Pasillo (Primera planta)

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado tall n' spicy

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    Mi respuesta había sido genuina, pues no creía tener motivo ni razón para no ser sincera con Sugawara-senpai, de todas las personas; si tenía que ser completamente honesta, de hecho, había dudado hasta de que el chico me estuviera prestando demasiada atención. Por ello mismo, no me esperé para nada el comentario que decidió añadir una vez yo terminé de dar dicha respuesta, y mucho menos cuando la misma vino acompañada del pequeño brick que extendió en mi dirección.

    —Uhm... —murmuré, estirando el brazo para aceptar su ofrecimiento lo más rápido posible, y tras un par de segundos levanté la vista de la bebida, pudiendo así dedicarle una sonrisa animada—. Quizás... —cedí, permitiendo que mi sonrisa se tornara un poco más divertida mientras volvía a girarme en dirección al pasillo—. ¿Crees que tengo algo de especial, senpai?

    No esperé que me respondiera, de todos modos. Poco después le hice la pregunta de las frutas y, ya que le había quitado la opción de no ser muy específico, el muchacho tuvo que tomarse su tiempo antes de darme su respuesta final. No tenía ninguna prisa, así que esperé a que se decidiera mientras subíamos las escaleras, y una nueva sonrisa se me plantó en los labios cuando finalmente escuché su preferencia.

    >>¡Buena elección! Esas frutas están muy ricas. Y además... tengo una receta que creo que te va a gustar. ¡Decidido! Mañana no traigas demasiada comida, senpai, porque vas a tener que dejar espacio para el postre —exclamé, orgullosa de haber sido capaz de sacarle la información necesaria para dar con una buena receta.

    Su añadido posterior me hizo girar la cabeza en su dirección con algo de confusión, pues fue un poco repentino y no supe muy bien a qué se refería hasta que señaló el batido de chocolate que seguía en mi mano. Imaginaba que tanto hablar de chocolate le habría hecho pensar que era mi sabor favorito, algo que tampoco se alejaba mucho de la realidad, para ser sincera; aun así, me pareció bastante adorable que hubiera registrado esa información y que hubiera querido darme algo en reacción a ello. En el fondo era todo un suavecito, ¿verdad?

    >>Me gusta, no te preocupes. Muchas gracias, senpai —le dije, sonriendo con suavidad para intentar transmitirle que decía la verdad—. Me has hecho un regalo. ¿Significa eso que ya somos amigos~?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    ¿Que si tenía algo de especial? Al instante de escucharla fruncí el ceño y la miré, manteniendo mi atención puesta sobre ella un par de segundos. Se suponía que todos nos diferenciábamos según tal o cual característica, ¿no? ¿Eso significaba que éramos especiales? Las cualidades que creía distinguir en esta niña eran nobles y sanas en su mayoría, parecía bien comportada y de buena crianza, pero ¿era la respuesta que estaba buscando? No me quedaba del todo claro. Tampoco calificaba para una conversación tan informal un análisis de semejante índole, ¿verdad?

    Era consciente de que, probablemente, lo idóneo de mi parte sería responder con una broma, el problema era que no se me ocurría ninguna. Por suerte se movió al tópico de las frutas y con eso me permitió eludir la cuestión. Celebró mis elecciones, pensé que quizás a ella también le gustaran, pero volví a sentirme confundido cuando dijo que... ¿que iba a traerme un postre mañana? La miré como hacía cinco minutos y percibí el orgullo, tanto en su semblante como en su tono de voz. ¿Qué había ganado?

    —Nunca traigo comida —la corregí—, compro en la cafetería.

    Por este tipo de cosas era que hablar con la gente de la escuela me agotaba, sus motivos e intenciones me significaban un misterio. Sabía que, según Hodges, tener a Kohaku en común le bastaba para pretender ser amigos, pero eso no significaba que lo entendiera. O quizás estuviera siendo un cabeza dura, un renegado y ya.

    La duda respecto a nuestras bebidas me asaltó de un momento al otro y busqué asegurarme por si acaso, y también para corrernos del dilema del postre que no le había pedido. Su agradecimiento bastó para mitigar un par de inquietudes y la calma duró más bien poco. ¿Era un regalo? Técnicamente... sí. ¿Eso nos volvía amigos? Técnicamente... ¿no? Infinidad de veces me había visto obligado a invitarle cosas a otra gente por el bien de la cortesía y de la hospitalidad, o eso decía Frank. También servía para lamer culos y buscar favores ajenos.

    Pero ¿por qué le había comprado la chocolatada, para empezar? No lo tenía muy claro. Como muchas veces se me dificultaba tratar "bien" a la gente, Frank me había recomendado incurrir en esta clase de detalles. Comprendía mejor el mundo en función de favores y transacciones, muchas cruzadas por el dinero. A la gente le gustaban los regalos y las cosas gratis en general.

    —No creo —respondí, plenamente honesto y sin intención de ofenderla; siquiera procesé que estaba bromeando—. ¿Son amigos tuyos todas las personas a las que les regalas cosas?

    La miré, pues la pregunta también era genuina.
     
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    —Pero si tú claro que comprarías todos los colores pastelosos disponibles —dije casi encima de sus palabras y me acordé de una tontería que me hizo reír también—. ¿Viste esa foto de la casa negra y la otra como rosa con blanco y lila? Pues eso somos básicamente.

