de Dragon Ball - La decisión de una madre

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Este fanfic es para la actividad "Así era Vegita". Está ambientado antes de que el planeta Vegita se llamase así, como tal, era el "Planeta Plant", pero vamos, era el mismo planeta.

LA DECISIÓN DE UNA MADRE​

Amanecía un nuevo día en aquella parte del planeta, Ariek estaba radiante, su embarazo estaba muy avanzado y tenía muchas ganas de conocer al pequeño que llevaba dentro. Algo dentro de su corazón le decía que era una niña y en verdad lo esperaba, no tenía ganas de que se convirtiese en un rudo saiyajin y que fuese obligado a revelarse contra los tsufur, tal y como estaban planeando su gente desde hacía unos días.

Había algo que le atormentaba todavía más a Ariek, había algo que realmente le preocupaba de todo aquello y no era otra cosa que el hecho de que si llegase la luna llena, porque según habían dicho parecía estar a llegar, eso interviniese de alguna forma en su embarazo. Había escuchado leyendas sobre mujeres que se habían convertido en Ozaru en su estado y que sus hijos habían salido con algún problema o incluso lo habían perdido. Pero su estado estaba avanzado, así que esperaba que si el momento llegaba, no fuese tan grave, el pequeño tendría que sobrevivir.

La verdad, su casa no era la mejor de todo el planeta, pero no le disgustaba, era pequeña, con sus paredes arredondeadas y de un color blanco con una pizca de gris. Aquella casa la habían construido juntos ella y Mardok, su marido. Aunque también le habían ayudado otros saiyajins, pero casi en su mayoría lo habían hecho todo ellos.

Abrió la ventana y pudo ver la nacarada vegetación que se extendía por aquel campo en el que había unas cuantas casas más, le encantaba aquel planeta, era hermoso. A lo lejos, vio correr un aliceronte, era un animal alado con un cuerno, aunque sorprendentemente no era capaz de alzar el vuelo y además, era prácticamente incomestible, ya que su piel era dura. Ariek pensó que aquel animal tenía mucha suerte a diferencia de otros, ya que él no era víctima para su alimento, a diferencia de la mayoría de los seres acuáticos, que sí le gustaban mucho a los saiyajins, ya que era lo que abundaba por esa zona.

Por otras zonas había animales terrestres que sí eran comestibles. Y en alguna ocasión había probado su carne y era un auténtico manjar, pero el voraz apetito de los saiyajins hacía que se acabase rápidamente con la fauna que moraba en las tierras, por lo que también se dedicaban a cultivar. De hecho, ella era una campesina, tenía una amplia huerta y la cuidaba con mucho cariño. En realidad, pensar en su ocupación le provocaba sentimientos encontrados, ya que sus padres, saiyajins guerreros, dispuestos para la batalla siempre, habían renegado de ella, por convertirse en una simple campesina, alguien pacifista. Pero ella tenía a su amado Mardok, el cual respetaba mucho su ocupación, porque gracias a ella tenían comida todos los días.

Ariek cogió una cesta y salió a la parte trasera de su casa, donde se encontraba la huerta. Árboles frutales y otras muchas hortalizas que tenían un aspecto envidiable plagaban un buen cacho del terreno. Recogió varias de las frutas para la en salada. De repente, sintió una patadita en su vientre, aquello le conmovió mucho.

— Mamá está aquí cariño, no va a pasar nada, ahora mamá tiene que prepararle la comida a tu padre, para que este pueda estar fuerte, él nos protegerá de todo mi amor —digo tiernamente mientras acariciaba con una mano su vientre.

En realidad, poco le gustaba a Ariek reconocerlo, pero su marido ahora mismo se encontraba en una de las cantinas de su aldea con otros reunidos, bebiendo algún brebaje que les haría quedarse inconscientes y hablando sobre una supuesta rebelión. Odiaba a ese arrogante de Vegeta, el cual quería acabar con la paz de sus tierras. No tenía ni la más mínima intención de presentarle sus respetos a semejante personaje. Bien era cierto que los Tsufur no eran demasiado amables con ellos y que habían esclavizado a algunos de los suyos, pero el rebelarse pondría el peligro a toda su raza y eso era algo que a una mujer como ella no le gustaba, no, no le parecía correcto arriesgar la paz de toda una raza por querer quedar por encima de otra especie.

— Si tan solamente estuviesen entrenándose —dijo para sus adentros— ¡Pero están embriagándose en la cantina! ¿Qué tiene eso de honorable? ¡Nada!

Estaba harta de aquel paripé, sí, era cierto que los saiyajin eran fuertes y estaban esperando a rebelarse cuando pudiesen convertirse en su forma ozaru, pero… era algo que no podía entender. Aunque en realidad, ¿Qué otra alternativa tenían? Si llegaban a convertirse, perderían la cabeza y destruirían todo, no tenían una alternativa. Aquello atormentaba a Ariek, le atormentaba lo que podrían llegar a hacerle a aquel planeta… Eran tan solo uno de los muchos seres que habitaban aquel universo y no tenían derecho a terminar con planetas enteros, no, no lo tenían. Pero… ella tan solo era una persona, una contra el mundo.

En aquel momento, mientras Ariek estaba sumida en sus pensamientos, alguien tocó a su puerta. Fue a abrir para mirar quién era y se encontró con una cara sonriente muy familiar.

— Evikok, ¿Qué haces aquí?

