Baño de chicos (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

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    Zireael

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    El otro soltó que nunca fue precisamente humilde, que de hecho la cualidad estaba sobrevalorada y tuve que tragarme una risa, porque incluso si era broma algo de razón llevaba. Algunas personas tenían algo más claro este rollo de quiénes eran y qué esperaban a cambio, otras no tanto y las restantes disfrutaban de fingir que sí, en la idea había algo de vanidad, codicia y simple autoconocimiento, al menos a mí me lo parecía.

    Sabíamos quiénes éramos.

    Y por eso entendíamos que las expectativas sobre nosotros no tenían sentido.

    Alcé las cejas al pescar en el aire el doble sentido de su respuesta, me sonreí de forma parecida a él y al final se me escapó una risa cuando añadió el "y luego la guitarra" tan pancho. Este chico era bastante descarado incluso con estas pintas de angelito, eso lo tenía más claro que nadie, pero no dejaba de ser divertido. Igual con cómo estaban las cosas me sentí un poco extraño regresándole el doble sentido como lo habría hecho en otro momento, así que digamos que lo regulé.

    —Lo tendré presente, como siempre.

    Esa fue toda mi contestación, luego la conversación viró y cuando le pregunté por el balanceo del embrollo se encogió de hombros, dándome una respuesta bastante apropiada viniendo de él. Según él ya lo había balanceado, pero le pidieron fingir demencia y si me lo preguntaban eso solo era consentirle los vicios, lo mismo que hacían las personas a mi alrededor con cierta frecuencia y los que no, bueno, se comían la puñalada como estaba visto. Ko no se desviaba demasiado por nadie y yo solo me iba a la mierda cuando se me antojaba, tampoco era que la gente tuviera muchas opciones si optaban por seguir presentes en nuestras vidas.

    Me pregunté si no te estaba pidiendo demasiado.

    El autoconocimiento era una condena.

    Más de lo que puedes darme.

    Por eso la gente renunciaba.

    —Imagino que sí, pero si hasta cuando ponemos los banderines rojos alrededor todo el mundo se los pasa por el culo, supongo que la culpa es de ambos lados en realidad. Los que se tiran de cabeza esperando no partirse la nuca y los que no cerramos el agujero donde obviamente iban a caer pensando que una cinta amarilla va a detener a un ciego —resolví con sencillez, aunque la idea sonó un poco como hilada en el aire y en vistas de que ya estábamos aquí metidos, seguí escarbando—. ¿Te sientes presionado? Por la idea de que deberías alterar la forma en que vives por las expectativas silenciosas de otros, digo.

    Luego conté lo del bar, lo de beberme hasta el agua de los floreros y supuse que con eso se entendía que no, no solía consumir así, de por sí el incidente post-muerte de Kaoru estaba un poco resguardado. Esta vez si no me había metido pastillas de la clase que consiguiera con Tachibana era porque Hikari lo había evitado y luego Yuzu me había buscado, pero no más, de haber estado solo es posible que estuviera haciendo de embudo en una cañería. No me enorgullecía.

    Los idiotas como Ryouta y yo moríamos así.

    No esperaba de Ko ni de nadie lástima o pena, sabía que mi vida era diferente a las suyas, las heridas que nos cubrían el cuerpo eran de naturaleza distinta. En gran parte por ello no quería arrastrar a más personas de la cuenta a mis embrollos, porque me parecían demasiado pesados en comparación, pero a todos me los llevaba en banda tarde o temprano, ni siquiera distinguía amigos de enemigos. Otro motivo para no poner una sola expectativa en mí.

    Lo de la repetición me hizo mirarlo extrañado, porque no entendí un carajo, y él pareció notar lo raro del asunto porque le dio risa y yo exhalé por la nariz, esperando que se explicara.

    —¿Qué hay que escuchar cuando aviento a cualquiera a un agujero apenas algo me molesta? —pregunté ante esta noción de que la insistencia nos quisiera decir algo y se me escapó una risa sin gracia al recibir lo último del porro—. Supongo que también algo del asunto habla de necedad. Quizás solo haya que aceptar el destino inevitable o yo qué sé.

    Me fumé lo que quedaba, retuve el humo y cerré los ojos unos segundos mientras liberaba la nube blanquecina.
     
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    Gigi Blanche

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    No dije nada, por supuesto, pero sí que noté el tinte apagado de su respuesta a la estupidez que le había soltado. No era propio de Arata no seguir el rollo, digamos, por lo que la pieza de información, pequeña, inconexa, se sumó al resto. No sospechaba que fuese personal o que me involucrara de algún modo, eso me habría sabido a paranoia. Simplemente asumí que Arata no estaba pasando por uno de sus mejores momentos.

    La culpa era de ambos lados, en efecto. Lo miré conforme desarrollaba su idea, con imágenes y metáforas más concretas de lo que solía permitirse, y me preguntó si me sentía presionado. Lo ponderé un poco.

    —Antes que presionado, diría que últimamente me noto más consciente de mí mismo. De lo que digo, lo que callo, lo que hago. Las cosas que percibo y sobre las cuales no muevo un dedo. Es... complicado, porque de por sí percibo muchas cosas, y si actuara conforme a todas acabaría loco o agotado. El proceso de selección constante es bastante tedioso y puede que en cierto punto haya dejado de prestarle atención y punto. De por sí no me gusta meterme en líos ajenos, es casi una contradicción verlos en todas partes. —Me encogí de hombros—. Lo que sí es un poco molesto es cuando los demás pretenden que juegues a las adivinanzas, como si la idea de los ojos biónicos, el sexto sentido o como quieras llamarle, nos obligara a estar a la altura de las expectativas ajenas. ¿Y qué si noto algo? Igual no lo sabré hasta que lo digas.

    Había acabado ranteando más de lo que planeaba, y de hecho tuve que relajar el ceño a consciencia pues el semblante se me había comprimido un poco.

    Que había aventado a alguien dentro del agujero, decía. Pude darle un poco más de forma a su embrollo, que aún desprovisto de rostros, al menos clarificaba su alcance. Se había peleado con alguien, ¿no? Alguien a quien apreciaba. No había demasiadas opciones, si debía ser honesto. Su actitud me olía a resignación, la clase de resignación donde se quedaba quieto alguien que se creía incorregible. ¿No había cierta negligencia en eso? Rendirse con uno mismo era egoísta e injusto hacia los demás, tanto como lo era hacia sí.

    Despegué la espalda del divisor, me colé en su espacio casi con pereza, entre sus piernas, y le estampé suavemente las manos en las mejillas. Solté una risa baja al verlo así, le mecí la cara de lado a lado y suspiré bajito.

    —No creo que seas tan terrible, Akkun —murmuré, distrayéndome al golpetearle el cachete con la punta del índice, despacito—. Hablas como si le hubieras matado la madre a alguien. Podemos ser complicados y testarudos, pero no creo que seamos imposible ni malas personas. O terribles personas, al menos. Eso, claro, si sigues siendo el Akkun que conozco.

    Probablemente fuera la hierba, había fumado bastante. Se me coló otra risilla en la voz y empecé a jalarle de las mejillas en diferentes direcciones.

    —¿Serás un sustituto, acaso? ¿Un alienígena? ¿Estás aquí con la cara de Akkun haciéndome ventilar todos mis trapitos sucios?
     
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    Zireael

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    Podría haber asumido que Ko, como cualquier alma que hubiera hablado conmigo las veces suficientes, notaría lo anormal de que no siguiera una estupidez que me ponían en bandeja. Sin embargo, sabía que no tendría que dar explicaciones al añadir eso al otro apilado de cosas, todavía sin forma, de las que ya había hablado, que la borrachera, el posible despido, el desastre en casa y tal. Se me dejaba pasar.

    Todo se me dejaba pasar y lo usaba como excusa para ser un insufrible.

