Long-fic Cupido

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Mavia Loxar, 26 Diciembre 2016.

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  1. Threadmarks: Introducción
     
    Mavia Loxar

    Mavia Loxar Bum

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    Palabras:
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    Él no puede enamorarse. Porque no recuerda cómo. Su vida se basa en observar a los demás y darles el amor que él olvidó como utilizar. ¿Cómo sobrevivir a la inmortalidad en una soledad donde no puede amar?

    Él es Cupido, él es Eros. Él es el Dios mitológico del amor en la vida real. Y yo voy a recordarle cómo usarlo.
     
    Última edición: 24 Enero 2017
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  2. Threadmarks: Prefacio y Reparto.-
     
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    325
    Prefacio-.


    Giré con más fuerza en el aire mientras sentía la corriente del viento norte atezar mis alas. Amo esta sensación.

    Divisé a la distancia la universidad de Yale. Impotente. Me gustaba esa Universidad, siempre había grandes amores correspondidos en sus aulas. Y al parecer, según la lista en mi mano, hoy no sería la excepción.

    Aterricé a unas cuantas calles desapareciendo mi existencia mitológica de los demás mortales. Ser un Dios de antaño tenía tanto sus ventajas como desventajas.

    Caminé sin prisa observando mi reflejo en las ventanas de los edificios. A mi parecer, fácilmente pasaría como un joven normal, bueno descartando las alas y la belleza sobrehumana, pero a fin de cuentas normal.

    La entrada y el campus se encontraban repletos de alumnos, miré el papel negro impoluto en mi mano. El rostro de una castaña comenzó a aparecer en él desentrañando el nombre de la siguiente víctima del amor. Sara Black.

    La encontré en el salón comedor, no estaba sola, pero ya divagaba de la conversación que mantenía con otra chica mientras esporádicamente observaba a un chico rubio a dos mesas de ellas. Una sonrisa tiró de mis labios.

    Me erguí y tomé la mejor posición para apuntar a su corazón y me oculté para el mundo normal.

    La flecha y arco tan característicos de mi ser no tardaron en aparecer. El bloqueo de mis vestiduras normales se resquebrajó y mis alas dieron aparición.

    Disparé sin más.

    La flecha desapareció a 10 centímetros de ella, volviéndose bruma que atravesó su corazón. El comienzo de su amor nació. Y su destino se entrelazó al de él junto a la segunda flecha que disparé.

    Volví a mi apariencia normal y me giré dispuesto a salir de allí. Grandes ojos verdes fue lo que me encontré. Fijos en mí.


    Sean O'pry como:

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    Antonia Iacobescu como:

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    Última edición: 24 Junio 2018
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  3. Threadmarks: Capítulo 1
     
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    235
    Encuentro 1-.

    Ojos verde pardo y la mirada curiosa de un pajarillo, eso fue lo que me encontré al volverme. Eso y una lisa cascada de cabello azabache brilloso. Una bella, bella imagen si me lo preguntan.

    Sus pestañas se abanicaron en mi dirección haciendo notar que mi cuerpo estorbaba en su camino. Al parecer estaba hambrienta, puesto que la gran hamburguesa doble queso, las papas y el vaso de bebida agrandado hasta el tope la delataba. Alcé una ceja y la segunda sonrisilla del día tiró de mí. Desvanecí mi existencia frente a ella.

    En ese mismo instante su ceño se arrugó en confusión y un insistente pestañeo arribó a su rostro. Los recuerdos de mi existencia ante sí deben estarse borrando.

    Caminé sin prisa esquivándola en un grácil movimiento hacia la puerta que daba al patio más cercana, ¡Debía volar hasta el otro lado del mundo en menos de 30 minutos! Jamás volveré a aceptar hacer trabajo extra de mi madre.

    La frustración presente en mi cuerpo se expresó mediante un suspiro leve y sin saber por qué me volví hacia atrás, esperando ver a esa chica otra vez. Y allí estaba, de pie en el mismo lugar donde antes casi choco con ella. Sus ojos estaban fijos en mí.

