Pasillo (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No tenía intenciones demasiado elaboradas en general, conseguía dinero medio porque sí, recibía mi cuota de atención y evitaba cualquier sospecha con esta cara de no pisar hormigas sin llorar. Lo que quería decir, era que no tenía grandes planes ocultos ni nada, la suerte de cacería de brujas estaba cancelada y ya le había pedido a Reaper toda su pasta cuando la palmara, eran solo esos mis grandes planes. La oferta del bestiario tampoco seguía un plan concreto, no por ahora.

    Aunque tenía su gracia, ¿cómo se llenaban los bestiarios?

    Cazando.

    La sonrisa de Matsuo fue sombría, para variar, y luego desapareció a mi espalda. Soltó bien pancho que debería considerar darme algo a cambio y la idea, aunque seguía siendo impulsiva porque no sabía quién mierda era este cabrón, me arrojó algo de satisfacción encima. A fin de cuentas era una criatura no solo de hábitos, también de negocios y no había mucho que hacer al respecto o motivos para luchar en contra.

    ¿Por qué cambiar lo que funcionaba?

    Sonrió cuando vio que me negué a darle la espalda, me dijo la estupidez de que era un rompecorazones y tendría que acostumbrarme y allí el revoltijo de emociones de la semana volvió a ganarme la pulseada. Me reí, estuvo bastante cerca de ser una carcajada, la risa acabó haciéndome toser y noté lo quemados que tenía los pulmones ya hace días.

    —Llevé un intensivo —apañé con una pizca de molestia que no estuvo dirigida a él ni a nada en particular, según yo—, no hay nada a lo que me tenga que acostumbrar. A ti te podemos llevar a Rompecorazones Anónimos, it's okay.

    Lo dije sin más, porque también era bueno hablando idioteces, y luego me enfoqué en el listado. La bruma con la que había llegado se había instaurado en una suerte de punto base donde no aumentaba ni descendía, pero todavía obstaculizaba un poco. Si hubiese preguntado qué buscaba no habría sabido contestarle o le habría contestado algo del corte de las respuestas que le daba a Liam, ni idea. Buscaba diferenciarme del imbécil, ¿pero no estaba oculto en su torre que rozaba el cielo y yo en la cueva, en la tierra? ¿Qué buscaba al reconocerme como hijo de una bestia?

    ¿O al reconocer dónde Arata me había apuñalado y por qué?

    —Me alegra que conozcas a tus bestias y sepas que Seiryū no sería dorado —dije prácticamente encima de sus palabras.

    Había sacado la moneda otra vez que giraba nuevamente en su mano, entonces comenzó a hablar del club en el que trabajaba en Ikekuburo, Toshima, e hice un mapeo mental de lo que sabía del barrio que era... nada que no fuese de conocimiento popular, Ikekuburo era relativamente peligroso y habría ido a hacer un negocio o dos con Arata, pero no más. Sabía que no podía ser solo eso, un club común, porque si no no tendría las puñeteras monedas, pero me distraje cuando cerró la idea.


    Era paranoico, ¿cierto? Pero era posible.

    Que estuviera buscando las anomalías y pescándolas para sí.

    Había sido una semanita de mierda, había que reconocerlo, y sí había gente muriendo de hambre, viejos muertos y mil cosas peores, pero eso no cambiaba el resto. No lo cambiaba y por eso no respondí de primera entrada aunque solté una risa por la nariz por la estupidez de que estaba con ganas de gustarme más. Busqué su mirada, la sostuve y de un movimiento que no tuvo aviso real pesqué la moneda de su mano ahora sí. Deslicé el pulgar sobre el relieve de su dichoso Seiryū, recordé a Mad Wolf usando el nombre que le había dicho a mi padre que le diera a los irlandeses para referirse a mí y giré la moneda, enfocando la dirección antes de regresar a los ojos de Ryuuji.

    No me gustaba hablar de estas mierdas en la escuela, ¿pero ya qué más me daba?

