Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Al empezar a caminar no giré el rostro en su dirección, por lo cual no noté que su sonrisa iba desvaneciéndose. Fue al oír su invitación que mis labios se curvaron en una pequeña mueca y le lancé un vistazo de soslayo, breve y conciso.

    —Últimamente compro siempre el de naranja, es simple pero efectivo.

    No me apetecía que pagara por mí, aunque tampoco quise verbalizarlo; lo sentía innecesariamente chocante. Tras alcanzar la máquina y ver que sacaba su monedero, me mantuve atenta a sus movimientos y sólo toqué su muñeca con calma antes de que introdujera la segunda tanda de monedas. Le sonreí, fue un gesto genuino aunque no muy grande, y me pregunté de dónde nacía mi negación. A veces la cabeza funcionaba de formas extrañas, aún si desde mi posición esta historia ya era conocida. La noción de deuda se expandía en direcciones impredecibles bajo las condiciones precisas e incluso aquí, frente a una chica aparentemente inofensiva, podía surgir el impulso de no querer aceptarle ni un zumo de cien yenes.

    Saqué mi propio monedero, entonces, y luego de que ella eligiera su bebida me dispuse a hacer lo mismo. Su pregunta no me sacudió ni me sorprendió, murmuré un sonido afirmativo y presioné el botón del zumo de naranja, esperando a que cayera.

    —Algo así —respondí, tranquila, aunque también un poco desconectada, y tras volver a erguirme giré el rostro hacia ella—. De todos modos viniste a hablar de eso, ¿no?


    Mantuve la vista puesta en sus ojos, a la espera.
     
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    No era que tuviera que aceptar mi invitación tampoco, de hecho ahora entendía que Anna no tenía por qué querer aceptar nada que viniera de mí, pero cuando me interrumpió antes de que metiera la segunda tanda de monedas la duda que sentía aumentó de tamaño a una velocidad que me resultó prácticamente violenta. Me limité a elegir un jugo de manzana, lo tomé y retrocedí, dejándole el espacio, y seguí pensando sin quererlo en verdad. Incluso sin toda la sarta de confesiones de Altan de los últimos días, tampoco era que hubiese sido una buena amiga desde antes, ni siquiera sabía si podía usar la palabra y esa noción se extendía desde Anna hasta a Adara, Bleke y Kashya. Puede que siguiera y siguiera, hasta que le perdiera el rastro.

    También tenía cosas de las que hacerme responsable.

    Me quedé aparcada junto a la máquina, hice la pregunta y observé la caja de jugo en mi mano largo y tendido. Ella hizo un sonido afirmativo, yo seguía mirando la caja y su voz tranquila en comparación a lo que estaba afirmando me resultó, por alguna razón, incluso más antinatural. Alcé la vista cuando percibí que giraba el rostro hacia mí y comprimí los gestos ligeramente sin darme cuenta.

    —Yo... sí. —A la afirmación le faltó convicción y no supe por dónde o con qué empezar, en vista del apunte directo. Giré la caja en mi mano para rascar el costado donde traía la pajilla, el gesto fue nervioso y lo detuve apenas notarlo—. Él te contó todo, según me dijo, imagino que visto desde fuera debo parecer ciega y tonta como para no haberme dado cuenta. Es mi amigo, lo ha sido mucho tiempo, no puede ni será de otra manera nunca.

    Vaya sentencia, ¿por qué venía a dársela a ella?

    —Esperaba que tuviera la iniciativa de buscarte, de hablar contigo. Hasta después le expliqué que tú habías hablado conmigo. —Pasé saliva, respiré y allí dudé, por fin, del orden de los pasos. Me pregunté por qué haber sabido de dónde vino el impulso podría, a mis ojos, haber cambiado la naturaleza del intercambio entre ellos—. No hablé contigo primero por esperar lo que él haría. Lo siento.
     
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    Gigi Blanche

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    Quizá no antes, pero al verla directamente tras responder su pregunta casi sin pestañear noté, o creí notar, lo nerviosa que debía estar. Lo habíamos hablado en la piscina, ¿verdad? Era por esto, de hecho, que su situación con Altan se había tornado tan extenuante. A mí me ganaba la ansiedad y más temprano que tarde acababa lanzándome encima de las personas, era una mera medida de supervivencia personal, pero había gente que existía al otro lado de la métrica. Tenía que valorar que hubiese decidido esperarme junto a mi casillero, lo sabía. Lo sabía.

    Quería sentirlo también.

    Bajé la vista brevemente a sus manos al notar que giraba el jugo, y en cuanto volvió a hablar regresé a su rostro. La bebida se sentía fría en mis propios dedos. Lo primero que buscó hacer fue... tranquilizarme, supongo. Así como Altan ayer me afirmó que sólo le interesaba yo, aquí estaba Jez negándome la posibilidad de interesarse por él nunca. ¿Se podía aseverar una cosa así, de todos modos? Bueno, quizá daba igual ahora mismo. Lo que sintieran o dejaran de sentir escapaba a mi control. Siendo honesta, tampoco estaba segura de querer recibir una "tranquilidad" así por parte de ella, no cuando era lo único que podría decirme al decidir abordar el tema.

    Altan se lo había confesado hace ¿cuánto? ¿Un par de días, máximo? ¿Tan segura había estado toda la vida de que no le gustaba? ¿Por qué?

    —Para ser ciega y tonta, tendría más sentido que ahora no supieras ni en qué dirección está el baño —repliqué, conservando la calma—. Quiero decir, si fueras tan ciega y tonta, ¿podrías hoy asegurarme una cosa así con semejante convicción? ¿"Jamás lo veré de otra manera"? —Bajé la vista a mis pies un instante y volví a ella—. Pero si no lo eres, y supiste toda la vida que Al no te gustaba, ¿realmente estabas tan ajena a sus sentimientos?

    De un instante al otro pensé que quizá la forma en que estaba diciendo las cosas podía sonar más severa de lo que era y busqué corregirme.

    —No me malentiendas, no te estoy juzgando ni criticando, sólo te lo digo por si... te sirve pensarlo así. Debes tener una ensalada en la cabeza y no quiero que me sueltes las cosas que crees que necesito escuchar. Lo cierto es que no necesito escucharlo, no de ti, al menos. Ya son meses sabiendo lo que Al ha sentido por ti toda su vida, tuve mi tiempo para procesarlo y aceptarlo. O intentarlo, al menos.

    Llevé mi jugo al frente, lo sostuve con ambas manos y lo presioné ligeramente. La explicación de por qué omitió nuestra charla de la piscina me resultó enredada y obtusa, tanto que acabé frunciendo el ceño en un intento concienzudo por comprenderla. Repetí sus palabras en mi cabeza varias veces y al final me rendí. Si ella lo había creído necesario o correcto no tenía motivos para condenarla por ello. A decir verdad, mi molestia nacía de otra parte. No necesitaba escucharla jurándome que jamás se enamoraría de Altan, pero...

