Provincia Sur Contenido oculto "Viví en la provincia sur de Paldea durante algún tiempo, pero no pude experimentar cómo era antes de la llegada de Chance. Antes de que, como hizo con otras zonas rurales, la llamase "provincia". Esta zona tiene la ventaja de estar poco tocada por la mano de Chance... sus vastas praderas verdes y sus ríos transparentes siguen pudiendo contemplarse. Pero, como en casi todas partes, hay un aire sombrío en Paldea, un... silencio extremo fuera de las ciudades, y bullicio incesante dentro de estas. Al menos ha conservado parte de la biodiversidad de Paldea en su rápida y feroz remodelación de la región, como del resto de Valthyria. Solo alguna pequeña columna de humo, de fábricas exteriores que pueblan la zona, pueden divisarse entre el verde y el vago rumor del agua. Supongo que Chance no es idiota: necesita agricultura, por mucho que trate de mecanizarla. Necesita zonas rurales tanto como necesita fábricas y zonas de extracción. Y por eso permite que zonas así sigan existiendo, siquiera en parte de lo que antes fueron. Por eso su mano despiadada no arranca todo lo que ve. Parece que hasta haya que agradecerle". Se dará pie a comenzar el roleo en el próximo post.
Ruta Paradoja "A veces pienso que lo que necesita este mundo ahora mismo para salvarse... es poco menos que un auténtico milagro. Que aparezca algo que, como una paradoja en el espacio y el tiempo, cambie de repente el curso de las cosas, cambie la historia, lo cambie todo". Zireael Despiertas en una cama que no es la misma en la que dormiste la noche anterior. Las paredes son de madera, el espacio es pequeño, está sucio y lleno de polvo; estás en lo que parece ser una cabaña. Lo primero que haces es preguntarte dónde estás. Lo último que recuerdas es dormir en tu cama en Hoenn, y tener un intenso sueño motivado por todo lo que en los últimos meses habías experimentado: demasiadas emociones, demasiados cambios y demasiada intensidad como para tener la cabeza fría. Llegaste incluso a plantearte que seguías soñando, pero la realidad se hizo tangible cuando miraste por la ventana de aquel pequeño cobertizo y viste metros, y metros, y metros de campo a tu alrededor. Si pellizcases tu mejilla, te dolería, estabas seguro. Porque estabas bien despierto, bien consciente, y, por alguna razón casi inexplicable, bien lejos de casa. Lo primero que se te pasa por la cabeza es Astel, y lo buscas con la mirada, pero no está. No hay ni rastro de Astel. Parece dormido, inactivo, o, como si, directamente... ya no estuviese contigo. Agarras y miras tu colgante de ambar, recubierto de aquel cristal, y solo puedes desear que nada malo le haya pasado. Pero deseando también que nada malo te esté pasando a ti. En la cabaña, además de la cama, hay una mesita con una lámpara de aceite apagada y un armario, todo de madera desvencijada. Nada más se ve a simple vista. Todo es... tan raro. No tienes en estos momentos a tu compañero contigo. *** Amane Habías decidido contarle a Ethan que querías embarcarte junto a él en aquella aventura. Que no querías estar tranquila en casa mientras él se jugaba la vida. Y así fue como, tras algunas discusiones y algunos intentos que incluso él sabía que serían vanos para intentar convencerte de que no lo hicieras, te uniste a su lado al Proyecto Paradoja. Entraste sin demasiados problemas en la división de medicina militar, dándote una serie de instrumental médico muy avanzado que nunca antes habías visto. Era sencillo de usar, pues era una suerte de "pistola" con la que, con solo apretar un gatillo, podía lograr el mismo efecto que las pociones en spray que todo entrenador usaba tiempo atrás. Con todo, pese a que cualquiera podía usar ese instrumental médico, había cosas que uno de esos aparatos no podía curar. Y ahí entrabas tú y el resto de la división. Ethan estaba en otro avión cuando montasteis. Él, como Ranger, formaba parte de la avanzadilla, quienes allanarían el terreno y entrarían primero en la región desde el aire. Se pretendía abordar lo que se asumía que era la sede de Chance: lo que antes era Ciudad Meseta. Y, de ahí, se comenzaría a avanzar y a evaluar la situación. No había que recurrir inmediatamente a la violencia, más que como método de defensa. Y es que el objetivo principal del Proyecto era, primero y ante todo, averiguar información sobre los quehaceres de Valthyria... y solo después atacar, si era necesario. Tú no sabías cómo funcionaban todas esas armas que habían entregado a las autoridades. Había tres cuerpos principales en la operación: los soldados armados, entre los que estaban Ethan y otros tantos rangers, policías y militares, que eran quienes portaban las nuevas armas, todas ellas con una... apariencia acristalada, de algún modo; luego estaba la retaguardia, compuesta principalmente por entrenadores, que iban en un segundo avión grande, y eran a quienes se les brindó un orbe terastal modificado y algún pokémon con el que poder luchar si era necesario, cubriendo las espaldas de la avanzadilla; y, finalmente, los enfermeros y médicos. Contigo viajaba, así, una chica que parecía muy pequeña, que tenía una pokéball colgada al cuello y que no debería, por ningún motivo, estar allí. Amy, se llamaba. Se la veía nerviosa, asustada. Supiste poco después, cuando tuviste ocasión de hablar con ella, qué era lo que hacía allí, como enfermera. —S-Soy enfermera en un centro pokémon, pero soy... refugiada de Paldea. Mi familia no pudo salir, y llevo años sin verla. Esta era mi única oportunidad para reencontrarme con ellos, para... salvarles y poder volver a casa. A casa de verdad. Tenía que hacerlo. En todo este tiempo, solo he tenido a... mi Flittle —Y, con una sonrisa, acarició la pokéball. Fuisteis acercándoos, así, a la frontera de Paldea, sobrevolando la zona sur... y solo fue cuando estuvisteis muy cerca que el piloto del avión, el cual carecía de ventanas, advirtió algo. por la megafonía, dijo: —Hay... hay algo extraño en el horizonte. ¿Qué es... eso? E-En fin, agarraos. Vamos a iniciar el descenso. Aparcaremos cerca de... Pero la señal, repentinamente, se cortó. El avión empezó a hacer eses. Lo primero que pensaste no fue en ti, sino en Ethan. Lo primero que pensaste fue que Valthyria no iba a dejarse atacar... y respondería con dureza. Que os habían derribado, o algo así. Pero no deberían, los aviones estaban recubiertos de aquella cristalización especial. Los aviones estaban... protegidos. Las alarmas saltaron rápidamente. El piloto os avisó: había alguna suerte de interferencia. Los aviones estaban descendiendo. Los motores fallaban. Había que saltar. Amy estaba asustada. Tremendamente asustada. Y tú, allí, junto al resto de enfermeros, no tenías demasiado tiempo para reaccionar. La salida de emergencia del avión estaba allí, luces rojas parpadeando. Pero aquella chica estaba completamente paralizada por el miedo... y el tiempo corría en contra de todos. No tienes de momento a tu compañero. *** Reual Nathan Onyrian Rider El avión que recogía a los entrenadores partía desde Ciudad Porcelana, viniendo de Hoenn, y de allí se dispondría a entrar a Paldea, a Valthyria. Ambos os inscribisteis juntos como entrenadores, formando parte de la cuadrilla de la retaguardia en la operación. El ataque sería liderado por Rangers y otras autoridades, que eran quienes fueron formados en aquel tiempo en el uso de las nuevas armas. A vosotros, como entrenadores, se os asignó un pokémon a cada uno, dos pokémon poderosos entrenados, fuertes y pertenecientes a Paldea: un Armarouge y un Ceruledge. Por supuesto que a ti, Aleck, te dio particular pena dejar atrás al pequeño Cetoddle que siempre pululaba por las cámaras frigoríficas del bar. Preocupado por si sería capaz de sobrevivir en tu ausencia, lograste agenciarte con una pokéball, lo atrapaste, y se lo confiaste durante tu ausencia a un cliente habitual en el que confiabas: tenías fe de que cuidase de él y pudiese estar protegido dentro de su ball, al menos. Quizá eso era algo que debiste hacer hacía tiempo. Pero era demasiado arriesgado llevarlo contigo... particularmente si no tenía ni idea de combatir (casi no tenía ni idea de cómo alimentarse él solo, el pobre). En fin, finalmente, tras un entrenamiento que os sirvió para recordar las nociones de batalla que nunca llegasteis a olvidar del todo, se os entregó algo especial: un orbe teracristal modificado. Lo mismo que usaban en Paldea para teracristalizar a sus pokémon y hacerlos más fuertes y capaces de cambiar de tipo... pero con más poder de lo habitual. Esa era el "arma" que los entrenadores recibían: la pudieron probar con sus nuevos compañeros, y, sin