Título: A diez centímetros del suelo Tipo: Novela? Resumen: "Los jóvenes son seres apasionados, desesperados por encontrar su sitio, por comerse el mundo. En ese limbo tan difícil de delimitar entre la madurez y la adolescencia, es donde realmente se forja la personalidad, las debilidades, las aspiraciones y la moral. Es la hora de decidir, lo que queremos llegar a ser en el futuro" Andrea, una joven de diecisiete años, ve como su sueño de convertirse en bailarina se esfuma asfixiada por la actitud controladora de sus padres, y la falta de apoyo de sus amigos y de su novio. Harta de la falta de libertad que ha tenido toda su vida, decide revelarse, influenciada por nuevas amistades que la mostrarán todas las caras de un mundo que no conoce. ¿Hasta que punto un padre o una madre puede decidir sobre la vida de sus hijos? Advertencias: Lemon, lenguaje adulto, no menores de 13 años. Género: Realista/romance/drama/comedia? No. de palabras: 1210 (De momento) Capítulo 1. Dilema "Los jóvenes son seres apasionados, desesperados por encontrar su sitio, por comerse el mundo. En ese limbo tan difícil de delimitar entre la madurez y la adolescencia, es donde realmente se forja la personalidad, las debilidades, las aspiraciones y la moral. Es la hora de decidir, lo que queremos llegar a ser en el..." - ¡ Apaga eso de una vez!- Ordena una voz grave desde el dormitorio. Andrea, asqueada de la manía de gritar para todo de su padre, juguetea con el mando y baja un poco el volumen del aparato. - Ves demasiado la televisión ¿No crees, pequeña?- Le pregunta cariñosamente su madre mientras lleva una bandeja repleta de comida humeante a la mesa. - No, no lo creo- Responde Andrea hundiéndose un poco más en el sofá. - Además, es un reportaje sobre los adolescentes que han terminado el bachillerato. Me interesa. - Bueno, bueno. Ya verás tu padre. Antonio, el padre de la adolescente, entra en el salón molesto al comprobar que como sospechaba sus órdenes no han sido cumplidas. Se acerca al aparato murmurando entre dientes. - ¡Te he dicho que apagues el televisor! - y lo apaga pulsando un botón. - En esta casa hay ciertas normas y son muy claras, señorita. Mientras se come no hay televisión. Andrea no replica, ni siquiera le mira porque sabe que es mejor así. Se levanta y termina de ayudar a su madre a preparar lo que falta, mientras su padre se sienta cómodamente en la mesa del comedor a esperar ser servido por las dos mujeres de la casa: pollo asado y patatas panaderas. La velada trascurre sin más movimiento, en su familia siempre es así. Palabras escasas y comida abundante. Es Andrea la que sin poder ocultar su buen humor, se decide a romper el silencio antes de terminar el último bocado. - ¡Estoy tan contenta de que todo haya terminado! - Satisfecha agarra a su madre de la mano. Esta la mira y sonríe orgullosa. - Bachillerato y sobre todo los exámenes de selectividad, han sido una verdadera pesadilla. ¡Gracias a Dios que todo ha pasado y puedo centrarme por fin en lo que realmente me interesa! Su padre carraspea mientras saborea el vino que tiene servido en su copa. Para él, el que su hija haya estado estudiando tan intensamente todo este tiempo es lo natural. Algo que tienen que hacer todos los hijos por obligación, no un esfuerzo elegido. - Todo tiene su recompensa, Andrea. Ahora ya estas preparada para ir a la universidad y como tus notas han sido buenas, podrás escoger la carrera que mejor te parezca. Por supuesto en la Carlos III, que tiene muy buena reputación y está cerca de casa. En los últimos meses, Andrea apenas había podido salir con sus amigas de clase, ni siquiera con su novio alguna tarde ¡Claro que sus notas eran buenas! - Tu padre y yo queremos formalizar tu matrícula cuanto antes.- Ansiosa. Mercedes, su madre, se levanta y de un cajón del mueble del salón extrae un formulario que tiende a Andrea. Ella lo coge y lo mira atentamente. - ¿Te doy un bolígrafo o prefieres terminar de comer? - No, no importa, puedo hacerlo ahora.- Contesta examinando la hoja que le acaba de dar su madre. Filosofía, Turismo, Periodismo, Económicas, Filología Inglesa, Española, Árabe...sus padres la miran expectantes. Y ella sabe que lo mejor es decirlo de la forma más natural posible - No está aquí - ¿Cómo no va a estar?- Pregunta su padre arrebatándole el formulario bruscamente. - Bueno, en la Carlos III no. La verdad es que lo sospechaba. En la universidad pública me parece que solo está en la Rey Juan Carlos I. Tengo que darme prisa si quiero hacer la prueba de acceso a... - ¿Como?- Interrumpe su madre perpleja.- ¿Hay pruebas de acceso a parte de la selectividad? Andrea ríe y bebe un trago de agua. Ya no hay marcha atrás. - Para la carrera de danza sí. - ¡Danza!- Grita enfadado Antonio levantándose de la mesa sobresaltado.- ¿Eso es lo que te hemos enseñado? ¡Tantos años de sacrificio para que acabes en una barra americana! ¡Mercedes, esta niña va a acabar conmigo!- y con dramatismo se lleva la mano al corazón. - Has dicho claramente que la carrera que YO quiera ¡Y yo quiero ser bailarina! - ¡Bailar en tanga delante de una panda de desgraciados no es un oficio respetable! - ¡En qué horita la apuntamos a esa academia de baile! ¡Ahora quiere ser striper!