    ¿Qué demonios? ¿Acaso ella…?

    El deber me llamaba y mis alas aparecieron mi consentimiento abriéndose al instante. La sorpresa brilló en su rostro.
     
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  4. Threadmarks: Capítulo 2
     
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    471
    Encuentro 2-.

    Las alas se abatieron por sí solas, mis pies ya no tocaban el suelo. Habían pasado 3 días desde mi encuentro con aquellos extraños ojos verdes que parecían verme en el comedor de la universidad de Yale. Sí, como leen, un Dios griego mitológico de años pasados, visto por una simple mundana en una prestigiosa universidad de Estados Unidos a la una y pico del día. Ridículo.

    Lo dejé pasar y simplemente lo atribuí a un invento de mi imaginación, o algo así dijo mi madre;

    «Mi dulce Eros, somos las fuerzas indomables de la naturaleza, pilares de la humanidad, seres de gracia y sangre divina. No simples vestigios a vista y paciencia del mundo. Los eones de tus recuerdos deben estar burlado tu juicio de la realidad, no te agobies por falsas voces en tu cabeza…»

    El discurso seguía, pero me daba igual, el punto es que aquello era casi imposible. Además, las posibilidades de encontrarla por casualidad una segunda vez eran casi renuentes, por no decir nulas.

    Entonces… ¿Por qué me encontraba en frente al pórtico Yale nuevamente?

    Esos casi me estaban matando. Era la única respuesta lógica pude formular. Atravesé los muros que daban la entrada al campus, la población que se encontraba a esa hora en el patio por el cual pasaba era considerable. En el momento que atravesé el campo de visión del primer grupo de adolescentes los murmullos comenzaron a circular tan rápido como las infidelidades de Zeus.

    Agudicé mi vista tratando de hallar unos cabellos azabaches, más no pude encontrarlos. Entré al primer edificio de facultad que encontré y lo mismo ocurrido en el patio se repitió: miradas, murmullos y nada de la morena.

    Repetí lo mismo en todos los edificios de la universidad que vi, el resultado fue el mismo. La exasperación consumía la poca paciencia y esperanza que me quedaban. Una punzada cruzó por mi cabeza y en aquel instante sentí como la fibrosidad de la lista de Cupido se materializaba en mi mano. El trabajo me llamaba, genial.

    Ofuscado, caminé dirigiéndome por un oscuro pasillo hacia la salida más cercana. Mi mañana, entera, desperdiciada por curiosidad.

    Llevaba la vista fija en el suelo cuando el tan característico sonido de una máquina expendedora quedándose atascada llamó mi atención. Levanté la vista encontrándome con el cuerpo de una fémina abrazando a la expendedora pocos metros por delante de mi.

    —¡Condenada máquina del demonio!—pero qué señorita—. ¡Dame-mi-maldito-chocolate!

    Por cada palabra que pronunciaba un puntapié a la máquina propinaba. Hasta que así, al final de la oración, el chocolate tan deseado cayó. De un grácil movimiento de agachó a sacarlo y al levantarse, la capucha de su sudadera cayó, liberando una desordenada cabellera. La reconocí al instante, es la que he estado buscando toda la mañana.
     
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  5. Threadmarks: Capítulo 3
     
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    Encuentro 3-.

    Jamás creí que esto sería remotamente posible para un Dios; huí. Así, tan cobarde como suena.

    Un cosquilleo en el pecho me sucumbió, y mi anormal ritmo cardiaco se aceleró. La tenía allí, a escasos metros por delante de mí, pero no pude hacer más que observarla desde lejos. Y ella a mí, me había reconocido.

    Nuestros ojos se encontraron y los escaneos corporales comenzaron. Temblé. Observé su cabello enmarañado; antes oculto por la capucha de su sudadera; sus ojos verdes, sus largas y naturalmente encorvadas pestañas, sus cejas curvas y su cuerpo cubierto por una sudadera gris dos veces más grande que ella y unos jeans oscuros cortados a la altura de las rodillas. Oh, y no podemos olvidar llamativas zapatillas amarillas fosforescentes ¿Quién puede tener zapatillas de ese color?

