Song-fic Hide & Seek

Hide & Seek​

Daba pasos apresurados pero cautelosos, sabía que algo lo seguía y no quería notificarle que lo sabía. La última vez que los estúpidos del salón lo siguieron y se echó a correr, le hicieron recordarse a sí mismo que era pésimo hasta en deportes y que tomar esa decisión no era lo mejor que pudo haber hecho... Le hubiera gustado recordarlo antes de la paliza que le dieron.

Cuando le dio vuelta a la última esquina sintió un alivio que se desvaneció con prontitud.

—Así que es aquí donde vives, pequeño no deseado. ¿Tus padres volvieron a dejarte solo por el trabajo? ¿Ves que ni siquiera ellos te quieren? —Sentenciaba la chica con una sonrisa. —Supongo que podremos hacerte un poco de compañía esta noche; quiero decir, yo y unos amigos. Estás cordialmente invitado a la fiesta de esta noche en tu casa, enano.

Miku sacó su móvil y comenzó a teclear y sonreír. Después de un momento se giró hacia el chico con la misma mirada cargada de odio que siempre le dedicaba.

—Deberías moverte, vendrán pronto.

—P-pero no pueden hacer eso, mis padres van a matarme si hay una fiesta en casa... ellos vuelven mañana al medio día y-

—Y entonces tienes suficiente tiempo para limpiar cuando nosotros nos hallamos ido. —Dijo, completando su frase. —Anda, ¿no te asusto más yo que tus padres, querido Rui?

Miku se acercó con una sonrisa de superioridad dibujada en su rostro y empujó al chico de cabellos rubios al suelo. Movió las piernas con el afán de patearlo, pero él se hizo un ovillo en el suelo y clamó por piedad antes de que su hazaña fuese concretada.

—¡Está bien, está bien! ¡Puedes traer a la gente que quieras, pero basta! —Gritaba el chico, con lágrimas en los ojos.

Miku se reincorporó y sonrió satisfecha.

—Así me gusta, gusano.

Por supuesto que sí, a ella le encantaba ver cómo Rui se volvía un sumiso. Era sólo un chico tonto que debía respetarla.

***​

—Vaya, qué casa tan linda. ¡Y este jarrón, mira qué bello! Luce bastante viejo, ¿eh, Rui?

—S-sí... era de mi abuela. Se lo dio a mi madre un par de años antes de m-

*TSK*

—Oh, vaya que era lindo. Qué lástima que seas tan torpe, Rui. Tu madre va a matarte.

—¡P-pero yo no...! —Miku lo calló con un golpe en el estómago.

—¡Ya cállate! ¿O prefieres que te mate yo antes que tu madre? Cielos Rui, de verdad que eres molesto, por eso tus padres no te quieren, sacas de sus casillas a cualquiera. ¡Ha sido una broma, nene llorón! Ya, los chicos están por llegar. Haz el favor de largarte a tu habitación, que llegó la hora de que los mayores se diviertan. —Miku observó a Rui, quien se aguantaba las lágrimas en su sitio. —¿Qué, estás sordo? Deja de quejarte y muévete o te daré un golpe más fuerte, uno con el que sí tengas derecho a lloriquear.

El chico corrió a su habitación, puso el seguro y lloró en el rincón. Rui no podía entender por qué era tan débil, llorica, debilucho...

Pudo escuchar cómo la fiesta comenzaba, y pensando en lo patético que era y con el sonido de la fiesta en el piso de abajo, se quedó dormido.

***
​

Abrió los ojos en el mismo sitio donde se quedó dormido, pero él sabía que era un sueño. Era extraño y agradable, él no solía tener sueños con escenarios tan bien estructurados y tenía la sensación esta vez de que incluso podía caminar por la casa e ingresar a las demás habitaciones.
Estaba por girar el pomo de la puerta cuando una voz extraña llegó a sus oídos.

—Rui... RUI... ¿Dónde te has metido, pequeño Rui? ¿Dónde, dónde? ¿¡DÓNDE!?

El chico sintió que el corazón se le saldría. Intentó despertar apretado sus ojos con fuerza, pero no funcionó.

—Rui, Rui... Pequeño cobarde, ¿te has hecho ya encima? ¿Por qué no me enfrentas, nene llorón?

Miku... Aunque su voz no se parecía... Pero sólo ella lo llamaba de esa manera que tanto odiaba. Y lo estaba retando.
En efecto, moría de miedo, pero no quería seguir siendo un cobarde. Giró el pomo de la puerta y observó con atención: no había nadie.

—...Mik-u... —Rui se aclaró la garganta, adoptó una posición más confiada e intentó otra vez. —Miku, ¿dónde estás?

Hubo un estruendo en el piso inferior. Se armó de valor para ir escaleras abajo, era un sueño después de todo.
Se acercó a la cocina con sigilo, la luz estaba encendida y se colaba debajo de la puerta. Giró suavemente el pomo para después empujar la puerta con violencia.
Al fondo de la habitación estaba ella; definitivamente no era Miku. De hecho, no recordaba haberla visto nunca antes. Sujetaba con firmeza un cuchillo en la mano derecha.

—Ahí estás, Rui.

El chico dio media vuelta y corrió escaleras arriba. Se tiró bajo la cama y apretó los ojos. Podía escuchar a la chica caminando con calma por la casa.

—Puedo sentirte, Rui. El odio que hay en ti huele de maravilla, tu aroma es un manjar, Ruuuiiiii.

De pronto comenzó a escuchar miles de voces que intentaban hablar al mismo tiempo, no lograba comprenderlas.

—No somos tan diferentes, querido nene llorón. Déjame llegar a ti, te prometo que la pasaremos bien...

Escuchó cuando la chica comenzó a subir por las viejas escaleras de madera. Conforme ella se acercaba, las voces se volvían cada vez más claras y nítidas.

¡Hazlo, Rui! ¡Hazlo, hazlo! ¡Vamos Rui, hazlo! ¡HAZLO RUI, HAZLO! ¡VAMOS PEQUEÑO COBARDE, HAZLOOOO!

Llegó un punto en el que sonaban tan alto que no escuchaba más el sonido de la chica acercándose, no podía averiguar dónde estaba ella. El pánico comenzaba a envolverlo cuando escuchó de nuevo esa voz. Como si todas le temieran, se callaron no bien terminó de mencionar la primera palabra.

—Te encontré.

Rui sintió el cuchillo penetrando su piel. Chilló e intentó frenarla, pero ella era muy fuerte. Aunque en el fondo no le importaba, quizá ya era hora de morir...
La chica introducía gustosa el cuchillo una y otra vez en su estómago sangrante.

Mientras perdía el conocimiento pudo escuchar con claridad
su dulce voz.

—Es tu turno, Rui.

***
​

Cuando despertó estaba en el mismo lugar, recostado en un rincón del cuarto. Tenía un cuchillo con sangre en sus manos.

Pudo escuchar las sirenas de la policía acercándose a su casa. Observó la sangre del cuchillo y se dio cuenta de que había un rastro carmesí que seguía su recorrido desde el cuchillo hasta debajo debajo la puerta y más allá.

—Miku... —Abrazó el cuchillo contra su pecho y sonrió.