Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Pobre criatura, no le había seguido la tontería ni por lástima y tampoco le di mucha cabeza al asunto, como siempre. Me quedé esperando porque aunque había hecho esa pregunta bien podía solo decirme que no, pero me dijo que la esperara y seguí con la vista su recorrido de vuelta a su pupitre. Rebuscó para sacar el monedero, así volvió a mi lado, salimos y noté que le llevó la mano al mentón, pensando.

    Lo que dijo me hizo inclinarme apenas en su dirección como si quisiera corroborar si la había visto en otro momento. Lo hice antes de seguir caminando, dirigiéndonos a las escaleras, y me permití una sonrisa ligera. ¿Pasaba a menudo por la 3-1? Bueno, también era cierto que yo no le ponía mucha atención a la gente que entraba o no más allá de los que eran del salón, así que normal que no la ubicara en realidad.

    —Entré a principio de mes, así que esta viene a ser como mi tercera semana aquí —expliqué sin mucha complicación—. ¿Tú? Quiero decir, ¿has estado en esta escuela desde primero o llegaste este año?

    La repasé con la vista con el rabillo del ojo, la cosa fue casi necia porque no era la primera vez que lo hacía, pero tampoco le conferí demasiado pensamiento. Solo lo hice porque sí y me sirvió para decir algo más.

    —Me gusta tu color de pelo.
     
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    Bruno TDF

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    Me había puesto en puntitas de pie con la idea de redoblar la apuesta frente a su acercamiento, porque siempre me nacía ser así de juguetona cuando estaba con él. Manteníamos una dinámica de lo más encantadora, con el constante intercambio de bromas y ocurrencias; incluso nos permitíamos molestarnos un poquito, sabiendo que la armonía del ambiente no se rompería. Porque había confianza entre nosotros. Fue por esto que, tal vez, no tuve reparos en recortar algunos centímetros de la distancia que separaba nuestros rostros, quizá con la intención de sonsacarle alguna reacción con la que deleitar mis ojitos. O puede que mi movimiento hubiese respondido a… otro tipo de tentación, ¿tal vez? ¡Quién sabe…! Lo cierto es que no lo pensé lo suficiente como para darle forma, ya que también presté más atención a nuestro intercambio que a la posición de nuestros cuerpos. No me di cuenta de su leve retroceso, porque además me mantuve enfocada en el suave bronce.

    Cuando quiso saber por qué pensaba que no podía cuidarse solo, estuve a punto de retrucarle con que, en ese caso, tendría doble protección y eso le convenía. O sea, que iba a insistirle hasta el final del receso si hacía falta, sólo por seguir estirando la bromita en la que acabábamos de meternos. Claro está que no se lo llegué a decir, debido a la aparición de Ali-chan, el pedido del teléfono y la inesperada mención de una cita. ¡Y a ver…! Que yo dije que los envidiaba en bromita… Pero no fue tan broma en cierto punto, eh, con lo atractivas que eran estas personitas.

    Ali-chan se retiró a toda velocidad y se llevó, con ella, mi oportunidad de intercambiar nuestros números. No nos conocíamos mucho si nos parábamos a pensarlo, pero suponía que nos llevábamos lo suficientemente bien como para mantener contacto por chat y cositas así (o sólo estaba siendo confianzuda, vaya, lo normal). Escuché la exhalación de Fuji a mi lado y noté que se inclinaba para mirar mi bolsa. No supe si llegó a ver los dos bentos había en su interior, pero su invitación a almorzar juntitos fue muy oportuna.

    Sin importar qué tan obvias eran mis intenciones, lo cierto es que me puso muy contenta que la propuesta viniera de él. Mi sonrisa se iluminó mientras le correspondía con un asentimiento.

    —Bueno, si tanto insistes… —dije con una risita; me pegué a su hombro y afiancé el agarre de mi mano en su brazo, con suavidad; quería tenerlo así un ratito más— ¿Me llevas, entonces?

    Y lo cierto es que fui yo la que terminó llevándolo a él, hacia las escaleras que no estaban muy lejos de nosotros. No tardamos en alcanzar la segunda planta, donde seguí hablándole.

    —Sé que te pedí que me avisaras si tenías un ratito libre —decía—, por si andabas ocupado con los preparativos del proyecto y eso. Pero, al final, no pude contra mis propias ganas, ups —admití entre risas, reservándome el dato de que había preparado un almuerzo especialmente para él— Y hablando del proyecto, ¿qué tal viene tu grupo con eso? ¿Ya hay fecha y candidato para la flamante entrevista de Fuji? O quizás ya se hizo...
     
    Última edición: 1 Junio 2024
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    Gigi Blanche

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    A mi propuesta le siguió una broma de su parte y la acepté dentro de mi espacio sin ninguna clase de problema. Asentí, de hecho, pero siquiera me dio tiempo a desempeñar mi rol que ella ya me estaba arrastrando a las escaleras. El detalle me arrancó una risa floja y en primera instancia cedí, divertido. No entendía cómo le hacía para tener siempre tanta energía, yo con una mañana de clases ya estaba pensando en mi cama.

    Comenzamos a descender por las escaleras y la miré de soslayo mientras hablaba, tranquilo. Otra vez, sonaba típico de ella que las ansias le hubieran ganado a su propia resolución. Suponía que debía sentirme halagado de que quisiera pasar tiempo conmigo, pero, antes que eso, me preguntaba por qué.

    —Ya está casi todo definido, sólo queda elegir un día para hacer la entrevista —empecé a contarle con calma—. Resulta que la mamá de uno de los chicos es escritora. Ah, es un compañero tuyo. Thornton Kenneth, ¿lo ubicas? Así que hablamos y todo parece marchar bien. Tendré que esforzarme un poco para pensar preguntas interesantes que hacerle a una escritora, pero al menos la idea luce divertida.