    Lo dejé pensar mi pregunta, esperé y al final soltó la lengua más de lo esperado, pero obviamente le presté atención. Si Yako había traído a Kohaku era porque daba cosas por sentadas, varias de hecho, era un plan de respaldo y una carta tomada de un mazo; el hijo de puta no me había entregado un solo cachorro que no supiera observar el mundo en su configuración por defecto. Eran consciente de sí, de los demás y de las conexiones, pero debían tomar la decisión de filtrar esos datos o terminarían perdiendo la cabeza.

    Nadie podía soportar una sobrecarga de información así, era una estupidez pretenderlo. Tarde o temprano se adecuaban al mundo, descartaban cosas o dejaban de prestar atención, pues solo así se podía vivir. Además, percibir mucho jamás tenía que emparejarse con actuar en consecuencia, era imposible. Además, uno podía notar algo, pero era cierto que si la gente no decía nada, ¿pues qué esperaba? Una cosa era una percepción y otra comprender por qué algo parecía fuera de lugar.

    —Imagino que eso ya es relativo, algunos sí quieren que juegues a las adivinanzas como para que veas que la cagaste y eso, como dices, es una putada y de hecho me parece injusto de verdad, si tienen tiempo para el berrinche también lo tienen para hablarlo, supongo, aunque tampoco es que yo sepa de eso. El resto de desgraciados imagino que no querrían ni darse cuenta ellos mismos de que algo pasa, digo, de que algo los incomoda o como quieras llamarlo, habrá alguno que ansiaría que no te des cuenta de la anomalía y que si te das cuenta que la dejes así. Igual es una mierda notarlo y solo fingir locura también, pero yo qué sé. La gente es muy complicada —reflexioné sin detenerme a pensar en que estábamos parloteando de lo lindo. Me dio algo de risa verlo tener que relajar las facciones a conciencia, eso sí—. ¿Viste las pelis de Jurassic Park, cuando nadie se mueve porque el dinosaurio lo está mirando? Bueno, pues algo así. Claro que lo tienes en las narices, pero podríamos fingir que no y así no tenemos que enfrentarnos al bicho de diez metros de alto que nos tragaría de un bocado como un puñetero nugget de pollo.

    Pero el monstruo no dejaba de existir.

    Por demás no me importaba mucho que mi propia verborrea y confesiones al aire sonaran a resignación, ¿no hacía todo con ese sentimiento de fondo de por sí? No tenía energía de sobra que despilfarrar en mejorar o corregir vicios que siquiera recordaba cómo había adquirido, mi último esfuerzo se había ido al caño antes de siquiera ponerlo en práctica de verdad, era como las recaídas de los adictos esta mierda. Si me peleaba con Cay cada quince días, ¿no iba a hacerle lo mismo a Sasha algún día?

    La idea me angustiaba, a mí, que todo me importaba un carajo, pero también entendí que tal vez me peleaba con el otro estúpido por cualquier mierda porque no tenía la valentía para pelearme con nadie más ni tener las conversaciones que quizás debía tener. Sacar el tema de Wickham con Sasha, preguntarle a mamá por Ryouta o hablar con Hikari sobre las dos veces que tuvo que evitar que me muriera por ahí.

    Abrí los ojos al escuchar que Ko se movía, cuando quise acordar estaba en mi espacio y me había estampado las manos en las mejillas, me hizo genuina gracia. Tampoco podía culparlo por ponerse imbécil, nos habíamos fumado un puro así por las risas, e incluso consciente de eso cuando me soltó que no creía que fuese tan terrible suavicé las facciones sin darme cuenta.

    No había matado la madre de nadie, de hecho eso de matar progenitores era el negocio de otros imbéciles, no mío.

    Me había mecido el rostro, me golpeó con un dedo y luego se puso a jalarme a las mejillas para cualquier lado, haciendo que arrugara los gestos. ¿La juventud ya no conocía el respeto? Vaya cosa terrible. Me reí, estiré las manos para pescar las suyas para que me soltara la cara y despegué la espalda del divisor también.

    —¿Crees que un reptiliano tenga interés en que confieses tus pecados en un baño? ¿O que un extraterrestre me despellejaría para conseguir tus secretos? Luego vienen con un libro en hologramas que se llama algo así como "Confesiones de Porro: Los secretos de Ishikawa Kohaku" —dije aunque su risa se me había contagiado mezclándose con mis palabras—. Hablas puras tonterías, pelo de nube.

    Aproveché el contacto para arrastrarlo en mi dirección, lo insté a rodearme con los brazos y lo envolví con los míos. Lo apretujé con algo de fuerza, solo por la gracia, y luego giré un poco el rostro para alcanzar a hundir la nariz en su pelo un momento.

    —Sueles ver cosas buenas en las personas —dije en voz baja—, o cosas menos terribles, incluso cuando quizás deberías estar molesto. Eres un buen niño y si te metes en problemas, no creo que nada borre eso. No dejas de ser Ko-chan.

    Tomé aire, parpadeé con lentitud y me acomodé para dejarle un beso en la sien.

    —A veces las personas esperan cosas de nosotros porque nos quieren y ya, no lo pueden controlar, pero también nos dejan ser. Nos echamos la vida tratando de jugar con eso y no creo que podamos hacer nada más.
     
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    Arata también se puso a divagar de lo lindo tras mi reflexión, lo escuché y le di la razón en silencio, pues la gente sí que me parecía complicada muchas veces. Complicada, o intensa, o demasiado emocional. Sin ir más lejos, varias veces me había sentido incómodo junto a Anna. Quizá por ello había acabado apoyándome demasiado en Haru, más de la cuenta, más de lo que debía. No era imbécil, veía las cosas.

    Pero ¿qué se suponía que hiciera si él nunca decía nada?

    La mención de Jurassic Park y los nuggets de pollo me aflojó una risa nasal. Qué rico, unos nuggets.

    —¿Dices que nos echamos la vida esquivando el mordisco de dinosaurios gigantes? Deberían darnos una medalla, entonces.

    Arata me aceptó en su espacio sin problema, aunque pronto me despegó las manos de su rostro y también lo dejé hacer. Suponía que me valía en tanto se riera de las tonterías, al menos por un rato.

    —Creí que ya estaba claro que no era nada humilde —respondí a las estupideces de los alienígenas y los reptilianos—. ¡Además es tu culpa! Que fue tu idea lo de Ko-sama.

    Me estaba terminando de quejar cuando me jaló en su dirección y atendí a la señal silenciosa sin ofrecer una pizca de resistencia. La misma inercia me hizo envolver su espalda y lo abracé con bastante firmeza, apoyando la barbilla cerca de su hombro. No dije nada ni solté ninguna tontería, percibí la clara sensación de su rostro contra mi cabello y bajé la mirada. No creía que, poniéndolo en términos de competencia, yo fuera aquí quien necesitaba más consuelo, pero Arata habló de todos modos y recibí sus palabras, su honestidad, con un leve murmullo afirmativo.

    Fui más consciente de mis manos, de la tela de su camisa contra ellas, y de su aroma mezclado con el del tabaco. Deslicé los dedos apenas, recibí el beso en la sien y supuse que, en realidad, estaba intentando consolarnos a los dos. Que esto era algo que él también necesitaba.

    —Y Akkun sigue siendo Akkun —respondí casi al instante, abrazándolo con un poquito más de fuerza, y recordé la noche del festival en el parque Ueno, cuando le presenté a Chiasa—. Lo de las adivinanzas también vale aquí. Puedo notar un montón de cosas, pero no sabré a menos que me lo digas. Claro que no tienes que hacerlo, no tienes que contarme por qué bebiste como un descosido o a quién arrojaste dentro del agujero, pero si quieres... puedo escucharte, como tú me escuchaste a mí. Creo que siempre nos has escuchado, Akkun, aunque creas que no o no siempre actúes acorde. Creo que eres mejor de lo que crees cuidando a las personas.
     
