Hola, antes que nada quiero agradecer a todas las personas que se tomaron la molestia de entrar. La pareja principal de este fic es EdwardxBella, Todos Humanos. Junto a tiAngie C. 1 –Estás embarazada –la voz del médico resonó por todo el consultorio. –¿Qué…? –la voz de una joven con escasos 17 años sonó débilmente. Sé que no esperabas esto… –le dijo el ginecólogo mientras la miraba desde su asiento–, yo tampoco lo esperaba –completó. –No…no puede…ser –el shock seguía impregnado en un delicado rostro, sus ojos café profundo mostraban la incredulidad y el ceño ligeramente fruncido expresaban una mezcla de sentimientos nefandos. –Mira –suspiró el Doctor Cullen –Sé que todo esto es muy difícil para ti, y que ahora no es el momento para decirte que tienes muchas opciones en caso de que no quieras a esa criatura. –¿A-a qué…se refiere? –Su voz temblorosa preguntó. –No sé si sea el momento adecuado…–dijo pensativamente –…no me quiero adelantar a nada querida. Es mejor que vayas a tu casa, descanses y des un respiro –le recomendó. –¿Se refiere a…abortar? –sugirió atónita. –En realidad no soy de los que piensan que esa es una buena opción –se defendió –más bien, me refería a darlo en adopción. Hay miles de parejas que no pueden tener hijos y que serían felices adoptando uno. Bella seguía mirando a su interlocutor fijamente. Si bien, apenas comenzaba a entender el significado de la premisa “estás embarazada” cuando la idea de dar en adopción a lo que crecía dentro de ella bombardeaba con ímpetu a Bella. –Pero no lo pienses ahora –la entonación la sacó de sus pensamientos –descansa y luego ven… para platicar más tranquilos sobre el tema. Bella salió en silencio de aquel consultorio recordando la razón de su actual situación. Hace un mes, dos hombres entraron a su casa. Amordazaron a su madre y abusaron de ella sexualmente aprovechando que su padre estaba en un viaje de trabajo. El recuerdo que le quedaba era solo una noche llena de terror donde, obligada, dejó ir su inocencia. Aun se podían notar algunas marcas del maltrato sufrido, pero lo que hacía más notoria su desgracia era el brillo de sus ojos opacado en la sombra de dos hombres sin escrúpulos. La sonrisa que solía caracterizarla se había esfumado dejando una boca inmutable, el rostro que mantenía la alegría y la inocencia de una niña era sustituida por otro rostro llenó de miedo y rencor. Su alma había perdido la habilidad de confiar en las personas, de creer que en este mundo no existían antagonistas correspondientes a cuentos de hadas donde el bueno siempre gana, pero en este mundo. Pero la última y más importante sobre todas las demás cosas: su corazón había perdido la capacidad de querer su mundo, de sentir alegría y amor. Odiaba intensamente a aquellos hombres que le arruinaron la vida. Las horas pasaban más lento de lo normal; cada segundo era un minuto a su vez que los minutos aparentaban horas y las horas una eternidad. Bella no supo con exactitud cuándo tiempo pasó desde que llegó a su casa y se tiró en el sillón de la sala. Su mente se encontraba en un plano muy diferente al de su ahora inerte cuerpo, y aunque ahora ya no se encontrara en su ciudad natal el tormento del pasado la seguía acosando en Forks. Cada tercer día era la misma rutina, se levantaba con la moral hecha polvo y se alistaba para ir con su psicóloga para después regresar a casa y encerrarse en su habitación. Forks era un pueblo pequeño sin mucho qué hacer y estaba a varios minutos del resto de la civilización así que su madre solía llevarla hasta el consultorio del Doctor Cullen pero justamente este día, ella había ido por sí sola. Cuando el ginecólogo le dio la noticia de su embarazo, por primera vez, no derramó lágrima de su desgracia, tampoco gritó ni se exaltó, simplemente limitó a su cerebro a procesar la información y entender lo que esto conllevaba. No tardó para que sus padres entraran por la puerta principal. Divisaron a su hija en el sillón, en la misma forma que había adoptado desde hace tiempo, sin tomarle importancia. – ¿Cómo te fue querida? –preguntó su madre curiosa con tono dulce; no hubo respuesta por parte de Bella. –Tal vez venga cansada… – excusó Charlie a su hija –…no quiere hablar. “Estas embarazada… Es mejor que vayas a tu casa, descanses y des un respiro… hay muchas cosas que todavía puedes hacer en caso de que no quieras a esa criatura… me refería a concebirlo para después darlo en adopción…” El recuerdo la atacaba constantemente sin tregua para que su alma pudiera dar un respiro. Sus padres seguían en una plática sin relevancia cuando las lágrimas de Bella se hicieron presentes en la cena. Renée fue la primera en notar que su hija lloraba en silencio. –¿Qué pasa hija? –Estoy embarazada –soltó sin más. Sus padres, incrédulos ante la confesión, se quedaron totalmente paralizados. –¿Qué? –fue el único sonido que Charlie pudo articular, la cabeza de su hija se movió de forma afirmativa en silencio. – ¿E-estás segura? –inquirió temerosa Renée. –Si… –respondió con un tono indescriptible –…el doctor me dio los resultados esta tarde. –¡Dios mío! – Renée ahogó el grito con sus manos. –Si tan solo pudiera matarlos –siseó con impotencia su padre. –No tiene caso –se escuchó la quebrada voz de Bella. Si alguien decía que la vida de una persona no podría empeorar después de una tormenta estaba equivocado. Porque ese alguien no sabía lo que la vida era capaz de hacer cuando se ensañaba con una persona. Charlie posó una de sus manos en el puente de su nariz en señal de frustración, respiró hondamente para después hablar. –Bella… –logró captar la atención de su hija –…vete a tu cuarto –sentenció. No fue necesaria una explicación; sus padres se pelearían. Lo sabía a la perfección. No quería escuchar nada que lo que pasaría ahora, ya sabía que su vida estaba arruinada como para que a eso se le sumara algo más como la separación de sus padres. Bella sintió su cuerpo más débil de lo normal y se recostó en la cama pero sin meterse dentro de las delicadas sábanas, abrazó un pequeño oso de peluche. Se enrolló en forma fetal y Morfeo la abrazó llevándola lejos de su realidad. Renée desistió ante la notica del embarazo. Tan pronto como terminó la discusión con su esposo, tomó sus cosas y se marchó lejos de ahí. Un mes después era 17 de Agosto: el primer día de clases en la preparatoria de Forks; era una escuela pequeña, como todo en aquel lugar. Los pasillos se desbordaban mientras los alumnos caminaban a prisa. Pasaron varios minutos antes de que iniciaran las clases, en tanto la escuela estaba hecha un total desastre. La campana sonó dejando los pasillos casi vacios, sólo quedaba un chico rezagado en los casilleros sacando un libro. Su cabello era castaño claro, con un par de esmeraldas como ojos que contrastaban con la blancura de su tez. Cerró su casillero con un par de libros en mano. Se volteo pero no pudo ir a su destino porque tenía a una chica acosándolo: Tanya. Tenía unos seductores ojos ámbar que hacían juego con su largo y bien cuidado cabello rubio. Su piel era menos nívea que la de Edward, dueña de un hermoso cuerpo que fácilmente podría conquistar y provocar a cualquier hombre, a cualquiera menos a Edward. –¿Cómo estás querido? –preguntó con voz coqueta y mirada picara. –Tanya… –dijo un poco sorprendido – ¿Me permites? –inquirió mientras se separaba un poco de los casilleros para entrar a su clase. –Es