Pasillo (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Kaia aceptó lo que me hizo sentir emocionada. Hace mucho no iba con alguien a comprar maquillaje, además, las que en algún momento fueron mis amigas se solían quejar de que me demoraba mucho y no sé qué. Le terminé sonriendo; quizá podríamos encontrar algunas promociones también, ah, llegaría a casa a mirar en el móvil qué estaría en descuendo para el viernes.

    Ya fuera cuando notifiqué de la misión Yuta respondió con la tontería del soldado e hice un pequeño puchero, hasta que continuó con la siguiente, relajé las facciones y repasé sus orbes, murmurando un: "mi compensación será pretenciosa entonces~" Cuando la puerta se abrió giré el cuerpo para prestarle atención visual a ambos. Había pensando en almorzar en el salón de actos como siempre, pero tenía pereza de bajar hasta allás y encerrarnos, como que no quería de a mucho.

    —La azotea, no hay mucho sol así que debe estar fresca —no había traído almuerzo, sin embargo había pedido el favor a Hal que me subiera algo de la cafetería cuando salí de clases, por lo que eché la vista al salón de la 3-3—, esperenme un minuto.

    Caminé hasta dicha puerta, asomé la cabeza y llamé al rubio. Estaba sentado en su pupitre empezando a colocarse los audifonos, me miró con el ceño fruncido, sujetó el encargo dentro de la bolsa y se levantó, caminando hasta mi posición.

    —Ya decía que sino arrimabas me lo comía también —me lo extendió y luego me pasó las monedas de cambio—. ¿Dónde vas a almorzar o qué?

    —Estaré en la azotea.

    Asomó la cabeza sobre mí por su altura, notando a los primos al ya no quedar casi estudiantes en el pasillo, deparó en Yuta, en sus manos más bien y regresó sus orbes carmín a los míos.

    —¿Qué tal? —pregunté por la gracia en lo que él chasqueó la lengua.

    —Al menos la niñita se ve más decente que el par de imbéciles con los que saliste.

    —¿Y el chico?

    —Deja de juntarte con mediocres Katherin, prefiero a la rata blanca de laboratorio de tu salón, pero jodete la vida como se te de la gana —se sumergió de nuevo en el aula, me giré con ahora mi almuerzo regresando hasta ellos.

    —Listo, vamos.
     
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    Ayer después de dejarle los mensajes a Manson volví a la clase para no dejar a Rowan almorzando solo, viendo que había traído comida para ambos, y en algún punto sentí el móvil vibrar en el bolsillo. No lo atendí de inmediato porque Ro estaba en modo cacatúa, pero cuando el receso estaba por terminar acabó el monólogo y se excusó un momento para ir al baño, fue el rato que aproveché para ver los mensajes.

    Con lo buen estudiante que soy una expulsión ensuciaría mi expediente
    En fin, eso. Nos vemos, ten buen día, Bunny


    Me importó bastante poco el hacerme el loco respecto a su posible molestia, la verdad. Con los mensajes respondidos guardé el móvil, el día siguió su curso y el viernes llegó por fin. Significaba que Tekné iba a estar a reventar a la noche y madrugada, así que más le valía a Rowan poner a otro en la barra si no quería que espantara a la gente. En cualquier caso, por ahora eso no importaba, durante el camino a la escuela Rowan me fue cuchicheando que había estado trabajando más en lo del dúo dinámico, pero que esperaba devolverle las cosas a Pierce este fin de semana porque ya lo había estirado demasiado y no sé qué más.

    No fue específico en nada y apenas estuvimos cerca de la escuela dejó de hablar del tema. Yo me pregunté si Shimizu ya habría revivido, si su caída implicaba algo en realidad en la big picture de este asunto, sin saber que en realidad la mierda era más grande que cualquiera de nosotros. No hablaba solo de tema este de las joyas de estos locos de mierda, lo decía en general.

    —¿Cómo va tu proyecto? —Me preguntó cuando tomamos el ascensor luego de habernos cambiado los zapatos y tal.

    —Pues va. ¿El tuyo?

    —Va, imagino. El día que pasé a buscar a Ilana me habló un poco de su padre, para que no estuviese tan perdido. Habrá que acordar cuándo puede venir el señor, imagino.

    —¿Qué haces tú aceptando entrevistar un policía de todas formas? —Le solté con un dejo de diversión en la voz cuando el ascensor nos escupió en el pasillo de tercero—. Es para mearse.

    —Tengo que graduarme, ¿o no, Tora? —contestó junto a una risa floja, caminando hasta que se quedó en el pasillo y apoyó la espalda en la pared frente a los salones—. Puede ser divertido, además. No conozco a la chica de nada, pero viendo a los personajes de esta escuela, Mister Police Officer debió cuidar a más a su niña, que sin duda parece ser una hija de papi de principio a fin.

    El comentario cargó la prepotencia y acidez sutiles suficientes para hacerme gracia, de hecho solté una risa mientras abría la ventana junto a él y apoyaba los brazos en el marco. Era una estupidez, pero en cierta medida tenía razón incluso si nadie podía culpar a un padre poner no ponerse a revisar hasta debajo de las piedras a los estudiantes de una nueva escuela. La academia esta tenía renombre, era fina y toda la mierda, por eso Rowan la quería en el expediente, pero también era cierto que estaba apestada.

    Tal vez demasiado.

    Insane registro de que Tora le contestó a Kathe ayer antes de que terminara el receso

    lo demás es relleno y ahí quedan los pendejos just because
     
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    Bruno TDF

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    Salí al pasillo con ambos brazos estirados sobre mi cabecita, los dedos entrelazados con firmeza. Mi bento, envuelto en un pañuelo, se balanceó levemente cuando me desperecé en medio del corredor, estirando los músculos hasta donde el cuerpo me lo permitió; tuve la fortuna de que el almuerzo no fuera a parar sobre mi coronilla, gracias a la unión de mis manos, que sostenían el nudo del pañuelo. Mantuve la posición estirada un buen par de segundos, sin preocuparme por las miradas que seguro estaba atrayendo. Hasta que, finalmente, retomé la postura relaja de siempre, dejando escapar un largo suspiro de satisfacción. Ah, hacer esto permitió que me sintiera menos entumecida, que todavía seguía padeciendo los gajes de los entrenamientos semanales: Judo los lunes y jueves en el Instituto Kodokan, y Kyokushinkai los martes y miércoles en Pratū Cĥāng, el peculiar gimnasio que Anong-sensei comandaba. ¡Además de que, todavía, me faltaba iniciar mi camino en el arte de la esgrima…!