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    Zireael

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    Puede que no fuésemos los mejores para ponernos a reflexionar sobre estas cosas, Ko era poco dado a los excesos emocionales, propios o ajenos, y yo solo me desconectaba porque era más sencillo. Era contraproducente porque él tenía de amigo a Hiradaira, que se veía que tenía un torpedo en el culo, yo todavía me juntaba con Yuzu que también era una fuga de gas y luego teníamos en común a Cay. Puede que solo tratáramos de no sucumbir entre todas esas fuerzas, por eso lo del dinosaurio.

    No eran malos, pero yo había tenido el maldito pensamiento, ¿no?

    De que no había quién soportara semejante intensidad.

    Al idiota lo del dinosaurio y los nuggets lo hizo reír, lo que dijo me hizo soltar la risa también y me encogí de hombros. Sonaba un poco exagerado, ¿pero no servía el ejemplo? Con el caos de emociones o silencios ajenos, porque también valían, al final sí que parecía que corríamos de un puto T-Rex todo el día.

    —Aunque lo de los nuggets es como canibalismo, ¿no era que los pollos venían de los dinosaurios? Da igual, la medalla sí la quiero, no sé tú.

    Volvimos a la humildad luego de que divagara, me echó la culpa y me hice el ofendio, para variar, aunque murmuré un "Disculpe usted, Ko-sama" que quiso hasta oírse solemne. La hierba me tenía el cuerpo flojo, me sentía calmado incluso con esta suerte de confesionario, y cuando se me ocurrió abrazarlo no vi por qué no hacerlo.

    Sabía que Ko no pondría resistencia, así que apenas lo tuve entre los brazos también algo de las preocupaciones se diluyeron. Me correspondió con firmeza, sentí su barbilla cerca del hombro y le robé calor del cuerpo. No pensé en el gesto como un consuelo para ninguno de los dos si debía ser honesto, pero daba igual, para el caso lo era. En su defecto, quería mucho a este mocoso, era su nombre, el de Cay y el de Sasha los que más aparecían en ciertos pensamientos. Era a ellos a los que me había prometido cuidar mejor.

    Me dijo que Akkun seguía siendo Akkun, fue una pequeñez, pero lo recordé enano, flacucho y castaño. A veces se parecía demasiado al niño que alguna vez había sido, el que llevé conmigo al parque como un gatito perdido, porque incluso alguien como yo era capaz de sentir nostalgia. Ojalá pudieran devolvernos eso, ese momento donde no habíamos perdido tantas cosas.

    ¿Qué siempre los había escuchado?

    Y una mierda.

    —No creo que Cay y yo nos hagamos bien el uno al otro, al menos no ahora mismo o nunca de hecho, pero llevamos peleando desde hace un mes y pico, desde antes del campamento. Cuando no es una es la otra y así todo el rato, de últimas por culpa de otro idiota me di cuenta que no me había dicho algo que debía haberme comentado porque involucraba a una amiga... Ah, la pelirroja del campamento. En fin, que lo paso aventando al agujero y cada vez le digo una cosa peor que la anterior y bueno, ¿voy a culpar a Mr. Malgenio por reaccionar si le jalo la cola todo el puto día? Obvio va a morder como poseso —confesé por fin, algo cansado, sin romper el abrazo—. Lo otro... No quería sacar esta mierda, pero ya qué más me da.

    Afiancé el abrazo un instante, respiré con pesadez y lo solté con cuidado. Él me había presentado a Chiasa, no lo olvidaría nunca, y al menos algo de sinceridad le debía, así como se la debía a Sasha todavía.

    —Mi viejo la palmó o lo mataron, yo qué coño sé, me da igual. Creo que los tres nos da igual en realidad, no podemos sentir pena por un hijo de puta así, es... Es mamá, la muerte del cabrón la dejó hecha un desastre, más ansiosa que nunca y verla llorar a una persona como Ryouta es, no sé cómo explicarlo en verdad, solo me enojó muchísimo y se me salió de las manos. Vine a la escuela más borracho que frutas de sangría, terminé en la dirección, Yuzu tuvo que hacerme volver a casa casi a patadas y como seguía furioso también a ella le dije cosas horribles, un completo desastre.
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Los pollos? ¿No eran las iguanas? —repliqué al instante que él formuló la idea, parpadeando y ladeando apenas la cabeza.

    De afuera debíamos ser dos imbéciles que no tenían la menor idea de lo que hablaban, pero el cerebro lleno de hierba me evitó la desgracia. Igual lo de la medalla sonaba bien y también accedí, diciéndole que le daría una. ¿Qué se suponía que nos reconocieran? El culo evitativo, ni idea. Ahora mismo no estábamos aquí para juzgarnos. De hecho, si lo analizaba en retrospectiva, puede que Arata y yo siempre hubiésemos funcionado así. Él no me jodía, yo no lo jodía a él, y esa estabilidad se conservaba desde que nos conocimos. Tal vez, sólo tal vez, fuéramos el breve recordatorio de que no, en verdad no éramos tan hijos de puta como llegábamos a sentirnos frente al resto del mundo.

    No afirmó o accedió a mi propuesta, simplemente empezó a hablar. Nombró a Cay de inmediato, cosa que había sospechado, y mientras lo oía me pregunté hasta qué punto yo mismo le hacía bien a los demás. Aún si Emily insistía en conservar nuestra amistad, ¿no estaría mejor sin mi presencia? La idea hizo eco y se alejó, perdiendo forma. En definitiva llevaba un tiempo peleándose con Cayden, aparentemente había algo que el chico había callado y tuve el recuerdo repentino de aquel día en el pasillo, cuando Cay me presentó un escenario hipotético de lo más críptico y luego me confió sus inquietudes. "Es solo que pienso que están molestando a una amiga suya". Lo había dicho.

    Ni siquiera recordaba el nombre de la pelirroja, pero la tenía del campamento, de haberla visto algunas veces por ahí, y entonces las piezas se unieron entre sí. De ese receso era ya mucho tiempo, ¿no? ¿Se suponía que algo así había ocurrido de nuevo? Alguien molestándola y Cayden eligiendo no involucrarse, aún a sabiendas de que a Arata le importaba. Y Arata hablaba como si le tocara las narices sin justificación, pero ¿no la tenía? ¿Él también no tenía motivos para enfadarse?

    Me guardé las opiniones de momento y dejé que siguiera hablando. Había algo más, más pesado, y mis manos permanecieron suspendidas sobre sus costados al alejarme. Jamás imaginé que regresáramos a la muerte pero ocurrió, su padre había muerto y mi semblante se comprimió ligeramente. Tenía una vaga idea de su mala relación, no era que Arata fuera a extrañarlo, pero el hecho había logrado que su mamá se desplomara. Era, al fin y al cabo, una persona que en algún momento lo había amado.

    Esperé a que terminara, almacené todas mis pequeñas observaciones y dejé que corrieran algunos segundos de silencio.

    —Dale tiempo —murmuré, con la vista distraída en los botones de su camisa—. Es probable que tu mamá esté llorando al hombre que él alguna vez fue, no a quien tú conociste. El hombre del cual se enamoró. Es... su duelo, está enterrando a su propio fantasma. Dale tiempo.

    No le diría que lo sentía, no si era una persona que a duras penas podía haberse considerado su padre. En su lugar, regresé a sus ojos y le sonreí con calma.

    —Las cosas "cada vez peores" que le dijiste a Cay, y las "horribles" que le dijiste a Yuzuki —retomé—. Puedes ponerle los calificativos que quieras, pero sigue siendo tu visión de las cosas, Akkun, una visión cruzada por la ira de una muerte y la frustración de saberte inútil ante... bueno, lo que estuviese ocurriendo con tu amiga. Tu afecto es un poco impredecible y caótico, no lo negaré, pero ¿lo de Cayden no inició porque te sentiste... traicionado? ¿Porque calló cosas que debería haberte dicho? Y Yuzuki, bueno, no creo que tenga precisamente los modos o la lengua más suave del condado. Y a ninguno de los dos los detestas, ¿cierto? En el fondo harías lo que sea por ellos.

    Se me aflojó una risa breve.

    —Lo que quiero decir con todo esto... ¿No crees que te estás inmolando demasiado?
     
