Ciudad Témpera

Mimi Honda

El viaje de vuelta fue lento y pesado. No porque lo fuese en sí, sino porque yo lo sentí de esa forma. Alpha no mencionó nada en todo el vuelo, y yo preferí no cruzar mi mirada con él. Después de aquellos pensamientos en la Torre y la forma en la que Raiden me había mirado no me atravería. Era extraño... confuso. Para empeorar las cosas, aquel color rojizo se negaba a abandonar mi pálido semblante. ¿Por qué a mí? ¡Ugh, era terriblemente molesto! ¡En todos los sentidos!

Cuando por fin aterrizamos en ciudad Témpera, fui la primera en bajar de Rayquaza. No sólo se trataba de mis pensamientos confusos, también me sentía cansada. Agotada, y hambrienta. Sólo quería llegar al CP y descansar. Despejar mis ideas. Y restaurar la salud de... Sean, por supuesto. Aún no entendía por qué le había dejado a Alpha nombrar a mi pokémon, pero no podía negar que era un nombre que le quedaba como anillo al dedo.

Le esperé hasta que él descendió. Y después nos dirigimos al CP, aunque yo no fui capaz de sostenerle la mirada en todo el trayecto.

 

Alpha.

Y tras el rápido viaje desde a Torre descendimos en los centros de Témpera, como siempre, haciendo un gran escándalo. La verdad ya era una costumbre este escenario; de hecho era un poco chistoso tener a tanta persona murmurando sobre mí y de mi pokémon. Ignorando todo eso bajé segundos tras Mimi, y tras un pequeño toque de mi mano en la cabeza del guardián del cielo éste se fue volando dejando una gran ráfaga de aire en el lugar.

—¿Tienes algún plan para nuestro pequeño descanso?—Le dirigí la palabra cuando estuve en un punto donde la distancia entre ambos se volvía poca.—¿Y cuánto tiempo estaríamos fuera del campo de entrenamiento?—Sí, ya quería regresar a entrenar. No podía quedarme con el mal sabor de haber sido derrotado.

Y sin esperar que respondiera me comencé a adelantar en camino al centro de tratamiento pokémon. El hambre me había comenzado a acechar desde hace un buen rato, de seguro un buen platillo del lugar me dejaría en el mejor estado.

 

Mimi Honda

Le dirigí una mirada de soslayo cuando le escuché hablar. Toda esa situación me había puesto nerviosa, necesitaba tiempo para calmarme y ordenar mis pensamientos. Si evitar su mirada me ayudaba a superar aquel pequeño lapsus lo haría el tiempo que hiciese falta. ''¿Tienes algún plan para nuestro descanso?'' dijo entonces. Fruncí el ceño, y abrí la boca en un intento por replicarle.

—¿Ah?—solté— Creía que ir a por Sean había sido nuestro descanso. Tú lo dijiste.

Pero Alpha ni siquiera me escuchó. Cuando quise darme cuenta, el entrenador ya se adelantaba hasta alcanzar la puerta del Centro Pokémon y desaparecer tras esta. Lo último que le oí decir fue ''¿Y cuanto tiempo estaríamos fuera del campo de entrenamiento?''

Sentí un tic en mi ojo derecho. ¿Pero qué...? ¡Ni siquiera me había prestado la más mínima atención!

Apreté los puños de rabia, molesta, y aunque internamente quise recriminarle el hecho de que me ignorase, en realidad lo agradecí. Debía ordenar mis pensamientos, centrarme. Y para eso necesitaba estar sola. Así que suspiré, tratando de liberarme de la ira que me carcomía las entrañas, porque no podía pensar con claridad cuando una parte de mí quería estrangularlo con mis propias manos. Iría al Centro, pediría una habitación y descansaría después de tomar un relajante baño.

Sí... eso era justo lo que iba a hacer. Mientras Alpha se iba a comer a la cafetería del CP, yo restauré la salud de mi equipo y con la llave de una de las habitaciones subí las escaleras hasta el segundo piso. Tan sólo necesitaba un buen descanso.

 

Rondaba la ciudad en busca de alguna persona conocida o por conocer, pero debía admitirlo, la ciudad estaba casi solitaria

—... ¿Que hay rebajas por temporada? —musité en modo de queja al ver las calles vacías, así que liberé a Altaria de su PokéBall— Se mis ojos en el cielo

El dragón asintió un tanto dudoso, por que hacia algo de frío, pero se elevó en el cielo a buscar algún entrenador que estuviese en la ciudad

 

Alpha.

