Pradera Arte

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 1 Septiembre 2013.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    La sorpresa que Mimi se llevó cuando Ian alzó el vuelo a bordo de su Salamance fue mayúscula. Maldijo su propia estampa, rabiosa y frustrada, porque si no había sido suficiente con verle allí, aquella sonrisa terminó por enardecerla.

    ¡¿Acaso se estaba burlando de ella?!

    Tensó la mandíbula, enormemente molesta, y se apresuró a buscar en su bolso la pokéball de Raiden. Seguro que un rayo bastaría para hacer caer a Salamance y con ello a Ian. Sinceramente ni siquiera, a estas alturas de su ira interna, le importaba lo que le sucediese al joven si se precipitaba al suelo desde tal altura. Nadie en el mundo sobreviviría a una caída de tal magnitud, y a ella no le importó en lo absouto. Lo único que tenía en su cabeza era hacerle pagar por todo.

    Porque él era un mentiroso, ¿verdad? Él había iniciado toda aquella discusión, la ruptura del contrato y el consiguiente abandono de Alpha. ¡Si él no hubiera aprecido en ese momento, para hacer arder el mundo con sus palabras venenosas nada de eso habría pasado! Probablemente ellos siguiesen como antes, Alpha seguiría a su lado... y todo estaría bien. Ella no necesitaba nada más que eso.

    Y aún así en su interior, en el fondo de su corazón, Mimi sabía con certeza que el enojo de Alpha había sido culpa suya. Culpa de sus celos, culpa de su ingenuidad y de sus problemas más que evidentes con el control de la ira. Ella lo sabía, no estaba ciega. Sin embargo, en su negación, culpar a otros de sus propios errores y faltas siempre había sido una mejor opción. No quería responsabilizarse de ello, no quería aceptar que había sido culpa suya que Alpha terminase odiándola. Era demasiado dolorso creer eso, y ella había sido demasiado estúpida por creer sus acusaciones infundadas.

    Pero lo peor de todo era que, aún después de todo el tiempo que había pasado, seguía sintiendo aquel momento muy próximo. Y seguía echándole de menos.

    —¡Ra—!— iba a exclamar, pokéball en mano, dispuesta a liberar al Luxray para cumplir su cometido, pero la presencia de alguien cercano la detuvo. De todos modos, se dio cuenta, Ian volaba ya muy lejos.

    Con una sonrisa serena y aquellos ojos oscuros ávidos de conocimiento, Hubert se acercaba allí donde se encontraban ambas. Junto a él, imperturbable y sereno, se hallaba la figura de un dragón blanco de enormes dimensiones. Poseía unos ojos azules profundos, que le recordaron ligeramente a la mirada casi divina de Xerneas. Pero bueno, era un pokémon legendario después de todo.

    Mimi tuvo que tragarse la exclamación de sorpresa cuando el muchacho se inclinó frente a Effy y robó un gentil beso de sus labios. ¡Así y de la nada! En un principio sus mejillas enrojecieron— ¿qué estaba haciendo tan de repente, dándole un beso así y sin más, en mitad de la calle?—, pero entonces, su expresión de sorpresa decreció, hasta que finalmente agachó la mirada y se mordió los labios.

    ¿Qué había sido eso? ¿Ese dolor punzante en su pecho?

    Que cruel. Eso había sido muy cruel. Hubert no tenía modo alguno de saber que ella estaba sufriento por el asunto de Alpha, pero aquel beso inocente le dolió. ¿Acaso no le estaba restregando su felicidad en la cara? ¿Lo que ella jamás podría tener, porque la persona que amaba no sólo tenía ya pareja, sino que estaba a cientos de kilómetros? ¡Que maldad la suya! Imaginó que algo así debió sentir Emily cuando Effy habló de su reciente relación con Hubert aquella vez en Témpera, justo después de su ruptura con Dante. Ese mismo sentimiento horrible.

    ¿Cómo va su viaje, chicas? —las saludó él entonces, alegremente—. ¿Dónde está Emily?

    Hubo un breve silencio en el que nadie dijo nada. Mimi no quería responder, porque ni creía tener energías para ello, ni confiaba en que su voz sonase lo suficientemente neutral para ocultar sus sentimientos. Era verderamente difícil mantenerse neutral en una situación así, porque vivía con las emociones a flor de piel y lo sentía todo intensamente. Podía pecar de dramática, sí... pero no exageraba sus reacciones. Cuando alzó la mirada finalmente, sus ojos azules estaban vidriosos por las lágrimas y su ceño se fruncía en un gesto entre la tristeza y la ira, pero su voz sonó lo sufientemente contundente cuando habló.

    No respondió a la pregunta de Hubert sin embargo, sino que optó por desahogarse.

    —¡¡Iidota!!— le espetó, sollozante—. ¡¡Hubert, eres un maldito idiota!!
     
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    Siendo sincero, estaba un poquito distraído.

    Quiero decir, no todos los días capturas a un pokémon que forma parte de un reducido grupo en toda una región. Aparte de eso, era un pokémon que, al igual que Meloetta, parecía poder definirse más como una fuente de poder fuera de control. ¿Se pondría a cambiar los climas a voluntad en cuanto se acostumbrara a estar conmigo? ¿podría llegar a enojarse conmigo y freírme en una ola de calor? Esperaba que el Arce del Edén no fuera un Arce temperamental. Y que no fuera muy vegetariano, porque no tenía nada de ese tipo de comida en Ciudad Acuarela.

