Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Por mucha pompa que le diera, en verdad no creía haberme marcado ninguna hazaña digna de elogio. A la profesora le daba bastante igual lo que hiciéramos o dejáramos de hacer. Por el bien de la conversación, sin embargo, me mantuve en aquel tren de la exageración a consciencia.

    —Bueno, es que tuve los mejores maestros —respondí, pensando, primariamente, en mi hermano y en Kohaku. Empezamos a caminar y el resto de lo que dijo me arrancó una risa breve—. Si me hubieses seguido, te habría puesto a cocinar. El precio a pagar por andar de chismosa. Y ¿no te lo dije? Soy telépata, por eso me entendiste tan bien.

    El trozo de información que le había facilitado le ayudó a comprender el motivo de haberla citado aquí, y decidí dejar el asunto estar por el momento. Luego se lamentó por su ineludible responsabilidad moral y la miré por el rabillo del ojo, con una sonrisa divertida.

    —Vaya, Lana, ¿en tan alta estima tienes a tus apuntes? —la molesté.

    Al soltarle la pregunta de rigor, me mantuve atento a su semblante como quien no quiere la cosa. Su respuesta, sin embargo, fue sencilla y mantuvo la sonrisa en mi rostro. Que estaba ilusionada, decía. ¿Hablaría en serio? Me sabía bien la de decirle a la gente algo que les llegara a gustar, algo que pudieran estar esperando de mí, con la esperanza de desviar su foco de atención y evadir cuestiones incómodas. No lo veía tan egoísta como mentir a secas, sino más bien como... una medida de defensa, tal vez. También sabía, claro, que no estaría analizando tanto su respuesta de no ser por la información que había conseguido bajo la mesa sin que ella tuviera conocimiento.

    En definitiva, como esperaba, no encontré ninguna señal de nada y lo dejé correr.

    —¿Cómo que pequeña? —le repliqué por la gracia, impostándome una ligera ofensa; fuera mentira, exageración o verdad, cedí adrede a lo que probablemente ella había esperado—. Se efectuaron grandes preparativos para esta ocasión, ¿o no? Debemos disfrutarla como corresponde.

    Alcanzamos la bifurcación y, echándole un vistazo a las edificaciones, giramos en la dirección del invernadero. La verdad, las tres instalaciones eran tan diferentes entre sí que tomaría muchísimo esfuerzo confundirse; y para terminar de hacerla, hasta había un cartelito. Avanzamos un par de segundos en silencio, y entonces Ilana hizo la pregunta del millón. La verdad, no me extrañaría que le hubiera dado vueltas en la cabeza desde la mañana. No había que ser un ángel ni un santo para atender a la crisis en la que me había pillado hundido. Le eché un vistazo breve a su perfil, pues no me estaba mirando, y esbocé una pequeña sonrisa al enderezar mi atención al frente. En otro momento, afrontar esta pregunta probablemente me habría llenado de vergüenza. Ahora... no se sentía tan terrible, suponía.

    —Estoy mejor —murmuré—. Ayer hablé con un amigo y me ayudó a tranquilizarme. Alcanzar puntos de sobrecarga no tiene que ser necesariamente malo, ¿cierto? O inútil, al menos. Si llegas a una cúspide, sólo te queda bajar; si pisas el pozo, sólo te queda subir. De una u otra forma, te obliga a cambiar la estrategia y, con el enfoque apropiado, puede ser algo bueno.

    Aún no me ocupaba de nada. No había decidido qué haría con Kou, ni qué le diría a Anna, ni cómo me acercaría a Kohaku. No había atado uno solo de los nudos que se soltaron y ¿honestamente? No me apetecía. Estaba cansado y quería tomarme vacaciones de los problemas. Además, había entendido que, al menos esta vez, mi intervención no era estrictamente necesaria o urgente. Kou podía esperar, y la información en torno a los demás sólo eran, si se quiere, crónicas históricas. La hiena la había palmado y a Kohaku ya lo habían cagado a palos.

    Agobiarme no cambiaría nada.

    —Tengo el mal hábito de preocuparme demasiado —admití, junto a una risa suave, y al relajar el tono solté el aire por la nariz—. Y si me preocuparé por algo, mejor que sea el futuro y no el pasado.

    Giré el rostro hacia ella conforme soltaba aquello último, y sostuve la mirada en su rostro hasta recibir sus ojos. Le sonreí. Críptico o lo que quisieras, pues me apeteció decirlo. A veces no se trataba de ser un libro abierto, sino de sembrar una pequeña incógnita en la mente de las personas. Además, que Dios me perdonara, me divertía un poco la idea. O me satisfacía, más bien.