    —No soy tan tonto como aparento, al menos no para ciertas cosas. No tiene solo eso, primero porque estás tú allí metido y segundo porque no necesitaría de las monedas de ser un lugar como cualquier otro —empecé luego de envolver el objeto en la palma de la mano y me incliné en su dirección, invadiendo su espacio—. ¿Cómo acabaste metido en Toshima en un club así si no te había visto en mi vida? ¿De dónde saliste, Matsuo?

    Fue una pizca de lucidez, de sentido de supervivencia, que quizás no me duraría ni cinco minutos.


    tiré el dado arriba para poder narrar, para una vez que no me sale un dígito JASJAJ
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Incluso si el chico me había admitido expresamente estar puesto hasta arriba de maría, no fue hasta que me paré a mirarlo de verdad y noté la lentitud de sus reacciones que me percaté de los realmente ido que estaba. ¡Todavía bastante consciente de sus acciones, eso sí! O al menos eso alegaría si alguna vez me acusaban de haberme aprovechado de él... Anyway, deslizó la vista hacia la puerta de la azota y hacia la escalera que bajaba al pasillo, como si se diera cuenta por primera vez de dónde estábamos, y poco después acabó haciendo una especie de berrinche con el que negó querer salir a la azotea.

    Negué un par de veces con la cabeza, soltando una risa floja por la escena en cuestión, y al poco rato tuve que alzar las cejas en un claro gesto de sorpresa, pues el muchachito se llevó el porro a los labios y lo encendió ahí mismo, como si no pasara nada. Fue cosa de un mísero segundo, apenas duró encendido, pero el atrevimiento por su parte me pilló completamente desprevenida. Relajé el cuerpo justo después, especialmente cuando noté sus intenciones de volver a atraerme en su dirección, y permití que lo hiciera sin ninguna clase de problema; abrí los labios cuando estuvimos a la suficiente distancia y acepté el humo sin más, dejando salir un leve suspiro placentero al terminar de tragarlo.

    —Qué mala influencia eres, boss... —murmuré, bajando momentáneamente la vista hacia sus labios—. C'mon... —añadí, soltando una risilla mientras me ponía en pie, y en el proceso lo agarré de las muñecas, haciendo fuerza para obligarlo a levantarse también.

    Mantuve el agarre mientras lo llevaba escaleras abajo, siendo plenamente consciente de que iba a tener que arrastrarlo hasta que llegáramos a nuestro objetivo, y una vez alcanzamos el pasillo de tercero, paseé la vista por el lugar durante un breve segundo. Me sonreí, sin ninguna motivación aparente, y me eché hacia delante para volver a invadir su espacio, pudiendo así acercar mis labios a su oreja.

    >>Vayamos al de chicos, ¿sí? Que el nuestro huele bien y está siempre muy limpio... —susurré, antes de mirarlo de reojo y seguir caminando hacia nuestro destino.
     
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    Bruno TDF

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    El amague de carcajada se le desintegró en una seguidilla de toses. Supuse que no me quedaba otra que considerame satisfecho, vaya, que no me había esperado generar tanto impacto con la estupidez del rompecorazones. Mal por mí, eso sí, no saber el motivo real de la reacción de Dunn. Se recobró con la soltura de quien lleva largo rato llenándose el cuerpo de humo, lo que hizo que lo observara con detenimiento e interés,.. Y ni hablar cuando admitió que llevaba un… intensivo. Ladeé la cabeza ligeramente, mis cabellos haciendo contacto con el frío vidrio de la ventana, sin sacarle los ojos de encima.

    Pero bueno, ¿de dónde venía tanta molestia~? ¿Quién me había ganado en la carrera de desgarrar el corazoncito del pobre Dunn, al que ya no le hacía falta acostumbrarse~? Cuánta curiosidad insaciable. Disimulé la sonrisilla picarona, en la risa que solté cuando dijo que me podían llevar a Rompecorazones Anónimos, y me encogí de hombros.