descortés no saludar tu novia –reprochó. –No eres mi novia, te lo he dicho miles de veces –soltó con fastidio mientras se apartaba de su perseguidora. –No lo niegues, sé que te gusto y que me quieres tener –susurró con lujuria. –Como digas…–resopló indiferente. Se alejó de Tanya y caminó directo a su primera clase. Al llegar se disculpó por el retraso y entró. Y mientras las clases comenzaban en la dirección escolar Bella y su padre se encontraban ansiosos y temerosos. –Señorita Swan, ¿cierto? –preguntó una voz mayor. Bella solo se limitó a asentir con la cabeza con la mirada un poco baja. –Usted disculpará –la excusó su padre –ella…actualmente no habla mucho con personas… desconocidas ¿me entiende? –Por supuesto señor Swan. Comprendo por todo lo que ha pasado esta jovencita… –volteó a mirarla –…y me alegra que en su condición decidieran que continuara sus estudios. –Fue un poco difícil de decidir – Charlie le tomó la mano a su hija en señal de apoyo –pero creemos que no debe dejar que su vida se vaya por una caño –casi se le rompe la voz. –Toda la razón. Pues bien, espero que te sientas cómoda y tranquila Bella, en seguida mi secretaria te enseñara la escuela y te llevará a tu primer clase. –Muchas gracias –Charlie estrechó su mano con la del directivo –Sé que las transferencias son muy complicadas pero…–calló un momento –pensamos que sería lo mejor. –No se preocupe. La puerta se abrió dejando ver a una mujer un poco regordeta de poca altura. Tenía el cabello corto y rizado, utilizaba unos lentes muy extraños. –Ana, ¿me harías el favor de enseñarle a nuestra nueva alumna la escuela y después la puedes llevar a su primera clase. –No sé preocupe Director…. Ven cariño, acompáñame –le hizo un ademán a Bella. Miró con un poco de desconfianza a la secretaria, pero se armó de valor y soltándose del agarre de su padre se dirigió hacia su primer día de escuela. Solo que ella no lo comenzaría como la mayoría de las chicas de su edad, ella lo comenzaría con miedo y recelo, pero lo más diferente de todo esto es que entraría a la escuela con dos meses y medio de embarazo. –Muy bien, esta es la clase de Cálculo II –se detuvieron enfrente de una puerta demasiado descuidada–espero que no te pierdas y disfrutes estar aquí. –Gracias –dijo tímidamente. –Se nota que no hablas mucho así que mejor te presento a la clase ¿te parece? –sugirió a lo que Bella afirmó con la cabeza. Disculpe profesor García, lamento interrumpir su clase pero tenemos una alumna nueva… –No se preocupe, pase. Bella entró con paso indeciso, una parte de ella quería huir y esconderse debajo de las piedras, sentía que todo el mundo en ese salón sabía lo que le había pasado y que podían notar su embarazo. Pero su otra parte, la que aun mantenía su integridad intacta, le decía que no se diera por vencida, que todo estaría bien y que nadie tenía porqué saber lo que le había sucedido. –Muy bien chicos –el profesor llamó la atención del grupo. –Ella es Bella Swan y estará en su ciclo escolar –comenzó la introducción Ana –, espero que sean buenos chicos y la acepten de inmediato. Todos en el salón la miraban inquietos tratando de encontrar algún defecto con el cual fastidiarla. –Muy bien, Bella… puedes tomar asiento en la parte de atrás –le indicó el maestro. Ana salió del salón de clases – prosigamos con la clase, copien la forma de evaluación y fechas de exámenes…no quiero que salgan con sus cosas de “no sabía cuando era el examen”… Tan pronto como Bella se sentó, dejó de poner atención a lo que decía su nuevo maestro de Cálculo. Su intención era pasar desapercibida; no habló durante la clase. Cuando ya no hubo nada que escribir dejó su pluma a un lado de su libreta y dio un vistazo muy rápido por todo el salón. Había más chicos que chicas y eso la hacía sentir un poco incomoda. Desvió su mirada hacía una de las ventanas; estaba lloviendo. Siguiendo las indicaciones dadas, se encaminó a sus demás clases agradeciendo a Dios que nadie se le hubiera acercado para entablar plática con ella, se sentía un tanto tranquila por permanecer en el anonimato. A la hora del almuerzo no comió nada, se limitó a permanecer en uno de los salones esperando que el receso terminara y que las horas se desvaneciera para poder salir huyendo a su casa: el único lugar donde estaba segura. Las horas siguientes no fueron ni más aburridas ni más interesantes de lo que esperaba. Cuando por fin salió de las instalaciones escolares pudo divisar el auto de su padre esperando por ella. Caminó con paso decidido hasta entrar en el auto. –¿Cómo te fue? – le preguntó Charlie en cuando subió al auto. –Bien… –le contestó con media sonrisa forzada –Todo estuvo bien. –¿Segura? ¿Hiciste alguna amistad? – Charlie tuvo extremo cuidado en la formulación de su pregunta. Bella lo miró fastidiada. –Muy bien… –suspiró resignado a la respuesta callada de su hija mientras manejaba camino a casa entre un incómodo silencio. –Mañana tengo cita a las cuatro –habló de repente Bella posando inconscientemente una de sus manos sobre su vientre aun plano. –Paso por ti y después te llevó, podemos comer en alguna cafetería –Charlie hizo planes. No tardaron en llegar a su casa. Bella entró primero y se fue directo a su cuarto para encerrarse en él. Su padre vio la escena consternado y enojado consigo mismo por no poder hacer nada para ayudar a su hija, desde que Renée los había abandonado, el avance que Bella pudo haber tenido se había perdido. No hablaba, casi no comía y prácticamente dormía todo el tiempo. Bella se estaba dejando morir, trataba de matar lo que su cuerpo estaba engendrando porque si ella no estaba bien, la cosa que crecía dentro de ella tampoco podía estarlo.
Junto a ti Angie C. 2 Era una lluviosa semana en Forks. Bella se levantó para ir a la escuela; no tenía ánimos. Tenía una semana asistiendo a su nueva escuela y solamente había permitido que una chica llamada Jessica se le acercara. Era una chica muy curiosa, alegre y un tanto hiperactiva. De cabello café al igual que sus ojos, no era más alta que Bella. Compartían la clase de Inglés y de Habilidades. Aunque Bella apenas y hablara Jessica se esforzaba por mantener una charla amena. Charlie llevó a Bella hasta la escuela en su auto. Ella entró con un paso más seguro al recinto educativo pero aun se abrazaba así misma sosteniendo unos libros. Caminó a su casillero encontrándose a Jessica en el pasillo; la saludó. –¿Así que te animas a hablar? –preguntó con una sonrisa. –Un poco…–contestó tímidamente Bella. –Eso es bueno –Jessica parecía emocionada por el avance de su amiga–, entonces te presentare a los chicos, seguro que se llevaran muy bien. Inconscientemente Bella se tensó al escuchar la palabra “chicos”. Caminaron hasta el salón que le correspondía a Bella para después separarse no sin antes acordar verse en el receso. El salón estaba casi lleno así que caminó con un poco de prisa hasta su lugar para ponerse a salvo de todos los chicos que gritaban y jugaban con un balón de futbol americano, no podía evitar sentirse incomoda ante la idea de que alguien la llegara a tocar. Abrió su carpeta para empezar a buscar la tarea que el profesor había dejado para el fin de semana. Había garabatos, hojas vacías, rayones, uno que otro apunte con caligrafía descifrable pero no encontró la hoja dónde escribió los ejercicios. –Muy bien chicos, quiero que me pasen su tarea –comenzó a hablar