    —Eso sí necesitaba escucharlo de ti —admití, y sentí un retazo de vulnerabilidad enredarse en mi cuerpo; me mantuve firme pese a ello, aunque la tranquilidad comenzó a flaquear—. O me habría gustado, al menos. ¿Por qué Altan tenía que hablarme de su conversación contigo, de todos modos? Eso no me concierne. Aprecio que sea honesto conmigo pero no tiene que contarme de cada respiración que da. Si esperaba saberlo de alguien era de ti, no de él, porque lo hablé contigo, no con él. —Sentí un chispazo de impaciencia y me removí en mi lugar—. Vaya, que lo habría entendido si me decías que al oír la confesión de Al te cagaste en las patas y no supiste ni cómo verme a la cara, a mí en tu lugar me habría pasado eso, ¿pero esto? Perdona, no le veo mucho sentido. Suena enredado y...

    Prefabricado.

    —... y extraño —completé, soltando el aire un poco de golpe—. ¿Estás diciéndome la verdad, Jez?
     
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    La voz de Anna me sonó extrañamente lejana y sabía que no era ella, quería decir, no eran sus emociones las que estaban haciendo que me separara del espacio, eran las mías. Estaba nerviosa, pero también sentía miedo e incomodidad, sentía las palabras de Altan en la espalda y me pregunté para qué diablos había elegido confesarse ahora tantos años después. La sola pregunta fue egoísta, pues lo que para mí parecía haber ocurrido hace tiempo, para él se había mantenido fresco.

    ¿Por qué estaba condenando lo que debía ser su liberación?

    El equivalente de exorcizar un demonio.

    Lo presioné, me hizo ver todo lo que había ignorado y entender que en ese tiempo mis ojos nunca se habían desviado en otras direcciones, cuando los de él sí. ¿Era anormal de mi parte? ¿Ingrato? ¿Cruel? Siempre fue bueno conmigo y yo, ¿qué hice? Al recibir una verdad construida en un periodo de tiempo extendido ni siquiera pude crear la imagen mental de la posibilidad.

    La pregunta de Anna repicó, chocó en las paredes y volvió a mí, haciéndome cuestionarme algo que no había pensado entonces: la posibilidad de que no estuviese ciega, sino que me hubiese cubierto los ojos a voluntad por tanto tiempo que el proceso de automatizó. Fue una suerte de realización y la saliva al fondo de la garganta me supo extrañamente amarga. Anna no estaba siendo brusca, tampoco la percibí grosera, pero sus palabras eran contundentes y en cierta forma más claras que mis propios pensamientos, mucho más nítidas, pero también intensas.

    Volví a rascar el costado del jugo al oírla decir que eso sí necesitaba oírlo de mí y entonces me cuestioné si no había enviado a Altan, de hecho, como un escudo porque me consideraba incapaz de iniciar esto yo. Solo pensarlo alejó más la voz de Anna, así que tuve que concentrarme de más en permanecer allí, en no desconectar quería decir.

    —¿La verdad? —repetí como si toda la frase me hubiese sonado extraña, arrugué las facciones de nuevo y entonces algo cayó, no supe bien el qué.

    Era escueto, desordenado y caótico, pero aunque no podía comprender del todo lo que sentía alrededor del asunto o rechazaba partes más nucleares porque rompían con lo que consideraba la base de mí misma, no me atrevería a decir que era mentira. En su defecto, de repente me pareció una proyección muy quebrada de lo que yo habría esperado y allí, claro, existía el error. En el camino de por sí confuso había tropezado con mis propias emociones de forma más abrupta que al dudar sobre acciones del día a día.

    —No creo siquiera que haya una selección de palabras que quieras escuchar. —Mis nervios habían girado en otra dirección, recuperé algo de firmeza, pero la incomodidad no me la quitaba ni Dios y tenía que aceptar que sentirse así también era normal, que era esperable—. La confesión de Altan lo que hizo fue llenarme el cuerpo con el miedo de ser un obstáculo, de estorbar y complicar algo que ya de por sí era un lío. Es ilógico, supongo, cuando el obstáculo lo fui antes de saberlo siquiera.

    Era el fantasma en la vida de Altan.

    —Puede que lo haya esperado porque me parecía importante aunque tengas razón en que no debe contártelo todo, pero también porque a mí me daba miedo, ambas nociones existen juntas, lo que es horrible. No tienes por qué aceptar ninguna en realidad —retomé entonces, sentía los dedos fríos—. Dices que necesitabas oírlo de mí y no pasó, ahora entiendo que no sucedió ni hice lo que correspondía porque de repente venir a darme cuenta de esto hizo un desastre que no pude ordenar. No necesitas que valide tu molestia ni hay que aplaudirme por un esfuerzo mínimo, aún así te pido disculpas, sinceras, por no haberlo hecho porque te valoro. Sé que tampoco tienes por qué aceptarlas si no te parece bien o si es demasiado extraño o desordenado o cualquier otra cosa.
     
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    El discurso de Jez seguía resultando extraño a mis oídos, como si se estuviese enredando en algo que, al final del día, realmente no era tan complicado ni tan mortal. Éramos un montón de adolescentes, ¿no? Esta mierda era la definición de cajón de drama adolescente. La escuché con atención, fui frunciendo el ceño conforme intentaba fusionar su voz con la imagen que tenía de ella, y apenas acabó resoplé. Fue un bufido que me destensó parte del cuerpo.

    —Tampoco le des tanta cabeza, entiendo que haya sido un momento incómodo para ti, pero igual no es para tanto. "Horrible" es una palabra bastante gorda y no creo que merezca usarla aquí. De repente te sentiste en un lugar donde no querías estar y te cagaste en las patas, fin. No es un pecado mortal.

    Me mordí la lengua, pues tampoco quería decirle directamente que... bueno, que me parecía que estaba exagerando un poco la gravedad del asunto. Estaba molesta, sí, como igual me molestaban un millón de cosas. No tenía la cabeza más fría del país, precisamente.

    —Quizá sientas que cuestioné todo lo que dijiste, un poco lo hice, pero no porque pretenda invalidar tus emociones, es más bien... pues eso, que lo estás pensando demasiado, creo. Dices que no hay una selección de palabras que quiera escuchar, ¿no? En realidad es muy simple, y lo diré sin filtro a riesgo de quedar como imbécil: cuando lo supe de Altan y no de ti, sentí que a ti no te interesó contármelo. No intervine con el objetivo de cobrar alguna relevancia en el asunto, sólo quería que dejen de ser dos idiotas girando sobre sí mismos con los ojos vendados como juego de piñata. También te hablé porque creía que tú y yo nos habíamos alejado y quería subsanarlo, y hablarte me implicó la misma cuota de miedo y de nervios que tú sientes ahora. Sabía que empujarte hacia Altan probablemente derivara en esto, porque era algo que se debían hace mil años. Por eso me sentí como una imbécil cuando no lo supe por ti, como si... todos los nervios que me había tragado no hubieran significado nada.

