Salí de la cede del torneo mientras constantes preguntas llegaban a mi cabeza, sera acaso que las batallas son para mi o realmente algo mas me espera allá afuera? Recuerdo las palabras de mi madre, desde pequeño siempre me preocupe por la salud de los pokemon, seria acaso que mi destino era convertirme en medico pokemon? Aun no lo sabia pero debía de descubrirlo.
Por desgracia la vida de medico pokemon era muy diferente, y antes había cosas aquí que debía de descubrir pero ya sabia lo que haría, terminando el torneo me iría a comenzar mi carrera como medico pokemon.
En unos días volví a salir a la calle con ganas de atrapar un pokémon y feliz de la confirmación por parte de Liza. — Vuelo a la mansión
Acabada la batalla, salí de la sala de combate para pensar en cual sería mi siguiente movimiento, aunque claro, primero me despedí de mi adeversario y le pedí de manera "amable" que ya no volviera a cantar aquella "estrafalaria" canción nunca más.... en toda la vida... nunca. Me senté en una banca y comencé a jugar con una pequeña pelota que tomé "prestada" de un niño, mientras comenzaba a rememorar varios de mis últimos combates: Como siempre digo, "uno nunca sabe lo que aprenderá en un combate". Como sea, estuve un buen rato recordando los combates contra Pyro, aquella chica del Dragonite y también el más reciente combate contra Juvert antes del Torneo. ¡Y fue allí cuando la revelación suprema me llegó! Mientras recordaba aquel combate con el chico me di cuenta de una estrategia fácil y sencilla, pero sumamente efectiva, que me aseguraría acabar con al menos un pokémon del oponente, sin importar lo portentoso, fuerte o dopado que estuviera. Aquella estrategia era casi perfecta, y sus únicos puntos débiles eran casi nulos. Como fuera, aún me faltaba cierto pokémon para llevar acabo mi estrategia, pero cuando lo hiciera, nadie podría hacerme frente. Claro que aquella estrategia funcionaba mejor en batallas de varios pokémon, pero también en batallas de pocos pokémon podía yo salir airoso. Como fuese, lo único que tenía claro es que gracias a los datos recabados en aquella batalla ahora estaba más cerca de la dominación de las batallas pokémon. Por eso me dirigí raudo hacía el lugar donde estaba el elemento faltante para completar mi plan.
Luego de haber luchado con Hubert en el dojo semanas atrás, me encontraba en mi habitación del centro pokémon, durmiendo plácidamente, para poder descansar la suficiente debido a que mi batalla de torneo estaba aproximándose. Cuando sentí los rayos de luz atravesar por la ventana, me desperté lentamente. —¡Yaaawn! —bostecé—...Un momento. ¿¡Qué hora es!? ¡Era la 1 de la tarde! Pero que rayos... ¡Yo había puesto una alarma despertadora en el holomisor a las 9 de la mañana. Confuso, me puse a revisar el holomisor y me cersioré de que la alarma estuviera puesta, pero vi que no la había puesto a la 9 AM... ¡Sino PM! Épico facepalm que ameritaba la situación. Apuradísimo, me duché lo mas veloz que pude, me vestí, y salí corriendo a la sala de batalla.
Pidgeotto levantó una considerable onda de polvo al posar sus garras en la verdad opuesta de la sede del Torneo, donde una considerable multitud de personas seguía la batalla actual a través del monitor gigante que habían instalado sobre la entrada… El pokémon volador había atravesado los cielos a una velocidad que me dejó impresionado. Cottonee debía sentirse igual, porque en cuanto sintió que estábamos en contacto con la seguridad del suelo, se deslizó sobre mi cabeza para caer, suavemente debido a su escaso peso, sobre una banqueta cercana. —¿Estás bien, Cottonee? —le pregunté, alzando una ceja… Y enseguida puede corroborar que no lo estaba, ya que vi en sus ojos que estaba muy mareada y descompuesta a causa del viaje. Un intenso rubor marcaba su semblante… Y gemía, avergonzada de que Pidgeotto y yo la viéramos así. Peor fue cuando Serperior y Maractus salieron de sus esféricos. Cuando el nopal notó el estado de Cottonee, me jaló un poco de la manga de la camisa. Al voltearme para mirarlo, me hizo unas señas mientras señalaba el Centro Pokémon a sus espaldas, pues no se encontraba a más de dos cuadras. Se me escapó una sonrisa. —Si no te molesta, puedes llevarla para que la curen —le dije, tomando a Cottonee en brazos. Maractus negó enérgicamente con la cabeza. Recibió al tipo planta/hada en sus brazos, al tiempo que él dejaba a mi cuidado sus preciadas maracas. Al cabo de unos minutos, ví que ambos pokémon atravesaron las puertas del establecimiento sanitario… Alcancé a ver cómo Pidgeotto y Serperior intercambiaban unas miradas cómplices. Entendí al instante lo que estaban pensando, pero preferí no hacer ningún comentario, sino que clavé mis ojos en el monitor gigante que trasmitía la batalla en curso. El Caballero Rojo vs Blastoise… Me senté en la banqueta, para prestar atención a lo que sucedería a continuación, en compañía de Serperior y Pidgeotto, quienes tampoco estaban dispuesto a perderse ningún detalle.