    Y, precisamente, mi plan para hoy se basaba en senseis y floretes.

    Giré sobre mis talones con la idea de encaminarme, sin demora, al salón de Mey. ¡Pero…! A los tres pasos reconocí, entre la gente que iba y venía, una silueta blanca y menudita como yo. Con aquel manto de cabello albino ondeando tras su espalda, el cual seguía deslumbrándome sin importar cuántas veces lo viera, igual que en el primer día. Me seguía pareciendo el más hermoso de toda la academia, qué decir. ¡El punto es que…! La sonrisa, irrefrenable, no tardó en iluminar mi rostro al ver a Jez saliendo de la 3-2, y la ilusión brotó en mi pecho cuando me surgió la idea de sumarla a mi plan. Así que aceleré un poquito mis pasos.

    La abordé desde un costado. Incliné el cuerpo para entrar en su campo de visión y, apenas capté su atención, la sonrisa me entrecerró los ojos. Estiré los brazos para estrecharla en un abrazo suavecito pero muy cariñoso.

    —Me pareció ver una linda lucecita y vine a atraparla —dije en su oído con una risita, ese fue mi modo de saludarla; planté un beso en su mejilla y le regresé su espacio, aunque dejé una mano posada sobre su hombro, sin dejar de sonreírle— ¿Cómo estás? ¿De casualidad tienes este receso libre?

     
    Última edición: 19 Junio 2024
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    Zireael

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    Me había quedado confundida cuando Altan me puso su almuerzo en el pupitre, ya luego se explicó diciendo que tenían la entrevista este receso y no creía que le diera tiempo de comer. Igual me venía bien, porque no había traído nada de casa, así que me lo quedé y unos minutos después de que se fuera saqué un libro del maletín, lo metí entre el pañuelo del bento y salí de la clase.

    Al final tío Vic me dijo que tenía que pedir el permiso en Káiser, que ya no creía que se lo dieran para hoy, así que lo del proyecto quedaba para la otra semana. No molesté a ninguno de los muchachos, ni siquiera a Cayden que estaba en la clase todavía, porque asumí que todos entenderían que si no avisaba nada era porque no se podía todavía. Igual ya iba acomodando un poco mi lío emocional, porque se me estaba solapando con todo.

    Al salir al pasillo me quedé en la decisión incompleta de ir a buscar a Laila o ir a buscar a Vero, tal vez, lo que de hecho le dio tiempo a la segunda de aparecer como invocada. Se apareció por uno de mis costados, di un respingo antes de reconocer el destello de su cabello, sonreí casi al mismo tiempo que ella y la recibí en mis brazos como siempre, tuve cuidado de no golpearle la espalda con el bento, eso sí.

    Su comentario me hizo reír, recibí el beso en la mejilla y le di otro de vuelta, porque me apeteció simplemente. Me preguntó cómo estaba, pero no podía soltarte el drama aquí a los cuatro vientos, desde lo de Adara, hasta lo de Altan, Anna y Kakeru, así que de momento había que dejar todo quieto.

    —Estoy bien, cielo, y sí justo estaba tomando una muy difícil decisión sobre con quién almorzar, pero tú la resolviste ya —contesté y le corrí el cabello de los hombros con la mano libre—. ¿Almorzamos juntas, Vero? Podríamos invitar a Laila, si quieres.

    Decían que las grandes mentes pensaban igual.


    a
     
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    Había notado que Manson estaba pegada a su móvil y procuré golpear su pupitre con una suavidad más calculada para no ir a sobresaltarla. Le sonreí al conectar con sus ojos, respondió mi broma y mi gesto se ensanchó apenas, mientras la veía recoger sus cosas.

    —Igual ten cuidado, estás usando la versión de prueba —seguí la tontería para rellenar el silencio.

    Cuando ella estuvo lista, retrocedí un paso para dejarle el lugar de incorporarse y comenzamos a caminar hacia el pasillo. Me debatí mentalmente sobre si compartir con ella o no mis inquietudes respecto al trabajo, al final decidí descartarlo y giré el rostro en su dirección.

    —¿Paramos a comprar algo para beber? —le ofrecí.

    Era bastante inconexo, pero como la otra vez la pillé con un energizante se me ocurrió extenderle la sugerencia. En el pasillo vi a Verónica y a Jezebel y me limité a sonreírles sin detenerme. El almuerzo de ayer con Shiro-chan había sido agradable y llevadero, como siempre resultaba pasar tiempo con ella. Al regresar a la clase había encontrado la nota de Jezebel y el asunto me quedó dando un par de vueltas en la cabeza. No quería decir que estuviera mintiendo, pero ¿no compartíamos aula, acaso? De por sí una parte de mí sentía que se había excedido comprándole un libro luego de una mísera conversación al respecto. Había dudado veinte veces frente al escaparate antes de comprarlo, luego otras veinte sobre meterlo en mi mochila, y así hasta dejarlo en su casillero.

    El bichito de la paranoia hizo su trabajo y se quedó girando y girando, provocando interferencias, negándose a permitirme atender las clases. Llegué hasta los escenarios hipotéticos de que su amistad con Sonnen tuviera algo que ver en todo esto; la realidad era que no entendía por qué había dejado un papel en vez de decírmelo en persona. Por mi propio bien arranqué el asunto de raíz y, en casa, tiré la notita a la basura. Lo dudé, también, pero sentí que iba a permitirme dejar de pensar al respecto.

    En cualquier caso hice eso, les concedí una sonrisa fugaz y al segundo regresé mi atención a Katherin.
     