    Volví a resoplar, algo extenuada, y me rasqué la cabeza.

    —Tampoco me gusta que me digan "te pido perdón aunque no quieras aceptarlo", es como el "no creo que quieras oír nada de mí". Pídeme perdón y punto, Jez. Darle tanta importancia a las posibles reacciones de la gente es lo que te paraliza de miedo en primer lugar, además... ¿no sientes que así estás hablando con un escudo de por medio? Como si dijeras cada palabra esperando un golpe en medio de la cara en vez de enfocarte en, bueno, lo que se supone que quieres transmitir. Entiendo que no tenga que ver conmigo personalmente, pero es un poco molesto. No soy un monstruo ni planeo comerte. —La miré, aún seria, aunque mi tono se suavizó un poco—. Y claro que te perdono, ¿por qué no lo haría? Las cosas se apilaron de mala manera y tomamos decisiones, pensamos cosas que no se adecuaban a la realidad. No es culpa de nadie.
     
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    Amane

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    Al parecer, mi apunte de que me encontraba normal y que siempre dormía bien despertó la curiosidad del muchacho, y en consecuencia quiso sacarme el secreto para ello. No creía que hubiese ningún secreto, más allá del colchón estúpidamente caro que usaba, pero estaba dispuesta a inventarme cualquier estupidez antes de que Morgan me interrumpiera. La información que soltó me hizo abrir la boca por la sorpresa, teniendo que taparme con las manos para intentar disimular el shock, y para colmo, el pequeño intercambio que mantuvieron después no ayudó demasiado con la tarea de controlar mis reacciones.

    —Morgana, no está bien vender así a tu amigo... —murmuré en dirección a la chica, aprovechando su cercanía tras haberse enganchado de mi brazo—. Además, ¡yo no le veo cara de rompecorazones! —acoté, girando la cabeza para poder dedicarle una sonrisa amable al chico.

    Sea como fuere, después empezamos a encaminarnos hacia el pasillo y ambos me respondieron a la pregunta que les hice sobre el fin de semana. Bueno, más o menos... El comentario de Kohaku me hizo soltar una risilla ligera, mientras que el de Morgan logró alzarme las cejas con algo de sorpresa renovada.

    >>El plan de él suena más divertido... —comenté, simplemente por la gracia de hacerlo—. ¡Entonces tengo otra pregunta! ¿Hay algo que siempre hayáis querido hacer pero no habéis podido todavía? O algún sitio al que queráis ir, quizás...
     
    Última edición: 27 Agosto 2024
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    Zireael

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    Ya de por sí llevaba días enredándome de más con las cosas, se habían unido varias sin mi permiso y allí me había quedado. Nada era tan malo o debía serlo, pero si me echaba la vida pretendiendo que todo estaba bien y tranquilo todo el tiempo, la primera señal de alteración era el equivalente de una alarma de incendios o de terremoto, ni idea. Tampoco estaba bien e intentaba modularlo, pero ese intento no era igual a enfrentarlo que se suponía que era lo que debía hacer.

    Su corrección o lo que yo entendí como tal me zarandeó un poco, así que tomé aire y asentí con la cabeza. No me lo dijo ella, pero me lo dije yo misma, que estaba exagerando y el vaso de agua en el que estaba metida no estaba ni tan lleno ni era tan alto como para que estuviese tan incómoda.

    Le permití hablar, pero cuando la escuché decir que seguro había sentido que había cuestionado todo lo que dije, que lo un poco lo había hecho, negué con la cabeza y fue sincero. No lo percibía en sí como cuestionamientos, en sí ahora y en la piscina su voz era más clara, agradecía eso incluso en este escenario. Agradecía que me hubiese buscado, que nos hubiese encausado porque estábamos demasiado idiotas y allí encontré el motivo real de haber venido aquí. No era para expiar un pecado sobre el que no tenía control, también quería subsanar la distancia.

    La vi rascarse la cabeza, esperé y ella retomó sus ideas, a lo que asentí. No era que me hubiese enfrentado al escenario demasiadas veces, pero visto desde fuera y ahora que ella me lo decía, el permiso de no aceptar una disculpa o de elegir no querer saber nada de otra persona, aunque fuese temporal, se emparentaba demasiado a una condena y era lo mismo que había perseguido a Altan mucho tiempo. La forma era distinta, el resultado se le parecía demasiado.

    —Significó mucho —empecé cuando pude ordenar mis propias ideas y encontrar algo más importante que los nervios y el miedo—. Que me hablaras significó muchísimo y aunque haya alterado el, no sé, el orden esperado quiero que sepas eso y por eso me disculpo también. Nos alejamos, salieron otras cosas en medio y todo lo que haya pasado y esté pasando, pero hablaste conmigo y no quisiera que dejáramos de hacerlo o que lo hiciéramos solo en ciertos contextos, quisiera poder seguir por el camino que me permita llamarme tu amiga y esa es la verdad. Hice un enredo inmenso, pero la intención tampoco quiero que acabe perdida, ni que sientas que ignoro que el esfuerzo que hiciste por hablarme no valió de nada.

    Ella había mantenido la seriedad, pero también había suavizado el tono cerca del final y aprecié eso.

    —Sé que no vas a comerme viva ni nada, así que perdona si doy esa sensación. —Miré la caja de jugo en mi mano un momento antes de volver a verla a ella—. Y gracias, sobre todo, por aceptar hablar conmigo, ser sincera respecto a lo que sentiste por el hecho de que no hablé contigo en el momento oportuno y aceptar mis disculpas, sé que tampoco es sencillo ni borra la molestia, pero lo aprecio justo por eso, por lo que implica.
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Venderlo? That's harsh, lassie —repliqué, fingiendo inocencia, y miré a Kohaku cuando Riamu lo defendió—. Si tuviera cara de rompecorazones no rompería tantos corazones, ¿no?

    —Sí, sí, soy un demonio encarnado, ya mejor quémenme en una pira —dramatizó él, suspirando con resignación.

    Mantuve mi atención sobre él un par de segundos, hasta que sus ojos toparon con los míos y le sonreí levemente. Kohaku parpadeó con cierta pesadez, o al menos así lo veía yo gracias a conocerlo, y en aquel breve intercambio silencioso le aseguré que dejaría el asunto quieto. Su reacción normal habría sido seguir sonriendo y reírse de su supuesta mala fama, pero en su lugar percibí una nota ligera de amargura o... seriedad, tal vez. La forma en que relajó parte del cuerpo me dio la certeza de que no estaba errada. ¿Habría ocurrido algo?

