Sala de música

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Gigi Blanche, 5 Agosto 2022.

  1.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,153
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden2A.png

    No me había dado cuenta de la manera en que una pieza conectaba con la otra hasta que de repente tenía a Kohaku aquí, tratando de unir los puntos. De la cagada del Shimizudani surgía Ilana, que no tenía por qué haber aparecido aquí, de ella seguía hacia Hubert y la noción del silencio, entonces, se proyectó a otras figuras. Recordé mi reacción a la simpatía de Vero en el invernadero, el rechazo ante la idea de tener que hablar mucho de mis cosas, la manera en que huía de casa y... Dios, qué desastre. Había detonado en la dirección que no anticipé, el explosivo se activó y el techo colapsaba sin que yo tuviese ruta de escape.

    No respondí su... ¿Debía llamarlo reclamo? No tenía ni idea, no tenía ni la más mínima idea. El caso es que no contesté no porque quisiera evitarlo, fue porque la cabeza se me quedó congelada, las palabras se me enredaron en la mente y no supe ni por dónde comenzar. Los engranajes se movieron cuando él siguió hablando, de ahí que lograra rebotar lo de los espías. La comida estaba allí, el tenedor reposaba en la mesa, y sentí que estábamos tratando de encontrar el camino de regreso al otro.

    Y que no lo estábamos logrando.

    ¿Era mi culpa?

    ¿Eran mis emociones desviadas y mi codicia?


    En mi puta vida había pensado que tendría una, ¿discusión con Ko? ¿Un encontronazo? Siquiera podía ponerle una palabra a lo que estábamos teniendo ahora mismo y entonces comprendí que quizás debía acabar de procesar que éramos mayores, que... que tal vez estaba estancando nuestro vínculo, impidiéndole desarrollarse o modificarse al momento actual de nuestras vidas. Que quizás tuviéramos que pelearnos como estúpidos, porque los amigos también hacían eso, y solo hablando, discutiendo, las cosas podían avanzar.

    Su réplica fue repentina y después me miró, en su secuencia de preguntas me vio, y al encontrar sus ojos, al procesar lo que me decía no supe en qué frecuencia vibraron las cuerdas. ¿Qué tenía que ver Vero de repente? ¿Y, de nuevo, cómo diablos se daba cuenta de cosas que pasaban cuando él estaba ausente? Hablando de los jodidos espías. Era cierto que había esquivado su pregunta, lo hice porque no quería hablar de eso, porque no quería recibir una reacción de su parte que no se ajustara a mi anhelo distante, ¿pero había sido correcto?

    ¿No hablaba de él con otras personas? No, tenía que reformularlo, ¿no me haría ilusión hablarle
    a él de mis nuevos amigos, presentarlos directamente? ¿No me habría aliviado decirle desde el principio que Ilana me cubría para que Hubert no supiera que nos conocíamos por algo que, para empezar, no debía pasar? ¿No habría querido contarle que había hecho un nuevo amigo en el campamento y que me dolía pensar que volvería su país el siguiente año, porque era malo dejando ir?

    Era un imbécil.

    Le hacía esto a mi familia.

    Se lo hacía a Ko.

    ¿Fue consciente? No lo creía, ¿desde cuándo él sentía esto? ¿El sentimiento no era, de alguna forma, similar al que yo detectaba en mí mismo cuando me daba cuenta tarde de cualquier cosa que le pasara? Las dudas se amalgamaron, las emociones se revolvieron y perdí claridad de todas ellas. Les perdí rastro y la suerte de realización, de caída en cuenta, me dejó paralizado y desorientado. Incluso cuando enderezó el cuello me quedé mirando su espalda sin saber qué hacer. Mi cerebro iba más rápido que el resto de mi cuerpo.

    —No es mi novia y ni siquiera he pensado en eso —contesté tan repentinamente como había replicado él antes, siquiera lo filtré. Mi propia voz rebotó de formas extrañas en mis oídos, lo siguiente que dije fue una respuesta a su última pregunta y me salió en un murmuro—. Lo eres.