el profesor–, hoy vamos a ver límites trigonométricos, espero que hayan entendido el tema de la semana pasada así no se les complicará tanto… Alguien tocó la puerta interrumpiendo al profesor. –Adelante… –Disculpe maestro… ¿puedo pasar? –preguntó un joven de ojos verdes y cabello dorado. –Señor Cullen, parece que se le está haciendo costumbre llegar tarde a mi clase. –Es que antes de entrar a clase tiene que divertirse un poco con Tanya –un compañero de clase soltó la frase e inmediatamente todos se empezaron a reír, excepto Bella. –¡Silencio! –ordenó el maestro. Edward se puso ligeramente rojo. Bella pudo observar como cambiaba el color de la piel del chico que estaba en la puerta y como su cara se tensaba por el comentario. –Perdone… ésta es la última vez. –Eso espero, tome su lugar… –ordenó el maestro regresando a su explicación–. Si tienen cosecante la pasan a seno, de esta forma se puede resolver, después factorizan, en caso de haber raíces hacen la racionalización y si hay números con exponentes los descomponen para que se puedan cancelar, recuerden: seno de equis sobre equis siempre es igual a uno… Los siguientes cuarenta minutos fueron una tortura para todos, les dolía la cabeza por tanto número y descomposición. No era un buen inicio de semana. –Terminen los ejercicios y me los entregan mañana –terminó de decir el profesor antes de que la campana sonara. El salón quedó casi vacío en menos de un minuto. Bella estaba por salir cuando el profesor le habló: –Señorita Swan. Se volteó en silencio. –Me parece que no estás teniendo un buen desempeño, si sigues tendré que hablar el director. Bella asintió con la cabeza y se retiró del salón. Ahora no bastaba con todo lo que pasaba en su vida, también tenía que llegar el profesor de Cálculo para exigirle que pusiera más empeño es su clase. –“Si sólo supiera lo que me pasa” –pensó Bella. Se dirigió a sus siguientes clases sin esperar mucho. Inglés y Habilidades fueron dos horas demasiado rutinarias. Caminó hasta el pequeño laboratorio de la escuela para la clase de Biología. Al entrar al salón pudo reconocer que era el mismo grupo de Cálculo. En el salón había quince mesas de trabajo; sólo cabían dos persona por mesa. Bella hizo un gesto de inconformidad; significaba que debía de sentarse con alguien más. Se apresuró para llegar a una de las últimas mesas dónde estaba otra chica. Se sentó sin decir palabra alguna. La maestra llamó la atención del grupo para poder dar un anuncio; debía de formar parejas de trabajo para el laboratorio. Tan pronto como la maestra terminó de dar las indicaciones hubo una revuelta en el salón que pretendía organizar los dúos de trabajo. Bella pudo notar como varias chicas intentaban que el chico de ojos verdes fuera su pareja. Bufó frustrada y comenzó a rayar su libreta. La clase terminó y ella no tenía equipo. Salió del aula para guardar sus cosas en el casillero pero fue interceptada por Jessica para llevarla a la cafetería. –No quiero ir –dijo poniendo resistencia en sus pasos. –Lo siento Bella, pero tienes que empezar a socializar –la jalaba con un poco de trabajo –Además, nunca he visto que comas en el receso...te hará daño. –No es nada, es solo que no tengo hambre –trató de mentir pero un gruñido de su estómago la traicionó. –Pues tu estómago me dice otra cosa. Llegaron a la cafetería; no era mucho más grande que el resto de las instalaciones sin embargo era el lugar más transitado. –Ven, es por aquí… –¿A dónde vamos? –Con mis amigos… te los voy a presentar, además están ansiosos de conocerte. –Pero yo no… –trató de oponerse. No quería conocer a nadie nuevo. –Hola chicos, ella es Bella –Jessica la presentó con una emocionada sonrisa al llegar a una mesa al centro de la ruidosa cafetería. –Siéntate –Mike, un chico con tez blanca y de ojos cafés, le cedió su lugar. Bella se sentó con desconfianza. Vio a todos en la mesa; eran cinco. Sin esperarlo varias preguntas la bombardearon insistentemente. Entre su confusión, no sabía qué contestar primero. –Mi nombre es Bella…–habló por fin sin decir más. –Tienes razón –comentó Ángela–. No habla mucho –Se los dije…es algo reservada, pero no la presionen –la defendió Jessica. –Muy bien linda ¿quieres que te traiga algo de beber? –Le coqueteó Tyler mientras se le acercaba un poco a Bella quien se alejó instintivamente –, sí que es rara –susurró por debajo. –Es que no quiere nada contigo ¿verdad? –Mike habló mirando a Bella. –No te preocupes –le dijo Jessica en señal de apoyo –, solo es cosa de que te acostumbres –bromeó. Bella sonrió nostálgica y forzadamente. –Vamos por algo de comer –anunció Mike. Ángela y Bella que se quedaron en la mesa. –Hola, soy Ángela –se presentó mientras le tendía la mano, Bella correspondió el saludo –sé que eres nueva y no debes de estar acostumbrada al ambiente, pero pronto te acostumbrarás –terminó con una sonrisa. –Gracias… eso espero –Y… ¿vas a comer algo? –le dijo mirando que no tenía nada entre manos para el almuerzo. –Eh… no, no lo sé –dijo apenadamente mientras su estomago gruñía de nuevo. –Pues creo que deberías… suenas hambrienta –habló con tono relajado. –Si verdad… –Bella parecía entrar en confianza con esta chica. No recordaba su nombre pero sin duda le empezaba a agradar mucho. Quizá eran sus ojos los que infundían tanta confianza en ella. –Ya regresamos –anunció Jessica –ten Bella, no sabía que traerte, espero que te agrade –le dijo mientras le daba una manzana y un jugo de naranja. –No debiste… ¿Cuánto fue? –No te preocupes, yo invito. La media hora del descanso pasó más rápido de lo normal para Bella, la plática de la mesa en la que estaba era un poco interesante y graciosa a pesar de que ella sólo se dedicaba a oír y asentir de vez en cuando. También daba una ojeada a su alrededor notando a todos los chicos que no había visto antes. Algunos profesores estaban comiendo tratando de continuar con su rutina. El receso acabó minutos después. –Muy bien…nos vemos a la salida –habló Mike mientras se paraba de la mesa despidiéndose de todos –me toca deportes…no quiero llegar tarde –explicó y se marchó. –Linda –escuchó la voz de Tyler –¿Qué clase te toca? –No la molestes –dijo Jessica. –No hables, evitas que conteste. –Li-literatura… –contestó con desconfianza. –¡Lástima! –Exclamó decepcionado –Me toca Habilidades, pero te acompaño hasta tu salón –dijo tomándola de la mano. –¡No lo hagas! –chilló Bella al tiempo que retiraba su mano. Tyler se le quedó viendo un poco extrañado pero poco fue lo que le interesó la acción de Bella así que siguió con su ingenuo plan de conquistarla. Llegaron a la clase del profesor Solís. El profesor tenía un carácter demasiado estricto pero parecía estar loco, su clase exigía mucha concentración y de alumnos que pensaran no que lo intentara, pero si se le seguía el paso era la clase más divertida de todas las materias. –Bueno, bueno, bueno… –habló el maestro – ¿Si me entienden? –¡Sí! –hablaron casi todos. –Muy bien, entonces prosigamos con el poema de Borges… –tomó su libro y empezó a leer –“Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño…” Bella miraba por la ventana distraída a pesar de amar la literatura. El profesor Solís se dio cuenta de que una de sus alumnas papaloteaba en su clase, lo cual le molestó. –Señorita Swan –habló molesto espantando a Bella–. Como veo que mi clase no le parece interesante, si no quiere que le quite un punto