    Di un tranco más largo al terminar de hablar y apoyé ligeramente la mano contraria sobre la suya que envolvía mi brazo, procurando que el contacto no se rompiera ante el repentino cambio de velocidad. Había sido sólo eso, una tontería , pero de repente me metí en el papel de caballero y me erguí un poquito más, inflando el pecho.

    —Señorita, ¿adónde debo escoltarla?
     
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    Gigi Blanche

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    —Ah, sí, a veces hace eso —comenté con cierto aire distraído tras oír lo de Ko tocando en el patio norte—. ¿Viste el cerezo? Es importante para él. Rei me contó que su hermana iba a estudiar aquí y que por eso Ko se transfirió luego de... ya sabes.

    Me encogí apenas de hombros. Casi todo lo que sabía de Kohaku era gracias a Rei, entre que uno nunca ventilaba su vida y el otro soltaba la lengua sobre él, su primo y el verdulero de la esquina. En definitiva, iba recolectando cachitos de información y después los unía. Me gustaba que Mini Ishi tocara la guitarra, era un sonido relajante.

    Al final imposté un bufido de resignación al oírlo decir que no me salvaría de mostrarle mis habilidades artísticas y dejé el tema morir. Tontería aparte, no creía que fuera nada muy loco mostrarle cómo me aprendía Twinkle Twinkle Little Star de primera mano. Era la canción estándar de cualquier novato. Luego le conté lo de Pierce y él aminoró el ritmo, diciéndome que, al parecer, habían suspendido a Shimizu por venir borracho a la escuela. No estaba segura cómo eso se relacionaba a la chica, por muy amigos que fueran, ni de qué forma el hecho de saberlo la... ¿pondría en ese estado? ¿Shimizu y ella trabajaban juntos, quizá?

    Acabamos llegando al segundo piso y nos fuimos deteniendo conforme alcanzábamos la puerta de la 2-2. Yo asentí un par de veces, pensativa, y al final suspiré. Ni modo, ya vería qué hacía. Podría seguir dejándole caramelos, o agregar un juguito a la ocasión, o simplemente llevar también mis apuntes y hacerle compañía. Aunque... hoy había quedado con Mini Ishi, cierto. Bueno, una visita exprés, entonces. Miré a Altan y le sonreí. Me había dado una respuesta extensa y concienzuda y lo agradecía, pero más agradecía que pareciera no haberse cuestionado ni remotamente el origen del asunto. Debía seguir con la neurona espesa.

    Porque ¿cómo la había descubierto en la enfermería, en primer lugar?

    —Gracias por acompañarme, Al, y por darme tu opinión —murmuré, me mantuve en sus ojos con cierta indecisión y finalmente retrocedí un paso—. Nos vemos~

    Otro, luego otro, y giré sobre mis talones, ingresando a la clase. Fuera de su vista solté todo el aire de golpe y me alivió haber podido hablar con él con normalidad. Se sentía como una pequeña misión cumplida.


    osuuu por acá cierro con la niña
     
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    Lo que me dijo Anna del cerezo del patio de repente conectó con el hecho de que Arata dejara a Dunn allí como mocoso castigado, también con la noción aquella tan salida del aire de que las condenas desaparecían en ese espacio. Conectó de una forma bastante abstracta quería decir, al menos para mí, pero lo hizo y suspiré. El niño era naturalmente amable y tranquilo, con su pelo de nube y sus sonrisas, pero ya estaba visto que de lo importante hablaba entre poco y nada, así que uno se iba dando cuenta de las cosas por partes y luego tocaba armar el rompecabezas. Eso no lo volvía malo, solo era complejo, como todos.

    Igual cuando le dije que no se salvaba de mostrarme su asombroso progreso artístico bufó, sonó impostado que dio gusto y me reí por lo bajo. El resto de mi cerebro, todavía denso, lo consumió el asunto de Sasha escondida en la enfermería y el cuadro de Arata medio muerto. De nuevo, sabía que una cosa no tenía que ver con la otra, no para nosotros, pero implicaba una distancia física entre la posibilidad de que el imbécil se diera cuenta y tal. Igual todo era extraño, un viejo muerto y problemas laborales de una muchacha no tenían conexión de ninguna clase, pero la sucesión de los acontecimientos daba espacio a una duda paranoide.

    Seguimos caminando hacia el segundo piso, continué dándole vueltas a la cuestión y pensé en alguna forma de pasar el chisme sin que Anna terminara involucrada en el flujo de información. Estaba en eso cuando alcanzamos la puerta de su clase, donde me agradeció por mi opinión y por acompañarla, ante lo que negué con la cabeza.

    —Gracias por preguntarme —contesté con sinceridad, apreciaba que me preguntara qué pensaba, al menos me daba la sensación de que la ayudaba con algo. Mientras retrocedía hacia el salón un par de neuronas me hicieron sinapsis, pero como ya le había preguntado cómo estaba traté de moderar cualquier delirio, así que solo abrí la boca para decirle algo más—. Si necesitas algo puedes escribirme o llamarme, ¿de acuerdo? Cuídate y suerte con Ishikawa-sensei.

    Lo de Kohaku como maestro lo solté por la pura gracia y antes de que Anna girara sobre sus talones la despedí con un movimiento de mano. Me quedé mirándola unos segundos, hasta que retomé la marcha hacia la tercera planta y fui rascándome las raíces del cabello, ligeramente confundido. Tenía que hablarle de lo de Jez, pero no quería que fuese una bomba que le soltara antes de solo dejarla en clase y hoy habíamos quedado de hacerle la entrevista a papá, así que incluso si la hacíamos en tiempo express no creía que me diese tiempo de buscarla para decirle. Por teléfono parecía raro, ¿eso me dejaba el lunes? ¿Estaría bien si la invitaba a almorzar conmigo otra vez?

