Pasillo (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    No tenía intenciones demasiado elaboradas en general, conseguía dinero medio porque sí, recibía mi cuota de atención y evitaba cualquier sospecha con esta cara de no pisar hormigas sin llorar. Lo que quería decir, era que no tenía grandes planes ocultos ni nada, la suerte de cacería de brujas estaba cancelada y ya le había pedido a Reaper toda su pasta cuando la palmara, eran solo esos mis grandes planes. La oferta del bestiario tampoco seguía un plan concreto, no por ahora.

    Aunque tenía su gracia, ¿cómo se llenaban los bestiarios?

    Cazando.

    La sonrisa de Matsuo fue sombría, para variar, y luego desapareció a mi espalda. Soltó bien pancho que debería considerar darme algo a cambio y la idea, aunque seguía siendo impulsiva porque no sabía quién mierda era este cabrón, me arrojó algo de satisfacción encima. A fin de cuentas era una criatura no solo de hábitos, también de negocios y no había mucho que hacer al respecto o motivos para luchar en contra.

    ¿Por qué cambiar lo que funcionaba?

    Sonrió cuando vio que me negué a darle la espalda, me dijo la estupidez de que era un rompecorazones y tendría que acostumbrarme y allí el revoltijo de emociones de la semana volvió a ganarme la pulseada. Me reí, estuvo bastante cerca de ser una carcajada, la risa acabó haciéndome toser y noté lo quemados que tenía los pulmones ya hace días.

    —Llevé un intensivo —apañé con una pizca de molestia que no estuvo dirigida a él ni a nada en particular, según yo—, no hay nada a lo que me tenga que acostumbrar. A ti te podemos llevar a Rompecorazones Anónimos, it's okay.

    Lo dije sin más, porque también era bueno hablando idioteces, y luego me enfoqué en el listado. La bruma con la que había llegado se había instaurado en una suerte de punto base donde no aumentaba ni descendía, pero todavía obstaculizaba un poco. Si hubiese preguntado qué buscaba no habría sabido contestarle o le habría contestado algo del corte de las respuestas que le daba a Liam, ni idea. Buscaba diferenciarme del imbécil, ¿pero no estaba oculto en su torre que rozaba el cielo y yo en la cueva, en la tierra? ¿Qué buscaba al reconocerme como hijo de una bestia?

    ¿O al reconocer dónde Arata me había apuñalado y por qué?

    —Me alegra que conozcas a tus bestias y sepas que Seiryū no sería dorado —dije prácticamente encima de sus palabras.

    Había sacado la moneda otra vez que giraba nuevamente en su mano, entonces comenzó a hablar del club en el que trabajaba en Ikekuburo, Toshima, e hice un mapeo mental de lo que sabía del barrio que era... nada que no fuese de conocimiento popular, Ikekuburo era relativamente peligroso y habría ido a hacer un negocio o dos con Arata, pero no más. Sabía que no podía ser solo eso, un club común, porque si no no tendría las puñeteras monedas, pero me distraje cuando cerró la idea.


    Era paranoico, ¿cierto? Pero era posible.

    Que estuviera buscando las anomalías y pescándolas para sí.

    Había sido una semanita de mierda, había que reconocerlo, y sí había gente muriendo de hambre, viejos muertos y mil cosas peores, pero eso no cambiaba el resto. No lo cambiaba y por eso no respondí de primera entrada aunque solté una risa por la nariz por la estupidez de que estaba con ganas de gustarme más. Busqué su mirada, la sostuve y de un movimiento que no tuvo aviso real pesqué la moneda de su mano ahora sí. Deslicé el pulgar sobre el relieve de su dichoso Seiryū, recordé a Mad Wolf usando el nombre que le había dicho a mi padre que le diera a los irlandeses para referirse a mí y giré la moneda, enfocando la dirección antes de regresar a los ojos de Ryuuji.

    No me gustaba hablar de estas mierdas en la escuela, ¿pero ya qué más me daba?

    —No soy tan tonto como aparento, al menos no para ciertas cosas. No tiene solo eso, primero porque estás tú allí metido y segundo porque no necesitaría de las monedas de ser un lugar como cualquier otro —empecé luego de envolver el objeto en la palma de la mano y me incliné en su dirección, invadiendo su espacio—. ¿Cómo acabaste metido en Toshima en un club así si no te había visto en mi vida? ¿De dónde saliste, Matsuo?

    Fue una pizca de lucidez, de sentido de supervivencia, que quizás no me duraría ni cinco minutos.


    tiré el dado arriba para poder narrar, para una vez que no me sale un dígito JASJAJ
     
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    Amane

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    Incluso si el chico me había admitido expresamente estar puesto hasta arriba de maría, no fue hasta que me paré a mirarlo de verdad y noté la lentitud de sus reacciones que me percaté de los realmente ido que estaba. ¡Todavía bastante consciente de sus acciones, eso sí! O al menos eso alegaría si alguna vez me acusaban de haberme aprovechado de él... Anyway, deslizó la vista hacia la puerta de la azota y hacia la escalera que bajaba al pasillo, como si se diera cuenta por primera vez de dónde estábamos, y poco después acabó haciendo una especie de berrinche con el que negó querer salir a la azotea.

    Negué un par de veces con la cabeza, soltando una risa floja por la escena en cuestión, y al poco rato tuve que alzar las cejas en un claro gesto de sorpresa, pues el muchachito se llevó el porro a los labios y lo encendió ahí mismo, como si no pasara nada. Fue cosa de un mísero segundo, apenas duró encendido, pero el atrevimiento por su parte me pilló completamente desprevenida. Relajé el cuerpo justo después, especialmente cuando noté sus intenciones de volver a atraerme en su dirección, y permití que lo hiciera sin ninguna clase de problema; abrí los labios cuando estuvimos a la suficiente distancia y acepté el humo sin más, dejando salir un leve suspiro placentero al terminar de tragarlo.

    —Qué mala influencia eres, boss... —murmuré, bajando momentáneamente la vista hacia sus labios—. C'mon... —añadí, soltando una risilla mientras me ponía en pie, y en el proceso lo agarré de las muñecas, haciendo fuerza para obligarlo a levantarse también.