    Entre tanto, extendí mi respuesta del fin de semana para mantener la atención de Riamu en mí. Ko regresó a su equilibrio usual y el comentario de la chica le atoró una risa involuntaria en la garganta. Yo me sonreí y mantuve la vista al frente.

    —Me gusta leer y ver pelis. ¿Algún problema con mis pasatiempos, Riamu?

    Andaba curiosa la niña. Con Kohaku compartimos una mirada, por inercia más que otra cosa. ¿Algo que hubiésemos querido hacer siempre...?

    —Me gustaría viajar a Australia —respondió él, la ilusión se le coló en la voz y no supe si había malinterpretado la pregunta de Riamu o contestó lo que le vino en gana; me tiraba a la segunda—. Pasar allá el verano, o incluso estar un par de años trabajando. No sé por qué, es una idea que he tenido los últimos años.

    —Con el dinero que has juntado podrías irte mañana si quisieras —comenté, divertida, y mi sonrisa se ensanchó—. Te veo sobreviviendo a la salvaje Australia, llena de arañas, murciélagos y canguros enojados. Es más, te veo haciéndote amigo de los canguros.

    Ko soltó una risa fresca.

    —De alguna manera tengo que sacarle provecho a mi casi nula lista de miedos.

    —A mí no se ocurre nada —aporté, desinflándome los pulmones—. Tokio no me atrae demasiado en general, y el resto de Japón... no lo he pensado, realmente. —Deslicé la mirada a Riamu—. ¿A qué vienen tantas preguntas, linda? ¿Te estamos ayudando con una encuesta secreta?

    —Hoy día puedes hacer dinero completando encuestas.

    —¿Te estamos pagando las vacaciones, entonces?

    —¿Tú también quieres ir a Australia?

    Pobre chica, nos habíamos sincronizado contra ella.


    Anna 9.png

    Las reacciones de Jez se mantuvieron serenas y moderadas, a lo cual llegué a preguntarme si quizás estaría hablando de más. O hablando mucho, para variar. La escuché con atención, tanto las disculpas como los agradecimientos, y volví a respirar con pesadez. No creía que fuese exactamente molestia lo que sentía ahora, pero sí reconocía una densidad que, esperaba, se diluyera con el tiempo. Yo también me había estado comiendo la cabeza y necesitaba terminar de salir de ahí.

    Tenía que creerle, ¿verdad? Como mi única opción era creerle a Altan. Que realmente significaba mucho para ella, que lo valoraba y que, en alguna medida, se preocupaba por mí. También esperaba que eso lo trajera el tiempo, la paciencia y una mayor claridad mental, porque ahora... ahora no lograba sentirlo. Seguía con la sensación de que esta Jez no era la Jez que creía haber conocido, como si sus respuestas sólo se amoldaran a mis reclamos.

    La rodeé, eché la espalda contra la pared y me tomé un par de segundos para abrir el jugo y darle un trago.

    —No eres un obstáculo —afirmé, la idea sonó un poco inconexa y volví la mirada a ella—. Sé que te sentirás incómoda por un tiempo, demasiado consciente de ti misma, de lo que digas o lo que hagas... Es normal. Pero no eres un obstáculo, no lo eras antes y tampoco lo serás ahora. Eres su mejor amiga, y el vínculo que formaron con el paso de los años es mucho más importante que todo lo demás. No me haré aquí la iluminada, obviamente me ha generado algo de inseguridad, pero elegí confiar en Al y, si quieres seguir siendo su amiga, tendrás que hacer lo mismo. Confía en sus palabras, en su determinación para mejorar, y en lo que siente por ti en el presente, no el pasado. Si te empeñas en alejarte, en dudar de ti misma, en callarte y autoconvencerte de que estorbas, sólo estarás siendo egoísta con él. Y conmigo.

    Le di otro sorbo al juguito y exhalé por la nariz, esbozando una pequeña sonrisa.

    —Lo único que tienes que hacer es seguir siendo la Jez de siempre, el resto se acomodará solo o directamente no será de tu incumbencia.
     
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    Era posible que me estallara una bomba al lado y lo resistiera mejor que la idea de detonar yo el explosivo, era una costumbre demasiado vieja, aprendida y luego internalizada. Apagaba las emociones negativas apenas parecían sobrecargar los sistemas y así podía sostenerme, al menos los cimientos no tambaleaban y por ende podía actuar con cierta claridad. Sucedía que por egoísmo o miedo, había quedado sintiéndome como si fuese un detonador, el botón conectado a las bombas.

    La unión de cosas habían recargado mis pilares y por eso la estructura se tambaleaba tanto y pensaba más de la cuenta, algo que nunca era bueno de por sí. Quizás mis palabras siguieran sonando como si provinieran del mismo lugar que antes, pero era sincera y esperaba que eso, al menos, pudiera alcanzar a Anna en algún otro momento pues me hacía a la idea de que ahora era complicado.

    Quería poder alcanzarla, porque la admiraba p
    or su fuerza, sus emociones y su amor.

    Al mirar hacia atrás, al día en la piscina, me habría gustado tener esa iniciativa sin los nervios y la incomodidad tan palpables tanto al hablar con Al como ahora al venir a hacerlo con ella, aunque lo segundo era más complicado viendo que ya de por sí había avanzado dando pasos de borracho. Ese día me había alcanzado desde el amor y la preocupación, a mí me lo parecía, y había luchado contra sus propios nervios para hacerlo. Eso hablaba de quién era ella, como tantas otras cosas.

    La vi rodearme, su espalda encontró la pared y de nuevo esperé. Al escucharla decir que no era un obstáculo parpadeé, suspendí la vista en algún punto de la pared tras ella, pero al seguir oyéndola me pregunté qué derecho tenía en realidad a llamarme mejor amiga de Altan cuando el mundo se le vino encima y me di cuenta tan tarde, cuando quizás había cerrado los ojos a voluntad respecto a algo que él había sentido por años. Me sacudí la sensación como pude al escucharla referirse al egoísmo y ocupé algunos segundos en forzar a ciertos pensamientos a salir de ciertas cajas mientras abría mi propia caja de jugo.

    —Confío en el niño que conocí —murmuré, sonó a pensamiento en voz alta y el trago de jugo que di se me quiso atorar en la garganta—. Es cierto, no voy a dejar de pensar en ello en media hora, mañana o la próxima semana seguramente, en nada de esto en realidad. Lo que ignoré, la inseguridad que alimentó, lo que no hice a tiempo y demás, incluso si hay partes que, lo mire por donde lo mire, escapan a mi control. No puedo solo... ¿Ignorarlo? Nadie puede, parte del viajecito este tan divertido de ser personas se basa en sentir y pensar un montón de cosas, supongo. Es agotador, ¿no?