    A mitad de las escaleras hacia el tercer piso solté el aire de golpe, tratando de acomodar el tetris mental entre lo que tenía que ver con Anna, preguntarle a Cayden si al final le había dicho a Sasha del puto borracho, mensajearle a Arata para ver si seguía vivo o hacer un mapeo con Mason. A ver, seguro Pierce también me mataba a mí por andar de chismoso y detective, pero era lo que había. Solo quería saber hasta dónde, bueno, todos las dejarían seguir escondida.

    y por acá cierro yo también a
     
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    Insane

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    Me encogí de hombros con lo de la versión de prueba, a fin de cuentas esa solía ser la gratis que uno usaba antes de desistalarla, la tontería me causó algo de fracia aunque me la guardé para mí. Era una lástima no saber que él tenía inquietudes, porque probablemente me reiría y confesaría que yo estaba igual. No me sentía nerviosa, ni mucho menos, pero con tanta cosa en la cabeza terminaba con un serio problema de cómo priorizar mis días, porque lo que me quedaba libre lo usaba para descansar la mayor parte del tiempo.

    —No creo, porque pienso en que podemos hacer perder tiempo a la madre de... —se me escapó el nombre, chasqueé los dedos ligeramente hasta recordarlo—Kenneth. Mejor cuando terminemos podemos pasar por algo de tomar, mm, y de comer también, a menos que quieras una gastritis gratis —busqué su complicidad en una mirada fugaz.

    Caminamos por el pasillo y lo noté saludar a Jez, la chica de mi clase, y otra albina a la cual no la ubiqué de nada, por lo que procuré disminuir los pasos por si prefería acercarse a hablarles ante pero no fue el caso, por lo que continué por las escaleras.

    —¿Y pensaste en qué preguntar? Ayer vi un par de videos para este momento —solté con una risa ligera. Me gustaba el periodismo y por lo mismo sentía interés en el club de radio, aunque por falta de tiempo y eso no había hecho más que mirar el letrero que los identificaba.
     
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    Zireael

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    Laila era por lo general tranquila y centrada, al menos en sus buenos días, pero aún así se permitía ciertos espacios de confianza con cierta facilidad y entendí de inmediato que por eso soltó esa suerte de broma. Incluso si en medio de mis desórdenes, de los silencios ajenos, llegaba a sentir algún tipo de molestia hacia ella también podía ver y entender que no era eso lo importante. Que debía agradecer que pudiera estar aquí con nosotras diciendo algo tan simple como que seguro íbamos a buscarla.

    —Se notan las ganitas de que dejemos ciegos a todos en este pasillo —apañó, divertida, y cuando se rio dio la sensación de que una tensión invisible se aflojó en su cuerpo—. Voy con ustedes, te puedo ayudar a limpiar si quieres, Vero.

    La segunda parte de su respuesta fue al punto y la vez nos sonrió de nuevas cuentas, comenzando a andar esperando que la siguiéramos. Cuando lo hicimos pronto se acompasó a nuestro ritmo, caminando a un lado de Vero y distrayéndose un poco con las ventanas y los alrededores en general.

    —Gracias por la bendición del otro día, por cierto —dijo Laila de repente, un poco absorta, pero cuando busqué mirarla me di cuenta de que su sonrisa era muy suave, enternecida.

    —¿Bendición? —cuestioné entonces hacia Vero, bastante confundida con todo el asunto.


    post chikito pero con cariño, como siempre

    me tomé la libertad de irlas arrastrando, espero no te importe *inhales* a
     
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    Bruno TDF

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    Puse una expresión de fingida inocencia al escuchar a Mey diciendo que nuestras ganas, más bien, consistían en encandilar los ojos de quienes nos rodeaban. Fue un fugaz teatro para hacerme la desentendida sólo por la gracia, pese a que las tres, cuando coincidíamos, parecíamos una luz combinada que brillaba con fuerza. Al instante cedí a la tentación que me cosquilleaba el pecho y mi risita, suave, brotó para acompañar a la suya, esta vez no llegué a cubrírmela con la punta de los dedos. Las bromas tenían un encanto particular cuando venían de personas tan tranquilitas como Mey, quien además tenía ese aire solemne que la hacía tan bonita. Algo parecido me pasaba con Hubby, que la mayor parte del tiempo era muy correcto y formal con su trato, como un principito; pero cada tanto me sorprendía con alguna ocurrencia, dándole así más dulzura a nuestros viajes en tren.

    Ah, y ni hace falta decir que mi semblante se iluminó en cuanto Mey aceptó acompañarnos al dojo, incluso ofreciéndose a ayudar con la limpieza. Como estaba recuperando el aliento a causa de mi risita, apenas llegué a corresponderle con un asentimiento, pero mientras la veía avanzar por el pasillo volví a pensar en esa conexión invisible que nos unía: porque, de hecho, lo de limpiar juntas ya lo tenía en mente desde el principio, ya que eso también le permitiría conectar con su lugar especial. Me volteé para sonreírle a Jez y seguí llevándola del brazo, para ponernos todas a la par.

    Mey permaneció a mi lado, sus ojos recorriendo nuestros alrededores, silenciosa. La acompañé en la contemplación mientras bajábamos de piso, enfocándome nuevamente en las nubes que se deslizaban por el cielo, hasta que el agradecimiento hizo que me volteara hacia ella. La chica seguía como distraída, y la ternura presente en su sonrisa me ablandó el corazón en una sensación similar. Tras intercambiar otra miradita con Jez, me desenredé de su brazo con suavidad y, acto seguido, pasé el bento entre mis manos, para así poder estirar el otro brazo hacia Mey. La abracé por los hombros, despacito y con cuidado de no hacerla tropezar.

