Addiction

25. capítulo – Acuerdos y desacuerdos.

— ¿Tenéis algo pensado? — pregunté con gran inocencia, pensando que me podría quitar el problema de encima, pensando que ellos encontrarían una solución, pensando que podría seguir con vida.

— Bueno, no va a ser fácil, pero algo sí que hemos comentado entre nosotros… — me dijo Sam llenándome de esperanzas.

— Cualquier cosa… — contesté desesperada.

— Está claro que necesitaremos fuego — comenzó Kate — así que necesitaremos atraerla a un lugar seco, con paja o algo que prenda fácilmente, no podemos perder el tiempo.

— Claro — prosiguió Sam — si tardamos demasiado en quemarla, podría volver al ataque.

— Perfecto — me desesperada cada vez más.

— Una vez allí, usaremos cebo. Cebo vivo — contó Kate lanzándome una mirada desafiante.

— ¿No pretenderás qué…? — me asusté tanto que no lograba pronunciar palabras.

— Lo siento, pero tendrás que arriesgarte. — me dijo con algo de pena en la mirada.

— Es simple, no hay mucho más que hacer. La atraemos hacia ti y la atrapamos. — finalizó Sam

Me quedé un momento pensativa. Era un riesgo que debía correr, si no lo hacía moriría de todas maneras. Sentí un vértigo en el cuerpo, como si estuviera a los pies de un barranco, un gran precipicio que me sujetaba con fuerza atrayéndome a saltar y terminar de una vez con todas. Tal vez no era mala idea, podría terminar con mi vida yo misma, podría suicidarme, así por lo menos conseguiría que Jane no se saliera con la suya y disfrutara de mi muerte. No, no era capaz de hacerlo, y yo lo sabía. Temí por la vida de mis amigos. No os podéis imaginar cómo me sentía en aquellos momentos. Una parte de mí gritaba de alegría, pues nunca había tenido muchos amigos y con solo cambiar de ciudad había conseguido a unos compañeros que estaban dispuestos incluso a arriesgar su vida por salvar la mía. Me pregunté si es que éramos los humanos más fríos que las criaturas que solo aparecían en nuestras películas y libros de ficción. Nunca, y digo nunca, nadie se había preocupado tanto por mí, al menos sin ser mis padres. Las ideas iban y venían dando vueltas en mi cabeza, provocando que un mareo me invadiese.

— Lo haré — dije al fin — seré el cebo.

Armada de valor acababa de firmar mi sentencia, mi sentencia de muerte.

— Te protegeremos, lo sabes. — intentó calmarme Sam, pero ¿Qué podría hacer un hombre que se convertía en animales? ¿Convertirse en un caracol y babear a Jane hasta que muriera de asco? ¿Y una fantasma? ¿Darle un susto de muerte? Oh, y no olvidemos al perro y al humano ¿Qué haría James? ¿Lamería a Jane en busca de mimos? ¿Y Charlie? ¿Sería su aperitivo? Toda mi esperanza descansaba en los hombros de David… Oh, esos hombros… No, no estaba siendo justa. Estaban arriesgando demasiado para que yo me comportara tan escépticamente. Entonces me sentí despreciable…

—Lo haré — dije llena de valentía, la cual no duró mucho e inmediatamente mis miedos volvieron a apoderarse de mi ser — ¿Eso es todo? Quiero decir… yo pensaba que elaborar un buen plan nos llevaría más tiempo, no sé... unos meses tal vez.

— Lamentablemente, no dispones de tanto tiempo — volvió a asustarme Sam

De pronto, Sam cerró los ojos. Parecía muy concentrado y no quise interrumpirle. Le miraba anonadada y Kate se fijaba en cara de asombro.

— Estás como las vacas mirando al tren — rió.

Al cabo de unos pocos minutos, alguien llamó al timbre.

— Ahí están — dijo orgulloso Charlie.

Abrí la puerta y James y David entraron salvajemente hasta quedarse frente a Sam

— ¡¿Estás loco?! ¡Es muy arriesgado! — se quejaba James.

Supuse que les habría contado mentalmente nuestro estupendo plan, o algo parecido.

— James… Sam tiene razón — intentó apaciguarle David — no tenemos otra salida…

— ¡Si seguimos con esto está muerta!

— Vaya, gracias — me quejé esta vez yo.

— Amy… no serás capaz… — me dijo acercándose demasiado.

Di un paso atrás y le contesté chulesca.

— ¿Qué no? No pienses que los humanos somos tan cobardes, además ¿Qué más puedo hacer? Si no sigo adelante me matará de todas formas.