- Agrega Mercedes que parece apunto de llorar. Su niña, su única hija bailarina ¡Qué desfachatez! Andrea se lleva las manos a la cabeza decepcionada. No esperaba está reacción por parte de su madre. De su padre se lo temía, por eso no había tenido el valor de sacar el tema antes. Tan autoritario, tan altivo, tan intransigente, pero esperaba tener el apoyo incondicional de su madre llegado el momento. Cuando era pequeña, ella fue la que después de Andrea insistir hasta la saciedad, había accedido a llevarla a la escuela de danza de “Carmen Cerezo” a cambio de apuntarse también a clases extras de ingles e informática. Llevaba ya ocho años asistiendo de forma regular. La habían dado formación de clásico, moderno y algo de funky. Era una escuela pequeña de barrio, sin un prestigio especial, pero eran las tardes que esperaba con más ansia desde que podía recordar. - ¿Pero vosotros os escucháis cuando habláis? ¡Es mi futuro, no el vuestro! - Pero es nuestro dinero. – Sentencia el cabeza de familia.- ¡Y no pienses ni por un segundo que voy a invertir ni un céntimo en que mi única hija no pueda comer...- Antonio golpea la mesa, y la copa de vino se derrama formando una flor roja en el mantel.-... y se pase la vida fregando escaleras, o prostituyéndose en un antro de mala muerte! Mercedes, temiéndose que la discusión pase a mayores intercede y aleja a Andrea de su padre, que está peligrosamente cerca. Gritando con rabia a su hija adolescente. - Déjalo ya Antonio, la nena entrará en razón. Siempre lo ha hecho.- Le asegura con tono tranquilizador. Su padre se sienta y Andrea resopla con los brazos cruzados, furiosa. “Entrar en razón” ¿Por qué daban por hecho que era ella la equivocada?. Él, después de unos segundos respirando profundamente, finalmente retoma la discusión moderando el tono de su voz. - Empresariales, Económicas, quiero que escojas algo que tenga que ver con las finanzas. - Conviene seguro.- Eso sí te dará de comer, tienes tiempo aun para decidirlo. Pero si escoges algo que no tenga nuestra aprobación no lo pagaremos, y es mi última palabra. - Pero... - ¡Mi ultima palabra Andrea, no me busques! Mercedes intenta abrazar a su marido para calmarle pero él suelta un improperio y la retira el brazo enfadado. Da media vuelta, se miran fijamente Andrea y él retándose, y se marcha de la casa dando un portazo dejando un olor dulce a vino tras de sí. - Sé que harás lo correcto al final, hija. Nunca nos has decepcionado. Mercedes besa a su hija ligeramente y esta lo recibe de mala gana mientras su madre se aleja hacia la cocina. - ¡Mierda! CONTINUARÁ
¡Estaba leyendo tu fic en otro foro! Y sinceramente este foro me parece MUCHO mejor para tu fic. Espero que lo sigas, sinceramente me gusta mucho ;D
Hola gaby, gracias por tu comentario! ¿En serio? ¿en qué foro? La verdad es que estoy publicando en pocos sitios asi que puedo imaginarme donde lo has podido ve
Capítulo 2. El baile de los borregos. Cuando Andrea se sentó a la mesa para comer esa tarde, jamás pensó que sus palabras influirían de forma tan determinante en su presente y sobre todo en su futuro. Un futuro que al parecer no la pertenecía, solo por tener diecisiete años y vivir en casa de sus padres. - ¿Hasta que punto un padre o una madre puede decidir sobre la vida de sus hijos? - ¡No te quejes tanto, Andy!- Una muchacha corpulenta de cabello corto y desarreglado se balancea sentada en un columpio.- ¿Qué quieres que te diga? Tu padre es un capullo y tu madre una bruja por obligarte a decidir de esa manera ¿Contenta? Andrea, que está balanceándose en el columpio contiguo de su amiga se da impulso y sube cada vez más alto. No, no estaba contenta. - Ellos siempre te han dado todo lo que has querido. Has seguido su camino y las cosas te han ido bien ¿Por qué renunciar a todo por esa chorrada del baile? A todas nos gusta mirar fama de vez en cuando y ver a Diego Malpensa mover ese fantástico culo que tiene, pero lo consigue una entre un millón ¡Una! Andrea salta aparatosamente del columpio estando en las alturas. Milagrosamente, cae airosa sobre la hierba del patio. Luciendo su enorme flexibilidad, estira la pierna derecha totalmente, colocándosela a un lado de la cabeza. Su amiga, acostumbrada a los alardes de Andrea, no hace ningún comentario al respecto. - Solo hay una Andrea Requero, Vanesa.- Sonríe estirándose un poco más. - Y doce más según tu DNI. Andrea baja la pierna y otra chica de la edad de las demás en bañador, junto con una señora canosa de sonrisa amable, aparecen tras una cortina de bolas desde la cocina; portan tres vasos de cristal y una botella grande de coca-cola light entre las dos. La merienda está servida. - ¡Traemos los refrescos!- Exclama la muchacha del bañador, haciendo tintinear los vasos. Las demás dan las gracias a la madre de Vanesa que se vuelve de nuevo dentro de la casa, y dejan todo en una mesa de picnic, frente a unos sofás de jardín y una tumbona de plástico. - Por favor Olga, dile que es un disparate lo de la carrera de danza. Es que con ella no puedo. - ¿A pero que sigue aun con esa tontería?- Pregunta Olga sorprendida. Se sienta en uno de los sofás y extiende sobre sus brazos y escote crema protectora para el sol.- Andy, cariño. Somos tus amigas y te decimos la verdad. Bailar, está bien como hobbie ¡Pero de ahí a vivir de ello es prácticamente imposible! ¿Como vas a dar de comer a tus hijos? - ¿Y como sabes tú que voy a tener hijos?