Long-fic de Inuyasha - El Último [Sesshômaru x Kagome]

¡Otra vez hago esperar! Es que estamos a punto de acabar el año aquí en segundo de prepa xD. Mil disculpas.

CAPÍTULO SIETE: LUZ Y OSCURIDAD​

Despertó por cansarse de dormir. ¿Sería que nunca más vería la luz del sol? Jadeó. Le dolía la espalda, las piernas y el cuello. Eso de dormir en la tierra, que era extremadamente dura, no le estaba haciendo bien.

Ahora más que nunca sufría de una terrible sed. Recordó lo que Sesshômaru le había dicho el día anterior: Aquí siempre llueve. ¿Pero cómo era eso posible?, ¿sería que existiría algún tipo de filtración? De ser así, no saldrían más de cinco gotas y no tendría caso de todas maneras.

— Humana — escuchó la característica voz barítona.

Ella sólo volteó a verlo y sonrió levemente.

— Ven.

Y aunque a cada segundo que pasaba se sentía más y más agotada, hizo un esfuerzo por incorporarse y alcanzarle. Una vez que estuvo ahí, se hincó junto a él y lo miró, como esperando una indicación.

— Abre la boca — le ordenó secamente.

Kagome dudó. No quería probar nada antes que supiera qué era. Después de su experiencia comiendo ratón crudo, a la joven le parecía que le había bastado por un rato.

El youkai no volvió a repetírselo y ella misma sintió la ansiedad de tener algo nuevamente en su cavidad bucal. Como se veía que el demonio se voltearía al ver que ella no acataba lo que le decía, decidió cerrar los ojos y abrir la boca.

Tenía los ojos apretados, esperando lo peor. ¿Qué tanto confiaba en Sesshômaru, en realidad? La verdad era que cualquiera que fuese la respuesta, no le quedaba de otra.

Pronto pudo sentir líquido sin sabor en su ansiosa lengua. En cuanto la presencia de la primera gota se manifestó, la chica abrió los ojos de golpe. El youkai había puesto su mano por encima de sus labios — sin tocarla —, y solamente con esa acción, ella sentía agua en su garganta.

Las gotas fluyeron, cada vez eran más pesadas, sin llegar a ser chorros de agua. Ella aún no comprendía como era factible tal hecho... Pero su sed estaba siendo saciada y no le importaba.

El agua dejó de fluir y Sesshômaru apartó su mano.

— ¿Cómo hiciste eso?, ¿dónde conseguiste agua?

Él se quedó en silencio y se puso su propia mano en la boca, mientras echaba la cabeza hacia atrás. Fue entonces cuando Kagome notó que de su mano salían pequeñas gotas, que parecían salir de su piel. Después de unos segundos, las gotas no salieron más y el youkai le clavó la mirada.

— Mi especie produce agua naturalmente, cada siete días.
— ¡Eso es anatómica-fisiológicamente imposible!
— Pues cree lo que quieras.

Y la joven lo observó por un momento, admirando las capacidades de su cuerpo.

— Esa era la "lluvia" de la que hablabas, ¿verdad?
— No eres tan tonta.
— Gracias — sonrió, ignorando su anterior comentario.

Kagome se sintió tranquila y satisfecha como nunca lo había estado desde su encierro. Pero dicha sensación comenzó a desvanecerse cuando pensó en si saldría o no... Ella no podría aguantar tanto como él y moriría si no salía. Ah, pero recordaba las veces que había gritado como loca durante el día, cuando escuchaba ruidos... Mas nadie la escuchaba.

— Sesshômaru — el aludido la miró —. Espero la pregunta no te ofenda ni nada por el estilo, pero... ¿Por qué no has salido de aquí por tu cuenta?, ¿fue la barrera que destruí lo que no te dejaba salir...?
— En parte.

Ella asintió con la cabeza e hizo un ademán con la mano, como incitándolo a continuar.