    Total que nos quedamos clavados por lo de la canción, algo que tampoco me importó mucho, mientras escuchaba la música la vi seguir la letra de la canción y la sonrisa un poco que la delató, pero le dejé su travesura quieta. De nuevo eran cosas así las que me dejaban ver la confianza que, a pesar de todo, Anna todavía tenía para ser ella misma a mi alrededor.

    Obvio que cuando solté la tontería, ella se defendió con la propia y fruncí el ceño un momento cuando me picó el pecho, el gesto fue un remedo bastante pobre de berrinche. No conté con que uniera neuronas justo ahora, lo siguiente que me soltó era que ya me había cantado en la enfermería y al escuchar lo indignada que se oía me quise reír, pero me lo tragué y seguí caminando.

    No dije nada por unos segundos, yo mismo olvidé lo que le había preguntando antes y en ese trayecto pasó Middel. Me pregunté si ya habrían enmendado su cagada, aunque no estuve muy seguro de que fuese al ver el intercambio de saludos al que yo también respondí con una inclinación más bien informal. De todas formas, Anna había regresado su atención a mí y una sonrisa me revoloteó en los labios.

    —No lo olvido —afirmé casi en voz baja y estiré la mano hacia ella de forma que alcancé a darle un toquecito en el brazo—. ¿Cómo podría olvidar algo así? Fue una de las primeras veces que mostraste que podías confiar en mí.

    Tomé aire despacio, lo liberé de la misma manera y recordé la carta. Esa que yo había despegado y que mi padre había vuelto a colocar en su lugar, frente al escritorio, impidiéndome renunciar sin más.

    —¿Y tú? ¿Ya olvidaste que la tradujiste para mí?

    La preocupación con que lo pregunté se pareció bastante a lo indignada que ella había sonado y cargó la misma dosis de verdad que la suya en cierta medida. Puede que también fuese un poco tirado del pelo que sacara ese tema ahora, ¿pero no fue ella quien mencionó la canción para empezar?
     
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    Zireael

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    El desvío en la conversación fue para salvarme de la vergüenza, incluso si estaba habituado a esta suerte de ir y venir que manejábamos y que nos servía a ambos, no quitaba la ilusión que generaba un gesto así, sobre todo porque dizque era un almuerzo común y silvestre. Mi intención habría sido que en la cafetería al menos me dejara comprarle algo para compensar que no iba a prepararle nada y resultó que vino Mr. Picnic con la bolsa por adelantado. Era... se sentía muy bonito, era distinto y agradable.

    Por demás, era un poco exagerado, tal vez, pero en general procuraba no esperar nada de, bueno, de nadie y de allí que la emoción cargara consigo algo de sorpresa. No era la mejor herramienta, sólo era la que me servía para evitarme un posible chasco cuando la verdad era que quizás fuese más parecido a Anna con su reacción a los regalos que recibía. Que unos bolígrafos de colores, que unas galletas tiesas y ahí estaba uno, realizado. A fin de cuentas era el mismo que le había dicho a Emily que no era un buen sujeto de control porque lo que recibiera no importaba, lo que importaba era el gesto.

    Albergaban cariño y a mí me daba miedo exigirlo o quedarme esperando.

    Yes, sir —murmuré junto a una risa luego de su ofensa y la suerte de regaño. Lo que dije después quizás fue una extensión de eso, una especie de "estate quieto" para mí mismo—. Me callo y disfruto.

    Muchos nervios y lo que quisieras, pero al final del día la verdad era que no lo podía dejar quieto y punto, de allí lo de la mejilla y el beso. Noté que él me pescó el borde de la camisa, no pareció responder a nada, simplemente lo sostuvo y lo meció ligeramente mientras me escuchaba. Después pasó de la oferta del brazo y en su lugar su tacto alcanzó mis dedos así nada más, lo recibí como si nada y usé el pulgar para acariciarle la mano un momento.

    Terminó contándome que un día se montaron unas carpas con las mantas de la enfermería y la imagen bastó para sacarme una risa. Fue más que todo por la presencia de Sonnen en el cuadro, de Anna, Emi y él era bastante más esperable, aunque sonaba más a que Emi había terminado arrastrada en el asunto.

    —Se los dejo pasar porque, ¿montar carpas? Un planazo. ¿Y usando las cosas de la escuela? Mejor todavía —dije con la diversión algo impresa en la voz y volví a prestarle atención, todo el plan me hizo soltar una risa por la nariz—. Claro, las plantas se morían en un super invernadero de escuela pija, pero una emergencia es una emergencia. ¿Quién va a dudar de algo de lo que digamos, verdad?

    Era una estupidez, pero si ambos poníamos cara de perro mojado (literalmente) creía que podíamos salir invictos de habernos mojado por ir al invernadero. Puede que estuviera confiando demasiado en nuestras habilidades, pero había que pensar en un plan de acción para evitarnos al menos un porcentaje de la bronca que nos podían echar, igual si evitábamos hacer algo que iniciara la bronca era más inteligente, pero se veía que ninguno tenía muchas ganas de semejante cosa.

    Fuimos bajando y meció mi mano como había hecho con la camisa, lo dejé ser unos segundos y luego me solté con cuidado de su agarre. No fue para poner distancia ni nada, sólo reajusté la mano y colé mis dedos entre los suyos, me distraje dándole caricias livianas. Obvio me dijo que tendría que esperar y en respuesta solté un suspiro en apariencia resignado, iba a decirle que no era justo sólo para molestarlo un poco cuando él se puso a explicarme lo que planeaba en realidad.