    Pasé saliva, sentía la boca seca y la mente hecha un desastre. Sus siguientes palabras me hicieron fruncir el ceño y negué con la cabeza desde mi lugar, fue una reacción que no registré y, de pronto, sentí que me ardían los ojos. ¿Qué no quería que fuese parte de mi vida? Me aterraba perderlo de nuevo y era yo el que sentía que nunca podía alcanzarlo a él, que a veces no me dejaba. Que no podía tocarlo a pesar de mis intentos, pero entonces, ¿entonces era porque yo no me dejaba tocar tampoco?

    —No te quiero metido en un estante para mirarte como un muñeco que no cambia nunca. Ko, te he querido siempre como eres, dejándote volar a tu ritmo, quererte como algo que no cambia no tiene sentido empezando por ahí —dije cuando encontré las palabras dentro de mi desastre de emociones y al despegar la espalda sentí que llevaba allí pegado media vida—. Sí quiero cuidarte y atesorarte, pero no como algo impoluto o estático o como concepto abstracto. ¿Lo llevé muy lejos? ¿En el condenado miedo de ir muy lejos acabé haciéndolo de todas formas, pero en otra dirección?

    Tragué de nuevo.

    —Existes como una persona con la que quiero avanzar, quiero crecer y dejar de cometer errores de mierda porque te quiero en mi vida, pero también quiero ser parte de la tuya. Quiero conocer tus buenos momentos y los malos, el cariño que me guardas cuando es dulce y cuando no, al Ko que sonríe al verme y el que eres cuando no estás frente a mí —murmuré y sentí los ojos llenos de lágrimas, la sala se empañó frente a mí aunque no cedí—. Pero a veces he sido yo del otro lado sintiendo que no soy parte de tu vida, que en cuanto desaparezco del alcance de tu vista no existo más y no sé nada, que evitas decirme lo que sientes de verdad. ¿Desde cuándo sientes que te dejo afuera?

    Estiré la mano hacia él, por un momento sentí que la distancia que nos separaba era inmensa, pero alcancé su brazo. Fue tentativo primero, pero deslicé la mano a su muñeca en la espera de que no se apartara de mi tacto como había hecho antes al correr el rostro. Le di un apretón suave y pretendí atraer su brazo hacia mí para buscar su palma con mi otra mano, para sujetarlo y nada más que eso.

    —No era mi intención, no quería hacerte algo así. —Tomé aire una vez más y parpadeé para barrer las lágrimas, fingir que nunca estuvieron allí o al menos disimularlas. Lo que dolía carecía de forma hace mucho, me esforzaba porque fuese así, pero nada bueno estaba saliendo de ello. Me había enjaulado a mí mismo y así le había impedido tocarme—. Debí pasar menos tiempo hablando de ti y más hablándote, menos tiempo huyendo y más... Ni idea, ¿siendo honesto? Llevo días y días escapando de lo que sea que sienta. Hay cosas que me duelen y algunas tienen que ver contigo, tú intentaste hacerme hablar y yo me resistí. Me duele, pero quisiera que no doliera y no quisiera perderte solo porque empezaron a doler cosas que no creí que lo hicieran, ¿pero no te lastima a ti también sentir que no puedes alcanzarme y que te guardo secretos a posta?

    >>Sin querer en mi desastre por evitar mi propio dolor acabé llevándote puesto, puse una pared o lo sea. Dijiste que no esperabas nada concreto de mí y me pregunté, entonces, si siquiera me necesitas... Tienes a Haru, también tienes nuevos amigos, conocidos, ligues o lo que sea, ¿qué podrías necesitar ya de mí si cuando todo se va a la mierda te vas a cualquier lugar, haces tu propio desastre y ni una vez parece que te haya cruzado la cabeza acudir a mí cuando te he dicho tantas veces que me busques si te sucede algo?