— He terminado el entrenamiento y he pasado a ver cómo te encontrabas, ¿Qué tal va el embarazo?

Evikok era un buen amigo suyo, aunque en realidad él había sido su primer novio, lo habían dejado porque se habían alejado y la relación se había enfriado, pero le tenía mucho cariño y él a ella, por lo que a veces, cuando sabía que Mardok no estaba en casa, pasaba a visitarla. No era porque hiciesen nada prohibido ni nada, sino porque su pareja no gustaba de ver a su primer novio por allí, eran una comunidad pequeña y todo se sabía, por lo que evidentemente sabía de sobra todo sobre su anterior relación.

— ¿El embarazo? Muy bien la verdad, ya siento pataditas, es evidente que el niño va a nacer muy pronto.

— ¿Son muy fuertes? ¿Va a ser un buen guerrero? –dijo Evikok con su gracia habitual.

— Si es un chico, será un buen guerrero, patea a su mamá con mucha fuerza –dijo con una sonrisa y con un poco de humor.

— ¿Y qué tal está la mamá? ¿Qué tal te cuida Mardok?

— ¿Mardok? —aquella última pregunta le pilló un poco por sorpresa— la verdad es que últimamente pasa mucho tiempo con Vegeta y su pandilla…

— Ah, esa panda de brutos patanes con aires de déspotas, has de tener cuidado con ellos, si necesitas mi ayuda, ya sabes dónde estoy.

— Gracias… ¿Sabes? Me da mucho miedo el hecho de que nos lleguemos a convertir en nuestro estado Ozaru, sabemos que pronto pasará y tengo miedo de que eso interfiera en mi embarazo y… también tengo miedo de cómo pueda quedar este planeta después de que todo pase…

Evikok acarició el rostro de Ariek muy suavemente y por un instante demasiado breve, ya que la mujer deseaba que aquel contacto fuese más prolongado.

— Es normal que temas, perdemos el control y podríamos acabar con todo lo que hemos conseguido durante tanto tiempo. Pocos somos los que estamos en contra de la destrucción masiva que toma en práctica nuestra especie, pero no tenemos alternativa. En cuanto al embarazo… ya verás que todo irá bien, hay muchos casos de mujeres que han pasado bien su fase Ozaru aunque estuviesen embarazadas.

— Lo sé pero… es inevitable tener miedo…

— No te preocupes, todo va a salir bien, todo. Nuestra raza es fuerte, tú eres fuerte, y el sentimiento de una madre hacia su hijo, es lo más fuerte que hay. Ahora he de irme, si Mardok me pilla aquí, no sé si podría controlarse.

— Cuídate Evikok, cuídate.

Tras decir esas palabras, algo inesperado pasó, aquel hombre posó los labios sobre los suyos y algo dentro de Ariek revoloteó, como nunca antes lo había hecho. Fue un beso breve, breve pero intenso. Cuando se quiso dar cuenta, cuando por fin asimiló lo que había ocurrido, aquel que había sido su novio hacía tanto tiempo ya se había esfumado.

Ariek entró dentro de su casa y entonces, un pensamiento raudo y veloz se pasó por su cabeza. Había tomado una decisión, una decisión que posiblemente cambiaría su vida, que cambiaría el curso de su historia, pero que debía tomar, era lo que debía hacer, tenía que preservar la seguridad de su fruto pasase lo que pasase.

Cogió un machete de cortar carne en la cocina y respirando muy hondo se dispuso a hacer lo que debía. Agarró su cola y la extendió lo máximo que pudo, y cortó, cortó aquella extensión de sí misma lo más cerca de su principio que pudo. El grito desgarrador que soltó resonó en todo el pueblo.

No pasó ni un minuto para que Mardok se presentase allí para ver qué ocurría. Al ver aquella escena el horror se apoderó de cada uno de los centímetros de su cuerpo.

— ¿Qué demonios has hecho Ariek? —logró articular el saiyajin a duras penas.

Ariek le dedicó una mirada seria y decidida.

— Nuestro deber es proteger a la criatura que llevo en mi interior, si por eso tengo que sacrificar lo que soy, lo haré, soy una madre Mardok, soy madre antes que saiyajin, si me quieres lo entenderás.

Mardok la miró gravemente, pero finalmente las facciones de su cara se relajaron.

— Deja que te cure esa herida, Ariek, eres la saiyajin más valiente que conozco. Me da igual lo que piensen los demás, pero te amo.

La mujer sonrió a su marido, sabía que él era el correcto, puede que Evikok lo hubiese sido en algún momento y pudiese serlo todavía, pero Mardok le amaba y haría cualquier cosa por ella, incluso aceptar que ella renunciase a lo que es, le amaba, eso era lo que importaba. Había aceptado la decisión de una madre, la decisión más importante, poner a su hijo por delante de cualquier otra cosa. Porque por encima de cualquier cosa, ella era madre. Sabía que posiblemente su acto no salvase de la destrucción a millones de criaturas del Planeta Plant, pero estaba segura de que aquel acto salvaría a su progenie, aquello era lo único que le importaba.

Miró el cielo verdoso del Planeta Plant por la ventana, observó la belleza que manaba aquel paisaje, adoraba aquel mundo, solo rezaba para que los saiyajins no lo convirtieran en un infierno. Quería pasar lo que le quedase de vida en aquel entorno, con su familia, con su pequeño, con su marido. Quería ser una buena madre.