° ° ° Secretos del alma ° ° °

Un nuevo mundo​

Tres años después…
Agosto, Guadalajara México.

Guadalajara capital del estado de Jalisco. Con un clima templado subhúmedo, es culturalmente considerada la cuidad más emblemática de México.

En dicha capital, se encontraba una de las universidades más caras y prestigiosas de todo el país, en la que sólo podían acudir hijos de empresarios adinerados y jóvenes que entregaban el alma si era necesario en los estudios: Becados. La famosa universidad contaba con grandes instalaciones, las más modernas y bellas que se podrían encontrar.

Era el primer día de clases. Era fácil saber quiénes eran los alumnos nuevos, con sus expresiones de sentirse perdidos los delataba. Situación que causaba burla de los jóvenes más avanzados.

Había una euforia en todos los pasillos por la felicidad de verse después de casi dos meses de separación. Era común esta clase de demostración de afecto porque el no ver físicamente a sus amigos, a sus hermanos del alma, sí era de extrañar. Y más porque estaban los amigos de viaje por todo el mundo, haciendo imposible el verse o sólo viajando juntos se salvaban de la ausencia de sus únicos aliados. Así se sentían todos aquellos jóvenes: Tenía todo lo material en casa, pero la estima y el cariño sólo lo encontraban con los amigos.

Hombres y mujeres invadían el edificio de Negocios, que era en donde todas las carreras que llevaran ésta índole estaban sus aulas. Platicaban de lo fascinante que les había ido, sus nuevos amores, desamores, en fin, todo era fiesta aunque de regreso a clases se tratara. Eso último se lamentarían después. Los únicos que parecían valorar el estar ahí parados eran los becados, pero aquellos seres eran invisibles para el resto del grupo académico. El dinero era la luz de cada persona, entre más dinero tuviera “papi” mas eras visto y “amado”.

Éste mundo estúpido y frívolo tenía que soportar aquella gente que luchaba su permanencia día con día en esa prestigiosa universidad. Un tipo de vida que no por ser vacía faltaba de fuerza para existir.

En esa misma universidad, en uno de los grandes salones, se encontraba un problemático grupo de jóvenes. Eran despreciables para la gente razonable, pero admirados por todo aquel que soñaba con ese mundo, que era su mayoría. Ellos sólo asistían a tan célebre facultad con el fin de satisfacer a sus ricos padres y librarse de largas reprimendas. Sermones que muchas veces por sus madres se basa más en Dios y el buen camino que otra cosa. Así son las prestigiosas familias como las que no lo son en Guadalajara: Su fe cristiana era primordial, haciendo fieles feligreses, pero no fieles hijos de feligreses.

—¿Juan Pablo, y cuándo piensas terminar con la “Barbie”? —preguntó Óscar. Un chico de una estatura de 1.76 y atractivo, con un cabello lacio y negro, que se lo dejaba crecer hasta el mentón. Y unos ojos marrones bastantes llamativos.
— ¿Hasta cuándo vas a dejarlo?—le contestó su mejor amigo, el aludido. Un chico aún más alto que él, 1.85, y aún más atractivo de cabello negro rizado y unos ojos puntiagudos de igual color—. Bien sabes que no puedo hacerlo, ya estoy hasta la madre de tener problemas con mis padres.
—¡Ja! Supongo que si no la quieres podrás dejarme jugar un rato con ella ¿no es así?—quiso saber con arrogancia otro muchacho llamado Francisco. Algo bajo de estatura, 1.72 a comparación de sus demás amigos y no tan atractivo como el resto del grupo. Un cabello casi completamente rapado y unos ojos cafés oscuros brillantes. Su mayor virtud atractiva era ser el heredero de una famosa y prestigiosa cadena de hoteles en America.
— ¡Vamos! No sé que tienes en la cabeza, dejas pasar una muñeca, ¡Fuck! Que desperdicio…—le empezó a reclamar otro joven, Thomas, Tom para mas practico, un extranjero que había llegado directamente de Texas, era alto de 1.87, un cabello rubio cenizo y unos ojos grisáceos bastante interesantes.
—Y lo más impresionante de todo es que te quiere —burlón y un tanto cruel se divierte Óscar.