    Chismes aparte, lo importante era satisfacer la curiosidad de este zorro pero sin hacerle brincar el lado desconfiado. Como caminantes de las sombras más oscuras de Tokio, el instinto de supervivencia impedía que nos metiéramos sin más en aquello que no conocíamos. Si quería que Dunn conociera el secreto de Toshima junto con Shimizu, había que echar un poco de luz, ¿o no? O sombras menos espesas, mejor dicho. La información lo era todo, y saber manejarla te otorgaba cierto poder para tus objetivos.

    Gracias a ella, una fuerza desconocida llevaba años palpitando en esta ciudad, invisible.

    Le presenté el Seiryu como moneda de cambio, la llave a un cierto lugar, el club. Seguí hablando por sobre sus palabras, sonriéndome igual con sorna, de que le alegrara mi conocimiento de las bestias. Dunn no era como Shimizu. Su interés por cubrir el hueco de información que yo representaba no lo volvìa imprudente, y entendía que no se iba a mandar de cabeza como el otro tipo. Por lo mismo, mencionarle las peleas, la sangre, el show de violencia en general; estaba por completo descartado. Para colmo, había otra cuestión: así como yo le olfateaba la desconfianza, el pelirrojo gozaba de inteligencia y astucia además, como buen zorro que era. Esto era, si se quiere, como una de esas partidas de Sorec.


    Piedras blancas contra piedras negras
    ¿Cuál de las mías debería conectar para conquistar las suyas?


    Algo de efecto pareció causarle el detalle de que el club era un buen sitio de desahogo. Ahí no mentía, por supuesto: estaba el ring para desquitarte, el bar para olvidarte, las cartas para sentirte con esperanzas; o ser un simple espectador para entretenerte en la desgracia de los animales más perdidos de la selva gris que era Tokio. Dunn me sostuvo la mirada sin pronunciar una palabra. Se la devolví sin distraerme, con los sentidos siempre puestos en la moneda que le ofrecía burlonamente…

    De poco me sirvieron: en mis dedos prevaleció el vacío antes de que me diera cuenta. Mi sonrisa se ensanchó sin ninguna dirección.

    —Eres bueno, desgraciado... —musité, con un dejo de satisfacción y molestia en la voz, fui bastante contradictorio.

    Suspiré con dramatismo al verme derrotado por los hábiles dedos de Dunn, cuyo pulgar detallaba los relieves del dragón, luego la dirección impresa detrás. Me jodió un poco que fuese más rápido que yo, pero tampoco me iba a quejar…


    El dragón estaba en su mano, preparado por mostrarle el camino.


    Escuché su sospecha, con las manos hundidas en los bolsillos del pantalón. Dunn me dio los motivos por los que creía que había algo más detrás y me hizo unas preguntas, las que permití que realizara. Suspiré con aire teatral.

    —¿Por qué no me crees? ¿Es porque te quise romper el corazón? —solté la estupidez de turno, y luego… lo miré con algo más de seriedad, sin perder la sonrisa de mierda— ¿De dónde salí, dices? Pues, verás… Yo nací en Otsu, luego estuve una temporada andando por Kioto. Es decir, que salí del oeste, de la región de Kánsai… Y estoy en Tokio desde hace no tantos años. Aunque… mis conocidos llevan bastantes más años que yo durmiendo en los rincones de Toshima…

    Mi sonrisa se amplió, mis ojos brillaron con fuego morado.

    —Ellos fueron los que me dieron el trabajo en el club. Yo cumplo con mi deber de cuidarlo y darle buena publicidad. Pero si te hablo más del tema sería aburrido, ¿o no? Descubrirlo es más interesante, y para eso te propongo un trato —señalé el puño en el que sostenía el Seiryu—. Nadie me ha logrado quitar uno de las manos, jamás. Eres bueno en este "arte", Dunn, y creo que por eso mereces un privilegio si te apetece visitar el dichoso club. ¿Que me dices de alcohol gratis hasta que te hartes? Como para humedecer esa garganta tan quemada que tienes, hombre.

    De pronto, otro par de presencias conocidas se aparecieron en el pasillo. Mira que no era difícil notarlas, eh, con la cabellera celeste de Ishikawa y la melena dorada de la otra chica, su figura tan prodigiosa como siempre. Y ahora me acordaba: Dunn había puesto una tremenda cara de cachorrito emocionado al ver al pelito de nube, ¿no?

