Admire con emoción el pokemon dragon cuando comenzó a volar alrededor mio, y sin duda alguna le presentaría a Keit también. —Vale, el es Keit, es mi mejor amigo desde que recuerdo, a y ellos son mis demás pokemon—dije sacando a un vullaby y a un beldum—Te presento a Silia (vullany) y a irin (beldum) Mis pokemon aparecieron con una gran sonrisa y al ver al Druddigon comenzaron a jugar con el, sin que keit se quedara atras y se sumo a ellos @Diamond Girl
Mire como mis pokemon jugaban con el de la chica y me dieron ganas de jugar con ellos, pero reaccione a la pregunta de ella. —A si, la verdad acabo de llegar—dije con una sonrisa acomodándome el gorro—tu no?
Al parecer la chica llevaba más en esto que yo. —Valla, genial—dije con una sonrisa mirando a Keit y a los otros—¿y solo tienes a tu Druddigon? o tienes más pokemon—le pregunte mientras irin se posaba en mi cabeza.
Sonreí a la respuesta a la pregunta de Kim y junte mis manos. —Si por favor—dije riéndome—aunque de seguro has de tener muchos. Ella llevaba más tiempo que yo, era logico.
--Jeje, tampoco que vaya de lo mas bien...--lamcé todas las poké ball como cartas, todo el grupo completo salio.
Los pokemon de la chica salieron y yo me quede sorprendida al ver a tantos. —¡Genial!—dije poniéndome en cuclillas—Un pupitar, durant, houndour, ponyta, seviper, meowth, pelipper, skitty, raticate, munchlax, conkeldurr y un serperior—dije apuntando y nombrando a cada uno—¡Son super monos enserio!—dije entusiasmada y acariciando al ponyta que me respondió con una sonrisa, Keit de un salto se monto en mi espalda y se puso a mirar a los pokemon de Kim
--Jeje, ya imaginaba que Ponyta te agradaria, mucho mejor que un Haxorus...--mencioné--Serperior fue el inicial del equipo, como un un fino Snivy...Y ya ha evolucionado a Serperior hace unas semanas...
Llegué apresuradamente al centro pokémon, cruzando las puertas de cristal más rápido que nunca en mi vida. La Oficial Jenny se encontraba allí, esperando de pie y con los brazos cruzados, mientras que Joy se encontraba recostada contra el mostrador, una mirada de suma preocupación en su rostro. Togepi estaba parada sobre el mostrador, como de costumbre; no había ni un alma más en todo el lugar, desierto por primera vez en mucho tiempo. —Temo decir que no son buenas noticias, Effy… —Ya lo se —la atajé antes de que continuara—. ¿O crees que no vi el cielo en mi camino hasta acá? Me volví y caminé hasta una ventana cercana; Jenny me acompañó y se paró a mi lado. Ambas miramos la oscuridad que se había cernido sobre la tierra; una nube negra que se abría grande, un portal… no sabía hacia donde, pero podía garantizar que no era a un lugar bonito. —Lo mismo sucede en todas las regiones —informó Jenny—. Kanto, Johto, Hoenn, incluso las Islas Naranja… y su origen fue ni más ni menos que Sinnoh. Sinnoh… no, no lo creía, ellos no habían fallado. Lo sabía, estaba convencida de que ellos derrotaron a Arceus. De lo contrario, todas estarían muertas ahora mismo, ¿verdad? Y dado que seguían allí, debía creer que habían tenido éxito y derrotar al legendario Arceus. Pero entonces… ¿qué sucedía allí arriba? —¡Effy! —exclamó Joy cuando me alejé, atravesando las puertas del centro pokémon para salir al exterior. Ella me siguió hasta la puerta del mismo, y me frené en seco unos pasos más adelante debido a su grito. Un fuerte viento se había levantado a causa del portal, tan fuerte que costaba mantenerse de pie en el lugar sin salir volando. —¡Me cansé de quedarme a un costado