsabilidad por el estado del individuo. Él se levantó lentamente hasta quedar en pie y afirmándose de la pared avanzó hasta la puerta. Tragó saliva.

    —Descuide Lamria, estoy bien. Me retiraré a mi habitación a descansar. Con permiso.

    Abrió la puerta cuidadosamente. Cuando se disponía a salir, Lamria lo detuvo:

    —Espere. Su gorra, la ha dejado.

    Lamria, que la había visto hace unos minutos atrás, la buscó con la mirada rápidamente. Estaba sobre la cama. Alesia, que estaba justamente sentada sobre el objeto, pretendió acercarlo. La chica la sostuvo entre sus manos solo unos instantes, pero el tiempo suficiente para mirarla de cerca y notar algo que la dejo pálida, como si hubiera visto algo que la perturbara. Rápidamente volvió en si y prosiguió. Finalmente la gorra llegó a Birmania.

    —Les agradezco —sonrió— y gracias pequeña por los cuidados.

    Birmania se retiró caminando algo tambaleante por el pasillo. Alesia quedó muy pensativa, al parecer se había percatado de algo que los demás habían dejado pasar. Se levantó de la cama, despidiéndose de Lamria con un par de palabras.

    Lamria debía volver a su puesto. Cerró la puerta de su cuarto con su llave y salió hasta el pasillo principal. Se había retrasado más de lo estimado por todo el asunto de Birmania y aunque sabia que Jonás no le reprocharía, no era de su agrado saltarse el trabajo. El pasillo principal a estas horas no era tan transitado. Ya eran ceca de las 11:00 y la mayoría de los funcionarios estaban en sus puestos; era después de la hora de almuerzo el momento de mayor tránsito por la nave.

    —Jonás perdón por el retraso, pero tuve un inconveniente —sonrió amigablemente Lamria.

    Jonás dio vuelta su silla giratoria hasta quedar mirando de frente a Lamria.

    —Esta okay y llegaste en el momento preciso, ¡ja! —Jonás apuntó con su dedo hasta el escritorio de Lamria.

    En su rincón, un millar de cables toscos desde una terminal en la pared de la pieza se desparramaban por el suelo. Estaban conectados a un notebook a través de aparatos rudimentarios adosados a este. Era desde esos cables por donde Lamria supervisaba la mayoría de usos energéticos de los distintos sistemas de la nave. El notebook actuaba como interfaz, mostrando los datos y ordenándolos para que ella pudiera acceder con mayor rapidez a ellos.

    —Dio un pitido hace unos dos minutos, creo que algo esta fallando ¿no?

    Lamria se sentó en su silla sin dar más palabras. Miró la pantalla del notebook muy seria y comenzó a interactuar con este. Según parecía había un problema.

    —El sector 6 de la nave esta perdiendo temperatura…

    Jonás frunció el ceño. Miró a Lamria extrañado, ambos se miraron.

    —¿Esta perdiendo temperatura? Eso debería ser por fugas de aire hacia los sectores contiguos, en ese caso seria problemas de los materiales aisladores.

    —No es eso, los otros sectores están en sus índices normales… Tendría que ser un fallo en los conductos pero se supone mantenimiento los revisó hace no más de dos días.

    —Es verdad… O esta fallando algo en los conductos o es problema del generador. Si es eso último mantenimiento ya debería estar al tanto. Tienes que llamarlos.

    Lamria movió su silla con ruedas, de un impulso llegando junto al teléfono. Marcó los números de mantenimiento para corroborar sus dudas. Luego de conversar por unos minutos colgó el auricular.

    —Hicieron su revisión y estaba todo en orden hasta antes de ayer…

    «El generador que alimenta el sector 6… es el número 6, coincidentemente»

    Lamria sonrió. Inmediatamente después se levantó de la silla para ir junto al escritorio de Jonás del que extrajo otro computador personal.

    —Me llevaré este —dijo mientras salía apurada de la oficina.

    Desde que se había montado su sistema de monitoreo (tarea que no fue fácil con tantas conexiones y cables) no había tenido ningún trabajo arduo sobre la nave.

    Los generadores eran maquinas grandes que alimentaban una serie de conductos, calentando el aire que circulaba por estos hacia los diferentes espacios de la nave. La idea era mantener una temperatura totalmente normal y que no se perdiera por supuesto. El sector 6 tenias gran cantidad de estancias públicas, de ahí que era de suma importancia aunque, según pronósticos de Lamria, el problema no provocaría cambios drásticos al menos en lo próximo. Lamria dio trote hasta la sala del generador, esquivando a muchos a su paso. La sala estaba bajo una compuerta metálica que se hallaba en el piso. Bajando por las escaleras pudo cerciorarse que el equipo de mantenimiento estaba allí ya trabajando.

    —Srta. Lamria, soy Dexter, encargado del mantenimiento en esta zona y bodegas. Acabamos de revisar el generador pero no le hemos detectado falla alguna.

    La sala era de unos seis metros cuadrados. El generador estaba adosado a la pared, siendo una maquina grande. A ambos lados del aparato, esquinadas al suelo, había una puerta cuadrada y pequeña de accesos a los conductos.

    —Si no es el generador, entonces tiene que ser los conductos —dedujo Lamria, que ya se había puesto en tal caso.

    Su mirada bajó hasta las puertas de los conductos. Avanzó hasta la de la derecha y se agacho; en su derecha sujetaba la manilla de la puerta, en la izquierda un casco con linterna. Giró su cabeza para mirar a Dexter que estaba unos pasos más atrás.

    * * *
    Birmania caminaba por el pasillo. Si bien sus pasos no eran enérgicos no parecía tener problemas con su cabeza. Caminó por un largo trayecto sin apurarse, pronto llegó hasta una de las mas populares estancias sociales; el parque Daon. Este era un gran jardín interior lleno de árboles, asientos y prados donde la gente solía sentarse y recostarse. En el centro estaba una gran pileta donde solían lanzar monedas mientras se pensaba en un deseo. Aunque era un total fraude, del que todos estaban en conocimiento, continuaba siendo de atractivo para todos, que encontraban aquella falsa leyenda romántica y linda.

    Como era de costumbre había mucha gente, especialmente niños que eran traídos por sus padres a divertirse. Birmania parecía feliz, con una sonrisa que trataba de esconder en su rostro. No tenía puesto su gorro, su cabello era pelirrojo y estaba extremadamente alborotado producto de todo lo ocurrido en las últimas horas. Se sentó en el borde de la pileta. Una multitud de gotitas comenzaron a saltarle a la espalda sin que él lo planeara.

    Toco con mucho cuidado la zona donde estaban las vendas. Supuso que le habían rasurado la zona de la herida, al menos era lo que había podido sentir tocando con sus dedos la zona adyacente. El aire se sentía muy fresco.

    «Tengo que tomar algún antibiótico» pensó.

    De pronto se levantó de la pileta, girando su cabeza a ambos lados. Inmediatamente después inició marcha nuevamente por la plaza hasta volver al corredor principal. Su paso esta vez era más acelerado, aunque no dejaba de ser relajado. Había algo que llamaba su atención desde hace un rato atrás: creía sentir un eco de sus pisadas. Llegó hasta una esquina, deteniéndose abruptamente.

    —¿Hasta cuándo pretendes seguirme? —a su lado la gente seguía circulando.

    Miró hacia atrás firme y calmado. Solo después de algunos segundos, poco a poco se iba asomando una cabeza desde atrás de una de las vigas metálicas que sobresalían pegadas a la pared del pasillo. Era Alesia con su mirada acusadora.

    —Tengo una pregunta que hacerte —dijo ella— ¿Cómo te has hecho esa herida en la cabeza?

    Birmania clavó sus ojos en los de ella, una gota de sudor resbaló desde el costado izquierdo de su cabeza.

    —En un accidente… que relaciona una escalera —llevó su mano hasta atrás de su cabeza en actitud despreocupada, mientras reía algo nervioso.

    Alesia levantó su mano. Con su índice extendido apuntó hacia el costado derecho de Birmania, a la altura de su cintura. Él siguió con la mirada, allí estaba colgando la gorra.

    —Solo tuve que ver tu gorra para darme cuenta que nos has ocultado cosas.

    Birmania sonrió pero no era una sonrisa de agrado, la sentencia era muy osada. Una brisa cálida los rodeos. Repentinamente Birmania cambio su semblante; parecía totalmente ido de la conversación.

    —No… ¿no sientes ese olor?

    —Me estas evadiendo —dijo Alesia incrédula.

    Por un momento estuvo convencida que así era, pero no. Un extraño olor inundó el pasillo entero, con el correr de los segundos se ponía mas intenso. Tanto Alesia como Birmania cayeron en el éxtasis del aroma. Casi todos los que caminaban en ese minuto a la vista de ambos se detuvieron silenciosos. Era un aroma conocido pero no experimentado desde hacia meses para la mayoria.

    —Esto huele a…

    —Carne asada –exclamó alguien en la multitud.

    Era eso exactamente, era el olor a carne asada; olor que estaba siendo impregnado en cada pared y en las ropas de todos los que estaban cerca. Pronto comenzó un bullicio. La gente se veía muy descolocada, pero estaban de alguna forma agradados sintiendo el sabor de la fragancia. Alesia y Birmania se miraron sin saber que decir. Los tripulantes en el pasillo disfrutaban del momento mientras se preguntaban por la procedencia del aroma; disfrutaron solo hasta que dicho aroma se torno en hedor a carne chamuscada.
     
    Última edición: 1 Octubre 2017
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  6. Threadmarks: Capitulo III, 1853
     
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    Capitulo III, 1853.


    Los canales de aire estaban en toda la nave, aunque no todos se conectaban entre si. Habían cerca de tres “circuitos cerrados” de canales, cada uno con su bomba de aire propia encargada de crear el flujo continuo de aire. Esta función era considerada imprescindible dentro de la nave, ya que era a través de estas bombas y canales que se lograba distribuir el aire con el vital oxígeno a todas las estancias. Este mismo flujo era usado, junto con otros sistemas, para mantener las temperaturas ideales en los diferentes lugares. Así en algunos puntos de estas redes estaban instalados los generadores térmicos, que calentaban eléctricamente el aire que pasaba por la parte del conducto al que estaban adosados.


    Cinco minutos atrás…


    —¿Qué pretende hacer? —preguntó Dexter.

    —Entraré a los conductos a revisar —dijo Lamria con decisión.

    Dexter se agachó junto a Lamria, apoyando su mano en el hombro de la muchacha.

    —No se apresure, Lamria, ese es trabajo de mantenimiento. Usted espere aquí.

    Dexter se levantó sacando al instante un teléfono móvil desde uno de sus bolsillos. Presionó unas cuantas teclas para luego ponerlo junto a su oído. Necesitaban los Planos de los conductos en esa zona específica.

    —Un compañero vendrá con los planos. No imaginé que tuviéramos que revisar el conducto nuevamente —dijo Dexter volteándose hacia Lamria—, pero no debiera…

    El portón a los conductos estaba abierto; Lamria no se veía en el interior de la habitación. Dexter rápidamente se abalanzó hacia la entrada a los conductos, metiendo medio cuerpo para intentar mirar hacia adentro; muy al fondo, entre toda aquella oscuridad, creyó distinguir una diminuta luz, seguramente perteneciente a la linterna del casco en la cabeza de Lamria. La palma de su mano cayó fuerte sobre su rostro. Rápidamente corrió hasta el generador térmico asegurándose que estuviera apagado.

    —Dexter, ¿está ahí? — La voz de Lamria provenía desde el notebook traído por la muchacha anteriormente. Dexter se apresuró a alcanzarlo, poniéndose en la cabeza los auriculares y micrófono que tenía conectado.

    —Lamria te has metido adentro –dijo Dexter algo molesto.

    —Si, pero descuide, solo veré que lo que esta causando el problema pero saldré si es algo que yo no pueda solucionar (no me subestime) –dijo Lamria con una sonrisa.

    El conducto era estrecho, pero tenia el espacio suficiente para poder impulsarse con los brazos y piernas. Por supuesto había que avanzar sobre codos y rodillas, muy agazapados para no rozar contra los muros metálicos.

    «… aunque están demasiado pulidos como para ser espacios que nadie ve.»

    La observación de Lamria era cierta. El techo y los lados tenían una textura casi lisa.

    —Esas partes las hicieron así para facilitar el trabajo adentro… es mas fácil limpiar y moverse por dentro —le explicó Dexter.

    Para Lamria el moverse a través de los conductos no era tan complicado ya que era delgada, no muy alta y por sobretodo muy elástica, caso contrario a Dexter y a muchos de sus compañeros. Un joven entró bajando por las escaleras en la habitación del generador.

    —Dexter, llegué —dijo acercándose.

    Traía consigo una carpeta azul y una cartulina de papel brillante enrollada. Dexter apartó su vista del computador, saludando de mano al recién llegado. De inmediato y entre ambos procedieron a desenrollar la cartulina sobre el suelo; se trataban de los planos de los conductos de esa zona.

    —¿No estaba Lamria aquí? —preguntó el joven luchando contra una de las esquinas del plano que se negaba a permanecer estirada. Dexter señaló con su vista hacia los conductos haciendo entender al joven de la situación.

    La entrada derecha, por la que se introdujo Lamria, tenía un recorrido recto hasta dar con un canal principal. La entrada izquierda era paralela y exactamente igual. Entremedio de ambos conductos estaba el que salía directamente desde el generador, haciendo circular el aire por ese tramo era como se conseguía calentarlo. Estos dos conductos paralelos se interceptaban entre si y con otro canal con flujo propio, en el mismo punto.

    —Lamria, tiene que avanzar hasta toparse con una puerta hermética a mano izquierda, ahí es donde se intercepta con el conducto del generador .tendrá que usar las antiparras del casco porque el viento es fuerte y molesto una vez abierta la puerta.

    Lamria avanzó derecho por el tubo. La luz de su casco era lo suficientemente potente como para guiarse, aunque sentía que a cada minuto se hacia más débil. En todo caso en los conductos no había cosas en las que tropezar. Fueron cerca de tres minutos de arrastre continuo antes de sentir el viento en la cara, eso era probablemente por la cercanía del flujo de aire. Desabrochó desde el casco tres botones, desprendiendo una protección para la vista. Era de un material muy elástico parecido al hule, con un plástico rectangular a modo de lente para protección ocular. Si Lamria lo pensaba detenidamente, había algo mal en ese momento ¿no se suponía que en ese tramo aún no debería sentirse el aire?

    —No debiera haber corrientes allá, la puerta entre ese corredor y el resto del conducto es hermética… ¿habrá acaso un problema con la puerta? —explicó Dexter.

    El viento se sentía muy fresco. Aunque el generador estuviera apagado en ese instante, no había pasado el tiempo necesario como para que sus efectos hubieran desaparecido por completo, por tanto esa corriente que sentía Lamria debía ser más calida. Estos datos parecían apuntar a que el problema estaba entre el generador y la intercepción de conductos, quizás una obstrucción. No tardó mayor tiempo en llegar al final, dónde se cortaba el conducto. Efectivamente, en la esquina izquierda, estaba el cruce hacia la intercepción entre el flujo helado y el aire proveniente del generador. La puerta estaba descolocada, sacada de sus bisagras y muy torcida. Tapaba parte de los conductos hacia el generador y cubría su posición original a la vez, dejando escapar parte del aire que había sentido Lamria a medida que se acercaba. Pero la parte que tapaba el conducto calefactor no cubría más de la mitad, y aun así no se sentía ni la más mínima variación térmica. Lamria intentó llegar lo más cerca posible a los conductos del generador, pero la puerta no se movía, estaba muy atascada. Lo mas seguro era que el mismo viento la hubiera atascado así. Asomó parte de su cuerpo por el espacio que quedaba abierto. El comunicador, anclado al cuello de su ropa, se desprendió en el intento y sin que ella pudiera notarlo, pero logro ubicar su cabeza de lleno en la intersección. De inmediato entendió cual era el problema: un bulto negro obstruía la salida del aire. Lamria no pudo identificar que era exactamente, por lo que acercó su mano tanteando con su índice. Se sentía blando y muy frió, seguro producto de la corriente. No parecía nada complejo retirar aquellos escombros, aunque primero había que correr la puerta. Se veía casi imposible, pero la puerta cedió. Se había movido hacia atrás, arrastrando consigo parte del bulto, que ahora se mostraba con nitidez ante Lamria. Pudo ver su horrorosa naturaleza durante unos pocos segundos antes que todo estallara. Una pared de Aire concentrado y caliente se expandió desde el conducto calefactor arrastrando consigo a Lamria y múltiples pedazos de la puerta. Lamria fue literalmente disparada desde el acceso por el que había entrado, haciéndola rebotar contra la esquina entre la pared y el suelo. Un largo escupitajo de sangre salió desde su boca bien abierta con la fuerza de el impacto; sus ojos estaban muy abiertos y no tenia aire en sus pulmones. Dexter y su compañero, atónitos, corrieron junto a Lamria. Un olor a carne quemada y un cálido vapor negro apesto la pieza entera.

    —¡Llama rápido a el hospital! — ordenó Dexter con autoridad.

    Lamria tosió recuperando el aire. Mas sangre salió desde su boca mientras unas lagrimas comenzaron a asomarse.

    —… adentro... ¡hay un cadáver!

    Lamria Rompió en llanto dando un grito muy asustada, parecía que la impresión que sufrió adentro había sido más dolorosa que sus heridas físicas. Dexter la abrazó con delicadeza; intentó mostrarle toda la seguridad que pudo.


    Actualidad…


    Almagro usaba una chaqueta larga y elegante, además de llevar un cinturón con dos revólveres bajo esta —como en los western—. Tenía alrededor de cuarenta y cinco años y un físico imponente. Iba caminando a pasos largos por el pasillo, casi sin expresión en el rostro. En las afueras de la sala del generador estaban ya dos guardias, además de una multitud de personas. Apenas vieron asomar a Almagro por las escaleras todos hicieron silencio.

    —Sr. Dexter — dijo saludándolo con su izquierda ya en el interior de la sala— usted dice que podría haber un cadáver en este lugar. Primero que nada dígame ¡por qué mierda permitió que alguien ajeno a mantenimiento entrara en los conductos!

    La mirada de Almagro era potente. Era este el primer accidente que ocurría sobre la Cobardía de Damasco desde que él estaba la mando. Todos sabían que Almagro era excelente en lo que hacia, gobernaba casi como un tirano sobre las cosas que consideraba importantes, pero no se negaba a escuchar críticas u opiniones contrarias. Tenia muy presente que una sola muerte era demasiado pesada para los tripulantes y podía significar el fin de toda la obra. El incidente no le fue indiferente al público general, pero había quedado como un accidente laboral solamente, era por esto que dentro de sus prioridades estaba que aquello se mantuviera así, al menos por el momento.

    Lamria había sido trasladada al hospital sin demora gracias a la pronta llamada del joven de mantenimiento. Ella estaba sentada sobre una camilla, tapando sus piernas con una sabana. Su cabeza, brazos y manos estaban vendados además de presentar moretones en su rostro y hombro. Junto a ella, sentado en una mesita metálica, estaba Jonás. Ya había escuchado todo lo sucedido, de la boca de Lamria misma. Pese a todo, nunca saco esa típica y simplona sonrisa del rostro.

    —Jonás —La voz de Lamria sonaba apagada—, perdón por ponerte en estas situaciones...

    —No pasa nada.

    Jonás como jefe de su grupo, rendía cuentas tanto por Sainnin como por Lamria. La entrada de esta última a los conductos había sido una irresponsabilidad, solo mantenimiento podía realizar dichas tareas.

    —Me sorprende que siempre mantengas el mismo rostro para toda situación.

    No solo le sorprendía, también le hacia sentir que todo era normal. Le agradaba esa sensación, aunque fuera una evidente mentira. La puerta de la habitación se abrió de golpe alcanzando el ángulo máximo: Era Alesia que entraba con su uniforme de enfermera a medio poner. Se acerco apresurada hasta la camilla.

    —¿Estás bien, Lamria?

    Sus cejas arqueadas y una cara de preocupación muy esquiva. Lamria la abrazó.

    —¿Cómo supiste que estaba aquí? — preguntó Lamria.

    —Me encontré con FrostyGirl camino hasta acá y le conté lo sucedido —contestó Jonás— . Al parecer le dio bronca alguno de los médicos porque llegó junto conmigo al hospital y recién a entrado a la pieza.

    —¡Qué linda! —dijo Lamria apretando con mas fuerza (y muy probablemente con intenciones de molestar)

    —No… — Balbuceó Alesia amordazada por el brazo de Lamria

    En ese instante la puerta volvió a abrirse. Un hombre joven, de terno y corbata entró ofreciéndole la mano a Lamria.

    —Gin…—murmuró Jonás volteando la vista.

    —Buenas tardes Srta. Finott.

    Gin era una de las cabezas al mando. Era el jefe del anexo de investigación biológica. No solía mezclarse con la mayoría de los tripulantes y era considerado como mano derecha de Almagro, aunque realmente no trabajaba para él.

    —Srta. Finott, tengo que tomarle declaraciones, si me permiten los presentes —Cuando sonreía mostraba toda su blanca dentadura.

    Alesia y Jonás iniciaron una lenta retirada.

    —Por cierto, Jonás, sería bueno que ya estuvieras en camino a la oficina de Almagro, seguro que va a querer verte pronto.

    Jonás le sonrió irónicamente antes de salir por completo de la habitación. Almagro había ido derechamente hasta la escena del accidente, en cambio Gin prefirió consultar con Lamria. Siempre fue de actuar independiente, aunque era muy cooperador en pro de la Cobardía de Damasco. Quizás por esto mismo era que le permitían tal libertad.

    —Y... ¿por dónde empezamos?

    —Dígame usted —dijo Lamria con cierto recelo hacia Gin— . Detecté una anomalía térmica proveniente de los conductos generadores y era porque un cadáver la estaba obstruyendo…

    —Sí sí, por supuesto… pero, ¿está segura que era un cadáver? ¿y humano? La explosión fue bien fuerte y para tener la mente tan fría y recordar tan bien las cosas, lo veo difícil en usted… no se ofenda —Gin movía constantemente sus manos haciendo gestos exagerados cada vez que hablaba. Parecía no hacerlo adrede.

    —Yo sé lo que vi.

    —Mmm bien bien, pero ¿Cómo podría una persona colarse hasta los conductos? ¿y por qué explotó?

    —No sé. Supongo que ha sido por la presión del aire caliente… fue como reventar un globo.Sobre que hacia esa persona ahí, no se me ocurre...

    —Como ya me ha contado lo que sucedió solo quería aclarar esas dudas.

    Gin alzó la vista hacia el techo, moviendo toda su cabeza hacia atrás. Se cruzó de brazos para luego sentarse sobre la camilla.

    —Bueno... cosas raras ocurren siempre y quizás ahora, con esas manos, ya no se meta en problemas.

    Una brillante sonrisa “amistosa” escapó de su boca, inmediatamente después salió sin decir mas palabras. Lamria miró sus manos, estaban totalmente vendadas y dolían. Había sido gracias a ellas que un pedazo de la puerta muy caliente no había tocado su rostro. Sintiéndose furiosa y herida a la vez, apretó con fuerza su mandíbula mientras sus ojos se humedecían.
     
    Última edición: 1 Octubre 2017
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    Lariebel

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    ¡Hola! Recién terminé y me interesó mucho porque nunca leí anteriormente una historia que se situaba en una nave espacial (no soy de leer ciencia ficción). Además, me recuerda a la película en la que participó Jennifer Lawrence. <3 No me acuerdo el nombre, pero seguro ya la conoces.
    Por ahora, me está gustando bastante. Me parece genial cómo vas manejando los tiempos de la narración. :3 Noté algunos errores, como por ejemplo: "paresía" es "parecía". Luego, te faltaron algunas tildes. Lo que me agrada es que usás la raya de una forma bastante correcta, lo que no se suele ver por aquí.
    Yyy quisiera conocer más de Birmania. Me da un nosequé de que me va a caer bien. uwu
    ¡Saludos!
     
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    Holas. Genial que te guste y la verdad no sé a que peli te refieres (soy pésimo reconociendo actores xD). Corregí algunas de las faltas que mencionaste.

    Saludos
     
  9. Threadmarks: Capitulo IV, Así actúa Almagro
     
    Confrontador

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    Piscis
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    Capitulo IV, Así actúa Almagro.

    No parecía repugnarle en absoluto, o al menos sus intenciones hacían que perdiera todo asco. Birmania había entrado a uno de los baños públicos para hombres, muy cercano al parque Daon. Afirmado sobre sus rodillas frente al inodoro, sumergía y estrujaba con fuerza su gorra en el agua que ya se había tornado color roja por la sangre que traía impregnada. En el exterior de la cabina, dentro del propio baño, podía escuchar los pasos de personas entrando y saliendo a los lavamanos. No podía permitir que vieran tal cantidad de sangre salir de su gorra… y el baño estaba casi adentro del mismo parque por tanto era imposible tener un minuto a solas. En todo caso el agua dentro del inodoro estaba muy transparente, demasiado para su gusto ¿Acaso no les preocupa gastar el agua en cosas tan poco importantes? Todos los baños funcionaban con agua limpia, tal como si estuvieran en la tierra.

    —Perdone, ¿se encuentra bien? —dijo alguien desde afuera preocupado al sentir el violento chapoteo que Birmania tenia con su gorra.

    —Sí, todo en orden —respondió Birmania forzando una voz amistosa.

    Se sentía casi como un triunfador al haber zafado de Alesia hace unos minutos atrás. Un hombre había aparecido de súbito frente a ambos hablándoles acerca de un accidente sufrido por una tal Lamria. En ese momento no supo quien era Lamria, pero con el transcurso de los minutos la había recordado. Alesia se había visto muy perturbada por la noticia y lo había dejado sin más palabras. Aunque a él no le importaba Lamria o aquellos asuntos, no pudo evitar sentir curiosidad por aquel accidente.

    Una vez hubo terminado frente al excusado, salió hasta el lavamanos para volver a sumergir la gorro en agua, esta vez con más calma y a modo de enjuague.

    —Se me ha caído allí adentro —dijo nervioso al sentir a alguien a sus espaldas corriendo al inodoro.

    * * *​
    —Buenos días.

    Gin entró al gigantesco despacho. En su interior, Almagro contemplaba con una seriedad que rozaba el disgusto. Tenía un habano, su eterno vicio, entre dos de sus dedos. Frente a él Jonás, sonriendo con los dientes apretados, pero sin hacerlos crujir. Ambos se miraban fijamente. La entrada de Gin había cortado la tensión del ambiente. Sin salir desde abajo del marco de la puerta, hizo una reverencia como si se tratara de un asunto extremadamente formal. Jonás miró hacia atrás de reojo sin mover ni un músculo, casi cerrando sus ojos.