    —¿De veras? Perdona por pasar tan a las prisas y dejarte la intención a medio camino, baby —dije casi encima de sus palabras, aunque no conté con que me hubiese ido a buscar a la clase incluso.

    Al preguntarme dónde me había metido sonó curioso y todo, mientras que yo acabé pensando en el cuadro de temprano de Verónica dándole cuarenta vueltas a lo de la chaqueta prestada. Mi movida del final no fue lo que se dice una genialidad tampoco, simplemente seguía tentando límites, abusando de lo que no pedía pero se me entregaba. Total, siempre terminaba metido en un lío.

    —Ah, una amiga quería hablar conmigo y estaba en la sala de arte, fue ahí donde me perdí. Supongo que ahora bautizaré la sala como agujero negro, seguro a Akaisa le gusta y todo —expliqué sin que hiciera falta mayor detalle, al menos a mí no me pareció que hiciera falta. De todas maneras, me quedé pensando unos segundos y luego volví a hablar; seguía sin soltar su mano—. Además, creo que me gustó más así, la sorpresa full experience también, aunque casi me infartas llamándome desde la puerta. ¿Qué pasó ahí? Siempre tan calladito y de la nada "¡Cay Cay!" a lo que te dan los pulmones, un poco más y descubrimos si tengo falla cardíaca o no.
     
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    Bruno TDF

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    El asunto de la chaqueta de Cay quedó sellado con un cálido beso, que puso fin a cualquier duda que quedase rondando cual pajarito revoltoso. No sólo confirmó que trajo la prenda a la academia en un par de ocasiones, sino que incluso dijo que me vio el día de ayer, vistiéndola (lo cual explicaba el mensaje que me llegó a través de Jez). Si le había dado algo de importancia al tema, diría que fue porque quise ser responsable con la relación que veníamos manteniendo hasta ahora. Nos seguía viendo como amigos, con el añadido de que ahora podíamos permitirnos un par de… licencias extras. ¡Pero…! Al no saber cuán reservado era con este tipo de cositas, preferí cerciorarme de que estaba todo bien.

    Y la sensación dulce que me quedó en los labios, a lo largo de toda la mañana, hablaba por sí sola, ¿no?

    No salí enseguida de mi salón, pues ni el sonido de la campana había logrado que me incorporara de mi asiento. Las nubes que se alzaban tras las ventanas del salón, en conjunto con la llovizna que acariciaba sus vidrios; me habían dejado algo adormecida, aunque en nada se comparaba con el sueño de ayer. Dediqué un par de minutitos a desperezarme y hacer tronar algunas articulaciones, lo cual bastó para regresarme un poco de la concentración perdida durante las lecciones matutinas. Por si acaso presté atención a la puerta, por si Jez atinaba a aparecer, ya que ella ni de lejos llegaba a los niveles de pereza que manejaba yo. Sin embargo, no vislumbré su precioso cabello blanco, ni en el umbral ni en el pasillo, por lo que me tocó a mi tomar la iniciativa.

    Pero fue en el pasillo que revisé el móvil y me encontré con sus mensajes, en los que decía que me esperaba en el primer piso. Los leí con una sonrisita un poco confundida, el ceño ligeramente fruncido.

    Pese a la extrañeza inicial, bajé raudamente por las escaleras, tarareando bajito. Ya en el primer piso hice un paneo rápido del pasillo, aunque en realidad no hacía tanta falta porque distinguir a Jez era muy sencillo. No por nada nos llamábamos Las Lucecitas. La vi de pie, a la altura de lo que me pareció era la puerta de la Enfermería, y no tardé en acercarme a ella con una sonrisa suave en el rostro. Justo en ese momento me vibró el móvil en el bolsillo, pero de momento preferí centrarme en saludar a mi amada lucecita.

    Antes de decir nada, y apenas capté su atención, la estreché entre mis brazos con la misma suavidad con la que le estaba sonriendo. Extendí la unión por espacio de algunos segundos, en los que le acaricié el cabello con mimo.

    —Buenos días, mi querida Jez —saludé.

    Le di el beso de rutina en la mejilla. Esperé el mío con los ojos cerrados. Y luego, ya sí, le regresé algo de espacio. ¡Pero, eso sí…! Mis manos aferraron las suyas con cariño.

    No pude evitar echarle una ojeadita la puerta cercana, confirmando que efectivamente era la de la enfermería, y le miré a los ojos.

    —¿Te encuentras bien? —pregunté, suavizando el tono.

     
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    Zireael

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    La duda repiqueteaba, necia, creía que debía haber abrazado a Adara, hacerla sentir mi presencia, pero no pude hacerlo. Le había ofrecido mi compañía con la naturalidad de siempre, pero no había podido ir más allá. Las intenciones se me habían cortado a medio camino y el resto de las horas de clase me las eché tratando de regular la sensación de que debí hacer más, de que me había quedado corta porque cabía la posibilidad de que la familia de Adara hubiese sido asesinada.

    ¿Pero cómo había terminado yo en medio de esto para empezar?

    El clima no me ayudó en lo más mínimo, en algún punto de la mañana empecé a sentirme abrumada y nerviosa, el paso del tiempo comenzó a apelmazarse y percibí que algo se estaba saliendo de su lugar. En cierto momento le hablé a Altan para pedirle que tomara apuntes en mi lugar y me retiré del salón para ir a la enfermería, creía que una siesta me haría sentir mejor.