Salí caminando a rastras y con la mirada fija al suelo. De verdad... no hice nada de nada en ese combate, ¿qué me pasó? —'O estoy empeorando, o me quedé estancado... una de dos' —dije en mis pensamientos. Sin ganas de nada, me dirigí directamente al centro Pokémon. Curé a los integrantes que combatieron y luego me fui directamente a mi habitación.
Había mucha gente a la salida de la sede del torneo… como la pantalla gigante que lo transmitía estaba allí también, era normal que la gente se reuniera allí para ver el combate. Me hice camino entre ellos para llegar finalmente al centro pokémon. Una vez allí, regresé a Blastoise a su pokebola y se la entregué a la Joy de Acrílica para que lo curase. En eso, un sonido musical llamó mi atención y me volví para ver a un Maractus a mis pies, el cual me miraba sonriente… entonces lo reconocí, casi de inmediato. —Maractus… ¿qué haces aquí? —pregunté con curiosidad, agachándome para estar a su altura—. ¿Acaso Hubert está aquí también? El pokémon de hierba asintió alegremente, causando ese ruido similar a las maracas que su cuerpo producía naturalmente. Sonreí ante ello, preguntándome si Hubert había estado viendo mi combate… La enfermera terminó con su tarea y me devolvió la pokebola de Blastoise, a la vez que su Chansey llegó con un pokémon en una camilla que mi pokedex identificó como un Cottonee. Éste saltó para estar junto a Maractus, pero se escondió detrás de éste al ver que estaba junto a una desconocida. —Maractus debo irme, si Hubert está aquí avísale que partí hacia Ciudad Lienzo… —dije, luego pensé en como rayos iba Maractus a poder transmitirle esa información a su entrenador en su idioma… oh bueno, ya se las arreglaría. Tras despedirme del nopal, y agradecerle a la enfermera y su Chansey, abandoné el centro y liberé a Skarmory. Sin más, abandonamos la ciudad.
Contenido oculto Uy, Effy anda dejándole recados a Hubert... ewe! jajajajaja (Lo siento, era necesario xD) Miré por la ventana. Había mucha gente emocionada por el combate, pero yo sinceramente me sentía... vacío. Y a decir verdad, no quería hablar con nadie sobre eso, y tampoco tenía intenciones de que alguien lo notara, al fin y al cabo, dudo que a alguien le interese, a decir verdad. Me senté sobre la cama, y me puse a pensar... —'Muy bien, Steve... ¿qué puedes sacar de este combate? Hay aspectos que tengo que pulir, la cosa es saber cuales' —dije en mis pensamientos.
En ese momento recibí una llamada en el Holomisor... era mamá Stephanie. Al contestar la llamada, un holograma de mi sonriente progenitora junto a los Herdiers guardianes hizo su aparición. —Hola, mamá... —¡Steve! Vi tu batalla en el torneo. —¡Woof woof! —ladraron los Herdiers. —Sí, no es algo de lo que esté muy orgulloso ahora... —Hijo, sabes que de las derrotas tienes que sacar lecciones para poder mejorar. —¡Lo sé! Es sólo que, no sé, siento que no hice nada de nada... Y no es genial eso. —Bueno, entonces analiza porque no pudiste hacer mucho. —Eso estoy haciendo, ¡nos vemos! —Ánimo, Steve... saludos a tus amiguitos. Luego de despedirme de mamá Stephanie y de los Herdiers, pegué un suspiro. Empecé a cuestionarme incluso de cuales fueron mis avances, porque, al fin y al cabo, yo "despegué" más que todo por la captura de Scizor, que fue más que todo pura suerte... en cambio personajes como Effy o Hubert fueron creciendo bajo sus propios medios, sin suerte necesaria. Quizá... en el fondo seguía siendo exactamente el mismo niño que tomó un vuelo de ciudad Aerosol a ciudad Barniz, acompañado de un Torchic. Quizá, en el fondo seguía siendo el mismo novato que aún tenía demasiadas cosas por aprender...