    —Oh~ —dije bajito, estirando la vocal— Parece que por fin hay azotea libre, con las ganas que tenía de fumar con alguien~
     
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    Gigi Blanche

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    —Me lo han dicho —admití, risueño y en absoluto acongojado, ante la idea de ser una mala influencia.

    Me causaba, de hecho, una satisfacción algo extraña. No diría que me hacía sentir orgulloso ni que buscaba serlo adrede, pero cuando ocurría era, tal vez, como una pequeña victoria. Ella se incorporó y buscó mis muñecas, pero antes de permitirle jalarme recordé que mis cosas seguían desparramadas y las hundí sin mucho cuidado dentro de mis bolsillos. Me ayudó a ponerme en pie, el movimiento me alborotó el centro de equilibrio y tuve que quedarme un segundo quieto hasta volver a estabilizarme. La sensación me arrancó una risa breve.

    Con eso resuelto, pude seguirla sin problema. O al menos yo lo percibí así, claro. Bajamos al tercer piso y lo íbamos atravesando cuando advertí a Cay Cay con el tipo medio raro de nuestra clase, Matsuo. Suponía que me causaba algo de gracia, o era más una ironía la idea de que en cierto punto insistiera en pegarse al tipo de gente contra la que también despotricaba. Pero bueno, siempre había sido un niño algo complicado. Me di cuenta con retraso, otra vez, que Welsh se había detenido y volteado en mi dirección. Se coló en mi espacio, sentí su voz en mi oído, su aliento contra mi oreja, y al retroceder noté algo absolutamente desconcertante.

    —Eres más alta que yo —anoté, sorprendido, y me reí en voz baja—. ¿Tienes un kink o sólo quieres fumar gratis?

    No lo había formulado del todo bien, en sí me había llamado la atención que pareciera tan decidida a liarse conmigo de toda la gente, que era un palo vestido y ni siquiera estaba muy crecidito. En cualquier caso no había planeado ni de coña colarme en el baño de chicas, así que nos detuvimos frente a la puerta correspondiente y la empujé, haciendo una reverencia... o algo así.

    —Las damas primero~
     
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    Amane

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    Al pobre Kakeru le jodí la cita y encima no le dije nada de a dónde lo estaba llevando ni porque, lo que supuse que podía traducirse en algo de preocupación por su lado. ¡Pero bueno! Que estábamos ahí al lado y no podía perder mucho tiempo explicándole nada, a ver si Kohaku se iba a despertar y nos la iba a liar de alguna manera al verse solo... ¡uno nunca sabía con esto casos! En fin, que al fin nos plantamos delante de Kohaku y el castaño intercaló un par de miradas entre ambos, haciendo que me encogiese de hombros ante la más que evidente duda que había en sus ojos.

    Kakeru no dijo nada al respecto, de todos modos, y yo me quedé algo apartada mientras él se acercaba a Kohaku para intentar despertarlo. Reprimí las ganas de bufar de nuevo, porque obviamente ya había hecho eso y no había funcionado, y después... bueno, digamos que me distraje con bastante facilidad. A ver, ¡nadie podía culparme! En medio de una crisis o no, era una chica muy sencilla, y si me ponían a un chico guapo con la camisa arremangada... sacando músculo al levantar el cuerpo de otro chico... ¡pues me iba a quedar mirando! Me quedé tan pillada de la imagen, de hecho, que no escuché nada de lo que me dijo y solo volví en mí misma cuando me di cuenta que desapareció de mi campo visual.

    —Me gustaría aclarar que ya estaba así de high cuando nos hemos encontrado... —murmuré al girarme hacia los lavabos, y aproveché la posición para echarle un poco más de agua en la cara al chico, justo antes de cumplir con la petición de Kakeru para acomodarlo a sus espaldas—. Yes, sir! —añadí justo después, haciendo un saludo militar fugaz antes de asomarme de nuevo por la puerta para comprobar el estado del pasillo—. ¡Libre! Let's go, go, go...

