Pasillo

Así cómo me había cuestionado hasta dónde era altruista haberme quedado junto a Kakeru ayer, en un chispazo de irracionalidad, también me cuestioné hasta dónde era altruista acercarme a Adara ahora mismo. Hasta dónde no lo hacía porque me negaba a quedarme fuera, porque estaba forzando a mis engranajes a encastrar en algún lado. Trataba de no pensar en estas cosas con mucha insistencia porque nunca terminaba bien, pero también era ingenuo solo quedarme quieta.

Recibí la mirada de Adara, sostuve la sonrisa y su respuesta estuvo conformada por tres palabras desconectadas entre sí, ni siquiera era una frase en sí. Supuse que la había dejado con el cerebro vuelto puré, quería decir, más de lo que parecía tenerlo ya de por sí y esperé, no supe bien el qué. Esperé porque no sabía hacer otra cosa y no era capaz de descifrar hasta dónde eso hablaba de mi paciencia o mi resignación.

Cuando la espera transformaba todo en migajas y yo las levantaba.

Su pedido hizo trastabillar mi sonrisa, no porque me molestara, fue porque me sorprendió muchísimo. El carácter de Adara era complicado, como parecía serlo el de todas las personas con las que me juntaba tarde o temprano, y pensé en las pintas de Altan de los últimos días, antes de la casa por cárcel, en la seriedad del chico Sugawara y el silencio de Cayden. Pensé en todas las miradas que recibía y que no podía leer y se me ocurrió que Ada caía en el mismo saco, que había sido siempre así desde el primer proyecto.

¿Pero qué podía hacer si aparecía pidiendo un abrazo?

Tomé aire, lo solté despacio y estiré los brazos en su dirección, los puse sobre sus hombros, la arrastré hacia mí y la envolví en un abrazo. Alcancé a girar un poco el rostro, lo suficiente para dejarle un beso ligero en la mejilla y luego afirmé el abrazo.

—Ya está, cielo —murmuré, calmada—. Ya estoy aquí.

 

Recibí su queja con una sonrisa que pretendía ser inocente pero también demostrar que me había salido con la mía, y aguardé a que rescatara algo de sus últimos diez días. Esperé alguna anécdota sencilla con su amigo, o su familia, o su gato incluso, así que paré la oreja al notar que parecía tratarse de una especie de conflicto. Una chica se había ¿enfadado? con él porque había interpretado que Suiren ¿la rechazó? Le gustaba y le parecía atractiva, pero iba muy rápido. Sonaba como una all or nothing situation.

Me tomé el asunto con mucha seriedad, aún si nadie me lo había pedido. Quizá me lo había comentado sólo como anécdota, pero a mis oídos parecía la clase de planteo que esperas una opinión o un feedback en respuesta.

—Pues... ¿habla con ella? Si te interesa, claro. —Me encogí de hombros—. Personalmente creo que no somos responsables de las interpretaciones ajenas y que no le debemos explicaciones a nadie... a menos que nos interese darlas, por los motivos que sea.

La ignorancia últimamente me mantenía ciega de muchas cagadas y se le sumaban aún más. Imagina saber que estaba hablando de Alisha y no sólo eso, sino que él había llegado a ver parte del conflicto hace tiempo. Las cosas podrían haber sido muy diferentes pero aquí estábamos, un poco a la deriva y sin notarlo.

También me contó que su mamá estaba de vacaciones, lo cual traduje a que podía pasar más tiempo con ella, y mi sonrisa al mirarlo se tornó bastante cálida.

—Y hete aquí, los poderosos palitos de queso —bromeé, recordando que me había dicho que los hizo ella, y regresé la vista al frente mientras pensaba—. Hmm... La semana pasada vino un amigo a casa y nos atiborramos de pastel, ¡oh! También pasé a saludar a mis antiguos compañeros de trabajo. Fue lindo, llevaba rato sin verlos. Además de eso... mis hermanos rompieron uno de sus juguetes e intenté arreglarlo, era eso o la Tercera Guerra Mundial, pero de todas formas no tuve éxito. —Le mostré el dedo meñique con un puchero en los labios, aún tenía la ligera marca del martillazo que se había comido—. See? I'm useless... and dangerous!