    Al decirlo bajé la vista y me sentí mal por formular todo eso así, por decirlo por en voz alta. Era doloroso, patético y egoísta.
     
    Última edición: 24 Agosto 2025
    • Fangirl Fangirl x 1
  2.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    8,449
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    [​IMG]

    Oírlo responder tan repentinamente a mis primeros dos cuestionamientos interrumpió mi tren sólo un par de segundos, y aún al reanudarlo me pregunté por qué, otra vez, la cuestión en torno a Maxwell le arrancaba reacciones tan marcadas, tan diferentes al resto. Incluso tratándose de un ligue casual y pasajero, ¿la reticencia? ¿La negación? No lo comprendía. Acabé la retahíla, que más que un interrogatorio sólo pretendía que enfatizara mi punto posterior, y me afirmó en voz baja que era su mejor amigo. El gesto fue sutil, puede que incluso cohibido, y en mi fuero interno se sacudió la misma pregunta, necia y ruidosa. ¿Por qué?

    Entonces, ¿por qué?

    Regresé la vista al frente y perdí la cuenta del tiempo. Me planteé correrme, ponerme en pie, ocupar la silla de antes, pero empezó a hablar y permanecí quieto. Dijo que me quería como era, que me permitía volar a mi ritmo, y la idea me arrancó una sonrisa amarga. ¿A la debida distancia no lucía todo igual, acaso? ¿Estático, inmutable? Y la noción de libertad enlazada al cariño, ¿no tenía límites también? ¿Servía de algo si la tanza del cometa se acababa? Sabía que era complicado quererme, que vivía a mi bola y que mi actitud se traducía en indiferencia; poco me sacudía el piso y a mucho lo dejaba ser. Sabía que era difícil querer a alguien así. No demostraba, no validaba, no me regía por estándares ordinarios porque muchas veces no los entendía. No me nacían. Mi amor era diferente al suyo, ya se lo había dicho, y precisamente por eso no lo resentiría si se agotaba de quererme.

    Pero necesitaba que me lo dijera.

    Porque amaba diferente, pero amaba a fin de cuentas.

    Oí y no oí buena parte de lo que dijo. Algo se resistía a creerle con la soltura e inocencia que le habría creído hace años, o quizá sólo hace unos meses. La marea trajo de regreso nuestra conversación del invernadero y la sensación, la comezón persistió. Siempre palabras dulces y cuidadas, pero que ya no me alcanzaban. Me regresó la pelota, mencionó las veces que yo lo empujé a sentirse fuera de mi vida y volteé el rostro sólo un poco, lo suficiente para vislumbrar parte de su cuerpo. Sabía lo que era y lo que provocaba, y sabía que intentaba cambiar. Me estaba esforzando por ello.

    —Pero lo he intentado, ¿o no? —busqué saber, casi en un susurro; había entrelazado las manos, que pendían entre mis rodillas—. Te hablé de Chiasa, fuiste el único a quien le dije lo que hizo Shinomiya. Cuando me fui de casa y cuando me lastimé el brazo, también te lo conté. Y cuando el lobo me habló en la azotea, incluso antes de subir, pasé por el pasillo y te busqué en la 3-2. "Cay tiene que saberlo", fue una de las primeras cosas que pensé. —Dejé caer la cabeza mientras me frotaba las manos lentamente—. Quizá sea lo básico y quizá tarde más que una persona promedio, pero he intentado asegurarme de que lo sepas todo, todo lo importante. ¿Desde cuándo me siento así? ¿Tú desde cuándo no me dices nada?

    Percibí su tacto en mi brazo y mis manos se detuvieron en automático. No lo aparté, tampoco reaccioné activamente, sólo le permití hacer mientras intentaba definir cómo me sentía al respecto. Lo que empezó a decir después vibró en una sintonía diferente, adquirió nuevas tonalidades y captó mi atención por completo. No eran las palabras dulces y cuidadas de siempre, y creí vislumbrar apenas una sombra de aquello que llevaba tiempo pendiendo sobre nosotros. Habló de su huida, de su dolor, y lentamente volteé el rostro para mirarlo.