    Mis pensamientos en aquel entonces quedaron varados cual barco sin motor. Sus ojos comenzaron a recorrerme. Una llamarada inexplicable de calor se extendió por todos los lugares que ella examinaba. Y cuando terminó, subió nuevamente la vista hacia mi rostro y sonrió. Una sonrisa para mí. Una puta sonrisa.

    Pestañé durante un mili segundo y ya no me encontraba allí. A una velocidad sobrehumana mis pies me habían llevado lejos de ella. Mis propios pies.

    No miento cuando digo que nunca había sentido algo como eso. Nunca Jamás. Debo dejar de leer cuentos humanos.

    Respiré profundamente, hoy no dejaría que sensaciones extrañas me perturbaran. El trabajo era un deber que no me permitía desobedecer, es una cualidad que aprendí de mi padre; Ares.

    Volé sobre la residencia femenina. El nombre de Keila Montez era el último nombre grabado en mi lista de hoy. Lista que curiosamente, al parecer también quería llevarme a Yale por segunda vez esta semana.

    Bufé.

    Mis pies tocaron el suelo de piedra cuando mi forma humana se materializó. No pasaban de las siete de la tarde, pero aún así había pocos alumnos rondado el campus. El hecho de que sea el último día de la semana debe influir.

    Me adentré a la residencia evitando la mirada curiosa y de deseo que me daban las pocas huéspedes que aún quedaban aquí. No pasaron más de diez minutos, cuando ya vi mi trabajo completado.

    Volví por el mismo camino, un bostezo involuntario se escapó de mí. Lo admito, tenía la pequeña esperanza de verla hoy.

    Hice un pequeño estiramiento con mi brazo izquierdo antes de volver a mi forma etérea, esa en la cual nadie, excepto otros dioses podían verme. Extendí también mis alas.

    —¡Hey tú! —una voz peculiar llamó mi atención, y no porque ésta me fuera conocida, sino, porque me asustó la cercanía a la cual la escuché.

    Me volví a mirar por sobre mi hombro. Allí se encontraba su puta sonrisa otra vez. Y adivinen qué, los temblores volvieron.
     
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    Encuentro 3 (Parte II) -.

    Mi cabeza se volvió bruscamente apartando la vista de ella. Esto no podía ser obra de mi imaginación ¡¿Ella puede verme!? Estoy en mi forma estérea, de eso no hay duda, entonces… ¿Cómo es esto posible?

    Un inexplicable calor abarcó la palma de mis manos y mis rodillas comenzaron a flaquear ¿Qué eran todas estas sensaciones? Mis alas se abrieron por instinto.

    —¡Oh no! ¡No se te ocurra escapar otra vez! —el golpe de sus zapatillas en el suelo se comparaban al sonido de un bombo junto a mi tímpano. ¡¿Qué mierdas hago ahora!?

    Giro mi cabeza y doy un paso atrás al verla tan cerca de mí. Sus labios forman una pequeña risa de niña buena, pero sus ojos desentrañan otra cosa. No me dan buena espina.

    —Hola.

    Hola. Me dijo hola. ¡¿Cómo rayos se supone que responda a eso!? Milenios. He pasado milenios vagando entre los humanos y ésta es la primera vez que me encuentro con algo como esto. Alguien como ella.

    Su ceño se contrajo. Una clara señal de que algo está cruzando entre sus pensamientos. Sin duda fue mi cara de estúpido o mi mudez, pero algo en mi persona la hizo reaccionar.

    —¿Puedes hablar? —su mano se cruzaba como limpia parabrisas en frente de mí —. Eres el primero que veo realmente cerca y no hablas, es una lástima.

    Su boca se contrae en un mohín. Espera ¿Qué?

    Controlo mis temblores y por primera vez me fuerzo en controlar las extrañas sensaciones que me inundan. Fijo mis ojos en ella.