Mariana Carbajal era la mujer implicada en las pláticas de los cuatro jóvenes. Era increíble como tan fácilmente se podía destrozar la imagen de una muchacha tan asediada por los hombres, aunque no todos para fines de caballeros. La bella joven Carbajal era única hija de un hombre que era famoso por como todo lo que tocaba lo hacía dinero y luego ese dinero más poder. Era dueño de la empresa más famosa y grande del país en el mercado de mueblerías, teniendo en todo México tiendas de muebles de finos tallados. Empresas que con el Señor Pedro Carbajal se pasaban por tercera generación. Su amada hija lo tenía todo, apoyo de él incondicional, amor de su madre y un gran físico, haciéndola digna de estar en las portadas de las mejores revistas. Nunca fue objeto de escándalo, con su educación tan rigurosa basada en la iglesia católica, era una joven ejemplar. Hasta que se encaprichó con el hijo menor del mejor amigo de su padre: Juan Pablo Ferrer. Él fue el principio de su caída y hasta el momento su mayor error, pero en ese intermedió, la antes joven bien educada, había vivido como quiso. Conoció los placeres carnales y ya no los quiso dejar.

—Calla, no me interesa lo que me digan, además no es mi novia, solo salgo con ella —les aclaró Juan Pablo, ya fastidiado de esa conversación
— ¡Pff! Pero bien que te metes con ella ¿no? —le dijo Óscar, en un intento de seguir fastidiando a Juan Pablo.
—¿Y tú no? Es bien sabido que te has acostado con Mariana —le contestó, al tiempo en que en sus labios aparecía una sonrisa arrogante.
—Un par de veces —afirmó lo que ya todos conocían—. Pero sólo en el papel de consolador.
—Plato de segunda mesa —todo quedaba entre amigos.
—¡Vamos, Juan Pi! Óscar no ha cometido pecado alguno que tú no lo hayas hecho ya —dijo Francisco, mejor conocido por Fran, con aires de superioridad.
—¡No seas imbécil…! Aunque no lo niego, siendo sincero, jamás podría tener una relación formal, ya que ninguna mujer ha sido capaz de saciarme, y todo esto se reduce a que: Me aburro fácilmente —estaba realmente hastiado.
—Pero bueno, si se hiciera la biografía de nuestro queridísimo Pablito, sería: Arrogante, orgulloso, idiota, presumido, inútil…—le empezó a decir Tom, pero no pudo terminar su descripción de su amigo, ya que había aparecido una nueva distracción.

Una agraciada chica de prendas sencillas, un cabello negro, largo y lacio que lo llevaba recogido en una descuidada coleta. La chica poseía unos preciosos ojos miel que eran disimulados por unos finos lentes de armazón negro. Y a pesar de llevar ropa algo holgadas, se podía ver el gran cuerpo de aquella joven, que tenía unas curvas propias de una diosa y eran para verdaderamente desfallecer. Esa chica en cuanto entró al aula, simultáneamente se sentó en la primera butaca de en medio, sin prestar atención a nadie.

— ¿Y ahora qué diablos pasa?—exigió respuesta Juan Pablo al ver como todos sus amigos se quedaban mudos, viendo fijamente en una misma dirección.

Pablo, al hacer lo mismo, quedó pasmado por tal belleza de mujer. Sin duda única en su especie según los jóvenes, y como si se tratara de un objeto cualquiera, empezaron a discutir sobre “qué hacer” con ella. Como habitual en el grupo de amigos.