- Responde la muchacha indignada. - ¿Como sabéis vosotras que no estoy hecha para esto? ¿Quien coño sabe mi futuro? Vanesa se levanta, se sirve un vaso de refresco y se sienta junto a Olga, no quedando espacio para nadie más en el asiento. No entiende a su amiga. - Yo no lo sé, pero es lo que creo.- dice pasados unos segundos.- Gracias a Dios que a nosotras nos queda aun un año de instituto. Repetir es lo que tiene, que retrasas un poco lo inevitable. - ¡Trabajar, por supuesto!- Exclama Olga. Las dos muchachas se ríen y chocan sus vasos alegres. - Has tenido las mejores notas desde que te conozco, y nunca has movido un dedo fuera del tiesto por lo que pudieran pensar tus padres. Es un capricho y lo sabes, un capricho que puede costarte muy caro. Es como cuando no te gusta una asignatura y te la tienes que sacar por huevos. Lo haces y punto. Sácate la carrera y cuando la tengas, tengas un trabajo y dinero, veremos si quieres seguir queriendo ser algo que no eres. Andrea no contesta. Está demasiado molesta como para responder sin tirarlas el vaso de Coca-cola a la cara. Coge sus cosas discretamente mientras las demás cuchichean y se ríen en alto de una anécdota del instituto que está contando Olga; y se despide con dos besos a sus amigas. - ¿Te marchas tan pronto? Vamos a darnos ahora un baño en la piscina. ¡Quédate boba! - No puedo quedarme.- Miente Andrea, que no la apetece seguir escuchando que se equivoca.- Prometí a Rober que le ayudaría con la mudanza. - ¡Y el novio es lo primero! ¡Quien lo tuviera!- Exclama riéndose Vanesa.- Dale recuerdos de nuestra parte. - Descuida. Cuando Andrea se sentó a la mesa para comer esa tarde, jamás pensó que sus palabras influirían de forma tan determinante en su presente y sobre todo en su futuro. Un futuro que al parecer no la pertenecía, solo por tener diecisiete años y vivir en casa de sus padres. - ¿Hasta que punto un padre o una madre puede decidir sobre la vida de sus hijos? - ¡No te quejes tanto, Andy!- Una muchacha corpulenta de cabello corto y desarreglado se balancea sentada en un columpio.- ¿Qué quieres que te diga? Tu padre es un capullo y tu madre una bruja por obligarte a decidir de esa manera ¿Contenta? Andrea, que está balanceándose en el columpio contiguo de su amiga se da impulso y sube cada vez más alto. No, no estaba contenta. - Ellos siempre te han dado todo lo que has querido. Has seguido su camino y las cosas te han ido bien ¿Por qué renunciar a todo por esa chorrada del baile? A todas nos gusta mirar fama de vez en cuando y ver a Diego Malpensa mover ese fantástico culo que tiene, pero lo consigue una entre un millón ¡Una! Andrea salta aparatosamente del columpio estando en las alturas. Milagrosamente, cae airosa sobre la hierba del patio. Luciendo su enorme flexibilidad, estira la pierna derecha totalmente, colocándosela a un lado de la cabeza. Su amiga, acostumbrada a los alardes de Andrea, no hace ningún comentario al respecto. - Solo hay una Andrea Requero, Vanesa.- Sonríe estirándose un poco más. - Y doce más según tu DNI. Andrea baja la pierna y otra chica de la edad de las demás en bañador, junto con una señora canosa de sonrisa amable, aparecen tras una cortina de bolas desde la cocina; portan tres vasos de cristal y una botella grande de coca-cola light entre las dos. La merienda está servida. - ¡Traemos los refrescos!- Exclama la muchacha del bañador, haciendo tintinear los vasos. Las demás dan las gracias a la madre de Vanesa que se vuelve de nuevo dentro de la casa, y dejan todo en una mesa de picnic, frente a unos sofás de jardín y una tumbona de plástico. - Por favor Olga, dile que es un disparate lo de la carrera de danza. Es que con ella no puedo. - ¿A pero que sigue aun con esa tontería?- Pregunta Olga sorprendida. Se sienta en uno de los sofás y extiende sobre sus brazos y escote crema protectora para el sol.- Andy, cariño. Somos tus amigas y te decimos la verdad. Bailar, está bien como hobbie ¡Pero de ahí a vivir de ello es prácticamente imposible! ¿Como vas a dar de comer a tus hijos? - ¿Y como sabes tú que voy a tener hijos?- Responde la muchacha indignada. - ¿Como sabéis vosotras que no estoy hecha para esto? ¿Quien coño sabe mi futuro? Vanesa se levanta, se sirve un vaso de refresco y se sienta junto a Olga, no quedando espacio para nadie más en el asiento. No entiende a su amiga. - Yo no lo sé, pero es lo que creo.- dice pasados unos segundos.- Gracias a Dios que a nosotras nos queda aun un año de instituto. Repetir es lo que tiene, que retrasas un poco lo inevitable. - ¡Trabajar, por supuesto!- Exclama Olga. Las dos muchachas se ríen y chocan sus vasos alegres. - Has tenido las mejores notas desde que te conozco, y nunca has movido un dedo fuera del tiesto por lo que pudieran pensar tus padres. Es un capricho y lo sabes, un capricho que puede costarte muy caro. Es como cuando no te gusta una asignatura y te la tienes que sacar por huevos. Lo haces y punto. Sácate la carrera y cuando la tengas, tengas un trabajo y dinero, veremos si quieres seguir queriendo ser algo que no eres. Andrea no contesta. Está demasiado molesta como para responder sin tirarlas el vaso de Coca-cola a la cara. Coge sus cosas discretamente mientras las demás cuchichean y se ríen en alto de una anécdota del instituto que está contando Olga; y se despide con dos besos a sus amigas. - ¿Te marchas tan pronto? Vamos a darnos ahora un baño en la piscina. ¡Quédate boba! - No puedo quedarme.