Me puse de pie tras notar que el combate había finalizado… los chicos se encaminaban al centro pokémon, de modo que fui tras ellos y en unos breves momentos los alcancé. —Ey, chicos, buena batalla —comenté una vez comencé a caminar junto a Rojo y Hubert. Clefairy se escapó de su pokebola, tenía que hacer algo respecto a ese hábito suyo—. ¿Hacia dónde se dirigen?
Miré a Effy acercarse —Pues, me dirigo al Centro Pokémon —respondí sin detener el paso, Kirlia asintió para corroborar mis palabras—
—Efectivamente, Effy, ¿gustas un café en el Centro Pokémon? —respondí a la chica, que se nos había acercado. Miré intrigado a su Clefairy.
—Hm, prefiero el té, pero claro, tomemos algo allí… —accedí mientras caminabamos. Rojo parecía algo apresurado, él y su Kirlia no se detenían ni un segundo—. Ven Clefairy, ya casi llegamos… —Cle fairy Clefairy —asintió el pokémon. Tras un corto trayecto más, llegamos ante las puertas dobles corredizas hechas de vidrio del centro pokémon… ingresamos y los dos muchachos se dirigieron a la bastante atareada enfermera Joy de inmediato.
Tras llegar al centro, me acerqué al mostrador, tras dejar mis PokéBalls la Enfermera las tomó para luego pasarlas a la máquina, tras haber sido curado mi equipo, procedí a salir junto a Kirlia, para luego dar una vuelta por la ciudad
La enferma Joy me saludó con su habitual sonrisa y procedió a tomar mis tres pokébolas para la posterior cura de los que se habían medido contra los pokémon de Rojo. En apenas unos minutos, los esféricos me fueron devueltos, momento que Serperior aprovechó para salir al exterior... Jamás aceptaría estar en la pokébola más de lo necesario. Mientras Rojo salía del Centro Pokémon, Effy y yo (con Serperior a mi lado) ocupamos una mesa en la cafetería del establecimiento.
Tras llegar por un momento a la zona donde había combatido, encontré a Mizuki dormir pesadamente, con un poco de ayuda de Hawlucha pude llevarla hasta el centro Pokémon, tras pedir dos habitaciones, subí a Mizuki a una y volví a bajar a la recepción, me acerqué a una máquina expendedora para comprar una gaseosa, tras bebérmela subí a mi habitación, cerré la puerta, quitarme la gorra y zapatos me acosté en la cama cubriéndome con la cobija debido al frío del aire acondicionado mientras poco a poco me quedaba dormido
—Serperior jamás permanece mucho tiempo en la pokebola, ¿verdad? —suspiré mientras veía al pokémon, esperando a que me trajeran el té que acababa de ordenar. Clefairy se sentó en el suelo junto a mi silla, y abrí mi bolso para darle un poco de comida… para descubrir a Tepig, que había estado ahí metido todo este tiempo. El cerdito de fuego saltó fuera del bolso y se sentó sonriente junto con Clefairy… les di un poco de comida pokémon a cada uno y se dedicaron a comerla allí en el suelo, cada uno enfrascado con su comida.
Me pareció oír un pequeñísimo ruido, casi mínimo, provenir de la pared junto a la que estábamos sentados… pero no le dí importancia, debía ser producto de mi imaginación. Uno de los Chansey del centro llegó cargando una bandeja con mi té y un café para Hubert. Le agradecí a Chansey, eché un par de sobrecitos de azúcar al té y luego tomé un pequeño sorbo… estaba delicioso.
Di un pequeño sorbo a mi café tras endulzarlo. Respondí al comentario anterior de Effy: —A mi inicial nunca le gustó la pokébola. Siempre estuvo junto a mí desde que era aquel pequeño Snivy. Pero como ahora creció considerablemente en tamaño, acordamos que tendría que entrar en su pokébola cada vez que nos desplazásemos por cielo y mar, o cuando no pudiera moverse por su propios medios. Obviamente, no le hizo gracia, pero Serperior es muy maduro y mostró su acuerdo. Serperior, a mi lado, cerró los ojos, como corroborando mis palabras.