entero clase dígame el significado de la palabra “vigilia” y explique a la clase todo el verso –ordenó. Bella lo miró con recelo mientras la clase comenzaba con cuchicheos sobre su futuro. Seguramente, si no contestaba a la demanda del maestro se ganaría el podio del profesor por el resto del semestre. –“Vigilia”–comenzó –Significa estar despierto. Así que lo que forma Borges en esta parte es un oxímoron. El verso nos indica que nuestra realidad no deja de ser más que otro sueño en el cual negamos que soñamos y, en la última parte, el autor indica que cada día, cada segundo y sobre todo cada vez que dormimos es una muerte corta en un sueño que negamos. Terminó su explicación dejando al profesor un tanto sorprendido. No esperaba que supiera la respuesta. –Muy bien… –dijo secamente el profesor –Parece que alguien está pensando hoy. La clase continuó, sin pena ni gloria, en el análisis del poema de Borges. Veinte minutos más habían pasado cuando se hizo presente el cambio de clase. Bella se dirigió a sus dos últimas clases agradeciendo que ninguno de sus nuevos amigos, compartiera salón con ella. Sacó su horario para revisar que clase le tocaba. -Física… -murmuró cansada. No tardó en entrar al salón que le correspondía. Todos se encontraban hablando cuando ella entró. Dentro de aquella aula se encontraba Alice: una chica de 17 años y con cabello y ojos castaños a diferencia que su hermano, compartía el mismo todo de piel con Edward aunque su altura fuera menos que el 1.75 de su hermano por diez centímetros, era delgada en una delicada figura sin embargo ella tenía un animado carácter para socializar y una fascinación por la ropa. Durante la semana anterior Alice no había prestado atención en Bella mas hoy lo hizo. Se incorporó para observar a Bella detenidamente: No era muy alta, quizá 1.60, y su complexión era delgada demasiado para su gusto, sus ojos color cafés hacía juego con su cabello que le llegaba hasta debajo del hombro. Su caminar parecía un tanto cohibido, pero se podía notar que era una chica muy linda aunque por alguna extraña razón, que Alice desconocía, parecía triste: la siguió con la vista hasta que se sentó. Bella como siempre se la pasaba mirando distraída al exterior y haciendo cualquier anotación que le pareciera importante. Alice, que la miraba de reojo, pensó presentarse con ella pero algo en su interior le dijo que no lo hiciera. La clase terminó sin ninguna novedad. Las últimas dos horas fueron una eternidad para la mayoría; estaban ansiosos por salir de la escuela. Cuando el timbre final sonó, los pasillos de la escuela se inundaron con apresurados jóvenes que dejaban sus libros en sus casilleros, sacaban las libretas necesarias para sus labores escolares y alguna prenda para enfrentarse al frío de ese día. Bella caminaba despreocupadamente por los pasillos casi vacios con sus libros en mano hacia su casillero. –¡EDWARD! ¡QUERIDO! –Bella pudo oír los gritos de una fastidiosa voz. “¡Rayos! ¿Dónde me escondo?” Pensaba nerviosamente Edward. Entró a los baños de hombre pretendiendo encontrar un refugio. –Ed… ¿Dónde estás amor? –escuchó la voz de Tanya llamarle. Se asomó por la puerta del sanitario, tan pronto como dejó de oír la impertinente voz. Revisó que el pasillo estuviera vacío para poder escapar. La suerte lo acompañaba y salió con paso sigiloso para que Tanya no le escuchara. Bella caminaba a la salida cuándo una voz le llamó. –Hola querida… –saludó Tanya – ¿De casualidad no has visto a mi novio? Bella estaba confundida, en primer lugar ¿quién era esa chica? ¿Acaso le conocía? ¿Quién era su novio? ¿Tenía cara de saber dónde estaba su novio? No, la respuesta a esas preguntas era un “no”. –Por allá… –señalo con su dedo la salida del instituto. –Gracias primor –se despidió con tono chillón. Edward por un momento pudo escuchar la voz de Tanya demasiado cerca de él así que prefirió seguir corriendo a la salida; Tanya ya lo tenía hasta la coronilla. Continuó su trayecto hasta que golpeó algo que lo hizo tambalear. –¡Auch! –la voz de Bella se quejó. –Disculpa… –se escuchó la voz en automático de Edward mientras miraba a la chica en el suelo–No me fije por donde iba, yo… Bella había caído a causa del golpe. Tiró su carpeta y un par de hojas escaparon de ella. –¿Estás bien? –Preguntó Edward –Lamento haberte golpeado, no miré por donde corría – formó una sonrisa en señal de amistad. Bella se digno a mirarlo. Se recuperó y comenzó a recoger sus cosas. Unos curiosos ojos la observaban con atención. Edward se agachó para ayudarla. –Ten… –le entregó varias hojas ordenadas y un libro. Bella no sabía que decir, hacía mucho tiempo que no hablaba con un chico y menos con uno desconocido, – Gracias. –murmuró casi obligada. –No es nada. –la ayudó a levantarse aunque pudo sentir como la chica se tensaba con su contacto, lo cual le extrañó – Eres nueva, ¿verdad? Pero sólo hubo una respuesta callada. –Ya veo… –resopló Edward. Dudó un poco en presentarse. No estaba seguro de haber visto a la chica antes, tal vez estaba en algunas de sus clases ya que parecía de su edad. Después de pensarlo por un par de segundos extendió su mano en señal de saludo y dijo: –Me llamo Edward Cullen, ¿y tú eres…? Preguntó esperando una respuesta de Bella, aunque sólo pudo ver unos profundos ojos de chocolate que expresaban tanto y nada a la vez. Se quedó mirándola por un momento, pero la chica seguía sin hablar. –¿No tienes nombre? –preguntó con tono juguetón y con una media sonrisa en los labios. Bella no quería hablar con alguien completamente desconocido. Edward estaba a punto de volver a preguntar cuando un gritó del exterior irrumpió. –¡BELLA! –se oyó la voz preocupada de Charlie. Al escuchar su nombre, Bella se incorporó, dio media vuelta y salió con paso firme y presuroso de la escuela dejando a un chico intrigado en el pasillo. –Bella… –murmuró Edward mientras la veía irse –Que lindo nombre
No sé por qué, pero tu historia me ha prendado. Es tan, ay no sé..siento que se te hace fácil emplear la escritura, tu narración es fluida y práctica, es muy atrayente y sencillade seguir, me tiene intrigada..Mi duda es ¿cómo será cuándo tenga los malestares del embarazo?... Me gusta mucho y espero que sigas, no me dejes en ancias... Linda ese grito, va sin acento. Con acento se refiere a que alguien realizó una acción en pasado y se refiere a una persona la cual sabes que lo hizo. Aqui sólo te refieres a un grito que la alertó, sin acento.