    En eso, Jez preguntó por la bendición.

    —Ah, yo lo llamo la Bendición de Verito —respondí sonriente, señalándome los labios con los índices—. Cuando alguien recibe un besito mío en las manos, su día se vuelve precioso, brillante y mi energía acompaña allá a donde vaya, como una luz resplandeciente. Paremos un momentito, que te voy a hacer una demostración.

    Detuvimos nuestros pasos en un rincón del pasillo. Me separé de Mey, pero no la solté del todo porque mi mano quedó aferrando la suya, con delicadeza; acto seguido, dejé el bento en el suelo para liberar la otra mano, para así poder tomar la de Jez. Las miré con dulzura mientras alzaba lentamente sus dedos a la altura de mi pecho. Entonces, cerré los ojos y me incliné para besar, suavemente, los dorsos de sus manos. Al volver a erguirme, mostraba una sonrisa radiante.

    —Y así es como ahora las dos están bendecidas —declaré con jovialidad, ya habiendo recuperado el bento del suelo—. También cuentan los besos en la mejilla si se da el caso, eh —aclaré con una risita, considerando que así era como saludaba a Jez cada vez que la veía, además de los abrazos—. Es mi forma de acompañarlas incluso desde la distancia, una muestra de cariño para que jamás olviden que estoy para ustedes. Siempre.

    De hecho, en el post anterior iba a pedirte que las arrastraras, pero se me pasó porque estoy hecho un boludo atómico últimamente (?)

    Si podés arrastrarlas de nuevo sería nice, luego me encargo yo de moverlas al siguiente piso.

    PD: me acrodé Kohaku y Matahachi al narrar este post JAJAJA
     
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    Zireael

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    El sol tenía la cantidad exacta de cero intenciones de dar tregua, la luz que se colaba por los espacios era intensa y la sentí punzarme el fondo de la cabeza, necia, cada vez que enfocaba la vista en algún lugar. Para evitar tragedias me zampé el medicamento en algún punto muerto entre el inicio de las clases y el almuerzo, que al menos mermó la sensación de que se me iba a reventar la cabeza en cualquiera momento. Anna había aceptado así que no tenía tiempo para andar moribundo otra vez, pero el verano siempre me hacía sentir mal en general.

    Cuando la campana sonó saqué el almuerzo, la botella de agua y me levanté sin darme cuenta de que tenía el ceño fruncido. Salí al pasillo, solté el aire por la nariz y mientras bajaba las escaleras fui haciendo un mapa mental de dónde diablos podíamos ir a meternos con tal de no acabar rostizados como pollos. Ir a la piscina era casi suicida, aunque mojarse las piernas no sonaba mal, en el patio norte había sombra, pero al aire libre el calor era peor y quizás ir al invernadero comenzaba a rozar lo monotemático, además de que le invadíamos el club a Ishi y a Hodges.

    Igual solo estaba haciendo una lista mental, le preguntaría a Anna dónde quería que pasáramos el receso obviamente. Pensarlo me hizo un poco consciente de que sentía algo menos de ansiedad hoy en comparación a los otros días, aunque fue llegar al pasillo de segundo y que se me fuese un poco a la mierda la aparente calma. Respiré, volví a la lista de lugares para el receso con tal de distraerme en algo y así asomé la cabeza en su clase, relajando las facciones ahora sí a conciencia.

    —Servicio para Anna Hiradaira —anuncié sin preocuparme por la atención que atraería—. Recordatorio personalizado del almuerzo al que accedió.


    Gigi Blanche wenas esto es un secuestro
     
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    Gigi Blanche

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    ¿A qué clase de profesor de historia uno le acababa diciendo por un apodo tan... tan así? No tenía la menor idea, y las posibilidades que flotaban en mi mente eran cada una peor que la otra. De cualquier forma acepté, pues no tenía caso molestar a mamá y papá nunca estaba, y hasta ahí llegaba mi lista de adultos. O adultos responsables, al menos; al Krait seguro le gustaba la idea de ser entrevistado, pero mira que pedirle un favor a Hayato no entraba ni de coña en mis prioridades. Lo imaginé llegando aquí y buscando a Kakeru por cielo y tierra con tal de molestarlo frente a todo el mundo y la idea fue muy, muy tentadora... pero mejor no. No, no, no.

    Al entrar a mi clase, tal y como Markus había pedido, me detuve frente al pupitre de Melinda y me reí.

    —¿Eres ninja en tus tiempos libres? Marquitos te manda saludos, y yo sólo soy una simple mensajera...

    Estiré la frase deslizándome hacia un costado, exagerando el movimiento como si me estuviera evaporando o algo, y me senté en mi lugar. Allí me quité los cascos del cuello, saqué el móvil y encontré los mensajes de Al. No tenía mucho tiempo hasta que llegara el profe, de modo que le respondí rápidamente que sí y agregué un sticker pues para no sonar tan seca. La celeridad del trámite no me permitió procesar lo que acababa de aceptar hasta que ya fue muy tarde, y parte de esos hilos en los que solía enredarme regresaron.

    A mitad de mañana aproveché y le escribí también a mini Ishi, y cuando sonó la campana intenté recoger mis cosas a tiempo para... pues no, no llegué. La voz de Altan se propagó desde la puerta y saqué la cabeza de la mochila, dando con sus ojos a la distancia y luego echando un breve vistazo alrededor. Sonreí un poco a traición, recogí la caja del bento y me reuní con él con un trote ligero, mezcla de brincos y caminata.