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    Bruno TDF

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    Mi aparición le arrancó un pequeño sobresalto, que fue compensado al instante por la sonrisa con la que me recibió. Me dio un poco de penita haberle provocado esa reacción inicial, aunque también debía destacar que se había visto muy tierna, como cuando la hice sonrojar sin querer. Confieso que, en un principio, tuve la idea de acercarme por detrás para taparle los ojitos y preguntarle en el oído quién era; un impulso bastante travieso que, al final, descarté bajo la suposición de que terminaría asustándola, y no era esa mí intención. Así, su respingo me dio la pista de que había sido una buena decisión lo de inclinarme frente a su mirada para anticiparle mi presencia.

    Como ya venía siendo natural entre nosotras, nos saludamos con un abrazo y un intercambio de besitos en las mejillas. Acomodé el rostro para recibir el suyo, a sabiendas de que iba a devolverme el que acababa de darle; o, tal vez, se trató de un pedido silencioso, pues me encantaba que Jez me mimara, que me diera estas muestras tan cálidas de cariño. Sin importar cuál fuese el caso, el contacto de sus labios cerró mis párpados por un instante, tras el cual le hice mis preguntitas. Para mi júbilo, no sólo me confirmó que se encontraba libre, sino que, además, estaba teniendo presente a cierta personita.

    Acepté su propuesta con un asentimiento enérgico.

    —Mira tú que casualidad, también estaba pensando en Mey —me reí, encantada por la coincidencia—. Es que pensaba ir al dojo a barrer un poquito, que el lunes lo usaremos con mi grupo para la entrevista del proyecto, y quería invitarla para que me muestre algunas cositas de esgrima. Seguro que la idea le encanta. ¡Y es más...! Me animo a decir que le hará muy bien a su corazoncito —mi gesto se suavizó inmensamente.

    Apenas terminé de hablar, pasó junto a nosotras un muchachito alto que reconocí al instante. Fuji nos dedicó una sonrisa fugaz antes de proseguir su caminata, acompañado de una chica de largo cabello negro. Aunque todo pasó igual de rápido que lo del patio frontal, esta vez llegué a dedicarles una amplia sonrisa y, además, los despedí con un leve movimiento de mano. A diferencia de la mañana anterior, mi expresión se mantuvo radiante, pues buena parte de mis preocupaciones sobre el estado de Fuji se habían esfumado a raíz del almuerzo que tuvimos más tarde, frente al camino de los cerezos. Lo había notado relajado, más animado incluso; bromeó, se adaptó a cada una de mis ocurrencias, me permitió ir aferrada a su brazo y, sobre todo, le había gustado la comidita que preparé especialmente para él. Nuestro receso fue una delicia, nunca mejor dicho.

    Regresé mi atención a Jez y, con un movimiento de cabeza, la invité a dirigirnos a las puertas del salón 3-1.

    —¿Vamos?
     
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    Zireael

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    Vero aceptó la idea sin conferirle una cuota de pensamiento, lo que me hizo sonreír y luego se me escapó una risa directamente cuando dijo que también estaba pensando en Laila. Resultaba que quería ir al dojo a barrer porque el lunes lo iban a usar para su entrevista, pensaba invitarla y aprovechar para pedirle que le explicara algunas cosas de esgrima. Supuse que a Laila le alegraría, incluso si la ponía nerviosa.

    —Seguro le haga ilusión, tienes razón —concedí sin perder la sonrisa, husmeando en dirección a la 3-1 un momento.

    Estábamos en eso cuando Kakeru pasó con Katherin, nos sonrió al pasar y notarlo me iluminó el semblante un poco más, si es que fue posible, ajena como estaba al embrollo mental que mi nota había causado, reaccioné casi al mismo tiempo que Vero despidiéndolo con un movimiento de mano y aunque fue fugaz que dio gusto, como había sido en el patio frontal, gesticulé un "Gracias" express con los labios incluso a riesgo de que no lo notara. Al pobre le iba a sacar brillo agradeciéndole, pero me había hecho genuinamente feliz y estaba pensando en qué podía hacer para regresarle el gesto más en condiciones. Tenía un fin de semana por delante para usar mis neuronas, claro que sí.

    La idea no provenía de la deuda ni nada parecido, consideraba que provenía de la reciprocidad. Puede que fuese exagerado, a mi no me lo parecía porque era Miss Confianzas y ya estaba visto, así que ni modo. Lo vi alejarse con la muchacha, luego regresé la atención a Vero y asentí con la cabeza, enérgica. Todavía ayer me sentía pesada con el asunto de Altan, terriblemente pesada, pero estar con Vero, el libro de Kakeru y la idea de buscar a Laila me aliviaron un poco el corazón.

    Aunque seguía sin poder con la idea de buscar a Adara para, una vez más, confesar un pecado.

    Enganchada al brazo de Vero comencé a caminar hacia la clase de nuestra próxima víctima, pero estando a un par de metros reconocí el cabello lila cuando cruzó el umbral de la puerta hacia el pasillo. Pareció sorprenderse al vernos, también me dio la sensación de que parecía algo nerviosa, pero una sonrisa le alcanzó el rostro y caminó hasta nosotras, estiró la mano para darle un toquecito a Vero en el brazo e hizo lo mismo conmigo.

    —A riesgo de sonar egocéntrica, imagino que iban a buscarme —dijo con suavidad—. ¿O estoy equivocada?
     
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    Bruno TDF

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    Si bien no dudaba ni un poquitito de mis palabras, la afirmación de Jez me vino de maravillas para reforzar la idea del bienestar de Mey, el cual encontraría al darme una clase introductoria sobre esgrima. Aunque tenía muchas ganitas de aprender los primeros aspectos de su disciplina, era mucho mayor mi deseo de ayudarla a reconectarse con el dojo, y con aquella parte de su espíritu que construía a través del florete. Había cosas que no sabía sobre Mey, de las que seguramente no preguntaría nada. Consideraba era lo correcto que fuese así, al menos de momento; pero la falta de información no impediría que actuase para iluminar su corazón con rayitos de luz, porque me parecía una chica hermosa en varios sentidos. Le había tomado cariño con mucha rapidez. ¡Y además…! Se adaptaba siempre a mis energías y aceptaba cada una de mis confianzas ¿Cómo no empezar a quererla a esta velocidad?

