Por la mañana cuando me desperté para prepararme noté que papá estaba sentado en la mesa y parecía llevar rato allí solo con una taza de café y sus pensamientos. Pasaba de día, por la tarde o por las noches, a veces sólo se quedaba allí en los espacios, pensando o quizás tratando de no pensar en lo absoluto. Lucía particularmente cansado y una parte de mí quiso preguntarle por el incidente en casa de las Minami, pero al final no abrí la boca. Cuando estaba por irme me ofreció ir a dejarme porque su turno de hoy empezaba más tarde, así que acabó trayéndome a la escuela y dejamos a mamá descansando, pues todavía le quedaban al menos una hora de sueño. Llegó, aparcó no muy lejos de otros dos autos y afuera noté a Shimizu con un hombre desconocido, Verónica y la que no podía ser otra que su hermana mayor. Tenía que estar loca para acercarme con Shimizu presente, además tampoco sabía quién era el otro random, y por tanto me limité a despedirme de papá para entrar a la escuela. A pesar de todo no pasé por alto que papá no se fue de inmediato, se había quedado estacionado y los nervios me lamieron la nuca, a sabiendas de que andaba siguiendo los pasos de Shimizu. Igual lo mejor era que yo notara lo menos posible. Por otro lado, Kakeru había dicho que me pasaría la llave hoy y suponía que sería cuando llegáramos a clase, ¡y yo era una mujer de palabra! Tonterías a un lado, el intercambio de mensajes de la tarde me había sentado bien y así también supe que podía quedarme tranquila respecto a él. Se habría quedado tarde con sus amigos o lo que fuera, lo hacía todo el mundo. Iba pensando en eso cuando llegué a la clase, por poco di un respingo al ver al chico apostado junto a la puerta y lo señalé, acusadora. —¿Ahora me esperas en la puerta? ¡Yo venía a esperarte a ti! Contenido oculto no worries <3 sabes que no pasa nada
No le estaba prestando especial atención al pasillo, en sí era innecesario e incluso podría acabar siendo contraproducente si topaba con Kou o con mini Ishi. El pensamiento quiso pesarme por un breve instante, pero lo bateé lejos sin mucho esfuerzo y me vacié los pulmones, relajando la espalda. Ilana, así, apareció de un momento al otro. Lo primero que detecté fue el color de su cabello y, cuando giré el rostro para mirarla, ella me notó. Alcé las cejas ante su dedo acusador, sin mover un músculo. No tenía idea el motivo de su reacción hasta que abrió la boca y yo sonreí, inevitablemente divertido. —¿Que me atreví a ganarte, dices? ¿Cómo se me pudo haber ocurrido? —dramaticé, y separé la espalda de la pared—. Hay que corregir esto. Salí al pasillo y me alejé un poco, cosa de darle tiempo a asimilar la situación y actuar acorde... o no. Cuando volví a ingresar a la clase, sin haber quitado las manos de los bolsillos en ningún momento, fingí una buena cuota de demencia y, entonces, que la veía de repente. Imité su reacción al dedillo. —¿Ahora me esperas en la puerta? ¡Yo venía a esperarte a ti!
Ni se me había ocurrido que mi reclamo salido de la nada podía entenderse como que me había ganado, pero entonces lo dijo y me subí al tren sin pensarlo. Asentí con algo de rapidez, bajando el brazo y llevándolo a la cintura, imprimiéndole cierto aire indignado al movimiento. Me le quedé mirando, ligeramente enfurruñada, pero alcé las cejas cuando dijo que había que corregir el asunto. Total, salió del pasillo y entendí lo que pretendía mientras se alejaba un poco, así que por la pura tontería ocupé el lugar que había tenido él junto a la puerta. La demencia que fingió quiso darme risa incluso antes de que pasara nada, pero el teatro se me cayó cuando imitó mi reacción y no pude contener la risa que me provocó. Me despegué de la pared entonces, como había hecho él, y todavía con el pecho algo sacudido por la gracia hice una reverencia un poco exagerada. —¡Disculpe usted, mi estimadísimo señor... Señorito Fujiwara! —Me disculpé como si lo hubiese ofendido terriblemente—. ¿Cómo podrías perdonarme?