    —No recuerdo haber ordenado un armario, ¿está seguro que le dieron la dirección correcta? —bromeé, rodeándolo para salir al pasillo, y sonreí muy amplio—. ¡Tengo buenas noticias! Por una vez en la vida me iluminé y nos conseguí acceso exclusivo a... bueno, a la salvación.

    Le mostré el chat con mini Ishi, donde se veía que hace dos días habíamos estado haciendo competencia de cenas y hoy le había preguntado si podíamos usar la sala de música para sobrevivir al mediodía, a lo cual él dijo que sí.

    —¿A que está bueno tener contactos? Iba a buscarte porque no tenía sentido que bajaras, pero me ganaste de mano. —Me reí—. ¿Tantas ganas tenías de escapar de clase?
     
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    Zireael

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    En medio del pensamiento distractor, el de dónde iríamos a pasar el receso, también traté de forzarme a frenar el cerebro bajo la lógica de que pensar tanto no había traído una sola cosa buena que pudiera recordar, que lo suyo era dejar de dar vueltas para poder accionar en vez de espiralar sin objetivo real. No se me ocurrió que era un poco lo mismo, porque tener que pensar en no pensar implicaba seguir usando neuronas que quizás debían apagarse. Este viajecito por las emociones de repente era igual de caótico que en Inside-Out.

    Al menos pude neutralizar cualquier miedo de forma más o menos decente, así que cuando asomé la cabeza al salón y llamé a Anna, verla sacar la cabeza de la mochila me hizo sonreír. Luego de tomar su bento se reunió conmigo en algo que fue medio brincos medio carrera y se me ocurrió que al menos a ella le pegaba un poco más el verano, brillaba de una manera parecida.

    —¿Armario? —Me hice el ofendido mientras giraba el cuerpo siguiendo el suyo, de forma que encaré el pasillo en vez del salón.

    Iba a seguir mi teatro de ofendido por verdades, pero ella soltó que tenía buenas noticias, ante lo que ladeé la cabeza y me quedé esperando la famosa salvación. Me mostró entonces el teléfono, aunque tuve que inclinarme un poco para poder ver que era el chat con Ishi, últimamente sentía la vista más arruinada que de costumbre, no sabía si era el sol o los dolores de cabeza. Parpadeé al enfocar la pantalla, me hizo gracia lo que había antes, pero la noticia en cuestión era lo de usar la sala de música.

    Mira que no me habían alcanzado las neuronas para acordarme que pelo de nube era siempre nuestro contacto dorado, si es que tenía la sala de música esta tan bonita que seguro la directora le había preparado con todo el amor por la docencia (y el presupuesto) que poseía. Suspiré con algo parecido al alivio y recargué el peso del cuerpo un momento en la pared detrás de mí.

    —¡Ordenaste un armario y no te acuerdas! —Me defendí aunque era mentira y la miré con una sonrisa ligeramente divertida antes de encogerme de hombros—. Eran como ganas de escapar del calor, venía muy concentrado pensando en dónde podíamos almorzar sin correr el riesgo de convertirnos en un pollo asado, quemado más bien, mi solución iba ser ponerte a pensar a ti también, pero me ganaste.

    Separé la espalda de la pared, balanceé el bento y señalé las escaleras. En verdad no me importaba haber bajado para volver a subir.

    —Haces buen uso de tus contactos, eso te lo voy a reconocer —concedí casi con tono solemne—. Ya estaba sufriendo con la sola idea de cuánto iría a sudar solo existiendo en cualquier parte.
     
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    Amane

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    Ante mi evidente exabrupto, Kohaku sintió la necesidad de especificar que Morgan solo me estaba molestando pues, al parecer, de por sí era misión imposible conseguir ofenderla con algo. Aquella información consiguió tranquilizarme de manera considerable, lo que a su vez me permitió seguir prestando atención a su conversación con bastante más calma. Era bueno saber que Morgan no le daba tanta importancia a ese tipo de cosas, aunque Kohaku logró encontrar un ejemplo que acabó desbaratando toda la lógica de la muchacha.

    —¿Tienes una hermana, Morgana? —le pregunté junto a una sonrisa suave, tras haber dejado salir una carcajada divertida por todo el asunto—. Supongo que podemos admitir "ofensa por persona querida" como una categoría aparte.

    La conclusión de la muchacha por mi aparente curiosidad me hizo alzar un poco las cejas, algo sorprendida por la misma, pero rápidamente me di cuenta que aquella excusa era, de hecho, perfecta para no acabar yéndome de la lengua y recuperé la sonrisa, asintiendo con la cabeza mientras le decía que "eso mismo es, sí, me has pillado~".

    >>¿Miedo? —repetí al rato, girando la cabeza para buscar a Kohaku con la vista—. Quitando las alturas, diría que cualquier cosa que típicamente da miedo. Los bichos se llevan gran parte del sentimiento, a decir verdad, pero también las serpientes, los cementerios, las películas de miedo, las muñecas de porcelana... me asusto con facilidad, no lo niego —añadí, dejando salir una risilla algo avergonzada—. Entonces... ¿tú no le tienes miedo a nada? —cuestioné, con la atención todavía puesta en el chico y un obvio tono de curiosidad.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna 8.png

    Salí de mi clase con las manos entrelazadas a la espalda, de allí colgaba el bento y lo sentía rebotar contra mis muslos con suavidad. Eché un vistazo al pasillo por si me había ganado de mano, pero había sido super rápida, ¿verdad? Y su clase estaba más al fondo que la mía. Consumí algo de oxígeno hasta que noté que Emi aparecía por la puerta de la 2-3 y me eché contra la pared de forma casual, distrayéndome con la ventana.