- Miente Andrea, que no la apetece seguir escuchando que se equivoca.- Prometí a Rober que le ayudaría con la mudanza. - ¡Y el novio es lo primero! ¡Quien lo tuviera!- Exclama riéndose Vanesa.- Dale recuerdos de nuestra parte. - Descuida. Aborregadas, conformistas, aprovechadas, de camino a casa de su novio a Andrea se le ocurrían mil adjetivos para calificar a sus amigas. Quizá no supiese lo que sería en el futuro, pero sabía muy bien lo que no quería llegar a ser: el juguete de sus padres. Siempre había acatado sus normas, muchas veces demasiado duras comparadas con la libertad del resto de personas de su edad que conocía. No bebía, no fumaba, no se saltaba clases, no tenía problemas con nadie ¿Y de qué le había servido? Por primera vez en su vida había pedido poder elegir, y no estaban dispuestos a ceder al único sueño que tenía ¿Habrían interpretado su complacencia como signo de que era una persona sumisa y manipulable? Y lo peor de todo ¿Qué iban a ir siempre los deseos de los demás por delante de los suyos? Después de veinte minutos caminando por calles desiertas, a causa del sofocante calor del verano, llega al edificio de pisos donde se encuentra con un chico alto y moreno cargado de cajas intentando empujar la puerta abierta del portal sin demasiado éxito. Su novio Roberto. - No puedes hacer nada a derechas sin mi ¿Eh?- Saluda irónica abriéndole la puerta. - Sabes que no.- Contesta Roberto, dándole un ligero beso en los labios.- ¿Puedes ayudarme? He venido solo y estas cajas pesan una pasada. Andrea pone mala cara pero se reparten el peso entre los dos. En ese momento preferiría estar con el rebaño, nadando tranquilamente en la piscina. Tenía que haberse comido el orgullo. Cuando llegan a la casa, por fin la pareja se libra de los bultos. Cansados del esfuerzo de subir tres pisos sin ascensor, los dejan en un lado del salón sin recoger lo que hay dentro. - Creía que las cajas había que llevarlas a la nueva casa, no a la antigua.- Bromea dejándose caer en el sofá agotada. La familia de Roberto, había conseguido por sorteo un piso de protección oficial nuevo en la también nueva zona de la ciudad, recién construida. Eso significaba un alquiler mucho más económico con unas calidades mucho mejores que las actuales. Se alegraba mucho por él. Roberto se une a ella y la coge delicadamente de la cintura. - Eso sería lo lógico. Pero resulta que aún no nos han dado la cedula de habitabilidad y va para largo.- Da un beso en el cuello a su novia y continua.- Con lo que hay que retrasar la mudanza hasta que nos la concedan. El chico la mira fijamente en silencio. Andrea se sonroja. Típico de él, se acerca a la muchacha y le susurra un dulce “Te quiero” al oído. - ¿En serio?- Pregunta ella, sabiendo la respuesta. - Si quieres te lo demuestro. Los besos se suceden cada vez más deprisa y las manos de Roberto buscan con ansia desprender a la muchacha de su camiseta de tirantes. De repente se para en seco, la levanta en el aire y se la lleva a su cuarto, justo en el fondo del pasillo. Al llegar, la deja tendida sobre su cama, con el pelo revuelto y el corazón más revuelto aún. - No queda mucho tiempo antes de que todo lo de esta casa desaparezca.- Comenta nostálgico, haciendo más intensos sus besos y sus caricias.- Quiero aprovecharlo. Agotados después de hacer el amor, Andrea y Roberto entrelazan los dedos de sus manos. Totalmente desnudos, ella le acaricia delicadamente la espalda. Él, como un gato amaestrado, se deja hacer. - Te quiero.- Repite el joven, mirándola a los ojos y acariciando dulcemente su pelo castaño y largo.- y echaré de menos el sitio donde estuvimos juntos por primera vez. Aquí perdimos la virginidad ¿No te da lastima? Andrea se limita a acurrucarse sobre él y sentir su respiración. Para ella la primera vez no había sido un drama, solo una expresión natural de los sentimientos y por qué no decirlo, del instinto. A Andrea no le importaba el donde, ni el cuando, ni el como; si su pareja tenía experiencia o no, solo le importaba la persona, que el sexo le aportase algo más que placer físico. Pero para su novio, la experiencia sí que era muy importante. Se había asegurado mucho de que para los dos había sido la primera vez. Sabía que era inseguro, pero la cuidaba y se deshacía en cariños para ella; eso era lo importante al fin y al cabo ¿No? Amar a las personas con sus virtudes y defectos. Sin querer, otra idea se cuela de pronto en los pensamientos de la muchacha. - Quiero ser bailarina- Susurra apretándose más contra el chico.- Lo he querido siempre, pero mis padres no quieren pagármelo. No sé qué puedo hacer. - ¿Tienes dinero?- Le pregunta Roberto sin dejar un segundo de acariciarla. - No, tú sabes que nunca he trabajado en nada. - Entonces te has contestado sola.- y la besa en la frente. Andrea no volvió a hablar del tema con nadie. La sombra de la duda se había instalado en ella con fuerza. Realmente nadie creía en ella, y si todos pensaban que era lo mejor, quizá fuese ella la equivocada. Al volver a casa y sin que ninguno de sus padres la mirase a la cara, decepcionados, rellenó la solicitud de ingreso. Tal y como ellos querían desde el principio. CONTINUARÁ
Sí, me lo imaginaba. De todas formas he hecho correcciones a mejor, asi que lo que estas leyendo ahora ha sido revisado. Gracias por leer. Yo seguiré escribiendo. Un beso.