    Al sentir a Jez enganchándose a mi brazo tras el intercambio con Fuji, la atraje hacia a mí mientras comenzábamos a caminar, pegaditas, rumbo al siguiente destino. Y hablando de destino, pero un sentido muy diferente… Cuando faltaban un par de metros para alcanzar la puerta del salón 3-1, notamos el bello color lila emergiendo por el umbral de la puerta. Alcé las cejas por la aparición de Mey, y al segundo siguiente debí reprimir una ligera risa, porque me hizo gracia que tanto ella como Jez hubieran salido de sus respectivas aulas justo cuando estaba yendo a buscarlas. Eso sí, también me pareció un detalle muy lindo que las cosas se dieran de esta manera.

    Estábamos como conectadas, ¿no es así?

    Mey pareció sorprenderse al vernos. Yo tampoco me había esperado que se apareciera en el pasillo, mis cejas alzadas daban cuenta de ello. Igual, la sonrisa que estiraba mis labios no se había perdido en el proceso, porque el sólo hecho de volver a verla ya era motivo suficiente de alegría. Mi expresión se ensanchó el sentir su toquecito en mi brazo, y su inmediata deducción me obligó a contener una nueva risita tras mis dedos, divertida.

    Giré el rostro hacia Jez.

    —Hemos sido atrapadas in fraganti —bromeé, risueña—. ¿Se notan mucho nuestras ganitas de invitar a Mey a pasar el receso en el dojo? —me giré entonces hacia la susodicha; la sonrisa se me suavizó al conectar con su mirada—. ¿Qué dices, linda? ¿Vienes con nosotras? Planeaba barrer un poquito el tatami, que el lunes daré allí la entrevista del proyecto escolar, junto con mi grupo.
     
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  9.  
    Amane

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    Tener a papá y a mamá en casa durante aquel fin de semana había sido todo un coñazo, si tenía que ser completamente sincero. No era el caso de que nuestros padres no nos quisieran, porque sí lo hacían, solo que quizás no sabían demostrarlo de la mejor manera y, al final, tanto Kashya como yo nos habíamos criado de manera muy independiente. Los dos habíamos aprendido a convivir a pesar de nuestras diferencias, pero nuestros padres... bueno, no dejaban de serlo, al fin y al cabo. Y si ellos decían que el sábado teníamos que pasar todo el día juntos para hacerles un informe de nuestra vida, teníamos que hacerlo, incluso si ambos hubiéramos preferido hacer cualquier otra cosa en su lugar.

    La cuestión era que me había aburrido un montón aquel fin de semana.

    Salí del ascensor al mismo tiempo que me llevaba una mano a la boca, intentando tapar el bostezo que había buscado apoderarse de mi pobre cuerpo agotado. Los lunes me daban mucha pereza, pero si además venía de un finde en el que no había podido aprovechar para salir y pasármelo bien... seriously, it was killing me. Subí un poco más la mano después, con intención de tallarme un ojo con ello, y caminé por el pasillo sin prestar demasiada atención a mi alrededor, lo que provocó que me chocase de frente con un cuerpo ajeno que no pude reconocer de inmediato.

    Shit, sorry.

    El inglés de por sí no era demasiado extraño en aquella academia, pero el golpe hizo que abriera los ojos prácticamente al segundo y, bueno, el aspecto de la chica que tenía delante era mucho más fácil de recordar. Por suerte, ninguno de los dos había caminado especialmente rápido y ella no era pequeña que digamos, así que el único incidente que tuvimos fue que cada uno dio un par de pasos hacia atrás, sin tropiezos ni caídas de por medio.

    >>Ah, nerdy boy... g'morning.

    —Buenos días. Alisha, ¿verdad? —Ella asintió con la cabeza y yo le sonreí—. Perdona, no iba muy atento por dónde caminaba.

    —Yo tampoco, don't worry. Quería subir a la azotea a fumar un poco, pero ya está ocupada y no quería molestar.

    —Mala suerte... —murmuré, tras haber deslizado la mirada a sus espaldas, en dirección a la salida de la azotea.

    —Mhm. Así que voy al baño, ¡no le digas a nadie! —Su acusación me sacó una sonrisa divertida, pero al instante levanté las manos en un gesto de inocencia—. Good. Por cierto, nunca te di mi número, ¿verdad?

    Negué con la cabeza, demasiado sorprendido por lo repentino de la pregunta como para analizar más en detalle la misma, y ella se sonrió con algo de... ¿picardía? antes de sacar su móvil de la falda y extenderlo en mi dirección. Registré mi número en el aparato, ¿qué otra cosa iba a hacer?, y un segundo después escuché como mi propio teléfono sonaba con la notificación de un mensaje.

    >>¡Guárdalo! Y llámame alguna vez. Joey me dijo que habíais quedado en que él te enseñara lugares chulos para salir de noche, ¡pero yo también conozco muchos! Y algunos diferentes a los que él frecuenta, so... call me, yeah? Y ahora me voy o no me da tiempo ni a una calada. See ya!

    Tal y como nos habíamos cruzado, la chica desapareció de mi vista en un microsegundo, y yo no pude más que soltar una risa nasal de diversión. Eso había sido hasta raro, pero... ¿la tontería me había quitado algo del aburrimiento que sentía? Qué cosas.

    relleno que absolutamente nadie me pidió, qué pasa (????
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Anna 8.png

    —¿Acaso no se autopercibe como armario, señor armario? —interrogué con repentina seriedad, agarrando el móvil ya en mi mano como si fuera un micrófono.

    Luego de mostrarle la pantalla me di cuenta que, bueno, había mantenido el brazo básicamente a mi altura de corcho, por lo que él tuvo que inclinarse. Me quedé quietecita, aunque noté el corazón contra el pecho y mientras Altan leía el chat sentí que estaba haciendo trampa al repasar su rostro, sus facciones. No era como si no lo conociera ya de memoria, sólo que llevaba bastante tiempo sin verlo tan de cerca.

    Relajé el brazo cuando se recargó en la pared y parpadeé, sorprendida y luego divertida, al oírlo retomar lo del armario. No pensé que lo haría.

    —Nunca fui muy brillante —respondí, sonriendo ampliamente y con las manos entrelazadas a la espalda—. Pero quizá mi poder oculto sea no morir en verano, lo cual no me hace más brillante que la media pero sí me da ventaja estacionaria... estacional... estacionística... como se diga.

