Miré hacia un lado al distinguir, por el rabillo de ojo, una rubia cabellera moverse y distinguí a Effy. -¡Effy! ¡Hola!-dije alegremente moviendo la mano con entusiasmo para llamar su atención.
Oí en eso una voz que me llamaba… giré sobre mis talones y me encontré con aquella jovencita que venía a toda velocidad hacía mí, ondeando una mano en el aire intentndo capturar mi atención. Y ciertamente, había logrado su cometido. —Oh, Emily, ¿qué tal? —le sonreí en cuanto se me acercó—. ¿Has recibido mi mensaje? ¿Qué tal se adapta Weavile a tu equipo?
Arrastré a Dante conmigo hacia la chica y una vez ahí saqué al pequeño Weavile de la pokéball (finalmente se nos habían unido tras salir del parque y yo los guardé para mayor seguridad). El nuevo pokémon saludó a su antigua entrenadora. -Creo que se esta adaptando bien-dije sonriendo.
—Me alegra que así sea… oh, y eso me recuerda —mencioné entonces, hurgando en mi bolso hasta que extraje una piedra negra como la noche: la Weavilita—. Encontré esto recientemente en la Ruta 300… estoy seguro de que te será de utilidad más a ti que a mí. Ten, acéptala, es un regalo. Y luego de que Emily aceptara la megapiedra para Weavile, decidimos que era hora de dar un paseo; andamos por la ciudad por un buen rato, mientras yo le contaba a Emily de los distintos lugares que había descubiertos por Galeia que creía el gustarían. La joven pareció particularmente interesada en la Torre de los dragones, noté, pero no comenté al respecto; si quería que la guiara a algún lugar, no tenía más que pedir. Eventualmente, llegamos a un centro comercial, el más grande (y caro) de toda Ciudad Barniz. Emily parecía tener ganas de entrar a ver que había, de modo que la seguí y dentro del centro fuimos, dedicándonos a ver vidrieras por un rato.
Acepté felizmente el regalo y lo guardé en mi mochila para después guardar al pokémon. Mientras Effy me hablaba de los sitios de Gaelia, yo asentía emocionada con cada palabra. Finalmente entramos al Centro Comercial, donde miramos varias cosas. -Ojala tuviera mas dinero-suspiré observando un collar precioso que me había llamado la atención-Por cierto, Effy-llamé a la chica que estaba a mi lado-¿Me harías un favor?-pregunté tímidamente apartando un poco la vista del escaparate.
Mimi Honda Paseaba a través del palsillo del centro comercial, cargada de bolsas de ropa súper monísima en mi opinión. Moo estaba de acuerdo conmigo, y, por su parte, cargaba sobre su cabeza una de las bolsas, la menos pesada en apariencia y la que estaba llena de pañuelos y bufandas de marca de toda textura y color. —Bueno—dejé escapar un suspiro, una gran sonrisa dibujada en los labios—. Esto ya está... ¿A dónde vamos ahora Moo? ¿Hay algo en especial que quieras hacer? Mi inicial lanzó su particular grito, que sonó emocionado, y se precipitó corriendo hacia un escaparate al fondo del pasillo, donde exponían un precioso pañuelo rojo. Apoyó sus pequeñas manos en el cristal, sus ojos brillaba con ilusión y anhelo. Se veía tan lindo... Fue entonces cuando reparé en las dos chicas que estaban observando el mismo escaparate que Moo, pero yo no las reconocí en un principio... hasta que... —Hey, ¿tú eres la chica del Flareon, no?—le pregunté entonces a la de corta y rubia cabellera. La otra chica, la morena... me sonaba de algo, pero no la reconocí. Contenido oculto Perdón, estoy de cel y tardo medio milenio ;-;
—Claro, después de que accedieras a cuidar a Weavile, no puedo negarte nada… ¿de qué se trata, Emily? —le pregunté a la joven con una sonrisa. Pero antes de que pudiese oír del favor que quería pedir la joven entrenadora del Emboar, fuimos interrumpidas por una joven cargada de bolsas de compras y acompañada por un Oshawott sobre cuya cabeza oscilaba una bolsa más pequeña que las demás. —Eso creo… y tú eres… —repliqué, algo extrañada por su repentina aparición pero entonces lo recordé, de donde me sonaba familiar; no recordaba su nombre, pero sí donde la había visto—. Oh, tú eres la chica que acompañaba a Alpha hace un rato...
