Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    La cercanía de mi mano dibujó una sonrisita que perduró en sus labios. Antes se había puesto algo bizco al tratar de enfocar mis dedos, que lo trataban con tanto mimo. Y cuando negó levemente frente a mi agradecimiento, me di cuenta que se había movido lo menos posible para que mi contacto no se perdiera. Estos gestos se manifestaron con la suavidad tan única que sólo él sabía desplegar, pero me atravesaron con más fuerza que en otras ocasiones. En ningún momento quise cortar la conexión de nuestros ojos, pues me gustaba tenerlo así de cerca… Y justo por eso detallé, un poco sin querer, cada rasgo de su rostro.

    Fuji siempre me pareció lindo. Pero ahora... lo veía increíblemente lindo.

    Cuando le di las gracias por lo de Copito, obviamente sentí que me había quedado cortísima con las palabras. Lo mismo me ocurrió con el pedido de disculpas
    Por suerte, Fuji dijo que no pasó nada, y escuchar su voz tranquilizándome me estiró la sonrisa en señal de alivio. ¡Es más…! Incluso lo había llevado a un par de quedadas.

    —¡Ajá! ¿Así que Fuji y Copito salieron de parranda? A la próxima, inviten —solté con una risilla divertida—. Y de paso me presentas a tus amigos, que necesito felicitarlos por haberle hecho este cordón tan bonito al pequeñín —en tanto hablaba, hice que Copito se posara sobre un índice y lo alcé a la altura de mi rostro, para volver a apreciar su moñito rojo—. You looking cool!

    El gorrión infló el pecho y me dio unos picoteos en la punta de la nariz.

    —Y seguro que la pasaron muy bien con Annita, Emi-chan y Mini Ishi, ¿no es así? Me parecieron bellas personitas —continué tras regresar mi atención a Fuji—. Yo estuve en los alrededores de Hakone, participando de un campamento de entrenamiento organizado por mi nueva sensei, Anong, y... —pausé de pronto, con cara de estar recalculando— Ay, espera... Acabo de caer en que no llegué a mostrarte algo. ¡Mira…!

    Con Copito otra vez en mi hombro, de mi maletín saqué una medalla plateada que dejé al alcance de su mano. En su centro se veía la silueta de un karateca con un mar de fondo, rodeado por kanjis que formaban la palabra “Kyokushinkai”. En el borde superior de la medalla había una inscripción que rezaba: “Maxwell, Verónica. 2º lugar, Peso Ligero”. Y abajo: “Campeonato Nacional Sub-18 (Tokio 2020)

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    —Me moría de ganas de compartir este logro contigo —sonreí—. Verás, gané esta medalla el otro fin de semana pasado. Anong es la sensei de la campeona, Himari. Tras ver mi desempeño en la final, me invitó tener una dura prueba en su gimnasio; la cual superé, convirtiéndome así en su nueva alumna. Es una mujer implacable que no se anda con rodeos. Me avisó con tan poco tiempo del campamento, que debí correr como no te imaginas —me reí, negando levemente con la cabeza—. Pero es genial y muy buena en lo que hace.

    >>Estoy pensando en entrevistarla para el proyecto escolar —añadí, pensativa—. ¿Ya viste los grupos en el tablón, Fuji? Nos mezclaron con otros cursos, pero al final no nos tocó trabajar juntos, ay —suspiré.
     
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    Gigi Blanche

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    La reacción de Verónica a mi pequeño relato me arrancó una risa casi insonora que si acaso sirvió para entrecerrarme los ojos en lo que me erguía, regresando a mi posición inicial. Presentarle esta chica a aquella panda de ex pandilleros era un gran no, pero no tenía por qué meterme en ese terreno. De por sí seguía sin saber que Anna había metido a Emily en Kabukichō y en el bar de Hayato, o ya me habría escandalizado y le habría caído con el regaño del siglo.

    —¿Hacerlo? Sólo lo tenía en el bolsillo y se lo ató al cuello —respondí, sacándole todo el crédito posible al pobre Rei, y volví a reírme—. Pero reconozco que le queda simpático. Combina con sus ojitos.

