Historia larga Cartas para mamá

Carta número uno


La abuela me pidió que escribiera esta carta, sinceramente no sé con qué propósito. Tú nunca podrás leerla; sin embargo, me es imposible negarme ante su sutil gesto al pedirme que la escribiera.



Espero que en donde estés no sientas más dolor y que puedas pasear por donde te plazca. Aun recuerdo que te gustaba mucho caminar por el jardín y darle de comer a las aves que solían revolotear por todos lados. Es gracioso ¿sabes? Pues papá siempre decía que algún día exterminaría a todos esos pajarracos, odia que manchen su auto, cada que llegan a juguetear con los espejos de los retrovisores.



Ahora que no estarás mas creo que ya no es necesario continuar con las clases de piano, total y ni me gusta estar sentada por horas tocando melodías sin sentido alguno, al menos yo nunca supe que rayos era lo que tocaba.



Lucas dice que el cuidara de mi y que tratara de cooperar más en casa, que será el tipo de hombre del que tú te sentirías orgullosa. Que bobo, ni en un millón de años podrá lograrlo.



La abuela promete ser de utilidad y hacer todo lo que esté en sus manos para que pronto superemos esta difícil situación, estamos perdidos.



Papá casi no habla y prácticamente no come, se nota en sus ojos el cansancio, no duerme casi nada. Esta mañana antes de que la abuela y mi hermano se levantaran, bajé a la cocina por un poco de agua, al ingresar a esta sentí un viento helado que provenía de la puerta que da a la terraza, pensé que quizás alguien había olvidado cerrar la puerta con llave y que probablemente el viento la abrió.



Al llegar al umbral de la puerta me exalte un poco al ver a alguien; el cual en ese momento me daba la espalda. Falsa alarma, descuida era papá.



Iba a preguntarle que hacia ahí afuera tan temprano, pero un gimoteo me congeló en el lugar. Papá estaba llorando…

 

Carta número dos



Fui severamente reprendida por Lucas, el muy atrevido leyó la carta que se supone es para ti.

El cree que debo intentar expresar en mis cartas todo lo siempre quise decirte o preguntarte y tenerle un poquito de fe a él. Creí que solo debía escribir una carta y nada más, pues sinceramente no encuentro un motivo para hacer algo en lo que no logro ver un destino. Pero prometí intentarlo.

La abuela insiste en que es bueno que saque lo que llevo dentro de algún modo, eso es complicado pues no lo entiendo, se supone que estas en un mejor lugar y que ahora puedes ser feliz.

Nada que te lastime, nadie que te encierre y te obligue a dormir, cuando no quieres, pues tus preciados ángeles estarán ahí para protegerte, para dar mágicos paceos por los inmaculados jardines, que asegura la tía Sara solo existen en ese lejano paraíso. Todo está bien ¿no?

Ya tienes lo que querías y si tú eres feliz, nosotros no deberíamos preocuparnos más; aun así, hay algo que no comprendo…

¿Por qué todos lloran? ¿Por qué yo no?

Quizás algún día lo resuelva y pueda entender porqué algunas personas me miran tan raro.

Hay algo que siempre quise preguntarte pero, por mi miedo nunca lo hice y obviamente ahora es absurdo hacerlo; sin embargo, el solo hecho de escribirte cartas me hace una persona de actos absurdos. Así que…

¿Qué hay en el cielo? ¿Alcanzaste aquello que mirabas desde aquí?

Siento envidia, ya que desde que tengo uso de razón he anhelado descubrir eso que solo tú podías ver.

Aun recuerdo el día que caminabas por el jardín, yo te miraba desde la terraza, oculta tras uno de los pilares, tú llevabas un hermoso vestido blanco, largo, tanto que no me permitía ver tus pies descalzos, te agradaba sentir la frescura de la yerba, por ello siempre dejabas tus pantuflas junto a una de las fuentes.

Te veías feliz, no dejabas de sonreír y cada tanto observabas el cielo, yo te imitaba sin salir de mi escondite, nunca comprendí que había allá arriba. Busqué en constantes ocasiones alguna pista, algo que me explicara el porqué lo mirabas con tanta fascinación, te perdías en él y por alguna razón eso me molestaba.



Vi que levantabas tu mano derecha y luego la otra, como una pequeña niña que pide ser acurrucada en los brazos de su madre, caminé apresurada hasta el borde de la terraza, creí que podría descubrir algo si obtenía una visión más amplia del firmamento.

Yo no veía nada. Incluso ahora no veo nada.

Te miré y noté que ya no contemplabas el cielo, tú misma te regalabas un fuerte abrazo meciéndote con regocijo. De repente giraste con diversión; tú sonreías como nadie en esta fría casa ¿lo sabías?

Justo en ese momento nuestras miradas se cruzaron. Yo te observaba con el seño fruncido, pues aun me preguntaba que tanto le mirabas al cielo. Me aterré cuando vi tu rostro iluminarse; más que hacia un rato, tú sonrisa se agrando visiblemente.

Emprendiste una carrera hacia mí, abriste tus brazos de par en par y…

Yo corrí tan rápido como pude hacia el interior de la casa, busqué desesperada el auxilio de alguien, de tanto miedo no podía hablar o en esa ocasión: gritar.

Me diste alcance cuando intentaba subir por las escaleras. Sentí como me levantabas por la cintura y de un leve giro me tomaste entre tus brazos, en ese justo instante logré quitar el nudo de mi garganta y grité.

Tú a pesar de mis forcejeos no me soltabas.

De un momento a otro sentí como alguien colaba un brazo entre tú y yo sujetándome y jalándome hacia sí, mientras otra persona te sujetaba. Quien tiró de mi me envolvió entre sus brazos, era Lucas.