Mimi Honda Dejé las bolsas en el suelo —normalmente se encargaba Watari de llevarlas cada vez que salía a comprar, y ahora habían empezado a hacerme daño en las palmas de las manos—, y asentí con una ligera sonrisa de suficiencia ante las palabras de la chica rubia. Tenía un aspecto extraño... no sabría definirlo con claridad, pero extraño para mí. —Ciertamente, querida amiga—le respondí, asintiendo con convicción y con los ojos cerrados. No era mi amiga y apenas nos conocíamos, pero mi ego escaló un peldaño más al ver que me había reconocido... aunque no supiese mi nombre—. Ahora que lo pienso... ¿y Alpha? ¡Me habría ayudado tanto a cargar con estas pesadas bolsas!—suspiré con abatimiento, pero entonces como en una acción desfasada a tiempo, mi bombilla se encendió—. ¡Oh! ¿Me ayudaréis vosotras, a que sí? Toma, esta es la que más me pesa... —comencé, colgándole la bolsa en la mano a la chica rubia con una sonrisa y gran resolución por mi parte. Ays, que alivio... ya había empezado a destrozarme los dedos... —Aunque no sé a dónde demonios voy a llevarlas, no caben en mi bolso...—rumié entonces, más para mí misma que para nadie más, con expresión reconcentrada y pensativa y enrollando uno de mis mechones rubios en mi dedo. Estaba tan pero tan lejos de casa... —. ¿... No habrá un hotel o algo parecido por aquí..? ¡Este paseo por el centro me ha dejado agotada!
Había ingresado en el centro comercial para dar con el paradero de la desconocida. Si recién estaba empezando su viaje, darle una cálida bienvenida a la región no estaba de más. Fue un hecho que no la encontrase debido al tamaño considerable del establecimiento donde me encontraba. No contaba con más de tres pisos, pero sí con mucha amplitud e infinidad de negocios. Me encogí de hombros. Aproveché la visita al lugar para dar una vuelta por la gran librería que estaba más adelante, donde conseguí Mitología de Teselia y Maestros del tipo planta. Mas, conseguí golosinas para Maractus y Plusle en la tienda de al lado; Serperior había rechazado las suyas con gentileza, lo que significó más ración para sus dos compañeros. Plusle, mientras comía, hincó suavemente mis mejillas. —¿Qué sucede? —le pregunté, con Mitología de Teselia abierto en mi mano. El pokémon señaló hacia el frente. No sólo pude ver que allí estaba la nueva entrenadora, sino que la acompañaban Effy y Emily... Un momento... ¿Effy llevaba bolsas de compra en sus manos? Ciertamente fue una imagen extraña de ver, al parecer sí le gustaban las compras en este tipo de sitios, después de todo. Comenzamos a acercarnos al grupo.
Alcé una ceja ante su acción tan… confiada, por decirlo de alguna manera. Solté la bolsa que me había entregado, apoyándola con suavidad en el suelo; estaba pesada y no tenía ninguna intención de cargar algo que no era mío en primer lugar. —Si buscas un lugar donde quedarte, la mejor opción es el centro pokémon… las habitaciones son individuales y gratis para todo entrenador pokémon —respondí a su pregunta, cruzándome de brazos—. Pero si lo que buscas es un hotel, también hay de esos… son caros, eso sí debo advertirte.
Mimi Honda Observé su gesto con el ceño ligeramente fruncido. ¿Había soltado las bolsas? ¡No, que tontería! debían habérsele caído, comprendía que eran bastante pesadas... abrí la boca para decir algo, pero no pude, pues Moo lanzó su particular grito y se echó a correr hacia el fondo del pasillo, tres pokémon que en absoluto reconocí,—uno llevaba... ¿maracas?— se acercaban hasta nosotros a paso seguro, acompañados de un chico joven. Que, cabe añadir, no estaba nada mal. —¡Espera Moo, regresa!—le grité, pero mi pokémon no se volvió a mirarme.
Nada más vernos, el Oshawott de la intrigante chica del vestido se alejó rápidamente de su grupo, desoyendo los llamados de su entrenadora. Mal comienzo para llevarme bien con él, parece ser que nuestro encuentro en la vereda lo había hecho sentirse intimidado, lo cual en ningún momento había sido nuestra intención. Plusle volvió a hincarme la mejilla mientras seguíamos acercándonos al grupo conformado por Effy, Emily y la desconocida. Mostrando la golosina que le sobraba, se bajó de mi hombro y corrió a los saltos detrás del inicial de agua. Cuando se acercó, le ofreció el dulce, con una sonrisa amistosa. —¿Cómo les va? —saludé a Emily y Effy con una sonrisa. Después miré a la muchacha del Oshawott—. Un placer conocerte y me disculpo por eso —miré al sitio donde Plusle seguía ofreciendo su golosina a Oshawott—, no tenía intenciones de asustar a tu pokémon.
