Joseph Frost Cerró la puerta de dirección y suspiró; aquella charla con la directora había sido tensa. O mejoraba sus notas o tendría que buscar otro colegio. También presentó el certificado de la liga juvenil, apoyando la decisión de Joseph en seguir jugando y optando por tres materias por cuatrimestre, aunque eso signifique que graduarse estaba un poco más lejos que el resto, jugaría en la liga nacional y quien sabe, quizá ni tendría necesidad de terminar el colegio, ya que sería un jugador profesional gracias a su fuerte brazo derecho. Por suerte llevaba consigo el cuaderno que su compañera oriental le había prestado y se lo enseñó a la directora con el fin de demostrarle que cambiaría e intentaría hacer las cosas bien. Entonces se cruzó a otro compañero de clase, no recordaba su nombre y tampoco su apellido, pero si el apodo... ¿era Law? ¿Law de Lawrence? No estaba seguro realmente. Estar tanto tiempo metido en el juego y con el equipo de béisbol realmente le había robado la oportunidad de hacer sociales con los de su grado. De igualmente lo saludó; levantando un brazo. Joseph llevaba puesta la chaqueta del equipo. —Hey... ¡Law! —dijo con una sonrisa y apurando el paso para acercarse. Observó que guardaba un libro en su mochila que anteriormente parecía haber estado ojeando ¡Perfecto! ¡Seguro era un cerebrito! —Oye, recién la directora me dijo que tengo un examen de distancia a cambiarme de colegio. ¿Me ayudas a estudiar? —le sonrió con los ojos cerrados. Estaba seguro que le ayudaría.
Law Allerbon Se distrajo de su recorrido al escuchar su apodo a una distancia de él. Deteniéndose se giro para visualizar uno de los chicos de su clase llamándole; lo primero que noto de su compañero fue la chaqueta deportiva que ocupaba. Ya tenia una idea hecha del por que le buscaba. “Oye, recién la directora me dijo que tengo un examen de distancia a cambiarme de colegio. ¿Me ayudas a estudiar?” Acertó perfectamente. Cerro los ojos y suspiro antes que nada, conocía muy bien el tipo de chico que era aquel jugador. Solamente se preocupaban por sacar buenas notas justamente cuando los amenazaban con expulsión de su equipo o la escuela misma. Sin embargo, el hacerle de tutor podría servirle para ganar puntos extra en el promedio final, ¿no? Pensó un momento su respuesta, y al encontrar la apropiada se acomodo la mochila. —Supongo. Si digo que "no" me golpearías, ¿verdad?—Avanzó de nuevo por el corredor a por un lugar para tomar asiento, y antes de escuchar alguna palabra del anterior volvió a hablar—Es una broma; sinceramente no tienes pinta de brabucon.
