Ciudad Acuarela

Alpha.

—¿Y?—Había preguntado cuando ella hablo de esa cantidad tan grande de distancia entre ellas. Tenía razón, sí, pero tampoco había contado con el factor que definía muchas veces la victoria: Trabajo en equipo.—, será el mejor entrenador de la región quien te entrene, conmigo podrías aumentar mucho tus poderes, incluso podrías llegar a desafiarme.

Cuando logré darme cuenta su rostro estaba rojo, su mirada se veía inmóvil.. ¿Se habría enfermado por mojarse en la cascada?.
—Quédate tranquila un poco, creo que tienes fiebre.—Y entonces procedí a colocar mi frente pegada a la suya. Normalmente era la forma que en mi hogar solían revisar si me encontraba enfermo aquellos días donde no quería ir a comprar con mamá o hacer mi habitación.
>>¿Te sientes mal?—Dije apegado a ella.

Contenido oculto

Un poco de fanservice para el público e.e. Oh, y sí alguien encuentra partes de Alpha en la ciudad recuerden no donarlas a las fundaciones, él las necesitará pronto (?)

 

Justo antes de irme me percate de que Alpha había llegado de no se donde a hablar con la chica, y cuando la tomo por los hombros la chica encendió violentamente sus mejillas en un color rojizo.

Lo deje pasar de largo y solo llame a mi pokemon inicial a su pokebola y saque a Flygon para volar hacia el Centro Pokemon, no sin antes pasar sobre ellos y saludar a Alpha.

—Por Arceus! Eres mas difícil de ver que un Snover en un bosque cubierto de nieve!

Pero bueno, espero poder charlar pronto contigo viejo, de momento te veo algo ocupado...— reí un poco mientras me alejaba con la velocidad sonica de Flygon.

@Gold-Kun @Noir

 

Mimi Honda

—Quédate tranquila un poco, creo que tienes fiebre.— le oí responder a Alpha entonces, y mi mente se mantuvo exactamente igual que hace unos segundos, en blanco, aún tratando de entender de forma vana la situación. ... ''¿Fiebre?'' fue lo único que alcancé a murmurar, con un tono bajo, confuso, incluso parpadeé un par de veces otra vez en un patético intento por hacer reaccionar mi cerebro. ¿Qué demonios estaba pasando de un momento a otro? ¡Hace un segundo hervía de ira y ahora me sentía completamente perdida en la situación!

Antes de poder siquiera darme cuenta, Alpha me apartó el flequillo y pegó su frente a la mía, como si pretendiese medir mi temperatura corporal de esa forma. Sobra decir que esta se disparó de un momento a otro, mi rostro se ruborizó por completó, y sentía que aquel molesto ardor se extendía desde mis mejillas hasta mis orejas. ¡Ugh, lo que me faltaba! ¡Como si no tuviese suficiente con perder de forma tan indigna ante Effy; ahora me sentía completamente desarmada y expuesta ante mi estúpido compañero de viaje! Al sentir su piel contra la mía, el cuerpo se tensó de súbito, como un elástico, y mi pulso se aceleró de tal forma que casi podía sentirlo en los oídos. ¿P-pero qué...? ¿Qué demonios se suponía que estaba haciendo? ¿Y por qué era incapaz de reaccionar? ¿Tal vez... porque nunca había tenido a un chico tan cerca? Traté de decir algo, pero mi labio tembloroso sólo alcanzaba a farfullar incoherencias.

Hasta que él continuó.

—¿Te sientes mal?

Tras unos segundos de enajenación mental—porque aquello no podía llamarse de otro modo—, mi mente pareció volver en sí, mis manos temblorosas se cerraron en puños, y mi expresión nerviosa y completamente indefensa se tornó puro enojo. Es decir... ¿Quién le había dado permiso para acercarse tanto? ¡A mí, a Mimi Honda! ¿Cómo tenía la osadía de hacer algo así...?