    —Buenos días, Gin. —Saludaron.

    En el despacho también estaba un hombre entrado en los cincuenta años y una joven que no superaba los veinticinco, ambos sentados en unos sillones forrados en cuero a un lado del escritorio. En total eran cinco personas contando al recién llegado.

    —Te escucho, Gin —dijo Almagro dando unos pasos más atrás del escritorio.

    Gin soltó el bolso que cargaba a su hombro y sonrió.

    —La señorita Finott sigue manteniendo que lo que vio allí era un cadáver. Hablé con ella varias veces, así como usted también, Almagro. Tenemos dos opciones: o realmente era un cadáver o la emoción del momento confundió a la señorita Finott. Escoja cada uno lo que le parezca.

    — Ahí había algo. El hedor a carne quemada apesta aún desde el incidente en esa zona. No me aventurare a decir que sea un cadáver porque no tengo la certeza, pero pensemos en el peor de los casos —dijo Almagro.

    —Un cuerpo en los conductos es difícil. ¿Cómo alguien pudo haber muerto sin que se supiera? —habló el sujeto.

    —La prioridad sería identificarlo. —Gin.

    —Probablemente se trate de uno de los de mantenimiento. Tengo entendido que hicieron la limpieza de rutina hace unos pocos días allí ¿no? —supuso la joven.

    —No es de mantenimiento. Cuando hacen esas revisiones son muy estrictos en la seguridad, además se habrían dado cuenta de inmediato que faltaba uno. —Jonás cruzo sus brazos, afirmándose en la pared a sus espaldas.

    —Tomaré tu palabra Jonás, después de todo tú tienes mas interacción con ese grupo —dijo ella. El equipo de ingenieros muy a menudo se coordinaba con mantenimiento, generalmente estos últimos actuaban como brazos para Jonás y compañía.

    —Pero también se supone que los únicos con acceso a ese lugar son los de mantenimiento. Se manejan llaves y todo para que estén bien cerrados ¿Cómo podría haber entrado alguien sin la llave?

    —Jajaja, no me extrañaría a estas alturas. Los encargados de esa zona han tenido muchos problemas esta última semana, ¿o no recuerdan los intentos de robo de mercadería?

    Todos en la sala miraron sorprendidos hacia Gerardo.

    —Nunca supe de tal cosa —dijo ella fijando pensativa su mirada en la alfombra.

    —Yo lo supe como un rumor de pasillo ¡ja! —dijo Jonás dirigiéndose a ella.

    —Bueno, eso ocurrió —dijo Almagro—. Hace unos días intentaron vulnerar un container de mercadería en la bodega. Cortaron las cuerdas de seguridad e hicieron incisiones en las cajas, pero no tuvieron éxito. Prefiero actuar sin armar escándalos mientras se este investigando.

    —Pero igual, muchos lo comentan como rumor —insistió Jonás con una sonrisa.

    Los rumores de pasillo no se daban demasiado, y por general hacían referencia a situaciones jocosas y de poca importancia.

    —¿Quién es el encargado de cuidar esos lugares? —preguntó Gin.

    —Dexter, un funcionario de mantenimiento. Tiene las llaves del sector 6, si no me equivoco y de las bodega —respondió Jonás.

    —¿El mismo que estaba con Finott a la hora del accidente?

    —Exactamente.

    —Entonces, señores, ya tenemos un culpable.

    Hubo un silencio tras la afirmación de Gin. Almagro, de muy pocas palabras, había tomado asiento en su silla. Solo hablaba cuando le era estrictamente necesario, pero escuchaba con mucha atención todo el dialogo, creando juicio de cada frase dicha.

    —¿Culpable de qué? —interrogó ella, hablando por todos.

    —De no cuidar bien su trabajo, esta claro —Giró Gin su cabeza bruscamente—. Dígame señor Almagro, ¿dónde están los documentos del incidente de los robos en bodega?... bueno no importa, tengo aquí una copia de ellos.

    Extrajo desde su bolso, puesto en uno de los sillones, una carpeta que abrió apresuradamente.

    —Aquel incidente de robos sucedió en la bodega, como dijo Almagro, pero la bodega es un sector estrictamente restringido. Solo mantenimiento tiene acceso. El día en que suponemos pasó esto, y según los registros de mantenimiento, la bodega estuvo totalmente cerrada, osea nadie entro o salió. ¿Entonces cómo pudo haber entrado alguien allí e intentar hacer dicho robo? Lo único que me calza es que en los registros se haya obviado a propósito la entrada de alguien.

    Los presentes se sorprendieron pues ya suponían a donde iba la idea de Gin.

    —Yo pienso que ambos incidentes están relacionados y obviamente, el señor Dexter tendría algo que ver en todo esto. Incluso podría ser él quien intentó robar.

    —¡No debiera aventurarse a emitir tales juicios sin tener pruebas, Gin! —La joven se levantó molesta del sillón, mirando a Gin muy seria. Él la observó sonriendo, como si el comentario y la reacción de ella le divirtieran.

    —Electra, no se altere —dijo Almagro—, solo son suposiciones.

    —Aun así —Tomó asiento nuevamente—... y si fuera esa la realidad, ¿cómo explicaría el cadáver allí?

    —Dudo que sea un cadáver.

    —Además debería entender, Gin, que si esta responsabilizando a ese funcionario por los problemas de seguridad de ese sector… estaría vinculándolo con aquel cadáver también.

    Una nueva pausa silenciosa se produjo en la reunión.

    —Podrían tener relación ambos incidentes, pero ahora solo me importa verificar que es lo que vio Finott —Almagro—. Por ahora se hará una revisión completa de los canales donde se vio el cuerpo. Si no encontramos nada, tomaré una última medida antes de dar de baja el testimonio de Finott.

    Acercó su mano derecha hasta un teléfono situado sobre el escritorio. Lo puso junto a su oreja

    —Roamín, Quiero que organices un grupo para buscar los restos del “individuo”, yo estaré ahí en breve

    Almagre colgó el comunicador para luego dirigirse al perchero del cual colgaba su chaqueta. Se la puso cuidadosamente, mientras ordenaba su corbata frente aun espejito cercano.

    —Señores. Aquí concluyo la reunión. No quiero que este accidente sea más que eso a los ojos de la tripulación. No dudo de la honestidad de la señorita Finott, pero no permitiré que se siembre el pánico por algo que no esta confirmado.

    Terminó poniéndose su sombrero negro e idéntico a los usados por generales militares en tierra.

    —Como última indicación, quiero a ese reportero alarmista y Ms Maik Heam lejos de este asunto hasta que este aclarado, ¿entendido?

    —No tiene ni para que decirlo, señor Almagro.

    De inmediato los presentes comenzaron a salir junto con Almagro que cerraba su despacho con llaves. En la puerta se despidió muy educadamente de cada uno de los presentes.

    —Jonás por favor, no me sorprenda —advirtió con carácter mas amigable que la vez anterior, mientras se alejaba a paso rápido del grupo.

    Los demás hicieron lo mismo. Atrás quedo el despacho, junto con la ahora ajetreada oficina administrativa.

    Electra era el cerebro tras uno de los más importantes proyectos dentro de la nave, lo que todos comúnmente llamaban “colonias”. La idea era comprobar mediante la observación y análisis dos puntos importantes: el primero si se era capaz de formar una sociedad organizada y sana dentro de la nave y el segundo si esta última era capas de brindar todo lo necesario para una vida sin carencias. En la Cobardía De Damasco había una gran cantidad de familias ideales, compuestas por padres, esposas e hijos. Todas estas familias tenían sus dormitorios en pasillos residenciales comunes. Los miembros con edad de trabajar se les asignaban puestos con horarios, sueldos y días libres; tal como en la tierra. Estos grupos eran los que conformaban las colonias. Ellos eran la muestra que se investigaba y si bien a todos los tripulantes dentro de la nave, estuvieran o no en las colonias, se les daba el mismo estilo de vida; era solo con las colonias con los que se estudiaba, debido a que representaban la idea estándar de sociedad terrestre.

    Electra no se veía muy compuesta desde aquella reunión hacia cinco minutos atrás. Su pálido rostro reflejaba un ápice de disyuntiva en sus ideas. Estaba caminando flojamente por el pasillo, acercándose cada vez más al parque Daon. Tras ella unos pasos rítmicos y apresurados la alcanzaron.

    —Electra —Era Gin que le mostraba una enorme sonrisa—. Camina bastante despacio, ¿sabe? Cualquiera puede darle alcance.

    Era todo un trabajo saber si Gin hablaba realmente en serio o no. Era usual en él expresarse de forma extraña e irónica. Electra no se detuvo ni tampoco le miró, a su izquierda Gin le seguía los pasos.

    —Electra, espero que el desacuerdo que tuvimos hace un rato no cree enemistad entre nosotros.

    Gin le ofreció su mano izquierda mostrándole una sonrisa. Ella se detuvo algo sorprendida por la actitud de Gin y estrechó su mano sonriendo levemente.

    —Se lo agradezco.

    Continuaron caminando al paso de Electra por unos metros más.

    —No sé si sea mi idea pero la noto algo decaída.

    —Es cierto —afirmó ella—, bueno… me impactó bastante que el almirante nos haya ocultado lo de el intento de robo. Creo que teníamos derecho a saberlo.

    —Quizás su punto de vista cambie si se pone en su lugar —sugirió Gin.

    —Entiendo que haya querido mantenerlo en secreto, pero siento que pudo habernos dicho. Nosotros somos colaboradores y si hubiera explicado sus razones hubiéramos entendido. Usted y Gerardo lo sabían, pero yo no tenia idea, no se por qué hizo esa diferencia… No es que quiera confrontarlo o cuestionar su forma, pero por más que piense en ello... no siento honestidad en su decisión.

    —Él debió tener su motivo. Si hay algo que tengo por seguro es que Almagro actuará solo si ha pensado ya tres veces sus acciones. No hay accidentes cuando el esta a cargo de ejecutar algo, por eso mismo póngase en su lugar —Una pausa de silencio—. Solo tenga en mente que él jamas hará algo no premeditado.

    Gin sonrió amigablemente, agarrando sorpresivamente la mano de Electra para agitarla con energía en señal de despedida.

    —Nos vemos Electra —dijo Gin, tomando la dirección contraria a la que ella llevaba.

    Electra se detuvo agitando levemente su mano a espaldas de Gin, que se alejaba. Estaba un poco descolocada por aquellas actitudes extrañas, por supuesto no pudo ver la malévola sonrisa que este exhibía en su retirada.

    * * *
    Birmania había salido del baño. Llevaba largo rato caminando sin ninguna prisa, como si no tuviera destino. Por algún motivo la idea del accidente de Lamria no había abandonado su cabeza; todo desde que hubiera meditado sobre ello cuando estaba en el w.c. Por azares del destino sus pasos lo llevaron caminando a un costado de la puerta al generador. Sus movimientos se hicieron conscientemente mas lentos mientras pasaba por ahí. Un guardia se encontraba de pie junto a la compuerta adosada al suelo. Junto a él un sujeto le hablaba con audacia, probablemente del incidente. De vez en cuando una que otra persona se acercaba murmurando con mucha cautela, tratando de observar mas allá de lo que la metálica puerta les permitía. Birmania se acercó mostrando un desinterés evidentemente fingido. Ya se veía a él con sus manos en la compuerta tratando de abrirla, pero no. Estaba el guardia muy atento aún frente a ella. Se acerco cauteloso a un hombre con un overol muy sucio que miraba, tan atento como él, en un costado lejano.

    —Lamria se llamaba la chica —comentaban.

    —¿Se llamaba? ya la das por muerta.

    —No, pero me pareció escuchar de un muerto y la vi sangrando muy mal cuando se la llevaron. Además mira cuantos guardias puso almagro acá.

    —Aún no creo que halla muerto.

    —Seria triste, tenía toda una vida aún si era jovencita.

    La mirada de Birmania se había perdido en la nada. Alguna idea extraña estaba gestando su mente. No tardó en retomar su camino. Esta vez caminaba más decidido y un poco más a prisa, mirando introvertidamente a todos con los que se cruzaba. Parecía buscar algo en cada uno de ellos.

    Habían pasado unas horas, faltando muy pocas para la noche artificial. Las luces de los pasillos ya se veían levemente más apagadas mientras la gente concluía poco a poco su día. Lamria continuaba en la camilla de hospital. Durante el día había sido sometida a algunos exámenes y a tratamientos un tanto tortuosos para asegurar una buena curación de sus manos. El hospital abordo contaba con tecnología de punta. También contemplaba en su plan el trabajo con métodos innovadores que rozaban lo experimental. Su uso nunca fue un tema controversial; la tripulación entera daba confianza ciega a la ciencia, además los médicos eran muy prudentes a la hora de implementar alguno de estos métodos.

    Lamria acercó su cabeza a una ventana circular en la pared. Ahí afuera nunca se verían las estrella ni el espacio profundo. Rodeando la nave principal, ese compartimiento que contenía todas las estancias donde los tripulantes se movían, había un conjunto de titánicas placas de dimensiones inimaginables que la envolvía a una gran cantidad de metros de distancia. Todas juntas formaban una especie de esfera, siendo cada una individualmente un huso de esta. Era como un robusto fruto hueco, en el que estas placas eran la cáscara y la nave principal eran las semillas que se suspendían en el centro, lejos de esta cáscara o cualquier otra cosa. Rodeando toda esa estructura, dos “anillos” se movían alocadamente alrededor de la nave produciendo la gravedad y energía. Un tercer armazón más externo, prácticamente sin movimiento, sentenciaba toda esperanza. Sus áreas no llegarían jamás a aislar a la nave del exterior, pues estaban llenas de huecos y no tenían la suficiente superficie. Aun así habían lugares que por mala suerte habían quedado en zonas en las que se hacia milagroso ver un solo puntito luminoso afuera. La última vez que Lamria pudo ver el manto negro a plenitud había sido un día antes de zarpar hacia el espacio. Triste e irónico para ella.

    Lamria giró su cabeza quitándola de la ventana. Con la vista baja demoró algunos segundos en darse cuenta que había alguien en la puerta mirando tímidamente. Era Birmania que miraba de reojo.

    —Birmania… —dijo ella confundida por su presencia.

    El joven miró a su derecha, aun en el pasillo, para luego entrar titubeante.

    —Parece que era cierto lo del accidente (entonces no fuiste tú quien se murió…) —dijo sin alejarse de la salida.

    —¿Qué haces aquí?

    Lamria demoró segundos en contestarse a si misma. Después de su ingenua pregunta no pudo evitar sonrojarse.

    —Quería ver como estabas, tengo entendido que fue complicado —respondió Birmania.

    —Mmm pues estoy bien supongo. Aunque tengo muchas heridas salve bastante bien de algo peor. —Sonrió amigablemente, aunque por dentro los nervios la consumían.

    —¿Pero…qué tan terrible fue? Incluso escuche que alguien había muerto…

    Lamria bajó la vista hacia las sabanas en las que se sentaba, recobrando seriedad en sus facciones. Evidentemente el tema era suficientemente fuerte como para cambiarle completamente el ánimo.

    —Eso…esta correcto —Birmania no pudo evitar el asombro al escuchar a Lamria—. Había entrado a revisar un conducto que estaba tapado. Hice un mal movimiento al intentar sacar la obstrucción y sumado a la presión de adentro, se produjo una explosión (o algo similar)—Lamria hizo una pausa en su relato—... ¿Es necesario que diga que era lo que tapaba el conducto?

    Birmania la miró perplejo.

    —¿Estas diciendo que había un cuerpo?

    —¡Sí!, y era humano, doy mi palabra y mi integridad por que aquello que vi era un cuerpo humano… quemado y calentado hasta el punto de dejarlo como una… de una forma horrible.

    Ambos guardaron silencio, mirándose fijamente.

    —¿Era alguien conocido?

    —No lo sé… lo pude ver solo unos instantes y estaba irreconocible .

    Un cuerpo dentro de los conductos en tal estado… Birmania acarició su mentón mirando siempre a Lamria.

    —Agradezco que hayas venido a saludarme —Lamria.

    Birmania no la escuchó. Algo en las palabras de ella le había vuelto extrañamente ensimismado. Ella le miró con extrañeza, al sentir su repentina ida.

    Entrando por la puerta, que Birmania no cerró, venia Alesia. Caminó con rapidez hasta llegar con Lamria. En silencio y con calma se sentó a su costado.

    —Finalmente terminé mi trabajo hoy —comentó mirando sus zapatos mientras los balanceaba— ¿Cómo te has sentido?

    —Bien Alesia, gracias. —Le sonrió.

    —Es algo conocido que tratar quemaduras no es muy bonito para el paciente…

    El medico Frogg, quien era el que había tratado a Lamria, entro en la habitación.

    —Lamria, ya me toca cambiar de turno y pienso que será bueno darla de alta. Eso si, por el bien de tu recuperación tendrás que guardar reposo por algunos días. Trata de no moverte demasiado —Frogg se veía agotado, dando algunos bostezos intermitentes—. Alesia, ¿aún no te quitas el uniforme?

    Lamria se despidió del medico, mientras Alesia abandonaba con apuro la pieza probablemente para ponerse sus atuendos regulares. Antes de salir por la puerta, Lamria hecho una mirada sobre Birmania.

    —¿Birmania? —dijo intentando volverlo en si.

    —Si —Sonrió—. Estaba pensando. Te acompañaré hasta tu pasillo —prosiguió, mirando en derredor de la pieza hospitalaria.

    —Será un placer —respondió Lamria—. Realmente esperaba que me acompañara —murmuró para si misma ya en el pasillo mientras sacaba su lengua.

    En ocasiones el ambiente dentro de los pasillos era un poco tétrico cuando acababa el día laboral. El mismo aspecto sin refinar de algunos lugares y las luces tan tenues de esa hora contribuían a dar esa atmósfera. Alesia apareció tras de ellos corriendo. Sus zapatos sonaban bastante fuerte contra el suelo cuando no había más gente cerca.

    «¿Qué hace él aquí?» pensó Alesia desviando la mirada.

    En el ese mismo instante de reunión, pudieron ver como Jonás acarreaba unos grandes papeles enrollados desde una oficina a varios metros de ellos. Al divisarlos, este se les acercó.

    —Buenas noches, chicos. Lamria, tengo que hablar unas palabritas contigo —Lamria le miró atenta—, porque has de saber que para mi no es secreto que ustedes dos, chicas, se han intercambiado de Habitación varias veces —Jonás sonrió.

    Lamria no pretendía que fuera un secreto exactamente, pero tampoco era necesario que todo el mundo supiera. En todo caso, Sus razones eran suficientes para ella.

    —Lo que quiero decir es que no debes seguir con eso. Conozco tu razón y todo pero —Jonás parecía no hallar palabras—... Almagro me tiene en el ojo así que no me gustaría auspiciar irregularidades de ese estilo ¿Me entiendes, no?

    —Si le entiendo, descuide —dijo Lamria Mirando sus zapatos.

    —Me alegra que hallas entendido y con permiso, continuare en lo mío. —Jonás sonrió simplonamente y se retiró por la puerta principal.

    Alesia miró sorprendida a Lamria.

    —Todavía no quieres dormir allí ¿no?

    —Preferiría evitarlo.

    —Lo lamento Lamria. Si pudiera me quedaría a acompañarte, pero mis compañeras de habitación me han visto ausente muchas noches y ya han hecho rumores que alborotan a nuestro tutor.

    —No te preocupes.

    Birmania estaba totalmente desentendido de todo ese dialogo. Alesia se despidió con formalidad de Lamria; ella les había dado alcance tan solo para eso. Antes de irse miró con total antipatía a Birmania volviéndose con prisa hacia su amiga para abrazarla muy fugazmente. Verla caminar tan rápido desde lejos, alejándose, le resultó algo gracioso a Birmania. Ambos continuaron caminando juntos y en silencio. Lamria lucia muy pensativa.

    —Lamria —dijo Birmania—¿Qué hay con tu cuarto?

    Lamria acogió la pregunta con sobresalto.

    —Perdona si fui muy entrometido —se disculpo él.

    La joven giró su cabeza hacia Birmania muy seria, no tenia inconvenientes en contarle.
     
    Última edición: 1 Octubre 2017
  10. Threadmarks: Capitulo V, Mientras duermes
     
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    Capitulo V, Mientras duermes.


    Días atrás…

    Había sido muchas noches de sueño profundo para Lamria.; reparador y placentero, alimentado de la romántica ilusión de saber que se está flotando en el espacio. Ella dormía en un camarote de su pieza, ocupando el espacio inferior. Despertó cerca de las 06:00 horas, demasiado temprano para su gusto. Restregó sus ojos con ambos puños sintiendo que aún no los podía abrir. Se dirigió hasta su baño donde lavó desganadamente su rostro. Su cara apareció reflejada en el espejo; ¿Por qué se veía tan cansada?

    —Qué temprano…

    Salió del baño para sentarse nuevamente en su cama. Adoptó una posición fetal sobre sus sábanas, estaba dispuesta a retomar el sueño si este le nacía. No tenía por que serle difícil, núnca le costó dormir y tampoco era usual en ella despertar antes de lo previsto. Tampoco recordaba que había soñado exactamente. Estaba tan oscuro y placentero en ese minuto... su vista quedaba plenamente sobre la mesa de cocina, donde estaba un bolso gris con correas muy gruesas. Si alejaba más su vista, más al fondo, podía ver su computador personal. La pantalla iluminaba de color celeste medio fosforescente, con letras en negro que decían “Buenos días Lamria”. Lo había dejado prendido desde ayer en la noche, o al menos eso suponía. Era la única luminosidad a la vista.

    Las horas pasaron sin que Lamria se diera cuenta. Probablemente se había quedado dormida en algún momento sin que se hubiera percatado. Ya en la mañana, Lamria se puso de pie, yendo directamente a su estrecha cabina-ducha. Después de asearse se dirigió hasta una de las sillas cercanas al pequeño mesón que sobresalía de la pared, junto a una cocinilla . Sobre ésta estaba una cafetera que accionó con actitud positiva. Se sirvió un café, la bebida mas consumida en la nave (¿por qué razón seria?) y acercó su notebook hasta ella. La pantalla seguía iluminada. Tras apretar un par de teclas sobre él, la pantalla cambió; el simpático mensaje se había borrado dando lugar a una ventana llena de números y gráficos en constante movimiento. Parecía algo complicado. Estuvo un largo tiempo afirmando su cabeza sobre los brazos que apoyaba en el mesón, mirando la pantalla como si esperara que algo en especial apareciera dibujado en ella.

    Después de un tiempo dando orden dentro de su habitación, Lamria había decidido salir. No conocía todas las estancias pese a que había estado ya dos meses y medio adentro. Todavía le maravillaba pensar que no estaba en la Tierra. En otras ocasiones antes de subir a esta tremenda empresa se había pensado en el espacio, pero nunca de esta forma.

    —Lamria, como estás —Jonás caminaba fortuitamente por el mismo pasillo que Lamria, salvo que en sentido contrario—. Has dejado la computadora de la sala prendida otra vez durante la noche y solo no te la he apagado porque no sé que estabas haciendo con ella.

    Jonás lucía algo cansado.

    —Jonás si, lo sé. De esa forma me envía a través de la red los datos de la terminal hasta mi computadora personal, en la habitación. Así no pierdo de vista mi trabajo ni por un segundo—Lamria sonrió.

    —A veces pareciera que desearas una anomalía para hacer esto más interesante —Rió Jonás junto con ella.

    Jonás volvió a desaparecer. Había sido Lamria la que había conectado dos antenas entre el computador de la sala de ingenieros y su propio notebook. Así conseguía una red fluida de intercambio de datos para poder trabajar incluso desde su habitación. Era por esto que Lamria lo dejaba encendido siempre que terminaba su labor ya entrando la noche, cuando cerraba la sala con llaves. Lo había hecho todas las noches desde que montara el Terminal, todas esas noches creando un registro y esperando si algo anormal aparecía para entrar en acción. Bajo los ojos de Sainnin eso era “sobreresponsabilidad” de principiante. Fuera como fuera, Lamria siempre sintió una gran presión por cumplir con las expectativas que tenían para ella en la nave. Eso no era algo negativo, al contrario, la motivaba.

    Habían pasado ya varias horas y Lamria se encontraba recién entrando a la sala de trabajo, donde estaban los computadores y se reunía con su grupo. Antes de llegar había estado compartiendo con un grupo que practicaba una especie de gimnasia en uno de los salones cerrados destinados al deporte. Nunca supo el nombre de aquella disciplina. Le habían comentado la existencia de un telescopio usado por el grupo científico en alguna dependencia de la nave.

    «¿Por qué no podrán haber más ventanas?» pensaba.

    Adentro del salón solamente estaba Sainnin, sobre su silla y con completa concentración en su trabajo. Lamria se sentó sobre su escritorio (que era muy bajo en altura), manipulando a su derecha un computador en el que se vislumbraban algunos documentos.

    —Sainnin, hola —saludó ella.

    Había pasado ya un largo rato de su llegada.

    —Nunca imaginé que tuviéramos un telescopio abordo ¿tú lo sabias?

    Lamria estiró sus brazos. Sainnin parecía no prestarle atención, sin despegar sus ojos de sus asuntos.

    —¿No te resultó algo obvio? Se supone que estamos en el espacio, el ambiente perfecto.

    —Nunca me detuve a pensarlo —Sonrió alegremente—. Debieron haberle puesto más ventanitas a esta nave… así seria distinto caminar por los pasillos.

    —Ni siquiera lo pienses, ese telescopio es parte del grupo científico, Gin nunca te dejaría usarlo para algo tan trivial como mirar estrellitas, además es un mezquino. Si vinimos acá fue para trabajar por el proyecto, no para turistear mirando afuera, boba— Sainnin se levantó de su silla dejando todo su desorden en la misma posición—. Yo me iré, a ti te toca cerrar bien la oficina cuando termines.

    Lamria permaneció por unas horas más adentro, saliendo ya muy tarde. Antes se preocupó de dejar la computadora encendida como lo hacia todas las noches y por supuesto de cerrar correctamente la chapa de la puerta. Así se devolvió hasta su pasillo y su habitación en la que cayó rendida por el cansancio. Durmió plácidamente sobre la cama sin cambiarse de ropa y sin cobijarse con las frazadas. Su portátil quedó encendido, brillante con su pantalla azul:

    BUENAS NOCHES, LAMRIA.