duda, era poderosa: sus ataques se maxificaban a una escala increíble, y eran capaces de permanecer en esa forma de manera indefinida sin ningún perjuicio aparente. Por eso no esperabais que todo... saliese tan mal, tan pronto. Cruzasteis, montados en el avión donde iba la retaguardia, la frontera de Paldea, y ya sobrevolabais la zona sur. Erais muchos voluntarios, sin duda... un par de equipos médicos iban atrás, vosotros, unos cincuenta entrenadores, al medio, y delante lideraban el paso aéreo más de cien hombres y mujeres cargados con armamento de última tecnología. La idea de vuestros equipos, que ibais en aviones grandes, era saltar, sí. Pero no entonces, no así. Vuestros aviones debían pasar de largo, dejándoos caer, mientras que los enfermeros y médicos aterrizaban sanos y salvo una vez allanaseis el aterrizaje para ellos, pues ahí se portaban los suministros: era prioridad tocar tierra, despejar la posible resistencia, y luego asegurar a la retaguardia. Los aviones iban protegidos contra todo ataque de tecnología avanzada de Chance. ¿Por qué motivo, entonces, empezó a caer repentinamente? Tuvieron que saltar, antes de tiempo... y vieron, mientras el paracaídas se abría, cómo el avión no mostraba signos de ser atacado. Y entonces visteis dos cosas, mientras ambos caíais en paracaídas. Primero, una monstruosa construcción, como una torre blanca y gigantesca, que se alzaba en el horizonte. Y después, justo frente al sol... algo. Un pokémon. ¿Un... Flygon? Contenido oculto Estaba allí, quieto. Sin hacer nada. Y, de alguna forma, su presencia se sentía tremendamente ominosa. Fue en ese preciso momento cuando se movió, y notasteis... una profunda y fuerte ráfaga de viento. El viento os empujó violentamente hacia atrás, alejándoos del avión que seguía cayendo y dispersando a todos los que caían. Muchos perdieron su paracaídas, y visteis a gente caer al suelo en picado. Otros simplemente se perdieron en el horizonte. A ti, Niko, te pasó algo similar a los primeros. Tu paracaídas, de repente, se descolgó de un asa, y quedaste suspendido solo por uno de ellos. Pudiste darle la mano a Aleck mientras pasabas por su lado, y gracias a eso te pudiste salvar de caer, pero... el viento era fuerte, demasiado, y el peso de ambos fue más de lo que el paracaídas de Aleck podía soportar. Fuisteis perdiendo altura, más y más, hasta que... ... caísteis. El río os recibió como si fuese un milagro, sin duda. Ambos habíais caído juntos en el agua, amortiguando el impacto, y la suave corriente os arrastró solo un poco, hasta que pudisteis tocar orilla. Estáis ahora allí, en mitad del campo, rodeados de... puro verde, en todas direcciones. Y podéis ver cómo el primer avión, el de los combatientes, se ha perdido ya en la distancia... mientras que un humo que se adivinaba del segundo, en el que volabais vosotros, se podía apreciar detrás de una pequeña colina, a lo lejos, al oeste. Al alzar las cabezas, visteis al último avión, el de los enfermeros... el que tenía todos los suministros, haciendo profundas eses, hasta que... también se perdió detrás de colinas. En vuestros bolsillos, por fortuna, seguían vuestros dos compañeros: Ceruldge y Armarouge. Así como el orbe terastal, pero... por alguna razón, este no brillaba. No reaccionaba. No hacía nada. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había pasado? Y, sobre todo... ¿qué haréis ahora? Ambos tenéis un "orbe terastal (descargado)". Será añadido a vuestras fichas. Contenido oculto Por el momento, estos son vuestros compañeros: Aleck: ARMAROUGE: Fuego/Psíquico Lvl. 7 Rasgo: >> En batalla: por cada turno propio que pase, sube su ataque en 1, hasta un máximo de +5. >> Fuera de batalla: puede chamuscar cosas que ardan con facilidad, así como usar su fuego para otros usos (derretir, cocinar, etc.). Usarlo mucho puede cansarle, sin embargo. Estadísticas: >> Vida: 38/38 >> Ataque: 15 >> Defensa: 13 >> Velocidad: 10 Movimientos: >> Ascuas [Control] (5+2 Potencia, Fuego, golpea hasta a dos rivales) (5/5) >> Cambio de banda [Tanque] (hasta tu próximo turno, recibe tú los golpes que recibiría un aliado) (3/3) >> Psicocarga [Control] (5+2 Potencia, Psíquico, golpea a todos los rivales) (4/4) >> Cañón armadura [Asesino] (20+2 Potencia, Fuego, baja tus propias defensas en -3) (2/2) >> Vastaguardia [Tanque] (bloquea el daño que reciba tanto el usuario como un aliado hasta el próximo turno) (2/2) Nikolah: CERULEDGE: Fuego/Fantasma Lvl. 7 Rasgo: >> En batalla: por cada turno propio que pase, sube su ataque en 1, hasta un máximo de +5. >> Fuera de batalla: puede chamuscar cosas que ardan con facilidad, así como usar su fuego para otros usos (derretir, cocinar, etc.). Usarlo mucho puede cansarle, sin embargo. Estadísticas: >> Vida: 40/40 >> Ataque: 15 >> Defensa: 10 >> Velocidad: 13 Movimientos: >> Ascuas [Control] (5+2 Potencia, Fuego, golpea hasta a dos rivales) (5/5) >> Fuego fatuo [Disrupción] (lanza 1d3, si sale 1, quema al rival, lo que hará que sus tiradas ofensivas sean de -3 caras y le dañará con 1d3 por turno) (2/2) >> Sombra vil [Asesino] (10+2 Potencia, Fantasma, el próximo turno, no serás objetivo de ataques si tienes algún aliado) (2/2) >> Espada lamento [Destrucción] (10+2 Potencia, Fuego, recuperas 1/2 del daño que causas) (2/2) >> Danza espada [Asesino] (sube en 1d6 tu propio ataque) (3/3) *** Gigavehl Por fin, por fin estabas un pasito más cerca. La oportunidad que te ofreció Cayden al crear aquel Proyecto, el Proyecto Paradoja, fue lo que llevabas esperando tantísimo tiempo. Una ocasión para infiltrarte en Paldea y descubrir los secretos de Chance, y... llegado el momento, vengarte de él por todo. Te intentaste inscribir como entrenador, pero, pese a todo, no te aceptaron como tal. No porque no sirvieses para ello, sino porque, al conocer de tu currículum, los encargados de la reclutación del Proyecto decidieron que serías más útil en la vanguardia, junto a quienes operarían la maquinaria pesada. Las armas. Los nuevos inventos, supuestamente de Cayden, que podían rivalizar a la tecnología de Chance. Y vaya si podrían. Desde artilugios curativos hasta lo que básicamente eran láseres de alta potencia, el arsenal que iba en tu avión era espectacular, sin duda. Sin embargo, tú no estabas allí para usar las armas: te contrataron para servir de guía y de analista bélico, en resumen. Querían a alguien que pudiese conocer y analizar lo que quiera que Chance tuviese preparado, que supiese anticiparse a sus movimientos y que, ante el posible ataque frontal usando pokémon, pudiese también determinar sus capacidades, debilidades, resistencias y mejor curso de acción. En síntesis, les servirías de estratega. Tu avión era el único en el que todos podíais ver, desde dentro, el exterior del mismo, por las pequeñas ventanas. Y fuiste testigo de cómo, al cruzar el límite de Paldea, de repente lo que parecía un páramo verde y vacío se llenó de ciudades, de edificios, de todo. Como si una barrera hubiese cubierto la visión a todo el que lo analizase por fuera. También vosotros visteis eso antes que nadie. En el centro de Paldea, dentro de aquel cráter enorme. Una... una suerte de torre, alargada, gigantesca, que se alzaba hasta donde la vista casi no alcanzaba, incluso desde el cielo también. Y también tú fuiste el primero en ver a aquel pokémon. La misma silueta que se alzó de pronto delante del sol, ocultando este su forma por la intensa luz que le rodeaba. Desde que apareció... las alarmas del avión saltaron. Todo empezó a precipitarse, literalmente. El avión de la vanguardia fue el primero en detectar la anomalía: el motor parecía estar descargándose a un ritmo vertiginoso. Los controles eléctricos del avión empezaron a fallar. Se perdió total y absoluto poder sobre el avión... y no hubo más remedio que dar la orden anticipada de saltar. Tú lo hiciste junto a uno de los comandantes, un chico pelirrojo que parecía ser un ranger: montaste junto a él en el mismo paracaídas, puesto que, al no estar entrenado militarmente, no estaba planeado que saltases por tu cuenta. Y mientras descendías junto a aquel hombre, el viento sopló con más fuerza aún desde allí. La voz del hombre resonó en tu cabeza: "tranquilo, agárrate y confía, saldremos de esta". Eso decía, pero... aquel viento no daba indicios de cesar. El cuerpo de un paracaidista fue lanzado por este hacia vosotros, impactando directamente contigo. Perdiste entonces el conocimiento. Despiertas ahora, aturdido. Notas que estás elevado de alguna forma, de espaldas al suelo, pero... no das la espalda al suelo, no. Detrás de ti tienes al hombre con el que saltaste, aún pegado a ti por los arneses