    Me puse una alarma porque no pretendía pasar del almuerzo con Vero y Hubert, aunque quizás debí hacerlo. Me desperté algunos minutos antes de que la campana sonara, le escribí a Vero que estaba en los pisos de abajo y me quedé mirando la vida pasar algunos minutos. Sentía la mente densa, pesada, y me costó levantarme de la cama para salir a la puerta.

    Vero no tardó en aparecer, distinguí el blanco de su cabello, y cuando se acercó reflejé su sonrisa. Recibí su abrazo con la naturalidad de siempre, lo mismo con las caricias en el cabello y me concentré en respirar, nada más que eso. El beso rutinario me resultó cálido y parpadeé despacio, sosteniendo sus manos cuando me regresó el espacio.

    Mucho juzgar a los que me rodeaban, que Altan, que Cay y Adara, pero cuando Vero preguntó si estaba bien deseé que no lo hubiese hecho, que me dejara estar y ya. De todas maneras balanceé sus manos y busqué sus ojos para volver a sonreírle. Me sentía desconectada, extraña, y una parte de mí estaba enojada por ello.

    Odiaba que el almuerzo tan bonito que habíamos planeado se fuese por un tubo por culpa mía.

    —Estoy bien, cielo. Me sentía algo cansada, nada más —respondí y la envolví entre mis brazos de nuevo—. Gracias por venir. ¿Vamos a buscar a Hubert?


    había olvidado la magia de escribir bajo los efectos del alcohol oh boy, mis neuronas quedaron fritas
     
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    Bruno TDF

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    No era la chica más avispada del mundo, ya se había visto esta misma mañana con lo del mensaje de Cay y quién sabe en cuántas otras ocasiones previas. Mi habilidad para “leer entre líneas” era más bien escasa, en nada se comparaba a la agudeza del muchachito que ahora nos esperaba. Mas no era por completo nula, y lo poco que tenía a mano podía aplicarlo con eficiencia, ya sea voluntariamente o no. En eso influía, también, cuánto quería a la persona que tenía enfrente.

    Jez era mi amistad más cercana en la academia, y por esa unión no pude evitar la pregunta que le hice a riesgo de que se sintiera presionada.

    En su rostro vislumbré una sonrisa suavecita y adujo que sólo tenía un poco de cansancio. Me intrigaron los posibles motivos de su estado, ya que ayer la había notado más plena; aún recordaba la dulce energía con la que me regañó por mi osadía callejera. Sin embargo, preferí dejar el asunto estar y, sin más, me entregué a sus brazos.

    Descansé el mentón en su hombro y le di unas suaves palmaditas en la espalda. Asentí en silencio cuando dijo de buscar a Hubby, que supuestamente nos aguardaba en la máquina expendedora del pasillo inferior. La cuestión no quedó ahí, de todos modos. Al separarnos tras el segundo abrazo, la sonreí con dulzura, mirándola a los ojos. De verdad se veía cansada. Deseé, sin saber lo que equivocada que estaba, que no se debiera a alguna angustia. No podía hacer mucho más por ahora, salvo una cosa.

    Elevé una mano y acuné se mejilla. Ahora que lo pensaba, nunca había tocado el rostro de Jez de esta manera. Su piel era increíblemente suave.

    —Tengo algo que te puede dar más energía —dije; me estiré hacia ella e imprimí mis labios en la mejilla contraria de mi lucecita— Un besito extra.

    Con una risita, le hice un gesto con la mano para que me concediera un momentito, tras el cual saqué el móvil de mi bolsillo. La vibración de antes fue señal de que había entrado un mensaje y me encontré con que era del mismísimo Hubby. Venía con cambio de planes.

    —Mira nada más, me acaba de escribir nuestro kohai —dije—. Dice que al final nos espera en su salón y se disculpa por si “este cambio nos implica alguna molestia” —lo último lo dije leyendo directamente su mensaje, ante lo cual reí enternecida— Ay, parece un príncipe. ¡Pero bueno…! ¿Vamos subiendo?

    Le ofrecí mi brazo, a sabiendas de que lo iba a tomar sin problemas. Pero apenas dimos algunos pasos en dirección a las escaleras, advertí de soslayo que alguien parecía estar mirándonos. Una figura que era ligeramente más chiquitita que nosotras. Al voltear la cabeza, sin dejar de caminar, di con un par de ojitos preciosos que reconocería en cualquier parte, porque eran de diferente color.

    Gris y celeste.

    Beauty estaba con la manito apoyada en la puerta entreabierta de la sala de arte, con un bento en la otra. Parecía que nos acababa de reconocer entre la gente que pasaba por el corredor (como ya dije, nada complicado tratándose de las Lucecitas). Como siempre, la postura de su cuerpo menudito dejaba claro que estaba llenas de dudas, casi como si se estuviera debatiendo entre seguir su destino hacia la sala o acercarse a saludarnos. ¡Y mira…! Si fuese por mí la abrazaba y todo. Pero en su lugar le dediqué un saludo con la mano, junto con una sonrisa. Imaginé que Jez, que la conocía mejor, también la saludaría de pasada.

