Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    Annita salió al pasillo en el transcurso de medio minuto o menos, ¡eso sí que era eficiencia y lealtad! Me sonreí con una diversión para nada disimulada al verla, pues noté que algunas puntas de su pelo estaban desordenadas, además de otros mechones sueltos que se le mezclaban azarosamente. Estaba prolija, ¡no nos confundamos!, sólo me hizo gracia imaginar que mis mensajes la habían sacado de un más que comprensible soponcio, con lo pesado que era tener clases tan temprano. Yo conseguí mantenerme despierto de puro andar maquinando el plan que ahora tenía colgando de mis manos, en las tres bolsas.

    Mi fantástica amiguita soltó una risa al verme, con este porte de señora que acaba de hacer las compras de la semana. Me alcanzó correteando y realizó un saludo militar, como una soldado digna de la misión que se avecinaba. Ya por haber leído los mensajes y venir tan rápido, se merecía una medallita.

    —No te devuelvo el saludo militar porque, bueno, ya ves lo ocupadas que están mis manos —me reí, y Annita justo preguntó por las bolsas a las que acababa de hacer referencia— ¡Ah! ¿Esto? ¡Es el arsenal que vamos a necesitar para la batalla, soldado Hiradaira!

    Estiré las manos para que pudiera husmear un poco su contenido. Las seis botellas de bebida en una bolsa; el cotillón que había en la otra, mezclado con paquetes de snacks (algunos argentinos, por cierto); y la caja que había en la tercera, con la clara forma de un pastel… el cual además venía acompañado por el paquete de una vela colorida.

    —Tenemos que ir al tercer piso y atrapar a Gaspy —dije con liviandad, mi frase sonando a tremenda cacería—. Te acuerdas de él, ¿no? El que tocó la trompeta el día que bailamos. ¡Bueno! Pues resulta que hoy es su cumple —fruncí el ceño, repentinamente disgustado; mi expresión fue más chistosa que otra cosa— ¿Puedes creer que me enteré ayer? Y fue porque justo se me ocurrió preguntarle. Si hubiera dependido de él, no me habría dicho nada. ¡Es un boludo! —suspiré— Qué inaudito, Annita, ¡qué inaudito! Debemos darle su merecido… festejo de cumple.

    Le sonreí y, con un movimiento de cabeza, la invité a ir perfilando para las escaleras.

    —Así que eso, querida. Estás formalmente invitada al cumple de Gaspy, ¡con mi patrocinio! —hubiera levantado el pulgar para reafirmar mis palabras, pero las bolsas no me dejaban— También andaba pensando en decirle a Abby que venga, el problema es que no me acuerdo a qué clase va. De suerte reconozco la mía.

    >>Por cierto, ¿me ayudarías a llevar una bolsa, porfa? Elije la que quieras.

    Podés ir arrastrándolos al pasillo de tercero uvu (no lo hice yo, porque ya hay un post mío ahí)

    También te doy libertad para inventar el contenido de las bolsas, jajaj
     
    Última edición: 5 Diciembre 2024
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    Zireael

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    —No será la primera vez, pero nunca pensé el asunto como una competencia del más fuerte —contesté junto a una risa—, encima ahora no puedo dejar de verlo, ¿te parece bien? Hasta lo de subirnos un piso parece hecho con maldad, todo lo empezamos con una desventaja de tiempo.

    Lo que vino después fue la afirmación a mi suposición y dejé salir el aire por la nariz, entre divertida y resignada, aunque al menos lo había intentado a pesar de que sabía cuál sería el desenlace. De todas formas habíamos continuado la marcha a la otra clase y allí él llamó al castaño, que atendió a nuestra escolta y le sonreí desde mi posición, al menos hasta que noté a Yuta que pronto estuvo saliendo de la clase. El desconcierto por sus pintas se me debió notar, no pude apañarlo a tiempo y solo creí poder disiparlo un poco para poder sonreírle cuando se inclinó frente a mí.

    —Hattori-kun —lo llamé con suavidad, correspondiendo a su saludo, y repliqué la inclinación solo que sin el dejo teatral. Lo otro lo dije sin pensar al verlo retirarse—. Nos vemos.

    Cuando volví la atención a lo que me concernía inicialmente ya Shinomiya estaba con nosotros, pero a mí algunas neuronas se me quedaron aferradas a la imagen de Yuta. El muchacho dijo que tenía todo listo, deslicé la vista a la bolsa que traía en la mano y luego regresé para intercambiar la mirada entre ambos, a la espera de que el castaño aprobara el plan del patio o diera otra opción si le parecía mejor.

    Accedió, se coló entre nosotros y lideró la marcha, ante lo que no pude hacer otra cosa que sonreír. Le di un toquecito a Kakeru en el brazo aunque no hacía falta en realidad y me dispuse a seguir a su amigo.

    —Íbamos a pasar a la expendedora de abajo, ¿quieres algo, Shinomiya-kun? —Busqué saber unos segundos después.

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    Cuando Sasha me soltó que dejara de quejarme y le hiciera caso a la oficial guapa alcé las cejas como si de repente hubiese tenido un momento de iluminación divina y asentí con la cabeza, convencido con su argumento. ¿En qué momento se me había ocurrido discutirle algo a la oficial de por sí? Un fallo de mi parte, sin duda.

    Como fuese, me dejó tomar los almuerzos y yo parloteé, no fui del todo consciente de la cantidad si no de que había sonado un poco a asociación libre. Igual nadie podía culparme, ¿cierto? Hacía un buen día, pasaba a buscarme una chica tan bonita y me arrestaba por el crimen accidental de almorzar solo. Bromas a parte, sabía que el almuerzo seguía pendiente y ella no lo olvidaba, pero verla llegar fue una bonita sorpresa... Aunque por no avisar no tenía el postrecito, así que tendría que traerlo otro día.

    La fui escuchando, tranquilo, y sonreí al escuchar que mencionaba la piscina mientras íbamos caminando. Luego accedió a dejarse invitar algo de tomar por mi honor de criminal, ante lo que solté la risa.

    —La piscina suena bien, cariño, me gusta. Agradezco que me ayudes a mantener mi honor además.

    Había alzado las manos, luego usó el movimiento para enredarse a mi brazo y ajusté el ángulo de la extremidad para que le fuese más cómodo, cuando volvió a hablar arrimó el cuerpo. Volví a reír por lo del lunchie más esperado del continente, que teníamos que hacerlo en grande o irnos a casa y toda la cosa, bueno, en eso tenía razón. Una parte del asunto era un poco jodida, yo había agendado el primer almuerzo con una segunda intención y ya no estaba seguro de poseer el mismo impulso de entonces.

    —Ni la temporadas deportivas en Estados Unidos se esperan tanto como este almuerzo, that's for sure —confirmé mientras guiaba nuestros pasos a las escaleras y luego sugerí algo, solo me alcanzó la cabeza de repente—. Deberíamos tomarnos una foto.
     
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    Bruno TDF

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    Disfruté de la nueva risita que brotó de su pecho, tan transparente que, a mis oídos, se oyó igual de melodiosa que su canto previo. Lo de que me había cautivado con sus notas lo había dicho en un tono de broma pero, como siempre sucedía, existía una buena cantidad de verdad en lo que expresaba. Mi lady me reverenció en respuesta, diciéndome que era un placer dedicarme unas estrofas. Entre esto y que me llamó “señorita”, no pude menos que llevarme una mano a la mejilla, visiblemente encantada.