Mis palabras me calmaron a mí misma. Tenía razón y eso que acababa de hablar sin pensar muy bien lo que decía, pues lo único que quería era ser orgullosa y no dejar que me tomaran por débil, aunque por dentro yo me sintiera más frágil que eso.

— Piénsalo bien… Sería mejor idea que saliéramos nosotros a su busca y te quedaras en casa.

— ¡¿Cómo?! ¿La mujer se queda en casa y los hombres salen a la lucha? ¿He viajado en el tiempo sin darme cuenta? — me exalté.

— Sabes que no quería decir eso… Ahora no hablamos de hombres y mujeres, si no que de criaturas muy, pero que muy fuertes y humanos sin recursos.

— Ah, ahora me consideras una simple humana sin recursos…

— No me lo pongas más difícil, Amy…

Mientras James y yo discutíamos, podía sentir las miradas de todos posándose en nosotros, escuchando atentamente. Por un momento, quedé muda. Era la primera “pelea” que tenía con un amigo. La verdad, es que era el primer amigo que tuve en mi vida. James fue el primero en conocerme y desde el principio se portó fenomenal conmigo. No merecía ese trato por mi parte… Pero yo también tenía mi carácter y no podía parar una vez que había comenzado la discusión.

— Nadie os obliga a estar aquí conmigo. Si Jane quiere matarme, será porque me lo he buscado yo sola y como lo hice puedo salir de esta. Si no lo consigo, tengo que ser capaz de cargar con las consecuencias.

— Las consecuencias no serán una brecha que te marcará y dentro de años puedas recordar la aventura. La consecuencia es mucho más grave…

— Es mi muerte, y puedo aceptarlo.

Una lágrima estaba punto de asomarse por el rabillo de mi ojo. Pude reprimirme y seguir con la cabeza alta, aunque dentro de mí estaba lamentando cada mala palabra que le decía a James. Él era bueno conmigo y yo le pagaba de esa manera. Cada vez que abría la boca me arrepentía en el mismo instante, pero no podía pensar antes de hablar.

— Necesito estar sola… ¿Podéis iros? — intenté decir en un tono apaciguado, aunque no lo logré.

Todos marcharon sin despedirse, supieron dar por hecho que no era el mejor momento para bromas ni consuelos. Yo corrí a mi cuarto en cuanto salieron y me tiré en la cama llorando, más de lo que nunca había hecho.

 

26. Capítulo – Plan A.

Entre llanto y llanto el sueño me invadió sin darme cuenta. Al día siguiente me despertó el olor a café recién hecho y tostadas. Pensé que serían los vecinos y les agradecí que me despertaran de esa manera. Recordé cuando vivía con mis padres, como mi madre preparaba el café mientras mi padre preparaba las tostadas con dos cucharadas de mantequilla, ni una más ni una menos. Los recuerdos me abandonaron cuando me giré y vi a James sentado en frente de mi cama.

— ¡¿Qué haces?! — pregunté sobresaltada.

— Lo siento, no quería asustarte… — dijo fijando su mirada en sus zapatos desgastados.

— ¿Puedo saber cómo haces para entrar sin hacer ruido? — le pregunté mientras me acomodaba en la cama.

— Ruido he hecho... pero duermes como una tapia — comenzó con su típico humor.

No pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro. No podía enfadarme con él, había sido un buen amigo y había permanecido a mi lado, literalmente, en los buenos, que no eran muchos, y malos, más comunes, momentos. Después de un breve silencio, me miró para dirigirme la palabra.

— No podía dejar las cosas así… se que ayer no me comporté bien contigo y te pido disculpas.

— Yo tengo parte de culpa también… me comporté muy agresiva y sé que lo único que quieres es lo mejor para mí.

— Parecemos dos niños de primaria cuando se pelean y los profesores les hacen pedirse disculpas — rió, y yo con él.

— Sí… esto es un poco ridículo — le miré y me di cuenta de que volvió a fijar su mirada en sus zapatos viejos — anda, ven y dame un abrazo — le dije alzando mis brazos.

Se incorporó y me dio un abrazo cariñoso. Por un instante, volví a sentirme segura. Pero pronto volvió el miedo, cuando asumí que dentro de poco tendría que hacer de cebo.

— Tenemos que llamar a los demás, tenemos que planear lo de esta noche.

— ¿Sigues con la misma idea en la cabeza? — me preguntó a disgusto.

