Os presento la historia a la que tanto esfuerzo le estoy dedicando. Se trata de The Batman, un título sencillo pues creo que así es el planteamiento de la obra. La premisa es simple: relatar el origen del superhéroe, partiendo de cero. Creo que por eso es ideal para cualquier lector, ya sea fan del personaje o incluso si no ha escuchado nada de él. No necesitas conocer a Batman ni el universo que le rodea para adentrarte en esta historia, puede ser incluso un medio para engancharse al personaje. Por ello, os animo a acompañar al joven Bruce Wayne en su camino hacia la justicia. Sin más dilación, comencemos... ———————————————————————————————————————————————————————— — PRÓLOGO — —Despierte, señor Bruce. Son las 12 del mediodía. La habitación está iluminada por una tenue luz que entra a través de las cortinas. El ambiente es frío y húmedo, afuera llueve con fuerza. Las gotas chocan contra el cristal de la ventana produciendo el característico sonido de los días tormentosos. El olor a madera antigua recorre toda la mansión, acentuando su carácter viejo y misterioso. Una gran cama preside el cuarto principal, amueblado con muebles del siglo XIX y todo tipo de lujosos objetos: desde espejos colosales, ahora totalmente inservibles por la suciedad; hasta espadas medievales que decoran las paredes y armarios de caoba llenos de polvo y comidos por las termitas. Del techo cuelga una lámpara de araña, con cristales que en su día relucieron como el mismo sol, pero que ahora están oscuros y resquebrajados. Parece como si aquel lugar estuviera atrapado en el tiempo, pero a la vez abandonado y sin ningún tipo de cuidado. —¿Qué hora es, Alfred? —la voz ronca de Bruce, aún medio dormido, retumba en la habitación. —Es hora de que se levante. Hoy tiene una reunión muy importante para la empresa y no puedo dejar que se presente tarde. —Ya te dije ayer que no pensaba ir. Además, con este sueño no creo que vaya a ninguna parte. —Bruce bosteza ampliamente y acto seguido se vuelve a dormir. —Si no anduviera jugueteando hasta tarde todas las noches, no tendría que despertarlo casi a la hora del almuerzo. No sé en qué está trabajando, pero lo oigo durante toda la madrugada. Bruce se destapa y se incorpora sobre la cama. Va vestido con una camiseta de tirantes negra y unos pantalones cortos de deporte. Mira un momento a través de la ventana y se sienta en un sillón junto a Alfred. —Últimamente no duermo muy bien. Aprovecho para hacer algo de ejercicio nocturno, nada más. —Coge el móvil que está en la mesilla de noche—. Pensándolo mejor, creo que sí voy a asistir a la junta de hoy. Hay que dejarles las cosas claras a esos ejecutivos. —Me alegra que quiera dirigir la empresa que su padre le dejó como legado. —Alfred se sonríe y mira también por la ventana. El vasto jardín de la mansión se extiende hasta el bosque que los separa de la ciudad de Gotham. Al fondo se aprecian los rascacielos de la metrópolis, difuminados por la niebla. Ya ha parado de llover, pero el ambiente sigue siendo muy frío—. Vístase o pillará un catarro, señor Bruce. —Antes quiero desayunar. El ejercicio de esta noche me ha dejado con el estómago vacío, y no quiero comerme a ninguno de los directivos de Industrias Wayne. —Bajaré a prepararlo mientras usted se arregla un poco. No queremos que piensen que es un vagabundo de la calle —dice riéndose. Alfred se marcha cerrando la puerta. Sus pasos resuenan por las escaleras mientras Bruce mira su teléfono móvil. No hay ningún mensaje nuevo, por desgracia. Entonces, decide hacer una llamada. —Contestador automático de