    El caso es, que estaba pensando en todas esas cosas, y estaba un poquito fuera de lo que estaba pasando a mi alrededor.

    El grito, por lo tanto, disparó mis nervios hasta casi hacerme sufrir un infarto.

    ¡¡Iidota!!

    Pegué un bote desde donde me encontraba hasta un par de metros atrás, y no pude evitar dejar caer la pokeball en donde había capturado al Arce. Eso no le debe haber hecho mucha gracia, jo.

    Y sin embargo, había un motivo concreto de que me hubiera llevado tal susto. Reconocía la voz, pero realmente no la había esperado. No recordaba haber visto a la dueña de esa voz por esta zona.

    ¡¡Hubert, eres un maldito idiota!!

    Me volví. Efectivamente, Mimiko Honda había llegado sin que yo me diera cuenta, y ahora se encontraba a pocos metros de distancia. Un poco más adelante pude ver a Hubert junto a Effy, la cual tampoco sabía que estaba por la zona. Y lo cerca que se encontraban en ese momento, además de la forma en que se estaban mirando hace unos momentos, me hizo darme cuenta de algo que probablemente había pasado por alto. ¿Cuando habían empezado a salir ellos dos?

    Y luego volví a enfocarme en Mimi, quien parecía estar sufriendo por algún motivo. Lo cual era toda una horrible ironía, porque estaba poniendo la misma cara que había puesto cuando la encontré en Ciudad Témpera bajo la lluvia. ¿Sufriendo quizás por la misma razón que la última vez, aquella que no había querido contarme?

    Lo primero que hice fue encargarme de guardar mi equipo, para que pudieran descansar. Luego, sin pensarmelo mucho, avancé. Tenía que ver que estuviera bien. Se sentía como si tuviera que hacerlo.

    —¿Mimi?—llamé.
     
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    Cuando Mimi alzó la vista no me encontré con la expresión a la que estaba acostumbrado, aquella donde el orgullo y el fastidio iban de la mano. Por el contrario, vi en sus ojos llorosos un inmenso dolor, una furia incontenida. Experimenté una terrible sensación y el presentimiento de que había metido la pata… aunque no entendía exactamente por qué debía de pensar esto. Pero la verdad estaba a la vista y no pude evitar creer que con mi acción, el beso hacia Effy, acabó por dispararla… ¿Acaso había estado mal?

    En ese solo segundo di por hecho que iba a recibir cualquier cosa, menos una respuesta a mí pregunta. Lo que siguió fue un único pero contundente insulto hacia mí, algo que también me tomó desprevenido… Esperaba… Esperaba que me reprochara por dar muestras de amor en público o algo así, pero jamás había imaginado que me insultaría de ese modo… En realidad me parecía algo habitual en ella, pero, vaya uno a saber, me supo peor de lo habitual. Eso sí, me intrigaba y mucho.

    Reshiram, detrás de mí, observó a Mimi con detenimiento. Gruñó… Era obvio que aquel grito no le había sentado para nada bien (tal vez por su oído agudo, ¿o quizá porque no le gustó que me insultaran?). Pero antes de que hiciera un movimiento, le regresé a su pokébola junto con el Hada Soñadora, quien me miró de reojo antes de desaparecer en un haz de luz roja.

    Acto seguido volví a mirar a Mimi, quien lloraba en silencio. Me sentía realmente confundido… Lo único que pude atinar a hacer fue rascarme la nuca, algo nervioso, y murmurar un escueto…

    Yo… Lo siento…

    Y me encomendé a Arceus para que aquellas palabras no provocaran otra explosión. Ahora estaba en un campo minado… Pero, por suerte, esta vez fue Drake quien tomó la palabra, tan sorprendido como yo.
     
    Última edición: 29 Septiembre 2016
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Y allí me quedé, llorando entre sollozos ahogados y movimientos convulsos. Qué... ¿qué estaba haciendo mostrándome tan débil delante de todos? Me llevé las manos al rostro, en un esfuerzo patético por ocultar mis lágrimas, aunque sabía que era vano tratar de esconderme a estas alturas. Después de deshaogarme con Hubert de aquella forma tan desesperada era más que obvio que no estaba bien. De verdad... ¿qué...? ¿Qué estaba haciendo?

    Aún si trataba de detenerlas, las lágrimas sólo seguían corriendo por mis mejillas, dejando tras de sí un gusto salado en mis labios. Un gesto tan simple como ese beso bastó para hacerme sentir traicionada, me hizo sentir de lo peor. Porque estar sufriendo por amor o por lo que quiera que fuese este sentimiento tan doloroso y confuso en mi pecho, y que vinieran a restregarte su felicidad por la cara era horrendo. Después de haberme encontrado con esa basura, inconscientemente me hizo pensar en Alpha y en nuestra historia imposible, y por un momento maldije en silencio haber animado a Hubert a confesarse. ¿Cómo de injusto podía ser eso? Después de todo, yo animé a Hubert a declararse porque, aparte de que era necesario, era incapaz de hacerlo yo. ¡Le coaccioné para que lo hiciera, pero en realidad aquellas palabras de ánimo estaban dirigidas a mí misma!

    Primero ese bastardo mentiroso que desearía matar con mis propias manos, y ahora...