    Atenta a sus movimientos, una vez estuvo lo suficientemente cerca recargué el codo en el marco de hierro y la miré con cara de galán. O lo que se suponía que fuera una cara de galán.

    —Mírate nada más, ¿tan guapa y tan sola? —piropeé, forzando mi voz hacia una nota más grave, y le mostré mi bento—. Ya me robaste el corazón, preciosura, ¿qué te parece si yo te robo tu tiempo?


    Amane wenas wenas
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Emily 3.png

    Al final, Joey acabó arrastrándonos de vuelta al interior de la academia, más concretamente a la cafetería, donde tuvimos la suerte de encontrar un asiento para almorzar juntos; mis galletas fueron bien recibidas, incluso por Sugawara, y en realidad era eso lo más importante que me podía llevar del receso. Aun así, no pude evitar que una buena oleada de dudas me asolara una vez volví a quedarme a solas, especialmente una vez estuve en casa, pero... bueno, suponía que ya se me irían pasando con el tiempo.

    A la mañana siguiente llegué algo justa de tiempo a la Academia, pues Fred prometió que me llevaría y el muchacho tenía una tendencia horrible a llegar tarde a casi todos los sitios. Me di por satisfecha con el hecho de que hubiéramos llegado a tiempo, la verdad, así hubiera tenido que cambiarme los zapatos y subir a clase prácticamente corriendo. Las horas se pasaron con normalidad después y, una vez el receso comenzó, me tomé un par de minutos extra para recoger mis cosas antes de salir.

    —¡Oh!

    La presencia de Anna me pilló algo desprevenida, clara muestra de ello fue el pequeño respingo que di al escuchar su voz, pero pude recuperarme con rapidez de dicha sorpresa, lo que me permitió acoplarme a su evidente broma al segundo de notar que lo era. Me tuve que reír ante su intento de galán de telenovela, fue francamente inevitable, pero poco después me llevé la mano a la mejilla, metiéndome de lleno en el papel de tímida señorita siendo cortejada.

    >>¡Pero qué pillina! —solté, dándole un golpecito de nada en el brazo—. Y bien encantadora, también... me temo que te has ganado mi atención. ¿Dónde planeas llevarme, a ver~? —acoté lo último rodeándola para poder engancharme de su brazo, echando además la cabeza sobre su hombro para poder hacerle ojitos.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna 8.png

    Emi se sorprendió de primera mano, luego se acopló a mi muy increíble y efectivo método de seducción, y se subió al escenario. Me soltó un golpe de nada en el brazo y, aprovechando el contacto, cacé su mano antes de que la retirara. Me incliné y le dejé un beso liviano en el dorso, buscando su mirada para guiñarle un ojo.

    —Es que las chicas tan lindas como tú me ponen loca —argumenté, aún en mi papel de casanova.

    Aceptó mi propuesta, se enganchó a mi brazo y me hizo ojitos desde abajo, a lo que yo tuve que tragarme la risa ahora. Apoyé mi mano libre en su brazo, con un tirón suave la insté a caminar y empezamos a recorrer el pasillo. Estaba por responder cuando oí el ringtone de mi móvil y el mensaje que leí me estiró una sonrisa en los labios. Regresé el aparato a su lugar.

    —Lo correcto es llevar a una flor con otras flores, además... me ha dicho un pajarito que nos espera allí una sorpresa.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Había algo que hacía demasiado ruido en este chico, ya no porque fuese un tocahuevos de campeonato, era otra cosa que me hacía emparentarlo a las sombras de las que nosotros proveníamos, yo y los sobrevivientes desperdigados quería decir. El aire arrastraba una peste, también un sonido que no era capaz de aclarar y entonces me pregunté por qué, si lo conocía de antes, el observador tampoco había dicho nada. Puede que tampoco entendiera de dónde venía su propia paranoia, como siempre, digamos que se le dejaba pasar.

    De cualquier forma, tampoco era que yo tuviese demasiada claridad de mi lugar en la... ¿cómo le decían algunos? Ah, en la big picture. Para nada, éramos reliquias de un imperio en ruinas, ya no había afiliación que nos atara a nada y los hilos que en teoría debían unirnos entre nosotros se quemaban, incluso cuando se suponía que los hilos del destino no podían destruirse. Se quemaban sonaba a que era culpa de otro, lo correcto era decir que yo los destruía.

    El discurso de que tenía que cuidarlos mejor me lo tendría que meter por el culo, vaya.

    Caminé, el enano me siguió y al mirarlo de costado noté el gesto resultante de mi pregunta. No tendría que arrodillarse para que le creyera que no le hacía el feo a ninguna pelea ni oponente, lo que a mí me parecía entre admirable y estúpido, al menos en mis parámetros. No peleaba por las risas, el reto o la pasta, lo hacía porque había alguien que merecía ser cagado a palos. Punto.

    Observé el pasillo, Maxwell estaba con Fujiwara y se veía más diminuta que antes, lo que me hizo reír. No me detuve demasiado en ellos de todas formas, seguí caminando y asumí que él haría lo mismo, ni modo. Cuando dijo que ver las peleas también tenía su encanto recordé a Sonnen reventando a los chicos de Hikkun y luego a Hikkun reventándolo a él, ninguna de las dos tuvo mucha gracia porque ambos estaban fuera de sí. Si alguien tenía que acabar muerto habría sido Altan, porque Hikari era un animal una vez perdía la brújula moral.

    Lo sabía desde hace tanto tiempo.

    Y había elegido ignorarlo.

    Hikari estaba maldito, no podía salvarlo.

    —Depende —contesté unos segundos más tarde, ya en las escaleras—. Si lo que estás viendo es una lucha regulada o un campo de ejecución la diversión cambia de nombre, ¿no te parece, Ryuu-chan?