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    Visto desde fuera debíamos parecer unos estúpidos y lo éramos, pero quería decir, debíamos parecer más idiotas de lo normal. El mocoso me preguntó que si no eran las iguanas, que ladeara la cabeza le dio aspecto de cachorro confundido y ni siquiera pretendí tragarme la risa que me sacudió el pecho.

    —También, ¿pero no te sabes lo de los dinosaurios con plumas? Hasta yo tuve mi fase de mocoso al que le gustan los dinosaurios, no vengas a decirme que tú no.

    Él accedió a la medalla con la facilidad que había accedido a reunir firmar apenas llegó, incluso si eso significaba darnos un reconocimiento por ser unos evitativos de mierda, pero no creía que importara lo suficiente. Puede que ambos tuviéramos estos momentos de conciencia sobre nosotros de tanto en tanto, donde la pregunta sobre qué tanto bien le hacíamos a los otros surgía, pero volvía a la lógica de agujero y la cinta amarilla. No se podía hacer mucho y... ¿No separarlos de nosotros nos volvía irresponsables y egoístas? No tenía idea. Elegía no pensarlo porque no tenía tiempo para tantos dilemas morales a la vez.

    Solté la bomba del viejo muerto, noté que comprimió los gestos y quise reírme, pero al final no lo hice. Corrieron algunos segundos hasta que habló, lo escuché y distraje los ojos en las hebras celestes de su cabello bastante porque sí. Ko no me debía respuestas complejas ni nada, pero tampoco se quedaría callado, eso lo sabía.

    —Y por eso me fui a la mierda una cantidad de días que ya no puedo recordar, para dejarle su duelo quieto en vez de tener que verme a mí —repliqué con algo de molestia, no hacia él por supuesto—. No podría reclamarle una sola cosa a mamá, si tiene que llorarlo, pues que lo llore, ella conocía a Ryouta, yo no. La sujeté cuando recibió la noticia, me aseguré de llevarla a casa y solo allí desconecté. Ni siquiera recuerdo cachos de esa noche, incluso de antes de empezar a beber. Ahora solo queda esperar y ya, sin más, no es como que haya otra cosa que hacer.

    A mis ojos Ryouta era solo un maltratador hijo de perra, ni más ni menos, pero mamá lo lloraría quién sabe cuánto tiempo justo porque, como bien había pensado Sei y decía Ko, no sabíamos cómo había sido su vida antes. Si Ryouta siempre había sido un animal, si empezó manipulándola o desde el principio la controló con miedo, no teníamos idea. No lo sabíamos porque cuando pasó éramos pequeños, el recuerdo debía estar enterrado para mí que era el mayor, pero mamá nos había defendido del monstruo, pequeña y frágil como era, ¿pero qué había ocurrido antes? No lo sabíamos y no preguntaríamos.

    —Al final en todo esto, puede que Yuzu fuese la más inocente, no será la más tranquila del barrio y lo que sea, pero esta vez solo fue a buscarme porque uno de mis hermanos la llamó. Llevó comida a casa, los mantuvo tranquilos y luego fue por mí, eso no es un pecado y yo me le fui encima, la condené por amarme y ya. El otro mocoso... Es un poco lo mismo de antes, ¿por qué mierda le pido más de lo que puede dar de por sí? Si llevara un registro de las veces que se paraliza acabaría con un pergamino de dos metros y él acabaría sacándome otro del mismo tamaño sobre mis cagadas. Tengo derecho a haberme molestado, él lo sabe, yo lo sé, pero podría haber elegido otra forma de desquitarme, porque fue eso lo que hice y no lo voy a negar, esté en mi derecho de sentirme traicionado o no. Igual puede que solo lo esté pensando tanto porque el hijo de puta que soltó la bomba está ganando solo por el desorden resultante.

    Tomé un montón de aire por la nariz, fue una inhalación profunda, y exhalé de golpe. El confesionario como tal no llevaba a ningún lado, pero eso daba igual, no creía buscar soluciones, solo quería escupir las cosas que tenía atascadas y suponía que eso estaba bien. Era mejor que llevarme todo a la tumba como siempre.

    —En resumen, sí, me estoy inmolando demasiado y sé que no es lo que yo hago, aunque algo de conciencia de mí mismo no debería ser malo después de todo. No estoy trepando por las paredes, solo estoy pensando, ¿no te parece increíble? Me hago viejo, Ko-chan.

    La tontería la dije junto a una risa, porque me hizo genuina gracia, pero también para quitarle algo de peso al asunto. Luego estiré la mano, le di un toque en la frente con el índice y sonreí volviendo sobre algo que había dicho, porque no quise solo dejarme la idea en el interior de la mente.

    —Por ustedes. Haría lo que sea por ustedes —corregí antes de echarle los brazos encima de nuevo—. Sé que lo saben, mi familia, Yuzu, Cay, Sasha, Hikkun, tú. Sé que lo entienden incluso cuando más caótico se torna todo, no porque me lo deban, sino porque todos son esa clase de tontos.

    Tomé aire, busqué hundir una mano en el cabello de su nuca y lo acaricié con mimo. Solo hice eso un rato, en silencio, y lo apretujé una vez más.

    —Gracias por escuchar, Ko-chan. Y ya lo sabes, en este espacio anti-juz... ¿anti-juzgamiento? ¿Eso existe? Libre de juicios pues, también puedes contar lo que necesites cuando sea. Hoy, mañana, siempre.
     
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    Gigi Blanche

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    La verdad era que no recordaba haber tenido una fase de dinosaurios, no como los demás niños, al menos, por lo que sonreí y dejé el asunto correr. Si lo pensaba en retrospectiva había muchas cosas que no había compartido con la gente de mi edad. Mientras el resto jugaba a la pelota y hablaba de figuras de acción, mis ojos se desviaban a los canteros de flores y a las fotografías enmarcadas en los pasillos. También me quedaba analizando los inmensos mapas que colgaban de las paredes en las aulas. Recordaba preguntarme desde pequeño cuán vasto era el mundo, cuántas clases diferentes de personas, animales y plantas lo habitaban.

    Pensé que igual la solución ideal no habría sido desaparecer y beber como una cuba, pero obviamente eso Arata ya lo sabía. Obviamente la situación se le había ido de las manos y no me metería en semejante terreno fangoso. Cada familia reaccionaba y respondía como podía ante eventos tan desestructurantes y no tenía sentido emitir juicio desde afuera; ni siquiera desde adentro. Jamás me atrevería a criticar a mamá por el tiempo que había necesitado para recuperarse tras la muerte de Chiasa, incluso si fue la última en volver y en el proceso descuidó a sus tres hijos que aún vivían.

    Lo seguí escuchando en silencio, tranquilo. No tenía forma de quitarle lo que llevaba atorado en la cabeza, así que al menos valdría si se desahogaba un poco. Suponía que estaba bien en tanto se tratara, como él había dicho, de una simple reflexión. La idea era tomar los errores y aprender de ellos, no usarlos de excusa para revolcarse en la miseria sin más.

    —Todos nos hacemos viejos, a mí ya me duelen los huesos —bromeé.

    Recibí su toque en la frente, me mantuve en sus ojos y sonreí, asintiendo. No me había excluido de la fórmula por ningún motivo, sólo pretendí hacerle entender que así como él no abandonaría a Yuzuki y Cayden, ellos tampoco lo soltarían a él... o al menos era lo que creía, claro. Tal vez anduviese dando consejos de sabiondo considerando que me había separado del grupo y prácticamente no volví a tener noticias de ellos en años.

    Lo abracé cuando él me abrazó, apoyé la mejilla en su hombro y cerré los ojos, atendiendo a sus caricias. Volvió a hablar, entreabrí los ojos y murmuré un sonido afirmativo.

    —La condenaste por amarte, dices —retomé, desde mi posición—. ¿Qué le dijiste a Yuzu, Akkun? No tienes que decirme si no quieres, sólo... intento entender.