    Hay cosas que me duelen y algunas tienen que ver contigo.

    Era evidente, ¿por qué me lo había negado hasta el hartazgo? La mención concreta de Haru le agregó otro parchón a la sombra y fruncí levemente el ceño, mirándolo con semejante intensidad que bien podría haberle perforado el cráneo. ¿Por qué hablaba de necesidad? ¿Bajo qué criterio era una vara capaz de definir el cariño en una relación? Apreté los labios y exhalé, viéndolo ceder y agachar la cabeza. Me aseguraba de buscarlo tras resolver mis desastres precisamente porque lo quería, lo quería y me negaba a cargarlo con el peso de mis errores. Lo buscaba cuando me sentía capaz de quererlo bien, como creía que lo merecía. Pero eso a él no le servía, ¿verdad? Porque hablaba de necesidad.

    —¿Tiene que medirse así? —inquirí, balanceando mis emociones entre la paciencia y, quizá, la molestia—. ¿Tienes que medirlo así? Probablemente nunca logres sentir que te necesito, Cay, y es que no lo hago. No necesito a nadie, ¿no lo sabes ya? Haru es mi amigo, y tú eres mi amigo, así como también lo son Emily, Anna, Kakeru... ¿Con qué vara mides y te ubicas a ti y a los demás en una escala? ¿Qué te hace falta para no sentirte menos que el resto? Ya te lo dije, te dije que mi amor es diferente, y me miraste a los ojos y me dijiste que estabas bien con eso. Me dijiste que estabas bien con eso. ¿Era mentira?

     
    • Sad Sad x 1
  3.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,153
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden2A.png

    No había podido balancear nada, en mi intento por bordear lo que lastimaba y me negaba a dejar avanzar, había socavado el suelo bajo mis pies y la caída me había separado de la persona de la que no quería soltar. El miedo avanzaba a zancadas inmensas, no me había permitido notar la manera en que me borraba a mí mismo y lo que eso estaba haciéndonos. No quería perder a Ko, ¿entonces qué diablos era esto?

    Era necio e ilógico, porque mi amor por este chico no se acababa, no se había gastado cuando desapareció de mi vista y cuando no corrí tras él; había tenido tiempo de sobra para caer en cuenta en lo que sentía, en por qué había dolido tanto, pero fuera de mis manos... Mis propias emociones también habían tenido espacio para adormecerse. Lo que no comprendí siendo un mocoso me había alcanzado ahora, potenciado, y me había dejado noqueado.

    No quería sentir de esta manera, con esta fuerza y esta distancia a la vez.

    Su respuesta a mis palabras no me alteró como lo demás, porque aunque había dicho todo eso tampoco era tan ciego ni tan estúpido. Me dijo lo de Shinomiya cuando preguntó, me dijo que podía presionarlo, me cedía esos permisos. Me contaba las cosas, no necesariamente en tiempo real, pero lo hacía y en esos espacios era capaz de sentir la confianza que este chico me tenía y el cariño que sentía por mí. ¿No era por eso que me parecía horrible pedir más? Ni siquiera sabía qué estaba pidiendo, para empezar. ¿Más tiempo? ¿Más atención? ¿Más de él?

    Me había buscado.

    Ayer me había buscado.

    Era un ingrato, lo que estaba haciéndole era horrible.