Dios sabría, o ni siquiera él, de dónde había sacado la fuerza de voluntad para no echarme a reír apenas lo hizo Ilana. El teatro me quedó impecable y mantuve la fachada de indignación incluso al verla ejecutar su reverencia; aún así, no desatendí el movimiento de su cabello al deslizarse hacia el suelo. —¡Señor para ti! —insistí, ofendido, y crucé los brazos bajo mi pecho, relajando la actitud poco a poco—. ¿Perdonar esto? Cielos, tendré que pensarlo largo y tendido, consultarlo con la almohada, con mi abuela y hasta con el terapeuta. Me temo que no tendrás una respuesta ni en quince días hábiles. Meneé la cabeza lentamente, resignado, y tras soltar un hondo suspiro declaré el teatro por finalizado. Sonreí, se me aflojó una risilla breve y miré a la chica, sin modificar mi postura previa. —Buen día, Lana —la saludé, tranquilo—. Lo siento, creo que al salir al pasillo me golpeé la cabeza con algo, ¿tú sabes qué hacemos aquí? Bueno, finalizar el teatro, lo que se dice finalizado no tanto. Más bien había cambiado de escena.
A una parte de mí le habría gustado poder seguirle el teatro, pero es que tampoco podían culparme por la gracia que me hacía el asunto. Para terminar de hacerla él se mantuvo en personaje y cuando me corrigió el "señorito" a "señor" me erguí de forma un poco abrupta pues había mantenido la reverencia. Parte del cabello me golpeó el rostro y me lo saqué de la cara con un movimiento de mano algo atropellado. —¿Hace como... catorce horas no eras muy joven? —señalé, arrugando los gestos con fingida molestia—. ¡Piénsalo entonces y consúltalo con quien haga falta! ¡Con el ministro, si quieres, y luego hablamos! Por su lenguaje corporal me dio la sensación de que el teatro se iba terminando, pero de repente el muchacho se me puso amnésico y lo miré entre confundida y divertida. ¿No había seguido yo su trayecto con la vista y todo? ¿Con qué decía que se había golpeado, con el aire? —Buen día —le dije con calma a pesar de todo y mi sonrisa, hasta entonces mezclada con las risas, se tornó más suave—. ¿Qué te golpeaste, dices? Alright, let me check. Lo solté así como si nada y estiré el cuerpo los centímetros que pude para pretender mirarle mejor la cabeza, como si de verdad se hubiese dado un golpe que justificara el olvido. Me puse seria, mirándolo como si tuviera lupas en los ojos, y al final estiré la mano y le di un toque en el costado de la cabeza con el índice, entre el cabello oscuro. —¿Te habrás golpeado con una pared de aire? O tal vez el aire te dio un besito y te dejó sin recuerdos —solté con cierta diversión en la voz y le regresé su espacio, sonriéndole de nuevas cuentas—. Mira, mi recuerdo es el siguiente. Sé que lo que yo hago aquí: darte los buenos días porque me gusta hablar contigo. ¿Había otra cosa? Ah, ¡sí, sí! Una misión importantísima, Kakeru, tenías que entregarme algo, ¿de verdad olvidaste algo como eso? Poor little thing, it's okay.