    Señaló las escaleras y comenzamos a caminar, a ritmo tranquilo. Su reconocimiento de mi buen empleo de contactos me infló el pecho de orgullo y, dejando la tontería de lado, supuse que a Altan debía realmente afectarle el calor. Estaba como quejándose demasiado para lo que habituaba.

    —Cuando te estés derritiendo y pensando en tu testamento, recuerda que tienes una amiga tercermundista que sobrevivió a... como a doce veranos sin aire acondicionado. No te salvará, pero la desgracia ajena a veces ayuda. —Me reí—. Y aquí sólo hay un aire, en el living, que sieeeempre se rompe en algún punto del verano pero nunca es el mismo punto, entonces es imposible de predecir y luego el técnico se tarda una eternidad en venir. Y mi habitación está en el piso de arriba y el calor sube, así que te imaginarás. —Fruncí el ceño—. Por cierto, cerebrito, ¿por qué el calor sube?
     
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  11.  
    Amane

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    Alisha 2.png

    El día anterior acabé pasando el receso en el aula, más que nada porque me había quedado completamente dormida sobre el pupitre y... bueno, no había nada que pudiera hacer contra eso, ¿cierto? En algún momento me desperté con una sensación algo extraña, como si... estuviera perdiéndome algo importante en lo que Joey seguramente estaría metido. Por desgracia, era ya demasiado tarde para ponerme a buscarlo, así que tendría que preguntarle al respecto en otro momento.

    A la mañana siguiente me desperté con el cielo encapotado, lo que me hizo resoplar con cierta pesadez antes de empezar a prepararme para ir a clases. Nubes en el cielo significaba humedad en el ambiente, y humedad en el ambiente significa pelo encrespado, ¡y odiaba tener le pelo encrespado! Iba a tener que hacerme una coleta y rezar para que todo se mantuviera en orden durante el día.

    Mi intención había sido fumarme un cigarro en el patio, como venía haciendo casi todas las mañanas, pero distinguí dos figuras masculinas in my usual spot y al final tuve que desistir. Me pareció reconocer la carita bonita de Fujiwara, pero el otro muchacho tenía cara de amargado y, bah, era demasiado temprano para andar tocando las narices; por lo menos para mí. Cambié mi objetivo por la azotea, pero una vez en el pasillo de tercero, la figura de una muchachita castaña llamó mi atención lo suficiente como para desviarme de mi camino.

    —Es muy temprano para estar tan triste, ¿no crees? —murmuré al posicionarme a su lado, sonriendo con cierta cuota de diversión extra al notar que había conseguido mi objetivo de sorprenderla con mi presencia.

    —Oh, ¿se me nota mucho? —respondió tras haberse recuperado, aunque pude ver que el susto inicial acabó dando paso a la vergüenza de haber sido pillada por una desconocida.

    —No mucho... ha sido más bien intuición femenina~ —intenté tranquilizarla, girándome hasta dejar la espalda apoyada sobre la pared—. ¿Quieres que te anime?

    —¿Y cómo harías eso, desconocida?

    —¡Me sé muy buenos chistes!

    El hecho de que no me hubiera sentido al acercarme me permitió husmear lo que había estado mirando en su móvil, aunque solo pude distinguir la página de billetes de avión antes de que ella apagara la pantalla; desgraciadamente, no me dio tiempo a ver el destino. Ah, pero quién sabía, quizás pudiera sacarle la información con mis maravillosos encantos~. La tontería de los chistes ya había hecho efecto, de hecho, pues se le escapó una risa genuina después de escucharlo y yo, claro, me sonreí orgullosa por ello.

    los dados piden y yo otorgo (?) por aquí se quedan las niñas, if anyone wants uwu
     
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    Gigi Blanche

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    Riamu buscó confirmar si tenía una hermana, cosa que me parecía evidente derivada del relato, pero sabía que era, en sí mismo, una pregunta apuntada a "fundamente su respuesta". Murmuré un sonido afirmativo antes de hablar y su risa no me provocó nada particular, quería decir, no me molestó ni nada parecido.

    —Una hermana pequeña, sí. Hanabi. —La miré de soslayo un instante y volví la vista al frente, divertida—. Se llevarían bien.

    La idea de la entrevista me dio a mí que le había venido como anillo al dedo y derivado de mis sospechas la miré con los ojos entrecerrados, acentuando el teatro sólo por ver si volvía a ponerse nerviosa. Al final desistí, Kohaku retomó la conversación y la chica dijo que le asustaban... bueno, muchas cosas. ¿Cementerios? ¿Muñecas de porcelana? Me sonreí, en silencio. Pobre criatura. Yo no había sido particularmente específica al hablar de mis hobbies y dudaba que asociara leer y ver pelis con pillar libros de ocultismo y zamparse maratones de Elm Street. Pero tampoco era mi culpa si ella no preguntaba, ¿cierto?

    Kohaku pensó un rato, mientras cruzábamos el segundo piso e íbamos alcanzando el tercero.

    —Miedo, miedo, miedo creo que no. Las alturas me dan un poco de vértigo, no soy particularmente afín a actividades de alto riesgo, pero creo que si un día alguien me invitara a lanzarme en paracaídas igual diría que sí. Al menos por vivir la experiencia, ¿no? Ya luego decido si lo repetiría o no.

    —El peor miedo de Ko es que lo pongan a barrer a las siete de la mañana en invierno —intervine, y el chico soltó una carcajada animada.

    —¡Mis secretos, Morgan! —se quejó, sabía que era broma y miró a Riamu—. Mi familia tiene un santuario y a mi abuela a veces le dan, bueno, voluntos de abuela. Cuando hace frío y se levanta mucho viento de noche con mis hermanos apostamos a quién le tocará barrer al otro día. Le rezamos a los dioses, incluso, para echarle la maldición encima a otro. —Suspiró—. Aunque suelo salir yo sorteado. A veces hacer las cosas bien es contraproducente, ¿no? Deberíamos ser más inútiles en la vida, la gente te pide menos cosas.

    Fui aminorando la velocidad conforme alcanzábamos la puerta de la 3-1. Kohaku también se detuvo, los miré a ambos y sonreí, girando sobre mis talones.

    —Cuídame a Candy, ¿eh, Ko?