    Intentaba entender pues a mis ojos aún resultaba incomprensible de qué forma podía haberlos dañado tanto, a ella y a Cayden, como alegaba haber hecho.
     
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  9.  
    Zireael

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    Lo de la fase de dinosaurios era también una broma como todas las otras estupideces, los intereses de Ko no eran lo que se dice estadísticamente corrientes y a ninguno le había parecido un problema en ningún momento. Al final del día o quizás al final de nuestras vidas nos diéramos cuenta de que existíamos en esas diferencias, que en ellas luego encontrábamos a los demás, como si tras de ellos quedaran pequeños rastros de cómo eran. Era ir por la calle y ver cualquier tontería que te recordara a alguien, tan sencillo como eso.

    Bueno, canibalismo o no, el asunto de los dinosaurios, los pollos y las iguanas quedó atrás, dejándonos zambullidos en la conversación esta tan seria. Sabía que lo que había hecho no estaba bien, había angustiado de más a Seiichi, que era el que se había levantado y el que luego había tenido que llamar a Yuzu. Izu se dio cuenta mucho después y mamá ya no me pedía nada. Sin embargo, Yuzu me envió y estuve en la ceremonia, ya era algo o mejor que nada.

    En fin, Ko apoyó el asunto de la vejez y oírlo decir que le dolían los huesos me hizo imaginarlo con bastón. Pobre chico, a veces también parecía un viejo, pero viejo de alma quería decir, seguía teniendo carita de mocoso.

    —¿Te compramos medicinas abuelo? Digo, además de las plantas medicinales que tan amablemente compartiste conmigo hoy.

    La idiotez me hizo reír por lo bajo, luego hice la corrección y quise pensar que ninguno de ellos me soltaría, que Cay podía revolverse como un loco de tanto en tanto, pero el afecto le ganaba la pulseada todas las veces, y Yuzu no dejaba de ser la estúpida que adoptaba personas como si fuese su deber y Ko el que veía lo menos terrible de nosotros, que enfadarnos o distanciarnos no era el fin del mundo. Pasaba que también era lo bastante imbécil para pensar que Hikari siempre sería la clase de persona que evitaría que me ahogara en una tina, incluso si sabía que Hikkun siempre había sido diferente, que su vacío era demasiado grande. Que era un puto agujero negro.

    Habían dos extremos, uno era habitado por Kaoru y Yuzu.

    En el otro reinaba Hikari.

    Mantuve el abrazo ya en silencio, seguí acariciándole el nacimiento del cabello y parpadeé con pesadez. Lo oí volver sobre mis palabras, lo de que había condenado a Yuzu por amarme, y entonces me preguntó que le había dicho, aclaró que podía no decirle y que solo estaba tratando de entender. Se me ocurrió que tal vez todo parecía desproporcionado, pero sabía que a gente tan sentimental le pateaba el hígado.

    No contesté nada de inmediato, respiré despacio y los recuerdos, algo revueltos porque aunque no estaba tan borracho, tampoco estaba sobrio, me fueron alcanzando. Recordaba haberle preguntado algo a ella antes de estallar, me dijo que no me podía mentir y luego me fui por un tubo.

    —Me dijo que debía acompañar a mamá y mis hermanos, en la ceremonia quiero decir, y ahí me fui a la mierda. Le grité que estaba mal de la cabeza... Le grité muchísimo, que el amor no curaba nada, que vivía en un cuento de hadas y no sé qué. La llamé ingenua y estúpida por eso, por creer que el amor sirve de algo, no solo a ella, también a Kaoru y a Cay, ofendí a Kao en su cara, al muerto que no ha podido soltar en cuatro años, al que no soltará nunca porque es lo normal. Lo hice porque sabía que era allí dónde dolía y esperaba que así me dejara en paz.
     
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  10.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —La sociedad no debería casarse con la medicina hegemónica —solté de repente, colaba para la broma pero igual lo pensaba en serio—. Tener comprimidos a la mano es cómodo y rápido, pero la gente se olvida que la naturaleza nos provee casi todo lo que necesitamos. Palabras del anciano Ko-sama.

    No me refería a renegar de los avances de la ciencia en enfermedades complejas, evidentemente, sino a las cuestiones de consumo masivo. De todos modos eso fue todo lo que dije, pues tampoco planeaba activar el modo hippie y defender las alternativas holísticas que de por sí nadie había atacado dentro de esta suite presidencial.

    Conservando el abrazo me comentó con más detalle lo ocurrido entre él y Yuzuki. ¿Su reacción había sido desmedida? Pues sí, de ahí a hablar de condena creía que había un trecho grande. Quizá se refiriera a la reincidencia de sus... arrebatos, por ponerle un nombre, pero si a esto se le sumaba lo de su padre y un problema reciente con Cayden comprendería que no fuese capaz de analizar los conflictos desde una perspectiva menos fatalista. En definitiva, a Arata le pesaba porque sabía que arremetía para atacar, para que doliera. La ira lo cegaba demasiado y le concedía una precisión irónica.

    Si eso había ocurrido con Yuzuki, imaginaba que lo de Cayden sería similar. Él le había ocultado información, Arata lo supo, se enfadó y le disparó donde le dolía. Podían ser muchas cosas, sinceramente, era... un muchacho bastante sensible. Exhalé con cierta pesadez y me tomé varios segundos para desprenderme de su abrazo. Encontré sus ojos, le jalé despacito de la mejilla y la sonrisa, fugaz, se evaporó lentamente.

    —Imagino que a alguien como ella sí le dolería oír cosas así, tendrás que disculparte, Akkun —sugerí, y busqué su mirada—. En cualquier caso... No creo que sea lo normal. No soltar a Kaoru, quiero decir. Todos debemos soltarlo, eso no significa deshonrar su memoria.

    Le sonreí, fue un gesto bastante nostálgico.

    —Quizás alguien pensaría que no he podido soltar a Chiasa cargando mi guitarra a la espalda casi todos los días, pero no es así. Cada vez que rasgo las cuerdas, que canto frente a un cerezo y el viento agita sus pétalos, sé que la suelto un poquito más. Creo que la idea opuesta, la de aferrarse a un fantasma del pasado, sólo es una forma de morirnos con nuestros muertos. Normalizar algo como eso es... peligroso.

    Encontré su mano y le di un apretón firme.

    —No lo normalices, Arata.
     
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  11.  
    Zireael

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    Nuestro viejo Ko-sama de la nada se puso a hablar de medicina hegemónica y me quise partir el culo, porque que yo recordara no era una mente maestra académica ni una máquina de estudio, pero para esto sí salía con palabras como "hegemónica". Igual no hacía falta que defendiera los principios más hippie que pudiera encontra ni nada, en la suite respetábamos todo. Desde las pastillas hasta las hierbitas ancestrales, sobre todo las hierbitas ancestrales en realidad.

    Quizás el fatalismo no fuese porque temiera que todos se enojaran conmigo hasta el fin de los días, si no porque yo empezaba a sentir un desgaste mayor que el que había cargado antes. Cada día que pasaba sentía el cuerpo más pesado y oxidado.

    Sentí que Ko se desprendía del abrazo, así que relajé el agarre para permitírselo y me jaló la mejilla, lo que me hizo arrugar los gestos con molestia fingida. Su sonrisa se desvaneció y cuando habló me hizo algo de gracia irónica que dijera prácticamente lo mismo que Cayden en la piscina, era decencia mínima igual, pero no dejaba de ser algo graciosa la mononeurona. Ninguno había reaccionado mucho y llegaron a la conclusión rápidamente: pide disculpas. Sonreí, resignado, pues sabía que debía pedirle perdón a Yuzuki y no sabía por dónde empezar, pero seguí escuchando a Ko.

    No supe a que me referí yo con no soltar, porque cuando mencionó a Chiasa, la guitarra y como la dejaba ir un poco más cada vez, me detuve a preguntarme si Yuzu dejaba ir a Kao o no. Tuve que preguntarme si yo mismo lo dejaba ir, si lo había llorado como un desgraciado y luego me había perdido tres días. No sabía si el resto lo había soltado y no preguntaría, porque la respuesta me daba miedo.