Vicky Rouge, deje su mensaje después de la señal… —Vicky, soy Bruce. Llámame si sabes algo más sobre Rachel. Sigo muy preocupado y creo que la policía no está haciendo nada. No podemos confiar en ellos, ya sabemos cómo es Gotham. Un saludo. Hace ya una semana que Rachel Dawes desapareció de su casa. Fiscal del distrito y amiga de la infancia de Bruce, era la única pizca de esperanza que quedaba en los juzgados de Gotham. Más de la mitad de los capos de la mafia de la ciudad habían ido a la cárcel gracias a su intervención, por lo que hay motivos más que suficientes para pensar en algo peor que un simple secuestro. Además, en estos siete días han aprovechado para revisar más de 20 casos y liberar a decenas de delincuentes, gracias al nuevo fiscal que la ha sustituido. Bruce abre el armario polvoriento para buscar un atuendo. Coge el primer traje que encuentra de entre todos, ninguno por debajo de los 1000$. No tiene que impresionar a nadie, su apellido lo hace todo. Vivir bajo el título de “Príncipe de Gotham” le ha hecho todo más fácil en su vida, aunque esta nunca haya sido sencilla. Se mira al espejo, aunque apenas se ve su silueta. Su obsesión con no querer trabajadores en su mansión, a excepción de Alfred, desde la muerte de sus padres, ha hecho que la casa se haya convertido en un auténtico palacio fantasma. Esto es algo que nunca le ha preocupado, pues apenas recibe visitas y las fiestas que organiza para mantener su reputación y el buen nombre de los Wayne las suele celebrar en el amplio jardín. Siempre fue un chico solitario, pero esto se acentuó aún más tras el trágico suceso que marcaría su vida. Tras retocarse a ciegas y mirar de nuevo el móvil, Bruce sale de su habitación y se dirige al comedor. Recorre los oscuros pasillos llenos de cuadros de sus antepasados y diferentes objetos traídos de todas partes del mundo. Unas escaleras de mármol sucio le conducen hasta la planta baja. Allí está el gran comedor donde antaño se celebraron las famosas fiestas de los Wayne, ahora sólo utilizado para las comidas del único miembro de la familia. Alfred está de pie junto a la silla que suele ocupar su señor. —Aquí tiene el desayuno. Veo que ya se ha preparado para la reunión, no le queda mal ese traje… ¿Brioni, tal vez? —Sabes que nunca me fijo, Alfred —dice mientras toma asiento y comienza a saborear el bizcocho que tiene delante. —En eso no se parece a su padre. Él era un maniático de la ropa, quería sus trajes impolutos y siempre estaba más de una hora decidiendo cuál ponerse. —El rostro de Alfred se vuelve preocupado--. No sé si le estarán afectando esas sesiones nocturnas, pero le veo raro últimamente. ¿Sabe algo más de Rachel? —Por desgracia, no. Es complicado investigar una desaparición en una ciudad llena de corruptos y controlada por la mafia. Ya conoces a Rachel, no es de las que necesiten un guardaespaldas, pero cada día tengo menos esperanza —Deja el tenedor sobre el plato ya vacío y se bebe de un trago el zumo de naranja. —Siempre ha sido un trabajo de riesgo el ser fiscal, pero aún más lo es en esta ciudad. Ya no se puede confiar ni en la policía. —Alfred parece recordar momentos del pasado. —La única persona que me ha podido proporcionar algo de información es una tal Victoria Rouge, periodista de investigación en el Daily News. Contacté con ella hace dos días y me dijo que había escuchado una conversación entre dos hombres de Falcone. Hablaban de una mujer secuestrada en los almacenes del puerto. —No es raro que los de Carmine Falcone anden metidos en algo así. Pero podría ser cualquiera, señor