    Beauty dio un ligero respingo, las mejillas se le ruborizaron un poco, para sorpresa de nadie. Pero nos regresó el saludo desde la pequeña distancia y… Grande fue mi sorpresa cuando, sin previo aviso, las comisuras de sus labios se elevaron un poquito. Fue la sonrisa más tímida y pequeña del mundo, pero una sonrisa, al fin y al cabo. Antes de que pudiera reaccionar de algún modo, la chica desapareció en el interior de la sala de arte.

    Miré a Jez, maravillada.

    —Ay, nos sonrió. ¿La viste? —dije, parecía que acababa de hacer el descubrimiento del siglo; hasta me llevé la mano al pecho, haciendo como recibía un flechazo, puro teatro— No pensé que vería algo así, con lo nerviosa que parece estar todo el tiempo. Es demasiado cute.


    Ahora sí podés arrastrarlas arriba, ya me encargo yo de meterlas al salón de Hubby luego uvu
     
    Última edición: 24 Febrero 2025
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    Gigi Blanche

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    Aguardé pacientemente a que Emily derivara en la información que me interesaba, y conforme enumeraba los ingredientes disponibles me hice un plan mental de posibilidades. No era la gran cosa, pero tampoco era nada. Omití mi respuesta rápida al recibir el choque de su hombro, el cual me estiró una sonrisa curiosa en los labios que se ensanchó al oír el motivo. Ah, la broma tonta.

    —Me gustaría —accedí, despegando la espalda de la pared, y empezamos a caminar—. Igual no te preocupes, no es tan serio. Y es urgente. —Me reí en voz baja—. Con lo que hay puedo arreglármelas, aunque a este paso debería acabar pidiendo ingreso al club, ¿no? Que ando abusando de los amiguismos.

    Estaba terminando de decir eso cuando, cerca de la escalera, Anna hizo contacto visual con nosotros. Fue un mínimo instante en que tanto ella como yo nos detuvimos y luego fingimos demencia, probablemente, priorizando la presencia de Emily. Nos sonrió, tranquila, y esperó a que la alcanzáramos.

    —Hola, Em —la saludó, jalándole la mejilla, y al derivar en mí movió la cabeza en un leve asentimiento—. ¿Cómo estás, Kakeru?

    —Todo bien, por suerte —respondí con la misma naturalidad que había usado antes—. ¿Tú?

    Volvió a asentir, se acomodó al otro lado de Emily y reanudamos la marcha. No estaba seguro cuál había sido la última vez que hablamos, pero vaya, tampoco nos mataría respirar el mismo aire cinco minutos, ¿no?

    —¿Podrías prestarme la llave hoy, entonces? —reanudé el asunto, mirando a Emily—. Prometo dejarte todo impecable, ni siquiera sabrás que estuve ahí.

    Anna nos prestaba cierta atención, mas no dijo nada.
     
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    Amane

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    Kakeru aceptó mi propuesta de subir juntos y no tardamos en emprender la marcha, al mismo tiempo que me aseguraba que no necesitaba comprar más ingredientes y que, de todos modos, su misterioso plan era algo urgente. Me sentí algo aliviada cuando me confirmó que se las podía apañar con lo que había, y al instante ese mismo alivio se convirtió en pura emoción, pues el chico dijo que ya debería unirse al club y yo no podría estar más de acuerdo.

    —¡Sí! ¡Definitivamente debes apuntarte! —exclamé, girando la cabeza para mostrarle una sonrisa ilusionada—. Al final solo me he quedado yo en el club, así que un poco solitario a veces... No me molesta, claro, ¡pero imagina lo divertido que sería cocinar juntos! Y me gustaría pasar más tiempo contigo, la verdad... —admití, llevando la vista al frente con algo de vergüenza.

    Por suerte para mí, justo en ese momento fue que interceptamos a Anna en el camino, y a pesar de la ligera incomodidad que me pareció notar en el ambiente, la realidad era que me alegraba volver a Anna tan pronto después del fin de semana. Le sonreí a la chica en cuanto la alcanzamos, dejando salir un quejido de nada cuando me tironeó de la mejilla, y esperé a que se colocara a mi lado para engancharme de su brazo por el resto del camino. Ambos se saludaron con total normalidad, así que era probable que lo que había creído sentir fueran imaginaciones mías...

    >>Sí, claro —contesté, recuperando la sonrisa tranquila, y ralenticé el paso para poder buscar en mi maletín y así extenderle la llave del club después—. El otro día estuve ordenando, así que quizás haya algunas cosas cambiadas de sitio. Siempre puedes mandarme un mensaje o buscarme si necesitas cualquier cosa... —le expliqué, antes de volver a virar mi atención hacia Anna; mi posterior pregunta, sin embargo, fue dirigida a ambos—. ¿Qué tal vuestro fin de semana?
     
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    —Entró a la carrera de Medicina —respondí—. Por suerte... consiguió una buena beca para llevar adelante... sus estudios...

    Era igual en mi casa, que había ingresado a la academia Sakura por una beca que me concedieron, a partir de las buenas calificaciones que obtuve en mi escuela anterior. En mi familia no estábamos teniendo un buen pasar económico desde que mi padre... nos dejó. Daniel y yo teníamos mucha suerte de poder asistir a instituciones de prestigio, a-aunque tampoco debíamos desmerecer nuestros esfuerzos.

    Walter, en cambio, trabajaba en todo lo que podía. Aunque eso lo obligara a pasar días en la lejana Toshima.