    Miré la caja en mi mano, leí algunas de las cosas que ponía en una acción automatizada y respiré con cierta fuerza.

    —No será de mi incumbencia —repetí, entre frustrada y resignada, no con ella sino con la idea de aceptar que era cierto. Que habían cosas que no eran mi asunto—. No quiero ser egoísta con ninguno de los dos, ni atorarme en cosas que no suplen a ninguna función, quiero decir, más de lo que me atoré ya de por sí. Imagino que lo que valdrá es el esfuerzo al final, como siempre, lo que dices, hay que confiar, nada existe sin eso en realidad.

    Bebí un poco más, el frío del jugo me ayudó un poco a centrarme de nuevo y busqué a Anna con la vista de forma que pude dedicarle una pequeña sonrisa también.

    —Aunque no se suponía que tú me acomodaras las ideas a mí, creo. No de nuevo.
     
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    —Es un poco cansador, sí —concedí, encogiéndome ligeramente de hombros—. Soy temperamental y mecha corta, me enfado con facilidad y pienso cosas feas de los demás. Diría que el viajecito de ser persona se basa no tanto en esas tendencias y características de fábrica, sino en lo que aprendemos a hacer con eso. El esfuerzo por mejorar. Quiero ser mejor persona, para conmigo y para con los demás. Mejor de lo que fui ayer, ante ayer, hace un año o hace diez. Hay un punto... en el que ya se te agotan las excusas, y no puedes seguir tropezando con la misma piedra. Sencillamente no puedes.

    Se trataba de hacerse cargo de los defectos propios y buscarle la vuelta de tuerca, volverse loco si hacía falta, hasta encontrar el hilo correcto del que tirar. No era un camino lineal, pero me gustaba creer que precisamente en ese viaje aprendíamos un montón de cosas, no sólo las que pretendíamos. Asentí con calma conforme ella procesaba sus propias ideas y convicciones, le dejé el espacio, y al regresar a mis ojos se me aflojó una risa nasal. Una sonrisa, también, me estiró los labios y permaneció allí, suspendida.

    —Mi vida desde el año pasado ha sido... tan hermosa como horripilante —reflexioné, algo abstraída—. Conocí el amor y el terror en sus expresiones más crudas, más genuinas y viscerales. Tuve muchísimo miedo, acumulé muchísima ira y escupí muchísimo veneno. Amé, también, amé tanto que sentí que el corazón me estallaría dentro del pecho. Es un nivel de intensidad que... me despertó. Estaba totalmente entumecida y necesité ese nivel de bomba atómica para despertar.

    Jugueteé con el jugo entre mis dedos sin concederle pensamiento y la miré.

    —Cada quien tiene que darse sus palos para aprender, pero una voz externa también ayuda a encauzar, ¿no? En la medida de lo posible, si sirve de algo, me gustaría usar mis propias experiencias para evitar, o al menos intentar evitar que mis amigos vayan en direcciones parecidas. Me gusta creer que de todo puede sacarse algo bueno, incluso del terror y la ira. —Suspiré y le sonreí—. No creo que haya un orden en la fila de acomodamiento de ideas. Además, ¿recuerdas cuando llegué al Sakura? Esa vez fuiste tú quien me acomodó las ideas a mí, y puede que algún día vuelvas a hacerlo. De eso se trata la amistad, ¿no? De intercambios.


    El recuerdo repentino de las pruebas físicas me ensanchó la sonrisa y me sentí... bien. Tranquila.

    —Quizá no tengas idea, pero el simple hecho de que me hayas hablado y acompañado en mi primer día aquí me hizo muy feliz. Me permitió relajarme y pude volver a ser... yo, al menos en parte. Pude dejar de tenerle miedo a cada palabra que dijera y hasta pude hacerte trencitas. —Me reí apenas—. Fue un camino escabroso a partir de ahí, pero fue un inicio. Ahora puedo mirar hacia atrás y estar segura de que aprendí un montón de cosas. Quizás... Quién sabe, quizás este sea tu propio punto de partida.
     
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    Zireael

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    Sonreí de forma muy sutil al escucharla decir que sí era un poco cansador, pero también al oír la descripción de sí que dio, porque incluso en su frío y su encierro Altan pecaba un poco de lo mismo. Suponía que era natural, en realidad era normal permitirse sentir y reconocer esa clase de cosas, incluso si a los propios ojos o los ajenos podía parecer intento. El reconocimiento de fragmentos de uno mismo que todavía podían pulirse era vital y apuntaba a la madurez.

    El camino que seguíamos nos llevaba a un mundo donde solo nosotros podíamos ser responsables de nuestros propios fallos, de los defectos y los obstáculos. Había que limpiar los destrozos, reescribir la historia y saltar muros que a veces parecían inmensos, lo sabía, pero llevarlo a la práctica era muy complicado, colisionaba con la forma de vivir que había establecido como la por defecto.

    —El primer paso y uno de los más complicados, quizás no por esfuerzo, si no por la aceptación es ese. Afirmar que queremos ser mejores —reflexioné un poco en el aire—. Mejores que hace una hora, ayer, anteayer o quién sabe cuándo. Puede que existan tantas versiones de nosotros dentro de cada uno que reconocerlas todas sea complicado e incluso imposible, pero... Todo es parte de lo que somos, queramos o no, es lo que tenemos para trabajar. La versión final que queremos formar contara con partes de las anteriores.

    Escuché lo que me contó, sobre su vida desde el año pasado hasta este y al recibir su mirada le sonreí, agradecida por la sinceridad. Sonaba doloroso a distintos niveles, desde la acumulación de miedo, pasando por la ira y el veneno, pero incluso en ese caos y en ese dolor, Anna podía reconocer que había amado y aunque tal vez todo junto era el equivalente de recibir una descarga al pecho con un desfibrilador era cierto: estaba despierta. La resucitación podía parecer violenta.

    Seguí oyéndola y la mente se me deslizó a sus primeros días, las pruebas físicas, las trenzas y recordé que habíamos terminado en la 3-1 durante la fiesta, que la había abrazado y que me había dicho que le gustaría que siguiéramos siendo amigas. Puede que me faltaran cachos enormes de la vida de Anna, pero la persona que era al llegar aquí estaba permeada por otras emociones, unas que la alejaban de la versión que reconocía como más fiel a sí misma. Los que la conocían de antes y los que la conocimos al principio de su año aquí podíamos notar la diferencia.