    —Lo pensaste, me buscaste —murmuré y el avance frenético de mi tren quiso bajar de velocidad por fin, pero igual estaba por derrapar—. Fue un pensamiento y que me lo digas cambia todo, como lo cambia que lo intentes porque sé que lo intentas, no digo que no, y por eso trato de balancear lo que duele y lo que no, lo que veo cuando estoy contigo en contraposición a lo que surge de mi miedo y lo deforma todo. Porque cuando te pedí que te quedaras conmigo, lo que no encontré cómo pedirte antes, sé que lo que me dijiste fue sincero y porque cuando lloré como idiota por un viejo que no vale una lágrima, me sostuviste. Veo lo que haces por mí y para mí, y por eso me siento culpable cuando algo duele. Por eso me lo guardo y trato de procesarlo yo solo, ¿pero ha servido de algo? No y a veces tampoco sé si sirve de algo decirlo, porque doy vueltas como idiota, porque soy intenso, distante y de la misma manera soy demandante. Quererme no es fácil, le doy dolores a mi familia cada mes desde que Yako murió, se los doy a muchas personas y ahora también a ti.

    Al tomar aire sentí que me tembló la respiración, me pausé y traté de mapear... de encontrar la ruptura. Intenté buscar dónde había empezado a guardar silencio, pero no podía saber dónde había comenzado. Ko no se apartó, pero tampoco reaccionó y me quedé allí sujetando su mano porque no quería sentir que se estaba escapando entre mis dedos. Que en la brecha que había creado sin saberlo, Ko estaba cayendo lejos de mi alcance y que lo perdería para siempre.

    Y entonces la grieta apareció, la misma donde Arata había encajado el filo.

    —El día del evento en el patio —dije con un hilo de voz, ya entonces estaba atorado. Quería que me mirara a mí y todo había acabado amalgamado con lo de Reaper—. Luego te solté la sopa de Liam y para entonces ya estaba espiralando como idiota.

    Ko me había mirado con tal intensidad que la ansiedad me mordió en todo el cuerpo y me pregunté ahora si en nuestro intento de querer al otro de la mejor manera no era cómo habíamos acabado en este embrollo. Él me buscaba cuando se aclaraba, yo anulaba lo que me hacía daño y me sedaba para ignorarlo hasta que caía. Su pregunta final se amalgamó con la conversación con Ilana en el tren, post-puñalada de Arata, me propia voz hizo eco y ya con la cabeza gacha las lágrimas que había hecho retroceder me empañaron la vista de nuevo. Dejé ir su muñeca, pues seguía aferrado allí, pero no solté su mano y me pasé el dorso de la otra por el rostro.

    —Ni siquiera estoy seguro de que necesitar sea la palabra o de entender la escala yo mismo, ¿acaso yo escalo a mis amistades según necesidad? No tiene sentido ponerme a definir cómo yo soy o no diferente de uno o de otro —murmuré en tropel y el nudo en la garganta me atascó la voz, tuve que dejarme la mano en el rostro para apañar las lágrimas. ¿Cuántas veces iba a llorar lo mismo?—. No es como que necesite saber todo en tiempo real o que tenga un problema con la forma en que hacemos las cosas, no hablamos a diario, tampoco me parece que haga falta hacer un jodido sketch de cómo proceder desde los buenos días a las buenas noches. Se me da mal ser constante, voy a mi bola con tres cuartos de mi vida.

    Me dijiste que estabas bien con eso. ¿Era mentira?

    El otro día dijiste que no pedías amor.

    Era mentira.

    —Estaba celoso —escupí por fin dejando ir su mano lentamente y sorbiendo por la nariz—. Lo estoy. De Haru, de Alisha, de quién sabe cuántos más y de la caja de porquerías de hoy por la mañana, ¿qué importa? Para cuando entendí que eso era lo que sentía todo se fue a la mierda, se me fue de las manos y luego te pusiste a hablar de cómo tu amor era diferente, te subiste a mi regazo y no me quedó fuerza de voluntad. No me quedaron ganas de pelear conmigo mismo ni de sentarme a pensar en cómo podía perder la posibilidad de algo tan sencillo como darte un beso por admitir que luego de semanas estaba cayendo en cuenta de que, de hecho, podía sentir celos. No debe haber emoción más inútil que esa, porque no quiero perderte por algo así. A la larga puedo llorar dos días y dejar ir todo lo demás, pero no quiero perder a mi amigo.