    Si ignorábamos el hecho de que andábamos cargando con alguien medio muerto, era un poco divertido eso de andar de incógnito por la escuela con un nuevo cómplice tan comprometido con la causa. Lo guie por el pasillo hasta las escaleras, pues, y aproveché algún momento suelto para echar algún que otro vistazo rápido hacia atrás y así asegurarme de que todo iba bien por la retaguardia.

    >>Oye, lo siento de verdad por interrumpirte... pero debo admitir que no me arrepiento mucho de haberte encontrado a ti para la tarea —comenté a medio camino, guiándole el ojo en el proceso como la desvergonzada que era—. Estás muy atractivo~
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Habían sido unos días densos, el tiempo había pasado con una lentitud risoria al estar acostado en la cama la mayor parte de tiempo, escuchando mi entorno sin poder ver absolutamente nada hasta el domingo en la mañana, donde me retiraron las últimas vendas y me proporcionaron unos lentes nuevos, más oscuros que los anteriores. El mundo se permeó de un gris absoluto, la luz del sol se había tornado lejana en su totalidad y las ganas por amanecer seguían perdiéndose con el paso del tiempo.

    El timbre me sacó del ensoñamiento, buscando a Paimon con la mirada al sentir que estaba más vigilándome que cualquier otra cosa, prestando atención a que me tomara los medicamentos y mi alimentación fuese lo suficiente balanceada, mi madre estaba eternamente agradecida con él, no sabía si me sentía en igualdad de condiciones que ella o por el contrario quería hundirme bajo la superficie y no volver a salir; las personas, las cosas y el alrededor se sentía ajeno, como sino fuese más que un integrante del público viviendo una vida que no sentía propia.

    Paimon se acercó, hablamos la tontería de que parecía mi madre y ya luego busqué a Rockefeller con la mirada. El moreno no le pediría directamente sus apuntes, era orgulloso para cualquier tontería aunque le tuviese bastante confianza a la rubia, y bueno, yo también necesitaba ocupar la mente en algo, así fuese en transcribir las notas de las clases a las que no asistí, por lo que me levanté y caminé hasta ella, fabricando la sonrisa amable de costumbre.

    Ilana saludó dulce como siempre, se hizo con nuestros brazos, nos dejamos guiar basicamente y miré a Paimon por el rabillo del ojo ante las opciones.

    La cafetería era bulliciosa, por lo que la había descartado con anterioridad, el gimnasio no me convencía, y por último el rellano de la azotea en donde posiblemente estarían pasando estudiantes para subir y nosotros no haríamos más que estorbar en el suelo, pero un estorbo más, uno menos, daba igual.

    >>El rellano de la azotea, así no caminamos mucho.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

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    No le mentiría a nadie, me había quedado bastante flipado luego de que Kou me presentara a su... ¿amiga? ¿Eran amigos? ¿O esa sólo fue la introducción políticamente correcta? El evento transcurrió tan deprisa y fue tan repentino que apenas me supe solo en mi clase comencé a procesarlo de verdad. ¿Desde cuándo se conocían? ¿Cómo se conocieron? Seguía comparando la imagen de ambos e intentando encontrar las similitudes sin mucho éxito. Espera, esto significaba que... ¿Kou se estaba liando con alguien? La idea me asaltó de un momento al otro y casi se me cayó el bolígrafo de la mano. En todos estos años jamás lo había visto ligando con alguien ni una sola vez.

    Vaya plot twist.

    En algún punto me olvidé del asunto y cuando salí al pasillo durante el receso, lo primero que advertí fue la melena rosada de Riamu. No tenía mucho sentido que le cayera encima, pero al mismo tiempo Kou probablemente no abriera mucho la boca y ¿la verdad? Me moría de la curiosidad. Junté coraje, pues, y me acerqué a la muchacha con una sonrisa afable.

    —Ri-chan —la llamé, sin elevar mucho el tono, inclinándome para captar su atención y entonces regresando a mi lugar—. ¿Todo bien? ¿Qué tal las clases?

