Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por OnixTymime, 4 Junio 2011.

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    CarlosCF

    CarlosCF Usuario común

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    En verdad?, vaya, con todo esos comentarios me has animado a ver esa temporada completa, a mi tambien m parecio una de las mejor hechas, así que la vere ompleta ia youtube para aclarar dudas y recoger ideas.
     
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  2.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Descargaba música, y no me di cuenta de que ya todas habían finalizado porque no podía dejar de leer el capítulo.
    La intriga que le metes es inmensa, es como que en cada párrafo viene algo que te vincula con el siguiente de modo inevitable...
    A ver, para empezar, lamentablemente debo coincidir con Carlos. Ese Latias está pasando desapercibido para el mundo y por favor, Onix, ¡es un legendario! ¡Es latias!!
    Bueno, otra cosa que terminó por intrigarme es cómo un simple Poison Gas pudo vencer a tan tremendo pokémon... es decir... ¡Poison Gas! Me suena un poco raro... pero bueno xD Supongo que también tiene lógica, la pobre termina envenenada y así es fácil de "capturar" (de veras, ¿por qué no la capturaron? Por lo menos se la hubieran regalado al chavalito aquél que gastó su Ultra Ball .-.).
    La pelea fue intensa y sí, se entendió bastante bien. De vez en cuando lograba hacerme estremecer, como cuando tiró el Psybeam a los pokémon persecutores xD
    Oye, por qué revivió tan de repente? Tengo mi hipótesis. Como Bianca tomó la esfera y la acercó sin querer al cuerpo de la pokémon, tomó nuevamente energías como para levantarse y sacarla por la ventana, pero en cuanto perdió posesión de la misma esfera, volvió a su estado débil de antes. ¿Es así?
    Umm, y qué extraño, salió otro pokémon igualito pero negro, lol xDDDDD Moonghost? No suena muy original el nombre, pero supongo que es simpático. Además, dada su finta de pokémon negro y su nombre medio dark, no parece tan malo. Digo, saludó a las chicas de un modo bastante cordial (sí, saliendo de que los pokémon no suelen hablar xD). Entonces parece amable. Y seguro que la pokémon blanca también puede hablar, sólo que hasta el momento no ha querido revelarlo o es tan orgullosa como para no querer que los demás conozcan su voz u.u
    El dibujo me gustó mucho. ¿Cómo que no sabes dibujar humanos? Esta chica quedó genial, amé sus ojos *.* Igual los pokémon te quedaron bien, y bueno, la otra imagen quedó algo cute para ser real ^^
    Nos leemos en el próximo capítulo! No dudes en avisarme, de preferencia por Face!

    Saludos.
     
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  3.  
    OnixTymime

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    Título:
    Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    10
     
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    4075
    RESPUESTAS A LOS COMENTARIOS AL FINAL DEL POST
    Nota: Si, el capítulo se ve largo, tómense su tiempo para leerlo​

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    3
    El relato de un fantasma

    — ¿Cómo es que…? ¿Pudiste…? ¿Saliste…? ¿Apareciste…? —tartamudeó Lorenzo muy desconcertado, dejando que sus ojos miraran en todas direcciones nerviosamente pues no entendía lo que estaba ocurriendo.


    — ¿Ah? —soltó el pokémon bastante extrañado y observando atentamente el comportamiento errático del hombre mayor, preguntándose para sus adentros a qué se debía. Enseguida, dirigió sus pálidos ojos hacia la ventana y estos brillaron, al parecer, con entendimiento— ¡Ah, claro! Usted está intentando preguntarme "¿Cómo es posible que haya salido de esa esfera negra?". ¿O me equivoco?


    Todos asintieron de inmediato, curiosos por averiguar qué hacía aquel pokémon en esa esfera. Moonghost —como se hacía llamar— rió discretamente por los gestos plasmados en sus rostros y añadió:


    — No es nada del otro mundo. La esfera debía ser expuesta a la luz de la luna llena para disolver los sellos y… ¡listo! Moonghost, su servidor, quedaba libre una vez más.


    El pokémon les sonreía inocentemente, bastante satisfecho con la respuesta que acababa de dar, aunque sus oyentes se mantuvieron expectantes creyendo que en cualquier momento añadiría algo. Al cabo de un rato, cayeron en cuenta de que eso no pasaría.


    Moonghost creía que con esa breve explicación respondía a todas sus dudas y ahora estaba más interesado en inspeccionar el techo. No sería tarea sencilla obtener la información necesaria para entender lo que sucedía.


    — ¿Pero qué hacías ahí dentro? —insistió Bianca algo impaciente, colocándose las manos sobre las caderas en plan de "Me debes una explicación".


    — ¡Bah! Sólo estaba durmiendo —respondió Moonghost de inmediato, mostrando poco interés e ignorando por completo la mirada asesina que le lanzó la chica—. Verán, es una historia muy larga y fastidiosa de contar, no quiero aburrirlos. Se supone que debía esperar a que sucediera algo importante, entonces Eve vendría a despertarme y… —se detuvo en seco de sopetón, acababa de notar que se le olvidaba una cosa y comenzó a lanzar miradas nerviosas a su alrededor, como buscando algo—. H-hablando de Eve —tartamudeó nerviosamente—, estaba por aquí, ¿cierto? Tiene que estar cerca, no puede haber desaparecido... ¿o sí?


    No le hacía las preguntas a ninguno de ellos, había comenzado a hablar para sí mismo bastante alterado, tanto que varias veces estuvo a poco de empezar a comerse las uñas. El resto intercambió miradas nerviosas, pues el otro pokémon —que por lo visto se llamaba Eve— aún seguía inconciente al pie de la ventana y nadie se atrevía a decirle a Moonghost.


    Mientras tanto, él continuaba hablando consigo mismo hasta que se detuvo, barriendo una vez más la habitación con la mirada, tan ansioso que se escuchaba su alterada respiración. De nuevo, no encontraba nada, al menos hasta que se le ocurrió la brillante idea de voltear y sus pálidos ojos encontraron rápidamente al pokémon inconsciente bajo la ventana.


    — ¡Ay, por todos los cielos! —chilló bastante alarmado y pegando un respingo.


    Moonghost se acercó rápidamente y se posó junto a él, recogiéndolo y sosteniéndolo entre sus brazos con delicadeza, como si temiera que se desintegrara si lo agarraba con mucha fuerza


    — ¡¿Eve, hermana, qué te ocurrió?! —le preguntó exasperado, tanto que ni siquiera reparaba en que la pokémon estaba totalmente inconsciente. Al no recibir respuesta, sus niveles de pánico aumentaron y lo único que se le ocurrió fue zarandearla con todas sus fuerzas, lloriqueando desesperadamente— ¡¡¡Eve, respóndeme!!!


    — ¡Basta, por favor, no la trates así! —exclamó la enfermera Joy con una voz muy chillona por la impresión y se acercó presurosa a ambos—. Está intoxicada… su estado es crítico… la estamos tratando… necesita reposo... —decía, siguiendo el vaivén de su paciente con los ojos y deteniéndose a cada rato, sentía que le daban mini-infartos con cada sacudida.


    La Chansey asistente apartó a la enfermera con un gentil empujón y se acercó a Moonghost, alzando la voz por encima de la de él y explicándole la situación… o eso parecía. Ellos sólo podían escuchar que decía unas cuantas cosas en su dialecto y nadie era capaz de traducirlo, los gestos eran lo único que los ayudaba a tener una idea de lo que estaba refunfuñando. Latias se unió a ella, actuando con más calma y ayudando a que el efusivo pokémon se tranquilizara un poco.


    — ¿Qué dicen? ¿Cómo que se intoxicó? ¿Qué fue lo que le sucedió? —preguntó Moonghost preocupado, con los ojos aguados por las lágrimas que se esforzaba en retener, incluso había dejado de zarandear al otro pokémon.


    — Es que… —balbuceó Dyfir algo acongojada, sentía que le debía una explicación, más cuando él parecía a punto de estallar en llanto; pero no sabía cómo contarle lo sucedido de modo que no volviera a sacudir al otro pokémon. Se decidió por ser sincera—. Un Weezing liberó una nube de gas tóxico muy condensado por accidente, ella no se percató hasta que ya estaba inmersa y… bueno, obviamente, no le sentó bien. Cuando nos dimos cuenta ya había caído inconsciente al agua. La trajimos aquí y la enfermera justo nos estaba diciendo que estaba grave y luego... bien... apareciste tú.


    — Y por eso su estado es delicado —añadió rápidamente la enfermera severamente, lanzándole una rápida mirada de agradecimiento a Dyfir antes de continuar—. Necesita volver a la cama de inmediato para continuar con el suministro de los antídotos y el suero...


    — ¿De qué está hablando? ¿Acaso me están diciendo que Eve se va a morir? —preguntó Moonghost con las orejas alicaídas y mirándolos a todos con cierto reproche.


    — El veneno que inhaló es muy potente, si no sigo suministrándole el tratamiento...


    — ¿Tratamiento? —repitió Moonghost sin poner cuidado en sonar grosero y molesto, frunciendo levemente el ceño— ¿Qué le han estado dando a mi hermana? Seguro ustedes quieren matarla.


    — ¡¿Cómo puedes decir eso?! —chilló Joy de inmediato, profundamente ofendida—. Soy enfermera y mi deber es asegurarles la vida a mis pacientes. Siempre haré lo correcto por ellos y nunca me rendiré, haré todo lo necesario para salvarlos, es parte de la ética de mi profesión.


    — Verás... —dijo Moonghost tranquilamente, tanto que descolocó a todos, y más cuando soltó a su hermana sin tener cuidado de que se golpeara la cabeza contra el suelo; sin prestarle atención a lo que acababa de hacer, voló velozmente hasta la camilla, señalando las bolsitas del suero y el antídoto—. Esto es más dañino para ella que el Gas Tóxico de un Weezing, obligas a su cuerpo a pelear contra las toxinas y contra lo que sea que le estén dando. Eve tiene un metabolismo bastante quisquilloso, pero es capaz de anular el veneno; claro, le cuesta un poco y por momentos puede parecer que va a estirar la pata, pero no es así.


    — Pero...


    — Ahora que tengo la cabeza más despejada, entiendo tus buenas intenciones, así que descuida, te aseguro que no serás ejecutada —dijo Moonghost alegremente, cortando en seco a la desconcertada enfermera, y dedicándoles una sonrisa tan radiante que los descolocó por completo—. Despreocúpense, si pudo levantarse para lanzar la esfera por la ventana (o eso creo que hizo), significa que se repondrá pronto. Sólo hay que dejarla tranquila y sin darle más de esas cosas raras.


    Hubo una pausa incómoda por un largo rato en el que ninguno de los presentes se atrevió a decir nada. Eve seguía en el suelo, Moonghost volvía a interesarse inusualmente por el techo y el resto sólo tenía preguntas dándole vueltas en la cabeza.


    — Oye, no nos has explicado qué hacías dentro de esa esfera. Tampoco me has aclarado qué eres. Exijo una explicación ya que tu hermana nos obligó a perseguirla por toda la ciudad luego de robarse parte de la exhibición del Museo —puntualizó Bianca rompiendo el silencio. Se cruzó de brazos y clavó sus ojos en los de Moonghost, arrugando el ceño y acentuando así su cara de pocos amigos; exigía respuestas y las conseguiría a como diera lugar.


    Moonghost cambió la relajada expresión que había adquirido su rostro y le devolvió la mirada a la joven de una manera sumamente antipática y odiosa, un cambio bastante radical si consideraban lo poco que lo conocían.


    — Niña, comienzas a caerme gordo -declaró Moonghost secamente, adoptando la misma actitud que Bianca estaba tomando hacia él—. Y, obviamente, soy un pokémon, ¡doh! —agregó, con un tono de voz tan chistoso que Dyfir tuvo que morderse la lengua para que no se le escapara una risotada.


    — ¡¿Y a mí qué me importa si te agrado o no?! —chilló Bianca bastante disgustada por cómo le estaban tomando el pelo—. ¡Ya sé que eres un pokémon, no estoy ciega!


    — ¿Entonces para qué me preguntas? —señaló Moonghost con desdén, dándole la espalda y volviendo a fijar su atención en el techo.


    — ¡Contéstame de una vez por todas, pequeño demonio! —exclamó Bianca frustrada, agitando sus brazos rápidamente en un ademán de querer sacarle las palabras con los puños.


    — ¡Bianca por favor, cálmate! —regañó Lorenzo con un tono de voz más agudo de lo normal, acercándose a ella lo más rápido que le permitían sus cortas piernas y sujetándola fuertemente, pues la chica ya se estaba preparando para moler al pokémon a golpes. Luego de asegurarse de que Bianca no se le escaparía de las manos y, con la mayor educación que podía, dijo: — ¿Podrías, por favor, contarnos qué hacías ahí? No importa que sea una larga historia, sólo necesitamos entender —añadió rápidamente, prediciendo que el pokémon le replicaría.


    Moonghost abrió y cerró de inmediato la boca, permitiéndose meditar por algunos segundos hasta que resolvió que no tenía escapatoria.


    — Está bien, los complaceré… Aunque se me hace extraño que no sepan nada… —dijo resignado y lanzándoles una mirada inquisidora en el preciso instante en que ellos intercambiaban miradas extrañadas—. Esto comienza así —se detuvo para carraspear y continuó: — Ustedes ya saben que Gea es la creadora de todo lo que existe en la Tierra; entre esos, por supuesto, se encuentran los humanos y los pokémon, sus creaciones más preciadas. Ella nos considera sus hijos y nos tenía tanto amor que proveyó todo lo necesario para subsistir y tener una vida plena y feliz en armonía con el resto de sus obras.


    » Pero ella entendió que la perfección no existe. Nos otorgó ambición para que creciéramos y pudiéramos defendernos en el mundo, pero sabía que al hacer eso aunque nos ofreciera lo necesario siempre querríamos más y más sin importar lo que destruyéramos en el camino. Es algo que ocurre con mucha lentitud, ella está enferma y sabe que, tarde o temprano, llegará su final y con eso el de todos nosotros.


    » Esa es su certeza, todos somos aquello que la consume, pero vio que los humanos lo empeoraban aún más, su conexión con la naturaleza se perdía a medida que evolucionaban y adquirían mayor raciocinio. Gea vio con dolor y tristeza cómo una de sus obras más queridas crecía a la perfección, pero tomando el camino equivocado, arrastrándonos con ellos. Pronto, su inconsciencia lo destruiría todo.


    » No pongan esas caras largas —rió al notar el efecto de sus palabras. Se sentía culpable, pero sólo estaba contando el relato tal cual él recordaba—. A pesar de todo, Gea piensa que la inteligencia humana es buena, un don que está orgullosa de haber otorgado. Pero el raciocinio atrae a la avaricia y con ello el desapego a lo que realmente importa.


    » Por eso, Gea decidió no quedarse de brazos cruzados, si llegaba su fin estaba decidida a que no fuera de las manos de a quienes tanto amaba. Por eso, ideó un plan para resguardarnos a todos y a ella misma: creó guardianes que simbolizan todo lo que ella encuentra hermoso en el mundo —se detuvo e hizo el ademán de una reverencia, luciendo curiosamente gracioso mientras lo hacía, y les guiñó el ojo con picardía—. Yo soy uno de esos guardianes —rió al ver el gesto en sus rostros y añadió con sorna—. Increíble, ¿cierto? Gea dio a luz a doce guardianes, a los que indujo en un profundo sueño y encerró en objetos que fueron escondidos posteriormente. Por eso me encontraba en esa esfera, sólo tomaba mi pequeña siesta de un par de miles de años.


    » Los guardianes sólo podemos ser liberados por la acción de una "llave" y esa función la cumple mi hermana, Eve. Aunque ella también es un guardián, así que somos trece en total… ¿cómo es que se me olvidó contarla? Es la más importante después de todo. Seguramente es culpa de Piruplú y sus sustancias extrañas…


    Moonghost se dio a la tarea de divagar, diciendo incoherencias que ninguno estuvo dispuesto a intentar conseguirles sentido; por suerte, no hizo falta, porque él mismo añadió:


    — Es que ciertamente es muy importante. Más que sólo ser la Llave y guardiana de Gea, en ella recae el peso de salvarnos a todos —les lanzó una mirada de soslayo, con cierta lástima, antes de proseguir: —. Lastimosamente, los humanos no son muy de su aprecio, así que no me extrañaría que les haya hecho una mala pasada a propósito. Lo más probable es que sólo quiera despertar a los once restantes y olvidarse del asunto.


    No volvió a decir nada en un largo rato, mirando hacia la ventana algo alicaído, como si el mencionarlo le causara una tristeza que ellos estaban lejos de comprender.


    — Todo esto es muy extraño —comentó Dyfir algo acongojada, rompiendo el silencio. El relato de Moonghost había tocado su vena aventurera, a pesar de que estaba relacionado con el fin del mundo no podía dejar de sentirse emocionada— ¿No podían despertarse todos a la vez? —preguntó inocentemente, su curiosidad y sus ganas de saberlo todo no le permitían tener más tacto.


    — Esa es la parte divertida —respondió Moonghost con una sonrisa misteriosa—. Bueno, divertida para mí y no tanto para ella. Eve es la única capaz de resolver los enigmas que nos mantienen dormidos y de borrar los sellos que nos recluyen en los objetos. Esos sellos están ahí para evitar que cualquiera pueda liberarnos.


    » Y no somos los únicos, ellos también corrieron con nuestra misma suerte. Es una competencia para poner a Eve a prueba y prepararla para nuestra lucha final; nunca lo entendí bien, pero la idea de esto es que ella esté preparada para luchar contra los enemigos que Gea puso en nuestro camino. Cabe acotar que también quieren destruir a Gea, por cierto —se detuvo, frunciendo levemente el ceño y mirándolos con más reproche que la última vez—. Insisto, ¿por qué no saben nada de esto? Es lo básico.


    — ¡Espera un momento! —pidió Lorenzo con un además de las manos, algo reacio a creer en lo que escuchaba—. Ellos, ¿dijiste? ¿Tienen enemigos? ¿No se supone que deben protegernos? ¿Cómo es que se le ocurre a Gea ponerles tantos obstáculos? —insistió Lorenzo, lanzando las preguntas como si fuera una metralleta e ignorando por completo la duda de Moonghost—. Ya era más que suficiente lidiar con las personas y mira que lo digo con fundamento; ser encargado de museo no es fácil y también he sido testigo de lo descorazonado que puede ser el hombre, lo he sufrido en carne propia. Por eso, si Gea quiere evitar ser destruida, ¿por qué crearía algo para hacerse daño a ella misma?


    — Acabas de dar con el Talón de Aquiles de Gea, viejito —dijo Moonghost con un aire misterioso que despertó demasiada curiosidad en sus oyentes, sonriendo de un modo que logró perturbarlos— "Mamá" tiene ciertas reglas que seguir, ¿saben? Sin esas reglas, a ella nunca se le hubiese otorgado su poder y nosotros no existiríamos. Entre las tantas pautas a seguir, se encuentra la del Balance; todo pro tiene su contra y de eso se rigen la mayoría de las cosas: bien y mal, mujer y hombre, luz y oscuridad… bla-bla-blá…


    Moonghost se interrumpió para bostezar perezosamente, como si todo eso le pareciera terriblemente aburrido, pero lo cierto es que el techo volvía a ser más llamativo que seguir echando el cuento.


    — Me parece entender —dijo Dyfir firmemente, dejando aflorar sus pensamientos alimentados por la emoción— que Gea creó esos "obstáculos" por obligación, pues si no lo hacía surgiría un desequilibrio que alteraría el orden de las cosas como las conocemos y eso conllevaría al caos.


    — ¡Exactamente! —exclamó Moonghost encantado y asintió efusivamente con la cabeza. Pero se detuvo en seco y miró a la joven entrenadora con más reproche todavía, entrecerrando sus ojos— Bueno, llevas media hora haciéndote la tonta y ahora me sales con esto. ¿A qué se debe tal momento de lucidez?


    — Sólo supuse que lo sabía —respondió ella de inmediato, asustada de haberlo ofendido—. En todas las historias que me han contado desde pequeña, siempre existe algo que si no estuviese ahí conllevaría al caos del mundo; pensé que en esta historia no sería la excepción.


    — A todas estas —dijo Lorenzo, interrumpiendo a Moonghost cuando estuvo a punto de responderle a Dyfir—, ¿de qué clase de destrucción estamos hablando?


    — Si mi masa gris no está totalmente atrofiada —contestó Moonghost lentamente, tratando de recordar las palabras exactas—, tengo entendido que ustedes lo conocen como degradación del ambiente.


    — ¿Ustedes luchan contra eso? —preguntó Bianca con un tono irónico en su voz, dibujando una sonrisa sarcástica en su rostro que le consiguió una mirada asesina del pokémon— ¡Ja! ¡Vaya locura! ¿Acaso pensaste que nos tragaríamos el cuento de que trece pokémon nos salvarán colocando la basura en el contenedor adecuado? ¡Entonces he de desearles la mayor de las suertes! Si nadie ha podido controlar todo esto, un pokémon no lo hará. Además, ¿qué tienen que ver esos supuestos "seres malvados"? ¿Es que acaso se encargarán de susurrarnos al oído para tirar basura en la calle?


    — Vaya, vaya, vaya. Estás tan ocupada en ser odiosa conmigo que no le permites a tu cerebro trabajar bien, ¿eh? —dijo Moonghost frívolamente—. Búrlate todo lo que quieras, pero de lo que tanto te burlas representa el fin de todo y es lo que está destruyendo todo a tu alrededor. Verás, el más mínimo cambio en el perfecto mecanismo de Gea lo altera todo y ella sólo está haciendo lo que puede para enmendarlo por ustedes. Y aquellos "seres malvados" que mencionas con tanta ligereza, tienen el poder de hacer lo que se les venga en gana con el Sr. Mecanismo; con sólo mover un dedo son capaces de aniquilar lo que tengan cerca y su único propósito es acabar con todo. Si nosotros decidimos no hacerles frente, el final nos caería encima como si nos soltasen un Walrein súper desarrollado… y sin anestesia… —agregó dramáticamente pero con leve tono jocoso en su voz que aligeró la crudeza de sus palabras, consiguiendo robarles una sonrisa a todos con la excepción de Bianca.


    — ¿Y qué esperas que piense si todo lo cuentas de la manera más vaga posible? —espetó Bianca groseramente.


    — Después de toda esta charla, tengo sólo una duda —dijo la enfermera con delicadeza, más interesada en zanjar el asunto para chequear a su paciente que en la conversación—. Hace rato, mencionaste algo sobre evitar que el final llegué más pronto. ¿Qué quieres decir con eso?


    — Es porque todo tiene un fin. Aunque nosotros evitemos que por ustedes se destruya todo, nuestra acción no perdurará para siempre del mismo modo en que no somos inmortales —explicó Moonghost quedamente, esquivando sus miradas—. Puede que pronto, puede que tarde, pero en algún momento llegará la hora hasta para Gea.


    Una vez más, el silencio se apoderó de la habitación, nadie encontraba qué decir al respecto. La simple idea de que existiera un ente superior que luchaba por su supervivencia era alucinante, aún más tomando en consideración que había creado criaturas tanto para salvarla como para arruinarla. Más cuando recordaban que estuvieron a punto de matar a uno de sus guardianes por accidente.


    — Bueno… —suspiró Moonghost amablemente, tomándolos por sorpresa mientras les dedicaba una alegre sonrisa, la cual estuvo ausente por largo rato— ¿Qué más necesitan saber?


    — Ya has dicho demasiado —una hermosa voz femenina a espaldas de Moonghost lo interrumpió. Su repentina intervención los hizo respingar a todos, sin excepción, pues a pesar de su suavidad, no había duda de que no estaba de buen humor.


    Con el corazón en la garganta, todos voltearon lentamente hacia la ventana, donde se tropezaron con Eve, ya consciente y reincorporándose con cierta dificultad, taladrando con sus hermosos ojos azules la espalda de Moonghost, quien aún no se atrevía a voltear.


    — ¿Acaso eres idiota? —reclamó Eve débilmente al fantasma, frunciendo el ceño para acentuar su disgusto— Ninguno de ellos es lo que piensas.


    Moonghost tragó saliva y comenzó a girar muy lentamente, tanto que su movimiento lucía muy rígido, como si fuera un robot; claramente, estaba hecho un manojo de nervios, intentaba mantener su sonrisa para disimular, pero fallaba maravillosamente y parecía más bien constipado.


    — H-hola, hermanita… —fue lo único que pudo balbucear debido a los nervios.

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    ¡Buenas mundo! ¿Qué tal estuvo su mes?
    Lo sé, el capítulo se ve largo pero vale la pena (?).
    Seguramente no se han dado cuenta así que lo digo: He editado los capítulos anteriores para agregarle dibujos y acomodar un detalle que me habían dicho antes de separar cada párrafo. Que conste que evitaba poner los dibujos por lo viejo pero bah, no me matarán por los dibujos viejos y feos (?).​

    RESPUESTAS A COMENTARIOS DEL CAPÍTULO ANTERIOR​

    Carlos: El drama del toxi-gas... De alguna forma debían suceder ciertas cosas y el gas afecta de manera particular a mi protagonista. Créeme que el gas tóxico de el Weezing es mejor excusa que la primera. Mira, este fic lo empecé cuando tenía 16, no era muy diestra, así que he estado editando los capítulos desde hace un tiempo para acomodar tanto detalles de narración, técnicos y hasta de la historia. ¿Por qué te digo esto? Pues la excusa de que mi protagonista terminara en el agua en la versión original fue por culpa del humo causado por el cortocircuito del motor de una lancha; en esta el cortocircuito asusta al Weezing y su gas es bastante potente cuando está asustado o impresionado, digo yo que tiene más razones para ser dramático. Latias no es de importancia en la historia más que para ayudar a Bianca, quizá no le di la importancia que debía pero es que no le veía sentido y lo de intrigas creo que es algo que ha caracterizado a este fic (¿sino cómo siguen leyéndolo cuando pase mucho tiempo? D:). Por cierto, nada que ver con Luna y Artemis. Gracias por comentar y señalarme el detalle de los espasmos, te doy la razón ahí.​

    Navaja: Si, Johto tiene retos y salen buenos entrenadores de ahí, pero lamentablemente la mayor parte de la historia se desarrollará en Kanto que me gusta tanto como Johto. Moonghost suele ser el primero que le cae bien a todos y es el favorito de muchos xD y pues si, Eve es una chica xD. Si, somos así, hay que hacerse esperar... pero no mucho D:. Gracias por tu comentario Navaja, estaré esperando el siguiente ^^.​

    Cygnus: Lo sé, Latias es Forever Alone aquí, pero es que en verdad jamás quise darle demasiada importancia porque no es un personaje que influya algo en la historia, solo ayudó a Bianca. Como le dije a Carlos también, el Poison Gas afecta peculiarmente a mi protagonista, será tremendo pokémon pero tiene sus cosas (ya verás). Y ¡no! ¡Ella debe ser libre!
    La esfera no tiene nada que ver con sus energía, más bien fue vuerza de voluntad debido a una obligación xD.
    Sobre el nombre de Moonghost, te explico... Cuando hice estos fakes (que en ese entonces no estaban hechos pensados en una historia) tenía como 10 o 12 años y te imaginarás que los nombres que les ponía... Quise conservar ese detalle de ellos por motivos sentimentales. A la única que le "cambié" el nombre fue a Eve porque en mi niñez ella era "Mewthree" y no cuadraba... xD.
    Gracias por comentar Cyg, espero que te guste este capítulo x3​

    Pokiu!​
     
    Última edición: 14 Noviembre 2015
  4.  
    CarlosCF

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    Ya leí el último capítulo, después de mucho tiempo, eh.

    No lo sé, no me gustó mucho, ya que es un capítulo con poco desarrollo, es decir, es 100% explicativo, y lo más interesante que leí en todo ese drama de “la tierra se destruirá por la culpa de ustedes” (que por cierto no es muy original que digamos) es el asunto de las reliquias pokémon y los pokémones raros que hay atrapados en ellas, lo de las diferentes formas de despertarlos y que están escondidos por todo el mundo (por que supongo que así es), me pareció muy ingenioso. Pero para el próximo capítulo... me gustaría ver más movimiento, por lo menos dos escenarios en un mismo capítulo, sentí que sólo leí una corta conversación y que la historia no ha avanzado nada, eso, sumado al hecho que te apareces por acá cada tres meses, jajaja, estaremos leyendo los capítulos finales después de que se acabe el mundo.

    Por cierto, curiosa forma esa de empezar un capítulo con diálogos, y respecto a tu respuesta de mi respuesta, no hay anda en particular que decir, mi historia también es bastante antigua y hay varias cosas que también he ido cambiando de acuerdo a las demandas, pero en todo caso, espero que esa explicación del porque el humo toxico es tan nocivo para tu protagonista, sea algo mejor que decir “es un pokémon legendario y tienen una extraña vulnerabilidad a los gases tóxicos”.

    Buen trabajo de todos modos, y como ya te dije, muy buenos dibujos también. Sigue así.
     
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    Cygnus

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    Hello!!
    PRE-COMENTARIO: Pasé a buscar los dibujos que dijiste que habías agregado O: En realidad me parecen muy simpáticos y es un lindo detalle que anexes lo que habías dibujado en aquel tiempo, así podemos ver la mejoría en la técnica y todo eso. Sobre todo las portadas me gustaron, en especial la del segundo capítulo, aunque se ve que ya has cambiado en algo el estilo… hmm, no sé, ahora veo otro tipo de estilo xD Y el que está trazado en hoja tampoco estuvo mal, aunque haya sido de los viejitos. Obviamente acá sí se notó mucho más la mejoría, la perspectiva de repente falló un poquito pero en sí está bien (tendría que esforzarme mucho actualmente para que un dibujo mío me quedara como uno de los viejitos tuyos).
    Y del nuevo post, adoro el dibujo inicial. La chica quedó espectacular, su cabello, su rostro, su expresión… sus ojos… está súper realista! O bueno, al estilo anime pero igual como que tiene mucho de realismo x.x Me enamoré de ella.
    Bueh, vamos al capítulo.