Capítulo 3. El camino que escogiste Después del verano ya nada parece lo mismo. Ahora es prudente dejar atrás las fiestas, las excursiones y las vacaciones para centrarse en lo realmente importante que es el comienzo de un nuevo curso. Y no un nuevo curso cualquiera, el primero en la universidad. Aquella fábrica de grandes directivos que serán los que gobernaran la nación del mañana. O tal vez no. La universidad era otro mundo. Algo paralelo donde todos tomaban café en vez de refrescos y se pasaban las horas muertas jugando a las cartas. El campus de económicas de la universidad Carlos III, era lo más grande que Andrea había visto nunca. Literalmente, ya que en marzo había hecho su examen de ingreso precisamente allí. Una casualidad disfrazada de destino, piensa ella. Los restos de un reformado cuartel de la guardia civil contrastaban con varios edificios claramente nuevos y de estética moderna. Esto le daba un aspecto más cálido que a Andrea la encandiló enseguida. Por último, y presidiendo a todos esos edificios dispuestos en ordenadas filas, se encontraba una cafetería circular de dos plantas con una gran vidriera. Al verla, sospechó que pasaría más tiempo allí que dentro de su aula. Al entrar en la clase de Contabilidad I, una sala enorme con al menos cien alumnos más tan perdidos y nuevos como ella, una chica asiática sentada en primera fila la ofrece un asiento a su lado. - Soy Lili, 8'9. Encantada de conocerte.- Saluda la joven tendiéndola la mano. Su sonrisa deja ver abiertamente una amplia y torcida dentadura. La joven novata suspira, no entiende qué se refiere su nueva compañera. - Andrea, cero positivo*.- Contesta con ironía.- Igualmente. * Hace referencia a su tipo sanguíneo. Una chica rubia, de ojos azules y piel perfecta que pasa en ese momento por su lado, suelta una carcajada y sonríe divertida a Andrea. Después, se sienta con un grupo de chicos y chicas en la parte de atrás. Lili entrecierra sus pequeños ojos oscuros poniendo mala cara pero, tan rápidamente como si esta hubiese apretado un botón oculto, se deshace de ella. - ¡Qué graciosa eres!- Exclama de forma un poco exagerada.- ¡Me refería a tu nota de selectividad! Andrea está perpleja por lo directa y segura que es su nueva compañera. Le parece extraña, pero Lili la sonríe tanto y tan abiertamente que no la hace sentir incómoda del todo. - Ah, eso…un 9,3 - ¿De verdad?- Pregunta impresionada, no se imaginaba esa respuesta.- Valla, pensaba que era la mas alta de la clase. Pero ya veo que las grandes mentes Dios la cría y ellas se juntan. No como a esos del fondo - Señala con desdén a unos chicos que están tirándose bolas de papel.- ¿Te los imaginas trabajando en un banco? Yo más bien en un Mc Donalds. Andrea asiente sin saber que responder. No se imagina ni a ella misma trabajando en un banco. Ella sabe que en su imaginación, solo puede estar en un escenario rodeada de música. La sirena suena, los pensamientos desaparecen y todas las grandes y pequeñas mentes tienen que estar en su sitio cuando llega el profesor, un hombre extranjero que apenas habla un español entendible de aspecto descuidado y tosco. Su tutor. Las primeras horas pasan a cámara lenta. En su cabeza bailan números, balances y el plan general de contabilidad. Nunca lo había experimentado, pero ahora no está prestando atención. Cero. Por primera vez en su vida. De vez cuando Lili, su compañera, le comenta algo relacionado con la clase a lo que Andrea asiente como si fuese autómata, sin interés. En realidad, le resulta mucho más interesante mirar a los chicos del fondo, como ríen y se gastan bromas imitando al peculiar profesor. Incluso hay algún chico mono con quien le gustaría hablar. Siente envidia, y piensa que ha cometido un grave error cuando al final de la clase los nuevos amigos de Lili: Rafael, un hombre de cuarenta años buscando escalar en su empresa y Nico, un chico bajito con acné, no paran de hablar del brillante futuro que les espera delante de un café. - Ya hemos terminado por hoy –Señala Lili triunfante.- ¿Qué os ha parecido el primer día de universidad? La joven da un sorbo a su capuchino y se relame el bigote de leche. Lleva la voz cantante y le gusta, se la nota una líder nata. - Bien en realidad. Creo que va a ser interesante.- Contesta Rafael, dando una larga calada a un Malboro casi consumido. Nico le acerca un cenicero viendo venir el desastre y agradecido, su compañero apura el cigarro y lo apaga.- Por supuesto, todos los asientos contables que estamos haciendo a mano los vamos a hacer con programas de ordenador cuando estemos trabajando, por lo que examinarnos de esto me parece un disparate. Pero si ellos lo dicen... - Exacto. Demasiada teoría.- Afirma Nico- Donde realmente se aprende es con la práctica en una empresa día a día. En eso estamos de acuerdo.- Levanta la mano e indica a la camarera, que está ocupada limpiando la mesa contigua, que quiere otro café. Lili interviene. - Si, pero para utilizar la calculadora antes nos hicieron aprender las tablas de multiplicar de memoria. Es lógico. - Esto no es algo que vallamos a utilizar cuando vallamos a comprar el pan. – Asegura Rafael.- Por eso cuestiono si es realmente necesario. ¿Tu qué opinas, Andrea? Andrea, absorta en sus propias ideas, da un respingo al escuchar su nombre. - Ha sido aburridísimo.