y ver a los demás salvar el mundo! —grité para hacerme oír sobre el rugido del viento—. ¡Esta vez yo pienso pelear con todo, hasta mi último respiro! Joy no dijo nada, pero desde detrás de ella salieron volando cuatro proyectiles… los atrapé en mi mano sin mucha dificultad, y descubrí que se trataban de cuatro pokebolas. Gallade, Dragonite, Blastoise y Steelix. Completamente curados. Levanté la mirada y vi a Togepi sonreír; me las debió quitar con sus poderes psíquicos en algún momento. Joy asintió, y con tan sólo eso bastó para que yo entendiera que tenía fe en mí. Guardé mis pokebolas y me dí media vuelta. Era hora de la batalla. Comencé a correr hacia delante, y mientras lo hacía, saqué algo de mi bolso… mi chaqueta negra de orejitas, aquella que hace tiempo no usaba. Era hora de que hiciera un regreso. Me la coloqué rápidamente, sin dejar de correr, y lancé una pokebola al aire. Skarmory, ya liberado, comenzó a volar a ras del suelo y cuando había acelerado lo suficiente salté sobre él. Al sentir el peso y una vez que me acomodé apropiadamente, el ave de acero comenzó el ascenso gradual hacia el portal. —¡A toda velocidad, Skarmory! —vociferé por sobre las salvajes ráfagas de viento, y eso fue lo que Skarmory hizo. Con un potente "¡Skaaaarr!", el tipo acero aumentó su velocidad y ascendió por los cielos hasta perderse de vista por el portal.
Desde donde me encontraba podía ver como un portal se abría en el cielo y el como una persona entraba en el con mucha seguridad, desde mi punto de vista no alcanzaba a ver quien era pero no dejaba de pensar que esa persona estaba muy segura de sus actos. —Esto...se ve preocupante—Susurré antes de levantarme de el banco en el cual me había sentado, llevaba en Tempera hace varias horas y me había sentado en ese lugar a pensar un poco y de repente apareció ese portal, lo cual se notaba que no acabaría bien. Miré por tercera vez en el día a mis pokemon, los cuales se veían ganas de luchar y salir de esas pokeballs. En ese momento recordé a la persona que entró al portal, el cual creo que se trataba de Giratina; torcí mi labio antes de sacar con rapidez a Doddy y subirme a su lomo, esté miro el portal y sin esperar orden mía tomo vuelo hasta perdernos de vista al entrar al portal. No seremos fuertes pero haríamos lo que pudiéramos.
Caminaba por la ciudad hasta que de repente el cielo se volvio de un color diferente y apareció un portal. —¿Pero que...?—miré el portal extrañada ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era ese portal? Mi cabeza estaba llena de preguntas, cuando me quise dar cuenta vi que había dos personas con sus pokemons voladores entrando en el portal, por lo que yo no me quise quedar atrás. Saqué a mi Aerodactyl y me monté en el de un salto—Vamos Aerodactyl—Le dije mientras me dirigia hacía el portal. Cada vez que me acercaba se veia peor—Esto...debe ser muy peligroso—Murmuré para después tragar saliba moví la cabeza para retirar mis pensamientos y le ordené a Aerodactyl entrar en el portal.
Cuando estaba apunto de responderle a Kim, el cielo se torno de un extraño color y un portal se abría en este, me quede un poco concentrada en este mientras Keit se posaba en mi hombro también observando aquel agujero. —¿Giratina...?—murmure al verlo, ¿de que se trataba es?, ¿que ocurría?. Varios entrenadores entraron a aquel portal sin ninguna duda, yo por preucupacion decidí meter a Silia y a Irin a sus pokebolls. —¿que esta pasando?—pregunte a Kim mientras guardaba las pokeboll.