    Eran las 05:49 horas cuando abrió sus ojos nuevamente. Una brisa poco acogedora recorrió su cuerpo descubierto. ¿Abría sido esa la causa de su despertar? No tardó en percatarse de que no se había puesto el pijama, pero ya a estas alturas era inútil utilizarlo. Se levantó torpemente, sintiendo un escalofrío y una extraña pesadez en su cabeza. Sus ojos estaban entrecerrados, aunque abiertos ya, parecían no mirar a su alrededor como si no estuvieran consciente. Frente a esos ojos sin consciencia pasarían dos horas, rápidas y carentes de novedades.

    * * *​

    Al despertar sintió cierto decaimiento. No sabía a que atribuirlo, había despertado recién y se suponía tenia que estar “como lechuga”. Cobijada bajo una manta y sentada sobre su cama muy despeinada, sostenía una taza entre sus manos. Un repentino estornudo sobre su café la hizo saltar del colchón.

    —Me he resfriado —dejando su taza a un lado sacó un papelito desde un paquete de pañuelos desechables—... lo más probable por haberme quedado dormida así nada más sobre la cama…

    Le resultó tan obvio, pero no quiso recriminarse por ello. No había sido culpa suya el caer por el cansancio la noche pasada. Todo este asunto era algo curioso, ¿Por qué había estado tan cansada si no había hecho grandes esfuerzos durante ese día? Lamria volvió a estornudar, esta vez salió energéticamente de su cama, apagó su PC y con mucho entusiasmo salió fuera de su pieza.

    Durante la tarde asistió a una práctica de voleibol. Era política interna el incentivar a los deportes a la tripulación para no perder cualidades físicas.

    —Consideraron que el deporte que practicaba no estaba dentro de los no sedentarios…

    Alesia se lamentaba sentada en una banca del gimnasio, junto a Lamria que acababa de cambiarse sus ropas.

    * * *​

    El computador en el estudio estaba encendido, tal como lo había dejado Lamria. Aunque Jonás había entrado ya por la mañana (como delataba la casaca colgada sobre su silla) no había de que preocuparse, él nunca se inmiscuiría en el trabajo de ella. Así estuvo ocupadísima sobre su propio escritorio por horas enteras hasta caer la noche. Hoy era diferente, el turno final correspondía a Sainnin, quien había manifestado se quedaría por la noche sirviéndose del estudio.

    —Nos vemos mañana, Sainnin —se despidió Lamria cuando por fin se devolvía a su cuarto.

    Había dejado el PC del estudio encendido, como siempre lo hacia. En el interior de la “cafetería de pasillo” se sirvió la ración de comida dispuesta para la tripulación a esas horas. Después de ello, volvió directamente a su cuarto. Estaba extenuada al punto de dejarse caer sobre el camarote sin reparar en que tenía su notebook ente sus brazos. Se levantó rápidamente, tomando conciencia de su aparato y lo encendió temiendo una avería.

    BUENOS DÍAS, LAMRIA.

    Inmediatamente lo conectó a la red de la nave, así como a la inalámbrica que usaba para monitorear el PC de la oficina. Sobre la pantalla aparecieron todos esos datos como de costumbre. Posó el aparato sobre la mesa y se dispuso a cambiar sus atuendos. El serio error en el saludo se su notebook era algo que tenia que cambiar en algún momento.

    Durante el día no había sentido grandes molestias en su salud, aunque tenía un romadizo salvaje (que molestó a sus compañeros en muchos aspectos…) y algo de somnolencia. Antes de ir a la cama procuró echar la última mirada al computador. No pudo ocultar su perplejidad al visualizar aquel extraño mensaje:

    CONEXIÓN PERDIDA. POR FAVOR RECONECTAR.

    Revisó vivamente todos los cables y conexiones que pudo pillar, incluyendo asuntos de software en el PC. Sin poder hallar la solución al problema, creyó atinar bajo sus propias deducciones con la causa.

    —Sainnin.

    Un leve temblor en su ceja derecha, sobre sus entrecerrados ojos, dio cuenta de su molestia. En fin, era hoy ese día en el que su aparato se apagaría para no ser encendido hasta la mañana. No tenía sentido esperar que algo cambiara en esa precisa noche, ni tampoco estaba en su mente. Su preocupación fue tan fugaz como su disgusto; el sueño parecía anestesiarla gradualmente. Así procuró apagar su computadora y con mucha calma fue hasta su cama. Todo bajo un profundo silencio.

    Cuando despertó sintió su cabeza muy pesada, seguramente atribuible a su resfrió. Permaneció muy quieta por largos minutos acurrucada entre sus sábanas. No quiso mirar el reloj esta vez, aunque sentía que era bastante temprano. Así dejó pasar el tiempo, hasta que recobró el entusiasmo y se dispuso a levantarse. Aun algo somnolienta se dio vuelta en la misma cama enredándose más con sus sábanas, mostrando la espalda a la pared que hace unos segundos atrás miraba. Frente a ella estaba su notebook.

    BUENOS DÍAS, LAMRIA.

    Dio un saltito desde la cama directamente hasta su PC. Afirmó los antebrazos y sus codos en la mesa, posando su peso en ellos mientras observaba con fija mirada las letras azul fluorescente. Lo que le había parecido de lo más normal antes de llegar hasta esa posición, de pronto cambió.

    —¿No había apagado yo este aparato? —murmuró.

    No era un hecho de importancia ni tampoco parecía cambiar alguna cosa futura. Lamria apagó muy sonriente el notebook para ubicarlo en una maleta y continuar con su trabajo. Lo que ella no sabía era que desde ese instante se iba a iniciar una serie de hechos que van más allá de la simple coincidencia o de la odiada rutina en la nave. La situación anteriormente descrita se repetiría día tras día como si el tiempo no avanzara. Con la avería del computador del estudio (se había quemado), Lamria no podía enviar datos hasta su portatil por lo que lo apagaba al finalizar su jornada. Sobre su mesón éste siempre quedaba sin vida durante la noche para en la mañana aparecer encendido misteriosamente, mostrando un saludo muchas veces erróneo, variando de Buenos días a buenas tardes. Tampoco era de importancia pero la insistencia en el problema hacia a Lamria pensar en que tenia que buscar una solución.

    —Un virus… —balbuceó Sainnin con un lápiz entre sus dientes.

    Era muy probable que fuera algún virus actuando sobre el aparato, sin embargo la posibilidad quedó rápidamente descartada después de realizar escaneaos minuciosos en busca del posible agente patógeno virtual sin obtener resultados.

    —Los computadores pueden ser programados para encenderse en algún momento ¿Qué tal si alguien manipuló sin permiso el notebook? –—sugirió Jonás haciendo girar su silla.

    —No mucha gente ha tenido en sus manos mi computador…

    Lamria cargó el aparato hasta el técnico, quien lo revisó con mucha calma durante una tarde. La respuesta fue muy concluyente: no tenia nada. Lo que en un principio era solo algo extraño con el pasar de los días se transformó en algo cómicamente extraño. No solo se encendía solo, si no que también cambiaba los colores del mensaje de bienvenida que a estas alturas resultaba repulsivo. Fuera como fuera, eso había dejado de ser tema para Lamria desde hacia tiempo. Su malestar general estaba en evidente aumento. Se veía somnolienta prácticamente a toda hora.

    —No deberías seguir usando ese sistema que tienes. Puedes revisar el registro en la mañana, eso no se borrara —Aconsejaba Jonás—. Es como si te estuvieras estresando demasiado. Hagamos esto: vuelve a tu cuarto y tómate el día libre a ver si logras dormir bien.

    Lamria hizo caso sin dar mayor oposición o argumento; sabía bien que necesitaba dormir. Con ese objetivo se dirigió hasta su cuarto pensando relajarse un rato. Quedó quieta mirando el techo sobre su cama. A su costado estaba el notebook, mostrando un brillo azulado y con el “buenos días Lamria” muy marcado. Sin más reparo estiró la mano hasta el aparato apagándolo bruscamente, manteniendo apretado el botón de encendido. La pantalla murió a los pocos segundos y ella se acomodó para caen en el sueño profundo.

    * * *​

    Abrió los ojos bruscamente en medio de la oscuridad. No supo cuanto tiempo había dormido, aunque podía deducir por tal ausencia de luz que era aun de madrugada. El mal sabor de los sueños que tuvo mientras dormía comenzó a brotar. Aun sin ser claros podía aislar de entre mucha basura un pequeño fragmento que la había llevado a la conciencia: un golpecito sin mayor fuerza que había causado estragos dentro del silencio de la habitación. Entre toda esa oscuridad, algo había crujido. Lamria no se movió ni apartó la mirada del techo sintiéndose aun adormecida, sin embargo un nuevo sonido irrumpió. Esta vez estaba despierta por lo que había llegado con claridad. Era como algo acomodándose… cerca del techo o probablemente en la pared. Era algo con el peso suficiente para hacer crujir esa estructura metálica al frotarse contra ella... y sonaba muy tangible. Lamria no quiso apartar la vista desde donde la tenia, esta vez a propia conciencia como cual sujeto evita ver hacia abajo cuando se esta escalando por una senda peligrosa y alta. Con mucho cuidado levantó su mano como evitando cualquier roce que produjera ruidos innecesarios. Cuando la tuvo en lo alto noto una iluminación color rojo sobre parte de su muñeca levantada y en la pared. Dio un giro rápido hacia la izquierda, aun recostada sobre su cama. El notebook estaba encendido en el mesón, en la misma posición en el que lo había dejado. En su pantalla un horrible color rojizo iluminaba con contraste sobre el mesón y algunas partes cercanas. Sobre ese penetrante fondo, un mensaje diferente a los anteriores:

    DESCANSA, LAMRIA.

    ¿Por qué alguien debía elegir esos colores y aquel mensaje? ¿Quién había encendido el computador? Lamria se sentó sobre la cama muy confundida. Sin despegarle la vista al aparato. Su brillo se veía muy vivo entre todo lo demás, aun así no reflejaba sobre la vecindad de objetos esa fuerza, como si de un objeto fosforescente se tratara. Un fenómeno curioso que resultaba espeluznante a ese minuto de la noche. ¿Por qué alguien escogería ese color…? De un momento a otro el terror se apodero de ella. Fue cuestión de mirar un poco más hacia el fondo, apartar la vista de aquella luz que por su potencia atraía las miradas y atenciones y mirar mas allá.

    Lamria abrió exuberantemente sus ojos, en los que se reflejo aquella luz como si de fuego se tratara. Lo que ella vio en ese instante la hizo sobresaltarse. Gotas de sudor helado se escurrieron por su cuerpo mientras que lentamente se arrinconaba hacia la pared a sus espaldas. En la rejilla de ventilación, esquinada entre el techo y la pared, unos ojos se asomaban mirándola penetrantes y brillantes. Eran dos puntitos vivamente verdes que, pretenciosos e intensos, se clavaban sobre ella atravesándola. Con toda su erizada piel podía sentir el odio desde aquella mirada. Aquello se extendió por unos leves segundos antes que todo desaparecieran de su mente.

    * * *​

    De alguna forma había perdido la conciencia despertándose a las3 PM del siguiente día, como si todo hubiera sido una horrible pesadilla. Perturbada aún por aquello, Su notebook permanecía tal como en la madrugada, con el mensaje en vivo rojo que, con la luz del día, perdía gracia.

    Nadie parecía creerle. En esa misma mañana había contado lo sucedido entre su grupo de trabajo y aunque junto a Jonás revisaron superficialmente la rejilla y alrededores de su habitación, nunca pudieron hallar prueba de alguna entidad extraña.

    —Tú sabes que es imposible que alguien entre o salga por esa rejilla… Es muy pequeña para que una persona quepa por ahí —razonaba Jonás.

    Era muy cierto. La rejilla era pequeña como para que alguien entrara por ella. Lamria estaba confundida entre la realidad que había visto aquella noche y la lógica de las conclusiones que podía sacar ahora, en un momento de calma. ¿Seria pertinente llevar su vivencia a oídos de los jefes y autoridades de la nave? Ahora cada vez que se sentaba sobre la esquina de su camarote podía recordar con extraña nitidez lo que había vivido y cuando lo pensaba, le era inevitable relacionarlo con la extraña fatiga que había comenzado a sentir.

    Alesia estaba sentada, apoyando ambos brazos estirados sobre la mesita en la habitación de Lamria. Miraba desinteresadamente el notebook.

    —Si te hace sentir mejor, has que te examine un médico —dijo muy seria.


    hoy…


    Los pasos lentos y firmes tanto como la férrea atención al relato habían llevado a Birmania y a Lamria hasta un rincón muy lejano al que pretendían llegar. El metal en bruto del suelo y la sombra de las luces carentes de potencia daban un ambiente muy desesperanzador.

    —No pude conciliar el sueño nuevamente en esa habitación —Lamria se detuvo—, me aterraba. Pero no era solo por lo extraño de la situación, no… fue la intención y el odio que sentí de aquella presencia, y lo que digo no son palabras vacías. Si no fuera por lo claro que sentí ese sentimiento podría pensar que fue un sueño o una hasta ilusión extraña. Alesia propuso la idea de intercambiar habitación para que yo pudiera dormir nuevamente y así lo hemos estado haciendo desde hace un tiempo —Birmania se detuvo unos pasos mas atrás de Lamria, que continuo su relato—. Alesia es muy escéptica en todos esos asuntos así que no le importo.

    Birmania miro hasta el techo. La figura de Alesia se asomó a su pensamiento repitiendo “Dios No Existe” con convicción.

    —¿No fuiste al médico como te lo recomendó tu amiga?

    —Bueno si… ¡pero no vale la pena hablar de eso! —respondió notoriamente disgustada mientras movía apasionadamente su mano derecha en señal negativa—. Aun así… he sacado mis propias conclusiones.

    El joven la miro directo al rostro. La vista de ella aparecía caída y disminuida.

    —Todas apuntan al accidente del NDM.

    Birmania, que había estado atento y perspicaz hasta ese minuto, de un momento ha otro había perdido el rumbo.

    —¿Accidente? —preguntó.

    Lamria empujó repentinamente a Birmania incitándolo a seguirla. Lo arrastró sin bacilar por una multitud de pasillos sin siquiera abrir la boca. Con cada paso que daban, cada metro recorrido, parecía que las luces se iban prendiendo más y más como si fueran recobrando su vida. Solo cuando llegaron hasta un extraño ensanchamiento circular en pleno pasillo, Birmania pudo liberarse. Afirmó ambas manos en sus rodillas extenuado por la repentina corrida. Frente a ellos una puerta doble. Podía parecer una más en el pasillo, sin embargo si se era más observador, cualquiera podría percatarse del sutil decorado que tenía en los bordes. Lamria abrió cuidadosamente el lado derecho, penetrando a la habitación seguida de Birmania.

    —Este es el memorial del accidente —Lamria miró en derredor—. Nunca apagan las luces aquí…

    La habitación era enorme. Tenia la forma de un inmenso cubo, vacío y muy iluminado. Decorando sus blancas paredes una multitud de placas doradas aparecían fijas y alineadas. Birmania se acercó lentamente hasta una pared. Cada placa tenía gravado un nombre en ella. Eran cientos de ellas hasta el alto techo que se podrían leer.

    —Cada placa es en memoria de uno de los que perdieron la vida —Lamria se acercó— y fue por eso que construyeron este lugar —sonrió—. Me extraña que te veas tan sorprendido de esto.

    —Cuando supe que tendría la oportunidad de venir aquí no me informe de todo…

    —Bien… yo tampoco se mayores detalles pero hace unos quince años, cuando comenzaron con el proyecto y montaron por primera vez el complejo, hubo un desperfecto en el núcleo (denominado NDM en ese tiempo), que provocó una falla en el soporte vital y por consiguiente… en ese momento ya estaba casi la mitad de la tripulación y no sobrevivió nadie —Lamria se ubicó a la izquierda de Birmania mientras recorría con su mirada algunas de las placas—. Recuerdo que era de noche y yo estaba afuera de mi casa cuando vi la explosión… en ese tiempo era pequeña y me había sentido maravillada por los lindos colores que se vieron en ese cielo nocturno ¡Claro en ese momento no sabia nada, ni siquiera imaginaba que tanta gente pudiera morir en un solo instante!

    —Que fuerte —afirmó Birmania viendo a Lamria apresurada por disculpar la actitud despreocupada que tubo en ese momento de su infancia.

    —Creo que la explosión fue producto también de una falla en una estructura..

    —Aún así —El joven se volvió hacia Lamria— ¿Qué tiene que ver ese asunto con lo que te ocurrió en tu habitación?

    Lamria miró seria y sonriente a Birmania.

    —Puede parecer tonto… pero yo creo que aquello que me miraba era el alma de uno de los seres que perdió la vida por el accidente, así como el cuerpo que vi en los conductos de aire.

    Un extraño silencio prosiguió a las conclusiones de la muchacha, un silencio en el que ambos intercambiaron miradas juiciosas. Fue solo gracias a esa pausa que ambos pudieron desviar su atención y percatarse al mismo tiempo de la presencia de otra persona en el salón. Más al fondo y en silencio, una mujer permanecía de pie mirando algo incierto. Con el seño fruncido y los brazos a ambos lados había algo de tristeza en su rostro.

    —Electra… —murmuró Lamria.
     
  11. Threadmarks: Capitulo VI, Pronto encuentro con el Atlantis
     
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    3287

    Capitulo VI, Pronto encuentro con el Atlantis.


    Roamín, comandante del “inframundo” (así denominado popularmente al piso de abajo en la nave), Tenia un temple muy serio y de calma. Había llegado a la sala del generador donde se había producido el accidente. No podía evitar cubrir su nariz con la manga derecha de su chaqueta para tratar de mitigar el olor a quemado. Había también en la habitación un funcionario de seguridad y un hombre con atuendo regular, que permanecía sentado en una silla arrimada a la pared.

    Un grupo de hombres entró con desgano a la pieza. Eran cinco en total, cuatro de ellos vestidos con extraños trajes color blanco de una sola pieza, botas herméticas y guantes del mismo color. Entraron en fila india. De sus cuellos colgaban unas mascarillas pequeñas que alcanzarían a cubrir parte de la nariz y los ojos.

    —Apesta aquí —comentó uno de ellos.

    —Almagro tendrá los resultados pronto, solo es cosa de dejara actuar el plan que hemos ideado. —Uno de los recién llegados se dirigía a Roamín. Su nombre era Admareto, perteneciente al grupo de mantenimiento. Por las escaleras y muy forzadamente, comenzaron a entrar dos inmensos cilindros de alguna especie de gas.

    —Solo hasta aquí pudimos usar el carrito. Hemos tenido problemas para bajarlos por estas escaleras —se excusaba uno de los hombres de traje mientras se torturaba por bajar los cilindros, ayudado por muchos guardias desde arriba de la escalera.

    —¿De qué se trata esto? —preguntó Roamín curioso.

    —Esto es una sustancia creada en los laboratorios de biología. Será fundamental para una revisión completa de los conductos —contestó Admareto.

    El hombre sentado pertenecía al anexo de biología y era quien estaba coordinando el rescate de los restos del “cadáver” en ese minuto. El biólogo se levantó torpemente desde su silla, yendo directo hasta el oficial:

    —Justamente. Esta sustancia la hicimos hace muy poco. Su particularidad es que reacciona ante cualquier sustancia orgánica. Aquí en esta presentación esta como gas —los hombres de traje, que ya contaban con ambos cilindros en la habitación comenzaron a armar todo un sistema con tubos articulados y maquinarias extrañas—. Lo esparciremos por todo los conductos del área 6, ayudados por el flujo de aire podrá llegar a todas las zonas por las que pudo haber sido dispersado lo que la ingeniera vio.

    Roamín y su interlocutor subieron las escaleras. Justo sobre aquella pieza habían cerca de veinte hombres de manteniendo vistiéndose con trajes similares a los que usaban los que manipulaban los cilindros.

    —La idea es que después de solo cinco minutos la mezcla de materia orgánica y este gas producirá una reacción ante la luz ultravioleta que la hará visible al ojo humano. Estos veinte muchachos que ve aquí entraran equipados con luz ultravioleta de modo que lograrán captar cualquier residuo. Adema se les ha equipado con un aparato pseudo aspiradora de bolsillo con el que recogerán lo que haya quedado pegado a las paredes de los conductos.

    —Si ese gas es soltado en los conductos, ¿no producirá problemas en los tripulantes que lo aspiren?

    —No debería… Hemos dispuesto la cantidad suficiente y no es dañino. Además en estos momentos hay funcionarios de mantenimiento que están tomando muestras entre las rejillas de salida del aire. Ellos mismos pondrán filtros simples en las salidas más grandes.

    —Entiendo —aprobó Roamín—. Es ingenioso.

    —A que sí —prosiguió sonriente el biólogo.

    —¿A quién se le ha ocurrido?

    —Fue al equipo que sintetizo el gas, a partir de un elemento que se usa para investigación criminal —sonrió.

    —Permaneceré aquí hasta que llegue Almagro, después deberé ir a cerciorarme de otro tema.

    El gas se escurrió con velocidad y presión a través de las compuertas de la habitación del generador. El humo blanco penetraba por los conductos, así como en la misma habitación donde no se pudo evitar la fuga del compuesto por algún lugar de la entrada.

    * * *​

    —Señorita Electra, ¿se encuentra bien? —saludó Lamria con cierta timidez. Electra volteó la cabeza hacia Lamria y Birmania.

    —Eres Lamria, ¿no? —preguntó Electra— ¿Cómo siguen tus heridas?

    —Ya recibí el tratamiento debido así que todo va bien —Sonrió Lamria— ¿podría preguntarle que hacia aquí?

    —Solo paseaba. Me atrae este cuarto por simple curiosidad —Electra devolvió la sonrisa— No necesitas referirte a mi con tanto respeto, no estoy siquiera segura de ser mayor que tú.

    Birmania observaba el rostro de Electra en silencio. ¿Seria tan joven como se veía?

    —¿Quién es tu acompañante?

    —¡Oh, perdona! Él es Birmania, un amigo.

    Birmania saludó de mano a Electra, aun con la duda metida en su cabeza.

    —Perdona Electra, si no es indiscreción ¿podría saber que edad tienes?

    Electra sonrió al oír dicha pregunta. Le había parecido graciosa.

    —Tengo veintiún años. No tengo complejos con eso.

    ¿Era posible que tan solo con veintiún años pudiera ocupar un cargo de dicha importancia?¿Cuán capacitada podía estar una persona a esa edad como para recibir la carga de lo que era probablemente el más importante estudio dentro de la nave? Birmania comenzó a razonar.

    —Me alegra que estés bien Lamria, un gusto Birmania. Me retirare a descansar.

    Electra se despidió para luego retirarse por la puerta doble, donde se perdió de la vista de ambos. Birmania de inmediato se volteó hacia Lamria.

    —¿Era ella la líder de las colonias? —preguntó Birmania.

    —Sí, es ella ¿no la conocías?

    —No es eso… En persona no la había visto y tampoco conocía su edad. Es solo que me parece demasiado joven…

    —Puede ser —Lamria miró hasta el techo sobre sus cabezas—... Casi nunca he tratado con ella, pero estoy segura que debe ser especial para haber obtenido esa responsabilidad a su edad. Es menor que yo incluso... pero siento que la admiro —Lamria ruborizó levemente.

    Iniciaron la lenta retirada de la sala.

    * * *
    El gas no tardó en penetrar por la ramificada vía aérea de los conductos. Se suponía debía actuar alrededor de cinco minutos sin irrupciones de cualquier otro elemento. Cuando estuvieron los dos cilindros completamente vacíos, los funcionarios de blanco salieron de la habitación subiendo por la escalera hasta el pasillo. Antes de eso rociaron sus cuerpos con una fina lluvia de agua común desde una botella; esto era para evitar que el gas, que al contacto con el aire se hacia similar al polvo, contaminara lugares de afuera por ser tan volátil.

    Sobre la entrada de la sala del generador se encontraba Almagro junto a Admareto, además del resto del grupo de hombres con traje.

    —Aunque esta última parte del plan se ha retrasado, todo debería ir bien desde ahora.

    Coordinamos todo nuevamente y el gas ya fue insertado por los conductos. Será cosa de esperar nada más —afirmaba Admareto.

    Habían tardado bastante en montar el gas y las tuberías para introducirlo a los conductos, al menos más de lo que habían pronosticado los ideadores del sistema. Desde un extremo del pasillo el biólogo venía acercándose hasta Almagro y Admareto. Restregaba sus manos muy ansiosamente mientras los miraba con una sonrisa de complicidad.

    —Señor Almagro, perdone que no le halla podido saludar antes pero tuve una urgencia. Me presento, soy Damián Fortran, del anexo de biología y fui también quien ofreció el preparado para hacer todo esto. —Su sonrisa y semblante nervioso dejaban en evidencia las muchas tasas de café que acostumbraba tomar. Almagro estrechó manos con el biólogo sintiendo toda el sudor que estas estilaban.

    Pasaron los seis minutos y comenzaron entrar los primeros hombres al conducto. Todos con las mascarillas en el rostro, entrando solamente por el acceso derecho, que era el que llevaba a la zona donde había ocurrido el incidente. Eran veintitrés en total, cuatro de ellos llevaban un aparato diminuto, similar a una escobilla de zapatos. Durante el trayecto este artefacto era arrastrado por un lado del conducto diferente para cada persona y sin despegarlo de la superficie; la idea era obtener una muestra de todo el recorrido, en caso de que los muchachos de blanco dejaran pasar algún detalle. Los veintitrés traían en una de sus manos una lamparita similar a un tubo fluorescente de 30 cm que desprendía rayos infrarrojos.

    «No, no puedo ver nada...»

    ¿Seria realmente notorio el brillo que emitiría la lamparita interactuando con los restos que buscaban? Uno de los funcionarios avanzaba con velocidad por su trayecto. Habían pasado veinte minutos desde su entrada, ya se encontraba lejos del generador y si seguía a ese ritmo era muy probable que en unos cinco minutos alcanzara la primera rejilla de salida. El recorrido de cada uno había sido anteriormente planeado para así no pasar por alto ningún trecho que pudiera contener algún material orgánico. Había sido pensado para cerca de veintiocho minutos.