    Lo de las artes marciales la tomó por sorpresa, lo cual me confirmó que, en efecto, era algo que no le había dicho. ¡Ups…! Ilana terminó de confirmar con una negación que el tema no había surgido entre nosotras, ante lo cual no me quedé más remedio que soltar una risita por mi despiste. Cuando preguntó qué tal me había ido en el examen de judo, una enorme alegría inundó mi carita: seguía demasiado feliz por mi logro, pues suponía un paso importantísimo en el camino que me quería forjar.

    —Mi carita lo dice todo, ¿no? —me reí, jovial— Promocioné a cinturón marrón, que es el que están antes del cinturón negro. Dentro de un año (o año y medio) podré presentarme al siguiente examen; mientras, tengo por delante una nueva etapa de trabajo duro y constante —afirmé con emoción, dándome un golpecito suave al pecho.

    La invité a dirigirnos a la escalera, me puse a la par de ella en cuanto me esperó y, así, nos dispusimos a bajar. ¡Pero…! Ante nosotras se apareció, nada más y nada menos, que Katrina Akaisa. Me quedé observándola con una sonrisita de curiosidad. Hasta hoy no había hablado con mi compañera de clases; ganas de conocerla no me faltaban, por supuesto. Me hacía un poquitito de gracia reparar en el parecido que tenía con Beauty, con el pelito corto y negro enmarcándoles las caritas y, más que nada, por sus ojos llamativos. Los de Kat eran mucho más felinos si me lo preguntaban, y en ese momento estaban puestos en Ilanita. Me pareció notar, de reojo, que se mi lady se ponía tensa, aunque no estuve del todo segura si mi percepción fue correcta.

    Además, lo que dijo Kat me removió aún más la curiosidad. Primero, porque dio indicio de que conocía a Ilanita y, segundo, por el significado misterioso de sus palabras. Hubo allí alguna suerte de mensaje interno que sólo ellas debían de comprender. Admito que me puso un poco chismosa, mas no quise meterme por no incomodar a mi lady.

    Y pensar que ambas estaban pensando en mi leoncito.

    Kat me concedió una mirada breve antes de retirarse, la cual le sostuve con una sonrisa de dulzura y curiosidad. Hasta me permití alzar una mano a modo de saludo.

    —Ten un lindo día, Kat —el nombre recortado le quedaba perfecto: sonaba a “Cat” y ella, pues, tenía esa mirada felina tan atractiva.

    Bajamos al segundo piso tras este particular episodio. Mi lady Ilana remarcó mi apunte de que era una buena oportunidad para conocernos mejor, pasando por alto lo anterior. Me pareció perfecto que tomara su derecho a no darme explicaciones. No estaba completamente segura de si antes se había sentido incómoda o no, e igualmente opté por ayudarla, ¡por si acaso...!

    —Entonces, vamos desde el principio —dije mientras atravesábamos la segunda planta; carraspeé y la miré— Mi nombre completo es Verónica Elizabeth Maxwell. Soy oriunda de Estados Unidos, pero viví casi todos mis añitos en Canadá; Vancouver, para ser exactas. Cumpliré dieciocho en diciembre. Practico dos artes marciales desde muy chiquita: soy cinturón negro 2º Dan en Kyokushinkai (que es un potente estilo de karate) y actual cinturón marrón en judo. Me apasiona entrenar, como verás. También adoro los postrecitos, soy la personita más dulcera que podrás encontrar —bromeé.

    Omití con intención a Copito, con la idea de presentárselo durante el almuerzo. Mientras, miré a mi lady, invitándola con una sonrisa a compartirme un par de cositas de ella.

    Mi honesta reacción a la aparición estelar de Kat:
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    Última edición: 8 Diciembre 2024
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    Amane

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    La realidad era que no había esperado para nada que mi conversación con Sugawara fuese tan... entretenida. Quería decir, él era una senpai muy serio que por regla general me daba algo de miedo, además de también haberme llegado a sentir algo incómoda después de lo que había visto aquella vez, y aun así... me estaba empezando a dar algo de ternura. Se había tomado en serio prácticamente todo lo que le había preguntado o contado hasta el momento, pero lo más divertido era notar la evidente confusión que se le plantaba en el rostro con según qué comentarios le hacía.

    Preguntarle si me consideraba especial solo era una broma y, más que una respuesta, lo que busqué me lo concedió con su reacción silenciosa. De todos modos, la diversión de aquel momento no me duró mucho, pues tras prometerle que le traería un postre al día siguiente, él me hizo saber que nunca traía comida preparada de casa y que, por lo tanto, compraba la misma de la cafetería. La información en cuestión me hizo parar en seco, clavándole la mirada con absoluto horror durante el par de segundos que me quedé quieta, justo antes de retomar el trayecto sin dejar de mirarlo con un inevitable deje de sorpresa.

    —¡Senpai, eso no puede ser! Olvídate de lo que he dicho, ¡mañana te voy a preparar un almuerzo completo! —sentencié, tan convencida que sabía que sería imposible hacerme cambiar de opinión—. Te lo traeré al aula en cuanto empiece el receso, ¡así que me tienes que esperar! Ah, me tienes que decir si tienes alguna alergia o si hay alguna comida que no te guste para nada, para poder tenerlo en cuenta~

    Solo Dios sabría cómo había acabado de ponerme nerviosa ante su presencia a básicamente obligarle que se comiera un bento preparado por mí sin ninguna clase de vergüenza; era ese tipo de cosas que no podía evitar. Por suerte, la seguridad de que iba a arreglar su problema alimenticio (al menos por un día) me permitió tomarme con más calma el resto de la subida hacia las aulas, hasta el punto de hacer una nueva broma con respecto al batido que me regaló. Su respuesta no me ofendió en lo más mínimo, mucho menos cuando sonó tan genuino a la hora de tomarse en serio algo que no tenía por qué serlo, y recibí su pregunta posterior una vez alcanzamos el segundo piso. Me paré, alzando la vista para poder mirarlo a los ojos, y le sonreí con suavidad mientras asentía con la cabeza.

    >>Sí, para mí lo son. Supongo que no todo el mundo pensará igual que yo, pero hacerle un regalo a alguien me parece una de las formas más evidentes de demostrar una amistad. Quiero decir... si esa persona te importa lo suficiente como para que hayas pensado en darle algo y si has dedicado tiempo para pensar un regalo acorde, ¿no significa eso que ya sois amigos? Por regla general, no me tomaría tantas molestias por un desconocido —argumenté, encogiéndome apenas de hombros al final—. ¡De todos modos! Hasta aquí llego yo. ¡Gracias por acompañarme, senpai! Y no te olvides de esperarme mañana, ¿sí? ¡Qué tengas un buen día!

    voy a llamar personalmente a Frank para exigirle que le prepare el almuerzo a Haru-kun :<

    also, mañana voy a estar bastante ocupada y no creo que vaya a poder postear más, así que cierro por aquí con la niña uwu like always, i had a lot of fun, si es que adoro rolear contigo incluso cuando tenemos que recurrir telegram u///u
     
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    Gigi Blanche

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    No esperé que mi inocente corrección fuese a desviar sus pensamientos en absolutamente ninguna dirección, de hecho me tomó un segundo extra notar que se había detenido. Me giré, buscándola con la mirada, y al ver su expresión alcé las cejas en una pregunta silenciosa. ¿Y ahora qué había dicho de raro? Hodges retomó el andar, y así como en su rostro se mantuvo la sorpresa, el mío conservó la confusión. No quería clavarle los ojos encima, le echaba vistazos rápidos para comprobar que me seguía mirando cual mono extraviado del circo.