    —¿Te divirtió, al menos? —agregué un poco de repente, ensanchando la sonrisa, al referirme a las tonterías que había hecho hoy para ella.
     
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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    Puede que no fuese necesario hacerle bombos y platillos a su actuación, pero como nos servía para hacer el tonto no vi por qué detenernos. Era una diversión bastante inocente dentro de todo, no estábamos haciéndole un mal a nadie.

    Me reí por lo de los maestros, pero acto seguido tuve que hacerme la ofendida por oír que de haberlo seguido me habría puesto a cocinar, ¡por chismosa, ni más ni menos! Qué terrible, ¿cómo se atrevía a decirme eso? La ofensa no me duró demasiado igual, porque lo de la telepatía me hizo reír de nuevo.

    —¿No era que para enviar mensajes mentales se ocupaba que las dos personas fueran telépatas? —pregunté porque genuinamente no lo recordaba—. Al final va ser que ambos tenemos un superpoder. ¡Y el mío no es ser chismosa!

    Una parte la dije de lo más seria, compenetrada con el asunto, pero la gracia me terminó ganando y al llegar a lo del chisme ya me estaba riendo. Puede que de hecho sí fuese un poco entrometida, no iba a negarlo, pero eso era problema mío y podía reírme de ello si quería.

    —De hecho sí. Están bastante ordenados, así que cuando los necesites te invito a comprobarlo por ti mismo —contesté a lo de los apuntes en algo que fue una broma y una oferta a partes iguales.

    Hasta dónde había usado mi propia emoción como un potencial deflect era cuestionable, no iría a decirle así de la nada que por la mañana me había llevado un susto y que me había durado casi mediodía. Además, poner la reunión sobre la mesa nos permitía enfocarnos en eso y la cuestión parecía más sencilla y natural, incluso si un porcentaje de lo que estábamos hablando eran tonterías, la realidad al final era que me sentía cómoda conversando con él. Lo que no esperé, eso sí, fue su réplica por el tamaño de la reunión y acabé soltando la risa que se me coló en las palabras.

    —Era mejor si tú establecías la importancia de la reunión —atajé ligeramente divertida—. Así conservo la, digamos, sutileza femenina de fingir compostura, pero reconozco los preparativos y los agradezco, no pienses lo contrario.

    Al llegar a la separación del camino descarté tomé el camino correspondiente de forma bastante automática, pues porque ya había visto el letrero unas cuantas veces, y unos segundos más tarde hice la pregunta. Me anticipé a cualquier posibilidad, total venía subida en una suerte de platillo volador de rechazos a aproximaciones como esta, pero él me contestó y me dio una respuesta algo más amplia de lo que habría esperado. En cierta forma me tranquilizó y pude respirar distinto.

    —Para nada —resolví sobre los puntos de sobrecarga—. Es la sobrecarga lo que indica que algo está mal, como una alarma, y si puedes interpretar su mensaje puedes aproximarte a lo que la activó de otra manera. Además, preocuparse también es natural, habla de la importancia de uno mismo o de los otros.

    Tomé una pequeña pausa, fue más que nada para ordenar palabras.

    —Lo que hacemos con esa preocupación es lo que importa al final, incluso si debemos tomarnos un momento para sólo alcanzar el fondo y quedarnos allí antes de pretender volver a subir. —Giré el rostro al terminar esa idea pues había percibido su mirada ya de por sí y le regresé la sonrisa—. Me alegra que pudieras hablar con alguien. También tengo el hábito de preocuparme de más y me quedé dando vueltas en el asunto, así que me tranquiliza un poco saberlo.

    Mantuve la vista en él luego de eso, así que cuando hizo la pregunta noté como su sonrisa se ensanchaba y lo mismo ocurrió con la mía. Antes de responderle regresé la mirada al frente para no ir a tropezarme o algo así.

    —¿Que un muchacho se apareciera en plenos casilleros con una margarita y me dijera algo que sólo yo entendería? —lo molesté sin mucho problema—. Fue graciosísimo. Le añadió un poco de misterio al asunto ya de paso, me gustó. Si a eso le sumamos que te saliste del salón para ir a cocinar... Yo diría que el performance en su totalidad fue un sólido diez.

    Solté mi mano para volver a traer los brazos al frente y miré las bebidas con el ceño ligeramente fruncido. Como todo, cada tontería tenía un poco de verdad en ella.

    —Aunque no está muy balanceado esto de que tú estuvieras cocinando y yo sólo me aparezca con lo de tomar. Debí pensarlo mejor cuando lo propuse.
     
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