    En el caso del hermano de Rowan, quien tenía veinticuatro, llevaba más de dos años en su carrera. Escuché a mi senpai con marcado interés interés, hasta entonces no habíamos hablado mucho de nuestras familias.

    —¿Está estudiando algo... relacionado con arte? —aventuré— O... Ojalá le vaya muy bien...

    Fue un deseo genuino. Me habría gustado intentar acompañar mis palabras con otras sonrisa, de no ser por lo que luego aconteció en el pasillo...

    La visión de Hubert. El cómo repasé su perfil desde la distancia, el oleaje de dudas al que me vi sometida y la decepción que me pesó sobre los hombros...

    Me… Me terminé resignando a la certeza de que Rowan fue consciente de las señales que brotaron de mí, descontroladas por la fuerza de sentimientos que aún me negaba a aceptar. Q-Q-Quise creer interpretaría mi fugaz desorden como un simple arranque de bochorno más, que no tenía por qué significar algo más. A... A f-fin de cuentas, era la naturaleza a lo que había acostumbrado.

    Pero el calor siguió aferrado a mi pecho, incluso tras alejarnos de Hubert. Hormigueaba, haciendo que mi corazón saltara, como si le quemara. No sabía si era agradable o terriblemente angustiante. Me habría gustado que se pudiese barrer con un simple y certero movimiento de mano.

    Cerca de las escaleras, la voz de Rowan me dio una razón para no pensar la dulce tormenta. Al girarme para escucharlo, fui algo más consciente de mi cuerpo y de esto modo noté, con inmenso alivio, que el calor de mis mejillas habían menguado considerablemente. Preguntó cómo me fue en general, supuse que desde nuestro último encuentro. Mencionó a Jez sin decir su nombre, lo que me hizo entender que no la conocía, y también se refirió al intercambio de obsequios con Cayden.

    Asentí, confirmando así que había hecho más amigos.

    —La chica se llama Jezebel —dije mientras subíamos por los escalones. Hubo un instante de duda, otra cosa tan típica de mi ser, hasta que decidí hablar con más sinceridad—. Es una persona muy dulce… hasta diría que maternal, ¿tal vez? Me llama “cielo” y “cariño” cuando me habla. Creo lo hace sin darse cuenta, pero eso… me da paz, diría. Nos hicimos amigas el día que la fui a buscar… Me gusta estar con ella

    >>Y Cayden es un buen chico —continué—. Nos conocimos ...d-de casualidad... en el pasillo de mi clase. Es paciente conmigo, me cuida cuando me nota nerviosa y creo que compartimos cierta sensibilidad, ¿tal vez? Yo… no sé si lo nuestro es una amistad a estas alturas. ¡P-pero…! Quiero que así sea.
    >A… Ahora que lo pienso, Ro-senpai… ¿ustedes se conocen de algún lado? —pregunté, recordando la nota compartida en mi casillero.

    Escuché lo que tuvo para responder, asentí para hacérselo saber. Sin embargo, ya en el pasillo del primer piso, lucí un aire algo distraído, pues estaba pensando... Puesto que había alguien más, sobre quien podía hablarle. Hacerlo, sin embargo, me ponía en riesgo de quedar expuesta, pero…

    Omitir su existencia era una afrenta que mi corazón se negaba a admitir.

    —Creo que hice otro amigo… —dije de pronto, mirando mis manos en el asa del maletín— U-Un senpai de segundo año… Se llama… S-se llama Hubert, va al Club de Lectura. Coincidimos en… diversas ocasiones y lugares —recé para que el calor no me subiera a las mejillas—. Es alguien inteligente y sumamente amable… Con un corazón muy noble…


    Su voz me envolvía cuando hablaba, cálida como un abrigo.

    Y su sonrisa… hacía caer el relámpago en mi corazón.
    Con una fuerza que lo derretía todo.
     
    Última edición: 10 Marzo 2025 a las 5:17 PM
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    Zireael

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    Alcé un poco las cejas al escuchar que el muchacho había ingresado a medicina, no era poca cosa y mucho menos becado. Hasta ahora no me había detenido a pensar en la posición económica de la familia de Bea, pero escuchar eso me dejó la duda de si ella estaría aquí con las mismas condiciones. Puede que fuese prejuicioso de mi parte, pero si dejábamos por fuera su timidez, Beatriz no parecía ser una niña rica ni nada. Tenía sus pequeños gustos, como la Switch, pero nada muy loco que yo supiera.

    No formulé la pregunta porque me parecía indiscreto e irrespetuoso y de hecho iba a preguntarle qué hacía el mayor cuando ella preguntó por mi hermano de nuevo. Asentí a su pregunta sin demasiado problema antes de proceder a ampliar el asunto un poco más.

    —Fue admitido a la Geidai, que diga, a la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música. Está empadronado en Estética e Historia del Arte —conté sobre Brennan—. Espero que a Daniel también le vaya muy bien, por cierto. Será mi doctor de confianza en el futuro.

    Lo último fue una broma inofensiva, aunque también esperaba que fuese una verdad en el futuro. En el contexto donde nos movíamos todo era problemático, recordaba que había tenido que correr con Tora donde un conocido de lo más sketchy para que lo revisara por fracturas e incluso para que lo suturara una vez; era nuestra suerte de Matasanos, al cabrón le llevaba también a los muchachos enfermos o con sobredosis, pero si conocía un médico de verdad... Bueno, nos serviría para cuando pilláramos un virus en inverno tan siquiera, aunque a saber en qué se especializaría el chico. Faltaba para eso.

