One-shot de Pokémon - ¡A la captura del último pokémon!

Érase una vez un entrenador llamado Timmy que recorría la Región de Kanto en busca de los ciento cincuenta pokémon para así ayudar al Profesor Oak a completar la pokédex. En su búsqueda, Timmy decidió participar en la Liga Pokémon para convertirse en el campeón... Bueno, a decir verdad, no es como si lo haya decidido. A través del camino se le presentaron unas cuantas complicaciones que lo obligaron a pelear en cada gimnasio. Por ejemplo en Ciudad Plateada, donde un desgraciado le impedía el paso hacia el Monte Luna, diciéndole que se dirigiera al gimnasio para enfrentar a Brock. Fue tanta la insistencia que tuvo que hacerlo. Con su Squirtle se le hizo bastante fácil la batalla y se quejó todo el camino hasta Ciudad Celeste por aquel percance. Luego se dio cuenta que para avanzar por distintos sectores requería de ciertas habilidades que sus pokémon, a pesar de haber aprendido, no podían usar fuera de las batallas, salvo al tener ciertas medallas. Timmy se preguntó por largo tiempo “¿Por qué en la batalla le es tan fácil usar Corte, pero no es capaz de atinarle a un arbustito inmóvil?”. Nadie le pudo responder a Timmy, al contrario, todos se preguntaban por qué no era capaz de saltar el arbustito él solo, o rodearlo, después de todo no era más que un arbusto, pero supongo que Timmy tampoco tenía demasiada cabeza. Encima tener que hacerlo todo con la mochila llena era bastante cansador. De vez en cuando, en algún Centro Pokémon, deseaba dejar la bicicleta en el piso para descansar la espalda, pero antes de hacerlo, recibía una llamada del Profesor Oak para decirle que “no era el momento para eso”. Entonces, agotado, se resignaba a dejar la bicicleta en su lugar hasta salir del recinto. Siempre se preguntaba cómo es que el Profesor sabía exactamente cuándo sacaría la bicicleta en todo momento, pero quizás hay misterios que deban permanecer así. También hubo una organización malvada que se atravesó en su camino en varias oportunidades. Nunca tuvo la paciencia de aprenderse siquiera el nombre de esta, pues apenas los veía pensaba “otra vez estos inútiles” y le entraba la rabia. Usaba siempre su pokémon más fuerte que terminaba por debilitar a todos sus pokémon de un solo ataque. En fin, Timmy pudo sobreponerse a los obstáculos y capturar casi a todos los pokémon e intercambiar a los que le hacían falta hasta que notó que solamente le faltaba uno: Mewtwo.

El pokémon legendario se encontraba en una cueva cerca de Ciudad Celeste, al otro lado de un río. La única que no había explorado aún. Timmy siempre pensó que cuando lo observaba de lejos, y sin sus anteojos, el chico que custodiaba la entrada parecía llevar un sombrero de guardia inglés.

—Me pregunto qué es un guardia inglés —se cuestionaba también, pero luego pensaba en que de todos modos le hacía sentido y ya.

Al acercarse por primera vez, habló con el chico y éste fue muy claro y consiso. “Sólo se aceptan campeones”, dijo con una voz firme y Timmy entonces entró en cólera. Voló sobre su Pidgey y se dirigió al oeste de Ciudad Verde y entró por el camino hacia la Meseta Añil. Varios guardias quisieron preguntarle si llevaba las medallas correspondientes para poder acceder, pero este las sacaba una por una antes de que siquiera abrieran la boca y pasaba corriendo enfurecido por los portales hasta llegar a la Calle Victoria. Llevaba entrenando tanto tiempo solo por diversión, evitando la Liga Pokémon, que sus criaturas alcanzaban grandes niveles que le permitieron destruir todo entrenador y pokémon salvaje a su paso hasta llegar a la Liga y, ahí, derrotó hasta al último entrenador del Alto Mando usando a su Dragonite de nivel cien.