Minutos contables con una mano fueron los que el platillo del centro pokémon duró en frente de mi persona. Lección aprendida: No volver a salir con el estómago vacío, menos a lugares lejanos y sin comida.

—¡Gracias por la comida!—Agradecí cuando dejé la bandeja en el lugar indicado. De inmediato procedí a llegar al hall de ahí... Ni señales de Mimi.—. No creo que se preocupe si salgo por un rato hacia afuera.—Hablé para mí mismo cuando me acerqué a las puertas del lugar, puertas que de inmediato abrieron y cerraron dejándome afuera del lugar.

***

Atrás del lugar, en el campo de batalla, me había logrado situar con algunos de mis pokémon, muchos de ellos eran los que más tendía a liberar a la hora de hacer frente a otro entrenador. Simplemente me detenía a observarles, ¿Qué faltaba? ¿Qué necesitaba mi equipo para aumentar su rango de victoria?

—Quizá debería entrenar más..

 

Mimi Honda

Deslicé un pie dentro del agua caliente. Después el otro y por último el resto del cuerpo. Suspiré profundamente al sentir la calidez del agua sobre mi piel. Aunque la bañera fuese tan terriblemente pequeña y cutre. La sensación de sentir todos los músculos de mis cuerpo relajarse, esa que tanto había extrañado, era istantánea. ¿Cuando fue la última vez que había tomado un baño así? Ni lo recordaba ni tenía ganas ni fuerzas para recordarlo. Pero definitivamente había extrañado eso; ese momento en el que sentía que podría derretirme como la mantquilla sobre los gofres, y que todas las extremidades de mi cuerpo pesaban como toneladas. Puro Feng Shui. Sabía que me costaría salir del agua después, y que posiblemente me marease, pero... ¿qué importaba ahora? Mi mente estaba en blanco, y me sentía mejor que nunca. Todos mis problemas habían saltado por la ventana, incluso esa sonrisa que Al...

Pero de pronto, la puerta del baño se abrió de súbito, y un sombra se abalanzó de golpe sobre la bañera, salpicando agua por todas partes. ¡Ugh, lo que me faltaba! Arrancada a la fuerza de mi trance, sólo alcancé a gritar, aterrada, y a aferrarme la toalla que llevaba sobre el cuerpo para evitar que callese, pero la cabeza de mi Dewott asomó con una sonrisa suave y condesciente sobre la superficie, chapoteando. Y mi corazón pareció calmarse un poco.

¿Qué hacía aquí? ¿Y ahora? ¡No era un buen momento para jugar! Con el ceño fruncido y en un ademán molesto, le puse el dedo índice sobre la nariz.

—Eres un maldito pervertido— le espeté, en un tono indignado pero que no lo era realmente. Monomaru no hizo nada destacable, excepto parpadear lentamente con aquellos ojos negros y la boca semi-abierta.— ¿Es que no ves que esta bañera es demasiado pequeña para los dos? ¡Esta no es nuestra mansión en Sinnoh, grándisimo bobo!

Con una sonrisa culpable y las mejillas ligeramente coloreadas, Dewott se encogió de hombros.

Suspiré resignada, al ser perfectamente consciente de que mi inicial no abandonaría la bañera, ahora que había encontrado un lugar donde se sentía relajado y en paz con el mundo. Después de todo, siempre nos habíamos bañado juntos, pero lógicamente la bañera de mármol de la mansión Honda no podía compararse con este intento de lata de conservas. ¡Ni siquiera tenía espacio para estirar los pies!

>>Anda...—continúe, tendiéndole un paño húmedo—. Ponte esto en la frente, el agua está demasiado caliente...

Obedeció, y ambos suspiramos a la vez, apoyando la cabeza contra los azulejos de la pared. El cabello ahora suelto, me lo había recogido con una toalla, y me sentía más como en un Onsen que en una bañera. Que paz y tranquilidad se respiraba... Por lo menos, mi mente se había despejado, y había dejado de pensar en las palabras de Alpha... Y en Alpha... Y en aquella sonrisa juvenil y despreocupada que... ¡Ugh, maldita sonrisa! ¿En qué momento había empezado a sonreír así? Me ponía nerviosa, era como si no pudiera pensar con claridad. Incluso sentía mi corazón acelerarse.