Era un resumen bastante decente, ¿verdad?

—Oh, y hubo un evento muy bonito de baile, unos chicos se presentaron y luego pillaron un montón de gente para que bailaran también. Fue muy divertido de ver, justo el día que no viniste. —Miré a Suiren de soslayo, con cierta picardía—. Right after our date, I mean~

En teoría no había sido una cita, no bajo sus estándares, pero yo nunca había especificado los míos, ¿verdad?

 

Mi interpretación (claramente errada) la pilló tan desprevenida que se quedó mirándome un buen rato antes de soltar la carcajada. Su reacción me resultó genuina y me ensanchó un poco la sonrisa, aunque claro, en absoluto se comparaba con su nivel de efusividad. Se me ocurrió pensar que era bonita, o quizá me lo resultaran en general las personas que no veían reparos en expresarse. Como si no hubiese barreras entre sus corazones y el mundo.

Eran personas que brillaban mucho.

Aguardé a que el ataque de risa le permitiera hablar, y esta vez fui yo quien se sorprendió al notar que se aferraba a mi brazo. De primera mano me incomodó un poco, pero estaba tan metida en el asunto de su abuela que no vi por dónde interrumpirla y, con el correr de los segundos, supongo que acepté mi destino. Hablaba mucho en inglés, pero llegué a entender que había sido un accidente y que la señora estaba demasiado mayor para acabar en la cárcel. Hombre, pues pensar los crímenes antes de cometerlos, ¿no?

—Si ella creía que hacía lo correcto... —concedí en una reflexión al aire, justificando el bendito homicidio de una anciana en manos de otra.

Fuera cual fuera el motivo, en cuanto llegamos a la planta baja la miré de soslayo y lanzó sobre la mesa la tontería de turno. Me mantuve en sus ojos, aparentemente inmune, y con movimientos suaves me deslicé fuera de su agarre.

—Debes quererla mucho a tu abuela —respondí, haciéndome el imbécil, y me aproximé a la máquina expendedora.

No me sentía realmente cómodo, digamos, ligando con nadie, y menos en la escuela a la una y media de la tarde. En ese sentido era bastante más imbécil de noche, en la calle y con una botella en la mano; o más libre, quizá. De día mi cabeza hacía mucho ruido y sentía ojos en todas partes.

Elegí el agua que le había prometido, la pagué yo sin hacerme problema y se la alcancé junto a una sonrisa suave. Dejando la tontería de lado, esperaba que le ayudara a sentirse mejor.

—¿Quieres ir afuera? —le propuse, tras echar un vistazo al patio norte.

 

Al final sí que había tenido que comer un poco a las prisas, a duras penas pudiendo acabar todo lo que Nana me había preparado, y lo que era todavía peor... no había podido repasar nada de nada las líneas que había querido. Sabía que no era mucho diálogo que aprender, y también tenía la posibilidad de seguir estudiando en casa, ¡pero es que quería hacerlo bien de verdad! Y conseguir eso iba a requerir mucho trabajo por mi parte.

Sea como fuere, tampoco me arrepentía demasiado, que socializar siempre era importante para la salud mental de uno, y sin salud mental... ¡pues nada merecía la pena! Aun así, no había dejado de sentirme un poco culpable al respecto, así que acabé quedándome estudiando hasta tarde... lo que provocó que me despertara tarde por la mañana... y por lo tanto tuve que salir de casa con el desayuno a medio acabar... ¡y yo sin azúcar no sabía funcionar! Así que mi objetivo aquella mañana era bien claro: la máquina expendedora de turno.

—Uhm... pero ahora no sé muy bien qué quiero comer... —murmuré, llevándome la mano al mentón mientras sopesaba detenidamente todas las opciones que tenía.

 

Paneé rápidamente los casilleros y solté el aire por la nariz, despacio, al comprobar que Kakeru no se encontraba allí. Cerré la puerta de mi casillero, deslicé la mano hasta regresarla a mi espacio y, tras echar un último vistazo, giré sobre mis talones, rindiéndome. Podría encontrarlo en otro momento, en otro lugar; cuando me saliera de los huevos, honestamente. Si acaso me apetecía hacer esto con gracia y educación, pero las condiciones de la reunión podrían mutar si las cosas se complejizaban.

Dependía de él, en verdad.

Estaba por subir a clases cuando noté de soslayo el chispazo rosado que ya bastante bien conocía. Me detuve, giré el rostro y sonreí con cierta diversión al ver a Riamu frente a la máquina expendedora, pero no la de bebidas. Caminé hasta su posición con calma y me detuve a su lado, inclinándome apenas para intentar definir la trayectoria de sus ojos y ver lo que ella estaba viendo. Qué snacks estaba considerando, quería decir.

—No me digas, Ri-chan —murmuré, decepcionado, y regresé a mi espacio—, ¿no desayunaste?

 

Estaba tan, taaaan concentrada en los dulces que tenía delante, que ni siquiera le estaba prestando mucha atención a los alumnos que iban pasando a mis espaldas, y mucho menos se la presté a aquel que decidió pararse a mi lado para inclinarse en dirección a la máquina, posiblemente queriendo inspeccionar las opciones también. Pues si quería comprar algo, ¡iba a tener que esperar a que yo me decidiera! Había llegado primero, así que estaba en todo mi derecho de mirar todo el tiempo que quisiera, hmpf.

Cuando el alumno en cuestión empezó a hablar, sin embargo, mi cabecita finalmente hizo el trabajo que necesitaba y reconoció a Kou al instante, lo que provocó que se me iluminase la expresión al girarme en su dirección, contenta por ver esa carita que hacía tanto tiempo que no veía. Así pues, estiré los brazos hasta alcanzarle las mejillas con las manos y la apretujé las mismas, sin demasiada fuerza, antes de echarme hacia delante y plantarle un beso de nada sobre los labios.

—¡Kouchii! ¡Cuánto tiempo! —exclamé, liberando finalmente su rostro, y dejé salir un suspiro después, mientras volvía a girarme para encarar a la máquina (aka, mi peor enemigo en esos momentos)—. A medias, la verdad... apenas me dio tiempo a terminarme la tostada. ¡No comí nada dulce! —me quejé. completamente indignada, con el ceño fruncido y cruzándome de brazos—. Pero no tengo ni idea de lo que quiero comer... ¿Tú qué dices? ¿Debería pillarme el paquete de galletas, la tableta de chocolate, los bombones? ¿Quizás todo...?

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*chilla*

 

Pobre niña, de verdad. Entendía que la escuela era un sitio seguro y que la anomalía en todo caso venía de mi perspectiva, no la suya, pero aún así. Había llegado a su lado, literalmente me colé en su espacio, y ni eso bastó para que despegara la vista de la máquina. Si acaso me quedaba el pequeño consuelo de pensar que sus niveles de confianza absurdos provenían del lugar y la hora, pero que en otra clase de sitios se mantenía más alerta.

Aunque, sinceramente, lo dudaba.

No fue hasta que hablé que me reconoció y se dignó a voltear. Se iluminó al instante, me estampó las manos en las mejillas y yo solté el aire por la nariz en una suerte de risa repentina y ligera, dejándola hacer. A veces hacía estas cosas, era verdad, pero duraban poco y realmente no eran constantes, así que no me molestaban. Me dejó un beso en los labios, fue ligero y le correspondí, manteniendo la mirada sobre ella en cuanto regresó a su espacio.

Su atención regresó a la máquina y yo alterné la vista entre ambos, ella y el aparato. ¿Siempre desayunaba algo dulce? Pobres muelas. Mencionó unas galletas, chocolate, bombones, y me pregunté cómo era capaz de echarse esas cosas a esta hora. Bendito su estómago.

—Las galletas para ahora y el resto para después —definí; sabía que querría comprarse todo, la cuestión sólo se basaba en cómo justificar la transacción—. El día tiene muchas horas, ¿no? Y los seres humanos, por desgracia, comemos un montón.

Como cerdos.

Vinieron a mí de repente, la intensidad de los empujones y las risas repugnantes de los demás mocosos, pero lo dejé correr.

 

—¡Eres todo un genio, Kouchii! —exclamé tras haber recibido su sentencia, bien contenta por la misma.

Di una palmada a causa de la emoción, sonriéndome al ver toda la reserva de azúcar que tendría para el día, y no tardé mucho más en sacar un billete para empezar a comprarme los dulces. En el proceso, acabé soltando una risilla al escuchar el comentario final de Kou, y una vez terminé de guardar todo menos las galletas en mi maletín, me giré para mirarlo con la cabeza ligeramente ladeada.

>>Será porque necesitamos mucha energía —comenté, llevándome una galleta a los labios, y le dediqué una sonrisa sedosa mientras extendía el paquete en su dirección—. Como cuando tú y yo quedamos, que acabamos gastando un montón, ¿o no~?

Esperé el tiempo suficiente para que él también cogiera una galleta si quería, recuperando después el paquete en mi espacio, y me acerqué a su posición, hasta terminar invadiendo su propio espacio con el movimiento.

>>¿Cómo has estado, Kouchii? ¿Te has portado bien estos días~? —pregunté, dándole un golpecito de nada en la punta de la nariz con el índice.

 

Mi resolución fue bastante simple, pero bastó para alegrarla y me limité a observar sus movimientos con una pequeña sonrisa plantada en los labios. Y quien dice "movimientos" se refiere al dinero que se gastó en dulces. Guardó todo menos las galletas, las abrió allí mismo y me las acercó. Deslicé la mirada del paquete a sus ojos, detallé el tono de su sonrisa y la mía no mutó, si acaso se ensanchó un poco.

—Para eso son las proteínas, Ri-chan. —La respuesta amplia era bastante más compleja, pero para molestarla me valía—. Y la idea no es recuperar las calorías quemadas, ¿o sí?

Conforme le respondía había envuelto su muñeca suavemente e hice retroceder su brazo, rechazando así su ofrecimiento. Riamu se acercó a mí, entonces, consumió la distancia y la recibí en mi espacio sin problema, atento a sus ojos. El golpecito en la nariz sólo me hizo parpadear y lancé la mirada hacia un costado, murmurando un muy leve sonido reflexivo. Suponía que sí me había portado bien estos días, ¿verdad? Según mis parámetros, quería decir. No había andado recabando información indiscreta, ni administrando castigos, ni cobrando deudas. Estaba el asunto de Ishikawa, pero eso venía de la semana pasada.

¿Contaba?

Mi sonrisa se torció apenas y pestañeé, regresando a sus ojos.

—¿Qué pasa si digo que no? —indagué, en voz baja.

 

Ladeé un poco la cabeza cuando Kou me corrigió, mirándolo con una ligera cuota de curiosidad plantada en el rostro, y seguí mordisqueando la galleta a medida que mis ceño se iba frunciendo cada vez más. Espera, ¿desde cuándo Kouchii era un experto en estas cosas? ¡Y espera otro segundo! ¿Acaso me estaba diciendo que había engordado por seguir comiendo dulces después de echar polvos? ¡Eso no estaba bonito! Le di un buen mordisco a la galleta, como toda respuesta, porque podían quitarme el sexo, ¡pero nunca dejaría que me quitasen el azúcar!

Sea como fuere, la molestia tonta de turno se me pasó al segundo, como solía ocurrir siempre, y justo después fue que decidí invadir su espacio para picarle la nariz y preguntarle qué había estado haciendo esos días. El señorito se tomó su tiempo para responderme, pero en aquella ocasión no me molestó especialmente, pues pude aprovechar que estaba distraído para repasar sus facciones a consciencia. Es que, bueno, de verdad que tenía una carita muy bonita que hacía mucho que no veía, y una solo era una simple chica...

—¿Eh? ¿En serio? —murmuré, volviendo a dejar la cabeza hacia un lado, y levanté la mano que tenía libre para juguetear con un mechón de su pelo entre mis dedos—. Supongo que tendría que preguntarte qué tan mal te has portado y cómo, para ver si me gusta o no~

 

Lo que repliqué fue una afirmación sin relevancia ni conflicto alguno, era mi percepción de la realidad, una que creía plenamente no estar errada, y por ello su sorpresa me resultó tan evidente. ¿Qué había para impactarse? ¿En qué universo se suponía que alguien como yo fuera popular? A duras penas la gente notaba mi existencia, y cuando lo hacían, no era precisamente por los motivos que dejaban a los adolescentes en la cúspide de la pirámide social. Aquí era un fantasma sin más, y en Inverness había sido una de las freak del grupo de Jenny.

—I'm not lying, lad —aseveré con calma, en cierta forma fue evidente que hablaba en serio.

Aún así, seguía sin importarme. No lo suficiente para molestarme, al menos.

La liviandad se evaporó de su rostro al soltar la estupidez de los espíritus, consideré mi objetivo cumplido y disfruté la pequeña victoria en silencio. Encontré su muñeca y lo guié fuera de la zona de casilleros, que estaba bastante concurrida y costaba un poco andar. Había visto a Katrina a la pasada, pero no me interesaba detenerme a saludarla ni esperar a recibir su atención, así que seguí de largo sin más. El pasillo estaba descongestionado y viré hacia la izquierda; la voz de Kenneth sonó cerca de mi oído y sonreí, divertida, acompasando el ritmo para colocarme a su lado y liberarle la muñeca.

—¿Qué dices? Si en el más allá tenemos vida eterna —repliqué con ligereza, buscando sus ojos—. ¿Qué diferencia hace ser joven? Si algo, preferible quedar inmortalizado ahora y no siendo un anciano decrépito.

Repasé sus facciones por encima y regresé la vista al frente, sin perder la sonrisa.

—That's a wee face I would always look for.

Riamu solía ser terriblemente transparente con sus reacciones. Mi pequeña lección gratuita de nutrición fue contrariándola poco a poco y, valiéndome de esa guía, llevé el asunto en la dirección que sabía la molestaría. Era una broma inofensiva, poco más. No creía que hubiese subido de peso ni un gramo desde que la conocía y, en cualquier caso, me seguía gustando. No tenía de qué preocuparse.

Igual obvió la queja explícita, cosa que pensé que sí haría, y se acercó a mi posición. A mi tontería le siguió la suya, ladeó la cabeza y repasé, como quien no quiere la cosa, las ondas suaves de su melena corta. La sentí juguetear en mi propio cabello y la dejé hacer, volviendo a sus ojos. No sabía hasta dónde era hipócrita usar estas cosas para tontear con Riamu, si lo suyo no sería avergonzarme y llevármelas a la tumba, pero ¿ella no había ignorado todas las señales ya? Había tenido tiempo y margen de sobra para irse a la mierda de haberlo querido. Jamás la habría detenido.

Y no era de los que desaprovechan las buenas oportunidades.

—¿Te gusta que me porte mal? —repliqué con una clara cuota de incredulidad, sólo la seguía molestando y, tras relajarse mi sonrisa, seguí hablando—. No hice nada muy loco, pero a la gente le gusta exagerar, ¿no crees, Ri-chan?

Mis manos encontraron los costados de su cintura y las deslicé hacia su espalda, afirmándolas allí.

—¿Y qué tal tú? ¿Has sido una buena chica?

 

Morgan me aseguró, completamente seria, que no estaba mintiéndome, y aunque decidí no añadir nada más al respecto, lo cierto era que seguía pareciéndome bastante inverosímil. Sí, sí, la chica a veces parecía sacada del cuento más oscura que Poe haya escrito, pero también era muy guapa, y eso solía tener mucho más peso entre los de mi género. Suponía que los japoneses no debían tener muy buen gusto, sin más...

Sea como fuere, mi aparente nerviosismo ante su intención de ponernos en contacto con espíritus tuvo que hacerle su gracia, incluso si su expresión no pareció demostrarlo especialmente, y solo con eso yo ya me di bastante por satisfecho con la tontería. Quería decir, era cierto que no me hacía especial gracia todo lo relacionado a lo sobrenatural, pero no era algo que me aterrase tanto; tampoco creía que Morgan fuera a hacerme algo malo, de todos modos.

—Escucha, no tiene pinta de que en el más allá se puedan hacer tantas cosas como en el más acá —argumenté, cruzándome nuevamente de brazos al haber ella liberado mi muñeca.

Alcé una ceja cuando recibí su mirada, curioso por la repentina atención, y al segundo sentí como mi expresión se relajaba, dejando salir una risa nasal liviana ante su comentario final. Negué un par de veces con la cabeza, sin poder reprimir la sonrisilla divertida que se me había quedado plantada en los labios, y al final se me escapó un suspiro de nada, casi resignado.

>>Me llevas a conocer a tus pretendientes espirituales entonces, vale, ¿pero dónde? No sabía que la academia tenía una sala para hacer invocaciones.

¿Había esperado que Kou me dijese realmente qué era aquello tan malo que había estado haciendo esos últimos días? No, la verdad. Me hubiese gustado, claro, pero ya sabía que eso era esperar demasiado... y, de todas formas, a saber si era verdad o solo lo decía para molestarme. En lugar de una respuesta, el chico me devolvió la pregunta con otra que, muy a mi pesar, logró sacarme una risilla de nada como reacción.

—Quizás~ Los villanos suelen ser los más sexy en las películas, así que... —contesté, completamente convencida por mi argumento, y no mucho después me encogí de hombros, al terminar de escuchar lo siguiente que dijo—. Supongo... será para darle emoción al asunto, ya sabes.

Sentí sus manos en mi cintura en cuanto acabé de hablar, el repentino contacto haciéndome sonreír con cierta cuota de emoción, y aquella misma sonrisa acabó ensanchándose cuando la presión de sus manos se trasladó a mi espalda. Por un buen momento me olvidé de que estábamos en medio del pasillo, pues deslicé los brazos hasta poder rodearle el cuello y me eché hacia delante, juntando nuestros cuerpos al buscar contestarle cerca del oído, en un susurro:

>>¿Qué pasa si digo que no~?

 

Su argumento me ensanchó la sonrisa y no respondí nada, de por sí entretenido con la estupidez. No sabía hasta dónde era transportable el atractivo de un villano ficticio a la vida real, pero si a ella le gustaban los chicos malos no tenía derecho ni interés por cuestionarlo. Ni el hecho en sí, ni las razones, mucho menos las consecuencias. Si lo pensaba dos segundos era casi hilarante que fuera por la vida siendo quien era, mientras que con ella iba a restaurantes, le compraba obsequios y cumplía sus caprichos. ¿Qué le gustaba de los villanos, exactamente? ¿La fantasía de una realidad que en verdad nunca la tocaba? ¿O en el fondo buscaba algo más?

Me daba igual.

El contacto la puso en movimiento, su sonrisa se ensanchó y me echó los brazos al cuello, arrimándose a mi cuerpo. Noté de soslayo que algunas personas nos miraban, en sí podía predecirlo sin problema, y la certeza fue bastante hilarante. Su voz, su aliento rebotó contra mi oreja y bajé la vista a su hombro, la parte de su cuello que me quedaba al alcance. Sentí su perfume.

¿Le ponía la fantasía?

¿O buscaba algo más?​

—No me digas —murmuré, aún fingiendo sorpresa, y retrocedí lo suficiente para encontrar sus ojos—. No querrás saber lo que le pasa a las niñas que se portan mal, ¿o sí?

 

Podía parecer absurdo, porque realmente no me había movido tras soltar la pregunta de turno y no podía ver del todo bien las reacciones del chico, pero supe con absoluta certeza dónde Kou había posado su mirada, pues la piel me cosquilleó por esa misma zona. Solté algo de aire de golpe, intentando regularme un poco al sentir que él se removía para poder mirarme, pero el intento fue francamente inútil, porque sus palabras me devolvieron toda la ola de sensaciones de una vez.

Me sonreí, paseando la mirada a lo largo de sus facciones, desde sus ojos hasta acabar quedándome prendada de sus labios, y retiré el brazo que seguía teniendo libre hacia mí, pudiendo así apoyar la palma sobre una de sus mejillas. Extinguí la poca distancia que quedaba entre nosotros para darle un beso, entonces, y mantuve la unión del mismo un par de segundos más de lo necesario; no fue una cosa muy loca, de todos modos, porque todavía era consciente que seguíamos en la escuela.

—¿Por qué no iba a querer? —murmuré, habiéndome separado apenas lo suficiente como para poder hablar sin obstáculos—. Quiero ser una buena chica, así que debo pagar por lo que haya hecho...

¿Y lo había besado para que la supuesta consecuencia de mis malas acciones no fuese tan severa? Quizás~

 

Recibí sin mayores complicaciones el beso de Riamu, aunque fui muy consciente del lugar donde estábamos y una sonrisa divertida acabó ensanchándome los labios. En cualquier caso no hice nada que fuera contra sus intenciones, todo lo opuesto: afiancé la presión en su cintura con sutileza, atrayéndola un par de centímetros en mi dirección, y me incliné para que pudiera regresar la totalidad de su peso al suelo.

Había que verla nada más, lo entretenida que estaba con toda la tontería. Siguió jugándose el pellejo y me sonreí, divertido. ¿Qué de malo podía hacer esta niña? ¿Un berrinche? ¿No estudiar para un examen?

—Cierto, olvidé que estás un poco loca —concedí, deslizando las manos fuera de su cintura—. Eres una buena chica, Ri-chan, no tienes de qué preocuparte~

Supuse que esa respuesta iría contra sus expectativas. Le sonreí como si nada y guardé las manos en los bolsillos, señalándole las escaleras con un movimiento de cabeza.

—¿Subimos?

Contenido oculto

*inserte aviso de cierre*

 

Habían pedidos y solicitudes que uno le hacía a las personas que eran normales, aceptables y comprensibles, pero aunque Bea no lo dijera y yo tampoco quizás ambas entendiéramos lo incómodo que resultaba justamente pedir algo. Sin embargo, quizás debiera pensar en que así como ella me pidió usar el ascensor y yo solo accedí, tal vez si yo optaba por hablar no fuese todo tan desastroso como lo esperaba. Claro que poner esas cosas en práctica era más difícil.

En cualquier caso, Bea atendió a la despedida y aunque tal vez no se le hubiese oído nada por el barbullo general del receso, se me ocurrió que el muchacho habría pescado su intención al menos. También que Ilana habría visto su reverencia y se habría quedado contenta, no había intercambiado más que un par de palabras con la chica, pero parecía haber hecho buena amistad con Paimon y Craig, también se llevaba con Cay, así que al menos parecía agradable y amistosa.

Ya en el ascensor Bea me respondió que no, que no salía mucho al aire libre de hecho y asentí para que supiera que la escuchaba. Luego preguntó si yo ya había ido, pero la pregunta mutó a lo de que había estado siempre aquí en esta academia como ella. Sonreí ligeramente al escucharla, seguía causándome ternura.

—Sí, entré a esta Academia en primero —concedí con calma poco antes de que el ascensor nos dejara en la planta baja—. Cuando entré me sentía muy nerviosa, ¿sabes? Hasta entonces había compartido escuela con mi mejor amigo y me sentí segura al saber que siempre estaba conmigo, pero cuando pasamos al instituto a él lo enviaron a otro y yo entré a este. Los primeros días tampoco hablaba mucho con nadie.

La pequeña anécdota o confesión la fue haciendo mientras caminábamos por el pasillo, donde me mantuve a su lado y caminando a su ritmo. Husmeé por las ventanas por pura manía, pero nada más, ni siquiera cambié nuestro rumbo.

—Luego conocí a una chica con la que hice amistad y entré al club de lectura, donde también conocí más personas, pero eso. Primero es siempre un poco complicado. —Giré un poco el rostro con tal de buscar sus ojos y le sonreí—. Y he estado en la piscina, sí. Es bonita y relajante diría yo.