Motivada por la súbita ira que me hirvió en las venas, mi pierna se movió como por inercia y le asestó a Alpha una patada lo suficientemente fuerte como para hacerle caer de espaldas, a unos metros de mí. Me sentía furiosa porque alguien como él acababa de ponerme en una situación que era incapaz de controlar. Odiaba esa sensación, esa horrible sensación de perder el control y sentirme completamente vulnerable ante alguien. ¡Nadie tenía el derecho de hacerme algo como eso!

—¡¿Q-q-qué demonios crees que haces?!—le espeté, mi voz aún titubeaba, mi dedo índice seguía temblando cuando lo señalé de forma amenazadora desde mi posición—. ¡Idiota! ¡Estoy perfectamente bien, lo que es un milagro teniendo a un inconsciente como tú por compañero! ¿P-pero que manera de tomarle la temperatura a alguien es esa, eh? ¡Maldito pervertido! ¡¿En verdad quieres morir?!

A pesar de todo, el rubor se negaba a abandonar mis mejillas, y mi corazón latía de tal forma que sentía que estallaría de un momento a otro.

 

Tras un largo pero poco complicado ascenso, al fin logramos subir la Gran Catarata... y entonces me quedé de piedra al ver lo que se encontraba al final de ella: Frente a nosotros se alzaba una enorme ciudad, de las más majestuosas que había visto, llena de mucha gente que deambulaba por sus calles, sonrientes y llenas de energía, mientras realizaban su rutina de día a día sin preocupación alguna, como si por su elevada localización fueran ajenas al mundo que los rodeaba.

En cuanto a mí, verlos a todos aquí, donde comenzaba la "indomable" Gran Catarata me parecía, por lo menos, bastante chocante.

—Seguro llegaron volando... seguro llegaron volando.... seguro llegaron volando.... —me obligué a repetir una y otra vez, tratando, inútilmente, de obligarme a creérmelo— seguro llegaron vo.....

....

La verdadera depresión llegó cuando, en medio de la histeria y la negación, interrogué a cada habitante y turista que deambulaba por las calles de acuarela, mientras poco a poco se me revelaba la horrible verdad de que, en aquel lugar, subir y bajar la Gran Catarata era el pan de cada día de sus habitantes. Ya fuese para ir a comprar mercancías en otros lugares, visitar nuevos sitios o simplemente para darse un baño en el lago, los habitantes de Acuarela bajaban con regularidad hacia lo que ellos llamaban, "el mundo terrenal". Por el otro lado, decenas de turistas llegaban a la "Ciudad cúspide" para admirar su belleza y diseño futurista, para participar en alguno de los concursos que se celebraban de vez en cuando, o sólo para hacer el vago por allí.

Fuese como fuese, estaba claro que de ninguna manera había realizado la odisea de la que tan orgulloso me había sentido durante 7 minutos. Ahora me quedaba claro que no era más que alguien del montón que había realizado un mero acto de rutina en la vida de muchas personas.

...

Me desplomé pesadamente en la primera banca que encontré, con un tono pálido y con la vitalidad de un muerto; en ese momento me consideraba menos que una basura, y luchaba por intentar buscarle el sentido a una vida que, en aquel instante, parecía cuanto menos vacía. Tan ensimismado me encontraba en mi auto-generada desdicha que no me percaté que algunos de mis pokémon más pequeños se habían escapado de sus pokeball, como hipnotizados por una fuerza superior que se encontraba latente en lo más profundo de la ciudad.

Así pues, comenzaron con su descenso hacía las grutas bebé. Quién sabe lo que les pasaría desde ese momento...

 

Alpha.

Y cuando logré acercarme la temperatura de Mimi aumentó quizá hasta el doble de lo que ya estaba, pero además de eso su furia estaba encendida como normalmente pasaba. Partió dando una patada hacia mí logrando sacarme de equilibrio, momentos antes la leyenda capturada por este servidor logró desconcertarme dedicando las palabras "Te veo un poco ocupado" ¡No! ¡Estábamos perdiendo totalmente el hermoso tiempo que podríamos usar para entrenarnos!

