1.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    Hola, aqui me reporto en la conti.

    Rayos, justo cuando creia que ya la habian salvado, no es así, por lo menos Kagome pudo salvar su vida, siq eu será dificil rescatarla.

    Pobre Akyoushi, no sabia todo lo que sufrio en manos de esa bruja, si ante no me agradaba ahora mucho menos, pero fue bueno saber su pasado, ahora le entiendo un poco más, Akyoushi es uno de tus persobajes que mas me encanta, ademas de que es muy inteligente, fue muy lindo como Sesshoamru le dio fuerzas y confianza mentalmente, nunca esperé eso de él, que buen padre.

    Por lo que veo, Sana tiene salvación, espero y no tengan que matarla para detenerla, la conti quedo genial, me encanto muchísimo, espero la próxima, Akuma lo pagará.
     
  2.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    hola!!!
    me senti muy mal por la manera en la que contaba acerca de su madre pobrecito akyoushi, el no merecia eso!!!
    las madres asi no merecen siquiera ser mujer!!!!!y me sorprendio bastante el hecho de que se pudieran comunicar mentalmente!!!
    y ya me imagino la preocupacion de kagome e inuyasha!!es su unico hijo!!!(y aun continuo preguntandome ¿porque solo tuvieron uno?¬¬) cierto eso tambien me lo pregunto yo regresando espero que pronto continues!!!esta suuuuuper interesante!!!
    XOXO
    bye!!
     
  3.  
    Asurama

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    The Legacy
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    Drama
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    Feliz día de San Valentín!!!!
    Les traigo un regalo, aunque puede no ser lo que esperan.

    Intención maligna
    (Segunda parte)

    Cuando levantaron el vuelo, las sombras ya no lo siguieron, no parecían realmente interesados en devorarlos, era como si estuvieran a la espera de algo. El único propósito de perseguirles a través del bosque parecía ser el hecho de aterrorizarlos, tal vez para que no intentaran luchar contra Akuma y las demás sombras. Los kageyoukai eran buenos encontrando debilidades en sus oponentes, pues se alimentaban de esa oscuridad y la usaban para atacar.

    —Las sombras en la oscuridad se ven mucho más tenebrosas que de día —comentó Kanta.

    —No era su intención atacarnos.

    —¿A qué te refieres?

    Akyoushi se detuvo y volteó hacia él.
    —Estoy seguro de que recuerdas el último ataque. Las sombras asesinan con su jyaki, envenenando y devorando desde adentro a sus presas. El aire se vicia y quema.

    Kanta recordó cómo se había quedado sin aire y se había desmayado, dejando a Akyoushi a su suerte. Aquella araña parecía tener el propósito de asustar a sus padres y a su estoico tío. Él por su parte, no veía verdadera razón en temer a una araña. A los kageyoukai sí les temía, y no hay nada peor que temer al miedo.

    —¿El golpe que recibiste de Akuma… fue como el ataque que recibió tu hermana?

    El príncipe negó.
    —No —de haber sido así, seguramente estaría retorciéndose de dolor, como ella y su padre no hubiera tenido tiempo de salvarle con el mismo mineral escudo que había utilizado en ella—. Kuroika no me envenenó. Al parecer, no tiene interés en mí. Y en ti tampoco.

    —¿Y entonces por qué nos atacó esa vez?

    Se hizo un largo silencio.

    Akyoushi miró hacia una trampa de conejo escondida entre unos matorrales.
    —Estaba buscando un señuelo.

    Así era, no los quería a ellos. Quería a sus padres.

    Cuando pasaron por el siguiente camino de montaña, se internaron en aquel bosque, de apariencia más salvaje que cualquier otro. Siguieron caminando, saltando hacia los árboles, sorteando todos los obstáculos, internándose cada vez más en las montañas. En sitios que Kanta no conocía. Ese era uno de los famosos caminos secretos, estaba seguro.
    Ambos continuaron mirando en todas direcciones, con todos sus sentidos alertas, para asegurarse de que nadie los estuviera persiguiendo.

    —Ya dime de qué se trata —lo hostigó su primo— ¿por qué tanto misterio?

    —Nadie debe saber lo que estamos haciendo. Vamos a ver a alguien que tal vez puede ayudarnos a encontrar a mi hermana.

    —¿Y si no puede?

    Akyoushi se volvió y lo miró con el rostro desencajado antes de seguir con su camino. Después de mucho caminar, llegaron a un valle, donde había una fuerte intención, pero no se trataba de una intención maligna, como la de Akuma, sino que más bien se parecía a la de Sesshoumaru. Kanta entendió en el acto que estaban adentrándose en el territorio de un daiyoukai y se preguntó si no sería peligroso.
    A medida que descendían, el hanyou se ponía más nervioso.

    —Inuyoukai bastardo ¿en qué me estás metiendo? Si no regresamos con vida…

    De pronto, se oyeron ruidos entre las copas de los árboles y ambos se pusieron en guardia, siguiendo de cerca la presencia que habían sentido. Se movía con agilidad y tenía un olor característico.
    —Uno de tus guardias nos siguió —espetó Kanta—, estaremos en problemas.

    Akyoushi negó.
    —No creo que sea eso —saltó hacia atrás velozmente y lanzó un zarpazo sobre un par de árboles altos que había frente a ellos, partiéndolos por la mitad y tirándolos abajo. El youkai saltó fuera de la espesura, giró en el aire y aterrizó de pie en medio de las copas de los árboles caídos.

    —Akari —le llamó el príncipe— ¿Qué estás haciendo aquí?

    Akari era un youkai joven, de bajo rango y de pelo castaño, como era la mayoría y tenía ojos dorados, como cualquier otro inuyoukai. Vestía una sencilla armadura verde sobre una ropa blanca con insignias doradas del Clan.

    —Akyoushi-sama —llamó en el tono más respetuoso—. Lo siento, pero sé perfectamente lo que está haciendo y no puedo dejarle avanzar.

    Akyoushi se mostró firme.
    —Sabes perfectamente que mi hermana mayor está en peligro. He de pasar.

    —Akyoushi-sama, debe entenderlo, su hermana es el verdadero peligro —intentó razonar el soldado—. Akuma ha tomado control sobre ella y ha utilizado sus poderes contra nosotros. Akuma casi le mata. Debe regresar de inmediato y permanecer allí para proteger al Clan.

    —Tú no entiendes. Pasaré por este camino aunque tú no quieras.

    —Akyoushi-sama, no tiene sentido defender a alguien que no tiene salvación.

    —¿Como tú? —Saltó hacia él con los colmillos al descubierto y las garras listas.

    Akari retrocedió en el acto e hizo un movimiento recto para esquivarle, puesto que había entrenado con él y conocía la técnica de ataque del príncipe. Akyoushi aterrizó en el suelo, justo debajo del otro youkai, que, con su salto, le había dejado en mala posición. Akari sonrió y le mostró los colmillos, mientras caía sobre él con la garra en alto. En el último instante, Akyoushi sonrió.

    Una fuerza descomunal empujó desde atrás al inuyoukai, haciéndole caer al suelo. Había estado tan preocupado en la forma de derrotar al príncipe que se había olvidado del hanyou, quien aprovechó su distracción para atacarle desde los matorrales. Akyoushi saltó hacia arriba y le atravesó el estómago con un golpe.
    Cuando ambos se separaron de él, el inuyoukai cayó al suelo y se retorció, mas no de dolor y les miraba con odio, mientras reía. Su piel comenzó a palidecer hasta el blanco de muerte y sus ojos dorados se volvieron vidriosos y púrpuras.

    —Un kageyoukai —murmuró Kanta, apretando los dientes. Akuma le había atrapado y usado para engañarlos.

    La sombra se retorció y se hundió rápidamente en la tierra, mientras soltaba un grito ronco y se burlaba de ellos.

    —Akuma, eres un idiota, con esto no me detendrás ¡y tampoco controlarás a mi hermana!

    El idiota eres tú. Le contestó una voz. Sana ha dejado de ser ella. Nunca recuperarás a tu hermana, ni a tu padre.

    Kanta iba a acercarse a su primo, cuando se quedó paralizado.
    —A tu espalda.

    Akyoushi volteó en el acto y vio saltar fuera una sombra, que nuevamente tomó la forma de Akari. La herida que le había hecho liberaba jyaki, pero no sangre. Quiso retroceder, pero un zarpazo lo hizo volar. Akyoushi giró sobre sí mismo y aterrizó sobre una roca, con la agilidad de un gato. Sucedía algo raro. Akari no era tan rápido en batalla y no sabía utilizar el factor sorpresa, Akuma le había hecho algo.

    El príncipe miró de reojo a su primo. Kanta, a pesar de tener la habilidad de un inuyoukai, estaba en posición de desventaja, en peligro. Esta batalla podía destruirle.
    De inmediato, comenzó a desandar el camino que había hecho con su primo, a toda velocidad, mientras el kageyoukai le seguía.

    —¿No se jactaba usted de su fuerza? ¿Huirá todo el tiempo de mí, Akyoushi-sama?

    —Cállate.

    —¿Qué hará ahora que no puede destruirme con sus garras? Akuma me ha dado poder. Poder sobre todo el Clan.

    —¡Maldito traidor! —se arrojó sobre él—. ¡Herida en el viento!

    El viento comenzó a girar bruscamente en sentido contrario al natural, hasta formar una cascada que los separó a ambos, envolviéndoles en dos burbujas transparentes, pero que podían verse con claridad. Ambas burbujas se ensancharon hasta chocar entre sí y provocar una fricción. La burbuja que rodeaba a Akyoushi siguió extendiéndose, junto con su youki, hasta rodear por completo a Akari, sobre quien se produjo una fuerte explosión, que hizo temblar el bosque.
    Akyoushi era listo, había visto a Inuyasha enseñarle el Viento Cortante a su hermana y, aunque no pudiera realizarlo como un inuyoukai, al menos podía imitarlo.
    En el acto, regresó sobre sus pasos para buscar a Kanta, tenían que salir de allí antes de que apareciera otra sombra. Sabía que no podía destruirlas por medios físicos, sólo retrasarlas. Menudo lío en el que se metieron.

    Cuando llegó al sitio de la pelea, Kanta estaba mirándole con el ceño fruncido.

    —¿Qué es lo que hacía esa monstruosidad aquí?

    —No sé de qué hablas.

    —No te hagas el imbécil. Él sabía que estarías aquí, vino siguiéndote para matarte. Debió de informar a Akuma que lograste liberarte de su poder.

    —Démonos prisa —miró en todas direcciones, analizando el mundo que le rodeaba—. Pronto lo sabrás.

    Corrieron hasta llegar a una parte distinta en el bosque, era un jardín florido y hermoso, con aromas que le rodeaban y la presencia que Kanta había sentido al principio se hacía más y más fuerte, aunque no podía distinguir con claridad de dónde provenía.
    De pronto, una risa macabra se escuchó en el aire y Kanta instintivamente, subió de un salto a la copa del árbol más alto que pudo ver.

    —Tienes la sangre de Inu no Taishou —dijo la voz.

    —Soy Akyoushi —respondió el príncipe—. Y el tarado que se subió a un árbol es Kanta.

    —¡¿A quién le dices tarado?! —le gritó el hanyou desde arriba

    —Me recuerdas a tu padre cuando tenía tu edad —de pronto, el árbol que estaba frente a él se deformó, hasta mostrar el perfil de un rostro casi humano en su vieja y resistente corteza.

    —Bokusennou —le llamó el príncipe.

    El árbol de magnolia era viejo y tenía muchos conocimientos. Había sido amigo de su abuelo y podía echar algo de luz en su búsqueda, o eso pensaba.

    —Has venido a visitarme, ¿en qué puedo serte de ayuda? —y volvió a reír de forma macabra—. La tierra está inquieta y esas amenazas conocidas como los kageyoukai han estado atacando a todos los clanes y destruyéndolos desde dentro.

    —Los kageyoukai intentaron invadirnos y mi padre intentó detenerles. Akuma se llevó a mi hermana y tomó posesión de su youryoku —explicó Akyoushi brevemente—. Sus kageyoukai han estado utilizando sus poderes en nuestra contra, pero no pueden resistir el flujo de youryoku de Sana y se autodestruyen. Debemos recuperar a mi hermana y devolverle su youryoku, antes de que ocurra algo grave.

    —Oí que hace un tiempo, le pasó lo mismo a otro youkai que habitaba estas tierras —el árbol rió macabramente mientras vio a Kanta bajar de su escondite—. Tu hermana ya no es ella misma, si la oscuridad le domina, matará a amigos y familiares por igual. Su sangre es fuerte, no habrá modo de detenerla y deberá ser asesinada antes de que sea demasiado tarde.

    —No, eso no —se quejó, se quejaron ambos—. Debe haber un modo de separarla de Akuma.

    El árbol entrecerró los ojos.
    —Los kageyoukai, al igual que los tsukai pasan a este mundo a través de un portal al inframundo y llevan a sus víctimas a un sito que está en los límites de este mundo con el otro. Para llegar a ese lugar, necesitas tomar un camino del inframundo.

    »Hay uno en el Reino de Fuego, pero entrar en ese territorio no es fácil y tampoco es fácil acceder al portal, ya que está protegido por Tsukai y necesitas de una herramienta que sea capaz de destruirlo o de habilidades especiales. Necesitas de una miko con un poder enorme o de la Tenseiga.

    »Otro modo es crear una perla negra.

    —¿Una perla negra? —Akyoushi nunca había oído hablar de algo así.

    —Una perla negra es una joya con poderes mágicos, que se crea a partir de una roca del Meikai, pero no hay actualmente ninguna criatura que pueda crear una para ti. Una de esas rocas cuelga del cuello de tu querida abuela, pero ha perdido sus poderes hace mucho. La otra la tenía Inuyasha, pero ha desaparecido.

    Akyoushi ya se sentía impotente.
    —¿No hay otra manera?

    —Hay una forma. Debes entrar a través de un Meidou, un camino oscuro que conecta con el Meikai. De modo que has de regresar con tu querido tío ahora. Pero has de saber que es algo peligroso y estarás abriendo una puerta a aquello que quieres evitar —miró a ambos—. Una vez que se entra al Meikai, no se puede regresar a este mundo. Las sombras los devorarán y ambos habrán desaparecido para siempre —volviendo a reír, desapareció y los dejó solos.
    Akyoushi y Kanta, confundidos y desesperados, decidieron regresar a casa. Al menos, Akyoushi ya sabía a donde había ido su padre, pero estaba demasiado lejos como para que pudieran alcanzarle.

    —Estoy seguro de que mi padre podrá hacer algo por nosotros —Kanta intentó acercarse a él, pero no pudo.

    De pronto, un fuerte pulso se sintió en el aire y las criaturas del bosque huyeron en todas direcciones, aterrorizadas.

    —Esa fuerza… —murmuró Kanta.

    —Es mi hermana —corrió en la dirección de la que había venido el pulso y Kanta lo siguió.

    Era como si ella estuviera intentando conectar con él, a pesar de estar perdida en la semi inconsciencia. Aquel pulso era como un doloroso y desesperado grito de auxilio en medio de su cabeza. Aguanta, Sana, ya vamos por ti.

    Al final del camino que tomaron, Akyoushi pudo ver una luz… pero Kanta no la veía en absoluto.

    —Es un portal —murmuró.

    —¿Eh? ¿Un portal? No lo veo —Kanta estaba confundido— ¿es un meidou? ¿un camino del inframundo?

    —No, es un camino hacia Sana —sin pensarlo, sin importarle que pudiera ser una trampa, saltó hacia el camino abierto por ella, antes de que la conexión entre ambos se desvaneciera.

    ******

    Parpadeó varias veces y abrió los ojos. Estaba en un sitio extraño, parecido a un bosque y a lo lejos, una luz plateada brillaba. Sana, sorprendida y atraída por el brillo de aquel resplandor, corrió hacia él con tanta velocidad como sus pies le permitían.

    —Es el mismo youkai… —era el inuyoukai que había visto en su sueño. Su silueta eras muy similar, se parecía demasiado a Kanta y le miraba en silencio, impasible.

    Estaba sólo a cincuenta pasos de distancia, pero no pudo acercarse más, con cada paso hacia delante, parecía estar cada vez más lejos de él.

    —Ya no llevo un vestido de boda… —murmuró ella y su voz hizo eco.

    El youkai de tez morena sólo la miró en silencio.

    —¿Quién eres? —preguntó la princesa.

    No recibió respuesta.

    —¿Qué quieres?

    Pero sólo escuchó su propio eco.

    —¿Qué haces aquí? Respóndeme —exigió.

    —Te estoy esperando —dijo la extraña voz tranquila del youkai y extendió una mano hacia ella—. Aún no es el tiempo.

    —¿Aún no es tiempo de qué?

    —No olvides que estoy aquí… —su figura fue desvaneciéndose.

    —No te vayas, no aún.

    —…Sigo aquí…

    Sana abrió los ojos y al principio sintió molestias. Ver borroso era peor que no ver nada. Estaba en una especie de cueva muy oscura y algunas gotas de agua hacían eco al caer. Había una especie de charca justo debajo de sus pies y estaba sujeta a una de las paredes y al techo de la cueva por algo extraño, semitransparente, un raro mineral.

    Forcejeó intentando soltarse, pero aquel extraño mineral duro no cedió ante su fuerza, por el contrario, se ciñó dolorosamente alrededor de sus brazos, pecho y piernas.

    —¿Cómo está Rin? —preguntó una bella voz masculina.

    Ella levantó la vista y se encontró mirando a un youkai raro, de piel pálida, ojos púrpura y cabello rojizo, ataviado con una extraña ropa negra.
    —Eres Kuroika —inquirió.

    —Me llamo Akuma —contestó él en tono burlón.

    Ese nombre lo había escuchado.
    —¿Conoces a Rin?

    —¿Rin nunca te dijo que se convirtió en youkai gracias a mí?

    Sana se quedó sin aliento.
    —¿Qué le hiciste a Rin?

    Akuma, tocó una de las paredes de la cueva, haciendo aparecer una imagen de Inuyasha y los demás. Acto seguido, tocó otra pared y se hicieron visibles imágenes de su padre.
    —Traté de que los matara —dijo de manera metódica.

    Instintivamente, Sana trató de saltar sobre él, pero el mineral al que estaba sujeta la apretó como si fuera a partirla por la mitad. Gritó de dolor.

    Akuma rió a carcajadas.
    —Actuaste como todas mis pequeñas presas… deberías tener una reacción más original.

    Sana mostró los colmillos.
    —Te voy a sacar la mierda —intentó utilizar sus poderes psíquicos, pero un terrible dolor de cabeza le impidió hacer nada.

    —¿Qué te pasa? ¿Te sientes un poco… paralizada? —subió hasta donde estaba ella—. ¿Tienes frío?

    Ella tembló y entreabrió la boca, convirtiéndose su aliento en una nube de vapor. Se estaba congelando. Lo miró con ojos muy abiertos. No podía leer sus intenciones, a pesar de sentir que eran terriblemente oscuras ¿qué pensaba hacer?