    Esto era lo último que quería recordar. Seguía sintiéndolo como una losa enorme en mi pecho. Desde el principio, desde que supe que Alpha nunca sabría mis sentimientos, lo mucho que me había esforzado en olvidarlos y esconderlos, no sólo por orgullo... sino porque sabía de sobra que había sido imposible siempre. ¡Ni siquiera tenía sentido! ¿Por qué mi corazón estúpido tenía que haberse fijado en un idiota con las neuronas mal colocadas? ¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Por qué no podía mirarme sólo a mí?

    — ¿Mimi?

    Y justo en ese momento, escuché un voz. También escuché disculparse a Hubert, pero no le presté demasiada atención. Era una voz que conocía, que se me hacía tremendamente familiar. Alcé ligeramente el rostro de mis manos para mirar por encima de mi hombro, con los ojos llorosos y los labios fruncidos.

    Mi garganta se secó.

    —¿Drake...?

    Y algo hizo click en mi cerebro.

    Ni siquiera me di cuenta, mi cuerpo se movió como por inercia, recordando nuestro encuentro bajo la tormenta en Témpera. Antes de percatarme siquiera, me encontraba entre sus brazos, sollozante. Su ropa no estaba húmeda cuando le abracé ahora... de hecho se sentía cálido, y aquella calidez me reconfortó de alguna forma. Parecía tratar de buscar en él el mismo consuelo que encontré en Témpera, me moví por instinto, por asociación... creyendo que tendría el mismo efecto.

    No sé por qué lo hice exactamente, esperaba que no acabase por volverse una costumbre. Porque al margen de todo, lanzarme a abrazar a alguien a quién apenas conocía, así y sin más... era muy vergonzoso. Mi parte orgullosa decía que un plebeyo como él debería estar agradecido de que alguien tan importante como yo le abrazase, pero mi parte tímida me recordaba que aquello estaba por completo fuera de los límites.

    Funcionó a medias.

    Porque entonces, mientras me encontraba sollozando en su pecho, arrugando su camisa entre mis puños temblorosos, escuché un extraño zumbido dentro de mí. Algo que no encajaba del todo. Definitivamente algo no estaba del todo bien, pero lo sentía demasiado difuso como para recordarlo. Se sentía como si estuviera pasando algo por alto; algo que, aún por encima de todas las emociones sentidas, seguía estando muy presente.

    ¿Qué era lo que no estaba bien? ¿Tenía que ver con Drake...?

    —¡Ah!— exclamé de pronto, apartando al chico de un empujón. Aún con lágrimas en los ojos y un tono débil e inestable, le espeté—. ¡Tú capturaste a Meloetta! ¿Q-qué rayos hago abrazándote?
     
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    Graecus

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    ¿Drake...?—ella me llamó, y luego simplemente corrió hacia mi y se lanzó a mis brazos, lo cual hizo que mi cerebro chisporroteara como en un deja vu.

    Mamá solía decir que a veces la vida era como un manga de comedia trágica de bajo presupuesto. Empezaba a ver las referencias.

    —¿Mimi?—Repetí. Era la segunda vez que pasaba esto, y esta vez nos estaban mirando. Eso no pareció importarle, pero me hizo preguntarme que significaba aquello. ¿Confiaba en mi? ¿Se habia acostumbrado? ¿O en ese momento se encontraba tan afectada que no le importaba que la vieran en esa situación?—¿Que ha...?

    Pero entonces se apartó de golpe. Por un momento creí que volvería a ser la de siempre, que me daría una bofetada y preguntaría que como rayos osaba abrazarla, pero no fue eso lo que dijo.

    ¡Tú capturaste a Meloetta! ¿Q-qué rayos hago abrazándote?

    —¿Meloetta?—pregunté, confundido.—¿Que ocurre con Meloetta?

    No me parecía raro que supiera que tuviera a Meloetta, pues habia necesitado su ayuda para luchar contra los Arces. Obviamente Mimi debía de haberla visto entonces. Pero...¿Cual era el problema?

    Ante tantos nombramientos, pude notar que la pokeball se agitaba, y no pude hacer nada antes de que acabara por abrirse, haciendo salir a la susodicha pokémon melodía. Hizo una pose de batalla, quizas pensando que la habia llamado a luchar de nuevo.

    Nota mental: hay interferencia de audio dentro de las pokeballs.

    —¿Meloetta?—llamé.—¡ha sido una falsa alarma!

    Meloetta no pareció escucharme. Solo revisó sus alrededores, quizas buscando la razón por la que había sido llamada, y luego miró a Mimi.

    Pasaron unos segundos en los que parecía que Meloetta observaba cada detalle de la chica que estaba junto a mí. Y entonces, sin advertencia previa, comenzó a cantar.

    Las notas en su cabello empezaron a moverse, bajando ante cada tonada como si estuvieran siendo tocadas específicamente, y reconocí en el ambiente el inconfundible sonido de un piano. ¿Que...?

    Habia estado buscando freneticamente la pokeball de Meloetta, para devolverla a su esférico antes de que nos pusiera a dormir a todos o algo peor, pero entonces tuve una visión. Fue algo que duró menos de un segundo, pero se grabó en mi mente: una niña rubia tocando el piano, y su madre cerca de ella. No estaba seguro de si quienes escuchaban a Meloetta en ese momento estaban viendo lo mismo, pero no lo dudaba. Tal era su poder.

    Vaya...—dijo la mujer, mirando a la niña con extrema dulzura, de la forma en que solo nos mira quien nos ama con la mas pura fuerza de su alma.—Has mejorado mucho...

    Y entonces la visión se esfumó, Meloetta dejó de cantar, y quedé con un frio desconcierto.