    "¿Por qué no puede ser?", quise replicarle al instante, pero Hodges siguió hablando y cambió el menú a uno completo. La recordé trayéndole cosas a Kohaku al aula, así como aquel almuerzo que habíamos compartido, e inevitablemente pensé en Aya. El escaso tiempo que habíamos podido volver a compartir se sentía lejano y perdido en el tiempo, diluido entre cientos de fragmentos oscuros. Tan, tan negros, que apenas conservaba rastro de su brillo dorado. Comía de la cafetería porque ella se había ido y hoy me molestaría el asiento vacío.

    No lo justifico.

    Mis propias palabras resonaron con la claridad del día.

    Pero si le doy la importancia que merece temo que el dolor se vuelva insoportable.

    —No, nada —negué, tanto a lo de las alergias como a las comidas de la lista negra.

    No había aceptado su oferta, tampoco la había rechazado. No sabía cómo me sentía ante la idea de que alguien cocinara para mí y una parte de mi atención se distrajo en los recuerdos, tanto distantes como cercanos. Alcanzamos el segundo piso y giré el cuerpo hacia ella tras notar que se detenía y me miraba directamente. Su respuesta correspondió a la vida ordinaria de una niña de su edad y no logré evitar preguntarme si Aya diría lo mismo. Probablemente sí. Eran dulces e ingenuas.

    Y había algo que dolía.

    No encontré nada que agregar a sus argumentos. Hodges aprovechó el impulso para despedirse, agradecerme también, y asentí tras recibir su petición de que mañana aguardara por ella. ¿Quería que me cocinara? Tal vez sí. Tal vez una parte de mí, la más recóndita y silenciosa, llevara tiempo esperando un gesto de ese estilo.

    —Tú también, Hodges —alcé levemente el tono para que me oyera, y me aseguré de acompañarlo con una pequeña sonrisa.


    algo me dice que las cooking skills de Frank son nulas JAJAJA

    gracias por caerme, bebita, lo disfruté un montón <33 dale que ablandamos a haru lets goooo
     
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    Gigi Blanche

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    —Barbenheimmer —me acordé del meme, riéndome—. Tienes razón, no lo había pensado.

    Al final mi suerte de berrinche derivó en una pequeña fracción de honestidad que no había esperado, o al menos así me lo pareció. No me moví de sus ojos al oírlo decir que no lo había olvidado, que había sido la primera muestra de confianza que deposité en él, y por un momento no supe qué responder. Él agregó una réplica, una que me permitió destrabar mi cerebro, y alcé las cejas con indignación renovada. Siquiera me di cuenta que me tomaba el pelo.

    Las neuronas se me habían chamuscado un poco.

    —¿Con las vueltas que le di, las veces que la volví a empezar y las veinte traducciones paralelas que probé? —repliqué, y se me aflojó una risa nasal—. Lo que me sorprende es que tú lo recuerdes.

    ¿Era verdad? No realmente, no creía que Al pasara por alto esa clase de detalles. Lo solté en un momento de imprudencia para no sentirme tan expuesta, tal vez, o para regresarle la jugada. En cualquier caso reanudé la caminata, que si seguíamos con la tontería no llegaríamos a tiempo a clases.


    esto ni siquiera fue un intento de cierre JAJAJA
     
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    Zireael

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    Lo del meme de Barbenheimmer también me hizo reír, era incluso más específico y acertado. La chica era un vómito de arcoíris, mientras que si yo tenía cuatro camisas de color en el armario era casi un milagro. Debíamos ser la representación absoluta del meme, tanto que quizás hasta debería darnos vergüenza. Igual no nos quedamos allí mucho más, al desviar el tema acabamos en un episodio de sinceridad que quizás no estaba en los planes y medio que noté que le freí el cerebro en consecuencia.

    Logró acoplarse con cierta fluidez y su réplica me hizo soltar una risa por la nariz, a la pobre le había costado un mundo y eso nunca lo negaría. Para el caso, me soltó que le sorprendía que yo lo recordara y otra vez arrugué las facciones, esta vez le seguí los pasos algo enfurruñado. No lo decía en serio, eso supuse, pero igual por la tontería.

    Caminé un paso tras ella mientras subíamos, me acordé que no le había regresado los cascos nunca y me los quité de la cabeza. Una vez arriba busqué su brazo con la otra mano, esperé a recibir su atención y le puse los cascos en el cuello, todavía tenía los rasgos algo comprimidos por su comentario de antes, pero al mirarla los relajé.

    Dudé un momento, pues porque era parte de la cosa, pero apenas tuve las manos libres busqué su cuerpo y ajusté la postura para abrazarla. La estreché con algo de fuerza y sin saber si era prudente o no elegí de nuevo del camino de la sinceridad. El abrazo medio me sirvió de escudo.

    —No lo olvido —repetí en voz baja—. La tengo siempre a la vista para eso, para no olvidar.

    Guardé silencio unos segundos donde me limité a respirar.

    —Gracias por haber hecho algo así para mí. Gracias por todo lo que haces por mí en realidad.

    Antes de soltarla procuré regular la vergüenza, podría haberle quitado más tiempo, pero en verdad acabaríamos llegando tarde y sería muy tonto siendo que estábamos en su pasillo incluso.


    ponele que es un cierre JAJAJAJ lo di todo por mis bebés
     
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    Gigi Blanche

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    La mezcla de broma y reclamo se lo había soltado justo antes de empezar a caminar y, contrario a mis predicciones, él guardó silencio; no sólo eso, sino que avanzó ligeramente detrás mío. No quise detenerme ni girar, preguntándome a toda velocidad si me estaría regresando la jugada o habría pisado algún cable incorrecto, y acabé haciendo todo el tramo hasta el segundo piso acumulando una mini bomba de nervios repentina.

    Ya estaba por encararlo, incapaz de seguir aguantando la incertidumbre, cuando sentí el toque en mi brazo. Me detuve, medio giré el cuerpo y permanecí quieta mientras acomodaba los cascos en mi cuello. Repasé su semblante, noté que aún parecía molesto y el bichito de la preocupación me mordió de nuevo. Había abierto la boca dispuesta a disculparme cuando sus manos me alcanzaron y lo próximo que supe fue que me estaba abrazando. Parpadeé, procesando la situación, y mi corazón se sosegó aún antes de comprenderlo. Envolví su espalda como mis pequeños brazos me lo permitieron sin soltar los bolígrafos, me arrimé a su torso y su respuesta por fin me alcanzó en voz baja.

    Cedí a apoyar la frente en su pecho, primero, inhalé hondo y entonces giré el rostro, aplastando la mejilla contra su camisa. Murmuré un sonido afirmativo y me limité a seguir el vaivén de su respiración, el sutil retumbar de sus latidos. Podría decirle que no necesitaba agradecerme, de hecho lo pensaba, pero ¿a qué propósito serviría eso? ¿El suyo, el mío? ¿Ninguno?

    —Todas las tonterías que hago sólo son para mantenerte cerca —respondí, me supo a confesión y al mismo tiempo no, y lo abracé con un poco más de fuerza—. Para que me conozcas, porque quiero conocerte y que sigas en mi vida. Eso es todo.