    Asentí para confirmar que la tarde en el parque había sido amena, y entonces me contó sobre su fin de semana. Ubicaba Hakone, estaba cerca de Tokyo, y allí había ido a un campamento de entrenamiento. Pareció recordar algo y aguardé hasta que me mostró una medalla. La tomé de su mano con cuidado y repasé la textura del metal con el pulgar, sonriendo con suavidad. Imaginaba lo contenta que debía estar Verónica por este premio, y la idea de que estuviera cumpliendo sus metas poco a poco me generaba una mezcla de alegría y orgullo. A mis ojos era algo increíble.

    Inimaginable.

    —Ahora entiendo por qué te oías tan apresurada el viernes —até cabos, junto a una risa suave, y busqué sus ojos al regresarle la medalla—. Felicidades, Shiro-chan. ¿Tienes muchas de estas medallas?

    Giré ligeramente el cuerpo hacia los casilleros, en una propuesta silenciosa para ir ingresando, y me habló respecto al proyecto escolar. Tuve que hacer algo de memoria.

    —Sí, no conozco a casi nadie de mi grupo. Al menos está... —Me dio algo de vergüenza pues asumí que iba a pronunciarlo para el culo, pero no me quedaba opción—, Thornton-kun, que almorzamos juntos en el campamento. ¿Tu grupo qué tal es? ¿Ya hablaste con ellos?
     
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    Bruno TDF

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    Al ver la medalla entre sus dedos, la expectativa recorrió mi cuerpo como si de una pequeña ola se tratase. Volví a enfocarme en el semblante de Fuji mientras éste miraba al pequeño karateca. Admito que un poquito lo hice para seguir fijándome en su atractivo, ¡ejem…!, y también se debió a que deseaba vislumbrar la reacción que tendría, tal como me pasó el día que puse en sus manos las galletas de la luna y las estrellitas. Pero esta ocasión era incluso más especial, porque no se trataba solamente del logro que representaba la medalla: en su mano también había puesto una parte importante de mí misma, la de las artes marciales, junto con la alegría que sentía. Era una alegría muy grande por todo lo que me estaba trayendo, y quería que él fuera parte de esto, que me acompañara.

    Sonrió tras pasar el pulgar sobre la superficie de la medalla, con esa suavidad que era tan suya. Y la verdad es que ya me estaba dando por satisfecha ahí mismo, mientras respondía con un asentimiento enérgico a su conclusión de por qué estuve tan agitada el viernes…

    Pero luego, a mis oídos llegó su “Felicitaciones, Shiro-chan”.

    No pude evitarlo, escuchar su reconocimiento me hizo sentir increíblemente contenta, se me filtró sin control en la sonrisa que cerró mis ojos. Fue un milagro que hubiese llegado a captar lo que me preguntó casi al instante, aunque debí tomarme dos o tres segunditos para asegurarme de que lo había oído bien.

    —No tengo tantas —respondí con cierta modestia, mientras recibía de vuelta la medalla—. Están en Canadá, donde tuve la mayoría de mis competiciones. Todo bronce y plata —sonreí con calma frente a la ausencia del oro; miré al pequeño karateca en mi mano—. Este es el primer torneo de artes marciales en el que participo desde que estoy en Japón. Mi idea es seguir compitiendo, el nivel de aquí es tan alto que me ayudará a seguir mejorando. Quién sabe, quizá pueda obtener alguna medallita de oro antes de la graduación. ¡Pero…! Eso no será la cima, sino apenas el comienzo —concluí con seguridad.

    Comencé a caminar con él hacia la academia, codo a codo, mientras nos pusimos a hablar del proyecto. Fuji estaba al tanto de la tarea de este mes, aunque sólo reconocía a uno de sus compañeros de grupo. Una pequeña risa me escapó al escuchar el apellido de Thornton, pero no por cómo lo pronunció Fuji.

    —Me acuerdo del buen Kenny, estuvo con nosotros en la prueba de valor y, además, va a mi clase —dije—. Me parece gracioso y lindo que otra vez los hayan puesto juntitos en un mismo grupo.
    >>Y el mío me gusta —proseguí—. Me tocó con Jackie, ese chico gigante que se la pasó accidentándose en el campamento, ¿te acuerdas? Tendré que armarme con un arsenal de curitas y vendajes mientras esté cerca de él —me reí por lo bajo—. También me tocó con un compañero de mi salón, Zoldryck —dije el nombre muy lento, porque también me costaba pronunciarlo—. Pensaba hablar con él durante el receso, parece buen chico. Me falta conocer al resto.