    Moonghost es muy simpático xD Incluso lo es directamente con los humanos, ya comienza a caerme bien. Pero por qué dirá que ese antídoto es dañino para Eve? ._. Si el veneno lo fue… en fin, seguiré leyendo
    Pues la historia que cuenta me parece interesante. Ya esperaba este capítulo, en el que explicaras todo lo que está pasando y por qué. La verdad es que van tomando lógica las cosas, ahora resulta que Eve fue despertada porque Gea necesitaba un guardián, y a la vez tenía la misión de liberar a Moonghost.
    La plática me pareció divertida, o por lo menos entretenida, porque ese estilo coloquial de MG no aburre (abreviación, por la pereza de escribir todo).
    Así que ya entendí gran parte de los misterios. Ahora sólo queda encontrar las demás claves y despertar al resto de los guardianes, supongo xD
    O: Se ha despertado Eve, espero que no cause problemas, recuerdo que a ella no le gustan los humanos, sólo espero que no se interponga en los planes porque se ve que MG tiene buenas intenciones. Lo malo es que las chicas, o al menos Bianca no le cree absolutamente nada y a lo mejor Eve cree que son humanos hostiles.
    Y adiviné, Eve sí hablaba e.e Sólo que no había querido hacerlo hasta el momento.
    ¿Por qué? ¿Por qué cortas el capítulo ahí? NOOOOOO!!!! Ya sé toda la historia, todo el misterio, y ahora que al fin comienza lo bueno, o por lo menos un diálogo tenso entre Eve y las chicas (creo), nos dejas en ascuas!!! No vale!!!!
    Espero con ANSIAS el próximo capítulo (no quiero adelantarme en CP, sino hasta que esté acá xD).
    Felicidades!

    Saludos.
     
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    Uzuqui

    Uzuqui Entusiasta

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    kiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    adoro tu historia esperor el siguiente capi con impaciencia.
    um eve parece tener mal humor, y se nota que su hermano le tiene miedo.
    a que viene ese caracter tan dulce?, y nunca pense que bianca pudiese llegar a caerme tan mallllllll
    en fin esta muy interesante espro leerte pronto
    sayonara
     
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    OnixTymime

    OnixTymime Made of stone

    Piscis
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    Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana
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    RESPUESTA A LOS COMENTARIOS ANTERIORES AL FINAL

    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------


    4
    Sin atajos

    Luego de que Moonghost les contara todo lo que era capaz de recordar y que Eve se recuperara, Dyfir decidió acompañarlos en su búsqueda con mucho entusiasmo. Moonghost estaba encantado, tanto que pegó brincos de alegría por una hora al menos; por el contrario, Eve no estaba tan de acuerdo con la idea, incluso le sugirió a la entrenadora hacerse un favor y lanzarse al canal para ahogarse.


    Aún cuando Eve se esmeraba para que Dyfir se sintiese incómoda, esperando a que se arrepintiera, no hubo nada que le quitara la ilusión a Moonghost de tener una nueva amiga, así que el júbilo del fantasma pudo más que la ponzoña de su hermana.


    Antes de partir, Moonghost dejó el cuidado de la esfera a Bianca, contándole que era muy importante que la resguardara como si de su vida se tratase, ya que si caía en manos enemigas volvería a ser recluído en ella. También agregó cosas como que le saldrían llagas en todo el cuerpo o que le caería una maldición que la condenaría a caminar hacia atrás por el resto de su vida; pero Dyfir creía que eran exageraciones para asustar a Bianca.


    En esos instantes, los tres esperaban una lancha que los llevaría al puerto, donde tomarían un barco que los llevaría a Ciudad Olivine, en Johto. Unas cuantas personas más también esperaban por la lancha y todas, sin excepción, observaban a Eve y Moonghost con curiosidad, sin siquiera molestarse en disimular sus indiscretas miradas.


    Dyfir los miraba fijamente, tratando de que cayeran en cuenta de lo que hacían y la vergüenza lo hiciera mirar a otro lado, pero no funcionaba y comenzaba a ponerse nerviosa. Se sentía incómoda con tantos ojos puestos sobre ellos, a sus oídos llegaban los imprudentes comentarios que hacían algunos, haciéndole temer que entre ellos hubiese algún cazador o un loco que intentara llevárse a sus dos nuevos compañeros.


    Mientras Dyfir estaba hecha una mata de nervios, Eve estaba más ocupada en discutir en voz baja con su hermano que de fijarse en los humanos que los rodeaban.


    — No entiendo qué le encuentras de divertido a lo que le dijiste a esa humana -murmuraba con efusividad, mirándolo con hastío—. Contigo fuera, esa esfera ya no posee valor alguno; ¡ni siquiera para volverte a encerrar en ella! Que por cierto, eso es algo muy difícil de hacer y nadie va a desperdiciar ni su tiempo, ni su energía, en sellarte. Es más fácil que te maten... otra vez.


    — ¡Lo sé, lo sé! —musitó Moonghost sin poder contener la risa—. Es que me cayó mal, sólo quería fastidiarla. En verdad, espero que se haya tragado el cuento completo y se preocupe por eso hasta que llegue a vieja.


    — No es que le tenga mucha estima a los humanos y ella no es la excepción, pero tampoco es tan tonta para creerse tal cosa. Y dudo mucho que lo haga, más cuando no parabas de reírte en su cara —puntualizó Eve levantando una ceja.


    — Entonces, si realmente nunca se da cuenta de que es una mentira… ¡será el doble de divertido!


    — ¡Eres un inmaduro! —resopló ella torciendo los ojos, harta del tema y las absurdas formas de entretenimiento de su hermano.


    — Ay, ya relájate, ni que sea la gran cosa —le pidió Moonghost riendo por lo bajo, pues él creía que su hermana disfrutaba del sufrimiento de Bianca tanto como él… muy en lo profundo de su ser, pero lo hacía.


    — Estaría dispuesta a tomar ese consejo si tan sólo te hubieses conformado con esa triquiñuela barata —espetó Eve frunciendo el ceño, dándole toquecitos en el pecho con su dedo para que entendiera que era un regaño— ¡Pero no! Tenías que pedirle a ésta otra que nos acompañara a sabiendas de que va a ser un estorbo. En serio, ¿cómo te atreves a pedirme que me relaje? Te recuerdo que esto no es un viaje de placer.


    — ¡Pero míralo por el lado positivo! Somos más viejos de lo que parecemos, estamos muy chapados a la antigua y no podremos desenvolvernos bien en esta nueva era sin algo de ayuda —puntualizó el fantasma, sin mostrar ni una pizca de reproche hacia la actitud de su hermana -. Además, nos sirve como escudo. Muchos humanos llegarán a la conclusión que somos de su propiedad, así que no intentaran capturarnos ni nada por el estilo.


    — ¡Oh, claro, por supuesto! Se me olvidaba que somos criaturas indefensas en este mundo cruel, que necesitamos ayuda para poder cumplir nuestra misión. Y es que nosotros, como aquellos que se enfrentaran contra la encarnación del mal, somos incapaces de arreglárnoslas contra unas cosas que apenas son capaces de correr… ¡oh, pobres almas en desgracia las nuestras! —ironizó Eve con un falso tono melodramático.


    — Eres una exagerada —resopló Moonghost, cruzándose de brazos y dándole la espalda; eso no le parecía divertido.


    — Si crees que decir la verdad es una exageración, pues lamento decirte que exageraré más que nunca por todo el camino —espetó Eve en respuesta.


    — ¡¿Por qué no te relajas?! En verdad, te acomplejas demasiado la vida por nimiedades -dijo Moonghost haciendo pucheros—. Deberías ser más como yo, que mantengo la calma y vivo en la paz y el amor...


    — Actúas así porque no tienes una responsabilidad tan grande como la mía —señaló Eve cruelmente, logrando intimidar a su hermano. Repentinamente, el esbozo de una sonrisa burlona se asomó en su rostro y agregó: — Además, no me gustaría parecerme a ti ni un poquito, especialmente por esa particularidad de contar pésimos chistes.


    — ¡¿Q-qué insinúas?! —preguntó Moonghost profundamente ofendido.


    — ¿Yo? ¡Oh, nada! ¿O crees que estoy lanzándote indirectas? —contestó ella, haciéndose la desentendida pero con clara ironía en su voz.


    — Recuerda que soy muy susceptible, no seas mala y no hieras mis sentimientos —lloriqueó Moonghost en son de broma, haciendo pucheros más exagerados que los anteriores y dejando que en sus ojos se asomaran algunas lágrimas, todo en busca de apostar por la compasión de su hermana.


    Cosa que nunca pasó.


    — Ya llegó la lancha —avisó Dyfir, ignorando que los interrumpía.


    Ambos hermanos pegaron un respingo y detuvieron su discusión, justo a tiempo para observar cómo la lancha arribaba al muelle y se detenía lentamente. A los pocos minutos estaban acomodados en sus asientos, inmovilizados con enormes chalecos salvavidas y satisfechos por partir. Sólo tuvieron que esperar un poco más para estar en mar abierto, ansiosos por el viaje y por llegar a su destino.


    Mientras se alejaban surcando las olas y con el viento azotándolos en el rostro, Dyfir volteó para ver la ciudad por última vez, sintiendo un poco de tristeza por irse tan pronto de Altomare pero a la vez emocionada.


    Ahora su viaje la llevaba por otro camino, uno en el que su aventura nada tenía que ver con entrenar pokémon y ganar medallas para entrar en un torneo; no señor, en éste nuevo trecho sus habilidades y esfuerzo, junto a sus queridos pokémon, serían puestos a prueba.


    Sonrió al pensarlo, era con lo que muy a menudo le gustaba fantasear, algo que siempre había deseado desde que era una niña. Suspiró. Era increíble, pero realmente estaba pasando y no perdería la oportunidad, no cuando tan pocos tenían aquella suerte.




    Pasaron dos semanas desde su partida de Altomare y el grupo de viajeros se desplazaba por un camino rural, el cual nacía en Ciudad Pewter y llevaba directamente a Ciudad Viridian.


    Ese día la mañana llegó fresca y esplendorosa, como venía haciéndolo desde hace días, acompañada por el suave cantar de los Pidgey y el susurrar de la brisa al acariciar los extensos mares de hierba que se extendían hasta la lejanía, perdiéndose entre los frondosos bosques que resguardaban las grandes montañas como si de muros se tratasen.


    A pesar del hermoso día que les fue obsequiado, Dyfir no se sentía con ánimos para disfrutarlo como era debido. Mientras pedaleaba a ritmo constante sobre su bicicleta, sólo pensaba en llegar pronto a Viridian; dejaba que su rostro mostrara lo exhausta que estaba a propósito, apostando por la misericordia de Eve para que anunciara una parada para descansar.


    No es que Dyfir llevara mucho tiempo manejando, incluso regresaron al camino más tarde de lo previsto por no poder despegarse de las sábanas y estaban atrasados. Pero no podía, o más bien no quería, dar señales de que estaba harta de las decisiones que se tomaban, pues sabía que Eve la vigilaba muy de cerca.


    La susodicha le llevaba el paso al vuelo, muy cerca, monitoreándola cuidadosamente, probablemente en espera de que renunciara a la idea de viajar con ellos. Moonghost, por su parte, iba bastante cómodo en la rejilla que Dyfir había pedido colocar en la parte de trasera de la bicicleta; afortunadamente, el pokémon era tan liviano como una pluma y casi no se sentía su presencia.


    — ¿Por qué teníamos que ir tan lejos? —preguntó Dyfir de sopetón, rompiendo el silencio que se había prolongado por largo rato y desahogando sus pesares. Sabía que se estaba ganando una mirada asesina de Eve pero poco le importó, necesitaba desahogarse y no estaba precisamente sola como para tragarse sus problemas.


    Su nueva aventura comenzó sin muchos contratiempos. La lancha que tomaron en Altomare los dejó en el puerto de una isla llamada Vetrasta, de ahí tomaron un barco que se dirigía a Ciudad Olivine. Dyfir aprovechó de hacerse con la bicicleta apenas desembarcaron y partieron casi de inmediato hacia Ciudad Goldenrod, donde intentaron abordar el flamante Tren Magnético para dirigirse a Kanto y ahorrarse un buen trecho del camino.


    Sin embargo, cuando ya estaban subiéndose al tren, éste comenzó a presentar fallas y no pudieron partir. Dyfir estaba decidida a usar el transporte, no sólo por lo práctico sino por la emoción de viajar en tan moderno transporte, así que pasaron una noche en el Centro Pokémon de la ciudad. A pesar de eso, cuando abordaron al día siguiente se repitió la situación y tuvo que tirar la toalla. Nadie fue capaz de darle una explicación, ni siquiera determinaron el motivo de la falla. Tan decepcionada estaba que sintió una cruel satisfacción por el caos que invadió la estación cuando se retiraron.


    Cuando Dyfir logró consolarse, regresaron a Ciudad Olivine para tomar un barco que los llevaría al puerto de Ciudad Vermilion en Kanto, desde donde ella había pedaleado casi sin descanso. Se levantaban antes de que el sol siquiera se asomara detrás de las montañas y paraban sólo cuando la luna estaba en lo más alto del cielo.


    El sólo recordar por todo lo que habían tenido que pasar la molestaba, y que ignoraran la pregunta que formuló empeoraba su humor, aunque ya esperaba que eso pasara; Eve apenas decía lo necesario y si Moonghost hablaba, ella se aseguraba de cerrarle la boca casi de inmediato.


    Pero eso no la desanimó, exigía respuestas y las quería lo más pronto posible, al menos para tener algo con qué consolarse, por lo que añadió lacónicamente:


    — Eve, tú eres un pokémon psíquico, ¿cierto?


    — Ajá —respondió ella con poco interés. Era notorio que le fastidiaba que la entrenadora le hablara.


    — ¿Y sabes usar Teletransportación? ¿Así como los Abra?


    — Ajá.


    — Entonces… —susurró Dyfir furiosa, activando los frenos y deteniéndose con brusquedad, sólo para exclamar con energías: — ¡¿Por qué no nos teletransportaste directamente a Ciudad Viridian?! ¡Pudimos haber ahorrado muchísimo tiempo! ¡Y yo no estaría tan cansada!


    Eve también se detuvo, la ira de la entrenadora no la conmovía ni intimidada, así que sólo la miro con el mismo interés que mostraría por una roca.


    — Porque nuestro verdadero destino no es ese, sino el Bosque de Viridian. Lo he dicho varias veces —respondió Eve con cierto atisbo de sarcasmo en su voz que sólo hizo enojar más todavía a Dyfir.


    — ¡Pudiste habernos teletransportado igual! —replicó echa una furia.


    Eve no le respondió y eso exasperó más a Dyfir, quien gruñó llena de frustración y decidió seguir pedaleando para buscar calmarse, no sin antes añadir:


    — A veces pienso que lo haces a propósito, como si no quisieses que yo los acompañara.


    Eve no dijo nada de nuevo, pero el atisbo de una sonrisa fue más que suficiente para despejar sus dudas, escandalizándola hasta el punto en que su mente se puso a volar. ¿Y si Eve fue la causante de la falla en el Tren Magnético? No, imposible. ¿Cómo podría hacerlo?


    Dyfir estaba consternada por confirmar que la pokémon la detestaba, así que optó por mantener la boca cerrada y seguir pedaleando. Si se permitía seguir con la discusión, seguramente acabaría con ella obligando a Eve a tragar tierra.


    A la media hora de aquel pequeño, pero airoso intercambio de palabras entre Dyfir y Eve, ésta última sugirió que tomasen un descanso. La chica aceptó muy contenta y se detuvieron a la sombra de un árbol, donde la entrenadora se recostó a sus anchas. Moonghost también recibió el anuncio con bastante alegría y se apresuró para acomodarse al lado de Dyfir. Eve en cambió prefirió dar una vuelta por ahí, dejándolos a solas.


    Aparte del hecho de por fin tener un respiro, Dyfir recuperó algo de su usual buen humor porque Viridian ya podía vislumbrarse a los lejos. Dicha ciudad siempre fue pequeña, comparada con otras urbes como Vermilion o Cerulean, y hasta hace unos años apenas es que comenzó a crecer; todo gracias a la reapertura del Gimnasio Pokémon, luego de que permaneciera cerrado por más de dos décadas… o eso es lo que ella había escuchado. Al ser de Johto, no estaba muy al tanto de todos los detalles.


    Tampoco es que le importara mucho si Viridian era una ciudad grande o pequeña, lo único importante para ella era volver a estar en contacto con la civilización, aunque fuese por unas horas.


    — ¿Dyfir? —llamó Moonghost somnolientamente, tomándola por sorpresa.


    — ¿Sí, Moonghost? ¿Sucede algo? —preguntó Dyfir con el mismo tono que el fantasma, aunque curiosa por averiguar qué quería decirle.


    — ¿Te puedo pedir que no vuelvas a presionar a Eve? —respondió él, en su voz no había ni pizca de reproche, pero Dyfir no estaba muy contenta con lo que le solicitaban—. Al menos no en lo que respecta a usar Teletransportación, porque lo demás me resulta bastante divertido.


    — ¡Pero Moonghost…! —replicó ella muy indignada y sentándose al tiro—. Si ella usara Teletransportación, llegaríamos más rápido a nuestro destino, eso le ahorraría tiempo a ella y yo no tendría que destrozarme las piernas pedaleando todo el día —hizo una pausa para intentar tranquilizarse, pero Moonghost había puesto el dedo en la llaga y era difícil detenerse ahora—. Además, ¿por qué teníamos que ir tan lejos? Pudimos haber ido a buscar al hermano que estuviese más cerca de Altomare—agregó con cierto resentimiento.


    — Eso es lo más ideal pero, lamentablemente, las cosas no funcionan así, Dyfir —contestó Moonghost con cierto pesar, mostrándose más comprensivo que la entrenadora, cosa que la hizo sentir culpable por su arrebato—. Nuestros hermanos despiertan uno a uno, cada quien por separado y sin ningún orden. Así que, si tenemos suerte, unos estarán cerca y otros estarán lejos, incluso podría tocarnos regresar sobre nuestros pasos alguna vez y ni Eve, ni nadie, puede hacer algo para evitarlo. Lo único que nos queda es continuar y dejar que el viento nos lleve a donde así lo desee.


    — De acuerdo, tienes un punto, pero eso no explica el por qué Eve no usa Teletransportación. ¡Todo sería más sencillo! —insistió Dyfir.


    La joven entrenadora creyó que con eso se ganaría al menos un insulto, estaba actuando muy neciamente y sacaría de quicio a cualquiera con facilidad, pero quedó boquiabierta cuando Moonghost se echó a reír.


    Luego de carcajearse por al menos un minuto, el fantasma se enjugó las lágrimas y miró en todas direcciones, probablemente le diría algo importante y se estaba asegurando de que Eve no estuviera cerca. Cuando confirmó que su hermana no podía escucharlos, posó sus pálidos ojos sobre Dyfir y se acercó al oído de la chica.


    — Lo que sucede es… —susurró nerviosamente—. Es que… Lo que pasa es que a Eve le da pavor teletransportarse.


    — ¿Disculpa? —soltó Dyfir anonadada, le costaba creer que alguien como Eve fuese capaz de sentir miedo… o cualquier otro tipo de emoción.


    — ¡Baja la voz, por favor! —suplicó Moonghost con un tono de voz más agudo de lo normal y mirando a su alrededor, temeroso de que su hermana se diera cuenta de que estaban cuchicheando—. Y no volveré a repetir lo que dije. Si averigua que te lo conté, me mata... de nuevo. Y mira que tengo muy mala suerte, siempre he recibido los peores castigos y no entiendo por qué. Recuerdo cuando se me ocurrió la graciosísima idea de teñir de verde a mi hermano mayor. ¡Los azotes que me dio…! ¡Uy, nunca los olvidaré! Me azotó justo en…


    — ¿Y por qué le da miedo usar Teletransportación? —preguntó Dyfir interrumpiéndolo en seco; aunque ya lo sospechaba, no quería saber en dónde había sido azotado Moonghost—. Es una habilidad demasiado útil para ser desperdiciada.


    — La verdad es que no lo recuerdo, eso sucedió hace mucho más tiempo del que podrías atreverte a imaginar. Lo único que sé es que, luego de la primera vez que la utilizó, más nunca quiso volver a teletransportarse —contestó Moonghost con total sinceridad.


    — Eso quiere decir que tengo que olvidarme de las facilidades de la teletransportación —señaló Dyfir, posando sus ojos en la silueta difusa de los más altos edificios de Viridian, poco contenta con la idea.


    — Me temo que sí —suspiró Moonghost con una media sonrisa.


    — ¡Demonios! —lloriqueó Dyfir con pesar, acostándose de nuevo y esperando que, al menos, la suave hierba la consolara.


    — Así es, mi querida Dyfir, lo mejor es olvidarnos de usar atajos —añadió el fantasma gentilmente, ensanchando su sonrisa a tal punto que consiguió robarle una a la chica—. Ya saben lo que dicen: no siempre son buena opción.


    Apenas terminó de decir aquello cuando vieron que Eve se les acercaba. Moonghost pegó un respingo, tratando de actuar con naturalidad, pero mientras más se acercaba su hermana, más nervioso se ponía; pero Dyfir le dirigió una mirada tranquilizadora que surtió efecto casi al instante, logrando que disimulara un poco más su nerviosismo.


    Eve se detuvo frente a ellos y los miró por unos segundos con el ceño ligeramente fruncido, paseando los ojos de lado a lado, parecía como si intentara averiguar qué habían estado haciendo.


    — Ya descansaron suficiente —les dijo de mala gana—. Hora de partir.


    Dyfir y Moonghost se levantaron refunfuñando por lo bajo, pues querían quedarse un rato más ahí, bajo la sombra de aquél cómodo árbol. Pero a pesar de estar renuentes, estaban más agradecidos por no ser descubiertos, así que se levantaron y retomaron su travesía hacia Ciudad Viridian.


    Moonghost decidió imitar a su hermana e ir parte del trayecto a vuelo, para facilitarle las cosas a Dyfir aunque, en realidad, no hacía mucha diferencia. Aún así, la joven entrenadora le agradeció el gesto y se adelantó un poco, pedaleando con más entusiasmo que hace un rato.


    Cuando el fantasma se preparaba para seguirla, Eve lo detuvo agarrándolo por el hombro; no desaprovecharía aquella oportunidad para abordarlo e interrogarlo.


    — ¿Hablaban de mí? —le preguntó repentinamente.


    — ¿Quién? ¿Yo? ¡No! ¡Para nada! ¿Por qué lo preguntas? —respondió Moonghost al instante, soltando las palabras con prisa por los nervios.

    .

    — Por nada —espetó Eve, mirando a su hermano con recelo.


    Moonghost sintió que si se quedaba ahí se delataría, así que corrió a alcanzar a Dyfir y ocupó su puesto en la rejilla, ganándose los reproches de la entrenadora por su cambio de opinión.


    Eve no le quitó la mirada de encima mientras los alcanzaba también, pero a mitad de camino, muy inesperadamente, le dio un ataque de estornudos que la dejaron anclada en el lugar por un rato considerable.


    — Mi hermano cree que yo nací ayer —musitó para sí, mirando a su hermano con cara de pocos amigos y considerando seriamente el dejarlo atado a un árbol cuando se descuidara.

    [​IMG]
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    ¡Hola mundo! ¿Qué tal han estado? Espero que con mejor suerte que yo ._.
    No tengo mucho que decir, el capítulo jamás fue largo y no me parece excesivamente largo.... pero como que si lo es... No sé, díganme ustedes.​

    Carlos: No puedes esperar que en todos los capítulos pase algo alucinante, también hay que dar un espacio para aclarar dudas o desarrollar cosas, no a cada rato tiene que suceder algo o que se caigan a palazos; es lo que a mí me gusta hacer por lo menos y hay períodos en la historia en el que no sucede gran cosa y otros en los que si hay algo. No digo que sea original, es una de las cosas más trilladas, pero más que en concentrarme a la larga en "el mundo se destruirá por ustedes" mis personajes se concentran más en "los otros que llegan a echarles una mano aunque ustedes no quieran". Y mis publicaciones son mensuales y tienen una razón, no quiero que me pasé cuando empecé a publicarlo que en el primer año fueron 38 capítulos de golpes y en los 3 años siguientes solo 10 más porque era escribir mi fic o los estudios; quiero evitar lo mismo aquí, pues espero haberlo terminado para cuando llegué al capítulo nuevo que aún no he escrito (a la fecha el 49).​

    Cygnus: Me gusta cortar los capítulos en el momento menos pensado (?) xD. Pues si, MG por eso debe ser el más querido, es el más suelto y dicen que el más chistoso, ya me dirás tú a medida que lo vayas conociendo. Eve, por su parte, es muy reservada y te darás cuenta que hasta con MG es quisquillosa, más que sus personalidades suelen chocar. Y ni se te ocurra recurrir a CP, spoiler! xD​

    Uzuqui: Hola Uzuqui, gracias por comentar. Me alegra mucho que te gustara y te pasaras a comentarlo :3. Pues si, Eve vive en un ligero mal humor permanente, que no te extrañe xD, y lo de Moonghost más que miedo es prevención, suele ser el que recibe castigos poco convencionales xDU. Espero seguir viendo tus comentarios ^^.​

    Pokiu!
     
    Última edición: 14 Noviembre 2015
  8.  
    CarlosCF

    CarlosCF Usuario común

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    ¡Por el amor de los pokémones psíquicos!, que se consiga un Abra.

    Mmmmmm, ya, bien, no sé que pensar; si eres una escritora pokémon no muy adicta a las emociones fuertes, o si este es el efecto rebote y la gema rara, el Latias y el museo de Altomare fueron como los 400 miligramos de cafeína.

    Nos tienes a mitad de la ruta 2, con dos pokémones místicos que parece que nacieron en el año 2000 y una entrenadora que una vez más recién empieza su nuevo viaje pokémon, y dices que las publicaciones serán mensuales (¡!), ¿pero que fue lo que pasó en el capítulo anterior?, jeje, de todos modos buena idea, porque ni a mi se me está haciendo pesado leer tu historia.

    Sobre los sucesos que nos presentas esta vez no tengo nada que decir en especial, aunque todavía siento que la historia progresa a paso muy lento, pero es tu estilo y comprendo que así deben ir las cosas cuando uno quiere hacerlas bien (por lo menos no te toma tres capítulos narrar una batalla importante, jaja, que vergüenza). Lo que más me llamó la atención fue que nos hayas dejado con una duda más respecto al porqué a Eve no le gusta teletransportarse.
     
  9. INTERESANTE
    ERES BUENA!!!!!!!!!
     
  10.  
    kmastersmash

    kmastersmash Iniciado

    Acuario
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    vaya eso me recordo a los humanos que llegan al mundo donde reinan los pokemon pokemon mysteri dugeon, luego me se supone que alguien mando a un ser a ese mundo o eso creo para una mision importante

    ahora ese pokemon es un ladron con un ego tan alto como jigglypuff xD, ¿latias tiene nombre?, esos son los mismo de la pelicula? , dragonair por la victoria, siempre no puede faltar un dragonair para intimidar a la gente en el mundo pokemon , esa aura de intimidacion es un pokemon muy frio, es raro que no probocara que otros pokemon de camino que son mas irritables no intentaran atacar, esas esferas, esos locos que siempre construian cosas que pueden destruir el mundo pokemon je un.n
     
    Última edición: 14 Agosto 2015
  11.  
    OnixTymime

    OnixTymime Made of stone

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    Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana
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    ¡Hola, mundo!
    Vuelvo a estas tierras luego de tanto tiempo haciendo... técnicamente nada, cosas de la vida diaria.

    Hago una rápida actualización antes de que me vuelvan a cerrar el tema por inactividad y me olvide de nuevo de este foro. Espero ser más constante, pero tengo la PC dañada y pido una prestada para hacer este tipo de cosas.

    Una de las cosas que noté es que pasaron el tema a la sección de pokémon cuando antes estaba en la parte de Historias Ilustradas. Antes que nada, tengo que arreglar las imágenes en los otros capítulos para hacerlas más pequeñas, pero debo decir que el material de apoyo visual para este fanfic es muy importante, en especial porque manejo fakemon y porque tengo la suerte de poder dibujar, así que espero que eso no se convierta en un problema.

    Justo ahora estoy justa de tiempo, así que no pude reducir las imágenes, pero me comprometo a hacerlo lo más pronto posible. Mientras, eliminé algunas para que no sea tanto el regaño.

    Por lo demás, es bueno estar de vuelta y vengo con todo para ponerlo al día. Espero que a quienes se animen a leer EGN a partir de ahora les gusten las historias largas porque, si bien aún no está terminado, ya va por los 62 capítulos; así que mejor aprovechen que por acá apenas vamos por el 5.

    Mejor dejo la cháchara y nos ponemos manos a la obra:

    ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    5
    El temido Equipo Rocket

    Era cerca del mediodía y en la bulliciosa Ciudad Viridian, el calor comenzaba a elevarse del asfalto que cubría las calles cuando una gran cantidad de humanos salía un momento de sus trabajos para almorzar, corriendo para ser de los primeros en las largas filas que se formaban en los locales de comida rápida o para reservar una mesa, todo con tal de regresar rápidamente a sus puestos y no ser amonestados por sus respectivos jefes.


    Ocupados en el tiempo y en criticar lo mucho que los explotaban en sus trabajos, ignoraban que una criatura los observaba atentamente desde la azotea del edificio más alto que podía encontrarse en la urbe. Poseía una estatura intimidante para cualquiera, de dos metros aproximadamente; su cuerpo era blanco a excepción de su larga cola, que era de un intenso color púrpura; y sus ojos, con una mirada severa y aguda, poseían un tono violeta fuerte y brillante. Desde su elevado escondite, podía estudiar el "ir y venir" que era la vida cotidiana de la mayoría de los residentes del lugar sin que nadie le molestara.


    Entrecerró los ojos con recelo, meditando acerca del pensamiento que acababa de cruzar por su mente y molestándose por ello. Y es que desde su llegada a la ciudad, había caído en una rutina aburrida sin darse cuenta. Aquello no le gustaba, por supuesto, el sólo hecho de compararse con el hombre ojeroso y crispado por los nervios que cruzaba la calle en ese instante le provocaba un molesto escalofrío que recorría toda su espalda una y otra vez.


    Suspiró con frustración y pesar entremezclados. Era momento de ocupar su tiempo en algo mejor, no sólo dedicarse a recorrer la ciudad día y noche —en especial en las que había Luna Llena— o de brindar ayuda a algún que otro humano en apuros —y sólo si se lo merecía, lo cual no era siempre el caso—; aunque eso lo había hecho tan pocas veces que podía contarlos con sus dedos... ¡y sólo tenía seis!


    Justo cuando se preguntaba qué cosa podría renovale el ánimo, inyectarle algo de emoción a su vida, sus ojos fueron atraídos al mismo lugar al que muchos otros allá abajo estaban mirando. Se trataba de una humana joven, por su vestimenta y la bicicleta que arrastraba dedujo que se trataba de una entrenadora que iba de paso, como muchos otros antes que ella, pero lo que realmente curioso eran sus acompañantes: dos extraños pokémon, uno blanco y otro negro, que jamás había visto en su vida.