Sinon Asada Depositó o más bien lanzó, no sin cierto desprecio, su mochila contra el suelo de aquel pasillo desértico, tras cerrar con sutileza la puerta de metal habiendo comprobado que nadie la había estado siguiendo hasta allí. Aguardó un par de segundos en completo silencio, comprobando justo lo que esperaba: nada, ni una sola alma recorría aquella zona perdida, ubicada en el ala opuesta del colegio. Solo estaba ella y el pacífico silencio que tan solo en aquel breve instante se permitía disfrutar. Aquel era, sin lugar a dudas, su momento favorito del día. Y el único por el que valía la pena esperar cada día. La zona en la que se encontraba se trataba del lugar donde se ubicaba el pequeño ascensor del edificio. Allí solían frecuentar los alumnos que tenían diversos problemas y debían ir en muletas, sillas de ruedas, o con cualquier aparato que les dificultase la subida normal por las escaleras. Era una especie de atajo reservado de la multitud, donde estos alumnos evitaban agolparse y con ello, los problemas que podrían traerles consigo. Y dado que aquella zona perdida solo se utilizaba para este uso y para algún otro ocasional, usualmente se encontraba vacío. Sin alumnos molestos de por medio, sin berridos, gritos o algún otro escándalo que los caracterizaba. Era su lugar especial, a fin de cuentas. Y nadie debía saber de su existencia. Abrió el único ventanal con el que contaba el pequeño pasillo, sintiendo el frío mañanero colarse en la estancia. Instintivamente ocultó la mitad de su rostro en la bufanda que portaba, y subió al alfeizar como acostumbraba a hacer cada día. Desde allí, en la hora del descanso, Sinon alcanzaba a ver desde aquella ventana el amanecer en todo su esplendor. No había día que se lo perdiese, como tampoco había día que se perdiese un atardecer. Amaba poder disfrutar de aquel momento siempre que tenía la oportunidad, una extraña manía que tenía desde pequeña. —Llegué a tiempo... —murmuró para sí misma, aliviada en su fuero interno, y justo en aquel entonces, el sol comenzó a dejar ver su luz desde el horizonte. Por cada amanecer o atardecer que se asomaba, pensaba viendo el horizonte, el día en el que todo lo malo acabaría se aproximaba, estaba aún más cerca que antes. Aquel día en el que lograría acumular los ahorros suficientes como para poder abandonar la ciudad, y con ella a su horrible familia de acogida. Todo el esfuerzo que estaba haciendo acabarían valiendo la pena. Estaba segura de ello. Entonces... ¿por qué sentía toda aquella fantasía tan difusa? ¿Tan... irreal?
Joseph Frost Las primeras palabras lo dejaron sin habla; realmente él no era un buscapleitos a pesar de su físico y de su "estado social" dentro del colegio. Pero luego rió al terminar de escuchar la última frase. —Tengo más pinta de brabucon con el bate de béisbol, así parezco un simple estudiante que quiere aprender. —le enseñó el cuaderno que llevaba en una mano. —Me lo prestó Sakuya... la verdad que no alcancé a echarle una ojeada, pero tiene pinta de ser aplicada. Creo que lo mejor sería sacar fotocopias de lo más importante, después de todo ella tiene que estudiar también... —vio que se sentaba en el pasillo, como era muy común; pero para él lo común era sentarse en la cafetería, rodeado de porristas que le halagaban. Miró el pasillo desierto y se alzó de hombros, sentándose a un costado de Law. —Toma, seguro entiendes mejor que yo. —le ofreció el cuaderno y se quedó en silencio. Era raro no hablar de algo que no sea béisbol.
Sakuya La peliblanca, al darse cuenta de la hora de descanso, salió a uno de los patios traseros, que nadie frecuentaba, para por lo menos tratar de estar sola, nada mas preciado que eso. El pensamiento de tener un amigo la carcomía, ¿De verdad estaba interesada en eso? Al parecer si, pero había una pregunta: ¿Quién era capaz de soportarla? —Ni idea —susurró, aunque se sorprendió al escuchar su propia voz, ahora que no la dirigía a nadie, ¿De verdad era tan dulce?— Lo que faltaba...
Anna White Mi pequeño paseo por los pasillos de la escuela eran normalmente para recordar todos los salones y lugares que tal vez en algún momento debería visitar si seguía asistiendo a clases, y para que mentir... no quería llegar a quedarme en los pasillos pensando en que lugar se podría realizar las otras clases. A decir verdad eso no me agradaba del todo pero eran cosas que eran necesarias si terminabas desacostumbrandote al todo sistema escolar. Algunas veces tenía un poco de suerte y lograba encontrar lugares lindos de la escuela para descansar, grandes jardines.. pasillos sin salones donde podía tomar un par de siestas y esta vez, una puerta junto a un elevador. ¿Desde cuando teníamos elevador? Alcé mis hombros tratando de quitarle importancia al asunto, jamás me había lastimado algo como para que supiera la existencia de es elevador. Abrí ese pequeño acceso con todo el silencio posible y lo primero que localicé fue una mochila tirada, y una vez que me adentré por completo noté a una chica de cabello azul mirando por el gran ventanal de la habitación. — Parece ser que esta sala ya esta ocupada... — murmuré mientras me acercaba a la chica, me era muy familiar, pero no recordaba de donde, aunque lo mas probable era que fuera alguna compañera — ¿Qué haces?