—¡Ahora eres el campeón de la Liga Pokémon!... —comenzó a decir Lance, el último entrenador del Alto Mando. Timmy no podía más de dicha al pensar que podría ir, por fin, a capturar al último pokémon que le quedaba por capturar —O, podrías haberlo sido, pero te espera otro desafío. ¡Deberás luchar contra otro entrenador! Su nombre es... ¡Pedorro! ¡Él derrotó al Alto Mando antes que tú! ¡Es el auténtico ganador de la Liga Pokémon!

A Timmy le hervía la sangre. Tantas veces ya se había interpuesto en su camino y ahora otra vez. Se estaba interponiendo entre él y Mewtwo.

Avanzó finalmente hacia la siguiente cámara, donde lo encontró esperándolo con una sonrisa.

—No tengo tiempo para tus palabrerías, Pedorro —le dijo Timmy.
—¡Sabes muy bien que mi nombre es Green, maldito desgraciado! —le grita en respuesta el chico.
—No es lo que dice tu abuelo —responde Timmy en tono burlesco.
—¡Eso es porque te preguntó a ti y tu le dijiste que ese era mi nombre! ¡Ni siquiera sé por qué te hace más caso a ti que a mí que soy su nieto! ¡Ahora se niega a llamarme de otra manera!—
—Será porque te queda bien el nombre, Pedorro—
—¡Ya verás! ¡Me las vas a pagar!—

Y así fue como comenzó el combate más épico de la historia. Dos muchachos que han sido rivales por cerca de cincuenta horas de juego se disputan la mayor de sus afrentas en el campo de batalla... duelo que duró cerca de dos minutos y medio. Timmy venció gracias al Dragonite superpoderoso y Pedorro... digo, Green, fue vencido de manera humillante. Justo en ese momento, el Profesor Oak hace su entrada y va directo hacia Timmy para felicitarlo.

—¡Enhorabuena! ¡Eres el nuevo campeón de la Liga Pokémon! —dice radiante el Profesor —¡Has crecido tanto desde que te fuiste con Squirtle! ¡Timmy, ya eres mayor!

Timmy tenía cara de aburrirse con tanta palabra y solamente quería ser inscrito como campeón para poder ir por Mewtwo. No le importaba tanta parafernalia y movía su pie inquieto, apurando al Profesor para que hablara lo más rápido posible y pensaba que sería mejor si no gritara tanto. Quizás era la edad y ya se estaba quedando sordo.

—¡Pedorro! —dijo el Profesor, dirigiéndose a Green que daba vuelta los ojos al escuchar su seudónimo — ¡Estoy desolado! ¡Vine en cuanto supe que habías derrotado al Alto Mando! ¡Pero cuando llegué aquí, ya habías sido derrotado! ¡Pedorro! ¿Entiendes por qué has perdido?...

Entonces el Profesor Oak se lanzó en un discurso bastante innecesario abuelo-nieto que Timmy, sinceramente, sentía que no quería escuchar. Finalmente, el Profesor llevó a Timmy al Hall de la Fama, donde fue certificado como Campeón de la Liga Pokémon. Antes de que el Profesor siguiera hablando y lo obligase a cumplir con sus obligaciones como Campeón, Timmy se escapó y llegó volando a su casa, donde apenas saludó a su madre, sacó algo del refrigerador y partió nuevamente sobre su Pidgey hacia Ciudad Celeste.

Llegando a la cueva, finalmente pudo entrar. Venía bien equipado con repelentes que le ayudaron a avanzar fácilmente por la cueva y, cuando el repelente fallaba, sus pokémon no dejaron a ningún salvaje en pie. Con tal racha fue que llegó finalmente frente al gran y poderoso pokémon Mewtwo. Se acercó lentamente y le habló. El pokémon abrió sus ojos y observó con furia al entrenador que osaba despertarlo. Se elevó con sus poderes psíquicos y el suelo de la cueva comenzó a temblar, las paredes comenzaron a sonar y las estalactitas caían por todo el lugar. El pokémon tomó aire y, ante la sorprendida mirada de Timmy, se dispuso a hacer su primer sonido.