En ese momento cuando Mimi seguía gritando sobre el sí quería morir levanté mi cuerpo y liberé a Rayquaza, quien dio un muy potente rugido como siempre solía hacerlo al presentarse, y junto a eso llamar la atención de gran parte de la ciudad que pasaba en esos momentos por ahí.

—Vamos, tienes un combate pendiente.—Le dije entonces al subir a la cabeza de el enorme legendario, causando impresión en la gente, ¿Ian la tendría igual al liberar a Ho-Oh? Bueno, creo que él se quedó en Sinnoh por unos meses a vender pizza tener un duro entrenamiento.

—Sube, hoy puedes volar conmigo.

Ya la cabeza de mi pokémon estaba agachada y solo quedaba que una un tanto pálida Mimi aceptara el subir, sí subía consideraba empezado el entrenamiento que le debería dar.

 

Mimi Honda

En lugar de responderme, Alpha se incorporó del suelo y sacó a Rayquaza de su pokéball, sin la más mínima expresión de dolor o arrepentimiento en su rostro. El legendario, por su parte, soltó un estruendoso grito que alertó a todos los paseantes que deambulaban por las calles de Acuarela. Como si de un gran espectáculo se tratase, todos se volvieron en nuestra dirección, y algunos que otros comentaban asombrados y temerosos la increíble escena que se estaba sucediendo ante sus ojos.

Alpha se incorporó sobre la cabeza de la criatura poco después, mientras yo aún intentaba salir de mi asombro. No se trataba de Rayquaza, era... ¿Qué diablos estaba pasando? ¿De qué combate pendiente estaba hablando? Mi cerebro parecía estar demasiado sobrecargado por los acontecimientos; me sentía completa y absolutamente perdida. No recordaba haber dejado ningún combate pendiente, y por supuesto no recordaba haber aceptado ese ''entrenamiento especial'' que Alpha me había propuesto tan ''galantemente'' hace tan sólo unos minutos.

—Sube, hoy puedes volar conmigo—. me dijo entonces, dirigiéndome una sonrisa confiada. ¿Cómo podía estar tan tranquilo después de atentar de esa forma contra mi preciado espacio personal? ¡Era un tema muy serio! De hecho, no debería volver a dirigirle la palabra por algo así... Y sin embargo, ¿no sería cruel que Alpha prescindiese del placer de mi compañía? Me limité a fruncir el ceño, aún molesta. Aunque seguía confusa, necesitaba ordenar mis pensamientos para evitar que una escena como la anterior volviera a repetirse.

—No lo digas como si fuese la gran cosa, no necesito a tu Rayquaza para nada—respondí entonces, volviendo el rostro con dignidad—. De hecho, Swellow está más que bien para mí.

Y sin mirarle, me limité a extender la mano con solemnidad, esperando que me diese el esférico que pertenecía al tipo volador. Por el momento, me convenía guardar la distancia.

 

Alpha.

Sin preocuparme mucho atiné a entregar el pokémon en su esférico a la entrenadora de los cabellos rubios. Ella seguía orgullosa, ojalá eso le durase entrenando, quizá así se auto-impulsaría a continuar de todas formas.

—Vamos a Témpera, la Torre Desafío nos espera a ambos.

Al golpear suavemente la cabeza de Rayquaza éste comenzó a elevarse y al lograr estirar al completo su cuerpo una gran ráfaga se aire se liberó al nosotros salir cual misil en dirección de la ciudad del primer torneo para entrenadores.

 

Mimi Honda

—¿Espera, cómo que a ambos...?—fue lo único que alcancé a decir, antes de que Alpha partiera a lomos de Rayquaza, acción que arrancó exclamaciones de asombro por parte de los ciudadanos.