—Lo recuerdo, cuando aún era un Snivy siempre estaba suelto por ahí, leyendo libros excesivamente complicados que solían ser el doble de su tamaño… —comenté con un dejo de nostalgia. Tepig hizo un ruido y miré para abajo; se había quedado sin comida. Suspiré, darle de comer a un bebé pokémon era un trabajo agotador realmente… —Iré a pedirle un poco de comida pokémon a Joy, me quedé sin… ¿mirarías a éstos dos por un momento? —le solicité a Hubert con una sonrisa, y sin esperar respuesta partí en busca de la enfermera.
(Mi sentido arácnido está reaccionando) —Sí, cómo no... —accedí. Me incliné un poco hacia el costado para mirar a los pokémon de Effy. Tepig me devolvió una mirada desconfiada (yo todavía tenía la curita de ositos en mi índice), mientras que la pokémon tipo hada, al igual que había hecho yo, me observó intrigada. Serperior, acompañándome, también les dirigió una mirada.
(XDD) Llegué hasta el mostrador, donde la enfermera se dedicaba a aplicarle unos vendajes al Growlithe de un entrenador joven, de unos diez años como mucho. Una vez terminó con el cachorro de fuego, éste saltó a brazos de su entrenador y comenzó a lamerle la cara. Riendo, el chico se marchó tras agradecerle a la curandera, y Joy le regaló una sonrisa bondadosa al verlo marchar. Le pedí si tenía un poco de comida pokémon para darle a mi Tepig, de modo que la mujer por tratarse de mí se puso a buscar en el lugar detrás del mostrador… me senté sobre dicho mostrador, una pierna sobre la otra para que mi minifalda no revelera nada, y miré alrededor del centro. No había muchos entrenadores, lo cual me pareció raro, pero decidí no objetar al respecto.
Tepig no soportó mi mirada y desapareció en el interior de aquel bolso. Me sentí agradecido de que hubiera tomado aquella decisión, porque no había ánimos para ir por las rutas con otro dedo vendado. Lo que me llamaba la atención era el brillo que había en los ojos de Serperior cada vez que lo miraba; interpreté en esa intrigante brillantez que el cerdito debía tener algún tipo de poder especial, impropio de los que se solían ver. Como por acto reflejo, hice la respectiva anotación en mi libreta. Por su parte, Clefairy siguió a lo suyo, caminando no muy lejos de la mesa y emitiendo algún tipo de canto. Me parecía un pokémon bastante simpático.
Tras recibir un pequeño tarro con comida pokémon, regresé a la mesa… le serví un poco más a Tepig, quien por alguna razón se encontraba metido de regreso en mi bolso, pero en cuanto vislumbró comida saltó de inmediato y procedió a comer con felicidad el alimento que le ofrecía. Clefairy andaba cantando por ahí, de modo que no le serví más… esperaba que no hiciese dormir a nadie ni nada por el estilo, no quería tener quejas por su culpa. —Ah, la dichosa libreta —comenté con una sonrisa de lado, al ver que el chico había anotado algo y ahora se disponía a guardarla—. ¿Has reportado algo nuevo, interesante? ¿Algo que pueda ver yo, quizás?
Guardé la libreta en uno de mis bolsillos internos. —Tu Tepig es, podríamos decir, más que un pokémon variocolor —respondí, haciendo girar el bolígrafo entre mis dedos—. Tú ya debes estar al tanto por ser su entrenadora, pero yo lo estoy sospechando: conoce un ataque bastante raro, que otros pokémon de Galeia no son capaces de aprender.
Me desperté y me encontraba en una habitación del centro pokemon--Ohh, vaya me quedé dormida--Dije mientras bostezaba y me levantaba de la cama, salí del cantro pokemon y Typhlosion salio de su pokeball--Hola Typhlosion--Dije sonriendo mientras seguia caminando por la ciudad