—Es mía —habló con insolencia Paco, que no dejaba de ver a la joven, sin la más mínima vergüenza.
— ¿Están de humor para apuestas? —preguntó Óscar con picardía.
—Yo siempre —aseguró Tom—. Diez mil a que me acuesto con ella en menos de una semana.
—No —le dijo desafiante Juan Pablo, al tiempo en que se levantaba de su asiento y lentamente se acercaba a la joven, como un lobo digno cazador, acercándose a su jugosa oveja—. Es mía.
—Apuesto, pero no tanto —aclaró Óscar mientras pasaba sus manos por detrás de su asiento y se estiraba—. Por sus fachas es obvio que es becada.
—Tienes razón, siempre caen más rápido —El celular de Paco había sonado y se distrajo contestando un mensaje de textos.
—No lo podrás en el Facebook —puso los ojos en blanco Tom.
—Es otro mensaje de Karla —reveló sin interés.
—¿Ya la vas a perdonar?
—No lo sé —quiso oírse muy indiferente al distanciamiento de su novia y él, pero por dentro la extrañaba mucho.

Pablo ignoró las palabras de sus amigos que ahora iban hablar de Karla, una de las mejores amigas de Mariana. Ellas para suerte de él no estudiaban con ellos, sino en otra prestigiosa universidad. Al ver una silla de piel vacía a lado de la singular muchacha, fue y sin protocolo alguna, se sentó sin más y quiso entablar una conversación:

—¿Nueva, verdad?—cuestionó, al tiempo en que en sus labios se formaba una sonrisa de lado.
—Creo que es obvio —le contestó secamente la chica sin siquiera mirarlo a los ojos, ya que parecía estar buscando algo en su mochila
—Todos lo somos, es verdad —Las mangas de su camisa, de diseñador italiano, se las dobló, dejando los codos al descubierto—. Pero para mí esto no es nuevo, intenté estudiar Leyes y vi que no era lo mío —La bella joven seguía sin prestarle nada de atención—. Ah… ¿Sabes? Esos ojos que tienes son preciosos ¿pupilentes? —preguntó Pablo en broma, todo con tal de sacarle mas palabras.
—¡Claro que no! —le contestó sin más, al tiempo en que empezaba a leer un libro que recién había sacado de su mochila, pero a duras penas se podía notar que estaba tensa e incómoda por una razón inexplicable para Ferrer.
—Oye tranquila, era solo una broma —dijo al tiempo que colocaba una mano sobre su hombro, pero el contacto solo duró unos instantes, ya que la extraña joven se apartó bruscamente—. Me pregunto por qué... ¿Cómo no querer hablar conmigo? me pongo en bandeja de plata… Todo lo que tú quieras —tomó el maldito libro que lo estaba enloqueciendo y lo cerró, asuntando un poco a la muchacha—. No me digas que una belleza como tú está amargada o… ¿estás casada, tienes hijos…tu marido te pega?
—No —le contestó, sin siquiera despegar los ojos de la portada del libro “Desarrollo empresarial”
—Eso sí que no te gustó, ¿cierto? —Ya empezaba a divertirse—. Una mujer como tú no es para un solo hombre o bueno, si ese hombre soy yo… ahí cambian las cosas.

Un joven que estaba oyendo tan patético cortejo puso los ojos en blanco: ¿Cómo podía ser tan idiota? Pensó.

Se trataba de Armando, otro joven de una muy similar cuna que el Arrogante imbecil, pero en cambio él no veía como objeto de diversión a las mujeres, al contrario, eran para amarlas, protegerlas, ver por su bien. Y además muy atractivo, dándole eso también una seguridad suficiente para él “si” cortejar a esa enigmática dama. Que por no hacerle ningún caso al playboy de su nuevo compañero, veía que la afectada valía mas la pena de lo que imaginaba.

—¿Y cómo te llamas? —insistió Pablo, en otro intento de hacer plática.
—Sofía —tuvo que confesar con tal que ya la dejara en paz.