    —Las voces externas suelen ser más claras porque no suelen estar atravesadas por las emociones de la misma manera que nosotros, en el centro del desorden, supongo que por eso son intercambiables. A veces serás tú, a veces podría ser yo o cualquier otro de tus amigos, todos tienen algo que enseñarnos y formas de regresarnos a nuestro cauce —empecé después de pensar unos segundos—. Lo que has pasado te impulsa a querer ayudarnos, a querer evitarnos un camino similar, y eso te vuelve una guía. Como las lucecitas en las pistas de los aeropuertos.

    La comparación me vino un poco en gracia y acabé soltando una risa liviana que me aflojó un poco el cuerpo. Le di un trago al jugo, volví a mirar la caja y mantuve la vista allí.

    —Y a mí hizo muy feliz poder acompañarte en tu primer día —admití sin mucho problema, sonriendo—, que me lo permitieras quiero decir, no habría podido hacer nada si tú no me lo permitías. Me dejaste estar contigo, ser parte de tu llegada y formamos recuerdos juntas, es... Ese tipo de cosas son muy importantes para mí, poder estar con los demás. Es lo que quiero mejorar, supongo y sí, puede que este sea el punto de partida. Todos los inicios dan algo de miedo, además.
     
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    Gigi Blanche

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    Oí las respuestas de Jez, que más bien se asemejaron a reflexiones o, si se quiere, parafraseos de mis propias ideas, y fui asintiendo sin encontrar nada que acotar. La claridad de aquellos ajenos a los focos de conflicto era real, gozaban de una neutralidad y una distancia que les permitían analizar mejor las cosas. Por eso era importante no encerrarse en uno mismo, ¿verdad? La propia cabeza tendía a engañarnos, deformar o sobredimensionar los sucesos.

    —Cómo era esta frase... —rumié, golpeteando el cartón del jugo, y al recordarla volví a mirar a Jez—. Ah, sí. Los hijos reconocen falsos familiares, los padres reconocen falsos amigos, y los amigos reconocen falsas parejas.

    La tontería de la guía y de las luces de aeropuerto me estiró una sonrisa en los labios un poco a regañadientes y agaché la mirada, con cierto pudor. No creía que mereciera ponerle nombre y todo, ser una "guía" sonaba bastante más noble e inalcanzable que mis pobres intentos de salir de mi burbuja. Aún así, si servía de alguna forma, en alguna extensión, me quedaba contenta. Se suponía que fuera el objetivo, ¿no?

    Asentí a la idea de que los puntos de partida daban miedo, siempre lo hacían. Implicaban una cuota de incertidumbre que ponía nervioso a cualquiera, era lo normal. Muchas veces se suponía que actuáramos aún con el miedo atorado en el cuerpo, no quedaba de otra.

    —Hablando de inicios, señorita, deberíamos iniciar la subida a clases —rescaté, impostándole cierta teatralidad, y me despegué de la pared para indicarle las escaleras con movimientos caballerosos—. ¿Me permitiría escoltarla, buena dama?

    Le dediqué una sonrisa al cerrar la idea, una que pretendía acabar el asunto, doblarlo sobre sí y dejarlo aquí, donde no molestara a ninguna de las dos.


    acá cierro con annita también <3
     
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  13.  
    Zireael

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    No quedarse encerrado o dando vueltas en la propia cabeza parecía una misión titánica, si debía ser sincera, incluso cuando uno lograba encontrar el impulso para buscar a los otros había una parte de nosotros que seguía girando. Era el equivalente de una rueda en el aire, hasta una pizca de viento la ponía a rodar y allí las cosas se salían un poco de control. Había que saber cuándo meter las manos y detener el giro, que también era complejo.

    Observé a Anna mientras recordaba la frase que quería decir y me dio la sensación de que había leído algo así en algún lado, pero no pude acordarme dónde. En todo caso, oírlo me hizo sonreír y asentí, dándole razón. Noté cómo agachó la mirada ante el comentario de la guía y pensé que tal vez su forma de verlo no era esa, pero a mí me lo parecía. Incluso si los intentos parecían limitados o movidos por otra intención, cuando cruzaban sus bordes y alcanzaban los nuestros la naturaleza de su fuego mutaba y entonces nos guiaba.

    Tal vez ahora no valiera de demasiado, pero quería pensar que quizás lo recordara en otro momento, así como su primer día.

    Cuando señaló que debíamos ir de subida a clases di un pequeño respingo, como si me hubiesen sacado de una ensoñación, y al ser consciente del tiempo me permití un suspiró. Le di un sorbo al jugo, la teatralidad de los gestos de Anna me arrancó una risa y asentí con la cabeza.

    —Sería un placer ser escoltada por usted —respondí, acompasándome a su intención y doblé la espalda en una reverencia.

    También comprendí que era momento de dejar el asunto allí, doblarlo y pasarlo. Ninguna de las dos dejaría de pensar en ello posiblemente, pero tampoco tenía que ser tan obstaculizante y en eso Anna tenía razón. Le sonreí como ella lo había hecho, esperé a que caminara y seguí su ritmo para caminar a su lado, allí hablé una vez más.

    —Gracias de nuevo, Anna.


    gracias por dejar que me secuestrara a la niña <3
     
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  14.  
    Gigi Blanche

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    Tuve que fingir demencia al ver el sonrojo de Emily, la verdad, pues sólo había pretendido entretenerla con la broma y la idea de haberla puesto nerviosa me hizo preguntarme si quizá no estaría forzando demasiado toda esta tontería de la conquista. O sea, era Em, una mosca le pasaba volando cerca y se ruborizaba, pero en definitiva decidí relajar el culo y asunto resuelto. Además, siendo que íbamos al invernadero...

    Pillé su curiosidad, fue evidente, y me hice la misteriosa mientras bajábamos las escaleras. En realidad estaba iluminándome de milagro y preguntándome hasta qué punto era buena idea juntarla con mini Ishi. ¿No habían tenido como todo un lío hacía un tiempo? Por otro lado, sí que aún compartían el club de jardinería, ¿no? ¿Me estaba preocupando por nada? Me detuve frente a la expendedora y me solté de su brazo para sacar el monedero de mi bolsillo.

    —A decir verdad... es mini Ishi —revelé, buscando sus ojos—. Supongo que ustedes están bien, ¿no? A mí me lo pareció la última vez que almorzamos todos juntos, pero como soy un poco lenta para estas cosas, pues...

    Solté una risa ligeramente avergonzada, introduciendo el dinero en la máquina y seleccionando mi zumo de naranja. Tras recogerlo, le dejé el espacio a Emi.
     