    Al notar sus intenciones de retroceder fui deslizando los brazos poco a poco. Antes de soltarlo, sin embargo, aproveché el espacio entre nosotros para ponerme de puntillas y envolver su cuello; o colgarme de él, más bien. Teniéndolo al alcance presioné los labios contra su mejilla y permanecí allí un par de segundos. Me separé apenas, sonreí y, al parpadear, noté que mis pestañas también acariciaron su piel. Mi sonrisa se ensanchó.

    —Beso de mariposa, le llaman —murmuré, divertida, y finalmente le regresé su espacio—. Gracias por los bolígrafos, Al. Nos vemos.

    Una mezcla de nervios, emoción y vergüenza se me había empezado a acumular en la boca del estómago. Al girarme e ingresar a mi aula sentí las mejillas tibias y me reí en voz baja. Dios, no podía parar de sonreír. Me sentía tan tonta.

    Pero... era lindo. Muy lindo, también.


    ahora sí cerré JAJAJA gracias por caerme <3
     
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    Gigi Blanche

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    La pregunta de si era para él me hizo mirarlo a consciencia y reparé en el dejo de emoción que cargó; se me asemejó a un niño frente a sus regalos de Navidad o ni siquiera, pues recibir obsequios navideños era precisamente lo que los críos esperaban que ocurriera. Cayden se ubicaba en el opuesto de esa escala, como si no se creyera que fuera capaz de tener un gesto así con él, y la idea me revolvió un poco las emociones. No me ofendía, era el hecho de que probablemente tuviera razón en pensar así de mí.

    Desvió la conversación al instante, cosa que agradecí, y me colgué de la tontería para fingir demencia igual que él.

    —Claro, ¿por quién me tomas? —repliqué, exagerando la ofensa, y no supe hasta dónde hablaba en serio—. No seré una mente maestra pero de vez en cuando me ilumino, calla y disfruta.

    Le propuse comer en el invernadero, pareció sopesar la posibilidad y acabó por aceptar. Recibí el pellizco de mejilla sin inmutarme, habituado a este tipo de aproximaciones de su parte, y mi sonrisa se estiró tras el beso. Aproveché la breve cercanía para pescar el borde inferior de su camisa sin motivo aparente, sólo lo agarré entre el dorso de dos dedos y lo mecí ligeramente de lado a lado, distraído en su respuesta.

    —Una vez —inicié, se me coló la risa y solté su camisa para hacer lo mismo con algunos de sus dedos, omitiendo el ofrecimiento de su brazo; empecé a caminar—. Una vez sacamos mantas de la enfermería al patio, ya ni recuerdo por qué. Creo que estábamos An, Altan, Emi y yo. Las tiramos en el césped y, no sé, nos montamos unas carpas porque sí. —Fruncí el ceño—. Tampoco sé bien qué asociación hice para recordarlo, pero sí estaba pensando que si llegamos a mojarnos seguro conseguimos algo para secarnos. Y si los profes nos echan la bronca les decimos que las plantas se morían y era una emergencia.

    Mecí su mano de la misma forma que había hecho con su camisa, sin concederle relevancia alguna. Íbamos bajando cuando preguntó por el contenido de la bolsa y lo miré de soslayo, impostándome la inocencia usual.

    —Ahora tendrás que esperar~ —murmuré, divertido, y decidí explicarle la situación un poco mejor—. Mi idea original era hablarlo contigo a la mañana, preguntarte qué querías comer y eso, pero cuando te vi desapareciste y luego no te pude encontrar en ninguna parte.

    Eso era una exageración, si sólo lo había buscado dentro de su clase, pero detalles.

    —¿Dónde te habías metido? —pregunté junto a una risa, genuinamente curioso—. Fue como si un agujero negro te tragase en algún punto de las escaleras.
     
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    Zireael

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    Puede que los líos en los que algunos parecíamos metidos últimamente fuesen de mayor o menor envergadura, que algunos fueran más problemas de adolescentes, pero había otros más pesados e incomprensibles. Reposaban en nuestros hombros de formas extrañas, doblaban nuestras espaldas y nos hacían olvidar que apenas estábamos dejando atrás nuestra niñez, porque nos crujían los huesos. Nos recordaban la crueldad de un mundo donde no nos quedaba más que existir.

    Donde teníamos tumbas que visitar.

    Que Vero no tuviera lo que se dice un máster en observación era bueno, ahora me daba cuenta, incluso si en mi caso parecía poder vislumbrar algo más allá. Si se preguntó qué podía haberme causado ese cansancio lo dejó estar y pude liberarme de la idea de tener que ponerme a contar algo tan complejo como lo que me había dicho Adara.

    Cerré los ojos un momento cuando alcanzó a acunar mi rostro, sonreí ligeramente y recibí le segundo beso. Caí en el mismo error que otros al pensar, así fuese por un instante, en que no estaba segura de merecer algo así o dudar de qué tanto debía absorber un gesto de esta naturaleza para apalear otras sensaciones. De todas maneras le di las gracias en voz baja.

    Ella revisó el móvil después, resultó que los mensajes eran de Hubert y me hizo gracia que leyera uno tal cual, justo en el que sonaba excesivamente formal. Asentí cuando me preguntó si íbamos subiendo y entrelacé mi brazo al suyo para comenzar a caminar, dudé un momento, pero deslicé el contacto para encontrar su mano y la sujeté.

    No mucho después nos detuvimos, giré el rostro en la misma dirección que Vero y noté la silueta de Beatriz, tan dubitativa como era usual, la niña tenía intención de entrar a la sala de arte, pero se notaba que se había congelado al reconocernos. Debía estar atascada entre saludarnos y seguir su camino o acercarse.

    Le sonreí y la saludé al mismo tiempo que Vero, pero lo que me sorprendió fue notar la diminuta sonrisa de Bea, el gesto apaleó un poco la sensación de pesadez que sentía y por eso entendí la reacción de Vero. Me reí por lo bajo y la insté a que siguiéramos caminando.

    —Es muy dulce. Creo que ha hecho algunos amigos últimamente y eso, de alguna forma, la ha ayudado a soltarse un poquito —dije un poco al aire y luego, por buscar conversación, hice una pregunta—. ¿Qué crees que haya preparado Hubert?

    A medio camino recordé que todo esto incluía el teatro de que ella invitara a Cayden, así que aproveché que sujetaba su mano para zarandearla un poco.

    —¿Y qué pasó con la invitación de Cay? Bueno, doy por asumido que no viene, pero igual.
     
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    Note que la sonrisa que me dedico fue sutil, así la percibí. No murmuré nada más, solo mantuve la misma expresión de siempre. Mis ojos recorrieron todo el ventanal y me percaté de que la lluvia había parado. Me mantuve ahí por algunos segundos, solo porque sí, el rastro de la lluvia había quedado en el ambiente.

    Pero era hora de buscar a mi hermana, le prometí que pasaría a buscarla antes que el receso terminara y eso haría. Busqué los ojos de Bleke después de que escuché su respuesta a mi pregunta, más bien me pareció otra pregunta: alce una ceja, pero mantuve mi mirada seria y algo relajada.

    —No, no me parece lo mismo—. Una sonrisa algo divertida quiso aparecer en mis labios. Acorté la distancia, pero sin invadir su espacio, solo me incliné y repasé sus facciones.

    —¿Acaso la señorita Middel está invadiendo mi pregunta y hay algo que la atormenta?