 

Amigos: Éste capitulo como el anterior no son partes fundamental de la trama, pero si necesarias porque nos llevaran muy pronto al punto de una nueva vida para Alejandra, por favor espero que tengan paciencia sobre la acción, drama y romance, que ya no tarda mucho en llegar. Pero deben conocer bien al joven Juan Pablo Ferrer, al ser parte fundamental de la nueva vida de nuestra Condesa, muchas gracias por su apoyo y tiempo, Gracias !!! ​

​

Mi nuevo mundo​

Así que el niño insolente se llamaba Juan Pablo Ferrer, caviló Alejandra, que ya desde hace mas de tres años era llamada y conocida como Sofía Luque.

¡Todo lo que tenía que soportar!

¡Desagradable mocoso!

En cada respiración era el sentimiento que le llegaba y no ayudaba mucho que sintiera la mirada penetrante de ése y su patán cercanía. Por mucho menos Alejandra era de poner a las personas en su lugar, pero claro, sin nunca perder la clase. Aunque no por no perder los estribos quería decir que no fuera directa e implacable.

Para suerte de Alejandra, el carácter del profesor no permitía ni siquiera una broma aunque fuera de lo más inocente, haciendo que se sintiera cómoda y con toda su atención al frente.

El autoritario y falta de humor del señor se recompensaba por el extraordinario conocimiento que era claro que poseía con arrogancia. Explicaba sólo una vez y era suficiente como para que un joven con dificultades de aprendizaje, como de seguro eran la mayoría del salón, entendiera al instante.

La clase de Desarrollo Empresarial le agradó mucho a la joven, demostrándolo anotando cada palabra que se le hacía interesante y subrayando con pluma negra el libro.

Así como llegó el Licenciado Ramírez se fue, amenazando que toda la semana a la misma hora haría acto de presencia.

Enseguida la clase de Introducción a la Administración comenzó, con una dama que había estudiado hasta doctorado en Administración de Empresas. Era muy similar en carácter al anterior profesor, pero a diferencia del otro, ésta daba miedo.

La tercera clase llegó en el momento que muchos alumnos ya empezaban a lamentarse por estar ahí. Era un profesor de semblante muy agradable, risueño. El señor que parecía tener una edad cerca de los cuarenta entró al aula como temiendo lo peor, pero no parecía dudar por estar en ese lugar.

—Soy el profesor Montes —se presentó al mismo tiempo que ponía su nombre en el pizarrón blanco y dejó el plumón rojo en su escritorio para ver de frente a sus alumnos—. Tengo doce años de experiencia, trabajando en México como en el extranjero. Hace dos años terminé mi maestría y espero que en esta materia, que se les puede hacer a veces complicada, nos podamos entender lo mejor posible. Como pueden leer en su hoja de plan de estudios, esta materia es Antropología Filosófica. Les ruego que si tienen dudas en el momento me lo digan y yo sin problemas se los explicaré una y otra vez. Suele pasar que no se comprenda en ese momento, pero puedo darles clases extras para que estén sin dudas —vio a cada alumno a los ojos. Era un hombre simpático y muy seguro del potencial de enseñanza que podía demostrar—. No teman en decirlo, aquí nadie se burlará de nadie, aquí estamos todos para aprender. Ya fue mucho de hablar de mí, ahora quiero saber de ustedes. Por favor empieza tú y se van en orden —y apuntó al joven que estaba sentado atrás de la joven aludida, que para su desgracia iba hacer la primera de ser expuesta; bueno, así se sentía ella—. Dinos tu nombre, qué carrera estudiarás, si eres de aquí o vienes de fuera y qué esperas de la materia.
—¿Debo ser la primera? —apuntó la alumna al otro lado del salón—. Empecemos de allá.
—Por favor —amable pero firme ordenó Montes.
—Bueno —sacó un aire de enfado, era obvio que siempre se salía con la suya y no le gustaba la pequeña derrota—, soy Estefanía Torres de los Lagos —era obvio que la guapa joven se sentía orgullosa de su descendencia—. Estudiaré mercadotecnia, no reprobar la materia es lo máximo que espero y por supuesto soy de aquí… ¿Qué no se nota?* —se señaló así misma con presunción.
—Gracias, señorita Torres —levantó ambas cejas por tal derroche de arrogancia. Cruzó sus manos sobre su pecho, arrugando un poco su formal corbata plateada.
—Soy Armando Zermeño, voy para Contaduría. Nací en Michoacán pero llevo cuatro años viviendo en Guadalajara.
—¿No quieres saber si se te nota? —se burló un joven que estaba sentado hasta atrás.
—Veo que tienes muchas ganas de hablar —localizó rápidamente Montes al joven importuno y le indicó—. Te toca.
—Pero faltan mis tres estimados compañeros, maestro, no sea tan obvio en querer saber de su alumno más interesante.
—A ver, Interesante, habla.
—Como guste —por lo menos tuvo la educación de ponerse de pie. Me llamo Óscar Monroy, pretendo por el momento estudiar Finanzas al igual que mis amigos. Soy cien por ciento de Jalisco pero para nada soy gay**, no se preocupen, guapas —les habló a las compañeras con descara lujuria—, eso se los compruebo cuando quieran. Si tiene otra duda de mi vida, mi estimado Profesor, búsquelo en Wikipedia, que lo sabe todo, solo ignore las revistas, son muy exageradas.