    Mantuve el agarre mientras lo llevaba escaleras abajo, siendo plenamente consciente de que iba a tener que arrastrarlo hasta que llegáramos a nuestro objetivo, y una vez alcanzamos el pasillo de tercero, paseé la vista por el lugar durante un breve segundo. Me sonreí, sin ninguna motivación aparente, y me eché hacia delante para volver a invadir su espacio, pudiendo así acercar mis labios a su oreja.

    >>Vayamos al de chicos, ¿sí? Que el nuestro huele bien y está siempre muy limpio... —susurré, antes de mirarlo de reojo y seguir caminando hacia nuestro destino.
     
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    Bruno TDF

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    El amague de carcajada se le desintegró en una seguidilla de toses. Supuse que no me quedaba otra que considerame satisfecho, vaya, que no me había esperado generar tanto impacto con la estupidez del rompecorazones. Mal por mí, eso sí, no saber el motivo real de la reacción de Dunn. Se recobró con la soltura de quien lleva largo rato llenándose el cuerpo de humo, lo que hizo que lo observara con detenimiento e interés,.. Y ni hablar cuando admitió que llevaba un… intensivo. Ladeé la cabeza ligeramente, mis cabellos haciendo contacto con el frío vidrio de la ventana, sin sacarle los ojos de encima.

    Pero bueno, ¿de dónde venía tanta molestia~? ¿Quién me había ganado en la carrera de desgarrar el corazoncito del pobre Dunn, al que ya no le hacía falta acostumbrarse~? Cuánta curiosidad insaciable. Disimulé la sonrisilla picarona, en la risa que solté cuando dijo que me podían llevar a Rompecorazones Anónimos, y me encogí de hombros.

    Chismes aparte, lo importante era satisfacer la curiosidad de este zorro pero sin hacerle brincar el lado desconfiado. Como caminantes de las sombras más oscuras de Tokio, el instinto de supervivencia impedía que nos metiéramos sin más en aquello que no conocíamos. Si quería que Dunn conociera el secreto de Toshima junto con Shimizu, había que echar un poco de luz, ¿o no? O sombras menos espesas, mejor dicho. La información lo era todo, y saber manejarla te otorgaba cierto poder para tus objetivos.

    Gracias a ella, una fuerza desconocida llevaba años palpitando en esta ciudad, invisible.

    Le presenté el Seiryu como moneda de cambio, la llave a un cierto lugar, el club. Seguí hablando por sobre sus palabras, sonriéndome igual con sorna, de que le alegrara mi conocimiento de las bestias. Dunn no era como Shimizu. Su interés por cubrir el hueco de información que yo representaba no lo volvìa imprudente, y entendía que no se iba a mandar de cabeza como el otro tipo. Por lo mismo, mencionarle las peleas, la sangre, el show de violencia en general; estaba por completo descartado. Para colmo, había otra cuestión: así como yo le olfateaba la desconfianza, el pelirrojo gozaba de inteligencia y astucia además, como buen zorro que era. Esto era, si se quiere, como una de esas partidas de Sorec.


    Piedras blancas contra piedras negras
    ¿Cuál de las mías debería conectar para conquistar las suyas?


    Algo de efecto pareció causarle el detalle de que el club era un buen sitio de desahogo. Ahí no mentía, por supuesto: estaba el ring para desquitarte, el bar para olvidarte, las cartas para sentirte con esperanzas; o ser un simple espectador para entretenerte en la desgracia de los animales más perdidos de la selva gris que era Tokio. Dunn me sostuvo la mirada sin pronunciar una palabra. Se la devolví sin distraerme, con los sentidos siempre puestos en la moneda que le ofrecía burlonamente…

    De poco me sirvieron: en mis dedos prevaleció el vacío antes de que me diera cuenta. Mi sonrisa se ensanchó sin ninguna dirección.

    —Eres bueno, desgraciado... —musité, con un dejo de satisfacción y molestia en la voz, fui bastante contradictorio.

    Suspiré con dramatismo al verme derrotado por los hábiles dedos de Dunn, cuyo pulgar detallaba los relieves del dragón, luego la dirección impresa detrás. Me jodió un poco que fuese más rápido que yo, pero tampoco me iba a quejar…


    El dragón estaba en su mano, preparado por mostrarle el camino.


    Escuché su sospecha, con las manos hundidas en los bolsillos del pantalón. Dunn me dio los motivos por los que creía que había algo más detrás y me hizo unas preguntas, las que permití que realizara. Suspiré con aire teatral.

    —¿Por qué no me crees? ¿Es porque te quise romper el corazón? —solté la estupidez de turno, y luego… lo miré con algo más de seriedad, sin perder la sonrisa de mierda— ¿De dónde salí, dices? Pues, verás… Yo nací en Otsu, luego estuve una temporada andando por Kioto. Es decir, que salí del oeste, de la región de Kánsai… Y estoy en Tokio desde hace no tantos años. Aunque… mis conocidos llevan bastantes más años que yo durmiendo en los rincones de Toshima…

    Mi sonrisa se amplió, mis ojos brillaron con fuego morado.

    —Ellos fueron los que me dieron el trabajo en el club. Yo cumplo con mi deber de cuidarlo y darle buena publicidad. Pero si te hablo más del tema sería aburrido, ¿o no? Descubrirlo es más interesante, y para eso te propongo un trato —señalé el puño en el que sostenía el Seiryu—. Nadie me ha logrado quitar uno de las manos, jamás. Eres bueno en este "arte", Dunn, y creo que por eso mereces un privilegio si te apetece visitar el dichoso club. ¿Que me dices de alcohol gratis hasta que te hartes? Como para humedecer esa garganta tan quemada que tienes, hombre.

    De pronto, otro par de presencias conocidas se aparecieron en el pasillo. Mira que no era difícil notarlas, eh, con la cabellera celeste de Ishikawa y la melena dorada de la otra chica, su figura tan prodigiosa como siempre. Y ahora me acordaba: Dunn había puesto una tremenda cara de cachorrito emocionado al ver al pelito de nube, ¿no?

    —Oh~ —dije bajito, estirando la vocal— Parece que por fin hay azotea libre, con las ganas que tenía de fumar con alguien~
     
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    Gigi Blanche

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    —Me lo han dicho —admití, risueño y en absoluto acongojado, ante la idea de ser una mala influencia.