—Oye, Moo— pregunté entonces, y Dewott me respondió en un murmullo. Mi rostro enrojeció ligeremente, y, avergonzada, hundí la cabeza en el agua hasta la barbilla—. Tú.. no piensas lo mismo que Raiden, ¿verdad?

—¿Wott?

Inspiré profundamente, aquellos sentimientos confusos eran como una montaña rusa que era incapaz de comprender. Ni aquel baño había logrado sacármelo de la cabeza. ¿Por qué había empezado a actúar así tan derrepente? Yo no era así... Alpha no era así. Todo había cambiado desde que me había consolado después de la derrota contra Mine... Había empezado a verle como otra persona, no como el idiota descerebrado que creía que era. Y además estaba esa sonrisa que no conseguía quitarme de la cabeza... ¡Ugh, pero por todos los Mona Karan del mundo! La sangre me había empezado a arder en las venas, y dejando escapar un grito entre dientes, frustrada, me llevé las manos a la cabeza. La toalla y mi cabello acabó hecho un absoluto desastre.

—¡Aaaagh, olvídalo!— grité, pataleando sobre el agua y salpicando por todas partes.—. Es... tan estúpido.

Me levanté de golpe de la bañera, sujetando la toalla que llevaba atada a la altura del pecho, y salí del agua. Monomaru me siguió con la mirada, hasta que yo salí del baño y cerré de un portazo la puerta tras de mí.

***

Me sequé el cabello fuera, y me cambié de ropa. Había empezado a anochecer, y la luz anaranjada del ocaso se colaba por la ventana iluminando parcialmente la habitación. Menudo día... Por si fuese poco, mirarme al espejo y comprobar que en todo este tiempo los pechos no me habían crecido ni un centímetro, a pesar de tener quince años recién cumplidos no ayudó en lo más mínimo a mejorar mi ánimo. ¡Maldito sea quién dijo que los senos me crecerían cuando llegase a la adolescencia y maldita toda su casta!

Me puse el pijama, el más adorable que contaba en mi arsenal. Porque sí, porque hacía mucho que no lo usaba, y porque... ¿Qué demonios? ¡Era adorable! y traté de dormirme. Pero, ni siquiera cuando llegó la noche y la luz de la luna se colaba por la ventana, fría y plateada, y la brisa nocturna hacia ondular las cortinas blandamente cual fantasmas... había logrado quitarme aquella deslumbrante sonrisa de la cabeza.

Alpha...

De verdad... ¿Qué demonios era todo esto?
Era incapaz de entenderlo.

 

—... ¿Donde estará la gente? —me metí las manos a los bolsillos, y empecé a tiritar de frío— Brr... Que frío...

Agarré la mochila y empecé a buscar dentro algún abrigo, para luego ver que no tenía ninguno

—Diablos... Ya que, compraré uno luego... —me puse de nuevo la mochila y seguí caminando a ver si encontraba el Centro Pokémon por que no recordaba donde estaba, y por que Altaria no era un buen guía después de todo—

Aunque decidí pensar algo, y terminar regresando a Altaria y reemplazándolo por Aerodactyl

—¡Ruta 302, vamos pirados!

Y nos fuimos volando

 

Alpha.

Y la luna que iluminaba era mi única compañía tras que pasase la tarde. Simplemente me había quedado en ese patio, observando horas y horas el combatir de muchos entrenadores, sus entrenamientos y claro que me animaba un poco cada vez que el combate iba en su punto de máxima tensión; las ganas no me faltaban para tomar una de mis pokéballs y abalanzarme a la lucha. Pero no, mejor que no.

Suspiré, el frío ya comenzaba a notarse y debía ser hora de regresar al Centro Pokémon para poder descansar el cuerpo.

—Una habitación para uno, por favor.—Musité cuando estuve dentro del lugar, frente a la Enfermera Joy. Ella, como siempre, con una jovial sonrisa se dio la vuelta y ofreció el llavero.
>>Gracias.

Al tomarlas de inmediato me dirigí al pasillo que iba hacia las habitaciones.