— Cuando nosotros no vemos la luz del sol en bastante tiempo, nos consumimos. Lo ves ahora con mi horrible aspecto — lo último que dijo se oyó como un lamento.
— Creéme, volverás a ser como antes — afirmó con voluntad —. Saldremos de aquí.
— Deja de ser idiota, nunca saldremos de aquí.

Su pesimismo la irritó a tal grado que decidió ignorarlo.

Desde esa última charla — si es que se le podía llamar así —, ya no habían hablado más. Eso desesperaba a la joven, pero por primera vez en mucho tiempo, su orgullo pudo más que su necesidad como todo ser biopsicosocial.

Estaba tan perdida en sí, que ya no se daba cuenta de lo que acontecía a su alrededor... Y como no veía la manera de salir, comenzaba a desilusionarse verdaderamente.

Vagamente en su memoria, debió quedar borroso un recuerdo. Entre delirios, se le ocurrió besar a Sesshômaru y él le había gruñido... Sólo para después atacar su boca con fuerza y necesidad, la cual no fue satisfecha al momento en el que él le tocó el muslo y la empujó contra la pared más cercana; la había asustado y en ese momento ella reaccionó y se apartó lo más que pudo.

Kagome había llorado después y ya no se reconocía a sí misma. ¿Qué más sería capaz de hacer si continuaba así?

Él no la había seguido ni le había insistido en más. Tal vez, le daba igual lo que pasase, sólo mientras el tiempo transcurriese.

Un día más tarde, la pelinegra despertó con una leve iluminación sobre su ojo derecho. Se sacudió un par de veces antes de ver luz blanca del "techo" de la cavidad subterránea del museo. La sonrisa que no se había aparecido en un buen tiempo se dignó a presentarse, y su pecho subía y bajaba con la esperanza de libertad.

Olvidando su orgullo, corrió hacia la luz verde que representaba la estancia del demonio.

— ¡Sesshômaru, mira! ¿Ya viste el agujero ahí? — Señaló el lugar, emocionada como jamás en su vida.

Kagome no pudo comprender cuando él pronunció las siguientes palabras:

— Finalmente, Tessaiga.

 

Lo lamento, ¡de veras! Es que es final de curso... Y, ustedes comprenderán. Espero les guste el capítulo y recuerden que siempre me hacen feliz sus comentarios.

CAPÍTULO OCHO: ARGUMENTOS A SEGUNDO PLANO​

Kagome parpadeó, perpleja. No entendiendo el porqué el youkai le hablaba a una espada que no era de su posesión. Aún no podía creer que se tratara de Tessaiga… ¿Sería posible? De pronto, su mente se desvió hacia la persona que la había hecho entrar — aunque hubiese sido indirectamente — al museo: Inuyasha. Si Inuyasha estuviese vivo aún, el Colmillo de Acero no obedecería a Sesshômaru por ningún motivo, ¿no era así?

¿Qué había pasado con el híbrido que tanto extrañaba?

Fue sacada de sus pensamientos con ruidos de golpes, provenientes de arriba. Cuando dirigió su mirada al demonio con el cual había pasado bastantes días, pudo observar la expresión de concentración que su rostro mostraba. Los ruidos se intensificaban, pero no dejaban de ser leves. El ceño de Sesshômaru se frunció levemente, revelándole a la chica que, aquella criatura desgastada por los siglos, se esforzaba de sobremanera para lograr lo que fuese que se proponía en ese momento.

— Sesshômaru —susurró, acercándose a él—, ¿qué haces?

Su respuesta no vino en forma verbal, pero fue presentada cuando un golpe de magnitud mucho mayor se oyó y retumbó en lo que se podían llamar paredes. El agujero que había visto al despertar había aumentado su tamaño… Pero nada la impactó más que ver la enorme punta de la famosa espada de Inuyasha, atravesando el piso del museo.

Ah, tenía tantas dudas… Mas, en ese momento, su cabeza albergó tan sólo un pensamiento: saldrían.