- Alcanza a decir, desperezándose descaradamente en la silla. Sus compañeros se ríen y la joven que de por sí se siente como pez fuera del agua, acaba por sentirse totalmente fuera de lugar. - ¡Aburrido! Normal ¿Qué va a decir una niña de dieciocho años? Con todo el respeto del mundo, los jóvenes tenéis pájaros en la cabeza. Cuando tengas cuarenta años como yo, una familia y una hipoteca a cuestas te darás cuenta de para que vale realmente todo este “aburrimiento”. Mira - Rafael señala a un grupo de chicos donde incluida, está la chica rubia de antes.- Me apuesto lo que quieras a que no han trabajado en su vida y por eso se permiten estar hablando y perdiendo el tiempo toda la clase. Cuando mama y papa pagan, todo es muy fácil. “No tan fácil” piensa la joven para sus adentros. De vuelta a casa ya ha oscurecido el cielo. Esa noche, Andrea no se siente con fuerzas para comentarles nada a sus padres que la llueven a preguntas emocionados. Excusándose diciendo que la duele la cabeza, atraviesa el salón mientras ellos disfrutan de su cena sin mediar más palabras. Esa noche, duerme abrazada a una almohada que se moja sin parar. CONTINUARÁ
Capítulo 4 La concurrida calle José Alcántara es un hervidero de hormonas en su hora punta: la una de la tarde. Entre el vaivén de la multitud, la mayoría estudiantes que acaban de terminar su jornada en el instituto, una joven con cara de niña y cuerpo de mujer espera impaciente delante de un paso de peatones. Nerviosa se muerde el labio, mira el reloj, levanta la mirada al muñeco de color rojo y pulsa repetidas veces el botón de “espere peatón” del semáforo. Las personas que esperan junto a ella también se impacientan y algunas arriesgan cruzando la calle por su cuenta. - ¡Gilipollas, desgraciado!- Grita un chico furioso. Un Seat Ibiza de color rojo acaba de pasar a toda velocidad salpicando a la primera fila gracias a un charco en la carretera. Su camiseta “Calvin Klein” está empapada y también su orgullo.- ¡Me he quedado con tu cara, subnormal! El coche pita y de su interior, aparece una mano haciendo un gesto obsceno. Después, ambos desaparecen entre el tráfico. Andrea sacude un poco su vestido nuevo respirando aliviada; ha salido prácticamente airosa de lo que podría haber sido todo un desastre. De entre quejas e insultos, escucha su nombre en una voz muy familiar. Es él, que la saluda desde el otro lado enérgicamente con la mano. Su corazón se dispara y salen corriendo los dos al encuentro. Besos, abrazos y más besos con sabor a caramelos de naranja, los favoritos de Roberto. - ¡Pero bueno, que alegría verte! ¿Cómo tu por aquí? La levanta en el aire. Sabe que la encanta y Andrea no puede parar de reír. Al bajar, se cogen de la mano buscando el contacto. Se habían echado de menos. - Ya ves, tenía que vigilar que te portas bien ¡Como desde que empezaron las clases ya no te veo nunca!- Reprocha la joven, medio en serio, medio en broma. - Yo siempre me porto bien, ya lo sabes.- Roberto mira a su novia de arriba abajo, sin perderse ni un centímetro de su nuevo "look"- Joder, estas demasiado guapa ¿Esa falda no es muy corta? - ¿Pero a que estoy guapa?- Se apresura a responder. Da la vuelta orgullosa sobre sí misma y le sonríe, sus ojos castaños claros se iluminan- Y esto es el principio, pienso ir también a la peluquería después. Necesito un cambio ¡Ya! - ¡Qué miedo me das! Un chico alto y delgado con un piercing en el labio, golpea suavemente el hombro de Roberto. Es Jorge, su mejor amigo. Detrás de él están Vanesa y Olga charlando animadamente como de costumbre. - Tío, antes de salir corriendo avisa ¿No?- Observa a la novia de su amigo y la saluda tímidamente- Hola Andrea ¿Qué tal? - Hola Jorge - Responde incómoda. – Todo bien, como siempre. Al chico se le están perdiendo los ojos en su vestido y hasta Roberto se ha dado cuenta, que le fulmina con la mirada. Andrea intenta calmar la incómoda situación cambiando de tema. - Bueno ¿A dónde vamos ahora? ¿Queréis comer por ahí? Su amiga Vanesa abre su monedero desgastado dejando ver el agujero que se le ha formado en el fondo del forro. Ni un euro. - Negativo.- Responde cerrándolo de nuevo - Además, tu tienes clase esta tarde ¿no? - ¿Y qué? Hace una semana que no nos vemos. Esto del horario de tarde es una mierda, no hago nada más que ir a clase y creedme, es un coñazo. Las dos chicas se encogen de hombros. -Tú misma pero yo tampoco puedo. Estoy pelada igual.- Rechaza Olga. Jorge tragando saliva al pasar la mirada por el escote de Andrea, intercede. -Hombre, nosotros tres podríamos ir a algún sitio... La propuesta no sienta nada bien a Roberto. Una cosa es ir con sus amigas y otra muy distinta es ir con alguien que no para de mirar de reojo las piernas de tu chica, aunque sea amigo tuyo. - Que va. Yo la acompaño a la estación para que no llegue tarde. Tengo que cuidar de que siga siendo responsable porque si me la castigan ¡Ya si que no la vería!- Roberto tira de la mano con la que tiene agarrada a Andrea y esta pega un traspiés, aunque no llega a caer.- Hasta luego chicos ¡Nosotros dos nos vamos! Andrea apenas tiene opción de quejarse. Después de despedirse, suben la concurrida calle esquivando a la gente que pasea, siendo prácticamente arrastrada por el chico, que va a un paso demasiado rápido para ella. Odia cuando Roberto se comporta como un padre, y esta no es la tarde divertida que tenía planeada para quitarse el amargo sabor de boca que su decisión de acabar con el baile la había dejado. Cuando llegan a la avenida principal, una cuesta pronunciada hacia arriba, Andrea no puede continuar caminando a ese ritmo. - ¿Quieres ir más despacio?