Sinon Asada "Parece ser que esta sala ya está ocupada..." Abrió los ojos lentamente, aún sentada en el alfeizar de la ventana, cuando una voz que creyó haber imaginado acabó con el silencio en el que había estado sumida la sala. Su primera acción fue asomarse, cruzada de brazos, hacia el patio exterior que podía verse desde las alturas. No, allí no había nadie. Entonces, si no había sido su imaginación, ¿la voz provenía de...? No. No, no, no. "¿Qué haces?" Cuando Sinon fue a girarse, descubrió unos profundos ojos rojizos que la observaban con cierta curiosidad desde el otro lado de la ventana. Extrañada, introdujo su cuerpo de nuevo en el interior de la estancia y observó a ambos lados, aún sin salir de su asombro. ¿De dónde diablos había aparecido esta chica? —¿Qué...? —intentó articular con una aparente expresión de molestia, pero por alguna extraña razón, las palabras no salieron de su boca. Aquella chica... ¿Por qué le resultaba tan familiar? Quizás la había visto alguna que otra vez en su curso, siendo aquello lo más probable estando en un colegio con tantas clases. Pero no, la familiaridad que sentía era agradable, como si acaso ya la hubiese conocido con anterioridad. Agitó su cabeza en un vano intento por despejar su mente. ¿Acaso se había vuelto loca? ¡Era la primera vez que hablaba con esta chica...! ¿No es así? —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —inquirió, bajando de un salto de la ventana para encarar a la presunta intrusa con el ceño fruncido—. Se supone que este lugar no suele ser descubierto tan rápido.
Anna White Primero, ni siquiera sabía de dónde venía la voz que le había hablado, incluso se asomó por la ventana para ver si era algún ruido exterior pero... ¿realmente se escucharía con la misma claridad un ruido proveniente de a fuera que dentro de la misma sala? Probablemente ella no lo había tomado en cuenta o en su esperanza de permanecer sola en esta habitación la había llevado a pensar eso. Después, finalmente me miró con bastante sorpresa o tal vez era enojo, no lo podía saber con exactitud, pero era claro que no era bienvenida a este lugar por el tono en el cual me había hablado. Reí internamente y cuando ella estuvo lo suficientemente cerca coloque una de sus manos sobre su cabeza y luego la dirigí hacia mi cuerpo, sólo para comprobar si en efecto era más alta que ella y si, lo era. Y una vez comprobado eso me digne a contestar su pregunta — ¿Qué hago aquí? Lo mismo que tú— dije mientras la miraba de arriba a abajo, realmente me resultaba muy familiar, era de cierta forma agradable. — Y en cuanto a lo otro, tu misma lo dijiste, "se supone" que no deberían encontrarlo tan facil, pero mirame, ahora te hago compañía
Sinon Asada Tan solo bastaron un par de pasos para que, aprovechando la corta distancia entre ambas, la mayor tomase la libertad de tomar su mano y medir ambas estaturas. Como si acaso no fuese evidente el hecho de que Sinon era más pequeña, tenía que recalcarlo de esa divertida forma (divertida para todos excepto para ella, claro). La chica dio un paso atrás, apartando la mano rápidamente, y la observó con una mezcla que lidiaba entre la sorpresa y el enojo. —¿A qué ha venido eso? ¿Acaso sueles ir midiendo tu estatura con la de cada desconocido que te encuentras por el paso? —gruñó, intentando sonar firme, a pesar de que aquella acción la había descolocado un poco. Odiaba que hiciesen eso, odiaba el contacto de cualquier tipo con otras personas, pero que lo hiciese un desconocido aún más; ¿de dónde se tomaba las libertades esta chica?—. Un plan perfecto, pero qué casualidad que justo era eso lo que estaba evitando, la compañía. Sus palabras, sin embargo, carecieron de interés alguno. Ambas permanecieron en silencio los segundos posteriores, desafiándose con la mirada, y supo entonces que no iba a ser necesario exigirle que abandonase el lugar. Tampoco se sentía con las ganas suficientes de pasar el poco rato que tenía de descanso discutiendo y menos, con alguien que acababa de aparecer de la nada. Desvió la mirada, resignada, y se replanteó la idea de olvidar que todo esto había pasado. Después de todo, nada le aseguraba que la chica volviese a aparecer por allí los días siguientes. Sin embargo, acortó de nuevo la distancia y entrecerró sus ojos, murmurando las siguientes palabras de forma amenazante o quizás... ¿confidencial? —Más te vale que, si te quedas, no le cuentes a nadie de este sitio —murmuró, en un tono autoritario. No tardó en darle la espalda, regresando de nuevo hacia la ventana.