El señor Montes frunció el ceño deseando que ese joven no sea uno de los hijos del gran empresario de la industria del Tequila. Pero por la petulancia del alumno podía jurar que estaba tratando con el hijo del dueño de la más grande destiladora de agave en México: Hacienda Monroy.

—¿Es tu hermano Omar Monroy? —quería estar más seguro Montes.
—La nena de la familia es nuestro lado oscuro —se dejó caer sobre su asiento enfadado que hablaran de su hermano y no de él.
—Lo dudo, es un excelente alumno —lo defendió el señor.
—No hace otra cosa —soltó con hastío.
—Como debe de ser.
—Si darle por su lado es tener buena nota, perfecto. Omar es un excelente estudiante.
— Tengo entendido que está estudiando la maestría —insistió.
—Eso dice —se encogió de hombros, algo incómodo.
—Bueno —era obvio que Oscar era el menor de los hijos y además estaba celoso de los triunfos del primogénito Monroy—. El que sigue, por favor.

En orden de nuevo todos se estuvieron presentando, hasta llegar el turno de Alejandra. En el momento que le tocó se sintió muy incómoda por tener toda la atención del salón, atención que no existía hasta aquel instante. Parecía que nada mas querían los jóvenes conocer en serio aquella joven becada, era una mujer que despertaba mucha curiosidad. Tal vez esa indagación creció porque era la única muy seria, extrañamente reservada, pareciendo tener miedo de tener tanta atención sobre ella.

Se puso de pie al mismo tiempo que se acomodaba sus ligeros lentes que tenían practicante nada de aumento.

—Me llamo Sofía Luque. No me interesa sacar una alta nota si no llego a comprender completamente estas palabras:«Nunca en la historia, tal como la conocemos, el hombre ha sido más que un problema en sí» Palabras de unos de los principales representantes —inhaló lentamente aire, tenía que otra vez dar orden a sus palabras, no quería que su acento extranjero saliera a relucir—. La antropología filosófica —siguió con calma— pone como centro de su reflexión al ser humano, busca comprender al hombre como un ser que vive y sabe que vive en este mundo. Y repito, quiero entender la profundidad de esta materia. Pero hay que tener en cuenta algo: —¿por qué no se podía quedar callada? Ella misma sabía que se estaba exponiendo demasiado, pero quería dejar bien en claro su mentalidad entre su profesor y así entenderse mejor. Siempre su arrogancia era mas fuerte que toda razón—. “Estudiamos lo que vemos y no siempre lo que vemos es lo que existe”.
— Palabras de Paulo Coehlo —una joven que después se presentaría con el nombre de Adriana Mares, dijo condescendiente.
— ¿Sofía es tu nombre? —tomó Montes una hoja toda arrugada que parecía ser la lista de asistencia, hizo unas anotaciones con su pluma y le sonrió a la joven—. Bienvenida a bordo.
—Es un placer —y la supuesta joven Luque se sentó satisfecha en su silla de piel.