    —¿A qué te refieres con eso de que “el primero que ves cerca”? —La sorpresa y mi curiosidad se entremezclan haciendo salir mi voz más dura de lo que planeé. Más dura de cómo realmente me siento. Malditas sensaciones.

    —¡Si hablas! —su emoción fluye demasiado rápido hacia su rostro haciéndome ver su dentadura. Es una mujer muy expresiva —. Eso es genial. Muchas veces me creí una loca, pero veo que no son inventos de mi imaginación.

    Su comentario me hace recordar en dónde estamos y cómo estoy yo. Levanto un poco la vista y veo como las personas a nuestro alrededor la observan de mañera extraña, supongo que es porque ellos no pueden verme. Sólo ella lo hace. ¿Por qué?

    Cambio mi forma etérea a mi forma humana y automáticamente me fijo en cómo los rostros de las personas sufren los cambios de la sustitución de sus memorias. Un regalo que Mnemósine, la diosa de las memorias nos ha brindado a todos los Dioses que viajamos constantemente al mundo humano. Regalo que extrañamente no funciona con ella.

    —Creo que debemos tener una charla.
     
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    Encuentro 3 (Parte III) -.

    La pillo desprevenida cuando la tomo de la mano para llevarla a un lugar menos transitado. Ignoro el calor abrazante que sube con mi brazo al momento en que nuestras pieles se tocaron.

    Contrólate Eros, ¿Qué sucede contigo?

    —¡Wow! Pensé que jamás podría tocar a alguno de los tuyos —ignoro su comentario y sigo caminando a grandes zancadas, ella prácticamente trota tras de mí—. ¿Todos son tan jodidamente calientes?

    Mi mano deja de tocar su piel y siento como un calor me abraza la cara. Bufé, pero seguí caminando. No pasó nada de tiempo hasta que sentí como ella me seguía el paso. La observé por sobre mi hombro. Aparte de su cabello negro y sus curiosos ojos verdes tenía unas largas piernas cubiertas de unos jeans ajustados a un redondo trasero. Muy lindo si me lo preguntan.

    Me siento en el pasto, en uno de los patios más apartado de la universidad. Cruzo mis piernas y me apoyo en un tronco de un Sicomoro, mis brazos se apoyan en el costado de mis rodillas. La chica se posiciona frente a mí, dobla sus rodillas hacia su pecho y me mira como si fuera… ¿Comida?

    ¿Comida? ¿Es enserio? Estás peor que una cabra, amigo.

    —¿Cómo te llamas? —mi pregunta aparece como un cuchillo afilado cortando la extraña incertidumbre. Enarco una ceja esperando su respuesta.

    —Becca… es decir Rebecca. Rebecca Hunter, pero puedes llamarme Becca.

    ¿Qué es este extraño instinto de conocerla? ¡Nos hemos visto 3 veces!

    —Bien, Rebecca —me muerdo la lengua al no poder pronunciar el mote que ha mencionado antes—. Puedes decirme ¿Qué es exactamente lo que has visto?

    —Si te refieres a los seres de belleza descomunal con el toque egocéntrico que nadie recuerda luego de haberlos visto… pues, he visto de a montones —la respuesta era lo que me esperaba, aunque de igual manera me desconcierta un poco ¿Ha visto más dioses? Baja la vista de sus ojos a sus manos.

    »Siempre, los he visto, desde que era pequeña. Pero siempre desaparecían cuando me acercaba o intentaba hablarles. Siempre evitan el contacto visual conmigo; o cuando lo hacen; es una mirada fría y asesina. Sobre todo esa mujer rubia y pechugona que siempre lleva una manzana dorada —Eris—. Por ello, dejé de acercármeles hace algunos años. No es fácil vivir siendo llamada loca ¿sabes?

    Mis pulsaciones aceleradas se calman a medida que me va relatando su historia. Es triste que algunos Dioses sean tan… Dioses, con los humanos. Jamás en el Olimpo han comentado nada de lo que ella me está diciendo. Ninguno ha dado aviso de que existe alguien como Becca.

