Conteo Un paso. Dos pasos. Tres pasos. Su escasa sangre se heló unos instantes, acentuando su palidez. Los tacos de sus zapatos eran lo único perceptible en aquella habitación. Cuatro, cinco,… seis. Su puño se cerró, dejando caer al piso grandes gotas de ese líquido rojizo que combinaba a la perfección con sus oscuros labios. Siete… se paró en seco. Podía sentirlo, y sabía que estaba ahí. Trató de agudizar su oído para ver si lograba captar su escondite. No, no podía. Estaba. Eso era seguro. Ocho, nueve,… diez pasos… la percepción había terminado. ¿Se habría ido? Once, doce,... trece,… catorce… No. Ahí estaba. Su miedo comenzaba a divertirla. Si él quería jugar, ella le iba a dar su jueguito. Quince, dieciséis, diecisiete,… dieciocho. Su cuerpo comenzó a helarse y la herida dolía cada vez más. Pero ella iba a ganar ese juego. Diecinueve, veinte,… veintiuno y veintidós. –Acá estabas. –Por favor, yo no… esto es una locura… –No te enamoraste de mi. Ese no era el trato… –Pero… no había ningún trato… y sí, me enamoré de vos…de vos… –De mi otro yo. Veintitrés. Ahí fue cuando su sangre se mezcló con la de ella. Se había ya cansado de perseguirlo, y ahí lo dejó, inerte, tirado en aquel cuarto frío. Su cuerpo le dolía mucho. Ya eran muchos días de andar tras él. Le parecía que ya era hora de quitarse ese disfraz y de volver a la niña mansa, torpe y tierna. Sí, le sería más fácil explicar los rastros de sangre en su cuerpo. Tomó sus rubios cabellos y los tironeó hacia atrás. Poco a poco comenzó a desprenderse junto con su piel aceitunada y las ropas rasgadas y sangrientas, dándole paso a un rostro pálido, de cabello castaño, con unos labios rosas y unos ojos llenos de ilusión. –¿Qué hago acá? – se preguntó cuando vio alrededor. Decidió ignorarlo, cada tanto le pasaba eso de no saber por qué estaba en un lugar. –Debería llamarlo, quedé en encontrarme con él a las seis. Veinticuatro. Un escalofrío la invadió, y supo que no lo encontraría más. No quiso voltear. Sólo dejó que su sonrisa se helara en sus labios. Y siguió. Veinticinco,… veintiséis… Katia Tabarelli
No termino de comprender y eso me pone de mal humor, haha. ¿Es algún tipo de bipolar o bloody face? Ah, no puede terminar de gustarme esto por más de que quiero que me guste. Qué decirte... A veces a los escritores acá se nos olvida que todos los lectores no son parte de nuestra imaginación, como tal es bueno dejar pistas, detalles, palabras claves en los escritos si queremos transmitir su correcta esencia. A lo que voy es que puede que para ti esté súper claro el plot del escrito porque eres su autora, pero yo en cambio lo leo y me quedo acá con las mil dudas, aunque puede ser también que mi capacidad de comprensión no esté funcionando, quién sabe. En fin, me hubiera gustado dejarte un comentario más lindo pero... Como que no es posible, hoy. Saludos.
@Shun No me parece desacertado que no logres entenderlo, o te haya costado hacerlo. Simplemente, formaba parte de la representación de la doble personalidad, enfermedad mental, que provoca que una persona crea tener una personalidad en unos momentos, y realiza ciertas acciones, y otra, en otros momentos, que realiza sus respectivas acciones, sin saber que cometió las primeras. De esa forma quise reflejarlo, una lástima que no se haya podido entender. Gracias por leerlo =) .
Como puedes ver fui capaz de atinarle, pero no quedé del todo segura. De igual manera muchas gracias por aclarar. No olvides poner como comentario tus mensajes. Saludos.