Me encontraba afuera de la Torre desafío, acostado en una banca como de costumbre, cuando todo comenzó. El cielo se había oscurecido de manera repentina y, de no haber sido porque en vez de un dragón mágico, lo que se apareció fue un enorme y antinatural agujero negro, habría jurado que alguien había juntado las esferas del dragón. Descartada esa opción, sólo me quedaba creer que, o un agujero negro nos iba a tragar a todos, o el hoyo en la capa de ozono se había hecho más grande. Culpaba a Alpha de cualquiera de las dos opciones. —Eso pasa cuando te robas a Rayquaza de su hogar y lo haces luchar en combates, tonto... —exclamé, por lo bajo, como si el chico realmente estuviera allí. Ahora que lo pensaba, no lo había visto en un buen rato, aunque claro, me la había pasado mucho tiempo metido en la Torre; la verdad, no sabía donde estarían mis pocos conocidos, aunque tampoco me importaba tanto. Eso sí, no podía quitarme de la mente la idea de encontrarme pronto con Alpha, sólo para ajustar cuentas: La última vez me había vencido por la mínima diferencia, pero la próxima vez yo iba a ser el que le derrotara. Hasta entonces, debía seguir entrenando, fortaleciéndome, pues tenía la certeza de que, sin importar donde se encontrara, Alpha seguiría haciendo lo mismo. Concentré mi vista una vez más en aquel vórtice de oscuridad que ahora se alzaba sobre Témpera -y, pese a que en ese momento no lo sabía, sobre el mundo entero-, pero aún más importante... se estaba alzando sobre mí. Eso ya era lo suficientemente molesto. Para colmo, la escena que estaba viviendo me recordaba bastante a un anime que había visto hace muchísimo tiempo, pero cuyo nombre no podía recordar. Aquella impotencia ante la falta del recuerdo fue el golpe final. Me levanté de un salto y me dispuse a llegar al fondo de todo esto, aunque significase ser tragado por aquel agujero... y luego detonar una bomba en su interior. Nada me iba a detener de mi objetivo... al menos eso pensé hasta que todas mis pokeball se me cayeron. Ahora debía recogerlas para poder partir.
Llevaba poco menos de una semana en la Ciudad desde que abandoné la cueva Témpera; en ese tiempo había curado a mis pokémon, comprado víveres y disfrutado del ambiente agradable, aunque muy diferente del que estaba acostumbrado, de la ciudad. Como un chico que se había criado toda su vida en un pequeño pueblo, que pasaba sus tardes disfrutando de la belleza del bosque y paseando por las pequeñas calles de Pincel, encontrarme de repente en una ciudad tan grande como lo era Témpera, con sus miles de habitantes, sus enormes edificios y su multitud de locales y establecimientos, era sin duda un cambio brusco para mí. Así que decidí quedarme un tiempo en el lugar, para recorrerlo a fondo y tener muchos recuerdos de la ciudad cuando me marchase; conocí muchos lugares geniales, como parques, restaurantes, salones de juegos y demás. Uno de los lugares que más me llamó la atención fue, sin duda alguna, la Torre Desafío. Tal vez iría algún día, cuando mis pokémon y yo nos volviéramos más fuertes. Otro lugar bastante curioso fue -pese a estar a penas en construcción- uno llamado "Olympus Délices". Pese a no indicar que era, uno podía intuir por el nombre que debería tratarse de algún nuevo restaurante; uno muy fino, por cierto, a juzgar por el gran área que ocupaba, las enormes columnas de fino mármol que se levantaban frente a mí, y aquellos ventanales que estaban a punto de colocar, cuyo marco parecía hecho de oro. Sin duda aquello era sumamente lujoso... y claramente fuera de mi alcance. ___________________________________________________________________________ Me encontraba caminando por las amplias calles de la ciudad, cuando de pronto el cielo comenzó a oscurecerse repentinamente. Aquello se hubiese quedado como algo meramente curioso de no ser porque, inquietantemente, aquella oscuridad comenzó a adquirir la forma de un enorme agujero negro que, desde donde estaba, bien parecía un portal. Me quedé parado sin saber que hacer ante semejante visión, hasta que el ruido de una pokebolas al caer me sacó del trance en que me encontraba.