    Escuché a Bea cuando me empezó a hablar de la muchacha albina, que resultó llamarse Jezebel, dijo que era dulce y eso mutó a maternal, usaba apelativos cariñosos y la hacía sentirse en paz. No le había puesto cuidado a la chica en cuestión en realidad, pero si se sentía cómoda con ella era porque de verdad era una persona tranquila y atenta. Bea requería de esa clase de atención.

    —Suena muy agradable —secundé junto a una sonrisa.

    La siguiente descripción fue la de Dunn, ponía en duda lo de "bueno", pero eso era complicado. No sabía siquiera si yo era una buena o una mala persona, pero era por las cosas que hacía y lo mismo ocurría con el cachorro, ¿qué iba a decirle? ¿Qué era hijo de un boss de la mafia, vendía droga y movía las armas que le alcanzaran las manos y lo mismo con la información que le alcanzara los oídos? Hombre, había que estar loco para matarle la ilusión así. Su paciencia con ella, sin embargo, a mí me pareció que provenía de un viejo hábito de observación aunque no podía decirlo con certeza, pues no había hablado con él directamente.

    El asunto fue que preguntó si nos conocíamos de algún lado, no me sorprendí o reaccioné, pero tuve que pensar en una mentira o una verdad a medias. Tampoco podía soltarle por qué lo ubicaba ni que estaba metido en la cosa del club que queríamos abrir como tapadera.

    —Es amigo de unos amigos de tercero que hice hace poco, así que los he escuchado hablando un poco de él —dije cuando llegué a una respuesta que valiera la pena—. Cosas buenas, sin duda.

    La lealtad era una gran cualidad, después de todo.

    —Seguro que también espera que puedas ser su amiga, viendo lo del casillero.

    Me quedé esperando luego de eso a ver si soltaba la lengua, si había picado con mi pregunta, y aunque la vi pensando creí que no me diría nada pues estaba en su derecho. Sin embargo, sí habló y algo del asunto tomó forma al oír del dichoso senpai de segundo llamado Hubert y que me llamaran loco, porque creí adivinar por dónde iban los tiros. Vaya, ver un crush inocente como este tenía que ser la cosa más adorable del mundo, ¿qué había pasado con la primera chica que me gustó así? Ni me acordaba, qué terrible.

    —¿Hubert entonces? —cuestioné y tuve que modular la diversión que sentía, mantuve el tono suave y conciliador—. Pues sí, sí es del club de lectura debe ser inteligente y si te agrada no dudo que sea amable. Ojalá lo conozca algún día.

    El deseo fue sincero y dejé el asunto de sus amigos hasta ahí, porque de por sí ya habíamos entrado al pasillo de su clase. Fui caminando más despacio conforme nos acercábamos y ya estando a un par de metros me detuve por completo, tenía una idea tonta dando vueltas y me cuestioné si hacerlo o no. ¿La mataría de un susto? Seguro que empezaba un desastre, pero creía que podía... No sé, tal vez era tan descabellado.

    Suspiré, giré el cuerpo en su dirección y estiré los brazos. Al mirarla un poco que le puse ojos de cachorro mojado, la verdad.

    —Me dejaste un regalo, ¿pero y mi abrazo? —le dije con un tono mimado que no calzaba con el fact de que la niña parecía diminuta a mi lado.

    seguro este sería mi último post con Ro, así que nada uvu como siempre un placer rolear al big bro con su lil sis
     
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    Bruno TDF

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    No tenía un motivo específico para pensar que los hermanos Ikari compartían un vínculo con el arte. La idea tan sólo asomó con timidez en mi pensamiento y, contra toda probabilidad, me animé a formular la pregunta a riesgo de quedar como una tonta. Para mi fortuna, evité cualquier vergüenza al haber acertado la carrera de Brenn, mas no fue esto con lo que me quedé. Ya que resultó que había sido admitido en la Geidai, universidad sobre la que poseía algo de conocimiento, más que nada porque sus exámenes de admisión tenían fama de ser terriblemente exigentes; s-sonaba hasta intimidante. Al escuchar que se encontraba estudiando en tan respetada institución, en mi mirada asomó algo que podía definirse como admiración. Con más razón quise que tuviera éxito en su trayectoria…

    Por él, y también porque pensé que eso haría feliz a Rowan.

    Deseó lo mismo para Daniel, ante lo cual asentí con un quedo agradecimiento. Dijo, además, que mi hermano sería su médico de confianza en el futuro y algo en mi pecho se removió. Pensé en el padecimiento de Rowan. En los dolores que siempre orbitarían su alrededor, con sus colmillos preparados para lastimarlo. No quise pensar en sus futuras ausencias en la escuela, que se repetirían. Pero, para este día y lugar, yo había aceptado a duras penas esta realidad: que habría momentos en los que Rowan estaría sufriendo y que yo no podía hacer nada ante eso, más que ser fuerte. Por él.

    Yo también quería que la broma fuese verdad. Daniel sería un gran médico, el mejor. No me cabía le más mínima duda de que podría hacer, por Rowan, todo lo que estaba lejos de mi alcance. Aunque, tal vez, p-p-podría estar más cerca para cuidarlo, ¿tal vez?