Los que faltaban de su presentación lo hicieron rápido, ya sin tanto interés pues todo se lo había llevado esa joven rara, que su intención ridícula era estar ahí para aprender. Los jóvenes que estaban en la universidad porque tenían que estarlo la veían unos con terror y otros con rareza. ¡Un espécimen acababa de salir! Los que compartían la situación como Alejandra de ser becados la veían contentos, admirados, aunque no todos, pues visualizaban en ella una peligrosa rival de concursos de prestigio u otras becas en el extranjero.

El día lunes así sería, sólo tres clases y se podían retirar. Sin duda un horario así no sería tan complicado, lo lamentable es que no se podía decir lo mismo de los demás días de la semana, pero con tener un día de clases así de sencillo, sin ser tan explotados, los alumnos ya lo agradecían.

Alejandra estaba el otro lado del pasillo de donde estaba su salón, estaba junto a las escaleras, buscando un poco desesperada el encendedor para su cigarro.

—Déjame servirte —Juan Pablo se le acercó por detrás atrás.

Alejandra conociendo esa fastidiosa voz grave se voltea de inmediato:

—¿Qué no tienes otra cosa que hacer?
—Eso depende de ti —un fino encendedor de plata sacó de su pantalón de mezclilla con efecto de estar roto y gastado—. Te advierto que este juego de ser yo quien te busque no me gusta nada.
—De verdad que a mí menos —acepta el fuego que le ofrecía sin dejarlo de ver sus atractivos ojos oscuros—. Si tu apuesta era fastidiarme antes de que sea la hora de comer, créeme, ganaste y con creces —inhaló de su cigarro para que prendiera bien.
—Y como no me gusta perder deja demostrarte que no soy tan fastidioso como parece.
—Lo veo imposible.
—¿Traes carro?
— No.
—¿Entonces como piensas irte?
—Como todos cuando no tenemos carro, en el autobús.
—¿Tú en trasporte público? —fingió cómica perplejidad—. ¡Qué barbaridad!
—¿Qué tiene de malo? —Alejandra era el primer ser humano que detestaba esos medios de trasporte, pero que le podía hacer. Después de esos años sin tener otra alternativa que usarlos ya los aceptaba con resignación.
—Harás que me odie si te dejo irte sola.

Iba Alejandra a contestarle de una forma cínica y aguda a Juan Pablo, pero el celular de éste sonó con una música de muy buen ritmo de rock en inglés.

—Permíteme —vio en la pantalla de quien se trataba y con fastidio contestó—. No, váyanse. No iré con ustedes. Tengo cosas importantes que hacer.

Entre divertida y sorprendida estaba la Condesa oyendo lo que decía Ferrer, que era obvio que hablaba con sus despreciables amigos.

Juan Pablo se estaba despidiendo cortante con Fran cuando sonó ahora el celular de su presa. Era un aparato muy diferente al de él. Su celular era ridículamente caro y el de ella era uno que apenas tenía pantalla de color, la cámara ni pensarlo, eso sería un lujo.

—¡En serio! —exclamó Alejandra muy molesta—. Se supone que ya lo habían arreglado. Sí, tendremos que hablar otra vez con el Señor Erick. Esto es una burla —colgó.
—¿Pasa algo? —realmente le interesó a Juan Pablo conocer el motivo de su enojo.
—De nuevo la tubería de mi departamento se rompió —tomó con brusquedad la mochila que estaba sobre el barandal de las escaleras.
—Deja te llevo a tu casa, llegarás más rápido —no quitaría el dedo del renglón.
—Pero ni te conozco.
—Por eso, te voy a conocer.

“Su egocentrismo era enfermizo. Ese niño se sentía el centro de todo y debíamos girar en su entorno para siempre estar a su alcance cuando quisiera que tocaba que fuéramos su antojo del momento. ¡Idiota!”.