Ruby Así que estaba bien. Ruby sintió su cuerpo destesarse, aliviado, y no pudo evitar sonreír entonces. ¡Vaya con su monumental torpeza! Si no era suficiente llegar tarde a clases día sí y día también, tenía además que chocar con la gente por los pasillos. ¡Y con una chica mayor! Por encima de todo, más que la integridad física de la muchacha, le alivió saber que no se había enojado. Esa chica debía dar pavor enojada... —Menos mal...— suspiró. ''Me había asustado...'' Ajustó las asas de su mochila a su espalda (ambas se habían resbalado de sus hombros con el golpe) y estaba por levantarse de suelo para continuar su camino de regreso al aula, cuando aquel chico tan alto se les acercó. Por un momento, se sintió abrumada. Era un joven fornido, muy alto y fuerte... ¡podría sacarle dos cabezas sin problemas! pero, por sus amables palabras y por su sonrisa, Ruby adivinó que no debía ser una mala persona. Por muy rudo que fuese su aspecto. Siempre decía que se encontraba con las mismas caras conocidas una y otra vez, día tras día, hora tras hora... Que estaba aburrida de eso. Que la rutina era difícil de soportar. Pero ese día se estaba topando con rostros que nunca había visto, y la verdad era que poco le importaban las clases ahora. Las novedades no estaban a la orden del día allí. —Hola Izayoi— saludó el chico recién llegado a la joven de blanca cabellera. Ruby frunció el ceño ligeramente. ¿Izayoi? Era un nombre un poco raro—. No es el mejor momento para preguntarte, pero... ¿tienes un resumen de estas últimas clases del día? Necesito estudiar de algún apunte y no tengo ninguno... Izayoi asintió, incoporándose. Extremadamente callada— quizás por su timidez— le entregó un cuaderno que sacó de la mochila de su casillero. Ese gesto, la forma en la que se mostraba tan servicial le pareció de lo más tierno que había visto en mucho tiempo. El chico sonrió, agradecido. Así que se había acercado a pedirle los apuntes de las clases... Tal parecía que era un chico aplicado. ¡De esos que eran vitales para el futuro del país! Quizás ella no fuera exactamente eso, pero animada por la perspectiva, Ruby le devolvió el saludo. —¡Good job!— exclamó con una dicción que dejaba bastante que desear, sonriendo ampliamente. Y se sintió bien. No era como si ella se relacionase mucho con los chicos de cursos superiores. La hizo sentir mayor. Casi adulta. Y entonces... — ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo? — ¡Ah!— soltó, sobresaltada. Cuando se volteó en dirección a la fuente del sonido, asustada, se encontró con un par de ojos celestes que la observaban con preocupación. Otra cara nueva... aunque, esta chica, le sonaba infinitamente más que Izayoi y el chico aplicado del pañuelo. ¿Estarían en el mismo curso? ¿Quizás en otra clase? Alzó las manos frente a sí a modo de un escudo improvisado—. Estoy... ¡estoy bien, no te preocupes! ¡Estoy perfectamente! Solo me tropecé porque iba tarde a clases y soy bastante torpe... Nunca quiso preocupar a nadie. Aquello era lo último que quería. Preocupar a los demás siempre la hacía sentir pequeña. Le dirigió una mirada rápida, comprobando que, efectivamente, sus uniformes eran exactamente los mismos que los que llevaba su curso. Internamente, se sonrió. >> ¿Te diriges al aula también?