¿Témpera, había dicho? Si era cierto que aún no había tenido tiempo de probar la Torre Desafío, lo último que quería ahora era combatir y perder otra vez. De hecho, necesitaba descansar y relajarme, y por supuesto restaurar la salud de mi equipo, pues aún no había tenido tiempo de pasarme por ningún centro pokémon.

—Wow. ¿Has visto eso?— seguían murmurando a mis espaldas los ciudadanos, asombrados por la escena que acababa de sucederse ante sus ojos.

—Era Rayquaza—dijo otro—. ¡Debe ser un entrenador muy fuerte y famoso! ¡Increíble!

—¿No es el mismo joven que llamaron para la apertura de la Torre Desafío?— remugó un anciano apoyado en su bastón, acompañado por un viejo y malhumorado Houndoom— Que chiquillo tan valiente, me recuerda tanto a cuando yo era joven...

Ugh, ¿por qué no sencillamente iban y le pedían un autógrafo? ¿Era tan difícil? ¿Cuándo habían cambiado tanto las cosas? ¿En qué momento había dejado de ser yo el centro de atención para pasar a ser lo que era ahora...? Una persona más. Una única persona entre cientos y cientos de miles. Un mísero grano de arena en mitad de un enorme desierto. Incapaz de destacar en nada, ni ganar uno sólo de los combates que me había propuesto. ¿Qué había pasado con mi fama y mi popularidad...? ¡Era una sensación horrible! ¡Incluso temía que llegase el día en el que me mirase al espejo y no me reconociese ni yo misma!

—¡Quiero ser como él cuando sea mayor!— sentenció un niño pequeño con orgullo, alzando una pokéball en alto.

Apreté los puños y la mandíbula, tratando de alejar cuanto antes aquellos pensamientos de mi mente. Si Alpha era tan bueno, dejando de lado el orgullo... ¿No debería sentirme afortunada por qué él había querido entrenarme? ¿Porque era mi compañero de viaje? ¿No debería dirigirme a él como si fuese una verdadera eminencia? ¿Cómo si se tratara de alguien de mi categoría? ¡Por supuesto que no! ¿Pero qué tontería era esa?

Liberé a Swellow y partí rápidamente de allí. Por lo menos esperaba que Ciudad Témpera me ayudase a despejar la cabeza.

 

Camine un poco después de bajar de Flygon y entre en el centro pokemon, mi mano iba dirigida a mi hombro a acariciar a cierta criaturita que siempre llevaba en el hombro pero me extrañe mucho cuando no le sentí, no estaba acostumbrado a estar sin Plusle desde que salí de mi viaje, salvo una temporada que se fue con Hubert en la cual por la ocupación de los entrenamientos no sentí mucho dicha ausencia como ahora.

—Puedes quitarle la comida a un chico, puedes quitarle el dinero, incluso puedes quitarle su golosina! Pero no le quites a su Plusle...— rápidamente baje mi cabeza y una pequeña nubesilla con lluvia emergió en mi cabeza, para mi sorpresa Swampert hacia de las suyas riendo viendo como yo echaba de menos a Plusle.

Aunque dentro de el también se sentía igual, echaba de menos al pequeño al igual que yo.

 

—De vuelta a la civilización. Descansa noctowl, ahora iremos al centro pokémon y te terminaras de curar— dije para regresarlo a su pokeball—.Vamos, nos espera un largo camino por recorrer, cuanto antes empecemos, antes acabaremos.

Aunque estaba, como de costumbre, muy cansado, fui el primero en ponerse a andar, ya que estaba entusiasmado. Algo más tarde, alcanzamos el centro pokémon y todos fueron curados gracias a la enfermera. Allí, aproveché para pedir una llave de habitación; quizás más tarde necesitase descansar. Nada más recuperar nuestros pokémon, recobramos nuestro camino hacia la sede de las grutas bebé.