Ilana se incorporó con tanta energía que una sonrisa permaneció revoloteando en mis labios, a la espera de la próxima cosa que dijera. Se colgó de mis declaraciones de ayer, a lo cual respondí sin un segundo de demora. Era fácil mantener el ritmo cuando lo que soltábamos eran puras tonterías. —La edad es relativa, pequeña —afirmé, como si le compartiera sabiduría ancestral, y respecto al ministro arrugué el ceño, pensativo—. El ministro no creo que tenga tiempo, a menos que no te moleste esperar hasta después del receso de verano... Cacé sus intenciones al vuelo y me agaché ligeramente, brindándole una mejor visión de mi cabeza. Al principio había dejado la vista suspendida en cualquier punto de la clase, pero al mirarla sonreí, entretenido. Era gracioso verla tan concentrada. —Pareces el restaurador de Toy Story, la segunda. El anciano —murmuré, soltando la información un poco desordenada—. ¿El que arregla a Woody? Tiene unas gafas raras que apilan lente sobre lente para hacer zoom, así. Alcé la mano y le di una serie de golpecitos suaves en la sien con la punta del dedo índice, como si llevara puestos los dichosos anteojos y les estuviera agregando el aumento. Regresé la mano a mi espacio más o menos al mismo tiempo que sentía sus dedos en el cabello, y entonces me erguí poco a poco. Solté una risa nasal. ¿Un besito del aire? Se me ocurrió la tontería de que, si así fuera, al menos podría consolarme con la idea de que con un elemento de la naturaleza sí me iba bien, pero obviamente me la tragué. Sonaba demasiado patético y auto compasivo. Y cercano a la realidad. La escuché decir tan tranquila que le gustaba hablar conmigo y mis labios se curvaron en una sonrisa suave, algo involuntaria, que tampoco me molesté en disimular. Alcé las cejas, sorprendido, ante la misión importantísima, y luego arrugué el ceño. Misión, misión, misión... ¿Qué podía ser? Lancé la vista al techo y hundí las manos en los bolsillos con cierta fuerza, topando de golpe contra el metal frío. Di un leve respingo y extraje las llaves, suspendiéndolas a un lado. —Ah, ¿será... esto? —murmuré, confundido, y la miré.
—¿Y el ministro va a tener tiempo para nosotros aunque me espere a mi siguiente vida? —reboté, ya venía frunciendo el ceño desde que me llamó pequeña como si fuese un monje viejísimo transmitiéndome conocimiento ancestral—. Habrá que resolverlo por otros medios. A este paso deberíamos contemplar la posibilidad de participar en un concurso de estupideces, si es que existía tal cosa, pero incluso entre la verborrea de tonterías cuando lo vi agachar la cabeza para dejarme revisarlo sentí algo parecido a la ternura. Se me ocurrió que aunque era cierto que mis aproximaciones no eran particularmente invasivas, él no me rechazaba en su espacio ni nada. —Imagina lo que sería yo aquí mirándote con el zoom más grande en la historia del cine —apañé algo entretenida y se me escapó una risa suave ante los toquecitos en la cabeza—. Con ojos así de grandes. Después de haberle tocado la cabeza también entonces me llevé las manos al rostro, formando con cada una suerte de media luna que sugería un círculo grandote en representación de cada ojo. Fue después que dije lo del besito del aire y eso, a él le sacó una risa nasal y dejamos el asunto morir allí. La sonrisa que le alcanzó el rostro después, cuando le dije que me gustaba hablar con él, fue suave y me guardé las ganas de decirle que si sonreí tan bonito entonces molestarlo parloteando como loro valía la pena. Ante el recordatorio de la misión súper importante seguí el cambio en sus expresiones, aguantándome una risa, y al verlo hundir las manos en los bolsillos ladeé un poco la cabeza. Cuando sacó las llaves di un ligero respingo y estiré la mano en su dirección. —¡Es eso! —respondí con energías renovadas—. De ti depende el éxito de la misión de dos pobres damas, ¿eso también lo olvidaste?