    La niña...la niña era Mimi.

    Esto se me ocurrió de la nada, matadme /-\
     
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    Nami Roronoa

    Nami Roronoa The Gif Queen Game Master

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    La sucesión de hechos fue bastante rápida, y apenas si tuve tiempo de registrarlo todo. El siniestro monólogo de Joel, las palabras pronunciadas el ominoso mensaje enviado hacia todos los holders, el intento de asesinato a Ian por parte de Mimi (¿desde cuándo se conocían? Hice nota mental de preguntárselo después), la partida de Ian antes de que Mimi la alcanzara, y…

    Y todo eso pasó a segundo plano cuando Hubert me besó.

    Fue un beso simple, a modo de saludo, con el cual me recibió en cuanto nos reencontramos, pero al hacerlo todas las sensaciones que había escondido hasta entonces se pusieron a flor de piel. Porque en ese instante me di cuenta de una sencilla realidad: lo había extrañado muchísimo. Y por supuesto, correspondí al beso con alegría.

    Pero esa alegría debió de encender también las sensaciones de dolor de Mimi, porque la Honda farfulló un par de insultos al muchacho originario de la región Kalos en cuanto nos separamos y él se dispuso a saludar amigablemente a la rubia. Negué con la cabeza cuando Hubert expresó disculpas que no creía habían sido escuchadas por Mimi, quien ahora se encontraba un poco más lejos, en compañía del tal Drake.

    —No te preocupes… aún sigue algo dolida por la partida de Alpha, parece —le dije a Hubert, cruzándose de brazos—. Pero lo superará. Aunque a simple vista no lo parece, Mimi es una persona fuerte. Se que, con el tiempo, podrá superarlo.

    >> En cualquier caso, ¿cómo has estado? Quería llamarte, pero mi Holomisor fue destruido en el Frente Batalla. Oh, y para responder a tu pregunta anterior, Emily se encuentra en una intensa batalla pokémon en Isla Artistas… hacía allí nos dirigíamos ahora, pero vimos una de las leyendas de Galeia mientras sobrevolábamos esta zona y no pude evitar descender a investigar…
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    —¿Meloetta?—pregunté, confundido.—¿Que ocurre con Meloetta?

    Observé a Drake con extrañeza, realmente confusa ante su incertidumbre. ¿De verdad que no lo sabía?

    La forma en la que parecía no entender nada cuando a mí me afectaba tanto realmente me enojaba. Era precisamente esto lo que trataba de evitar, enojarme con Drake por un asunto del que ni siquiera tenía conocimiento cuando había sido tan amable conmigo. En ese momento, sin embargo, abrumada por mis propios sentimientos, por el cúmulo de emociones, aquellas limitaciones me valieron un cuerno de Tauros.

    Me sentía molesta y frustrada en general. Eran demasiadas emociones consecutivas y confusas, y a mi mente le costaba procesarlas todas. Rabia, tristeza, desesperanza, rabia otra vez.

    Enjuagué el resto de lágrimas con rapidez, tratando de borrarlas de mi rostro cuanto antes. Acababa de llorar delante de todos... —¿cómo había podido ser tan inconsciente?— y encaré a Drake con una expresión que, traté, fuese lo más serena posible. Si bien mi ceño siguió fruncido.

    — ¿Cómo que qué ocurre con Meloetta? — le espeté, sorbiendo por la nariz— ¿Tienes serrín en lugar de cerebro? ¿Amnesia, problemas de memoria a corto plazo? ¡La has atrapado! ¡Te exijo que la liberes en este instante!

    Drake me miró con aquella misma expresión desconcertada. El ceño ligeramente fruncido y los labios separados y esa cara de "No tengo idea de lo que hablas. ¿Qué o quién es Meloetta?". ¿Cómo podía ser tan estúpido? De verdad que todo eso empezaba a cansarme. Fruncí el ceño aún más, y estaba por separar los labios para exigirle con un tono aún más autoritario y demandante, cuando un fugaz destello se robó mi mirada.

    No supe cómo ni de dónde salió, pero ante los ojos de todos los presentes se materializó la figura del pokémon melodía. Mi sorpresa fue tal que no pude pronunciar palabra. Fue como si mi mente colapsara por un momento y el tiempo se detuviese un instante.

    ¡¿Qué?!

    Allí estaba, ante todos, ese pokémon legendario de las historias de mamá. Y era un pokémon realmente hermoso. Una figura grácil y pequeña, de aspecto refinado, que levitaba a unos metros del suelo por encima de nuestras cabezas.

    ¿Meloetta?— escuché exclamar a Drake, sorprendido—¡ha sido una falsa alarma!

    Separé los labios para tratar de decir algo, pero las palabras permanecieron atoradas en mi garganta. No supe si fue por estar ante un pokémon legendario de nuevo... o por la avalancha de recuerdos. Quizá un poco de ambas... puede que un poco de nada. Mi garganta se secó de golpe y el pulso se me aceleró en las venas.

    —Esa es... ¿Meloetta... de verdad?— fue todo lo que pude musitar, mientras su voz, cálida y melódica, llenaba la pradera de algo que, ciertamente y por muy cursi que sonara, podría definir como mágico. Percibí, si bien muy lejano, el inconfudible sonido de las teclas de un piano... y reconocí también la tonada que interpretaban.

    Sentí una presión asfixiante en mi pecho.

    ''Nocturne de Chopin...— me dije a mí misma—. Es una de las piezas que tocaba con mamá...''