3 –Y dime Bella… –comenzó la doctora Ángeles –, ¿Qué piensas cuando digo la palabra “futuro”? Bella guardó silencio pensando en su respuesta. –En nada –soltó con desdén. –¿En nada? – preguntó incrédula la psicóloga –Vamos Bella, solo tienes que esforzarte un poco… –Mmm…obscuridad. –Obscuridad, muy bien –la doctora hizo unas cuantas anotaciones en su libreta para después mirar a Bella a los ojos. –Bella, espero que recuerdes que te dije que me tenías que contar sobre la escuela –habló a lo que Bella asintió –perfecto, quiero que me digas cómo estuvo tu día hoy. –¿Mi día? –preguntó desganada. –Sí, quiero saber qué clases tienes, si ya tienes amigos, qué materia es tu favorita… –Ah…eso –comenzó –; no pasó nada. –Nada… –suspiró la doctora –, ¿qué tal tu primera clase? –Bien…supongo –contestó. La psicóloga comenzaba a sentir un poco de frustración al ver que sus intentos por hablar con Bella no tenían ningún tipo de resultado. –¿Te gusta la biología? –preguntó en un suspiro resignado. Bella la miró extrañada pero contestó. –Sí… soy buena para eso. –Bien, ahora quiero que me cuentes que hiciste en clase de biología el día de hoy. –Ehm… pues nada en realidad, me senté en mi lugar hasta que acabó la clase. –¿No vieron ningún tema? ¿Algún trabajo de laboratorio? –No, la maestra dijo que hiciéramos equipos para las mesas. Sólo eso. –¿Y cómo se llama tu pareja? Supongo que es una chica. –No tengo en realidad. –Así que no hablaste con nadie durante la clase… –murmuró lo suficientemente alto como para que Bella la escuchara. –Sí, es que todos estaban parados y había mucho ruido –guardó silencio por un minuto –, el salón era un caos; todas las chicas querían que un mismo chico fuera la pareja de todas. – Un chico, ¿sabes cómo se llama? –No lo sé, pero… –no terminó su oración ya que su mente había llegado a una conclusión; el chico de Biología y él que la había tirado era el mismo. Su nombre. Quería recordar su nombre pero en realidad no había puesto mucha atención cuando se presentó. –Pero… –la psicóloga la motivó para que siguiera con su relato. –Cuando iba de salida me tiró porque corría en los pasillos. –Así que el chico que te encontraste en la salida era el mismo de tu salón –Bella asintió–, ¿hablaron? –Él se disculpó por lo que pasó y me ayudó a recoger mis cosas. –¿Y cómo te sentiste? –la pegunta tomó por sorpresa a Bella. –¿Cómo? –preguntó con duda. –¿Cómo te sentiste cuando te ayudó? –Eh… –Bella pensó su respuesta y después de un debate interno habló: –me sentí enojada. –¿Por qué estabas enojada? –Porque ese chico no difiere mucho de los hombres que me hicieron esto… –soltó con un poco de odio. La doctora se extraño por el comentario de Bella, sin embargo esto era un avance. –¿Y cómo era él? –Era… –comenzó a recordar –; era alto, un poco más que yo, tenía ojos…verdes y cabello… creo que castaño claro. –Suena agradable… ¿Por qué lo comparas así? –Porque seguramente es de esos que tienen novias por montones sólo para… –una palabra se atoró en la garganta de Bella –. Sólo para… divertirse. –Así que te enojaste porque seguramente tiene muchas novias y sólo las utiliza –concluyó su doctora. –No –la contradijo–, me enojé porque es de esos hombres que piensan que pueden tener lo que quieran. –Muy bien Bella. Por hoy eso ha sido todo –la psicóloga se levanto de su sillón y acompañó a Bella hasta la salida de su consultorio –te espero el miércoles. Bella se despidió, algo inconforme gracias a la manera en que su consulta había terminado, antes de salir para después caminar hasta donde estaba su padre. –Listo –anunció ella. –¿Cómo te fue? –preguntó su padre dejando la revista que leía a un lado y se incorporaba. –Bien. Ambos caminaron hasta el estacionamiento, eran las siete de la tarde y el cielo estaba siendo oscurecido por la noche, pero aún les quedaba un largo camino por recorrer antes de llegar a su casa; todavía debían de ir con el Doctor Cullen. Llegaron a una pequeña torre médica, no muy lejos del consultorio de la doctora Ángeles. Bajaron del auto y se dirigieron a la sala de espera; era una pequeña habitación con un escritorio al fondo adornado por varias plantas y con un par de sillones cafés de piel. –¿Quieres algo? –preguntó Charlie mientras se levantaba por una soda. –No, estoy bien –contestó mirando a la nada. –¿Quieres que pase contigo? –preguntó. –No, hoy no –le contestó sin cambiar su estado. Después de unos minutos el doctor Cullen abrió la puerta de su consultorio para llamar a su siguiente cita. Bella entró sin ánimos. –¿Cómo has estado?–preguntó con una sonrisa Carlisle indicándole que se sentara. –Sigo aquí –contestó secamente. –Lamento el retardo–se disculpó. –¿Tenías trabajo? –preguntó Bella entrando en confianza. –Eh…no, solo veía la televisión –contestó juguetón –. No es cierto, checaba un correo de mis hijos –le decía al tiempo que le indicaba que se cambiara para poderla checar. –Ah… no sabía que tuvieras hijos. –Si bueno, tengo tres. Dos están en la preparatoria, tienen tu misma edad… más o menos, el mayor recién entró a la universidad… El doctor Cullen le explicaba a Bella sobre su familia mientras la examinaba para checar que todo estuviera en orden. –¿Qué edad tienes? –preguntó curiosa Bella. –Tengo 45. Carlisle sabía que intimar con los pacientes no era permitido pero Bella era un caso especial; en verdad le agradaba. La revisión de rutina pasó demasiado rápido en medio de toda la charla. –Muy bien hemos terminado, todo está perfecto; ya te puedes vestir. Carlisle se quitó los guantes levantándose del lugar donde estaba sentado para darle un poco de privacidad a Bella mientras esta se cambiaba. Unos minutos después Bella se encontraba de nuevo sentada frente al escritorio de Carlisle. –Bella… –comenzó –Me preocupa que no estés comiendo bien, ya te dije que si no quieres que nada malo pase debes de respetar tus horarios de comida. –No me da hambre –se defendió. –Lo sé, pero lo que llevas dentro no se alimenta de aire. –No importa. –No digas eso. Tu salud está de por medio y eso debe de importar. –Pero… yo, yo no quiero tenerlo –su voz casi se quiebra. –Sé que es muy difícil para ti asimilar esto, pero debes entender que tienes que ver por tu salud. Además creo que ya te he dado un poco de información sobre las opciones que tienes. –Lo sé –chilló. –Entonces cuídate por favor, no me gustaría que nada malo te pasara. Mira, te voy a dar una dieta especial para que tus niveles de hierro se regularicen además que deberás de comer seis veces al día y nada de hacer ejercicio físico. Carlisle escribió la receta y le entregó la dieta que debería de seguir hasta su próxima consulta. –Cuídate –el doctor Cullen se despidió de Bella mientras la escoltaba hasta la puerta. –Gracias –Bella salió del consultorio para encontrarse a su padre–; ya nos podemos ir –le dijo al mismo tiempo que le entregaba la receta. –¿Qué te dijo? –preguntó preocupado. –Lo de siempre; tengo que comer mejor, por lo demás, todo está bien. El regresó a su casa fue más tranquilo de lo que se podía esperar a pesar de la ligera llovizna que enfriaba el clima de Forks. Bella miraba por la ventana la oscuridad de la noche que le provocaba una sensación indescriptible para sí misma. Se sentía vacía y sola, aunque Charlie estaba con ella, siempre imaginó que sería su madre la que estaría en todo momento a su lado, sin importar lo que pasara. Se supone que eso es lo que se espera de una madre; que siempre esté contigo. Como cada noche Bella se fue a su cuarto para pensar en todo y nada, no sin antes despedirse de su padre. Sin embargo esta vez entró al baño antes que a su habitación. Observando su reflejo pudo ver como la chica que antes era ya no existía, por primera vez en diez semanas notó sus ojos opacados que hacían juego con unas ojeras que sobre salían de piel. Un suspiro desahuciado salió de sus labios y abandonó el baño con la imagen en su cabeza de una chica muerta en vida que solo quería expirar. Morfeo se había convertido en uno de sus peores enemigos ya que con él, los recuerdos y temor se apoderaban de su cuerpo nuevamente. En posición fetal, Bella fue vencida por el sueño y por la tristeza de su corazón una vez más. Martes; un día soleado. Algunos pájaros cantaban y el viento bailaba rítmicamente. Unos cansados ojos se abrían con pereza. Se levantó con los ánimos de siempre; hasta