¿Le acababa de decir… Moo a su Oshawott? ¿Acaso ese era su apodo? Vaya mote más extraño para un Oshawott… Volteé en la dirección que había mirado el inicial de tipo agua antes de echarse a correr como si el diablo lo persiguiese para descubrir el origen de su miedo con leve sorpresa; al parecer, lo había asustado la presencia de Hubert, que avanzaba hacia nosotras junto con Serperior, Maractus y el Plusle que solía ser de Brendan y parecía que a esta altura Hubert ya lo había adoptado podría decirse. —Hubert, algunos pokémon te tienen miedo parece —reí en cuanto llegó a nuestro lado; al parecer no era sólo Dante el que le tenía miedo al entrenador.
—Son lo gajes de la vida: no se puede caer bien a todo el mundo, parece ser —le respondí a la entrenadora con una leve risa.
Le sonreí a Hubert ante su comentario; si lo sabría yo, no siempre se le podía caer bien a todo el mundo, pero que se le iba a hacer… —En fin, creo que ya estuvimos mucho tiempo aquí dentro… ¿vamos fuera por un poco de aire fresco? —propuse, encaminándome hacia la salida; por supuesto, sin siquiera amagar a recoger las bolsas de la muchacha. Las dejé ahí apoyadas en el suelo… si tanto las quería, que las llevara ella, eran suyas después de todo, ¿no?
Mimi Honda Observaba preocupada hacia el fondo del deslumbrate pasillo por donde Moo había salido corriendo, mientras seguía llamándolo de todas las formas posibles. ¿Qué le pasaba? Él nunca había reaccionado así, ¡era un Honda, por Arceus! y en ese momento, vi in extraño pokémon rojo salir a saltos en su busca y ofrecerle lo que parecía ser una golosina. El calor que inundó mi pecho me hizo mostrar una tierna sonrisa de alivio. ¡No me iba a abandonar, menos mal! —''¿Cómo les va?'' —Oí una voz, y me di la vuelta. Era el chico que había visto antes...—. ''Un placer conocerte y me disculpo por eso'' —le dirigió una ligera mirada de disculpa al sitio donde el pokémon rojo, (muy mono, por cierto) seguía ofreciendo su golosina a Moo—, ''no tenía intenciones de asustar a tu pokémon''. —Pero lo hiciste—remarqué—. Deberías tener más cuidado, seguro que fue ese pokémon tuyo lo que lo asustó—dije, algo molesta y cruzándome de brazos, mientras señalaba el sinuoso acompañante del joven. Era como una especie... como una especie de Ekans, pero más elegante... y enorme. La chica rubia añadió algo... lo había llamado... ¿Hubert, verdad? Hubert... ¿de qué me sonaba ese nombre...? poco después, le vi sonreír. Y antes de poder decir nada más, la chica añadió algo y se marchó tranquilamente hacia la puerta de salida... sin las bolsas. MIS bolsas. —¡Oye espera!—la llamé casi a gritos—. ¡Te olvidas algo aquí! ¡Oye!—ella no hizo el más mínimo ademán de volverse y yo fruncí el ceño aún más, si cabía, y apreté los puños mientras la rabia empezaba a inundarme por dentro. Me estaba exasperando—. ¿Pero es que estás sorda o qué? ¡Oye!
Giré sobre mis talones ante los gritos de la entrenadora de Oshawott; no recordaba haberme olvidado nada, pero podía ser que algo se me hubiese caído algo mío o algo por el estilo. Revisé mis bolsillos y sujeté mi bolso, no parecía que se me hubiese olvidado nada… —Ehm, no, creo que no se me olvida nada… —comenté, confundida, mirando la joven que parecía enojada por alguna razón que desconocía—. ¿Por qué? ¿A qué te refieres?
Mimi Honda ¿Cómo que a qué me refería? —¡Pero bueno!—grité, temblando de rabia—. ¡Mis bolsas! ¿Piensas dejarlas ahí, sin más?—ladré, señalándola con un dedo acusatorio—. ¿No se mueven solas, sabes?
Tardé unos momentos en procesar su petición, si es que se le podía llamar eso, pues sonaba más a una órden… ¿acaso esperaba que yo cargara sus bolsas como si fuese su empleada? —Cierto, no se mueven solas… será mejor que te apures y las agarres todas, entonces, o te quedarás atrás —sonreí de lado antes de atravesar las puertas automáticas del centro comercial y salir del mismo por un poco de aire fresco.
Mimi Honda El aire se me cortó en la garganta al tiempo que dejaba escapar un audible jadeo de sorpresa. Mi cerebro trabajó demasiado deprisa, hasta tal punto que me mareó, y mientras mi orgullo caía de nuevo a las profundidades, y las palabras se me atollaban en la garganta, sólo alcancé a farfullar: —P-pero... pero...—pateé el suelo con disgusto—. ¡No es justo!