    La altura le proporcionaba el beneficio de observarlos fijamente sin incomodarlos, pero no pasaba lo mismo con los citadinos, quienes no eran nada discretos señalando y cuchicheando cuando pasaban, logrando que la chica se sintiera incómoda. El pokémon blanco, por su parte, no tenía muy buen aspecto, como si estuviese enfermo; y el negro ignoraba por completo las miradas, caminando muy contento y despreocupado, era difícil decir si era por desconocer que era el centro de atención o porque, sencillamente, era tonto.


    Lo cierto es que verlos había encendido su curiosidad, se sentía como si ellos lo invitasen a seguirlos, tentándolo. Sí, eso haría, los seguiría; pero no sólo por haber encontrado tan oportunamente algo que rompiera con la monotonía que se apoderó de su vida. No... Había algo muy peculiar en aquellos pokémon, lo que realmente le sorprendía de ellos y que a la vez lo perturbaba.


    — "Tienen cierto parecido a… ¿Será que…? No, es imposible"—pensó ansiosamente, sacudiendo la cabeza para alejar las ridículas ideas que comenzaron a revolotear en su cabeza. Era demasiado imprudente de su parte sacar conclusiones tan pronto—. "Aún así…"


    Pudo permanecer ahí y terminar de entregarse a una vida tranquila —y probablemente aburrida—, encontrando la "paz perpetua" en la falta de emociones, pero sintió que algo en su interior... una voz lo llamara, susurrándole al oído una canción que le advertía del error que cometería si decidía quedarse ahí. Suspiró; tenía que despejar al menos sus dudas con respecto a aquellos pokémon. Necesitaba saber de dónde venían, qué hacían ahí y si tenían relación con él de algún modo.


    Con ese nuevo pensamiento rondando en su mente, tomó la decisión de seguir a los peculiares forasteros prudentemente desde las alturas, dispuesto a averiguar todo lo que pudiese de ellos.




    Dyfir arrastraba su bicicleta por las concurridas calles de Viridian como si llevase una gigantesca cruz a cuestas. A pesar del cansancio que venía acumulando desde días atrás, la joven tenía mucha mejor pinta que Eve, quien lucía claramente enferma y permanecía en absoluto silencio; ni buscaba la manera de sacarla de quicio como era costumbre.


    La joven entrenadora notó que el semblante de Eve comenzó a cambiar mientras más se acercaban a la ciudad, empeorando con cada paso que daban hacia su destino, aunque no le prestaba demasiada importancia en esos momentos. Dyfir estaba más preocupada por encontrar el Centro Pokémon antes de que algún loco les saltara encima por Eve y Moonghost.


    — ¿Dónde estaremos? —preguntó Dyfir levemente preocupada, lanzando una mirada desesperada a su alrededor en busca de alguna señal, los elevados rascacielos la confundían e intimidaban—. Sólo esto nos faltaba… ¡perdernos en Viridian! —lloriqueó agobiada.


    — No es tan malo —dijo Moonghost despreocupadamente y riendo con picardía—. Con preguntarle a alguien basta, lo haré por ti si así lo prefieres. Vamos al Centro Pokémon, ¿no?


    Dyfir asintió con cautela y mirándolo con desconfianza. Le costaba creer que estuviera tan sereno estando perdidos en una ciudad tan grande y que no conocían, especialmente cuando un montón de personas lo señalaban y cuchiceaban sin cesar al verlo pasar.


    — Veamos… —musitó Moonghost pensativamente, sonriéndole a todo quien pasara a su lado mientras los escaneaba con sus pálidos ojos, en busca de quién sabe qué— ¿A quién debería preguntarle?


    Al otro lado de la calle, justo frente a ellos, estaba un hombre harapiento, envuelto en un montón de prendas rasgadas y con muchas baratijas colgándole de la larga y mugrienta barba. Al mendigo parecía que le patinaba el coco, ¡y no era para menos!, ya que cuando alguien le dejaba una moneda en el vaso que sostenía y agitaba sin cesar, comenzaba a gritar a todo pulmón, espantando a todo quien estuviera cerca y ganándose improperios de los más susceptibles.


    — ¡EL FIN DEL MUNDO SE ACERCA! —gritó el hombre con todas sus fuerzas, mostrando los pocos dientes que le quedaban manchados por el tabaco y la falta de cuidado— ¡Y LOS POKÉMON SERÁN LOS CULPABLES! ¡APARENTAN SER EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE… PERO NO! ¡ELLOS NOS MATARÁN Y DEVORARÁN NUESTRAS ENTRAÑAS! Y es cierto todo lo que digo… —dijo, bajando el tono de voz drásticamente y aprovechando que alguien se acercaba para hacerse el misterioso, intentando atraer a quien fuera para que escuchara sus delirios— ¡NOS MATARÁN A TODOS, PORQUE NOSOTROS NO HEMOS HECHO MÁS QUE ESCLAVIZARLOS! ¡SÍ, ESO ES! ¡BUSCARÁN VENGANZA POR TANTOS AÑOS DE HUMILLACIÓN!


    El pobre loco, en su desesperación por transmitir sus palabras, puso sus garras sobre la gabardina negra de un hombre que pasó muy cerca suyo. Aunque el transeúnte era de contextura delgada y aspecto bastante enclenque, no evitó que consiguiera desembarazarse del hombre con un empujón, gritándole a vivo pulmón y acentuando el rasgo más llamativo que tenía: su rostro era la viva imagen de un Primeape.


    — ¡Suéltame, viejo loco! —gruñó el hombre de la gabardina, haciendo un movimiento brusco para que el mendigo no volviese a ponerle las manos encima.


    Moonghost contempló lo que sucedía, escuchando muy atentamente y con las orejas bien en alto las sandeces que soltaba el mendigo. Al notarlo, Dyfir se preguntó si debía preocuparse, quedando desconcertaba cuando Moonghost sonrió, señaló al hombre de sucios ropajes y, con firmeza, dijo:


    — Él es el indicado.


    — ¡¿Qué?! —exclamó Dyfir atónita. Quiso detenerlo, sabía que de alguien tan... "tocado de la cabeza" no obtendrían respuesta; aunque para cuando pudo reaccionar para intentar detenerlo, él ya había cruzado la calle flotando por encima de los autos y la gente—. ¡Moonghost! ¡¿Acaso has perdido la razón...?! —chilló desesperada e intentando alcanzarlo, pero la luz del semáforo cambió y un grupo denso de personas comenzaron a cruzar la calle, arrastrándola y devolviéndola a donde estaba.


    — Déjalo —gruñó Eve débilmente apenas articulando con la boca, siguiendo atentamente a su hermano con la mirada mientras se apartaba para que la multitud no la arrastrase también —. Supongo que entre locos se entienden.


    Dyfir giró a verla, creyendo no haber escuchado bien, ella no solía aprobar los disparates de su hermano, y ahí es donde reparó en que realmente tenía muy mal aspecto. Eve se apresuró a apoyarse contra un poste de luz cercano, tambaleándose levemente mientras caminaba con pasos cortos, clavando la mirada en el suelo y cubriéndose la boca con la mano, como si estuviera aguantando las ganas de vomitar.


    Mientras tanto, Moonghost ya estaba al lado del mendigo, dándole unos toquecitos en el hombro para llamar su atención. El hombre de la gabardina fue el primero en notar su presencia y quedó tan boquiabierto como el otro al voltear.


    — ¡Hola! —exclamó Moonghost alegremente, ignorando lo mucho que su presencia y su capacidad para hablar la lengua humana impactó a ambos.


    El mendigo palideció más que un Duskull en cuanto lo escuchó, trastabillando varios pasos hacia atrás, muerto del miedo. Moonghost sonrió amablemente, acercándose al hombre a medida que éste intentaba alejarse de él, quizás tratando de hacerlo sentir cómodo sin caer en cuenta de que sólo conseguía lo contrario.


    — Disculpe que interrumpa su tan inspirador monólogo, pero... ¿sería tan amable de indicarme hacia dónde queda el Centro Pokémon? —preguntó Moonghost muy educadamente, con una sonrisa tan pura e inocente que cautivaría a cualquiera—. ¿Por favor? Las muchachas están algo cansadas, como podrá notar... —añadió, señalándole con la cabeza a Eve y Dyfir al otro lado de la calle.


    Hubo un intenso silencio que pareció durar una eternidad. Moonghost y el vejete loco sostuvieron sus miradas largo rato, con el hombre Primeape como fiel espectador mudo sudando a montones. Repentinamente, el mendigo liberó un potente grito de horror, corriendo en círculos en el mismo sitio al menos un par de veces antes de perderse entre la muchedumbre, huyendo a empujones como si hubiese visto al mismísimo diablo y escandalizando a los demás transeúntes al pasar.


    — ¡Gracias! —gritó Moonghost agitando el brazo para despedirse, sonriendo y demostrando que estaba genuinamente agradecido. Se dio la vuelta e hizo el camino de regreso a donde estaban sus compañeras como si nada, canturreando alegremente mientras el hombre de la gabardina lo seguía con la mirada, aún boquiabierto por lo que acababa de presenciar—. Es por allá —informó en cuanto estuvo de vuelta con ellas, apuntando la dirección con una sonrisa tan grande que daba miedo.


    — ¿C-cómo estás tan seguro de que es por ahí? —preguntó Dyfir, completamente confundida y desconfiando en la credibilidad del fantasma.


    — ¡O sea! ¡Satélite llamando a Tierra! —exclamó Moonghost con tono de voz más agudo y nasal de lo usual, tanto que lo hizo sonar como alguien totalmente diferente. Era bastante desconcertante pero gracioso a la vez, Dyfir tuvo que hacer lo posible para evitar reírse, no quería dejar de preocuparse sólo porque el pokémon sonaba como la vecina insoportable que le robaba los juguetes cuando era una niña—. Le pregunté al señor y él me dijo dónde. ¡Es increíble! Tú escuchaste cuando me respondió —agregó algo decepcionado, su voz había vuelto a la normalidad.


    El ofendido fantasma se dio la media vuelta y comenzó a trazar el camino, flotando a sus anchas despreocupadamente, tomando las riendas del grupo sin dejarles ninguna otra opción a las otras dos más que seguirlo.


    — Mejor le damos una oportunidad —sugirió Eve con voz ronca a Dyfir, quien la miró con los ojos abiertos como platos sin creer que le estuviera dando la razón a su hermano—. Deja de mirarme de ese modo, de igual modo no sabemos en dónde estamos parados y tú no alzas lo suficiente la voz para que alguien note que quieres preguntarle algo —levantó la mano de inmediato para detener la réplica de Dyfir, que se había puesto roja como tomate ante la acotación. Sí, se sentía mal, por eso no estaba dispuesta a soportarla como de costumbre—. Además, nunca he entendido cómo lo hace, pero siempre funciona cuando pide indicaciones a alguien más tonto y loco que él.


    — Está bien... —refunfuñó Dyfir con resignación luego de calmarse por la grosería de Eve, alzando una ceja pues todavía no le convencía de que aquello fuera buena idea—. ¿Y a ti qué te sucede? Te veo algo… pálida —fue inconsciente, pero eso no le hizo sentirse menos estúpida por decirle eso a un pokémon que tenía el pelaje mayormente blanco, cosa que Eve no pasó por alto al lanzarle una mirada asesina.


    — Por lo visto, las ciudades la ponen algo mal, como si la intoxicaran. La enferman —respondió Moonghost rápidamente, apareciendo de repente y asustando a la pobre entrenadora.


    — ¿Cómo que la enferman? —preguntó Dyfir, atropellando las palabras y sosteniéndose el pecho para evitar que su corazón saliera disparado.


    — ¡Sí! ¿No te has dado cuenta? Tiene nauseas, todo le da vueltas y ve Miltanks alados. Ya sabes, lo normal… creo —contestó Moonghost encogiéndose de hombros—. Bueno, la verdad no estoy seguro, es algo nuevo. En Vermilion también se sintió algo mal, pero no tanto como ahora. No soy quien para decirlo, pero sospecho que la razón es que las grandes ciudades tienen mayor polución; sin embargo, no entiendo por qué eso le afecta tanto —explicó. Dyfir no estaba segura de que esa fuese la razón, pero volvía a preocuparse por el modo en que llamaban la atención y no estaba escuchando la improvisada explicación del fantasma—. Seguramente Eve es algo sensible —agregó, haciendo un cruel énfasis en la palabra sensible y retomando sus funciones como guía.


    Eve tuvo una gigantesca necesidad de moler a golpes a su hermano, pero el malestar era demasiado grande, tanto que siquiera tenía fuerzas para dedicarle alguno de sus comentarios. El apestoso olor del humo, proveniente de los tubos de escape de los vehículos y de los cigarros que fumaban compulsivamente la mayoría de los humanos, la asqueaba, sólo el hedor le daba ganas de vomitar y el estar luchando contra ello le producía mareos. Si intentaba hacer algo para castigar a su hermano, seguramente acabaría de cabeza en algún basurero y esa era una humillación por la cual no estaba dispuesta a pasar.




    En alguna parte de la ciudad, el hombre con rostro de Primeape caminaba presurosamente, con tal ansiedad que no reparaba en otros transeúntes y se llevaba por el medio a todo el que se le atravesase. Continuó con su vertiginosa marcha hasta que sus pasos lo dejaron frente al gimnasio pokémon local.


    La arquitectura del edificio estaba claramente inspirada en la época romana, con altas columnas sosteniendo el techo y un largo corredor que llevaba a las inmensas puertas de cobre. En partes de la fachada se podía encontrar relieves que mostraban feroces batallas, protagonizadas por pokémon considerados entre los más poderosos que existían, en mayoría temibles colosos; eran sólo ornamentales, pero también fungían de advertencia para todo retador que se atreviese a cruzar aquellas puertas. No en vano, aquel era considerado el gimnasio más difícil de superar en la región, tanto que muchos preferían optar por retar otros gimnasios de menor prestigio; sólo muy pocos entrenadores salían con la medalla en sus manos... o con sus pokémon completos.


    El hombre sonrió con crueldad al pensar en ello, mientras sus largas zancadas lo llevaban a la entrada. Custodiándola se encontraban dos fornidos guardias, engalanando unas soberbias armaduras de bronce, con yelmos que ensombrecían sus rostros para que nadie pudiese verlos, remarcando así su presencia como guardianes de las puertas del recinto. Aquel par era la última advertencia, la última oportunidad que tenían los entrenadores para retirarse, un acto en exceso benévolo de parte del Líder. Y es que no sólo su aspecto era intimidante, las inmensas hachas de doble filo que sostenían los hacían lucir mucho más amenazantes, en especial porque no eran de utilería.


    El hombre que dirigía aquel gimnasio gustaba de mostrar su poder y de apabullar a los débiles, sólo para que la voluntad del entrenador ya flaquease al momento de pisar la arena de batalla. ¡Era brillante! Quizás por eso es que la Liga era incapaz de hacer algo contra la brutalidad con la que trataba a sus retadores, la idea de llevarle la contraria los hacía temblar como hojas azotadas por el viento, siendo él un huracán. Todo eso, irónicamente, hacía de quien tuviera una Medalla Tierra en su posesión, alguien de mucho prestigio.


    Con todo aquello dando vueltas en su cabeza y causándole satisfacción, el hombre de la gabardina fue hasta las puertas tranquilamente, prestándole atención a los guardias sólo cuando éstos se movieron para abrir las puertas, permitiéndole la entrada sin cruzar miradas siquiera. Era obvio que así fuera, pues él era un conocido que visitaba el lugar con bastante regularidad; si le negaban la entrada, corrían el riesgo de ser castigados severamente.


    Las puertas comenzaron a abrirse con demasiada lentitud, chirriando y crujiendo, como si se quejaran de que perturbaran su descanso. El hombre resopló impacientemente y se deslizó entre las puertas cuando tuvo suficiente espacio para atravesarlas. Los guardias se quejaron entre ellos por su condenada prisa y volvieron a cerrarlas de inmediato, dejando al visitante sólo y en completa oscuridad.


    Como no había retadores presentes y eran muy pocos quienes se atrevían a cruzar las puertas, era innecesario mantener las luces encendidas. A él no le importaba la falta de luz, no necesitaba que le alumbraran el camino para saber a dónde ir, se sabía de memoria cada centímetro del lugar.


    Se dirigió a una de las esquinas del fondo, la más sombría en el recinto incluso en la luz, tanteó en la pared y presionó un botón perfectamente disimulado en el concreto. Al instante, unas puertas escondidas se abrieron y revelaron la entrada a un elevador; el hombre pasó, sintiéndose ligeramente abrumado por la intensa luz blanca, y apretó un botón en el tablero, cerrándose así las puertas e iniciando su viaje en descenso.


    El hombre salió disparado en cuanto las puertas se abrieron al llegar al piso más bajo, recorriendo los pasillos con la misma prisa que tenía en la superficie. Aquella parte del gimnasio era totalmente secreta, la Liga Pokémon ignoraba de su existencia, y es que todo lo demás era sólo una fachada. Todo lo que aquel lugar escondía escandalizaría a cualquiera, por lo que la seguridad era en extremo alta, fe de ello era que tuvo que validar su identidad en varios puestos de control, haciendo que la llegada a su destino se hiciera aún más tediosa.


    Lo curioso es que si bien un selecto grupo tenían acceso a los sótanos secretos del gimnasio, sus pasillos no estaban para nada vacíos: varias personas —la gran mayoría usando uniformes negros— también circulaban por los pasillos y la gran mayoría lo saludaba al verlo pasar, pero él no les devolvía el saludo, no quería perder tiempo.


    Después de tanto correr desde el centro de la ciudad y deambular por aquellos desquiciantes pasillos, se detuvo frente a unas elegantes y costosas puertas dobles de roble. Las contempló por un rato, temeroso y ansioso por entrar, pues dudaba en si era el momento adecuado para ello; ya varios le habían advertido que quien se encontraba al otro lado no quería que lo molestaran, pero le urgía darle la información... ¡al demonio con todo! Golpeó tres veces la puerta con sus nudillos y una voz, con bastante hastío, le indicó que pasara. Giró la perilla lentamente, sintiendo que la emoción hinchaba su pecho y entró a la habitación por fin.


    Se encontró en una oficina bastante amplia y extremadamente lujosa, sus paredes forradas en papel tapiz de pálido oro rompían con el monótono color plomizo de los pasillos al otro lado de las puertas, la suntuosa decoración —compuesta de cuadros costosos y artículos únicos de colección— y mullidos muebles de cuero rojo oscuro eran detalles soberbios, dignos para quien era dueño de aquel espacio y todo el lugar. En el centro de la habitación, reposaba un hermoso escritorio labrado de caoba oscura y detrás de esa espectacular pieza, se hallaba un hombre revisando unos folios, con tanta atención que ni se molestó en echarle una mirada a su visitante.


    — ¿Qué quieres? —preguntó muy malhumorado antes de que el visitante siquiera abriera la boca para presentar sus respetos. Sus negros ojos se posaron sobre el nervioso cara de Primeape, su aspecto era intimidante aún con la pulcritud con la que iba vestido y arreglado, usando un traje a la medida azabache y el cabello castaño peinado firmemente hacia atrás— ¿Acaso nadie te dijo que estoy sumamente ocupado? —espetó, señalando todos los papeles que tenía desperdigados en su escritorio.


    — Señor Giovanni… ¡disculpe! ¡Jefe, quise decir! Le ofrezco mis disculpas por esta terrible intromisión de mi parte... —tartamudeó, temblando como hoja y clavando los ojos en el suelo, en busca del valor que perdió cuando su jefe puso sus ojos sobre él—. J-jefe, sé muy bien que ha estado ocupado en la reorganización de los archivos luego de que la policía hallara una de nuestras bases más importantes en Saffron. También por los esfuerzos que está colocando en la reestructuración del Proyecto Fuji. Comprendo que tenga el tiempo contado... —se detuvo un momento para recuperar la compostura, los labios le temblaban y le era difícil pronunciar correctamente las palabras. Tragó saliva antes de continuar: — P-pero me tomé el atrevimiento de venir hasta acá e interrumpirlo por buenas razones... e-estoy seguro de que esto le interesará.


    Entonces sacó de uno de los tantos bolsillos de su gabardina una minúscula tarjeta negra, tan pequeña que podía hacerla trizas sólo el índice y el pulgar con que la sostenía. El hombre que se encontraba detrás del escritorio, quien respondía al nombre de Giovanni, observó con extrañeza la tarjeta, resopló con resignación mientras dejaba a un lado los folios que revisaba, y señaló con la cabeza un armario empotrado que estaba a su derecha.


    Cara de Primeape se acercó a donde le indicaban, trastabillando por los nervios, lo abrió y encontró un televisor de tamaño envidiable con varios tipos de reproductores debajo. Tardó unos segundo en encontrar el reproductor adecuado e introdujo el chip en una pequeña ranura. Encendió el televisor, escogió el archivo que le interesaba y se apartó para que Giovanni pudiese ver las imágenes que se proyectaban.


    Eran tomas de muy mala calidad y seguramente la cámara iba en una ubicación muy precaria, la imagen estaba desenfocada y la resolución tanto del audio como del video era fatal. Aún así, podía apreciarse lo que sucedía.


    El Cara de Primeape adelantó el video y lo detuvo en la parte que le interesaba mostrar. En la pantalla podía verse al mendigo gritando con los ojos desorbitados y, casi al instante, apareció un pokémon de pelaje negro acercándose al viejo loco. A pesar de lo pixelado de la imagen, se veía claramente que el pokémon estaba gesticulando, pero la calidad del audio era tan mala que apenas pudo escucharse lo que decía. La cámara enfocó en otra dirección, justo cuando el pokémon negro hizo una seña, mostrando a otro pokémon casi idéntico al que hablaba con el pordiosero —pero éste era blanco y ligeramente más pequeño— y a una entrenadora joven, quien observaba lo que ocurría con cierta aprehensión. En eso, se escuchó un grito de terror y la cámara enfocó a tiempo para grabar al mendigo corriendo por la calle y al pokémon despidiéndose con una gran sonrisa en su rostro. Ahí, el hombre detuvo el video, dejando congelada la imagen de los tres cuando estaba juntos de nuevo.


    — ¿Qué le parece? —preguntó Cara de Primeape muy emocionado, rogando porque la suerte le sonriera y pudiera complacer a su jefe con su descubrimiento. No pudo evitar sonreír triunfante cuando vio la expresión en el rostro de Giovanni; si no tuviera que mantenerse quieto para que lo tomasen en serio, seguramente estaría bailando can-can.


    Giovanni tenía la boca entreabierta, sus ojos fijos en la pantalla brillaban de sorpresa y excitación, sin duda deleitado por lo que había visto. Se enderezó en su mullido asiento y recuperó la compostura, suspirando y meditando sobre lo que acababa de ver. Pensaba en el parecido físico que tenían esos pokémon con un Mew, sin duda algo sorprendente y quizás una señal de que reabrir el Proyecto Fuji no era tan mala idea. Un presagio de que todo saldría como eran sus deseos, especialmente el que tenía que ver con ser el poseedor del pokémon más poderoso que jamás haya existido.


    — ¿Tienes alguna información adicional acerca de esos pokémon? —preguntó Giovanni seriamente, taladrando con la mirada a su subordinado y esperando que la respuesta fuera afirmativa.


    — En realidad… no, Señor —balbuceó con una risilla nerviosa, maldiciéndose a si mismo por ser tan imbécil y no poseer más que un video. La cruel mirada que le dirigió su jefe lo empujó a dar una respuesta desesperada—. L-l-la chica los llamaba… Mumfost y Eni.


    Giovanni alzó una ceja, eran unos nombres bastante ridículos y dudaba que su empleado hubiese escuchado bien. Retiró la vista de su subordinado y clavó sus ojos en la pantalla, contemplando la imagen congelada de la joven y los dos pokémon, pensando en las acciones a tomar.


    — Estas son las órdenes —dijo finalmente, después de un largo rato de silencio—. Afortunadamente, sabemos que se dirigían al Centro Pokémon de la ciudad, así que ya sabes por dónde comenzar. Todo apunta a que pasarán la noche en el lugar; si no es el caso, siempre es fácil rastrear a un entrenador —añadió dibujando una cruel sonrisa en su rostro—. No irás sólo, asignaré a otros tres agentes a esta misión, para asegurar la captura y mantener la discreción lo más posible; no quiero perder ésta base por descuidos absurdos. Escogerán los pokémon que deseen de las reservas disponibles en el Laboratorio, le pasaré al doctor Grimm la orden de inmediato. Me aseguraré de que todo esté listo para el final de la tarde. Deberías sentirte honrado, los pokémon que tenemos aquí son para entrenadores élite, por lo que espero resultados satisfactorios.


    Cara de Primeape asintió enérgicamente y permaneció quieto, bien firme y esperando más instrucciones, mirando con alegría y los ojos brillosos a su jefe; se sentía como si caminara en las nubes, no podía creer que tuviera tal privilegio. Tan ensimismado estaba, que no se percató de que Giovanni ya había vuelto a concentrarse en revisar los documentos que reposaban en su escritorio, y éste no reparó en él hasta que un bufido de su leal Persian se lo advirtió.


    — ¿Qué haces todavía aquí? ¡Muévete! —gruñó Giovanni muy groseramente y frunciendo el ceño, secundado por un bufido amenazante de su Persian.


    Cara de Primeape se exaltó tanto que pegó un brinco, tan alto que casi hace pegar su cabeza del techo, entrando en pánico y saliendo a trompicones de la oficina por los nervios, todo bajo la reprobatoria mirada de su jefe, quien comenzaba a cuestionarse si asignarle aquella misión había sido prudente.


    Aunque ese hombre tenía una de las caras más feas que había visto en su vida y luciera como un completo imbécil e incompetente, lo cierto es que era uno de los soldados de más alto rango en su organización y siempre cumplía bien con su trabajo.


    Giovanni dejó escapar un suspiro lleno de frustración y se reclinó en su cómodo sillón de cuero, dejando de lado sus papeles, necesitaba un descanso. Su Persian bostezó con aburrimiento y trató de llamar su atención sin mucho éxito, así que comenzó a acicalarse. Giovanni levantó la mirada y fijó sus ojos en la pantalla del televisor, donde aún estaba el video pausado, mostrándole a aquellos pokémon en la mejor resolución que podía ofrecerle esa cámara tan inútil. La contempló largo rato hasta que una sonrisa macabra se dibujó en su rostro.


    Que jamás hubiese visto tales pokémon en su vida no garantizaba que fueran útiles, su larga trayectoria como líder del Equipo Rocket le daba suficiente experiencia al respecto, más no podía negar que el ligero parecido físico con Mew era intrigante... y emocionante.


    No podía dejar de preguntarse si aquellos pokémon tenían alguna relación con Mew y, si así era, qué tan fuertes serían. Pero lo más importante de todo, es qué tan grande sería su poder si lograba tenerlos bajo su control.




    Anochecía en Ciudad Viridian. Poco a poco, las luces fueron iluminando las calles, brindándole un encanto del que carecía por completo durante el día. A esa hora las calles no estaban tan congestionadas, volviéndolas más llamativas para tomar un tranquilo paseo y disfrutar de todo lo que ciudad podía ofrecerle a los visitantes. Era como si Viridian se transformara para brindarles a sus habitantes algo de paz en su ajetreada vida.


    En esos instantes, Dyfir, Eve y Moonghost disfrutaban de una suculenta y muy deliciosa cena en el Centro Pokémon. Moonghost y Dyfir devoraban con ansiedad y gusto unas gigantescas y suculentas hamburguesas. Eve, en cambio, prefirió milanesa de Torchic a la plancha y una ensalada, aunque no comía con la misma voracidad de sus compañeros; en realidad, casi no había tocado su comida porque su estómago estaba tan revuelto que parecía una montaña rusa.


    — ¡Ahhh! ¡Estoy llena! —exclamó Dyfir muy complacida y con una gran sonrisa surcando su rostro, sintiéndose muy satisfecha con su cena.


    — ¡Igual yo! —secundó Moonghost, recostándose en el espaldar de su silla y acariciándose la pancita, que estaba ligeramente más hinchada de lo normal—. Esas hamburguesas estaban exquisitas, ¡para chuparse los dedos! ¿Qué tal está tu cena Eve? La ensalada debe estar muy buena —preguntó burlonamente.


    — Abusas de tu suerte —espetó Eve fríamente y dirigiéndole una mirada asesina. Aún no se sentía nada bien y eso salvaba a Moonghost de una bien merecida paliza.


    En eso, la enfermera Joy encargada de ese Centro Pokémon se les acercó con una bandeja en la que reposaban seis pokebolas. El parecido con la enfermera Joy de Altomare era bestial, como si se hubiera teletransportado y pretendiera que no se conocían, pero Dyfir sabía que todas las enfermeras lucían igual ahí, en Johto y en cualquier otro lado. Al llegar a la mesa, ella les sonrió y le tendió la bandeja a Dyfir.


    — Disculpa la intromisión. Ya tus pokémon están listos —dijo Joy mientras Dyfir agarraba las pokebolas y las colocaba de vuelta en su cinturón—. Permíteme felicitarte, todos están muy sanos y perfectamente entrenados, son muy dóciles —agregó con una gentil sonrisa.


    — Muchísimas gracias, enfermera —agradeció Dyfir, sintiéndose muy halagada y devolviéndole la sonrisa.


    — No es nada. Tú sólo eres una prueba más de que la Organización debería reconsiderar la edad mínima para permitir ser entrenador. Últimamente, los entrenadores de diez no tratan adecuadamente a sus pokémon —comentó Joy seriamente, haciendo referencia a la organización de la Liga Pokémon, que se encargaba de otorgar licencias a los nuevos entrenadores, así como mantener el control de sus progresos. La enfermera echó una ojeada en la mesa, deteniéndose inmediatamente en el plato de Eve. Quizás por eso, preguntó con cierta preocupación: — ¿Qué tal estuvo la cena? ¿Les gustó?


    — Estuvo bastante deliciosa, gracias… de nuevo —contestó Dyfir, fijándose en la expresión de la enfermera y sintiéndose ligeramente apenada por ello— ¿Por qué? ¿Sucede algo?


    — ¿Eh? ¡Oh, no es nada! Creo... —balbuceó Joy negando con la cabeza y los brazos, algo apenada—. Lo mencionaba porque noté que al pokémon que te acompaña, por lo visto, no le agradó el especial A Tu Salud de esta noche. ¿Segura que no prefieres darle comida especial para pokémon? Puedo prepararle una que se adapte a sus gustos ahora mismo, no me moles…


    — ¡No es necesario! —exclamó Dyfir de prisa, riendo nerviosamente para que la mirada asesina que le lanzaba Eve a la gentil Joy pasara desapercibida—. Sólo no se siente muy bien, es todo, en serio…


    — Entonces debería hacerle un chequeo. Podría estar enfermo. Podría padecer de anemia. Pasemos a hacerle unos exámenes de inmediato —dijo Joy atropellando las palabras y abalanzándose sobre Eve, intentando revisarle las escleróticas con una pequeña linterna que sacó del bolsillo de su delantal.