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  15.  
    Amane

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    Anna decidió no comentar nada ante mi evidente ataque de timidez, detalle que en el fondo agradecía. Quería decir, no era que me molestase del todo si le daba por picarme por mi tendencia tan tonta de ponerme nerviosa con todo, pero tampoco diría que lo iba a echar de menos. La cuestión fue que ambas lo dejamos pasar y bajamos las escaleras con tranquilidad, exceptuando por algunos tirones suaves que fui dándole a su brazos, con intención de sacarle algo de información al estar haciéndose ella la misteriosa.

    No fue hasta que alcanzamos la máquina expendedora de la planta baja que finalmente se dignó a darme una respuesta que, para variar, volvió a sorprenderme más de lo que era necesario. Se me escapó un 'oh' ligero, al mismo tiempo que los ojos se me abrían un poco, aunque no tardé demasiado en suavizar de nuevo las expresiones, sonriendo con incluso algo de gracia al dar con la mirada de Anna.

    —¿Ko es la sorpresa? ¿Acaso nos está esperando con un lacito en la cabeza? —bromeé, dejando salir una risilla por la imagen mental que se me había creado—. Estamos bien, no te preocupes —añadí inmediatamente después, procurando tranquilizar a la chica con una sonrisa suave antes de girarme hacia la máquina—. La verdad es que todavía es un poco raro, no te voy a mentir... Me sigue gustando y ahora él lo sabe, así que a veces me siento un poco... no sé, ¿avergonzada? ¿Incómoda? ¿Un poco de todo? Pero dije que quería seguir siendo su amiga y no quiero que nada se estropee por mi culpa, así que me estoy esforzando.

    Le solté la confesión de turno sin atreverme a apartar la mirada de la máquina, supuestamente deliberando qué bebida escoger entre todas las opciones y no por culpa de lo nerviosa que me ponía admitir todo aquello en voz alta. Al final me decanté por una botella de té verde y me giré en dirección a Anna cuando la tuve en mi posesión, recuperando la sonrisa animada en el proceso.

    >>¿Vamos? Últimamente el invernadero se está haciendo bastante popular y no queremos que nos roben la sorpresa, ¿o sí?
     
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  16.  
    Zireael

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    No era difícil darse cuenta de que pensaba de forma excesiva, así que trataba de no reflejar tanto el asunto, digamos que lo modulaba hasta donde podía. La ventaja aquí era que Verónica no era tan observadora como podían serlo Hubert u otras personas, incluso si percibía algo la anomalía no debía ser tan grande y eso, en cierta medida, me facilitaba el proceso de fingir demencia. A esta chica le había respondido a las putas tres treinta de la madrugada el otro día, ya era maravilloso poder fingir que no había pasado.

    Pasamos luego al asunto de la liga, el torneo y Matsuo volando por los aires. Me dio algo de risa oír que para ella era un buen amuleto, como reacción inmediata me desinflé los pulmones y fingí una decepción bastante exagerada, aunque la sombra de una sonrisa me bailó en los labios al escucharla llamarme su (suyo y de Copito) dulce caballero. A ver, mucha vergüenza y lo que fuese, pero también había que tener cuidado con esas tonterías, se me iban a subir los humos.

    —¡Igual! Podría ser una cosa más genial al menos —solté la queja con todo el descaro del mundo, pero luego suspiré—. Aunque no dudo que superarás el desafío con la valentía del caso, la de una leona, claro.

    Como fuese, seguí sus pasos hacia su casillero y le presté atención a lo que me iba contando del dojo mientras se cambiaba los zapatos. Jezebel me había explicado una parte, la de Matsuo volando, sus saludos y lo que ellas habían hablado, pero me faltaba algo de contexto porque había estado muy ocupado meándome de risa. El otro nombre, Koemi, había aparecido hasta ahora y lo guardé en un post-it mental sin pensarlo demasiado.

    Ryuuji en general parecía salir de un molde parecido al de Arata, en resumen que daba la sensación de que buscaba siempre tocar un poco (o mucho) los huevos, así que oír cómo se llevaba con la chica no parecía una sorpresa como tal. Total, que el imbécil pidió contrincantes y la broma lo mandó por los aires. Hombre, lástima que me había perdido tremenda película.

    —Matsuo no es muy alto, pero igual despegarlo del piso no creo que sea especialmente sencillo. Imagino que a él también le habrá servido la lección —reflexioné un poco porque sí—. Aunque sea para darse cuenta de que porque estés chiquita no significa que no tengas fuerza.

    El comentario lo solté con naturalidad, sin más, y solo luego me di cuenta que podía pasar por exceso de confianza y me rasqué las raíces del cabello con un dejo de nerviosismo. No dije nada porque me pareció medio extraño, así que busqué algún desvío para mí mismo y al recibir su sonrisa algunas neuronas me hicieron sinapsis.

    Antes de empezar a caminar para irnos al pasillo, le ofrecí mi brazo en gesto caballeresco un poco exagerado. A veces hacía esta clase de tonterías y ya, sin concebirles mucho pensamiento, así como dejaba a Morgan sujetarse a mí para caminar por el observatorio.

    —Señorita —le dije en tono bien formal—. Permítame escoltarla durante este breve trayecto.


    me tomé la libertad de arrastrarlos (?
     
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  17.  
    Bruno TDF

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    Liberé el aire con suavidad, con la mente girando alrededor de esa sensibilidad sobre la que apuntaba Jez, además de los contextos que debió sobrellevar Beauty a lo largo de sus años. Saber que se emocionó hasta ese punto por sus regalitos, con sus ojos de cielo poniéndose vidriosos, me había dejado conmovida. Recordaba bien la accidental forma en que nos conocimos, cuando estuvimos a punto de chocarnos en los casilleros al finalizar una jornada de clases, y lo terriblemente apenada que se había quedado: primero, por el accidente que no fue y, segundo, por haberme confundido con Jez, seguramente porque en la confusión sólo reparó en mi predominante blancura. Se disculpó sin parar, como si fuese a recriminarle o algo, ¡pobrecita...! Y admito que un poquito la asusté al principio, que me fasciné por los colores de sus ojos y por saber que conocía a mi lucecita, prácticamente la bombardeé con mis palabras. Pero al final, con un buen esfuerzo conjunto, supimos controlar nuestras energías para mantener un intercambio cortito, que sirvió para presentarnos.

    —Me gustaría ser su amiga también —llegué a apañar en medio de la charla, cerrando brevemente mis ojos.

    Y como siempre, fui por completo sincera cuando le dije a Jez que era una lucecita muy valiosa. Ya era evidente lo mucho que la quería, por las sonrisas que esbozaba al verla y por la manera tan unida en que caminábamos ahora; ¡pero...!, tampoco perdía ocasión para expresárselo en palabras. Ella rio por lo bajo nuevamente, tranquila como era, y en respuesta se inclinó hasta que nuestras cabecitas hicieron contacto. Sonreí, el aire escapó suavemente de mis pulmones, relajada por tan bonita muestra de afecto. Giré el rostro fugazmente, lo justo para depositar un besito sobre su cabello, y volví a apoyar la mejilla en ella.