    Ladeé la cabeza en lo que soltaba una risa nasal, solo era más que una broma. Esta chica no tenía la obligación de decirme nada, solo éramos más que meros conocidos. Que me preocupara por ella ya era otra cosa distinta y alarmante. Cometer el mismo error dos veces no estaba en mi sistema, por lo poco, noté cómo cerró los ojos mientras viraba el cuerpo. Al caminar por el pasillo había escuchado lo que dijo antes sobre la pintura, pero no murmuré nada sobre eso. Ella siguió caminando, repliqué lo que hizo, pero se detuvo al buscar mis ojos, los cuales recibí.

    —Si entonces te acompañó mi hermana, está en la 2-3 — le indiqué en un movimiento de cabeza que podía seguir, así que también había empezado a caminar normalmente como había estado haciéndolo. Ella adelante y yo atrás.

    Recorrí los pasillos del primero con pasos ligeros hasta que las escaleras de la segunda planta se dieron a notar. Moví los refrescos aún con una de mis manos en los bolsillos del pantalón.

    —¿Siempre almuerzas dentro de tu salón?
     
    Última edición: 1 Marzo 2025
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su respuesta fue directa y me pregunté si habría comprendido la raíz de mi cuestionamiento, pero de una u otra forma lo dejé correr. Él se inclinó y yo me mantuve inmutable en mi posición, como las veces anteriores que se había aproximado de forma similar. La distancia me permitió seguir el recorrido de sus ojos y se me ocurrió pensar, de forma bastante espontánea, que compartía ciertos rasgos con Joey y, en menor medida, con Hubert.

    Su pregunta fue desafortunada y estiró una pequeña sonrisa en mis labios. Desafortunada y esperable, quería decir.

    —¿Es tan difícil de creer que algo pueda atormentarme? —repliqué.

    Lo era, ¿verdad?

    De todos modos, Enzo sólo se estaba divirtiendo. Se reunió conmigo y comenzamos a subir, aunque se mantuvo detrás mío a todo momento y divagué en torno a los posibles motivos sin grandes resultados. Al alcanzar el segundo piso me detuve en la mitad del pasillo y me giré, mirándolo.

    —Camina a mi lado —verbalicé por si el gesto no era suficiente, y recién entonces reanudé nuestro camino hacia la clase de su hermana, disponiéndome a responderle—. Ocasionalmente. Cuando el clima es agradable suelo comer afuera, a veces con el club de lectura o sólo con Kashya, una amiga mía. Me quedo en mi clase cuando no tengo otros planes.

    Desconocía si sus intenciones eran llamarla desde la puerta o ingresar a la clase, por lo que aminoré el ritmo alcanzando el umbral de la 2-3 y lo miré, en silencio. Podía saludar a Stella y luego retirarme a almorzar, o eso era, al menos, lo que probablemente se esperara de mí.
     
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    El recorrido que hizo Bleke a mi rostro tras seguir el recorrido de mis ojos se me pasó simplemente por que así lo quise o, más bien, solo alce una ceja al escuchar su pregunta más que nada porque una risa amenazó por salir de mí.

    Sonreí, porque prácticamente me estaba divirtiendo con ella, era solo eso, así que no respondí a su pregunta ni nada en el momento que me reuní con ella. Le estaba siguiendo con demasiada normalidad hasta que se ocurrió abrir uno de los refrescos. Se produjo un silencio hasta que llegamos a las escaleras de la segunda planta y apenas noté que ella se detenía, parpadeé en poco al escuchar lo que me dijo, era algo que ya había escuchado antes.

    Palabras de Stella.

    Palabras que nunca me dignen en obedecer.

    Negué y le indique que siguiera con un movimiento de cabeza.

    Eso era algo que no iba a hacer, nunca, caminar a su lado, o mejor dicho, de ninguna mujer. Así fuera la mujer más desconocida que tuviera junto a mí.

    Siempre tomaría una distancia pronunciada. Y escucharía todo lo que tuviera que decirme, sea cual fueran mis pasos. La 2-3 quedó a la vista en lo que escuchaba su respuesta a mi pregunta anterior.

    —¿Entonces dolcezza encontrarte allá abajo fue un milagro, no? ¿Y cada vez que quiera hablar contigo, tengo que buscarte en tu salón, tal y como hice la primera vez? —Eso se lo pregunté con cierta curiosidad, solo porque sí, y una sonrisa algo seria y divertida acompañó todo. Me pasé hasta llegar a la puerta y tocarla, el anillo hizo lo demás. El sonido se escuchó en todo el salón, y lo hice con un objetivo: llamar la atención de Stella.

    Apenas y busqué donde estaba ubicada, sonreí porque ella alzó la mirada por curiosidad y, a la vez con frialdad, arqueó una ceja, pero solo le indiqué que se acercara con simple gesto que ella entendió. La observé mientras lo hacía, recorrí todo de ella hasta que se acercó por completo.

    —Enzo.

    —Mariposa.

    —¿A qué debo tu visita tan inesperada? —Entrecerré los ojos y todo lo divertido que tuve con Bleke desaprecio.

    —Prometí que vendría, ¿acaso me has visto no cumplir alguna promesa que te haya hecho antes? —toque el puente de su nariz—. Me saliste, muy ingrata, hermanita.

    Parpadeó para alejarse de mi toque, hasta que llevó su mirada a Bleke, la miró con curiosidad y después regresó su mirada en mí.

    —¿Es ella? —Lo preguntó, en alemán, manejaba el idioma a la perfección, y sí la conocía por puras fotos que le había mostrado después de hablar con Bleke dos días después, y más que nada por los negocios que tal vez harían nuestros padres con los de ella.

    Solo asistí.

    Stella avanzó hasta quedar por completo a frente de la chica.

    —Mucho gusto, hago las presentaciones oficiales, soy hermana de este.

    —Stella —su nombre salió de mis labios con frialdad, más solo lo ignoro.

    —Espero que no te haya causado algún dolor de cabeza, a veces se pone insoportable.
     
    Última edición: 3 Marzo 2025
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    Gigi Blanche

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    Su negativa me sorprendió un poco, pero no vi motivos para insistir y acabé cediendo con las cejas levemente arrugadas. ¿Era una deformación laboral? ¿Habría adquirido la manía y ya? En cualquier caso, suponía que no era de mi incumbencia. Me detuve junto al umbral de la 2-3 y me giré hacia Enzo, recibiendo sus preguntas. ¿Era una duda legítima o sólo buscaba tomarme el pelo? No tenía forma de saberlo.

    —Mi clase o la biblioteca son las principales opciones —respondí con honestidad, y luego esbocé una pequeña sonrisa—. Y "milagro" no sé, pero si quieres verlo como uno...

    Suspendí la idea en el aire y seguí sus movimientos al golpetear los nudillos y asomarse en la 2-3. Lo imité ligeramente desde atrás y en la distancia me pareció reconocer a Hubert almorzando con dos chicas, una de ellas Jezebel. Por ese motivo no vi oportuno ni necesario inmiscuirme, además dudaba que me identificara desde allí, y regresé mi atención a la chica que se reunió con nosotros.

    Su actitud fue ligeramente diferente a lo que había anticipado, aunque ¿quién era yo para juzgar? El repentino uso del alemán extendió una sorpresa que no demostré y recibí su atención con una sonrisa suave y cortés. ¿Hermana "de este"? Cielos, me costó no reflejar la espontánea diversión que me causó el desprecio. Aguardé a un silencio para inclinar mi cabeza en una cordial reverencia.