— Sí — contesté sosa esperando que la discusión no volviera a florecer.

— Entonces haré todo lo que pueda para que no te pase nada — sonrió y volvió a abrazarme. — pero antes de nada, el desayuno. — dijo dejándome sola en la habitación por unos segundo y volviendo con una bandeja con las tostadas y el café recién hecho.

— Gracias, no sabes que hambre tengo. Tendré que discutir contigo más a menudo — bromeé.

Se sentó en un lado de la cama y entre comentario y comentario me robaba un trozo de tostada. Acabé dándole una de las tres tostadas que me había preparado. Juraría que llevaban exactamente dos cucharadas de mantequilla.

Cuando terminé mi desayuno me dispuse a quedar con el resto del grupo para preparar lo de esta noche. No sabía cuánto tiempo teníamos hasta que regresara Jane y teníamos que pensar bien lo que íbamos a hacer.

— ¿Qué haces? — me dijo James cuando me levanté de la cama con la misma ropa del día anterior.

— Me cambio y llamo a los demás. — me contestó con una risa.

— Vístete que ya me encargo yo de avisarles.

Me di la vuelta para dirigirme al baño y volví a girarme al ver que James se asomaba a la ventana. Sacó medio cuerpo por ella y pegó un grito. No era un aullido, si es eso lo que pensáis. Fue como el sonido de otro animal, una mezcla de elefante y caballo… no sé, pero muy poco melódico.

— ¿Qué acabas de hacer? — pregunté extrañada justo cuando sonó el timbre.

— Es mucho más rápido que una llamada — rió.

James bajó a abrir la puerta y yo me cambié de ropa en la misma habitación. Me puse lo primero que vi. Traté de escoger algo cómodo por si tendría que correr pero luego pensé ¿una carrera con un vampiro? Y me decanté por unos vaqueros grises y una camiseta negra de tirante con dos estrellas dibujadas en un lado. Cuando bajé al salón ahí estaba la asamblea. Sam, Kate, Charlie, James y… sí, David.

— Ven, Amy, ya lo hemos hablado. — me invitó Sam.

— Gracias por esperar entonces… — me quejé.

— No había mucho que discutir… supongo que tendremos que improvisar. — me animó.

— Perfecto — pensé en voz alta.

Parecía que la escena que protagonicé el día anterior no había ocurrido. Nadie me preguntó ni nada, así que imaginé que al ver a James en mi casa dieron por hecho que lo habíamos solucionado.

— David nos ha dicho que Janes llegará esta noche, sobre las once — comenzó a explicarme Sam. Miré el reloj y eran las doce del mediodía. Los nervios se me pusieron a flor de piel e intenté mantener la calma y no parecer demasiado insegura o miedosa delante de mis amigos — A las diez nos adentraremos en el bosque. Nos conviene permanecer cerca de las sirenas, tal vez necesitemos su ayuda aunque no creo que puedan hacer mucho… — me siguió animando — Tú comenzarás a caminar hasta que Jane aparezca, nosotros estaremos en los árboles esperando para defenderte.

— ¿A caminar? ¿De veras creéis que Jane se va a creer que el día de su regreso yo vaya a caminar al bosque? — pregunté incrédula.

— Claro que no se lo va a creer, incluso sabrá que nosotros estamos observando… pero si está tan furiosa no podrá pensar antes de atacarte.

— Que bien…

— Y eso es todo… Tendremos que pensar en el momento, será todo muy rápido y tomaremos las decisiones en el último instante.

— No creo que esto vaya a funcionar… — me preocupé.

— Te dije que no era buena idea… — me reprochó James.

— No digo que me ofrezca de cebo — dije con la intención de no encender otra disputa — Digo que contra una vampira mis opciones de sobrevivir son muy pocas. Tal vez sea mejor que me marche y no os meta en un lío por mi culpa.

— Sabes que Jane te seguirá allá donde vayas — me abrió los ojos Sam — no serviría de nada huir.

— No quiero huir — salté al oír la palabra prohibida en mi vocabulario — simplemente quiero protegeros a vosotros, puede que alguno acabéis heridos o incluso muertos por mi culpa.

— Confía en nosotros Amy… — oí la voz susurrante de David — podremos con ella.

Dicho esto, nos despedimos y todos marcharon para prepararse para la aventura de esa noche. David iba en último lugar y no pude resistirlo más.

— David ¿Puedo hablar contigo un momento?

— Claro — dijo cerrando la puerta con todos nuestros amigos fuera haciendo que en la sala solo estuviéramos él y yo a solas.