—Por fin todos curados, dirijámonos a nuestro próximo destino, que se encuentra... ¿Dónde está?— rápidamente saqué mi pokedex y eché un vistazo—. ¡Allí!— señalé con el dedo— Vayamos rápido, mudkip, ¡me muero de la emoción!

Tras media hora de caminata, llegué al emplazamiento.

 

—Yo me quedaré por el centro un rato, nos vemos luego por aquí. —me despedí del acelerado chico con la mano, apoyada en la recepción del centro, y me quedé mirando la puerta por la que salió a todo correr. Reí por lo bajo, negando con la cabeza, y centré mi atención de nuevo en la enfermera Joy.

—Aquí los tienes, todos recuperados y con las energías restauradas. Que te vaya bien. —exclamó la joven tras la recepción con simpatía, y tomé las pokéballs de la bandeja, alegre.

—¡Gracias! —me despedí, alejándome del sitio y caminando directa a los sillones de la recepción. Quería descansar las piernas un poco aunque fuera hasta que llegase de nuevo el chico. En verdad viajar con él era un no parar.

Al poco rato de sentarme en el sillón, viendo pasar a los entrenadores a cada momento ya fuera para curar a sus pokémon o tomarse un descanso del viaje, logré distinguir la figura de un chico de curiosa gorra blanca acompañado de un Swampert. Me senté rápidamente y capté su atención en cuanto paso por delante, no muy lejos de mí.

—Psst, Brendan. —susurré, y en cuanto giró su cabeza con curiosidad le saludé con la mano. —Hola~. Qué casualidad verte por aquí.

 

—Hey hola! Como haz estado Liza? Tiene desde que llegamos a Acuarela que no te veo, a donde te habías ido?— le pregunte a la chica dándole un leve apretón de manos y un semi abrazo.

Swampert por su parte saludo muy enérgico desde mis espaldas a Liza.

Una pokebola salio de mi cintura y una pequeña figura dorada quedo entre Liza y mio saltando directamente a los brazos de ella.

—Parece que Swampert y yo no somos los únicos en alegrarnos de verte...— le dije mientras reía y sacaba el biberón del pequeño Poochyena.

@Liza White

 

—¿A-ah? —y en un par de segundos, me vi envuelta en un saludo que no solía recibir a menudo, más bien nunca. Ligeramente confusa, le sonreí rascándome la mejilla algo nerviosa una vez me liberé de su semi abrazo. —He estado bien, gracias... Dando vueltas por un par de rutas ayudando a Lucas a capturar algunos pokémon. Ya sabes, no soy de permanecer mucho rato en un mismo sitio. —le comenté algo más tranquila, y recargué el peso de mi cuerpo mayoritariamente en una de mis piernas, en una posición más cómoda. —¿Y qué hay de vosotros? ¿Ya habéis visto toda la ciudad? Es muy bonita, la verdad.

Y antes de siquiera esperar respuesta por parte de Brendan, una luz rojiza me alertó y di un pasito atrás para no perder el equilibrio, sorprendida. Alcancé a ver una sombra dorada saltar velozmente a mis brazos, abrazándome con efusividad, y entonces lo reconocí.

—¡Poochyena! —abracé cariñosa al peque. Ya hacía bastante tiempo que no lo veía, la verdad, y que apareciera de repente me dio una más que grata sorpresa. —¿Cómo has estado? ¿Te ha cuidado bien Brendan? —le pregunté, alzándolo en brazos con una gran sonrisa y mirando por unos instantes al chico. El bebé asintió con la misma emoción, y volví a cargarlo en brazos. —Me alegra mucho saber eso. ¡Ey, incluso te veo algo más grande!