    ¿Pero qué pasaría después de esto?
     
    Última edición: 25 Agosto 2025
    • Fangirl Fangirl x 1
  4.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    8,449
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    [​IMG]

    "Lo pensaste, me buscaste". Al oír esas palabras, me detuve brevemente y murmuré un sonido afirmativo, quedo. Lo demás lo escuché en silencio, comprendiendo y asimilando. Entendía la noción de culpabilidad y que se empujara a resolver sus problemas en soledad, lo entendía sin siquiera pensarlo pues era parte de mi propia carne. Pero Cay... sus emociones eran más intensas que las mías, tan brillantes como nocivas. ¿No lo ahogaban, entonces? ¿No lo entumecían? En el silencio yo era capaz de escribir y conectar mis ideas, mis espacios de reflexión eran claros y serenos. ¿Los suyos?

    Callé, pues una parte de mí lo entendía pero la otra seguía resintiéndose. No quería brindarle las palabras dulces y cuidadas que él me concedía, ya no era lo que necesitábamos ni lo que servía. Habíamos alcanzado un punto más hondo, más oscuro. Más maduro, quizá. Esperé lo que pareció una eternidad hasta recibir una respuesta, un ínfimo chispazo de luz que me permitiera vislumbrar la profundidad del problema. Estaba seguro de que él lo acarreaba desde antes que yo lo notara.

    El día del evento de baile.

    Me retrotraje al pasado, a los recuerdos, y me pregunté si acaso me habría visto con Haru en el pasillo. Primero Emily, ahora él... La idea fue amarga, punzante, y me comprimió el semblante de por sí tenso. ¿Acaso había lastimado a dos de mis amigos en el mismo instante? ¿Todo por las estupideces que hacía y los límites que no trazaba? El corazón se me agitó dentro del pecho, agobiado, y tuve que respirar a consciencia. No podía ser, pero era. Cay estaba aquí y sus palabras, sus emociones, se solaparon con las de Emi.

    Fue apenas el preludio. Cuando me habló de su dolor, cuando el nombre de Haru salió de su boca, mi malestar creció y reclamé, aún si no era lo ideal ni mi intención original. Si lo pensaba, llevaba un rato reclamándole cosas. ¿Tenía el derecho si eran mis acciones las que los empujaron a ambos? Su mano permanecía aferrada a la mía, pero ocultó su rostro y empezó a limpiarse las lágrimas, solo. No sabía qué sentir ni qué nombre ponerle a las emociones, sólo... una sola mierda se repetía en mi cabeza, incesante.

    No podía ser.

    Estaba celoso.

    Pero era.

    De Haru, de Alisha, de quién sabe cuántos más.

    Él había mentido y yo había vuelto a hacerlo, ¿verdad? Las escenas guardaban tantas similitudes que parecía un mal chiste. La tristeza ajena, la desazón propia. Sus lágrimas, mi silencio. Al soltar él mi mano, la traje a mi espacio lentamente y la observé, sintiéndola extraña e impropia. Me decía que podía llorar dos días con tal de no perderme, y Emily había afirmado querer seguir siendo mi amiga pese a todo. ¿Por qué? ¿De qué les servía tenerme cerca si me equivocaba, si borroneaba los límites y los llevaba puestos como un tren descarrilado? Cedía a mis caprichos, los arrastraba conmigo y sólo ellos salían lastimados del pozo. ¿Y yo? Yo seguía siendo el mismo imbécil de siempre, claramente. Los pilares tambaleaban. Los golpeaban.