    «Y no me importa.... No quiero molestarme en mirar a duras penas un lugar como este para no encontrar nada. No es que me de igual hacerlo... pero dudo que vaya a encontrar algo que los otros no puedan pillar. Solo será cosa de esperar oculto sin asomarme a la ventanilla de ventilación. Así no se quejaran de nada, pues nadie se enterará de que no utilicé todo el tiempo buscando»

    Sin querer prestar mayor atención, el funcionario avanzó aceptando de brazos abiertos la mediocridad de su desempeño. De pronto, unas pequeñas manchas brillantes comenzaron a vislumbrarse en un trecho de más adelante. El joven apresuró su marcha hasta llegar junto a la fuente de dicho brillo. A lo largo de dos a tres metros habían, como si hubieran sido salpicados, cientos de manchones y gotitas azul/violeta muy brillantes que variaban de intensidad dependiendo de los movimientos que hacia el sujeto mientras jugaba con su lámpara.

    «¡Hemos encontrado algo!»

    * * *​

    Era ya temprano dentro de la nave. Todas las luces estaban fuertemente vivas y los tripulantes comenzaban su rutina diaria. Sobre el escritorio de Jonás, en la oficina de trabajo, había un montón de papeles esparcidos y una gran maleta café oscura.

    —No necesito que me digas tantos tecnicismos y cosas complicadas... —Un Hombre de temple vigoroso hablaba con Jonás, afirmando su trasero en el escritorio que quedaba a la izquierda del de este.

    —Está bien, me mediré —respondió Jonás con una sonrisa.

    —Por ahora solo dime "para que" funciona, no el "como" funciona.... al menos por ahora nada mas. Necesito la idea general para escribir de ella. Después podré ahondar en las cosas que sean interesantes y con lujo de detalles.

    Jonás soltó una risotada mientras introducía infructuosamente una bolsa de género con algo rígido adentro de la maleta. El hombre con el que Jonás hablaba tenía entre treinta y cuarenta años. Se trataba de Rowan Rogert, un periodista al servicio de una de las publicaciones más importantes en la superficie terrestre. Era muy conocido en el mundillo de las comunicaciones, así como para el público general y su misión dentro de la nave era justamente realizar un artículo exclusivo que sería publicado más tarde por su revista. Tenía un currículum poderoso, habiendo sido partícipe de sucesos de gran relevancia en países con problemas internos y dictaduras, así como revelando verdades que nadie más se atrevía a revelar. Su trabajo, por supuesto, le había traído también riesgos y desventuras; en su cuerpo se hallaban cinco impactos de bala y los vestigios de meses enteros de desamparo en lugares en los que no pudo contar con ayuda. Era muy reconocido por la gente ya que había participado tras cámaras y en cámaras (solo algunas veces y siempre de bajo perfil) con equipos periodísticos de algunos programas de TV. Era justamente esa cercanía al público lo que le había garantizado la exclusiva en la Cobardía de Damasco. Una de las preocupaciones del proyecto de la nave era hacerlo lo más transparente posible; en pro de aquello, la investigación de Rowan venía equivaliendo a ojos completamente ajenos a la nave, que miraban y exponían lo que en esta se hacia de forma objetiva.

    —Bien, estoy listo —dijo Jonás mientras abrasaba con ambas extremidades su maleta, que permanecía abierta casi en treinta grados.

    —Te sigo, Jonás.

    En la habitación solo estaban ellos y la puerta había permanecido semiabierta. Cuando salieron Jonás procuró cerrar la entrada. Había permitido a Lamria tomarse el día libre y Sainnin tenía una copia de las llaves, por tanto no habría problemas.

    —Bien, ahora si. Vamos a ver como esta nuestro hangar de Acople para recibir a ese transbordador que viene en camino... aunque primero me gustaría pasar a ver que tal esta Lamria.

    —Vamos por ella, Jonás.

    Mientras tanto, en uno de los baños públicos Birmania restregaba su rostro con las heladas aguas de un lavamanos. Era todo un placer sentir el agua fría entrar en los ojos, además de hacerlo sentir mas despierto. Miró su mojado rostro en el espejo. Los vendajes parecían más sueltos que el día anterior por lo que intento darles firmeza haciendo nudos ocasionales en las partes menos visibles. Prosiguió ubicando la gorra sobre su cabeza. Aún se sentía algo húmeda y le incomodaba, pero prefería soportar ese pequeño inconveniente a mostrar sus vendadas heridas al resto de la tripulación. Hecho todo esto, ordenó rápidamente sus ropas para luego afirmase con ambas manos sobre el lavamanos mientras se miraba fijamente en el espejo. Estuvo así largos minutos haciéndose la misma pregunta que venía haciéndose desde horas atrás, una y otra vez:

    «¡¿Cómo puede ser tan joven?!»

    La forma en que lo repetía en su cabeza parecía denotar disgusto ¿seria acaso contra la propia Electra o producto de la (a esta altura) molesta insistencia con la que esa duda se presentaba? Birmania salió del baño hasta el pasillo. Caminaba con decisión y sin prestar atención a su alrededor como ya se había hecho usual en él. Llegó sin demora frente a la entrada principal del parque Daon. Allí, puesto en una de las paredes, estaba un mapa gigantesco y colorido de las instancias civiles de la nave. La Cobardía de Damasco tenía una forma ovalada en su contorno general, aunque en algunas partes sobresalían figuras rectas y cuadradas. Estaba Organizada en 2 pisos principales (que en jerga popular eran llamados inframundo, al piso de "abajo" y superficie, al piso de "arriba"), en donde se desarrollaban toda la socialización y convivencia, y algunas cámaras que no pertenecían a ningún piso en especifico que eran fundamentalmente bodegas y cámaras de control de sistemas. Birmania recorrió con su índice sobre el mapa, ubicándose sin problemas en este.

    «Es gigantesca...» pensó.

    ***​

    Unos suaves golpes en la Puerta de Lamria la alertaron de la presencia de extraños.

    —Pase —se escuchó desde adentro.

    Jonás abrió la puerta lentamente mientras asomaba con cuidado su cabeza. Sobre una sillita junto al mesón de la cocina estaba Lamria hincada. Con los brazos entrecruzados se afirmaba echada sobre el mesón, sujetando su cabeza sobre los brazos y cubriendo su espalda con un chaleco desabotonado. El portátil encendido frente a ella iluminaba las ojeras en su pálido rostro y una taza de café a medio beber.

    —Hola Jonás, ¿Sucede algo?

    El ingeniero jefe entró a la habitación algo sorprendido de la pálida expresión de su colega (aunque no era algo completamente inesperado).

    —¿Cómo dormiste? —preguntó Jonás dudando si había escogido la pregunta correcta.

    —La verdad es que no dormí nada, pero no me siento cansada. Es más, estuve toda la noche navegando en el foro de intranet, leyendo sobre algunas leyendas urbanas (y eso que tengo mis manos vendadas y no agarro bien el mouse) —Lamria restregó sus ojerosos y somnolientos ojos—. El café esta excelente....

    Jonás se encogió de hombros.

    —Venía a avisarte que iba a hacer control en el hangar para transbordadores.

    —¿Ya va siendo fecha acaso? —preguntó Lamria sorprendida mientras giraba su cabeza hasta quedar frente a un calendario en la pared— ¡Tienes razón! se supone en un par de semanas esta programado el segundo arribo.

    Cada cierto tiempo estaban programadas las llegadas y salidas de los transbordadores espaciales hacia la Cobardía de Damasco. Estas instancias eran usadas para el intercambio de información, la incorporación de suministros y en ocasiones de personal. Por supuesto el equipo de ingenieros, en su tarea de desarrollar y mejorar los sistemas de la nave, mantenía rigurosos estudios de este proceso, tanto en infraestructura como en el procedimiento. La joven Lamria se puso de pie enérgicamente, sin cambiar su somnolienta expresión.

    —Yo también iré —dijo decidida a la vez que se ponía en marcha.

    —Espera espera espera —Se apresuro su jefe a detenerla—. Tu tienes que descansar primero, no puedes ir así como estas ahora. Mejor ve y tomate una siesta, ya podrás hacer lo tuyo mañana.

    —Yo me encuentro bien Jonás, la verdad no estuve toda la noche despierta (cabeceé un poco por lapsos de tiempo, solo que no lo mencioné) y es mejor...

    —No Lamria, tu te vas a dormir —Jonás no cedería a los reclamos de Lamria— ¡Y deja de tomar café!

    —Mi café.... —lamentaba Lamria mientras estiraba sus brazos hacia Jonás que había agarrado la Taza con café para bebérsela al seco y de forma violenta.

    Rowan entró tímidamente a la habitación.

    —Buenos días, soy Rowan Rogerts —saludó el reportero a una Lamria que acababa de ordenar su cabello apresuradamente.

    —Buenos días, ¿es usted el reportero de la revista “The end of the line”, no? no había tenido la oportunidad de conocerlo. —Ambos estrecharon sus manos.

    —Lo mismo digo srta. Lamria. Supe que se accidentó mientras realizaba su trabajo. Me alegra ver que este en buenas condiciones y con mucha energía así como para haber estado activa durante la noche entera —Rowan le sonrió.

    —Gracias, aunque no estuve exactamente toda la noche activa... je je. —Sonrió algo avergonzada.

    —Lo digo porque es bastante arduo madrugar. Créame que por mi trabajo lo he tenido que hacer muchas veces aunque generalmente no lo logro —Rowan lanzo una risotada—. En fin, ¿cree que pueda acompañarla cuando revise el asunto de los hangares? o si le incomoda en cualquier otro momento esta bien. Sería excelente tener su testimonio en el trabajo que estoy realizando ahora.

    —Claro, no hay problema. —Jonás y Rowan se despidieron de Lamria para volver a sus asuntos.

    Con el transcurso de cada paso que daban, el reportero se iba percatando de algo diferente: en los mismos pasillos por los que caminaban había un movimiento sutilmente más agitado y activo que lo usual. Parecía casi avisar que se acercaban a algo grande. Venía ocurriendo desde hacia unos días atrás. Rowan lo había percibido, aunque tan tenuemente, que en su momento no le había dado importancia ni mucho menos atribuido una razón. También era algo que había comenzado a esparcirse como rumor entre la tripulación.

    —Son todas gentes de mantenimiento… —comentó Rowan reflexivo.

    —Sí, todos aquí trabajando deseosos por un éxito en la llegada del transbordador.

    Y no solo era personal de mantenimiento. Se notaba en boca de cada tripulante en la nave. Poco a poco habían comenzado a murmurar la llegada del enviado desde la Tierra.

    —Faltando aún hartos días para que llegue —Sonrió el reportero—... Aun así han comenzado a mostrar esta preparación tan tempranamente. Incluso en la cafetería y el parque la gente se muestra impaciente…

    Rowan sintió repentinas ganas de fumar un cigarrillo, cosa imposible momentáneamente, al encontrarse en un ambiente publico.

    —Recuerdo cuando montaron el telescopio —continuó—. Fue algo muy importante y hubo muchos problemas en eso... aun así no pude ver este nivel de preocupación.

    Jonás volteó su mirada hacia Rowan, sin dejar de caminar. Sus ojos cayeron sobre el periodista como si de un “no entiendo como no te das cuenta” se tratara, aunque solo una sonrisa era lo que se mostraba.

    —Es natural hermano, nadie quiere que algo salga mal con la única oportunidad de comunicación hacia el exterior que tendremos en mucho tiempo.
     
  12. Threadmarks: Capitulo VII, Buscando a un hombre muerto
     
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    Capitulo VII, Buscando a un hombre muerto.


    Cuando se piensa en la Cobardía de Damasco es inevitable imaginar naves de esas tan soñadas, como las que aparecen en películas y sagas famosas en el cine y TV, sin embargo la realidad no era exactamente así. Aunque el gran complejo era mencionado como una “nave espacial”, en su funcionamiento actuaba más como una enorme estación espacial. Si esto era así, entonces ¿cuál era el propósito de llamarla nave?, la respuesta era muy sencilla: aunque el complejo inmóvil estaba siendo arrastrado por el movimiento terrestre (ya que estaba anclado a la gravedad del planeta mientras lo orbitava) éste tenía la capacidad de moverse por su propia cuenta. En su estructura tenia el poder de navegar, aunque en una forma muy lenta y costosa; tenía la fuerza suficiente para desprenderse de las manos del planeta madre.

    El propósito de algunos de los grandes anillos exteriores que rodeaban a la nave era precisamente el movimiento. Había algunos que formaban un complejo sistema para lograr, con sus giros, la gravedad artificial y parte de la energía que tenia la nave. Otros eran los encargados del movimiento, aunque estos últimos permanecían completamente inmóviles y solo cobrarían vida en caso de querer sacar a la enorme nave de su posición.

    Sin duda esos gigantescos anillos, que rodeaban a la nave cual anillos planetarios, eran la obra mas magnánima en lo que a estructura se refería. Había costado billones de billones poder armarlos además de vidas humanas en los primeros intentos de su ensamblado.

    —Incluso desde alguna ventanilla se ven tan lejanos —comentaba Jonás a su interlocutor— que llegan a intimidarte y dices “oh my god, como pudimos ponerlas ahí”.

    Llegar hasta ellos implicaba un largo viaje que se realizaba por las uniones entre el cuerpo principal (o central) y los propios anillos. Existían también dos pilares gigantescos y muy gruesos que funcionaban como el principal anclaje del cuerpo central a los anillos (además de los ya mencionados accesos que había en algunos lugares).

    —Para que te hagas una idea, esta nave y los anillos de afuera son como Saturno y sus anillos (aunque en este caso serian solo cinco anillos). El planeta seria el cuerpo de la nave, aquí donde caminamos y los anillos planetarios serian justamente los anillos de la nave, salvo que no necesariamente estarían en el mismo plano (como en saturno) —Jonás—. También esta la diferencia en tamaños, ya que en el caso de la nave, el cuerpo principal es muy pequeño comparado a sus anillos, cosa diferente en la similitud que hablábamos.

    Todo ese ingenio era imprescindible para la vida en el interior de la Cobardía de Damasco, sin embargo tenia sus contras, que no se habían tomado en cuenta si no hasta después de que estuvo todo montado. El mecanismo con el que se producía la gravedad, basado en el movimiento de dos de los anillos, irradiaba un bombardeo monstruoso de ondas de radio y en muchas otras longitudes de onda. Era tal el nivel de interferencia, que se hacia imposible cualquier tipo de comunicación convencional al exterior.

    —Los radiotelescopios fueron los primeros que se percataron, incluso armaron todo un jaleo por ello —rió Jonás—, pero al verlo como precio a pagar a cambio de la gravedad y energía que nos proporcionan, el señor Maoh (creador e iniciador del proyecto, por si no lo mencioné) lo vio aceptable.

    Rowan cruzó sus brazos muy atento a la explicación que el ingeniero le revelaba.

    —Si esta interferencia era tan poderosa como para impedir que enviáramos llamadas a la tierra, ¿cómo es que podemos utilizar aparatos de radios y onda corta aquí adentro ahora mismo? —cuestionaba Rowan.

    —Eso es porque…

    —Incluso podría ser peligroso para la salud… —interrumpió Rowan usando un tono de voz mas suave y hablando para si mismo.

    —Porque hay una estructura que nos aísla y que hace que nuestras ondas puedan viajar a través de la nave libremente, aunque no puedan salir de ella. ¿Has visto esas placas que se ven por las ventanas? Y es cierto, no sabemos que podría pasar al ser humano si se expone a esa radiación por largo tiempo, y no es que pretendamos probarlo, preferimos irnos a la segura ¡ja!

    Rowan calló durante unos segundos en los que reflexionaba acerca de todo lo que había escuchado.

    —Los transbordadores… son nuestra línea directa al exterior… — Razonó sorprendido mientras Jonás, con los ojos abiertos de entusiasmo, le miraba como diciendo “diste en el clavo”.

    Con la imposibilidad de enviar cualquier tipo de comunicación radial a la Tierra, había surgido la necesidad de disponer de algún medio que fuera capaz de cruzar el bloqueo y tomar contacto directo con el planeta. ¿Qué pasaría si naciera algún problema con el que los tripulantes no pudieran lidiar?

    —Cartas, comida, víveres, materiales, información e incluso personal, todos ellos son intercambiados a través de los transbordadores. —Jonás levantó su índice con entusiasmo y sin despegar su mirada del periodista.

    «Es el único puente que tenemos, ¡y hay que cuidarlo!» pensó el periodista mientras repetía con suavidad:

    —Claro….

    «Me resulta tan obvio ahora. Todos sabíamos que no podríamos comunicarnos con nuestras familias ni con nadie de afuera, pero es solo recién que lo asocio con el asunto del trasbordador. Esos talleres informativos a los que asistimos antes de abordar la nave, donde nos explicaron estos impedimentos... pero siento que obviaron muchos detalles. Todo era color de rosas y ridículamente utópico. Supongo que si quieres vender algo tienes que mostrar su lado mas dulce; seria ingenuo de mi parte esperar que fuera de otro modo... Todavía es un sueño pensar que esta cosa tan grande, que ha de tener una autonomía monstruosa, sea capaz de desprenderse completamente de su cordón umbilical…»

    Los labios de Rowan no se movían concorde a sus pensamientos:

    —¡Madre mía, Cuánto dinero les debió salir!

    * * *​

    Nadie pudo ocultar la sorpresa al enterarse del hallazgo realizado por uno de los funcionarios que registraban los conductos de ventilación. Había sido el único entre los veintitantos que había logrado encontrar algo visible.

    —Fue el número 5, por el trecho que abarca este conducto —señalaba Rosabel en una pantalla que mostraba el plano al completo de los conductos.

    A su lado estaba Damián. Ambos estaban situados en uno de los laboratorios perteneciente al anexo de biología, que estaba siendo utilizado de “centro de operaciones” para la búsqueda del supuesto cadáver. Habían recibido una llamada hacia cinco minutos atrás, de parte de uno de los funcionarios puestos en una rejilla de ventilación, por donde saldrían algunos de los hombres de blanco que estaban registrando el conducto. La llamada les había alertado de presencia del material orgánico descubierto por el funcionario que acababa de salir por ese orificio.

    —No lo puedo creer —murmuró Rosabel—. Eentonces si había algo ahí, ¡tal como lo había dicho la chica!

    Damián, con los ojos aún saltones por la impresión, se levantó de la silla bruscamente botándola en el acto.

    —Te-tengo que ir a donde están —dijo iniciando un pequeño trote hasta la salida. Solo se detuvo junto a la puerta semiabierta, para continuo hablando—. ¿Cuál decías que era el lugar? ¿En la salida hacia la granja hidropónica? Muy bien.

    —No tienes para que apresurarte; ya colectaremos lo que necesitamos.

    —No, así no es como soy —Damián sonrió con los ojos muy abiertos—. Prefiero escoltarlo hasta acá yo mismo.

    Damián salió corriendo dejando un portazo descuidado tras de sí. Rosabel apresuró a ubicarse en el puesto frente al computador, antes ocupado por el biólogo. El laboratorio había sido completamente reservado para el trabajo de escaneo de los conductos.

    —Seria excelente si alguien me diera una mano con el plano grande…—murmuró quejumbrosa mientras estiraba el plano sobre une escritorio.

    El team encargado de realizar la importante tarea estaba conformado en la cabeza por 3 personas: Damián, uno de los biólogos responsables de sintetizar el gas, Rosabel quien colaboró en la síntesis del gas y Admareto, jefe y administrador encargado de mantenimiento del inframundo. Este último era quien coordinaba las acciones en terreno, siendo Damián y Rosabel quienes debían entregar el informe científico después de revisar lo que los hombres de Admareto obtuvieran. Podía parecer pequeño pero, como habían decidido anteriormente, tenían que mantener el asunto en completo secreto hasta que la cosa estuviera totalmente aclarada.

    Rosabel localizó la zona en el plano, estirado por pequeñas pinzas que mordían la mesa.

    «Si me fijo cuidadosamente, pareciera que esta muy alejada del lugar de la explosión ¿no?aunque si pienso que la explosión fue muy fuerte... eso podría explicar todo»

    De pronto el teléfono ubicado junto a la computadora tocó su pitido de alarma. Rosabel no perdió tiempo y levantó rápidamente el auricular, Se trataba de Damián:

    —Aquí tengo la muestra.

    El biólogo estaba ya junto a la rejilla. A su lado el hombre de blanco se quitaba cuidadosamente la parte de arriba del traje. Se veía muy sofocante de usar.

    —Yo volveré con esto a la guarida, te dejo a ti el resto de la muestra —continuó Damián mientras miraba un frasquito muy pequeño por sobre su cabeza y a contraluz—. Quiero que alguien revise de nuevo el trecho donde pillaron esto.

    Inmediatamente después de cortar la comunicación con Damián, Rosabel tecleó en el teléfono.

    —Admareto, necesitamos que alguien más entre. Yo iré de inmediato. ¡No desarmes nada aún por favor!

    * * *​

    Tomando una taza de café caliente y cargado estaba Nufia Garland. Afirmaba su espalda sobre el borde de la puerta de uno de los despachos de archivos en “la superficie”, perteneciente a el proyecto de colonias. Miraba de izquierda a derecha mientras daba sorbitos cortos y lentos como para mantener sus labios en la taza el máximo de tiempo posible ¿le resultaría placentero? Fue cuestión de segundos para que dejara la taza a un lado y sonriera al encontrar lo que estaba buscando.

    —¡Electra! —pronunció con entusiasmo acercándose a Electra que venia caminando desde su izquierda a paso rápido y con mirada serena.

    Garland avanzó hacia Electra a medio trote hasta llegar frente a ella.

    —Nufia… buenos días —saludó cortante Electra.

    —¿Sucede algo jefa? —interrogó Garland mientras se unía a ella en caminata.

    —Tengo algunas dudas rondándome.

    —¿De qué se tratan?

    —Ya te diré, pero primero podrías contarme por qué estabas ansiosa en darme alcance —sonrió Electra.

    —Claro —Garland bebió con apuro el último sorbo de su taza y adelantó los pasos para sostener la puerta mientras su jefa penetraba al despacho—. Se trata de los archivos del hospital y las revisiones medicas; los enviaron recién.

    —Entonces tendremos trabajo… —dijo Electra.

    En la habitación había una multitud de libreros con libros y carpetas, así como algunos computadores en sus respectivos escritorios. Había cinco personas en ese momento trabajando en la pequeña biblioteca. Después de los respectivos saludos para fomentar el compañerismo, Electra fue junto a un sillón. No quiso tomar asiento y se cruzo de brazos.

    —Nufia, tengo cosas en las que pensar además de las usuales —dijo con voz suave.

    Garland le miraba desde una silla y con su taza vacía en mano. Le agradaba ese tono amable y calmado con que ella hablaba.

    —Todo perfecto siempre que sepamos lo que hacemos. —Sonrió Garlad.

    —Es una duda hipotética, pero si tuviéramos que dar con una persona en especial entre todos y no supiéramos su identidad, ¿cómo lo haríamos? —Electra era consciente de la ambigüedad de sus palabras.

    —¿Por descarte quizás? ¿Qué tiene esa persona de especial?

    Electra perdió su mirada hasta el techo por unos segundos mientras meditaba su respuesta.

    —Digamos simplemente que tiene una cualidad que nadie mas tiene y fácil de diferenciar.

    —Entonces hay que ir buscando uno por uno —La simplesa de la respuesta de Garland era lo que la joven esperaba. Ella misma no tenía nada más bajo la manga— … me imagino.

    —Supongo que era evidente —Sonrió Electra—... Te seré franca; es por asuntos que tiene que ver con la reunión que tuvimos por mandato de Almagro.

    —Vaya…. —suspiró Garland dejando por fin la taza a un lado— ¿De qué se trato?

    Garland lucia realmente curiosa, cual señora mayor esperando escuchar los nuevos chismes. Electra titubeó sobre hasta que punto era prudente contar. Confiaba plenamente en Nufia y le tenia un gran aprecio, sin embargo la orden de Almagro había sido muy clara.

    —Realmente no puedo darte muchos detalles, esa es la decisión que tomamos, pero apenas esto pase te explicaré —Hizo una pausa—. Mis dudas eran precisamente buscando alguna forma de ayudar en el asunto.

    —¿Y qué se te había ocurrido?

    —Lo mismo.

    Ambas sonrieron. Electra se acercó hasta uno de los mesones en los que un compañero manipulaba un computador de escritorio. Garland la siguió.

    —Haremos un censo —sentenció Electra con voz firme y alta, dirigiendose a todos en el despacho.

    * * *​

    Rosabel llegó a correr para evitar la perdida de tiempo; fue desde el laboratorio de biología hasta el salón del generador, donde se encontraba Admareto y los muchachos de mantenimiento. Apenas llegó sobre la puertecilla de la cámara del generador, saltó por ella penetrando casi deportivamente hasta adentro.

    —¡Admareto! —dijo dando unos saltitos para evitar perder el equilibrio—, detén esto. Que no guarden ningún equipo aún.

    El jefe de mantenimiento había recibido la llamada muy dispuesto y no pretendía interferir en las decisiones de los expertos.

    —Rosabel, tranquila. Detuve todo como lo pediste —Admareto se acercó hasta Rosabel, que permanecía afirmando su diestra en la mesita dispuesta en el salón, mientras frotaba con la otra mano sus piernas resentidas por el salto—. Ya vienen los muchachos que han ido a buscar nuevos trajes para entrar de nuevo, pero ¿podrías explicarme más detalladamente qué pasó?

    Rosabel levantó la vista hacia Admareto.

    —¡Encontraron algo en una parte de los conductos! Hay que entrar de nuevo a revisar ese lugar en concreto.

    —Dios… — exclamó sorprendido el jefe de mantenimiento.

    Justo en ese instante entraron a la habitación cinco miembros de mantenimiento con sus trajes blancos a medio poner. Bajaron con calma y pesadamente para ubicarse junto a Rosabel y Admareto.

    —Jefe, habíamos solo cinco de nosotros listos desde la incursión a los conductos. El resto aún no vuelve de sus recorridos —habló uno de ellos—. Han de estar aun sacándose los traje y reportando lo que hallaron. Traje a otros que estaban disponibles para cubrir su labor.

    Admareto acarició su mentón.

    —Bien, entonces que dispongan sus trajes, ¡rápido!

    —No, espere. No será problema —interrumpió Rosabel agitando ambas manos por delante de su cuerpo—. Bastará solo con dos o tres, pero… necesitamos trajes limpios —Miró en derredor con rapidez y violencia—... y por Dios, ¡el gas!

    —Cierto, lo ocuparon todo en lo último —confirmó Admareto—, pero eso no es problema. Pediré algún cilindro de inmediato. Agilicemos esto y dígame donde es que hay que buscar.

    Rosabel levantó su índice.