    —Pero…, tú eres diferente —Su vista vuelve a la mía y su cabeza se inclina hacia la izquierda. El cabello cae en desordenadas ondas por el suéter que lleva hoy—. No me miras con odio o frialdad. Y no huyes. Bueno, si huiste las dos primeras veces, pero ahora no. Además, eres el primero al que le veo alas.

    Una risilla escapa de su boca. Y me mira nuevamente, analizándome. Un cosquilleo se apodera de mi nuca. Me obligo a no apartar la vista de sus ojos. Un sentimiento los nubla y de repente me observa con más seriedad.

    —¿Qué eres?
     
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  8.  
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    Encuentro 4-.

    Soy un Dios. Mi nombre es Eros y los humanos me conocen como Cupido; Dios de la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad.

    Eso es lo que me hubiera gustado haberle dicho. Créanme. Pero las llamadas del Olimpo nadie puede ignorarlas ¡¿A quién se le ocurre hacer una reunión justo en ese momento!?

    Oh sí, al mismísimo Zeus.

    Peero, no me fui sin más. Mis instintos algo ya me decían, y antes de desaparecer la cité para hablarnos nuevamente. Bueno, quizá gritarle una hora y dirección mientras mi presencia desaparecía frente a sus ojos no puede considerarse una cita. Quizá.

    Y ahora, heme aquí. Esperando en un poco concurrido café se Connecticut a media hora antes de lo “acordado” ¿Me habrá escuchado bien? ¿Y si ya no quiere hablar? Rayos, ni siquiera me puse a pensar en que si conocía este lugar.

    Los nervios me carcomen. Jamás hice algo así en todos mis milenios. Soy el Dios del amor y esas cosas… pero, ¿Me creerían si les digo que no sé qué es? Jamás lo he experimentado, y si no fuera por las ninfas de mi madre creo que incluso seguiría virgen.

    La mesera me trae el Latte que le pedí hace 3 minutos con 45 segundos. El frío estaba comenzando a hacerse presente.

    La campanilla de la tienda sonó y levanté la mirada automáticamente. Una señora de edad estaba peleando con la puerta intentando abrirla. Me levanté de mi asiento y la ayudé. Sus ojos brillaron en cuanto me vieron, no supe por qué. Faltaban aún 23 minutos.

    Un latte y dos donas glaseadas después la campanilla sonó. Allí se encontraba ella, un vaho se escapó de su boca mientras entraba. Su respiración era irregular y se notaba cansada. Sus ojos repararon en mi persona.

    —¿Sabes lo difícil que es encontrar éste café? Jamás había estado por este sector de la ciudad —se sienta en frente de mi mientras se saca su abrigo amarillo y lo coloca en la espalda de la silla —. Tú, me debes unas respuestas…

    Su frase queda en el aire al percatarse y hacerme notar que ni mi nombre conoce. Esta será una larga charla.

    —Eros. Mi nombre, es Eros.

    Su cabeza se inclina hacia la izquierda.

    —¿Cómo el Dios griego? —su pregunta me toma por sorpresa.

    Realmente no esperaba que supiera de mí. Creí que a estas alturas la humanidad ya se había olvidado de nosotros, o meramente nos habíamos vuelto simples mitos.

    Quizá, esto no tarde demasiado después de todo. Pero… ¿Qué rayos se supone que diga ahora? Una revelación se apodera de mí ante el pensamiento de que ya no sé qué decir. Mis dedos comienzan a entrecruzarse.

    —Eee sí, como el Dios griego.

    El silencio se apodera de nosotros. Madre mía ¿qué digo?

    La mesera se acerca por su lado y me salva el pellejo. Miro los labios de Rebecca mientras se mueven al compás de las palabras que dice. Y cuando termina se vuelve nuevamente hacia mí con una sonrisa. Mierda.

    —¿Me creerías si te digo que soy Cupido?

    cats 2.jpg
     
    Última edición: 24 Junio 2018
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    arya

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    Oh mi Dios ♡ ¡Me encanta la historia! Debo decir que nunca me llamo la atención cupido xD pero ahora creo que sí.