    — ¡No! —exclamó Dyfir escandalizada, levantándose de un brinco para detener a la enfermera y a Eve de insultarla— ¡No está mal de salud! Es psicológico, no le gustan las ciudades —balbuceó rápidamente, rezando porque se lo creyera... aunque no mentía.


    — E-está bien… —balbuceó Joy, poco convencida con la excusa de la entrenadora—. En cuanto terminen, avísenme para que recojan las cosas y mostrarles su habitación. Si necesitan algo más, no duden en llamarme o avisarle a una de las Chansey. Ahora, con su permiso, me retiro —se despidió, haciendo una sutil reverencia y se alejándose.


    Dyfir no se movió ni un ápice, siguiendo a la enfermera con la mirada y desparramándose en su asiendo cuando ésta desapareció por el marco de la puerta, suspirando con gran alivio; se sentía como si hubiese evitado la Segunda Gran Guerra de Kanto. Moonghost se carcajeó en cuanto notó la respiración alterada de la joven, ganándose una mirada de reproche de los ojos café de la entrenadora.


    — ¡Tuviste... que ver... tu cara! —exclamó el fantasma, hablando entrecortadamente a causa de la risa.


    — ¡No es gracioso! —bufó Dyfir agudamente, frunciendo el ceño.


    Eve los miró y suspiró con desgana, fijando la atención de nuevo en su plato. Generalmente no ponía reparos con los alimentos, podía comer prácticamente cualquier cosa, incluso carroña en los casos más extremos —por suerte, sólo tuvo que hacerlo una vez—, pero aquella comida sólo le revolvía el estómago más de lo que ya lo tenía. Finalmente, se dio por vencida y admitió que no tenía apetito.


    Le avisaron a la enfermera Joy que ya habían acabado y las Chansey se acercaron a recoger los trastos sucios. La enfermera se les acercó una vez más para informarles que pronto cerrarían, por consiguiente, se acercaba la hora de dormir y no permitían que quienes pernoctaran en el Centro deambularan por los pasillos.


    No tenía que mencionárselos, pues su única intención era descansar en un lecho suave y cálido. El trío siguió a la enfermera sin rechistar hasta su habitación; apenas llegaron, Dyfir y Moonghost se lanzaron en las mullidas camas.


    — Bueno, veo que las camas les parecen cómodas —rió la enfermera Joy, sonriendo de oreja a oreja—. El desayuno se sirve a las siete de la mañana, les sugiero estar en el comedor a esa hora. Buenas noches, espero que duerman bien.


    Joy dejó la habitación y sin nada más que decir, todos se sumergieron en la suavidad de sus camas, cayendo rápidamente en un profundo y tranquilo sueño.




    Era pasada la medianoche. Eve dormía plácidamente, reflejando tal tranquilidad en su rostro que parecía que su malestar había desaparecido, envuelta en la seguridad de una cobija esponjosa y suave. Repentinamente, sus orejas se pusieron muy en alto, moviéndose de arriba hacia abajo levemente en movimientos rápido, hasta que abrió sus ojos de súbito. Aquella cristalina mirada se entornó, sus ojos brillaban tenuemente en la oscuridad al reflejar la poca luz que había en la habitación, luciendo como un par de fantasmas bailando en la noche mientras inspeccionaba cada rincón del lugar.


    Se incorporó rápidamente y miró a su izquierda, donde yacía Moonghost dormido, roncando peor de lo que lo haría un Snorlax; suerte que ya estuviera acostumbrada a ellos y ya no le molestaran tanto. Se acercó un poco más a él y lo zarandeó efusivamente para despertarlo.


    — Mami… deja de golpearme… con el bate inflable… ya dije que no quiero usar vestido... me hace ver gordo —balbuceó Moonghost, aún bajo los efectos del sueño.


    — ¡Deja de decir tantas estupideces y levántate! —espetó Eve en voz baja y con hastío, propinándole un fuerte coscorrón a su hermano.


    — ¡Ouch! —se quejó Moonghost, levantándose con brusquedad y sobándose la cabeza. Sus ojos se aguaron al instante, cuando se percató de que estaba despierto— ¡Eso me dolió, Eve! ¡Y estaba soñando algo tan bonito! —lloriqueó.


    — Claro... —musitó Eve escépticamente.


    Dejó a Moonghost refunfuñando y se acercó a Dyfir, sacudiéndola con fuerza mientras se regocijaba por empezar a cobrarle las bromas del día a su hermano.


    — ¡Atrapen a ese Lugia! —exclamó Dyfir alarmada, levantándose de sopetón y con el cabello hecho jirones.


    — ¡Ya basta los dos! —masculló Eve cortantemente, en verdad harta de que ambos balbucearan sinsentidos—. Alguien entró al Centro —musitó, moviendo de nuevo sus orejas para escuchar.


    — Deben ser ideas tuyas -gruñó Moonghost, escondiendo su rostro bajo la almohada—. Mira que tú eres medio paranoica, aunque lo niegues...


    — Debe ser algún entrenador que llegó durante la noche a la ciudad o alguna emergencia. Recuerda que estamos en un Centro Pokémon —susurró Dyfir perezosamente, bostezando; tenía los ojos entreabiertos y se rascaba la cabeza, intentando acomodar un poco su cabellera—. La enfermera habrá ido a atender lo que fuera, seguro eso escuchaste, es normal…


    — Si fuese así, no pondrían tanto esmero en ser cautelosos, están haciendo algo extraño —señaló Eve despectivamente, maldiciendo el oído poco desarrollado de los humanos—. Además, si la enfermera estuviera atendiendo a un viajero nocturno, no tendrían que haber forzado la cerradura. Eso fue lo que me despertó —explicó frunciendo el ceño—. Tú también puedes oírlos Moonghost. ¡Vamos, hazlo!


    — Está bien, está bien, voy a complacerte. A ver si así me dejas dormir —gruñó Moonghost fastidiado, deshaciéndose de la almohada y poniendo muy en alto sus orejas. Permaneció así por unos leves instantes, hasta que las mismas decayeron y, suspirando, agregó de mala gana: —. Tienes razón. Y permíteme agregar que, sean quienes sean los que hayan entrado, de prudentes no tienen nada —dijo en tono burlón.


    — Eso no me interesa, la torpeza es algo nato en los humanos —espetó Eve en tono cortante, omitiendo el "¡Hey!" que soltó Dyfir ante la ofensa general—. Mejor vayamos a revisar, podrían ser ladrones.


    Dyfir resopló malhumoradamente, levantándose y recogiendo su cinturón de pokebolas de la mesita de noche. Moonghost dejó escapar una risilla, pues los cabellos de la joven era un desastre y la hacían lucir graciosa.


    Salieron de la habitación y caminaron en silencio por los oscuros pasillos del Centro Pokémon. Sus pasos los llevaron al recibidor, que estaba completamente a oscuras. Dyfir escrutó en la negrura del amplio espacio, en busca de algo que no debiese estar ahí, pero ni encontró ni escuchó nada sospechoso.


    — ¿Ven? Aquí no hay nadie —declaró Dyfir con tranquilidad, cruzándose de brazos, sintiéndose levemente molesta porque interrumpieran su descanso tan abruptamente por nada—. Deben estar imaginando cosas por la fatiga y eso —agregó, dejando escapar un gigantesco bostezo—. Volvamos a la cama, ¿si? Tengo mucho sueño…


    — Pues, yo sí los veo, Dyfir -dijo Moonghost burlonamente, en un susurro apenas audible y mirando con el ceño fruncido hacia el otro extremo del recibo. Cuando giró a su hermana, añadió: — Odio cuando tienes razón, Eve.


    — ¡Esos son! ¡A ellos!


    A la orden de la voz de un desconocido, aparecieron desde la oscuridad un Lanzallamas, un Trueno y una Bola Sombra. El choque entre estos tres ataques frente a Dyfir, Eve y Moonghost, quienes no tuvieron oportunidad de reaccionar, ocasionó una pequeña explosión que llenó de humo el recibidor.


    — Eso debe ser suficiente para noquearlos —señaló una segunda voz masculina con mucha tranquilidad.


    — Sí, nadie es capaz de soportar ese combo. Esperemos a que se disipe el humo y manos a la obra —dijo otra voz, también de hombre.


    El humo comenzó a dispersarse y, cuando hubo desaparecido por completo, los agresores soltaron un gruñido de frustración colectivo desde las sombras. Sus objetivos estaban ilesos, gracias a que Eve consiguió levantar una Pantalla de Luz frente a ellos bastante rápido.


    Dyfir contempló ligeramente boquiabierta la hermosa cúpula violácea que se alzaba sobre ellos, admirando cómo algo de apariencia tan delicada podía detener ataques tan potentes hasta que se desvaneció de sopetón. Los ojos de la entrenadora se posaron inmediatamente sobre Eve, justo cuando su cuerpo dejaba de brillar, notando el tono verdoso que adquiría su rostro, tambaleándose ligeramente hasta que no pudo más y cayó sentada al suelo.


    Moonghost corrió rápidamente a auxiliarla con clara preocupación, preguntándole en voz muy baja qué tal se encontraba y si había algo que pudiera hacer para que se sintiera mejor. El aspecto de Eve era lamentable, nada que ver con la pokémon apática de todos los días, pero Dyfir no podía evitar pensar que también resultaba demasiado chistoso.


    — ¡Dyfir, rápido! —exclamó Moonghost, algo alarmado— ¿Cómo se llaman esas cosas en donde se depositan fluidos estomacales? —preguntó atropellando las palabras, sujetando con firmeza a Eve para que dejara de tambalearse.


    — ¿Cómo? —soltó Dyfir, bastante confundida— ¿Te refieres a una bolsa para mareos?


    — ¡Eso mismo es! —dijo Moonghost, dibujando una enorme sonrisa de alivio, muy contento por haberse dado a entender. Sin embargo, su alegría no duró mucho pues, en ese preciso instante, se escuchó una arcada y luego una salpicadura desagradable. Moonghost cerró fuertemente sus ojos, respiró profundamente y, con un tono gracioso en su voz, agregó: — Olvídalo, ya es muy tarde para salvar la alfombra.


    Súbitamente, la recepción fue iluminada por unos rayos de luz provenientes de unos proyectores, instalados estratégicamente para apuntar hacia un lugar muy específico: a los intrusos. Se trataba de cuatro sujetos, todos delgados y algo larguiruchos, a excepción de uno que era mucho más alto que el resto y también más gordo. A pesar de tan marcada diferencia, todos llevaban la misma vestimenta encima, por lo que supusieron se trataba de un uniforme: el pantalón y la camisa —de mangas largas— eran negros como carbón, coronaban sus cabezas con boinas del mismo color, calzaban botas blancas y enfundaban sus manos con guantes del mismo color. Pero lo que más resaltaba en toda la vestimenta se encontraba en el pecho, donde una enorme R estampada parecía brillar gracias al intenso carmesí con que fue marcada en el atuendo.


    Los desconocidos observaban con suma atención al grupo de viajeros, inspeccionándolos de pies a cabeza, sin dejar de sonreírles con cierta burla y malicia. A excepción de Eve, que hacía un enorme esfuerzo por controlar su malestar, los otros dos estaban más intrigados por el arreglo de luces que por la identidad de sus agresores.


    — ¿Están preparados para los problemas? —preguntó súbitamente uno de los sujetos, apuntándolos con el dedo luego de hacer una breve coreografía que, además de elaborada, resultó extraña y tonta.


    — Si no es así, más les vale que nos teman —continuó el segundo, haciendo movimientos similares al del primero.


    — Para llenar… —comenzó el de al lado, pero Eve lo interrumpió en seco.


    — ¡¿Qué es esto?! —gruñó, lo suficientemente alto para callar al hombre, con esa insuperable habilidad de expulsar ácido en cada sílaba que pronunciaba.


    Dyfir suspiró aliviada. Si Eve era capaz de ser tan gruñona como siempre, significaba que no se encontraba tan mal; eso o es que bajo ninguna circunstancia era capaz de dejar de lado su mal carácter. ¡Qué esperanzas!


    — Creo que es una obra de teatro de mala calidad—la respuesta que Moonghost dio la sacó de sus pensamientos, notando que el fantasmas analizaba cuidadosamente a los sujetos con la mirada—. Ya sabes —continuó—, de esas que nunca tendrán éxito porque los actores no son sexy-sexys y en verdad puedes encontrar algo dentro de sus cráneos, aunque sea minúsculo.


    — ¿D-de qué estás hablando? —farfulló Dyfir, compartiendo la vergüenza de Eve ante la extraña deducción del fantasma.


    — ¡¿Eso a qué viene?! —exclamó el cuarto hombre muy molesto, era el único que no había articulado palabra alguna hasta ese momento y quien tenía el aspecto más delicado, por no decir femenino, de todos— ¡Prosigan con el lema! —ordenó con elegancia, dando unas palmaditas en el aire.


    Y antes de que cualquiera de los tres pudiera hacer algo para evitarlo, el grupo de uniformados prosiguió con lo que habían dejado por la mitad.


    — ¡Para llenar al mundo de devastación! —exclamó el hombre al que Eve había interrumpido, con tanto vigor y emoción que afloraron algunas lágrimas en sus ojos.


    — ¡Ya cierren la boca de una buena vez! —gritó Eve con mucha más fuerza y cortándolos en seco de nuevo, harta de tan absurdo espectáculo.


    — ¡Argh! ¡Olvidemos por ahora del lema! —exclamó frustrado uno de los desconocidos, haciendo que los tres viajeros notaran el parecido que tenía su rostro con el de un Primeape. Se puso lo más derecho posible y, con aire altanero, indicó usando su índice—. Ese es Mumpost —dijo señalando a Eve— y este Eni -señalando a Moonghost.


    — ¡Oye! Primero que nada, yo soy Mumpost y ella es Eni —reclamó Moonghost inmediatamente, muy indignado por la confusión hasta que un fuerte escalofrío recorrió su espalda. No necesitó voltear para saber que Eve le lanzaba una mirada asesina tan potente, que si realmente pudiera matar con sus ojos, él ya estaría hecho polvo— ¡Ay, no, no, NO! —exclamó efusivamente, negando rápidamente con la cabeza—. Yo soy Moonghost y ella es Eve —se apresuró a corregir, haciendo un énfasis bastante exagerado en sus nombres—. No sé en dónde habrás escuchado de nosotros, pero deberías ir al doctor para que te revisen los oídos, probablemente necesitas aparatos porque escuchas fatal. No está mal ser diferente, quizás si te esfuerzas puedes llegar a hacer grandes cosas, como…


    — ¡Mis orejas no tienen nada que ver en esto! —chilló Cara de Primeape furioso y agarrándose las orejas, como si quisiera asegurarse de que estaban en su lugar—. A partir de este momento, ustedes dos son propiedad del Equipo Rocket. ¡Atrápenlos!


    — ¡¿E-equipo Rocket?! —balbuceó Dyfir, abriendo los ojos de par en par ante la sorpresa. Conocía ese nombre y no era para nada algo bueno.


    A la orden del Cara de Primeape, desde las sombras surgieron los autores de los ataques que cayeron sobre ellos hace poco: un Arcanine espectacular, de sedoso pelaje y enormes colmillos que mostraba para intimidar; un fornido Electabuzz, que retaba a sus oponentes chocando sus puños cargados de estática; a su lado, apareció un Lickitung que prácticamente arrastraba su extensa lengua, que era muco más larga de lo normal gracias a que él mismo era más grande que el promedio de su especie; y por último, casi imperceptible por la mala iluminación, se dibujó la figura de un Houndoom que expedía ascuas de sus fauces, gruñendo y moviendo su cola puntiaguda amenazadoramente. Los cuatro pokémon lucían feroces y era notorio que tenían un nivel mucho más alto que el de un entrenador promedio, todo ellos preparados para luchar y saltar al ataque apenas se los indicaran.


    — ¡Llamita, yo te elijo! —exclamó Dyfir, lanzando una pokebola al aire sin chistar.


    De ella surgió un fornido Typhlosion, rugiendo y haciendo que del pelaje más oscuro sobre sus hombros se generaran llamas que saltaron en todas direcciones, señal de que estaba preparado para la batalla. Aunque los contrincantes lucían fuertes, ni Dyfir ni su pokémon mostrarían la más mínima pizca miedo.


    Moonghost intercambió una mirada de complicidad con la entrenadora y sonrió. Dio un paso hacia delante y se colocó en posición, dispuesto a luchar junto al pokémon de Dyfir.


    Eve observó detenidamente a todos los presentes. No tenían más opción que enfrentarse a esa cuerda de alcornoques, pero hicieran lo que hicieran, aquello traía consigo consecuencias que a la larga le ocasionarían problemas. Lo único que le quedaba esperar es que con ese obstáculo no llamaran más atención de la que ya obtenían, no necesitaba tener una fila de entrometidos pisándole los talones... más que ahora.


    Suspiró con resignación, esperando a que ocurriese un milagro y lograran pasar desapercibidos mientras se reincorporaba con cierta dificultad, haciendo lo imposible por contener las náuseas y prepararse también para entrar en batalla.

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  12.  
    OnixTymime

    OnixTymime Made of stone

    Piscis
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    Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana
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    Aventura
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    ¡Hola, mundo! Yo de nuevo, esperando que los senpais me noticeen (tampoco para tanto).

    A pesar de que el panorama no pinta bien y que ninguna tormenta se divise en el horizonte, continuaré mi travesía por... eh... no sé, por terminar.

    Dejando a un lado las tonterías, paso a actualizar, espero que la continuación de este fanfic, para alguien, sea de su agrado ^^




    6
    Contratiempo en Viridian​


    En la amplia recepción del Centro Pokémon de Ciudad Viridian, una melodía resonaba en las paredes, rompiendo con la quietud del lugar. El ritmo de la música, entre dramático y épico, retumbaba en los oídos de los presentes, quienes intercambiaban furiosas miradas entre ellos en espera de que iniciara la batalla.


    La música era mas que digna para la crítica ocasión, encajaba a la perfección, sólo que…


    — ¡MOONGHOST! —rugió Eve, harta de la tonada, estrujando fuertemente un tocadiscos totalmente negro que flotaba en el aire, zarandeándolo con poca delicadeza cuando logró apresarlo entre sus dedos luego de que el mismo se le escapara varias veces— ¡Déjate de juegos y madura de una buena vez, por todos los cielos!


    A cada sacudón, el objeto fue deteriorándose hasta convertirse en una masa deforme. Cuando Eve finalmente lo liberó, poco a poco aquel amasijo tomó una forma más definida, revelando que en realidad se trataba de Moonghost, algo mareado por la muestra de "afecto" de su hermana.


    — Nunca me dejas divertirme... siquiera un poquito —farfulló Moonghost débilmente, con voz de ebrio a causa del mareo.


    Era sencillo para Eve ignorar el comentario de su hermano, aunque no lo mismo con respecto a su comportamiento, que le resultaba vergonzoso. No podía hacer nada ante esto, así que se limitó a mirar al techo, sacudiendo ligeramente la cabeza y preguntándose por qué, de entre todos sus hermanos, él tuvo que ser el primero en despertar.


    A pesar de lo inmersa que estaba en sus lamentaciones, no olvidó que se encontraba en una situación precaria, sería un grave error de su parte bajar la guardia. Ella misma sabía algo respecto al Equipo Rocket, muy poco en realidad, pero lo necesario para maldecir el habérselos tropezado. Se trataba de una de las organizaciones criminales más poderosas de la actualidad, operaba en las regiones de Kanto y Johto, pero tenía influencias en otras regiones y buscaban expandirse hacia muchas más.


    Eve se hizo una nota mental respecto al Equipo Rocket, pues una de sus principales actividades tenía que ver con el robo y contrabando de pokémon, por lo que cualquiera de ellos podría ser un blanco tentador. Rechinó los dientes con sólo pensar en ellos, quiso tomar previsiones aunque jamás pensó que se los tropezarían... ¡y mucho menos tan pronto!


    Una sensación extraña recorrió su cuerpo, su mente detuvo las divagaciones en las que estaba inmersa y fijó toda su atención en sus enemigos. El Electabuzz preparaba un ataque, podía percibir lo cargada que estaba la atmósfera a causa de la estática que comenzaba a acumularse en sus antenas.


    Todo sucedió en cuestión de segundos. El cuerpo de Eve se rodeó de un aura violácea y, con un rápido movimiento, lanzó una esfera de energía destellante que se formó entre sus manos. El ataque avanzó raudo hacia el Electabuzz, impactando en su estómago y empujándolo varios metros atrás, dejando una estela de chispas violetas a su paso. El Electabuzz cayó duramente en el suelo, permaneciendo tendido mientras incontables chispas violáceas saltaban de su cuerpo, aún después de que Eve dejara de brillar. Eve no le dio oportunidad alguna de reaccionar a su oponente, seguramente, el susodicho no imaginaba que ella se percataría de que preparaba un ataque a traición.


    A pesar de lo que a Dyfir le pareció una maravillosa actuación por parte de Eve, el encargado del Electabuzz se desternilló de risa frente a ellos, sin siquiera verificar el estado de su pokémon. El hombre inflaba su pecho no sólo con aire, sino también con arrogancia, aún más cuando se le unieron los otros.


    Dyfir no entendía qué les causaba tanta gracia. ¿Es que sabían algo que ellos no? Miró con preocupación a Eve, quien ahora estaba en una posición relajada, contemplándolos con frialdad y el ceño levemente fruncido. Dyfir creyó que Eve quizás pensaba lo mismo que ella, que aquellos tipos del Equipo Rocket ocultaban algo, pero cuando notó el atisbo de una sonrisa maliciosa bailando en su rostro ya no supo qué pensar. Ahora, parecía que quienes ignoraban algo eran los del Equipo Rocket.


    — ¡Já! —exclamó finalmente el entrenador del Electabuzz mientras se enjugaba las lágrimas, haciendo un gran esfuerzo para no seguir riendo a mandíbula batiente—. Con ataques de concurso jamás podrán derrotar a mí Electabuzz. Este pokémon es de élite, es de la selección personal de nuestro jefe mismo, estos han recibido un entrenamiento especial y alcanzaron la eficacia que ningún pokémon corriente podrá jamás. Además, es de un nivel superior al que podría llevarlo cualquier novato... ¡todo gracias a la grandeza del Equipo Rocket! Así que nuestros pokémon no serán derrotados por una simple y tonta esferita que suelta chispitas bonitas —corroboró orgullosamente, ensanchando su sonrisa altanera con cada palabra que soltaba— ¡Ahora, Electabuzz, acaba con ellos! ¡Usa tu Trueno! —ordenó con profundo fervor, apuntando a Eve con su índice.


    El hombre no borró su sonrisa, en espera de verlos retorcerse y chamuscarse bajo el asedio de la poderosa descarga eléctrica, pero al pasar un par de segundos y ver que ningún destello vaporizaba a sus enemigos, cayó en cuenta de que algo andaba mal y decidió voltear. Casi le da un infarto cuando verificó que su Electabuzz seguía tirado en el suelo, totalmente inconsciente y con chispas violáceas todavía recorriendo su cuerpo.


    — ¡¿Pero qué…?! ¡¿Q-qué demonios... pasó?! —chilló, tan sorprendido que no podía terminar siquiera una oración.


    — ¿Qué hiciste? —preguntó Dyfir atónita cuando Moonghost se tapó la boca con las manos para ahogar una carcajada


    Eve no pudo contener más su sonrisa de satisfacción, siempre era demasiado divertido ver la reacción de los demás ante su ataque insignia, aquello que la hacía única, pero una repentina punzada en la sien le recordó que no se encontraba del todo bien. Se llevó una mano a la cabeza para tratar de mitigar el dolor, cerrando con fuerza los ojos y maldiciendo por lo bajo.


    — ¡Como detesto esto! —musitó para ella misma, sintiendo cómo todo le daba vueltas.


    Justo en ese instante, las luces de la recepción se encendieron, iluminando por completo la habitación y opacando a los reflectores. Detrás del mostrador estaba una consternada enfermera Joy, en pijamas y con lagañas en los ojos, su labio inferior temblaba en busca de las palabras que diría.


    — ¡¿Qué sucede aquí?! —exigió bastante alterada. Al instante, sus ojos se fijaron en las gigantescas erres escarlatas plasmadas en los uniformes de los desconocidos—. ¡Por los calzones de mi Chansey! ¡Es el Equipo Rocket! —chilló asustada, pero la mueca de su rostro cambió de sopetón cuando notó algo que la disgustaba mil veces más que una banda de criminales parada en el Centro Pokémon—. ¡¿Oigan, qué le sucedió a la alfombra?! ¡¿Quién lo hizo?! ¡¿Acaso alguno de ustedes sabe cuánto vale?! ¡Es importada de Hoenn, por todos los cielos! —exclamó furiosa.


    Dyfir no podía creer que la enfermera estuviera más preocupada por la mancha en la alfombra que en llamar a la policía, y por el gesto en el rostro del resto de los presentes, parecía que no era la única que pensaba lo mismo.


    A quien parecía importarle el interés de la enfermera por la alfombra era a Eve, que miraba estupefacta a Joy con una mueca deformada por la incredulidad y los nervios.


    — Se ha fijado —musitó sorprendida y con un tic nervioso en el ojo derecho—. ¿Pero cómo rayos...?


    — ¡¿Por qué prendiste las luces?! —gruñó uno de los malhechores, mirando con profundo rencor a la enfermera—. Nos llevó mucho tiempo y esfuerzo instalar esos reflectores para que nos viéramos geniales ¡Nos hacían parecer más malos y por tu culpa se arruinó todo! ¡Te ordeno que apagues las luces de inmediato y te vayas por donde viniste!


    — ¡No puedo creerlo! —bufó Eve incrédula, dándose un manotón en la cara. Todos los presentes tenían las prioridades en el...


    — Debes admitir que estos tipos son más imbéciles que yo —le dijo Moonghost al oído, sonriendo con picardía.


    — Siento decepcionarte, pero nunca habrá nadie que te quite el puesto de rey de los idiotas —espetó Eve con tosquedad, mirando nerviosamente a todos lados para encontrar el modo de escapar y no tener que responder por la alfombra—. Al menos, ya no cabe duda de quiénes son estos tipos —agregó en un susurro y frunciendo levemente el ceño—. Por un momento pensé que podrían ser farsantes que usaban el nombre para amedrentar, pero no es así.


    — Sí y eso no me agrada —asintió Moonghost con algo de seriedad en su mirada, hablando también en voz baja—. Es una organización mafiosa que se encarga del robo y explotación de pokémon, ¿o me equivoco?


    — No, estás en todo lo cierto —confirmó Eve, claramente disgustada con la presencia de aquellos criminales.


    — ¿Qué querrán de nosotros estos tipos? —le preguntó Moonghost con preocupación, aunque intuía la respuesta.


    — Nada bueno, eso es seguro —contestó ella—. Presiento que esto nos va a traer muchos problemas...


    — Eve, Moonghost... —los llamó Dyfir en voz baja, agachándose para quedar a la altura de ambos—. Creo que lo mejor que podemos hacer es salir del lugar. Si tenemos una batalla aquí adentro, destruiremos el Centro Pokémon y eso dejaría desamparados a los pokémon de los entrenadores. Ya es más que suficiente la explosión que han causado estos papanatas y el "regalito" que Eve dejó en la alfombra.


    — ¡Eso es muy cierto! Miren que cosas como esas no se pueden permitir, es un crimen en contra de la humanidad y los pokémon... me refiero a la alfombra, claro —dijo Moonghost entre risas.


    — ¡Ja-já, muy gracioso! —espetó Eve lacónicamente, lanzándole una mirada asesina a su hermano.


    — Dejando a un lado los chistes, Dyfir tiene muchísima razón, no podemos seguir llamando tanto la atención —dijo Moonghost serenamente, aunque sus ojos brillaban con tanta ilusión que Eve sabía que se lo estaba tomando como un juego—. Mejor vayamos moviendo nuestras patitas hacia la calle, para que luego le pateen sus nalguitas a estos bribones.


    — ¡Hecho, manos a la obra! —exclamó Dyfir enérgicamente y enderezándose al tiro— ¡A que no nos atrapan, tarados! —gritó mientras corría a la salida, con su Typhlosion pisándole los talones.


    Moonghost estalló en carcajadas y siguió a la entrenadora dando saltitos, agarrando a Eve por el brazo y llevándosela a rastras, olvidando que su hermana se sentía muy mal.


    — ¡¿Cómo nos dijo?! —gritó furioso uno de los Rocket, echando a correr detrás de ellos.


    La enfermera Joy se apresuró para acercarse al panel de control y teclear algunos comandos, liberando los cerrojos electrónicos de la puerta y permitiendo que Dyfir, Eve y Moonghost salieran sin problemas.


    — ¡Que no escapen! —bramó el Rocket con cara de Primeape desesperadamente, echando a correr tras el primero de su equipo y seguido Del resto junto a sus pokémon, luego de que regresaran al Electabuzz a su pokebola.


    Los viajeros corrieron por las calles de Viridian bajo el manto de la noche,guiados por las luces de la ciudad ante la atenta mirada de los escasos transeúntes nocturnos, quienes pegaban grititos al percatarse de la identidad de los persecutores del trío. Los Rocket se llevaban a cualquiera que se atravesara en su camino; les pisaban los talones y la determinación en sus miradas les hizo saber que nada los detendría hasta que los atraparan.


    Corrieron y corrieron hasta llegar a la entrada del parque principal de la ciudad. La reja estaba cerrada pero Moonghost no tuvo problema, el podía deslizarse a través de los barrotes, ayudando a Dyfir y su Typhlosion a escalar mientras Eve le pasaba por encima de un salto. No miraron hacia atrás, incluso cuando escucharon claramente que sus persecutores también saltaban la reja, tenían que seguir hasta encontrar el sitio adecuado para hacerles frente.


    — ¡No podrán escapar! —gritó uno de los Rocket con rabia y exhausto de tanto correr, lo delataba su acelerada respiración y ahogadas palabras.


    — No pretendemos huir —gruñó Eve con hastío y lo suficientemente alto como para que la escucharan.


    Desconocía si las verdaderas intenciones de Dyfir era perderlos, pero aquel lugar era bastante amplio para tener una batalla cómodamente, además de que estaba desierto, nadie saldría lastimado por culpa de ellos. Lo único de lo que Eve estaba segura era que la manera de deshacerse de esas molestias era con un buen escarmiento, no tenían más opción. Pero ella no se encontraba nada bien... y confiar en Moonghost se le hacía difícil.