el suelo. Bajó las escaleras y se encontró a su padre preparando el desayuno, la escena todavía no era muy familiar para Bella ya que Charlie nunca antes había cocinado, siempre lo hacía Renée. Saludó sin ganas y se sentó en un banco de la pequeña pero acogedora cocina para tomar su desayuno. –¿Cómo te sientes? –se escuchó la pregunta rutinaria su padre. –Cómo siempre –contestó con voz débil. –Voy a cambiarme –le informó –cuando baje te llevo a la escuela. –Está bien –Bella contestó mientras comía lentamente el plato de frutas que su papá le había preparado. Charlie no tardó más de diez minutos en estar listo y para cuando bajó, su hija ya lo estaba esperando en el auto. Manejó sin prisas pensando en el futuro de su hija, divagando en la forma que haría para sacar adelante a su hija –Estaré puntual como siempre –habló cuando entró al estacionamiento de la escuela. –Lo sé –la voz de Bella sonó con una débil firmeza. –Te quiero –se despidió de Bella antes de que dejara el auto. Bella entró a la escuela caminando hasta su casillero sin encontrarse a Jessica. Marchó sin prisa hacía su primera clase a pesar de que ya había sonado el timbre de entrada, sin importarle el regaño por su retardo. Después de eso, nada interesante pasó en sus clases matutinas. Todo iba muy bien para ella, hasta que llegó Biología. Entró ligeramente retrasada al salón. Buscó una mesa que estuviera sola para sentarse pero no encontró ninguna. –Señorita Swan –le habló su maestra. –Disculpe el retardo–se eximió sin notar que unos ojos verdes la veían detenidamente. –No se preocupe, confío en que no volverá a pasar –la maestra era muy compresiva con sus alumnos–Tome asiento, por favor. –¿Dónde? –la pregunta sonó fuera de lugar. La maestra dio un vistazo a todo el salón y efectivamente, parecía que no había lugar para Bella. –Allá –la maestra señaló el lugar vacío al lado de un chico de cabello castaño que parecía leer un libro. –“Genial, un hombre”–pensó con fastidio. Caminó con paso indeciso hasta su nuevo lugar. Se sentó sin decir nada. Puso sus libros en medio de la mesa pretendiendo formar una barrera. Abrió su libreta para anotar lo que la maestra ponía en el pizarrón sin darse cuenta de la mirada insistente sobre ella. –Bella, ¿cierto? –escuchó la voz de un hombre que le preguntaba en un susurro si ese era su nombre. Sin poder evitarlo se tensó. Trató de tranquilizarse, nada malo podía pasarle en un lugar público. Volteó para mirar a su interlocutor, pero se quedó paralizada cuando reconoció el rostro que tenía frente a ella. Era el chico que la había tirado. Seguía sin recordar su nombre. –Si sigues sin contestar pensaré que eres muda –dijo con tono bromista mientras una tierna sonrisa se dibujaba en sus labios. Bella regresó a su posición inicial; definitivamente no quería hablar con un chico como él. Edward miró detenidamente la escena que le proporcionaba Bella. Torció su boca en señal de confusión; no sabía por qué Bella no quería hablar con él. Empezaba a creer que, en verdad, era muda. También regresó su mirada hacía el pizarrón pero sin poner atención en lo que la maestra explicaba ya que una extraña sensación en su pecho reclamaba toda su atención –Bien chicos –habló la maestra–, espero que hayan recordado que hoy me tienen que decir el nombre de su pareja para trabajar el resto del semestre. – “Rayos” –pensó Edward –“Se me olvidó, espero que la maestra me deje trabajar solo”. Varios alumnos se pararon y le entregaron a la maestra un pedazo de papel con el nombre de su pareja, Ana Luz, su maestra, comenzó a registrarlos en su lista mientras los chicos terminaban de copiar el diagrama del pizarrón. –Ya tengo a sus parejas –la maestra anunció –No, esperen. Bella no me entregaste el nombre de tu compañero –informó la maestra. Edward que observaba a Bella, sonrió discretamente ya que él tampoco tenía pareja y tal vez, sólo tal vez podrían hacer equipo. Antes de que la maestra hablara de nuevo la campana sonó, todos salieron como balas ya que era hora del receso. Tanto Bella como Edward fueron los últimos en parase de su asiento para salir, pero antes de que pudieran llegar a la puerta la voz de su profesora los llamó. –Chicos… como veo que ninguno de los dos me dio el nombre de la persona con la que querían trabajar, tendré que ponerlos juntos –anunció. –¿Qué? –Bella se quejó. –Por mí no se preocupe –dijo un poco molesto por la reacción de Bella. – Bella, sé que eres nueva y todo eso, pero te tienes que integrarte con tus compañeros. Bella la miraba fijamente con una mezcla infinita de sentimientos. –De acuerdo –dijo con molestia, dio media vuelta y abandonó el salón. Tanto la maestra como Edward se quedaron extrañados por la actitud de Bella. Edward confundido por lo anterior, salió del salón y caminó hasta la cafetería sintiéndose ofendido. –Miren chicos hay viene –anunció Alice. –Vaya, ya era hora –le reclamó Jasper – ¿Por qué tardaste tanto? ¿Tanya intentó violarte otra vez? –Cállate…–siseó molesto Edward. –No te enojes Eddie–le respondió con sarcasmo. –¿Qué vas a hacer esta tarde hermanito? –preguntó Alice con interés. –Lo mismo de siempre ¿por? ¿Quieres que te lleve a algún lado? –preguntó mientras se comía una manzana. –Rose y yo queremos ir a Port Angeles a comprar algo de ropa… ¿nos llevas? –dijo con tono suplicante mientras miraba a su hermano. –¿De compras? –preguntó sin ánimos Edward –¿Por qué mejor no van solas? Así no las presiono con eso del tiempo. –Porque… –dudó su respuesta –porque tú eres mi hermano favorito y quiero convivir contigo. –Si convivir quiere decir que estaré cinco horas fuera de un vestidor diciéndoles que todo lo que se ponen les queda bien, yo paso. –Edward –esta vez le llamó Rosalie –, vamos, además de nuestro excelso gusto por la moda necesitamos de una opinión masculina y tú eres experto en eso. –No, si necesitaran una opinión masculina se llevarían a Jasper… es tu novio Alice... –Precisamente por eso no lo podemos llevar –le explicó Rosalie. –No, mas bien no puedo ir –soltó Jasper entre risas–. Ve tú Edward, tienes paciencia para eso. –Ya ves… –dijo Alice –, también piensa lo mismo. Edward lo pensó un momento sabiendo que no le quedaría otra opción que acompañarlas. –Está bien –contestó resignado. Tan pronto como las clases acabaron Edward manejaba rumbo al centro comercial esperando que la tarde no fuera tan abrumadora. Junto con Alice y Rosalie fue recorriendo cada una de las cincuenta tiendas de ropa del centro comercial. –Chicas…no es que quiera molestar, pero tengo hambre –habló Edward tratando de que ninguna bolsa se le cayera. –No te preocupes Eddie, ya casi llegamos al restaurante –le dijo Rosalie antes de seguir platicando con Alice sobre toda la ropa que habían comprado. –¿No te encantó el vestido rojo? –le preguntó Alice. –Claro que sí, además hace juego con las zapatillas que te compraste la semana pasada. –Tienes razón. Pero lo mejor de todo fue la blusa marrón que te compraste, estaba preciosa… Sí, el pobre de Edward tenía que soportar todo esto, era como si estuviera purgando su condena antes de cometer un pecado. Minutos después llegaron al famoso restaurante y por fin Edward pudo descansar. La cena se pasó entre las pláticas compulsivas de ropa de Alice y Rosalie, y los múltiples platillos que comió Edward; en verdad tenía hambre. Caminar de una tienda a otra y diciéndole a dos chicas lo bien que se