 

—Bueno, ya están todos inscritos, pasará un buen tiempo hasta que los vuelva a ver... Pero seguro que serán mucho más fuertes y estarán encantados con lo que hayan encontrado. ¿Y ahora qué?—me pregunté a mí mismo, pero no tuve más que ver la hora en mi poke-reloj, al cual acababa de poner pilas por primera vez desde que llegué a Galeia para saber lo que iba a hacer, volvería al CP a descansar.

Con paso tranquilo, me puse en marcha recorriendo diversas calles y parando en alguna que otra tienda a comprar hasta llegar al centro pokémon. Una vez allí, me sorprendí al ver a Liza todavía en los sillones de la entrada, puesto que esperaba que estuviese ya en su habitación. La chica se encontraba con otra persona que ya había conocido cuando empecé mi aventura... Creo que se llamaba Brendan. Como no estaba muy seguro, no me arriesgué, simplemente me acerqué, saludé y sonreí.

—¡Buenas! ¿Qué tal todo por aquí?

 

—Jaja parece que el un un novato regresa! Como estas Lucas?— le pregunte al chico mientras levantaba mi mano esperando a que me diera una palmada sobre la mía.

Volví la mirada a Liza y ella seguía perdidamente enamorada de la ternura de Poochyeba y la verdad no era nada de lo que debería de sorprenderme.

@Trainer prega @Liza White

 

—¡Muy bien, gracias! ¿Y tú qué tal?—pregunté al muchacho dándome cuenta de que había levantado una mano con la intención de que le chocase, así que no lo hice el feo—. Hace mucho tiempo que no nos vemos, la última vez fue en aquella tienda en Óleo. Me dijiste que te llamabas... ¿Brendan puede ser? Aun estoy algo confuso con los nombres, son tantos...

En ese momento, un pequeño destello proveniente de la muchacha me llamó la atención. Era un poochyena un tanto especial—. ¡Vaya! No sabía que tenías un poochyena shiny, Liza —le dije hipnotizado por el resplandor de su pelaje—. Es tan... brillante.

 

—Chicos que tal les va!— comente sorprendido de ver llegar a Lucas por un lado, y por el otro a Hubert y a Emily, tenia tiempo sin ver a Hubert pero charlar con el seria en otro momento, debía de salir volando rápidamente a Ciudad Barniz, al parecer un paquete había llegado para mi según mi holomisor por lo que tome una de mis pokebolas y la mantuve en mi mano mientras decía...

—Me encantaría quedarme pero justo ahora iré por un encargo, Liza... Te quedas de niñera del bebe, chicos los veré en otra ocasión, debo de tomar un vuelo repentino, lo lamento, los veré luego lo prometo!— dicho esto salí del centro pokemon, lance la pokebola al aire y de un salto ya me encontraba en el lomo de Flygon surcando los cielos.

@Miss Phantomhive @Bruno EVF @Trainer prega @Liza White

 

" Liza... te quedas de niñera del bebe"

—Oh no, otra vez no. Si crees que me voy a quedar a cargo de tus pokémon vas lis...

Pero ya era demasiado tarde para reclamar nada, el chico se había alejado de nosotros montado en su Flygon como si la cosa no fuese con él. Fruncí el ceño, visiblemente molesta y no le quité la vista de encima hasta que desapareció por el horizonte.

—Será caradura... —murmuré, dando la vuelta al ver que ya no podría hacer nada para remediarlo, y abracé contra mí al Poochyena que tenía en brazos. Éste se limitaba a mover la colita feliz, sin enterarse de la "huida" de su entrenador temporalmente. Acaricié su dorado pelaje con una ligera sonrisa, tratando de dejar aquello atrás. Ya hablaría con él después. —Bueno, parece que te quedarás un rato conmigo. Luego volverá tu entrenador, ¿vale? —Poochyena asintió, contento con la idea, y miró curioso a los presentes que acabaron de llegar.

Alcé la cabeza al darme cuenta de ello y les saludé con una de mis manos.

—¡Buenas Emily, Hubert! ¿Cómo les fue en el torneo?