— quiso saber, inclinándose hacia delante con ojos brillantes—. ¡Si es así te acompaño! ¡Estoy segura de que tu salón no debe quedar muy lejos del mío! Contenido oculto Digamos que los alumnos del mismo curso llevan los mismos uniformes, please (? x'D
Ignatious Weigel Siempre sonreía, incluso en las clases más aburridas; nadie se explicaba qué le parecía tan gratificante. De a ratos sus ojos amarillentos se perdían en las ventanas, en la inmensidad del cielo, mientras sus labios continuaban dibujando aquel enigmático gesto que lo caracterizaba. Los profesores solían tomárselo como una provocación de su parte y le hacían preguntas sobre el tema que se estaba viendo en la clase, con la esperanza de tomarlo desprevenido e ironizar sobre su falta de atención. Sin embargo, miraba al frente y respondía correctamente todos los interrogantes, demostrando así que en ningún momento tenía la guardia baja. La campana retumbó en los muros de la institución y varios alumnos se pusieron de pie apresuradamente, movidos por el deseo de retirarse cuanto antes del aula. Ignatious formaba parte del reducido grupo que se tomaba el final de una materia con calma. Su particularidad radicaba en que siempre esperaba a que todos sus compañeros de curso se retiraran, momento en el que, por fin, guardaba su pertenencias en la mochila. Ahora caminaba por los pasillos, moviendo ligeramente su cabeza al compás de la música que manaba de sus auriculares… La clase había terminado unos minutos más temprano de lo previsto, de modo que decidió tomarse un receso. Se dirigió a una de las ventanas de los pasillos y la abrió, justo cuando el sol se alzaba sobre el horizonte, trayendo luz y frescura. A él le agradaban los amaneceres, aunque nunca los persiguiera. —Buena ocasión para beber algo —se dijo. Introdujo la mano de la pañoleta roja en su mochila. De ella extrajo uno de esos vasos pequeños y anchos que se usan para tomar whisky. Acto seguido, sacó una botella pequeña botella de color negro, vertió su contenido hasta una cuarta parte del vaso y, una vez servido, se apoyó de hombro contra la pared y, contemplando el amanecer, se puso a beber con calma. Resultó que se había puesto cerca de la banqueta a donde, unos minutos después, dos de sus compañeros de curso fueron a parar. Ignatious los miró de reojo. Reconocía todos los rostros de la escuela, de modo que no tardó en reconocer a Law y Joshep, desaparecido en acción deportiva. Prestó atención a la conversación. La escuela era como el bar: si uno aguzaba el oído, encontraba historias interesantes. Aun si se trataba de una trivialidad, Ignatious tenía la creencia de que todo era interesante.