    —Es un gusto para mí también conocerte al fin, Lombardi-san —saludé, volviendo a erguirme—. Tu hermano ya me había hablado de ti. Descuida, no me causó ningún dolor de cabeza hasta ahora.

    Enfaticé la última parte con tal sutileza que su intencionalidad bien podría parecer un delirio de fiebre, y le lancé un vistazo fugaz a Enzo, primero, y a su mano después.

    —Según supe, uno de estos refrescos era para ti —le dije a Stella, sin perder la sonrisa amable.
     
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    Solo asistí a lo que dijo Bleke aunque prefería mil veces buscarla en su salón que la biblioteca, pero estaba más que seguro de que no la buscaría siempre, tan solo que tuviera de decirle algo o más que nada por si quería saber cómo estaba.

    Me fijé en la interacción de ellas. Stella siempre había sido un problema andante, estaba acostumbrado al desprecio que usaba para referirse a mí como su hermano, no me sorprendía, pero eso no dejaba que siempre la nombrara como lo había hecho, cosa que ella ignoraba con facilidad.

    Sonreí con cierta burla al escuchar a Bleke enfatizarlo él hasta ahora, no me consideraba un dolor de cabeza, para nada, eso no era lo mío, más bien lo mío era estar en las sombras. Por algo me llamaban Der König der Schatten.

    —Espero que se mantenga así —note su sonrisa—. Sabía con certeza cierta que ella se estaba divirtiendo con todo lo que estaba diciendo—. También es un gusto conocerte al fin.

    Deje que terminara para poder hablarle de forma más directa.

    —Lo estás disfrutando, ¿no? Hermanita —se lo mencioné en alemán solo porque sí.

    —Cómo no tienes idea.

    Negué lentamente mientras volvía a mi expresión habitual, algo sería y fría, solo alcé el refresco en el momento en que Bleke lo mencionó.

    —Ya hasta me estaba olvidando —miré a la chica de reojo—. Gracias por mencionarlo dolcezza.

    Se lo extendí.

    —Si no lo quieres, me lo llevo, estás demorando mucho en aceptarlo.

    —Llego tarde —miró su reloj—. Hasta ya terminé de comer.

    —Se dice, gracias, mariposa.

    Río.

    —Gracias, Enzo —recorrió su salón con cierto desdén—. Por tomarte las molestias en venir hasta acá —miró a Bleke—. Una vez más fue un gusto.

    La miré.

    —Creo que esas son sus palabras para que nos vayamos.

    —Para nada —le sonrió a Bleke—. De seguro ella no ha almorzado, así que hazme el favor de llevarla a su salón. Se tomó de su tiempo al venir hasta aquí —dio un paso dentro de su salón—. Y tú regresas al tuyo. Nos vemos, hermanito, Bleke —hizo una reverencia—. Fue un gusto.

    Con eso se entró.

    Solo reí al mirar Bleke.

    —Te acompaño, de seguro alcanzarás a comer —mire hacia la puerta de su salón—. Y Stella —sonreí—. Ella ya es así. Tuvo una infancia muy difícil así que no es tan pegada a todos.

    Holis, creo que este es mi último post pero gracias por dejarme caerle fue un gustazo uwu.
     
    Última edición: 4 Marzo 2025
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    Gigi Blanche

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    Me seguía resultando un poco extraño que hablaran en alemán frente a mí cuando claramente era incapaz de comprender el idioma, pero si debía ser honesta tampoco me ofendía o interesaba lo suficiente; sólo me pregunté hasta dónde debía extender mi presencia allí. Intervine con la mención del refresco por cortesía, Stella tardó en aceptar la bebida y concluí en una noción evidente: no parecían ostentar un vínculo particularmente afectivo. En cualquier caso la chica había sido amable conmigo y mi única responsabilidad era corresponderle el gesto.

    —Nos vemos, Lombardi-san —la despedí con una inclinación similar a la suya.

    Apenas se fue, una pequeña sonrisa alcanzó mis labios. Me había hecho gracia la forma en que repartió órdenes, parecía una muchacha con bastante carácter. Enzo se rió, captando mi atención, y entendí en sus palabras algo muy similar a "disculpa a mi hermana por comportarse así".

    —¿No se criaron juntos? —arriesgué por hacer conversación, girando el cuerpo hacia el pasillo.

    Me detuve frente al umbral de la 2-2 y ejecuté una reverencia similar a las anteriores frente a Enzo. Al erguirme, me detuve en sus ojos y le sonreí. Quizá fuera un muchacho algo particular, pero hasta ahora se había comportado bien conmigo.

    —Que acabes bien la jornada, senpai. Nos vemos.


    gracias por caerme, linda, i enjoyed it too <33
     
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  17.  
    Gigi Blanche

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    Bueno, nobleza obligaba, ¿no? Cruzarme a Emi y Kakeru de buena mañana obviamente no había estado en mis planes y la ligera tensión que me atenazó el pecho nada tenía que ver con los motivos predecibles. El Krait me había estado más o menos informando durante el transcurso del fin de semana a base de mi insistencia y mis nervios, hasta que el domingo me telefoneó y me aseguró que no había nada de qué preocuparse; su tono de voz, sin embargo, sonaba un poco ácido. "No te digo que esté de perlitas, pero tampoco tiene pinta de ir a matarse mañana". Sus modos siempre habían sido algo toscos, ni modo. No tuve ganas de reprocharle nada y sólo le agradecí haberse ocupado de esto. Se lo agradecí cada día, de hecho.

    Topármelo de repente me dio un brinco al corazón, recé por que no se me notara en la cara de ningún modo y también intenté no mirarlo más de la cuenta. No tenía idea de lo que había ocurrido ni de lo que podría estar rondando su cabeza, y ser consciente de ello era... era un poco duro. Necesitaba recordarme a mí misma constantemente que nada de esto dependía ya de mí, que nunca lo había hecho, en verdad. Me puse al lado de Emi, pues, y empezamos a caminar. Sólo eran dos pisos, ¿no?

    Acepté su brazo sin siquiera pensarlo, lo enredé al mío y le di unas palmaditas con la mano opuesta porque sí. Al parecer retomaron su conversación previa y husmeé con cierta curiosidad (y en mi cabeza, disimulo) cómo Emi sacaba una llave y se la entregaba. Kakeru le agradeció con suavidad y, por contexto, deduje que hablaban de la sala de cocina. Ni siquiera quise preguntarme para qué querría entrar ahí y, en medio de esos pensamientos, recibí la mirada de Emily. Alcé las cejas y me fabriqué una respuesta que excluyera la porción obvia de realidad.

    —Normal, me quedé en casa, básicamente. Oh, y salí a correr. Bueno, a caminar, y corría de a ratos.

    —¿Sí? —La voz fue de Kakeru y, al mirarlo, noté que sonreía—. ¿Te sientes mejor?

    Asentí.

    —Por suerte, sí. —Me las arreglé para esbozar una sonrisa también y, movida por un impulso, agregué—: ¿Tu finde qué tal?

    ¿Lo estaba poniendo entre la espada y la pared? ¿Se sentiría acorralado, quizá? Estaba bastante segura que no tenía idea de nada, ni de mi charla con Shinomiya, ni lo que le había pedido a su hermano. Quise, tal vez, verlo a los ojos e intentar discernir la verdad por una vez en la vida. Él siquiera se inmutó, parpadeó con calma y lo ponderó un segundo.

    —Hmm, bien. Ayer salí con un amigo, fue interesante.