del paracaídas. La sangre recorre su rostro. Parece... inconsciente. O quizá algo peor. Muerto. A tu alrededor hay verde, mucho verde. Estás detrás de una colina, y ves a lo lejos, hacia el noreste, pero muy lejos, el cráter de Paldea, y... la enorme torre alzándose en el centro. Eso es todo cuanto puedes ver. Estás allí, aún enganchado a tu acompañante, sin rastro de tu avión, ni del resto. Sin nada. Pero estás allí, y estás vivo. No tienes de momento a tu compañero. *** Contenido oculto ¡Listo! Comienza oficialmente, para la ruta Paradoja, el roleo. Desde este punto estáis totalmente libres y ya sabéis, podéis interactuar con vuestro entorno como queráis y cuanto queráis... y solo depende de qué decidáis hacer os podré pedir un check o no, o iré roleando qué va sucediendo. Eso sí, si queréis hacer algo específicamente para lo que buscáis mi respuesta (ejemplo, probáis a interactuar con algún npc, o a abrir alguna puerta; son cosas para lo que sí o sí tengo que intervenir, sea con check o sin ellos), estaría bien que me lo marquéis en negrita para que pueda visualizarlo más rápidamente *Disclaimer: los acompañantes de Aleck y Nikolah no están ni escalados necesariamente a cómo serían pokémon a este nivel en el futuro del rol, ni representa ninguno ni en movimientos ni en estadísticas ni en rasgos cómo funcionará necesariamente Charcadet al evolucionar; son solo fichas provisionales únicamente escaladas a este momento puntual.
Givan Velren Y por fin estábamos aquí... En este día tan temido como esperado por igual, no me hacía en lo absoluto gracia tener que volver al territorio de Valthyria, pero, tampoco es como que quedarse sirviese de mucho; si quería vengarme por lo que acabaron haciéndome... ¿No? Ya no solo por la humillación o por haber exterminado cualquier rastro de pasado que me quedaba, si no por haberme privado tanto tiempo de... De todo. De todas las cosas, jamás había esperado que Cayden fuese el que me ofreciera la oportunidad, ese márgen que tanto había necesitado, no me habría molestado viajar a otra región si era preciso, pero por fortuna no hizo falta, en la misma Hoenn había sido suficiente... Aunque antes de ir a la reunión, miré una última vez el desastre de habitación que tenía, los libros, las anotaciones... Los gigas y gigas de archivos, imágenes, datos, todo referente a los Pokémon en general, especialmente de la mitología, y también me puse a ver por última ocasión en un cuaderno lo que dibujé alguna vez esa... Cosa. Esa figura jamás la podría olvidar. Con esa extraña sensación cada que la veía en mí, verifiqué que llevaba mi losa, y dejé dicha habitación para no volver jamás... No sabía si en verdad volvería con vida, o simplemente fracasaría en el intento, el asunto es que a partir de hoy... Volveríamos a ese infernal reino. Cuando llegué e hice el debido papeleo, me sorprendió saber que no me aceptaban como un Entrenador, algo que por supuesto me dejó sorprendido, iba a argumentar un par de puntos cuando me explicaron la razón. Ellos me veían siendo más útil en la vanguardia, volviendome básicamente su estratega para casi que el comodín hecho persona ante cualquier tecnología o Pokémon que se presentarse por parte de Valthyria, viendo que era un profesional en el estudio de la historia Pokémon; y la tecnología al buscar replicarlos o incluso mejorar parámetros, me veían más útil ser solo un cerebro que estar en primera línea peleando, cosa que... Aunque si bien no me daba exactamente lo que buscaba, pensé que igualmente y conocer a profundidad la tecnología que, parecía, el mismo Cayden había fabricado podría darme una buena idea de lo que esperaba al otro lado, pero más aún... Yo mejor que nadie sabía lo importante que era tener conocimiento, mucho conocimiento, por lo que acepté el trato, y empecé a seguir las indicaciones que hicieran falta para ponerme en la misma página que ellos. El ambiente era el que esperaba... Había mucha tensión pero también había determinación, no me parecía percibir que alguien tuviese dudas sobre lo que hacía ni nada similar, solo estaba yo junto con algunos revisando que todo el arsenal estuviera en orden, mientras las otras naves aliadas avanzaban junto a nosotros, cuando se emitió la notificación que estábamos por entrar en Valthyria, decidí aproximarme a una de las ventanas a ver el exterior, y casi como si de un especie de manto invisible, dónde antes solo era un gran campo verde y vacío, ahora habían edificios, como si me hubiera distraído y de pronto todo aquello se mostraba. Aquello me tomó un poco desprevenido, pero pronto calmé dicha emoción, honestamente me esperaba cualquier cosa de este sitio, aunque... No sabía si dicha torre, el cual ni siquiera nosotros; estando en el aire, era capaz de ver su cima, por un momento me imaginé si así debió verse aquella... Arma, en su día. Todo aquello me robó mi atención, lo suficiente como para percibir algo extraño a lo lejos, había un Pokémon, eso era inconfundible, sin embargo, mis reflejos no me ayudaron a discernir qué era exactamente, por lo que incluso entrecerré los ojos tratando de entender qué era aquello... ¿Sería un Tipo Dragón? Lo parecía, incluso podría ser que Psíquico, o Volador. No... ¿Dragón Psíquico? ¿Porqué parecía un especie de Porygon y Flygon al mismo tiempo? ¿Qué demonios era eso? No pude alcanzar a decir nada cuando la alarma empezó a sonar, terminé desplazándome para ver lo que sucedía y solo me dijeron que la energía estaba desgastandose a una velocidad anormal, esto ya era evidente, nos estaban atacando... ¡Nos estaban atacando sin siquiera haber visto una verdadera agresión! Esto por supuesto fué muy preocupante, las preguntas llegaron y no supe qué responderles, un hackeo, un robo de energía, no lo sabía, jamás había visto una silueta así y mucho menos había visto un ataque como este, el hacer incluso fallar la consola... Era muy confuso esto. De cualquier modo la orden estaba dada, debíamos saltar antes de tiempo, no habíamos ni comenzado en serio la invasión y ya nos habían estropeado el inicio del plan, esto no podía ser nada bueno... Acabé siendo ayudado por uno de los comandantes, yo solo era alguien de apoyo, no un soldado tal cual, por lo que al carecer de ese entrenamiento tuve que depender de este chico, así, ambos acabamos saltando, siendo el comandante el que empleaba el paracaídas y dirigir el modo de moverse. Solo ahí me dí cuenta que una tremenda corriente de aire bastante fuerte nos empujaba, trate de mirar hacia el avión, o hacia la figura extraña, pero no alcance a ver nada... —Estoy bien, estoy bien pero... Es solo que todo esto me intriga mucho—. Respondí como pude, antes de acabar viendo cómo otro individuo acabó siendo víctima de la poderosa corriente de aire y terminó por golpearme con fuerza, obligandome a perder el conocimiento... El tiempo pasó, y terminé recuperando poco a poco el conocimiento, gruñendo por sentirme no solo adolorido por el impacto, si no también por lo que parecía una postura muy incómoda, me sentía en el aire, es decir, ya estaba en el suelo pero... Algo no iba bien. Me llevé la diestra al rostro, tratando de despertar y reaccionar de una buena vez, solo alcanzando a alzar la mirada, viendo primero que estaba en una especie de pradera, dándole la espalda a una colina, mientras por mi derecha podía ver de nuevo el cráter y aquella gigantesca torre... https://on.soundcloud.com/VqNginRUdtJbnjZ88 (Perdón necesitaba ponerlo) Estaba vivo... Pero viendo que no me podía mover, terminé volteando hacia mí, viendo que seguía sujeto por el paracaídas, y detrás mío, seguía aquél comandante... Pero, desde aquella perspectiva era imposible saber si estaba bien, veía sangre, cosa que solo le provocó más preocupación. "Mierda" pensé, sin poderme creer que tan fácilmente habíamos sido fragmentados, estrategicamente llevábamos toda la desventaja posible, y para peor, no parecía haber absolutamente nada ni nadie alrededor, eso no sabía si era precisamente bueno, pero igual no podía confiarme... Gruñí, tratando de ignorar el dolor como el aturdimiento para luchar por soltarme de los seguros, cosa que al poco rato conseguí, decidiendo dejarme caer a un costado boca abajo, quitándome así de encima del otro chico, preocupado por su estado. Aún en el suelo, solté un último suspiro, frustrado, solo para irme poniendo de pie, primero dedicando un vistazo alrededor, y luego miré al chico, tratando de revisar su estado, si es que no tenía una herida letal, no quería moverlo, solo verlo por encima. —Hey... Comandante, ¿Me oyes?—. Hablé, tratando de sentir su pulso... Y yo sin nada encima, esto era terrible.