- Exige jadeando, a causa del esfuerzo- Ya hice novillos ayer y no pasó nada, no van a pillarme. - De eso nada. Tenemos que darnos prisa si queremos pasar por tu casa antes de ir a la estación. - ¿Como?- Andrea utiliza toda su fuerza para soltarse de la mano de Roberto, que la reprende molesto. - Tienes que cambiarte de ropa. - ¡Ya estamos!- Exclama enfadada. La gente de alrededor les mira curiosos y eso hace enfurecer a Roberto, que no entiende la rabieta de su chica - ¿Tu quien te crees que eres para decirme lo que me tengo que poner y qué no? - Soy tu n.o.v.i.o- Deletrea con sorna - Y así llamas demasiado la atención. Ya has visto como babeaba Jorge, he estado apunto de darle un puñetazo; pero es que vestida así como una...no me extraña que te mire. La muchacha se da media vuelta sin responder y acelera el paso en dirección contraria a pesar del cansancio, con Roberto observándola atónito. - ¡Estas cambiando mucho, Andrea, y no me gusta! Echa a correr. No le gusta la persona en la que todos se empeñan en convertirla. Si tiene claro algo en esta vida es que no está a gusto, no es feliz, no es "ella". Si todo el mundo tiene que ordenarle constantemente que se comporte, vista y piense de determinada manera, algo en su pequeño mundo no encaja. Ahoga un grito que contiene lágrimas, pero estas jamás aparecen. Se detiene delante de un salón de belleza y piensa, que quizá, no sea tarde para encontrarse después de todo. CONTINUARÁ
Capítulo 5. Igual que una niña. Las manecillas del reloj, van marcando unos pasos que hoy son más firmes que ayer. Sabía que a su novio no le iba a gustar el cambio, ni a sus padres, quizá incluso ni a sus amigas; y esa era razón de peso, suficiente, para llevarlo a cabo y sentirse orgullosa de ello. Andrea se para delante del jardín que hay en el campus, frente al edificio donde en apenas quince minutos tiene asegurada su tortura diaria. Inspira profundamente, el aire hoy es un poco más limpio de ataduras. Se mira en el reflejo de la gran puerta de cristal. Sí, se ha dado cuenta de que ahora despierta curiosidad en miradas nuevas y aunque ha aprendido a levantar la cabeza, a no responderlas, le cuesta disfrazar su inseguridad. - ¿Qué te has hecho en el pelo?- Lili recoge uno de los mechones que se le han escapado a Andrea de su recogido y lo observa atónita.- y esa ropa… ¿También te has maquillado? La joven ríe encantada por la reacción de su compañera. Ahora que la conoce un poco más, ha acabado cogiéndola cariño. Su melena larga y lisa, antes castaña, ahora es dorada, prácticamente del color de sus ojos. Su ropa ahora es más juvenil y menos de niña. Por último, un toque de maquillaje, ese gran desconocido para ella, obra el resto del milagro. Andrea se siente guapa. Es el comienzo del punto de inflexión para cambiar las cosas y tomar las riendas de su vida. Le pese a quien le pese. Nico, cargado de varios cuadernos, pesadamente se acerca a saludar a Lili, ignorando por completo a Andrea. Cuando pasados unos minutos la reconoce, su reacción no se hace esperar. - Madre mía, ni siquiera te había visto. ¡Estas increíble! Pareces una muñeca. La joven agradece el cumplido, pero se escama cuando Lili comienza a reír de forma irónica. - Si, si, de echo tu pelo me recuerda a Barbie. Pero a la de verdad. Sabe a quien se refiere, la chica rubia que conoció el primer día de clase. Es la forma en la que todos a su alrededor la llaman, supone, por su gran parecido físico con la mítica muñeca para niñas. - Bueno, hablemos de cosas importantes.- Lili agarra del brazo de Andrea y seguidas dificultosamente por Nico, suben las escaleras del edificio para entrar en clase.- Como ayer no estabas no te habrás enterado pero me han elegido delegada de clase. - Valla, enhorabuena.- La felicita sinceramente Andrea. - Gracias.- Corta rápidamente- El caso es que hemos organizado una pequeña fiesta de bienvenida al curso para todos los alumnos, ya sabes, para socializar y conocernos mejor. Mezclarnos un poco. Al principio nunca sabes donde vas a encajar y a estas alturas los grupitos ya están muy cerrados ¿Entiendes? Exceptuando a Lili, a Rafael y a Nico, es cierto que no había socializado demasiado con el resto de sus compañeros. Sabía que aquella situación podría pasarla factura en el futuro ¿Acaso estaba insinuando Lili que debería tener un par de ases en la manga por si acaso no daba la talla en su grupo de ahora? - Claro, no creo que haya ningún problema, se lo diré a mis padres. - Genial, dame tu número para llamarte después y así vamos todos juntos. La joven saca su teléfono móvil, un Samsung cualquiera. Ojea su agenda hasta llegar al nombre que pone “mío”. Nunca recuerda su número. “Como nunca me llamo…” se suele excusar. En ese momento recibe un mensaje. Casualidad. Es de Roberto. Tengo algo muy importante que hablar contigo. Es urgente. Te voy a buscar esta noche a la estación. Un beso - Espérame un segundo- Dice Andrea a su compañera, que empieza a impacientarse por la espera. Llama al número de Roberto. Un toque, dos, tres, y al cuarto la llamada comunica. Lo vuelve a intentar: nada – Lili, ve entrando en clase anda, luego te lo doy. Voy a intentar llamar otra vez, a ver si esta vez me lo coge. La joven asiente y la contesta que no hay ningún problema, mientras se asegura de que Nico y ella entran a la vez; dejando sola a Andrea con un número que al quinto intento, se apaga definitivamente. A la salida de clase, la nueva rubia está nerviosa y no sabe por qué. Roberto era un chico difícil de llevar, eso lo sabía. La pediría perdón y la intentaría convencer de que pasase la noche con ella en su nueva casa aun vacía ¡Ni hablar! Estaba la fiesta. Rafael la despide con dos besos igual que Lili, con la promesa de volver a verse esa noche. Él siempre sale disparado en cuanto suena la dulce melodía del fin de la tortura, su familia le espera. Igual que la familia de Lili, ya que esta ayuda algunas noches en el restaurante de comida china de sus padres. - Parece que nos quedamos solos, rubia.