    Comprimí el puño, observé la silueta encorvada de Cayden y sentí... sentí vergüenza de mí mismo. Una vergüenza cruda, genuina y visceral. "¿Has hecho nuevos amigos?", mi voz resonó dentro del espacio, de mis sentidos embotados. Oí la risa de Ilana y pensé en lo dulce y amable que parecía ser Maxwell, y metí la mano en el barro y lo arranqué de cuajo. No daba más de mí. No podía soportarlo.

    —Lo siento —musité, me sentí ridículo y patético, y presioné las palmas en mis rodillas—. En verdad lo siento, Cay.

    Lancé mi corazón por el precipicio y lo seguí.

    —Te arrastré a esto y no atendí a las consecuencias, no lo suficiente. Lo siento. —Me puse de pie, y a duras penas junté el coraje para mirarlo—. No lo volveré a hacer.

    Lejos de todo.

    —Cierra cuando salgas, ¿vale? —Le concedí una sonrisa fugaz y giré el cuerpo hacia la puerta, y dudé—. Perdona, yo...

    Pero guardé silencio y me fui.

    Lejos de ellos.


    salida dramática porque igual se acaba el receso :D de todas formas, si fuera a detenerlo para decirle cualquier cosa o cualquier alteración de los eventos puedes hacerlo, no es como que vaya a caminar tan rápido (?

    *sips tecito of absolute disaster*
     
    • Sad Sad x 1
  5.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,153
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    CaydenDU.png
    El montón de emociones me estaba aplastando, sentía el pecho cargado, la cabeza me daba vueltas y el espacio se desdibujaba, Ko estaba conmigo y a la vez estaba lejos, se había quedado en el borde del precipicio por el que yo había resbalado y la caída no llegaba. El vacío en el estómago no desaparecía y la verdad habría preferido partirme todos los huesos de golpe o lo que fuese que acelerara esto.

    Necesitaba retroceder.

    Tenía que dejarme retroceder, ocultarme y sanar esto.

    ¿Pero podría?


    Recordé cómo había llorado ayer, llevándome puesto a Hubert en mi desastre, y mi tristeza y dolor palpitó en frecuencias que se parecieron más al enojo, no hacia Ko, sino hacia mí mismo. Estaba cansado de esta fragilidad, de esta intensidad, de correr como un loco y para cuando chocaba o me detenía todo estaba convertido en cenizas. Me quemaba vivo y ni una vez servía de nada, de repente la idea de solo apagarme sonaba tentadora y tranquilizante.

    La voz de Ko me sonó lejana, pero fue un anuncio, lo sentí en el nuevo corte que me alcanzó el corazón y en la sangre que me rodeaba, sucia. Con ambas manos libres oculté el rostro, pretendí frenar el llanto, pero al respirar el sollozo que me rasgó la garganta fue incluso peor que el de ayer y me sentí frustrado, frágil y estúpido; tenía las manos empapadas y me dolía la cabeza. Era patético, doloroso y egoísta. Mi propia voz seguía rebotando en mis recuerdos y la suya también. Era patético, doloroso y egoísta.

    Nunca te pedí que te quedaras conmigo.

    Quédate. Por favor, no me dejes.

    Estoy aquí y no voy a irme a ninguna parte.

    ¿Era mentira?

    El rumor de su movimiento a mi lado me obligó a alzar la vista a pesar de mi destrozo, pude enfocarlo a duras penas y cuando entendí lo que pasaría, el miedo debió alcanzarme la mirada, crudo, visceral y casi por completo separado del resto de mis emociones. Del amor desfigurado, desviado y los celos inútiles. Siquiera registré su sonrisa o sus palabras, no acabé de oírlas. Iba a perderlo todo, mi miedo se autoconfirmaba una y otra y otra vez. ¿Debería vivir con el espacio negativo? ¿Verlo en el pasillo sin poder alcanzarlo nunca más? ¿Era esto lo que iba a pasar o solo era mi paranoia? ¿Era en verdad tan trágico como yo lo percibía?