    Cuando Meloetta dejó de cantar, su voz dejó de sonar y el piano dejó de escucharse... fui absolutamente incapaz de pronunciar palabra.

    Tuve que adaptarme como pude, Grae. Me tomó por sorpresa x'D

    PD: Iba a poner Heidenrosslein como en la historia de mi blog, pero se me hacía muy raro imaginarme a Meloetta cantando eso, porque como dije, es una pieza para principiantes. (?
     
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    Así que es por lo de Alpha —dije, mirando de reojo a Mimi, que ahora se había apartado un poco para mantener una curiosa conversación con Drake mientras Meloetta, por alguna razón, les cantaba—. Supe de su partida ayer, cuando me hizo llegar una carta en la que me decía, sin dar mayores explicaciones, que abandonaba su viaje y que dejaba a mi cuidado a Excalibur, su Aegilash. Aunque era consciente de que Mimi y él viajaron mucho tiempo juntos, no imaginé que le afectaría tanto… —ahora que Effy me había mencionado que Mimi estaba así por Alpha, empecé a preguntarme qué pasó entre ellos dos. Probablemente no encontrara respuestas, sólo suposiciones. Pero decidí dejar eso para más adelante—. He estado bien —respondí a su pregunta—. Pasé por la Torre Desafío para probar la fuerza de Aegilash y su sincronización con mi equipo (con buenos resultados) y de ahí nos dirigimos a Ciudad Aerosol a conseguir el Orbe Blanco e ir tras Reshiram en la Torre de los Dragones; la batalla dejó un enorme agujero en la mitad de la torre —me rasqué una mejilla con algo de pena—. Luego de haberlo capturado, me interné en el cráter de Pueblo Brocha para ir a atrapar al Espectro Etéreo, quien al final no resultó ser el dueño de la Mansión del Pantano. Finalmente, como acabas de ver, hemos terminado una ardua lucha contra los Arces del Edén. Podría decirse que no me he estado quieto —finalicé entre risas, aunque las atajé.

    No fuese cosa que Mimi me viese sonriendo y me saltara al cuello.
     
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    Graecus

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    Luego de que Meloetta dejara de cantar, se hizo el silencio. Mimi no había vuelto a decir nada desde el momento en que Meloetta había comenzado su tonada, y estaba de espaldas a mí, por lo que no pude ver su expresión.

    Quise preguntarle sobre lo que habia visto: Mimi de niña tocando el piano, y su madre al lado. Pero la pregunta que terminé haciendo era muy diferente.

    --¿Liberar a Meloetta?--le pregunté, quizás demasiado confundido. ¿Porque tenía que hacerlo? No lo entendía.--No...no puedo hacer eso.

    Supuse que Mimi se enojaría. Mi forma de decirlo había sonado como si en realidad yo no quisiera hacer eso. Así que traté de explicarlo de nuevo.

    >>Meloetta me necesita. No...no puedo abandonarla. Necesita alguien que la ayude a controlar su poder.

    Y no dijé más.
     
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    Por un momento me mantuve estática, tratando de procesar la situación que acababa de vivir. ¿Por qué Meloetta había hecho sonar esa pieza en concreto? ¿Intentaba decirme algo? No podía entenderlo. Realmente... fue todo un shock para mí.

    Y entonces, escuché a Drake.

    ¿Liberar a Meloetta?— me preguntaba, desconcertado— No... no puedo hacer eso.

    — ¿Ah?

    Le dirigí una mirada ladeada y ceñuda. ¿Por qué no? ¿Para qué querría alguien como él, un pokémon tan elegante y sofisticado como ese? No le pegaría ni aunque pusiera en ello todo el empeño del mundo. Por no añadir, claro, que una criatura como esa debía ser libre. Porque el bosque necesitaba su música, y el mundo la necesitaba igualmente.

    A mi modo de ver, Meloetta no era un pokémon combativo. Era una criatura pacífica, grácil... que, tal y como mamá contaba, llevaba la felicidad a los demás con su música. Un pokémon así no pintaba nada en el equipo de Drake ni en el equipo de ningún otro entrenador avaricioso y egoísta.

    Meloetta me necesita— continuó Drake, notando mi exabrupto— No... no puedo abandonarla. Necesita alguien que la ayude a controlar su poder.

    ¿Qué...? ¿Ayudarla a controlar su poder?

    ¡Aquella era la mayor estupidez que había escuchado nunca! ¿Qué clase de excusa rebuscada y peliculera era esa? ¡Drake podía caerse en una zanja y morirse dos veces si creía que iba a creerme mentira semejante!

    —¿Qué estás diciendo?— le espeté, volteándome finalmente a mirarle—. Meloetta no necesita a nadie para controlar su poder. Mucho menos te necesitaría a ti. Ella estaba bien en ese bosque antes de que tú te la llevaras. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué precisamente Meloetta?

    Apreté los puño, molesta.

    >> ¡D-deja de decir chorradas y libérala de una vez!
     
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    Oh my god, mis años sin leer la palabra "chorrada" xDD una de las desventajas de no ser de España (?

    ¿Qué estás diciendo?— gritó ella entonces, molesta como supuse que se pondría—.Meloetta no necesita a nadie para controlar su poder. Mucho menos te
    necesitaría a ti. Ella estaba bien en ese bosque antes de que tú te la llevaras. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué precisamente Meloetta?