    — ¡¿Ah, sí?! ¡¿Entonces por qué no se detienen?! —preguntó rabioso el mismo Rocket— ¡Houndoom, Bola Sombra! —ordenó inesperadamente.


    El Houndoom, quien iba a la cabeza junto al Arcanine, aceleró apenas escuchó el comando, se detuvo cuando estaba seguro de que tenía a sus presas al alcance de su ataque y concentró energía oscura entre sus fauces, la cual disparó en forma de orbe hacia su objetivo.


    El ataque se dirigía ferozmente al grupo, por lo que Moonghost se detuvo y disparó su propia Bola Sombra y así contrarrestar la de su enemigo. Ambos ataques colisionaron muy cerca ellos, explotando y envolviéndolos en una pantalla de humo poco densa. El tiempo de correr había terminado, hubiesen encontrado un lugar idóneo o no, era momento de entrar en batalla.


    — ¡Arcanine, Lanzallamas! —exclamó otro Rocket apenas escuchó el estallido.


    — ¡Lickitung, Ventisca! —comandó el siguiente, justo después que su compañero.


    Dyfir no reaccionó lo suficientemente rápido para darle algún comando su Typhlosion, pero Llamita se puso al frente, las llamas sobre sus hombros saltaron con furia al soltar su potente rugido, liberando un Lanzallamas propio. Ambos ataques de fuego chocaron, entremezclándose al hacer contacto y luchando entre sí para imponerse sobre el otro, en una épica lucha de la que saltaban ascuas en todas direcciones. Las dos criaturas de fuego mantuvieron sus ataques, sin que ninguno estuviera dispuesto a ceder, todo por mantener intacto su orgullo y, al menos de parte de la comadreja, proteger a su entrenador.


    Pero la batalla no se detendría ante aquella lucha, la Ventisca sobrepasó a los contendientes de fuego y continuó su camino hacia el grupo de viajeros, por lo que Eve se colocó rápidamente al frente para detenerlo. Su cuerpo volvió a brillar con un aura violácea y, ayudada de un delicado movimiento de manos, levantó una Pantalla de Luz. El potente viento chocó contra la barrera traslúcida, la nieve se arremolinó frente a sus ojos estrepitosamente, aullando con furia en sus oídos y enmarañando aún más el blanco cabello de la entrenadora, pero el aire gélido que podía dañarlos no los podía tocar.


    Eve se vio obligada a mantener la barrera hasta que el Lickitung se quedó sin aliento y no pudo continuar con la Ventisca. Pero antes de que eso sucediera, ambos Lanzallamas terminaron ocasionando una explosión que cubrió con un grueso humo negro gran parte del lugar, nublando la vista del grupo y haciéndolos toser.


    — ¡Genial! ¡Más humo...! —exclamó Eve irónicamente entre graves tosidos, las náuseas que le producía el desagradable aroma del humo la desconcentraron y con eso su Pantalla de Luz desapareció. Y aunque el Lickitung ya había cancelado la Ventisca, el remanente la alcanzó, llenando de escarcha su pelaje y calándola de frío hasta los huesos.


    — ¡Terremoto, Lickitung! —ordenó el Rocket inesperadamente.


    — ¡¿Qué?! —exclamó Dyfir conmocionada, entre tosidos frenéticos a causar del humo. Estaba prohibido usar ataques de esa categoría en centros poblados... ¡especialmente en ciudades como Viridian! A sus oídos llegaron otro par de voces, que ordenaban a ambos canes dar saltos altos para mitigar los efectos del ataque. Ella quiso hacer algo similar, pero en cuanto abrió la boca aspiró una bocanada de humo que le escoció la garganta y la hizo llorar— ¡No veo nada! —se quejó apenas con un hilillo de voz.


    Casi de inmediato, sintieron que el suelo a sus pies temblaba con fuerza. Dyfir perdió el equilibrio y cayó sentada al suelo; intentó levantarse varias veces, pero cada vez que lo hacía caía de nuevo. Llamita tenía la suficiente experiencia para mantenerse firmemente en pie, pero las ondas le producían un dolor inusual que sólo pokémon susceptibles a lo mismo podrían entender. Eve y Moonghost se vieron forzados a levitar para evadir el ataque del Lickitung, en busca también de alguna manera para ganar mejor posición y neutralizar a sus enemigos.


    El estar por encima del humo, les permitió a los hermanos localizar al Arcanine y al Houndoom en pleno salto. Moonghost frunció levemente el ceño y se dirigió rápidamente en contra del Houndoom, embistiéndolo para hacerlo aterrizar abruptamente. Eve, por su parte, descargó un Psico-Rayo sobre el Arcanine, desviándolo de su trayectoria y lanzándolo contra el suelo.


    Mientras los efectos del Terremoto terminaban, el Lickitung se acercó lo más aprisa que pudo a Llamita y le dio un lametazo que hizo estremecer al Typhlosion, paralizándolo de asco. Dyfir se percató de eso y se puso en pie de un jalón, acercándose a toda prisa a su pokémon para interponerse entre el Lickitung y la comadreja. El pokémon lengua retrocedió, esperando las órdenes de su amo mientras éste se regocijaba del efecto que había causado el ataque de su pokémon.


    Ignorando lo que sucedía a la entrenadora, Moonghost se acercaba con suma lentitud al Houndoom mientras éste se reincorporaba, observándolo cautelosamente con sus pálidos ojos y el ceño levemente fruncido. El perro gruñó amenazadoramente, esperando a que su entrenador le diera la orden de atacar, relamiendo sus pronunciados colmillos con impaciencia.


    — ¡Houndoom, hazlo pedazos! Bueno, no tanto, lo necesitamos entero... ¡Triturar! —ordenó finalmente el dueño del Houndoom.


    El canino del averno se abalanzó sobre Moonghost, exhibiendo su lustrosa y atemorizante dentadura, de la cual resaltaron aún más sus largos y filosos colmillos. El fantasma frunció un poco más el ceño y también se lanzó hacia su oponente, dispuesto a medir sus fuerzas aún estando en desventaja de tipo. El rostro del Houndoom dejaba apreciar claramente las ansias que tenía por apresar y destrozar a su contrincante, pero ese gesto tan fiero repentinamente se torció en una mueca de espanto total.



    El Houndoom perdió el equilibrio en pleno salto y estampó su rostro de lleno contra el suelo, chillando agudamente a causa del dolor y el inusual ataque de pánico. Temblaba de pies a cabeza, con los ojos muy abiertos y la cola entre las patas; su miedo resultaba incluso gracioso, era como si estuviera atravesando por un shock muy fuerte.


    Moonghost se detuvo ante la reacción de su oponente y se quedó muy quieto, observándolo detenidamente... o eso parecía; Dyfir no podía ver el rostro de Moonghost, estaba de espaldas a ella y le causaba curiosidad saber qué pasaba, porque incluso el dueño del Houndoom balbuceaba y temblaba como hoja.


    Mientras lo del Houndoom sucedía, Eve logró lanzarle un Rayo Confuso al Arcanine, haciendo que el majestuoso pokémon terminara golpeándose estúpidamente en contra de un banquito una y otra vez. Cuando volteó y se percató de lo que pasaba, su hermano ya le devolvía la mirada inocentemente con la punta de su lengua asomándose tímidamente.


    — ¿Intentaste usar Lengüetazo? —le preguntó Eve monótonamente, a lo que su hermano le contestó asintiendo con la cabeza. Suspiró con hastío, era un ataque inútil ante ese tipo de oponente, pero lo hizo más que nada para no reírse. Entonces, agregó:— ¿No recuerdas la cara horrible que pones cuando usas ese ataque? Antes de que consigas lamer a alguien, lo matarás de un infarto.


    — ¡No puedo evitarlo! En serio, no sé por qué lo hago, pero necesito pulir mis técnicas de vez en cuando —bufó Moonghost algo ofendido, cruzándose de brazos y haciendo pucheros—. Y es que... ¡no lo entiendo! O sea, no hago muecas a propósito, ¡en verdad! —argumentó, dándose golpes de pecho, pero el atisbo de una sonrisa pícara le daba a entender a Eve que, en cierto modo, lo hacía propósito—. Y en gran parte, la idea era que le diera un patatús, pero lo único que conseguí fue que chillará igual que Skyfler cuando le ensucias la cola.


    — ¡Hiper Rayo, Lickitung! —gritó uno de los Rocket repentinamente, tomando desprevenidos a todos.


    El Lickitung, sin chistar, cargó rápidamente el rayo dorado en su boca y lo disparó en dirección a Dyfir y Llamita. Cuando Eve y Moonghost reaccionaron para lanzarse en ayuda a la entrenadora, el ataque ya había impactado, explotando y levantado una gran cortina de polvo que los envolvió a todos.


    Moonghost fue el primero en salir de su estupor, sólo para soltar insultos y maldiciones entre graves tosidos, retando groseramente al Lickitung para hacerlo pagar por lo que había hecho.


    Eve estaba más ocupada en usar todas sus fuerzas para mantenerse en pie, estaba poniéndose peor luego de tanto humo, un mareo muy potente la hacia tambalearse, sus piernas le temblaban y las luces de los edificios brillaban con mayor intensidad, deslumbrándola y desorientándola por completo. No pudo soportarlo por mucho tiempo, sucumbió ante el mundo que daba vueltas vertiginosamente a su alrededor, cayendo de rodillas al suelo. Estar tan vulnerable sólo la hacía sentir furiosa, no podía estar más avergonzada ante su propia debilidad, nada podía con la impotencia que experimentaba en esos momentos. ¿Qué pensaría su hermano mayor de ella si la viera en tan deplorable estado por algo tan absurdo?


    — ¡Son unos malditos...! ¡Desgraciados, hijos de...! ¡Les juro que...! —gritaba Moonghost con tanta ira que no terminaba las oraciones. Sólo se detuvo al notar algo extraño a través de la cortina de polvo, una alta silueta se perfilaba justo en donde había impactado el Hiper Rayo. Cuando el humo se dispersó, su sorpresa sólo era superada por el alivio.


    Dyfir y Llamita estaban intactos. La joven se aferraba a su Typhlosion con vehemencia, riendo nerviosamente y agradeciendo que se encontraran con bien. Pero sus ojos rápidamente se posaron sobre un pokémon que estaba ante ellos, uno que Dyfir jamás había visto, preguntándose si su protector era amigo o enemigo.



    Era mucho más alto que cualquiera de los que se encontraba en el lugar, sólo con eso bastaba para sentirse intimidado con su presencia, pero sus feroces ojos violeta acentuaban aún más su regia apariencia. El pokémon tenía extendido su brazo derecho, con el cual mantenía una barrera azulada y traslúcida, la cual seguramente había recibido de lleno el Hiper Rayo.


    Dyfir lo observaba de hito en hito, claramente sorprendida, no lo vio llegar pero estaba agradecida de que lo hiciera. Moonghost y Eve estaban tan consternados como la joven, aunque la segunda no veía al extraño como un salvador, sino más bien como un nuevo problema.


    Y las sospechas de Eve crecieron cuando notó que los Rocket no sólo estaban sorprendidos, sino que además contemplaban al extraño pokémon con profundo temor mientras éste les devolvía la mirada con el ceño fruncido.


    — ¡E-e-es… es...! —tartamudeó Cara de Primeape, sin poder creer lo que veían sus ojos— ¡¿P-por qué está aquí?! ¡Se supone que...!


    Entonces, el extraño pokémon dibujó una sonrisa maliciosa mientras alzaba su mano una vez más, la cual comenzó a brillar rodeada de una hermosa aura celeste. Todos los pokémon de los Rocket quedaron envueltos en la misma energía azul, elevándose unos metros del suelo, retorciéndose de dolor a medida que el extraño cerraba su mano. Estuvieron así unos segundos hasta que el desconocido pokémon hizo un ademán bastante brusco y todos los afectados salieron disparados, cayendo encima de sus respectivos entrenadores.


    El pokémon bajó la mano y caminó tranquilamente hacia los Rocket, en sus ojos se veía claramente su intención de darles la estocada final, vislumbrándose incluso algo de crueldad. Pero inesperadamente, un aura violácea rodeó al grupo de rufianes y, de un segundo a otro, se produjo una explosión de magnitud considerable.


    El extraño tuvo que cubrirse en un vano intento por protegerse, pero al darse cuenta que lo único que hizo la explosión fue levantar polvo y mandar a volar a los Rocket, buscó rápidamente con la mirada al autor de tal cosa.


    — ¡¿Te has vuelto loca, Eve?! ¡Sólo mírate! ¡No estás en condiciones para hacer esa gracia! —exclamó Moonghost angustiado, corriendo hacia su hermana.


    — En vez de darme tanta lata, cerciórate de que Dyfir y su pokémon estén bien —espetó Eve fríamente, con la mirada clavada en el suelo. Ahora tenía que sostenerse con los brazos para no caer por completo al suelo y el esfuerzo la había hecho sudar frío.


    Moonghost la contempló angustiado por unos segundos, pero accedió a dejarla tranquila para apresurarse y verificar el estado de Dyfir, aunque eso no le quitaba la preocupación.


    Mientras el fantasma hacia lo que le habían ordenado, Eve aguantaba con todas sus fuerzas las ganas de vomitar. Se decía una y otra vez que tenía que levantarse, tenía a un extraño parado al frente y ella no podía permitirse lucir débil, tenía que ponerse en pie y prepararse en caso de tener que defenderse.


    Repentinamente, se sintió observada y levantó la mirada, sabiendo que se tropezaría con los ojos violetas del misterioso pokémon, quien la contemplaba con cierto interés. Ella hizo un esfuerzo mayor para reincorporarse, sin quitarle la vista aún cuando le costaba tanto, experimentando una repentina curiosidad hacia él. Eve sin dudas desconfiaba de él, los extraños no eran de su agrado, pero en su cabeza revoloteaba una pregunta que la hacía estremecer: ¿Acaso sería aquél pokémon de quien le había hablado su Madre?


    Desechó inmediatamente tal idea sacudiendo su cabeza, aún luchando por ponerse de pie y consiguiéndolo a duras penas, aun con la mirada fija en el pokémon. Fuera quien fuera, lo echaría a patadas, no necesitaba otro estor...



    — ¡Oye! —exclamó Moonghost alegremente, apareciendo de repente frente al pokémon. Eve sólo podía maldecir su imprudencia y tratar de controlar sus ganas de ahorcarlo junto con las de vomitar que le produjo el alterarse—. Muchísimas gracias por ayudarnos, en serio —agradeció, dirigiéndole una sonrisa.


    No fue nada —le respondió seriamente el extraño, dando un par de pasos hacia atrás. Al parecer le incomodaba que invadieran su espacio personal.


    — ¡¿Sabes hablar la lengua humana también?! ¡Increíble! —exclamó Moonghost, claramente emocionado y asombrado, acercándose a él sin notar que el pokémon trataba de mantener la distancia— ¡Esto es genial! No tendré que estar traduciendo lo que dices. Y por lo que veo eres psíquico. También luces muy fuerte. Y veo que no te gusta usar tus cuerdas vocales porque te comunicas a través de la telepatía —dijo rápidamente, dando vueltas alrededor del pokémon muy rápido cuando se cansó de perseguirlo—. ¿Cómo te llamas? —preguntó de sopetón, deteniéndose en seco y dando fin a su lluvia de comentarios.


    Mewtwo… —balbuceó el pokémon luego de un minuto de silencio. La inseguridad con la que contestó indicaba que era tan receloso y desconfiado como Eve... eso o quedó abrumado por culpa de Moonghost.


    — ¡Mucho gusto! —vociferó el fantasma lleno de felicidad, sosteniendo las manos de Mewtwo y sacudiéndolas enérgicamente—. ¡Deja te presento! Ella es Dyfir, una entrenadora que tenemos de mascota. El pobre Typhlosion de allá se llama Llamita y es de Dyfir. La que está allí muriéndose es mi hermanita Eve. Y yo soy Moonghost, el fantástico. ¡Es todo un placer el conocerte! —dijo rápidamente, ensanchando más su sonrisa a cada que señalaba a alguien para presentarlo—. No sé por qué, pero me cae bien, Eve. ¿Podemos quedárnoslo? Te prometo que lo alimentaré y cuidaré bien, sólo mira lo bien que está Dyfir —agregó, mirando a Eve con un brillo inusual en los ojos.


    Eve pegó un ligero respingo, mirando algo atolondrada a Moonghost y luego a Mewtwo. Ambos intercambiaron miradas por quién sabe cuánto tiempo, hasta que Eve esquivó los intensos ojos de Mewtwo para tropezarse con el sonriente Moonghost.


    Estaba tentada a señalarle, siguiendo el argumento de su hermano, que su mascota y la mascota de su mascota estuvieron a punto de estallar a causa de un Hiper Rayo, pero ella no estaba de humor para eso ni para soportar las quejas de Dyfir en caso de decirlo.


    El extraño, que se hacía llamar Mewtwo, parecía tan perplejo como ella ante la repentina petición de Moonghost, aunque ahora estaba más ocupado en esquivar al fantasma, quien intentaba darle un abrazo de agradecimiento. Mientras los observaba, suspiró llena de frustración, pues aunque se negara rotundamente su hermano ignoraría su decisión. Estaba atada de manos y no podía hacer nada para evitarlo


    — ¿Por qué me haces esto? —suspiró Eve con pesar, dirigiendo una mirada llena de cólera al vasto cielo de la noche y dedicándole un poco agradable pensamiento a su Madre.

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  13.  
    OnixTymime

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    Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañana
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    ¡Hola, mundo! ¡Yo pasando a actualizar de nuevo! :D

    No empezaré con la cháchara porque... bueno... no hay mucho de qué hablar :'D. Espero sea de su agrado ^^





    7

    Dulce encuentro


    El Bosque Viridian era bien conocido por la amplia gama de pokémon insecto que podía encontrarse dentro de sus límites. También, por ser el primer reto que los entrenadores novatos provenientes de Pueblo Paleta debían superar, ya que era un gigantesco laberinto natural, repleto de vida y frondosos árboles que no permitían que la luz del sol traspasara sus ramas y hojas fácilmente; sólo habían unos pocos claros y campos abiertos que se convertían en el desahogo de los viajeros, en especial si estaban perdidos o habían pasado días inmersos en el bosque.

    Aunque no sólo la facilidad para extraviarse volvía al bosque un lugar de cuidado. Importantísimo era considerar a los pokémon oriundos de Viridian pues, aunque la mayoría eran especies inofensivas —perfectas para novatos—, también se encontraba una cantidad inimaginable de nidos y colmenas con insectos mucho más agresivos, que en enjambres eran peligrosos y mortíferos.

    Año tras año, se acumulaban las historias de niños que se adentraron en su espesura y encontraron la muerte, ya sea encapsulados en miel sólida, al pie de un desfiladero o con el cuerpo consumido a causa de un potente veneno.

    Pero ni tantos relatos nefastos, que tanto gustaba a los guardabosques contarles a los viajeros frente a la entrada del bosque, consiguieron socavar las intenciones de Eve. Ella aseguraba que podía sentir a uno de sus hermanos en el interior del bosque y nada podía con su determinación, ni le importaba la posibilidad de extraviarse. No tuvieron más opción que obedecer, aunque la idea no les hacía ilusión.

    Recién comenzaba el cuarto día de su estancia en el bosque. Eve los hizo madrugar como todos los días, obligándolos a levantarse mucho antes de que el sol saliera. Los guío a través de arbustos espinosos, teniendo que esquivar las raíces de los árboles con apenas escaza luz, al menos hasta que ésta comenzó a filtrarse entre las hojas de las copas a medida que avanzaba la mañana.

    Mientras ellos se ocupaban de su tortuosa marcha, Eve no dejaba de ir de un lado a otro sin descanso, escudriñando entre los arbustos, adentrándose en madrigueras vacías o sobrevolando la copa de los árboles y permaneciendo varios minutos ahí, en busca de algo que se negaba a mencionar a los demás.

    Se detenía a palpar casi todos los troncos, murmurando maldiciones con profunda frustración, mirando con frenesí en todas direcciones hasta que se detenía en seco, cerraba los ojos y permanecía inmóvil por largo rato antes de retomar la marcha con mucho peor humor.

    Desde su llegada al bosque, repetía lo mismo durante todo el día hasta el cansancio. Siempre buscando algo sin decirles qué era, en dónde o en qué estaba aquello que tanta ansiedad y enojo le causaba.

    Aunque, a decir verdad, su prolongada estadía no sólo se debía a la infructuosa búsqueda de Eve; también Dyfir tenía algo que ver, pues llevaba su bicicleta a cuestas. La entrenadora se negó a dejarla en la casa del guardabosque, así que se mordía la lengua cada vez que quedaba atascada en los arbustos o tropezaba con las raíces.

    Dyfir ardía en deseos de poder desahogar su estrés, aguantarse sólo le había conseguido moretones y rasguños por todas partes, pero ni siquiera dejaba escapar una queja con tal de no darle el gusto a Eve de tener la razón.

    Por suerte, Moonghost siempre le daba una mano, tocando la bicicleta para hacerla intangible cuando se atoraba y ayudándola a levantarse si se caía. A los dos se les hacía tediosa la labor pero, a pesar de tantos problemas, tenían motivos para mantener los ánimos en alto. En realidad, sólo uno.

    Antes de partir de Ciudad Viridian, fueron a disculparse con la enfermera Joy por los problemas causados, cosa que a Eve le pareció absurda e innecesaria. Según ella, no era su culpa que un grupo de "ladrones inescrupulosos e imbéciles" intentaran robarlos y arruinaran la preciada alfombra del Centro.

    Le dejaron hablar lo que quisiera, pues cualquier cosa repelente que Eve hubiera dicho entonces quedó opacada cuando Mewtwo aceptó la invitación de Moonghost, uniéndose a ellos. Eso lo contentaba tanto que no les importaba cargar con la cruz de la bicicleta.

    Mientras los observaba destrabando el transporte de la entrenadora por enésima vez en lo que iba de mañana, Mewtwo libraba un debate interno, meditando si había sido buena idea aceptar acompañar al grupo de viajeros. Cuestionaba su decisión desde el mismo instante en que aceptó, sin descanso y ni piedad por sí mismo.

    Cuanto más pensaba en lo ocurrido, más se reprochaba por haber actuado tan impulsivamente aquella noche. Había cometido un grave error y aún no comprendía los motivos de tal imprudencia. No sólo acechó a los viajeros desde que los encontró en la multitud, esperó fuera del Centro Pokémon e interfirió directamente para salvar a una humana, también se reveló antes agentes del Equipo Rocket y uno de ellos lo reconoció.

    Resultaba preocupante que un agente cualquiera lo conociera. Si bien jamás permitió que en su mente anidara el iluso pensamiento de que borraría por completo su existencia de la mente de sus creadores, no estaba preparado para afrontar que siguieran buscándolo.

    Después de tanto tiempo vagando sin rumbo definido, visitando todo lugar que se le antojase y permaneciendo cuanto quisiese, le pareció divertido tomar el riesgo de vivir por un tiempo en Viridian. Mewtwo conocía la base oculta bajo el gimnasio bastante bien, era donde Giovanni pasaba la mayoría del tiempo, conservando la careta de líder soberbio y poderoso que tanto le gustaba alardear.

    Sintió satisfacción al recordar los largos paseos nocturnos que daba por la ciudad, disfrutando de su bien merecida libertad y, ocasionalmente, saboteando algunas operaciones de los Rocket que tuvieran el infortunio de cruzarse en su camino.

    Una vez, incluso, pensó en infiltrarse en la base para boicotear, como una pequeña venganza. Afortunadamente, siempre quedaba como un deseo febril que no llegaba a ningún lado, más que divertirse con la idea de estar tan cerca de aquel que se exasperaba tanto por encontrarlo.

    Pero era demasiado arriesgado quedarse luego del espectáculo de aquella noche. No tenía más opción que abandonar la ciudad y aquel peculiar grupo de viajeros le había dado la excusa perfecta. Aunque no era la mejor de sus opciones, ahora el Equipo Rocket los tenía en la mira y, si conocía bien a aquel zorro desgraciado con estúpido traje naranja, sabía que no descansarían hasta capturar a los hermanos. De igual modo, no comprendía esa repentina urgencia por ser "amigable" con unos extraños.

    Mewtwo frunció levemente el ceño, observando detenidamente al despreocupado de Moonghost y a Eve suspirando insultos al tronco de un árbol, cuestionando si ellos ocultaban algún poder que resultara peligroso si cayese en manos de Giovanni, obviando su clara rareza y singularidad.

    Lo que había presenciado sólo le indicaba que tenían una capacidad de lucha promedio, incluso absurdamente torpe si recordaba la actuación de Moonghost. Sin embargo, Eve no se encontraba en las mejores condiciones y se las arregló para mandar a volar a los Rocket, aún con el malestar encima. Podrían tener un potencial oculto o muy buena suerte, no resolvía cuál era la respuesta. Si los subestimaba o no, sólo era un motivo adicional para dejarse llevar por las extrañas oportunidades que le otorgaba el destino, al menos por un rato.


    Sonrió con amargura al notar que le daban todo en bandeja de plata. Era la ocasión que tanto esperó para librarse de la monotonía a la que él mismo se había condenado, aun cuando no tenía ni idea de qué se traían en manos esos tres.

    Eventualmente, Dyfir y Moonghost se encargaron de ponerlo al tanto, ofreciéndole un cuento tan fantástico y absurdo, que le hizo titubear de nuevo sobre su permanencia en la expedición; aunque al mismo tiempo le producía un inusual interés.


    Dudaba con creces de la existencia de una deidad mayor y que tuviera a dos de sus hijos frente a él. Pero por más que se lo repetía, era incapaz de dar media vuelta y largarse, como si algo lo mantuviera atado a ellos.

    Ese inusual interés que despertaron en él era lo que más le molestaba, en especial porque la curiosidad que Moonghost mostraba por él lo superaba en muchos aspectos y era exasperante. Las ganas del fantasma por conocer a su nuevo compañero los enloquecían. No paraba de hablar, buscando entablar conversación con Mewtwo, siempre con intenciones de sacarle la mayor información posible.

    Si en verdad eran hijos de la deidad que dio forma al mundo y trajo la vida a éste, ninguno de ellos querría involucrarse con la creación de un humano, una aberración que les produciría desprecio. Lo mejor era mantener en secreto todo lo referente a su pasado.

    Para sobrevivir al interrogatorio sin que se le escapara información crucial, sólo respondía con monosílabos y ocasionales ademanes de la mano, mentía incluso si era necesario.

    Moonghost intentaba no desmotivarse ante esto. Sospechó que Mewtwo era alguien de pocas palabras en cuanto se conocieron, pero no tanto... ¡Y ni hablar de una sonrisa! Pero luego recordaba que era capaz de lidiar con Eve y volvía a la carga.

    Dyfir, por su parte, también estaba encantada y maravillada. Era como un sueño hecho realidad. Se sentía la chica más afortunada del mundo, incluso se pellizcaba para asegurarse de que no fuera sólo un sueño. Todo aquello le hacía rememorar las viejas historias que le relataban sus abuelos, que alimentaron sus fantasías y ganas por convertirse en entrenadora de élite para explorar el mundo de punta a punta.

    Claro, era imposible que todo en el grupo fuera dicha, mucho menos con el mal carácter de Eve. Ella fue la única que se negó rotundamente a aceptar a Mewtwo, alegando con poquísimo tacto que con Dyfir sobraba y bastaba. Sin embargo, dos eran más que uno, así que Moonghost y Dyfir pasaron por encima de su autoridad y sumaron a Mewtwo a sus filas sin importar cuántos reparos puso. Desde entonces, Eve no les dirigía la palabra e ignoraba a Mewtwo por completo.

    A Moonghost y Dyfir no les parecía una actitud madura, tampoco es que pareciera importarle mucho a Mewtwo, igual guardaban esperanzas de que con el tiempo eso mejoraría. Este mantra se lo repetían ante cada nuevo desaire con Eve, buscando darle ánimos al clon y a ellos mismos.

    Ya sin nada que contarle a Mewtwo, la cabeza de Dyfir mataba tiempo pensando en las dudas que tenía, especialmente una con respecto a la noche en la que fueron emboscados por el Equipo Rocket que la carcomía por dentro. En vista de la precaria situación y la profunda molestia de Eve, decidió que era mejor reservárselas para un mejor momento, pero ya no podía soportarlo.

    Dyfir respiró profundamente y se lanzó al ataque, haciendo un enorme esfuerzo para alcanzar a Eve con su bicicleta a rastras, resoplando y secándose el sudor, actuando lo más casual posible para no advertir a la pokémon de sus intenciones. Observó detenidamente con sus ojos café a Eve mientras ésta inspeccionaba otro tronco, encontrando la oportunidad perfecta para abordarla sin que se molestara... al menos no demasiado... en realidad, no estaba segura de si atentaba contra su propia vida.

    "Ten valor. Es más pequeña que yo, no va a comerme ni nada por el estilo", pensó, tomando aire y buscando coraje. El momento del interrogatorio había llegado al fin.

    — ¡Uf! ¡Estoy exhausta! —dijo con pesar, mirando a Eve de reojo para medir su reacción—. Entonces... ¿qué buscamos exactamente? —preguntó, tratando de sonar natural.

    — ¿No te lo había dicho ya, Dyfir? —contestó Moonghost con una risilla nerviosa, apareciendo de la nada y arrebatándole la oportunidad a Eve de siquiera lanzarle una mirada asesina a la entrenadora—. No lo sabemos, por eso llevamos tantos días aquí.

    — Cierto, lo dijiste, pero quiero saber el motivo —dijo Dyfir hablando entre dientes cuando intentaba forzar una sonrisa, esperando que Moonghost entendiera que quería recibir las respuestas de Eve y no de él.

    — Una de las primeras cosas que te expliqué cuando nos conocimos fue que no todos mis hermanos estaban encerrados en una esfera, como yo —continuó Moonghost, ignorando por completo las intenciones de la joven, aunque ahora le hiciera señales en extremo obvias para que cerrara la boca—.Podría estar en cualquier cosa, incluso sospecho que es tan elusivo porque se encuentra recluido en un ser vivo.

    — ¡Por favor, Moonghost! No hables tantas sandeces —espetó Eve con hastío, sorprendiéndolos luego de pasar días sin pronunciar palabra alguna—. El sólo hecho de que siquiera pienses en esa posibilidad, habla muy mal de ti.

    Dyfir —que había olvidado por completo mantener el ojo puesto en Eve— volteó y la encontró sentada en las ramas más bajas de un árbol cercano, obligando a los demás a detenerse para escucharla. Miraba a Moonghost con desdén, moviendo lentamente su cola en clara muestra de disgusto, cosa que no era inusual, pero no evitó que Dyfir se sintiera algo acongojada ante su fría mirada.