    —Lo haré~ —concedió él, con su sonrisa inocente, y me colé en el aula sin mayores preámbulos.


    acá cierro con los muchachitos uwu
     
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    Bruno TDF

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    Salí de mi salón tras dejarle a Ryuu-kun la galletita prometida, en agradecimiento por la ayuda que me había brindado en el dojo. No entendí por qué se le dio por irse de esa forma, tan repentina; bien podría haber creído que se sintió fuera de lugar entre artistas marciales, pero terminé pensando que simplemente… él era así, un muchachito juguetón y travieso al que le encantaba hacerse el misterioso. No le conferí mayor pensamiento porque, cuando quise darme cuenta… me había quedado a solas con el guapetón de Yukkun. ¡Y para qué mentir…! Disfruté de nuestro entrenamiento con muchísimas ganas, obviamente sin dejar de ponerle todo mi empeño y, sobre todo, grabándome a fuego los consejos que dio para corregir mi Sumi Otoshi. En mi opinión, fue realmente fructífero.

    Aunque lo de deberle mil yenes…

    Me reí mientras caminaba por el pasillo del tercer piso, pensando en lo caro que me había salido el muchachote. Daba por hecho que se trataba de un chistecito, lo que no me hacía descartar la idea de compensarle el tiempo que invirtió en mí, el muy tierno. Pero me había rechazado un juguito y, por eso mismo, no creía que aceptara una de las galletitas que tenía en mis manos, envueltas en una bolsita… ¡Ah! ¡Y hablando de eso...!

    ¿Quién me las había dejado?

    Las encontré en mi casillero, después del entrenamiento, cuando fui a buscar el monedero que me había olvidado ahí. Eran tres galletitas con una pinta muy linda, dentro de su bolsita, todo prolijo. El punto es que… habían venido sin nota, ups. Ninguna pista que me señalara al o la responsable de tan encantador detalle. Ay, qué penita, me acaba de alegrar el corazoncito y merecía saberlo.

    Quienes vinieron a mi mente fueron Cay y Fuji. Uno me había regalado unas galletitas el día que nos conocimos y el otro, me enseñó el arte de hornearlas. Le envié mensajes a Lionheart antes de las clases, con foto incluida, ante lo cual confirmó que no me las obsequió. Eso dejaba, como principal “sospechoso”, a mi otro precioso muchachito. Pero para él tuve un plan distinto.

    Me detuve frente a la puerta de la 3-2, apoyándome en la ventana de la pared contraria. Abrí el chat con Fuji:

    Señorito Fuji
    Necesito que se reporte en el pasillo
    Será sometido a un pequeño interrogatorio


    Aproveché para mandarle otros mensajitos a Cay y Jez, con rapidez. Tras lo cual guardé el móvil en mi bolsillo, ajusté la trenza con la que ataba mi cabello y esperé a Fuji. Mantenía las manos tras la espalda, con la bolsita de galletas bien escondida entre los dedos.

    Gigi Blanche :/*-*\:

    Como dato para nada relevante, dejo foto de la trenza de Vero:
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    Última edición: 3 Septiembre 2024
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    No tenía planes inmediatos o puntuales que me implicaran abandonar el aula, así que tras la campana me quedé matando el tiempo en mi asiento con el móvil. Estaba leyendo un hilo que nos había pasado Rei por el grupo cuando las notificaciones de Verónica aparecieron por encima, distrayéndome. Igual no quería parecer un desesperado ni nada, de modo que aguardé a que los mensajes se acumularan y aún así los leí desde afuera de la aplicación. ¿Un interrogatorio? Alcé el cuello, miré al pasillo y la detecté contra las ventanas. Volví al móvil, entonces, y ahora sí ingresé al chat.

    Oh no

    Fue toda mi respuesta. Me guardé el aparato en el bolsillo y fui a reunirme con ella. En lo que la alcanzaba, alcé las manos y hablé, impostándome una gran preocupación.

    —Te juro que yo no dejé la verja abierta anoche.

    Era, de hecho, un crimen del pasado. Una vez, en verano, había llegado tan borracho que se me había olvidado echarle la traba y a la mañana siguiente nuestro jardín delantero apareció lleno de caca de perro. Mamá me echó la bronca cuando apenas iba recordando mi nombre y tuve que salir con la pala, en pijama y con un dolor de cabeza horrible. Y hacían treinta grados a la sombra. Mala experiencia, en absoluto recomendable.
     
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    Mis labios temblaron cuando Fuji me miró desde su salón, debido al esfuerzo implicado en contener una nueva risa que terminó vibrando, silenciosa, en mi pecho. Había estado atenta a él en todo momento, dispuesta a ser paciente si hacía falta; por lo que notar que sus ojitos daban conmigo me sirvió de pista para saber que había leído los mensajitos. Con una sonrisita suave, tomé mi móvil en un mano antes de que me llegara su “Oh no”, que me ensanchó el gesto. También vi la respuesta de Jez sobre Cay, pero dejé cualquier contestación para luego, que Fuji ya se estaba levantando.

    El chico alzó las manos mientras se acercaba, con aires de quien acababa de ser acorralado en medio de un allanamiento. Me despegué de las ventanas para pararme bien recto y traté de poner una carita más severa, aunque mis rasgos no se prestaran para tal expresión. Dejé una sola mano detrás de mi espalda, la otra quedó libre porque, pues, guardé el móvil en mi bolsillo.

    Fuji juró que no había dejado abierta una… ¿una verja? ¿Anoche? Alcé una cejita para disimular un poco; que entendía que se trataba de una broma, pero la referencia se me perdía por completo en el aire y traté de buscarle rápidamente un sentido, sin tanto éxito.

    —No he venido por el famoso caso de la verja abierta, ¡pero…! Lo voy a registrar en tu expediente ya que lo mencionas, por si acaso —dije, tratando de mantener la severidad en mi semblante; me veía más bien tierna, pero eso no podía saberlo, vaya—. Señorito Fuji, deberás comparecer ante mí, la flamante agente Vero. Mejor conocida como “Shiro-chan”.

    Empecé a caminar, despacito, a su alrededor. En cierta forma, fui como la luna: siempre mi cara apuntando hacia Fuji, para que así las galletas quedaran ocultas tras mi cuerpo. Me sonreí, entretenida.