Salí de la sede a toda prisa, esquivando a cualquiera que se me ponía en el medio y escapé por los pelos de la multitud de personas que aún seguían en las puertas de la sede, esperando quizás a que Ukita saliera, supuse. Traté de recuperar el aire nada más llegar a la recepción del Centro Pokémon, a la espera de que mi equipo volviera a tener las energías al máximo. Una vez más, le di las gracias a la enfermera por sus buenísimos cuidados y su amabilidad, y me dirigí a la salida cuando un pensamiento fugáz pasó por mi cabeza. —"Por probar no se pierde nada..." —murmuré y volví sobre mis pasos para volver a hablarle a Joy. —Perdona una última cosilla, ¿hay algún entrenador registrado en la lista de usuarios que utilizan las habitaciones del centro en estos instante de nombre Steve, Steve Stone? —pregunté de carrerilla y con bastante curiosidad. La pelirrosa me miró con algo de extrañez por la pregunta pero me sonrió y me pidió que esperase un momento, que lo iba a comprobar. Nada más esperar un poco recibí la noticia de que sí que había alquilado una habitación. Me dio el número y todo. —Vaya muchas gracias. —esbocé una sonrisa y corrí escaleras arriba para buscar la susodicha habitación. Tras buscar un rato di con ella, y di un par de golpecillos leves a la puerta con mis nudillos, esperando que Steve se encontrase ahí. —¿Steve? Soy yo, Liza, ¿estás ahí?, ¿puedo pasar?
Escuché una voz conocida. Pegué un suspiro, y tratando de no mostrarme tan serio, fui a abrir la puerta... —¡Liza! Que sorpresa, no sabía que tú conocieras cual era mi habitación —dije riendo nerviosamente—. Pasa, adelante. Le dije a Liza que tomara asiento en el pequeño comedor de la habitación y fui por dos jugos de mora en el refri. —¿Qué se te ofrece? —pregunté, pasándole su jugo y tomando asiento.
Empecé a pensar que Steve no se encontraba en su habitación, cuando escuché que finalmente abría la puerta. —Bueno, no lo sabía hasta que le pregunté por ti a la enfermera Joy y me lo dijo. Es bastante sencillo encontrar las habitaciones de ese modo.—reí levemente y tras agradecerle pasé dentro. Me dirigí hacia el comedor, tal como me pidió y me senté mirando con curiosidad a donde se dirigía. Unos segundos después volvía a donde yo me encontraba con dos jugos de mora en sus manos. —Anda, gracias Steve. —sonreí alegremente mientras tomaba el jugo que acababa de ofrecerme y daba un pequeño sorbo, pues la verdad es que durante mi estadía en el torneo y el calor que hacía, me había entrado bastante sed. Miré al chico nada más escuché su pregunta. —¿Es que ya no puedo visitar a mi gran amigo del alma? —bromeé pero al ver que no se le veía muy contento que digamos decidí dejar de hacer la gracia y ponerme un pelín más seria. —Querías saber si estabas bien. Te vi mal en cuanto acabó el combate y me preocupaste, por eso estoy aquí. ¿Qué te ocurre?
¡Ahhh! Eso lo explica todo, le preguntó a la enfermera. Bueno, por suerte le dio el dato a alguien de confianza, porque digo... si una persona extraña toca mi puerta y me dice que la enfermera le dio el dato... Oh, Dios, eso es para poner una demanda. Cuando escuché la pregunta de Liza, supe que había notado mi estado de ánimo a pesar de todos mis esfuerzos para que pasara desapercibido, y si se había tomado la molestia de venir a buscarme, no le podía decir "Nah, no es nada...", porque no cualquiera hace eso... sólo un amigo/a de verdad. —Pues... tampoco estoy terrible; pero si te soy honesto, no ando saltando en una pata. La verdad no me pareció muy genial el no haber ayudado mucho en la batalla, y a decir verdad, he llegado a pensar de que mis victorias han sido suerte más que todo, porque, si no hubiera atrapado a Scizor, quizá mi situación fuera parecida al primer día que inicié mi viaje. En cambio hay otros entrenadores que despegaron sin necesidad de atrapar a una leyenda...