les veía la ropa no era trabajo fácil. Cuando regresaron a casa, todos estaban dormidos; eran casi las once de la noche. Les entregó las bolsas según les correspondiera y él se dirigió a su cuarto para cambiarse. – “Nota mental: tomar multivitaminícos cuando salga con las chicas de compra” –pensó con un poco de sátira para sí mismo. Terminó de ponerse su pijama, pero antes de dormir se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Se sentó en un banco del desayunador en la iluminada cocina para tomar tranquilamente su líquido vital. Su mente comenzaba a divagar de nuevo en la chica que había conocido. Bella…Bella ¿por qué era tan extraña? ¿Por qué no quería hablar con él? ¿Estaría enojada con él por lo del pasillo? No lo sabía, pero mañana seria otro día y tendría otra oportunidad para poder hablar con ella. – Edward, ¿en qué piensas? –una voz lo sacó de sus cavilaciones asustándolo un poco. –¿Eh?...en nada –contestó confundido –en nada Alice... –Si claro, a mi no me engañas, te conozco demasiado bien para saber cuando estás pensando en algo importante, pero sobre todo, cuando piensas en alguien –Alice lo había acorralado, no por nada eran mellizos. –Mmm... –dudó un poco –, ¿Te puedo contar algo? –Sabes que soy una tumba. –De acuerdo –suspiró –, en la escuela hay una chica. –¿Una chica? –preguntó sorprendida, no sabía que a su hermano le gustara alguien–. ¡Por Dios Edward! En la escuela hay muchas chicas –dijo con intenciones de sacarle más información. –Si...lo sé, pero hay una en especial–dijo con un poco de timidez –. Se llama Bella...– Al escuchar el nombre, a la mente de Alice legó la imagen de la chica nueva: ¿A caso era la misma? Debía de serlo, no había nadie más con ese nombre en la escuela. –La chica nueva –afirmó más que preguntar con una mirada de alegría. –Creo que es...–guardó silencio por unos segundo–. Ya sabes. –No Edward , no sé –Alice haría que su hermano le dijera lo que pensaba sobre Bella. Edward se aclaró la garganta: –Creo que es linda. –¿Enserio lo crees? –pregunto con un brillo de esperanza en sus ojos. Edward la miró y asintió con la cabeza sin decir nada más. –Es por eso que has estado tan callado hoy… ¿Has hablado con ella? ¿Ya te presentaste? ¿Son amigos? ¿Están en el mismo salón? –Alice preguntaba emocionada. –Tranquila – Edward dijo temiendo que a su hermana de diera un paro al corazón de la emoción–. Y no, no he hablado con ella. –¿Entonces como sabes que es linda? –preguntó. –Eh… no lo sé, simplemente creo eso. –Si no has hablado con ella ¿Cómo sabes su nombre? –Estamos en el mismo salón y en Biología nos sentamos juntos. Y ayer… –Guardó silencio por un momento. –¡Dios Edward, no me dejes así! ¿Qué pasó ayer? –Tropecé con ella y la tiré. Pero fue un accidente, yo trataba de huir de Tanya –se defendió. –¿Y qué pasó después? ¿Te dijo como se llamaba? –pregunto intrigada. –No, te digo que no me habla. Su nombre lo sé porque su padre la llamó y después se marchó sin decir nada –dijo Edward . –Hay Edward, te he dicho que no debes de golpear a las chicas. –Pero yo no quería lastimarla –se volvió a defender. –No importa, tú tienes la culpa y debes de disculparte. –Ya lo hice… –susurró. –Otra vez –ordenó. Al día siguiente Edward llegó temprano a la escuela y por primera vez pudo escapar de la persecución matutina de Tanya. Fue el primero entrar al salón de Cálculo esperando poder hablar con Bella. Conforme pasaba el tiempo el salón se empezaba a llenar pero no había señal de ella. Había puesto su mochila en una banca que se encontraba a su lado para que “casualmente” fuera el único lugar vacío en caso de que Bella llegará tarde. Y así fue, justo antes de empezar la clase Bella llegó con la rezagada buscando un lugar disponible. – “Genial” –pensó mientras veía que el asiento disponible estaba rodeado de hombres, entre ellos Edward . Se sentó resignada. Abrió su carpeta y comenzó a rayarla sin poner atención en la explicación del profesor. Su mirada seguía fija en la hoja saturada por garabatos cuando notó una mano ajena sobre su carpeta dejando una nota. Giró su cabeza y miró amenazante a Edward que ahora miraba atento al profesor. Bella dudó un poco en tomar o tirar la nota, pero al final de todo la leyó. Hola, discúlpame por haberte tirado en los pasillo. No era mi intención.Edward C. A Bella le extraño que un Casanova, adjetivo que le había puesto erróneamente a Edward, estuviera disculpándose por lo sucedido. Dirigió su pluma hasta el pequeño pedazo de hoja, escribió algo y lo tiró de su banca. Edward que miraba atento los movimientos de Bella, se agachó para alzar el papel. No importa. Leyó decepcionado por la respuesta tan breve y cortante de Bella. Hizo una mueca, escribió otra nota y se la volvió a dar. Me llamo Edward Cullen. ¿Y tú? Dijo su nombre nuevamente, esperando esta vez le contestara. Bella que le hizo caso a la nota en su banca, escribió con recelo su respuesta. Tan poco importa ¿para qué quieres saberlo? Edward releyó lo que Bella había escrito. Pudo sentir, a pesar del papel, la frialdad de las palabras de Bella. Sin embargó decidió insistir. Mera curiosidad. ¿Por qué no quieres decírmelo? Intentaría por todas las maneras posibles entablar una conversación con Bella, no importaba si tenía que hacer esto todas las clases. Tenía que saber porqué esa chica no le quería hablar. ¿Qué es lo que pretendes? Escribió Bella esperando que Edward desistiera de su lucha. Ser tu amigo… Me gustaría ser tu amigo. Escribió Edward sabiendo que la chica iba al grano. Bella que leyó esta oración se quedó confundida. Todo esto era muy extraño, no entendía que era lo que ella tenía que causaba tanto interés en Edward. Cuando terminó de divagar la clase ya había concluido. El lugar de Edward estaba vacío y ahora sólo quedaba la duda en su mente.
4 Cuando Edward Cullen quería conseguir algo era capaz de todo para obtenerlo. Bella le había causado mucho interés; era muy diferente a todas las chicas de la escuela. Ella era especial. Caminó de prisa hasta llegar al salón de Biología, después de la charla por papelitos que había tenido con Bella, estaba completamente seguro de que debía de hablar personalmente con ella. Entró al salón mientras lo inspeccionaba con la mirada en búsqueda de una persona, una sonrisa muy ligera se formó en sus labios cuando la vio sentada en su mesa. Se encaminó con paso firme y rápido en dirección a Bella pero no pudo seguir ya que unos delicados brazos lo aprisionaron por la cintura. –Mi amor… –Tanya susurró en el oído de Edward ocasionando que se estremeciera al sentir su aliento. –Suéltame –ordenó Edward mientras trataba de librarse. –¿Cómo estás, amor? –le dijo mientras aflojaba su agarre y se ponía frente a él. –Basta Tanya –le dijo con enojo. –¿De mal humor? –preguntó en un falso puchero–. Creo que puedo hacer que eso se te pase…–Tanya habló con tono indecoroso mientras acariciaba el pecho de Edward. –No –respondió secamente deteniendo las impertinentes manos–. Ya te dije que me dejes en paz –decía mirando Bella. –No puedo Edward, estamos destinados a estar juntos… –Eso dices tú. Por favor, tengo cosas más importantes que hacer –fue lo último que le dijo antes de marcharse a su asiento. – “Te haces el difícil Edward, pero un día vendrás y me rogarás”– pensó maliciosamente Tanya al ver que Edward se alejaba mientras ella emprendía camino hasta su salón. –¿Puedo sentarme? –Bella