Sabía que Ethan iba a intentar convencerme de que renunciara al voluntariado en el Proyecto Paradoja, así como también él debía saber que aquella era una misión perdida desde el primer minuto. Ni por un segundo sopesé la posibilidad de esconderle mi decisión, y aunque había anticipado las discusiones que tendríamos al respecto, en ningún momento me arrepentí de habérselo contado. ¿Qué otra cosa se suponía que hiciera? ¿Quedarme sola en casa, esperando por el día en el que nos avisasen de su muerte? ¿Permitir que Chance también me lo arrebatara a él? El Proyecto, en realidad, era más bien una excusa; hacía mucho tiempo que me había rendido. ¿Salvar el mundo? ¿Qué sentido tenía? Chance había ganado y no había nada que nosotros pudiéramos hacer; había aprendido la lección. Mi mundo se reducía a cuatro paredes y a tres personas, y ellos eran el único motivo por el que había decidido apuntarme al Proyecto. Me aseguraría de que Ethan volviera a Teselia sano y salvo, incluso si eso implicaba mi propio sacrifico en algún punto. Ethan y yo íbamos a embarcar en diferentes aviones, así que tuve que despedirme de él mucho antes de lo que me hubiera gustado. Sabía que podía estar pecando de paranoica, pero no podía soportar la idea de separarnos; no en aquel contexto, y mucho menos sabiendo que él iba a ser el primero en entrar en Valthyria. No había nada que pudiera hacer, sin embargo, así que alargué el beso de despedida lo máximo posible y me embarqué en mi propio avión, deseando que el viaje no se hiciera demasiado largo. En el trayecto conocí a Amy, quien se veía demasiado pequeña para estar metida en aquella mierda. Ella también había tenido que huir por culpa de Chance, habiendo dejado atrás a su familia, y ahora pretendía arriesgarse para recuperarlos. Chance había arruinado tantas vidas inocentes... No hablé mucho más con ella, demasiado preocupada por lo que podría estar pasando con el avión que teníamos delante, y me entretuve durante la mayor parte del tiempo jugueteando de manera distraída con el anillo. Así fue, por lo menos, hasta que el piloto nos avisó de que íbamos a aterrizar y, en su lugar, lo que hicimos fue empezar a caer. ¡Joder! Era obvio que Chance iba a oponer resistencia, ¿en qué momento pensaron que teníamos alguna oportunidad? Si nuestro avión había sido atacado, entonces el de Ethan... tenía que salir de ahí cuanto antes, no tenía tiempo que perder. El problema fue que toda mi convicción se tambaleó en el momento en el que mi mirada se cruzó con Amy, pues la pobre se había quedado completamente paralizada en el asiento y yo... no podía dejarla atrás, ¿cierto? A pesar de todo... simplemente no podía. —¡Amy! —exclamé, colocando mis manos sobre sus mejillas para obligarla a que me mirase a los ojos—. Escucha. Sé que da mucho miedo, pero más miedo va a dar si no saltamos ahora mismo. Quieres salvar a tu familia, ¿verdad? Entonces tenemos que bajarnos de aquí ahora mismo. Vamos juntas, ¿sí? Solo esperaba que todo saliese bien.
Al principio, Amy no reaccionó. Pero conforme le hablabas, su gesto fue cambiando. Cuando dijiste "ahora mismo" con vehemencia, parpadeó, y sus manos sujetaron su pokéball al cuello. Con voz temblorosa, asintiendo débilmente, dijo: —S-Sí, ¡sí! V-Vamos... si me quedo aquí, Flittle también... No siguió hablando. No hacía falta, tampoco. Aunque fuese solo por esa motivación, se levantó y se movió, dándole la mano a Emily, temblorosa. Fue entonces cuando escucharon una voz: la de uno de los enfermeros jefe. —No tenemos suficientes paracaídas, ¿¡por qué no hay suficientes!? —No me jodas... —murmuró otro enfermero. —N-No estaba planeado que nosotros saltásemos —trató de razonar otra, extremadamente nerviosa. El jefe, tratando de poner orden, dio un par de palmadas. —Chicos, ¡chicos! No pasa nada, algunos de los paracaídas son dobles. Si alguien tiene mayor experiencia manejando estos, ¡que cargue con otros! Notaste entonces cómo Amy te apretaba la mano con fuerza. —Y-Yo quiero saltar contigo, por favor... —dijo, su voz suplicante. Su mano comenzando a sudar profundamente. El hombre no reaccionaba, por mucho que trataste de sentir su pulso o le hablabas. No se notaba que tuviese latido, no... no respiraba. Estaba muerto. La caída debió ser desde relativamente alto, y tu propio peso lo terminó aplastando. No, más bien fue al revés. Su cuerpo fue el que te salvó a ti. Caer sobre él fue el único motivo, probablemente, por el que aún estabas vivo. El tipo era un hombre joven. Entre treinta y cuarenta años, aproximadamente... algo mayor que tú, quizá. Sacrificó su vida por ti, de alguna manera, aunque seguramente no era su plan morir tras ese salto. Nadie esperaba ese ataque, nadie esperaba ese viento, nadie esperaba ese... pokémon. Al mirar alrededor, no viste nada más que trozos de un paracaídas cercano, rasgados al chocar contra algún árbol o contra algo o alguien en la caída. Otro cuerpo yacía a no mucha distancia de ti. Seguramente habría más por la zona. No parecía haber señales de vida, no cerca, al menos. Estabas... solo.