La espada rompió por completo el piso, lo suficiente como para entrar, cayendo a los pies de Kagome, que tuvo que retroceder ante el impacto de la imponente arma. El demonio se acercó a la espada y la tomó, cerrando los ojos e inhalando con fuerza, con una expresión tan estoica pero emocionada, que le pareció imposible de descifrar a la chica. Esta última se sorprendió al no ver ninguna reacción de la espada al entrar en contacto con Sesshômaru.

— Cuando Inuyasha murió, Tessaiga fue traída a este lugar —ella cerró los ojos con fuerza, al tiempo que sacudía la cabeza—. Fue entonces cuando se me ocurrió que sólo ella podría sacarme de aquí.
— ¡Inuyasha no está muerto!
— Cree lo que quieras. Pasé más de un siglo haciendo que Tessaiga cambiara su opinión sobre mí, y al fin está aquí, en mis manos. Al fin pude manipularla.
— Esa espada no es tuya, y nunca va a serlo —susurró, quizás con rencor.

El demonio se limitó a mirarla. Le tocó el labio inferior con una de sus garras y la deslizó suavemente a lo largo de la piel, causándole una leve cortada, que de todas maneras, le arrancó un gemido a la chica.

— Evítate decir cosas como esa. Tal vez deba reconsiderarte como mi alimento —sonrió maliciosamente.

A Kagome le sorprendieron sus acciones ciertamente. Sí, la había cortado, pero podía haberla matado. No estaba tan mal. Pero lo que más la sorprendió fue la sonrisa con malicia que hacía tanto no veía. La luz se filtraba por el agujero que había hecho la poderosa espada y ella pudo notar cómo él cambiaba con la luz.

Desde que Tessaiga cayó en las manos de Sesshômaru y este aspiró, su rostro pareció refrescarse y verse más jovial. Ahora, que la luz de la luna lo alumbraba generosamente, la chica reparó en que el cabello del demonio era nuevamente plateado, que su piel se veía tersa y perfecta…

… Y le horrorizó darse cuenta que había pensado en lo hermoso que se veía.

La pelinegra no entendía nada de lo que pasaba. ¿Sesshômaru había manipulado al Colmillo de Acero mediante sus pensamientos?

De pronto, se percató de que él la seguía mirando. Su cuerpo saltó y él pareció reaccionar.

— Ya sé que debo estar muy sucia, pero el quedársele viendo a alguien así es de muy mala educación —reprochó.

El interpelado no pronunció palabra alguna, sino que se limitó a mirar a otro lado y a sentarse en un rincón. En él se notaba una jovialidad que había perdido hace tiempo. A Kagome le pareció extraño que se relajara de esa manera, ¿acaso no intentarían salir ya? Y es más, ¿qué no podía él volar y salir fácilmente? ¿Sería que todo este tiempo estuvo agonizando para nada? Le parecía muy ilógico, pero llegó a la conclusión de que, después de tanto tiempo de encierro, Sesshômaru debió haberse debilitado… Y, antes de eso, había una barrera espiritual que, sin duda, había jugado un excelente papel para mantenerlo ahí. Al menos dicha barrera había sido rota por ella y, por lo mismo, confiaba en que fuera menos complicado salir.

— Vamos. Si no salimos ahora, mañana será más difícil —le dijo ella, alentándolo a darse prisa.
— ¿Por qué?
— ¿Bromeas, no? Habrá guardias y muchísima gente visitando el museo de día. Van a atraparnos.
— Sé que habrá guardias —luego dudó al hablar, avergonzándose de lo poco que entendía de la premisa pronunciada anteriormente—, desconozco qué es un museo y porqué las personas han de reunirse aquí.
— Te prometo que te explico, pero después. ¡Tenemos que salir ya!

Él pareció razonarlo rápidamente.