    Él pisó el charco de agua y la sujetó del rostro.
    —¿Quieres que te libere?

    —Tú vas a soltarme —intentó coaccionarlo inútilmente.

    —Claro, pero primero dirás “por favor, suéltame, Akuma-sama” —ella le escupió—. ¿Sabes, princesa? Creo que esto ya lo viví antes… ah, sí… Rin actuaba exactamente igual, hasta que…

    —¿”Hasta que” qué?

    Él la sujetó con fuerza del rostro y ella sintió un dolor equiparable a una descarga eléctrica, tan fuerte que ni siquiera halló la voz para gritar.
    —¿Te agrada mi jyaki? —se burló Akuma mientras ella intentaba resistirse a la espantosa sensación—, incluso los youkai más fuertes perecen ante él. Tal vez seas muy fuerte, pero estás lejos de ser daiyoukai. Sin embargo, no es eso lo que me interesa.

    —Mi fuerza-a… —intentó quejarse.

    Sentía que la mano de Akuma le drenaba todo su youki, mientras aquel dolor seguía envolviéndole. Parecía como si le robara algo más, como si estuviera llevándose su vida.

    —¿Sabes lo que le pasa a un youkai al que le absorben sus energías? ¡Te vas a convertir en una estatua de piedra, al igual que tu hermano!

    Al imaginarse a Akyoushi convertido en piedra, Sana entró en shock.

    —Puedo ser piadoso contigo. Di que quieres servirme. Al morir, te convertirás en una Sombra.

    Ella apretó los dientes y no soltó una sola palabra.

    El mineral cedió ante el jyaki de Akuma, haciéndose añicos y Sana cayó al suelo como una cáscara vacía.
    —Pensaba usarte para destruir a tu clan, pero ahora que tengo tu youryoku… destruiré el mundo entero con él.

    —¡No si puedo evitarlo!

    Akuma volteó y se sorprendió al verlo y también estaba el hanyou.
    —Fuiste golpeado por mi jyaki ¿Cómo demonios pudiste…?

    —Soy mitad hyounekozoku, pero te contaré de mis nueve vidas… ¡cuando estés muerto! —Akyoushi formó con el puño un remolino de aire y destrozó la pared junto a la cual Akuma había estado apenas un segundo antes. Levantó a su hermana del suelo en el acto—. Sana, respóndeme, Sana…

    De pronto, fue arrojado de cabeza contra otra pared y Sana voló con él.

    —¿Qué hiciste? —le espetó Kanta a Akuma, sus ojos sólo podían ver a Sana.

    —Toda su fuerza y sus ilusiones ahora me pertenecen a mí. Ahora, sólo tienen un inútil pedazo de carne, justo como al principio.

    Al oír aquellas palabras, Kanta se sintió invadido de odio.
    —¡¡No te lo perdonaré!! —saltó hacia él pero fue golpeado por una oleada del jyaki, voló contra una pared y quedó sepultado bajo una pila de rocas y minerales.

    —¡Kanta! —ladró Akyoushi y, cargándose el peso muerto de su hermana a la espalda, saltó hacia la pila de escombros, intentando sacarlo. Volteó a ver a Akuma—. Eres una mierda.

    —Todo ese odio y ese temor me sirven de alimento.

    Akyoushi intentó resistir la provocación.
    —No saldrás vivo de aquí —le saltó encima, pero Akuma lo sujetó en el aire, por el cuello.

    —Qué ingenuo, ¿de verdad pensabas que un niñito iba a poder solo contra mí? —comenzó a estrangularlo y a devorarlo con su jyaki—, eres un estorbo, pensaba dejar que vieras morir a tu padre, pero creo que tendré que destruirte primero.

    Un pulso de energía invadió toda la cueva. Akuma voló contra una pared y Akyoushi cayó en el charco de agua, con la vista nublada, mientras trataba de recuperarse.

    —¿A quién ibas a destruir?

    Akyoushi y el kageyoukai levantaron la vista y miraron hacia el sitio de donde provenía la voz.

    —Sesshoumaru —siseó Akuma, al ver al furioso daiyoukai.

    —Eres una basura —puso la mano en la empuñadura de su espada.

    —Podría destruirte aquí, pero no sería divertido —se puso de pie con inusitada velocidad—. Llévate a tus vástagos y sólo espérame —y dicho eso, se desvaneció en el aire con una perversa risa.

    La cueva comenzó a temblar y las paredes, a agrietarse.
    —¿Akyoushi, estás bien? —preguntó asustado a su hijo.

    —Sí.

    —Carga a Kanta, salgamos de aquí —levantó a Sana en su espalda y se abalanzó veloz hacia una entrada que había improvisado.

    Akyoushi cargó a Kanta y le siguió de cerca, mientras la cueva se derrumbaba a sus espaldas, llenándose del ardiente jyaki de Akuma. De pronto, el Jyaki pareció cobrar vida propia y perseguirlos. Sesshoumaru miró hacia atrás y empujó a Akyoushi para que se adelantara.

    —Date prisa, huye.

    El chico saltó, se paró en una saliente de roca y miró hacia atrás.
    —Pero, padre ¿Y usted?

    —Te dije que huyeras.

    Akyoushi voló y comenzó a escapar de la masa negra que venía detrás. Sentía la presencia de su padre justo a sus espaldas, lo estaba cubriendo.
    —Date prisa, más rápido.

    Akyoushi atravesó un extraño campo de energía, donde el tiempo pareció ralentizarse y al pasar al otro lado, se encontró en el suelo de un bosque. Corrió tanto como podía, hasta que llegó a una zona conocida y supo que estaba dentro de las Tierras del Oeste. Subió a una meseta y pudo ver el cielo despejado.

    —Estamos a salvo, padre —pero al mirar hacia atrás, no vio ni a su padre ni a Sana—. ¿Padre? —se asustó— ¿Padre? ¿Padre, en dónde está? Respóndame, por favor… padre… —pero sólo le contestó su eco.

    Kanta seguía desmayado sobre su espalda y era su calor lo único que sentía.

    Cuando llegó a casa, Rin estaba esperándolo y salió a recibirlo.
    —¿En dónde estabas? ¿Y qué le ha pasado a Kanta?

    Akyoushi lo dejó recostado contra una columna.
    —Encontramos a mi hermana, estaba con Akuma e intentamos vencerlo, pero no pudimos.

    Rin se cubrió la boca.
    —Kanta está…

    —Sólo se ha golpeado la cabeza, pero estará bien. Mi padre apareció justo a tiempo y consiguió sacarnos de ese espantoso lugar.

    —¿Y en dónde están él y Sana?

    Akyoushi se quedó en blanco.
    —No lo sé —antes de que Sana fuera recapturada por Akuma, les había enviado a él y a su padre un mensaje mental a través del vínculo de sangre que compartían; había creado una brecha entre el tiempo y el espacio, un agujero de gusano, para así ser encontrada… pero no había sido de mucha ayuda.

    Kanta se movió y consiguió abrir los ojos.
    —¿En dónde estamos? —murmuró.

    —Estamos en casa —le contestó Akyoushi.

    —¿Qué pasó con Akuma?

    —Mi padre consiguió ayudarnos a escapar de él. Mi hermana mayor está con él.

    Kanta miró a Rin.
    —¿En dónde están mis padres?

    —Salieron a buscarte, les preocupó sobremanera el hecho de saber que escapaste con Akyoushi y pensaron que peligrarías si Akuma llegaba a encontrarlos antes que ellos. Aún no han regresado.

    —Rin, sabes cómo son las reglas —la interrumpió el príncipe—, ellos no pueden entrar y permanecer aquí, están exiliados. Regresar aquí puede suponerles la muerte.

    —Akyoushi tiene razón —agregó Kanta—. Es algo que no puede evitarse, lo mejor es que permanezcan fuera y regresen a la aldea.

    —¡Guardia! —gritó Akyoushi, poniéndose de pie y dos guardias aparecieron frente a él en el acto y le hicieron una reverencia—. Envíen a alguien a buscar a Inuyasha e informen que Kanta y yo nos encontramos bien.

    —Sí, señor.

    —También recuérdenles que no pueden entrar aquí.

    Los guardias se fueron por un pasillo y poco después se vio un grupo de mononokes salir de la barrera en dirección al Este.
    Akyoushi entró a la casa y Rin le siguió. Kanta les vio entrar y luego se frotó la cabeza en el sitio del golpe, mientras miraba al cielo en la dirección en la que se habían ido los mononoke.
    No pasarían muchas horas antes de que el cielo se cubriera de nubes y de bruma y se sintiera una poderosa energía sobrenatural, capaz de hacer gritar a la tierra, la energía que sólo tenían los daiyoukai.

    Había regresado a casa.
     
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    Whitemiko

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    hola!!!como siempre me dejas!!O.O ay algo que aun odio eso de que inuyasha y kagome no puedan entrar!!
    eso me molesta bastante!!!!no es justo!!!OMG!!!que les paso a sesshomaru y sana??!!!!no puedo esperar para saber!!!!!espero que pronto continues!!
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    bye!!
     
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    Hay varias razones por las que Inuyasha y Kagome no pueden entrar, entre esas, que en ese palacio hay estado de alerta, razón por la cual ellos correrían grave peligro, tenga o no Inuyasha a Tessaiga, sea o no Kagome muy fuerte. Akyoushi no sabe eso ni le interesa.
    Por otra parte, es de suponer que el chico cambie las reglas a su antojo y conveniencia y recordemos que no es muy afecto ni a los humanos ni a los hanyou, todo lo contrario, por otra parte, Kanta no estuvo en desacuerdo (afán de proteger a sus padres, supongo) por eso regresarán a sus casas y cada quien ocupará el lugar que correrponda...
    ...al menos por ahora.
     
  6.  
    Asurama

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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    4942
    El Amor y la Lealtad

    Akyoushi se pasó dos días enteros estudiando y sin ver a nadie, tanto que creyó que estaba contagiándose de algo de su hermana. En cierta forma, aquello no le gustaba, porque lo peor que puede pasarle a un youkai, y más a aun príncipe, es vivir temeroso.
    Sana permaneció todo ese tiempo en un estado de semiinconsciencia. Los sabios habían dicho que eso se debía a sus fuertes poderes psíquicos, ya que un youkai normal, sin youryoku, debía morir inmediata e irremediablemente.
    Pese al mal pronóstico, ella parecía estar recuperándose, aunque muy lentamente y dio muestras de saber que Kanta estaba allí, en alguna parte.

    A Kanta nadie le prestaba atención y vagaba por los jardines o por el establo y, cuando nadie se encontraba entrenando, por la desierta plaza de armas.
    Habían pasado casi tres días sin que nadie le entrenara. El hecho de que lo hubieran recibido de vuelta en la Casa, no significaba que iban a perdonarlo fácilmente. La única que parecía entender que él estaba arrepentido y entregado era Sana, pero él no había vuelto a verla en tres días, y tampoco a Akyoushi.
    De vez en cuando, veía a Sesshoumaru en lo alto o lo observaba salir del palacio para hacer sus recorridos de “defensa”.
    Muchas cosas que antes parecían de suma importancia, ahora habían perdido relevancia y a Kanta todo le daba igual: comer o no, dormir bajo un techo o a la intemperie, viajar de día o de noche, ser maltratado o respetado…

    No era que esos inuyoukai fueran demasiado volubles. En realidad, eran demasiado protectores y eran capaces de cualquier cosa cuando de proteger a los suyos se trataba. Evidentemente, Inu no Taishou siempre había creído que él, por ser hijo de Inuyasha, representaba alguna clase de problema para sus hijos. Lo que le atormentaba era que pudiera haberlos convencido a ellos de lo mismo.

    Como nadie accedía a entrenarlo y lo echaban de los entrenamientos de grupo, practicaba solo y de madrugada, tan pronto como se levantaba el toque de queda, para que nadie viniera a molestarlo.
    A veces, pasaba a propósito frente a las ventanas de las habitaciones de sus primos, pero era inútil porque nadie asomaba.
    Al cabo de una semana, comenzó a perder las esperanzas de que volvieran a hablarle alguna vez. Se sentía una especie de reo.

    Una noche, estaba practicando patadas con algunos árboles del jardín, cuando alguien le llamó desde las sombras.

    Para su sorpresa, se trataba de Rin.

    —¿Pasa algo, Rin? —preguntó con curiosidad.

    —Eres inocente. Ni tú, ni tus primos tienen la culpa de lo que sucedió. Ellos lo saben.

    Kanta bufó.
    —Si lo saben ¿por qué no me hablan?

    —Porque no quieren desobedecer a su padre, pero además…

    —¿Además qué?

    —Además Akyoushi-sama está muy ocupado entrenando.

    —Antes entrenaba conmigo.

    —Oyakata-sama quiere mantenerte fuera de esto.

    —¿Debo extrañarme?, sé que me odia —bufó.

    —No entiendes, oyakata-sama no quiere tener problemas con Inuyasha ¿no te has preguntado por qué quería traer a Akyoushi a la fuerza?

    Kanta levantó una ceja.
    —¿Por qué estaba haciendo un total alboroto a lo largo de las tierras?

    Rin suspiró y movió lentamente la cabeza en negativa.
    —No pueden permanecer demasiado tiempo dispersados, por otro lado, el instinto de un perro es demasiado fuerte. Oyakata-sama estaba seguro de que Akyoushi regresaría por sí mismo cuando hubiera dejado de temer…

    Kanta bajó la mirada.
    —Bueno, si hubiera cruzado el mar, hubiera muerto de hambre.

    —¿Has oído alguna vez hablar de la amenaza que vino del otro lado del mar?

    El hanyou la miró con seriedad.
    —Algo he oído, no he tenido oportunidad de hablar con demasiadas personas.

    Rin dio un largo suspiro.
    —Es una mentira que llegaron desde el otro lado del mar. Llegaron desde otro mundo.

    —Keh, Rin, lo estás inventando.

    Rin se quitó la capa que la cubría, revelando su rostro por sólo unos instantes
    —¿Te parece que estoy mintiendo?

    —No hay otros mundos aparte de éste.

    —Creo que es momento de que sepas que hay más allá de lo que ven tus ojos. Te criaste viendo pelear a tu padre, alguna vez habrás visto la Meidou-ha.

    Kanta dudó.
    —Alguna vez…

    —¿Sabes lo que es el meikai? La amenaza salió del meikai, por eso sólo aparecen de noche o cuando hay un eclipse. Buscan la oscuridad.

    —¿Lo que quieres decirme es que oyakata-sama se asustó tanto de que la amenaza hubiera vuelto, que quiso forzar a Akyoushi por temor de su seguridad?

    —Oyakata-sama cree también que lo que atacó a Sana-sama fue una sombra, un kageyoukai.

    —No sé mucho de los kageyoukai… en realidad… no sé nada.

    Rin volvió a negar con la cabeza.
    —Tal vez alguien trataba de protegerte con la ignorancia y créeme, es comprensible, un kageyoukai es lo último que desearías ver... Tal vez, sería lo último que vieras.

    Él sabía un poco de lo que los kageyoukai le habían hecho a Rin.
    —No me dejaría absorber —dijo airoso.

    —No podrías hacer mucho sin las habilidades que te permitieran derrotar a un ser que no pertenece a este mundo —sentenció ella—. Deberías haberlo notado ya.

    —Si oyakata-sama cree culpable a un kageyoukai ¿por qué diablos me acusó a mí?

    —¡Estaba asustado! ¡Sana-sama se hallaba gravemente herida!

    —¡No lo entiendo, Rin! —la miró con el ceño fruncido—. El amo puede odiarme de la peor manera, pero no puedo admitir que me odie sin sentido, yo no le he hecho nada, lo que sucedió allá en mi tierra fue un accidente. ¡Y si lo sabe, que se disculpe, no me importa que los príncipes no hagan eso!

    —Oyakata-sama piensa que tu torpeza nos pone en peligro —lamentó haber tenido que ser tan directa.

    —No tengo la culpa de haber nacido hanyou. Si vine aquí a entrenar, es para volverme más fuerte en la medida de lo posible —se sentía herido—. Yo se que jamás me acercaré siquiera a lo que es Inu no Taishou… pero también deseo proteger a los míos —bajó la vista y luego, miró en otra dirección.

    —Si pudiera hacer algo, lo haría.

    Kanta bufó.
    —Hazles entender.

    —Lo he intentado.

    —¿Qué debo hacer? ¿Tirarme de lo alto de una torre para llamar la atención? ¿Meterme desnudo a tu habitación? ¿Sacarle la mierda a la guardia mala? ¡Por favor, dime qué hago!

    —Por ahora, solo debes esperar y seguir entrenando.

    —Me fosilizaré aquí dentro, Rin.

    —No seas exagerado.

    —Lo seré mientras oyakata-sama me considere un peligro, un estorbo y un problema con Inuyasha.

    —Está bien, se lo diré.

    —Keh, si hasta ahora no te ha escuchado, se pasará mis razones por la…

    —¡Kanta!

    —Lo siento, Rin, no quería ofenderte.

    Ambos permanecieron parados el uno junto a otro, miando el cielo estrellado.

    —Cuando era niña, solía pasarme mucho tiempo mirando a esas estrellas y pidiéndoles deseos. Las estrellas que nosotros vemos ahora no son las mismas a la que les hablaba yo. Las cosas cambian, al igual que el cielo estrellado cada noche —lo miró por un largo rato—. Las personas también cambian. Estoy segura de que oyakata-sama entiende y que sus razones son otras.

    —¿Otras? ¿Cuáles?

    —Oyakata-sama es un mar de misterios —le sonrió.

    —¿Tanto que ni siquiera tú llegas a conocerlo del todo, después de todo el tiempo que pasaste con él?

    —Nunca te basta una vida para llegar a conocer cómo es realmente una persona —sonrió para sí misma—, pero después de algún tiempo, te haces una idea.

    —Puedes hacerte una idea errónea —aventuró él.

    Ella negó.
    —No cuando puedes ver al corazón del otro, porque el corazón jamás miente. Y seguir lo que te dicta no puede ser nuca un error.

    —¿Su corazón le ha dicho que los hanyou no podemos defendernos por nosotros mismos?

    —Yo creo que él no quiere que tu generación sufra por lo que les sucedió a las anteriores... Pero no puede echar a sus hijos de su propia casa para mantenerlos lejos del problema.

    ¿Y a mí si puede echarme para defenderme? Pensó el hanyou.
    —Hay youkais que lo hacen… —Kanta se mordió los labios—. Tampoco puede echarte a ti…

    —Supongo que es difícil, pasé demasiado tiempo lejos de él.

    —Qué va, sólo unos años. Es sólo un tiempo.

    Ella guardó un largo silencio.
    —Para nosotros, fue un tiempo eterno.

    —No me lo imagino —volvió a morderse los labios—. No entiendo cómo puedes quererle… o cómo puede quererte. Eras humana.