    —Primeras preguntitas del interrogatorio —anuncié— ¿Cómo estás? ¿Mi Fuji durmió plácidamente?


    Momento pseudo-canon: Verito metiéndose en el papel de polícía :eyebrow:
     
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    Considerando el tono de sus mensajes y mi propia broma, no me resultó extraño que Vero se metiera en el papel. En su semblante, aún así, había aparecido cierta confusión ante mi repentina declaración, y decidí mantener el cauce por el bien de... del show, suponía. Al saber que quedaría asentado en mi expediente dramaticé un hondo suspiro, sin relajar los brazos todavía.

    —No fue mi culpa que tuviera diarrea... —me lamenté, valiéndome de la porción más extraña de la historia sin contexto alguno.

    Se mantuvo firme, se autonombró agente (y una flamante, eh) y utilizó su apodo. Sonó a nombre secreto de superhéroe y la idea me hizo sonreír, aunque al instante recordé mi rol y me puse muy serio, bajando los brazos y asintiendo. Empezó a caminar a mi alrededor y la seguí con la mirada lo más que pude sin moverme; al quedar fuera de mi campo de visión descansé la vista al frente, hacia la ventana, y me permití una pequeña sonrisa.

    —Plácidamente —confirmé, y no disimulé la diversión en mi tono—. Dígame, ¿estoy en problemas, oficial?


    siempre supe que Kakeru iría preso (???
     
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    Justo cuando pensé que me había recobrado de la confusión del principio, Fuji matizó su misteriosa historia de la verja con un dato… podría decirse que escabroso, uy. Una ceja se me elevó en automático, mientras la cabecita se me llenaba de preguntas. ¿De qué estaba hablándome este muchachito? ¿Era, acaso, alguna referencia a una historia real o se lo estaba sacando de la manga? Ninguna fue formulada porque, vale decir, había ocasiones en las que era mejor no seguir los impulsos de la curiosidad. ¡Y además…! Algo me decía que el chico estaba tratando de pillarme desprevenida y hacerme bajar la guardia, como buen rufián. Bajo esta idea, al final mantuve intacta mi templanza y seguimos adelante con el pequeño teatro, de estos que siempre terminábamos montando cada vez que nos veíamos.

    Adoraba que nos adaptásemos tan rápido, el uno al otro.

    Las primeras preguntas del “interrogatorio” las solté cuando estaba a sus espaldas ya, y allí me detuve unos segunditos para escucharlo responder. Murmuré un “Ahá, continúe” al oír que había dormido a gusto. Fue una manera de no desentenderme por completo de lo que estaba diciendo, ya que, al mirarle la espalda, me distraje fugazmente... en las serpientes negras... Era casi milagroso que una chica curiosa e inquieta como yo no le hubiese preguntado, hasta el día de hoy, por ese tatuaje. Y más, considerando lo mucho que me gustaba. Ya sea por el diseño o por el sitio donde estaba ubicado, tenía algo que me resultaba de lo más cautivador.

    Pero bueno, tendría que quedar para más adelante, ¡otra vez…!, que el asunto de ahora eran las galletas.

    —Así que eres de los que duermen a gustito después de hacer travesuras —respondí, en un sobreactuado tono acusador.

    Retomé la caminata desde la espalda de Fuji y, al estar otra vez en su campo de visión, lo miré con los ojitos entrecerrados, las cejas un poquito arrugadas. Y había fruncido mis labios para reforzar la carita de sospecha, pero no podía dejar de sonreír. Me estaba divirtiendo bastante.

    —¿Qué si está en problemas? Eso dependerá de usted, señorito Fuji —dije, y con la mano libre formando una lupa imaginaria, que me llevé al ojo, haciéndome la que lo inspeccionaba; respetando su espacio, claro— Dígame, ¿dónde estuvo esta mañana? ¿Andaba solito o en compañía?

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    ¿Travesuras? ¿A qué se refería? No verbalicé la duda, suponiendo que la cuestión era parte de todo este interrogatorio, el cual, más allá de la broma, parecía basarse en una sospecha real. La idea, aún así, era graciosa en sí misma. ¿Dormía a gusto luego de hacer cosas malas? Se podría decir que sí, al menos la mayoría de las veces. Desde que el club funcionaba me había habituado lentamente a ello.

    —Quien hace travesuras no es porque precisamente las padezca, ¿o sí? —convine al aire, siendo que Verónica estaba tras mi espalda.

    En cuanto pude volver a verla mantuve los ojos sobre ella. Enfatizó mucho lo mucho que sospechaba de mí, mientras yo seguía preguntándome qué rayos se suponía que había hecho. Finalmente me pidió información concreta y mi sonrisa se ensanchó con cierto tinte triunfal. Esto se parecía cada vez más a un capítulo de CSI.

    —Tengo coartada, si es lo que preguntas —anticipé, muy confiado—. Estaba en el patio frontal con Sugawara, nos quedamos un rato y de ahí subimos directamente a clases.

    No indagué más a fondo, preferí seguirle el juego. Tampoco me molesté en aclarar la identidad de Haru, siendo que, además de ser compañeros de clase, ella ya lo había conocido hacía un tiempo y en mi presencia.
     
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    Su reacción, cuando admití que la chiquilla me hizo volar, estuvo lejos de provocarme molestia alguna, mi sonrisa se mantuvo jocosa mientras lo veía descostillándose en mis narices. Tenía mi orgullo, como cualquier ser humano que se preciara, pero lo administraba de una manera diferente a la de la mayoría de gente que se echaba la vida en las calles, y principalmente los que se subían al ring del club. Mientras que para algunos imbéciles perder una pelea suponía una humillación insoportable; a mí me hacía arder de motivación, con hambre de otra confrontación. Y no tenía reparos en admitir la derrota, porque con eso también le daba reconocimiento al otro; o a la otra, en este caso. Respetaba a las personas que me demostraban su fuerza física, hasta las alentaba a hacerse más fuerte para nuestra próxima confrontación. Para que, así, mi victoria fuese más sabrosa.

    Siempre y cuando la vida no esté puesta en juego, vale decir.