En un momento, se elevó y voló hasta el agujero. Se dedicó a hacerlo más y más grande, hasta que tuvo el tamaño suficiente para que pasara a través de él. Kagome lo observó, emocionada como nunca. Pero su cara se ensombreció cuando Sesshômaru atravesó el agujero, sin ella.

Se llenó de pánico, comenzó a híper ventilar y a temblar. Cuando el miedo estaba a punto de consumirla por completo, lo vio regresar y exhaló, aliviada.

— Pensé que me dejarías aquí… —Suspiró, aún nerviosa.

— Claro que no. Te necesito.

　
　
　

 

Hola. Aquí la autora muy contenta de haber encontrado a la señorita Inspiración. ¡Les dejo el cap. 9 de mi loco fanfic! Muchas gracias por aguantar mis largas esperas, por pasarse por aquí, por todos los "Me gusta" y ¡por sus comentarios! Se les quiere mucho <33

CAPÍTULO NUEVE: TENSIÓN DE SALIDA​

La necesitaba. Claro, por supuesto, ¿cómo no lo pensó antes? Era muy obvio: ¿qué haría Sesshômaru en una época tan avanzada sin alguien que lo asesorara al respecto?

— Salgamos —le indicó una voz barítona, al tiempo en que posaba una de sus largas manos en la espalda de la chica y la otra en la parte interior de sus rodillas, levantándola horizontalmente sin esfuerzo.

Ella se sujetó y en menos de un segundo se encontraba en el piso del museo. Respiró aliviada. Parecía que estaba cerrado.

— Increíble, ¡tuvimos suerte!
— ¿Hn?
— Está cerrado, ¿no es genial? —cuestionó, entusiasmada.
— No es suerte, ¿creíste que saldríamos cuando se oye a toda esa gente? Hoy es uno de los dos días en los que nunca oigo personas.
— Oh, claro —bufó ella, reprendiéndose por lo obvio.

Él la bajó. Para su sorpresa, no la había soltado así como así, mucho menos tirado. Kagome observó al youkai: el demonio mantenía una fachada estoica, pero por dentro parecía abrumado e impactado por lo que veía; sus ojos lo delataban. Entonces se le pasó por la cabeza a ella que Sesshômaru pudo sentirse igual que cuando ella cruzó la barrera en el tiempo… Pensó que, al menos, podrían entenderse en algo.

Su cabeza se sacudió. ¿Para qué pensaba en eso? Lo importante era salir, ¿o no? Salió de sus pensamientos cuando una enorme mano se posó en su hombro, sacudiéndolo discretamente.

— Despierta ya. ¿Dónde está la salida?
— Ah, unos pasillos más allá. ¿Cómo le vamos a hacer para salir y que no nos vean?
— Debes recordar que yo puedo transportarme a manera de esfera de luz.
— Sí, grandioso —observó sarcásticamente—. ¿Y yo?
— Hn. Podemos cavar un túnel.
— ¡Oh, no! No cuentes con eso. Hay muchas instalaciones que nos lo impedirían.

La chica comenzaba a preocuparse por muchas cosas, pero una más se ocupó de su mente y agradeció al cielo haber pensado en ello.

— Sesshômaru, aquí hay algo que se llaman cámaras de seguridad —le susurró—. Ellas “ven” y “recuerdan” todo lo que nosotros hacemos aquí, ósea que todo mundo podría ver lo que hicimos después… Tienen unos cables, que son como alambres —le costaba trabajo explicarle las cosas, pero debía de hacerlo si quería que él cooperara—. Tenemos que encontrar esos alambres y destruirlos.
— Tu época es horrenda.
— Ahora también es la tuya, así que acostúmbrate. El tiempo ya pasó.

Sus palabras le cayeron como agua fría. De pronto, él pareció tener conciencia de lo que tendría que vivir. No era un mundo extraño en el que se encontraba. No había atravesado un portal y sólo tendría que regresar. Simplemente, el mundo había estado avanzando sin él.