    — Todo lo vivo debe morir, a menos que su destino sea ser eterno, pero eso sólo está destinado a los dioses —señaló con severidad y cierto reproche—. No somos más que un envase y los sellos se hubieran desecho de inmediato, dejándonos un hermano demasiado viejo para luchar. ¿No te da siquiera un poco de vergüenza ser tan iluso? Especialmente, cuando sabes quién fue el encargado de sellarnos; conociendo lo meticuloso que es él....

    — Pues, dudo por mucho que ese amargado sea perfecto en toda perfección, puede cometer errores al igual que tú y yo —dijo Moonghost a modo de defensa, pero sin dejar de lado su característica picardía.

    — ¿Cómo sabes en dónde buscar? —preguntó Dyfir de sopetón, sólo para evitar que los hermanos entablaran otro de sus debates con respecto a sus deberes y aprovechándose de que Eve hablaba de nuevo.

    La pokémon clavó los ojos con indiferencia en la adolescente, observándola por unos segundos antes de liberar un profundo suspiro de resignación. Si ella no le respondía ahora, Moonghost lo haría y con cientos de errores, así que no correría el riesgo de que le metiera idioteces en la cabeza a la chica.

    — A falta de mejor comparación, soy como una antena que busca captar ondas de psiquis —comenzó a explicar con voz monótona, mosqueándose un poco ante el brillo de ilusión en los ojos de Dyfir—. Cuando logran superar la fuerza de los sellos que inducen el sueño, mis hermanos me hacen saber que ya están listos, enviando mensajes a través de ondas de psiquis. Pero son muy complejas y no son tan claras como las palabras. Pueden terminar rebotando por todas partes y resultar confusas, a veces me resulta difícil decidir de dónde provienen, por eso hemos perdido tanto tiempo aquí.

    Dyfir escuchaba atentamente, aunque era notorio que no entendía nada de lo que Eve decía, pero Mewtwo sí. La psiquis era el centro del poder psíquico, de su desarrollo dependía la capacidad que tenía un pokémon psíquico y era la causa por la que existían especies con mayor poder que otras.

    Sin embargo, la psiquis era algo más complejo de explicar, pues era tan versátil y a la vez tan delicada, que la más leve alteración era capaz de corromperla y el infortunado perdería la razón y el control de sus acciones. Debido a esto, los psíquicos invertían mucho tiempo en meditar, puesto que ayuda a mantener el control de la psiquis. De igual modo, se evitaba experimentar emociones potentes, dejarse llevar por los sentimientos podía ser la perdición.

    Pero era la primera vez que Mewtwo escuchaba que la psiquis podía ser utilizada para encontrar a otros, especialmente a distancias muy largas; él conseguía sentir la presencia de terceros, pero sólo si estaban cerca. Si en verdad Eve era capaz de esto, resultaba impresionante, aunque prefería pensar lógicamente y relacionarlo a un fuerte vínculo entre los hermanos.

    — ¿Contestada tú pregunta? —preguntó Eve súbitamente con cierto toque irónico, sacando a Mewtwo de sus cavilaciones.

    Dyfir la miraba con los ojos tan brillantes de alegría y una enorme sonrisa, que consiguió hacer sentir incómoda a Eve. A Dyfir le resultaba imposible contener la emoción de recibir respuestas directamente de ella.

    — Sí, sí, un poco —dijo Dyfir rápidamente, atropellando las palabras por lo contenta que estaba—. Y aquí sientes esas ondas, ¿cierto? ¿Están por todos lados? —preguntó para aprovechar el momento, buscando con la mirada como si así pudiese encontrar alguna pista.

    Eve torció los ojos por el simple hecho de que era absurdo buscar algo invisible a la vista. La psiquis de los humanos era un chiste, sólo unos pocos dotados podían darle uso, aunque igual era motivo de burla su escaso desarrollo.

    Dyfir era demasiado tonta si creía que podría hallar el camino cuando Eve tenía varios días jalándose los pelos. Que un humano se creyera útil era hilarante. Eve deseaba con fervor poder hacerla desaparecer con la mirada de desprecio que le dedicaba.

    — Sí, por todo el lugar —respondió Eve de mala gana, dejándose caer y aterrizando de puntillas con mucha gracia, como si fuera una pluma—. Sólo necesito encontrar el epicentro de las ondas —dijo distraídamente, reanudando la marcha.

    — ¿Y no sabes con exactitud qué buscamos? —Dyfir siguió aprovechando el momento, con sus ojos brillando de emoción mientras la seguía lo más rápido que su bicicleta se lo permitía.

    — No sé en qué está el quién que buscamos. Si lo supiera, me limitaría a esos qué —espetó Eve, comenzando a arrepentirse de haberle prestado atención a la humana. Ni siquiera entendía por qué continuaba respondiéndole—. Únicamente estoy segura de a quién encontraremos.

    — ¡¿De veras?! —saltó Moonghost de sopetón, precipitándose hacia delante para dar alcance a su hermana— ¿Por qué no me habías dicho eso antes? ¿Quién es? — preguntó muy rápido a causa de la emoción, sujetando las manos de su hermana con cariño, deteniendo su andar.

    Eve lo miró con severidad por el contacto físico, consiguiendo que su hermano la soltara de inmediato, aunque manteniendo sus ojos brillantes de esperanza clavados en ella. Eve le sostuvo la mirada para transmitir su descontento, dibujando una repentina sonrisa maliciosa que descolocó a Moonghost por varios segundos.

    — ¿Qué te hace pensar que mereces que te lo diga? —señaló Eve burlonamente. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no carcajearse cuando la estupefacción afloró en el rostro de su hermano.

    — Porque eres mi linda hermanita —Moonghost dudó al responder, riendo nerviosamente— ¿Me dices quién es? ¿Sí? —insistió, poniendo la cara de súplica más adorable que podían tallar sus facciones, sólo para ella.

    Eve lo miró con gran desdén, girando y dándole la espalda. Moonghost le agarró la punta de la cola delicadamente, para llamar su atención sin hacerla enojar. Eve resopló con desgano, deteniéndose como para pensar si lo ignoraba o le daba un puñetazo en la cara. Mientras se decidía, Moonghost mantenía la mirada fija en ella sin alterar la expresión en su rostro; confiaba que con ello llegaría a conmover el corazón de su hermana, el destello que brotaba de sus ojos era algo jamás visto, era imposible que se resistiera a sus encantos.

    — No —respondió Eve secamente de un momento a otro, realizando un ágil movimiento con la cola que la zafó de las manos del fantasma.

    Ella siguió su camino como si nada riendo para sus adentros, sin fijarse que el rostro llenó de ternura de Moonghost había sido invadido por el absoluto espasmo. Como acto de malcriadez, Moonghost se recuperó y le sacó la lengua groseramente.

    Dyfir soltó una sonora carcajada, reanudando la marcha como pudo entre la bicicleta y la falta de aliento. Mewtwo se estremeció de descontento por ello, más la sombra de una sonrisa se asomaba en su rostro, divirtiéndose ante el desaire por el que Moonghost acababa de pasar.

    Cuando Dyfir logró contener las risas, enjugó sus lágrimas y observó a Eve con mucha atención. Aún tenía unas cuantas preguntas que quería hacerle, así que volvió a ingeniárselas para acercarse lo más que pudo a la pokémon, con la mirada de los otros dos clavada en su espalda.

    — ¿Qué quieres? —rezongó Eve fastidiada, luego de que Dyfir la llamara con voz melodiosa. No se molestó en mirarla, tenía que continuar con su labor, además de que estaba segura del gesto alegre que tendría y si lo veía se vendría en vómito.

    — La noche que nos atacó el Equipo Rocket —comenzó Dyfir cautelosamente—, derrotaste a ese Electabuzz con un solo ataque y… bueno… me preguntaba por qué no hiciste lo mismo con el resto de los pokémon. Creo que si hubieses repetido ese ataque psíquico, nos habrías ahorrado muchos problemas.

    "Especialmente a mí", pensó Mewtwo irónicamente. No sabía de qué ataque estaban hablando, él no pudo ver lo sucedido dentro del Centro Pokémon, pero si Eve fue capaz de noquear a un pokémon élite del Equipo Rocket, de aquellos que solían reservar para el uso exclusivo de Giovanni, estaba interesado en saber de ello. Especialmente, cuando recordaba que Eve apenas y podía mantenerse en pie aquella noche.

    Pero Eve la ignoró por completo, siguiendo su camino como si no la hubiese escuchado. Dyfir estuvo por insistirle, pero Moonghost se le adelantó.

    — Si Eve hubiese tenido intenciones de derrotar a sus enemigos con cosquillas, créeme que no le habría temblado el pulso —dijo, colocándose al lado de la entrenadora.

    — ¿Cosquillas? —repitió Dyfir, muy confundida— ¿Podrías ser más claro? No estoy entendiendo nada.

    No presiones tanto, niña —intervino Mewtwo, anticipando que Dyfir estaba por abalanzarse sobre Moonghost para jalar de sus mejillas y sacarle la información—. Generalmente, los pokémon no explicamos nuestras mecánicas de batalla a un humano. Así que no esperes respuestas concisas, menos de alguien tan reservado como ellos dos.

    — De nuevo tienes razón, Mewtwo —asintió Moonghost, sonriendo con suficiencia— ¿Qué clase de ataque pensaste que era? —preguntó a Dyfir.

    — Uno psíquico, creo...

    — ¡Error! —exclamó Moonghost, interrumpiéndola en seco. Su voz no sonaba igual, era mecánica y escandalosa, como la de las máquinas expendedoras cuando te decían que no tenían suficiente cambio. Esto asustó a Dyfir a tal punto que pegó un grito, exaltando también al fantasma— ¡Tranquila, tranquila! ¡¿Qué rayos pasa contigo?! —chilló, con su voz de vuelta a la normalidad.

    — T-tú voz… —balbuceó Dyfir con un hilillo de voz.

    — Eso no importa —la interrumpió Moonghost, sacudiendo la mano—. Ese ataque no era psíquico, ¡nada que ver! Se trata de la especialidad de Eve. Sabía que se me habían pasado por alto ciertos detalles —agregó pensativamente.

    — No me dicuenta—comentó Dyfir sarcásticamente.

    — Mala mía —dijo Moonghost con una risilla nerviosa, encogiéndose de hombros—. Tampoco es que sea gran cosa. Es sólo que cada uno de nosotros tiene cualidades únicas, incluso ataques que ningún otro pokémon es capaz de aprender.

    No cabe duda de que es un detalle carente de importancia —señaló Mewtwo con ironía.

    — ¿Qué clase de habilidades tienes tú? —preguntó Dyfir frunciendo levemente el ceño, recordando lo torpe que el fantasma había mostrado ser en batalla.

    — Bueno, puedo imitar voces y sonidos a la perfección, además de cambiar de forma a mi antojo —contestó Moonghost con naturalidad.

    — Eso explica por qué parecías un tocadiscos esa noche —dijo Dyfir—. Y el por qué una vez me pareció escucharte imitándome —agregó, estremeciéndose por culpa de un escalofrío. Se sacudió rápidamente aquella desagradable sensación, debía seguir adelante— ¿Qué hay de Eve?

    — Uf, ella me supera con creces en ese sentido —dijo Moonghost, dibujando una amplia sonrisa—. A ella le otorgaron un tipo único —su tono de voz misterioso captó completamente la atención de los otros dos, justo lo que él quería—. Si bien Eve es del tipo psíquico, cuenta con el agregado del tipo plasma, como lo bautizó mi hermano mayor.

    ¡Qué disparate! Ese tipo no existe —sentenció Mewtwo con severidad, mirando despectivamente a Moonghost. Debía estar tomándole el pelo.

    — No, tú crees que no existe. Si supieras al respecto, entonces no sería especial, ¿cierto? —señaló Moonghost sonriendo de nuevo, aparentemente inmune a la mirada asesina del clon—. Es su don y lo que la hace tan excepcional. Ese tipo único le permite a Eve aprender cualquier clase de ataque existente, limitada únicamente por su anatomía porque, seamos sinceros, ¿quién cree lógico que Eve pueda usar una Guillotina? —dijo entre risas, haciendo la pantomima de unas pinzas gigantes abriendo y cerrándose sobre su cabeza, como si fuera un Pinsir—. Si ya no fuera suficientemente genial, también puede usar nuestros ataques insignia y algunas de nuestras habilidades. Por ahora, sólo tiene acceso a las mías, porque los sellos de nuestra madre así están diseñados, aunque no le gustan siquiera un poquito.

    Permanecieron un rato en silencio, lo que Moonghost aprovechó para distraerse con un par de Pidgey que pasaban por ahí, dándoles oportunidad a los otros dos para meditar acerca de lo que les acababan de revelar.

    — Hay algo que aun no entiendo, Moonghost. Si su objetivo es protegernos a todos, incluso a su propia madre: ¿Por qué les complicó tanto las cosas? —preguntó Dyfir, ahorrándole las molestias a Mewtwo de hacerlo él—. Y todavía no me aclaras lo sucedido con el Electabuzz.

    — Ni siquiera nosotros entendemos los procederes de nuestra madre, tampoco se supone que le demos muchas vueltas al asunto. ¿Quién cuestiona a su propia madre? Mientras me siguiera dando chucherías, todo bien —dijo Moonghost, encogiéndose nuevamente de hombros—. Con respecto a lo otro, el tipo plasma no escapa de tener fortalezas y debilidades. No te mentiré, por lo general es completamente inútil, los ataques de plasma no hacen nada de daño. Sin embargo, el plasma puede absorber y neutralizar la energía eléctrica con tanta facilidad que da risa. Si Eve quisiera, podría dejar a una ciudad entera sin luz, por eso el Electabuz hizo caput en el piso, se descargó.

    Eso resultó interesante e informativo para Mewtwo, dándole más incentivos para despejar un poco sus dudas y permanecer con ellos, al menos hasta que dejaran de impresionarlo. Lo que más satisfacción le causaba era constatar que sus suposiciones con respecto a los hermanos no fueron tan desacertadas, ahora sólo le bastaba atestiguar y comprobar que no sólo fueran palabrerías sin sentido, que viniendo de un fantasma no le extrañarían.

    Mewtwo hubiera continuado gustoso con sus cavilaciones, mientras Dyfir mostraba su desbordante emoción y buscaba saber más cosas, pero la entrenadora se detuvo de súbito.

    — Un momento... ¿neutraliza la electricidad? —repitió pensativamente. Su rostro pasó del asombro al enojo, poniéndose más roja que la panza de un Slowpoke quemada por el sol— ¡Tú saboteaste el Tren Magnético!

    Su grito hizo que unas cuantas aves alzaran vuelo despavoridas. En otras circunstancias, Eve habría disfrutado de su travesura, sabotear a Dyfir era de sus actividades favoritas, pero algo en su interior se estremeció en ese instante.

    — Aquí es —dijo con serenidad, frunciendo levemente el ceño.

    Estaban al margen de un claro, no tan extenso como otros que habían encontrado, pero lo suficiente para ser lugar de juego de muchos pokémon bicho. En el centro se erguía un gigantesco y esplendoroso árbol en flor, repleto a su alrededor de Caterpie, Metapod y Buttefree que retozaban muy a gusto bajo su sombra. En el tronco, también, se encontraban algunos Heracross alimentándose de su savia, aunque eran tan pocos que podían contarse con los dedos de una mano.

    — Se supone que debe haber algo aquí, ¿verdad? ¿Una esfera o algo así? — preguntó Dyfir de sopetón, buscando con los ojos entre la grama con gran emoción, olvidándose del saboteo del tren.

    — Es el árbol —espetó Eve, reprobando por completo lo que hacía la entrenadora.

    — ¿Eh? ¿El árbol? ¿Estás segura? —preguntó Dyfir quedamente, con una cara muy graciosa y una gota de sudor cruzando por su sien.

    Eve la ignoró, cruzando el claro con paso decidido, sin prestar atención al resto de los pokémon. Se detuvo al estar a los pies del árbol, acariciando su rugosa corteza con el ceño sutilmente fruncido.

    — ¿Cómo lo liberarás? —preguntó Moonghost con mucha curiosidad cuando la alcanzó.

    — No lo sé —suspiró Eve—. Necesitaré tiempo para pensarlo. Aprovéchenlo para descansar y no me molesten —añadió sin voltear a verlo.

    Moonghost se quedó hasta que Eve tomó asiento, fijando la mirada en el majestuoso árbol totalmente inmóvil, como si se hubiera sumergido en un trance. Como su hermana meditaba, Moonghost regresó con los demás, comunicándoles muy contento del tiempo indefinido de receso.

    Inmediatamente, Mewtwo fue a sentarse a la sombra de un árbol cercano. Dyfir pegó un brinco de alegría, corriendo a hacer algunos preparativos para el almuerzo y liberar un rato a todos sus pokémon. A Moonghost le encantó la idea, ofreciéndose a ayudarla y tener más tiempo para jugar luego, pero se detuvo y le lanzó una mirada llena de preocupación al árbol.

    — ¿Qué tendremos que hacer para sacarte? —se preguntó en voz baja.



    El sol comenzaba a languidecer, pero Eve seguía sumergida en su meditación, sin moverse siquiera para resoplar de angustia. No podían interrumpirla, estaban seguros de que los haría polvo si se les ocurriese tal cosa, era mejor dejarla en paz.

    Dyfir elevó la mirada, escudriñando entre las hojas del árbol que se alzaba sobre ella, segura de que debían ser pasadas las cuatro. Se sentía algo agotada, había dejado salir a sus pokémon para que pasaran un tiempo al aire fresco y estuvo jugando con ellos hasta hace poco.

    Moonghost, en cambio, aún tenía mucha energía y seguía tonteando con sus pokémon. En ese momento, tenía una competencia de muecas exageradas con Cleffano —su Haunter—, animados por los demás.

    En su regazo descansaba un adorable Furret, que disfrutaba de un muy necesario cepillado para desenredar su pelaje. Su nombre era Tretsenl y fue el primer pokémon que capturó por cuenta propia. Una Azumarril se acercó de repente a ellos, haciéndole señas a Tretsenl, claramente pidiéndole que jugara con ella y el Furret no dudó en saltar para perseguirla. Su ratón acuático se llamaba Shiver.

    Cerca de ella estaba su estimado Shade, escudado bajo la sombra de un árbol, siguiendo atentamente con la mirada a los demás pero reacio a unírseles. Un poco más allá, al pie de otro árbol, descansaban a sus anchas Llamita y Dartiniant, sus dos primeros pokémon y los que habían alcanzado con mayor rapidez un gran rendimiento en batallas.

    Dyfir hubiera continuando divagando, recordando cómo había capturado a todos los miembros de su equipo y rememorando sus batallas más épicas. Pero Eve se levantó de súbito y se acercó a ellos.

    — Ya sé qué tenemos que hacer —informó, aunque con cierto desagrado en su tono de voz, como si no le gustara para nada.

    — ¡Maravilloso! ¡Sabía que lo lograrías! Eres muy lista —celebró Moonghost con gran alegría, haciendo que Eve frunciera el ceño en desaprobación— ¿Qué hay que hacer? ¿Algún cántico oculto? ¿Rociarlo con lágrimas de Butterfree? ¿Ofrecer a un Caterpie virgen como sacrificio?

    — Miel de Beedrill —respondió Eve con desgana, esperando detener con eso el aluvión de ideas absurdas de su hermano.

    — ¡¿Estás segura?! —preguntó Dyfir exaltada, poniéndose de pie al tiro y caminando apresuradamente hacia ella. En su cabeza revoloteaba la idea de que era otra triquiñuela de la pokémon para desalentarla—. ¡Tiene que ser una broma! Lo es, ¿verdad?

    — ¿Te parece que bromeo? Si no fuese un requisito indispensable, si me equivocase, juro que me cambiaré el nombre a Moonghost —espetó Eve.

    — Pero las colmenas de Beedrill son muy peligrosas. Nadie se acerca a ellas, ¡mucho menos para robar miel! Lo que propones es suicida —señaló Tretsenl con preocupación. Si bien su entrenadora no tenía idea de lo que acababa de decir, el resto entendió a la perfección.

    — ¡Tretsenl tiene razón! —rezongó Moonghost con los ojos abiertos como platos— ¡Eso es de locos! —exclamó. Eve alzó una ceja, preguntándose si su hermano había olvidado que era él quien solía carecer de sentido común— ¡En esos nidos hay millares de esas avispas chifladas! Si nos aguijonean, estaremos más que fritos, no todos somos inmunes a su veneno ¡¿Y a quién rayos le gusta la miel de Beedrill?! ¡Es amarga y sabe feo!

    — Que sea dulce o amarga no hace ninguna diferencia, es lo que tenemos que conseguir y punto —dijo Eve con desdén—. La única idea que parece factible es alejar a la mayoría de los Beedrill de la colmena, así se nos hará algo más fácil obtener un poco de esa miel.

    — A ti jamás te ha picado un Beedrill, ¿cierto? —preguntó Dyfir, frunciendo levemente el ceño, pero la mirada que le dirigió Eve la hizo titubear.

    — De hecho, me han picado cosas peores —espetó en respuesta, dándole la espalda y echándole un ojeada a su alrededor—. Es mejor que nos pongamos a buscar de inmediato una colmena, será peor y más peligroso si cae la noche.

    — ¿Cómo piensas distraer a los Beedrill? —quiso saber Moonghost, con voz temblorosa.

    Eve se tomó su tiempo para contestar. Antes, prefirió sugerirle a Dyfir que dejara su bicicleta y examinar a Mewtwo con la mirada, quien apenas se levantaba y se unía para unirse y ayudar en la búsqueda.

    — Moonghost, ¿recuerdas cuando tú y Baby le robaban bayas a nuestro hermano? —preguntó ella de sopetón.

    — ¡Claro! ¿Cómo olvidarlo? Él siempre tenía una reserva de bayas deliciosas que no se conseguían en casa —respondió el aludido entre risas. Un ligero rubor de asomaba en sus mejillas, probablemente recordando el sabor de las mencionadas bayas— ¿Por qué te viene ese recuerdo a la mente justo aho…? —hablaba tranquilamente, pero se detuvo en seco y su rostro se desfiguró a causa del espanto— ¡Ay, no! ¡No estarás pensando que yo...!

    — ¡Qué bueno que ya lo hayas resuelto tú solito! Así me ahorro explicaciones —dijo Eve, atajando sus palabras en el aire con una sonrisa maliciosa que no desapareció hasta mucho después.



    El dorado sol se ocultaba, tiñendo con su brillante luz las copas de los árboles, que se mecían suavemente gracias a la delicada y fresca brisa, anunciando la pronta llegada de la noche. Cada elemento se complementaba para ofrecer tan hermosa vista, aunque un incesante zumbido se alzaba por encima de todo, rompiendo la armonía del atardecer.

    Y es que un colosal enjambre de Beedrill sorteaba entre los troncos con agilidad, persiguiendo sin compasión al grupo de viajeros que intentó robarles algo de su preciada miel bajo sus narices.

    — ¡¡¡ESTO FUE UNA PÉSIMA IDEA, EVE!!!—gritó Dyfir ahogadamente,, luego de saltar unos arbustos. Estaba agotada y no sabía por cuánto tiempo más podría continuar.

    — ¡¡¡Todo habría salido bien si Moonghost supiera hacer de señuelo!!! — exclamó Eve furiosa, esquivando los troncos de los árboles en pleno vuelo.

    — ¡Por eso te pedí que lo hicieras tú! —exclamó Moonghost muy alterado.

    — ¡No! ¡Te correspondía hacer algo por una vez! —vociferó Eve bastante molesta.

    — ¡Pero tú eres más ágil que yo! —rezongó Moonghost.

    Atravesaron una cortina de ramas y arbustos, llegando a una amplia pradera, que lejos de contentarlos les hizo maldecir y soltar palabrotas al cielo. Sería más sencillo para Dyfir correr, pero los Beedrill podrían darles alcance fácilmente.

    — ¡Eres un descarado! —chilló Eve con indignación—. ¡Eres igual de hábil que yo! ¡Siempre pones excusas absurdas para justificar tu idiotez!

    — ¡¿Acaso no te has percatado en el aprieto en el que estamos metidos?! — exclamó Moonghost—. ¡Sabes que no puedes darme tareas difíciles!

    — ¡¿Quién se iba a imaginar que fueras tan imbécil para terminar dando la vuelta?! —exclamó Eve al borde del colapso de ira.

    Mewtwo los escuchaba atentamente mientras vigilaba que Dyfir no se quedara muy atrás, dándole impulsos ocasionales con un poco de fuerza psíquica. Él no tenía por qué huir despavorido de un enjambre de Beedrill, le bastaba con encararlos y congelarlos con un —muy doloroso— Psíquico, lo haría en un santiamén. Pero no, prefería mantener su poder en el mayor anonimato posible para evitar preguntas.

    Sin embargo, los hermanos tampoco tendrían que preocuparse por tal cosa, bien podían sacudirse a las avispas sin mucho esfuerzo, empero preferían concentrarse en pelear. No podía más que observarlos con reprobación, sabiendo que si no hacían algo pronto, la humana se cansaría y los metería a todos en aprietos.

    ¿Por qué estamos huyendo? —preguntó Mewtwo de repente, tratando de sonar lo más casual posible, interrumpiendo la discusión entre los hermanos.

    — ¡No lo sé! ¡Yo no soy el que parece tenerle pavor a los Beedrill! —exclamó Moonghost con cierta ironía, haciendo un cruel énfasis en "pavor".

    Eve se detuvo en seco apenas escuchó esto, obligando a todos a hacerlo por igual. Con el ceño fruncido, le lanzaba una mirada asesina tan intensa a su hermano, que Mewtwo casi podía ver cómo ella hacía a un Walrein aparecer de la nada para aplastarlo. Si bien era intimidante, Moonghost no parecía afectado por ello, devolviéndole la mirada triunfante y sonriendo con sorna.

    Sin decir nada y sin que los otros dos entendieran lo que sucedía entre los hermanos, Eve les dio la espalda y caminó con paso firme hacia los Beedrill. Dyfir y Mewtwo quedaron perplejos, especialmente el segundo, pues su intención era que tomaran cartas en el asunto, no que se suicidaran.

    Mewtwo hizo el ademán de detenerla, pensando que debía hacer algo para ayudarla y evitar que se lastimara, más se detuvo al percatarse de que actuaría tan imprudentemente como en Viridian. No podía permitirse el repetir tal cosa, aunque conservó como opción intervenir si en verdad lo necesitaban, limitándose a observar a Eve atentamente. Ahí fue cuando notó que ella temblaba, no sabía si por miedo o por enojo.

    Cuando Eve se detuvo, a pocos metros de que los Beedrill la alcanzaran con sus aguijones venenosos, un aura violácea envolvió todo su cuerpo. Al principio sólo parecía una innecesaria proyección de su poder psíquico, sin embargo, en cuanto el primer Beedrill la embistió y quedó petrificado a poco menos de un metro de ella, sólo para ser lanzado lejos con una fuerza abrumadora, Mewtwo entendió que esa era la manera más segura que Eve encontró para enfrentarlos.

    Los Beedrill, cegados por la ira y zumbando amenazadoramente, se lanzaron uno a uno hacia Eve, siendo repelidos del mismo modo con cada vez más fuerza. No fue hasta que la primera línea de ataque quedó completamente derrotada, cuando el resto del enjambre se percató de lo que sucedía e inició su despavorida retirada.

    Ignorando las exclamaciones de alegría que pegaba Dyfir para celebrar su salvación, Eve se lanzó hacia las avispas, corriendo lo más rápido que le permitían sus ya cansadas piernas. Los Beedrill se apartaban de su camino muy asustados, haciéndoselo absurdamente fácil cuando brincó sobre una gigantesca avispa, atajándola en pleno vuelo y obligándola a comer polvo.

    En cuanto tocaron el suelo, el resto del enjambre voló sin control por todas partes, aparentemente tan confundidos como el grupo de viajeros. Intercambiaron miradas de consternación antes de acercarse cautelosamente a Eve, que forcejeaba un poco con el Beedrill cautivo, que todavía intentaba escapar en vano.

    — ¿Q-qué haces? —balbuceó Dyfir con voz queda. Seguía nerviosa aun cuando los Beedrill que revoloteaban sobre ellos ya no parecían querer matarlos.

    — Vuelvan al árbol y espérenme ahí —espetó Eve fríamente aunque en su voz se notaba un atisbo de nerviosismo que le era difícil disimular. En su rostro se asomaba un ligero tono verde, como si el sostener a ese Beedrill le produjera asco y todo lo que quisiera hacer fuese soltarlo y salir corriendo—. Dyfir, antes de que te vayas, dame el frasco de jalea vacío que guardaste.

    ¿Acaso esa es la reina? —preguntó Mewtwo asombrado.

    Las reinas no solían abandonar la colmena, era muy extraño que se unieran a los ataques para defender sus nidos. Que Eve pudiera encontrarla en medio del tumulto era igual o más increíble.

    — Eso parece —respondió ella entrecortadamente. La Beedrill estaba decidida a escapar y eso le estaba agotando la paciencia— ¡Ya quédate quieta! —exclamó molesta.

    Eve liberó un ruido extraño que tranquilizó a la Beedrill en seco, o más bien la asustó, y no sólo a ella. Era como un gruñido que, a pesar de tener un tono melodioso y suave, sin duda resultaba atemorizante y ponía en alerta al que lo escuchara. Eve estaba realmente obstinada.

    — El frasco —exigió Eve, extendiendo la mano hacia Dyfir cuando se aseguró de que la avispa ya había perdido toda voluntad de luchar.

    La chica, aún perpleja, revolvió lo más rápido que pudo en su mochila y sacó el frasco de mermelada vacío. Eve se lo arrancó de las manos, dejándolo en el suelo y metiendo rápidamente la mano en la mochila antes de que la cerrara.

    Murmullando que también la necesitaba, sacó una soga con la que ató los aguijones de las patas delanteras de su prisionera al aguijón trasero. Ante la atónita mirada de sus compañeros, Eve regresó sobre sus pasos, arrastrando a la Beedrill reina de vuelta a la colmena.



    Dyfir, Moonghost y Mewtwo esperaban sentados a los pies del gran árbol. Ya el sol se había ocultado, siendo la única fuente de luz la luna creciente y el cielo plomizo tachonado de estrellas... y una pequeña lámpara de acampar que Dyfir llevaba en su bolso.

    Rodeados de los sonidos nocturnos del bosque, esperaban por el regreso de Eve, pero el tiempo seguía pasando y no había señales de vida. A pesar de tal preocupación, el cansancio hacia cabecear a Dyfir y Moonghost, luego del maratón emprendido en la huida de los Beedrill quedaron extenuados.

    Mewtwo no sufría por ello, aunque mantenía los ojos cerrados y Moonghost se preguntaba si se habría quedado dormido. Al menos eso pensó hasta que los abrió repentinamente, fijando sus ojos violeta intenso sobre una mata de arbustos, susurrando: "Ahí viene...".