    El resto, aunque no lo formuló así, me recordó que Yuzu había dicho algo de que no dejara ganar a Ryouta incluso muerto y acabé entendiendo que lo que quería decir era que no me muriera con él, incluso si el viejo me importaba tres mierdas. Lo resentía por mamá, ¿pero no era el resentimiento también una forma de morir?

    Me zafé de la mano de Ko despacio, encontré su rostro con las mías y le estrujé las mejillas, permitiéndome una risa liviana. Solo a nosotros se nos ocurría tener esta charla en un baño, quería decir, en la suite presidencial. De todas formas, recordé que Yuzu me había pedido que no desacreditara el afecto de los demás, el de Ko incluido. No le importaba si le decía a ella hasta de lo que iba a morirse, ¿cierto? Solo quería asegurarse de que no terminara en un agujero o en un callejón como el idiota de mi padre, porque yo tenía una familia y amigos todavía.

    Que no normalizara la peor versión de todas las historias.

    —No tengo pensado morirme con el estúpido de Ryouta y ya es tarde para morirme con Kao —contesté con cierta firmeza y le estiré las mejillas, ligeramente divertido—. Sé que tengo que disculparme y que no debería pasar por normal irnos al agujero con los muertos. Das opiniones de viejo, ¿lo sabes? Bueno, obvio que sí, si te duelen los huesos, pobre Ko-chan.

    Le dejé las mejillas en paz, pero arrastré los dedos para acariciarle el pelo de nube y le aparté algo del cabello que le enmarcaba el rostro. Solo repasé sus facciones, ni supe por qué, pero había notado la nostalgia en su sonrisa de antes.

    —Creo que se aliviarían —dije un poco al aire—, al saber que poco a poco podemos soltarlos y dejarlos volar.

    Solté el aire por la nariz, bajé las manos a los hombros de Kohaku y lo zarandeé sin fuerza real. Quizás no fuese la sesión de terapia más efectiva, pero entre la hierba y confesiones, algo de peso debía reducirse.
     
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  12.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su sonrisa sabía a resignación, entendí que era algo que ya sabía y que, supuse, planeaba hacer. Confiaba plenamente en que Yuzuki lo perdonaría si se disculpaba con honestidad, después de todo había tenido siempre una marcada inclinación por cumplir un rol materno dentro del grupo. Tal vez no para mí, quizá porque no lo necesitara, pero los recuerdos de aquella época, las cosas que veía, permanecían frescas. Y una madre siempre perdonaba a sus hijos, ¿no?

    Me estrujó las mejillas, a lo que solté el aire por la nariz y sólo para bromear fruncí el ceño. Arata estaba apagado, lucía cansado, pero si aún podía reírse de esa forma sabía que todo estaría bien. Daba igual su vínculo afectivo con su padre, seguía siendo el tipo que lo trajo al mundo y era entendible que su muerte desestabilizara la estructura. Ya pasaría el temblor.

    La firmeza de su declaración no me pasó desapercibida y decidí confiar en ella. Gruñí bajito al sentir el jalón de mejillas y descansé ambas manos en sus muñecas, pero sin realmente apartarlo; después me reí con calma. Sabía que tenía alma de viejo, o que como mínimo me desviaba con ganas del estándar. Veía y oía a la gente a mi alrededor y era consciente de que me costaba entenderlos. Había aprendido a fundirme entre ellos y pasar desapercibido, pero ¿me sentía parte? ¿Lo había hecho alguna vez? La pregunta permanecía sin respuesta al fondo de mi cabeza. Tenía amigos, me divertía a su alrededor y los apreciaba.

    Y, al mismo tiempo, la distancia parecía irremediable.

    —¿Te piensas que la hierba es recreativa? —bromeé, forzando la voz más rasposa—. La hierba es para los huesos, jovencito, ¡los huesos!

    Me desprendí de sus brazos en cuanto arrastró los dedos entre mi cabello, fue una sensación agradable y parpadeé más despacio. Su idea me renovó la sonrisa y asentí apenas.

    —Nadie que nos haya amado querría que desperdiciemos nuestra vida abrazados a su recuerdo, pues al final del día lo hacemos por nosotros mismos, ¿no? No por ellos. Sus nombres sólo nos sirven de excusa.

    Era sencillo designar objetos de culpa y arrepentimiento para caer una y otra vez en los mismos agujeros, en especial aquellos que no pudieran enfadarse, ni ofenderse, ni objetar nada. Quizá fuera un poco cruel de mi parte pensarlo así, por eso no lo decía con frecuencia, pero lo creía de verdad.

    Arata me zarandeó, arrancándome una sonrisa floja, y también respiré hondo.

    —A veces me siento más cercano a ti que a los demás —murmuré de repente, no lo pensé como una confesión, sino como una reflexión—. Suena hasta irónico, pero creo que, en general, eres capaz de entenderme mejor que el resto. Tengo cabeza de viejo, el sentido de pertenencia se me hace complejo, no termino de expresar mis emociones nunca y muchas veces me tratan como si... como si fuese una existencia atípica. ¿Tal vez lo sea? No pretendo ser como el resto ni ser diferente, ni ser frío ni ser cálido, ni ser cercano ni lejano. En definitiva podría resumirse en eso: un constante estado intermedio.

    ¿A qué venía el pequeño discurso? No tenía un motivo concreto, sólo me había apetecido desarrollar la idea conforme avanzaba. Siempre me había sentido cómodo con Arata, no por una noción de indiferencia, sino porque no me juzgaba, porque sabía trazar una sana distancia entre los problemas de los demás y los propios.

    —Algunos dirían que nuestra amistad es una mierda, hablando cada diez años y no involucrándonos demasiado —agregué, junto a una risa ligera, y acomodé una mano al costado de su cuello—. Pero tú y yo sabemos perfectamente que eso no es verdad. La amistad también es esto, esta honestidad y estos pequeños gestos, da igual el tiempo que pase.

    Le sonreí con un poco más de entusiasmo y le palmeé el cuello suavecito.

    —Y como te conozco hace tanto, me doy cuenta que estás creciendo. Tal vez te sigues clavando las cagadas, pero reflexionas en torno a ellas e incluso lo hablas con otras personas. Es un proceso lento, pero un proceso al fin y al cabo, y es un momento de mierda, pero ya pasará. —Suspendí una pequeña pausa para enfatizar lo siguiente—. Créeme, ya pasará.


    no sé si volveré a postear soooo por las dudas cierro por acá <3 hacía mucho que no los roleábamos so it was nice
     
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  13.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No creía tener opción más que seguir adelante, como siempre, se enojaran todos a mi alrededor o se muriera quien se muriera, el camino que seguía no tenía la opción de detenerse ni de retroceder. Puede que me atuviese demasiado a que tarde o temprano las personas olvidaban su molestia, pero cuando se tenían pocas amistades cercanas a veces uno se aferraba a esa clase de cosas. Igual a todo el mundo le sucedían sus propias tragedias, quizás lo que importaba en realidad era que cuando colapsábamos pudiéramos acudir a alguien.

    Porque cuando era de vida o muerte volvíamos, incluso si tardábamos años.

    El gruñido bajo de Ko me hizo reír, noté que descansaba las manos en mis muñecas y lo dejé estar. A veces, las pocas veces que pensaba quería decir, reconocía lo que debían ser mis propios defectos o los ajenos, también otras cosas, y puede que en este espacio todos habitáramos diferentes grados de distancia que nunca se recortaba. Los motivos eran tan variados que era inútil enumerarlos, pero la reconocía, al menos en mí mismo.

    Y como a veces era una ventaja para luego asimilarse a una condena.

    —Iba a decir que si te detiene la policía no va a creerte que sea para los huesos, luego me acordé que con esta cara —dije picándole las mejillas antes de dejarle el rostro en paz—, la policía ni siquiera te mira cuando le pasas al lado.