    —Ella no estaba bien en ese bosque, Mimi—repliqué. Mimi no se detuvo con eso.

    ¡D-deja de decir chorradas y libérala de una vez!

    —Espera, espera—levanté las manos pidiendole que se calmara.—Tu has ido a la ruta donde vivía Meloetta, ¿no? ¿Ese lindo lugar colorido y alegre donde todos esos pokémon bailan? Meloetta era quien le daba alegría a ese lugar, no lo niego. Ella de alguna forma llegó allí y quiso que los habitantes de esa ruta fueran felices, y no hay nada de malo en eso.

    >>El problema es que el poder de Meloetta, el poder de su música, es demasiado fuerte. La música tiene el poder de exteriorizar las emociones, y Meloetta tiene esa misma capacidad, solo que completamente al literal. Ella quiso que los pokémon de la ruta fueran felices, y se puso a cantar, y esos pokémon simplemente comenzaron a bailar. Eso estaba bien.

    >>Pero entonces, esos pokémon se la pasaban bailando día y noche, ¿no? No descansaban, casi ni comían, se pasaban la vida jugando y bailando y pasandola bien, porque Meloetta seguía cantandoles, llenandoles el cuerpo de suficiente adrenalina para seguir. Yo lo sé, porque sentí ese nivel de adrenalina cuando Meloetta se apareció ante el canto de Hiko. Por un momento solo quise ponerme a bailar con los otros pokémon, y si no hubiera estado concentrado en no escuchar la música, probablemente eso habría hecho. Me di cuenta del problema inmediatamente.

    >>Y entonces sí, la capturé. Y cuando la melodía del bosque se detuvo, todos esos pokémon cayeron rendidos y se pusieron a roncar. Y ellos estaban felices de poder descansar, luego de llevar meses bailando sin dormir nunca. Y no se si lo sabes, pero los legendarios no se dejan atrapar tan fácil. Meloetta probablemente no había querido dejarse atrapar cuando lo hice, y probablemente hubiera salido de su pokeball en cuestión de segundos, pero no lo hizo. No lo hizo porque vio las caras de alivio de los pokemon que habian estado bailando al son de su música por meses, y supo que los había estado obligando a bailar todo ese tiempo. Por si sola ella nunca lo habría adivinado.

    >>Supongo que si sigue conmigo es porque cree que yo puedo ayudarla a controlarlo. A hacer que sus melodías ayuden a las personas y pokémon, en vez de obligarlas a que se sientan bien.

    >>Y-y yo no se como hacer eso—continué, algo triste.—pero no puedo abandonarla. No puedo devolverla a su ruta y liberarla, porque será como si la estuviera rechazando, y no quiero que sufra. Ella quiere que yo la ayude, y aunque no sepa como hacerlo, se lo debo. Porque soy el único que ha sentido su poder, y sabe que es peligroso. No es su culpa, pero su poder es peligroso. Se lo debo.

    Me senté en el suelo, dubitativo. Luego encaré de nuevo a Mimi.

    >>Si sigues sin creerme, puedes preguntarselo—acabé, señalando a la pokémon melodía, quien se había quedado en silencio ya bastante rato.
     
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    Espera, espera—Drake levantó las manos como un criminal. Mimi no rebajó su estado aparentemente defensivo, sin embargo—Tú has ido a la ruta donde vivía Meloetta, ¿no? ¿Ese lindo lugar colorido y alegre donde todos esos pokémon bailan?

    —¡Claro que he estado allí! ¡No...!

    Pero él no la dejó terminar la frase.

    Meloetta era quien le daba alegría a ese lugar, no lo niego— continuó él—. Ella de alguna forma llegó allí y quiso que los habitantes de esa ruta fueran felices, y no hay nada de malo en eso. El problema es que el poder de Meloetta, el poder de su música, es demasiado fuerte. La música tiene el poder de exteriorizar las emociones, y Meloetta tiene esa misma capacidad, solo que completamente al literal.

    ¿Eh?

    Honda desfrunció el ceño ligeramente. Aquello último había llamado su atención, no sonaba tanto como una excusa, sonaba legítimo. Real. No estaba diciendo creerle, pero decidió que, al menos solo en pos de entender aquella historia, podía dejar de replicar por un momento, cerrar la boca y escuchar. Mimi sabía escuchar muy bien cuando quería. Quizás aquella fuera una de esas veces.

    Así que se cruzó de brazos y simplemente prestó el oído a sus palabras. Al principio lo sintió como una tonta excusa, una historia sacada de la manga para negarse a cumplir lo que no eran peticiones, sino órdenes. Mimi no le estaba pidiendo liberar a Meloetta. Se lo había exigido, ordenado.

    Otra cosa que se le daba bastante bien a Honda, teniendo en cuenta su procedencia opulenta y su vida en una rica mansión a rebosar de criados, era dar órdenes. Y Drake lo sabía. Sabía perfectamente que dialogar con una Mimi autoritaria y demandante era echar agua al mar.

    >>Y entonces sí, la capturé—
    le oyó decir, pues—. Y cuando la melodía del bosque se detuvo, todos esos pokémon cayeron rendidos y se pusieron a roncar. Y ellos estaban felices de poder descansar, luego de llevar meses bailando sin dormir nunca. Y no se si lo sabes, pero los legendarios no se dejan atrapar tan fácil. Meloetta probablemente no había querido dejarse atrapar cuando lo hice, y probablemente hubiera salido de su pokeball en cuestión de segundos, pero no lo hizo.''