Sin duda conmigo se topara con pared y si insiste chocar habrá sangre… y por supuesto no seria la mía.

—Sólo si prometes que ya mañana no me fastidiaras y dejas ese patético cortejo que has inútilmente tratado de hacer conmigo.
—¿Patético? —se rió—. Si ahora quien te lleva a tu casa soy yo, no lo veo tan patético.
—E inútil.

Era Juan Pablo persistente pero nadie le ganaría a Alejandra.

—Eso déjalo a mi criterio —hizo una atractiva sonrisa torcida insolente.
—Es en serio, Juan Pablo —se retiró con cuidado sus lentes y se sobó sus ojos que ya los sentía irritados por los pupilentes. Pensó mejor la oferta, tenía que aceptar su ayuda o su pequeño departamento se iba a inundar más y se pudrirían los muebles—. Me llevarás. Pero en la pura intención de ayudar al prójimo, no alimentar tu ego y tu apuesta.
—Está muy bien —metió sus manos a sus bolsillos de pantalón. Se dio cuenta que fingir en bajar la guardia haría que su Preciosidad también bajara su protección—. Vámonos —le señala las escaleras y empiezan a bajar—. ¿De dónde eres?
—¿Cómo? —sorprendida lo voltea a ver—. De aquí, ¿de dónde más?
—¿En serio? Pensé que no.
—¿Por qué?
—Por tu acento al hablar.
—No es cierto —apretó los dientes con fuerza, se pudo oír un rechinido.
—Ahora no, pero cuando contestaste la llamada. Parece que cuando estas enojada te sale un acento muy curioso.
—Son alucinaciones tuyas —aceleró su paso.
—Yo creo que por eso hablas con calma.

No se sabía en dónde estaba la línea que separaba la curiosidad de la impertinencia. Y si lo sabia Juan Pablo le importaba muy poco.

—Me gusta hablar así, es lo correcto.

Ya no pudo disfrutar como quería de su cigarro, porque si lo seguía poniéndoselo en la boca lo terminaría masticando. Pasando por las oficinas de los profesores había varios basureros con sus ceniceros, ahí lo apagó.

—Tal vez. Pero si eres de otro estado, que no te dé pena, a menos que seas de Michoacán.
—Me descubriste.

El sonido de un pitido suave llegó a los oídos de Alejandra y en unos segundos ve un carro deportivo que su capota dura se estaba guardando para trasformar en convertible el BMW color grafito.

—Espero y te guste el paseo.
—Te agradeceré que lleguemos a mi casa lo antes posible.

El vehiculo me hizo recordar el primer carro de mi hermano Ponce al cumplir los veintiún años, lleno con grandes recuerdos al ser él a escondidas enseñarme a manejar en las madrugadas sin importar lo que le sucediera a su gran amor de cuatro ruedas, que nunca a nadie prestó mas que a mi.

Mi padre, mis hermanos, mi esposo, mi antigua vida…

Juan Pablo abrió la puerta de piloto para entrar y luego Alejandra hizo lo mismo.

—¿Tienes una preferencia de música?

Se le hizo curioso que Juan Pablo tuviera la amabilidad de preguntar, aunque sea por cortesía.

—De música en inglés me encanta Coldplay.
—¡Perfecto! A mí también —diciendo esto sacó del descansabrazos central un iTouch, mp4 de la compañía Apple—. Listo.

Empezó a sonar la canción favorita de Alejandra de ese grupo, Viva la vida.

—Gracias.
—¿Por qué? —salió del estacionamiento de la universidad y tomó a la dirección hacia la ciudad.
—Por poner una de mis canciones favoritas.
—Así soy yo de complaciente —la volteó a ver en sus bellos ojos miel y le guiñó un ojo con coquetería—. ¿Para dónde vives?

Alejandra le indicó su dirección, que no era muy retirado como lo esperaba su compañero.