    Miré a Fuji con una sonrisa. Copito me imitó... al menos en la parte de mirarlo.

    —¿A tí se te ocurre alguien para entrevistar?

    Si los querés arrastrar a los casilleros, podés asumir que Vero hace volar a Copito cuando llegan a las puertas de la academia uvu
     
    Última edición: 25 Marzo 2024
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    Zireael

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    Se me ocurrió después de haber soltado la tontería, la referencia inconsciente a Harry Potter, pero la ambigüedad en la figura de Matsuo iba hacerle de trigger a más de uno. Hasta ahora me parecía que todos los animalitos, incluso cuando los sacaban de sus jaulas para los espectáculos, se conocían los suficiente entre sí para saber de quiénes huir, a quiénes atacar o a quiénes acercarse. Este chico era un elemento externo en las alianzas y las disputas.

    Nos sabíamos las piezas del juego y de la nada había caído una nueva del cielo, a mí me daba exactamente igual, pero no a los demás. Algunos aquí eran demasiado susceptibles, ¿y si percibían la mínima cuota de amenaza en sus mundos? ¿No bañarían todo el gasolina y arrojarían un fósforo en el centro?

    Había que ver.

    Ojalá no me hubiese perdido la maravillosa charla en código del señorito "Cometo crimines cada semana cuando no me miran" con Matsuo, pero algunos privilegios de la vida todavía se me eran negados. Por ahora solo daba por asumido que, con Vólkov de por medio, todo habría tenido que ser bastante apto para todo público, pero eso no le quitaba su gracia a pesar de todo.

    Mi frase excéntrica de turno hacía referencia más a la dinámica general de la escuela que a un evento particular, aunque nunca se descartaba la posibilidad de que a uno de tantos diablos algo se le fuese a la mierda pronto y pudiera comerse el show. Como las posibilidades de que eso pasara no eran pocas, bueno, justo por eso mi consejo de no parpadear demasiado tenía bastante utilidad.

    Igual cuando dije lo de empezar por el principio soltó la carcajada, yo dejé salir una risa nasal y seguí nuestro camino. Puede que este chico no fuese ninguna mente maestra, pero si sabía sobrevivir al menos sabría pillar señales de alguna clase y cuando dijo lo de los conejitos entendí que igual la personalidad del otro imbécil, bueno, era demasiado pesada como para que Vólkov pudiera neutralizarla en todas las de la ley. La conejita tampoco era exorcista, vaya.

    Zorro.

    Quizás tuviera que desollarlo, quitarle la piel de cordero que se había cosido encima, para ver qué ocultaba debajo en realidad.

    —El problema es que a veces muerden por nada —comenté con sencillez—, pero puedes ponerle un bozal porque no deja de ser un perro. No importa qué tanto desee morder, si tiene la mandíbula contenida no tiene caso.

    ¿Y eso? Nada en realidad. La versión que yo conocía del dichoso zorro de Ryuuji era reactiva, prepotente y tenía más aire de maestro de ceremonias que de bestia, pues ansiaba ojos encima, pero asumía que tenía puntos débiles. Quizás demasiados o muy pocos, eso era su problema averiguarlo, sobre el zorro y sobre todos los demás en realidad. En cualquier caso, apenas dijo lo de fumar acepté seguir sus pasos al patio frontal y me sonreí al notar la cajetilla de cigarros.

    —Me parece que tú y yo vamos a llevarnos de maravilla, Ryuu —comenté el aire y busqué su brazo para enredarme a él, suponiendo que lo permitiera quería decir.

    Afuera hacía un sol que habría matado a cualquiera al quedarse más de diez minutos, la verdad, pero como no estábamos aquí para quedarnos fritos guie al tan divertido muchachito nuevo al punto ciego del patio. Allí todos fumábamos con libertad, seguro alguien notara las cenizas y esas mierdas, pero todos parecían fingir demencia.

    —En nuestro break para fumar también tienes oportunidad de formular más dudas, si es que te quedó alguna~ —dije y sonreí con la misma diversión que había manejado hasta ahora—. O cerramos el espacio de Frequently Asked Questions y te buscamos un souvenir.

    Lo del souvenir fue terriblemente ambiguo en sí mismo, lo pretendí así de hecho, y tuve que contener una risa mientras esperaba el cigarrillo.
     