    Me causaba, de hecho, una satisfacción algo extraña. No diría que me hacía sentir orgulloso ni que buscaba serlo adrede, pero cuando ocurría era, tal vez, como una pequeña victoria. Ella se incorporó y buscó mis muñecas, pero antes de permitirle jalarme recordé que mis cosas seguían desparramadas y las hundí sin mucho cuidado dentro de mis bolsillos. Me ayudó a ponerme en pie, el movimiento me alborotó el centro de equilibrio y tuve que quedarme un segundo quieto hasta volver a estabilizarme. La sensación me arrancó una risa breve.

    Con eso resuelto, pude seguirla sin problema. O al menos yo lo percibí así, claro. Bajamos al tercer piso y lo íbamos atravesando cuando advertí a Cay Cay con el tipo medio raro de nuestra clase, Matsuo. Suponía que me causaba algo de gracia, o era más una ironía la idea de que en cierto punto insistiera en pegarse al tipo de gente contra la que también despotricaba. Pero bueno, siempre había sido un niño algo complicado. Me di cuenta con retraso, otra vez, que Welsh se había detenido y volteado en mi dirección. Se coló en mi espacio, sentí su voz en mi oído, su aliento contra mi oreja, y al retroceder noté algo absolutamente desconcertante.

    —Eres más alta que yo —anoté, sorprendido, y me reí en voz baja—. ¿Tienes un kink o sólo quieres fumar gratis?

    No lo había formulado del todo bien, en sí me había llamado la atención que pareciera tan decidida a liarse conmigo de toda la gente, que era un palo vestido y ni siquiera estaba muy crecidito. En cualquier caso no había planeado ni de coña colarme en el baño de chicas, así que nos detuvimos frente a la puerta correspondiente y la empujé, haciendo una reverencia... o algo así.

    —Las damas primero~
     
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    Amane

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    Al pobre Kakeru le jodí la cita y encima no le dije nada de a dónde lo estaba llevando ni porque, lo que supuse que podía traducirse en algo de preocupación por su lado. ¡Pero bueno! Que estábamos ahí al lado y no podía perder mucho tiempo explicándole nada, a ver si Kohaku se iba a despertar y nos la iba a liar de alguna manera al verse solo... ¡uno nunca sabía con esto casos! En fin, que al fin nos plantamos delante de Kohaku y el castaño intercaló un par de miradas entre ambos, haciendo que me encogiese de hombros ante la más que evidente duda que había en sus ojos.

    Kakeru no dijo nada al respecto, de todos modos, y yo me quedé algo apartada mientras él se acercaba a Kohaku para intentar despertarlo. Reprimí las ganas de bufar de nuevo, porque obviamente ya había hecho eso y no había funcionado, y después... bueno, digamos que me distraje con bastante facilidad. A ver, ¡nadie podía culparme! En medio de una crisis o no, era una chica muy sencilla, y si me ponían a un chico guapo con la camisa arremangada... sacando músculo al levantar el cuerpo de otro chico... ¡pues me iba a quedar mirando! Me quedé tan pillada de la imagen, de hecho, que no escuché nada de lo que me dijo y solo volví en mí misma cuando me di cuenta que desapareció de mi campo visual.

    —Me gustaría aclarar que ya estaba así de high cuando nos hemos encontrado... —murmuré al girarme hacia los lavabos, y aproveché la posición para echarle un poco más de agua en la cara al chico, justo antes de cumplir con la petición de Kakeru para acomodarlo a sus espaldas—. Yes, sir! —añadí justo después, haciendo un saludo militar fugaz antes de asomarme de nuevo por la puerta para comprobar el estado del pasillo—. ¡Libre! Let's go, go, go...

    Si ignorábamos el hecho de que andábamos cargando con alguien medio muerto, era un poco divertido eso de andar de incógnito por la escuela con un nuevo cómplice tan comprometido con la causa. Lo guie por el pasillo hasta las escaleras, pues, y aproveché algún momento suelto para echar algún que otro vistazo rápido hacia atrás y así asegurarme de que todo iba bien por la retaguardia.

    >>Oye, lo siento de verdad por interrumpirte... pero debo admitir que no me arrepiento mucho de haberte encontrado a ti para la tarea —comenté a medio camino, guiándole el ojo en el proceso como la desvergonzada que era—. Estás muy atractivo~
     
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    Insane

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    Habían sido unos días densos, el tiempo había pasado con una lentitud risoria al estar acostado en la cama la mayor parte de tiempo, escuchando mi entorno sin poder ver absolutamente nada hasta el domingo en la mañana, donde me retiraron las últimas vendas y me proporcionaron unos lentes nuevos, más oscuros que los anteriores. El mundo se permeó de un gris absoluto, la luz del sol se había tornado lejana en su totalidad y las ganas por amanecer seguían perdiéndose con el paso del tiempo.

    El timbre me sacó del ensoñamiento, buscando a Paimon con la mirada al sentir que estaba más vigilándome que cualquier otra cosa, prestando atención a que me tomara los medicamentos y mi alimentación fuese lo suficiente balanceada, mi madre estaba eternamente agradecida con él, no sabía si me sentía en igualdad de condiciones que ella o por el contrario quería hundirme bajo la superficie y no volver a salir; las personas, las cosas y el alrededor se sentía ajeno, como sino fuese más que un integrante del público viviendo una vida que no sentía propia.

    Paimon se acercó, hablamos la tontería de que parecía mi madre y ya luego busqué a Rockefeller con la mirada. El moreno no le pediría directamente sus apuntes, era orgulloso para cualquier tontería aunque le tuviese bastante confianza a la rubia, y bueno, yo también necesitaba ocupar la mente en algo, así fuese en transcribir las notas de las clases a las que no asistí, por lo que me levanté y caminé hasta ella, fabricando la sonrisa amable de costumbre.

    Ilana saludó dulce como siempre, se hizo con nuestros brazos, nos dejamos guiar basicamente y miré a Paimon por el rabillo del ojo ante las opciones.

    La cafetería era bulliciosa, por lo que la había descartado con anterioridad, el gimnasio no me convencía, y por último el rellano de la azotea en donde posiblemente estarían pasando estudiantes para subir y nosotros no haríamos más que estorbar en el suelo, pero un estorbo más, uno menos, daba igual.