    —Tú les amas aunque ellos son youkai —replicó Rin—. Llevas sólo la mitad de la sangre, la mitad de su magia, pero no eres como ellos… y aún así les amas, sin importar cuánta diferencia puede haber. También amas a los humanos entre quienes te criaste. Que seas diferente de alguien, no te impide amarle. Y hay más…

    Él la miró, sorprendido.
    —¿Qué más?

    —Aunque una persona cambie o aunque se haya equivocado en algo, le seguirás amando si lo que sientes es real... Aunque una persona cambie, no puedes dejar de amarla.

    —¿Y si dejo de amarle? —inquirió él.

    Ella rió con sorna.
    —Entonces, lo que sentías no era real, sólo estabas jugando con ella.

    —Puede que alguna vez me enfade, o me entren dudas.

    —Pero cuando todo eso haya pasado, el amor que es real puede persistir. Hay cosas que parecen imperdonables y heridas a veces demasiado grandes… pero el amor puede hacer verdaderos milagros.

    —Es tan fácil para ti.

    —Kanta, nada es fácil, pero eso no es malo, porque las dificultades nos enseñan a hacernos fuertes y aprender a afrontar todas las adversidades del mejor modo posible. El amor tampoco es fácil, pero es una de las cosas que vale la pena intentar al menos alguna vez.

    —Debes tener a Sakimitama dentro —comentó él aún sorprendido.

    Rin le sonrió.
    —¿Sabes algo de eso?

    —Mi madre es una miko.

    —Es verdad —sonrió para sí misma—, me alegra que ella piense que llevo a Sakimitama.

    —¡Rin! —la llamó una voz y ambos miraron en dirección a Sesshoumaru, que estaba a más de sesenta pies de distancia— ¿Qué haces al lado de ese hanyou? —reclamó al verlos parados juntos, con una expresión que denotaba desconcierto al buscarla por todos lados y encontrarla ahí.

    —Nada —y eso que ni siquiera le había visto a la cara.

    —Vamos a la Casa —exigió el daiyoukai.

    Ella caminó rápidamente hacia él y lo siguió hasta la casa, donde ambos se perdieron de la vista y el olfato de Kanta.

    Tal vez hubiera sido mala la idea de Rin de acercarse, pero le había agradado su compañía.
    Incluso un hanyou tenía derecho a ser amado por alguien, sin importar cuán diferente fuera ¿verdad?

    —Sesshoumaru-sama, yo no quería…

    —No me siento ofendido, si es lo que piensas —dijo sin voltear.

    Ella bajó la vista y permaneció en silencio.

    —¿Qué fue lo que le dijiste al hijo de Inuyasha? —inquirió él.

    —Le dije que usted no desea inmiscuirlo en algún problema grave desde que Akuma está en las montañas.

    Sesshoumaru rió.
    —Me tienes en demasiado buen concepto como para llegar a creer que perderé mi tiempo protegiendo a un hanyou.

    Ella le tocó un brazo.
    —Tal vez lo conozco mejor de lo que cree.

    Él volteó hacia ella.
    —He escuchado rumores que dicen que Kanta había estado peleando en las montañas del Este con varias manadas de youkai desde que regresamos aquí.

    Ella lo miró incrédula.
    —¿Para impresionarlo a usted? O tal vez… para ser perdonado —miró hacia fuera y luego lo miró a los ojos—. Usted no detesta a Kanta, así como tampoco puede detestar a Inuyasha.

    —Qué insolente de tu parte afirmar algo así.

    —Kanta no puede cambiar ni su sangre ni su apariencia, no puede odiarlo por algo en lo que no tiene la culpa ¿estoy en lo correcto?

    —¿Y qué si así fuera?

    —Él ha estado muy deprimido, Sesshoumaru-sama.

    —Poco me importa.

    —Él no quiere causarnos problemas.

    —Pero aún así lo hace.

    —Sus hijos aprecian a ese muchacho ¿realmente cree que estaría bien obligarlos a permanecer lejos de él? ¿Estaría bien aislarlos sólo por un prejuicio? Le suplico que sea razonable, Sesshoumaru-sama.

    —¿Quieres entonces que lo reciba con los brazos abiertos y que le permita hacer todo lo que quiera y que, además, tenga los mismos privilegios que Shiroi Hana y Akyoushi? ¿Aún después de todo lo que ha sucedido? ¿Te parece justo?

    —Me parecería injusto no darle una oportunidad.

    —Ya le di una oportunidad.

    —Sesshoumaru-sama, si Akuma no estuviera aquí, ayudar a Kanta a volverse fuerte jamás podría considerarse una pérdida de tiempo. Él a pesar de ser un hanyou, le ayudaría… —bajó la vista y no supo cómo continuar— desde un primer momento, él creyó que todo este odio fue una trampa de Akuma.

    —¿Y tú piensas exactamente lo mismo? —preguntó el daiyoukai con dureza.

    Rin permaneció por un largo rato en silencio, con los ojos cerrados.
    —Yo creo que tanto odio sólo podría provenir de alguien como Akuma —afirmó finalmente.

    Él se alejó unos pasos y miró en otra dirección.

    —¿Sesshoumaru-sama?

    —Fui engañado —la miró de reojo por un instante—, fui engañado por Akuma. De algún modo sabe que le temo y le odio, se aprovechó de eso —bajó la vista—. Le abrí una puerta, pero no me di cuenta a tiempo, no fui lo suficientemente rápido como para evitarle la entrada.

    Ella se acercó y lo abrazó por detrás.
    —De ahora en más, todo estará bien.

    —Ojalá tengas razón.

    El cielo comenzó a aclararse cada vez más, a medida que el sol aparecía.
    Kanta pudo sentir una conocida presencia y levantó la vista. Parado a varios metros de él, Akyoushi le miraba.

    —Debí haber venido antes.

    —Supuse que te estabas haciendo el idiota —concluyó Kanta mientras se levantaba del polvoriento suelo y los mononokes del establo comenzaban a hacer ruido por la presencia del príncipe—. O que tu padre te había prohibido acercarte a mí.

    Akyoushi miró hacia arriba y suspiró.
    —Las dos cosas —reconoció, mientras volvía a mirarlo.

    —Así que ahora eres un fuerte youkai adulto.

    —He llegado a la edad adulta, “en años humanos” pero te habrás dado cuenta que estoy muy lejos de ser un daiyoukai.

    —A mis ojos, sigues siendo un niño.

    —A los ojos de mi honorable padre, también.

    —La verdad, no entiendo eso de poner un límite de tiempo para que un youkai se convierta en daiyoukai. Todo el mundo sabe que tardan miles de años en lograrlo. Ponerle una fecha es estúpido.

    —Díselo a los Antiguos.

    —Tu padre es un daiyoukai hecho y derecho y no obstante, le faltan miles de años para convertirse en un Antiguo, como lo fue nuestro abuelo ¿ves a lo que me refiero?

    —Sí, es estúpido. Pero son nuestras leyes.

    —Las leyes se hicieron para romperlas.

    —Muchas veces sólo usamos las leyes para diferenciarnos de otros clanes u otras razas —Akyoushi negó con la cabeza—, no creo que un hanyou esté obligado a seguirlas.

    —Lo hace cuando forma parte de un clan youkai —agregó Kanta.

    —Supongo que sí, mi honorable padre montaría en cólera si no le obedecieras.

    —Sí, tu padre detesta que le desobedezcan y que quebranten las leyes y edictos... Entonces, no entiendo qué estás haciendo aquí.

    —En la aldea humana, pude ver cómo las familias se reunían en la noche alrededor del fuego a cenar todos juntos. Los youkai no solemos hacer eso pero… parecía agradable. Allá cenabas y dormías todas las noches, aquí tienes que entrenar conmigo y casi nunca comes.

    —¿Viniste a expresar tu lástima? ¿O a convencerme de que regrese allá?

    —Pensé que, ya que pasarás hambre los próximos meses, deberías comer bien ahora. Y podría ayudarte a conseguir un buen almuerzo, pese a que mi honorable padre no quiere que cace contigo.

    —¿Vas a darme de comer? De verdad me tienes lástima —volteó para irse.

    —No es lástima, Kanta. Por otro lado, me causa curiosidad saber cómo comen los humanos.

    —Keh, lo viste en la aldea.

    —Me gustaría aprenderlo de ti.

    —¿Por qué? ¿Quieres prepararle un banquete a Rin y robársela a tu padre? Por favor…

    —¿Quedaría muy mal decir que tengo cierta curiosidad?

    —La curiosidad mató al gato.

    Akyoushi ladeó la cabeza.
    —Afortunadamente, a mi madre le nací perro.

    —Bueno, tu propuesta es en realidad muy tentadora. Y dado que me estoy muriendo de hambre y estaré así por meses… mejor pedirle a tu padre perdón que permiso. Pero… ¿soportarías ver cómo maltrato la comida?

    Akyoushi se quedó un rato en blanco.
    —Creo que sobreviviré —se burló.

    Chocaron las manos y salieron a toda prisa del palacio, sin importarles el estado de alerta, ni que el toque de queda no hubiera sido levantado aún.

    Primero, fueron a un bosque cercano.

    —Primera regla —advirtió Kanta—. No uses veneno, a menos que quieras matarme.

    —A veces, quiero matarte.

    De pronto, un enorme y furioso jabalí apareció en el camino. Lo rodearon y Akyoushi lo atacó desde atrás. Ató el jabalí, se lo cargó a la espalda y siguieron el camino.

    —No puedo creer que, aún sabiendo cazar, te hayas atrevido a entrar a las aldeas humanas para buscar refugio allí. Fue una locura.

    —Calla, mi honorable padre me regañó mucho por eso, como para que un maloliente hanyou se dedique a recriminarme también.

    De pronto, un enorme oni apareció frente a ellos, queriendo robarles la comida. Kanta, enojado por eso, lo embistió con fuerza y lo despedazó. Al caer el cuerpo con un gran estruendo, unas aves salieron asustadas volando.

    —Rápido, Akyoushi, no dejes que se escapen.

    Saltaron velozmente y atraparon cuatro aves de tamaño mediano. Las ataron junto al jabalí y fueron hasta un río.

    —Pescar… —comentó Kanta mientras se remangaba el haori— ¿Sabes pescar?

    —Sí, algo, pero no acostumbramos comer pescado.

    —Sí, seguro, las aldeas están cerca de los riachos y aún así te comías al ganado.

    Ambos se metieron al agua y Kanta se puso a intentar atrapar a un pez.

    —¿Pero qué haces? —le regañó Akyoushi.

    Dio un certero golpe en el agua, sin lograr nada, pero al segundo golpe, sacó una enorme trucha, que quedó boqueando en las piedras de la orilla.
    Cuando Kanta consiguió atrapar su segundo pez, Akyoushi ya había sacado como siete.
    Ataron a todos los peces pasando una cuerda a través de sus agallas y siguieron caminando río arriba.

    Cuando el olor a humano se hizo evidente, Akyoushi se cubrió la nariz y comenzó a retroceder.
    —¿Me estás llevando hacia una aldea humana?

    —Conseguir vegetales en medio de las montañas es muy difícil, así que creo que podríamos robar algunos.

    —Pero si hace unos momentos me criticabas por atacar a los humanos.

    —No, no, no los vamos a atacar, tan sólo les vamos a pedir un poco de su comida.

    —Sí, de seguro te la darán —dijo el inuyoukai sarcásticamente—. “Humano, soy un perro con hambre y necesito de ti para que me alimentes” —se ofuscó.

    —No te pongas así, no será difícil.

    A esas alturas, Akyoushi sabía perfectamente, por experiencia propia, lo que todos los de su especie:
    Cuando un inuyoukai andaba sin cubrirse en las montañas, cerca de las casas humanas, comenzaban a correr los rumores de la aparición de “una criatura brillante como la plata… y muchos destrozos alrededor”.

    —Tú eres el más rápido de los dos —interrumpió Kanta sus pensamientos—, así que lo que tienes que hacer es robar de los campos de cultivo.

    —¿Robar qué?

    —Los cultivos que encuentres.

    —Muy bien.

    —Y algo más. No ataques a los humanos, no importa si te ven, no importa lo que hagan o lo que digan, no importa lo que pueda gritarte tu instinto: no-los-ataques.

    —Lo intentaré.

    Siguiendo la corriente de agua, al salir de la zona boscosa, encontraron la aldea que tanto apestaba.
    Akyoushi se agazapó y corrió en esa dirección con la velocidad que les era propia a los de su especie. Con un ataque de garra, destrozó uno de los campos de cultivo y sacó así vegetales varios.

    Kanta se quedó esperando debajo de un árbol de la entrada del bosque, mientras mascaba unas hierbas que había encontrado.

    —¿Esto es suficiente? —le preguntó el youkai.

    Cuando Kanta levantó la vista, se sorprendió de ver una canasta llena de todas clases de frutas y verduras, además de un saco de arroz.

    —No quiero saber cómo conseguiste eso, pero vayámonos de aquí antes de que los aldeanos descubran que les falta algo.

    Dicho esto, salieron huyendo bosque adentro como alma que lleva el diablo.

    En el camino, recogieron todo tipo de frutas y bayas que crecían en los árboles del bosque.

    Inmediatamente, volvieron a terreno seguro, cuando el sol estaba bastante alto en el cielo, aunque aún no era medio día.

    Kanta despellejó el jabalí lo abrió, separó las entrañas por un lado, las lavó y las escurrió. Partió el cuerpo en dos partes iguales y puso todo a asarse en una fogata improvisada con ramas, tierra y rocas.
    Tomó las aves, las desplumó, les cortó las cabezas, les sacó las patas y las entrañas y también las puso a asarse.
    Finalmente, tomó los peces, les cortó las cabezas, los abrió por la mitad con cuidado, les quitó las entrañas y las espinas y luego de limpiarlos bien, los puso junto con el jabalí y las aves.

    —Después de esto, no tendré hambre en meses —sus ojos brillaban ansiosos, parecía feliz.

    —Supongo que no —Akyoushi estaba sentado en el suelo, contra una roca, viéndolo todo con detenimiento.

    Aunque sentía curiosidad, no quería estorbar a su primo.

    Mientras la carne se asaba, Kanta tomó todos los vegetales, los rebanó, los mezcló con las bayas y se hizo una ensalada que puso en unas hojas enormes que encontró en el suelo del bosque. Decidió que también podía prepararse un estofado con lo que le sobrara.
    Puso a hervir una buena cantidad del arroz y luego, sólo esperó a que la carne terminara de cocerse. Faltaba muy poco.

    —¿Tu madre cocina así?

    —Soy un desastre para la cocina, con frecuencia la comida se me pasa de punto. Y créeme, a veces, mi madre cocina muy mal.

    ¿Y no le decían nada al respecto?

    —Deberías probarla cruda y no seca.

    —Me enfermaré —probó el estofado y le gustó—. Por cierto, ningún youkai ha vuelto a atacarnos.

    Akyoushi se sentó en una posición más cómoda, con las piernas cruzadas.
    —Creen que soy mi padre, así que no se acercan.

    —Cuando cacé una vez con tu hermana, nos atacaron de todas formas.

    —Porque es hembra y las hembras suelen ser subestimadas o…

    —¿O qué?

    —O convertirse en víctimas potenciales de abuso —miró hacia el cielo y vio el brillo del sol y la sombra de unas aves que pasaban volando—, pero mi hermana es casi tan fuerte como mi padre, así que no le tiene miedo a los youkai de las montañas.

    —Y sin embargo, le teme a tu padre.

    —Y nosotros le tememos a ella, creo que es justo. ¿Y sabes? Aún así intentamos protegerla, tal vez somos unos idiotas.

    —Al menos no estás enamorado de tu hermana, como yo.

    —¿Cómo sabes si no es atribuible a mis celos?

    Kanta fue sacando los animales asados del fuego.
    —Te conozco, por supuesto… Aunque si de verdad pasara eso de que te gustara tu propia hermana… estaríamos en un buen lío ¿no crees? —probó un poco del pescado y lo saboreó—. No quisiera tener que pelearme contigo, ni que tuviéramos una rivalidad, es algo muy feo.

    —Pero no me gusta que mires a mi hermana. Nos habrá metido en líos y todo… pero sigue siendo mi hermana… por otro lado…

    Kanta tragó rápidamente un gran bocado de carne que había metido a la boca.
    —¿Por otro lado qué?

    —Aunque ella me gustara, seguramente yo no le gustaría a ella.

    —¿Ah, sí?

    —Sí, por supuesto. Prefiere a los hanyou inútiles antes que a cualquier clase de inuyoukai.

    Kanta se atragantó y debió golpearse el pecho.
    —¿Y eso cómo lo sabes?

    —Es el tipo de cosas imposibles de ocultar.

    —Sí, por supuesto —comenzó a comer apresuradamente, para no tener oportunidad de hablar.

    —Sana no quería hacerte daño, pero a veces eres causa de confusión entre nosotros.

    —¿Les causo confusión? ¿Qué quieres decir?

    —No podemos mezclarnos entre los humanos, pero tú eres un humano especial. No podemos evitar querer acercarnos. Sentimos que nuestra sangre está dentro de ti también. Creo… que tal vez mi padre siente lo mismo que nosotros.

    —Me alegra saberlo —Kanta dejó de comer y sonrió plácidamente.

    —Creo… que a nosotros nos alegra también —de pronto, la protesta de su estómago interrumpió la conversación.

    —¿Tienes hambre? —inquirió el hanyou.

    Akyoushi negó rotundamente.
    —No voy a comer esa porquería, ya la echaste a perder.

    —Pero si está buena.

    —No, gracias.

    —¿Me estás diciendo que cocino mal? —berreó como su madre.

    El sol de mediodía acompañó una de sus típicas discusiones.
     
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    Kanta caminó en silencio por el bosque, tan sigilosamente como podía. No era fácil cazar en las Tierras del Oeste. Debido a las últimas batallas, la comida escaseaba y los animales y youkais solían pelearse entre sí. Además, había muchos youkai de grandes poderes en esos bosques y estaban siempre acechando, buscando una presa. Si no tenía cuidado, podía convertirse en la cena de algún inuyoukai, también podían pelear con él para robarle la poca comida que encontraba, si es que la encontraba.
    Nuevamente había desobedecido a su venerable tío y había salido del perímetro del palacio del guardián a pesar de saber que no debía. A decir verdad, tenía temor de que le saliera algún kageyoukai y enfrentarlo no sería sencillo, pero cuando el hambre apretaba, lo demás, las reglas, la seguridad, poco importaban.
    La intención maligna que les había rodeado durante el viaje para rescatar a Sana, ahora no estaba en el bosque y las sombras de arbustos y árboles parecían normales. Se sentía como un animal indefenso.

    La primera vez que entró en esas tierras, todo le parecía peligroso y salvaje, todo le hacía sentirse inseguro, pero poco a poco fue conociendo los bosques, aunque muchos de los caminos se mantenían como secretos de Estado. Tal vez, llevaran a tesoros increíbles o hacia grandes peligros… lo cierto era que él no los tomaba.
    Akyoushi a menudo le reprochaba que no sabía esconderse, que se volvía muy evidente en los lugares donde menos escondrijos había, que se exponía deliberadamente a la luz del sol —donde se convertiría en fácil blanco de ataque— y sus fogatas llamaba a los youkai. En definitiva, Akyoushi vivía recordándole que era un inepto.