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    Bruno TDF

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    Escuché lo que Akaisa tenía que decirme acerca de los zorros, ahora sin hacerme tanto el distraído porque, debía reconocer, el ronroneo de sus palabras era una experiencia exquisita. Con su apunte de que los zorros mordían incluso por nada, interpreté que se refería al popular concepto de “mecha corta”; algo que había corroborado esta mañana con Dunn, pues me enseñó sus colmillos con relativa rapidez… Aunque tampoco es que fuese un logro tan complicado, lo que venía a confirmar su dicho. Bastó con hacerle ver al irlandés que hablaba un “idioma” similar al suyo; había ocasiones donde la información no se obtenía con preguntas, sino con el solo uso del lenguaje. En lo cual se incluía el lenguaje corporal, vaya, pero ese era un tema que no venía al caso ahora mismo. En cualuqier caso, imaginarlo con un bozal me hizo su debida gracia, vale decir, hasta llegué a visualizarlo como un cachorrito castigado por hacer travesuras, o algo por el estilo. No tenía nada en contra de Dunn, no cuando me había divertido tanto con nuestra charla tan casual en los casilleros, pero las cosas eran como eran: el circo estaba hecho para, entre otras cosas, reírse.

    Tanto los cigarrillos como el encendedor regresaron a mi bolsillo tras ser exhibidos ante los tormentosos ojos felinos, y en el proceso mantuve las manos igualmente enterradas a los costados del pantalón, mientras dejaba en el aire la invitación de salir a fumar. La chica volvió a sonreírse, con esos airecitos enigmáticos, y le devolví el gesto cuando expresó que nos llevaríamos de maravilla.

    —¿Que “te parece”? —alcé una ceja, divertido; al notar que buscaba mi brazo, despegué el codo de mi cuerpo para permitir que se enredara mejor a mí— No, mi Kat, eso ya lo tienes que dar por hecho. No te pudo haber tocado mejor compañero de gradas, siéntete afortunada.

    Se lo dije con mi usual tono jocoso, pero tampoco me estaba haciendo tan el loco. Así como me simpatizaba la gente naturalmente amable, como lo era Vólkov, también tenía predilección hacia aquellos sujetos que profesaban un desinteresado amor por el caos. Eso, además, le añadía más atractivo a Akaisa, sería poco inteligente rechazarla~

    ¿A qué jugaríamos, qué trataríamos de obtener del otro?

    El tiempo lo diría. Mientras tanto, disfrutaríamos los giros del reloj.

    Una vez afuera, Akaisa coronó su trabajo de guía de una forma impecable: me llevó hasta el punto ciego del patio frontal, donde podríamos rodearnos de humo y cenizas a gusto. Allí, la muchacha me ofreció otro espacio para plantear dudas, o bien buscarme un souvenir. Estaba sacando la caja de cigarrillos cuando dijo eso, por lo que me mi mano quedó detenida en el aire a la vez que alzaba una ceja, intrigado por el mensaje oculto de aquello último. Al final, me sonreí con algo de sorna, entretenido por sus ambigüedades.

    —¿Y qué pasa si tomo ambas opciones? —repliqué, con un cigarrillo ya entre los dientes.

    Apoyé un brazo en la pared junto a la cual nos habíamos detenido, quedando bastante cerca de la chica. Me incliné en su dirección con una sonrisa provocativa en el rostro, a la vez que, con la mano libre, suspendí un segundo cigarrillo cerca de sus labios. Una vez que lo tomara (con sus propias manos o no, era su elección), me encargaría de encenderlo. Mientras tanto, continué hablando. Sin dejar de mirarla a los ojos.

    —Mi duda es: ¿cuál es tu teléfono? —planteé con suavidad—. Soy un muchachito nuevo, Kat, así que me vendría bien que tengamos contacto para no "perderme" —ladeé mi sonrisa—. Y una vez que despejemos esta duda, podemos pasar a la parte del souvenir. Me interesa.

    Imaginá que esto es un cierre :P

    Disfruté mucho de este tour críptico, Katrina cada día tiene un lugar más grande en mi corazón quilombero <3 Una lástima que quedé medio inactivo a la mitad, me habría gustado desarrollar más. PERO, sé que estos dos volverán a juntarse más pronto que tarde.