    En nuestro andar por los pasillos, luego, le hablé de las amistades que había logrado establecer. Los lazos que se estaban formando, con sus primeros hilos de suave seda que, en el futuro, esperaba que fuesen más firmes. A Rowan Jez le pareció agradable, y al parecer conocía a Cay por una suerte de boca a boca, lo que tenía sentido, ¿tal vez? L-lo cierto es podría haber dejado mi respuesta en ese punto, pero algo me interior reclamó por Hubert y, cuando quise darme cuenta, estaba diciendo cosas muy buenas de él. No pude evitar sentirme nerviosa, como si tuviera al propio Hubert enfrente mío; hubo un par de tartamudeos, y en mi pecho otra vez sentía la dulce tormenta. Asentí con algo de rapidez a los comentarios de Rowan sobre el chico, aunque me giré con cierta rapidez cuando dijo de conocerlo…

    No quería que me viera cerca de él, ¿qué espectáculo tan lamentable le daría? A-a-aún así, terminé por asentir con una timidez mucho más remarcada…

    —T-te caería bien, ¿tal vez? Es muy cordial con la gente —comenté—. También podría presentarte a Jez.

    La idea de juntar a Jezebel con Rowan me provocó una pequeña emoción que me permitió alejarme un poco de la tormenta. Una pizca de esa emoción, infantil, se filtró en mi voz involuntariamente. E-en cualquier, casi no había espacio para más conversación, considerando que nos encontrábamos cerca de mi salón. O eso creí…Pues hubo un momento en que Rowan se giró, haciendo que yo misma me detuviera para devolverle la mirada. P-pero entonces… él estiró sus brazos en mi dirección, ante lo cual parpadeé porque la confusión inicial me impidió ser consciente de la situación.


    Me dejaste un regalo, ¿pero y mi abrazo?


    —¿Eh?

    Eso fue lo que enunció el hilo de voz, muy fino, que me salió del pecho. Pero lo había entendido a la perfección, y entonces el corazón se me aceleró de una forma diferente mientras, a la vez, mis mejillas se encendían. Algo de nervios me alcanzaron, porque estábamos en el pasillo y pasaban estudiantes. Y… Y… Había calidez en medio de todo. Quise mirar a mi alrededor para saber cuánta gente nos estaba mirando pero, lo cierto es que… no podía apartar la mirada de los tiernos ojos de Rowan, de sus brazos que esperaban recibirme.

    Un nudo se me quiso formar en la garganta, conmovida de que quisiera abrazarme.

    —Yo… Y-yo… Ro-senpai… Yo…

    Mi intento de hablar fue atropellado, ligeramente tembloroso. Estaba muy nerviosa y me daba muchísima vergüenza la situación, lo sentía en las mejillas. Y también… contenta.

    Con paso dubitativo, corté la distancia, con los brazos igualmente extendidos hacia él. Mis manos encontraron con algo de inseguridad su espalda. La punta de mi nariz se dobló ligeramente contra su pecho, de modo que debí apoyar la mejilla. Sentí la manera en que me envolvió y, por esa sensación, imprimí con algo más de firmeza mi abrazo. Siendo cuidadosa, como temiera hacerle doler. El aire fue liberado de mis pulmones.

    Tanta, tanta paz.

    —Hice… otro amigo… —dije entonces—. Es de tercero, como Jez y Cayden… Se pone tan contento al verme, que siempre me recibe con una sonrisa cálida y amplia. Es alegre, hablador y considerado conmigo, y a su lado… Encuentro seguridad, me siento protegida… Me hace feliz que sea mi amigo.

    Me separé delicadamente de él. El contacto no se rompió del todo, pues con la punta de mis dedos sostuve tímidamente uno de sus meñiques. Alcé el mentón para poder mirarlo a los ojos. Seguía con las mejillas encendidas.

    —Deseo de todo corazón que esa amistad dure largamente, hasta perderse en el tiempo —continué—. Atesoro cada momento que comparto con esta persona y me alegra, no sabes cuán contenta me pone… poder abrazarlo. Porque le tengo mucho cariño a él, que se llama Rowan Ikari.

    Mi otra mano también encontró la suya, la cual alcé ligeramente para poder envolverla. Le sonreí. El gesto fue suave, y no necesité pensarlo ni mentalizarme para que saliera. De todas modos, mis labios se estiraban con la tonalidad de siempre: Tímida, siempre tímida.

    Tan… Beatriz Luna…

    Pero una Luna diferente…
    —Eres muy importante para mí, senpai.

    Te quiero.

    El rubor se incrementó, bajé la mirada. Cuando solté su mano, se notó que me costó hacerlo.

    —Yo… debo entrar ya —dije.

    Giré sobre mis talones y correteé a mi salón, que estaba a pocos metros de distancia. Sin embargo, mis pasos se detuvieron cerca del umbral. Me giré para mirar por última vez a Rowan.

    —Almorcemos pronto, ¿s-sí? —sugerí, o tal vez le pedí— C-cuando quieras. Te estaré esperando. ¡T-t-ten un buen día!

    Y desaparecí en el interior de mi aula.


    Otra interacción de Rowan y Bea, otro día que termino con el corazón de pollo chiquito.

    Los amo demasiado, mis bebés <3 Gracias por caerle a Bea con Ro <3333
     
    Última edición: 11 Marzo 2025 a las 8:25 PM
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