Aleck Graham No sabía que respuesta esperaba de Niko cuando le conté la posibilidad de "volver a la acción", por Arceus hacía apenas días ni siquiera me lo imaginaba atravesando la puerta del bar. Pero había sido tajante y sincero, no le apetecía volver a involucrarse en esos asuntos, y fue entonces cuando cuestioné si yo mismo quería tener algo que ver en aquel maldito conflicto. Sus motivos tenía al igual que yo, así que no lo detuve cuando salió por la puerta. ¿En que estaba pensando? Tenía una buena vida, gente que me importaba y que debía cuidar, un trabajo estable y bien remunerado tras esa barra desgastada. Me serví un poco de whisky pretendiendo dejar que el rubio siguiese su camino, pero entonces mis propios pensamientos hicieron eco: Solía decir que llevábamos una buena vida, todos nosotros, cuando nuestras mayores preocupaciones era los pandilleros semiorganizados y los haters de internet. Todo eso ya no estaba, pero había sido una buena vida... Justo cuando me disponía a olvidar el tema, como había hecho con todo los últimos 15 años, el rubiales volvió a entrar, completamente seguro de sí mismo, listo para partir. —¿Así de imprudentes éramos antes? —exclamé jocoso mientras termina el trago que me había servido y solté un suspiro—, sabía que la vida no me permitiría estarme quieto para siempre... Dejé a Cetoddle al cuidado de una amable señor que frecuentaba el bar, ya había muchos inocentes involucrados en este desastre de mundo en el que vivíamos, no me iba a llevar a la guerra a un pequeñín que apenas si se podía alimentar por si mismo. Le prometí que volvería por él, y que le compraría uno de esos porcehelados de los que tanto habíamos escuchado hablar. No estaba bien mentirle a una criatura, ¿pero que remedio me quedaba? Era imposible saber sí realmente iba a volver. Cerré la puerta del bar y coloqué la llave en mi cuello como era costumbre. Y así sin más ahora estaba camino a lo desconocido. Se nos entrenó y asigno un Pokémon a cada uno, nunca se me dio particularmente bien seguir ordenes o simplemente sentir que debía responder ante alguien más por mis actos, pero bueno, era mejor que ir de pueblo en pueblo rogando por encontrar supervivientes o alojarlos en la parte trasera del bar, supongo. Al menos así podía sentir que hacía algo más que estar sentado esperando que milagrosamente las cosas en el planeta comenzaran a mejorar. El viaje en avión era relativamente tranquilo, ocasionalmente miraba por la ventana intentando mirar al resto de aviones que nos seguían, la vista era linda, no imaginaba que la primera vez que vería Paldea sería desde el cielo; pero claro, aquello no duró mucho. El avión perdía altitud rápidamente pero no veíamos nada fuera del avión, ¿era una falla mecánica o nos estaban atacando? Daba igual, ahora había que saltar, y así lo hicimos, había una colosal torre a la lejanía y cerca de nosotros había algo, casi podía jurar que nos estaba observando, ¿era un flygon? No, sea lo que fuere esa cosa, no era un Pokémon, se sentía...frío. La gente que también saltó se desplomó, los paracaídas estaban fallando, o era quizás esa cosa que provocaba un vendaval que alteraba nuestra caída. No podía hacer nada por los demás, estaba demasiado lejos, aunque por suerte ese no era el caso de Niko, él y yo habíamos saltado a la par, así que estábamos cerca, lo suficientemente cerca para notar que una de sus azas estaba a punto de reventarse. Mis pupilas se contrajeron del terror al pensar que a Niko le esperaba un destino igual que los demás, no lo podía permitir, no iba a perder a otro amigo. Estiré mi mano y lo sujete, evitando que se precipitara a la tierra, pero nuestro peso combinado era demasiado y comenzamos a caer cada vez más rápido. Impactamos sobre un río que nos salvó de una muerte casi segura, llegamos hasta la orilla y yo tosí violentamente porque había tragado algo de agua. —¿Te encuentras bien, rubio? —me dirigí al rubio ayudándolo a ponerse de pie—, bueno, ni cinco minutos en Paldea y ya nos han tratado de matar. Yo genuinamente creí que se tardarían menos. Estaba tratando de ocultar el horror que había presenciado y la angustia con bromas. Pensar en la gente cayendo, aquella criatura que nos intercepto, todas las tragedias estaban volviendo a ocurrir. Confirmé que nuestro equipo estuviese medianamente intacto, y así era, más o menos. Tras mirar al horizonte noté una columna de humo alzarse por encima de las colinas, debía ser alguno de los aviones que iba con nosotros, pero más allá de eso, nada, todo era vegetación. Coloqué mis manos al rededor de mi boca y comencé a a gritar. Quizás alguien más habría caído cerca de donde nos encontrábamos. —¿Hoooola? ¿Hay alguien ahí? ¡Grita si puedes oírnos!
El grito de Aleck resonó por la zona. Al ser un campo tan abierto, pronto el sonido se perdió en la distancia, siendo difícil saber hasta dónde había podido llegar el eco de su voz. No obstante, no escuchó a nadie responderle. Quizá era por el rumor del riachuelo, que eclipsaba posibles sonidos lejanos. Quizá, simplemente, nadie le escuchó. Quizá es que no había nadie que pudiese escucharlo. Al fin y al cabo, el viento había sido intenso, y había visto desde el aire cómo quienes caían se dispersaban en distintas direcciones. Sería un milagro que hubiesen caído cerca de algún otro compañero... y que este, también, resultase estar vivo.
Incluso al despertar en aquel espacio, en aquella cabaña llena de polvo, recordé el vívido sueño que había tenido. ¿Había sido el estrés, para variar? Estaba en Valthyria, solo, y las tropas no habían llegado. Las tropas que habíamos enviado a pesar del silencio de Chance y mi corazonada, terrible, de que dicha falta de reacción parecía más una trampa que cualquier cosa. Al acostarme anoche me había picado en el cuerpo la noción, la inquietud que no me había dejado tranquilo en casi diez años, de que pertenecía al campo y no a un laboratorio. Sin embargo, la muerte me había respirado encima y no podía rechazar el esfuerzo de quienes me habían salvado a costa de sí mismos. No podía dejar que mi madre y mis tíos recibieran la noticia de que la había palmado, por eso me había quemado las pestañas en Hoenn. No era el más listo de la camada, pero la persistencia podía vencer al talento... o eso creí, eso quise pensar, pero era un jodido tratamiento paliativo. Pues siempre había necesitado de un milagro. De la caída de una estrella. Incluso antes de que todo se fuese a la mierda mi vida no era la cosa más estable del mundo y luego siguió ese curso, lo que me movían era emociones intensas, desordenadas y mal administradas. Terminar como ingeniero militar era la cumbre de ese caos, por lo que despertar en un lugar desconocido no era tan descabellado, ¿verdad? A saber cuántas veces me habría pasado y daba lo mismo, pero ayer me había acostado en mi cama y eso lo tenía claro como el agua. La ansiedad y la responsabilidad me habían impedido nada más, pues jamás me desconectaría tanto el día previo al envío de las tropas, ¿entonces qué era esto? La posibilidad del sueño quedó descartada al mirar por la ventanucha del lugar. No, no era un sueño. Era nítido y sabía con una certeza aterradora que estaba despierto y consciente. Pensé en Astel de inmediato y me llevé la mano al collar, pero... No estaba, ¿cierto? ¿Estaba hibernando? ¿Se había desprendido del objeto? La angustia me aplastó el pecho y no me di cuenta de que comprimí los gestos, sobrepasado por el miedo de que le hubiese ocurrido algo. Por eso había dudado, por eso no debí darle un nombre. Envolví el ámbar cristalizado con cuidado en la mano, como si así pudiera abrazar a la criatura que ya de por sí no parecía estar conmigo como no lo estaba mi familia, y no pude hacer más que pedir por la seguridad del pequeño. Si no estaba conmigo... esperaba que nadie lo encontrara nunca, que jamás fuese visto por los ojos incorrectos. Era siempre igual, no importaba si yo me quedaba solo en tanto los otros estuvieran bien, mientras estuvieran vivos. Me había quedado así unos segundos, sólo de pie aferrado al collar, y me detuve a pensar o al menos intentar hilar algo más coherente. ¿Ahora qué? Mira que ya sabía que ser la cara del proyecto era jodido, pero no había visualizado que me secuestraran de mi propia cama y me mandaran al culo del mundo, si es que podía suceder algo así para empezar. ¿Dormía como Snorlax acaso o me habían drogado? No tenía pinta, no... no me sentía mal físicamente, al menos. Qué maldito desastre. Me enjuagué los ojos con cierta fuerza, arrastré el cabello lejos de mi rostro y suspiré de manera audible. Las emociones me palpitaban en el cuerpo; miedo, rabia y preocupación por mí mismo y las tropas que ahora deberían estar movilizándose para atacar a Chance. ¿Servirían de verdad las armas? ¿No estábamos cayendo en la trampa más vieja del libro? Encima todo esto era una cagada, estaba siguiendo el camino de la destrucción esperando que sacáramos al puto loco del camino. Había que quemar la tierra antes de volver a sembrar, ¿o no? ¿No? Sentí que los pensamientos se me descarrilaban, así que empecé a moverme y antes de siquiera intentar salir, y a pesar de que nada más se observaba en ela cabaña, me acerqué al armario a ver si siquiera había algo en su interior, aunque aquí todo parecía igual de viejo, roto y sin uso. Afuera no había más que campo y yo, luego de tantos años, no era tampoco el mejor para salir sin más. Me echaba la vida en un laboratorio, encerrado, recluido del mundo que pretendía recuperar.