—Pues debería, ¿no crees? —nos defendí, totalmente convencido de mis argumentos—. Somos ciudadanos justos y leales, después de todo. Obviando el detalle de que ella ni siquiera era ciudadana de este país, claro. Al darle los golpecitos en la sien, Ilana se rió y trazó círculos alrededor de sus ojos. La gracia se me contagió levemente y asentí, decidiendo no verbalizar mis pensamientos. Me parecía excesivo decirle, por ejemplo, que no veía el problema en poder apreciar mejor el color de sus ojos. La idea se enlazaba en mi mente con implicancias que ya estaban lejos, muy lejos de mi alcance, y por eso callé. Por ambos. Al sacar las llaves, Ilana me acercó la mano y me hice el loco un rato más, hasta que me aburrí de actuar y, también, noté que el volumen de estudiantes aumentaba, anunciando el inicio de las clases. Cedí y apoyé las llaves en la palma de su mano. No tenía idea qué planeaba hacer ni con quién, pero suponía que le podía preguntar otro día cómo le había ido. —¿Cocinarán algo rico? —pregunté medio porque sí, y tras echar un vistazo al resto del aula le sonreí—. Creo que deberíamos ir sentándonos. Contenido oculto Cierro por acá <3
No pude evitar soltar la risa al escucharlo decir que sí, que el ministro debía escucharnos por ser buenos ciudadanos cuando yo ni siquiera lo era, decía, ciudadana. Quería pensar que buena sí era, pero como fuese, que la estupidez fue simpática y entre la risa lo que hice fue darle la razón, repentinamente convencida. A él la gracia de lo de los ojos se le contagió un poco y notarlo me estiró una nueva sonrisa. Continuamos con el show de las famosas llaves y la verdad no estuve tan atenta a que iban llegando más personas, así que le agradecía a él la awareness espacial. Recibí las llaves entonces, la sonrisa se me ensanchó y las guardé con cuidado en el bolsillo de la falda, asegurándome de que no fueran a salirse por nada del mundo. —Pues yo espero que sí —respondí con una cuota de diversión en el tono, quise decirle que se enteraría de ello pronto, pero mi sorpresa no podía echarse tanto a perder y me aguanté las ganas de anunciarlo con bombos y platillos. Cuando dijo que debíamos irnos sentando ojeé la clase antes de asentir—. Vamos. Ah, al final del día te puedo dejar mis apuntes de ayer. ¡Todavía planeo redimirme! Ya cuando a cada uno nos tocó quedarnos en nuestro lugar correspondiente le di las gracias por la llave, por supuesto. Contenido oculto por acá cierro también uwu
La respuesta de Kakeru a la invitación consiguió sacarme una risa a pesar de que pretendí que fuese un intercambio rápido, lo que hice fue encogerme de hombros y ampliar la sonrisa. Quise decirle que me había dicho que le gustaba que lo arrastrara en mis planes repentinos, pero me pareció un poco fuera de lugar en vistas de que estaba acompañado y me guardé la tontería, despidiéndome de él y disculpándome con la rubia por la intromisión. ¿Me pude concentrar en clase? Ni un poco, pero nadie podía culparme. Entre que había preparado las cosas yo misma gracias a la ayuda de Sasha y el hecho de que, dejando de lado el evento del patio norte el día de mi llegada, era la primera actividad en la que estaba participando y porque de hecho tenía cómo hacerlo. Me estaba acercando a nuevas personas y me sentía bien. El punto era que apenas sonó la campana guardé mis cosas y pesqué el bolso con fondo térmico que le había robado a mamá, donde se llevaba los almuerzos. Alguien debía reconocer la fuerza de voluntad que me había significado no arruinar mi propia sorpresa como le había dicho a Sasha, entre el pedido de las llaves, la conversación del viernes y toda la cosa. No era buena guardando el misterio de los regalos, no mucho tiempo quería decir. Con todo listo, navegué el espacio hacia el asiento de Kakeru y me incliné para colar el rostro en su campo de visión, dedicándole una sonrisa amplia. —¿Tuviste de tiempo para pensar en lo bien que vamos a pasarla en esta nueva edición de "Ilana arrastrando a Kakeru"? —bromeé ahora sí—. ¿Te gustaría estar al aire libre o nos quedamos adentro? También podríamos estar adentro estando afuera si vamos al observatorio. Contenido oculto Gigi Blanche el sol brilla, las aves cantan e Ilana no suelta a este pobre hombre Tenía la mente en todo menos en las clases, pero era culpa mía por venirme