     
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  8.  
    Amane

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    Después de una mañana tan fructífera y bonita, me sentí con ganas de atender de verdad de la buena a la clases, ¡y hasta tomar apuntes decentes! Claro que la intención se fue diluyendo con el primer período y para el segundo ya me había olvidado por completo de ello, ¡pero daba igual! La verdad era que estaba muy, muy contenta, y eso nadie me lo podía quitar. ¡Ni siquiera los profesores con sus temas aburridos!

    Pensé en buscar de nuevo a Kouchii en cuanto empezara el receso, pues todavía teníamos un montón de cosas con las que ponernos al día, aunque al final desistí de la idea al no querer ser demasiado invasiva cuando apenas habíamos vuelto a la normalidad después de todos mis líos mentales. En su lugar decidí dirigirme hacia el club de fotografía, pensando que quizás iba a encontrar a Joey dentro y así le podría el pequeño regalo que también le había traído, pero... ¡mala suerte! Me di cuenta que la puerta de la sala estaba cerrada en cuanto hice el amago de abrirla, lo que acabó por sacarme un resoplido de derrota antes de girarme para alejarme por el pasillo.

    —¡Oh!

    La exclamación de sorpresa surgió por la repentina presencia que me interrumpió en mi avance, impresionándome quizás un poquito más de lo que era necesario. Di un pequeño respingo, de hecho, pero todos tuvimos la suerte de que reconocí al muchacho de aquella mañana y ahí fue donde acabó toda mi reacción. Le dediqué una sonrisa al segundo de superar el susto y me giré para encararlo, llevándome las manos tras la espalda en el proceso.

    >>¡Kakeru, el amigo de Kouchii! —saludé, ligeramente divertida—. ¡Todo bien! ¿Y tú? ¡Las clases han sido un poco aburridas! Deberíamos tener menos lecciones lo lunes, ¿no crees? —propuse, impostándome una seriedad que casi podía pasar por real, y poco después recuperé la expresión divertida de siempre—. Hey, ¿te gustaría almorzar conmigo? ¡Estaba por bajar a la cafetería!
     
    Última edición: 12 Noviembre 2024
    • Adorable Adorable x 1
  9.  
    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    —Ni en el mío —convine, mi sonrisa ensanchándose levemente.

    No recordaba haber conversado nunca con Kenneth sobre nuestras preferencias sexuales, dudaba que alguno de los dos lo viera necesario, aunque de repente me chispeó la curiosidad de qué idea se habría formado de mí. En definitiva mi respuesta contenía una doble interpretación y me divirtió dejarla allí, en el siempre tentador terreno de la ambigüedad.

    Mi propuesta le entusiasmó, detallé el tinte de su sonrisa y me erguí con bastante pereza, cediendo a su intención de tomar mi mano. Esperé a que se pusiera en pie para que me jalara, básicamente, y con el envión me incliné sobre su cuerpo, apoyando la palma de la mano libre en su pecho. Deslicé apenas el pulgar por la tela de la camisa, parpadeé despacio y alcé la vista a sus ojos, donde permanecí conforme arrastraba los dedos por su cuello, hasta su nuca, y lo atraía hacia mí. Completé la distancia sobre la punta de mis pies y no cerré los ojos hasta el último instante, cuando rocé sus labios y me empujé de repente contra ellos. Le estrujé los dedos de la otra mano con el mismo chispazo de intensidad y fue eso, un instante, como si una parte de mí ansiara devorarlo.

    Y la otra, sólo hacérselo saber.

    Regresé a mi espacio y siquiera lo miré, me limité a rebasarlo y lo traje conmigo sin soltar su mano. Me había pedido que adivinara una película, ¿cierto? Pero... vaya, no tenía la menor idea. Cuando llegábamos a la puerta tuvimos que esquivar a Pierce, quien se había quedado casi petrificada justo frente al umbral y siquiera nos llevó el apunte. Seguí hacia las escaleras.

    —No me gustan mucho las adivinanzas... —admití, y busqué sus ojos—, pero estás tan guapo que haré el intento. ¿Alguna pista?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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