    ¿Un amigo? ¿No conocía, acaso, a todo su grupo de amigos? ¿Por qué lo decía así? ¿Tal vez... hablaba de Shinomiya? Sentí un pequeño nudo formarse en la boca de mi estómago y regresé la vista al frente.

    —Y para completar la ronda —oí que dijo—, ¿qué tal tu fin de semana, Emi-chan?

    Intenté no agobiarme dentro de mi propia cabeza y, cuando quise acordar, ya habíamos alcanzado el segundo piso. Nos detuvimos brevemente al pie de las escaleras, donde Kakeru se separó y, alzando la mano un segundo, se despidió con un "nos vemos" y un "gracias por la llave, Emi-chan". Lo vi alejarse un par de segundos y avanzamos en silencio hasta la altura de la 2-2. Me di cuenta que estaba arrugando el ceño y me forcé a relajar el semblante, suspirando bajito. Miré a Emily, le sonreí y le eché los brazos al cuello, apretujándola contra mí.

    —Suerte con las clases, Em —murmuré, le dejé un beso en la mejilla y busqué sus ojos—. Te quiero mucho.

    No que fuera necesario, sólo me apeteció decirlo. Le quité las manos de encima, entonces, y retrocedí hasta entrar a mi clase.


    ya tenía empezadísimo el post y me di cuenta que no podía responder el primer diálogo de Emi desde el pov de Anna, ay JAJAJA así que asume que Kakeru pues le sonríe y le dice something like "vale, me lo pensaré".

    por acá cierro uwu
     
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  18.  
    Bruno TDF

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    A lo largo de la mañana, lo único que recibí fue la voz del profesor impartiendo las lecciones del día, las cuales aprehendí con cierto automatismo. La mayor parte del tiempo permanecí con la mirada puesta en las nubes que, cual capa pálida, cubrían débilmente el cielo. Prestaba atención al docente y, al mismo tiempo, mi mente repasaba con inquietud lo que atestigüé horas antes, en el momento que arribé a la academia con el grueso del alumnado. Las nubes eran blancas como un lienzo, y sobre éste se proyectaban las imágenes.

    La inquietante escena de aquel sujeto llevándose a Ilana lejos de todos.

    Con una sombra en sus ojos, negra como la tinta que asomaba por la manga de su camisa.

    Había presenciado la secuencia desde cierta distancia, pues unos segundos antes tuve la pretensión de acercarme a Rockefeller para saludarla tras reconocerla entre el gentío. Mis ojos, benditos y maldecidos a partes iguales, observaron cada detalle a pesar de la brevedad de la situación: los labios susurrantes del rubio, la tensión que se apoderó de la chica y la forma en que se forzaron a marcharse sin escándalo.

    Las alarmas me azotaron la mente, como una lluvia de relámpagos.

    Lo repentino del hecho me había dejado paralizado, aunque no tardé en tomar la resolución de seguirlos. Se trató de un impulso que quizá calificara como imprudente. Sin embargo… no deseaba dejar que la parálisis volviera a dominarme, de cierta forma me negué a adoptar la quietud que me mantuvo alejado de Altan en su momento más vulnerable. No obstante, pronto distinguí que otra persona tomaba mi mismo curso de acción y, por algún motivo, terminé manteniendo distancia de él también.

    Lo único que pude constatar, fue ver a
    Ilana saliendo afectada de la zona de la piscina, a la que el chico de cabello oscuro ingresó después. Rockefeller no me vio en lo absoluto debido a que me mantuve apartado, y en este punto opté por dar media vuelta e ingresar a la academia.

    Inquieto, tratando de comprender lo que había visto.

    Así, en el salón, también tomé la decisión de buscar a Ilana en el receso. A pesar de que no contaba con información y sólo poseía mi intuición; pese a todo, tenía la certeza de que ella había sido extorsionada o amenazada de algún modo. Mi intención era confesarle que había visto lo ocurrido y hacerle saber que contaba conmigo en caso de necesidad, aún a riesgo de que fuese una conversación en extremo incómoda. Mas, quedarme de brazos cruzados no era una opción para mí.


    La campana del receso sonó, hallándome con esta resolución. Con el bento en mi mano y una botella de agua que compré en la expendedora del nivel inferior, me encaminé con paso sereno pero decidido al pasillo. Y… para mi sorpresa, Ilana atravesó el corredor, frente a mis ojos, antes de que alcanzara el umbral de la puerta. Su presencia fue repentina, al punto de atropellar en mi garganta el impulso de llamarla. Al final, no reaccioné a tiempo y, para cuando estuve en el pasillo, la chica ya se estaba marchando escaleras abajo.

    Liberé el aire por la nariz, en un largo y silencioso suspiro. Me había parecido notar que su andar era más animado, como si nada hubiese pasado, aunque también cabía la posibilidad de que disimulara. En cualquier caso, mi suerte de plan acaba de anularse e, involuntariamente, me sentí algo fuera de lugar con todo. ¿Mi idea había sido correcta? ¿Estaba bien el querer involucrarme así con ella, como una suerte de defensor? ¿No empeoraría acaso las cosas? Últimamente, mis actos tenían efectos inesperados, pese a que consideraba que los realizaba con buena fe…

    Por eso, aún debía pedirle disculpas a Anna.

    Suspiré de nuevo. Me acerqué a la ventana que tenía enfrente y la abrí con movimientos cuidados, esperando sentir alguna brisa que relajara mis pensamientos con su frescura. Con el bento pendiendo de una mano, y la otra apoyada en el alféizar, miré las nubes nuevamente. Sin embargo, no me dieron tiempo a perderme entre meditaciones: un pequeño destello, más blanco que el propio cielo, revoloteó frente a mis ojos y, cuando quise darme cuenta, unos inconfundibles ojos escarlata me escudriñaban desde el alféizar de la ventana.

    Una sonrisa, tan serena como involuntaria, me alcanzó los labios.

    —Buenos días, Copito —dije hacia el gorrión albino, que se había posado al lado de mi mano— Supongo que me has visto de casualidad y te detuviste a saludarme, ¿no es así?

    El ave estiró sus blancas alas, algo que interpretaba como una suerte de contestación. Admito que su evidente inteligencia aún me generaba fascinación, a pesar de que llevaba un buen tiempo compartiendo viajes con Verónica y, por lo tanto, con el propio Copito. Acerqué mi mano al cuerpo del gorrión, que recibió con gusto las caricias que deslicé sobre su suave plumaje. Y como era tan confianzudo como su compañera, no tardó en posarse sobre mis dedos, lo que me hizo sonreír aún más.

    Ahí les dejo un Huberuto-kun, listo para llevar uvu
     
    Última edición: 26 Marzo 2025
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    Zireael

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    CaydenDR.png

    Había llegado tarde que te cagas a la academia por ningún motivo en particular, sencillamente ignoré la alarma más de lo que debí y por una vez en la vida elegí, no sé, no hacerle caso a un reloj y comerme una tardía además de las otras desapariciones de clases por motivos que iban desde el genuino malestar al puro y llano capricho. Al llegar me encontré el regalo de Beatriz en los casilleros y el dibujo me desbalanceó las siempre alteradas emociones, me quedé mirándolo como idiota al menos un minuto y supe de inmediato cuál lugar ocuparía en mi habitación, en el cambiante collage de recuerdos. Imaginé el girasol junto a la nota en el bento que Hubert me enviado con Jezebel y la foto que le había sacado a Ko.

    ¿Merecía estos gestos? No lo sabía, pero me consolaban.