    La suerte de mimo que le hice después lo hizo parpadear más lento, renovó la sonrisa y asintió. Su idea me regresó a la duda de si dejábamos ir, porque era posible que todos fuésemos egoístas en determinados momentos, pero era una forma de verlo. Podría ser descabellado, pero creía que Kao había construido el castillo esperando que, si él faltaba, nadie se quedara mirando un trono vacío. Confiaba en que podíamos cuidarnos entre nosotros, tarde o temprano, solo debíamos crecer y madurar.

    Esta vez yo asentí, no añadí nada más respecto a eso y después de zarandearlo me soltó un discurso al que atendí con cuidado, seguro no le habría sonado a confesión, pero a mí me valió como una y sonreí con calma. Hasta cierto punto entendía que Ko se sintiera más cercano conmigo, pero suponía que algún otro podría ponerlo en palabras más finas que yo.

    —Eso o tienes, ¿cómo era? Síndrome de Estocolmo —reboté para que tampoco sonara todo tan serio—. Incluso si vives en un eterno espacio intermedio, creo que es valioso que aún así intentes comprender a los demás, porque sé que lo intentas y a tu manera lo logras. Los amigos que tienes no se quedarían si no se sintieran comprendidos y queridos por ti, si te percibieran demasiado lejos como para poder tocarte. Eso me incluye, sin importar que visto desde afuera seguro parezca una amistad de mierda como dices, pero es nuestra y ya.

    Reflejé un poco del entusiasmo de su sonrisa, el idiota decía que notaba que estaba creciendo y yo todo lo que hacía era sentirme más cansado. Suponía que crecer era eso, nada más, y era entre decepcionante y para nada sorprendente. Estiré la mano, le pellizqué la nariz entre dos dedos y me reí.

    —Ya pasará —repetí, él creyera que lo necesitara o no—. Tú también te haces más viejo de lo que ya eres en el alma. Tal vez no lo veas o te mandes una cagada y dudes de la forma en que haces las cosas, pero sigues creciendo. Somos imperfectos, todos, pero puedo mirarte y sentirme orgullo de ti.


    por acá cierro yo también ofcourse, muchas gracias por caerme <3 mi pendejo y yo queremos mucho a ko-chan
     
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  14.  
    Amane

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    Kohaku sonó hasta orgulloso cuando admitió que ya le habían dicho lo de ser mala influencia y yo, claro, no pude evitar reírme con evidente diversión por todo el asunto. El cabrón era bastante gracioso... me preguntaba cuánto de todo ello sería mérito de la droga, to be honest. Anyhow, el muchachito tuvo tiempo de recoger sus cosas antes de que empezara a arrastrarlo hacia abajo y por lo tanto, durante la mayor parte del trayecto, mi única prioridad fue mantenerlo de pie mientras caminábamos.

    No fue hasta que alcanzamos un punto más o menos seguro que me giré para poder hablarle al oído y, debía admitirlo, lo que Kohaku recalcó nada más separarme me pilló completamente desprevenida. Tanto así que no pude hacer nada por reprimir la carcajada que todo aquello me causó, sin poder distinguir bien si me había hecho más gracia su apunte sobre mi estatura o el hecho de que eso tuviera algo que ver con mi intento de ligármelo.

    —¿No puedes solo gustarme? —cuestioné, ladeando la cabeza y haciendo un pequeño mohín de labios para remarcar mi punto—. ¡Pero tengo muchos kinks! So who knows? Maybe~ —añadí, con un aire risueño renovado, y aproveché la cercanía que aun manteníamos para picarle apenas la mejilla.

    Después de eso, me cedió el paso al interior del baño con una especie de reverencia, por lo que tuve que agradecerle el gesto con una inclinación suave de cabeza, justo antes de volver a engancharme de su mano para llevarlo conmigo. ¡No podía dejar que caminase solo! ¡Era demasiado peligroso! Fue gracias a mí que llegamos sanos y salvos al último cubículo, de hecho, y una vez dentro, no tuve mucho reparo en liberarlo una vez estuvo a la distancia perfecta para dejarse caer sobre la tapa del inodoro; cerré la puerta a mi paso y me senté en su regazo, porque a aquellas alturas, ¿qué más daba ya?

    >>Que sepas que me has dejado con ganas de más, cariño~

    ¿Con el beso o con el porro? Vaya uno a saber....
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —¿Tú? No —repliqué al instante, sin perder la sonrisa floja que bailaba en mis labios.

    Se me estaban deslizando desde los pensamientos intrusivos hasta los prejuicios. No era ningún santo ni un iluminado, probablemente la única diferencia fuera que sabía callarme mejor que el resto, pero las ideas se formaban y permanecían suspendidas al fondo de mi mente. Welsh me había dado esa impresión desde que hablamos por primera vez, que era la clase de chica que batía las pestañas para conseguir cosas. ¿Estaba mal? En absoluto. Eso no quitaba que probablemente viera alguna clase de beneficio en liarse con el camello. Sonaba a un plan redondo, ¿no?

    En su lugar tal vez haría lo mismo.

    Entrecerré el ojo cuando me picó la mejilla y finalmente la invité a pasar a los baños. Recordé la estupidez de los aposentos reales del día anterior, me reí en voz baja y me dejé arrastrar hasta que acabé sentado en un retrete. Parpadeé con fuerza, ajustando la realidad al nuevo entorno reducido, y fui estúpidamente consciente del peso de la chica sobre mis piernas. La sensación me corrió por el cuerpo, lanzándome pulsaciones de calor, y descansé las manos en sus caderas. Volví a pestañear y alcé el rostro, el azul de sus ojos lucía tan opaco como intenso. Era curioso.

    Su comentario me estiró una sonrisa, la acaricié con los pulgares y eché el torso hacia atrás, dándome espacio para volver a sacar el porro y el encendedor de mi bolsillo... o sea, de cualquiera de los bolsillos donde los hubiera lanzado. Me llevé el cigarro a los labios, lo sostuve entre dos dedos y le di una profunda calada tras quemarlo. Inhalé por la nariz, sostuve ambas cosas en una mano y alcé la otra hasta enredarla en el cabello de su nuca, instándola a agacharse. Me estiré, cada sensación se intensificó, no podía obviar su peso contra mis piernas y tras dejarle el humo me empujé contra su boca. Dejé su pelo en paz, arrastré la mano por el costado de su cuerpo y la realidad se licuó por completo.

    No tenía idea cuánto tiempo llevábamos allí, a gatas sabía dónde estábamos, la cabeza se me dio vuelta y entreabrí los ojos, confundido. Me separé de sus labios sin pretenderlo realmente, los brazos me pesaron y lo último que creí registrar fue el azul de sus ojos y la dureza de la pared antes de desvanecerme. No estaba completamente fuera de juego, pero el cuerpo dejó de responderme como antes y sentí lo que parecía un sueño absurdo.
    El porro y el encendedor acabaron en el suelo.

    the fUCKIN ODDS REALLY JASJAJSJAJ
     
    • Gracioso Gracioso x 1
  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Pretendí hacerme la ofendida ante su acusación tan gratuita, llevándome la mano hacia el pecho y dejando salir un gritito ahogado que apenas pude reprimir, antes de negar con la cabeza un par de veces, sustituyendo mi expresión por una de pura decepción. ¿Así que esa era la fama que tenía en la cabeza del muchachito? ¡Pues qué feo! No era que estuviera específicamente encaprichada con él, pero tampoco tenía ningún motivo ulterior. Se había cruzado por mi camino y había tirado mi ficha, como hacía con cualquier chico; si acababa rascando algo de hierba... bueno, ¡era un beneficio extra por los servicios, nada más!