    Vaya que será Rebecca, para que pueda ver a los dioses.


    Ahora me he dado cuenta que hay unos pequeñísimos errores, pero no interfieren con la historia.

    Espero la conti ♡ saludos :3
     
    Última edición: 19 Enero 2017
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    Mavia Loxar

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    Jajajaja xD

    Todas las dudas resueltas muy pronto por este mismo canal (?)

    ¡¿Dónde!? Dime :c

    Saludos a tí y gracias por pasarte por mi pequeña historia c:
     
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  11.  
    arya

    arya Entusiasta

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    Pues seria a aquí
    No sé si deberia decir café "de" Connecticut
    Y aquí
    Creo que debería decir “se” agachó a sacarlo

    Ñee pero como dije no influyen en nada. ♡~ Saluditos :3
     
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  12.  
    Mavia Loxar

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    ¡Malditas de! Okya muchas gracias <3
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Bueno, no había comentado por a qui, y la verdad es que no leo mucho sobre la mitología y esas cosas, pero quien no conoce al famoso de cupido, y el hecho de que nunca se allá enamorado y que seguramente alguien que le este quitando el trabajo le allá flechado de casualidad, es interesante, me interesaría saber como avanza la historia, sobre todo que no hay escrito de como son los dioses griegos hoy en día ¿no? Me esta gustando la historia, los capítulos no son muy largos, aun así son suficiente con lo que tienen,y te dejan con un tanto de intriga, y... ¿Por que Rebecca puede ver a los dioses? ¿Acaso sera... Descendiente de ellos? Y también, ¿como supo cupido que se llamaba Rebecca?, de seguro le dijo su nombre entre ese tiempo de silencio.
     
    Última edición: 20 Enero 2017
  14.  
    Mavia Loxar

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    Lo dice arriba, Encuentro 3 (parte III)

    Gracias por tu comentario c:
     
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    Mavia Loxar

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    Cupido -.

    Las palabras salieron sin tener que pensarlas demasiado. Y me quedé helado después de eso.

    Becca enmudeció y su vista bajó hacia sus manos. La espera me está matando, ¿Por qué no dice nada? ¿Es tan difícil de creer?

    —¿Me repites la pregunta por favor?

    Uhm… ¿Qué?

    Su mirada se encontró nuevamente con mis ojos y no pude hacer más que pestañear. Esta mujer cada vez me resulta más extraña.

    —Soy el verdadero Eros, Cupido, el Dios griego del amor —un sudor frio se apoderó de mis manos mientras recitaba el discurso que traía preparado. Bueno, una parte.

    Mordí mi labio inferior mientras veía como apoyaba sus codos en la mesa y acercaba su cuerpo por sobre ésta hacia mí. Sus ojos se achinaron observándome más detenidamente. ¿Qué rayos está haciendo? ¡Está muy cerca, joder!

    —¿Eres el bebé de alitas, pañal y arco con forma de corazón? —sus dedos hacen el movimiento juntándose desde el centro y dibujando en el aire la forma de un corazón. Su perfume me inunda—. Pues te digo en este instante que si la respuesta es “Sí”, ese típico estereotipo no te favorece —su mirada me recorre de arriba abajo por sobre la mesa—, para nada.

    Las últimas palabras salieron de sus labios casi como un suspiro, y un tono de voz más coqueto de lo normal.

    ¿Esto es lo que se conoce como sonrojo? Maldita sea Eros, piensa en corderitos.

    Pero mi cuerpo reaccionó de la manera menos común. Aunque no me lo crean, me reí. Si, una carcajada limpia salió de mis labios. Y por razones hasta ahora inexplicables, mis nervios se desvanecieron, haciéndome sentir realmente cómodo.

    —El arco y las alas las tengo, lo demás…, vete a saber tú donde lo han inventado —ambos rompemos en carcajadas mientras la mesera trae su pedido.

    Le agradece con un asentimiento de cabeza y vuelve a mirarme.