    *big inhales* ª
     
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    Zireael

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    A la mariposita le iba a dar un soponcio si se daba cuenta de que iba por ahí rompiéndole ilusiones a ciertas rubias y hablando pestes con el nuevo que ya le había encendido todas las alarmas del cerebro, pero también había que decir que un poco era karma. Podría ser inofensivo en comparación a muchos diablos, pero eso no lo volvía ningún santo y, como a todos los demás, acabaría por matarlo la misma bala que él había metido en la cámara de la pistola. Era el orden el mundo, no podía ser de otra manera.

    Me dejó sujetarme a su brazo, la gracia me hizo sonreír y se me escapó una risa cuando mi "parece" fue sustituido por la certeza y aunque todo parecía una eterna broma sabía que no era el caso. La charla que habíamos mantenido hasta ahora lo dejaba muy claro y no pensaba desaprovechar el asunto, no cuando parecía que podíamos llegar a acuerdos.

    —Si tomas ambas opciones eres codicioso, pero para nuestros efectos diremos que eres un muchacho de negocios~

    Esa fue mi respuesta a su pregunta cuando ya estuvimos afuera, en el punto ciego, y me desenredé de su brazo con fluidez. Él se había inclinado, noté la provocación en su sonrisa y la imité mientras me inclinaba para tomar el cigarrillo entre los labios. Él lo encendió, di una calada y antes de responder nada más o dejarlo encender el propio estiré la mano para pescar su mentón. Mi cigarro encendido dio con el suyo, apagado todavía, y esperé a que captara la idea de que lo encendiera así.

    No hacía falta gastarle el gas al mechero, ¿cierto?

    Una vez su cigarro estuvo encendido retrocedí, sonreí y di una nueva calada, para luego liberar el humo por la nariz. No dije nada, accedí a darle mi número y al volver a la parte del souvenir me tragué una risa; me hice la loca unos segundos, pero sostuve el cigarrillo entre mis dedos, estiré la mano libre para quitarle el suyo y me estiré en su dirección, con la sonrisa pegada en la cara.

    Ah, ¿cómo iría a negarle el recuerdito que yo misma prometí?

    Además, así los tour sí valían un poco la pena.

    Alcancé sus labios, ladeé la cabeza y busqué profundizar el contacto sin más, sin pudor ni demasiados preludios, me acerqué para pegarme a su cuerpo ya que estaba, pero tuve cuidado de no ir a chocar los cigarros encendidos en su uniforme o el mío. Estiré el beso tanto como me lo permitiera, que también podría traducirse a tanto como me diera la gana, y al retroceder me relamí antes de estirar su cigarro frente a sus labios de nuevo.

    —Ahí lo tienes, Ryuu~


    dios mío qué pedazo de viaje me pegué yo acá JAJAJAJ

    disfruté mucho rolearlos también, aunque saliera más corto por los quilombos de la vida (? fue un placer ligotearme a Ryuuji sin vergüenza alguna
     
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    Gigi Blanche

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    El cuerpo se me había querido resentir a lo largo del día ayer y el entrenamiento diario duró lo que me pareció una eternidad; para la noche era un saco de huesos andante y tuve que tragarme la cara de Kaia de "te lo dije" mientras cenábamos. Mamá seguía indispuesta, enferma, deprimida, qué coño sabía yo. Se había encerrado en su habitación, su zona de la villa, y no la veíamos desde el entierro. Lo único que me deseaba para el futuro era no acabar llorando como imbécil al hijo de puta que me había arruinado la vida, pero quizá Kaia tuviera razón. Aún si eran mis padres no podía juzgarla, no tenía la información para hacerlo.

    Mi hermana, por otra parte, seguía desaparecida en combate.

    Le tenía que dar tiempo, ¿no? Las piezas no iban a caer en su lugar de un día para el otro, y menos cuando el cuerpo del idiota ni siquiera se había descompuesto aún. Debía tener paciencia, más, quería decir, y mientras tanto ocuparme de lo que fuera surgiendo.

    Me excusé con que quería fumar un poco antes de entrar y Kaia, que no soportaba el olor a cigarro, se adelantó. Ocupé el spot que ya había usado con Sugawara y con la rubita, vi las cenizas desperdigadas en el suelo y me sonreí, meneando la cabeza. Apoyé la espalda en la pared, me llené el pecho de humo y dejé caer también la cabeza al exhalar hacia el cielo, despacio.