    Recordó entonces las palabras de su madre, aquella clara tarde de primavera. ''La música es libre, como el agua. Si tratas de poseerla se escapará''. Y pensó que sí, que ese era un buen punto. Meloetta se habría escapado de la pokéball en caso de que no quisiera estar allí. Pero... ¿por qué Drake? Ese pokémon musical era lo último que la unía a su madre. Era lo único que le quedaba de ella, entregársela a Drake era admitir una derrota que no deseaba ceder. Pero eso, sus motivos para con el pokémon melodía eran una historia mucho más larga que quizás contase en otro momento.

    No puedo devolverla a su ruta y liberarla— finalizó Drake, con un tono dubitativo y triste—, porque será como si la estuviera rechazando, y no quiero que sufra. Ella quiere que yo la ayude, y aunque no sepa como hacerlo, se lo debo. Porque soy el único que ha sentido su poder, y sabe que es peligroso. No es su culpa, pero su poder es peligroso. Se lo debo.

    Mimi se mordió ligeramente el labio inferior. Y entonces tuvo, negándose rutundamente a perder ese último recuerdo, la idea más loca en una larga lista de ideas locas. Hizo trizas sus principios. Caminó hasta Drake que estaba sentado en el suelo ahora, y lo miró con una expresión difícil de definir. Divagaba entre el enojo y la rabia.

    —Te creo— dijo entonces—. Tu... tu cerebro unineuronal no ha llegado al punto de desarrollo suficiente para inventar una historia tan rebuscada. Pero, no pienso entregarte el único recuerdo que me ata a mi madre sin luchar.

    Cuando volvió a fijar su mirada en la suya, los ojos de Mimi parecían arder con una llama completamente nueva.

    —¡Escúchame bien, Drake Orestes!— clamó— ¡Te reto a un combate aquí y ahora! Te dejaré ayudar a Meloetta si ganas, pero si pierdes... ¡me entregarás a Meloetta a mí!

    Ella había amado la música una vez. Ella podía ayudarla.

    Drake se dio cuenta, que este combate... tampoco era una sugerencia.
     
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    —¿Eh?

    Me había quedado estático. ¿Mimi quería quedarse a Meloetta? ¿Acaso quería ser ella quien la ayudara?

    Era solo un par de las miles de preguntas que pasaron por mi cabeza, pero como siempre, solo pude soltar una. La que me parecía más importante.

    —¿Cerebro unineuronal?—pregunté, incrédulo. Luego sacudí la cabeza.

    >>De acuerdo. Que sea un tres contra tres, pues estoy en desventaja: varios de mis pokémon estan agotados tras las anteriores batallas.—devolví a Meloetta a su pokeball, y al mismo tiempo, otra ball se abrió.

    Miré estupefacto como Golbat hizo acto de presencia, y al momento, comenzó a brillar. Al entender que pasaba, sentí que toda sensación de cansancio y tristeza se desvanecía, y era reemplazada por cierta calidez.

    Solía preocuparme por como se sentían mis pokémon al estar conmigo. Hiko parecía no tener ningún problema al respecto, y podía expresarlo abiertamente, pero el resto de mi equipo no tenía esa facilidad de comunicación.

    Emperador solía estar pendiente de cualquier batalla o suceso importante, y tenía la ligera sospecha de que aquello se debía a que mamá le habia hecho prometer que me protegería. Ark solía expresar su cariño de forma diferente, acostumbrandose a dormir al pie de mi cama y atento a cualquier cosa que pudiera necesitar. Sableye parecía haberme adoptado como su entrenador y aprendiz de lenguaje de signos, y Dratini parecía haberme extrañado mucho cuando volvió de aquellas grutas.

    Pero eran aquellos casos como cuando Munchlax evolucionó en aquel parque que me hacían sentir bien. Golbat, al igual que Munchlax en ese entonces, estaba evolucionando porque su cariño hacia mí había llegado a su punto máximo. Y eso significaba que por muy distraído que fuera a veces, algo estaba haciendo bien.

    Cuando dejó de brillar, extendí mi brazo derecho. Antes Golbat se había negado a aferrarse a mis brazos, pues sus patas eran de una rara forma y terminaba resbalandose. Pero ahora Crobat tenía un buen par de diminutas patas-¡incluso tenía dedos!-, y pudo descansar en mi brazo sin ningún problema.

    En ese momento, aunque estuviera algo agotado y en pie a una batalla importante, era feliz.
     
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    Mimi Honda

    —¡Está bien!— exclamé entonces, ignorando la reciente evolución del Golbat de Drake. Lo único que me importaba era ganar esta batalla—. ¡Es un trato, Drake! ¡Vamos Kichiro, da lo mejor de ti!

    Y entonces lancé la pokéball al aire, y mi enorme Aggron se materializó en el campo con un rugido victorioso. Parecía feliz de poder luchar después de tantísimo tiempo. Alzó la cabeza con altanería, sereno y orgulloso.

    Me recordé que no debía tener prioridades en cuanto a mi equipo. Si no los entrenaba a todos por igual siempre estarían en seria desventaja respecto al resto. Necesitaba mantener un equilibrio y un nivel. Y si bien necesitaba los puntos de entrenador para ello... no eran estos los que me motivaban a ganar esta vez.

    No.

    El cambio radical que acababa de tener con mis ideales en lo referente a Meloetta no era más que una reacción desesperada para evitar que Drake se la llevase. Porque, ¿qué pintaba él con el último recuerdo que me quedaba de mi madre? Meloetta era el pokémon melodía... Él no tenía ningún derecho a poseerla.