    —¿Entonces…, todos los seres que he visto…, son Dioses? ¿Tipo Olimpo, Zeus y esas cosas?

    —Sep —bajó la vista mientras bebía un sorbo de su té. Pidió un té. ¿Quién cojones bebe té en un cafetería? Ah sí, Rebecca—. ¿Qué pensabas que eran?

    —No lo sé —sus ojos vuelven a mí y una chispa brilla en ellos —. A veces pensaba que eran, no sé, aliens. Incluso cuando pequeña los creía unicornios disfrazados de personas, por eso brillaban ¿Qué tan descabellado suena eso? —su risa resuena en mis oídos —. Me alegra saber que al menos es algo que conozco.

    —¿A qué te refieres?

    —Siempre me llamó la atención la mitología; griega, romana, egipcia, y a sí. Ahora que puedo analizarlo tiene mucho sentido. Sus vestimentas, el brillo inusual, la belleza extravagante, el que nadie los recuerde, la irritante mirada de superioridad, el pésimo carácter, el típico y molesto aire de grandeza que los rodea…

    Alzo una ceja en su dirección. Un sonrojo cubre sus mejillas al darse cuenta de lo que ha dicho.

    »¡Pe-pero no me refería a ti! ¡Ya dije que, que eras diferente!¡No diferente de extraño, si no del bueno! Más humilde y cariñoso. Pero no de ese tipo de cariñosilidad…—desde ahí rápidamente comienza a balbucear frases sin sentido y mi risa no tarda en hacer aparición—. Joder, odio el vómito verbal.

    Cubre su cara con sus manos en un gesto de vergüenza que me parece de lo más tierno. No puedo parar de reír.

    ¿Tierno? ¿Es enserio Eros?

    Suspira un segundo con las manos aún en su frente, y los codos en la mesa. No puedo ver su rostro pero su risa comienza a acompañar la mía. Terminamos el té y las donas en un silencio agradable.

    De repente un pinchazo pasa por mi cabeza y la lista comienza tomar forma en mi mano. Joder.

    Ella se percata y su vista se dirige al trozo de papel negro que ahora sostengo.

    —Joder, debo irme —dejo la frase en el aire, no sé como despedirme después de…, después de lo que sea que haya sido esto.

    —¿Una urgencia?

    —Peor, trabajo —me levanto de la mesa dejando dinero en ella. Sí, me gusta pagar ¿y qué?

    Con el sonido de la campanilla salimos al aire fresco del exterior. Pasan de las 5 de la tarde. Desde que nos levantamos de la mesa Rebecca me observa detenidamente. Mi forma humana se resquebraja, las alas ahora me acompañan. Me giro hacia ella dispuesto a despedirme.

    —¿Puedo acompañarte?
     
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    arya

    arya Entusiasta

    Piscis
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    ¡Ay! En este capitulo me hiciste morir de ternura ♡

    Rayos como mori de risa al recordar al personaje del videojuego "Smite" xD
    SkinShot_Cupid_Default.png
    vGebe.jpg

    Jojó me parece que cierto dios se esta enamorando ♡

    Excelente cap. Espero el siguiente ♡ saludines :3
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Ya se loe que me paso, me salte todas las partes del capitulo 3, tendré que fijarme en lo que leo para la próxima, a mi me dio gracia la parte de "piensa en corderitos" no se porque, ¿quien pensaría en corderitos en esos momentos? (pues cupido, ¿no lo lees?) bueno, supongo que ya no nos podremos imaginar a cupido como un bebecito en pañales (aunque estos no existían antiguamente, solo trapos) bueno, espero el próximo capítulo, nos vemos.
     
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    Mavia Loxar

    Mavia Loxar Bum

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    Romance/Amor
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    Alas -.

    Santas vacas voladoras ¿Qué se supone que le responda ahora?

    —¿Acompañar…me?

    —Sip, acompañarte —el viento azota su cabello hacia mí. Con una sonrisa lo ata hábilmente en una coleta caída sobre el hombro.

    —Sabes que no, uhm… viajo de manera común ¿no? —la sonrisa de su cara no se borra mientras asiente.