    —El plano—murmuró mientras se abalanzaba sobre la cartulina expandida sobre el suelo—... Seria este sector más o menos. Yo creo que bastará por estos metros —dijo estirando su mano hacia un punto en el plano, tratando de no caer sobre él.

    —Ok, yo coordinaré todo —dijo Admareto, esperando la confianza de su compañera de labor.

    Rosabel suspiró con alivio mientras que el jefe de mantenimiento comenzaba a moverse de aquí a allá hablando muy despacio con algunos de los presentes.

    —Iré de inmediato por las muestras que faltan. Han de haber llegado los chicos en sus respectivas salidas, ¿no? —preguntó Rosabel estando ya encaramada en la escalerita.

    —Despreocúpese, ya le harán llegar los trajes y las muestras —afirmó él, sin prestar mayor atención.

    —¿Por qué dejarle al resto algo que puedo hacer yo? —Ella sonrió mientras se perdía por la salida.

    Así transcurrieron las Horas. Quince de los hombres que habían entrado a los conductos en la primera (y única hasta el momento) revisión habían salido por las rejillas instaladas en los pasillos. Apenas estuvieran afuera las instrucciones para ellos eran reportar las muestras que habían obtenido a los funcionarios que los esperaban al finalizar su recorrido, así como retirar sus trajes cuidadosamente para ser analizados también. Rosabel había ido a cada uno de esos puntos en busca de las muestras. Llevaba consigo un maletín con ruedas bastante grande, que arrastraba haciendo girar sus rueditas. Era en el interior de ese maletín donde fue introduciendo los trajes.

    —¿Pregunta por las “aspiradoras”? —dijo el hombre rascando su mejilla con un dedo— las retiraron las tres apenas salimos de los conductos, según se. Deberían enviarlas al laboratorio donde esta Damián.

    —Bien… —dijo Rosabel resignada mientras se despedía de aquel funcionario.

    Recién en ese instante se había logrado montar el cilindro con el gas nuevamente. Había sido todo un problema para Admareto conseguir el nuevo cilindro. Esta vez fue de menor cantidad puesta que tendrían que irradiar una zona menor.

    —Ya esta listo todo de nuevo —dijo el jefe de mantenimiento mientras frotaba sus manos.

    Había telefoneado a Roamín hacia cinco minutos nada mas, avisándole de los hallazgos. Roamín no pareció mostrar la más mínima sorpresa al otro lado del teléfono. Su personalidad le hacia parecer llevar una mascara de indiferencia y seriedad. Éste hizo un cambio drástico de planes dejando lo que hacia para dirigirse sin perder tiempo hasta la sala del generador. En el trayecto comunicó a Almagro todo lo que sabía. El comandante, más serio que nunca, respondió a su subalterno con firmeza:

    —Iré al laboratorio.

    Mientras Roamín charlaba con Admareto, quien ya había iniciado la repetición a menor escala de la operación de rastreo, Almagro dirigía su caminar hasta el anexo de biología del grupo de ciencia. Fue en el pasillo que pasaba por la entrada de el complejo que se encontró con Rosabel que traía de vuelta los implementos y muestras que debían ser analizados. Un seco y poco natural saludo se dio entre ambos que iniciaron su marcha directamente hasta el laboratorio donde Damián estaba. Fueron juntos pero no hubo nunca dialogo entre ellos.

    Una vez terminaron la corta revisión, Admareto ordenó desmontar todo el artilugio de la sala del generador. En la salida, por la que escaparon del conducto los hombres que habían entrado a la segunda revisión, El jefe de mantenimiento requisó la “aspiradora” así como todos los elementos a analizar.

    —Después de todo si había algo… —comentó a Roamín mientras mostraba el nuevo frasco con las muestras encontradas.

    Tan pronto estuvieron cargadas las muestras, partieron directo hasta el laboratorio. Allí, sentados en un sillón, discutían sobre el asunto Rosabel, Damián y Almagro:

    —Sin duda parecía una muestra orgánica —decía el biólogo—, pero su nivel de impureza era impresionante. Eso es lo que ahora me esta demorando. Pero no se preocupe, que ya pronto estará lista para ser analizada con mas claridad.

    Rosabel estaba en sentada junto a una mesa mientras extendía y ordenaba los trajes que procedería a analizar. Roamín y Admareto llegaron sin tardar. Entraron ambos a la habitación dando los saludos correspondientes. Casi en el mismo instante en el que cruzaban la puerta, un pitido sonó desde un lado de la pieza; era uno de los instrumentos. Damián sin basilar se acercó a dicho aparato, apenas dando un saludo esquivo a los recién llegados. No trataba de ser maleducado, pero su atención estaba totalmente robada hacia su trabajo.

    —¡Bingo! —dijo mientras extraía un objeto desde la pequeña maquina.

    Roamín se acercó a Almagro e inició una charla muy corta con este y a muy baja voz. Nadie más pudo oír lo que decían. Fue cosa de unos pocos minutos para obtener el resultado. Después de maniobrar con unos artilugios sobre el mesón, Damián se encamino hasta los demás. El biólogo no había dicho nada aun, pese a que se había ubicado al costado de los presentes. Rosabel, cuya mirada le acompañó desde que soltara la maquina, pareció ser la primera en percatarse. No fue solo por la expresión diferente en el rostro de su compañero, sino también por una corazonada que le nació en el minuto que le vio separarse de su silla junto al mesón dónde trabajaba.

    Rosabel lo supo antes que el resto.

    —Es sangre humana —La mirada de Damián saltó por cada uno de los presentes, mientras ellos le miraban sin dar crédito a lo que escuchaban—. Es sangre humana…
     
    Última edición: 21 Octubre 2017
  13. Threadmarks: Capitulo VIII, Escepticismo II
     
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    Capitulo VIII, Escepticismo II.


    Lamria no aceptaba los permisos que Jonás le extendía, le sabían tal como si la aislaran por incompetencia. Sabia que era todo real, el asunto y el problema era evidente y no lo negaba; su cansancio traía problemas para si misma, pero nunca dejó que se traspasara a su trabajo. No estaba rindiendo menos de lo habitual ni había dejado de lado sus proyectos en lo que a la cobardía de Damasco se refiere. Podría estar horriblemente somnolienta pero su hoja laboral permanecía impecable. Pese a esa pequeña espina en su humor, en aquel preciso instante se sentía como en las nubes. Parecía casi verse caminando por el muro de ladrillos que solía escalar cuando era más pequeña.

    —LAMRIA.

    Lamria abrió los ojos sobresaltada, girando sus cuencas oculares de lado a lado como para orientarse y sin despegar su cabeza del teclado. Había sido el grito de Alesia, que ahora la miraba fijamente, lo que la había despertado.

    —Eras tu Alesia….— dijo Lamria limpiando con su manga la baba que caía de un costado de su boca—. ¿Cómo has entrado?

    —La puerta estaba abierta y pasé a mirar —contestó Alesia—. Te pillé durmiendo con tu cabeza volcada en tu computadora.

    —¿Por qué tienes esa herramienta en tus manos?

    Lamria levantó su torso y estiró su musculatura alzando los brazos. De reojo vio el reloj en su notebook. Eran las 12:00, había dormido cerca de dos horas corridas. Inmediatamente sacó una lata de gaseosa desde su frigorífico. Alesia la observaba atenta, sentada al borde del camarote de Lamria.

    —Estás cansada, tienes ojeras y te ves fea.

    —Que cruel eres —se lamentó Lamria con ironía.

    La ingeniera abrió la lata y la bebió con entusiasmo.

    —… y tienes razón, pero ya no más, ¡me pondré en actividad ahora! —sentenció Lamria enérgicamente.

    —He escuchado que el transbordador Atlantis va a llegar pronto a la nave, ¿cuán cierto es eso?

    —Justamente por eso. Su llegada estaba programada para dos semanas y media más. Esta misma mañana vino Jonás a recordármelo, Nuestro grupo tiene que ponerse a trabajar en ello.

    Lamria se puso el chaleco que antes colgaba de su espalda e intentó abotonarlo, aunque se le hacia dificultoso por las vendas en sus manos.

    —No creo que algo salga mal, después de todo se han hecho ya como cinco viajes hasta el hangar desde la tierra (y todos exitosos) además de las tres llegadas anteriores. Pero como es lógico tenemos que mejorar el sistema ya que actualmente no hemos podido evitar la perdida de atmósfera y los daños en ambas naves al momento del encuentro.

    —Todo eso es importante pero Lamria, no trates de ignorar tu situación ni de hacer como si no hubiera pasado —reprochó Alesia.

    —Alesia, agradezco tu preocupación, pero ya hablaremos de eso mas tarde. —Sonrió Lamria abrazándola con apuro y fuerza para luego dirigirse a la puerta.

    —Estimo que estaré de vuelta para la hora de deportes y tendré algo de tiempo libre (¿qué no he tenido suficiente con los permisos de Jonás?). Nos veremos ahí entonces —Sonrió—. No olvides cerrar la puerta por mi.

    Lamria salió a saltitos apurada dejando atrás a Alesia que quedó sobre la cama de esta. La muchacha se recostó hacia atrás mirando el techo. Desde sus ojos un pequeño ápice de tristeza pareció brillar muy opacamente.

    Mientras tanto, en otro lugar de la nave, Rowan y Jonás se adentraban en los hangares. Ambos caminaron por largos pasillos en el piso inferior y bajaron una multitud de escaleras usando también plataformas metálicas similares a ascensores hasta finalmente llegar a una de proporciones enormes comparadas con las anteriores. Media cerca de diez metros cuadrados. En los alrededores había personal de mantenimiento disperso, haciendo su trabajo clásico en esos lugares. Basto presionar unos pocos controles adosados en un podio cercano a la plataforma para que la inmensa placa comenzara a bajar. Lo hacia diagonalmente hacia abajo, produciendo un sonido suave con sus engranes bien aceitados. Era tan inmensa que su movimiento trasmitía a los que estaban sobre ella la sensación de algo pesado y contundente moviéndose. Bajó unos cuatro metros y se detuvo suave y paulatinamente contra la superficie inferior; estaban en el hangar.

    El hangar era un espacio gigantesco. Estaba forrado internamente de unas estructuras esquelético/metálicas que parecían dar soporte. En el centro, pegado al suelo, había una estructura que Rowan solo podía describir como una especie de riel. Se iniciaba en el centro y finalizaba, sin dar curvaturas, hasta una especie de puerta doble tremendamente inmensa que se encontraba al fondo de la gran estancia.

    «Por ahí pasaría hasta el más grande de los jumbo», pensó maravillado el periodista mirando la puerta.

    Junto a Jonás y Rowan había gran cantidad de funcionarios de mantenimiento, así como algunas otras personas vestidas con trajes formales que conversaban entre ellos en una esquina alejada. Ambos bajaron de la plataforma para ir derechamente hasta un escritorio metálico y con ruedas puesto en medio de la nada junto a una pared. Un sujeto de aspecto desordenado permanecía en una silla sentado junto al escritorio.

    —Buenos días, señor —saludó Jonás mientras dejaba su maleta sobre el escritorio—. ¿Cómo va todo hasta ahora?

    —Muy normal como siempre —respondió el sujeto mientras estrechaba las manos de ambos recién llegados.

    —El señor Rowan me acompañara en esta ocasión así que vamos, no le dejemos ver que somos todos unos perezosos, ¡ja!

    El sujeto se despidió momentáneamente entre las risas amigables de Jonás y Rowan para luego ir a alentar a sus compañeros a realizar sus labores.

    —Y este es el hangar. Es por aquí por donde ha entrado todo lo que has visto hasta ahora, incluyendo tu comida.

    —Es inmenso. Me sorprende que un espacio así este por estos lugares tan alejado de la comunidad —respondió el periodista , que ya se había dado cuenta que el mueble donde descansaban los papeles de Jonás tenia mas pinta de camilla medica que de escritorio.

    —Aun así no es mayor al parque que tenemos arriba. —Sonrió Jonás, a la vez que desplegaba una especie de plano sobre el escritorio. Rowan se apresuró a ayudarlo.

    —¿Te fijas?, en este punto estamos —Señalaba el índice de Jonás—. Efectivamente es un lugar alejado para evitar problemas con las áreas civiles. Puede que parezca algo sencillo de decir… pero meter algo desde el espacio hasta acá adentro no es fácil.

    Rowan asintió.

    —¿Tú ves esa puerta de ahí no? —Jonás señaló con el índice la gran puerta al fondo de la estancia —... bueno, seria imposible no verla. Tras ella esta lo que realmente es difícil. Ahí afuera esta el sistema de anclaje de los transbordadores. El sistema “engancha” al trasbordador (esta diseñada únicamente para ellos) y lo trae hacia adentro a través de ese riel, tal como si entráramos una locomotora. Es una manera muy simple de decirlo, pero más fácil de entender.

    —Claro…

    Todos los funcionarios allí presentes se movían frenéticamente de un lugar a otro con sus instrumentos en mano, incluyendo algunos vehículos menores que contaban con escaleras y brazos para alcanzar lugares lejanos. Vistos desde la plataforma en bajada, parecían hormigas en plena labor.

    —El problemita surge siempre que llegan porque tanto el trasbordador como el enganche de afuera sufren horribles daños cuando se encuentras. Esto nos obliga a reparar ambos sistemas antes de poder enviar el trasbordador de vuelta.

    —Se ve complicado… supongo que cuando entran el trasbordador a esta estancia lo reparan aquí adentro. Más de alguna solución tendrán en mente para evitar esos problemas.

    Jonás sonrió.

    —Si, ya tengo una forma aunque aún no la he discutido a cabalidad con el grupo. Siempre hay “miedo” al implementar algo nuevo… Nuevo significa no probado y recuerda que el Atlantis arribará una sola vez. No hay forma práctica para probar cuan eficaz es el método, todo se quedara en teoría hasta que lo veamos en acción.

    * * *​

    ¿Sería esa reja lo suficientemente grande como para que alguien entrara por ahí? Birmania se encontraba de pie en medio de la habitación de Lamria. Con sus manos afirmadas en su cintura miraba directamente la pequeña rejilla ubicada entre el techo y pared. Era la rejilla de ventilación por la que entraba aire nuevo y ambiente.

    El joven había llegado recién hacia cinco minutos. Había entrado despreocupadamente por el pasillo de ingenieros. Eran solo tres propietarios en esas habitaciones por lo que era recurrente pillarlo vació, aunque en esta ocasión se topo en medio de la puerta con alguien que iba de salida.

    Birmania se agachó sin cambiar de lugar, a la vez que con su mirada intentaba encontrar algo entre los cachureos que Lamria tenia en unos cestos bajo el mesón. Aunque introdujo sus manos en ellos, no los revolvió demasiado para así no alterar el orden que la chica tenia en su pieza. Parecía ridículamente cuidadoso con algunas cosas que a simple vista no importaban. Birmania retrocedió hasta sentarse momentáneamente en el camarote. Frente a él, a mano izquierda y junto al mesón, estaba una silla. El joven la tomó con el cuidado de no arrastrarla y la ubicó justo debajo de la rejilla. Con sumo cuidado se subió a la silla mientras extraía de uno de sus bolsillos una pequeña linterna/llavero del que no colgaba llave alguna. Después de encenderla, dándole golpes contra la pared, dirigió el haz de luz a través de la rejilla mientras acercaba su cabeza a esta.

    El interior del conducto era amplio a ojos de Birmania. Aunque la rejilla era pequeña como abertura, el conducto que pasaba atrás de ella era espacioso y parecía continuar alargándose más allá de la salida que pasaba por la habitación de Lamria.

    «Lamria podría ocultarse aquí», pensó Birmania analizando la contextura física de la joven.

    Estuvo mirando un rato corto, no solo por dentro de la rejilla, si no también por fuera. Eran cuatro tornillos bien puestos en cada esquina los que afirmaban la pieza metálica a la pared y al conducto. Ninguno de ellos tenía el más mínimo raspón o rastro de haber sido tocados. Birmania dio un saltito hasta el suelo para luego apartar la silla a un lado donde no estorbara y después retrocedió cruzando sus brazos. Fue directamente a la pequeña nevera donde Lamria tenía algunas colaciones. Extrajo de ella un emparedado sin cuidar su anterior y sigiloso trato con la habitación, acto seguido, se dejo Caer de espaldas y con los brazos extendidos sobre la cama. Bastaron solo unos segundos para sentir que algo andaba mal: había algo más que frazadas en su espalda.

    Birmania giró su cabeza hacia la izquierda incrédulo, descubriendo horrorizado que Alesia estaba allí. Había sido por esas frazadas arremolinadas sobre el colchón que la chica se hacia casi imperceptible a la vista humana. Había estado perfectamente quieta, quizás dormida por lo que el joven no la había notado. Birmania la pudo contemplar desde su incomoda posición por unos cinco segundos antes que ella abriera los ojos. Sus miradas se cruzaron por unos segundos antes que Birmania saltara a un lado fuera de la cama.

    Alesia se sentó sobre el mismo camarote a la vez que restregaba sus ojos. Todo parecía apuntar a que había estado durmiendo; su mirada caía sobre el Joven, que permanecía a un lado de la cama, pero parecía desorientada. Birmania maldijo.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó la recién despierta en un tono muy suave.

    —Lo mismo te pregunto —contestó defensivo Birmania.

    Los ojos de Alesia comenzaron a inyectarse de furia ardiente mientras miraba al joven.

    —Vine a ver a Lamria pero no estaba. —Birmania trataba de enmendar su respuesta.

    —¿Cómo entraste?

    —La puerta estaba abierta .—Sonrió Birmania nervioso.

    Alesia no le creía. Todo lo que dijera ocultaba pretensiones deshonestas o al menos era lo que ella sentía.

    —Mentiroso. Yo se que no estabas buscando a Lamria. Entraste a su habitación tal como lo hiciste la ultima vez y además… me he quedado dormida… —Alesia bajó la mirada hasta el suelo como si su mente se volcara en búsqueda de recuerdos y ordenara ideas. Desde que hablara con Lamria solo se recordaba tendida sobre las sabanas. Había cerrado los ojos solo por un segundo para abrirlos y encontrarse con los de Birmania.

    —Qué hacías encima mio —La pequeña se agazapó contra un lado de la pared, confundida.

    —No te hagas ideas erróneas, No me di cuenta que estabas ahí —Una llave inglesa voló a 30 cm del abdomen de Birmania, golpeándose violentamente contra la pared— … parecías un bulto más...

    Birmania palideció mirando a la llave y a Alesia repetidas veces en un mismo instante.

    —Qué tratas de hacer… —balbuceó Birmania con voz titubeante y quebrada.

    —Podrás engañar a Lamria, puede que le caigas bien y que te quiera como amigo o algo más, pero JAMAS confiare en ti y tengo mis propias razones —Alesia se levantó de la cama e inició una lenta caminata hacia Birmania.

    Birmania la miró sonriente, ocultando el odio que sintió en ese momento y en tono burlesco le respondió:

    —Puedes pensar cuanto quieras pero en este preciso instante estamos en el mismo barco, Esta no es tu habitación y no tengo por que darte explicaciones. Yo también podría interrogarte.

    El joven sonrió mientras Alesia llegaba a un metro de él sin apartarle su vista. Birmania dobló hasta la puerta y sin siquiera mirar a la chica más atrás de él, salió hasta el pasillo.

    Alesia reconocía que Birmania estaba en lo cierto. Ambos estaban en el mismo lugar y uno ajeno. No le era conveniente armar problemas en ese instante, puesto que sus tutores se verían involucrados y eso no era opción para ella. Esto no significaba que se quedaría de brazos cruzados. Ella tenía muy claro que era lo que debía hacer: reunir pruebas concretas y no tenía por que andar comunicando sus propias conclusiones al resto. Por la boca muere el pez y una simple palabra puede tener mas poder del que uno se imagina. Alesia no es imprudente y tiene mucha paciencia; una cualidad envidiable.

    Por otra parte Birmania hizo todo a su alcance para salir lo antes posible del pasillo de los ingenieros. En medio ya de uno de los tantos pasillos de transito, una leve risita comenzó a salir desde sus labios. A poco andar fue creciendo en intensidad.

    «Paso de ti, niña del demonio —pensaba agraciado, tapando su boca con la mano—. Su propia presencia era opacada por unas cuantas frazadas»

    Alesia no era de estatura alta, además su cuerpo era delgado y su contextura aun conservaba muchos de los rasgos de una niña. Esa había sido la probable causa del porqué su cuerpo había pasado inadvertido entre la ropa de cama en la habitación de Lamria. Era joven y estaba viviendo una experiencia única, la máxima aventura soñada por el hombre, incluso trabajando para un proyecto de miles de millones de dólares que solo se servia de los mejores profesionales para funcionar. Continuó su marcha mientras se sumergía en deducciones y cuestionamientos. Donde quiera que mirara a su alrededor veía gente caminando, incluyendo alguno que otro niño. ¿Qué papel jugaban en todo esto los pequeños? Ellos eran partes de algunas familias adheridas al proyecto de Colonias, como parte de la “familia modelo” resultaban ser un pilar fundamental y casi el ultimo fin. Había muchos niños siendo mayoría los que superaban los ocho años de edad. Su único papel en el juego era ser ellos mismos y estudiar. No se les exigía nada más, aparte de los controles regulares, para estar ahí y por supuesto no tenían labor alguna dentro de la nave.

    Birmania se detuvo frente a una maquina expendedora de jugos del que extrajo una lata. Aquellas maquinas funcionaban con monedas corrientes y estaban por todos los lugares en la nave, para distender la racionada dieta que se mantenía a bordo. Habían maquinas de gaseosas o jugos así como algunas de frutas y golosinas (estas últimas bajas en azucares y elementos dañinos). Todo el mundo amaba a las maquinas.

    Birmania comenzó a beber, mirando de reojo a la gente pasar frente a él. Fue en esto que descubrió que estaba siendo observado. Era Alesia que permanecía a una distancia prudente intentando pasar desapercibida.

    «Lástima que no te resulte como hace unos minutos atrás» pensó burlesco.

    Ignorándola, Birmania continuó su camino. Cada una de sus pisadas producía un eco metros atrás de él. La mirada de Alesia parecía poner sobre los hombros del joven una pequeña cantidad de peso que se iba acumulando con el paso de los minutos, hasta llegar a un punto en el que resultaba molesto. Birmania no tenía intención alguna de confrontar con su perseguidora. No le gustaba hablarle a aquellas personas que le desagradaban pero hacia su mejor esfuerzo para poner su mascara frente a cualquiera que lo viera.

    —¿Necesitas algo? —preguntó Birmania que acababa de detenerse para luego voltear su cabeza hacia Alesia.

    La chica, que estaba más atrás, le miró con su típica y apática mirada.

    —Nada de ti —le respondió a la vez que abría un pequeño libro de bolsillo. El título era irreconocible a la distancia que se tenían ambos.

    Birmania continuó caminando, con un ojo frente a él e inevitablemente (y contra su voluntad) otro hacia atrás, donde estaba Alesia. Inconscientemente ambos entraron en una especie de carrera de velocidad. Birmania estiraba sus piernas cada vez más, así como la frecuencia de sus pasos. Estaba intentando alejarse de Alesia que, por todo ese tiempo, había estado recorriendo el mismo trayecto y adaptándose a la carrerita del joven que tenia adelante. Solo había que ampliar el tiempo para que la caminata rápida evolucionara y se transformara en una corrida. Al llegar a una esquina muy transitada en ese minuto, Birmania se detuvo como vacilante para iniciar una repentina corrida en dirección desconocida. Alesia, que ya hacia tiempo había olvidado su discreción, le siguió acoplándose a la velocidad del Joven. Birmania, frustrado y enfadado, no desistiría; ambos debieron esquivar a los muchos transeúntes que a esa hora caminaban por el trayecto que Birmania había escogido como escape. Todo Duro solo cinco minutos.

    —No me gusta tener que pedir perdón —jadeaba molesto y muy cansado Birmania, sentado en una larga banca. Había chocado con tres transeúntes mientras corría; tres transeúntes molestos de los que tuvo que huir luego de pedirles perdón fugazmente para así evitar sus sermones.

    La plaza numero dos era una más de las cinco plazas que estaban esparcidas por la nave. Eran pequeñas y alegres y si bien nunca llegarían a ser tan concurridas y magnánimas como el parque, eran lo suficientemente agradables para crear su micro ambiente social como si de pequeños pedazos del parque Daon se trataran.

    Alesia estaba sentada en la banca del frente; cinco metros separaban al uno del otro. Estaba tan agitada como el sujeto al que había estado persiguiendo. Su mirada daba hacia el frente pero se sentía lejana y perdida. Un momento de distracción y de paz que Birmania nunca antes había visto venir de Alesia (inclusive en su pensamiento lo denominó como “momento de debilidad”). Se veía algo diferente.

    Ahora con más calma y mirando en derredor, se hacia evidente la soledad de la placita. Esto podría deberse tanto a la hora (de trabajo y labores para muchos) o quizás a la opacidad de la vegetación, bajo el jucio de Birmania al menos, comparándolas con las otras áreas verdes. No tenía sentido cuidar de una plaza más que de otra.

    Birmania fijó su mirada sobre Alesia. Un pequeño colgante apareció oscilante en el cuello de esta. Había salido a la superficie, según sus propias suposiciones, por la agitada corrida, ya que no recordaba haberlo visto cuando se encontraron en la habitación de Lamria. Parecía una placa metálica pequeña, inscrita con algo que se hacia imposible de distinguir. En ese momento la curiosidad lo invadió y dejando de lado las diferencias anteriores (así como la antipatía que sentía por la chica) rompió el silencio:

    —¿Qué edad tienes? —Birmania recargó su cuerpo hacia delante mirando curioso a Alesia, mientras esperaba una respuesta.

    Alesia volteó su rostro hacia Birmania. Le miro seria y con frialdad.

    —No tengo por que responderte.

    Birmania sonrió agraciado. Por alguna razón no había visto venir esa respuesta, aunque después de recibirla le parecía algo tan predecible.

    —Te propongo esto: me respondes y yo te responderé cualquier pregunta que me hagas.

    Alesia le miró con extrañeza.

    —¿Cómo puedo saber yo que no me mentiras?

    Birmania se recargó en el respaldo nuevamente, mirando al techo un par de segundos antes de volver con Alesia.

    —Bueno, yo tampoco tengo como saber si me dices la verdad, incluso podrías mentirme ¿no?¿te párese bien? Ambos salimos ganando; es un intercambio equivalente…

    Alesia permaneció hierática y seria. Su sola mirada agresiva dejaba bien en claro el escepticismo y desconfianza que sentía con respecto a lo que Birmania le proponía.