    Era una cagada que lo pensara, pero Sonnen de hecho era un candidato excelente para esta entrevista de mierda, al menos lo era antes de que se amarrara las pelotas para no darle más preocupaciones a Hiradaira. El tipo se metía en peleas por las risas y sabía leer a las personas, a la vez que se mostraba lo bastante errático para evitar ser leído él mismo, pero la ira que poseía era casi mortal. Apenas desataba las cuerdas con que se restringía también cambiaba y todos a su alrededor se convertían en víctimas, no existía la piedad a sus ojos. Siempre debían separarlo de sus objetivos.

    —Tienes el pasatiempo de cagarte a palos entonces —resolví con simpleza, la conclusión fue bastante fácil de alcanzar—. ¿Qué buscas, Matsuo? Observadores o peleadores, solo hay dos opciones.

    Tampoco me gustaban las conversaciones crípticas, pensar me daba muchísima pereza. Tenía una neurona en funcionamiento y ahora mismo casi estaba clausurada.


    *emoji de auto rojo*
     
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  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sasha 4.png

    Maze se adecuó a mí como siempre hacía, fluyó en mi dirección sin negarme nada y murmuré un sonido afirmativo al oírlo recordándome que estaría allí para mí en cualquier circunstancia. Era un poco necio, ¿verdad? De mi parte, quería decir. ¿Hasta qué punto tenía el derecho de aceptarle tan tranquila algo que al final del día no consideraba? Sabía que decía la verdad, que era esa clase de persona, el problema era que yo no. No sabía dar un paso fuera y pedir ayuda, no creía necesitarla, siempre encontraba una excusa medianamente decente para evitarlo.

    Quizá por eso funcionaba, porque me convencía de que así le ahorraba los disgustos a las personas que apreciaba, y de esa forma no debía repensar nada. Recibí el beso exagerado de Maze con una sonrisa amplia y volteé hacia Ilana y Rowan al mismo tiempo que él. Sentí el apretón en la mano, se lo correspondí y volví a sonreírle, retrocediendo. En el proceso deslicé la mirada brevemente hacia el resto del aula; era necio, otra vez, sólo fui consciente de la ausencia de Suiren y lo embotellé lejos, donde no lograra tocarme.

    I owe you a lunchie! —recordé de repente, y lo señalé conforme volvía a integrarme en el grupo—. You just wait!

    Recorrí a mis compañeros de proyecto plus Sakai con la vista y derivé en Ilana, quien bromeó con el clima de afuera.

    —Tu papá se merece una recompensa extra por haber venido hasta aquí con esta lluvia, pobre hombre —convine, saliendo del aula, y supuse que Torahiko se nos sumaría—. ¿Quizá podamos comprarle algo de la cafetería? ¿Algún postre o algo así?

    Aquellas preguntas las dirigí a Ilana, obviamente.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Tora2.png

    Seguía pareciéndome surreal que Sasha y Rowan hubieran elegido entrevistar un policía como si fuesen a hablar con un economista, quería decir, entendía que tampoco era que hubiese que huirle a los cabrones de manera tan obvia, pero aún así. Iba Rowan tan pancho a sabiendas de que se le reconocía como un líder, iba Sasha tan fresca incluso si era ella la de las joyas y el tipo, que encima era un sargento, iba a estar sentado con ellos sin saber una mierda. Quizás también era un poco hilarante, pues ambos tenían la cara bastante dura en comparación a lo inofensivos que parecían.

    De todas maneras, no tenía intenciones de sentarme en un proyecto que no era mío, pero podía ir con ellos hasta el piso de la enfermería y que luego pasaran a buscarme. Fue así como terminé en la puerta de la 3-2 también, Mason se levantó al ver a Sasha y aunque una parte de mi atención la absorbió la rubia parloteando con Ikari, cambié la postura para husmear un poco. El pelirrojo este tan bonito era extraño, parecía distante y poco involucrado, pero al acercarse a ella lo transparente de sus acciones quiso hacerme pensar que esa repentina energía se parecía más a la ansiedad que la ilusión. Igual se le pasó apenas se abrazaron o eso creí.

    —Lo esperaré con ansias, cielo —escuché que dijo en respuesta a lo que me pareció una promesa de almuerzo.

    Con la despedida concretada, Sasha volvió a nosotros y los dejé comenzar a andar, me quedé unos pasos por detrás y miré por la puerta, donde seguía Mason suspendido. La sonrisa se le desvaneció al verme directamente y yo me tragué una risa, ¿por qué siempre se asustaba? Pobrecillo.

    —Nos vemos, Foxy —murmuré, ligeramente divertido.

    Escuché lo de reconocerle al policía el esfuerzo por venir al culo del mundo con esta lluvia, dividí la atención en las reacciones de los tres y noté a la rubia ponerse a pensar. Al final se desinfló los pulmones con una risa.

    —Seguro agradecería mucho más un café que cualquier cosa de comer —concluyó mientras enlazaba las manos detrás de la espalda—. Aunque le gustan los postres, sobre todo con frutas.

    A cop with a sweet tooth? —intervine yo acoplándome al andar de los tres.

    Pretty much.

    Había sonado entre enternecida y divertida al contestar que sí, que el tipo era aficionado a los postres, noté que Ro se tragaba una risa seguro al darse cuenta también. De todas formas, se lo guardó en el archivo mental y habló para ambas chicas.

    —Si quieren puedo ir a comprar algo yo y ustedes se quedan, por si el señor llega. ¿Vamos a usar la sala o iremos a otro sitio?