    Ahora, teníamos esta otra cuestión: ¿qué visión tenía este tipo sobre las peleas? No era complicado advertir que Shimizu y yo éramos de la misma calaña, con esa mirada y los tatuajes que, no me cabía duda, daban cuenta de una afiliación. Eso, con todo, no tenía por qué significar que necesariamente se cagase a palos con todo Dios, como hacía yo hace algunos años atrás.

    Le hice la pregunta sin rodeos, no hubo un intento por disimular sus capas ocultas. Shimizu tampoco era tonto, así que no fue de extrañar que alzara las cejas de aquella forma, quizá preguntándose a dónde coño estaba queriendo llegar. Acto seguido se dirigió a la puerta, así que no me quedó otra que seguirle hasta el pasillo.

    Mi pregunta fue contestada con otra pregunta, que me hizo exponer los colmillos en una sonrisa más pronunciada.

    —Cualquier opción es válida —me reí, socarrón, mirándolo de reojo mientras íbamos a lo largo del corredor—. Yo no le hago asco a ninguna potencial pelea, si te soy sincero; ni a ningún oponente.

    Señalé con el mentón un punto determinado del pasillo, pues resultaba que allí andaba Maxwell, revoloteando cual mariposa alrededor de otro tipo que le sacaba más de media cabeza de altura. El show que hicimos en el dojo fue un buen enfrentamiento, pero, obviamente, mis palabras englobaban un mundo de mayor inmensidad.

    Sucio, anárquico y con reglas menos amables.

    No tardé en regresar a los ojos de Shimizu.

    —Verlas también tiene su encanto —continué—. De vez en cuando pongo en la tele alguna pelea de boxeo o kickboxing, y cada tanto un poco de muay thai. Aunque la experiencia es por completo diferente cuando las ves en persona, ¿no crees eso?


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    Me hizo gracia que dijera que los traviesos se quedaban a gustito tras cometer sus actos, por el hecho de que no los padecían. Era obvio que Fuji se refería a sí mismo, algo que no me extrañaba porque era muchachito tan lindo como juguetón; o sea, que tenía altos niveles en ambas cualidades. Pero lo que él no sabía era que, con sus palabras, estaba definiéndome a mí también. Mis propios antecedentes contenían travesuras variadas: la vez que escapé toda una noche de casa, mis salidas con Valeria a un bar donde me dejaban pasar sin miramentos; saltarme clases para disfrutar el día con amigas; un par de siestitas en plena lección del profe, ¡ah…!, y ciertas solturas con gentecita de confianza, como soplarles en el oído, hacerles cosquillas y/o darles toquecitos en la punta de la nariz o las mejillas. A veces llegaba a ser atrevida, como diría el buen Yukkun.

    A todo esto, el interrogatorio continuó. Seguía escondiendo la bolsita de galletas detrás de mí cuando le pregunté sobre sus últimos movimientos, y fue entonces cuando los labios se Fuji se curvaron en una sonrisita triunfal. Yo seguía tratando de poner la carita más desconfiada de la que era capaz, pero casi se me suavizaron los gestos al verlo así, ay, ¿era normal que todas sus sonrisas fuesen así de bonitas, independientemente de lo que transmitieran? ¡Ejem…! El punto es que dijo que haber estado en el patio frontal acompañado por el mismísimo Haru Sugawara; los imaginé con un cigarrillo entre los labios, tal como les encontré el otro día. Y de ahí… ¿subieron directo a clases…? Hum…

    Antes de contestar algo, miré a los pies de Fuji, tras lo cual alcé el rostro para mirarlo con una ceja alzada, divertida

    —Ay, Fuji, Fuji, ¿por qué no mencionaste los casilleros? —me reí sin malicia mientras señalaba sus zapatos, que eran los reglamentarios— Temo decir que eso acaba de incriminarte más. Quizá esta agente deba llevarte deteneido, bajo sospecha de haber sido el responsable de entregar este paquete.

    Deslicé la otra mano y alcé, frente a su rostro, la pequeña bolsa que había estado escondiendo de su vista. En su interior se veían dos galletitas dulces, con muy buena pinta.

    —Las encontré en mi casillero esta mañana —comencé a explicar—, pero… vinieron sin nota, ¡ups…!, ni nada que me diera una pista. Fuiste el primero en el que pensé apenas las vi —le dediqué una sonrisa cálida—. Como eres tan buen master chef, te convertiste en mi principal sospecho. Y por lo dulce.

    Las galletitas son las que le compartió Maze en la biblioteca :P
     
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    Verónica husmeó mis pies y de ahí pareció sacar información que me dejó desconcertado hasta que, finalmente, reveló el origen de todo este asunto: una bolsa de galletas. Los casilleros los había obviado por el simple hecho de que eran un paso obligatorio en la rutina escolar, pero considerando sus sospechas tenía sentido que hubiese creído encontrar allí un desliz en mi testimonio. Aunque de haberle dejado yo las galletas, ¿no me habría esforzado en presentar una coartada más detallada?

    Mis ojos se deslizaron al paquete misterioso y reconocí al instante las galletas, pues eran iguales a las que Maze nos había compartido en la biblioteca. Regresé a los ojos de Verónica conforme explicaba la situación, que se las habían regalado sin ninguna nota. Tenía sentido que sospechara de mí si pensábamos en mi historial, claro. A partir de aquí se desplegaban algunas opciones. Podía negar mi implicancia de inmediato o seguirle el juego de detectives un rato más; de momento descartaba revelarle la verdadera información que poseía. Si el chico había preferido mantenerse en el anonimato, ¿quién era yo para ir contra sus deseos?

    —Si tuvieras que decirme que hoy a la mañana te levantaste, ¿especificarías de qué lado saliste de la cama o las pantuflas que te pusiste? —repliqué, sin haber modificado mi semblante tras la revelación de las galletas—. Omití los casilleros porque el cambio de calzado es terriblemente rutinario, se sobreentiende que todos lo hacemos.

    Conforme cerraba la idea había girado sobre mis talones para apoyarme en la pared, hundiendo las manos en los bolsillos, y me fijé en sus ojos.

    —¿Y bien? ¿Qué opina la detective? ¿Fui o no fui yo quien dejó esas galletas en tu casillero?
     
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