    —… Te dejaré preguntar primero —dijo el joven, intentando cambiar la situación.

    Alesia separó su mirada de la del sujeto frente a ella. Sin cambiar su temple, durante todo ese tiempo, permaneció en silencio decidiendo entre las dos opciones que se le presentaban. Solo tardó unos segundos en responder.

    —¿Cuál es tu verdadero nombre?
     
  14. Threadmarks: Capitulo IX, primer análisis
     
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    Capitulo IX, primer análisis.


    En la guarida dentro del anexo de biología, Almagro y compañía discutían.

    —Son… son rastros de comestibles, incluyendo muchos suplementos en polvo carbonizados y por supuesto la sangre humana —explicaba Damián sentado en una sillita junto a el mesón de trabajo—. Ha sido algo difícil de aislar esa sangre con… con la basura pero la contaminación que genero ese rastro de comida no deviera influir con la conclusión final; es sangre.

    —Si eso es sangre humana, es grave. —comentó nerviosa Rosabel, de pie delante de la silla en la que había estado sentada minutos atrás.

    Roamín miró a los presentes intercambiando miradas con Almagro.

    —¿Crees que puedas identificar al dueño de esa sangre? —preguntó el almirante.

    —No lo se, tendría que revisar los perfiles que están almacenados en los datos médicos, y no se cuan detallados son —explicó el biólogo—, pero... pero siempre se puede intentar.

    —Revisaré los registros de marcación de tarjeta de los funcionarios de mantenimiento. También hay que conseguir los registros de trabajo de la Colonia –—sugirió proactivamente Roamín, mientras se dirigía hacia la puerta—. Si alguien no se ha presentado en su trabajo u hogar, los registros lo mostraran.

    En resumidas cuentas, las muestras sacadas de las manchas que se encontraron en los conductos habían revelado, luego de ser analizadas, estar compuestas por sangre humana y restos de comidas carbonizadas. No había explicación posible para que tales residuos estuvieran en un conducto de ventilación y todos los del pequeño grupo lo sabían. Era por esto que las escalofriantes afirmaciones que había dado Lamria tiempo atrás comenzaban a cobrar sentido.

    —Sangre humana en el conducto y muestras de… ¿comida? —Gin leía en voz alta el informe hecho por Damián.

    Almagro se había sentado sobre uno de los sofás. Apoyaba sus codos en sus separadas rodillas mientras sus manos muy entrelazadas cubrían sus labios de la vista de los demás.

    —Si tomamos en cuenta lo que Finott dijo —habló el almirante— y el análisis, todo calza perfecto. Pero las muestras de comida ¿a qué vienen?

    Gin se cruzó de brazos. Su expresión estaba seria como nunca se le vio.

    —Es cosa de pensar ¿qué fue lo que ocurrió hace unas semanas y ha estado ocurriendo aún hasta hoy?

    —¿Te refieres a los intentos de robo en bodega? —Almagro.

    —Sí —replicó Gin chasqueando sus dedos.

    —¿Quién dice que siguen ocurriendo? —Rosabel.

    —Hay algunos detalles que se te olvidaron —Gerardo estaba de pie junto al mesón—. Solo fueron intentos. Nadie saco nada, es mas, decimos intentos pero la verdad tampoco sabemos si realmente fueron tal cosa. El problema con el cinto de aquellos containeres pudo haber venido desde su embalaje.

    Gin rió con elegante pasividad.

    —¿Te das cuenta de lo ingenuo que se escucho eso? esos intentos de robo fueron tal y probablemente parte del botín fue a parar hacia los conductos, junto a quien los cojió.

    —Concuerdo con eso —se impuso Almagro— y me parece que hemos tomado muy a la ligera el problema de esos containeres.

    —¿Acaso alguien ha revisado el resto de cajas para atrás? No. En esa bodega hay cientos de cajas embaladas con diferentes cosas pero, cuando ocurrió este problemita ¿qué hicieron? nada… ¡Revisaron un par de cajas y nada más! —Gin se veía sobresaltado, como afanado en demostrar la incompetencia de seguridad ante la situación de aquellos supuestos robos.

    Gerardo se encogió de hombros.

    —A mi me párese muy rebuscado y es verdad, nadie reviso más allá.

    —Podría ser que el sujeto que robo parte de la mercadería (si existió tal sujeto) por algún motivo fue a esconderse adentro del conducto…. con la mercadería —Damián se acercó a los oficiales de seguridad— y entonces, el calefactor inició su trabajo y de alguna forma quedo atrapado… pero me párese ilógico.

    —¿Por qué el sujeto no se movió cuando comenzó a funcionar el calefactor? —Rosabel completaba las ideas de Damián como si hubiera una conexión telepática entre ambos—. Aunque no se cuan rápido sea el efecto de esa maquina…

    —¿No podría ser que los restos de comida hubieran llegado ahí de otra forma? —preguntó Gerardo un tanto desenchufado del hilo de la conversación.

    —De qué forma —desafió Gin.

    —Pues no se, ¿ratas?

    Gin soltó una carcajada que cayó mal en más de uno de los presentes.

    —¿Ratas? ¡por favor!, aquí no hay ratas. No estamos en tu sucia casa de veraneo ni mucho menos, esto es el espacio y aquí no hay ratas. —Gin dio media vuelta y camino hasta quedar frente a la pared. Estaba inquieto de una manera diferente a la usual.

    —Gin, no te alteres —dijo Almagro mientras veía al jefe del grupo científico moverse de un lado a otro—. En cualquier caso, apenas tengamos los registros de trabajos y las colonias, sabremos quien falta.

    Gin miraba a todos los presentes con cierto rechazo. Los altos mandos de la nave se negaban a creer en una posible muerte adentro de la nave. Gin tampoco lo creía, si se ponía a suponer en ello, era solo para encajar sus deducciones a lo que el resto iba suponiendo. La mejor forma de llevar sus ideas adelante era metiéndolas entremedio de las ideas que al resto le entusiasmaban. Bajo su juicio todo el problema se reducía a la incompetencia de seguridad. Había tripulantes que, pese a recibir un cuantioso sueldo, necesitaban mezquinamente pasar por sobre el resto, faltando el respeto al protocolo y a la misma empresa que los cobijaba. Hurtos hormiga, de victimas sin rostro. Gin no toleraba la insubordinación; la participación en la nave era un privilegio, no un derecho. Todos los tripulantes se habían ganado el permiso de abordaje a punta de méritos y logros individuales, contemplados por el propio Maoh. Su criterio, por muy discrepante que fuera con el de Gin (porque sí lo era), era la métrica a la que todos debían estar a la altura. Gin despreciaría a cualquiera que no lo estuviera.

    Sobre el mesón estaba una probeta con parte de las muestras. En otra esquina lo que Rosabel había extraído de los trajes y las aspiradoras. No le habían prestado mayor atención por la gran sorpresa que se habían llevado momentos atrás. Gin avanzó hasta esta última muestra y la tomó entre sus dedos. Era una cajita metálica pequeña, en cuyo interior descansaban unos pequeños frascos con la sustancia. Gin miró a Almagro.

    —Almagro, solicito que me dejes a cargo de investigación de la muestra —dijo con un entusiasmo que bordeaba la manía.

    Damián abrió los ojos sorprendido al igual que Rosabel.

    —Tengo mis propias teorías y para ello necesito el acceso completo a la muestra —insistió Gin.

    —Si necesitas acceso a la muestra... la muestra esta aquí para que la observes y la analices también —contestó Damián.

    —Bien Gin, pasó a tu jurisdicción el análisis, pero no podrás trabajar con más gente que la que ves aquí. No quiero a nadie más en esto —aceptó Almagro.

    * * *​

    El salón de registros del hospital siempre estaba vació y su luz tan opaca y blanquecina era ineficiente. En él había unos estantes de hierro grueso, llenos de cajones y papeles con registros médicos y de importancia. Alesia había entrado hacia unos cinco minutos atrás, muy discretamente y evitando ser vista, puesto que no estaba autorizada a estar por esos lados. Vestía su uniforme de trabajo y sus intenciones eran sumamente simples. Dos horas atrás había entrado a su turno laboral junto con el doctor Frogg, el medico con el que recurrentemente trataba. En ese momento estaba Frogg proporcionando una inyección en el brazo de un tipo que ella no conocía:

    —Buenos tardes Alesia, llegaste demasiado tarde, dime que te entretuvo por ahí… —comentó el doctor sin prestar mayor atención a su dialogo. La aguja penetro por la piel del sujeto.

    —Perdone señor no se volverá a repetir —se disculpó Alesia.

    —Necesito que vallas al computador de esa pared y me busques en el registro al número 2321.

    Alesia se acercó hasta un computador adosado a la pared. En él estaba desplegado una interfaz con la insignia de la nave, una barra de búsqueda y unos cuantos adornos. Haciendo el típico procedimiento que había hecho muchas otras veces, digitó sobre el teclado los números que el medico había pronunciado segundos atrás. En la pantalla apareció un documento semibiográfico con la foto del sujeto y muchos otros antecedentes en los que figuraba una hoja médica completa (que era lo que interesaba en este momento). El paciente se retiró minutos después con la venia del medico.

    —Además de llegar tarde te has demorado dando la búsqueda. ¿Sucede algo? —interrogó Frogg con mucha calma mientras se sentaba tras su escritorio.

    —No, es solo que no estoy centrada aun, pero ya no pasara más.

    —Me alegro, por un momento había pensado que ese software te había confundido, me ha pasado muchas veces y por eso prefiero que hagas las búsquedas tu. Yo no soy especialmente ágil con esas maquinas. —Frogg se levantó de su silla para acercarse a Alesia, que permanecía de pie junto a la computadora.

    —Es muy útil este registro, aunque no comprendo del todo como funciona —dijo Alesia.

    —Es una modernización de los recursos que antaño usábamos en los hospitales. Ahí están todas las fichas médicas de los que estamos aquí. Si antes usábamos papeles, ahora tenemos registros digitales que, en teoría, son más fáciles para acceder a la informacion. Pones el nombre o el número de registro y te sale todo, aunque algunos aún no le encontramos el gusto. —Frogg caminó hasta la puerta.

    —No pueden estar todos los tripulantes, en una ocasión no he podido pillar la ficha recurriendo a esto —cuestionó Alesia sin despegar su vista de la pantalla.

    —Bueno, si. Mentiría si te dijera que todos, todavía falta una buena cantidad de fichas por digitalizar, pero ya sabes ese no es mi trabajo. Para eso tenemos aun la sala de archivos y si me preguntas, me alegro.

    A la hora de almuerzo, Alesia se había creado un espacio para entrar en la sala de Archivos. De todo eso habían pasado unas cuantas horas. Ahora, ya en dicha pieza, registraba los estantes. En su mano sostenía una carpeta con documentos color café oscuro. Su rostro fruncido revelaba disgusto.

    —Mentiroso.

    * * *​

    Lamria no pudo dar con Alesia durante la tarde. Había estado charlando con Rowan y Jonás (que seguía insistiendo en darle el día libre). De vez en cuando miraba sus manos. Ya no dolían tanto como antes pero le resultaban incomodas para sujetar cosas y hacer ciertas maniobras. Tampoco podía jugar voleibol por tenerlas accidentadas y no tenia idea aun de cuando le sacarían las vendas. Lamria había ido hasta el gimnasio para saludar a quienes jugaban usualmente con ella. No encontró a ninguno de ellos; probablemente por la hora todos los asistentes se habían retirado ya y solo quedaba el funcionario que se encargaba de guardar las cosas y recoger las pelotas.

    A espaldas de Lamria caminaba Birmania. Venia avanzando recto desde el horizonte de aquel pasillo, en dirección a las puertas del gimnasio, aunque no se había percatado de la presencia de la ingeniera.

    —Lamria —saludó el joven cuando la visualizo apenas a unos dos metros de él— ¿Cómo estas?

    Lamria volteó al escuchar la voz de Birmania, regalándole una sonrisa.

    —Cansadísima.

    «Es por el asunto de su habitación», supuso Birmania impresionado por las ojeras que la joven tenia.

    Lamria miró hacia el campo del gimnasio murmurando:

    —…Y con ganas de jugar un poco.

    —Oh, verdad, tus manos aun están mal —dijo mirando las manos de ella.

    —He llegado muy tarde y los chicos ya se han retirado, quería ver la práctica.

    Birmania encontraba a Lamria lejana, como volando por las nubes. Las ojeras en su rostro no le quitaban la gracia a sus facciones pero la hacían parecer con menos vitalidad. Se sentía como si la vida de Lamria hubiera comenzado a drenarse por algún orificio.

    —Unos guantes —dijo Birmania repentinamente, volviendo a capturar la atención de Lamria.

    —¿Unos guantes?

    —Si, mira —El joven le tendió unos guantes de material similar al cuero—. Tenlos.

    Lamria sujetó los guantes con ambas manos, extrañada. Sus intentos por ponerlos en ambas manos eran realmente torpes.

    —Me quedan grandes. Se caerían si no fuera por las hebillas —comentaba Lamria mientras Birmania la ayudaba atando las hebillas.

    —Con eso podrías jugar voleibol —afirmó Birmania mientras movía sus brazos como si golpeara una pelota de voleibol.

    —No se podría —dijo Lamria entre risas. Aunque no supiera si hablaba en serio, la idea de Birmania había sido muy ingenua. Ambos dieron media vuelta para retirarse del gimnasio. Birmania adelantó la marcha hasta quedar por delante de Lamria. Tenia que caminar hacia atrás mientras veía sus ojos brillantes por las lágrimas que habían soltado por aquella risa repentina.

    —Bien, olvídate de los guantes —dijo el joven—... tenia una pregunta que hacerte.

    —¿De qué se trata? —preguntó Lamria con curiosidad.

    —Es sobre Alesia, ¿cuántos años tiene?

    Lamria no respondió instantáneamente, como si demorara en asimilar la pregunta. Luego, mostrando una leve sonrisa habló:

    —Alesia tiene dieciséis —La joven llevó su índice a su mentón—, aunque podrías preguntárselo directamente.

    —No he tenido la oportunidad. —Birmania miró hacia el techo para voltearse nuevamente hacia la muchacha.

    —¿Por qué la curiosidad?

    —Por simple curiosidad —respondió Birmania muy esquivo—. Me parece algo joven.

    —Sip, Alesia es bastante joven —rió Lamria—, pero es muy madura.

    —Mi punto no es ese. No entiendo por que alguien tan joven esta en una cosa tan importante como se supone es esto. Y si miro a mi alrededor, casi todos son muy Jóvenes.

    Lamria le contemplo confundida, como sin comprender el disgusto que percibía en las palabras de Birmania.

    —Creo que más de la mitad de aquí tenemos menos de treinta años —agregó Lamria queriendo complementar la idea del joven. Birmania se ubico a la izquierda de la muchacha.

    —Antes yo me imaginaba viajando con un montón de gente importante… eminencias de la anterior y fallida carrera espacial; personas con mas preparación, pero en su lugar he visto personas muy jóvenes que parecieran no tener mayores experiencias en la vida.

    —Yo también imaginaba algo similar. Según me han dicho (Jonás) es el Sr. Maoh quien decide quienes entran y suben. Asumo que él no seleccionaría gente inexperimentada sin pensarlo dos veces.

    —Lo suponía. Aun así, eso no contesta mi pregunta.

    Lamria llevó su dedo índice a sus labios en actitud reflexiva nuevamente.

    —Hay otras dos razones que influyen en que la población sea tan Joven. La primera es por la colonia. Como ella tiene que representar un conjunto terrestre lo mas normal posible, tenían que incluir gran cantidad de Jóvenes y niños.

    —También ancianos —interrumpió Birmania— y no he visto muchos.

    —Si pero también recuerda que estamos en el espacio —Sonrió Lamria— y se hacia muy difícil traer gente de edad para acá (al menos eso es lo que imagino). El viaje no es fácil y sobre exige mucho al cuerpo humano.

    Birmania escuchaba con atención, mostrando un rostro un tanto escéptico. No estaba en contra de las “excusas” de Lamria o de la idea de convivir con gente muy joven en el proyecto, lo que le molestaba era el no poder encontrar lógica en aquello.

    —Lo segundo es por contratación forzada —continuó Lamria mientras intentaba levantar dos de sus dedos hasta la altura de sus ojos.

    —¿Forzada?

    —Sí. Cuando ocurrió el accidente, prácticamente todos los cerebros y gente importante involucrada en la nave fallecieron. Con ellos se perdía todo el hilo de continuidad del proyecto y la única forma de retomarlo era recurrir a los jóvenes asistentes de esas eminencias, esos jóvenes que no estaban en el accidente y que conocían bien el trabajo de sus jefes. Ahí es donde el señor Maoh tuvo que contratar un montón de gente joven e “inexperimentada”(como Jonás).

    Birmania sonrió. Lamria también era joven y su situación debió de ser similar.

    —Mmmm, También resultó que esos ex asistentes iban con sus propios asistentes (que debían ser de confianza también) y ellos eran aun mas jóvenes. (En ese grupo estoy yo).

    —Hubiera sido mejor contratar gente experimentada e instruirla en el proyecto en vez de buscar gente nueva—cuestionaba Birmania.

    —Eso parece más inteligente pero, según me han dicho (Jonás), el señor Maoh es muy celoso con el proyecto y por eso no quiso que más gente entrara.

    —¿Has tratado con él? —interrogó Birmania como queriendo saber cuán validos eran los juicios de Lamria.

    —Jonás fue quien me contrato. Solo le he visto una vez cuando recién entre en el trabajo. ¿Tú has hablado con el?

    —No, estoy en tu misma situación. —Suspiró.

    Nuevamente las luces comenzaban a decaer en intensidad y se volvían casi tan potentes como las de algunas calles nocturnas en ciudades bajo la atmósfera.

    —Entonces —habló Birmania nuevamente—, ¿por qué esta Alesia a bordo? Dudo que a su edad fuera un asistente de alguno de los jefes actuales.

    —Alesia es diferente —dijo Lamria— Ella esta aquí por su Escuela de enfermería. Ellos nos envían un grupo pequeño de enfermeras más un tutor para que desempeñen su labor aquí en la nave. Cada vez que llegue un trasbordador se irán recambiando por las nuevas que van llegando. —Lamria hizo una larga pausa que logró hacer vque Birmania se volteara a mirarla — Es por un convenio que tienen con la colonia si no me equivoco… y Alesia, creo se tendría que retirar cuando llegue el Atlantis…

    Birmania paresia recién enterado de mil y un políticas dentro de la nave. Políticas y convenios que a simple vista solo parecían hacer las cosas mas complicada y no ayudaban en nada.

    Lamria se detuvo de forma repentina y a pie junto.

    —Seguramente Alesia quería hablarme de aquello esta mañana —dijo Lamria refiriéndose a la llegada del Atlantis y el recambio de enfermeras—. Espero que no se halla sentido.

    —Lo dudo —murmuró para si Birmania con repudio.

    Los dos jóvenes continuaron caminando. Birmania volvió a adelantarse unos pasos por delante de Lamria de manera de quedar frente a frente con ella. Mientras caminaba de espaldas a su camino, con su mano izquierda, registró los bolsillos de su pantalón extrayendo dos papelitos rojos y rectangulares que agitó unas pocas veces a la altura de su cabeza. Se trataba de tikets de comida que eran repartidos como incentivos laborales o premios dentro de la nave. Él inclinó su cabeza, mirándola de reojo. Lamria le miró extrañada por unos breves segundos para luego soltar una agraciada sonrisa que se veía incluso en sus ojos. Jamás supo como hizo Birmania para saber que en ese mismo minuto había comenzado a sentir apetito (también pudo ser coincidencia).

    * * *​

    Gin quería probar a toda costa sus ideas. Lo que supuestamente era sangre en una probeta, sangre y mugre, no debía ser nada más que un mal análisis o una mala impresión, pero ¿qué podía llevara dos cientificos a dar afirmaciones falsas si sus análisis habían sido ciertos?: nada. Confiando en la buena voluntad y por sobretodo ética científica, la única posibilidad era que el análisis estuviera mal interpretado o algún error en el procedimiento. Así, pensando de este modo, era posible descartar y descartar cada información, hasta dar con la pieza que falla. Lo que vendría ahora no seria nada personal ni profesional (necesariamente), si no un paso necesario para alcanzar lo que se busca. Gin mantuvo esto rondando en su cabeza desde su reunión en la mañana con el almirante y el grupo que investigaba el incidente. La única diferencia de ese minuto con este preciso momento era que ya sabia que hacer.

    —Gin… no, no me hagas esto… —le imploraba impotente Damián, que acababa de oír su destitución en la investigación del “cadaver”, por parte de su superior. No era para menos. Tanto Damián como Rosabel (que aun no estaba enterada) habían puesto cuerpo entero para lograr los resultados que tenían hasta ahora y ambos estaban insatisfechos con lo que habían hecho, ya que sabían quedaba mucho aún por hacer

    Gin no sabía dar mejor consuelo ante las palabras de su colega que con su sonrisita antipática. Tal como si las opiniones de sus subalternos no le importaran, corto de la investigación a Damián y Rosabel, los dos científicos que habían conseguido la primera muestra que paresia marcaría un antes y un después en la nave.

    Tras las puertas del recién allanado laboratorio quedo Damián. A pie junto y empuñando sus manos con tanta fuerza como si sujetara su alma con ellas. Ahora, realizado lo primero que su convicción le exigía, Gin podría comenzar a hilar sus teorías e ideas.
     
  15. Threadmarks: Capitulo X, Segundo análisis
     
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    Capitulo X, Segundo análisis.


    A Gin se le daba bien moverse individualmente. Había puesto la muestra en un laboratorio más amplio e iluminado que el anterior, pero también uno de los más transitados. Estaba yendo en contra de las instrucciones de Almagro y parecía no importarle. La muestra descansaba siempre en una esquina el laboratorio, solo marcada por la etiqueta que decía “123”. Un simple número que podía dar lugar a errores fácilmente. El acceso a ella parecía tan fácil a simple vista; lo único que pretendía protegerla de manos ajenas era la buena voluntad de los científicos que trabajaban allí, que no meterían sus narices en trabajo ajeno.

    Gin pasó toda la noche despierto y deambulando por el anexo de biología. Durante todo ese tiempo repitió los análisis cientos de veces sin obtener resultados favorables para sus teorías, por esto mismo se encontraba extremadamente irritable. Había Ninguneado tres veces a un funcionario de mantenimiento que creyó podría sacarlo de ese estado nervioso. Dichas acciones provocaban que muchos de los colegas que permanecían trabajando a jornadas nocturnas prefirieran alejarse del laboratorio 6. No querían confrontar a su alterado jefe.

    —¿Qué le pasa a Gin?

    —No tengo idea pero esta de un genio horrible. ¿Viste la forma en que trato a Durahan?

    —No directamente, pero por esa pared se escucha todo. Nosotros no tenemos por que soportar su mal genio.

    —Tú sabes, es un antipático y se siente la gran cosa solo porque esta de jefe. Yo tengo mas años que él en esto y te juro podría barrer el piso con él.

    —Es un hijo-de-puta, con eso te lo digo todo.

    Gin menospreciaba la atención y opinión de sus colegas. Solo tomaba en cuenta sus palabras cuando las encontraba interesantes o cuando su trabajo se lo obligaba. Más allá de eso, él sentía que no tenían nada que aportarle. Luego de romper un lápiz por la tensión a la que se sometía, optó por tomar asiento sobre una de las mesas, hincándose en ella con las piernas entrelazadas. Molesto aun se sacó el delantal blanco que había estado usando hasta ese momento y se aflojó la corbata. Gin gustaba de vestir formal. En es momento entró Clain Lawrence en el laboratorio.

    —Hola Gin —titubeó sin saber si era el momento propicio para tranzar palabras con él. Clain venía al laboratorio solo con la idea de sacar una mochila que se le había quedado durante mañana, cuando entubo trabajando en la estancia. Había escuchado gran parte de las conversaciones que sostenían los otros miembros del anexo. Pese a ello parecía no tener una mala impresión de Gin o algo por el estilo, cosa curiosa para sus compañeros de labor.

    —Hola Lawrence, se te han quedado tus cosas —contestó Gin sin prestar mayor atención.

    —Si —respondió Clain poniendo la mochila en su espalda. Dispuesta a despedirse, volteó su última mirada hasta Gin. Curiosamente estaba muy inmerso mirando la probeta con la muestra.

    —¿Qué estas investigando? —preguntó ingenua, sin saber en el asunto en el que se estaba asomando. Gin la miró por unos segundos con un rostro de total seriada, para luego saltar de la mesa en la que estaba, en dirección a su interlocutora.

    —Es una muestra —dijo levantando su dedo índice y mirándola de reojo—. ¿Tienes tiempo para echarme una mano?

    Clain miró su reloj así como a su alrededor sin saber porqué.

    —Supongo que lo tengo —respondió—, ¿de qué se trata?

    —Quiero filtrar los componentes de esta muestra pero aun no lo logro en la pureza que quiero.

    Clain se acercó al mesón junto a Gin. Tomó con su mano la probeta con un líquido muy abundante y de color azul.

    —¿Qué es esto? —preguntó Clain.

    —No te puedo decir porque es asunto confidencial, pero si me ayudaras te estaría muy agradecido —contestó Gin.

    —Muy bien... no tengo problemas, ¿quieres que busque algo en especifico? —Clain sacó su mochila de la espalda y la dejo junto a un estante a un lado de la pared.

    —Busca lo que tu imaginación te dicte —dijo Gin, golpeando levemente con el indice sobre unos papeles en la mesa—. Ahora, con permiso me ausento un minuto señorita.

    Gin hizo una reverencia y se largó del lugar ajustando su corbata. Lawrence se sentó en la silla y se puso a obrar. Gin volvió diez minutos después sin su terno negro.

    Cuando se hizo temprano, las instalaciones de ciencias comenzaron a volver a su actividad habitual. Era una de los complejos más agitados debido a que ahí estaba la organización de gran parte de los proyectos de importancia. Clain estaba en la cafetería; había llegado hacia solo dos minutos. En su mesa una taza de chocolate muy caliente, la única droga para ella y en la que gastaba todos sus recursos.

    Gin por su parte prefería tomar tentempié en el casino del parque Daon. Acostumbraba sentarse en la barra a saborear la ración que le correspondía según el régimen que imponía la Cobardia de Damasco. A su alrededor otros tripulantes disfrutaban de porciones mas abundantes. Ellos usaban gran parte de sus monedas para aumentar y embellecer la ración normal de comida.