    >>El rellano de la azotea, así no caminamos mucho.
     
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    Gigi Blanche

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    No le mentiría a nadie, me había quedado bastante flipado luego de que Kou me presentara a su... ¿amiga? ¿Eran amigos? ¿O esa sólo fue la introducción políticamente correcta? El evento transcurrió tan deprisa y fue tan repentino que apenas me supe solo en mi clase comencé a procesarlo de verdad. ¿Desde cuándo se conocían? ¿Cómo se conocieron? Seguía comparando la imagen de ambos e intentando encontrar las similitudes sin mucho éxito. Espera, esto significaba que... ¿Kou se estaba liando con alguien? La idea me asaltó de un momento al otro y casi se me cayó el bolígrafo de la mano. En todos estos años jamás lo había visto ligando con alguien ni una sola vez.

    Vaya plot twist.

    En algún punto me olvidé del asunto y cuando salí al pasillo durante el receso, lo primero que advertí fue la melena rosada de Riamu. No tenía mucho sentido que le cayera encima, pero al mismo tiempo Kou probablemente no abriera mucho la boca y ¿la verdad? Me moría de la curiosidad. Junté coraje, pues, y me acerqué a la muchacha con una sonrisa afable.

    —Ri-chan —la llamé, sin elevar mucho el tono, inclinándome para captar su atención y entonces regresando a mi lugar—. ¿Todo bien? ¿Qué tal las clases?

     
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  8.  
    Amane

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    Después de una mañana tan fructífera y bonita, me sentí con ganas de atender de verdad de la buena a la clases, ¡y hasta tomar apuntes decentes! Claro que la intención se fue diluyendo con el primer período y para el segundo ya me había olvidado por completo de ello, ¡pero daba igual! La verdad era que estaba muy, muy contenta, y eso nadie me lo podía quitar. ¡Ni siquiera los profesores con sus temas aburridos!

    Pensé en buscar de nuevo a Kouchii en cuanto empezara el receso, pues todavía teníamos un montón de cosas con las que ponernos al día, aunque al final desistí de la idea al no querer ser demasiado invasiva cuando apenas habíamos vuelto a la normalidad después de todos mis líos mentales. En su lugar decidí dirigirme hacia el club de fotografía, pensando que quizás iba a encontrar a Joey dentro y así le podría el pequeño regalo que también le había traído, pero... ¡mala suerte! Me di cuenta que la puerta de la sala estaba cerrada en cuanto hice el amago de abrirla, lo que acabó por sacarme un resoplido de derrota antes de girarme para alejarme por el pasillo.

    —¡Oh!

    La exclamación de sorpresa surgió por la repentina presencia que me interrumpió en mi avance, impresionándome quizás un poquito más de lo que era necesario. Di un pequeño respingo, de hecho, pero todos tuvimos la suerte de que reconocí al muchacho de aquella mañana y ahí fue donde acabó toda mi reacción. Le dediqué una sonrisa al segundo de superar el susto y me giré para encararlo, llevándome las manos tras la espalda en el proceso.

    >>¡Kakeru, el amigo de Kouchii! —saludé, ligeramente divertida—. ¡Todo bien! ¿Y tú? ¡Las clases han sido un poco aburridas! Deberíamos tener menos lecciones lo lunes, ¿no crees? —propuse, impostándome una seriedad que casi podía pasar por real, y poco después recuperé la expresión divertida de siempre—. Hey, ¿te gustaría almorzar conmigo? ¡Estaba por bajar a la cafetería!
     
    Última edición: 12 Noviembre 2024
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    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    —Ni en el mío —convine, mi sonrisa ensanchándose levemente.

    No recordaba haber conversado nunca con Kenneth sobre nuestras preferencias sexuales, dudaba que alguno de los dos lo viera necesario, aunque de repente me chispeó la curiosidad de qué idea se habría formado de mí. En definitiva mi respuesta contenía una doble interpretación y me divirtió dejarla allí, en el siempre tentador terreno de la ambigüedad.

    Mi propuesta le entusiasmó, detallé el tinte de su sonrisa y me erguí con bastante pereza, cediendo a su intención de tomar mi mano. Esperé a que se pusiera en pie para que me jalara, básicamente, y con el envión me incliné sobre su cuerpo, apoyando la palma de la mano libre en su pecho. Deslicé apenas el pulgar por la tela de la camisa, parpadeé despacio y alcé la vista a sus ojos, donde permanecí conforme arrastraba los dedos por su cuello, hasta su nuca, y lo atraía hacia mí. Completé la distancia sobre la punta de mis pies y no cerré los ojos hasta el último instante, cuando rocé sus labios y me empujé de repente contra ellos. Le estrujé los dedos de la otra mano con el mismo chispazo de intensidad y fue eso, un instante, como si una parte de mí ansiara devorarlo.

    Y la otra, sólo hacérselo saber.

    Regresé a mi espacio y siquiera lo miré, me limité a rebasarlo y lo traje conmigo sin soltar su mano. Me había pedido que adivinara una película, ¿cierto? Pero... vaya, no tenía la menor idea. Cuando llegábamos a la puerta tuvimos que esquivar a Pierce, quien se había quedado casi petrificada justo frente al umbral y siquiera nos llevó el apunte. Seguí hacia las escaleras.

    —No me gustan mucho las adivinanzas... —admití, y busqué sus ojos—, pero estás tan guapo que haré el intento. ¿Alguna pista?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  10.  
    Bruno TDF

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    Apenas sonó la campana del receso, me desperecé hasta donde el cuerpo me lo permitió, que las clases de esta mañana fueron un poco densas y necesitaba despejarme las sensaciones de sueñito. Elevé los dedos entrelazados por sobre mi cabeza, las piernas extendidas por completo bajo el pupitre, y cerré los ojitos con algo de ahínco, pues en el proceso me quiso alcanzar un largo bostezo que reprimí para no hacer una mueca rara enfrente de todos. Así, mientras estiraba mis extremidades, también advertí que tenía algún que otro músculo un poquitito agarrotados, por el arduo entrenamiento de ayer. Comprendí que necesitaría una buena entrada en calor para ablandarlos un poquito, y que así no me dolieran más tarde.