Permanecí atenta y sumisa, escuchando todo lo que me decía sin mediar palabra alguna, comprendiendo así el porqué de su estado un tanto deprimido. Suspiré y le miré. —Entiendo...la situación es ésta: crees que si no hubieras atrapado a Scizor, no hubieras mejorado nada en todo tu viaje, ¿no? —medité entrecerrando los ojos por un momento. —Pues así lo único que haces es menospreciar a tu equipo, y sobretodo a tu inicial, que de seguro si no hubieras atrapado al caballero rojo, él te hubiera dado la victoria la mayoría de las veces de igual forma. Si todo hubiese sido como dices, y teniendo en cuenta todo lo que sé sobre ti, de seguro hubieses entrenado muchísimo, combatido con entrenadores de tu nivel o mayor sin rendirte, poco a poco evolucionando a tu equipo hasta alcanzar el nivel que tienes ahora, siempre queriendo mejorar y perfeccionar tu equipo. Porque que yo sepa, el que no lo hubieses atrapado no significa que hubiera cambiado tu forma de ser, ¿verdad? —sonreí recordando el empeño que le ponía en cada batalla, ya sea amistosa, callejera o de torneo. —Vamos Steve, un mal combate lo tiene cualquiera y no por eso significa que ya no seas bueno o que no hayas mejorado nada. De las derrotas se aprende, no lo olvides nunca.
Me quedé en silencio por un momento, hasta que las palabras de Liza me lograron sacar una sonrisa. Estaba pasando por un momento dificil, algo que le puede pasar a cualquiera, pero lo bueno de eso... es que al salir de eso, te haces más fuerte. —Liza, de verdad muchas gracias. Necesitaba algo así; es bueno contar con amigos. Muy agradecido, abracé amistosamente a la chica... de verdad que mi amiga llegó en muy buen momento.
No pude evitar sonreir al ver que habia logrado mi objetivo; sacarle una sonrisa y que se animara, aunque fuera un poquitito. De todas formas no me hubiera movido hasta que no lo hubiera conseguido, no era capaz de ver a mis amigos tristes ni deprimidos. Eso era superior a mis fuerzas. —No tienes por qué dármelas, me conformo con haberte levantado el ánimo. Y por supuesto, los amigos están para eso, ¿no? Para ayudarse entre sí.—le respondí sin borrar la sonrisa de mis labios y le correspondí el abrazo sin pensarmelo dos veces.
Me emocioné mucho al escuchar las palabras de Liza... reflejaban una amistad verdadera. Sintiendome notablemente mejor, saqué un paquete de papitas para compartir y propuse un brindis de jugos de mora... —¡Por nuestra amistad! —exclamé—. ¡Y porque vamos a ganas la batalla por el bronce!
El gentío que se agolpaba en la vereda estalló en aplausos y algo de griterío cuando la pantalla mostró al Caballero Rojo siendo arrastrado por la Hidrobomba, momento que puso el punto final a la segunda batalla del Torneo Acrílica… Una batalla que, más que minutos, pareció durar un mes entero... Pero al margen de la mencionada duración, me sentí emocionado al saber que mis siguientes rivales iban a ser Steve y Liza... Todavía tenía fresco el recuerdo de cuando, todos juntos, le mostramos a la Alianza de Mal quiénes eran los más fuertes de Galeia, y que mala idea era intentar llevar a cabo sus fechorías en esta hermosa región. Y ahora no enfrentaríamos en un Torneo; en Témpera no había tenido el gusto, porque no les permitieron participar… ¡Ahora sería distinto! Me levanté de un salto de la banqueta, esperando ver la salida de alguno de los contrincantes. Para felicitarlos a unos; y desear una batalla memorable con los otros... Sin embargo, tras varias vueltas del minutero del reloj, todavía divisaba rostros desconocidos… Busqué orejas de osito, una coleta, una gorra y una lata de Frizz!, pero nada de aquello deslumbró mis ojos. Eso sí… A lo lejos pude ver las flores de Maractus y la pequeña bola de algodón que lo acompañaba, ya mejorada de su descompostura. —Es grato saber que te sientes mejor, amiguita —le dije sonriente a Cottonee, mientras ésta revoloteaba a mi alrededor, con los ánimos renovados.
Por fin toda la euforia retenido explotó, era como un gas que un Koffing tiene dentro por mucho tiempo, sea como sea tiene que salir, ¿no? —¡WUHUUUU!, ¡Clasificamos amigo, estamos en la final!—gritaba emocionado con Venusaur, en las calles de Acrílica. Fui a por los servicios del Centro Pokémon, había sido una fuerte batalla, aunque me sacó de onda que debilitaran a mis pokémon de tan solo 1 golpe, tendría que mejorar eso si quería ser de más ayuda a la gran Effy, no iba a dejar que haya haga todo el trabajo.