    En la misma barra, un poco mas a la izquierda, estaba Birmania sentado. Tenía sus codos puestos sobre el mesón y no estaba consumiendo nada. Su vista reposaba sobre el resto de los tripulantes, una mirada curiosa y muy juiciosa. A su lado un hombre comía con prisa y ansia. Lo había conocido hacia muy poco y desde ese minuto no había podido despegárselo.

    —Es curioso que... —Sus pausas eran producto de la comida en su boca— … todavía no conozca a todos los que están viajando con nosotros, ¿no comes nada?

    Samuel Hillman, el sujeto que hablaba, había tropezado contra Birmania mientras acarreaba muchas cajas de una oficina a otra. Había sido falta del propio Samuel, que había caído accidentalmente contra el pelirrojo. Las cajas, al caer al suelo, se desmoronaron regando un montón de documentos y objetos de oficina sobre el pasillo. Birmania, titubeante al principio, le había ayudado a recoger todos los papeles y a acarrearlos hacia donde Hillman se dirigía. Samuel, avergonzado por su error, había invitado a Birmania a desayunar haciendo uso de un ticket como los que había gastado Birmania junto a Lamria el día anterior.

    —Pienso lo mismo —respondió Birmania sin prestar real atención.

    Birmania acercó una bandeja que tenía más a su derecha. Sobre ella había un vaso de leche muy blanca, un sándwich de vegetales y un pote de conservas transparente con muchas frutas coloridas en su interior. De este último sacó el primer bocado.

    —¿Te ha pasado a ti también? Bueno en mi caso puede ser porque suelo moverme más en mi círculo de trabajo solamente…

    Birmania consumía las frutas sin despegar la vista del resto de los presentes. ¿Estaría buscando a alguien entre la multitud?

    —Aun así conozco las caras mas conocidas como ese Gin que esta sentado mas allá.

    —Gin—repitió Birmania sin prestarle mayor atención.

    —Si, no lo conozco personalmente ni he hablado con él, pero me parece que es muy malhumorado.

    —¿Dices eso de lo que has escuchado por ahí?

    —Más que nada por los chismes, no me tomes a mal —respondió riendo discretamente.

    —¿Por qué es que la gente habla tanto de él? —preguntó Birmania volteando hacia Samuel.

    —Supongo que es porque es jefe de el departamento de ciencias de la nave, o quizás por ser el “perrito faldero” de Almagro. —Samuel sonrió como conteniendo la risa. Esa última frase la había dicho con mucho cuidado de no ser oído por los que estaban a sus costados. Quería que solo Birmania la oyera.

    —¿Ciencias? Tú no trabajas con él, ¿o si? —Birmania llevó el baso de leche a su boca y comenzó a beberlo en seco.

    —No, yo trabajo en el Departamento de la Colonia.

    Al otro lado de los grandes ventanales del casino estaba el parque Daon. A esas horas no había tanta circulación. Solo unas pocas y pequeñas siluetas jugueteaban alrededor de los árboles, como acercándose a un modo de vida del que jamás habían podido disfrutar a plenitud bajo la atmósfera. De entre todas esas figuras una más alta y distinguida se separó del resto. Era la figura de una mujer acercándose hasta el comedor. La mirada de Birmania la acompaño hasta pudo distinguir sus facciones; desde su tropiezo con algunos niños, hasta que cruzó la puerta al comedor.

    La mujer tenía el cabello larguísimo y blanco, muy blanco. Vestía un especie de túnica larga, adornada con un sin fin de detalles y ornamentaciones. No lucia como ninguna moda oriental ni occidental; era algo que Birmania jamás había visto. En su rostro y en todas las zonas en las que su pálida piel fuera visible, un extraño tatuaje aparecía dibujado en forma ondulante. Inclusive a la distancia entre Birmania y ella era posible apreciar lo detallado de las formas del dibujo en su piel como lienzo. Sus Ojos tenían un color amarillento mezclado con líneas cafés. Por unos cortos instantes Birmania los sintió mirando fijos hacia él. En su expresión facial la mujer se veía serena, muy serena y amable. El propio trato con los niños que pasó a llevar en su camino al comedor parecían evidenciar un buen temperamento.

    —Que…. bella.

    No era Birmania el único perplejo. La mayoría de los asistentes presentes miraban con curiosidad a la mujer que acababa de llegar. Ella no estaba sola, a su lado un joven vestido con ropas comunes le seguía las pisadas. Cuando la mujer tomó asiento en la única mesa desocupada, ahí tomó asiento el joven, justo a su derecha y siempre a la derecha, no había otro lugar para él.

    Birmania no podía despegar los ojos de la mujer. ¿Tendría una edad similar a la de él? Por alguna razón sentía que aquello era muy lejano a la verdad, pese a que la apariencia física de la fémina le hacia aparentar ser aún muy joven.

    —Samuel —Birmania volteó su cabeza hacia Samuel—, ¿Quién es ella?

    Samuel tenía su mirada sobre la mujer, tal como Birmania había hecho minutos atrás.

    —No tengo la menor idea —contestó Samuel—. Es primera vez que la veo…

    El hombre que compartía mesa con ella levanto una mano mientras miraba hacia el mesón de atención del comedor. Inmediatamente después uno de los hombres que atendía salió a su encuentro. Probablemente lo estaba usando de mesero. ¿De dónde salía el poder para que aquella única mujer atrajera todas las miradas? ¿Que clase de posición tenia la “princesa” adentro de la nave? La mujer puso sus manos sobre los cubiertos. Sus movimientos eran sorprendentemente torpes frente a un tenedor. Cada intento de acercar la comida hacia su boca resultaba en un fallido desperdicio de alimentos, que caían hacia la mesa descubierta. Por alguna razón no sabia comer con tenedor. Algunos de los que la observaban se veían tan sorprendidos como Birmania. Perdiendo todo pudor una que otra risita se escuchó resultado de la cómica escena del tenedor. Era un ambiente distendido pero inútil para Birmania, que no tenia el valor suficiente como para acercarse y aclarar sus dudas como lo había hecho tiempo atrás con Lamria. Buscó en los rostros de todos, mirando uno por uno por alguna “respuesta” pero todos parecían tener el mismo nivel de conocimiento que él.

    —Yo también tengo curiosidad, parece una actriz de película, no se como alguien puede venir así vestido y… mira su pelo, es albina —Sonrió Samuel—. Nunca he estado con una albina.

    Samuel había terminado toda su merienda y ahora solo se dedicaba a pasar un mondadientes por sus incisivos.

    —¡Olvide entregar una última cosa!— Samuel se levantó sobresaltado de la silla.

    Birmania accedió a acompañarlo a dejar nuevos documentos a una oficina. Era una carpeta, que curiosamente Birmania no había visto en todo el tiempo que estuvo con él. La carpeta fue a dar hasta el hospital de la nave. La recibió un medico con rasgos asiáticos que estaba en ese momento funcionando como secretario en la recepción.

    Gin se levantó de la barra del comedor y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir lanzó unas cortas silabas, incomprensibles para los que escuchaban, hacia la extraña mujer sin pigmentos. Antes de que ella pudiera contestarle apropiadamente, Gin se había retirado.

    Entrando las 16:00 aún se podía ver a Gin trabajando en el mismo laboratorio. Por el horario había una gran cantidad de gente merodeando y trabajando en el mismo espacio, sin embargo, los lugares que rodeaban al jefe del departamento estaban desocupados. Todo el mundo evitaba estar cerca de Gin. Era difícil diferenciar si era miedo o rechazo lo que causaba este fenómeno, pero el hecho principal es que Gin se había “apoderado” de casi un tercio de los implementos del laboratorio para él. Nadie le preguntaba nada ni le dirigía la palabra a menos que fuera estrictamente necesario.

    —Gin —Un joven de delantal se acercó a Gin, que en ese minuto usaba delantal también—, los ratones se están moviendo.

    Gin le miró de reojo.

    —Has que se queden quietos —Gin no apartó la vista del joven—, yo haré que bailen en otro momento.

    La mano de Gin apuntó enérgica en dirección a la salida .Había rechazado nuevamente volver a su real proyecto en la nave. Parecía obsesionado con la muestra. Sus colegas veían con repudio este hecho, puesto que la investigación que Gin mantenía era una de las más costosas y retener su avancé era casi como soltar billetes por la calle.

    —Es él quien maneja los fondos el departamento. ¿Por qué no deja de actuar con insensatez?

    Gin, al ser jefe, era quien distribuía los fondos que el coordinador general le entregaba a su departamento. Obviamente si su gestión se volvía mala corría el riesgo de ser despedido e incluso salir demandado.

    Habían pasado unas horas desde que Gin se hubiera enclaustrado. Lawrence se había sumado, trabajando a su costado izquierdo y así pasaron dos horas más. Hasta ese momento Gin seguía sin entender que era lo que estaba haciendo mal. No lograba conseguir los resultados deseados.

    —Tienes un mal enfoque. —Lawrence rompió el silencio. Su mirada era completamente objetiva.

    —Mi enfoque —repitió Gin.

    Él había sido obstinado. Había querido doblar la mano de las pruebas que el mismo había logrado crear mientras intentaba hacer lo contrario. Pero ya no había vuelta atrás con ellas, eran tan reales como todos esos frascos que estaban en la estantería del laboratorio o como su corbata. Ya no existía forma de negarlas.

    «Si las pruebas no estuvieron nunca erróneas, ¿eso quiere decir que yo estaba equivocado? ¿Realmente hubo un muerto en los conductos?»

    Gin posó sus manos sobre el mesón estupefacto. Por un momento sintió que las fuerzas lo abandonaban, que su batalla estaba perdida, pero una leve sonrisa fue creciendo rápidamente en su rostro.

    —Imposible —susurró Gin.

    —Deberías partir aceptando que es sangre, ya lo has probado y yo lo he probado también.

    Nada de lo que Lawrence o las pruebas le habían dado podía dar la completa certeza de que un asesinato había ocurrido. Solo eran pruebas que parecían encaminarse hasta allí pero nada más. Si partía en aceptar la realidad quizás se podría encontrar una solución. Convencido de esto como si una revelación pasara por su mente, Gin saltó desde su posición y se perdió por la puerta de salida. Lawrence quedó atrás, de pie mirando su reloj en actitud desinteresada. Gin caminó a paso acelerado hasta el hospital de la nave, atravesando múltiples estancias y apartando más de una vez a la gente de su camino.

    En la recepción del hospital no había nadie. Alesia apareció tres minutos después de la llegada de Gin, a pedido de uno de los médicos que se había percatado de que no había nadie atendiendo ahí.

    —Buenas tardes. ¿En que puedo ayudarle?

    —¿Donde esta Durahan? —consultó Gin mirando a Alesia con los ojos entrecerrados.

    —Hay un retraso en recepción. ¿En que puedo ayudarle? —contestó la fría Alesia.

    * * *​

    Samuel, después de realizar sus cortas rutinas de trabajo para las colonias, solía gastar tiempo entreteniéndose con los jóvenes de mantenimiento que a esas horas se desocupaban. Era en esos momentos cuando él deseaba tener botellas de alcohol real en sus manos. El alcohol estaba prohibido en la nave y solo se soltaban una que otra botella (estrictamente controladas) para ocasiones especiales.

    —…Y esto es todo lo que yo creo que precisamos para lograr hacer una grande….—hablaba Jonás en éxtasis por el orgullo que sentía por sus predicciones.

    —Y todo seria mejor si hubiera alcohol, estoy seguro —quiso complementar Samuel.

    Estaban ambos en la oficina de ingenieros. Samuel había entrado hacia unos diez minutos solo por asuntos laborales, pero había terminado hablando de cosas banales, como muchas otras veces.

    —Muy bien, Samuel, iré a comprobar disponibilidad ahora mismo. —Jonás arrebató su chaqueta desde la silla en la que esta colgaba y se la puso mientras salía sonriente.

    Samuel le miró cruzar la puerta. Más al fondo de la habitación estaba Sainnin descansando sobre el escritorio. Había esperado el momento adecuado para preguntar.

    —¿Estas seguro que lo que me entregaste era todo lo que había allá? —dijo Sainnin mientras miraba con un ápice de preocupación hacia el montón de papeles que tenía regado por los alrededores.

    —Por supuesto, ¿acaso falta algo? Todo lo que me pediste estaba en esa caja.

    —Quizás —Sainnin se puso de pie posando las palmas de sus manos sobre el escritorio—, en este momento no podría responderte con completa seguridad.

    En ese mismo instante, por uno de los incontables pasillos de la nave, Birmania caminaba. Con su mano derecha acababa de sacar un papel entre doblado desde su pantalón. Su mirada cuidadosa caía sobre nadie en específico. Bajo esas condiciones se perdió por la nave.
     
  16. Threadmarks: Capitulo XI, Ms Maik Heam
     
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    Notas previas del autor:
    La historia queda en pausa hasta nuevo aviso.

    Actualmente no dispongo del tiempo que me gustaria para poder dedicarle a hobbies varios, incluyendo el de escribir. Hasta ahora esta historia ha estado siendo actualizada constantemente, gracias a que los capítulos ya estaban escritos y solo requerian una pequeña dedicación para corregir ortografía y algunos detalles. Como ya se me acabaron los capítulos (solo queda uno que aún no esta terminado), la historia quedara pendiente hasta diciembre (en el mejor de los casos, probablemente), en donde se supone tendré más tiempo libre.

    Antes de finalizar la nota me gustaria aclarar que no pretendo avandonar este relato (de hecho hay una especie de "guión mental" por el que avanza la historia y que aún me entusiasma xD).

    Saludos!

    Capitulo XI, Ms Maik Heam.

    Los conductos de ventilación eran demasiado estrechos como para que Birmania los recorriera con facilidad. Había tardado un buen rato intentando dar con la forma de meterse hasta los lugares que marcaba el mapa que había sacado de entre los documentos de Samuel. El punto que figuraba destacado no parecía concordar con ninguna de las zonas importantes que él conocía abordo de la nave; estaba lejos de las oficinas administrativas y también lejos de la habitación de Maoh. Entonces... ¿qué era? Por los pasillos que rodeaban aquel punto no se veía nada en particular, nada diferente del resto de los pasillos. Esa fue la primera impresión de Birmania, sin embargo, al ser mas obstinado, pudo encontrar una modesta entrada. Era una especie de puerta doble. Parecía no tener ninguna manilla o algo para abrirla manualmente. Tampoco presentaba a simple vista algún interfaz para ingreso de claves o de alguna llave.

    «Es muy porosa» pensó Birmania mientras tanteaba la superficie con su mano izquierda.

    Parecía la puerta perfecta para ocultar algo. También era sospechoso el hecho de que un mapa tan completo y grande como el que tenia en sus manos, poseyera una marca de importancia que no estaba impresa, si no solo hecha con un marcador color azul.

    Al verse inhabilitado para traspasar la extraña puerta, buscó otros métodos. En ese minuto recordó que la ventilación llegaba desde los generadores a toda la nave, incluso hasta las bodegas más solitarias y nunca visitadas. Esa era la entrada más fácil de concebir.

    El mapa era uno oficial, un plano real y bien impreso como los que manejaba mantenimiento pero con una cruz tachada en él, como si de el mapa de un tesoro se tratara. Así Birmania, movido por su curiosidad, se metió por el conducto de ventilación.

    Entró por una abertura que estaba en un baño a metros del lugar. Fue cuidadoso de evitar ser visto por alguna persona, sus acciones serian difíciles de explicar de otro modo.

    Birmania no tenia un tamaño adecuado para ser ágil en el interior del conducto. No todos los pasadizos estaban hechos para que mantenimiento entrara. Algunos (como en el que estaba Birmania) no tenían ninguna importancia estratégica y eran mayormente prescindible, por ello eran más estrechos y menos resistentes. Birmania continuó gateando. A medida que avanzaba, la luz que venia desde su espalda se iba agotando hasta el punto de hacer imposible la lectura del mapa. Llegando a cierto punto, después de unos pocos minutos de gateo, era complicado devolverse. No había espacio para girar y retroceder en esa incomoda posición estaba difícil pero no quedaba otra; seguir a ciegas era insostenible. Obligado por las circunstancias, el joven Birmania debió iniciar retroceso. Lento, muy lento, a una velocidad incluso menor a la que había usado para avanzar.

    «... alguna otra forma...»

    Ni treinta centímetros consiguió retroceder cuando se dio cuenta de un grave problema: por algún motivo que escapaba de su visual, no lograba moverse hacia atrás. Sentía como si por alguna extraña y malvada razón el conducto que había dejado tras de si se hubiera hecho más angosto. Sus piernas simplemente no podían retroceder más sin el riesgo de atascarse. En el pequeño espacio al que estaba recluido su cuerpo le era imposible hacer algún movimiento para poder librarse del problema. Todo apuntaba a que había quedado atrapado.

    Sudor frio corrió por la frente y espalda del joven. No había luz alguna en aquel largo y cuadrado tubo. No cargaba linternas ni nada con lo que pudiera alumbrarse, ademas que en ese estado le hubiera sido complicado sacar algún aparato de sus bolsillos. Birmania empezó a concienciarse de su imprudencia. No había pensado en ningún posible problema al intentar tal osadía, ni siquiera en los más evidentes como la falta de luz.

    «Imprudente»

    Arrugó con su puño el plano que sostenía por delante de su rostro, arrepintiéndose segundos después. ¿Tendría que gritar como una niña pequeña pidiendo rescate? Lo primero que vino a su mente, sin embargo no estaba como alternativa, partiendo con que hubiera salido difícil explicar como fue que llego hasta ese lugar. No quería causar alborotos ni nada que lo pusiera en las lenguas de los chismosos de la comunidad. Tampoco quería figurar frente al comandante o a sus subalternos. En su mente solo veía una única alternativa que iba estrechamente enlazada al fugaz recuerdo del plano que había contemplado hacia minutos atrás.

    * * *​

    Las puertas de la bodega del sector 6 habían estado con custodia de seguridad desde hacia unos días. Ahora estaban abiertas de par en par. Roamín en su interior, manejando una linterna pequeña pero potente, hachaba un vistazo. Dexter, en el exterior de la bodega, intentaba infructuosamente accionar los controles de la luz eléctrica del interior.

    La bodega del sector 6 era la que había salido a la palestra por los inciertos y aún no comprobados intentos de robo. Pertenecía al “inframundo” de la nave por lo que estaba a cargo de Roamín. El asunto había escapado del control del subcomandante, independiente de si fuera un hecho real o solo rumores contraproducentes que alguien sembraba en la tripulación. Dexter aparecía como una de las victimas de tales afirmaciones, de ahí que su semblante fuera poco animoso y de miraba baja. Su cooperación en ese minuto era total. También sobre sus hombros sentía parte de la responsabilidad por lo que Lamria había sufrido en el incidente de hacia días atrás. Había pensado varias veces en ir a ver su estado de salud tras el accidente. Las noticias sobre su recuperación favorable, sumados a su apretada agenda laboral y al sentimiento de culpa habían mermado esas ideas.

    La bodega usualmente permanecía a oscuras. Solo se encendían focos estratégicamente ubicados cuando se realizaban intercambios de productos con el exterior. Era innecesario mantener iluminado lugares que no eran de uso recurrente; la energía es muy preciada dentro de la nave. Aunque la política de ahorro energético en bodegas era continua, el hecho de que Roamín avanzara con una linterna adentro era solo producto de que Dexter no era capaz de iniciar el sistema de luminaria en ese minuto. La causa era un total misterio.

    Roamín se debuto junto a los cuestionados containers. No era primera vez que los veía y le era imposible evitar preguntarse si les había dado menos importancia de la que realmente merecían. En su interior contenían comida enlatada de diferentes tipos: pescado, frutas y vegetales. Las cintas metálicas que los sellaban estaban rotas parcialmente y contadas de forma muy exacta como para que hubiera sido solo acto de una fuerza bruta involuntaria (como las que podrían surgir en el momento de su traslado). Aun así solo habían unas pocas cintas en mal estado, las restantes estaban como habían entrado en el momento del embarque. Por el diseño de los containers, que mantenían por puerta y tapa a uno de sus lados, eran imposibles de abrir sin cortar todas las cintas de seguridad y por ello el asunto se había desestimado como robo.

    Roamín volteó su mirada sobre la lejana puerta al exterior que, por la oscuridad, paresia todo un faro. Dexter se asomó casi al mismo tiempo, cruzando por la puerta en dirección al subcomandante.

    —Hay problemas, no he podido encontrar lo que causa el fallo de la luz... Si me das una hora podre al menos saber que sucede —habló Dexter.

    —Entiendo. Se hará complicado pero no hay mayores opciones.

    —Iré de inmediato a por ayuda para solucionar el problema.

    Dexter se alejó a paso rápido hasta la puerta.

    —No me gustaría tener que montar iluminación con faroles externos —murmuró para si Roamín mientras posaba una mano sobre el contenedor.

    El 80% del consumo diario en la nave (insumos varios) era sacado de las reservas contenidas en las bodegas. El resto de la demanda estaba suplida por proyectos internos de la nave como lo eran la granja hidropónica o la acuicultura, aunque en el presente era solo la primera la que estaba dando frutos. El resto de los proyectos estaba en pleno desarrollo y distaban mucho de alcanzar su punto culmine.

    * * *​

    No habían cucarachas en el espacio, el conducto estaba limpio de criaturas pero el recuerdo terrestre hacia imposible desprender la idea del insecto caminando muy cerca en la oscuridad. Birmania había recorrido ya un buen trecho hacia adelante sin luz ni orientación visual. Tenia la idea de que si seguía derecho encontraría una salida, puesto que la mayoría de las rejillas de ventilación que había visto en el mapa antes de que la luz escapara ,quedaban clavadas de extremo a extremo de un trecho largo del pequeño pasillo (como si quedaran de frente, pero a gran distancia). El único problema con aquello era que existía la posibilidad de terminar saliendo por la ventilación de la habitación de algún desconocido. Si ese fuera el caso tendría que permanecer oculto y al acecho de algún momento a solas para poder escapar.

    Un pasillo blanco y amplio, que más que pasillo, podría ser una habitación pequeña. Las paredes con terminaciones muy bien realizadas. Un contraste tremendo frente a los comunes y toscos corredores. Cruzando la estancia una mujer muy peculiar, de cabello muy largo y blanco como su piel embellecida completamente en tatuajes. Con cada paso que daba, su extraño traje ondulaba y se retorcía como si poseyera vida propia. Tras dar cinco elegantes pasos un fuerte estruendo entro por su oído derecho mientras que desde la esquina derecha del pasillo, entre el techo y la pared, pedazos metálicos se desprendían cayendo frente a ella con rapidez. Una figura humana y algunos escombros cruzaron literalmente frente a sus ojos, cortando finamente la piel de su mejilla para caer luego en el suelo de la pared contraria. Ningún grito salio de su boca, probablemente por lo repentino del suceso. En el suelo había caído Birmania que al dar un mal movimiento había roto el conducto liberándose de su estrecha prisión.

    Birmania había caído con el hombro izquierdo contra la pared. Había sido tan repentino para él como para la mujer que permanecía atónita a un costado. Aun así, por muy sorpresivo que fue el suceso, había logrado proteger su cabeza vendada de golpes innecesarios. Con su mano tomo su adolorido hombro y abrió los ojos contemplando a la fémina. Era ella, la misma que había aparecido de la nada en el casino del parque Daon, la misma persona que acaparo tantas miradas y la que logro plantar con tanta fuerza la curiosidad y admiración carente de motivos en su mente. Esa piel toda tatuada y tan pálida....

    Birmania se levantó anonadado, sin saber que decir, sorprendido por la presencia de ella junto a él. Tras volver en si pensó en la necesidad de una escusa adecuada. Veía la marca rojiza en la cara de la mujer, tal cantidad de basura que desprendió la abertura en el techo y de inmediato supo lo peligroso que había sido el accidente.

    —Lo-lo lamento —tartamudeó Birmania—... Soy de mantenimiento... revisaba ese canal y...

    La mujer lo miró con mirada de preocupación y si articular una sola palabra.

    —¿Se encuentra bien? —preguntó Birmania preocupado. Sus manos sudaban y él se percataba de ello. Era una sensación muy desagradable.

    La mujer seguía en silencio, un silencio extraño que incomodaba aun más al joven. Por segundos abría su boca como si quisiera responder.

    —I … can stand...

    Las pocas sílabas pronunciadas por la mujer sonaron similar a alguna frase en inglés. Su voz era titubeante y entrecortada.

    —Do you speak english? —prosiguió Birmania haciendo alago de su pobre ingles.

    La mujer se acercó aún más a Birmania. Sus labios mostraban ademán de moverse y su mirada reflejaba lo difícil que le resultaba intentar comunicarse. En este punto Birmania ya creía tener la respuesta a todo este asunto:

    —No hablamos el mismo idioma.

    Birmania suspiró como si hubiera realizado un gran esfuerzo físico. La mujer cerro los ojos como si se resignara a sus fallidos intentos de dialogo, mientras suspiraba haciendo coro con el joven.

    «Esto es inesperado, pero conveniente.»

    Birmania pensaba mientras miraba a la mujer frente a él. Ahora que la tenia más cerca que la primera vez que la vio podía decir sin reparos que era muy linda. El tatuaje de su rostro era inmenso y como hecho “sin levantar el lápiz”. Los parpados no se escapaban del tinte negro.

    «Su mejilla esta cortada.»

    Birmania sintió algo de culpa además del deseo de hacer preguntas, aunque por las circunstancias le parecía un total desatino. Ella no lucía molesta ni asustada, por el contrario se hallaba de pie frente a él de forma relajada. El joven casi podría decir que ella lo miraba con la misma curiosidad con la que él la miraba. Birmania pensó en iniciar retirada. Miro rápidamente a su alrededor. Las paredes, el suelo, el techo que había roto y las puertas, todos ellos eran diferentes a los que la Cobardía de Damasco le ofrecía diariamente. Era como si hubiera cambiado de nave.

    «¿Qué significa esto...?»

    El asombro volvió a nacer en el joven, que dio unos cortos pasos hacia una de las puertas. El sentir las pisadas de Birmania, la mujer volteó su rostro hasta este con prisa y movió uno de sus brazos enérgicamente. Ella, con la palma de su mano derecha frente a él, intentaba detenerlo. Birmania palideció, ¿Quería retenerlo para hacerlo responsable por todo el desorden y heridas causadas? Birmania sonrió hipócritamente mientras en su frente el sudor asomaba producto del nerviosismo. Si tan solo pudiera explicarle y hablar con ella podría hacer uso de su oratoria para zafar del problema... Hubiera podido arreglar el asunto, evaluar las mentiras que dijo y fabricar nuevas sin necesidad de “manchar su expediente”.