Sakuya La peliblanca, completamente calmada luego de casi sucumbir al llanto en el patio, regresó a los interiores de la academia, paseando por los amplios pasillos, se dió cuenta de lo temprano que era al sentir el sol matutino que recién salía, miró la ventana por donde entraba parte de la luz, donde la suave calidez del rayo de sol le dió en la cara, era cuanto menos, agradable, apenas unas horas atrás hacía un frío que calaba hasta los huesos. Esbozó una ligera sonrisa, esos amaneceres a las afueras de Tokio, en el santuario, la luz penetrando entre las hojas de los imponentes árboles que lo rodeaban y el cantar de las aves que hacían vida en aquel ecosistema. La naturaleza era algo lleno de misterios, pero aún así, algo hermoso de admirar, esa era su creencia, después de años creciendo con una miko y un sacerdote sintoísta. Luego de despejar esos pensamientos, se dirigió a su casillero, esperando en cualquier momento, toparse con algún compañero o conocido de los demás salones
Anna White —No realmente, eres probablemente la primera y única persona a la cuál he hecho eso. — coloque mis manos en mis bolsillos y debajo de mi bufanda roja había una pequeña sonrisa gracias a la divertida de la situación — Y lamento decirte que no puedes elegir estar sola o no, la compañía, en este caso yo, siempre llega aunque no lo desees, o mejor dicho... aunque no me desees. Y de allí, todo fue un gran silencio junto con un duelo de miradas que no iba a llegar a ningún lado, pero que no quería perder de igual forma. Cuando la chica decidió que había sido suficiente estuve a punto de ir a tomar alguna esquina para una pequeña siesta o algo parecido pero no, la pequeña volvió y acortó la distancia de ambas solo para asegurarse de que yo no iba a hablar de este lugar. —No he estado mucho tiempo aquí como para ir contando a todos sobre este lugar, y dudo que alguno me recuerde — alce mis hombros de forma despreocupada y me acerqué a la ventana junto con ella — Así que.. todo está a salvo.
Law Allerbon —No quiero averiguar si eso es cierto o no—Habló ante el primer comentario senetandose en una de las bancas del pasillo, que aun seguia inundado por unos cuantos estudiantes de diferentes grados que hablaban entre si. Colocó su mochila a sus pies dispuesto a sacar una de sus libretas, pero se detuvo al ver que su compañero ya portaba uno prestado. Sakuya... era la chica de oriente, ¿verdad? —¿Izayoi?—Dejó su mochila y tomó el cuaderno para hecharle una ojeada. Tenia todos los apuntes de las ultimas clases, debio suponerlo ya que la chica era muy buena estudiente—Si, aqui estan todos los apuntes de las ultimas clases. ¿Sabes si en direccion hay alguna fotocopiadora? Entre mas rapido copies esto mas rapido acabaremos—No quito su mirada de los apuntes del cuaderno en lo que habló, solo lo cerro colocando entre algunas paginas un separador de libros que saco de su bolsillo. Le regreso el cuaderno y se recargo en el respaldo del aciento cruzado de brazos, relajado. >>Puedes forocopiar las paginas a partir de donde puse el separador, tengo los mismos apuntes, asi que realmente es igual. ¿Cuando prefieres que te ayude a eatudiar?—Le dirijio la mirada esperando una rapida respuesta
Joseph Frost —Izayoi, la asiática; no recuerdo el nombre la verdad... —hizo una mueca por ser tan olvidadizo; si le costaba memorizar un nombre, tendría serios problemas con el estudio al que siempre escapaba. —Sip, en dirección hay una. —y se quedó asombrado por la capacidad de su compañero que, en simples dos pasos, ya había separado lo necesario e indispensable para comenzar la tortura que implicaba para Joseph sentarse a estudiar... y comprender. —Vaya, eres rápido. —sonrió levemente y volvió a tomar el libro mientras se reincorporaba. —¡Ya mismo! Para el entrenador aún estoy en dirección... así que tenemos tiempo. ¡No te muevas, ya regreso! —y viendo la hora en uno de los relojes de pared, apuró el paso. Iba tan ensimismado en sus pensamientos que no logró ver a su compañero Weigel que estaba cerca de ellos, escuchando. Cuando llegó a dirección, vio a lo lejos a Sakuya y levantó el brazo, sonriente. —Oye, ya puedo devolverte el cuaderno; estoy por fotocopiar unas páginas... —le dijo con una sonrisa. —¿Quieres venir a darme una mano con los cálculos o lo que sea que hay aquí? Law me está ayudando también...