No estaba del todo segura si mi método iba a surtir efecto, considerando que yo misma me encontraba nerviosa por la situación en la que estábamos, pero al parecer todavía había alguna clase de Dios sonriéndome en el cielo. Le costó un poco, pero finalmente reaccionó a mis palabras y yo asentí al mismo ritmo que ella, aliviada de que al menos aquella primera parte hubiera salido bien. Lo que quedaba, sin embargo, era algo más complicado... Apreté ligeramente la mano de Amy una vez ella me la dio y ambas nos acercamos al resto de enfermeros. Por si no fuera suficiente que estuviéramos cayendo en picado ni bien hubiéramos empezado a trasladarnos, resultó que el avión no contaba con los paracaídas suficientes. Por mucho que el plan no hubiera sido que nosotros saltáramos, ¿no tendría que estar el avión equipado...? Iba a luchar por uno costase lo que costase, pero al final el enfermero jefe nos informó de que había algunos dobles y me retracté, aunque ello no evitó que una oleada de nervios me alcanzase el cuerpo. Yo no tenía ni idea de manejar un paracaídas... —Claro, cielo. Te he prometido que bajaríamos juntas, ¿cierto? —le murmuré a la chica, imponiéndome un tono tranquilizador tras haberme inclinado un poco para que me escuchara mejor. Cogí un bocanada de aire y lo dejé salir poco a poco, intentando hacer que esa tranquilidad se volviese real de alguna manera. Le pedí al enfermero jefe un paracaídas doble para nosotras y nos los coloqué, no sin algo de dificultad. Bueno, ¿a qué Dios se suponía que debía rezarle ahora...? No era como si importase, en realidad, pues todos nos habían abandonado hacía mucho tiempo. >>Bien, vamos allá... agárrate bien, ¿sí? Me aseguré una última vez de que el paracaídas estuviese bien colocado, tanto sobre mi cuerpo como en el de Amy, y dejé salir un último suspiro pesado antes de saltar del avión. Solo había que tirar del seguro en el momento adecuado, ¿cierto? No podía ser tan difícil...
En el momento en el que abriste el armario, algo se te abalanzó. Viste por un instante el resplandor de la cuchilla brillante y pulida. Por fortuna, tus reflejos fueron mucho más rápido que él, y lograste esquivar al asaltante y colocarte del otro lado. En un inicio tu impulso fue inmovilizarle, pero luego lo viste mejor. Era pequeño. Y no era humano. Era un pokémon. Un Pawniard. En cuanto notó que su ataque falló, el Pawniard que había estado aparentemente escondido en el armario se agazapó en una esquina, asustado. Para ser un pokémon de la especie, parecía asustadizo y temeroso, algo poco usual en los suyos, más territoriales y agresivos. Te fijaste entonces en que el pokémon tenía marcas en su casco rojizo, pequeñas cicatrices, como si algo lo hubiese rasgado. Y comprendiste rápidamente que era pequeño, había sido atacado y estaba muy, muy asustado. La pregunta era qué hacía ahí, exactamente. El día no hacía más que ponerse más y más raro. Así pues, te ofreciste para ser una de las que saltase con un paracaídas para dos personas. Tenían suficientes, sí, pero solo si se compartían. La puerta del avión se abrió, el aire entrando con una violencia a la que no estabas en absoluto acostumbrada. Amy se había puesto delante de ti, aferrada al arnés. Dependía de ti en ese momento, de que tirases de la anilla en el momento adecuado, de que cayeses en el lugar adecuado. —T-Tengo miedo —murmuró ella—. Pero... vamos allá. Estoy... estoy lista. Y, así, saltaron. La caída al principio se sintió pesada, rápida, pero pronto pareció como si todo se ralentizase. Conforme caías desde gran altura, los brazos abiertos para ir reduciendo la velocidad y estabilizándote, pareciese que todo se paraba a tu alrededor. Era una sensación que nunca antes habías experimentado, desde luego. Llegados el punto que te pareció crítico, tiraste de la anilla, y el paracaídas se desplegó. Amy dio un gritito cuando de repente la velocidad se esfumó del todo y tuvisteis la sensación de ascender de nuevo, pese a que fuese un mero efecto de la reducción de velocidad durante la caída. Y pudisteis... flotar por unos momentos. De pronto todo parecía en calma, aunque no lo estaba en absoluto. Pero esa era la sensación. —Desde aquí se ve... todo —comentó Amy, aún aferrada fuertemente a su arnés. Era verdad: veíais a lo lejos aquellas montañas elevadas, al suroeste... al norte se veía aquella monstruosa torre, y abajo... verde. Mucho verde. —Parece que estamos a salvo —murmuró Amy—. G-Gracias. Ni siquiera sé tu nombre, por cierto. Seguían cayendo, lentamente. Vieron a varios enfermeros y enfermeras caer también desde diversas posiciones a tu alrededor, y pudiste divisar el avión de los enfermeros, en el que viajabas, estrellándose y provocando una humareda a lo lejos, también en aquella enorme explanada verde. Curiosamente, sin embargo... no se veía Ciudad Meseta, la que se suponía que era vuestro destino. Debía estar allí, a los pies del cráter de Paldea, pero... no había nada ahí.
Aleck Graham —Bah, es inútil entre esa cosa en el cielo y el río estamos muy lejos de cualquiera, y si sigo gritando seguro que podría atraernos atención no deseada... Tomé mis cosas y me senté un segundo en el suelo, tal vez trataba de pensar cual podría ser nuestro siguiente movimiento, pero en realidad lo que trataba era procesar todo lo que había ocurrido ni bien habíamos entrado a Paldea: ¿Qué demonios había sido esa cosa? ¿Realmente había hecho bien en venir hasta aquí? Los recuerdos comenzaron a invadirme: La luz, las ruinas...El fuego. El Fuego. Aquello llegó como una epifanía, recordé la columna de hubo que se veía más allá de las colinas. Estaba claro que no había nadie más cerca, y quedarnos sentados a esperar no era un opción, quizás había gente que sobrevivió al choque del avión o que habrían caído en sus inmediaciones. Me levanté de un salto y le propuse al rubio que avanzáramos hasta aquel hubo en las colinas, después de todo, no quería ponerlo a caminar así cómo así luego de tan particular evento. No fue hasta que comencé a revisar a detalle mis pertenencias que no noté que algo le había ocurrido con nuestro orbe de teracristalización. —Eh, Niko, ¿el tuyo también parece estar apagado o algo? —le mostré el orbe al rubio, para luego ponerme a analizarlo yo mismo, esperando encontrar algo que me dijera que es lo que le ocurria—. La verdad aun no entiendo del todo como funciona esta cosa, no sé si se averió o es normal que se vea así. Contenido oculto Perdón, estoy haciendo un poquito de tiempo antes de ponernos a marchar u_u
El orbe estaba, en efecto, apagado por completo. Era como una pokéball, casi igual, pero... medio translúcido, de color negro, y con un brillo en su interior. Ese brillo era lo que había desaparecido, revelando que algo se había desactivado dentro del orbe. No funcionaba, por más que quisieses usarlo. Aunque para empezar, hacía falta una fuente de teraenergía cerca, eso al menos sí lo sabías: en las prácticas de combate habías podido probar con teraenergía de la Academia Arándano, pero se presuponía que en Paldea abundaba esta, por eso era un arma efectiva allí. Quizá se había apagado, sin embargo, porque os confiasteis y realmente ya no había tanta teraenergía. O no, y se debía a otra cosa. Tristemente... no tenías tanto conocimiento sobre el tema ni ningún otro indicio como para averiguarlo.
Givan Velren La confirmación que más temía y menos quería comprobar era que el sujeto estaba muerto... Por lo que acabé soltando un breve quejido de frustración como de tensión por ello, cerrando los ojos con fuerza, sentía una tremenda impotencia... ¿Pero qué se supone que podía hacer? Creo que aunque hubiera reconocido a aquella cosa, ya era demasiado tarde de todas maneras. Le dí un suave golpe con el puño cerrado al pecho del chico, por ninguna razón en particular, solo... Supongo, aceptando el giro tan cruento de los acontecimientos, por lo que dí un amplio suspiro y terminé poniéndome de pie una vez más, no podía saber si el sujeto había decidido sacrificarse por mí... Después de todo inconsciente eso no ayudaba, pero sí en verdad había dado su vida... Arceus, no puedo creer que esté cargando con algo así tan rápido. Me llevé ahora la zurda hacia mi cabello, mirando alrededor, tratando de ver algo más cuando pude percibir trozos de paracaídas, y más al fondo ví a otro cadáver, me llamaba la atención que su paracaídas estaba algo destrozado, cuando, al menos por el momento, no parecía haber un árbol cerca; ahora que lo pensaba, era increíble que ese aire no resultara filoso... porque en verdad era uno muy potente. Cómo fuese, relajé la postura y directamente busqué en el cuerpo del comandante a ver si tenía algo de interés encima, dudaba encontrar algo relevante, pero por intentar no perdía nada, podría estar así con el otro cadáver, pero... Solo de imaginarme que tuviera... Algún miembro de menos. Sacudí por un instante la cabeza, no quería ni arriesgarme a eso, por lo que una vez terminé de esculcar, dí un último vistazo, no parecía haber nada, simplemente nada... Por lo que supuse que mi mejor opción era terminar de subir la colina para intentar ver a dónde ir, y si no había éxito... Bueno. Si no habían opciones, entonces solo sería cuestión de tiempo que acabase muerto.