    Los arbustos se sacudieron y Eve salió de entre ellos con el frasco en sus manos, lleno a rebosar de un líquido color ámbar que a leguas se notaba que era muy viscoso. Mewtwo se puso de pie, mientras que los otros dos sacudieron la cabeza para espantar el sueño, restregándose los ojos perezosamente.

    — ¿Todo bien o te costó? —preguntó Moonghost adormilado, mirando a su hermana destapar el frasco y acercarse al árbol, luego de que le cedieran el paso—. Tardaste mucho, nos tenías preocupados.

    — Quedaron algunos rezagados para cuidar la colmena y fueron bastante obstinados, aunque no tuvieron opción más que dejarme tomar toda la miel que quisiera al ver que tenía a su reina —explicó Eve con frialdad, parecía que aún estaba molesta por lo sucedido—. Además, sacar esta miel no es nada fácil, es demasiado pegajosa.

    Y lo decía con razón. Ninguno lo había notado antes, pero Eve estaba cubierta de miel casi por completo, especialmente en sus brazos y pecho, con hojas y ramitas adheridas que se trajo en el camino de regreso.

    Sin prestar demasiada atención a esto, Eve se plantó frente al árbol y les pidió que le dieran espacio con un ademán. Sumergió su mano en el espeso líquido, untándolo en la rugosa y áspera superficie el tronco, susurrando cosas ininteligibles a los oídos de todos. Repitió el proceso varias veces hasta que el frasco quedó prácticamente vacío, lo dejó a un lado y dio unos pasos hacia atrás, sin retirar la vista de la zona embadurnada con miel. Pasó alrededor de un minuto... dos minutos... tres... pero nada sucedía.

    — Eve, está bien, todos cometemos errores —dijo Moonghost cordialmente cuando notó que su hermana comenzaba a temblar—. No pasa nada, ya encontrarás lo que necesitas para...

    — ¡Basta! ¡No quiero escucharte decir ni una palabra más a menos que sea algo útil! —espetó Eve de muy malagana—. No necesito de tu lástima, estoy segura de lo que tengo que hacer y esto es lo correcto. Que Rocknight nunca haya conseguido hacerte entender el concepto de paciencia es una pena, pero lo entiendo, es difícil con esa cabeza dura que tienes.

    — ¡Oye!

    — ¡No discutan de nuevo! —rezongó Dyfir, hastiada—. Es molesto que a cada rato...

    Dyfir se interrumpió cuando su rostro fue iluminado súbitamente. Del árbol emergía una luz misteriosamente cálida, alumbrando las caras del asombrado grupo de viajeros. En toda la superficie del tronco, las ramas e incluso las hojas, se dibujaron una gran cantidad de símbolos extraños interconectados con finas líneas, brillando en un tono verdoso intenso.

    — Esto es… hermoso… —musitó Dyfir, admirando la belleza del árbol iluminado que le recordaba a los pinos en Navidad.

    Donde estaba untada la miel, comenzó a dibujarse una estrella de doce puntas compuesta de triángulos entrelazados entre sí, en cuyo centro resaltaba un símbolo idéntico a la forma que tenía la gema de Eve. De ese símbolo surgieron unas motitas de luz, que revolotearon lejos del tronco como dientes de león soplados por el viento, acumulándose lentamente hasta formar una inmensa esfera luminosa frente a sus ojos.

    La luz en el árbol empezó a menguar hasta volver a la normalidad. No fue hasta después que la propia esfera brillante comenzó a apagarse. En cuanto sólo volvió a quedar la luz de la luna y la linterna, pudieron apreciar a la figura que tenía el mismo tamaño de Eve.

    Era idéntica a sus hermanos, aunque su pelaje era verde como la grama siendo más oscuro en algunas partes, la punta de su cola tenía tal forma que parecía una hoja grande, con orejas que eran ligeramente más regordetas que las de sus hermanos y terminaban en punta redondeada. En la base de su oreja izquierda nacía una hermosa flor blanca con sutiles manchas rosadas de seis pétalos, de la cual brotaba un aroma dulce y delicioso que resultaba relajante.

    El pokémon abrió lentamente sus ojos, parpadeando y engalanando sus grandes pestañas mientras asimilaba aquello que le rodeaba, observando todo con sus hermosos y brillantes ojos de esmeralda, igual que aquella que tenía incrustada en medio de su frente tallada en forma de hoja.

    — ¡¡¡Flowar!!! —exclamó Moonghost eufóricamente, echando a correr hacia la figura revelada.

    — ¿Moonghost? —musitó la criatura; su voz era femenina, muy dulce y tan suave como el terciopelo, resultaba un verdadero deleite escucharla. Moonghost ya estaba sobre ella cuando lo esquivó, dejando que su hermano se estampara la cara contra el tronco, y se acercó presurosa a Eve— ¡¿Eso es miel de Beedrill?! —preguntó muy emocionada, sin esperar respuesta alguna y lanzándose sobre ella, aprisionándola bajo su peso para lamerle el rostro.

    — ¡Flowar! —chilló Eve, bastante alarmada, su rostro se teñía de rojo intenso mientras intentaba apartarla— ¡Flowar, para ya! ¡Quedó algo en el frasco! —agregó desesperada.

    — ¡¿En serio?! ¡Dame, dame, dame! —pidió Flowar muy contenta, olvidándose de ella y abalanzándose sobre el frasco, engullendo muy gustosa la miel que sobraba—. Perdóname, Eve, es que me muero de hambre.

    — Descuida, fue una rudeza de mi parte no estar preparada —comentó Eve con cierto sarcasmo, recuperando el aliento mientras a sus espaldas Dyfir y Moonghost reían para sí.

    A Mewtwo también le había resultado graciosa la situación, aunque él era mucho más discreto al respecto. Además, estaba demasiado ocupado pensando en que, luego de atestiguar todo lo sucedido, quizás aceptar la invitación no había sido tan mala idea después de todo.

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  14.  
    Kao

    Kao 

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    me agrada tu fanfic.
    tu forma de explicar todo es perfecta
    se entiende eso es lo que mas me gusto
    y el acontecimiento que desencadena la trama es muy original.
     
  15.  
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    ¡Saludos, nuevo lector! owo
    Me alegra que te guste, he puesto ungran esfuerzo por escribir mejor cada día y me alegra saber que estos capítulos (que no son los que originalmente publiqué en el 2007) vayan bien ;w;
    También me agrada que te guste la historia, espero que te siga gustando a medida que avance. Muchísimas gracias por comentar, lo aprecio mucho <3




    ¡Ahora sí! Llegó el momento de actualizar.

    Este capítulo es de transición y no sucede nada verdaderamente relevante, es más para las risas (?) y cometer el gravísimo error de incluir a cierto personaje en la historia. Lo cierto es que sus apariciones son breves y sin ninguna relevancia para el destino de los personajes, cualquier otro extra podría haber hecho un mejor trabajo, pero era joven y no sé en qué estaba pensan... oh, espera, ya recordé, sólo quería echarles tierra... no, eso no justifica error tan espantoso.

    En fin, espero que les guste y recuerden que pueden visitar mi galería en deviantart, ahí posteo todos los dibujos concernientes al fanfic: onixtymime.deviantart.com

    Sin más que decir, espero que disfruten este capítulo.






    8

    Pueblo Paleta

    Las praderas que recorrían rebosaban frescura mañanera. El aire que se respiraba era tan limpio que podía purificar el espíritu de cualquiera mientras el sol, con su luz radiante, mantenía cálidos sus corazones y les anticipaba que un maravilloso día estaba por venir. Era perfecto para andar en bicicleta, cosa que Dyfir hacía tranquilamente, disfrutando del paisaje y el clima con el resto siguiéndola a vuelo.

    El camino era una simple franja de tierra que atravesaba el mar de grama, sin rastro de asfalto, típico de las zonas rurales. El lugar estaba plagado de Pidgey y adorables Rattata… o así se refería Dyfir a las pequeñas ratas hasta que uno, bastante osado, saltó de la hierba alta y se encaramó en su mochila para intentar robarle comida.

    Luego de su caótica aventura en el Bosque Viridian, esperaron a que amaneciera para buscar la salida, encontrando el camino que llevaba a Pueblo Paleta. Dyfir se entusiasmó muchísimo en cuanto verificó el mapa en su Pokenav, pidiéndoles hacer una parada para conocer uno de los puntos más emblemáticos de la región. Eve no estaba muy a gusto con la propuesta, pero debían reabastecer provisiones y era el lugar más cercano.

    Cuando era cerca del mediodía, avistaron el pequeño pueblo a lo lejos, repleto de casas blancas con techos rojos y amplios jardines vistosos, llenos de hermosas flores o pequeños huertos.

    — Pueblo Paleta —suspiró Dyfir emocionada, deteniéndose al borde de la colina para contemplar el panorama—. Aquí es donde los entrenadores de Kanto suelen recibir su primer pokémon de manos del más reconocido investigador de la región: el profesor Oak. Él es como una hacedor de sueños, es quien permite que todos los niños bajo su tutela emprendan su camino a la grandeza y...

    — ¡Qué emotivo! Tus conmovedoras palabras casi me hacen llorar... o vomitar, no estoy segura —dijo Eve con tono sarcástico, interrumpiendo bruscamente a la chica—. No sé qué es lo que realmente pretendes hacer en el pueblo, pero más te vale que no me hagas perder el tiempo, te recuerdo que no hay nadie aquí.

    — Pensé que era obvio que quiero conocer al profesor Oak —Dyfir no prestó atención a lo que Eve le decía, tan ilusionada con la idea que no había modo de desalentarla—. El profesor Elm me dijo que si se me presentaba la oportunidad de conocerlo no la desaprovechara. Es toda una eminencia, no sólo por todos sus aportes al estudio de los pokémon, también es un reconocido criador y poeta. ¡¿Quién no quisiera conocerlo?!

    — Está bien que sea famoso y todo eso, pero… exactamente, ¿de qué te serviría conocerlo? —preguntó Moonghost—. Digo, debe estar muy ocupado haciendo cosas científicas e importantes, ¿no?

    — ¡Oh, vamos! —rezongó Dyfir con pesar por no poder hacerles entender el motivo de tanta ilusión—. Quiero que examine a mis pokémon, obtener su visto bueno y poder decir 《 ¡Hey, conocí al Prof. Oak y dijo que mis pokémon están geniales! 》.

    Todos la miraron con cierto escepticismo, aún sin comprender por qué tanto alboroto, haciendo que Dyfir se sintiera algo abochornada.

    — Pequeña, no necesitas que nadie te diga lo buenos que son tus pokémon, mientras estén sanos y te adoren es lo único que cuenta, ¿no es verdad? —señaló Flowar maternalmente haciendo alarde de su voz tranquilizadora, que bien podía aliviar corazones como cualquier buen chocolate—. Pero si eso te hace feliz, no veo qué hay de malo en que le hagamos una visita.

    — Gracias, Flowar, eres muy dulce —dijo Dyfir, sacándole unas risitas a la flor.

    Reanudaron la marcha y en poco menos de una hora llegaron a las puertas del pueblo. Caminaron por la avenida principal, inmersos en una absurda discusión acerca del palo que llevaban los Farfetch'd, donde Flowar aseguraba que era un cebollín petrificado y Moonghost un palo de hockey.

    Eve pareció ser la única en percatarse de todas las miradas que atraían y las mandíbulas desencajadas que dejaban al pasar. Suspirando con frustración, sólo le quedaba esperar a que nadie los molestara y que el dichoso profesor hubiera muerto en un absurdo accidente.



    En uno de los pocos abastos grandes del pueblo, la anciana dueña del establecimiento y otra señora regordeta entrada en años, cuchicheaban ávidamente entre ellas. Lo cotidiano en Pueblo Paleta podía llegar a ser aburrido en extremo, por lo que tomaban como algo emocionante el estar al tanto de la vida privada del resto a cualquier costo, llevando el chismorreo a niveles más allá de un simple pasatiempo, como si eso las mantuviera vivas.

    — Ya te había contado lo que sucedió con los Verdana, ¿cierto? —dijo la primera, esperando que al dejar la pregunta al aire pudiera captar la total atención de su compañera de cotilleo.

    — Creo que no. De hecho, tenemos mucho tiempo que no sabíamos nada de ellos, así que más vale que me digas. ¡Cuenta, cuenta! —le animó la señora regordeta, parando la oreja para no perderse ningún detalle, recordando que la Sra. Verdana le caía como una patada en el estómago.

    — Bueno, resulta que el matrimonio de los Verdana no está pasando por el mejor de sus momentos, todo porque Doris consintió que su hijo de seis años iniciara su viaje sin la aprobación de su marido —contó la anciana, actuando como si aquello le pareciera una total insensatez. Mientras, su oyente negaba con la cabeza, reprobando por completo las acciones de la protagonista del chisme—. Y claro, como Oak no quiso entregarle un pokémon a ese malcriado, la madre tuvo que pagar a un criadero exclusivo para que tuviera su pokémon. Por eso es que el día de su aniversario de bodas, según me contó una de las criadas, el regalo que recibió Doris fue un Smoochom que le estampó un beso sin dudarlo.

    — ¡No te creo! —exclamó escandalizada la regordeta.

    — Difícil de creer, pero así pasó, la pobre Doris todavía se pone los calzones en la cabeza. Sigue desorientada aunque la hayan tratado los mejores médicos —agregó la primera con un tono bastante melodramático, haciendo como si el asunto la afectara profundamente.

    — ¡Eso no es nada! Yo te tengo otro cuento más bueno todavía—se apresuró a decir la señora regordeta, no le gustaba que superaran sus chismes.

    Pero el cuchicheo tendría que esperar, pues un coro de voces teniendo una conversación bastante animada llegó a sus oídos, interrumpiendo su sesión abruptamente. Sus ojos casi saltaron de sus cuencas cuando se toparon al grupo de viajeros, especialmente al caer en cuenta de que los pokémon estaban hablando como cualquier otro humano.

    No era común que los entrenadores pasaran por el pueblo a menos que fueran oriundos del lugar y regresaran para visitar a sus familias luego de sus largos viajes. ¿Qué vendría a hacer en ese lugar alguien que no era del pueblo? La respuesta era más que obvia: Oak.

    — ¿Estás completamente segura de que es por aquí? —preguntó Moonghost ansiosamente.

    — ¡Ya te dije que sí! —refunfuñó Dyfir, alzando un poco la voz a causa de la frustración—. El señor dijo que siguiéramos derecho por dos cuadras, luego girar a la izquierda, luego seguir caminando hasta encontrar un letrero cubierto con forma de Pidgey y tomar el camino de la izquierda… ¡Y este es el camino de la izquierda! —recitó rápidamente con cierta desesperación. Estaba tan hastiada de repetir las instrucciones, que arrancaría el poste y lo quemaría cuando partieran del pueblo—. Se supone que deberíamos tropezarnos con unas escaleras que llevan a un edificio con un molino.

    — Que es el laboratorio del profesor Oak —añadió Flowar muy risueña, prácticamente ignorando el estrés que la impaciencia de su hermano producía en la joven.

    El grupo siguió de largo, sumido en una plática que se desviaba al sinsentido total, sin percatarse siquiera de la presencia de las dos mujeres cuando pasaron frente a ellas, quienes los siguieron con la mirada hasta que se perdieron de vista.

    — ¿Acaso me volví loca o eran…? —balbuceó la regordeta.

    — No, no estás loca, eran pokémon parlantes —dijo la otra, interrumpiendo a su compañera para permitirse recuperar la compostura y dejar que su cabeza comenzara a maquinar un plan que le garantizara obtener la primicia de un jugoso chisme.

    Sorprendentemente, apenas pasaron algunos minutos cuando divisaron a la distancia el icónico edificio, en lo más alto de una colina… al final de una larga y empinada escalera.

    Tardaron un poco en llegar a la puerta por causa de Dyfir, quien maldijo por lo bajo cada escalón, no podía ni con su alma cuando se dejó caer sobre sus posaderas al llegar a la cima, sintiendo que el sudor resbalaba en inmensas gotas por su rostro mientras intentaba recuperar el aliento. Moonghost se unió a ella al instante, los últimos peldaños prácticamente los subió arrastrándose, respirando irregularmente y emitiendo un sonido que en otro momento hubiese hecho que Dyfir llorara de risa.

    — ¡¿Acaso el viejo ese no pudo poner más escaleras?! —preguntó Moonghost chillonamente—. Si tengo oportunidad de decírselo, le puedo proponer diseñarle un edificio de cien pisos sin elevador, a ver así logra matar a las personas a punta de cansancio. ¡Ya entendí la indirecta, viejo, no te gustan las visitas! ¡Con un cartel que ponga “No molestar” es suficiente!

    — Eres un exagerado sin remedio, Moonghost, aunque tengas algo de razón —dijo Flowar entre risas, sentándose cerca de su hermano. A diferencia de él, no aparentaba estar cansada en absoluto—. Como es alguien famoso, seguro gusta que le visiten lo menos posible, lo que explicaría lo apartado que está su laboratorio. Igual, es un lugar adorable, ¿no crees?

    — ¡Claro! Es un hombre tan importante, que las personas hacen filas interminables para subir éstas escaleras, sólo para recibir frases motivacionales prefabricadas— espetó Eve sarcásticamente, señalando con un gesto la desértica calle a su espaldas.


    Ella había llegado a la par que su hermana, con Mewtwo pisándole los talones, ambos frescos como lechugas, cosa que hizo a Dyfir sentirse ligeramente avergonzada por su mala condición física.

    La joven se reincorporó decidida a demostrar su valía, yendo hacia la puerta a paso tan lento que parecía tener cemento en los pies, todo por culpa del esfuerzo que convirtió sus piernas en gelatina. Ilusionándose con la idea de tomar un poco de agua bien fría —o una refrescante limonada—, levantó el puño para llamar a la puerta, deteniéndose a pocos centímetros al notar algo que la hizo sonrojarse por pura indignación.

    — Si no dependieras tanto de la levitación por flojo, estas escaleras serían una tontería para ti, Moonghost —dijo Flowar con ternura, dándole unas palmaditas en la rodilla a su hermano. Ella fue la primera en percatarse de que algo le sucedía a Dyfir— ¿Sucede algo, linda?

    Ante la falta de respuesta por parte de la entrenadora, Flowar y Moonghost intercambiaron miradas de extrañeza antes de que el fantasma se levantara del tiro, olvidándose de su extenuación al mirar con curiosidad por encima del hombro de Dyfir.

    — ¡Oh, miren! Hay un cartelito pegado a la puerta —dijo Moonghost alzando un poco la voz, algo sorprendido—. A ver, dice: "Salí a almorzar, vuelvo más tarde" —al terminar, volteó a ver a los demás.

    Si bien la noticia les cayó como una piedra en el estómago, la primera en reaccionar fue Eve, quien resopló con hastío y frunció el ceño, resintiendo que le quitaran tanto tiempo valioso.

    Dyfir salió de su estupefacción justo cuando Eve se daba la media vuelta y comenzaba a bajar las escaleras, confundiendo a todos sus compañeros.

    — ¿A-a dónde vas? —balbuceó Flowar con cierta preocupación, sin dudar en seguirla—. No estarás pensando en hacer una tontería, ¿cierto?

    — Voy a buscar al viejo del demonio y traeré su trasero de vuelta a patadas, no me importa dónde esté, mientras más lejos mejor —espetó Eve en respuesta, ignorando el chillido de indignación que soltó su hermana flor.

    — ¡Eve, ese lenguaje no es propio de una señorita! —exclamó Flowar frunciendo el ceño levemente. Aunque luego suspiró con pesar, terminando por sonreír y seguirla muy contenta, casi pegando saltitos—. Pero es muy dulce de tu parte querer ayudar. Mientras más ojos estén buscando al profesor, más pronto lo encontraremos.

    — ¿Qué bicho les picó? —preguntó Moonghost con un hilillo de voz, alcanzándolas como pudo y señalando a Flowar—. Tú, porque estás apoyando el maltrato a los fósiles —entonces apuntó a Eve—.Y tú, porque tanta amabilidad huele a Trubbish. ¿Qué está maquinando esa mentecita tuya?

    Dyfir sacudió la cabeza para avisparse y alcanzarlos, con un Mewtwo bastante hastiado siguiéndolos también con cierta desgano, ambos preguntándose también el por qué Eve rompía el esquema de la lista de “Cosas que Eve jamás haría ni aunque su vida dependiera de ello”

    — ¡Amabilidad mis polainas! —espetó Eve tajantemente, omitiendo los últimos diez escalones con un salto y volviendo por dónde habían llegado—. Esto es una absoluta pérdida de tiempo, pero ustedes se negaran a irse hasta que vean a esa momia, así que si lo consigo pronto nos podremos largar de este lugar. ¿Acaso es tan difícil de deducir?

    — ¿Pero por qué tanta prisa? Ni siquiera has captado la señal de otro de nuestros hermanitos. ¿A dónde iríamos? —preguntó Moonghost algo preocupado.

    — A cualquier otro lado menos este —contestó Eve obstinada, caminando por la calle como alma que lleva el diablo. Prefería mil veces estar metida en un bosque repleto de Beedrill que en un pueblo lleno de humanos.

    Bajaron por la misma calle por la cualquier vinieron, siguiendo a la ofuscada Eve que daba unas buenas zancadas e iba más rápido que los demás, deteniéndose frente a una pequeña tienda de víveres cuando Dyfir le dio el llamado de alto.

    — Es mejor idea que lo esperemos en el laboratorio, Eve —rezongó la entrenadora, recostándose en la baranda para recuperar un poco el aliento bajo la mirada asesina de la pokémon—. No tenemos idea de dónde pueda estar, es como intentar buscar una aguja en un pajar.

    — Eso suena aburrido y Eve necesita desahogarse un poco, tanto enojo nunca es bueno —dijo Flowar alegremente, ganándose un gruñido de reprobación de parte de la aludida—. De todos modos, el pueblo es pequeño, si no lo encontramos nosotros alguien más podría saber dónde está.

    — Sí, pero si no nos movemos, jamás vamos a hallarlo —espetó Eve de malagana, caminando impacientemente de un lado hacia el otro.

    — ¡Dame un respiro! —bufó Dyfir dejándose caer en el suelo, sacando su cantimplora de la mochila para tomar un poco de agua, ofreciéndole a los demás—. Estamos caminando desde temprano y luego tuve que subir todas esas escaleras. Necesito descansar.

    Con Eve replicándole a Dyfir con respecto a que aquello había sido su idea, ninguno se percataba de que estaban siendo observados desde un rincón oscuro de la tienda. La mirada aguileña de la figura oculta tomaba nota mental de cada rasgo de los viajeros, sintiendo que su corazón latía a mil por hora cuando salió de su escondrijo, repasando el guion que había preparado para la ocasión. Aquel era su momento de gloria y nadie podría arrebatárselo.

    — ¡Buenas tardes! —exclamó alegremente y con toda amabilidad, haciéndole pegar un respingo a Dyfir que la puso de pie al tiro—. Disculpa que te moleste, dulzura, pero me pareció escuchar que estás buscando al profesor Oak. Quizás yo pueda ayudarte.

    Dyfir, quien aún no había podido pronunciar ni una sola palabra, le lanzó una mirada dubitativa a sus compañeros y luego a la anciana. “¡Te tengo!”, pensó la desconocida, festejando en su interior por ser la dueña de la nueva exclusiva del pueblo, ya se veía contándoselo a las demás.

    — Descuide, señora, no es necesario —dijo Dyfir con una risilla nerviosa. La estupefacción de la anciana no tenía comparación—. Es cierto que buscamos al profesor Oak, venimos de muy lejos y no está en su laboratorio, pero no es tan urgente…

    — ¡Ajá! —lanzó la anciana agarrando a Dyfir por el brazo y arrastrándola consigo, reacia a dejarlos ir tan fácilmente—. Conque el viejo ese no estaba en su laboratorio, ¿eh? No puede estar muy lejos, dulce niña, yo te lo localizo tan rápido como encuentro una aguja en un pajar. ¡No tardaré nada! ¿Cómo te llamas, bonita? ¿Vienes de muy lejos?

    — Está de broma, ¿cierto? —musitó Eve a sus hermanos mientras Dyfir desaparecía en las entrañas del establecimiento.

    Un chirrido repentino les puso los pelos de punta y les hizo rechinar los dientes, hasta que una voz resonó por todas partes, consiguiendo que a todos se les pusiera la cara verde de vergüenza.

    — ¡PROBANDO, PROBANDO! —la voz de la anciana se proyectaba a través de unos megáfonos en los no se habían fijado antes— ¡¿SE ESCUCHA?! ¡¿SÍ?! ¡PROFESOR OAK! ¡SI ESTÁ ESCUCHANDO ESTE ANUNCIO PRESÉNTESE INMEDIATAMENTE EN MI OFICINA! ¡ES UNA EMERGENCIA! ¡REPITO: ES UNA E-MER-GEN-CIA!

    La cara de estupefacción de todos era épica, sus cerebros se habían paralizado por completo, no sabían si por la mentira o el modo en que fue anunciada.

    — ¡E-eso no era necesario! —balbuceó Dyfir bastante alterada y con la cara roja de vergüenza, saliendo a trompicones de la tienda— ¡No es para nada urgente! ¡Ay, por todos los cielos! ¿Ahora cómo voy a poder verlo a la cara?

    — ¡Oh, querida! ¡Todavía te queda tanto por aprender de la vida! —dijo la anciana tras mientras la seguía, negándole con el dedo y con una expresión de "todo lo sé"—. Cuando Oak desaparece, nadie sabe en dónde se mete, la mejor manera de apurarlo es hacerle creer que hay una emergencia catastrófica o no prestará atención a mi "llamadita". Además, aquí entre nosotras, creo que tiene una aventurita con la madre de uno de sus entrenadores apadrinados, si sabes a lo que me refiero…

    — ¿Llamatida? —bufó Moonghost—. Alguien me hace una "llamadita" como esa y yo le hago una "llamadota" de vuelta por desgraciado.

    — A mí lo que me intriga es la necesidad de la señora de saber siempre en dónde está el profesor —comentó Flowar ladeando una oreja.

    — Yo sólo sé que la Chatot que teníamos como vecina se queda en pañales al lado de esta vieja chismosa —señaló Moonghost, sacando la lengua para mostrar su desagrado.

    Repentinamente, las orejas de ambos se movieron de arriba a abajo en rápidos movimientos y giraron la cabeza a la derecha. Un joven con una banda rosada cubriéndole la frente, franela azul y pantalones a la rodilla, corría hacia ellos. Detrás de él venía al trote un señor de cabellos canosos, piel tostada y con una bata blanca ondeando al viento. De último, los seguía una señora con un delantal blanco lleno de manchas de colores. Por la prisa que llevaban pasaron de largo, sin notar la presencia de los hermanos y Mewtwo siquiera, yendo directamente hacia Dyfir y la anciana.

    — ¡¿Qué sucede, señora Florenda?! ¡¿Dónde está la emergencia?! —exclamó muy alterado el hombre, respirando entrecortadamente por el maratón que se había echado.

    — Respire y tranquilícese, profesor— contestó la anciana, dedicándole una rápida sonrisa de picardía a Dyfir, que todavía no hallaba en dónde esconder la cara—. La emergencia ha sido controlada. ¡Al fin lo encontramos!

    — ¡¿Cómo dice?! —exclamó el joven de la banda, frunciendo el ceño y con la nariz roja—. Señora Florenda, estábamos terminando de almorzar, casi se nos sale el alma cuando escuchamos el anuncio.

    — Esta chica —dijo Florenda señalando con un gesto a la pobre Dyfir, cuyo rostro la hacía parecer un Electrode gracias al contraste con su cabello— fue a su laboratorio y como no lo encontró fue a buscarlo por todo el pueblo. ¡Miren la hora que es! ¿No les da vergüenza hacer esperar a una dama?

    La señora que acompañaba al profesor y su asistente fue la primera en fijarse de la presencia de los pokémon, acercándose cuidadosamente hasta Flowar e inspeccionándola con curiosidad.

    — Oh, pero qué flor tan preciosa. ¡Y qué bien huele! —comentó con una gran sonrisa.

    Ahí fue cuando los otros dos voltearon, quedando boquiabiertos ante los pokémon tan peculiares que estaban ante ellos, a pesar de que la mirada de Eve les advertía claramente que no se acercaran.

    — Bueno, Dyfir, aquí lo tienes —dijo Florenda orgullosamente—. El famosísimo profesor Samuel Oak, su asistente Tracey y la señora Ketchum, ella es madre de un entrenador apadrinado de Oak —añadió, alzando las cejas y sonriéndole con picardía, consiguiendo que Dyfir se tapara el rostro con las manos y deseara que un Swalot se la tragase entera.



    Los minutos pasaron como si fueran horas mientras Dyfir platicaba con el profesor Oak en la sala. Claramente estaba fascinado con los hermanos y Mewtwo, comentándole que antes había visto pokémon raros y únicos, pero que siempre resultaba una experiencia maravillosa encontrarse con más… ¡especialmente si eran cuatro a la vez!

    Con el profesor Oak ocupado, su asistente —que se presentó como Tracey— había agarrado a Flowar como modelo y no paraba de hacer bocetos de ella, sorprendido por su singularidad y dulzura.

    Así transcurrió lo que quedaba de la tarde hasta el atardecer, cuando Oak culminaba la examinación del equipo de Dyfir con Tretsenl, que parecía algo nervioso por la mirada penetrante del hombre.

    — Permíteme decir que tus pokémon a simple vista lucen sanos, felices y fuertes, Dyfir. No cabe la menor duda de que hasta ahora has hecho un maravilloso trabajo en su crianza y entrenamiento—dijo Oak, acariciando al dócil Furret detrás de la oreja.

    Al otro lado de la ventana, en el amplio jardín del laboratorio, Eve escuchó claramente la exclamación de júbilo que pegó Dyfir, entrecerrando los ojos con recelo. Estaba atenta a lo que la joven decía para evitar que soltara más información de la que debía, aunque era difícil concentrarse cuando Moonghost no paraba de dar volteretas en el aire, acercándose a ella cuando se aburrió de tontear.

    — Este lugar tiene un aire hogareño muy agradable, ¿no crees? —dijo a su hermana con una sonrisa de oreja a oreja—. Como es campo abierto no te sentirás enferma y, además, hay muchos pokémon aquí. Ya sabes, podrías intentar hacer amigos.

    En ese momento, Moonghost sintió que alguien lo agarraba de la cola, volteó y fue incapaz de reaccionar a tiempo para evitar que una enorme masa viscosa y maloliente lo aplastara. Eve pudo evadirlo por muy poco al pegar un salto con bastante gracia, observando con una sonrisa burlona mientras su hermano era víctima del abrazo de un Muk.