encima como siempre y no había mucho que hacer al respecto, tampoco es que me estuviera arrepintiendo ni nada, era más bien que el tiempo estaba moviéndose a la velocidad del alquitrán y yo no era un iluminado de la paciencia. De todas maneras, mientras veía la vida pasar y trataba de usar la neurona en tomar apuntes, mapeé la clase un momento, apenas lo suficiente para ubicar a Craig. Le había dejado el cuaderno prestado en la mesa hace varios días, como quien no quiere la cosa, y yo que estaba ocupado con doscientos embrollos diferentes siquiera me molesté en preguntarle si necesitaba algo más. Luego había estado la conversación con Paimon y recién ahora Craig reaparecía, así que... Suponía que todo el valor de un hombre estaba en su palabra, si no podía cumplir con mis propias promesas hacia mí mismo, ¿valía algo siquiera? Quizás fuese mejor fingir demencia, pero la verdad ya no quería pensar más en esto. Luego de que la campana sonó me levanté del pupitre después de guardar mis cosas y saqué una pequeña bolsa de papel que había dejado en la lonchera donde traía los chocolates que le había regalado a Vero. La verdad es que era para comer yo, pero digamos que podía usarlo para otros fines de ser necesario. Al avanzar hacia el escritorio del albino noté a Ilana con Fujiwara y lo dejé correr, porque la verdad ignorando mi cagada y el rechazo de la disculpa no creía que el chico fuese repelente ni nada, más bien lo contrario. —¿Al final te sirvieron los apuntes? —le pregunté a Suiren apenas estuve frente a él y le dediqué una sonrisa. El imbécil me había encontrado drogado que te cagas discutiendo con Liam, no era ejemplar en lo más mínimo y de cierta manera quería redimir un poco eso también. Contenido oculto Insane hellow
Contenido oculto Había estado varios días ausente, más de lo que quisiera. El estar encerrado en casa en contra de mi voluntad se setía bastante mal, pero al menos ya parecía tener el alta definitiva, mientras siguiera el tratamiento y los controles todo podría estar bien, eso esperaba, al menos por mi madre la cual había pedido permiso para estarme cuidando, pese a su cansancio... Paimon también procuró estar, de una u otra forma, ya fuese visitándome luego de clase o llamándome al teléfono, aunque el tipo no hablaba mucho pero una que otra cosa resolvía. Cuando le apetecía brindaba atención sin darse cuenta. Llegué más temprano de lo que estimaba, hice el cambio de calzado y al caminar hacia las escaleras noté un grupo de chicas cuchicheando frente al tablón de anuncios, una de ellas me miró y me dió el espacio para echar un vistazo, le sonreí con la amabilidad usual y logré leer tras los lentes negros. Un par de rostros pasaron por mi cabeza. —¿Por eso es el alboroto? Giré el mentón. —Bueno, podrías regalar un par. Soltó el aire por la nariz con incredulidad, se dió vuelta y lo seguí hacia el ascensor hasta el salón de clase. Ya dando inicio tomé apuntes de... casi todo, un poco desorientado, a la final estaba retomando y faltar pesaría en el momento de que hubiese algún tipo de evaluación. Tenía en mente pedirle un espacio a la profesora de ser posible, pero la intención murió cuando estaba guardando el bolígrafo; noté a Ilana acercarse a otro chico de la clase, miré a Paimon de reojo y murmuré solo porque sí. —¿Crees que almuerce hoy con nosotros? —No, últimamente parece demasiado ocupada. El fastidio se le coló en la voz pese al importaculismo que se cargaba siempre, iba a decir algo más pero guardé silencio cuando Cayden se detuvo frente a mi pupitre, recordé entonces sus apuntes y asentí, los había usado esa misma noche que llegué a casa en realidad, y no había logrado regresárselos, lo cual no tenía carta de presentación. —Y parece que estás igual —murmuró el moreno, enterrando las manos en los bolsillos y saliendo del salón. Andaba de mal humor, aunque no era raro en él. Regresé mi atención al chico y busqué en mi mochila, regresándole la libreta. —Bastante, gracias, y antes disculpa, demoré en devolverte algo que debiste necesitar —, en realidad Orn no me había dicho directamente que él había sido quien me había ayudado en su momento, pero sí lo dió a entender de una manera u otra. Miré entonces la bolsa de papel que traía y regresé a sus ojos—. ¿Tienes planes para este receso? No quisiera almorzar solo.