Rebuscaste entre las cosas del capitán, ya que él... no iba a necesitarlas. Y entre sus bolsillos, cuando creías que no encontrarías nada útil, viste un par de cosas: una barrita de proteínas y una especie de pistola. Ah... s-sin duda la barrita, una de esas provisiones de emergencia que los militares llevaban a veces, sería algo tremendamente útil si te veías allí perdido y solo por mucho tiempo; quizá encontrarías agua, pero la comida podía ser algo diferente. Respecto a la pistola, la conocías bien. Era una de las armas que llevaba el avión, una de esas armas que ideó Cayden, aparentemente, usando parte de energía teracristal y parte de otras fuentes. En teoría, se suponía que aquella pistola funcionaba como una suerte de taser: desprendía ligeras descargas lo suficientemente potentes como para noquear a alguien (sin llegar a dañarlo de verdad, solo inmovilizándolo) si se le disparaba con ella desde cerca... pero en ese caso, la energía que utilizaba la hacía apta para defenderse también contra muchos pokémon, incluso los tipo eléctrico, puesto que no usaba exactamente electricidad. No obstante, por más que apretabas el gatillo, parecía no funcionar. No debería estar descargada, carecería de sentido... pero con todo, estaba inoperativa. Al menos parecía un arma, eso seguro. Obtienes Pistola-táser inactiva y Barrita de proteínas. Por otra parte, alzaste la vista para ver la colina. No era tan fácil de subir: no podías simplemente caminar por ella, puesto que era muy empinada, pese a ser pequeña, y con distintos salientes rocosos. Todo lo que podías hacer era intentar treparla... ... pero tan pronto como empezaste a subir, se desprendió un pequeño trozo de roca al que te agarrabas y tropezaste, resbalándote por la superficie de la zona. Te raspaste la rodilla izquierda y parte del brazo derecho. S-Solo eran heridas superficiales, pero joder, escocía... -2 Cuerpo. Parecía ser que tu suerte se había agotado con aquella caída. ¿Qué más podías hacer, además de... empezar a andar en alguna dirección?
Me esperaba una nube de polvo, no un puñetero ataque y aún así los reflejos de hace años me sirvieron de algo. Sentí genuino terror al notar el destello de la cuchilla, eso atrajo toda mi atención antes de siquiera darle forma a su portador, y puse distancia entre el filo y yo. El movimiento fue brusco, sentí el collar golpearme el pecho y el cabello rebotar en mi espalda; poco me falto para irme encima del atacante por pura memoria muscular, pero entonces lo determiné. No era una persona, qué va, Cuchillos Locos aquí presente era un Pawniard y apenas falló su defensa no pudo hacer más que esconderse en una esquina. Su carácter contrastaba con su especie y no fue hasta que noté las marcas, las cicatrices en su casco, que vi lo pequeño que era y lo asustado que estaba. Algo debía haberlo atacado y tenía toda la razón para sentir miedo, como cualquier desgraciado en este mundo desde hace más de una década. Todos éramos un poco como este enano. No era especialmente agradable pensarlo, pero el caos donde había perdido a casi todo mi equipo también me había dejado marcas físicas. Bastante menos en cantidad y no tan escabrosas como las de algunos otros de los que formábamos los escuadrones a Galar o los que sacábamos de allí, pero sin duda existían. Más allá de la marca en el cuerpo, el evento creaba un tajo en la mente. No sanaba, se infectaba y supuraba tanto como una herida en la carne. Suspiré pues siempre había tenido el corazón bastante debilucho para estas cosas, mismo motivo por el que sentía todo con tanta fuerza, y en vez de intentar acercarme al pobre pokémon aterrado lo que hice fue quedarme en mi lugar y pretender no asustarlo de más. Reduje mi estatura como si estuviera tratando con un niño, doblé la espalda primero, encajé una rodilla en suelo después, hasta que me arrodillé por completo y mostré las manos vacías hacia el Pawniard. Hecho eso con movimientos muy lentos busqué alzar la camisa, al menos una parte para descubrirme un costado del cuerpo. Revelé una quemadura, no era demasiado grande, pero había sido resultado de mi último ingreso en Galar. El más desgraciado de todos ellos. El fuego de Cinis había tragado muchas cosas ese día de forma indiscriminada, en un intento por sacarme junto a los heridos, y yo mismo había acabado metido en el desastre, lo suficiente para que una llama me lamiera el cuerpo. Habría querido recuperar los cuerpos, al menos, pero no había podido, no pude o yo habría acabado en la misma fosa. Tenía otra colección de marcas que siquiera recordaba, daba igual, al menos nunca me había pasado nada en la cara o demasiado notorio en los brazos. —No somos diferentes —dije con suavidad, la misma con que le hablaba a Astel. Con la que le había hablado a Cinis, a Nyx y todos los demás—. No te haré daño. Al Pawniard no, ¿pero no había preparado todo esto para mostrarle a Chance que podíamos luchar en su contra? La duda me supo amarga y puse todas mis neuronas en el pokémon, a la espera de su reacción.
... Era normal tener ganas de vomitar después de haber bajado por primera vez en mi vida en paracaídas, ¿verdad? Hacía ya muchos años que había dejado de lado la búsqueda de adrenalina, lo que provocó que en aquellos momentos me alcanzara con tanta intensidad que creí no ser capaz de recuperarme en las próximas horas. Conseguí poner toda mi atención en la tarea de abrir el paracaídas cuando fuera oportuno, y por suerte pareció que fui capaz de tomar una decisión adecuada. —Me llamo Emily —le contesté a la chica mientras bajábamos, sacando sin saber muy bien cómo la entereza para hacerlo sin que me temblase la voz. Intenté mirar a nuestro alrededor mientras descendíamos con el paracaídas abierto, pues la velocidad así era bastante más lenta, y pude distinguir unas montañas, una torre que desentonaba por completo (y que, por lo tanto, debía ser obra de Chance) y... un montón de verde. Aterrizamos sobre una planicie, lo que en cierta medida facilitó la maniobra, y me dejé caer sobre la hierba una vez tocamos tierra. Me quedé un par de minutos sentada tras haber separado a Amy de mi cuerpo, observando como los demás enfermeros iban cayendo poco a poco a nuestro alrededor, y dejé salir un suspiro pesado mientras intentaba ponerme en pie. La cabeza me daba vueltas y las piernas me temblaban hasta hacer casi imposible el quedarme parada, pero tuve que hacer el esfuerzo para lograrlo. Extendí el brazo para darle un par de palmaditas cariñosas a Amy en la cabeza y empecé a mirar a nuestro alrededor con toda la atención que me fue posible. Para empezar, ahí teníamos que haber encontrado una ciudad y no la nada más absoluta... aunque lo que estaba buscando en realidad era otra cosa. >>Amy... había una persona muy importante para mí en otro de los aviones. Es un Ranger pelirrojo... ¿podrías avisarme si ves algo...? —le pedí en voz baja, aunque mi atención apenas se centró en ella mientras hablaba; no había dejado de buscar a Ethan con la mirada en ningún momento.