    Pronto llegamos al primer piso, donde nos pusimos de acuerdo sobre el lugar en el que almorzar. Me reí de buena gana con la broma de apiñarnos como pajaritos; sonaba cálido y además era una imagen muy conveniente, considerando que Copito de seguro nos estaría acompañando. El chiquitín no había estado el día del dojo, por lo que llevaba bastante tiempo sin ver a Jez. Seguro la extrañaba mucho. Me animo a decir, sin temor a equivocarme, que iba a aparecer en un parpadeo apenas pusiéramos un pie fuera del edificio.

    —¡Sip…! Dos veces, para ser exactas —respondí a su pregunta de si había regresado al dojo, tras el día antes mencionado—. La tarde del martes entrevistamos allí a Anong, mi sensei de karate, por el proyecto escolar y eso. Ah, qué mujer, qué mujer —suspiré, llevándome una mano al pecho con una sonrisita; la admiraba, me hacía feliz estar bajo la tutela de alguien tan fuerte como ella— Y a la mañana siguiente estuve practicando una técnica de judo con ayuda de Ryuu-kun y Yukkun, ¡o sea…!, Yuta Hattori, ups. Pero no me salió gratis, eh: uno me reclamó una galletita a cambio, y el otro me dijo que le debo mil yenes.

    Me reí, negando con la cabeza. Qué muchachos tan picarones, eh. Eso hacía que me cayeran bien.

    —Es que… mañana rindo un examen de judo muy importante, y estuve exprimiendo el tiempo al máximo para entrenar —conté, ya bajando a la planta baja—. Si te digo la verdad… me tiene un poco nerviosita y distraída, ¡pero un poquito, eh…! A Cay lo choqué en los casilleros de tanto andar pensando en el tema —reí, ligeramente avergonzada por la torpeza, y volví a darle un apretón en la mano— Por eso... Me ayuda muchísimo que estés aquí conmigo, linda.
     
    Última edición: 19 Octubre 2024
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  18.  
    Amane

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    Suspiré con pesadez mientras me adentraba en la academia, haciendo el cambio de zapatos en completo silencio delante de mi casillero. Mi fin de semana había ido tal que así: Joey resultó que ya tenía planes y granny estaba en casa hasta un fecha indeterminada, así que pensé... ¿por qué no pasar un poco de tiempo de calidad con ella? ¡Hacía ya un tiempo de la última vez que habíamos hecho algo juntas! Salimos a cenar juntas, pues, y después fuimos a tomar algo por ahí. Sí, efectivamente, salí a tomar unas copas con mi abuela. ¡Pero no, no! Lo peor de toda la situación no era eso, si no el hecho de que tenía el doble de aguante que yo; encima el domingo por la mañana se despertó tan fresca para ir a dar un paseo mientras yo me moría de la resaca en la cama.

    Y por eso había decidido no volver a salir con ella nunca jamás de los jamases. ¡Era humillante, en serio!

    Así pues, el domingo estuve bastante tranquilita en casa, pero eso no significó que no siguiera agotada al día siguiente. ¡Un lunes, encima! El tiempo volvía a ser bonito, lo que hacía todo aquello todavía más deprimente porque... ¿no quería salir para meterme en la academia? ¿Qué clase de despropósito era todo eso? Pensé en quedarme afuera fumando un poco, para poder disfrutar algo más el tiempo tan lindo, pero en cuanto llegué a la entrada vi a un montón de gente reunida ahí y no me apeteció nada tener que lidiar con eso. Así que entré a la academia, hice el cambio de zapatos en silencio y ahora estaba parada delante de la máquina expendedora, mirándola con una concentración absoluta.

    De repente me había apetecido tomado algo de lo que vendían ahí, pero... ¿el qué? ¿Desde cuándo tenía tantas opciones...?

    we are back to normal broadcasting now, which means yo tirando a ali a todos lados bc that's how we roll
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Quizá debería haber visto venir el burst de emoción con lo que alardeaba de conocerla, pero a ciencia cierta era lo suficientemente imprevisible para seguir sorprendiéndome. No era un rasgo que me desagradara. Riamu no pertenecía al universo que anhelaba controlar, y como tal, lo estridente de su personalidad me resultaba bastante refrescante. Además, lo que la gente opinara de mí aquí me importaba una mierda.

    Se me lanzó encima, me llenó la cara de besos y superé la tensión inicial con rapidez, apoyando una mano en su cintura y dejándola ser. Me limité a soltar el aire por la nariz y encontré sus ojos de regreso en cuanto ella retrocedió y siguió con el parloteo. Yutarín... Claro, Hattori. Dios, sabía que no podía reírme si a mí me decía Kouchii, pero seguía siendo hilarante. También me hacía gracia que el cabrón se le hubiese disculpado, considerando los rumores que corrían y la información que Akira había cosechado.

    —¿Por qué sería malo con él? —le cuestioné apenas lo dijo, sólo por meterme con ella.

    Cerré la puerta de mi casillero, dejando el regalo dentro, y empezamos a caminar con calma hacia el pasillo. ¿Joey? ¿Quién era Joey? En fin, me armé una lista de las preguntas que debía responder y fui por partes.

    —La entrevista estuvo bien, nos ayudó mi tío con eso. Y mi cumpleaños... —Me detuve para girar el cuerpo hacia ella, con las manos ya en los bolsillos—. Normal. Probablemente me pongas cara de espanto, pero no acostumbro celebrar mis cumpleaños. Sólo recibo los regalos y ya.

    Que tampoco eran muchos, ya que estábamos. Estaba pensando si debía agregar alguna pieza de información sobre Kakeru cuando el muchacho, muy coincidentemente, salió de los casilleros. Sonreí, nuestras miradas se encontraron e interpretó la insistencia de la mía, desviándose hacia nosotros. Le había echado un vistazo a la espalda de Riamu antes de proceder, probablemente preguntándose si debía inmiscuirse.

    —Lo más destacable fue que almorcé con un amigo —agregué hacia Riamu, y entonces Kakeru apareció a nuestro lado. Le sonrió a Riamu y yo pestañeé, tranquilo—. Supongo que va siendo hora de presentarlos. Kakeru, esta es Ri-chan. Ri-chan, este es Kakeru. Somos amigos desde la escuela media.

    —¿Ri-chan? —me preguntó a mí.

    —Riamu.

    Su sonrisa se ensanchó y devolvió la atención a la chica, a quien le habló con suavidad.

    —Un placer conocerte, Riamu —murmuró—. ¿Puedo decirte Ri-chan?

    Hombre, ¿no lo había usado ya?
     
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