Knox Hunter. Caminó por los pasillos silbando con despreocupación, se había quedado dormido y venía realmente tarde, pero ni aún sabiendo eso sus pies se movían más de prisa. ¿Dónde era su clase? Sus ojos se deslizaban de un lado a otro, sonriendo, saludando, asintiendo a aquellos conocidos y grabando en su mente los rostros de aquellos que no. realmente no tenía muchas ganas de entrar a clase, y estaba tentado a simplemente no entrar. Llegó a los asientos del pasillo, levantando la mano con el símbolo de la paz en señal de saludo. —Hey. —Sonrió, mientras se dejaba caer en una de las sillas vacías. Contenido oculto: XD ¿Era así, no?
Ignatious Weigel Según pudo escuchar, su compañero beisbolista se encontraba en apuros. No hacía falta ser demasiado observador para darse cuenta de que las autoridades del instituto lo estaban presionando para que se centrara en el estudio, dado que eran mucho los días en los que Jhosep no se presentaba al salón de clases debido a las actividades del club. Ignatious lo sabía mejor que nadie, porque aquel chico se sentaba a su lado cada día; aunque raras veces habían cruzado palabras, y cada ocasión fue para pasarle amablemente la tarea. Aquello parecía una buena novela sobre el deportista que lucha contras las adversidades de la vida cotidiana para cumplir su sueño de llegar a la cima. Ese afán hacía que sintiera cierto respeto por Jhosep… Él nunca había aspirado a ir más allá del bar de su familia. No quería decir que no se sintiera a gusto, pero Ignatious era consciente de que podría aspirar a ir más lejos que eso. Tampoco era que le quitara el sueño. Fue entonces cuando hizo acto de aparición un tercer compañero de clase, Knox, el graciosillo pelirrojo del salón. El muchacho se dejó caer junto a Jhosep y Law e hizo un saludo generalizado, con simpático Hey. Como a él no le gustaba responder con silencios, se giró hacia el chico y, levantando el vaso en su dirección, respondió al saludo. —Salud.
Knox Hunter. Ignactious levantó el vaso hacia él y Knox sonrió en respuesta. —Deberías compartir un poco de eso —comentó con cierta diversión, dejando que su barbilla descansara sobre su mano. Si bien lo de él era más reírse y fastidiar, también tenía sus momentos. El chico y él solían llevarse bien, ambos con personalidades bastante relajadas y poco excluyentes. Realmente él no tenía problemas con ninguno de sus compañeros, era más el tipo travieso que el tipo gruñón u odioso.
Sakuya Ayudar, esa era la palabra clave para captar la atención de la peliblanca, en silencio, volteó su cabeza a la dirección de donde venía la voz de Joseph —... —en silencio, terminó de voltearse a donde venía su compañero beisbolista, donde hizo una reverencia a modo de asentir— La principal manera de Izayoi para sentirse con propósito en su vida era siendo de ayuda a alguien, y en este caso, ayudaría a Frost a sacar buenas notas en el test siguiente.
Knox. La charla de ellos tres atrajo su atención, ojeando con curiosidad en sus orbes azules, aunque no cambió su posición relajada. Knox había sido siempre alguien que daba justo lo que debía dar, estudiaba cuando debía, lo suficiente para salir bien, no para ser el primero o algo similar. —¿Por qué estudian a ésta hora? —cuestionó en dirección a la chica de hebras blancas y el chico rubio a su lado. Lo preguntó aún sabiendo que no era de su incumbencia, pero realmente estaba aburrido. Comenzaba a tener hambre pese a que había comido antes de salir de su casa. Le agradaba su compañero "béisbol" simplemente por el hecho de que a él le gustaba el béisbol también, pero no lo suficiente como para jugarlo. Y Knox no podría ponerse a estudiar con tanta gente pasando y hablando sin cesar. Bueno, en algunas ocasiones. Tal vez sólo fuera una excusa que él mismo se había autoimpuesto. Su sonrisa se amplió atrapado en sus propios pensamientos.