Se habló poco en el trayecto y casi todo de ese tiempo lo tenía Juan Pablo, situación que Alejandra le agradó porque así se evitaba hablar. La joven desde su llegada a México tenía que cuidar mucho sus palabras, no sólo por su acento tan característico de su país y que era inconfundible, también porque temía dar información que no le correspondía en esa vida: Como el hablar de su familia, su esposo, su hijo… ¡Dios, como le destruía el alma pensar en ellos! Y su despiadada mente como su corazón lo hacía todo el tiempo.

¡Inútil es llorar si la esperanza no ofrece al mal alivio ni bonanza!

Ese era el repetido lema que la misma Alejandra se infligió, para no lamentarse encerrada y llorar como desesperada y perdida, como era que se sentía desde lo ocurrido.

—Parece que la fuerte tormenta de la madrugada sigue dejando estragos —comentó el joven cuando intentaba a la malagueña pasar un crucero que era un caos porque los semáforos no servían—. Esta avenida de por sí es peligrosa, como me caga, que sabiendo los policías de tránsito que si llueve dejan de funcionar los semáforos, no vengan a controlar la fluidez.
—Sólo ten cuidado, por favor —La Condesa había dejado de prestarle atención.

Juan Pablo notó en el hilo de voz de su nueva compañera una angustia inusual y para él exagerada.

—No te preocupes —galante pasó su mano derecha por los hombros de Alejandra—, conmigo estás en muy buenas manos.

La joven en ese instante, sin más preámbulos, iba a poner en su lugar a ese niño. Quería dejar las cosas bastante claras, pero el sonido chillante que se oyó de lado derecho de la avenida llamó de toda su atención. Después un brutal golpe entre láminas de automóviles y vidrios hizo fin al fuerte accidente.

—¡No! —gritó para sus adentros esta Alejandra, cerrando los ojos con fuerza y tapándose los oídos con sus manos frías.

Y las imágenes que todos los días la han atormentado le vinieron a la mente y al alma. Ese día lluvioso fue el más doloroso de su vida, acabando con la vida de su esposo y siendo ese momento la sentencia de no ver a su hijo, a su pequeño Ricardo.

Recordó por milésima vez aquellas palabras que ella misma se restregó: Por mi egoísmo he de sufrir el peor de los males: La soledad.

Alejandra había enloquecido a Manuel por su insistencia de saber lo que realmente le había pasado a su esposo, pues ella era de las pocas personas que sabía perfectamente que Felipe no compartía con ella, ni su hijo, la limosina. El final de su esposo por fin, después de tantas emociones encontradas, la había conocido, y no sabia aun si lamentarse por saberla.

—El Conde después de dejar al pequeño Ricardo a salvo, y sabiendo que era seguido como usted, se retiró de la ciudad, para que no muy dejos de Madrid lo emboscaran y despedazaron su carro, logrando acabar con él los primeros tres balazos, que hacían innecesario los cincuenta y seis tiros de metralletas que impactaron su cuerpo y muchos mas su carro —le había confesado con dolor Manuel—. Pero dadas el escándalo y la investigación que se haría por aquel masacre se tuvo que esconder esa monstruosidad para que la imagen del Conde como la de usted no fuera ensuciada y la familia noble de Navarra pudieran descansar en paz. Por eso el Marques, su padre, mandó que aprovechando lo de su accidente para justificar con dignidad y respeto la muerte de sus hijos, pues todos conocían que para su padre, el conde era como un hijo, pero con lo ocurrido sabia que ahora tenia que proteger al resto de sus hijos y familia, por eso no pudo hacer mas, aunque eso no era lo que realmente quería.

Continuara...

Nota del autor:
· *Soy de aquí, que no se nota: Ese comentario de nuestro personaje Estefania, se comprende al ser el estado de Jalisco conocido por las mujeres mas hermosas del país, y mas al ser de aquí la ultima Mis universo Mexicana que ganó.
· **Para nada soy gay: Palabras de Oscar muy usadas por los jóvenes al ser Jalisco un estado conocido como punto de reunión de personas con preferencias sexuales distintas.