    El resto de la mañana sucedió sin sobre saltos, noté a Fujiwara salir antes y luego cuando sonó la campana a Ilana y Mason irse. Yo me quedé matando tiempo unos minutos más hasta que me levanté luego de sacar los Pocky que me había dejado Beatriz y bajé por las escaleras mientras abría el paquete de golosinas. Me llevé uno a la boca cuando ya iba llegado al pasillo de segundo y al desembocar allí husmeé el espacio en automático.

    Notar la mata de cabello oscuro en la ventaba abierta me hizo gracia, pues no había sido lo que se dice mi plan, pero al reconocer a Hubert medio que se me siguieron alineando ciertos planetas mientras el resto se salían de órbita. Ayer había pasado la tarde con Verónica, el sábado me junté con Akaisa y el... amigo suyo para lo de la hierba, todo me sirvió para ignorar el caos del viernes y también seguir haciéndome el imbécil con lo mismo de siempre. ¿Qué diablos importaba si lo ignoraba un día más?

    Si seguía haciendo esto hasta el infinito.

    Me acerqué a él despacio, procuré no hacerme notar demasiado y al alcanzarlo deslicé la mano sobre su hombro con cuidado, de forma que pude usar el punto de ancla para asomarme por su costado todavía con el Pocky entre los labios aunque me lo quité de la boca antes de hablarle, un instante previo a recibir su mirada siquiera. Preparé la sonrisa más suavecita del repertorio, eso sí.

    —Hubby —lo llamé casi voz baja, ligeramente divertido—. ¿Y si mejor visitas a tus senpai en vez de mirar por las ventanas?

    ¿Y tan cabrón de repente? Daba igual, le había pillado cierto gusto a molestarlo y el niño era otro que me dejaba hacer sin demasiadas restricciones más que algunos atisbos de vergüenza que pronto me perdonaba. Alguien debería decirle que darme esa clases de licencias era una mala idea, pero no sería yo, eso estaba claro.

    Como fuese, tuve la intención de hacerlo girar el cuerpo para poder abrazarlo, algo que no pensé a profundidad en realidad, pero el gesto se me quedó congelado cuando noté el gorrión blanco en su mano. Abrí bastante los ojos y me dejé el Pocky en la boca de nuevo para usar la mano libre, la que no tenía sobre los hombros de Hubert, y acariciar al ave. Fue cosa de algunos segundos, pero me comí la golosina en modo aspiradora con tal de poder seguir hablando.

    —Copito —murmuré ya habiendo suavizado la voz y la estupidez que dije después tuvo que ser el peak de todo el micro-caos que había iniciado al aparecerme—. Bueno, no es cualquiera el que puede decir que lo sostiene un príncipe, ¿sabes? Es un privilegio muy grande el que te estás permitiendo ahora.

    Acaricié al ave un rato más, relajado de pronto, e incliné apenas la cabeza para reposarla contra el cabello oscuro de Hubert. Fue un remedo de abrazo, digamos.


    10 días de foro caído no van a detenerme de reunir al caballero con su príncipe lpm *rompe todo*
     
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  20.  
    Bruno TDF

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    A razón de que mi otra mano se hallaba ocupada, debí limitarme en la contemplación del gorrión. Lo elevé hasta la altura de mi pecho para apreciarlo más de cerca, distraído en el níveo color de sus plumas. Copito era habitualmente inquieto, razón por la que se dedicó a girar la cabeza constantemente, en reacción a las personas que pasaban a mis espaldas (y a algunas de las cuales, muy seguramente, debíamos estar ofreciéndoles un cuadro demasiado llamativo).

    Cayden no me alcanzó por completo desprevenido. En parte, porque era perpetuamente consciente de mis alrededores. Pero, sobre todo, Copito fue determinante en la cuestión. Sus ojos se detuvieron en una zona de mi costado, indicio de que acababa de reconocer a alguien que se aproximaba. Fue así que, de reojo, detecté el intenso rojo de su cabello momentos antes de que me pasara el brazo sobre mis hombros, en un gesto que sí fue, en parte, algo imprevisto. Aun así, no me sentí incómodo: se había visto con Jezebel que estaba medianamente acostumbrado a ciertas muestras de confianza y la soltura con la que se desplegaban en la vida cotidiana.

    Giré el rostro a tiempo para notar el pocky que se quitó de los labios para sonreírme, a lo que respondí con otra sonrisa de carácter más solemne y sosegado. Sentí las garras de Copito afianzándose en la piel de mis dedos, como si quisiera echarse a volar en dirección al recién llegado. Notarlo me hizo gracia, tanto como el comentario que me dedicó Cayden a modo de saludo. Lo cierto es que me recordó al primer almuerzo que tuvimos luego del campamento, pues el chico me había encontrado en la misma situación: observando el mundo a través de una ventana, reflexivo. Con la salvedad, claro está, de que ahora nos acompañaba Copito.

    —También está la opción de invitarlos a un buen banquete —respondí con una sonrisa.

    No se trataba de un reproche y él lo sabía, ya que tuvimos un intercambio de mensajes respecto a lo del viernes. Sólo se trató de contestarle la gracia con otra, la cual acompañé con una sonrisa entretenida y tranquila.

    Si Cayden tuvo algún otro tipo de intención con mi persona, la misma se perdió apenas reparó en Copito, que removía las alas sobre mi mano como si estuviese a punto de abrirlas. Una ola de suavidad pareció apoderarse de cada fibra del chico, cubriendo su cuerpo y ademanes, y en sus ojos vislumbré la emoción. De hecho, Copito no se quedaba atrás en cuanto a mostrar entusiasmo. Notar esta reciprocidad hizo que mi sonrisa se ampliara sin darme cuenta, al punto de entrecerrar mis ojos. Y apenas noté que Cay iba a acariciarle, alcé la mano para dejar a Copito más a su alcance, y que pudiera mimarlo con comodidad. El gorrión infló las plumas, entrecerró sus ojillos, sentí cómo se relajaba sobre mis dedos.

    El intercambio me inspiró una ternura que disimulé a la perfección.

    Claro está que Cayden no perdió la ocasión de continuar soltando ocurrencias: insinuó que ser sostenido por un príncipe era un privilegio, obviamente aludiendo a mi propia persona. El comentario me causó la suficiente gracia como para obligarme a contener una risa ligera. Me pareció exagerado de su parte hablar de privilegio, pero no dudaba que se trató de una forma de expresarme su aprecio… Si bien, su frase también implicaba otras vías de interpretación.

    Antes de decir nada, coloqué mi mano a la altura de la de Cay, manteniéndola quieta. Copito intercambió una mirada entre nosotros, antes de saltar a la mano del chico, a quien miré.

    —¿Es tu deseo que un príncipe te alce en sus brazos, acaso? —cuestioné en broma, como si no estuviera hablando de mí; necesité pensármelo un poco para dejar ir la tontería, por parecerme algo atrevida— ¿O tal vez hablas desde la experiencia?

    Mi motivación no fue otra cosa que bromear, tal vez molestarlo un poco. En lo que hablé, Cayden había apoyado su cabeza sobre mis cabellos, lo que me hizo liberar algo de aire de los pulmones. Aún sin estar tenso por nada en particular, el contacto me resultó relajante. Esto tal vez me habría tomado en frío unos meses antes, pero Verónica también me había acostumbrado. Cuando nos sentábamos en el tren, a veces se dejaba caer sobre mi hombro para dormitar o charlar desde ahí, sin más.
     
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