Bruce. —Le he pedido que siga investigando y me dé toda la información que consiga, creo que podemos confiar en ella —Se levanta de la silla y mira el reloj—. Son casi las 1 y la reunión es a y media. Me voy ya, Alfred. —Tenga cuidado, señor Bruce. Esos nuevos directivos no me gustan nada, debemos proteger lo único que nos queda de su padre. Ambos se despiden y Bruce se dirige al garaje de la mansión. Allí, más de cincuenta coches se agolpan entre las columnas de una gran nave. Al fondo, una rampa que conecta con la carretera que sale del jardín de los Wayne. Ferrari, Lamborghini, Bugatti, Maserati, Mercedes, Audi,… de todas las épocas, colores y tamaños. Si algo le gusta a Bruce son los coches caros. Muchos son heredados de su padre; otros los ha comprado por capricho para su colección personal. Los focos que iluminan la amplia nave hacen brillar las carrocerías de los automóviles, en un espectáculo grandioso para todo aquel amante de las cuatro ruedas. —Hoy quiero algo sencillo… ¿El Porsche 911 de 1985?... No, mejor el Mercedes negro del 90… —Al multimillonario le encantan estos monólogos consigo mismo—. Vale, creo que ya lo tengo. Esta escena siempre le hace recordar a Alfred a Thomas Wayne delante de su armario, decidiendo qué chaqueta llevaría a trabajar aquel día. Se dirige hacia una pared donde cuelgan cientos de llaves ordenadas por orden alfabético. Coge una y se acerca a un despampanante Audi R8 negro, que enciende sus luces tras el característico pitido de apertura. Bruce se sienta en la tapicería de cuero y arranca el motor de 610 CV, que ruge por toda la mansión. Conduce hasta la rampa de salida. El portón se abre automáticamente y el coche sale al exterior. Un cielo encapotado da la bienvenida al heredero de los Wayne. El viento sopla con fuerza moviendo las hojas del otoño, y la atmósfera húmeda reina por todo el jardín. No llueve, pero entre la niebla que cubre los rascacielos de Gotham un rayo ilumina la ciudad a lo lejos. Bruce está preparado. El Audi acelera dejando una nube de humo y alejándose por la carretera que conduce al bosque.
Saludos, no pude pasar por alto al Caballero de la Noche, creo que mi favorito de DC... Errores no encontré, tienes una buena narración y ortografía que hacen más disfrutable el ambiente de la lectura, así que vamos por buen camino en tus inicios. En cuanto al título... "The Batman" es algo simple aun siendo los inicios del personaje como tal... ¿qué te parece "The Batman coming soon"?... una sugerencia graciosa, adáptala lo mejor que puedas. Me gustó el detallazo... Porsche o Mercedes?..., sencillito Don Bruce Wayne terminando con un Audi R8 con 610 HP, al mejor estilo Tony Stark... el millonario filántropo de Marvel es su contraparte, bien por ti...
¡Muchísimas gracias por el comentario! Anima mucho leer este tipo de opiniones . El ambiente de la obra creo que es muy importante, y me gusta remarcar la descripción de los escenarios: la mansión lúgubre, casi fantasmagórica de Bruce Wayne, con ese halo de misterio... Pienso que le da mayor carácter a lo que quiero transmitir. En cuanto al tema del título, aún tengo que meditarlo bien. Creo que cuando la novela está más avanzada tendré una mejor idea de cómo llamarla. Por ahora prefiero dejarle este título provisional, ¡pero me apunto con mucho gusto tu sugerencia ! La escena del garaje es brutal, define muy bien la personalidad "multimillonaria Playboy" de Bruce . Por lo demás, animarte a que sigas leyendo este proyecto al que le estoy dedicando toda mi pasión y esfuerzo. Es un placer recibir tanto apoyo .