    En los primeros tiempos, le preocupaba que parte del entrenamiento se hiciera en los bosques. Seguir el frenético ritmo de Akyoushi no era nada sencillo y los entrenamientos lo dejaban extenuado, tanto que era común que acabara chocando con ramas, árboles y grandes rocas, todo por falta de agilidad para esquivarlos a la carrera. A medida que practicaba, iba ganando agilidad, especialmente en los árboles y los accidentes eran menores, sin embargo, seguía haciendo imposible ruido al correr.

    “Siente la tierra bajo tus pies”, le decía Akyoushi una y otra vez.

    Para Kanta, en cambio, era muy difícil pisar la tierra blanda, siempre aterrizaba sobre algo duro y filoso, como si lo buscara a propósito en el suelo. ¿Pero qué esperaba? El príncipe hacía eso desde que sabía caminar. ¡El recién empezaba a aprender!

    —Tu padre es un inepto, no te enseñó nada —fue una de las frases detonantes de una fuerte pelea. Pero al cabo de un tiempo, empezó a responderle de otra forma.

    —Y el tuyo es un ente al que no le interesas nada —claro, eso desencadenaba en peleas peores.

    Se golpeaban el uno al otro, empujándose y arrastrándose y terminaban rodando de espaldas sobre el suelo, intentando dominarse entre sí. A menudo Akyoushi quedaba arriba y le enseñaba los colmillos, en el ritual tan típico del clan. Y si no quedaba arriba, se las arreglaba para dejar fuera de combate a Kanta. En una oportunidad, lo pateó directo a la cara, haciéndole volar contra una roca, al tiempo que caía de espaldas. Lo cierto era que no disfrutaba de perder.

    Por mucho que amenazaran con matarse, se llevaban encima la sorna. Esos chistes y provocaciones siempre los instaban a divertirse en el hecho de fastidiarse el uno al otro.
    Akyoushi tenía poca paciencia y cuando se cansaba de las bromas, simplemente se ponía seco, frío, brusco, con una actitud muy parecida a la de su padre. Entonces, Kanta entendía que el juego se había acabado y la vida real empezaba de nuevo.

    La primera vez que desafió la autoridad de su tío, se sintió libre, como si el mundo adoptara una vibración distinta, viva, era divertido desobedecer algunas reglas de vez en cuando. En ese entonces, Kanta no tenía la menor idea de lo que era un kageyoukai ni había miedo. Escuchó el murmullo de las hojas, las voces de los animalillos y el canto de las aves. En verde resplandor de sol asomó entre las hojas de los tupidos árboles y él lo disfrutó. Todo era hermoso y relajante hasta que atravesó un arroyo, pues sintió la presencia de su primo. Se maldijo por no poder detectar con exactitud el lugar en que entrenaba Akyoushi y también sabía que tenía que irse antes de que detectara su presencia.

    Pero un cambio en el viento le traicionó. Asustado, miró a todos lados, una roca, un árbol ¿Ahora dónde se metía?

    Akyoushi apareció cerca del arroyo, inspeccionando el aire una y otra vez.
    Llevaba un haori recto, blanco y sin mangas y un hakama del mismo color, sujeto a su cintura por una faja púrpura. Sus manos estaban cubiertas por vendas, como siempre que entrenaba y llevaba el largo cabello recogido. Kanta le miró, conteniendo la respiración ¿le sentía?

    De pronto, una presencia extraña invadió el aire, Akyoushi miró hacia arriba y tiró abajo el árbol, tomándole desprevenido y cayendo así al suelo. Golpeado, se levantó, dispuesto a quejarse con el engreído príncipe, pero éste le saltó encima, parándose sobre su espalda y pisándole la cabeza.

    Un grupo de youkais hicieron aparición cerca de él, olisqueando el aire, tal parecía que venían siguiendo a Kanta desde el palacio. Eran la Guardia Mala. Trataban mal a todo el que pasaba cerca de ellos y hacían constante abuso de poder, pero temían al maestro y a los príncipes. Sin embargo, desde siempre Amyoushi había aprendido que eran capaces de emboscarlo y despellejarlo vivo si les daba oportunidad, eran completamente amorales y estaban con su padre por mera conveniencia. No les miró, permaneció con la vista en un punto lejano, completamente inexpresivo mientras los youkai se acercaban a él y lo olían. Luego, siguieron de largo.

    Se bajó de su primo y le dejó respirar.
    —¿Qué estás haciendo aquí? Mi padre te dejó en claro que no puedes salir sin su permiso de las inmediaciones del palacio, le has desobedecido deliberadamente.

    —Sólo vine a cazar algo —mintió Kanta, confundido.

    —Si te agarra la guardia mala, son capaces de sacarte la mierda. Y yo no les detendré…

    De repente, Akyoushi se puso en alerta y volvió a saltar sobre él, aplastándolo contra los matorrales, al tiempo que la guardia aparecía de nuevo en el lugar. Estaban sospechando.

    Se acercaron al príncipe tanto como pudieron.
    —Akyoushi-sama ¿Qué hace en este lugar?

    —¿Que no ven? —contestó parcamente, sin mirarles—. Estoy entrenando.

    —Debería regresar a casa, su padre le estará esperando.

    —Regresaré pronto, pero antes, buscaré una presa.

    —Podemos buscarla nosotros por usted —se ofreció uno de los oni.

    El chico lo miró duramente.
    —¿Estás insinuando que no soy capaz de valerme por mí mismo?

    —No, para nada, alteza.

    —Pronto estaré en casa —aseguró.

    —Nos adelantaremos —y se fueron por el camino que llevaba al palacio.

    Akyoushi se bajó de la espalda de su primo y le miró.
    —Eres una máquina de meterte en líos a pesar de tu edad. Mi honorable hermana y yo no siempre estaremos cerca de ti para ayudarte.

    —Keh, no recuerdo haberte pedido ayuda —comenzó a estirar los músculos agarrotados por el peso de Akyoushi y la tensión del momento.

    —Eres un hanyou inepto e imbécil.

    —¿A quien le llamas imbécil? —saltó para golpearlo, pero Akyoushi desapareció para luego aparecer sobre la rama de un árbol—. Vas a ver cuando te agarre —saltó hacia la rama, pero Akyoushi saltó hacia abajo y quedó parado en medio del arroyito.

    —Kanta imbécil, la guardia mala te está esperando y tú estás malgastando tus energías.

    —No me harán nada.

    —Rin tampoco te protegerá siempre —dijo con suficiencia.

    —Ya hablas como tu hermana.

    —No me hablo con mi hermana.

    —Ah, qué bien, porque ella ha accedido a entrenarme si te sigues abusando de mí.

    —¿Qué? ¿Cuándo te dijo eso? … Te lo estás inventando, ahora verás.

    Saltó hacia el árbol, cortando la rama y obligando al hanyou a saltar hacia atrás. Así, consiguió perseguirlo durante todo el camino y, cuando Kanta tomó conciencia de lo que en realidad estaba sucediendo, estaban ya en el perímetro del palacio.

    —Me engañaste.

    —No es culpa mía que no uses el cerebro.

    Pero en el presente, Kanta entraba y salía de las inmediaciones cuando quería, sin preocuparse por nada, siempre que ningún enemigo le saliera al paso. Aunque, en la actual situación, cualquier salida sin permiso podía bien considerarse huida o traición, así que regresaba antes de que nadie se percatara de ello.

    “Si realmente quisieras impresionar a mi padre para que vuelva a confiar en ti, deberías comenzar por respetar sus reglas”, le dijo su primo una vez y, a pesar de saber que estaba en lo cierto, se sentía un poco enjaulado cuando le daban órdenes. Lo primero que quería hacer era salirse por alguna ventana, escaparse de las obligaciones y responsabilidades que tenía.
    Pero nadie puede huir de las responsabilidades, ni de las decisiones que uno mismo ha tomado. Era lo que sus padres le habían enseñado siempre. Muy a su pesar, se obligaba a regresar.

    —Tu tío podría tomarlo como deseo de volver a la aldea humana —le dijo una voz profunda entre las sombras.

    —Mi corazón está dividido —afirmó Kanta—, siento que pertenezco al Clan y que debo permanecer aquí con él, pero al mismo tiempo extraño a mis padres y amigos, quienes no pueden estar aquí. Los humanos y los hanyou no serán nunca bienvenidos... Pensándolo bien, es un milagro que yo esté aquí.

    —Cada quien está en donde debe estar, en el momento exacto.

    —¿Entonces por qué en ocasiones me siento tan confundido?

    —A veces es difícil escoger —le dijo la hermosa voz—, el amor es algo difícil de practicar y de entender.

    Kanta suspiró.
    —Si pudiera dividirme en dos, regresaría a la aldea para consolar a Shinju, la amo. Aquí jamás aceptarían que ame a una humana, aún cuando parte de mi sangre es humana. Sana quiere que me case con ella, porque cree que es lo mejor —tomó aire y negó con la cabeza—, pero aunque quisiera algo así, no quiero causarle más problemas de los que tiene. Apuesto a que mis padres y amigos desearían que volviera con Shinju.

    —¿Y cuál es tu deseo? —el youkai asomó de entre los árboles y Kanta se sorprendió.

    Estaba frente a un youkai portentoso, que se parecía a él, era casi como verse en un espejo. La respiración se le quedó en la garganta.

    —Aunque amo a mi familia y amigos —contestó con dificultad—, siento que debo estar aquí, permanecer con mis primos. Siento que soy parte del clan. Deseo permanecer aquí.

    —Tus padre tienen sus vidas y tus amigos también, ellos han tomado sus decisiones ¿no deberías tomar también las tuyas? —el inuyoukai le miró con esos ojos tan peculiares, le instaba a elegir libremente, sin la influencia de quienes le rodeaban.

    —¿Qué pasará si me quedo?

    —Vivirás bajo las reglas del clan de un youkai.

    —¿Y… si regreso?

    —Deberás vivir como lo hace un ser humano y morir a su tiempo.

    —Las leyes youkai definitivamente no fueron hechas para mí —bajó la vista y el youkai moreno permaneció en silencio— pero creo que vale la pena intentar… —cuando levantó la vista, se halló completamente solo, como si el youkai jamás hubiera estado ahí—. ¿Me lo estuve imaginando? —pero sentía algo especial dentro de su corazón, algo cálido y reconfortante.

    Kanta fue regresando lentamente a casa, a la casa de su Clan. Al menos esperaba haberle dado a Akyoushi el tiempo suficiente. Sabía que él estaba estudiando en secreto, pero quería que él siguiera creyendo que engañaba a los demás. Entre los youkais era muy difícil tener secretos, por la facilidad de conexión entre unos y otros. Incluso Kanta, que era ajeno a todo eso, se sentía invadido a veces. La falta de intimidad molestaba al principio, hasta que se produjo el acostumbramiento.
    Pensó en las palabras que había escuchado en las profundidades del bosque. Era cierto, él quería estar en esas tierras y ahora, ya sabía por qué estaba tan incómodo.
    Temía que, en su ausencia, algo malo les sucediera a sus padres, a Shinju y a los demás. Él no estaría ahí para ayudarles.
    Era verdad, él había llegado a esas tierras extrañas porque deseaba volverse más fuerte para proteger a los suyos… pero acabó por enamorarse del Clan del Inuyoukai y de los secretos de sus tierras y su viento mágico. El destino le había arrastrado a un sitio en el que no habría imaginado estar nunca antes. El destino, la vida, eran curiosos.

    Sin embargo, aún se sentía incómodo por no poder estar con sus padres. Y sus miedos no eran infundados.

    Kagome había estado histérica desde que regresaron a la aldea humana, escoltados por la guardia que solía acompañar a los príncipes inuyoukai. Esos youkai les juraron y les perjuraron que Akyoushi y Kanta estaban perfectamente bien, a salvo en casa, gracias a Sesshoumaru, pero eso no le aportó tranquilidad.
    Le parecía un cuento de ficción que hubieran terminado bien luego de salir persiguiendo deliberadamente a Akuma, estuviera o no Sesshoumaru con ellos.
    Sabía que Akuma no se rendiría fácilmente porque le asustaran los poderes de sus enemigos. Ella también había tenido la mala suerte de pelear contra Akuma para tratar de salvar a Rin, una Rin poseída y llena de odio, que casi la desmembró viva.

    Tras aquella batalla, los poderes espirituales de Kagome habían sido mermados y su fuerza disminuido enormemente, al punto de enfermar y caer rendida. Sin embargo, se negó a morir, no les daría en gusto a esas Sombras. Pero no pudo volver a pelear batallas. Por mucho tiempo permaneció en la aldea, cuidando de su familia y sin acudir en ayuda de nadie. Kuroika había logrado su cometido.

    Ahora que empezaba a recuperarse, sucedía esto.
    Kagome sabía que Rin nunca se había recuperado del control de Akuma, por mucho que lograran romper aquel hechizo. La prueba estaba en su muerte física.

    No se creía que Akuma fuera a huir por la puerta de atrás luego de su último logro, ya que disfrutada de atacar desde adentro. Disfrutaba de drenar a sus oponentes lenta y dolorosamente.
    Sesshoumaru sería un iluso si de verdad creía que, por haber arrancado a Sana de los kageyoukai y habérsela llevado a casa, estaría a salvo. Estaba metiendo en su casa al enemigo. Akuma la había tocado y quizás todavía podía controlarla. Kagome estaba casi segura de que esa inuyoukai era como una bomba de relojería y que explotaría sobre el Clan del Inuyoukai al menor contacto. Y Kanta estaba ahí, debía haber una manera de salvarlo.
    Nuevamente, miró las heridas provocadas por el jyaki de Akuma.

    —¿Todavía no cierran? —le preguntó Inuyasha.

    —El jyaki del Meikai es muy potente, ningún humano podría sobrevivir a él —soltó un largo suspiro—. Estoy bien porque soy yo.

    —¿Tú crees que Sana está bien? —preguntó Inuyasha con tono suspicaz.

    Kagome negó.
    —No lo creo. Ese Akuma… Sesshoumaru le derrotó muy fácil. Esos youkai que le sirven mintieron, no podemos confiar en ellos, no sabré que Kanta está bien hasta que lo vea con mis propios ojos.

    —Kanta no querrá regresar a casa, por muy peligroso que pueda parecerle el acecho de Kuroika —le recordó con tono persuasivo—. Estaba muy preocupado por Sana y por Sesshoumaru, no será fácil convencerle, ni llegar hasta él. El Oeste entero permanece en estado de alerta, todos los clanes están muy alterados.

    —¿Cómo lo sabes? —no creía que Inuyasha acostumbrara preocuparse por esas cosas.

    —Myouga me lo dijo.

    —Debí suponerlo.

    —No es Sesshoumaru el único que está preocupado por el destino de sus tierras —Inuyasha movió las orejas—. Myouga me ha dicho que ha habido movimientos entre los clanes de todas las tierras.

    —¿Pelearán juntos? —Kagome no se lo creía.

    —Myouga piensa que no.

    —Kuroika no sería fácil de vencer, sin importar qué tanta fuerza tengan los youkai que lo enfrenten. Deberían entrar a servicio muchas entidades con enormes poderes espirituales… —aparte de Sesshoumaru y ella, Kagome no conocía a nadie más—. Es una batalla muy desigual.

    —Keh, Sesshoumaru no es un estúpido, no se lanzará así como así sobre Kuroika —pero la verdad era que tenía dudas.

    Las dudas de Kagome eran diferentes. Ella creía que Akuma no era estúpido tampoco y que, si no había atacado aún, era porque estaba reuniendo fuerzas y recursos. Sabía que el ataque sería mortal.
    Por el bien de la humanidad, tenían que encontrar la fecha del próximo eclipse y preparar una fuerte defensa. Los ataques de Naraku palidecían ante la oscuridad que eran capaces de provocar aquellas sombras, nada quedaría en pie si sus miedos resultaban reales.

    —Detendremos a ese bastardo antes de que pueda hacer nada —le dijo Inuyasha con firmeza.

    —Inuyasha, tú sabes que Akuma no es como Naraku.

    —No me importa quién o qué sea nuestro enemigo. No permitiré que te haga daño a ti, ni a nuestro hijo o amigos. Los defenderé con mi propia vida.

    Ella se levantó hasta él y lo abrazó.
    —Inuyasha.

    El día fue transcurriendo con lentitud, mientras todos en la aldea realizaban sus labores. Muchos de los aldeanos miraban a Kagome sin realmente comprenderla. ¿Cómo había permitido que su hijo se quedara en un sitio tan tenebroso y rodeado de esas monstruosidades?
    La verdad, era que “esas monstruosidades” eran partes de la vida de su hijo, pero ella no podía estar explicándoselo a todo el mundo. Además, estaba segura de que no le entenderían. Sería lo mismo que decir en su época que “ella había nacido para vivir en el tiempo de las guerras civiles”.Mínimo la tratarían de loca e intentarían encerrarla en un manicomio. Sólo su familia le había comprendido y apoyado en todo. Ahora, ya no los tenía. Estaban en el cielo, junto a los padres de su esposo. Pero mientras estuvieron con vida, apoyaron sus decisiones y jamás se opusieron a ella. ¿Pero acaso no sabían sus padres que ella iría a luchar contra demonios y que se enfrentaría con cosas peligrosas y desconocidas? A pesar de saberlo, le dieron libertad.

    Quería darle la misma clase de apoyo a Kanta, sin importar qué tanto miedo tuviera. Tarde o temprano, él tendría que tomar sus propias decisiones y emprender su propio camino. Era una ley de vida de la que nadie podía desentenderse.

    Después de realizar las últimas purificaciones en la aldea, fue hasta la casa de Miroku y Sango para visitarlos y habló un rato a solas con Miroku, quería un tiempo con él para analizar los posibles movimientos de Akuma, ahora que sabían que había regresado y les estaba acechando. Era mejor prevenir, en la medida de lo posible y ayudar a las personas para que no entraran en pánico.
    Cuando supieron de su presencia, los hijos de Miroku fueron con ella y le hicieron muchas preguntas sobre Kanta, preguntas que se habían tragado durante días, mientras esperaban a que Kagome se repusiera de sus heridas aún abiertas y del largo viaje.

    ¿Se encontraba bien? ¿Cómo le habían tratado en el Oeste? ¿Estaba entrenando ahora? ¿Había tenido alguna dificultad?

    Kagome contestó en la medida de lo posible y miró disimuladamente a Shinju, la menor de la familia y quien menos preguntas había hecho. Permaneció por largo tiempo callada en un rincón, mientras sus hermanos mayores se alborotaban alrededor de la miko.
    Finalmente, decidieron realizar una gran cena esa noche, para estar todos juntos y seguir hablando, sin embargo, la preocupación no abandonaba el semblante de Kagome y Miroku y Sango, que le conocían bien, se dieron cuenta en el acto.

