Primer amor

Capitulo único​

Hace tiempo.... me enamoré de un tipo extraño, fue mi primer amor, creo.
Yo aún vivía en el campo y siempre me encontraba toda sucia, sea de arena, ganado o la saliva de mis perros. Era una niña salvaje, a la que los besos le resultaban algo asqueroso, y los abrazos la única señal de afecto u amor.
En ese entonces lo conocí, su nombre ya no me acuerdo, o quizás él nunca me lo haya dicho desde un principio. Y como dije antes, era un tipo raro, apareció de forma espontánea, y en su corta estadía se llevo mí corazón con él. Como yo era joven, no entendía que hacia él allí, en mi casa, pero supe después que era compañero de universidad de mi hermano.
Cuando fui presentada a él, estaba sucia de barro por haberme caído en el ganado, ¿y adivina? Él rechazo mi mano, sí, la rechazó en mí cara. Mi papá se había enfadado, pero mi hermano automáticamente se interpuso entre los dos para esclarecer la cosas. Él tenia esa enfermedad rara llamada TOC (transtorno obsesivo compulsivo) y odiaba tocar a cosas sucias, y yo, era una de ellas. Así que después de ese día cada vez que me acercaba a él, antes me duchaba bien para estar lo suficientemente limpia y que así no tuviese problemas, pero, él nunca llegó a tocarme, bueno, al menos no por gusto.
Un día, por la mañana, cuando no tenía sueño y salí fuera a jugar con los perros, él también estaba despierto mirando el amanecer por la puerta de la cocina. Creo que fue ahí cuando hablé con él por primera vez de forma adecuada.

"¡Hola!" Me acuerdo haberlo dicho sonrojada, y él había asentido con la cabeza después de decirme sobre lo hiperactiva que yo era. Yo había sonreído, creo, y los perros se me habían echado encima.

Jamás olvidaré aquel momento, cuando los perros saltaban sobre mi y él carcajeaba animado como nunca hizo antes. Si, tengo casí certeza de que me enamoré de él en aquel exacto momento.

— ¿Porque no vienes a jugar también?— Acuerdo haber preguntado.— Te los puedo presentar.—Dije apuntando hacía los perros, ya llena de saliva por toda la cara. Él por un momento pareció pensarlo, pero entonces se miró las manos dándose cuenta que no llevaba los guantes puestos y... Dio dos pasos hacía atrás.

— Quizás otro día. — Esa había sido su respuesta final, yo lo sabía. Pero después de eso, empecé a llevarme conmigo dos pares de guantes en una bolsita bien precintada en el bolsillo de mi pantalón, con la esperanza de que nos encontrásemos por la mañana y él no tuviese excusas para salir a jugar conmigo, pero, no hubo otro mañana como aquél, desgraciadamente. Él ya no se levantaba temprano, pero aún así, cada día yo me levantaba a la misma hora para salir a jugar con los perros, y a la espera de verlo.

Entonces, el día de la despedida llegó. Era una tarde de Abril, y él y mi hermano tendrían que volver a la universidad. Yo estaba muy triste, pero, sonreí hasta el último momento. Toda la familia estaba en la entrada de la casa, dispidiendose de mi hermano y de él, ¿y cómo no? Yo también estaba allí, de cabeza baja conteniendo las lágrimas.

— Pero si no pude ni presentarle a los perros... — Me acuerdo de haberlo dicho a la hora de despedirme de él, y segundos antes de tropezarme con una pequeña rama de árbol.

— ¡Estúpida! — Había escuchado alguien repreenderme mientras me cogía del brazo sin que yo llegase a caer en el suelo.— Si sigues así, terminarás llena de cicatrices...— la misma voz volvió a repreenderme, y entonces me di cuanta de que era él. Sí, era él, y lo mejor de todo es que me había tocado.

— Me has....me has tocado. — Dije boquiabierta sin poder creerlo,pero él simplemente me sonrió intentando a duras penas no limpiarse las manos. Entonces me acordé de los guantes en mi pantalón y se los di de forma automática. — No te preocupes, que esos no los he tocado.— Apunté hacia el plástico que los envolvía, y él me sonrió agradecido.

— ¡Volveré a que me presente los perros! — Había dicho antes de irse, y yo confíe en su palabras.

Lo esperé durante un largo tiempo.... hasta que los años se hicieron cargo de mis recuerdos, nublandolos con el olvidó.

Es algo estúpido decirlo, pero, los pares de guantes restantes aún los llevo conmigo, nadie entiende el porqué, del mismo modo que yo tampoco entiendo el porque mi corazón sigue esperándolo... Creo,que ese uno por ciento de probabilidad de que él vuelva es suficiente para mandar a la borda a los noventa y nueve por ciento que quedan.

Aún sigo ensuciandome día tras día, pero ahora es con el aire sucio e irrespirable de la ciudad.

......Me pregunto si él vendrá a verme, y pondrá los guantes que tengo guardado en un viejo cajón, para así curar las cicatrices que vengo teniendo en el corazón.