 

Mimi Honda

Y allí me quedé, en silencio, en medio de la oscuridad y con la única compañía de la luz de la luna. Hasta que mis estómago dejó escapar un sonido horrible, retorcido y embarazoso... y recordé de golpe que no había probado bocado en todo el día. ¡Me moría de hambre! Aunque sólo fuese un vaso de leche de Miltank, de esa tan cutre que venden en cualquier tienducha de pueblo o aldea en mitad del campo, necesitaba comer algo.

Con cierto fastidio, me levanté de la cama, luchando por hacer desaparecer—o al menos disimular—; el rojo intenso de mis mejillas. Me cambié el pijama (Porque de ninguna de las maneras iba a permitir que alguien me viese con semejantes pintas por muy adorable que fuese esa prenda), me puse mi chaqueta de Cachimiru* y con el rubio cabello cayendo de forma desordenada sobre mis hombros, abrí la puerta y salí al pasillo.

La luz intensa del estrecho y larguísimo corredor me dio directo en los ojos nada más salir de mi habitación, y tuve que entrecerrarlos hasta adaptarme al nuevo ambiente y evitar quedarme ciega. Suponía que la cafetería debía de seguir abierta a tales horas, según el reloj de Starly de la habitación ni llegaban a ser las once de la noche. Pero se respiraba una calma y un silencio inusual... demasiado, quizás.

Mi corazón latía extrañamente deprisa.

¿Dónde diablos se había metido Alpha a estas horas? No podía seguir en la cafeteía poniéndose como un Snorlax obeso, ¿verdad? Ese... ese... ¡Ugh! ¿Y por qué me importaba tanto? ¡R-realmente me daba igual donde estuviese! ¡Se supone que necesitaba tiempo para estar sola y aclarar mis ideas confusas y mis extraños lapsus mentales!

Demonios.

Comencé a caminar hacia las escaleras, refunfuñando lo mucho que odiaba a Alpha entre dientes, pero nada más avanzar un par de metros, mi cuerpo se congeló como si hubiese chocado contra un muro invisible. ¿Pero qué...? Allí, con los pies en los penúltimos peldaños, con el mismo cabello castaño desordenado... estaba Alpha. ¡Alpha! ¡Era como si lo hubiese invocado! Nuestras miradas se cruzaron, ambarinos y brillantes sus ojos, azules y casi temerosos los míos.

Se hizo el silencio. Un silencio no incómodo, al menos no para mí. No... sí. ¡Sí que era incómodo! ¡Mucho, de hecho! Mi rostro enrojeció de golpe, un visto y no visto, y sentí un nudo prieto en la garganta, algo así como un jadeo ahogado se escapó de mis labios.

¿Pero por qué todo el universo conspiraba contra mí?

 

Alpha.

Subiendo las escaleras, ahí en el lugar que el pasillo de las habitaciones comenzaba una cabellera rubia apareció, unos ojos azules se posaron en mi visión y un colorado rostro que se mantenía con una expresión que poco fácil hacía adivinar en qué pensaba.

—Hola—Le saludé de inmediato al poder identificar que fuese mi compañera de viajes.—. Te ves bien con el pelo suelto.—Le dije en un bostezó. Nunca le había visto con esa amarillenta cabellera libre, pero sin preocuparme por nada admití mi agrado por ese mínimo cambio. Segundos tras aquello, mi mano pasó por su cabeza y mi cuerpo junto al suyo para dar paso al continuar de mi caminata hacia la habitación.
>>Buenas noches.

Luego de esas últimas palabras, me perdí de la visión de cualquiera tras un leve golpe de la puerta. Retiré mis prendas superiores y me tumbé en la cama tras dejar el bolso en el piso, me cubrí con la ropa que estaba en la cama y finalmente cerré mis ojos para poder entrar al mundo de los sueños.

 

Mimi Honda

Alpha fue quién rompió el silencio, porque mi cerebro parecía no recordar como articular palabras. ¡Estúpido cerebro! ¡Estúpido Alpha! ¡Estúpido el momento en que decidí salir de mi cuarto en plena noche!