    ¡Es que…! Ayer estuve en Pratū Cĥāng, el gimnasio de mi sensei Anong. No había ido con la intención de entrenar, sino que simplemente quise pasar el rato y celebrar la aprobación de mi examen de judo con Isabella e Himari, que eran las chicas con quienes tenía una relación más cercana en ese lugar; a estas alturas éramos muy buenas amigas. Pero mi maestra, estricta como era, no estuvo de acuerdo con que fuese a su gimnasio solamente para eso. Con Anong tenía entrenamientos de karate los martes y jueves, pero terminó diciéndome que, ya que había ido a su gimnasio un lunes, habría que invertir bien el tiempo. Así que terminé realizando una exigente rutina con mi compañera de karate, Himari, ¡y hasta nos hicieron hacer un sparring bien intenso en el ring del gimnasio, a la vista de todos!

    No había sido mi plan, pero me fui de allí igualmente satisfecha. Y agarrotada, como ya dije.

    Salí al pasillo con el bento pendiendo de una mano. Tarareaba una canción por lo bajo, de esas que le dedicaba a Copito para ayudarlo a recuperar su canto. Y ya que pensé en él, me acerqué a la ventana que estaba más próxima a la puerta de mi salón y, ni corta ni perezosa, la abrí para luego asomar la cabeza al exterior. Hacía un día precioso. A mis me oído llegaba el canto de algunas aves, que reposaban en las ramas de un árbol que tenía a la vista. Les dirigí una mirada enternecida, noté que era un grupito de gorriones. ¡Pero...! No divisé el resplandor de unas plumitas blancas.

    Fue en eso que una dulce brisa recorrió el espacio, meciendo ligeramente mis cabellos. La sensación tan gratificante me hizo cerrar los ojitos, mientras esbozaba una sonrisa encantada.

    Así, me dediqué a pensar cómo podría aprovechar mi receso de hoy. No había salido con un plan específico, honestamente. La intención de ejercitarme un poquito estaba allí, pero tampoco me negaría a la oportunidad de pasar el rato con alguien. Amistades, conocidos con los que afianzar un poquitito más la relación, o bien personitas a las que hablar por primera vez, las posibilidades eran muchas.

    No tenía la más mínima idea de lo dichosa que sería en breves.


    Zireael aaaaaaaaaa ª
     
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  11.  
    Zireael

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    Ilana3.png

    Tenía que dejar de preocuparme por cosas que no me correspondían y llevaba con este discurso ya poco más de un mes, pero era más sencillo decirlo que llevarlo a la práctica. No era que fuese por ahí perdiendo horas de sueño por loque notaba, sólo no podía desentenderme tanto como me habría gustado. Seguía dándole algunas vueltas al asunto de Suiren y el dizque salvador, al ghosteo inmenso de Pai cuando se había tratado de algo importante y la intermitencia de Cayden en clases, ¿pero qué podía hacer yo en verdad? Escapaba a mi control.

    Durante las clase me había enfocado en tomar apuntes y mirar el cielo por la ventana más cercana, por lo que noté cuando las nubes comenzaron a disiparse. Para cuando llegó la hora del almuerzo el clima se había tornado cálido, pero sin caer en lo insoportable, y me puse a pensar qué hacer con mi receso ese día. ¿Ir al patio? ¿A la piscina? Igual y podría pescar la azotea antes de que alguien saliera y me ganara la idea.

    Cerré el cuaderno, lo guardé y saqué el almuerzo del maletín, estaba irguiéndome cuando noté entrar a Sasha que siguió su camino en dirección a David a quien vi sonreír de inmediato. El asiento del muchacho estaba un poco lejos del mío, por lo que saludarlos habría implicado interrumpirles desde donde estaba y me pareció un poco excesivo, a pesar de todo me retiré con una sonrisa ligera en los labios.

    Al trazar el camino hacia la salida comencé a cantar muy bajito una canción que recordé un poco de la nada, o una parte más bien. Debía habérmela lanzado la reproducción automática de YouTube o algo así, porque no pude acordarme del nombre y lo que recordé de la letra me quiso hacer gracia por un par de motivos. En fin, que cuando salí el pasillo seguía con el murmullo de la canción y habría seguido pasado hacia las escaleras de no ser porque noté el cabello blanco en la ventana, sacudido por el viento.

    Mi canto convirtió en un tarareo conforme me acercaba, hasta que pude asomarme a la ventana también y esperé a recibir su atención para dedicarle una sonrisa.

    —¿Sabes una cosa? Estaba pensando qué hacer hoy con mi hora de almuerzo —comencé, ligeramente divertida, y amplié la sonrisa—, no creí que apareciera una víctima con quién pasar el rato tan rápido.


    lets goooooo
     
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    Bruno TDF

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    Al haber cerrado los ojos por la caricia del vientito, así me quedé. Con la sonrisa aún plantada en semblante, vacié la mente y puse todos mis sentidos en el canto de los gorriones cercanos. A mi alrededor se desataba el murmullo habitual de esta hora, el coro de voces dándole color y vida al receso. Eso no rompía mi concentración, por lo que absorbía con claridad las melodías de los pajaritos. Oírlos me daba una paz sin igual. Sentía una especial predilección por las aves, eran mis favoritas entre todos los animales, y amaba el hermoso sonido de sus cantos. Podría haberme quedado así, disfrutando por un largo rato de este instante. Pero en cierto momento se coló, entre las voces, una melodía que se me hizo igual de encantadora.

    Era una chica que cantaba. Y al parecer, se hallaba bastante cerca de mi posición. No abrí los ojos... En su lugar deposité mis sentidos en su voz. Había muchas voces a nuestro alrededor, pero todas conversaban; ella en particular, desprendía armonía. Por eso logré estar atenta, de un modo tal que no tardé en darme en cuenta que la dueña de esa voz se acercaba de a poquito, ahora tarareando. No estuve muy segura de si era yo el objeto de su aproximación, pero por si acaso me animé a hacer algo, como buena desvergonzada: me llevé un mechón de cabello detrás de la oreja y coloqué mi mano ahí para amplificar los sonidos, en una clara confirmación de que la estaba escuchando. Esto lo hice antes de notar que se detenía a mi lado, de modo que, ahora sí, me permití abrir los ojitos para ver de quién se trataba.