Cuando recogí mi última pokeball, me percaté de que, a pocos metros de distancia, un chico se encontraba absorto mirando el cielo. —"Seguro que es tu primera vez" —pensé, riendo, aunque yo nunca hubiera visto antes nada similar.... salvo en aquel anime... cuyo nombre aún no recuerdo. Cuando me disponía a partir, me di cuenta que aquel era el chico con el que me encontré la otra vez en la caverna; pese a que en lo primero que pensé fue en correr, me lo pensé mejor, y con precisión quirúrgica saque´mi traje de anciano de mi mochila y me lo puse en un menos de un segundo. Me había convertido en todo un experto. —¿Eres nuevo en la ciudad? —le cuestioné, justo en el momento en que aparecí como un rayo frente a él; antes de que si quiera pudiera responder, le tomé del brazo para comenzar el "Tour"—. ¡No hay problema, yo seré tu guía en esta maravillosa ciudad! No tienes por qué agradecérmelo —finalicé, guiñando el ojo del monóculo.
Para cuando me di cuenta, me encontraba siendo arrastrado por un anciano. O mejor dicho, por Ian. Pese a que su disfraz era bastante bueno, no me tomó más de un segundo percibir su viento tan loco y desenfrenado, aquel tan propio de él y que era difícil de olvidar. Por si no fuese suficiente, también comprobé -de una simple mirada- que en su rostro no había ninguna arruga, a diferencia de cualquier otro anciano. Así pues, me hallaba sujeto del brazo de aquel que destruyó mi bosque. Aunque en cualquier otra situación le habría seguido el juego sólo para después dejarlo caer desde algún edificio elevado, la verdad es que, con la aparición de aquel vórtice en el cielo, me hubiese sido imposible concentrarme, así que decidí acabar con esto rápido. —Ian, ¿Podrías explicarme porque te has vestido como un anciano? —le cuestioné, mientras me zafaba de su agarre—. Entiendo que presenciar algo tan extraño como esto... —exclamé, refiriéndome al cielo— es algo que puede desconcertar a cualquiera, ¿Pero has llegado al punto de perder la cordura? Aunque no lo creas, esperaba más de ti. Volví mi mirada de nuevo hacía el cielo, ignorando por el momento al chico vestido de anciano, preguntándome que sería lo que causaría aquello.
... No... no.... no... no. ¡No, no, no, no, no, no, no, no, no, no! ¡Es imposible que descubriese mi disfraz tan rápido; eso era simplemente inconcebible! Me dispuse a golpearlo furiosamente con mi bastón... o lo habría hecho, de haber traído el bastón conmigo. Pero entre la ropa de anciano, los objetos curativos, los esteroides para los pokémon, toda la comida medio echada a perder, una foto de Iota tamaño extra grande y el Escudo hyliano, mi mochila ya no tenía suficiente espacio para llevar dentro de sí el bastón. Así que me vi obligado a pedirle a la enfermera Joey que me lo cuidara; al principio se negó, aludiendo a que allí no podían cuidar ese tipo de objetos, pero un bastonazo bastó para convencerla. Supongo que al final había sido una mala decisión. —Tsk... supongo que tienes buen ojo, tal vez me seas útil para ver en la oscuridad cuando me adentre dentro de esa cosa —Hice una ligera pausa y proseguí hablando, sin que siquiera pudiera responderme—; y descuida, te prestaré algunos de mis pokémon para el viaje, porque es obvio que no podrías hacer nada con tu nivel actual. >>No me lo agradezcas —le dije, guiñando de nuevo el ojo que tenía puesto el monóculo. Acto seguido liberé a Salamance de su ball y le ordené que nos llevara al chico y a mí hacía el portal. Y así es como arrastré a Daniel hacía su muerte segura.... una pena para él, supongo.
Lo que acababa de pasar estaba fuera de mi comprensión. Ian había comenzado a hablar, y para cuando me di cuenta, me había tomado del pie y me había levantado por los cielos montado en Salamance. El viaje y la vista habrían sido geniales.... de no ser porque estaba completamente de cabeza. La sangre comenzaba a fluir de manera inversa por mi cuerpo, y ciertamente comenzaba a tener jaqueca. La cosa se puso peor cuando entramos en aquel enorme agujero. Sólo pude sentir como nos engullía la oscuridad.