    —Ah, cierto. Como les avisé a destiempo no hice una reserva, supongo que podemos ir a la biblioteca o usar la sala si estuviese vacía, ¿a ti qué te parece, Sasha?
     
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    Bruno TDF

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    Vaya uno a saber qué habría sido de mí si Kakeru no aceptaba mi inigualable ofrecimiento. Se me habría quedado el corazón todo arrugado, como una pasa de uva, si esta tercera oportunidad de compartir el mate con alguien escapaba de mis manos; de seguro me habría ido a algún rinconcito a mirar la lluvia, como si protagonizara el video de alguna canción tristona. Vale decir que esto también lo veía como una oportunidad para hacer buenas migas, por eso lo invité medio de sopetón.

    Tras declarar su receso como libre, el Kakerucito pareció cuestionar un poco que mi plan de almuerzo fuese mate y bizcochitos, ante lo que dejé escapar una risa ligera, pero muy animada. Me encogí de hombros, divertido.

    —Eh, hay veces que me sirve bastante —dije en broma—. Está tan bueno como desayunar pizza fría que quedó de la noche anterior, o similares.

    La verdad es que no era el más prolijo con las comidas, y a veces tenía ocurrencias como las que nos competía ahora mismo. Mis tres tías, ah, tan queridas pero quisquillosas; no perdían ocasión de recordar que me alimentara bien, como correspondía, etcétera, y que debía dar el ejemplo a mis primitos. Hey, al menos podía jactarme de que ya bailaban bien, para la edad que tenían.

    Kakeru preguntó algo que me hizo entender hacia dónde debíamos irnos. Luego noté que adoptaba ciertos aires teatrales y soltó lo de la fusión cultural definitiva. Me cayó de maravillas que se hubiera adaptado a mis energías. Y como yo no podía ser menos, acompañé la tontería como si fuera una danza (en sentido metafórico), llevándome las manos a los costados de mi cara exageradamente sorprendida.

    —No lo había pensado, ¡es un plan excelentísimo! —dije. Enseguida relajé la postura, riendo de nueva cuenta, y con gesto de la cabeza indiqué que era momento de ir bajando— A la cafetería, pues.

    Y ya en las escaleras, le contesté la pregunta que había hecho antes: ¿Qué combinaría con un matienzo?

    —Supongo que algo de arroz vendría bien, con alguna verdura liviana —decía, en lo que alcanzábamos el piso de abajo—. Digo, sé que aquí en Japón lo sirven con té, creo que del verde. El mate no es lo mismo, pero sigue siendo tan infusión como esos tecitos —tras una pequeña pausa, me sonreí y lo miré con una ceja alzada— Imagino que Annita te hizo probarlo, ¿no? ¿Qué tal fue la primera experiencia? Quiero creer que no te quemaste la lengua.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    ¿Pizza fría a la...? Parpadeé y solté una risa floja ante la idea, encogiéndome levemente de hombros para declarar la tregua. La verdad, si lo ponía así no podía quejarme de su almuerzo de mate y bizcochitos, pues ¿cuántas veces había comido cualquier mierda a cualquier horario con tal de no cocinar? No era que me diera pereza, llegaba a sentirme físicamente incapaz cuando era un día malo, cuando llovía demasiado afuera o llevaba mucho rato solo en casa. Con todo, la alimentación de mierda no siempre se enlazaba a recuerdos grises. A veces simplemente regresábamos de algún pub con los chicos pasados de alcohol y encontrábamos la media pizza fría dentro del horno. Era como oír un coro de ángeles.

    —O las sopas instantáneas luego de una fiesta, a la madrugada —compartí, y la risa de antes se propagó con ligereza—. Si ya está saliendo el sol, aún mejor.

    A Markus pareció gustarle mi idea y empezamos a bajar, en dirección a la cafetería. Fui escuchando su análisis de la comida, aunque mis ojos se distrajeron brevemente en la entrada de la 2-2 al ver a Anna recostada en el marco, pegada al celular. Daba igual, no había nada que debiera o pudiera hacer en este momento. Ignorando el repentino nudo en el estómago, giré el rostro hacia Markus y le sonreí, haciéndole saber que lo estaba escuchando.

    —¿Unos onigiris, tal vez? —propuse, mientras virábamos para seguir bajando—. Sí, fue Anna. Un día aparecí en su casa sin avisar, andaba cerca y le debía algo que había olvidado en la escuela. Era bastante tarde ya, ahora que lo pienso. Estaba tomando mate con su mamá, apenas ella me vio pareció que se le encendió una lamparita y no dejaron de insistir hasta que accedí a probarlo.

    La anécdota me había dibujado una sonrisa nostálgica en los labios, fue inevitable. No hacía tanto tiempo, realmente, pero se sentía como una eternidad. Era... lejano. Y agridulce.

    —No estaba nada convencido de la idea, pero si no aceptaba no iban a rendirse nunca. —Me reí apenas—. Ya estaba... ¿cómo era que se le dice? ¿Lavado? Bueno, que ya estaba lavado, así que fue muy suave, aunque eso de compartir bombilla con la mamá de Anna me puso bastante nervioso. Para la pequeña cajita de espacio personal de un japonés es rara la cultura del mate. Con el tiempo me fui acostumbrando, igual. A Anna pareció hacerle ilusión que no me disgustara, y desde entonces lo empezó a llevar a la escuela de vez en cuando.

    Rei y Suzaku acabaron siendo arrastrados al vórtice del mate, y es que Anna sólo sacaba su equipo dentro del club. Nunca indagué, aunque podía imaginar los motivos. De por sí la habían molestado por ser extranjera, posiblemente no quisiera darle más motivos a sus compañeros para señalarla.

    —Entonces, ¿eres argentino, Markus? —le pregunté, mirándolo.
     
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