- Dice Nico guiñándola un ojo amistosamente. - Eso parece. Vamonos rápido que esta noche toca…- Andrea mueve el brazo, exageradamente, al ritmo de una música imaginaria. Esto a Nico le hace gracia y suelta una carcajada.- ¡Fiestaaaaa! *** Roberto espera impaciente en el andén. Son las nueve y media y todavía nada, aún no sabe nada de su chica. Saca de su mochila una revista que compró por si Andrea se retrasaba, un magazín de motos. “Ojalá pudiese comprarme una” piensa, mientras ojea rápidamente sus páginas llenas de fotos a todo color. Está sentado en uno de los bancos que hay dispuestos delante de las vías. Algo le distrae, es la llegada de un nuevo tren ¡Por fin! Todos los pasajeros se agolpan a la salida. Pronto, el andén es un hervidero de gente que baja relajada y gente que intenta subir, exaltada y cabreada, por la parsimonia que tienen los primeros. Entre tantas cabezas es difícil distinguir a nadie, así que guarda de nuevo su revista, se levanta de su asiento, y curiosea entre las personas que siguen en el andén. Una madre con sus dos hijos a los que reprende por salir corriendo sin ella, una pareja que se despide con abrazos, cada uno tomando su camino, y un chico joven como él pero rapado al cero y con estética “bakala”, que intenta meter la mano en el bolso de una anciana mayor con bolsas de la compra. Gentuza. Su padre es policía, le cuenta historias mucho peores que esa todos los días, y aunque no evita el robo, es el tipo de cosas que al muchacho le hacen hervir la sangre. Cuando la chica rubia de la pareja se acerca a él, no lo puede creer: Es Andrea. Pero no parece ella, parece más adulta, más segura y le fastidia reconocerlo, pero el cambio le sienta estupendamente ¿Por qué lo ha hecho si a él le gustaba como era? ¿Es que necesita llamar también la atención de los demás? Ella le saluda como siempre, pero él no puede evitar que su saludo suene frío. - ¿Quien era ese?- Se apresura a preguntar. Su chica hace como que no lo ha oído y juntos, aunque terriblemente lejanos, salen de la estación. - Te he hecho una pregunta- Insiste Roberto. - Es solo un compañero de clase, no empieces. “No empieces” maldita frase, la borraría del diccionario si pudiese. - Está bien.- Se resigna él. - Bien- Repite ella con dureza. No sabe por donde empezar. La quiere, eso lo tiene tan claro como que necesita respirar y comer todos los días, pero duda. Rumores, comentarios que llegan a sus oídos y se adhieren a su cerebro, le están matando. - ¿Vas a decirme a qué venía ese mensaje?- Pregunta claramente molesta. Roberto suspira enfadado. Si quiere hacerlo a las malas, así se hará. - Te has cambiado el pelo, ya no es solo la forma de vestir. - Ya era hora de renovar un poco. Por si no te has dado cuenta, mi vida ahora mismo no es un camino de rosas. Esto me ha hecho levantar el ánimo. - ¡Y levantársela a muchos también!- Exclama Roberto sin pensar. El comentario sienta como un jarro de agua fría a la muchacha, a la que se la encienden las mejillas de rabia. - ¡Me cago en la puta!- Escupe Andrea sin contemplaciones. No solía hablar de esa manera, pero había reventado, como un grano que se había quedado sin cabeza. Roberto frunce el ceño y tuerce la boca en una mueca desagradable. - Mira, no voy a andarme con rodeos- El muchacho agarra a Andrea por el brazo y la obliga a mirarle de frente, con los ojos ardiéndole de rabia.- ¿Me estas engañando? - ¡No!- Niega ella ahogando un grito. Sus ojos están vidriosos de lágrimas contenidas. La está haciendo daño.- ¡No! ¡Suéltame! - ¿Segura?- Amenaza Roberto, aumentando la presión de su mano en el brazo de ella.- Por que esta tarde hablé con Jorge y con unas amigas que tenemos en común y me dicen que hay rumores de que hay “Otros”- Andrea niega una y otra vez. El joven vuelve a aumentar la presión y la retuerce un poco más, esta vez sí, consiguiendo gemidos de dolor. Roberto continua- ¿Entiendes? No solo uno, VARIOS, y así las piezas me encajan, Andrea. Tú nunca te has portado así, dime quien es que le mato ¡Dime!¡DIME! Un proyectil de saliva le acierta en plena cara a Roberto. Este, como acto reflejo, suelta a Andrea el brazo empujándola para atrás abriendo la mano, y golpeándola con ella con todas sus fuerzas. Andrea cae al suelo sobre su trasero, con el cuerpo dolorido, ambos temblando por lo violento de la situación. Roberto no puede creer que la haya dado un bofetón, y Andrea no puede creer haberlo recibido. Esta se levanta pesadamente, acariciando su propia mejilla para aliviar un poco el dolor. Roberto no se mueve, está asustado por la media sonrisa que la chica tiene en el rostro. - Pegas igual que una niña.- y reuniendo las pocas fuerzas que la quedan, le devuelve el golpe con un puñetazo en la cara. Apenas él retrocede un poco, no reacciona porque cree que se lo merece. La ha jodido. Andrea se encara, quedándose a pocos centímetros de él y le susurra al oído.- Por si no había quedado claro. Hemos terminado. CONTINUARÁ