Fantasía Masquerade de ilusiones.

Denis Heins no sabía exactamente que hacía allí en medio de aquella multitud enmascarada. La música no era del todo de su agrado, las conversaciones le habían parecido de lo más pretenciosas y aunque en cierto modo debía estar ya acostumbrado a ese tipo de reuniones, esa especialmente le había colmado la paciencia a pasos agigantados.

Su máscara de repente comenzaba a molestarle, el esmoquin lo asfixiaba y los zapatos estaban estrangulando sus pies como nunca. Supo inmediatamente que debía largarse lo antes posible, al menos un par de minutos antes del evento principal de la fiesta de cumpleaños de su abuelo.

El aire puro llenó sus pulmones de una forma aterradoramente hermosa. La brisa acarició su rostro enrojecido y elevó su cabello pulcramente peinado, el cual en un momento de rebeldía, había quedado sumido en un imperioso desastre. Se sentía más libre, más él...

—Te comprendo. —Giró su rostro lentamente hacia la derecha buscando esa dulce voz que había logrado poner sus vellos de punta.

—¿Quién está allí? —No lograba distinguir nada en aquella espesa oscuridad.

De hecho, se preguntaba en qué momento se había puesto todo tan oscuro. Sus ojos azulados no dejaban de escudriñar ese rincón, era una mujer «evidentemente», sin embargo en su interior comenzó a formarse una necesidad enfermiza de saber con quién estaba tratando.

—Tu consciencia, no hemos hablado mucho últimamente. —Su tono era burlesco, sensualmente burlesco.

—Vaya hora de aparecer. —Le siguió el juego, sin perder la cautela. Escuchó su melodiosa risa y con eso fue suficiente para dejarlo en blanco.

—No has querido escucharme, Denis... Nunca lo haces.

—¿Cómo sabes mi..-

—¿nombre? —Presintió que se acercaba, los pasos eran evidentes y esperó deseoso saber de quién se trataba.

Sin embargo, justo en ese momento en que parecía que sus dudas serían atendidas, las puertas del balcón fueron abiertas de par en par por una parejita.

—Oh, lo sentimos viejo. Creímos que estaba vacío. —Sus ojos no miraban al par sino al hueco vacío iluminado por la luz del interior de la fiesta.

No había nadie ahí...

Ingresó nuevamente a la juerga confundido y tal vez, hasta un poco aterrado por la idea de que verdaderamente hubiera estado hablando con su conciencia. Las doces llegó finalmente, el mundo entero comenzó a crear un murmullo extasiado y uno a uno fue quitándose la máscara cómo era tradicional en los carnavales de Venecia. Pero cuando él lo hizo sin muchos preámbulos, notó entre el gentío vestidos de galas a una chica mirarlo fijamente.

Había sido testigos de mujeres verdaderamente hermosas, pero y aunque ella no se comparaba en lo absoluto a aquellas que había tenido el placer de tener a su disposición, ella cargaba con algo especial. Y sin llegar a pisar lo paranoico, supo que se trataba de la chica de aquel rincón.

Más cuando intentó seguirla, simplemente se esfumó... Como una ilusión, como sus sueños.

No dejes de buscarme, Denis...

—Es fácil para ti decirlo. —Murmuró a la nada, intentando que esos ojos castaños y esa expresión angelical que había visto no desaparecieran también de sus recuerdos.