    Era una chica de resplandecientes hebras rubias y ojitos de un rosa llamativo e inconfundible, que me estaba dedicando una sonrisa.

    Hubo un brillo en el azul de mi mirada. Mi sonrisa, que se amplió al reconocer a mi lady Ilana, llegó a entrecerrarme los ojos. Vaya uno a saber cuánto tiempo pasó de la última vez que nos vimos; pero ahora que la tenía junto a mí, fui consciente de que había echado de menos pasar el rato con ella. Me caía super-bien, la guardaba en mi corazoncito como una persona encantadora, que además parecía tener una ligera tendencia a las confianzas, como yo. ¡Eso sumaba una buena cantidad de Veropoints…!

    La escuché con expectativa. Mi lady comentó que estaba pasando por una situación que, mira tú qué casualidad, resultó ser igualita a la mía. Su comentario final me arrancó una risita que cubrí con las puntas de mis dedos, los de la mano libre.

    —¿Víctima yo? Más bien diría que soy una chica de lo más afortunada, a quien le acaban de alegrar el corazoncito —respondí en tono divertido—. Pues resulta que también estaba pensando en cómo pasar mi receso, y en lo bonito que sería almorzar con una bella dama.

    Ni corta ni perezosa, le palmeé amistosamente el hombro. Confianzuda, como siempre.

    —Y mira tú qué tan afortunada soy: eres esa dama —le sonreí, radiante— ¿Cómo estás, mi lady? Ha pasado un tiempito, pero qué bueno que nos volvemos a ver por fin.
     
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    Gigi Blanche

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    Anna 3.png

    Apenas Markus me lo permitió, colé la cabeza y husmeé el contenido de las tres bolsas que él cargaba encima mientras murmuraba "a ver, a ver, a ver". Bebidas, porquerías, cotillón, pastel. El corazón me dio un brinco de emoción y el chute de energía se multiplicó, alzando el rostro para seguir escuchándolo con una gran sonrisa. Era obvio, aún así aguardé a que él dijera las palabras mágicas.

    —¡Un cumple! —exclamé, contentísima. ¿Qué pintaba yo en el cumpleaños del trompetista ruso? Absolutamente nada—. Hay gente que no valora sus cumpleaños, ¿viste? Son unos boludos, total. Algún día se van a arrepentir. ¡Pero bueno! Los agentes cumpleañísticos no le temen a nada.

    Entonces el plan era montarle una mini fiesta sorpresa a Gaspar, ¿eh? Sonaba muy divertido. Me reí, emocionada con la idea, y di unas palmadas cortitas en lo que empezábamos a caminar. Le pillé una bolsa, la de las bebidas, bajo la promesa de que, pese a mi tamaño, entrenaba mucho y estaba fuertota. Como bien decía mi querido primo, iba a valerme de su patrocinio para justificar mi presencia y... y ya. Ahora que me habían invitado a una fiesta no planeaba quedarme sola, aburrida y derretida en mi asiento, ¡no, señor!

    —Ah, Abby es la que se encargó de la compu, ¿no? Que presentó el evento contigo —recordé, alcanzando el tercer piso—. Hmm, ni idea, pero si tenemos suerte no habrá... ¡Primo! ¡El dios de los cumpleaños ha escuchado!

    Le sonreí a Markus y volví a corretear hasta la chica, quien justo iba saliendo de la 3-2, aparentemente, oyendo música. Me le planté al lado, muy sonriente, y ella le dio un golpecito a uno de sus airpods.

    —Tienes cara de querer decirme algo —adivinó, junto a una risa breve.

    —¡Es el cumpleaños de Gaspy! —anuncié, robándome el apodo que había usado Markus.

    Abby alzó las cejas, claramente sorprendida, y viró su atención al muchacho.

    —¿Es el cumpleaños de Marly? ¡No sabía nada! —Frunció el ceño, muy ofendida, y empezó a girar la cabeza hacia todos lados—. Where is that little asshole? Imma-

    —Por eso Markus le está organizando una- Espera. —Yo también fruncí el ceño y miré al primo—. ¿Dónde se supone que haremos la fiesta?
     
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    Zireael

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    Ilana3.png

    Una risa se me quiso escapar cuando vi que Verónica se llevaba una mano detrás de la oreja, confirmó que me oía incluso si no había sido mi intención en sí y pensé una tontería del calibre de que se me irían a subir los humos, aunque sería mentira. Igual cuando al fin recibí su atención la sonrisa se me tiñó de algo de satisfacción.

    Le dije que resultaba ser la víctima de mis planes (o falta de ellos) para el receso, su respuesta fue que más bien era de lo más afortunada y oírla me sacó una risa. De repente yo era, ojo, la bella dama con la que almorzaría. El comentario me amplió la sonrisa, no me incomodó que me palmeara el hombro y regresé la vista al exterior, observando el cielo.

    —Estoy bien. Me gustan mucho los días de cielo azul, dan ganas de estar afuera —contesté apoyando algo del peso en la ventana—. ¿Tú cómo estás? ¿Qué tal han sido estos días?

    Jez3.png

    Me quedé un poco descolocada cuando Kakeru coló el cuerpo, no por incomodidad ni nada, solo me sorprendió. El toque de su mano sobre la mía fue pequeño, bastante sereno, y bajé la mano casi en automático medio regresando la botella al maletín incluso antes de verlo menear la cabeza y escucharlo hablar. Sonreí, de pasó solté el aire lentamente por la nariz y devolví la botella por completo a su lugar.

    —Hay ofertas que no pueden rechazarse —dije ligeramente divertida—. ¿Si nos apuramos? ¿Estás diciéndome que tenemos que competir contra el resto de estudiantes para sobrevivir al sol? Suena como mucho trabajo de repente.

    Lo vi estirar el brazo hacia el pasillo, por la mañana había hecho lo mismo y verlo repetir el gesto me hizo algo de gracia inocente, pero todo lo que hice fue comenzar a caminar y esperé por él. Su aviso me alcanzó después y sonreí, quise pensar que en su mapeo de opciones esta habría parecido la correcta.

    —Pues vamos a recoger a nuestro invitado, como buenos escoltas. ¿Qué clase de anfitriones seríamos si no?