    Las intenciones de la mujer eran inciertas pero distaban de ser malévolas o al menos eso pensó Birmania luego de verla sonreír de la forma en que lo hacia. Ella no le estaba impidiendo el paso ni tampoco acorralando, estaba a su lado con los brazos tendidos hacia el suelo y mirada sonriente, en ocasiones mostrándola hacia él y en otras inspeccionando la puerta. Mas bien parecía querer mostrarle algo.

    «Esta mujer... su ropa... y este cuarto, ¿Tendrán algo que ver con las marcas clandestinas del mapa?»

    Birmania sonrió. Todo apuntaba a que se había acercado a lo que él pretendía acercarse. Miró de reojo a la mujer a su lado. Ella miraba la puerta como esperando algo. La intención era para él claramente benévola en este minuto y aunque no lo fuera, valía la pena apostar a la espera simplemente para saber que más pasaría.

    De pronto, desde la puerta un hombre se dejo ver. Venia totalmente despreocupado y en un primer momento pareció no notar a la pareja que estaba casi frente a él. Cuando los vio un claro sobresalto sacudió su cuerpo.

    —¡Hay, dios! —dijo el hombre impactado al ver la escena y el agujero producido por Birmania.

    El recién llegado corrió hasta quedar frente a ambos y dijo:

    —¿Qué paso aquí!? ¿Alguien se ha herido? —Su mirada rebotaba a alta velocidad entre el agujero, los escombros y los dos interlocutores— ... ¿Quién es usted?

    El joven miró agraviado la herida en el rostro de la mujer mientras le tendía un pañuelo.

    —Soy Birmania, de mantenimiento. Hubo un accidente cuando...

    Birmania fue súbitamente interrumpido; por primera vez escuchaba desde los labios de la mujer su voz fluida y continua. Estaba hablando en un lenguaje incomprensible, en una especie de dialecto extraño que jamas había escuchado. El hombre con el que hablaba, el mismo que había llegado hacia un momento, respondía en el mismo dialecto. Entre ellos surgió un dialogo que para Birmania resultaba imposible de comprender.

    —¿Me puede explicar, por favor, quien es usted y que hace aquí?

    Birmania no contestaba. Estaba aún sorprendido del extraño idioma y de la situación. Tardo unos segundos en procesarlo todo.

    —Soy Birmania, funcionario de mantenimiento. Estaba realizando mis tareas en uno de los conductos y accidentalmente caí y herí a la señorita. Lo lamento mucho. Intente comunicarme con ella pero se me ha hecho imposible.

    —Es bueno saber que no fue peor —suspiro el joven—... Supongo que tendremos que reparar todo esto —prosiguió mientras pateaba suavemente un pedazo de metal en el suelo.

    La mujer volvió a realizar un breve intercambio de palabras con el joven.

    —Ella es la señorita Maik Heam, mantenedora de la interfaz del NUM y yo soy su interprete Billy Yham. Miss Maik Heam esta encantada de conocerlo.

    —El gusto es mio —repitió Birmania.

    —No se preocupe por el tubo roto, por ello no hay problemas —dijo Billy tendiéndole la mano amistosamente.

    Ms Maik Heam nuevamente intercambió palabras con su interprete.

    —Dice la señorita que se disculpa por no haber podido entenderlo mientras los sucesos ocurrían y que espera que usted se encuentre bien —La mujer sonrió—. También se disculpa porque debe continuar con el trabajo.

    Ms Maik Heam hizo una cómica reverencia, aunque en ella puso mucha seriedad y se retiró por la puerta contraria a la que Billy había llegado. Birmania y el interprete abandonaron la salita, cruzando por la puerta de la que Billy provenía.

    —Miss Maik Heam solo habla dmd y es por eso que yo funciono como interprete —comentó repentinamente Billy mientras cruzaban una puerta.

    —Me lo imaginaba; no pude comunicarme con ella. No entendía lo que le decía, además de su apariencia... es distinta y me parece extraña —dijo Birmania con sinceridad—. ¡No me mal interprete!

    —Sucede a menudo —Billy soltó una risa muy natural—, pero eso es por asuntos culturales. No es que ella sea una dama extravagante que gusta de usar animales vivos en sus vestidos o algo así.

    Al otro lado de la puerta seguía un corto pasillo, muy amplio y similar al anterior en construcción y acabados. Billy miró su reloj súbitamente.

    —Bien, señor Birmania...

    —Solo llámeme Birmania por favor, no me agrada mucho el formalismo.

    —Muy bien, Birmania. Tú también puedes tratarme informalmente. El trabajo ha hecho que sea poco coloquial con todo el mundo —Sonrió Billy—. Ahora tengo algunas cosas que hacer, te dejo.

    Ambos jóvenes estrecharon la mano.

    —Disfruta del desértico anexo de mantenimiento y desarrollo del NUM.

    La figura de Billy se perdía por la puerta derecha mientras agitaba su mano sonriente hacia Birmania. Ahora él había quedado solo.

    Birmania cruzo por la puerta a mano izquierda, frente a por donde Billy se había retirado. Al otro lado un nuevo pasillo, que terminaba en un mediano salón que parecía ser de descanso. Adentro habían unos sofás muy cómodos, una mesa de billar y una estantería con libros entre otras cosas.

    «¡Una cafetera!»

    Birmania se acerco a la cafetera, eléctrica por supuesto, y se sirvió un café. Lamentablemente no pudo encontrar crema en las cercanías y tampoco cargaba alguna consigo, por lo que desistió de tomar la bebida. Incapaz de cumplir su deseo se lanzó sobre uno de los sofás. En una de las estanterías había un libro empastado manualmente con algún pegamento blanquecino. Birmania lo tomó para echarle una ojeada. Era un libro escrito casi a mano (probablemente el primer ejemplar escrito a mano había sido reproducido exactamente igual en una imprenta) con caracteres extraños a los que Birmania solo podía asociar a la extraña lengua de Ms Maik Heam.

    Paso una hora y Birmania pudo recorrer las 3 estancias que tenia el lugar: Muchos pasillos, la salas de descanso, una oficina y un baño (también existían algunas puertas desconocidas que no se abrían). Todo era bastante pequeño pero muy cómodo y lujoso comparado con el resto de la nave. Todo era más blanco y pulido, pálido y bien acabado, como para hacer juego con la piel de Ms Maik Heam.

    «Está tan desierto...»

    * * *​

    En las oficinas administrativas de la Cobardía de Damasco había gran actividad, mucho mayor a la usual. La llegada ya programada del Atlantis mantenía ocupado a la mayoría del personal que debía comenzar con un sin fin de procedimientos burocráticos relativos al movimiento de gente e insumos que se produciría cuando el transbordador arribara. Aunque la mayoría del trabajo se lo llevaba los cuerpos anexos (como la oficina de las colonias con Electra al mando), la oficina de administración principal era quien finalmente debía supervisar todo.

    Gin entraba con mucha energía a la agitada oficina. Era común verlo merodeando por esos lares, especialmente en la oficina de Almagro que era justamente donde se dirigía en este minuto.

    —¿Está el comandante en su oficina? —preguntó Gin a una de las secretarias de turno.

    —Salio hace cinco minutos....

    Gin se apartó bruscamente de la mujer ignorándola. Para nadie en la oficina de administración era secreto el temperamento del jefe del departamento de ciencias. Gin se abrió paso hasta la oficina de Almagro. Dio dos leves golpes a la puerta, como por simple educación, para proseguir entrando de todos modos.

    —Almagro...

    En el cómodo sillón de almagro estaba Gerardo, sentado y girándose con silla y todo hasta quedar de frente a Gin. Este último hizo una mueca de desconcierto.

    —¿Qué diablos haces tú sentado aquí? —interrogó.

    Gerardo se levantó rápidamente con una sonrisa cual niño pequeño es descubierto haciendo una fechoría.

    —Gin, hola. Estaba recién platicando con Almagro aquí en su oficina, pero tubo una urgencia y me ha dejado hablando solo.

    —¿Y por eso usurpas su silla? —Gin miró severamente.

    —No exactamente —Gerardo desvió la mirada mientras que con ambas manos ordenaba su corbata y uniforme como queriendo mostrar que nada había pasado—... en fin, ¿para qué vienes con tanta urgencia?

    —La muestra —Gin sonrió—. Ya termino el análisis, ya sé lo que ocurrió con Finott en aquel accidente.

    El subcomandante miró con sorpresa a Gin, que mostraba con satisfacción una carpeta extraída desde su bolso antes de entrar en la oficina.
     
  17. Threadmarks: Capitulo XII, The real Zumo.
     
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    Capitulo XII, The real Zumo.

    En su camino por el parque, saltó una banca solo por el gusto de no tener que rodearla. Sentía las energías consigo y tenia muchas ganas de moverse; se había levantado con el pie derecho y el sol le sonreía. Se trataba de Moth. El joven se alejo pronto del parque, iba en dirección a las dependencias de ciencias. De su hombro colgaba un bolso de cuero café oscuro y envejecido, que sujetaba con su brazo izquierdo para que no tambaleara mientras daba sus zancadas. Llegando al complejo no perdió tiempo y fue directamente hasta la puerta de uno de los laboratorios, acto seguido chocó sus nudillos contra esta.

    —Pase. —Se escucho del otro lado.

    Moth entró en la estancia y saludó a la única persona presente en ese minuto.

    —Buenas, Patrick, cómo has estado —Moth caminó para ubicarse junto al mesón en el que Patrick trabajaba—, te veo algo ocupado.

    —Es horario laboral. Tengo que trabajar para ganarme el pan.

    El laboratorio en el que estaban era bastante pequeño y respondía al anexo de ciencias químicas. Tenía cuatro mesones largos de trabajo y más al fondo una indumentaria que para Moth resultaba un total misterio. El químico estaba trabajando con un computador en el mesón más cercano a la puerta.

    —Traje conmigo unas revistas de ofrenda —Abrió su bolso, del que extrajo una revista un poco arrugada, pero notoriamente bien cuidada y de hojas muy brillantes— ... y también estas mandarinas.

    —Mandarinas... déjalas en el canasto; en un minuto las atiendo —respondió Patrick mientras extendía el brazo derecho para recibir la revista, a la vez que prestaba atención única a su computadora.

    El librito cambió de mano. Moth dejó caer las mandarinas desde de una bolsa sacada momentos antes de su bolso de cuero. Varias mandarinas rodaron hasta un cesto, produciendo varios golpesitos a medida que caían. Patrick echó un vistazo a las frutas algo impresionado:

    —¿Has traído tantas? —cuestionó extrañado el químico a la vez que tomaba una con su mano desocupada.

    —Sí, así habrá suficientes. —Sonrió Moth.

    —Sabes que me bastan unas tres por vez. Si quieres toma el resto y puedes comerlas.

    Patrick tomó un par de mandarinas y las introdujo en una pesa que se hallaba en un mesón mas alejado. Pretendía dejarlas ahí hasta que su actual labor le liberara.

    —Es que traje sobrantes —Una pausa—... la verdad traje más pensando en hacer zumo de naranja —una corta carcajada salió de los labios de Moth, mientras su mano se posaba en el mesón junto al computador. Patrick frunció el seño algo molesto, volteándose hacia su interlocutor.

    —No seas tonto. No voy a complacer tus estupideces cada vez que se te ocurra.

    —Oh, vamos camarada, si no cuesta nada —Se acercó Moth hasta el químico.

    Mankell Moth, el joven de las mandarinas, era uno de los encargados de las granjas hidropónicas. Su labor era cuidar las mandarinas producidas en ellas. Estas pequeñas frutas eran cultivadas en las granjas y cosechadas muy rápidamente, más rápido de lo que normalmente se haría. Las frutitas debían ser estudiadas regularmente. Tan rápida era su cosecha como su variación en composición; era como si constantemente evolucionaran. Todo esto para Patrick era un completo misterio, un proceso desconocido, una caja negra impenetrable para sus ojos, cuyo funcionamiento interno era dejado de tarea para su imaginación. Él simplemente recibía las frutitas de tanto en tanto y las etiquetaba con su información nutricional.

    —No —respondió seco el químico, volviendo a su computadora.

    —No seria nada dife....

    —¡Dije que no! —vociferó exaltado Patrick—. Sabes bien lo que pasaría si nos pillaran. No tengo intenciones de perder mi trabajo o caer en problemas por tus deseos egoístas.

    —Pero cual diferencia con el otro día, vamos amigo.

    —La vez pasada era diferente. Era una ocasión especial y era algo “necesario”—Patrick hizo una pausa—. Ahora, si no tienes nada más para mi trabajo, puedes largarte. Gracias por la revista.

    Moth comenzó a recoger el excedente de mandarinas con desgano. Muy cierto era que el zumo de naranja era algo que no debió haber sido creado y que Patrick era quien lo hacia, pero era gracias a sus mandarinas que el zumo era lo que era. No era un mugroso brebaje sin alma ni algún compuesto químico de probeta, era the real zumo, todo únicamente gracias a las mandarinas.

    —Me retiraré, nos vemos —Moth avanzó hasta la puerta y la abrió lentamente, solo para retroceder apresuradamente hasta su compañero nuevamente— ¡Vamos Patrick, no haremos nada nuevo!

    —Que no, dije.

    —Eres tan negativo ahora, pero no tuviste problemas en soltar la botella hace unos días —comentó receloso con sus ojos entreabiertos..

    Patrick volvió su mirada hacia su interlocutor y lo miró desconcertado.

    —¿Qué has dicho? —interrogó.

    —Lo que has oído. Se que has estado soltando muestras del zumo por allí y por acá —respondió Moth usando un tono un tanto burlesco y completamente infantil, mientras con su izquierda levantaba una mandarina para verla a contraluz con el blanquecino foco de la habitación.

    —¿De qué estas hablando?

    —Lo que has oído —Una sonrisa juguetona—. Liberaste una botella de zumo de naranja sin tapujos y ahora....

    —¡Baja la voz! —interrumpió cuidadoso el químico al ver que Moth comenzaba a alzar la voz.

    Patrick se levantó rápidamente de la silla para encararlo. Posando su mano sobre el hombro de este, prosiguió:

    —¿Qué te hace pensar que yo me pondría a repartir botellas?

    —Lo vi camarada, lo vi —Moth sonrió—, bueno... no lo vi exactamente... más bien vi los efectos del zumo en acción.

    —Explícate —exigió Patrick, mientras se preguntaba si su cómplice había alzado la voz a propósito unos momentos atrás.

    —Lo vi con Otto. Estábamos pasando el rato conversando en los pasillos, ya sabes, lo usual... uno no siempre gusta de estar todo el día metido en habitaciones..

    —Se mas conciso.

    —Si, perdón. Un tipo pasó tambaléandoce, borracho, desorientado, muy mal —Moth sonrió —. Si lo hubieras visto, más de alguna carcajada te habrías pegado. Fue muy gracioso.

    —¿Te parece gracioso? —respondió indignado Patrick.

    —Es que tu no estuviste ahí y eres muy serio.

    —¡Ese no es el punto! Si realmente estaba así como dices seria un gran problema que llegaran a nosotros a través de ese fulano y si, he dicho nosotros, porque tu has estado igual de metido que yo en todo esto —Patrick suspiró e inhalo cuantioso aire en una sola y larga bocanada—. Igualmente, podría haber estado así por alguna otra razón...

    —Si, claro —cuestionó sarcástico—, como si fuera tan fácil pillar alcohol en la nave. No se vende y no hay. Ese tipo daba las gracias por lo que hicimos, te lo aseguro.

    —Pero entonces ¿Cómo consiguió zumo? —El tono de incredulidad adorno las palabras de Patrick.

    —No se... Quizás tu le soltaste una botellita... —sugirió malicioso Moth.

    —Si asumimos que era zumo...

    —Lo era —interrumpió.

    —Si asumimos que era zumo —repitió el químico, mirando fijamente a los ojos a su interlocutor, con ira reprimida por gracia de la discreción—, tendría que haberlo obtenido... La última vez que hicimos fue para el cumpleaños de Nufia, ¿no?

    —Sí, fue un gran día. —Sonrió Moth.

    —Esa vez también le dejamos una botella de regalo. Por Dios —La mano izquierda de Patrick viajó desde el escritorio hasta su rostro, tapando ojo izquierdo y su frente con la palma— ¡Qué diablos está pensando!

    Patrick volvió a su silla para sentarse con suavidad.

    —¿Habrá acabado la botella completa? —preguntó desahuciado.

    —Quizás. Yo en su lugar, a esta altura ya la habría bebido.

    —Pero no hay certeza —El químico sostuvo una de las mandarinas a la vez que alzaba su mirada desde la alfombrado piso hasta su cómplice—. Según el estado en el que lo viste, ¿Crees que podría haberse acabado la botella de un golpe? Si nadie lo vio y la botella no existe ya, podríamos olvidarnos de ello, no sería problema para nosotros.

    Moth llevó su mano hasta su mentón.

    —Para quedar en ese estado no se necesitaba ni un cuarto de la botella... con lo fuerte y dulce que era —El joven suspiro—, Aparte que vaya intento de botella era ese recipiente.

    Una sonrisa nació de los labios de Moth mientras, sobre el techo, su imaginación dibujaba la pseudo botella que había armado con tanto cariño días atrás para agasajar a la linda Nufia.

    —Entonces hay que dar por hecho que la botella esta ahí todavía —Patrick volvió a su semblante severo— y nada impide que vuelva a repetirse lo que paso antes.

    —Yo creo que la botella esta limpia —contestó Moth devolviendo la mirada a su compañero, mientas una carcajada salia desde su boca.

    —No hay certeza. Tenemos que ir a hablar con Garland.


    * * *​


    Birmania estaba intrigado. Había hallado el mapa del tesoro y no había podido sacar provecho alguno de ello, pese a que estuvo de pie sobre la gran X del tesoro pirata. La mujer regenta de la instancia a la que había ido a parar era sorprendente. Su apariencia, su cuerpo pintado, su ropa, su cuerpo pintado. ¿Qué tan extenso era? Su ropa no era muy reveladora pero, por los cortos pasajes de tiempo en los que la tubo en frente, pudo ver (o creyó haberlo hecho, al menos) como cada linea de color desde sus parpados inferiores bajaban por su pálido rostro y se perdían en su cuello y hacia abajo. Intentar revelar más, ayudarse con sus manos, libre de culpa para apartar la ropa que estorbaba... No se trata de algo sexual, si no de algo más profundo. Desde alguno de sus delgados dedos también nacía una de esas lineas que, de igual forma, acababa por esconderse bajo las mangas holgadas de sus ropajes.

    «No estoy aquí para sorprenderme a mi mismo con ella».

    Birmania estaba en camino hacia los dormitorios de ingenieros. Había tomado una ruta larga para pasar por comida en una cafetería cercana al hospital. No había querido desayunar allí probablemente por preferir llevar las ofrendas comestibles hasta los aposentos de Lamria.

    Divisando a distancia la entrada del pasillo desacelero su marcha, mientras internamente rezaba por no toparse con caras indeseadas merodeando. Un par de metros antes de cruzar por la puerta sintió los murmullos de al menos tres personas hablando enérgicamente.

    —Sí lo vi. —Cruzó los brazos.

    Lamria refunfuñaba a pie junto y muy seria. Estaba de pie, justo frente a la puerta de su habitación que permanecía entreabierta. Junto a ella estaban dos personas más.

    —Pero hace un segundo decías que estabas durmiendo...

    —Recién despertando —corrigió un tanto indignada.

    —Quién te entiende, Lumria. —Una chica de aspecto descuidado reía a la izquierda de Lamria, mientras apoyaba su palma derecha bruscamente en el hombro de la ofuscada ingeniera.

    Birmania se acercó con cautela mientras alzaba levemente la mano para saludar al grupo. Lamria fue la primera que notó su presencia. Apenas lo vio se apresuró a cerrar con llave su puerta para ir a su encuentro; actitud ligeramente grosera para con los que estuvo hablando segundos atrás. Ambos salieron hasta el pasillo principal, movidos principalmente por la fuerza de la poca frecuente muestra de carácter de Lamria.

    —Hola Birmania —saludó Lamria luego de algunos segundos de su encuentro.

    —Buen día —respondió—. Espero no haber interrumpido.

    —¡Qué va! —Sonrió Lamria, volviendo a su típica expresión facial—. No creas que hui o algo parecido. Tengo prisa pero esos dos me entretuvieron y... ya era hora de salir a hacer mis cosas.

    La conversación se desarrollaba en pleno pasillo, mientras seguían el paso de Lamria a velocidad moderada.

    —No podía quedarme a hablar eternamente —continuó— y me dije que ya era hora de ponerme en marcha —Sonrió nuevamente—. Ahora, prosiguiendo, ¿qué te traía por el pasillo de ingenieros?... o quizás ibas por otros asuntos, coincidentemente... ¡Perdona, Se me escapo y te arrastre conmigo sin preguntar!

    Se debuto Lamria para disculparse sin perder el tiempo, abrumada por su falta de criterio y actuar impulsivo.

    —No, iba hasta tu cuarto —Intentó tranquilizarla Birmania un tanto descolocado—. En fin... ¿Supongo que estas ocupada si vas con apuro?

    —¿Es eso una pregunta? Tengo cosas que hacer pero aún no desayuno. Pasaré por la cafetería a comer, si gustas me puedes acompañar, podemos charlar.


    * * *​


    Cuando Mankell terminó su horario laboral, sin un retraso de más allá de un minuto, recibió un recordatorio de parte de una agenda electrónica que cargaba. Salió de su puesto de trabajo en la granja, en dirección a la oficina de las colonias. No estaba seguro a que hora se desocupaba Nufia, pero la hora estándar era la misma para la mayoría de los anexos.

    —Hola, ¿sabes si Nufia Garland está aún ocupada?

    Moth encontró las dependencias de las colonias aún en movimiento. Luego de tomarse veinte segundos de descanso sobre una banca, procedió a interrogar a uno de los que trabajaban ahí a esas horas. Lo seleccionó al azar; no le conocía.

    —Estaba adentro ocupada hace un minuto, pero ya debería estar por salir. ¿Es urgente?— El sujeto arqueó sus cejas—, puedo avisarle que la buscas si es realmente importante.

    —No, descuida. Gracias. —Se despidió Moth mientras iniciaba marcha hacia algún lugar incierto.

    Tras las puertas de una de las oficinas que Moth dejaba a sus espaldas, estaba Electra miando el suelo.

    «Todas las tarjetas de turno habían sido marcadas en los horarios correspondientes. Nadie echaba de menos a nadie».

    —¿Entonces, por qué?

    Ms Maik Heam estaba frente a ella, observándola silenciosamente y sin hacer la menor mueca con sus cejas y labios. Su fiel escudero, Billy, estaba a un costado. Hacia unos minutos que no se pronunciaba palabra alguna en la salita, pero la postura de ambas mujeres, la una frente a la otra, bajo ese silencio y la propia expresión facial en sus rostros dejaba entredicho una suerte de telepatía. No tenia por que ser la comunicación verbal la única forma de entendimiento.

    Confía en mi —Maik Heam rompió el silencio, sin cambiar su expresión.

    Electra volvió su mirada hacia la mujer de cabello blanquecino.

    Lo veo sin necesidad de que pase la imagen por mis ojos y mis oídos. Si tu pudieras verlo conmigo, tenerlo en tu cabeza, atrás de los ojos, se que entenderías por qué lo concibo de esa manera y también la razón de mi convicción. —Con su mano izquierda empuñada golpeó levemente su vientre, manteniéndola en dicha posición por el resto de su discurso. Sus cándidos ojos titilaban brillantes y encendidos por una llamita que no se podía ver; ambos coronaban una sonrisa llena de orgullo propio y entusiasmo.

    —Nunca he dudado de tus ideas —respondió Electra, correspondiendo la sonrisa de Maik Heam.

    La célula es lo mas versátil con lo que he trabajado nunca —prosiguió— ...y aún no he sido capaz de enfrentarla a algo que no pueda resolver.

    Obviamente todo el dialogo anteriormente presentado fluyó a través de Billy como interprete.

    Electra tenía ahora una solución parcial a su problema. Todas las veces que pretendió hacer un censo poblacional de la nave utilizó medios indirectos, que por razones de tiempo, logística y simpleza resultaban los más ideales. Todos los resultados llegaban a lo mismo, pero no respondían sus dudas ni iluminaban la lógica que mantenía enmarañada en su cabeza. Ella tenia una corazonada; era una cosa muy subjetiva, pero siempre consideró la existencia de sabiduría en todos los sentimientos humanos.
     
  18.  
    Maze

    Maze Usuario común

    Aries
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    Yow.

    Sentía curiosidad por lo que escribirías y llegué aquí. Leí los dos primeros capítulos para empezar.

    La verdad, hay mucho del setting que no me gusta. No me atrae en gran medida el setting especial y no soy fan de la ciencia ficción, ni de los guiños al estilo anime. Pero aquí estoy hablando únicamente de mi perspectiva.

    La verdad está bastante bien. El infodump viene en el momento preciso y se siente siempre natural, sin entorpecer la inmersión. Poco a poco nos vas introduciendo detalles del escenario cuando hacen falta y el resultado es una lectura bastante orgánica. Los personajes están bien dimensionados y son fáciles de recordar, incluso aquellos que de momento no parecen importantes pero dan la sensación de que lo serán.

    Me gusta que dejas algunos aspectos a la agudeza del autor sin explicarlos del todo, y (un punto muy a favor) no tener que leer una descripción física de cada personaje, sino dejar que la acción fluya. Es un poco pronto para saber a dónde tira la trama, pero de lo que puede intuirse, es bastante intrigante.

    No me gusta meterme a criticar la ortografía porque la verdad no me interesa cuando leo algo. A grandes rasgos, no está tan mal como para ser ilegible. Mientras no distraiga de la lectura, está bien.

    Hace algún tiempo alguien me contó una anécdota similar respecto al olor de la carne quemada, así que en cuanto mencionan “carne asada" de inmediato pensé en un incendio, lol.

    Seguiré pendiente. Nos leemos luego.
     
  19.  
    Confrontador

    Confrontador Last cup of Sorrow

    Piscis
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    Escritor
    Holas, gracias por la critica.

    Yo, al contrario, soy muy fan de la ciencia ficción xD y esos guiños al estilo anime son prueba de las influencias en mi de ese medio (especialmente en la época en la que inicié esta historia).

    ¡Saludos!
     
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