    —No deberías preocuparte tanto —le aseguró Sango—. Todo va a estar bien, tienes que permanecer tranquila, especialmente estos días. Nosotros nos encargaremos de todo.

    —Te lo agradezco —pero Kagome no confiaba del todo en que pudieran hacer algo sin ayuda. Sentía que el enemigo guardaba algún secreto que tenían que descubrir cuanto antes.

    Mientras pensaba en esto, se despidió cordialmente, pero Shinju, que parecía muy incómoda durante toda la visita, salió tras ella y se le quedó mirando.
    —¿Necesitas algo? —le preguntó Kagome amablemente.

    Ella negó con la cabeza y salió en dirección a las afueras de la aldea. Kagome sólo la miró sin decir nada, entendía perfectamente lo que le sucedía y también… cómo se sentía.

    Shinju se sentó en el columpio que colgaba de aquel árbol añejo y se balanceó lentamente, con la vista perdida en el vacío, mientras las hojas doradas caían a su alrededor y el viento le acariciaba el rostro, como un recuerdo de Kanta.
    En voz baja, se puso a cantar una canción de cuna que sus hermanas y su madre solían repetir como mantra sanador.

    —¿Pasa algo, Shinju?

    Al sentirla sentada a su lado, despertó de aquel ensueño y la miró sorprendida.
    —¿Mamá?

    —Ponte contenta, esta noche tendremos una fiesta y estaremos todos juntos.

    La chica volvió a mirar al vacío.
    —No, no estaremos todos.

    Sango tomó aire.
    —Tienes que pensar que Kanta está bien, se ha ido a entrenar y Sesshoumaru le estará cuidando. Está acostumbrado a esas tierras, se sentirá como en casa.

    Pero Shinju no le creía ni media palabra, a pesar de desearlo con todas sus fuerzas.
    —No se fue a entrenar, se fue por esa youkai, la niña que vino antes del otoño —soltó un largo suspiro y apretó la cuerda que sostenía el columpio—. No sé qué tiene de especial, parece una muñeca medio muerta.

    Eso era cruel, incluso viniendo desde alguien como Shinju, pero Sango trataba de entenderla, su hija se había sentido… abandonada.
    —La hija de Sesshoumaru no es así porque quiso, no pudo evitar nacer así, lo mismo que Kanta.

    —Mamá, he escuchado los rumores, oí lo que esa youkai hizo, mientras permanecía enferma, le causó muchos problemas a Kanta.

    ¿Cómo explicarle que era Kanta el que se buscaba todos esos problemas? Sango volvió a suspirar y le puso un brazo alrededor de los hombros.
    —Shinju, tal vez no entenderás esto, pero los youkai ven a la familia de otra manera. A los youkai les importa el poder y no suelen acercarse a los seres humanos, pero cuando lo hacen, desarrollan un lazo fuerte. Los youkai de un mismo Clan están entre sí íntimamente conectados y viven como si fueran uno.

    Shinju negó, con una triste mirada en su rostro.
    —No entiendo.

    —Kanta es parte de Inu no Taishou, así como tú lo eres de nosotros. Por eso ha decidido estar allá.

    La chica se recostó en el hombro de su madre.
    —Ojalá pudiera verle —sabía que nadie podía entrar en esa Casa y salir vivo—, ojalá un día regresara.

    —Kanta no puede romper sus lazos con su propia familia. Tal vez, si algún día siente que tiene que regresar, lo haga.

    —Ojalá tuvieras razón, pero aún lo extraño.

    —Puede que le extrañes, pero debes entender que él hace lo que siente que es correcto. Así también tú tomarás tus decisiones algún día y si decides que debes marcharte de casa, de la aldea y encontrar tu propio camino, nosotros no te detendremos. Será tu vida.

    Shinju levantó la cabeza y miró a su madre a los ojos.
    —¿Y si algún día decido ir a donde está Kanta?

    Sango la miró y le sonrió con dulzura.
    —Siempre que lo recuerdes, él permanecerá contigo, en tu interior y no te dejará nunca.

    —Gracias, mamá —se levantó y fue con ella para ayudarle a preparar la cena.

    Esa noche, todos giraban alrededor de Kagome, preocupados por sus heridas e intentando que olvidara su miedo por la seguridad de Kanta. Todo iba a estar bien.
    Kagome era en extremo sensible y había podido detectar cómo muy lentamente una intención maligna se levantaba en la región, pero no quiso arruinar la cena y preocupar a sus amigos, así que calló. No era Kuroika, no era un kageyoukai. Era un youkai común y corriente y derrotarlo sería sencillo, incluso Inuyasha podría hacerlo solo.

    —Cuida de tu salud —le recordó Inuyasha—. Yo me encargaré de lo demás.

    Ella asintió, confiada.

    Mientras cenaban y hablaban, el cielo comenzó a gritar y a oscurecerse. Inuyasha aulló divertido al asomar por la puerta y ver la tormenta que estaba próxima.
    —Muchachos, prepárense para una noche muy larga —indicó el cielo con la cabeza—. Se viene un aguacero.

    Shinju esbozó una sonrisa que no podía esconder, cuando era pequeña, acostumbraba a jugar con sus hermanos en el agua. Y también con Kanta. Ahora, sólo miró en silencio cómo caían las primeras gotas, pequeñas y frías, pintando todo de gris.

    El cielo se cubrió de nubes oscuras y espesas y el viento comenzó a soplar cada vez con más fuerza. Se oyeron truenos al tiempo que el cielo comenzaba a llorar. El frío empezaba a sentirse y calaba los huesos.

    —Ah, maldita sea. Cuánto odio que me obliguen a entrenar bajo la lluvia —en esta época del año, siempre le sucedía lo mismo—. Claro, ellos no tienen frío porque “son youkais poderosos”, al hanyou que le parta un rayo —soltó con cinismo y se metió bajo el techo del establo justo en el momento en que empezaba a caer granizo. Se sacudió con fuerza para quitarse el exceso de agua y su cabello plateado quedó completamente desordenado.

    Un trueno le contestó y debió cubrirse los oídos, mientras los mononoke en el establo hacían un escándalo.
    Fue a sentarse al fondo y miró en silencio la cortina de agua que se vislumbraba a través de la puerta. En casa le gustaban los aguaceros, pues podía quedarse horas escuchando las divertidas historias de su madre, pero aquí, aquí se quedaba completamente solo.

    —Claro, un prestigioso príncipe inuyoukai no puede permitirse que le caiga una sola gota de agua en su fino traje de seda —se ofuscó, al tiempo que se acurrucaba—. Y ojalá te caiga una piedra de granizo ¡¿Me oíste, grandísimo desgraciado?! Tú no te preocupas porque tienes tu calentita habitación de cincuenta tsubo.

    Kanta no conocía la habitación de Akyoushi, pero sabía que era enorme, además, debía ser segura, pero el príncipe no le dejaría entrar ni por equivocación, ni que hablar de su tío. Kanta no estaba realmente enojado con ellos, pero protestar era un modo de aligerar el peso de su corazón. Le dolía ser tan distinto a todos. Se preguntaba si algún día llegaría a ser lo suficientemente fuerte como para que le respetaran.

    Akyoushi entró a la casa tan pronto como olió la tormenta y evitó el entrenamiento de la tarde, a pesar de algunas quejas. Algunas quejas de Kanta. Los sirvientes respetaban cualquier decisión que él tomara y si quería que sus guardias comieran mierda, sus guardias comerían mierda sin protestar. Porque esas eran las ventajas de un príncipe.

    —Esta tormenta es terrible, preferiría que no lloviera durante un año —se quejó el pequeño youkai, al tiempo que le alcanzaba una toalla.

    —Si no lloviera durante un año, escasearía la comida y pronto no estaríamos matando unos a otros por un trozo de carne —contestó el joven príncipe mientras se secaba el cabello—. No tengo ganas de aguantarte. Te quejas por cada nimiedad, entonces no deberías enfadarte por los golpes de mi padre, Jaken.

    El pequeño youkai se retorció por dentro, pero no dijo nada al respecto.
    —El hijo de Inuyasha es un maleducado, quiere que le caiga una piedra de granizo.

    Akyoushi clavó sus ojos en él, mientras todavía se secaba.
    —¿Eso dijo?

    —Eso escuché… ¿Akyoushi-sama? —al instante siguiente, estaba volando por los aires en dirección al establo.

    Cayó por el techo, rodó hacia abajo y aterrizó en un charco de agua que se formaba junto al establo, mientras le llovía encima. Se levantó y caminó hacia dentro.
    —Tú, mocoso engreído —le gritó a Kanta, que se despertó confundido y lo miró—. No deberías insultar al hijo del amo.

    Kanta levantó una ceja.
    —¿Quién lo dice?

    —Pues él, ¿quién más? El hijo del amo no está dispuesto a soportar tu molestia constante, así que deberías…

    Kanta se levantó y caminaba hacia él.
    —Deberías decirle que venga y me lo diga en las narices ¡¿o le tiene miedo al agua?!

    Jaken salió volando de una patada y aterrizó en un balcón de la casa.
    Al escucharse el seco golpe, el shoji se abrió.

    —Jaken ¿estás bien? ¿Qué te sucedió? —le preguntó Rin, mientras le ayudaba a levantarse—. Entra, no te quedes ahí, te mojarás.

    —El hijo del amo y ese mocoso inepto de Kanta creen que soy una pelota.

    —Son hiperactivos, la lluvia debe tenerlos aburridos.

    —Eso no es ninguna excusa, el amo debería ponerle límites, en especial a Akyoushi-sama.

    —¿De verdad? —preguntaron desde adentro.

    Jaken se sorprendió al ver hacia dentro.
    —Sesshoumaru-sama, no sabía que estaba aquí.

    El daiyoukai estaba sentado contra una de las paredes y no llevaba haori, tan sólo una hakama gris sencilla y un kosode blanco debajo. El maestro estaba medio desnudo, ¡había llegado en mal momento!

    —Ah, Sesshoumaru-sama —sudaba frío—, soy tan inoportuno.

    —Sí ¿verdad? —lo miraba de una manera inexpresiva, un tanto forzosa, como si le estuviera teniendo una inmensa paciencia—. ¿Vienes a decir algo importante?

    —No exactamente…

    —Entonces, tal vez puedas traer un poco de sake aquí arriba —un solapado “lárgate”.

    —Sí, Sesshoumaru-sama, en seguida —salió por la primera puerta que vio, tan rápido como le permitían sus pies, pues no quería otro golpe consecutivo—. Es la última vez que entro a la habitación de Rin sin preguntar —murmuró mientras bajaba las escaleras.

    Llegó a la habitación de Akyoushi, pero ésta permanecía cerrada y el chico no estaba dentro. Jaken abrió, se sentó dentro y lo esperó en silencio, mientras suspiraba como siempre.

    Akyoushi pasó una, dos veces frente a la habitación de Sana, pero no detectó ningún movimiento, a pesar de saber que ella estaba ahí. ¿Permanecería dormida? Se sentía incómodo y Kanta estaba afuera, con su olor a perro mojado. Jaken se tardaba mucho.

    —Tal vez Kanta lo golpeó.

    Después de dar otras tantas vueltas, pasó junto a la habitación de Rin, entreabrió la puerta y la volvió a cerrar rápido, apoyándose de espaldas contra ésta, con los ojos muy abiertos y conteniendo la respiración. No había detectado la presencia de su padre, no estaba preparado para ver algo así.
    Miró de reojo a los guardias ¿Cómo diantres se quedaban ahí y no eran capaces de decirle nada?

    —Príncipe —le llamó una voz desde adentro.

    No contestó.

    —Príncipe, sé tan bien como tú que estás ahí. Así que más te vale contestar.

    Se dio vuelta de manera brusca cuando la puerta se abrió y permaneció con la vista baja.

    —¿Necesitas algo? —le preguntó su padre mirándolo desde la puerta.

    El chico levantó la vista, intentando ver a Rin dentro, luego, volvió a bajarla rápido y negó con la cabeza.

    —Ve a tus dependencias —le ordenó— y permanece ahí.

    El príncipe asintió.

    —Sí, qué.

    —Sí, padre —salió como un borrón blanco y subió a su cuarto, donde Jaken aún le esperaba.

    —¿Qué me ves? —le espetó al pequeño youkai.

    —¿En dónde estaba, Akyoushi-sama?

    —Qué te importa —entró a una de las habitaciones y se puso a mirar un libro de historia, mientras Jaken le daba vueltas alrededor. Ahora entendía por qué le habían enviado a Jaken, no precisamente para hacerle compañía. Dondequiera que fuera en la casa, había ojos que permanecían mirándolo, vigilándolo, era así desde que tenía memoria y no le molestaba, siempre y cuando no invadieran su espacio. En un palacio tan grande, no resultaba imposible tener espacio.

    —No necesito nada, vete —le ordenó, pero el pequeño youkai no se movió de su lugar—. ¿Estás sordo? Te dije que te fueras.

    —El amo me pidió que me quedara.

    Akyoushi le tiró el escrito por la cabeza.
    La escena de Rin con su padre, que siempre le había provocado una sensación agradable, inexplicablemente le había causado molestias y lo había alterado. No entendía qué le estaba sucediendo y no le gustaba no entender. Por alguna razón, le hubiera gustado borrar a su padre y quedarse un rato cerca de Rin.

    Entonces bórralo —le dijo una voz—. Es una molestia para ti, un estorbo, y además se dice tu padre, mientras te deja abandonado. Sabes que le importa mucho más Rin que tú.

    —No es cierto. Mi padre daría la vida por mí y por mi hermana.

    —¿Es lo que crees? Sabes perfectamente que si algo le sucede a la princesa dama, tu padre te abandonará.

    Se negó a creerle, pues sabía que le estaba mintiendo.
    —Son partes de mí.

    No son partes de ti, no son nada.

    Se cubrió los oídos, intentando no escuchar la voz que reverberaba en su mente.
    —Padre ayúdeme. Esta cosa…

    —No te ayudará, tú no le importas nada, para él eres menos que un insecto, igual que los humanos

    —No es cierto —se vio a sí mismo empuñando a Bakusaiga robada, asesinándolo con su propia arma y sintió un fuerte impulso.

    Sí es cierto, príncipe. Son estorbos, te oprimen. Ódialos con todo tu corazón. Dijiste que querías borrarlo, hazlo, conviértete en daiyoukai, derrótale, a él y a tu hermana mayor. Toma su lugar, te corresponde. Tendrás poder, este será tu lugar, serás libre de hacer lo que quieras, nadie volverá a oprimirte y tendrás a la princesa dama sólo para ti. ¿No es eso lo que quieres?

    —Es lo que quiero… —el deseo de poder lo invadió, una intención maligna.

    Entonces, tómalo por la fuerza. Eres incluso más fuerte que tu padre, deja fluir tus poderes sin control y destruye el orden que te oprime, el orden que él ha instaurado. Es tu derecho.

    Un pulso de poder, salido de su propio cuerpo, invadió la habitación… y las paredes y adornos relucieron, convertidas en cristal de hielo. Sintió el impulso de matar como jamás antes lo había sentido. Tomó una espada que estaba en un rincón y la desenvainó, imaginando la hoja cubierta de sangre, la sangre de su padre…
    Se levantó para cortar a Jaken, que yacía inconsciente en el suelo. Lo miró con odio y lo pateó fuera de la habitación. De repente, sentía mucho odio, sentía que la vida le había quitado algo y tenía que recuperarlo… se vio atacando a su padre y lo disfrutó…
    Se dio una patada mental.
    La espada cayó al suelo.
    La habitación convertida en hielo recuperó su apariencia normal.

    —¿Qué estoy haciendo? No puedo atacar a mi padre.

    Sí puedes —insistió la voz.

    —No lo haré —replicó con firmeza y obligó a la intención maligna a volar fuera de su mente.

    Y descubrió algo sorprendente: tenía una gran voluntad.
    Akuma no controlaría su voluntad, no a él.
     
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    surisesshy

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    JAJAJJAJJA este capi esta muy gracioso, por fin un respiro le han dado, despues de todo lo que han pasado es justo que tengan un descanso.
    Guau, que voluntad tiene akyoushi, aunque casi pierde, pero que bueno que pudo soportar, la remendada que le hubiera dado su padre XD.
    Y Jaquen y él sorprendiendo a Sesshy en cosas íntimas con Rin, que buena relación tienen ese par XD, lo que no me imagine fue a Akyoushi celoso y de su padre, Kanta tenía razón, como que le gusta Rin, aunque todavía tengo mis dudas.

    Todavía espero a saber que hará Akuma, a quién tratara de engañar y que planes tendrá con el youki de Sana, tambien espero por saber de la recuperación de esta (de verdad me tiene preocupada, en especial por las especulaciones de Kagome) espero el próximo capi con muchisimas ansias, me gustó mucho este capitulo, beys.
     
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    Asurama

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    Título:
    The Legacy
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
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    Muerte

    Rin abrió lentamente los ojos, mientras dirigía su mirada hacia la puerta entreabierta, por donde podía ver la cortina de agua, cayendo con suave tintinear en la piedra que formaba las paredes exteriores. Se perdió en la sensación del viento frío que se colaba por la rendija, mezclado con el olor de la tierra mojada y los árboles exóticos que rodeaban la casa. ¿O era ella misma quien olía como el bosque? ¿Realmente se había vuelto uno con ese lugar? ¿Era posible para su cuerpo conservar alguna esencia, algún olor, un vestigio de lo que había sido antes?

    No era posible revertir el tiempo y sus efectos, no se podían borrar errores ni acciones pasadas. No podía ser humana, salvo en su corazón. El mundo alrededor de uno podía cambiar con rapidez cuando uno cambiaba. Ella no quería creer que realmente había cambiado, quería creer que en su interior seguía siendo igual que antes.

    Durante su vida en la aldea de Kaede, se vio obligada a enmascarar su verdadera forma de ser, como un mecanismo de defensa, para poder esperar, para soportar, para no enloquecer. Obligó a su cabeza a la fría lógica para calcular las posibilidades de regresar a lo que consideraba su verdadera casa, es decir Sesshoumaru. Él la había dejado allí con el deseo de protegerla, fruto de una obsesión insana que, por suerte, nunca llegó a aflorar.
    Sólo cuando se sintió segura pudo romper todas las barreras que la ataban a un pasado lleno de rostros humanos hostiles. Al irse ese miedo, ese rencor, dejó de rebelarse contra el orden que era. Y comprendió cosas que antes no había entendido.

    Pero entonces ya era muy tarde, estaba bajo la influencia de Akuma, con su negra oscuridad recorriendo cada parte de su cuerpo, cada parte de su alma, como si se tratase de un veneno que se arrastraba y dolía y que lo corrompía todo. Deseando con todo su ser destruir todo el orden, todo lo que antes había tenido. Y todo lo que alguna vez fue amor, se convirtió en odio. Antes, jamás se creyó capaz de sentir odio, su naturaleza era compasiva.

    Miró una de sus manos pálidas, las manos con las que alguna vez había intentado asesinar a Sesshoumaru.