Me sonrió con un ''Hola'' despreocupado. No respondí. Me quedé allí, como una idiota, tratando de hacer algo. Lo que fuese. El más mínimo gesto. Pero mi cuerpo parecía petrificado, como clavado al suelo. Mis labios temblaron en un intento por decir algo, pero no tuvo caso. Nada salió. Hasta eso. Hasta que Alpha tuvo que soltar aquello en un profundo bostezo:

—''Te ves bien con el pelo suelto''

¿Qué? ¿Por qué tenía que halagarme precisamente ahora? ¿En un momento como este, donde me sentía tan expuesta y débil? ¡Además, no me veía bien con el cabello suelto para nada! ¡Era un auténtico y absoluto desastre! Por si fuese posible, y para hacer aún más embarazosa la situación, el rojo de mis mejillas alcanzó la punta de mis orejas de pura vergüenza y frustración. No entendía por qué, pero no podía parar de sonrojarme en su pesencia. ¿Pero quién demonios se creía que era él para hacer sonrojar a la Gran Mimi Honda?

Y entonces reaccioné, una vez pasó su manos por mi cabeza— porque tenía alguna extraña manía con hacer eso, sí. Estúpido él y su manía— y se perdió a lo largo del extenso pasillo.

—¡N-no es como si me lo hubiese dejado así por ti para nada, Baka-Senpai!—grité con los puños apretados, entre avergonzada y molesta.—¡¿Quién te crees que eres?!

Pero una parte de mí, una pequeña parte, archivó en un lugar muy especial aquel pequeño cumplido. Maldita pequeña parte de mi ser que se había sentido feliz con eso.

 

Cinco minutos de vuelo y un aterrizaje forzado para acabar donde empecé la exploración hace un par de días. Todas esa caminata fue en vano... Miré de reojo a los dos muchachos y luego a archeops. Iba a devolverlo a su ball, pero antes de que pudiese hacer nada cogió una de mis pokeballs y señaló con un ala al centro. La ball era la de Audino y creía saber que quería decirme con aquel gesto.

—Tienes razón, Archeops, aún no hemos pasado por el CP nosotros. Audino debe de estar muy cansado, seguro que le vendrá bien. Me voy adelantando, chao —me despedí del grupo

Me acerqué al recinto, situado cerca de donde aterrizamos; les dejé mis pokémon a Joy y me senté a esperar. Pasó largo rato hasta que recibí mis esféricos y cuando tuve que levantarme parecía que el cuerpo tiraba de mí hacia el asiento. Desde luego llevaba mucho tiempo por ahí y hacía mucho que no dormía en un cama, así que al recoger los pokémon pedí también una llave para una habitación. Cuando ya pensaba que el día había terminado y no quedaba más que descansar, una figura en el pasillo llamó mi atención. No podía creer lo que estaba viendo... ¿De verdad se trataba de ella? ¿De verdad era Mimiko Honda, la hija del gran Moura Honda, uno de los empresarios más importantes de Sinnoh, mi región natal? Mi mirada se quedó fija, intentando comprobar si de verdad era ella o simplemente el cansancio me estaba jugando una mala pasada.

 

Había regresado a Témpera para ir a la Torre Desafío, pero decidí desviarme un poco y pedí a Aerodactyl que aterrizara en algún lugar que estuviera un poco solo, el pajarraco descendió al suelo cerca de una plaza que estaba despoblada, tras descender de su lomo y regresarle a su esférico, me tomé la molestia de comprar un suéter para paliar el frío, me lo puse y luego me senté en una banca a reflexionar un poco
—Bueno... ¿Que soy exactamente? Un entrenador de segunda con complejo de inferioridad y que se odia a si mismo... —me puse a anotar cosas en mi libreta, mientras luego abría una lata de gaseosa y me la bebía de a sorbos— En pocas palabras, un tonto
Me encogí de hombros y seguí bebiendo mi gaseosa de a sorbos pequeños mientras veía la Torre alzarse en el cielo nocturno de forma majestuosa

 

Aerodactyl aterrizó en la ciudad, me baje del pokemon y lo regresé a su pokeball, después de eso Lucas me dijo que se iba al centro pokemon por lo que asentí.

—Esta bien, ahora iré yo...antes debo hacer otra cosa—Le dije con una leve sonrisa mientras me dirigía por donde había ido Rojo, tras unos minutos buscando al fin lo encontré, lo note algo pensativo, con esa libreta en sus manos por lo que di un suspiro y me acerque a él.