    Giró el cuerpo, el mío respondió en automático y no supe cómo, por qué o si cambiaría nada, pero me atravesé en la puerta. Si había alcanzado a abrirla siquiera noté que la cerré y no supe qué era lo que pretendía yo con esto, me quedé de espaldas a él bloqueando la salida como un idiota, incapaz de dejar de llorar, pero también incapaz de mirarlo. En la bolsa seguían los chocolates que había hecho para él, junto a la tontería que le había comprado como había hecho con los demás, y recordarlo me llenó los ojos de una nueva capa de lágrimas, ¿tendría que tirarlos? ¿Repartirlos en las bolsas y fingir que nunca habían existido? ¿Regresarlos a casa y que mamá preguntara qué había pasado con el regalo de Ko?

    Era patético, doloroso y egoísta.

    Había alzado vuelo y ahora caía, nada detendría el golpe.

    Sabía que pasaría, pero no había internalizado cuánto dolería en realidad y ahora estaba aquí y no tenía idea de qué haría. No quería quedarme solo aquí, en esta sala que era suya, que me hacía pensar en él, no quería estar en este edificio y por la tarde no querría ir a casa, de nuevo. No querría volver a donde recibiría preguntas o recuerdos ni nada, no quería sentir nada.

    Abrí la boca una primera vez, pero el llanto me obligó a cerrarla de nuevo y pasé un montón de saliva, atragantado como estaba con mis lágrimas. Procuré respirar, fue entrecortado y los hombros me temblaron, pero al menos conseguí evitar el sollozo como tal. Volteé el cuerpo, no alcé la vista y mis manos dudaron, pero encontré sus hombros y lo atraje hacia mí. Era un capricho, ¿verdad? Era egoísta, pero... Lo abracé con fuerza, encajé una mano en su nuca y su pelito de nube me hizo cosquillas en la piel. Pensé en lo delgado que era, en nuestra diferencia de altura y en el calor que sentía en su cuerpo, me recordé a mí mismo abrazado a su espalda en casa la noche que Anna pasó de dejarlo y cómo no había podido dormirme junto a Verónica el otro día.

    Era un desastre.

    —Yo te empujé al principio, yo insistí y seguí haciéndolo —murmuré tan bajo que si me escuchó fue por la cercanía—. Yo no pensé, elegí no hacerlo. Eso es responsabilidad mía también.

    Sorbí por la nariz y traté de hacerme aceptar que tenía que dejarlo irse, que si él necesitaba irse, debía dejarlo... como lo había dejado ya una vez. Aflojé el agarre despacio, tratando de permitirme a mí mismo comprenderlo, pero me dolía horrores. Me dolía el corazón de una forma que no podía poner en palabras.

    —Solo... déjame intentarlo de nuevo, después, sin secretos inútiles ni borrándome a mí mismo ni impidiéndote saber lo que me pasa y sin ponerme en una escala que ni yo entiendo. Eres importante para mí, llevas una vida siéndolo y es egoísta, es necio, puede que ni parezca tener sentido a veces, ¿pero acaso las amistades tienen sentido? Viste a un mocoso con cabeza de fósforo un día en un parque con gente sketchy y elegiste que fuese tu amigo sin más. —Tuve que detenerme de nuevo para respirar, pero al soltar lo siguiente el llanto lo hizo sonar patético, pues me afectó la voz—. Vuelve conmigo, por favor. Eres mi amigo, eres mi compañero y te quiero muchísimo.

    Lo solté entonces y me aparté de la puerta despacio, dejándole libre la salida. Al soltarlo sentí las manos vacías y frías y todas las facciones se me deformaron, tratando de recuperar algo de compostura y me limpié el rostro con la manga de la camisa.


    no cerré un carajo but thats who i am (?) hermana, estoy destrozada JAJAJAJA y encima me empezó a sonar Specter, nah una cagada *smiles in pain*

    me voy a seguir shorando
     
    Última edición: 26 Agosto 2025
    • Sad Sad x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso