Aula 3-1

Era una situación bastante risible y un duelo de terquedad absoluto, entre ella demandando sus disculpas y yo pidiéndole fotos porque me salía de los huevos. La ausencia de Shinomiya parecía haberle quitado casi todas las ganas de insistir, sin embargo, y me pregunté si se debía a que le había afectado o porque todo el espectáculo, en realidad, iba apuntado a él. Pobrecita, ¿no? Podía tenerle algo de piedad, no iba a matarme.

Su suspiro fue de completa derrota y admitió no tener fotos. Parpadeé, ligeramente sorprendido.

—¿Qué fueron a ver? —pregunté respecto al teatro, en un tono relajado, y sonreí apenas—. ¿Y en tu casa tampoco? Antes de salir, quiero decir. ¿No hay ni una sola selfie de esa cita tan importante para la que te preparaste con tanto esfuerzo?

Me había inclinado ligeramente al decir aquello último, enfatizando la intención de mis palabras. No me importaba quedar como un demente o un imbécil por andar pidiéndole fotos a una chica que no conocía, era terco como un toro cuando se me metía algo en la cabeza. Sentí que volvió a desinflarse, echó la cabeza hacia un costado y su pregunta me estiró la sonrisa, divertido. Las primeras respuestas que se me ocurrieron eran tan polémicas e inapropiadas que las tuve que censurar por completo.

—Depende de a quién le preguntes, pero me considero una persona bastante razonable dentro de lo que cabe.

 

Que el chico me preguntara qué era lo que habíamos visto en el teatro fue lo último que esperé recibir de su parte, así que no fue demasiado extraño que acabara mirándolo con la confusión presente por todo mi rostro. Pestañeé con rapidez unas cuantas veces seguidas y, cuando continuó con una pregunta todavía más rara, mi ceño volvió a fruncirse de manera pronunciada; era muy probable que en mi vida hubiera fruncido tanto el ceño como lo estaba haciendo en aquellos minutos.

—¿Eres un pervertido? —le solté con total seriedad, habiéndome inclinado también en su dirección para poder hablarle en voz bien bajita, y al poco rato de erguirme una sonrisilla divertida se me empezó a dibujar en los labios—. Una obra de Shakespeare... Mucho ruido y pocas nueces. ¿La conoces? No es de sus obras más conocidas, pero a mí me gusta mucho.

Había sacado el móvil del bolsillo de mi falda nada más haberme enderezado, por lo que mi vista estuvo fijada en la pantalla mientras le contestaba, enfrascada en buscar una foto de lo que había llevado ese día. No tendría foto alguna junto a Kou, pero si lo que quería era verme a mí... eso tenía muy fácil solución, pues adoraba hacerme fotos. Encontré una donde se me veía de cuerpo entero reflejada en el espejo, pues la había tomado para enseñarle a Thi el conjunto que había elegido, y le extendí el teléfono con la imagen en pantalla.

>>Depende de a quién le pregunte, dices... —murmuré después, retomando la conversación de su posible enfado, y dejé escapar una risa nasal antes de mirarlo con los ojos ligeramente entrecerrados—. ¿Eso es que hay muchas opciones? ¿Te enfadas con facilidad o qué? Eso no es muy lindo...

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La chica me estaba frunciendo el ceño como si le hubiese dicho que venía de Marte y pestañeé, conservando una inocencia que me daba gracia imaginar en mi cara. ¿Tanta pinta de vándalo tenía? ¿No podía interesarme por una obra de teatro que se hubiese dado en mi ciudad? Cuánta maldad, cuánta maldad. Luego se inclinó, espejando mi movimiento, y su pregunta fue tan simple y directa que me atoró una risa en la garganta. No era la asunción, era la seriedad y no el escándalo con el cual lo estaba diciendo. ¿Qué haría si le decía que sí? ¿Indagar si prefería los pies o las lolis?

—Puedes cuestionar mis métodos, pero jamás mis resultados —respondí, entreteniéndome en la broma interna, y luego meneé la cabeza. Mira que iría yo a conocer más de dos o tres obras de Shakespeare—. No soy muy culto, me temo.

Me daba una mierda de pena, pero por la gracia suspiré. Mi familia había más bien insistido en la literatura y arte japonés, y ni de ese retuve casi nada. Al final, sospechas o no, la niña accedió y me mostró su móvil. Crucé los antebrazos en la mesa para inclinarme y en medio de mi tarea de inspección le eché un vistazo a su semblante; ¿no le daba vergüenza estar mostrándome así una foto suya? En cualquier caso no me importaba, así que regresé a la imagen y mi recuerdo de esa noche se reconstruyó un poco mejor. De milagro la ubicaba gracias al color de pelo, atípico de por sí, y porque me había hecho gracia ver a una niña tan... pastelosa en ese club. Por lo demás, había estado demasiado ocupado conservando la calma y cuidándome el pellejo en el corazón del territorio de los Lobos, lugar donde me presenté sin siquiera avisar.

Había sido una jugada un poco suicida, la verdad.

El vestido era color champagne y se ceñía a su cuerpo, el escote rectangular ampliaba la línea de sus hombros y contrastaba con el contorno de su cintura, acentuando la estrechez de ésta última. Era una pieza sencilla, pero combinaba bien con los aretes y los zapatos, y la gama de tonos realzaba su cabello. Yo diría que... sí, se había esforzado bastante preparándose para su cita.

Su último comentario me alcanzó, pero no me interesó responderlo y lo ignoré como un campeón. Al menos de momento, claro.

—Muy bonita —afirmé de regreso en sus ojos, con una sonrisa inofensiva, y saqué mi propio móvil—. ¿Cómo se llamaba el restaurante al que fueron?

Ya sólo quedaba dilucidar la segunda declaración para cerrar el caso.

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JAJAJA so true, missy

 

La pequeña sonrisa que se había abierto paso a mis labios se ensanchó apenas al escuchar su comentario inicial, sin poder evitar la diversión extra que sentí ante el mismo. ¿Acaso estaba admitiendo que sí era un pervertido? Mi pregunta había sido en broma, claro, que al fin y al cabo tampoco le iba a enseñar ninguna foto especialmente comprometedora, pero a ver si me iba a tener que preocupar de verdad...

No le di mayor importancia cuando admitió que no conocía la obra, por lo que me encogí de hombros y seguí a lo mío, buscando la foto en cuestión. Noté que su atención se desviaba a mi rostro durante un segundo de nada, haciéndome ladear la cabeza con algo de confusión en el semblante, pero al final él no dijo nada y yo... pues tampoco. Se tomó su tiempo para inspeccionar la foto en cuestión, lo que acabó consiguiendo que me sintiese algo nerviosa al respecto... ¿acaso estaba buscando algún detalle por el que pudiera decirme que me veía fea? Sabía que no era una chica especialmente guapa, pero...

—Ah, g-gracias... —murmuré tras recibir su halago, habiendo dado un pequeño respingo al sacarme el mismo de mi ensimismamiento.

Una vez volví a girar el móvil en mi dirección, aproveché para también repasar mi aspecto con la vista un par de veces, y terminé por asentir con la cabeza al finalizar, con cierto aire de convicción. ¡Sí que me veía bonita, después de todo! ¡Mucho! Después de todo, por eso fue que Kou y yo acabamos esa noche... bueno.

>>¿Eh? ¡Ah! ¿El restaurante? Era... —me quedé un par de segundos en silencio, intentando recordar el nombre del lugar al que fuimos y, quizás, también intentando controlar el ligero sonrojo que me había alcanzado nuevamente las mejillas—. ¡Yoshida! Está bien arriba en el Tokyo Opera City. ¿Lo vas a buscar? —añadí, echándome un poco hacia delante para husmear la pantalla de su móvil—. ¡Por cierto! ¿Cómo te llamas? ¡Yo soy Riamu!

Podía haberle dicho mi apellido, también, pero... ¿acaso tenía sentido a aquellas alturas? Técnicamente nos habíamos conocido en un club privado mientras él y Kouchii hacían negocios turbios, y como primera interacción directa le había gritado en mitad del aula de la nada, así que... ¿prácticamente éramos amigos? O algo así.

 

De primera mano pareció darle igual tenerme ahí sacándole radiografía a su foto, pero con el reloj corriendo noté de soslayo que se ponía más y más nerviosa y, por la pura gracia (y la pura maldad, también), estiré mi análisis un par de segundos. La resolución se la solté de golpe, ni había tomado aire para decirlo, y me agradeció en automático. Al girar el móvil en su dirección me di cuenta que ella también observaba la fotografía y al final asintió, muy convencida de su juicio. ¿Mi silencio y tardanza le habían hecho dudar de su apariencia esa noche?

Pobrecilla.

Vete a saber qué estaría pensando para estirar su reacción nerviosa. Ignoré su sonrojo y tipeé la información que me confirió, tranquilo, murmurando un sonido afirmativo que atendiera a su pregunta. Fue relativamente rápido ingresar a la página web del restaurante, ubicar la carta de comida y confirmar que sirvieran sushi. De por sí no era nada extraño que un establecimiento local lo ofreciera, pero ya me había metido en el papel y planeaba llevarlo hasta el final.

Estaba cerrando las aplicaciones cuando se presentó y pidió mi nombre. Una sonrisa serena me estiró los labios y cerré los ojos apenas un instante, bajando el móvil a la mesa.

—¿Viniste tan campante a acusarme y ni siquiera sabías a quién estabas acusando? —Por supuesto que no, pero me resultaba gracioso quejarme—. Yuta.

Suspiré, cambiando el aire de mis pulmones, y me eché hacia el respaldo de la silla con los brazos estirados sobre la mesa. Golpeteé la madera un par de veces con el índice, pensativo, y luego subí a sus ojos.

—Supongo que sí te debo una disculpa —admití, tranquilo como siempre, y ladeé la cabeza en el gesto inocente que venía impostando desde hoy—. ¿Me perdonarías, Ri-chan?

 

Me reí un poco cuando me acusó de haberle acusado sin conocerlo, encogiéndome ligeramente de hombros justo después, con clara intención de quitarle importancia al asunto. Sabía muy bien a quién estaba culpando, solo no sabía cómo se llamaba, ¡y esas eran dos cosas muy diferentes! Pero él ya sabía eso, ¿verdad? Lo importante de todo aquello era que al fin le ponía nombre a esa carita, por lo que acabé sonriéndome, contenta por finalmente tener esa información disponible. ¡Yuta! Habías muchas opciones de apodo con ese nombre, uhm...

Luego vi cómo se echaba hacia atrás en la silla, con cierta expectación apoderándose de mi rostro, y al final mi sonrisa se ensanchó con obvia satisfacción, pues él admitió lo que justamente había venido a reclamarle. ¡Por supuesto que yo tenía razón! ¡No era una chica irracional, después de todo! Quizás algo demasiado impulsiva, ¡pero nunca mal intencionada! Asentí con la cabeza, pues, sin ser capaz de esconder el orgullo que sentía por ello, y poco después me levanté de la silla para poder inclinarme sobre su pupitre, hasta alcanzar a darle un par de golpecitos en la nariz con el dedo índice.

—¡Claro que te perdono, Yutarin! Al final mi cita con Kou estuvo bastante bien, a pesar de tu interrupción~ —sentencié, antes de volver a dejarme caer en la silla y estirar las piernas hacia delante—. Entonces, ahora que está todo aclarado... ¿hace cuánto que te transferiste aquí? El Sakura fue intencional, ¿verdad? —añadí, bajando la voz con aquello último, y hasta me incliné para guiñarle el ojo, queriendo hacerle saber que podía considerarme su cómplice.

A ver, sabía que no lo haría, pero por la gracia...

 

La chica celebró mi disculpa como si hubiese ganado un mundial, se enorgulleció de su logro, y se tomó unas confianzas que me ayudaron a entender, al menos un poco, de dónde habría nacido su relación con Shinomiya. La sorpresa no venía de ella, igual, sino de que él hubiese cedido. Me tocó la nariz, a lo cual no me moví pero sí fruncí el ceño, y luego se condecoró con el apodo. ¿Yutarin? Bueno, de los creadores de Kouchii...

En líneas generales no me causaban simpatía los excesos de confianza, pero esta chica no podía ser más inofensiva ¿y qué ganaba quejándome? Si al otro imbécil lo llamaba a los cuatro vientos como si fuese un oso de peluche no había chance de que me escuchara. Dejé todo el asunto correr y, cuando regresó a su posición, relajé el semblante. ¿Que si el Sakura había sido intencional? Hombre, las coincidencias habían sido graciosas, pero incluso tratándose de un movimiento planificado no habría sido por las razones que ella insinuaba.

—Me moría de ganas de meterme en tu relación con Shinomiya, sí —ironicé, sin disimularlo, y guardé las manos en los bolsillos—. Fue coincidencia. De hecho, fue mi prima la que eligió esta escuela. A duras penas miré un panfleto antes de mi primer día aquí.

Una sonrisilla revoloteó en mis labios al mirarla.

—¿Cómo llegaron a ser lo que sea que sean? Tú y el lobito. Quiero todos los detalles.

Igual nadie se salvaba de tener alma de chismoso, ¿verdad? Y este chisme parecía que valdría la pena.

 

Rodé los ojos al escuchar su respuesta tan cargada de ironía, incluso llegando a negar un par de veces con la cabeza en un gesto de completa incredulidad. Obviamente no había pretendido insinuar eso, pero ya que insistía con la tontería...

—¡Lo sabía! Qué pena, Yutarin... —murmuré, habiendo cambiado mi expresión a una de tristeza en menos de un segundo, e hice un puchero con los labios para acompañar mis palabras—. Entiendo que te hayas enamorado de mí desde que me viste en el club, pero no puedo hacerle eso a Kouchii... por favor, no intentes sabotearnos más... —Igual el teatro no pudo durarme mucho más, porque justo después procesé lo que dijo de su prima y mi rostro se iluminó como si nada hubiera pasado—. ¿Tienes una prima que también estudia aquí? ¿Cómo se llama? ¿En qué clase esta? ¡Me gustaría conocerla! ¿Crees que podríamos ser amigas?

Después de aquella sucesión de preguntas sin pausa, me obligué a tranquilizar el culo para permitirle al chico seguir hablando. Su sonrisa no auguraba nada demasiado bueno, pero aun así le di espacio a ello y... efectivamente, la pregunta en cuestión consiguió que un nuevo rubor me alcanzase las mejillas. Podía dar aquella imagen de extroversión todo lo que quisiera, pero había cosas que seguían dándome vergüenza, y sobre todo después de... No, mejor no pensar en ello. Carraspeé, volviendo a fijar la vista en el chico tras haberla apartado durante un breve segundo.

>>Pues... nos conocimos en una mascarada que organizó una chica de la escuela. Fue completamente al azar, si tengo que ser honesta... Estábamos jugando a la botella y en algún punto a todo el mundo le había tocado besarlo menos a mí, así que paré el juego para exigirle que lo hiciera —me reí un poco al recordar aquello, negando de nuevo con la cabeza ante lo atrevida que había sido—. Luego fuimos a dar un paseo por los jardines de la casa y estuvimos hablando, ¡aunque acabamos la noche sin saber el nombre del otro! Sí que me dijo a qué clase iba, así que lo busqué al lunes siguiente para almorzar juntos y... no sé, simplemente nos hemos seguido viendo desde entonces, ya sea en la escuela o fuera. No pegamos nada, ¿verdad? Pero nos lo pasamos bien juntos, así que... —me encogí de hombros tras decir aquello último—. Ah, y sí nos besamos en la mascarada, pero bien al final. Se hizo de rogar, ahora que lo pienso —añadí, frunciendo apenas el ceño ante el recuerdo, aunque al final no pude evitar que se me escapara una risilla divertida.

También había estado la estupidez que nos montamos en los baños, ¿cierto? Seguramente ese fue el punto en el que nuestra... relación o lo que fuera se había afianzado de esa manera... pero no le iba a contar eso ni de coña, claro.

>>¿Y tú? ¿Te gusta ya alguien de aquí o algo? ¡Puedo presentarte a alguna amiga mía, si quieres! ¡...o amigo! Lo que prefieras~

 

La chica tenía la cara dura como un zapato, aún si lo decía en broma, y un dejo de incredulidad se me coló en el semblante pese a no reaccionar más allá de eso. El dato de Kaia le hizo una ilusión desmedida y ladeé la cabeza, confundido. ¿De dónde venía el boost de emoción?

—Kaia, en la 3-3 —respondí un poco en automático, y la última pregunta me regresó la sonrisa relajada a los labios; me encogí de hombros también—. Sí, supongo que sí. Es mucho menos insoportable que yo.

Su personalidad era llevadera y, por encima de todo lo demás, había venido aquí con la ilusión prioritaria de hacer amigos. Mi opinión no importaba demasiado en tanto conociera chicas que la trataran bien y con quienes se divirtiera. Quería que Kaia pudiera disfrutar de una adolescencia ordinaria en la medida de lo posible, por eso estábamos aquí.

Pedir el chisme no pensé que implicara nada muy loco, pero a la niña se le volvieron a ruborizar las mejillas y, pobre alma, un poco me revolqué en la gracia. Exponía y pretendía bastante para las escasas seguridades que realmente ostentaba, pero no me apeteció decir nada al respecto. Había cosas más importantes ahora mismo. Como el chisme, por ejemplo.

Fui acompañando el relato de reacciones sutiles, aunque por dentro me estuviera descojonando. ¿Shinomiya en un juego de la botella? ¿Que todos lo habían besado menos ella? Hombre, no ser mosquito. No podía imaginarme en absoluto a Su Majestad rebajándose a tales entretenimientos. Conforme fue hablando me pregunté si parte de esas inseguridades no nacerían precisamente del tipo este. Bueno, era de por sí bastante impresionante que conservaran una relación, fuesen compatibles o no.

—Gran historia —concedí, por decir algo más que nada, y en dos segundos ya la tenía ofreciéndose de celestina—. No lo sé. Necesitaría pruebas de tu efectividad como Cupido para considerar tus servicios.

 

—Oh, ¡Kaia-chan está en mi clase! —exclamé, dando una palmadita emocionada ante la revelación, y aunque quise decir algo más al respecto, el comentario final que Yuta añadió a su respuesta me hizo parar en seco, hasta que sonreí con cierta diversión apenas un segundo después—. No lo dudo, parece bastante difícil superarte~

Sea como fuere, me había apuntado el nombre de la chica en la memoria y sabía que me acercaría a ella en algún momento. ¡Siempre me hacía ilusión poder conocer a más gente! Sobre todo si eran chicas con las que podía hacerme amigas. Era cierto que no tenía el apellido del chico (juraría que se lo había escuchado a Kouchii o Eguchii en el club, pero no me acordaba para nada de cuál era), pero... no podía haber muchas chicas nuevas que se llamasen Kaia en mi clase, ¿verdad? ¡Solo iba a tener que sacar a relucir mis increíbles dotes detectivescas!

Después de eso, y de haberle contado como había acabado conociendo a Kou, me ofrecí a presentarle a alguien al chico, pero por supuesto que Yutarin no me lo iba a dejar nada fácil y empezó a pedirme pruebas de mis capacidades de Cupido. Hombre, solo había pensado presentarle a alguna persona, no hacerle todo el trabajo, pero ahora que lo decía... ¿cómo podría llegar a demostrarle algo así? Nos había juntado a Kou y a mí, eso sí, y mejor prueba de mis capacidades que esa...

>>¡Ah! ¡Mira la hora! —corté mis pensamientos a medio camino, pues estuve paseando la vista por el pupitre mientras lo hacía y, con el movimiento, me di cuenta de que el receso ya casi estaba acabando—. Otro día lo vemos, Yutarin, que ahora tengo que volver a clase. ¡Nos vemos! Y cuídame a Kouchii, ¿sí~? —me despedí, hundiendo el dedo índice en su mejilla al pasar a su lado.

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cierro por aquí con ri-chan uwu this was an absolute rollercoaster of emotions and i've loved every second of it JAJAJAA gracias por haber pensado en ellos, i had a lot of fun with it and with you, like always <3

 

No tenía mucho problema al hablar con las personas, pero eso era cuando no me dejaban a la deriva con cuatro personas y incluso conocía a Vero y habíamos pasado el receso con Matsuo, sumándole la sensación de interrupción. Igual fue eso, nada más una cosa del momento, cuando me preguntó si me buscaba en el receso asentí y me retiré, pero sabía que podía buscarla yo sin mucha complicación.

Las horas de clase pasaron, cuando sonó la campana sacó el móvil del bolsillo porque lo había sentido vibrar el algún momento y leí unos mensajes de Jez, decía que no iba a poder llegar a las clases de la tarde al final, así que le dije que no se preocupara. Al parecer lo de su prima no era grave en verdad, pero ella seguía prefiriendo quedarse con ella el resto del día.

Como fuese, con los mensajes respondidos regresé el móvil al bolsillo y me levanté del pupitre. Estiré el cuerpo, adormilada por el calor que se sentía en el ambiente, y entonces enderecé los pasos hacia el lugar de Morgan, apenas llegar le dediqué una sonrisa y enlacé los brazos tras la espalda.

—Perdona por lo de la mañana de nuevo. Me fui muy de repente también.

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Gigi Blanche im back *está en todas partes* abajo continua la película

—No me gusta el verano —soltó Rowan prácticamente derretido sobre el pupitre, llevaba así ya un rato antes de que sonara la campana—. ¿Te parece normal recibir clases con calor?

—¿De qué mierda estás hablando? ¿Vas a decirme que prefieres recibir clases con el cielo cayéndose afuera?

La pregunta lo hizo entrecerrar los ojos, reflexionando muy seriamente al respecto, y terminó por cubrirse los ojos con el brazo. Además, no tenía ni idea de qué hablaba este idiota si apenas la temperatura bajaba se iba a la mierda, quería decir más de lo normal. Parecía gustarle el frío, pero su cuerpo sin dudas tenía otra opinión al respecto. De cualquier manera, se desinfló los pulmones con un dramatismo digno de una película, yo lo imité y me levanté del pupitre casi con pereza. Mi movimiento lo hizo erguirse de golpe y por consecuencia lo miré como si fuese un extraterrestre, había pasado de estar medio muerto a casi dar un salto.

—¿A dónde vas?

—¿A comprar algo de tomar porque tú estás pegado a la silla? —dije con tono de pregunta, genuinamente confundido.

—Oh no, you stay here —apañó levantándose, atravesó su cuerpo en mi camino hacia la puerta y me picó el centro del pecho con el índice, acusador—. Te vas a comprar cosas y luego no vuelves, como el padre que se larga a comprar cigarros. ¡Me abandonas!

Bueno, era oficial, Rowan había perdido la cabeza por un poco de sol. Seguí mirándolo como si estuviese loco, vi la puerta y luego otra vez a él, con el ceño ligeramente fruncido, antes de suspirar con resignación. Me encogí de hombros para dejarme caer en la silla y él me miró desde arriba, satisfecho con ver que le hacía caso. En mi defensa, le hacía caso siempre, ¿por qué ahora era tan importante?

—¿Ves? Así está mejor.

Con eso dicho, pareció recuperar algo de la pereza de antes y tomó el cuaderno que había tenido bajo su peso antes de levantarse, lo cerró antes de acomodárselo bajo el brazo y enderezó los pasos hasta el pupitre de Pierce de lo más campante. Solté el aire por la nariz, me levanté de nuevas cuentas y lo seguí algunos pasos por detrás. Él se asomó por un costado suyo, sonriéndole con la facilidad de siempre.

—Yo te prometí los mejores apuntes de toda la escuela, ¿cierto?

 

Cuando sonó la campana del receso recordé milagrosamente (o por desgracia) que me había ofrecido a buscar a mi compañera de proyecto. Una de ellas, al menos. ¿De dónde había salido el impulso de responsabilidad? ¿Hanabi me habría pegado la gripe? Me toqué la frente por la pura gracia y suspiré, empezando a ordenar mis cosas con extrema calma. Quizá, sólo quizá, la chica se olvidaba y podría alegar que no la había encontr...

Alcé a verla cuando apareció ante mí, repasé su postura y la sonrisa que me dedicó. Bueno, plan abortado.

—No tienes de qué disculparte —afirmé, y lo decía en serio. ¿Qué se suponía que había hecho mal?—. Muy bien, el proyecto. Ven, siéntate.

Palmeé el respaldo de la silla frente a mí mientras cruzaba las piernas y clavaba los codos en la mesa, apoyando la barbilla en mis manos entrelazadas.

—Era una entrevista, ¿cierto?



Me había costado un poco más de lo usual seguir las clases, la mañana se me hizo eterna y para la última media hora había desconectado casi por completo. Había echado un vistazo tras mi espalda para comprobar que Rowan siguiera en el aula y cuando lo vi derretido en su banco regresé a guardar mis cosas con calma, junto a una risa floja. Medio les seguí parte de la conversación y también su acercamiento, hasta que su voz sonó a mi costado. Giré el rostro, di con sus ojos y le sonreí, aceptando el cuaderno.

—Oh, my, thanks Rowie~

Había alcanzado a oír el teatro que se había montado para retener a Sakai, cosa que me dio entre gracia y ternura. De veras que no tenía idea de nada y se había comprometido con la causa como si su vida dependiera de ello. Guardé los apuntes con mis otras cosas y fingí tener una idea espontánea.

—Oh. —Alcé las cejas, volteando el torso, y miré a Rowan—. ¿Sabías que es el Día Internacional de Almuerzo de Pelirrojos? Deberíamos honrarlo, ¿no crees?

Deslicé la vista a Torahiko, sin perder el entusiasmo.

—En algunos países del mundo mejor conocido como Día Internacional de Almuerzo de Pelirrojos con Amigos.

 

Pobre chica, había terminado siendo la primera víctima de mi intento por volver a ser una estudiante responsable, pero pues ni modo. Ahora que había conseguido el impulso sería peor si solo lo perdía, así que me apegué a mi plan y la busqué. Igual no creía que fuésemos a definir mucho todavía, si faltaban los demás, era apenas el primer intento.

Amplié la sonrisa cuando me dijo que no tenía por qué disculparme y miré el lugar que me señaló frente a ella antes de sentarme. Descansé las manos en el regazo, jugando de forma distraída con el ruedo de la falda.

—Sí, es una entrevista. Hay una lista de asignaturas permitidas —contesté sacando el móvil donde las tenía anotadas y lo extendí en su dirección—. Bueno, sé que ahora mismo solo estamos hablando tú y yo, pero quería saber si de casualidad conoces a alguien que nos pueda ayudar.



—Always a pleasure, dear —contestó como si nada.

Había notado que apenas Rowan recibió la atención de Pierce se le amplió la sonrisa, le cedió el cuaderno y alcanzó a apoyar el peso del cuerpo en el respaldo de la silla de la chica, con cuidado de no dejarle ningún cabello prensado debajo. Los repasé con la vista sin intención real, solo lo hice y me quedé donde estaba, escuchando la idea de la chica y viendo la reacción de Ro.

—¿De verdad? No puedo creerlo, claro que deberíamos honrarlo. ¿Qué clase de pelirrojos seríamos en caso contrario?

Se irguió entonces, aunque todavía usó la silla de ella de apoyo, y me miró apenas un segundo antes que Pierce. Al parecer el día internacional inventadísimo no era solo eso, era el día sacado del aire con el plus del pobre diablo hacía de llavero. Parpadeé despacio, sin cambiar la expresión plana del rostro y noté que Ro alzaba las cejas, como buscando que le contestara algo.

—No es que tenga opción. Rorin me tratará de abandonador el resto de la semana si me atrevo a irme a ver por la ventana —respondí entonces, deslizando la mirada a la muchacha—. Aunque sigo esperando que formes la secta de pelirrojos o algo así.

 

Al menos la chica (Meyer, ¿cierto?) parecía estar relativamente enterada del proyecto, cosa que nos ahorraba tiempo y trabajo. Desenredé las manos para bajar la vista a su móvil y fui leyendo las asignaturas mientras la oía hablar. ¿Conocer a alguien apto para el trabajo? A mamá le estaban encasquetando varias guardias, aún si le interesara no tendría el tiempo suficiente esta semana.

—Aquí en Japón sólo somos mamá, mi hermana menor y yo —argumenté, junto a la negación implícita—. Mamá es médica, pero sus horarios son muy tricky y andamos un poco a contrarreloj, ¿no?

Medité el asunto unos segundos. Por la forma en que lo había puesto, asumí que ella tampoco tenía a nadie para ofrecer.

—¿Quiénes habías dicho que estaban con nosotras? Habías mencionado a alguien de nuestra clase, ¿verdad?



Rowan se sumó a la tontería sin problema y ambos nos quedamos esperando la resolución de Torahiko, quien pestañeó sin inmutarse y aceptó... o algo así. Ya había guardado todo, así que tomé la bolsa del bento y me puse de pie, acomodándome junto a Rowan.

—Rorin tendría razón. —Me incliné hacia el muchacho y le apretujé suavemente las mejillas con una mano, haciendo un mohín—. Mira esa carita, ¿cómo podrías ignorarla?

Muy bien, el plan ya estaba en marcha. Tras soltar a Ikari le dediqué la mejor mirada de cómplice que tenía a la venta y me alejé de su posición para situarme a medio camino entre ambos.

—Alright, ¿adónde vamos? Intentemos no calcinarnos, en lo posible, además a esta hora el sol es cancerígeno. —Fingí recordar algo y di un respingo—. Oh, right! Tengo que hacer algo primero. ¿Les parece si deciden ustedes y me avisan adónde estén yendo y nos encontramos allá? Genial, ¡nos vemos~!

Toda la última seguidilla la había soltado conforme caminaba hacia la puerta, para despedirme con el brazo en alto y finalmente desaparecer del aula.

 

Asentí en cuanto dijo que solo eran ella, su hermana menor y su madre, que era médica, sonó a negación implícita que acabó por confirmarse cuando dijo que los horarios de su madre eran tricky. Igual con cualquier médico imaginaba que el asunto era complicado, así que tampoco pediría milagros. En casa todo era medio caótico todavía, así que prefería no añadir un compromiso escolar a la lista de preocupaciones.

—Imagino que debe ser muy complicado y sí, andamos contra tiempo —contesté junto a una sonrisa un poco culpable, luego asentí cuando preguntó por nuestro grupo—. Sóloviov es de nuestro salón, el chico rubio, alto. Las otras dos chicas son de la 3-3.

Al ir mencionando a nuestros compañeros mapeé el espacio, por si veía a Gaspar. Igual lo tenía ubicado de nombre, no le había hablado tampoco aunque no era que hablara mucho con nadie si me ponía a pensarlo.