— CAPÍTULO 1 — Las calles de Gotham siguen igual que siempre; parece como si no pasara el tiempo por aquella ciudad. Edificios en ruinas de mediados del siglo XX, fábricas abandonadas de la antigua industria emergente en la metrópolis, garitos controlados por los capos de la mafia,… Entre los callejones oscuros y abandonados se esconden todo tipo de delincuentes, asesinos, contrabandistas, traficantes,… Gotham no es la ciudad para irse de vacaciones con la familia, pero sus habitantes ya se han acostumbrado a ese halo de criminalidad y corrupción que la envuelve. Bruce Wayne, heredero del imperio más grande de la historia de Gotham, conduce un coche de millones de dólares por el asfalto húmedo. Por su mente pasan recuerdos de la infancia, cuando veía aquella ciudad con otros ojos: con los ojos de su padre. Él creía que podía renovar y purificar aquel vertedero de crimen gracias a su fortuna, pero el destino le tenía preparado otro final. Tras su muerte, Gotham mostró su verdadero rostro en todo su esplendor, y aún hoy parece que no tiene límites. El Audi R8 pasa junto al Banco Central, rodeado de coches de policía. Una estampa típica de la ciudad, que sufre de robos diarios en todas sus sucursales. En la radio suena el boletín informativo: —Otro robo sacude al Banco Central de Gotham, el quinto consecutivo en esta semana. La policía parece seguir la pista de una banda llamada “Los Comediantes”, que ya ha atracado otros bancos en la ciudad. Nuestro enviado especial al lugar de los hechos, Tom Snyder, nos narra lo ocurrido… —Bruce apaga la radio. Al girar por la Quinta Avenida, la inmensa Torre Wayne se alza ante la vista de Bruce: un edificio colosal, el más alto de Gotham, sede central de la empresa familiar. Hace tiempo que no pasa por allí, apenas le interesan los asuntos financieros y no suele ser bien recibido por los nuevos directivos. El despampanante Audi aparca en la misma puerta (sitio reservado para los altos cargos), y Bruce se baja dejándole las llaves al encargado que le está esperando. No hay mucha gente por la calle, el día sigue nublado y hace bastante frío. Las puertas automáticas le dan la bienvenida a Industrias Wayne. El hall está en silencio, apenas interrumpido por los pasos de unos cuantos empleados. Una gran “W” preside la pared central. Bajo ella, el mostrador de recepción. Bruce se dirige hacia allí. —Buenos días, señor Wayne. Es toda una sorpresa verle por aquí hoy —le saluda alegremente Helen, una joven secretaria con la que Bruce ya ha hablado en más de una ocasión. —Es todo un honor volver a mi hogar, Hel. Me aburro un poco en aquel castillo abandonado y quería respirar algo de aire fresco —dice con ese tono burlón que le caracteriza, acompañado con una leve sonrisa. —No creo que el aire de Gotham sea lo que usted necesita, pero siempre es un placer tenerle de visita. —Bueno, en realidad hoy no vengo sólo de visita. Quiero asistir a la junta mensual, hoy se debate el futuro de la empresa —Su rostro se vuelve más serio—. ¿Están todos reunidos ya? La joven Helen se pone nerviosa, Bruce lo nota. —Sí… La reunión comenzaba a las 1 y media, deben de estar todos en la sexta planta… Puede que ya hayan comenzado, señor Wayne… —No creo que sea problema —concluye, dirigiéndose al ascensor—. Que pases una buena tarde, Helen. La secretaria le despide con un leve gesto, pero su cara muestra signos de preocupación. Nadie esperaba que el “Príncipe de Gotham” fuera a presidir la junta de aquel mes. La puerta del ascensor se abre al llegar a la sexta planta. Un olor a ambientador inunda el pasillo, iluminado tenuemente por una ventana al fondo. Bruce se dirige a la puerta de la sala de reuniones. Sin llamar, abre y se encuentra a unas treinta personas sentadas en torno a una larga mesa. Bruce distingue a los principales directivos de la empresa, que ahora lo miran sorprendidos. —Perdón por llegar tarde, ya saben cómo está el tráfico en la ciudad. —Toma asiento en la silla central, que estaba desocupada—. Hasta me tenían reservada mi silla, veo que siguen igual de caballerosos. —Y usted sigue igual de inoportuno, señor Wayne --habla Michael Smith, director adjunto de la empresa—. No nos avisó de su presencia en la junta de hoy. —¿Ahora tengo que avisar de que voy a venir a dirigir mi propia empresa? Usted siempre tan gracioso, señor Smith —se ríe mirando hacia los demás presentes, que siguen incrédulos. —Basta ya, sigamos con el tema a tratar —responde Michael y se dirige hacia un hombre de mediana edad, moreno de piel y con gafas—. Señor Poll, prosiga. —Cómo iba diciendo, la unión de Industrias Wayne con las empresas del señor Falcone les proporcionaría importantes beneficios a ambas, y una mayor estabilidad en esta ciudad cada día más… —se para, parece que piensa en la siguiente palabra— inestable. Bruce mira fijamente a aquel hombre. Sabía lo que se iba a tratar en aquella junta, las palabras del señor Poll no le pillan de imprevisto. Decide intervenir: —Efectivamente, señor Poll, esta ciudad es cada día más inestable, pero no veo en qué nos puede ayudar colaborar con Carmine Falcone. Él es uno de los causantes de la decadencia de Gotham. Se hace el silencio en la sala. Las miradas están clavadas en Bruce Wayne, nadie se atreve a hablar. Es Michael quien interviene: —Esas acusaciones no tienen ningún fundamento. El señor Falcone es uno de los empresarios más honorables de la ciudad, y ya sabemos que el éxito suele ir acompañado de habladurías a las que no hay que hacer caso. Si tiene alguna prueba preséntesela a un juez, señor Wayne. Bruce sabe que es imposible ganar en una discusión así. “El Romano”, como así llaman a Falcone, es intocable en Gotham. Vuelve a hablar Michael: —Dado que ya todos conocen el plan de unión que hemos tratado, pasemos a la votación —dice mientras mira a Bruce sonriendo con malicia—. Votos a favor. Todos los presentes en la sala alzan el brazo, excepto Bruce. Ahora está con la mirada perdida hacia la ventana, pensando en cómo actuar. —Parece que no hay que seguir con la votación. ¿Está de acuerdo, señor Wayne? —dice Michael, sonriendo aún más. —Le tengo que dar la razón, pero le recuerdo que yo sigo siendo el propietario de la empresa, y que ningún contrato se puede llevar a cabo sin mi consentimiento. —Ahora es Bruce el que se sonríe. Pero no parece que Michael esté preocupado por lo que acaba de decir. Abre una carpeta que tiene frente a él y busca algo. Saca un papel que extiende ante Bruce. —Creo que no conoce la nueva política de empresa que fue aprobada en la junta del mes pasado, a la que por cierto no acudió. —Remarca lo último, está disfrutando con esto—. Léala detenidamente, señor Wayne. Bruce coge el papel y lee: NUEVO ESTATUTO DE INDUSTRIAS WAYNE Queda decretado por unanimidad la nueva política de empresa, que atribuye el poder total de decisión a la directiva de Industrias Wayne y elimina el antiguo estatuto 7.8.A, que atribuía este poder al propietario de la empresa. No se lo puede creer, Michael ha ganado, y con todas las de la ley. ¿La empresa de su padre? ¿En manos de la mafia? Levanta la vista hacia el director adjunto, que sigue sonriendo. —Pensaba que estaría al tanto de todo lo que se hacía en su empresa —su voz suena con un tono triunfador—. Dicho esto, la directiva de Industrias Wayne aprueba el contrato de colaboración con las empresas del señor Carmine Falcone. Se levanta la sesión. El nombre del mafioso resuena en la cabeza de Bruce Wayne. No se puede creer que el imperio de su padre vaya a hacer negocios con el mayor mafioso de Gotham. Y menos tras lo ocurrido hace unos días. Bruce se levanta y sale rápidamente de la sala. Quiere volver pronto a la mansión, no puede perder ni un minuto. Tiene que trazar un nuevo plan para arreglarlo todo. Coge el ascensor y llega a la planta baja. Ni se molesta en despedirse de Helen, que se le queda mirando. El encargado le cede las llaves del Audi, que arranca con el rugido característico. Bruce acelera a fondo y se pierde por la Quinta Avenida. Empieza a llover sobre Gotham City.
Industrias Wayne en manos de la mafia... mmm... la hora de la verdad se acerca lentamente pero con seguridad. Sigue así, muchacho...