que estaba distraída escuchó una voz. –Es tu lugar –dijo reconociendo el tono de Edward. –Gracias –dijo poniendo sus libros en la mesa–, entonces… no me has dicho cómo te llamas. –Ya lo sabes, todo el mundo lo sabe. –Bueno, sólo sé lo que he escuchado, pero no me consta que te llames así –dijo jugando al psicólogo. Bella lo miró extrañado, en verdad Edward era un chico persistente. –No te das por vencido –aseguró. –Algo así. Ambos guardaron silencio cuando la clase comenzó. Estaban viendo métodos de reproducción; tema fácil. Edward, un poco aburrido por estar estudiando algo ya visto, volvió a las notas. Ahora era más fácil pasarlas ya que compartían la mesa. Entonces tu nombre es… Edward escribió y le pasó la nota a la chica que tenía al lado. Bella, dudosa de dar una respuesta, pero cansada de la insistencia de Edward decidió decirle su nombre. Bella Swan. “Qué lindo nombre” pensó Edward cuando leyó la respuesta. Bueno mucho gusto Bella, ¿Amigos? “Sí claro” pensó con ironía Bella. Que te diga mi nombre no quiere decir que yo quiera ser tu amiga. ¿No tienes suficientes amigos ya? A Edward le disgustó un poco el comentario de Bella. Tal vez… si tres te parecen demasiados, entonces sí. Pero insisto.¿Te parece si después de la clase comemos juntos? Bella se sintió un poco incómoda por la propuesta de Edward. Le pareció muy directo. Es mejor que me dejes en paz. “Vaya, es una chica muy extraña” la boca de Edward hizo una mueca de disgusto al leer la ultima respuesta de Bella. ¿Por qué debería de hacer eso? Bella no contestó a esa última nota porque la clase había terminado y tan pronto como pudo salió del salón. Edward le siguió el paso lo más cerca posible. Bella estaba en los casilleros, intentando abrir el suyo sin resultado alguno. –Estú…pido locker –siseó ella tratando de que los libros no se le cayeran mientras intentaba abrir su casillero. –Si lo tratas así se enojará –escuchó la voz de Edward detrás suyo. Lo miró y siguió con su labor. –Permíteme. Edward le indicó a Bella que se quitara para que pudiera abrir el locker. Le dio un ligero golpe y el casillero se abrió. –Listo, todo tuyo –le dijo sonriendo cálidamente. Bella lo miró con duda. –Gra-gracias… –murmuró. –No es nada –Edward se recargó el los casilleros–. pero… “¿Acaso los hombres siempre quieren algo a cambio?” pensó con disgusto Bella –¿Qué? –le preguntó enojada –Bueno… –comenzó Edward con pena –, me gustaría presentarte a mis muchos amigos. –¿Para qué quiero conocerlos? –contestó groseramente Bella cerrando fuertemente su casillero. Se sentía acosada. –Mmm… no lo sé –dijo con sinceridad –yo sólo quería invitarte a comer. –No suelo comer en los recesos. –Eso es malo y más para una adolescente en desarrollo –habló cual doctor imitando a su padre. –No eres mi médico o mi padre para decirme qué hacer. –Eh…lo sé –resopló de buena manera. Sin darse cuenta comenzaron a caminar hacía la cafetería en un silenció un poco incomodo. –Muy bien…llegamos –anunció Edward. –Que te diviertas –dijo Bella mientras daba media vuelta para retirarse cuando notó el lugar donde estaban, pero un fuerte brazo la detuvo. –No te vayas… yo invito. Bella lo miró desconfiadamente. –¿Qué es lo que quieres? –siseó amenazante. –Ya te lo dije…me gustaría ser tu amigo. –No, tus verdaderas intenciones –corrigió severamente. –Bueno… ahorita me gustaría hablar contigo, saber por qué no hablas con nadie y el porqué de tu odio hacia mí. –Muy bien. Me alegro por ti pero yo n… – Bella no pudo terminar de decir su oración ya que la voz de Alice gritó desde el otro lado de la cafetería. –Tu novia te llama –dijo con enojo Bella. Edward rió por lo bajo. –¿Qué es tan gracioso? –Bueno, es que ella es mi hermana. Vamos te la presento. –le dijo mientras le hacía un ademán a Bella para que lo siguiera. –¡EDWARD! –gritó como siempre Alice. –Hola chicos –saludó Edward. –Ella es Bella, es nueva por aquí y la invite a comer con nosotros. –Mucho gusto Bella –desde Rosalie hasta Jasper la saludaron con una sonrisa en rostro. –Ho-hola –dijo con pena para no ser descortés. –Por favor…–Edward le dijo mientras le ofrecía una silla para sentarse. “Qué caballeroso” pensó sin querer Bella antes de que Edward fuera por algo de comida. –Y cuéntanos Bella, ¿de dónde eres? –comenzó la charla Jasper. –Yo… yo no quiero hablar de eso –tardó en responder con pena. –Ten – Bella vio como una bandeja repleta de comida se posaba instantáneamente delante de ella sin previo aviso. –Esto…esto es mucho, yo no… –No te preocupes, come lo que quieras lo demás se lo puedes dar a Jasper. –Edward –la voz de Alice sonó llamando la atención de su hermano –Lei è la ragazza? Preguntó en italiano sabiendo que sólo ellos dos entenderían. –Lei è. En ese momento Edward recordó que no había presentado a su familia con Bella. –Bella, mira ella es Alice compradora compulsiva por excelencia al igual que Rosalie –señaló a la chica rubia de la mesa– son inseparables sobre todo cuándo van al centro comercial. Y bueno, Jasper, él es muy tranquilo pero al igual que Emmett, que está en la universidad y es nuestro hermano mayor, está en el equipo de fútbol…, algún día lo conocerás. –¿Todos…son hermanos? –preguntó con un poco más de confianza. No sabía porqué pero se sentía bien entre ellos. –Así como que hermanos, hermanos… no –aclaró Edward –; somos adoptados pero casi somos de la misma sangre. –Ah… –¿Tú tienes hermanos? –preguntó Alice entusiasmada. – Soy hija única. La plática que había comenzado fue más amena de lo que Bella esperaba. Tomó un sándwich de la charola que Edward había traído para comerlo mientras charlaba amenamente con todos en la mesa. Sin notarlo el receso terminó. Alice y Bella caminaban hasta el salón de física, era la única clase que compartían. Bella aún seguía manteniéndose al margen de todos. Pero por alguna extraña razón, una que ni siquiera ella podía descifrar, Alice y Edward tenían un tranquilizador efecto sobre ella. “Sería lindo volver a confiar en la gente” –pensó con un poco de nostalgia. – Bella –Alice le llamó por tercera vez pasando una mano por delante de su cara. –¿Eh?... lo siento –reaccionó con letargo. –Estabas en otro mundo…–dijo con un poco de júbilo Alice –, entonces, ¿qué dices? –¿Sobre qué? –ambos chicas entraban al salón de física y se sentaron una al lado de la otra. Alice torció su boca ligeramente en muestra de disgusto. –De ir al cine el viernes, todos vamos a ir y pensé en invitarte. –¿S-salir? –un toque de asombro y duda se hizo presente en su voz. –Sí Bella, salir –dijo con un poco de desconcierto su reacción, el miedo conquistaba su rostro. –Vamos no te pasará nada. El maestro de física, entró como a quién se lo llevan los mil demonios, normalmente tenía un carácter celestial pero por alguna razón ese día estaba enojado. Todo el salón guardó silencio evitando provocar la ira del profesor; de no ser por ello la clase pasó sin pena ni gloria. Alice acompañó a Bella hasta su siguiente clase tratando de convencerla para que saliera con ellos, era miércoles, así que todavía le quedaban dos días para convencerla.
Wola!! No sabes el gusto que me da que te haya gustado la historia... espero sigas leyendola y bueno, no tardaré mucho en actualizar ya que la historia ya la tengo terminada. Gracias por la corrención del "Grito", espero que no haya más y si las hay te pido disculpas por mis horrores ortograficos o el puntuación XD!!