Un corazón tibio y uno helado

Había una vez dos personas desconocidas, que nunca se habían visto, nunca se habían hablado pero siempre pasaban una junto a otra.

Pero un día ambos se vieron, ambos se hablaron y sin sospecharlo o quererlo se sonrieron.

Poco a poco empezaron a construir un mundo distinto y apartado de los demás, a ayudarse y a escucharse, a quererse y a no querer separarse uno del otro, la amistad se volvió un poderoso puente entre esas dos almas que aun que antes no se habían visto, no se habían hablado y no se habían querido, les hacía verse, hablarse y quererse.

Nadie nunca conocería ese mundo más que ellos, que era extraño hasta para ellos, eran tan diferentes uno del otro, uno había vivido más y otro había vivido menos, uno era tierno, dulce, extrovertido y siempre en busca de conocer gente nueva y buscar amistad por doquier, al otro le costaba ser tierno y se sentía impropio de ello, quería parecer malo pero sin serlo nada más que en su cabeza, era muy extrovertido pero con muy poca gente que lo supiera ya que aun que estaba abierto a conocer a más personas no acostumbraba buscar una amistad con nadie y tampoco se encariñaba con tanta facilidad.

Las consecuencias de esta amistad se vieron enseguida, en uno más que en otro, un corazón cálido toco a un corazón frio y empezó a derretir el hielo que evitaba que latiera, un te quiero salía a diario del corazón cálido, lo sintiera o no lo sintiera, cuando el corazón frio abrió la boca para pronunciar un te quiero se volvió cálido y todos sus te quiero fueron sinceros.

Un día el amigo mayor se enteró que se marcharía lejos, cuando su corazón se volvió cálido sintió miedo, los ojos del menor reflejaban la amistad sincera, el mayor trataba de cerrar los ojos no fuera que sospechara que sus ojos le fallaran y dijeran cuanto lo amaba.

Aquellos ojos de amistad sincera un día se posaron en una chica que pasaba por el lugar, que lo observaba desde hace tiempo y ambos se unieron y el amor del otro, los celos y el dolor solo se expresaban en el silencio y la oscuridad de la soledad.

El amor empezó a volverse traicionero, hiso que la mente perdiera el juicio y creyera que tenía una posibilidad, el amor creía fielmente que dos hombre que no se habían visto, no se habían hablado y no se habían querido, que ahora eran amigos y se hablaban, se veían y se querían y que sin importarle la chica que pasaba por ahí, su mundo, podían estar juntos, y se transformó y creció en el pecho que creía que explotaría y empezaba ahogar a el mayor, hasta que en un momento de desesperación, cuando el amor oprimía aún más el pecho se acercó al menor y le dijo cuanto lo quería, cuanto lo amaba, temblando y sin palabras, con el miedo en la garganta.

El puente de la amistad se rompió, el querer desapareció, el menor se marchó, el amor se quedó, el dolor persistió, el recuerdo quedo, el menor ahora ya no lo ve, no le habla y no lo quiere, el mayor, lo ve, y desea no verlo, lo habla y desea no hablarle, lo ama y desea no amarlo, pero el amor no lo deja.

Había una vez dos personas que no se veían, no se hablaban y no se querían que un día se vieron, se hablaron y se quisieron y que ahora no se ven, uno habla sin respuesta y uno ama sin ser querido deseando que el amor le permita mirar a otro lado y fingir, no verlo, no hablarle y no quererle.