—Rojo....—Le llamé para después arrebatarle esa libreta, después la abrí y ví que en muchas de las páginas había anotado las derrotas que había tenido, tras eso fruncí el ceño y arranque todas esas páginas para después sacar a Typhosion y ordenarle que las quemarás.

—¿En serio Rojo? No puedes pensar así ¿sabes? Yo pensaba que desde que decidimos continuar por nuestro camino solos, yo creía que tu forma de pensar había cambiado, pero veo que no, Rojo, haz lo mismo que yo, borrón y cuenta nueva, nada te puede interrumpir en lo que realmente te gusta, que es entrenar, así que olvidas las derrotas, no te puedes dejar influir por eso—Le dije con el ceño aun levemente fruncido, con sinceridad no sabia que había cambiado tanto.

 

Me limité a bajar la mirada y a asentir, en alguna manera, tenía razón, y no de alguna, tenía toda la razón, me sentía un tonto por estar pensando así, por lo que me tapé la cara de lo avergonzado que estaba
—Perdóname si ya no soy como antes... Solo que no me siento tan motivado tampoco... —pensaba en lo que realidad me pasaba, no me sentía incentivado a entrenar— Pero bueno, intentaré no ser así...

 

Miré a Rojo para después suspirar...¿Me habría pasado un poco? Realmente no lo sabia, pero es que no me gusta las personas con esos pensamientos tan sumamente pesimistas.

—No soy yo la que te tiene que perdonar, es tu equipo pokemon, a ellos son a los que debes pedirle perdón —Le aclaré para después escuchar lo que dijo, por lo que abrí los ojos sorprendida....¿No se sentía motivado a entrenar? Suspire levemente.

—Espero que estés de broma, o que solo sea un mal día, se que hay ocasiones en los que no te sientes motivado, pero eso no es ninguna excusa—Le dije para después soltar un leve suspiro.

—Pero en fin...supongo que es tu vida, y yo, ya no me puedo meter en ella—Le dije.

 

Me senté de nuevo en la banca mirando el suelo, ya de por sí tenía el ánimo por los suelos
—Voy a serte sincero... Toda esta mala racha que he tenido últimamente me ha dado muy fuerte, no se, me siento inferior a los otros... Aunque lo que hago es avergonzarme a mi mismo y a mi equipo, aunque no lo quieran admitir... —luego alcé la mirada para ver la Torre Desafío, o al menos, su silueta en el cielo— Aunque estoy dispuesto a remediar eso... Demostrar que soy tan buen entrenador como todos los demás... Bueno, a veces hay momentos en los que los mejores no fueron nada durante un tiempo, ¿No? Así mismo me pasa... Espero que después de esta tormenta venga la calma

 

Rojo se sentó en una de las bancas de la ciudad, sin embargo yo preferí quedarme de pie, escuchando lo que me decía.

—Realmente yo te entiendo—Le confesé—Pero de seguro que no solo yo, todo el mundo alguna vez lo ha sentido, por muy mínimo que sea, nadie nace sabiendo Rojo ¿O es qué no recuerdas lo pésima que era yo al principio? Por favor, no conseguí ganar mi primer combate hasta que Cyndaquil evoluciono a Quilava, y aun así seguía perdiendo continuamente—Le expliqué —Cuando perdía una batalla realmente me dolía, y a la vez me alegraba, y no deje de tener ese pensamiento hasta que me separe de vosotros, hasta que decidí que no podía continuar así—Le confesé—Por eso no continúe con vosotros, y fíjate ahora, después de mese y meses, mira como está Typhosion —Dije mientras miraba a dicho pokemon —¡Esta más fuerte que nunca!—Añadí.

—Y para no sentirte como te sientes solo debes entrenar, y así ya vencerás poco a poco —Le dije con una leve sonrisa.

 

Una pequeña sonrisa se asomó a mi cara, escuchar todo eso de alguna manera, me hizo recobrar el ánimo, así que agarré lo que quedaba de la libreta y la quemé con un mechero, hora de empezar desde cero
—Poco a poco... —asentí y seguí mirando la Torre Desafío, para luego levantarme y empezar a caminar— ¿Que esperas? ¡Vamos a la Torre para un buen combate!

 

Miré a Rojo para después sonreir.

—¿Por qué ir a la torre teniendo aquí a una contrincante lista para combatir?—Le pregunté con una leve sonrisa mientras tomaba una pokeball.