Te escuche gritar y luego pude oír la voz de papá — ¡Llévatela!— le ordenó a Lucas, quien presuroso corrió escaleras arriba conmigo en brazos…



Espero que tus ángeles no huyan de tus abrazos y seas muy feliz.

 

Carta numero tres…

Hola… mamá.


Sé que ha pasado algún tiempo desde mi última carta… pero, tú ya me conoces…


Hace seis días regrese a la escuela, estaba un poco ansiosa; aun así, nadie pareció notarlo. Ni la profesora Joane, quien dice conocerme mejor que nadie…


Nada ha cambiado, todo sigue igual que cuando estabas aquí… pensándolo bien, creo que tú no estabas muy al tanto de cómo era mi vida fuera de casa, te daré una ligera reseña de lo que fue y es hoy en día.


En el preescolar no me iba tan mal, tuve conocidos agradables; al menos lo fueron en un principio “Los niños pueden ser muy crueles por su ignorancia, la cual no es muestra de su corta edad, sino, por la poca comprensión de esas personas estúpidas a las cuales ellos llaman padres”. Papá solía decirme eso.


Cuando alguien o algo no es como queremos lo hacemos a un lado…como ellos a mí, como yo… a ti.


Recuerdo que cuando me llamaron por primera vez “la hija de la loca” fue como caer en un agujero, algo extraño pero con cierto sentido; el aislamiento. Me temían del mismo modo en que yo te temía a ti o a Lucas.


Cada que escuchaba la alzada voz de mi hermano me ponía nerviosa y si a eso le agregábamos la presencia de papá… ¡Caramba mamá! Escucharlos discutir era cosa seria.


Un día Lucas fue por mí al preescolar, en aquel entonces él y yo no hablábamos mucho, siempre trataba de no estar cerca de él; me ponía nerviosa. Recuerdo que en el trayecto a casa para despistarme sobre la presencia de mi hermano; me puse a pensar, puras tonterías y de repente a mi mente llegó todo lo ocurrido durante la mañana, poquito a poco me fui hundiendo en mis cavilaciones, los niños bobos de mi clase, sus insultos y como salían corriendo cuando yo estaba por pasar junto a ellos, solo encontraba una razón tangible para su comportamiento “me odian”.


Era simple, para mí solo eso podía explicar su actitud, además nunca fui buena con las deducciones.


“¿Quién?” escuché preguntar a Lucas, rápidamente lo miré algo sorprendida, pues no me había dado cuenta de que aquellas palabras no solo fueron un pensamiento. Volví mi mirada al suelo y retome mi andar sin mucho ánimo “Los niños del salón” contesté débilmente.


Lucas no dijo nada durante lo que restaba de camino.


Mamá, yo se que nada de lo que me pasó fue culpa tuya, nunca te culpé, en aquel entonces yo era víctima de mi ignorancia, tenía miedo de ti lo reconozco, pero… solo era miedo.



Miedo a lo que no entendía sobre ti...

 

Carta número cuatro.

Madre.... A pasado un tiempo ya, todo un año....

Me pregunto si extrañas algo de por aquí... yo no lo haría...
Seguramente te preguntarás el porqué de esta carta después de tanto tiempo. Hace un tiempo lo intenté pero ahora es como si necesitará hablar con alguien.

Ahora te preguntarás ¿por qué te elegí?
¿Gracioso no?
Supondré que me ves sonreír tontamente...
Diría que eres la mejor en este caso pues no dirás anadie y además porque... Soñé contigo anoche...

No recuerdo que tipo de sueño fue pero estoy segura de que tú estabas en él, cuando desperté algo alterada papá estaba junto a mí y Lucas se veía algo asustado.
"Tranquila sólo fue una pesadilla" dijo papá y añadió "Lucas ve por agua" a lo cual el acató de inmediato. "¿Recuerdas algo?" Me preguntó... En ese momento no supe que decir, la abuela Rose me había dicho "Los muertos lastiman y duelen, son el puñal y la herida" fueron sus palabras al leer la que fue mi última carta para tí, creo que ahora sabes porque no escribí más...
"La abuela Rose estaba en casa otra vez" respondí y papá sonrió extrañado "¿estas segura?" Insistió "sí " respondí, Lucas regresó y me dio agua de sábila, ambos esperaron a que la bebiera y en cuanto terminé Lucas me dijo "la abuela Rose no da tanto miedo" a él no se le escapa nada y se que a papá tampoco pero almenos él es mas condescendiente.
"Tú solo la vez unas cuantas horas" le aclaré. Lucas se inscribió en múltiples clubes para pasar el mayor tiempo posible lejos de papá, yo sé que no se llevan bien y que yo soy el único punto de flexión para ambos.
Lucas no hizo más que mirarme silenciosamente mientras papá volvía a arroparme "vuelve a dormir" susurró mientras posaba un ligero beso en mi frente "tú también hijo" Lucas bajó la intensidad de la luz de mi *Tulilampara* hasta dejarla en una iluminación tenue, apenas para no temer a la obscuridad...
Papá observó mi escritorio y salio cerrando la puerta tras él...

Mamá... el tío Luke nos visitó hace unos dos meses y me dio una pequeña caja de música, dijo que fue tuya, papá no deja que le de cuerda, según el tío Luke; tú le obsequiaste la llave que abre la cajita pero papá dice haberla perdido. Sé que miente, no le gustó en lo más mínimo la primera vez que vio dicho artefacto en mi escritorio.


Me gustaría saber si mi sueño me empujó a escribir o si mas bien fue la visita del tío Luke...

Mamá el me asusta más que la abuela Rose.