Fragmentos de la conversación con Alisha me habían quedado rebotando en la mente durante el transcurso de las clases. No lo pretendía, sólo ocurrió, y eran tan insistentes que eventualmente me resigné a prestarles atención. Tenía que hablar con Kou, ¿cierto? Juntar el coraje que había reunido él mismo y poner toda la mierda sobre la mesa. Había un límite para fingir demencia y temía excederme, estirar demasiado la banda y que ésta se rompiera, devolviéndome el latigazo. Ya no quería arrepentirme de mis decisiones ni de los resultados, y Kou había dejado en mis manos un peso enorme, pero también la posibilidad de hacer las cosas bien. Quería hacer las cosas bien. Con él, con Kohaku, con Anna. Para cuando sonó la campana había trazado un plan relativamente decente en mi cabeza, lo cual me confirió algo de calma. No había olvidado la promesa con Ilana, pero al haberme distraído tanto, el receso me pilló terminando de copiar algunas cosas de la pizarra. Estaba en eso, metiéndole turbo a mi mano, cuando unos mechones de cabello rubio aparecieron en mi campo de visión y, al alzar el rostro, topé con los ojos de la chica. Su sonrisa fue amplia y le correspondí con una algo más modesta, desconectando mentalmente del hilo de mi escritura para volcar mi atención en ella. —Tuve todo el tiempo del mundo —murmuré; responderle con la verdad habría sido bastante estúpido e incluso grosero de mi parte—. ¿Adentro estando afuera? ¿En el observatorio? Lo cuestioné con el ceño ligeramente fruncido y desvié la mirada a las ventanas, repasando el azul del cielo. —No sé si lo sabías, pero tengo un cuestionable hábito de quemarme las ideas al sol —bromeé, mi sonrisa se amplió y regresé los ojos a ella—. Parece agradable hoy, ¿qué dices si probamos suerte en la azotea?
Pobre criatura, ¿no estaba en modo Fast and Furious tratando de terminar de copiar lo de la pizarra? Verlo me quiso hacer reír, pero no dije nada al respecto y en su lugar me acerqué para llamar su atención y decir la tontería correspondiente. El reflejo de mi sonrisa fue más recatada y en el momento en que me habló fui enderezando la espalda. La verdad no creía que hubiese mucho que pensar al respecto, pero me hizo gracia que me diera cuerda como siempre y luego se me escapó una risa por sus dudas, que de hecho eran bastante razonables. Asentí de lo más convencida, sin aclarar mi razonamiento, y seguía su mirada cuando la desvió a la ventana. —Oh sí, creo guardar el recuerdo de haberte encontrado en medio de una de esas sesiones —apañé a su broma y sostuve el bolso con una sola mano para estirarla hacia él, posándola en su cabeza—. Y con este pelo tan oscuro créeme que las ideas se tuestan mucho. Pensé en los chocolates, que esperaba no acabaran vueltos una plasta, pero ya vería qué pasaba con eso. De momento me limité a asentir para hacerle saber que me parecía bien que subiéramos, retiré la mano de su cabello y husmeé sus apuntes, que se habían quedado a medio palo. Me lo pensé un momento, pero tomé el bolígrafo, giré el cuaderno y doblé la espalda para poder escribir por él al menos un cachito de lo que se le había quedado a medias. Acto seguido le dibujé una flor en una esquina, si le ponías imaginación era una margarita. Temí haberme pasado de confianza apenas solté el lapicero, así que al alzar la vista le dediqué una sonrisa que fue más una disculpa y esperé a que se levantara para poder ir avanzando. —Señor Ideas Tostadas, espero que uses bloqueador solar si tienes este hábito —dije de repente, cayendo en cuenta de que no sólo las neuronas se le quemaban bajo el sol.