Ella trató de buscar las raíces principales de las cámaras de seguridad, pero no era experta en el oficio y empezaba a creer que eso de salir podrían ser falsas ilusiones. Suspiró, aterrada, tratando de calmarse.

— Humana —la llamó él—. ¿La memoria de estos monstruos está dentro de ellas o de los alambres?
— Pues, depende —razonó, sorprendida del rápido aprendizaje del youkai—. Algunas veces sí y otras no. Las cosas no se pueden poner peor. Ya que encontraste una, nada perdemos con revisar.
El demonio se limitó a alcanzar el aparato y lo desprendió de la pared sin esfuerzo. Acto seguido, lo colocó en las manos de la chica, como si ella no supiese todo.
— Uhm, okay… ¿Puedes quitarle esto? Sólo asegúrate de hacerlo con cuidado, si no, de nada servirá —le indicó, refiriéndose a la tapa superior.

Él así lo hizo y ella no pudo evitar gritar cuando vio lo que el aparato tenía dentro. La informática nunca había sido su especialidad, ¡pero lo que había dentro era nada más y nada menos que el chip de memoria! Y mejor aún, había cables externos que conectaban a la cámara con la pared, pero no conexiones directas con el pequeño dispositivo ahí dentro, lo que indicaba que la cámara tenía una memoria que transmitía imágenes a algún otro puerto, pero que sólo las guardaba ahí. Esbozó una gran sonrisa y brincó de emoción.

— Ahora sólo quítale esta cosa, que es su memoria, y esta cámara no sabrá que estuvimos aquí.
— ¿Será relevante si lo destruyo?
— De hecho es mejor. Sí, destrúyelo.

Sesshômaru acató sus indicaciones. Juntos, fueron localizando y destruyendo los chips que contenían las cámaras que se encontraban por donde ellos pasaban. Después las colocaban de nuevo. Ella acomodaba los cables, saltándose la cavidad de la memoria, de modo que sólo transmitiera imágenes, pero sin guardarlas. ¡Era perfecto! Se darían cuenta hasta después. Al menos les daría tiempo.

Kagome continuó caminando, mientras le hacía un ademán que indicaba que debía seguirla. Así lo hizo y muy pronto se encontraron frente a las puertas. Eran transparentes. La oyó suspirar.

— No veo a nadie afuera.
— Debes haber perdido la vista parcialmente, ahí hay tres personas.
— ¡Ya sé! Pero están muy lejos y están volteadas —le aclaró.
El youkai se quedó pensativo por lo que pareció una milésima de segundo. Luego habló.
— ¿Derribo la puerta?
— ¡No, no! Tal como eso, no. ¿Puedes… Sólo forzarla?

No obtuvo respuesta. En cambio, uno de los brazos de Sesshômaru tomó la manija de la puerta y ella pudo observar cómo le aplicaba fuerza, hasta que el candado cedió. Con una velocidad que a Kagome le pareció imposible de ver, él ya estaba afuera, con el candado en sus manos. Exhaló, aliviada. Menos mal, así no se oiría al objeto caer y no llamarían la atención.

Él se quedó observando el candado, como sintiendo la ligereza de la libertad. Ella vaciló antes de apresurarlo.

— Corre, antes de alguien nos vea.
— Sin el candado se darán cuenta de que violaron la entrada… O la salida.
— ¡Ya no importa! —Exclamó nerviosa—. De todos modos se van a dar cuenta por el hoyo en el piso, pero no sabrán quién. ¡Ahora ven!

De pronto, recordó que todo el mundo vería extraño a Sesshômaru.

— Oye, ¿podrías convertirte en la esfera que mencionaste antes?
— Sí.

Cuando dicho evento ocurrió, Kagome tragó saliva y lo hizo meterse en su bolso —aquella que había traído al museo con todas sus cosas—, esperando que no se molestara y le hiciera algo después. Después de todo, es difícil creer que Sesshômaru va en mi bolsa, pensó mientras caminaba lo más natural que sus nervios le permitían.