    Había querido detenerse, lo había intentado, pero su mente y su cuerpo eran herramientas de ese demonio oscuro. Una marioneta. Jamás se hubiera detenido por sí misma. No era ella quien odiaba el orden existente, sino la oscuridad que la había poseído y obligado a atacar a los suyos, haciéndole falsamente creer que lo hacía de propia voluntad.

    Pero qué tonta, de propia voluntad, jamás habría cometido esas atrocidades, no estaba en su naturaleza destruir.

    Rin, intenté atacar a Kagome y herí gravemente a Inuyasha —le dijo en una oportunidad Sana, en el estado de semiinconsciencia en el que había permanecido desde el regreso—. ¿Cómo pude siquiera tocar a Kagome? ¡Tú la amas! ¿Cómo pude traicionarte? ¿Y cómo fui capaz de traicionar a mi propio Clan? —se oía culpable y aterrada, se detestaba a sí misma. ¡Ella había sido entrenada para proteger al Clan, no para destruirlo!

    No te asustes, Sana-sama —intentó tranquilizarla—, la naturaleza del sombra es destruir el orden, pero asimismo la naturaleza del inuyoukai es proteger lo suyo.

    Rin sabía que no era Sana. Era Akuma. Quería creer que, luego de conseguir aquello por lo que había peleado, Akuma se alejaría para siempre y no volvería a aparecer, que su influencia había abandonado a Sana y ya no era capaz de corromperla, pero no estaba del todo segura.

    —Sesshoumaru-sama… —murmuró.

    Un murmullo fue la respuesta.

    —¿Cree qué la Oscuridad tiene aún influencia en mí? ¿Cree que puede alimentarse de mí y así regresar? Nunca debí estar aquí, no merezco la vida que me ha sido dada.

    —Rin —su mirada era… de consternación.

    Su corazón le diría que su lugar estaba allí, con ese Clan, pero estaba obligando a su cabeza a la lógica fría, y la lógica le decía que ella, por mucho que quisiera, no merecía estar ahí. No si era la puerta que traía a Akuma de regreso.
    —Siempre me convierto en una amenaza para todo aquel que me rodea, parece ser algo fundido con mi naturaleza, atraigo a la desgracia como la muerte a los rapaces.

    —¿Qué dices? —no era común que ella se culpara, ni que hablara con esa frialdad.

    —Soñé que vivía en una aldea tranquila, donde los niños corrían y jugaban y todas las personas vivían sus vidas sin mayores sobresaltos. Era un joven humano quien me ponía flores en el cabello si íbamos alguna vez al campo. Yo disfrutaba de entretenerlo y acompañarlo a menudo al templo del pueblo. Mis padres estaban conmigo y les ayudaba con frecuencia a labrar la tierra, y mi hermano vivía junto a su esposa y a su hijo, en una casa que lindaba a la mía. Pronto iba a casarme —cada palabra era como una piedra en el estómago del daiyoukai, pero permaneció en silencio, escuchando—. Una tarde, mientras bajaba de la aldea para buscar algunas hierbas, escuché gritos y regresé asustada a la casa de mis padres, pero la encontré vacía. Desde dentro, una manada de lobos salvajes saltó hacia mí. Intenté correr, pero uno me atrapó. Caí de espaldas y vi cómo me destrozaba. Grité. Nadie vino en mi ayuda.

    —Esos son tus miedos —le aseguró—. No son reales, no es él. No permanece aquí.

    Lentamente volteó el rostro hacia él y lo miró a los ojos.
    —No puede estar seguro.

    —No puede permanecer donde prevalece la luz, es lo que me dijeron los Antiguos.

    —Gusta de atacar desde el secreto

    —Pero no puede destruir a la luz, perteneces a la luz, no puede destruirte.

    Ella frunció el ceño.
    —¿Y a Shiroihana?

    Él se incorporó y permaneció en silencio. Donde antes todo estaba completo, ahora había un profundo vacío. La miró. Rin estaba esperando una respuesta, una concreta.
    —Ella es de la oscuridad.

    Rin se sentó con brusquedad y permaneció con la vista fija en el vacío y el rostro impasible. No permitiría que una sola lágrima se derramara de sus ojos, debía ser fuerte justo ahora. Si un sombra la encontraba débil, intentaría destruirla. De la oscuridad. Siempre lo había sabido. Cerró lentamente los ojos y dejó que el dolor se fuera retrayendo, hasta convertirse tan sólo en una fina línea punzante en el fondo de su corazón. No sabía que, con este cuerpo, era capaz de sentir dolor. Pero ese era un dolor que iba más allá de lo físico, aunque no se reflejara en sus facciones.

    —Es mi culpa…

    —No es culpa de nadie —la interrumpió el daiyoukai.

    De la oscuridad. Siempre lo había sabido, pero no podía cambiarlo.
    —Sesshoumaru-sama también es de la oscuridad. Y Akyoushi.

    Ellos no tenían influencia alguna de Kuroika. Sesshoumaru y Akyoushi podían tener un gran corazón y mucha bondad, pero como todos los youkai macho, tenían dentro un demonio deseoso de sangre y muerte, un demonio interno lleno de poder, capaz de una gran destrucción, que se mantenía oculto gracias a la voluntad. A eso se le llamaba “pertenecer a la oscuridad”.
    Pero el demonio que escondía Sana poco tenía que ver con su sangre de youkai. El demonio que le daba poder a su mente, pero destruía a su cuerpo era la Oscuridad misma. Siempre había existido en su interior algo capaz de destruir el orden, Rin lo supo desde la primera vez que tocó su mente y sintió ese frío de muerte. Pero aún así la amaba, no había manera de que la detestara o abandonara.
    Se había opuesto a que el maestro la asesinara nada más nacer, la había sobreprotegido, habría estado dispuesta a morir en su lugar, hacer cualquier cosa para que Sana siguiera viviendo.

    —Sesshoumaru-sama, las paredes tienen oídos —murmuró en un tono casi inaudible—. Sus súbditos le odiarán si saben que ha elegido como futuro líder a un ser con la capacidad de destruir el orden.

    —Confío en su control. Cuánto más deberías confiar tú.

    Habían tenido la misma discusión poco después de que Akyoushi fuera abandonado por su madre. La sola existencia del niño lo había cambiado todo. Él era menos peligroso que Sana, y tal vez más apto, aún careciendo de las habilidades natas para controlar el viento, Rin lo sabía perfectamente. Pero no podía ni quería abandonar a Sana sólo por algo así.

    Un viento fuerte sopló en el interior de la habitación a través de la puerta entreabierta y apagó el fuego de las antorchas que iluminaban las dependencias, dejándoles a oscuras. Un relámpago lo iluminó todo con un brillo plateado por unos instantes, dándole a los ojos del maestro su color real: rojo intenso.

    —Yo, como portadora del abrumador poder de los Sombra ¿podría llegar también a destruir el orden? —la sola idea la aterrorizaba.

    —Ha pasado mucho tiempo desde eso. En ese entonces no eras consciente de lo que estabas haciendo. Los sombra no podrían engañarte, ni controlarte, tienes tanta voluntad como un daiyoukai —sonaba seguro, confiado—, tuviste un mano a mano con la muerte y le ganaste… pero aún así debes permanecer oculta de ellos, podrían querer reclamarte, lo han querido desde que caíste al Meikai.

    Ella agachó la cabeza y se cubrió el rostro. Luego de un incómodo silencio, lo miró. Qué vergüenza, perseguida por esas cosas. Cuando era humana, un rey sabio le había dicho que se cuidara y cuidara a los suyos, porque la seguía la Muerte.
    Y su familia murió y se vio obligada a alejarse de sus amigos. Y fue cazada por lobos y herramienta de Inu no Taishou. Y fue instrumento de control de Naraku y peón de Akuma.
    Nunca pensó que semejante sentencia podía volverse tan literal y atroz.

    Ella creía haber ganado la batalla… pero nada le aseguraba que la Muerte ya no rondara, buscando la revancha.
     
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    surisesshy

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    Pobre Rin, no tenia idea de ese sufrimiento que la embargaba, es duro ser perseguiuda por la muerte y más por el enemigo, suerte que Sesshomaru está ahi para consolarla y no dejar que las sombras vuelvan a controlarla, deve sentirse muy humillada.

    Como siempre manejas muy bien los sentimientos de cada personaje, aunque de una manera un poco cruda a veces, pero me gusta. Este a sido un capitulo muy oscuro, propio de ti, que no pintas todo de rosa, me ha gustado saber lo que siente Rin y lo que piensa, ha sido un capitulo muy deleitable, espero el próximo con ansias y sabes que yo te apoyo, beys.
     
  11.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    hola!!!quiero acusarte del hecho de que quieres hacer que todos los que lean esta historia se hagan emos!!
    sufrimos con rin su dolor!!!pobre niña!!!!!jajaja lo del emo es en el buen sentido de la palabra ehh!no pienses mal!
    bueno retomando el tema, debe ser horrible el hecho de permancer para siempre oculta en las paredes de un castillo, es peor que morir o al menos yo lo creo asi
    lo que aun me retuerce las entrañas es que ella haya sido capaz siquiera de haber pensado en no tener a sus hijos!!!como pudo ser capaz de asesinarlos!!!!
    solo por ser medios demonios!!no debia haber hecho eso!!despues de todo fue la responsabilidad de ambos el haberlos engendrado o no es asi???eso es horrible!!!y aun peor multiplicado por dos!!y como a Sana si la dejo vivir??de ser una buena madre el amor no hace difereneca entre sus hijos o al menos eso pienso yo!!
    espero leer nueva conti!!!!gran capitulo!!Expresaste el sentir de rin muy bien!!
    XOXO
    bye!!
     
  12.  
    *Kurayami*

    *Kurayami* Usuario común

    Leo
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    Hola, soy nueva en el fanfic :3 no tengo muchas palabras para expresarte todo lo que me llevó a sentir lo que escribiste. Me gusta tu manera de redactar, también cómo describes la personalidad de cada uno de los personajes, en verdad te puedes imaginar cómo son, no les cambiaste nada~ y a los nuevos, realmente se pueden comprender.
    Quisiera saber qué es o qué busca Akuma realmente, después de todo en un episodio mencionaste que Sesshoumaru sabía lo que quería, y también descubrió que Inuyasha lo había olvidado, por lo que ya no recordaba cuál era su objetivo.
    Debe ser difícil dejar toda una vida atrás, pero no creo que Rin se sienta mal por eso propiamente, sino como lo mencionó .__. que trae la desgracia a los que le rodean... y le teme a su propia existencia, que cause algún daño.

    Me gustaría que Kanda y Akyoushi puedan tener una relación de primos más abierta, sin tantas restricciones n...n pero me quedé con una duda... en un principio muestras a Kanda interesado en Sana... pero después pusiste que está enamorado de Shinju... y que Sana se quiere casar con él... [​IMG]


    Esperaré ansiosa la continuación... por cierto, ¿Cuánto tiempo tardas en hacer capítulo?~~
     
  13.  
    Asurama

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    Cáncer
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    Hola, me alegra leer tu comentario, de hecho, me sorprende cuánto debe prenderse una persona para leerse mi fic en dos días. Jejeje, no estaba actualizando porque quería darte tiempo de publicar tu comment junto con las otras.
    Para hacer un capítulo, en buen estado de ánimo tardo aproximadamente cuatro horas. Si no estoy muy bien, tardo unas diez horas reloj (cinco un día, cinco el siguiente). Los capítulos normales de mis libros y cuentos tienen mínimo doce páginas legal de Word, pero como cuando empecé a escribir TL no había mucha gente amigada a la lectura, debí hacer capítulos cortos. Es decir que tardo menos y salen más rápido.
    La razón por la que describo bastante bien a los personajes es porque todo ocurre como si de verdad estuviera viendo la serie en mi cabeza, así que sólo trato de describir lo más detalladamente posible aquello que hay en mi cabeza, para que esté también al alcance de ustedes. Por otra parte, mi fic debe ser creíble. En "Eclipse Total", la precuela de The Legacy, tuve algunas críticas con el personaje de Rin, como que le hacía mucho OoC T_T
    Akuma lo que quiere es destruir el Orden. O lo que sería lo mismo, generar Caos y Sesshoumaru es un "pequeño" obstáculo en el camino, mas no el único. En Eclipse Total, Akuma se las agarra primero con Kagome, razón por la que Inuyasha "debería" recordar quién es, pero, como ves, le han borrado la memoria...
    Sobre el conocimiento de Sesshoumaru: En Eclipse Total, una misteriosa youkai de nieve (la mamá de Akyoushi) le enseña mucho sobre Akuma y los suyos, por eso Sesshoumaru sabe bastante.

    En cuanto a Akyoushi y Kanta, tienen una relación tan abierta como puede tener un youkai con un humano (con sangre de youkai, pero humano al fin). No creo que a un príncipe youkai se le enseñe a confraternizar con humanos y hanyous.
    En cuanto a lo de Kanta y Sana... ahí hay un solapado interés mutuo, pero tampoco olvides que, en la aldea, Kanta hizo "algo" con Shinju, así que no puedes pedir que no sienta algo por ella, jejeje...

    Luchy te saluda.
     
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  14.  
    Asurama

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    The Legacy
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    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    3118
    Este capítulo iba a ser en verdad diferente, pero preferí no hacer esperar a mis lectores

    ¿Lazo fuerte?

    Akyoushi estaba atento a todos los estímulos que le rodeaban, alerta, de espaldas contra la pared y las piernas recogidas. Una mano en el suelo, para levantarse rápido. Llevaba las muñequeras y botas que había tomado de las armaduras, a pesar de saber que no estaba bien hacerlo dentro de los límites de la casa.
    Contaba una a una las campanadas del toque de queda. Aún faltaban algunas horas para que el sol se levantara, pero él no había dormido. Estaba esperando atentamente. Creyó escuchar sonidos de pasos que se acercaban a sus dependencias, pero estaba absorto en las campanadas. La décima se hizo oír. Contó en voz alta.
    —Tres… dos… uno…

    Saltó hacia la ventana del jardín y miró hacia abajo.

    —¡Oye, inuyoukai bastardo, te vas a podrir ahí arriba! —le gritó Kanta. Le había ganado por unas décimas de segundo. Seguro se había levantado antes y había corrido la vuelta de la casa, con los guardias oni yendo y viniendo.

    —Cállate la boca, eres un tramposo.

    —Ni madres, casi rompo el récord….

    —…Será el récord en estúpidos

    —…¿Que no ves que yo…?

    —Te voy a enseñar lo que les pasa a los mentirosos —se subió al marco de la ventana y puso un pie para dar el salto…

    —Akyoushi —lo sujetaron de un pie y lo jalaron hacia atrás, cayendo de bruces al tatami.

    Se quitó el cabello de la cara, se levantó y miró hacia arriba. Se empequeñeció al ver a su padre. La presencia del hanyou realmente lo había distraído.

    —¿Qué estabas haciendo?

    Akyoushi se levantó.
    —Nada.

    —¿Nada? —pronunció su padre con cierto cinismo—. ¿No hacías nada? Desde cuando saltas por la ventana y te escapas antes del toque de queda.

    —Lo siento, padre, yo no pensaba…

    —¿No pensabas salir? Más te vale que no vuelva a verte.

    El chico inclinó la cabeza.
    —Como ordene —no acostumbraba realizar juegos raros o peligrosos con Kanta, pero le había parecido bien probar la viveza de cada uno bajo situaciones de presión.

    —Y no puedes… —antes de que terminara de hablar, su hijo pequeño salía disparado por la ventana que daba al jardín y aterrizaba cerca de Kanta, demasiado cerca para su gusto. Contuvo un suspiro y se giró en dirección a la puerta del cuarto.

    —No te preocupes —cuchicheaba el hanyou—. Dijo “que no vuelva a verte”, eso significa que estará bien mientras no te vea…

    Sesshoumaru se giró en el acto y se apoyó contra el borde de la ventana.
    —¡Kanta!

    El hanyou se empequeñeció y retrocedió en el acto, separándose de su hijo. Akyoushi se dio la media vuelta y lo miró, le dijo algo en un dialecto que no conocía, tal vez perteneciente al Norte, pero Kanta pareció entenderlo y le respondió algo sobre esperar. Kanta se acercó invadiendo su espacio, pero Akyoushi lo hizo a un lado de un empujón brusco, poniendo así entre ellos la distancia de varios pasos. De todas maneras, el hanyou volvió a intentar acercarse, pero el príncipe lo evadió ayudado por su gran velocidad y apareció justo a su izquierda. Kanta rió y murmuró algo sobre hacer trampas. Se dio la vuelta e intentó de nuevo acercársele. Akyoushi volvió a evadirlo y esta vez, se posicionó a su izquierda, casi a sus espaldas. Se inclinó y miró al hanyou como un gato que mira con curiosidad a un ratón, inclinando la cabeza y haciendo alguna clase de pregunta. Se giró sobre sí mismo y corrió en dirección al otro ala con la velocidad que le era propia, mientras Kanta corría justo detrás de él, intentando inútilmente alcanzarlo.
    Sesshoumaru se les quedó mirando todo el tiempo desde allí arriba, sin que a ellos pareciera realmente importarles. Cuando ellos se perdieron de su campo de visión, salió por la puerta del cuarto contiguo y buscó otra ventana, que diera a la plaza. Cuando el terreno giraba hacia la plaza, había un cambio brusco. Una plataforma larga dividía al palacio casi perfectamente por la mitad y cerca de la plataforma había una pendiente, que pertenecía al propio terreno. Akyoushi dejó de correr al legar allí, frenándose de golpe. Kanta por supuesto no lo vio y cayó sobre él, empujándolo rodando ambos hacia abajo de la pendiente. Akyoushi quedó tirado de lado, con el cabello nuevamente alborotado y Kanta había caído de bruces sobre él, cruzado contra su cuerpo. Se levantó rápido ante la posibilidad de que Akyoushi le golpeara para quitárselo de encima, al tiempo que éste levantaba el torso, ayudado de sus manos y reía. Kanta también rió, aunque de una manera mucho más escandalosa. Akyoushi no parecía acostumbrado a demostrar realmente a los otros lo que sentía, aunque permitiera que se vislumbraran sus emociones.

    Sesshoumaru se hizo hacia atrás y casi sacudió la cabeza. Los youkai no nacían con emociones y era más, su primer instinto era matar. Mataban a sus padres o hermanos, o bien a sus presas y así se preservaban. Incluso era probable que Akyoushi hubiera intentado asesinar a su madre ni bien ver la luz y por eso ella lo hubiera rechazado. Sólo conservaban con vida a aquel con el que crearan el Lazo. Pero estaba riéndose y revolcándose con un sucio y apestoso hanyou. ¿Cómo podía? ¿Era posible que Akyoushi tuviera un lazo con Kanta? Miró hacia abajo y la idea le revolvió el estómago.