—¡Mew! —

¡El pokémon maulló como un gatito! ¡Como un inmenso y poderoso gatito en esteroides!

Timmy sacó a su primer pokémon... Un Pidgey que al salir de su pokébola y ver al imponente pokémon, lanzó un gas de su trasero. Mewtwo estaba consternado: A demás de atreverse a despertarlo, se atrevía a insultarlo con semejante pokémon en el campo de batalla. Mewtwo descendió al suelo y agarró al pájaro por el pescuezo, que gritaba cual gallina clueca. Entonces, mientras el pokémon legendario observaba al otro con cara de decepción total, una pokébola apareció desde el aire y lo golpeó en la cabeza. No era cualquier pokébola, sino una sofisticada y nunca antes utilizada MASTERBALL™ (Derechos reservados a Silph Co.) de la que, aunque intentó zafarse usando todas sus fuerzas, no pudo escaparse y finalmente fue transferido directamente al PC de Bill.

Timmy tomó a su Pidgey que temblaba aún en el piso y lo devolvió a su pokébola. Se dirigió al exterior de la cueva y voló, esta vez sobre su Dodrio (ya que Pidgey seguía temblando) hasta Pueblo Paleta, esperando alguna recompensa por su hazaña. Al llegar al laboratorio, se encuentra con que Pe... Green se encontraba también en el laboratorio, hablando con su abuelo.

—¡Timmy! ¡Qué alegría verte! —dijo el Profesor al verlo entrar, mientras que Green lo observaba con desprecio.
—No hace falta que me grite, Profesor, lo escucho claramente —le dijo Timmy en tanto se acercaba —. Vengo a darle una buena noticia: He completado su preciosa pokédex.
—Ah, pues... Enhorabuena.—

¿Eso era todo? Timmy sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Luego de todo el sacrificio, de haber ganado la Liga Pokémon por obligación, de haber derrotado y desmantelado toda una organización criminal solamente para poder seguir avanzando, luego de arriesgar la vida de su Pidgey para capturar el último pokémon de los ciento cincuenta, lo único que recibe es un escueto “enhorabuena”. Antes de saltarle encima para sacarle la madre, el Profesor continúa hablando.

—Pues, Pedorro... —prosigue.
—¡Qué ese no es mi nombre, abuelo!— protesta P, Green.
—... Acaba de venir a decirme que ya lleva ciento cuarenta y nueve, por lo que de partida, lo has superado otra vez. Sin embargo, es posible que aún exista otro pokémon más del que se ha hablado mucho últimamente: Mew. Así que... a menos que logres capturarlo, tu pokédex no estará del todo completa—

No podía ser posible. Tanto tiempo dedicado y ahora aparece un nuevo pokémon ¡Un ciento cincuenta y uno!

Timmy sale del laboratorio pensando en donde buscar, puesto que ya había recorrido todos los lugares explorados y por explorar. ¿Qué más podría hacer desde aquí en adelante? Se dirigió a casa para aclarar un poco las ideas y justo, al entrar, frente a su madre encuentra un periódico cuyo título le llama la atención.

—¡Hola hijo! —le preguntó entusiasta la madre —¿Cómo estás? Hace días no sé de ti. Vi en la televisión que ganaste la Liga Pokémon al derrotar al nieto del Profesor Oak... Creo que se llamaba Pedorro...

Mientras su madre seguía hablando, Timmy tenía la vista fija en el períodico: “Nuevo avistamiento del pokémon Mew. Un marinero asegura haberlo visto merodeando un camión en el muelle de Ciudad Carmín”. Sin siquiera saludar a su madre, el entrenador sale a toda prisa para montar a su Pidgey con propulsión a chorro y dirigirse hacia el horizonte, hacia Ciudad Carmín para así corroborar la noticia del periódico. Esperando así, por fin, completar la pokédex de una vez por todas y así lograr el último objetivo de todo quien se precie llamar Maestro Pokémon.