El poder naranja del deseo insaciable

Para la actividad Sencity.

El poder naranja del deseo insaciable
​

Este poder es mío, mía es su claridad.

En el día y su luz o en la noche y su oscuridad,

Proclamo que todo cuanto vea sea de mi propiedad,

Para tomarlo como quiera... ¡esa es mi voluntad!​

—¿Te gustan? —Helena se detiene a mi lado una vez que cae en la cuenta de que he estado ignorándola desde que entramos a su habitación—. Son matrioskas artesanales, ¿sabes? Creadas por la mano de mi propia bisabuela. Mi madre las heredó hace años de mi abuelo y ahora ellas son mías —me informa con el orgullo destilando en su voz—. A que son hermosas, ¿no?

—Sí. Muy hermosas.

Con mucha delicadeza deslizo uno de mis índices por el contorno de la mayor de ellas, luchando por ignorar la capa de polvo que mi simple acción adjudicó a mi dedo, concentrándome únicamente en el deleite que significan los finos colores de su apariencia o el detalle soberbio de su expresión.

—Me imagino que sufrirías una gran pena si algo malo pudiera llegar a pasarles.

—Uf, eso sería de lo peor. Sumamente horrible.

Le sonrío de forma comprensiva para transmitirle mi falso entendimiento cuando lo que en verdad deseo hacer es gritarle por no saber cuidar de unas piezas de arte tan especiales como las que posee. En su lugar, continúo contemplando las muñecas hasta poder calmarme.

Realmente siento cómo su belleza me apacigua.

—Bueno —interrumpe mi compañera, después de un minuto, encaminándose hacia su escritorio—, ¿te parece si ya comenzamos con el proyecto, Ava?


Decido que lo más sensato es levantarme después de pasar todo un cuarto de hora contando ovejas. No importan los métodos que esté tratando, no puedo dormir y parece ser que nada de lo que intente funcionará para solucionarlo.

Me siento al estilo indio sobre la cama, con los codos sobre las rodillas y el rostro redondo acunado entre las manos, y recorro con la mirada mi habitación. Contemplo todo lo que me rodea, cada artículo de mi absoluta pertenencia en búsqueda de tranquilizarme, mas –por primera vez– mi fiel acción surte el efecto contrario y el malestar que me ha mantenido inquieta se incrementa.

Molesta pero sin saber cuál es la razón, aprieto los dientes con furia y determino que realizar un pequeño viaje hasta la cocina no me caería mal. Quizás otro vaso de leche tibia junto con algún dulce aperitivo de la tarde me ayudasen.

Sin embargo, no consigo dar ni tres pasos hacia la puerta cuando me detengo de improviso y con la vista fija en cierto lugar de mi aparador. Un sitio que se encontraba lo suficientemente despejado como para llegar a albergar un precioso tesoro nuevo. De inmediato llega hasta mí la colección de matrioskas de Helena y el cuadro resultante junto a su inclusión me parece sencillamente perfecto.

¡Eso es! ¡Ya lo tengo! Esa es la razón por la cual me siento tan incómoda estando en mi propio cuarto y el porqué el sueño me venía repeliendo. Se trataba de algo tan simple y fácil de solucionar que me encuentro tentada de carcajear de dicha con todas mis fuerzas si no fuera porque una abrumadora sensación de fatiga mella en todo mi ser.

Así que, en su lugar, retorno a la cama con una enorme y satisfecha sonrisa en el rostro y con un deseo impaciente por la llegada del nuevo día. Aún no tenía del todo claro cómo es que las conseguiría, pero no tenía duda alguna de que esas muñecas serían mías en cuestión de horas, a lo sumo en un par de días. Después de todo, no existía nadie mejor que yo para la tarea de atesorar, admirar y vanagloriarse de poseer tales bellezas.

Porque no existía nadie más en este mundo que fuera más avariciosa.


—Avarity Wolf, la Tierra. Tú lo quieres todo.