    Cuando había decidido traer a Kanta, no sabía que podía ocurrir eso, o más bien, lo sabía, o sabía que era muy probable, pero no había querido aceptarlo y evidentemente, no le era muy fácil de dirigir ahora. Kanta había salido de Inuyasha y era parte de él. Pero era más humano que otra cosa y sentía y actuaba como los seres humanos, tenía instintos dormidos, valores diferentes, ideas temerarias que rebelarían a cualquier youkai. Era diferente aunque para algunos humanos pudiera parecer un inuyoukai a primer golpe de vista.
    Volvió a sacudir la cabeza. No, no podían tener realmente un lazo. La vida de Akyoushi no dependía de la de Kanta, ni tampoco era al revés. Era obsesión, algún tipo de rebeldía… ¿una cosa a oscuras que él no estaba viendo?

    Volvió a mirarlos. Parecía como si estuvieran peleando, pero en realidad, era como si jugaran. No se golpeaban realmente y parecía que nunca lo hacían, más bien intentaban hacer que el otro perdiera el equilibrio. Entrenaban separados del resto de la guardia, nadie quería acercarse al hanyou. Era como si ambos se hubieran vuelto invisibles para el resto de los habitantes. Rara vez acostumbraba mirarlos durante los entrenamientos y realmente no les entendía. ¿Tal vez ellos se entendían en alguna clase de código diferente al resto de los youkai? Creyó que enfermaría si seguía mirando.
    Salió de las dependencias de Akyoushi y comenzó a subir por las escaleras para ir a sus propias dependencias. Cuando estaba a punto de llegar, vio a Rin en la puerta.

    —Sesshoumaru-sama, creí que ya estaría aquí —se excusó.

    —¿Qué hacías aquí?

    —Quería consultar algo con usted.

    Sesshoumaru la miró, avanzó y abrió de un tirón la puerta, pasó a la habitación.
    —Claro, entra.

    Rin miró a los guardias que estaban parados cerca de ella y luego entró tras los pasos del daiyoukai. Miró las cosas que la rodeaban. Tal vez la más impresionante de todas las habitaciones era la del maestro. Las columnas estaban talladas en caracteres usados sólo por los antiguos, las pinturas de las paredes contaban miles de historia y los rostros dibujados en ellas parecían tener vida propia, efecto que siempre se magnificaba con el fuego. En un rincón estaba una de las armaduras más resistentes. Había sido hecha con la piel de una criatura marina de más de miles de años y había sido regalo del Este al anterior Inu no Taishou, cuando ambas tierras conservaban buenas relaciones. Éstas se rompieron luego de la muerte de Inu no Taishou y el traspaso inmediato del mando al príncipe Sesshoumaru. Al parecer, muchos de las familias más prestigiosas pertenecientes a otras tierras se escandalizaron, no tanto por él, sino más bien por la “dudosa” elección que había hecho su padre. No le consideraron digno. Rin se cuestionó qué era lo que hacía a los grandes líderes “dignos”. A los youkai sólo les importaba el poder y, desde sus puntos de vista, los humanos no poseían ninguna clase de poder.
    Inuyasha le diría que no, que el mayor poder que él ostentaba provenía de su corazón humano, que los humanos que estaban con él mostraban una fuerza que para un youkai sería inconcebible. Rin ponía en duda eso, sabía lo fuerte que podía llegar a ser la voluntad de un youkai cuando éste se lo proponía, aunque dicha voluntad no se comparara en nada a los sentimientos de los seres humanos.

    —Sesshoumaru-sama…

    Hubo un largo silencio mientras él recogía rápidamente un pergamino escrito en tinta de fuego. Parecía como si no quisiera que ella lo leyera. La tinta de fuego no era usada comúnmente, se hacía de sangre de salamandra y tenía la particularidad de quemar los pergaminos en el instante mismo en que éstos terminaban de ser leídos. No tenían una larga vida. ¿Malas noticias? ¿Le ocultaba malas noticias?

    —Sesshoumaru-sama, deseaba saber cuál es el verdadero estado de Sana, anoche he ido a verla, pero no me ha hablado. Casi no ha hablado en los últimos días, aunque parece consciente ¿En verdad ha recuperado su fuerza?

    Sus ojos fueron al pergamino que el amo acababa de recoger, sintió que tenía que hallar la forma de leerlo antes de que se autodestruyera. Él parecía no escucharla mientras intentaba llevarse el pergamino. No debía haberlo dejado ahí, donde ella pudiera verlo.

    —Permanece estable, aunque no del todo consciente.

    —¿Es esa la verdad?

    —El youryoku es lo que le da a un youkai poder. Aunque sus poderes psíquicos permanecen fuertes, no ha recuperado su poder espiritual.

    —¿Puede moverse?

    —Estoy seguro de que puede, y puede salir en el momento en que desee. Acaso cree que por el hecho de no moverse sus poderes regresarán, como la fuerza a un humano después de una noche de sueño.

    Akuma no había podido dejarla vacía porque ella tenía un poder psíquico muy desarrollado y eso la mantenía viva, era como si hubiera quedado suspendida en el aire en medio de una larga caída. Si el afectado hubiera sido Akyoushi, seguramente habría quedado como una cáscara vacía, realmente hubiera muerto.
    Sin embargo, sus poderes no regresarían mientras Akuma no fuera drenado del mismo, sin importar que decidiera permanecer en la semiinconsciencia.

    —Y no se recuperará así, ¿verdad? —volvió a preguntarle ella—, permanecerá así mientras Akuma esté libre allá afuera ¿verdad?

    Sesshoumaru la miró por menos de un segundo y tiró el pergamino en un cubo con agua, soltando una humareda blanca que escapó por la ventana más cercana. La tinta de fuego tenía también la capacidad de apagarse con el agua, aunque, al recuperar el pergamino, probablemente éste estaría en blanco.
    Rin, frustrada, miró por un momento hacia otro lado, intentando no ver que el maestro leía las letras que se escapaban por la ventana junto con el humo. Le hubiera gustado nacer como youkai de viento en lugar de humana, así también tendría semejantes capacidades, pero no era que envidiara los poderes de los inuyoukai.

    —¿Qué significa, Sesshoumaru-sama?

    —Significa que no puede controlar el viento, no puede asumir su verdadera forma y está enjaulada dentro de ese cuerpo, no puede liberar la energía suficiente para un ataque certero… y no estoy muy seguro de que sus colmillos puedan producir veneno lo suficientemente fuerte como para defenderse.

    Rin lo miró con los ojos abiertos y luego fue bajando lentamente la vista. Seguramente el maestro la consideraría débil si parecía que no era capaz de soportar aquello… pero la verdad era que le dolía, por mucho que lo soportara.

    —Sesshoumaru-sama, se ve preocupado —lo aguijoneó.

    Él volteó a verla.
    —No lo estoy.

    —Ah, tal vez… —caminó lentamente hacia él y luego lo rodeó por la derecha.

    Él siguió sus movimientos con la mirada atenta, mientras ella caminaba a su alrededor con ese paso tan grácil y lento ¿cómo alguna vez había podido irse sin contemplaciones tras esa bruja de ojos celestes? ¿estaba enfermo o qué?

    —…supongo que me equivoqué —murmuró ella, sonriendo con picardía.

    ¿Cuándo se equivocaba ella? Ella nunca solía equivocarse en lo que a emociones respectaba…

    —No pasa nada grave.

    —¿En verdad, oyakata-sama?

    Sus labios apenas se curvaron en una sonrisa.
    —Estarías enterada.

    —¿De verdad lo estaría? —estaba parada a su izquierda y lo miraba con la cabeza de lado, cayendo su cabello como un paño de seda oscura, de color indefinido.

    —Por supuesto.

    —¿Y dé qué hablaba ese pergamino?

    —La familia del sur parece estar un poco… —buscó la palabra— inquieta por las noticias que ha habido desde otros territorios.

    —De verdad no está usted pensando visitar las islas del fuego ¿o sí? —fue invadiendo su espacio personal cada vez más, sin que la sonrisa se borrara de sus labios o de sus ojos.

    —No podría, como está la situación exactamente ahora —fue bajando la mirada hasta ella, hasta su cuello apenas visible bajo el junihitoe de tonos verdes y ocres y luego volvió a encontrar sus ojos vidriosos.

    —Deberíamos hablar así más a menudo ¿no cree, oyakata-sama? —estaba prácticamente pegada a él.

    —No estoy muy acostumbrado —mintió.

    —¿Sus cortesanas opinan igual?

    —Opinan lo que yo les diga.

    —Pobres, necesitan un poco de voluntad propia —deliberadamente le puso una mano en el brazo.

    —No en lo que a mí se refiere —caminó hasta el otro extremo de las dependencias y subió las escaleras que llevaban a la plataforma. Desde allí pudo ver a Kanta, que seguía “jugando” con Akyoushi, si se podía llamar así.

    —Mira eso. ¿Cómo puede? Es antinatural.

    Ella se puso una mano en la boca y miró en otra dirección, “tosiendo” nerviosamente.
    —A mí me parece que no está mal. A Kanta le gusta estar aquí y relacionarse con los otros.

    —Está echando a perder a Akyoushi —Kanta había empezado a morder la manga de la ropa de Akyoushi, mientras éste intentaba zafarse—. ¿Sabes lo que ha hecho esta mañana? Intentó escaparse por la ventana de su cuarto antes del toque de queda. No puede hacer…

    —No debería preocuparse tanto, él está bien. Sólo mírelo.

    Sesshoumaru volvió a mirar atentamente hacia abajo. Tal vez Kanta parecería un inuyoukai más si no fuera por su torpeza y falta de juicio, y por su apestoso olor. No, se negaba a creer que estuviera bien.

    —Si Kanta no fuera hijo de Inuyasha, yo…

    —Sesshoumaru-sama, yo no creo que haya nada malo en él. Kanta es muy noble, al igual que sus padres.

    Sesshoumaru resopló, completamente en desacuerdo, no porque no fuera cierto, sino porque Inuyasha y Kagome no le agradaban en cierto modo. Sólo que se sentía obligado a protegerle porque, le gustara o no, ambos provenían del mismo sitio.
    —¿Quieres escuchar lo que te estoy diciendo?

    —Le estoy escuchando, Sesshoumaru-sama.

    —Debería dejar sus jueguitos infantiles, en los años de su madre, se supone que es un adulto. Siempre ha sido flojo. El príncipe no debería aprender eso, bastantes libertades se ha tomado al escaparse cada vez que le doy la espalda.

    —Entonces debería aprender lo correcto, no perder a sus amigos.

    —No necesita a un hanyou como amigo.

    Él había peleado cientos, miles de veces con Inuyasha y siempre le había tratado de inferior, sin embargo, Kanta y Akyoushi no parecían notar que había diferencias entre ellos. No se detestaban tampoco, ni competían. Pensó que tal vez un hanyou sería lo suficientemente obstinado como para competir y detestar a los miembros de la familia, pero no había odio en él, ni resentimiento, no pena, no envidia, no dolor. En cambio, su actitud se parecía bastante a la dicha.
    ¿Dicha estando con un inuyoukai?
    ¿Realmente Akyoushi disfrutaba estar tan cerca de un hanyou?

    Ella lo tomó del bazo y se acercó más al borde de la plataforma.
    —¿Está completamente seguro, oyakata-sama? Si desea saber cómo yo lo veo… —entrecerró los ojos y miró hacia abajo, casi con cierta… ternura— …como una oportunidad para aprender a sentir emociones. Tal vez Akyoushi no naciera con emociones, son pocos los que las tienen… pero es posible que las haya desarrollado justo después de conocer a Kanta. Y aún si no les uniera un verdadero lazo, posiblemente guarde el recuerdo de una amistad, aún si Kanta debiera partir algún día.

    Sesshoumaru estaba con los ojos muy abiertos. Un lazo, aquel era un lazo. No era posible, puesto que no eran hermanos de sangre… pero aún así les unía un lazo… y tal vez ese lazo le estaba dando emociones a Akyoushi. Miró a su hijo, que parecía impasible. No era bueno, no era bueno todo aquello, sufriría.
     
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  15.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

    Escorpión
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    En serio, me he reido de lo lindo en la primera parte, no pensé que Akyoushi fuera capaz de eso y kanta es peor, a sabiendas de que Sesshomaru le prohibe estar con su hijo, lo hase sin ningun temor, ciertamente, eso es amistad, aunque Sesshomaru no quiera aceptarlo o no le agrade, esepro y no haga una locura con el pobre de Kanta.

    Rin es un tanto curiosa o ¿sera preocupación? Sea lo que sea, sabe seducir muy bien, ni yo lo hubiera hecho mejor XD, pobre daiyoukai, lo que tiene que soportar todos los días con ella, aunque bien se sabe que esa tortura le agrada, creo que no tubo intimidades con ella ahí mismo porque estaba preocupado demasiado en Akyoushi y su "lazo" con Kanta. Yo tampoco puedo creer, Sesshy sama, cómo pudiste fijarte en otra mujer teniendo a la preciosa Rin a tu lado.

    Definitivamente, ha sido un buen capitulo, aunque ahora me apena muchísimo el estado de Sana, espero y pronto pueda recuperar su poder y así Sesshomaru no termine despreciandola por ser debil, aunque como padre, no creo que haga eso ¿o sí? Sesshoamru es un ser muy misterioso para mi, y en esta historia, toma giros bastantes inesperados por mí, espero el proximo capitulo con ansias y sabes que te apoyo, beys.
     
  16.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    jajajaja este capi estuvo muy bueno!!!
    kanta y akyoshi jugando como locos!!!ay se les aparecio el diablo a ambos!!!!
    ya me imagino el terror que daba por verlo!!!pero les valio madres!ellos siguieron jugando!!
    a mi se me hace que en realidad sesshomaru nunca a odiado a inuyasha, mas bien es el miedo de formar lazos con ellos
    pero aun asi es bastante notable el hecho de que los protege y a llegado a respetarlos!!
    solamente es el hecho de que jamas tuvieron la oportunidad de tratarse mas a fondo, porque nunca se tuvo la oportunidad!!!
    espero la conti pronto!!
    XOXO
    bye!!
     
  17.  
    *Kurayami*

    *Kurayami* Usuario común

    Leo
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    Estuvo hermoso, yo también me reí en partes al no contener mi emoción, me sentí feliz, sentí ternura... Akyoushi seguramente ya hasta tiene un lazo muy fuerte con Kanta, me hace sentir muy alegre... aunque no sean hermanos seguramente se ven como unos n....n claro, incluyendo el valor de la amistad.

    Espero que Sesshoumaru acepte el hecho de que se tienen afecto el uno al otro, haa n//n suena como una pareja, pero sé que no lo es o.ó!! aunque me agrada su amistad, Akyoushi puede ser con él como es realmente, es tiempo de que Sesshoumaru acepte que la amistad no comprende raza, género o clase social.

    Espero el siguiente episodio... me pareció extremadamente tierno [​IMG]
     
  18.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Escritora
    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    4042
    Aquí traigo un nuevo capítulo, aunque es posible que haya algunos errores de coherencia.​
    De todos modos, espero lo disfruten​
    Aprendiendo

    Era ya el atardecer y pronto deberían despedirse, así que quería aprovechar las pocas horas de luz el mayor tiempo posible, pero aquel día, Kanta se mostraba esquivo. Era comprensible, aquella era la primera noche del mes y él iba perdiendo lentamente aquel olor de inuyoukai que tanto le caracterizaba. Al igual que Inuyasha, perdía sus poderes mágicos en las noches en las que desaparecía la luna.

    Estaba sentado en un rincón, cortando y dando forma a un trozo de madera, con un cuchillo algo viejo. De pronto, una daga se clavó cerca de su pie. Tenía un mango dorado y fino, enjoyado y cuidadosamente labrado.
    Levantó la vista y se encontró con el príncipe.
    —Akyoushi, ya es tarde.

    —Me sorprende que, habiendo llegado a la edad adulta hace tanto tiempo y teniendo a Tessaiga en tu familia, aún no seas el portador —dijo mientras miraba el cuchillo que usaba Kanta.

    —No mientras mi padre viva y la necesite —dejó caer el cuchillo y tomó la daga de Akyoushi, todo príncipe escondía una. La miró por todos lados y luego siguió tallando el trozo de madera, hasta que consiguió terminar de darle la forma de un inuyoukai pequeño.

    —Te ves preocupado.

    —No lo estoy.

    —¿Qué es eso? —preguntó mientras veía la figura de madera.

    —Es un regalo —lo levantó para poder mirarlo mejor y darle unos acabados—. Mi madre está embarazada desde hace dos meses.

    —¿Eso significa que traerá al mundo a un engendro molesto y maloliente como tú? ¿Y en quince años mi padre le traerá a molestar con su peste?

    —Sin dudas será peor que yo —lo indicó con la punta de la daga—, no sólo te molestará a ti, también me molestará a .

    —Disfruta del poco tiempo que te queda sin competencia.

    —Mi madre cree que será una niña y que no competirá conmigo.

    El príncipe negó con la cabeza.
    —No voy a jugar con una niña.

    —En un par de años, tus preocupaciones serán otras —se puso de pie, se sacudió el polvo de manera brusca y entró al establo.

    El inuyoukai miró en su dirección.
    —Luces diferente.

    —Por supuesto, estoy cambiando —salió su hosca voz desde adentro.

    —No es eso a lo que me refiero. Pareces otro desde que viniste —entró y vio a Ah-Un en la primera caseta y acarició una de las cabezas.

    —Mala suerte para ti, porque sigo siendo el mismo. Sólo tengo más experiencia, he vivido cosas distintas desde que no estoy aquí —se sentó en un rincón, en el fondo del establo.

    Akyoushi le miró desde su sitio.
    —¿Te follaste a una humana o qué?

    Kanta se mordió la lengua e intentó desviar la mirada.

    El príncipe le miró con asco.
    —Eres un cerdo.

    Kanta intentaba no mirarle. Las líneas de su rostro pronto se perdieron, su cabello fue oscureciéndose hasta volverse negro azulado, como el de su madre y sus ojos se volvieron más oscuros de lo normal.
    La primera vez que Akyoushi vio aquello, se llevó un buen susto, pero a estas alturas, estaba por demás acostumbrado.
    —Apestas —pero nunca se acostumbraría al olor.

    —Sólo vete. Ruego que Kuroika no venga hoy. Me matará.

    —Eres un idiota —Akyoushi sabía que no importaba qué hiciera Kuroika, él no dejaría que le matara, nunca volvería a tocar a su primo, antes tendría que pasar por encima de su cadáver.

    Permanecieron en silencio en aquella penumbra, mirándose el uno al otro, mientras los mononoke del establo se gruñían unos a otros. Akyoushi le dio deliberadamente la espalda y se sentó en la puerta, mirando hacia fuera a través de una grieta en el alero del techo. La luna nueva podía verse con claridad a los ojos de un youkai.

    —Tuve un sueño raro —murmuró con el rostro impasible y la mirada perdida en el vacío—. Soñé que mi honorable hermana era contaminada por el jyaki de una araña venenosa gigante, por intentar defendernos a nosotros.

    —Lamentablemente para ti —comenzó a decirle Kanta—. No fue ningún sueño, eso sucedió en realidad —y miró una profunda quemadura que “le adornaba” un brazo.