    — Creo que será difícil hacer amigos contigo cerca, hermano, tu carisma me supera —dijo Eve entre maliciosas risillas a medida que el Muk le demostraba su afecto al fantasma.

    — ¡¿Qué es esto?! ¡Eve, Flowar, auxilio! —chilló Moonghost con voz aguda, agitando los brazos desesperadamente, intentado librarse del pokémon en vano.

    — ¿Le deberíamos recordar que puede desvanecerse y atravesarlo? —susurró Flowar al oído de Eve, quien había llegado corriendo al escuchar el alboroto, sin poder contener la risa cuando le negaron con la cabeza como respuesta.

    — ¡Dejen de reírse y ayúdenme! —exclamó Moonghost a la par que por fin se desembarazaba del Muk y echaba a correr. El pokémon viscoso lo persiguió y, por increíble que parezca, le seguía el trote sin muchos problemas— ¡Ayuda, ayuda!

    — ¡Lo siento Moonghost! —exclamó Flowar, desternillándose de la risa con su hermana—. Los Muk le producen sarpullido a Eve y a mí me ensucian demasiado, es difícil quitar de la piel fluidos de Muk, ¿sabes?

    Ajenos al alboroto que producía Moonghost huyendo del cariñoso Muk, Dyfir continuaba hablando con el profesor Oak, explicándole lo que podía acerca de los hermanos.

    — Los conocí cuando estaba tomando unas vacaciones en Altomare —dijo, tomando un poco del té que le habían ofrecido—. Estando en el Museo de Historia, Eve entró y robó un artículo en exhibición, donde resultó que Moonghost estaba encerrado. Desde entonces estoy viajando con ellos —se detuvo un momento, fijando la mirada en el contenido de su taza, meditando un poco todo lo que había sucedido desde ese día—. Estaba viajando para participar en la Liga Johto, de hecho, sólo me falta una medalla para poder inscribirme. Pero… cuando me topé con ese par, algo dentro de mí me impulsó a acompañarlos, no sé si fue la sed de aventura o algo más… no estoy segura, me es difícil explicarlo sin que suene extra…

    Un golpe en la ventana los hizo respingar, encontrando la cara de Moonghost aplastada contra el vidrio, articulando la palabra “Ayuda” hasta que desapareció, probablemente al caer de nuevo víctima del cariño del Muk.

    — Eh… por lo que me has relatado, son unos pokémon llenos de misterios y producen un sumo interés en mí —dijo Oak riendo nerviosamente, intentando disimular lo que acababa de suceder— ¿Me permitirías estudiarlos? No es necesario que se enteren, los observaré con bastante discreción.

    — Si esa decisión estuviese en mis manos, probablemente le diría que sí, profesor —dijo Dyfir con seriedad—. Pero Eve tiene mal carácter y no le gusta que se metan en sus asuntos, más todavía si se trata de un humano, no creo que lo permita.

    El timbre sonó en ese momento, llamando la atención de Oak e interrumpiendo la conversación cuando Tracey fue a atender la puerta. En menos de un minuto, un chico de tez tostada con un Pikachu en los hombros irrumpió en la sala, desbordando optimismo y felicidad.

    — ¡Hola, profesor, estoy de vuelta! —exclamó con alegría, secundado por su Pikachu que levantó la patita en señal de saludo— ¡Uf, al fin llegué! Disculpe que haya entrado así, pero mi mamá no está en casa. ¿Está aquí? Tengo muchas ganas de verla.

    — ¡Qué gusto verte de nuevo, Ash! —respondió Oak, dedicándole una radiante sonrisa al recién llegado.

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    Pasando para publicar "nuevo" capítulo. Espero que sea de su agrado... algún día, senpai me noticeará (?)




    9

    Sin señal

    Los días pasaron hasta cumplirse una semana. A pesar de que el tiempo apremiaba tuvieron que permanecer en Pueblo Paleta, recibiendo alojamiento de un muy entusiasta profesor Oak, que estaba contento con la oportunidad de poder observar por más tiempo a los hermanos.

    Para completo desagrado de Eve, todavía no lograba sentir que algún otro de sus hermanos despertara, superada por el empeño de Moonghost y Flowar de hospedarse en el pueblo para no andar sin rumbo por el mundo.

    Eve pasaba el día entero meditando al borde de la desesperación, rogando por encontrar a otro hermano y poder seguir adelante. Detestaba sentir las miradas de humanos curiosos sobre ella, relamiéndose por la ansiedad de robarle toda la información posible, sintiéndose con el derecho de conocer qué hacía en ese mundo. ¡Pamplinas!

    Por su parte, Dyfir había formado una pequeña amistad con Ash, el joven entrenador que llegó el mismo día que ellos junto a otros compañeros de viaje. Ash quería ser un maestro pokémon así que siempre tenían de qué hablar. May era una ferviente participante en Concursos Pokémon y podía pasar horas escuchándola de hablar sobre rutinas, aunque a Dyfir no le simpatizara mucho el glamoroso mundo de los concursos. Brock aspiraba a ser un criador, Dyfir estaba sorprendida por entender sin problemas de todo lo que él le hablaba, eso se lo podía agradecer a su madre. Por último estaba Max, el hermano pequeño de May, que aspiraba a tener pronto su primer pokémon y su impaciencia podía resultar exasperante.

    Dyfir simpatizó con todos de inmediato, resultaba liberador poder hablar con otros humanos, era más sencillo entenderse. Claro que era divertido poder hablar con pokémon, no tenía palabras para explicar lo genial que le parecía ser tan afortunada, pero igual necesitaba congeniar con los de su misma especie para no creer que estaba loca.

    Así llegó el octavo día, ofreciendo un clima esplendoroso con cielo azul intenso y nubes de algodón, permitiéndoles disfrutar al máximo de los diversos hábitats, escogiendo el campo en esa ocasión.

    Moonghost y Flowar jugaban con un grupo de pokémon mientras Eve se mantenía apartada para meditar, bajo la fresca sombra protectora de un gran árbol, intentando aislarse y así continuar con su búsqueda.

    Mewtwo hacía lo mismo que ella por su cuenta, ocupado en sus propios pensamientos y preocupaciones. El encontrarse con Ash fue una sorpresa poco agradable, el chico lo reconoció de inmediato y se mostró muy contento por ellos, algo inofensivo que sólo sirvió para aumentar la desconfianza de Eve hacia él.

    Lo sucedido resultó curiosamente frustrante para Mewtwo, empeorando su malhumor por la insistencia de Ash de ser amigable con él, no le gustaba el contacto con los humanos y sólo podía soportar a Dyfir gracias a la presencia de Moonghost.

    Suspiró, lanzándole una curiosa y rápida mirada a Eve, pensando que en cierto modo eran similares con respecto a los humanos, con la diferencia de que ella mostraba su desprecio sin tapujos. Sólo por eso, comprendía que ella lo mirara con mucho más recelo que antes y mantuviera la distancia.

    Justo en ese momento, Flowar se acercó alegremente a su hermana, tarareando quién sabe qué cosa y llamando la atención de Eve.

    — ¿Quieres unirte a nosotros y jugar un rato? —la enorme sonrisa de Flowar era tan encantadora que opacaba los rayos del sol.

    Eve no se movió ni un ápice, le bastó con apenas abrir un ojo para desmotivar a Flowar, quien dejó caer las orejas un poco y se retiró con el entusiasmo mermado. Eve era realmente extraña, ni siquiera se la llevaba bien con sus propios hermanos, lucía joven pero no actuaba como tal. Carecía por completo del brillo soñador e inocente que tenían Flowar y Moonghost en sus ojos, si bien tenía deberes importantes que cumplir, su urgencia por cumplirlas era enfermiza.

    Mewtwo decidió acercarse a Eve, impulsado por la curiosidad y el interés por desentrañar las razones de su comportamiento, sentándosele cerca sin que ella pareciera darse cuenta. La observó fijamente por unos instantes, quizás esperando a que se percatara de su presencia, rindiéndose al ver que estaba muy concentrada o… puede que lo ignorara adrede, no sería inusual.

    ¿Aun no logras conseguir nada? —le preguntó cautelosamente.

    Eve pegó tal respingo que Mewtwo se sorprendió de contener la risa. No había duda de lo poco acostumbrada que estaba Eve a que Mewtwo le dirigiera la palabra, especialmente porque él prescindía de sus cuerdas vocales y utilizaba la telepatía para comunicarse. Escuchar repentinamente una voz retumbando en tu cabeza podía ser incómodo, especialmente si se estaba tan inmerso en la meditación como Eve, así que la mirada asesina que recibió de ella se la tenía bien merecida.

    — No —respondió tajantemente, girando para darle la espalda y volviendo a sus asuntos.

    Quizás deberías tomar un descanso, puede que el estrés embote tu psiquis y por eso no logras captar nada por más tiempo que te dediques medites. Jugar con tus hermanos parece una buena opción para despejar la mente —dijo Mewtwo hablando como si nada, no se dejaría intimidar por una mirada envenenada de alguien más pequeño e inmaduro que él.

    No tardó mucho en recibir otra mirada asesina de Eve, quien lo observaba por encima de su hombro, frunciendo el ceño y moviendo la cola efusivamente en clara señal de descontento.

    — ¿Jugar? No pierdo el tiempo en tales frivolidades, es absurdo pensar que es una solución, tanto como si tú te pusieras perseguir una pelota en este mismo instante —espetó Eve de malagana.

    Mewtwo tuvo que admitir que Eve tenía razón —aunque no en voz alta, primero muerte—, su sugerencia era absurda, pero insistía en que la angustia tenía saturada su mente y por ello no lograba captar las dichosas ondas de psiquis.

    Ciertamente, jamás iría detrás de una pelota, aunque eso no significa que existan otros métodos para liberar tensión —señaló Mewtwo inmediatamente, sorprendiéndose ante su insistencia, sabía que lo más sensato era retirarse pero algo lo mantenía anclado en ese lugar—. Dudo en demasía que compartir tiempo con tus hermanos sea un desperdicio, estuvieron dormidos por siglos, debieron extrañarse.

    — ¿Tú qué sabes sobre mis hermanos y yo? —soltó Eve con hastío, dándole la espalda una vez más—. Respetaré tu modo de pensar, pero eso no funciona conmigo, no lo intentes.

    Por más que lo niegues es lo que necesitas, has perdido todos estos días meditando con resultados nulos, todo por tu urgencia de largarte de este lugar —espetó Mewtwo, comenzando a irritarse ante la necedad de Eve—. Es cierto que no te conozco, obviamente a ninguno de los dos nos interesa hacer tal cosa, sólo te señalo algo obvio con respecto a la psiquis; tomar un descanso permitirá que logres enfocarla mejor.

    — Si está claro que ninguno de nosotros tiene el mínimo interés por el otro, explícame entonces, ¿por qué insistes tanto en que descanse para salir de este pueblucho? —espetó Eve molesta, sin molestarse en mirarlo en aquella ocasión.

    Porque… —titubeó Mewtwo, deteniéndose en seco al darse cuenta de que no tenía una respuesta. La malcriadez de Eve era suficiente para dejarla sola, ni siquiera sabía por qué lo intentaba. Quería entender todo respecto a esos hermanos, pero ahora eso parecía no ser motivación suficiente. ¿Entonces por qué? —. No lo sé… Veo que todos se preocupan por ti y por el asunto que los trajo aquí, no quieren que te esfuerces demasiado para evitar que te sobrecargues y…

    — ¡¿Qué dijiste?! ¡¿Qué ellos están igual de preocupados que yo?! ¡¿Qué me esfuerzo demasiado?! —exclamó Eve histéricamente, poniéndose de pie al tiro y dándole la cara, que estaba roja como un tomate por laira que la embargó súbitamente— ¡No sabes de lo que estás hablando! ¡¿Quién te crees para venir a hablarme tonterías?! ¡Tú no sabes lo que tenemos que hacer! ¡Mucho menos sabes lo que a me toca hacer! ¡He tenido que sacrificar muchas cosas y debo seguir haciéndolo porque nunca es suficiente! ¡Todo para salvarle el pellejo a criaturas rastreras, viles y sin escrúpulos que nunca debieron existir! ¡No merecen que yo tenga que…! —se detuvo súbitamente, temblando y abriendo los ojos de par en par, como si acabase de recordar lo más terrible del mundo.

    ¿Hacer qué? —musitó Mewtwo inconscientemente, tan consternado por lo que acababa de ocurrir como ella.

    — ¡¡¡No te importa!!! —vociferó Eve, convirtiéndose repentinamente en la viva personificación de Medusa, expeliendo chispas violáceas en todas direcciones—. ¡Lárgate! ¡No te quiero cerca! ¡LARGO!

    Mewtwo frunció el ceño, se puso de pie y se alejó sin decir nada, lejos de sentirse intimidado el sólo pensó en que no tenía por qué soportar el malhumor de Eve. Caminó con tranquilidad pero sentía que el rostro le ardía por semejante desaire, en cualquier momento comenzaría a salirle humo de las orejas.

    ¡Qué maravilla! Lo había arruinado, cualquier mínimo de confianza que restara luego de Ash la había echado al caño, Eve le haría la vida imposible para disuadirlo. Sin embargo, lo que más disgustaba a Mewtwo de todo ese asunto, además de las groserías de Eve, era descubrir que lo podía molestar tanto con poquísimo esfuerzo.

    Lo más sano para él era irse, no existía ningún juramento que lo atara a ellos, no tenía por qué soportar semejantes cosas y menos cuando se trataba de un asunto que no tenía nada que ver con él. Sin embargo, una voz en lo más recóndito de su mente gritaba desesperadamente, diciéndole que se estaba mintiendo a sí mismo y que deseaba continuar.

    Mewtwo no sabía qué era peor: los gritos de Eve colmándole la paciencia o aquella débil vocecita que le metía el dedo en la llaga de cuya existencia desconocía.

    A pesar de que Mewtwo había accedido a desaparecer de su vista, Eve no conseguía recuperar la calma, buscando otro lugar en donde nadie la molestara para recuperar el control de su cuerpo y emociones. Se dejó caer en el suelo, las chispas de plasma seguían saltando al compás de su irregular respiración. Temblaba de rabia y la temperatura de su cuerpo aumentaba sin pudor, todo porque un extraño pretendió decirle qué hacer y la sacó de sus casillas. Para empeorar la cuestión, estuvo por decir algo que no debía, ese algo que detestaba con todo su ser.

    Eve gruñó, llevándose las manos a la cabeza y negando con ella efusivamente, cerrando con fuerza sus ojos. “No pienses en eso, no pienses en eso, olvídalo”, se dijo con desesperación, rechinando los dientes y sabiendo que era difícil hacerlo. Nadie era capaz de comprender su frustración, tampoco esperaba que alguien lo hiciera, no les importaría mientras ella salvara sus miserables vidas. Había nacido para eso y no tenía forma de escapar de su destino.



    Mewtwo vagaba por el jardín luciendo algo ofuscado aunque meditabundo. Eso le parecía a Moonghost, que lo observaba desde una prudente distancia, oculto entre los arbustos. Con las intenciones de levantarle el ánimo, Moonghost salió de su escondite, desconociendo que el clon preferiría mil veces que lo dejaran solo.

    — ¡Buen día, Mewtwo! ¿Por qué tu rostro es atacado por las inquietudes de la vida? —preguntó Moonghost, imitando la voz del profesor Oak en un modo muy amanerado y exagerando los gestos que hacía—. Es un día esplendoroso. La suave brisa del verano sopla y nos envuelve levantando algunas faldas en el proceso. Llenando de calidez nuestros corazones gracias a la luz del brillante sol, despejando el cielo para deslumbrarnos con su maravilloso azul, así podrá calcinar con eficacia nuestras delicadas retinas. Un presente tan magnífico como este no se recibe todo el tiempo, igual que el maravilloso espécimen ante ti agregándole palabras pomposas a cada oración… ¡Oh, Clotilde! —estalló en risotadas, ignorando que Mewtwo alzaba una ceja en señal de reprobación. Luego de enjugarse las lágrimas y ya usando su propia voz, añadió—: Ya, hablando medio en serio, es un día muy bonito para tener esa cara larga. ¿Te sucede algo malo?

    No me sucede nada, sin embargo… —contestó Mewtwo severamente, deteniéndose de sopetón y taladrando al fantasma con la mirada—. Hay cosas que no nos has dicho y una especial con respecto a Eve, ¿cierto? Acaba de gritarme sin motivo porque casi se le escapa algo. Quiero saber de qué se trata.

    A cualquier otro le hubieran temblado las piernas ante semejante exigencia, pero la naturaleza despistada y despreocupada de Moonghost sólo hizo que se encogieran de hombros, sin sentirse amedrentado por los intensos ojos violetas del clon.

    — ¿Algo sobre Eve? —repitió pensativamente, rascándose la cabeza y ladeando una oreja—. Te he contado bastantes cosas, quizás no todas porque no las recuerdo del todo, pero con respecto a Eve no hay más nada. Sabes que siempre estoy dispuesto a darte toda la información que me pidas, ¿verdad?

    ¿No estarás mintiéndome? —inquirió Mewtwo, entrecerrando los ojos con desconfianza ante la radiante sonrisa del fantasma.

    — No sería capaz de hacerle tal cosa al compadre de mi alma ectoplásmica—respondió Moonghost ensanchando más su sonrisa.

    Mewtwo mantuvo la mirada clavada en él, poco convencido de la sinceridad de su respuesta, sintiendo la tentación de hurgar en su cabeza por un instante. Respiró profundamente un par de veces para calmarse, no quería hacerle eso a alguien que lo consideraba su amigo, así que le agradeció con un sutil ademán de la cabeza y siguió su camino, sumergiéndose de nuevo en sus pensamientos. Quizás si ordenaba toda la información con la que contaba descubriría algo por su cuenta.

    Moonghost comprendió que seguir a Mewtwo sólo lo angustiaría más, así que se quedó en el sitio, observándolo hasta que estuvo bastante lejos. Repentinamente, sus orejas decayeron y suspiró con pesar, clavando la mirada en el suelo con tristeza.

    “Quisiera poder contártelo todo, Mewtwo, pero incluso yo pienso que es mejor que no sepan ciertas cosas”, pensó bastante alicaído. “Son muy dolorosas y vergonzosas para Eve…”.

    — ¡Un, dos, tres por Moonghost! —exclamó Flowar, saltando de imprevisto desde los mismos arbustos que su hermano utilizó para ocultarse antes.

    — ¡¿Qué?! —chilló Moonghost, corriendo detrás de su hermana para intentar llegar al punto de salvado antes que ella—.¡No cuenta, no cuenta! ¡Olvidé que estaba jugando!



    Ocultos entre la maleza, cuatro pares de ojos observaban atentamente a Moonghost correteando tras la risueña Flowar, cada uno a través de binoculares de alta tecnología que guardaban información del movimiento de los hermanos.

    — El de la flor no estaba antes —masculló un hombre con tono umbrío.

    — ¿De dónde salió? ¿Acaso evolucionaron? —cuestionó un segundo, dejando de lado sus binoculares y colocándose unos pequeños lentes de sol circulares.

    — No, ahora hay tres —dijo el que tenía la voz más gruesa y carrasposa.

    — ¿Y de dónde salió? —preguntó el primero.

    — Eso no nos importa. Nuestra misión es capturarlos y nada más, si aparecen otros sólo aumentarán nuestros méritos cuando los llevemos ante el jefe —gruñó el tercero, guardando sus binoculares y lanzándoles una mirada de reproche a sus compañeros— ¿Acaso tengo que recordarles lo que nos sucederá si fallamos?



    — ¡Fracasos como estos son inaceptables viniendo de soldados de tan alto rango como ustedes! —vociferó Giovanni dándole un puñetazo a su escritorio—. ¡Les asigné pokémon de élite y con eso era más que suficiente, los superaban en número y fuerza! ¡A pesar de tener todo a su favor, los superó su incompetencia y fueron incapaces de hacerles siquiera un rasguño!

    — P-pero, jefe… intento decirle que... lo que sucedió fue que…—tartamudeó Cara de Primeape.

    — ¡Me importa un bledo si la chica tenía un Articuno! ¡Derrotas ante adolescentes son imperdonables y suponen una vergüenza para la organización!

    —Pero, jefe… —balbuceó el más corpulento de todos con timidez.

    — ¡Basta de excusas! —exclamó Giovanni, acompañado de un bufido amenazador de su Persian que hizo temblar al grupo—. Localizarán a esos pokémon, los capturarán y los traerán ante mí aunque sea lo último que hagan —resopló recostándose en su silla, intentando serenarse aunque que la vena de su sien palpitaba de un modo que parecía estar a punto de estallar—. Y cabe aclarar que más les vale no regresar si no cumplen su misión.

    Un escalofrío recorrió la columna vertebral de los cuatro subordinados de Giovanni, profundamente conmocionados por las últimas palabras de su jefe. Intercambiaron miradas nerviosas entre ellos, intentando encontrar la manera de aminorar la ira de su amo y señor.

    — Jefe, el problema es… intentamos decirle que… —insistió Cara de Primeape, tratando de darle la importante información que tenían para él, sin recibir tal oportunidad.

    — ¿No fui lo suficientemente claro? —siseó Giovanni, dejando los papeles en los que se había ocupado y echándolos efusivamente con un ademán de la mano.

    — ¡Mi jefe supremo! —exclamó el único que había permanecido callado en su esquina, temblando de miedo al sentir la penetrante mirada de odio que le dirigió Giovanni—. ¡Hemos intentado decirle que el mayor motivo de nuestro fracaso fue a la intervención de Mewtwo!

    — Sus pobres excusas me interesan en lo más míni… —espetó Giovanni, deteniéndose de súbito al terminar de procesar las palabras que acababa de escuchar—. ¿Qué dijiste?

    — Lo que escuchó, jefe supremo —respondió Cara de Primeape, dando un paso adelante y parándose firme, sintiendo confianza al ver el súbito interés de su líder—. Estábamos cerca de eliminar a la entrenadora que se encontraba con nuestro objetivo, pero nuestra operación se vio frustrada cuando esta chica fue protegida por barrera psíquica. Se identificó al responsable como Mewtwo.

    >>Antes de reportarnos acudimos al Departamento de Investigación, donde nos suministraron información de avistamientos de un extraño pokémon en un rango de seis meses —Cara de Primeapa tomó una gran bocanada de aire antes de continuar, hablaba tanto y tan rápido que se quedaba sin aliento—. Incluso se conformó un grupo de soldados para la investigación de este caso, por si desea corroborarlo. En vista de las coincidencias, podemos asegurar que se trataba de Mewtwo, lo que indica que se alojaba en esta ciudad desde hace bastante tiempo.

    — No es necesario corroborar nada, yo mismo firmé la autorización. Recuerdo que me pareció una pérdida de tiempo —musitó Giovanni entre dientes, olvidándose por completo de sus papeles, intentando sobreponerse a todo lo que escuchaba.

    El Persian ronroneó cruelmente, comenzando a recorrer la habitación con suma lentitud, fijando la mirada en los subordinados y poniéndolos de nuevo nerviosos.

    Giovanni agradeció que su mascota supiera cuando deseaba tener un momento para pensar. Abrió una gaveta de su escritorio, sacando de una llamativa caja un cigarro que no tardó en encender. Aspiró y soltó el humo, buscando liberar un poco la tensión que invadió su cuerpo, meditando un poco respecto al tema.

    Tenía que tomarse las cosas con calma, emocionarse por algo que si bien podía no ser cierto era absurdo. Sin embargo, la sola idea de pensar que el bicharraco por el que pagó muchísimo dinero estuviera bajo sus narices y él ni enterado, le hacía hervir la sangre.

    — Ya veo… —musitó Giovanni pensativamente para sí, jugueteando con el cigarrillo entre los dedos—. Si lo que dicen es verdad, algo tuvo que impulsar a Mewtwo a salir de su escondite, aunque estoy seguro de que vio lo mismo que yo: un par de pokémon de apariencia similar a un Mew. Es obvio que luego de esto habrá abandonado la ciudad, si sus problemas existenciales siguen intactos, probablemente se haya ido con ese grupo —se detuvo un instante, sopesando las palabras que diría a continuación—. La misión anterior sigue en pie, pero deberán traerme a Mewtwo también en caso de que esté con los objetivos principales de su misión.

    — ¡Como usted ordene, señor! —exclamaron los cuatro al unísono, poniéndose bien firmes y sus pechos inflados de orgullo.

    — Los métodos que utilicen no me interesan, siempre y cuando me traigan esos pokémon vivos—dijo Giovanni dándole otra bocanada a su cigarro—. Pasen por el departamento de crianza para que les proporcionen un equipo poderoso a cada uno de ustedes. ¡Ahora, largo! —ordenó, señalándoles la puerta con un gesto grosero e impaciente de la mano. Justo cuando estaban cruzando la puerta, agregó cruelmente—: Recuerden que si no lo consiguen, es mejor que no se atrevan a volver ante mí.



    El sol comenzaba a ocultarse detrás de las lejanas colinas, indicando el final de la tarde y de los juegos. Los pokémon estaban exhaustos por la diversión que no se detuvo hasta ese instante, tumbándose a sus anchas en el césped para descansar, charlando animadamente entre ellos.

    Dyfir se acercó a ellos, sonriendo con satisfacción al ver lo felices que lucían sus pokémon junto a Moonghost y Flowar.

    — Vaya, creo que no dejaron de jugar hasta que sus cuerpos pidieron auxilio —dijo entre risitas, agachándose y acariciando la cabeza de Llamita.

    — La idea era liberar estrés, ¿no? —dijo Flowar, reincorporándose de inmediato para hacer gala de su radiante sonrisa una vez más.

    — El hecho de que estemos en una búsqueda de la que depende el destino del mundo entero, no significa que no podamos echarnos un descansito para jugar —añadió Moonghost, levantando su brazo perezosamente.

    — Al menos aprovecharon el tiempo al máximo —dijo Dyfir entre risas, echándole una ojeada a su alrededor con suma curiosidad—. Oigan, ¿dónde están Eve y Mewtwo? No los veo por ningún lado…

    — Eve está por allá sola meditando, igual que lo ha hecho todos estos días —contestó Flowar, encogiéndose de hombros y moviendo ligeramente sus orejas.

    — Y Mewtwo estuvo vagando por ahí hasta hace rato —agregó Moonghost despreocupadamente, soltando un bostezo.

    — Cierto —asintió Flowar, tornándose pensativa repentinamente—. Ahora que recuerdo, lo noté algo extraño durante toda la tarde, no sé si estaba molesto o triste.

    — ¿Triste? ¿Sucedió algo malo? —preguntó Dyfir mostrando cierta preocupación.

    — ¿Te puedo confesar algo? —dijo Moonghost con aire misterioso, reincorporándose súbitamente.

    — Por supuesto, eres libre de hacerlo, Moonghost —Dyfir se arrimó hacia el fantasma, dejando que él se acercara a su oído para que le hablara con discreción.

    — No tengo idea de qué le pasa a Mewtwo —dijo Moonghost con voz grave, consiguiendo que la chica le jalara las mejillas por emocionarla en vano.

    — ¡Gran lealtad al jefe! —exclamó una voz extraña repentinamente, haciéndolos respingar y poniéndolos en pie del tiro.

    Buscaron con la mirada por todos lados, pensando por un instante que se trató de Moonghost jugándoles una broma para librarse del castigo de Dyfir, hasta que unas figuras salieron de unos arbustos revelando por fin a los responsables.

    — Prepárense para que les arrebatemos a sus pokémon —dijo el primero de los sujetos.

    — Y más vale que nos teman.

    — ¡Busquen algo mejor que hacer, porque les patearemos el trasero igual que la última vez! —gritó Dyfir con voz chillona, señalándolos con un dedo acusador al reconocerlos como los agentes del Equipo Rocket que los atacaron en Ciudad Viridian.

    — ¡¡¡Déjennos terminar nuestro lema!!! —gritaron los cuatro miembros del escuadrón al unísono.

    — Llenaremos al mundo de caos y devastación —recitó el tercero, realizando una pose extraña y elaborada que pronto se convirtió en una coreografía que todos los miembros ejecutaban en perfecta sincronía.

    — Para dominar a todo quien se nos oponga —recitó el siguiente.

    — Para destruir el bien y el amor.

    — Para extender el imperio Rocket hasta el último rincón.

    — ¡Qué pesados! —musitó Moonghost sacando la lengua con disgusto.

    — ¡Somos el Equipo Rocket, Escuadrón 45! ¡Nombres clave: R4, R3, R1 y, nuestro líder, R2! —exclamaron todos al unísono y señalando al Cara de Primeape.

    — ¡Ríndanse ahora o prepárense para sufrir! —exclamó R2, señalándolos desafiantemente con su índice, mientras sus compañeros terminaban con sus maniobras y cerrando el acto con una pose en conjunto que ellos consideraban magistral.

    — Entre mis metas para el día de hoy, tenía ver hombres en trajes ajustados ejecutando poses al estilo Power Poke-Rangers —señaló Moonghost jocosamente y con una extraña mueca en el rostro, dudoso en sentirse perturbado o echar a reír.

    — Veo que prefieren no tomarnos en serio —dijo R2 arrogantemente, tomando una pokebola y agrandándola.

    — ¡No aprecian la verdadera genialidad! —refunfuñó R1, reacomodándose sus pequeñas gafas de sol, preparando también una pokebola.

    Los Rocket rompieron la formación y pronto convocaron a sus pokémon, apareciendo poco a poco un Arcanine, un Electabuzz, un Houndoom y un Lickitung que miraban con ferocidad al grupo de viajeros.

    — ¡Es tu turno, Tretsenl! —dijo Dyfir, teniendo a su fiel Furret listo para luchar en menos de un segundo, dirigiendo una mirada desafiante a sus oponentes.

    El pokémon soltó una exclamación a modo de reto que hizo que el Equipo Rocket se desternillara de la risa, burlándose del Furret que, para ellos, no tenía oportunidad alguna frente a sus pokémon. No sería más que una botana para sus feroces canes.

    — ¿Quiénes son ellos y por qué nos atacan? —preguntó Flowar, mostrando cierta preocupación.

    — Unas cosas que son una grandísima ladi… ¡fastidio! —corrigió Moonghost, riendo nerviosamente ante la reprobadora mirada de su hermana, que no le gustaba que sus hermanos usaran malas palabras. Miró a sus contrincantes y les dijo—: Saben que van a perder, así que ahórrense la humillación, dense la vuelta y conserven algo de su dignidad.

    — No estén tan seguros. Ustedes son propiedad del Equipo Rocket ahora — dijo Cara de Primeape, dibujando una cruel sonrisa que acentuó los rasgos más feos de su rostro.

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