    Diablos ¿es posible? Miles imágenes de nosotros se aglomeran en mi cabeza. Levanto mi brazo acercando los datos de la lista hacia mí. George Hamilton. Tiene nombre de Estadounidense, quizá no está lejos de aquí. Leo su residencia: España.

    España. ¡España! ¡¿Qué cojones hace un George Hamilton viviendo en España!? ¡Hay todo un maldito océano de por medio!

    Mi cara debe ser un poema, tanto así que no me doy cuenta cuando Becca apoya su cabeza sobre mi hombro leyendo conmigo la lista.

    —¿España? Nunca he ido —se me eriza la piel de la nuca. Y mis alas, antes expuestas hacia atrás se doblan como un movimiento involuntario, empujando su cuerpo hasta tenerla frente a mi—. Oh, son muy suaves.

    —Lo siento por eso —me encojo de hombros sin saber cómo actuar. Levanto mi vista hacia su rostro pero sus ojos no conectan con los míos.

    —¿Puedo? —sigo su vista hasta atraparla con la mano estirada y observando las alas que ahora se encuentran a mis costados.

    Asiento sutilmente con la vista fija en su rostro. Hace un movimiento de cabeza volviéndose a mirarme antes de acercar su mano a mi ala derecha. La palma de su mano conecta con ésta y con cosquilleo se extiende desde el lugar en dónde tocó directo a mi espalda, ésta se tensa al instante. Su mano se siente pequeña y sumamente cálida entre las plumas. El suave movimiento giratorio de sus dedos me produce una extraña sensación de tranquilidad.

    Nuestras miradas se unen por largos instantes antes de que retire su mano rápidamente y pestañeé reiteradas veces bajando la vista.

    Mis alas se alzan hacia atrás en busca de la caricia extraviada.

    Los engranajes de mi cabeza trabajan arduamente. A mi velocidad máxima llegar a España no me tomaría más de 3 minutos.

    —¿Crees que puedes soportar gran velocidad?

    Sus ojos se abrieron con gran asombro y expectación. Y una sonrisa radiante le iluminó el rostro. Wow, ella parece…, resplandecer.

    Hey Eros, se te están subiendo las cabras al Olimpo.

    —Espérame un momento —hace una señal con su dedo índice. Mira hacia ambos lados antes de dirigirse casi a trote a una motocicleta estacionada a pocos metros.

    Su abrigo amarillo a medio muslo se ondea a sus espaldas. Sus piernas son abrigadas por unas botas ajustadas con poco taco que le llegan casi a las rodillas. Unos jeans oscuros es lo otro que puedo ver.

    Al llegar a la motocicleta —que, supongo es de ella— levanta una pequeña tapa de una caja en la parte trasera con ayuda de una llave.

    Zeus, lo confirmamos. La motocicleta sí es de ella.

    Veo como saca un casco acorde al vehículo y cierra la caja con la misma llave. Sus ojos se conectan con los míos mientras regresa hacia mí guardando el llavero en el bolsillo de sus jeans. Llega en frente de mi y posa el casco por sobre su cabeza, abrocha la cinta por debajo de su mentón con maestría.

    —Me gusta la velocidad.

    Mis alas se abren con antelación hacia mis contados.

    —Vamos.
     
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    arya

    arya Entusiasta

    Piscis
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    Ah no usted quiere matarme de un ataque al corazón por tanta ternura xD

    Espero el siguiente. Un abrazo gigantito de mi parte ♡
     
    Última edición: 22 Noviembre 2017
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    Aries
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    No sé mucho de la historia de cupido, pero su personalidad en el fic es adorable >< jajaja nunca imagine a un cupido tan vergonzoso con una humana. Creo que el pensamiento del encuentro lo dice todo
    es una presa xD
    Igual quiero saber porque puede verlo, me imagino Becca debe tener sangre de dios en algún lado o ser un dios haciéndose pasar como humano xd Estaré atento como sale esa cita de trabajo
    Saludos!
     
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