    Sea como fuere, acabamos bien cozied up dentro del cubículo, con el chico incluso apoyando sus manos sobre mis caderas. El gesto no me pasó para nada desapercibido, claro, y me sonreí con cierta cuota de satisfacción al sentir sus caricias en dicha zona, todo mientras seguía sus movimientos con toda la atención de mi mirada. Encendió de nuevo el porro y yo esperé pacientemente, hasta que su mano libre se enredó en mi cabello para atraerme de nuevo en su dirección. ¿Iba a mentir y decir que toda la estupidez no me estaba poniendo estúpidamente cachonda? Pues no, porque la realidad era que lo estaba y bastante.

    Acepté el humo primero y sus labios después, deslizando las manos por su torso hasta alcanzarle los hombros y dejándome llevar por su ritmo sin ninguna clase de problema. Estaba bien concentrada con el beso en cuestión, por lo que su repentina separación me resultó muy evidente; mi primer instinto fue fruncir el ceño en completa confusión, pero cuando finalmente pude abrir por completo los ojos... God, no supe cómo pude mantener la relativa calma que conseguí mantener.

    —¿Kohaku...? —murmuré, alzando una mano para darle un par de golpecitos ligeros en la mejilla—. Hey, this is not funny, c'mon... —seguí pidiendo en voz baja, en algún punto teniendo que acercar la mano a su nariz para comprobar que seguía vivo—. Fuck.

    Me levanté de golpe, mirando alrededor con una cuota de preocupación que no creía haber sentido en mi vida. Yo solo había querido asegurarme un polvo, ¿cómo coño había acabado metida en ese lío? Apagué el cigarro que se había quedado en el suelo con la punta del pie y cogí el resto, junto al mechero, para guardármelo en el bolsillo. Después de eso salí del cubículo, con paso acelerado, y me mojé las manos con agua fría, volviendo con el chico para seguir intentando despertarle de alguna manera. Lo lógico era llevarlo a la enfermería, ¿no? Pero primero tenía que ser capaz de mover el culo, porque yo sola no podía.

    >>Kohaku, despierta, por favor. Sé que voy de malota, pero no quiero acabar en la cárcel, ¿sabes? ¡Soy demasiado bonita! ¡No me hagas eso!

    desde luego que nunca nos aburrimos juntas JAJAJA
     
    • Gracioso Gracioso x 1
  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No me enteré de absolutamente nada hasta que sentí algo frío y húmedo contra mi rostro, lo cual me hizo fruncir el ceño y, al menos, atiné a recoger las manos sobre mi estómago. La voz de Alisha... o la voz de alguien, al menos, se coló distorsionada y haciendo eco, y llegué a entender la última parte. Rescaté la idea de la cárcel y que era demasiado bonita. La estupidez me aflojó una risa nasal de la cual siquiera fui consciente y entreabrí los ojos. Todo estaba borroso y se apagaba de a ratos.

    —Oye, calla un poco... —balbuceé, quejumbroso, e intenté acurrucarme (¿o algo así?) en mi lugar.


    i have no idea what im doing JAJAJA im just rolling
     
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  18.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Alisha 2.png

    Resoplé con fuerza en cuanto escuché al chico mandándome a callar, permitiéndome erguir el cuerpo mientras el ceño se me fruncía de nuevo, pues vi como pretendía acurrucarse sobre el inodoro como si nada. No me lo iba a tomar como algo personal, teniendo en cuenta que claramente no estaba del todo consciente, ¡pero qué valor! Había conseguido despertarlo un poco, al menos, ¿pero cómo coño iba a llevarlo a la enfermería así? Incluso con el deporte que yo hacía, ¡no era tan fuerte! Y no podía dejarlo ahí, tampoco... no era tan mala persona, al fin y al cabo.

    Suspiré, saliendo del cubículo, y asomé la cabeza por la puerta principal del baño. Había un profesor dando vueltas por ahí, pero tuve la suerte de que justo estaba a punto de bajar las escaleras y pude pasar desapercibida por el pasillo, adentrándome en mi aula con la esperanza de encontrar... algo o alguien que pudiera ayudarme. And well, what a lucky gal I was! De todas las personas que podía haber encontrado, Kakeru posiblemente era una de las mejores. ¡Yo lo había presenciado! Lo fuertote que estaba, quería decir. Entre los dos íbamos a poder llevar a Kohaku a la enfermería sin demasiado problema (I hoped!).

    —¡Kakeru! —exclamé al alcanzar el pupitre donde estaba situado, intercalando un par de miradas entre él y el estiradito con algo de confusión—. Eh... perdón por interrumpir vuestra cita o lo que sea, but I need your help! Es urgente, c'mon!

    Como bien podía adivinarse, no esperé para nada que el chico pudiera responderme algo y simplemente lo agarré del brazo, arrastrándolo hacia el baño con toda la prisa que pude sacar en el momento. Llegamos al cubículo del final y lo solté por fin, señalándole justo después a Kohaku con los brazos estirados; los dejé caer después, en un gesto de total derrota.

    >>Se ha fumado dos porros y un poco más... look at him! Había pensado llevarlo a la enfermería... ¿crees que podríamos? ¡Tú estás fuerte! ¡Me acuerdo del otro día!

    mess? yes, that's our second name, thank you very much
     
    • Gracioso Gracioso x 1
  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kakeru 2.png

    Kou había acabado ofreciéndome parte de su almuerzo tras ver que planeaba sobrevivir el resto del día a base de... dos onigiris de atún y poco más. Le estaba contando algunas experiencias random del campamento, de la prueba de valor en su mayoría, cuando el clima de la 3-1 se cortó de repente ante la apresurada intromisión de alguien. Giré el torso, notando que se trataba de Alisha, y por un segundo tuve la sensación de que estaba al horno cuando reparó en mí y se vino casi corriendo.

    —¿E-eh? Pero... —atiné a decir cuando ya me agarraba del brazo, mirando a Kou.

    El chico había bajado la vista un instante y suspiró.

    —Descuida, hablamos otro día —murmuró, no sabría decir si molesto, pero contento seguro que no.

    Arrugué un poco el ceño y me despedí sobre la marcha, cediendo a las intenciones de la chica. Parecía genuinamente agobiada y por un segundo sentí un chispazo de preocupación, ¿podía haber ocurrido algo grave? No entendí nada en cuanto nos metimos en los baños, y aún menos cuando me señaló a Kohaku con ambos brazos, entre indignada y frustrada. El muchacho estaba prácticamente encastrado en el espacio entre el retrete y el divisor y parecía dormido, o desmayado, ¿o muerto?

    Miré a Alisha, luego a Kohaku, y de regreso a Alisha. Estuve por preguntarle qué coño había pasado para que ambos estuvieran aquí pero... la verdad, no sabía si quería saberlo. Al menos Ko se veía perfectamente vestido. Suspiré, un poco estresado, y avancé para acuclillarme frente a él.

    —Eh, Ko —lo llamé en voz baja, dándole palmaditas suaves a la mejilla; tenía el costado de la cabeza apoyado contra el divisor—. ¿Tierra llamando a Ko? ¿Qué mierda hiciste, hombre?

    Ni una señal de vida. Lo había visto puesto que te cagas una buena cantidad de veces, pero no imaginé que sería capaz incluso dentro de la escuela. Me incorporé y medio giré el cuerpo hacia Alisha. Aún si lo llevábamos a la enfermería, ¿qué haríamos luego?

    —Pues nada, intentaré sacarlo de aquí y cargarlo.


    El lugar y la disposición eran incómodas que te cagas, lo analicé mientras me arremangaba la camisa. Le busqué los brazos, jalé un poco e hice fuerza hasta subirlo al retrete. Allí lo sostuve para que no se cayera hacia los lados y me coloqué a un costado, haciendo los malabares necesarios para agacharme y engancharlo de las piernas y la espalda. Una vez fuera del cubículo, con más espacio de maniobras, lo senté en los lavabos y le pedí ayuda a Alisha para finalmente cargarlo a caballito en mi espalda. Me pareció que así sería menos sospechoso que si lo llevaba como princesa desmayada.

    Que era, básicamente, su estado.

    —Fíjate que no haya profes en el pasillo —le pedí a la chica, levemente agitado, acomodando al saco de papas sobre mí de un salto breve.
     
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