El Pawniard miró con curiosidad tu quemadura; parecía que el gesto le había llamado especialmente la atención, entendiendo qué quería decir. Por eso, quizá, se llevó él la "mano" a la cabeza, y dio un par de golpecitos cerca de donde tenía las cicatrices. Era curioso que un pokémon tan intimidante, habitualmente, tuviese... tanto miedo reflejado en sus ojos. Estuvo vigilante un tiempo más, pero poco a poco se te fue acercando. Pasó junto a ti, y caminó hasta la cama, mirando en todas direcciones. Luego miró la mesa, la ventana... y finalmente la puerta. Te dedicó una mirada más, con una de sus cuchillas clavadas en la puerta. Ni siquiera habías comprobado si estaba cerrada. Desconfiado, sin embargo, el Pawniard se acercó de nuevo a la ventana, saltó para incorporarse con la mesa y mirar fuera, como comprobando que no hubiese nadie, y después se dejó caer de vuelta al suelo, frotando una cuchilla con la otra. Con una cuchillada, horadó un agujero en la puerta, rasgando la madera. Dio un par más, y otro más, luego en horizontal... y así hasta ampliar el agujero lo suficiente. Y te miró, casi suplicante. Ya dispones de tu compañero pokémon. *** —Emily —repitió Amy—. Es un nombre bonito. Sin embargo, pronto el recuerdo de Ethan surgió en tu cabeza y trataste por todos los medios de localizar el avión de este. Sin embargo, las distintas columnas de humo y la velocidad a la que caías, que volvía a percibirse mayor de lo que era, se mezclaban en tu cabeza, quizá también motivado por el mareo que sentías. ¿Era el humo de aquella fábrica? ¿Era del avión? No podías... concentrarte en nada. —¿Alguien... importante para ti? I-Intentaré fijarme, pero... —Nerviosa, Amy temblaba. Parecía que, en aquel momento, fue cuando miró hacia abajo por primera vez. Y fue consciente de la altura. Al final, ambas chicas tocaron el suelo sanas y salvas. No pudiste ver dónde cayó el avión, pero sí que viste, al menos, a varios de tus compañeros de vuelo caer en las inmediaciones, sus paracaídas probando que habían aterrizado sanos y salvos. El viento no se llevó a los tuyos, como al resto. A tu lado, Amy agachaba la mirada. —L-Lo siento, no... no encontré el avión. Perdóname, Emily.
No quería que sonara demasiado exagerado, pero creía que los pokémon se me daban un poco mejor que las personas y al ver que el pequeño parecía entenderme, supuse que podía afirmar que seguía siendo el caso. No podía dejar de pensar en Astel, en su repentina desaparición, pero tampoco quería dejar a este Pawniard a su suerte o más bien no quería que pensara que yo era una amenaza, porque si quería me podía rajar en dos. Sin embargo, el miedo nos cambiaba, mutaba y se contagiaba de formas extrañas. Señaló sus cicatrices ante lo que le dediqué una pequeña sonrisa comprensiva y permanecí en mi lugar, a la espera. Era raro ver a un pokémon como este ser tan... cauteloso, pero así eran las cosas, por lo que me limité a observarlo para no volver a alarmarlo. La cama, la mesa, la ventana... caminó, mirando en todas direcciones, y yo seguí el recorrido de sus ojillos. Pues sí, era un poco estúpido de mi parte siquiera haber revisado la puerta, pero volvíamos a lo de que salir así nada más me parecía casi más peligroso. No sabía cómo o por qué estaba aquí, mucho menos si podía confiar en el exterior de esta cabaña, porque para empezar no podía confiar en estas cuatro paredes. Al final chequeó el exterior, momento en que yo aproveché para irme levantando despacio y cuando quise acordar estaba cagando la puerta a cuchilladas. El ruido me hizo dar un respingo, pero lo dejé hacer su cosa y cuando terminó me miró. Creí notar algo parecido a la súplica en su mirada. —¿Quieres irte? —pregunté algo dudoso al respecto y fruncí los labios, intercambiando la mirada entre el interior y el campo que se extendía más allá. Tomé aire, lo solté y luego de un debate mental, asentí con la cabeza. A pesar de ello, me acerqué con cuidado un momento a la lámpara de aceite y contemplé la posibilidad de que fuese útil para... Ni idea, lo que fuese. ¿Podía llevarme una lámpara y un Pawniard asustado? Seguro que sí, total estaba aquí contra mi voluntad, mira si alguien se atrevía a decirme que no robara. Como fuese, luego de eso me decidí a tratar de salir de la cabaña.
Givan Velren Revisé el cuerpo, me había llevado sus minutos, tanto así que por un momento creí que no encontraría nada útil... Eso por supuesto me frustró, pero al insistir un poco más, hallé lo que parecía una barra de proteínas, estaba en buen estado, eso era consolador, no me quería imaginar el asunto de la comida aquí afuera... Poco después hallé algo que me hizo dar un breve respingo, ¿era eso... Un arma? Cuando la tomé con cuidado para analizarla mejor, pude reconocerla por lo que me habían estado explicando mucho antes de venir aquí, debían ser de esas armas "taser" las que servían para suprimir a las víctimas, no era nada letal, incluso, debería servir para los Tipo Eléctrico, bueno... Esto sin dudas era una ventaja ya, con ambas cosas debían marcarme una diferencia. Cuando intenté dispararlo, aquello no funcionó, cosa que por supuesto me confundió... Hasta me hizo dudar por un momento si había malinterpretado la explicación, ¿no debía ser esto realmente útil aquí en Paldea? ¿Porqué no reaccionaba? Gruñí ligeramente por lo bajo, más intrigado que molesto, pues juraría que esto era uno de los inventos de Cayden, pero asumiendo que ya no podía hacer nada, lo guardé con cuidado y ahora sí, intenté escalar la colina, tal vez por el golpe y el estar recién despierto no me ayudó a ver que aquello era más peligroso de lo que parecía, por lo que al comprobar que solo caminando no sería suficiente, me tocó escalar, claro... Decirlo a hacerlo era muy diferente, porque apenas intenté en serio subir, la piedra se desprendió de su sitio y me obligó a caer, soltando un quejido al sufrir el impacto, sintiendo el ardor en el brazo y la pierna, por lo que me llevé ambas manos hacia ambas heridas mientras reía ligeramente de la frustración, maldita sea... Tal vez había tentado demasiado a la suerte. Me quejé otro poco, luego me revisé, no era nada grave, solo raspones, pero vaya que ardía, maldita sea, tal vez lo mejor era intentar no cometer demasiadas locuras por el momento. Suspiré, buscando calmarme mientras al poco rato me puse de pie de nuevo, mirando una vez más alrededor, ya que había hecho un breve escándalo, y viendo que estaba en pleno campo abierto... No sabía si había llamado la atención de alguien... O algo. Poco después, simplemente busqué entonces rodear la colina, al menos, esperaba, no me encontrase con otro precipicio o sitio empinado y trampero, lo que menos quería era que la propia naturaleza acabara conmigo lentamente.
Tomaste la lámpara entre tus manos. Albergaba aún un ligerísimo calor, lo cual daba a entender que estuvo encendida y se consumió no hacía demasiado, quizá algunas horas. Con todo, ahora estaba totalmente agotada y vacía, pero al menos podría llegarte a servir en un futuro, quizás. Si conseguías encenderla sería útil; sobre todo si salías a la calle y te acababas encontrando en la intemperie por demasiado tiempo, tener algo de luz te vendría bien. No sabías dónde estabas... así que toda precaución era poca. Finalmente cruzaste como pudiste la puerta por el agujero que creó el Pawniard, que no daba signos de poder abrirse de otra manera. Estaba cerrada con llave, por lo que alguien debió cerrarla desde fuera. Nada más salir, Pawniard te siguió, y ambos pudisteis contemplar lo que os rodeaba. Verde, mucho verde. Y mucho espacio abierto. Pero lo primero que te llamó la atención, lo que más captaba tu vista, y lo que hizo que entendieses dónde estabas realmente, fue... aquella enorme torre, en el centro de un cráter, muy a lo lejos, al noreste de tu posición. La torre era para ti algo nuevo, pero ese cráter, la geografía del lugar, todo... Estabas en Paldea, demonios. ¿Qué hacías allí? Pawniard, eso sí, salió vigilante, mirando en todas direcciones sin despegarse mucho de ti. Atento a cualquier movimiento. Casi como si temiese que hubiese algo cerca. O alguien. Por fortuna, sus temores parecían no verificarse, al menos por el momento. Todo cuanto podías ver, al margen de un extenso campo prácticamente vacío, era un huerto al lado de la cabañita, con verduras aún no maduradas, y el reflejo de un río en la distancia, algo al oeste. *** Al no ver a nada ni nadie más cerca, tuviste que continuar rodeando la colina. Tardaste un poco en poder terminar de rodearla, pero, cuando lo hiciste, finalmente viste algo útil. Viste a lo lejos dos cosas, tras la colina. Primero, un avión que identificabas como el segundo de los que volaban, el que llevaba a los entrenadores, con algo de humo surgiendo de él, prometiendo ser poco más que chatarra a estas alturas. Segundo, y quizá incluso más importante... no muy lejos del avión, pero en la otra dirección, más al sur, se apreciaban casas. Eran pocas, pero parecía una pequeña aldea. Para llegar a ambas, sin embargo, había que andar un trecho. Quizá media hora, si te dabas algo de prisa... fuese al avión o fuese a la aldea.