    Liberarla sólo la haría acabar tarde o temprano en otras manos. Condenados entrenadores... Eran como Mandibuzz hambrientos. ¡Que obsesión con los pokémon legendarios! Por eso, la única opción viable, era esa. Quedármela yo. Por muy egoísta que sonase... No era como si tuviese otras opciones. Si tenía que tirar por tierra mis propios ideales para conservar aquellos recuerdos, estaba más que dispuesta a correr el riego.

    —Que sea un tres a tres entonces— le dije, condescendiente—. De todos modos no pienso perder esta vez.

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    Siento que mi última batalla fue hace siglos, lol
     
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    Ajena a la evolución de Crobat, Mimi liberó a su primer pokémon: Aggron. Parecía haberlo entrenado bien, pues se notaba que aunque no estaba al cien por ciento de sus habilidades, era un enemigo a temer.

    Devolví a Crobat a su pokeball. Quizas era hora de empezar a entrenar a Crobat competitivamente, pero aun no estaba listo para una batalla de este tipo.

    El pokémon que salió después fue Lucario. Me interesaba tener la ventaja en este combate, porque aún no terminaba de entender el motivo por el que Mimi quería apoderarse de Meloetta. Así que, por el momento, mi objetivo era ganar esa batalla.

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    Tsk— chasqueó la lengua con disgusto—. Un Lucario.

    No parecía molesta por encontrarse en desventaja, parecía molesta por algo más. Quizás tenía que ver con el hecho de que Matt, su hermanastro, tenía un Lucario llamado Toshio. De cualquier forma, siendo sinceros, Mimi siempre parecía molesta. Probablemente, la única persona que la había visto sonreír más de una vez era Emily. Ella era la única persona en la que confiaba plenamente, y ahora se encontraba combatiendo en una isla con un tipo raro mientras ella estaba allí, combatiendo también porque Effy no podía cumplir una petición sencilla.

    Sacudió la cabeza. Su prioridad era ganar. Cuando antes lo lograse, antes podría regresar a la isla.

    —Estoy en desventaja, pero eso no va a detenerme— dijo—. ¡Kichiro, afilagarras!

    Las garras de Aggron fueron envueltas por una brillante luz blanca. Cuando el brillo cesó, el pokémon tipo Acero/roca, parecía mucho más rápido y fuerte que antes.

    Transpasó al Lucario rival con una mirada helada.

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    Ahora me arrepiento de no haberle puesto protección. Ays (?

    Btw, es necesario que Mimi pierda.
     
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    Al final no viajo sino el viernes xDD Failecus ataca de nuevo (?

    Aquel Aggron, entonces, afiló sus garras para atacar. El siguiente golpe sería un dolor de cabeza.

    --Lucario, no vayamos con rodeos. Vamos con Esfera Aural.


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    Well, un día más o uno menos... tampoco es un fallo importante uwu

    Aquella esférica bola de energía cruzó el campo de batalla como un misil, impactando de lleno en el hermético vientre de Aggron. La fuerza del impacto fue tal que hizo retroceder a la enorme bestia un par de metros, destrozando el césped del suelo con las garras metálicas de sus patas.

    Mimi abrió los ojos desmesuradamente.

    —¡Kichi!— exclamó, preocupada.

    Cuando la enorme polvareda que produjo el impacto de la esfera aural desapareció, la sombra de Kichiro se alzó, adolorido y magullado tras la cortina de humo. Pero aún en pie. Gruñó por lo bajo, y sacudió pesadamente la cabeza antes de rugir con ira.

    El corazón de Mimi no se serenó del todo al descubrir el estado de su pokémon. Aquel ataque había sido brutal. Aún con toda su portentosa defensa, no sería capaz de aguantar otro igual. Aquella no había sido una decisión demasiado acertada.

    —Diablos...— rezongó entre dientes, apretando los puños. Las uñas de sus dedos se clavaron en las palmas de sus manos. Y entonces, su ceño se frunció—. ¡No importa Kichiro, resiste un poco más!

    >>¡Sepúltalo!

    Aquello bastó para que una gran avalancha de rocas se precipitase sobre el pobre Lucario. Un gran golpe a su resistencia.

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    Lucario aguantó a duras penas la avalancha de rocas que le cayeron encima. Por suerte, el tipo roca no era nada eficaz contra la combinación de tipos de Lucario. Entonces, evitando cualquier problema, decidí ir más despacio.

    ¡Palmeo!

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    Mimi Honda

    —¿A qué juegas, Drake?— le pregunté entonces, desconfiada—. Podrías haberlo acabado con otra esfera aural.

    Haciendo uso de su lenta capacidad motora, Kichiro se apartó a tiempo de la trayectoria del palmeo. Miré a mi rival con una expresión difícil de describir.

    ¿Qué le había hecho cambiar de idea tan repentinamente? Lo tenía hecho. Un ataque más como ese y esta primera ronda estaría acabada, Kichiro estaba en seria desventaja. ¿Acaso estaba reservando los límites de usos de esfera aural por si acaso? ¿Porque era un movimiento ineludible? Los puntos de poder de ese movimiento eran realmente escasos...

    Decidí no darle mayor importancia.

    >> Ah, como sea—solté finalmente, molesta—. ¡Ve con Cola férrea!

    Me había tomado por sorpresa, pero sabía que no debía subestimarle.


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