    ¿Cómo habíamos pasado a ser anfitriones de repente? Ni idea, pero ahora teníamos una misión. Observé el pasillo un instante antes de enderezar los pasos hacia el aula que correspondía, noté a Anna con la chica de nuestra clase y con el muchacho del evento, cargaban unas bolsas así que solo Dios sabría qué planeaban ahora, de todas formas ver la pequeña reunión me hizo sonreír.

    —Por cierto, ¿tengo que asumir que no vas a dejarme invitarte a lo que vayas a querer tomar?
     
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    Gigi Blanche

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    Kakeru 2.png

    —Hablas como si fuese tu primer receso escolar en un día lindo —me quejé en broma, riendo—, por supuesto tenemos que apresurarnos. Además, ¿esto de ir un piso más arriba con cada año que pasa? Desventaja pura. Para la fila de la cafetería, para conseguir un banco a la sombra, para todo.

    Íbamos saliendo al pasillo. Noté de refilón a Anna, más bien su cabello bicolor, y en un acto instintivo giré por completo el cuello, fingiendo no haberla notado. Al segundo me reprendí por pretender ignorarla así, pero ya estaba hecho y no había mucho que hacer. Nuestro objetivo era la 3-1, mientras nos acercábamos a la puerta Jez volvió a hablarme.

    —Asumes bien. —Asentí, le dediqué una breve sonrisa y alcé el brazo sobre mi cabeza, descansándolo en el marco metálico—. ¡Kou!

    Decidí seguir fingiendo demencia y que las dudas en mi cabeza no existían. Se me había dado bastante bien el año pasado, ¿no? Kou seguía sentado en su pupitre, alzó la vista del móvil y asintió en nuestra dirección. Mientras se incorporaba, recogía su almuerzo y demás, paseé la vista por el resto de la 3-1 para ocuparme en algo. Un muchacho albino pasó junto a nosotros al salir de la clase, tenía un mechón rojizo mezclado con el resto del cabello y se inclinó frente a Jez con cierta teatralidad. No quise mirarlo mucho. El labio cortado, la coleta desalineada, el pómulo amoratado y las tiritas en la sien pintaban el cuadro por sí solo. Fin de semana agitado, se ve.

    —Vólkov —saludó, ligeramente risueño, y siguió su camino como si nada.

    En lo que acababa el show, Kou apareció frente a nosotros. Le eché un vistazo a la bolsa que pendía de su mano y le sonreí.

    —¿Todo listo?

    —Todo listo. —Acompañó la afirmación de un asentimiento y desvió la mirada a Jezebel—. ¿Ya hablaron adónde ir?

    —Dijimos de ir al patio norte, aprovechando que está lindo el día. Si conseguimos un banco, claro.

    Kou pareció percibir el matiz de mi último comentario, se sonrió y pasó entre ambos, liderando la marcha hacia las escaleras.

    —Naturalmente —respondió al aire.


    Sasha 4.png

    —Entonces deja de quejarte y hazle caso a la oficial guapa —repliqué casi sobre sus palabras, con una risa colada en la voz.

    Maze recogió la bolsa de los almuerzos, intención contra la cual no me impuse, y al relajar los brazos entrelacé las manos tras la espalda. Me encogí de hombros ante su pseudo reclamo sobre los ojos de cachorro y guardé silencio, pues no creía tener que defenderme y tampoco haber nada que replicar. Giré el cuerpo y empezamos a caminar sin prisa, mientras lo oía hablar. Habló bastante, de hecho, y me pregunté si estaría de buen humor por algo. En cualquier caso, me agradaba escucharlo. Una vez salimos al pasillo pude volver a relajarme.

    —Plan como tal no. Había pensado la piscina, ¿qué te parece, cielo? —Me reí con ligereza—. Oh dear, no puedo atentar bajo ningún concepto contra tu honor de criminal. Veamos, puedes... invitarme a la bebida que tú quieras. ¡No pondré ni un pero! ¡Ni uno solo!

    Alcé las manos a los lados, aún si no tenía mucho sentido alegar inocencia en aquella situación, y aproveché el movimiento entonces para enredar mi brazo al suyo.

    —Si no será este el lunchie más esperado por todo el continente —bromeé, arrimándome a su cuerpo—, tenemos que hacerlo memorable. Go big or go home, right?
     
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    Bruno TDF

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    Una enorme sonrisa ya le estaba iluminando la cara antes de anunciarle que, en resumen, todo esto iba de festejar un cumpleaños. No veía problemas en sumarla a la party hard, que Annita y Gaspy se habían visto una vez por el evento de baile. Para mí ya alcanzaba con eso, qué te puedo decir. Si no hablaron nada desde aquella fantabulosa tarde, aquí tenían la oportunidad perfecta para hacer buenas migas.

    Asentí con énfasis cuando dijo que los que no les ponían ganas a sus cumples eran boludos. Gaspy tenía pinta de ser de esos. Se tomaba la vida con una calma muy potente (suena contradictorio, vaya), al punto de que nada parecía afectarlo. Habíamos pasado algún que otro juntos y nos llevábamos de maravilla, vale decir, pero siempre me quedaba con la sensación de que el tipo se la pasaba viajando en una dimensión paralela.

    ¡Qué difícil adivinar qué ideas pasaban bajo esa melena del color del sol!

    Annita se encargó de llevar la bolsa de las gaseosas, en otra muestra de la fuerza que guardaba en ese cuerpo menudito. Hombre, estaba seguro de que me superaba en “poder de pelea”, lo que la volvía más fantástica de lo que ya era. Ya de camino al tercer piso, le dije sobre Abby y mi terrible falta de memoria (en realidad, nunca le pregunté por su clase). Le confirmé que era la de la muchacha de la compu, pero mi amiguilla tampoco sabía sobre su aula. Habría suspirado con fingido dramatismo, pero su inesperada exclamación me hizo brincar con una risilla.

    —¡Alabado sea nuestro dios cumpleañero! —dije, al ver que correteaba hacia la mismísima Abby, dichosa entre todas las mujeres (por la invitación que estaba a punto de recibir).

    Mientras que Anna llamaba su atención para revelarle el gran acontecimiento del día, aproveché esos segundos para pegar la oreja a la puerta de la Sala de música, que había quedado a uno de mis costados. La sonrisa que se formó en mi rostro fue digna del Grinch de Jim Carrey. Me despegué despacio y seguí como si nada.