    Akyoushi negó con un lento movimiento de la cabeza.
    —No se trataba del kageyoukai que nos atacó en la pradera de Musashi —rememoró su sueño—. La criatura de mi sueño era diferente, había en ella cierta maldad, pero más rencor que otra cosa… La criatura con la que soñé parecía tener un gran rencor, pero no contra nosotros… —arrojó afuera una roca que estaba junto a Ah-Un— era como si detestara a mi padre. Fue… una sensación muy vívida. En cambio aquel kageyoukai era pura maldad, pero no pude sentir nada en él, ninguna emoción.

    Kanta miró a todas direcciones, como si algo o alguien pudiera estar observándolos y deduciendo algo grave.
    —¿Le dijiste algo de esto a tu padre?

    Su primo bufó.
    —Mi honorable padre no tiene tiempo para estas estupideces.

    —Pero para ti no parece ser ninguna estupidez. Algo ocurrió en tu sueño, algo importante que no me cuentas.

    —No soy Sana-sama —replicó con cierto cinismo—, no predigo el futuro de las cosas, ni veo más allá de este plano terrenal.

    Kanta le miró no muy convencido.
    —Sentí que esa criatura intentaba mirar en mi interior, como si quisiera perforar y sacar algo negro de lo que alimentarse. Pero el odio, el rencor que sentí en ella era… casi humano.

    —Tal vez la criatura de tu sueño intentaba comunicarse contigo.

    —Más bien parecía querer devorarme.

    Kanta no quería decir que, desde su punto de vista, algo estaba acechando al Clan desde el último ataque de Kuroika, el ejército de las sombras.
    Algo, algo muy maligno, que estaba escondido en alguna parte, observándoles y escuchando. Algo que era capaz de meterse en los sueños y en los mismísimos pensamientos y tal vez hasta controlarlos.
    Le miró con suspicacia.

    —Has estado teniendo pesadillas desde lo de tu hermana, ¿verdad?

    —No

    Akyoushi no sabía mentir.

    —¿Qué pasaría si, durante la confusión de esa batalla, el kageyoukai aprovechó para meterse en tu cabeza?

    —No creo que puedan hacer eso.

    —¡Keh! Hay muy poco que no pueden hacer. No lo sabemos, pero deberíamos estar preparados.

    —Nunca podría atacarnos desde adentro. ¿Crees que podrían controlarme a través de mis pensamientos? —se jactó.

    Kanta volvió a negar.
    —No lo sabemos. Además, si mal no tengo entendido, fuiste dos veces golpeado por el jyaki de kageyoukai —Akyoushi le escuchó impasible y callado—. Mi madre y Miroku-sama creen que el jyaki de kageyoukai es imposible de eliminar completamente, sin importar el método que se utilice y que las personas afectadas estarán más cercanas a su muerte. Tienes como ejemplo a Rin.

    Como todos los youkai, Akyoushi no gustaba de creer a una humana, pero se cuestionó sobre la posibilidad de que Kanta estuviera en lo cierto, de que pudiera ser poseído por ese jyaki y convertirse en una de esas espantosas sombras que poblaban sus pesadillas escasas.
    Pero Rin, aún teniendo ese cuerpo, era buena en su corazón y siempre lo había sido, como si su voluntad fuera mayor que las adversidades que había tenido que afrontar en algún momento.

    Akyoushi no quería decirle a Kanta que había resistido por sus propios medios la intención maligna. Sentía que el secreto era de alguna manera importante para sobrevivir.

    Nadie jamás había podido escapar de Kuroika y no podían asesinarlo. Sin embargo, si una sombra toca a otra, estas se combinan y pierden su esencia.
    El Kuroika que había aparecido a mediados de la era de Sesshoumaru y había hecho desaparecer a más de la mitad del Clan Yourouzoku del Este y parte de los del Norte, no era el mismo que se creía que estaba atacando las montañas. Había evolucionado, había crecido. Había empeorado. No por nada le decían la “Catástrofe Negra”.

    Akyoushi recordó la silenciosa amenaza de Akuma, líder de los kageyoukai y por tanto, cabeza de Kuroika. Aún en su posición poco relevante, Akyoushi se había puesto a estudiar en secreto posibles maneras de aislar a Akuma y los demás. Ellos no eran fuertes por sí mismos, sino que absorbían los poderes de otros seres, de modo que al ser aislados, podrían ser fácilmente vencidos.

    Pero las Sombras podían pasar a través de casi todo, incluso de las barreras.

    Entrando a una de las habitaciones prohibidas, Rin había accedido a mostrarle las crónicas que había escrito por aquella época, durante el primer ataque. Para esas fechas, se había predico un eclipse anular que oscureció todas las tierras y, ya sin temer a la luz del sol, las sombras lo habían invadido todo. Se habían ido acercando desde el continente, describiendo un patrón en forma de estrellas. Rin seguía escribiendo las crónicas, así que le constaba que todo parecía repetirse, al igual que las veces anteriores. Él se pasó horas estudiando los mapas en los que estaban registrados los movimientos de aquella batalla.

    —Rin, hay algo que no entiendo —preguntó una noche en que su padre se había ausentado.

    —¿Qué cosa?

    —Si los movimientos de Kuroika podían predecirse… ¿cómo no pudieron salvarte?

    —Akuma entró al palacio. Por debajo de la tierra.

    Las redes subterráneas y los refugios que había a muchos metros en el subsuelo, eran buenos escondites pero también, peligrosas trampas mortales. Rin y la guardia que la protegía jamás llegaron al mar.

    —Dime la verdad —la miró con suspicacia— ¿Te abandonaron?

    —¿Cómo?

    —¿Te dejaron sola?

    Hubo un largo silencio, en el que Rin lo miró impasible. Finalmente, bajó la vista.

    Akyoushi negó con la cabeza.
    —Son unos hijos de perra.

    —Mis memorias de cuando era humana se desvanecen, incluso aunque las evoque a menudo. Sólo las recuerdo al leerlas… tal vez no fue mala idea que el amo me eligiera para escribir las crónicas después de todo.

    Akyoushi esbozó una sonrisa.
    —¿Es verdad que te dio ese trabajo para mantenerte ocupada y que no te metieras en problemas con la guardia mala?

    Ella bajó la vista y esbozó una sonrisa similar.
    —Es verdad.

    —¿Alguna vez te hicieron daño?

    —No recuerdo mucho… pero creo que una vez me pasaron por encima.

    —Debió doler.

    —No recuerdo mucho, por suerte.

    Akyoushi se pasó callado un buen rato.
    —Es una mentira.

    —Es verd…

    —Es una mentira, tú nunca olvidas nada. Mira nada más todo lo que has hecho por este poderoso Clan, incluso cuando te hayan hecho mucho daño. Rin… —le sonrió de nuevo—, no sabes mentir.

    —Siempre creí que muchos de los que me detestaban detestarían también mis memorias. ¿Te ha dicho el amo que los corazones humanos nunca olvidan?

    —¿Debería sorprenderme si me lo hubiera dicho? —negó con la cabeza—, mi padre no me habla mucho, pero encuentra palabras exactas en los momentos adecuados. No me sorprendería si un día empezara a buscar excusas para enamorarse de ti, tampoco me sorprendería que las encontrara… —se lamió los labios, pues tenía cierto gusto por saber de los amoríos de otros.
    Esa necesidad de “enterarse” se le había contagiado de Kanta que, a su vez, había adquirido la enfermedad de su excéntrica madre humana.

    Ella entendió en seguida lo que le pasaba.
    —¿Nunca te han atraído los seres humanos? —se acercó a él y lo tomó de una mano—, sus sentimientos, su fragilidad, su inestabilidad, su filosofía de vida…

    —No, nunca, no es lo que mi padre me ha enseñado. Me ha enseñado a respetarlos dado el caso, pero no a amarlos…

    Rin lo miró a los ojos.
    —¿No querrías que te enseñara?

    Akyoushi tragó saliva y se separó de ella.

    —Lo siento —se disculpó ella—, no quería incomodarte.

    —No me incomoda —trataba de pensar en cosas desagradables para que no se le subiera la sangre a las mejillas.

    Nunca había sentido atracción física hacia Rin, ni se le habían cruzado pensamientos profanos por su cabeza, así que eso había sido muy raro.
    La tensión no se desvaneció y se vio tentado a probar un poco más, para ver qué sucedía. Desvió la vista en dirección al jardín, que se observaba perfectamente desde la ventana, temeroso de que Rin pudiera leerle las intenciones por el solo proceso de mirarlo a la cara.

    —Todo lo que sucede me preocupa mucho.

    —Y no es para menos.

    —Si tuviera en mis manos la capacidad de hacer algo útil…

    —Todos contribuimos de una u otra manera a la estabilidad del Clan.

    —Eso lo sé pero… tarde o temprano, mi hermana será líder. Mi padre la protegerá, él la consiente, seré olvidado en algún rincón, peor que Kanta… —era el discurso autocompasivo más largo que había dado en toda su vida.

    —No digas eso, príncipe, tu padre no te dejaría olvidado.

    —Si sólo hubiera una manera en que pudiera demostrarle mi real valía… tú eres la que más sabe de él, si tan sólo pudiera entenderle como tú.

    Ella le puso una mano en el hombro.
    —Estoy segura de que no es algo tan difícil, es como si todos en el Clan compartieran el mismo corazón. Sólo debes aprender a acercarte de la manera más adecuada. Hasta yo, que era humana, pude hacerlo, derriba la barrera.

    Sonrió para sus adentros, Rin estaba cayendo justo hacia donde él quería.
    —¿Se te ocurre alguna manera en que pueda serle útil? —lanzó la pregunta como quien no quiere las cosas…

    La primera vez que la vio vestida con el hitoe azul de una miko, Akyoushi se sorprendió.
    Sólo un kageyoukai podía entender a otro, así que Rin le enseñó cómo hacía para correr por debajo del suelo o por las paredes, a través de las barreras y cómo podía quemar la tierra por el sólo proceso de tocarla, entre otras habilidades de la “especie”. Sesshoumaru nunca se hubiera atrevido a usarla de sujeto de experimentación, pero ella lo hubiera hecho con gusto y le agradaba saber que incluso ayudaba a Akyoushi. Rin, que pasaba una considerable cantidad de tiempo con Sana, empezó a espaciar sus visitas y a estar más tiempo con Kanta y Akyoushi.

    Y eso provocó que Sana comenzara a ponerse celosa… y a ver a su hermano como a un rival.

    En sólo días, Akyoushi tenía buena noción de lo que un kageyoukai podía hacer, sin la necesidad de haber peleado contra uno, pero todavía no tenía la menor idea de qué podía hacer con esa información.
    Al ser kageyoukai, Rin no podía participar de las peleas, porque corría el riesgo de ser absorbida por sus iguales y desaparecer. ¿Pero… y si era Akuma el que resultaba absorbido?
    Podía ser absorbido y de ese modo aislado, pero el problema sería encontrar un kageyoukai más poderoso que él, que estuviera dispuesto a ayudar a los Seres Vivos en lugar de almorzárselos.
    ***

    Los días siguieron pasando y el entrenamiento de los príncipes continuó. El estado de alerta seguía sin levantarse y, por supuesto, ellos tenían prohibido salir, lo que les provocaba una gran frustración y un deseo de destruir a todo ser que se les pusiera en frente.
    Los inuyoukai solían ser hiperactivos y podían volverse irascibles si sentían sus libertades recortadas. Aún así, nadie protestaba, pero la tensión en el aire se hacía evidente.

    —Son unos idiotas —murmuró Kanta mientras lanzaba una roca al agua de un estanque—. Lo que quiere Kuroika es mantenernos encerrados para que nos matemos entre nosotros. Sin agua ni comida.

    —Es a ti al que se le niega el agua y la comida —comentó el joven príncipe inuyoukai apareciendo a varios metros detrás de él.

    —Deberían dejar de fingir que me odian —inconscientemente, la sonrisa fue dibujándose en su rostro.

    —Creí que así sería más divertido.

    Kanta se paró.
    —¿Te parece divertido odiarme?

    —Creo que no he podido evitar que Kuroika me envenene el alma —pero no era verdad, lo había resistido hasta lo imposible.

    —Basta, Akyoushi, deberíamos parar con todo esto. El miedo nos está enfermando.

    —Puede que te enferme a ti —contestó el inuyoukai en tono despectivo.

    —No quieras hacerte el valiente ahora, príncipe. Cada vez que tienes oportunidad, sales huyendo, hasta que un día te canses de huir.

    —Yo no huyo.

    —Sí, claro —dijo sarcásticamente.

    —¿Y qué me dices de ti? Te crees muy fuerte porque estás parado ahí, bajo la seguridad de nuestra Casa, pero te olvidas que eres inferior a nosotros. Sin nosotros no serías nada —se apoyó contra la corteza de un árbol que estaba junto a él, con la vista impasible, mientras el viento soplaba.

    Kanta retrocedió sorprendido y tenso al ver el resplandor.

    Una sonrisa fue esbozándose en el rostro del príncipe. Kanta sonrió también y empezó a reír de modo nervioso. El árbol se había convertido en hielo. Ambos comenzaron a reír.

    —¿Cómo has…?

    —No se lo digas a mi honorable padre.

    —¿Eres tan iluso como para creer que él ignora algo así? —miró sorprendido al árbol y a la nieve que se había formado a los pies de ambos— ¿Quién era tu madre?

    —¿Importa?

    —Pues… no sé… —levantó la mano, para atrapar los últimos copos de nieve que venían a caer como polvo de diamantes—. Es sorprendente.

    —Te sorprendes por poca cosa.

    —No me culpes por no tener grandes poderes.

    —De verdad no me gusta culpar a nadie por las cosas que suceden —Akyoushi separó su mano del árbol y éste sufrió una especie de proceso inverso, desvaneciéndose toda la nieve y el hielo y volviendo todo a la normalidad.

    Kanta dudó de si acaso no estaría siendo víctima de una simple ilusión, si su primo no estaría intentando parecer más fuerte de lo que ya era.

    —No te engañaría —interpretó el chico sus miradas—, hasta hace tiempo yo desconocía el alcance de mi fuerza. Aún no soy completamente consciente de mi fuerza, que parece desvanecerse como la nieve. Rin dice que no me preocupe, porque es algo normal en todo youkai, especialmente en aquellos que están creciendo. Les llamamos crisis.

    —¿Has pasado por una crisis?

    —No era fácil afrontar que mi hermana fuera a morir.

    Kanta negó rotundamente.
    —Kuroika no se la llevó.

    —Pero pudo haberlo hecho. De hecho, estuvo muy cerca de lograr su objetivo. Se llevó sus poderes.

    —Pero tu hermana sigue con vida y es algo de lo que deberíamos alegrarnos.

    —No podemos alegrarnos aún. Ese maldito está en algún sitio allá afuera y nosotros permanecemos encerrados, sin poder hacer nada, mientras mi padre, tu Líder permanece buscándolo y sin poder encontrarlo.

    —Entiendo que la situación es crítica y a mí tampoco me sobra la paciencia.

    —¿Entonces qué me aconsejaras, desobedecerlo?

    —¡Keh! Eso es asunto tuyo, es tu hermana, y tu padre, y tu casa y tus futuras tierras —le escupió—, eres tú, príncipe, el que debería elegir. Soy inferior, no debería darte órdenes ni consejos. Si eres inseguro e indeciso, allá tu.

    Más allá de su brusquedad, Kanta tenía razón.
    Él y su hermana estaban en problemas. Si no podían elegir por su propia cuenta y no conseguían gobernarse a sí mismos ¿cómo se suponía que habrían de gobernar una región? Por supuesto, la abismal diferencia entre ellos y su padre, era la voluntad. Los daiyoukai tenían una enorme voluntad y, en cambio, a ellos les faltaba mucho por aprender para conseguir esas voluntades.
    Sin embargo, su miedo a equivocarse era mucho mayor que su temor a crecer.

    —Kanta ¿A qué le tienes miedo?

    Las sombras estaba allá afuera, esperando para alimentarse de sus miedos ¿y ellos discutían sobre eso?

    Kanta tragó saliva y le miró en silencio por un largo rato.
    —¿De verdad quieres saberlo?

    Akyoushi tardó en reaccionar ante el gesto.
    —Vaya… de verdad tenemos que aprender mucho el uno del otro.

    —No hay que preocuparse, no si luchamos como uno —lo consoló el hanyou—. Tengo miedo de que me arranquen pedazos de mi alma. Tal vez un youkai no pueda entender cómo me siento, pero supongo que le tienes una gran lealtad a tu familia, a tu clan. ¿No son ellos parte de ti?

    Estaba introspectivo.
    —Lo son.

    A pesar de ser un hanyou y de ser tan joven, él también sabía mucho, porque había vivido más.
    —Entonces, si luchamos como uno, somos mucho más fuertes de lo que Akuma pueda llegar a imaginar.

    —Kanta, tú viste lo que pasó ¿Te crees capaz de vencerle?

    —Somos parte el uno del otro. No permitiré que me arranquen partes de mí, aún siendo un hanyou.

    Akyoushi pasó un largo rato con la vista perdida en el vacío. Él tampoco lo permitiría.

    Pero el temor de ser separados no era lo único que los amenazaba. Todos estaban sobremanera preocupados desde que el Youryoku de Sana había sido robado por Kuroika. Sesshoumaru había logrado salvarla y regresar a casa, pero ella había quedado muy débil y había perdido mucha de su fuerza, razón por la que muchos creían que ya no sería apta para convertirse en Inu no Taishou, pero la vida nos juega absurdas bromas pesadas…
     
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  19.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

    Escorpión
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    Haaaa, que lindo, Akyoushi protegeria a kanta aun con su vida, eso es un gran lazo, pero no me lo esperaba del principe, entonces, poco a poco Akyoushi se va enamorando de Rin, espero y no lo cachen.
    Pobre Rin, fue abandonada y por eso cayó en manos de kuroika, que malos, ¿cuando se va acabar eso de la guardia mala? Bueno, cuando se acabe el orgullo youkai, es desir, nunca.

    Valla demostración le dio Akyoushi a Kanta, no se lo esperaba, espero y pronto Akyoushi logre dominar por completo sus poderes y así ser muy fuerte, Kanta es muy sabio, a pesar de ser hanyou, ¿de veras es hijo de Inuyasha? XD, me gustó mucho el capi, continuala pronto, beys.
     
  20.  
    *Kurayami*

    *Kurayami* Usuario común

    Leo
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    Sana está celosa de Akyoushi y Kanta... me dio risa, porque antes era al revés XDD

    Me gustó mucho el episodio, Akyoushi se preocupa mucho por Kanta, y aparte, él no le ablanda ni lo trata como alguien menor o.ó para que así madure y entienda cosas... me parece lindo que el tenga un corazón humano, aunque no lo acepte n....n

    Ahh es cierto o...o con lo de Rin, espero que sólo haya sido de momento y que no se enamore de ella, porque después de todo la ve como su madre n..n humm... que Sesshoumaru hubiese visto eso, seguramente se moriría de celos XD espero la continuación :3
     

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