    Llegué a donde las chicas justo a tiempo para ver como las cejas de Abby se disparaban hacia arriba. Le dediqué una sonrisa al recibir su atención, también enseñé las bolsas. Y… Espera… ¿Acababa de decirle “Marly”?

    Annita entonces cayó en cuenta de que no le había dicho dónde tendríamos la fiesta. Me sonreí de lado, triunfal, y señalé con la cabeza hacia el propio pasillo.

    —Está en la Sala de música —dije—. Se preguntarán cómo lo sé. Y si no, pues se los digo igual: por la mañana anduve tomando aire en la azotea y luego, ya cuando me puse a bajar a mi salón, lo vi a Gaspy hablando con el Ishi Chiquito en la puerta de la 3-3: le estaban pasando la llave.

    Hablaba al mismo tiempo que rebuscaba al fondo de la bolsa del cotillón/snacks.

    —Será una fiesta sorpresa “invertida”: el cumpleañero nos estará esperando a nosotros… sólo que no lo sabe, ¡ja! —le alcancé a Abby y Annita bolsas pequeñas, una para cada una; dentro tenían papel picado de colores—. ¿Preparadas? Llénenlo de papel picado, chicas, ¡que no quede uno sin arrojar!

    Dicho esto, me puse un soplador de fiesta entre los dientes, listo para liderar la marcha hacia la Sala de música.

    En breves (o mañana (?)) voy a postear con Gaspar haciendo sus cosas en la Sala de música, para que así puedas caerle con todo. Te etiqueto cuando lo tenga a tiro :P


    [​IMG]

    La palmadita en el hombro no le causó tensión, así como tampoco hubo un amague de vergüenza en su semblante. Si considerábamos que antes había dejado escapar una risita por mi réplica a lo de “víctima” y que mi pequeño halago le hizo sonreír todavía más; me quedó más que claro que podría permitirme cuotas extras de soltura con mi lady, si hablábamos de confianzas y demás. Mi corazoncito latió de júbilo ante tales muestras de su apertura, que serían muy bien aprovechadas y harían, de este, un receso gratificante para mi alma confianzuda.

    Le gustaban los días de cielo azul, me dijo, lo que me llevó a retornar mi atención hacia las afueras. Dejamos caer un poquito de peso en el borde inferior de la ventana, yo apoyándome sobre las manos. En ese momento, un destello blanco voló cerca de nosotras, batiendo sus pequeñas y poderosas alas. No se detuvo lo suficiente como para dejarse ver, siguió de largo a toda velocidad.

    Mi sonrisita se amplió.

    —Me encuentro de maravillas —respondí su pregunta, volteándome hacia la chica—. Recién estaba disfrutando del canto de las aves, hasta que cierta personita vino a cautivarme con sus propias melodías.

    Volví a hacer el gestito de la oreja, solamente por la gracia, y le guiñé un ojo.

    —Y sobre mis días… Ay, han pasado tantas cosas que no sabría por dónde empezar —continué—. Estuve a pleno organizando el proyecto escolar de mi grupo, que fue todo un éxito. Y después de eso tuve que rendir un examen de promoción de judo. ¡Casi no tuve tregua! Ah, espera —hice una pausa, pensativa— Nunca te dije que practico artes marciales, ¿no? No, creo que no.

    Me reí por lo bajo y negué ligeramente con la cabeza: me había dejado llevar momentáneamente por el entusiasmo y no medí mi parloteo. ¡Es que…! Estaba emocionada por este reencuentro, había que comprenderme.

    —Bueno, ¿vamos bajando, mientras? —le pregunté, cediéndole el paso con un gesto teatral de la mano— Es una oportunidad perfecta para conocernos más, mi lady.

    Y hacernos amigas, ¡por qué no…!
     
    Última edición: 6 Diciembre 2024
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  17.  
    Zireael

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    Ilana3.png

    Ambas nos apoyamos en la ventana, desde allí nos alcanzaba la brisa y el canto de las aves y de nuevo, como tantas otra veces, quise volver al lugar del que me habían separado. Respiré, el aire no se sentía parecido siquiera, y al exhalar se pareció más a un suspiro que una simple respiración. En uno de mis parpadeos juré haber visto un destello blanco, como un chispazo dado por el techo metálico de una casa, pero no supe adjudicarlo a nada.

    Poco después Verónica giró hacia mí, contestó mi pregunta y sonreí, escuchándola con atención. Lo de cautivarla con las melodías me sacó una risa cristalina, quizás hasta un poco infantil, y despegué el cuerpo de la ventana para poder hacer una reverencia hacia ella.

    —Es un placer dedicarle unas estrofas, señorita —dije mientras volvía a enderezar la espalda.

    Luego me respondió sobre sus últimos días, que el proyecto y luego de un examen de judo. Fue ahí que alcé las cejas, sorprendida, y negué con la cabeza a lo de las artes marciales, no recordaba que lo hubiese mencionado el día que subimos a clase con Sonnen y Hubert. Era sorprendente en cierta medida, la muchacha era más baja que yo y parecía delgadita.

    —¿Y cómo te fue en el examen? —pregunté cuando superé mi pequeña sorpresa.

    Cuando sugirió que bajáramos, teatro incluido, di un paso adelante y luego esperé por ella. Iba a decir algo, pero apenas tuve la intención de seguir hacia las escaleras de abajo percibí que Katrina había aparecido de solo Dios sabría dónde, me miró y sonrió, se veía que había detenido recorrido hacia algún lugar solo para eso.

    Rookie. —Me llamó, sedosa, y tensé el cuerpo anticipándome a sus palabras—. ¿Ya cambiaste tus juntas? Pásalo lindo con Maxwell~

    Volvió a caminar entonces luego de dirigirle una mirada breve a Vero y desapareció entre un grupo de personas ni idea de si en dirección al ascensor o la azotea. Ahí yo pude resetear los sistemas, más o menos.

    —Ah, decías que era una oportunidad para conocernos —retomé sin siquiera detenerme a explicar nada—. Me parece perfecto.


    se me ocurrió y lo hice porque puedo y quiero, basically

    no posteé en el pasillo de segundo junto a lo demás porque me iba a dar un colapso narrando a tres povs juntos a esta hora JAJAJ te la puedes llevar
     
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