    Al menos hacía buen clima.


    ahí queda el pendejo :D
     
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    Bruno TDF

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    Con las manos entrelazadas sobre mi cabeza, estiré los brazos hasta donde el cuerpo me lo permitió, tronándome los deditos en el proceso. La sensación fue relajante. ¡Pero…! La cosa no terminó ahí, pues luego me dediqué a estirar los músculos de los hombros, con ese típico ejercicio en el que ponías el brazo en horizontal, para luego empujar el codo con la fuerza de la otra mano. Estaba bastante agarrotada en general, pero no era nada con lo que no pudiese lidiar ¡Es que…! Ayer entrené motivadísima en el instituto de judo y quizá tuve algún exceso al exigir mi cuerpo, ups. Igual me parecía super-comprensible haber sido tan entusiasta durante del entrenamiento, considerando que esa misma tarde me confirmaron… la noticia que estuve esperando por tanto tiempo.

    Dentro de diez días, tendría mi examen para ascender de grado. A 1º Kyu.

    Estaba tremendamente emocionada por la oportunidad que tenía enfrente. No sólo se trataba de otra gran prueba de disciplina y superación. Mi sensei de Vancouver me había dicho que, de lograr obtener el Cinturón Marrón de judo, podría empezar a competir en los torneos de Japón. Desde su (muy exigente) punto de vista, me encontraría más que lista si lograba pasar el examen.

    Me sentía tan contenta, que se me notaba en el tono de mi sonrisa. Copito batió las alas desde uno de mis hombros. El gorrión había estado medio adormecido desde que nos bajamos del tren, pero ahora se lo veía más despierto a causa de mi movimiento incesante a la hora de estirar los músculos. Me pareció que se alegraba por mí, pero que también me reprochaba por haber interrumpido su “siestita mañanera”. Era vago cuando quería el chiquitín, eh.

    Con una pequeña risilla, le dediqué una mimosa caricia con el índice. Mientras sentía cómo sus plumas se inflaban y me picoteaba el dedo, noté por la vista periférica el resplandor de una cabellera albina. Era imposible que alguien pudiese ignorar semejante brillo bajo el sol, y mucho menos cuando se trataba de mí, que me emocionaba encontrar personas con mi mismo color de cabello. Pero la personita que descubrí no era ningún desconocido. Y nada más ver de quién se trataba, mi corazón pareció brincar por el entusiasmo.

    No habíamos vuelto a hablar desde el tour. Era buen momento para reiniciar el contador.

    —Buenos días, Yukkun —saludé con bastante jovialidad, cuando me acerqué a donde se encontraba fumando— Tanto tiempo, ¿no te parece?

    Copito, que seguía sobre mi hombro, mantuvo los ojitos sobre el muchachito. Bajo la luz del sol, eran más rojos que nunca. ¡Y además…! Me había distraído tanto con mis pensamientos sobre el examen, y con la emoción de volver a ver a Yukkun, que… Se me olvidó el importante detalle de que, en el tour, no había llegado a presentarle a mi gorrión. Ups!

    No sabés las ganas que tenía de volver a rolear a Vero con alguno de los primitos, no podía dejar pasar esta gran oportunidad :/*-*\::vibing:
     
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    Tras notar el movimiento a mi costado me tomé unos... tres segundos para hacer algo al respecto, preguntándome si en esta escuela uno podía estar solo o había un alma agazapada en cada esquina. Reconocí a Gaido-chan y mi atención se desvió casi automáticamente al pájaro que llevaba en su hombro. La mano que sostenía el cigarro quedó suspendida a centímetros de mi boca y mi expresión no cambió hasta que procesé el ligero desconcierto. Era bastante surrealista.

    Pero la niña parecía casi sacada de una caricatura, así que en cierto sentido le pegaba.

    —Gaido-chan —la saludé sin alzar el tono, esbozando una leve sonrisa, y le di una calada al cigarrillo antes de seguir hablando—. Una semana... Una eternidad, ¿no?

    La suerte de broma se borroneó entre la nube de humo y fue, como siempre, una mierda de lo más ambigua. Bajé el brazo para golpetear las cenizas sueltas hacia el suelo y, mientras volvía a fumar, regresé al pájaro. La criatura me estaba mirando como si su diminuto cerebro realmente procesara algo de lo que ocurría aquí y giré apenas el rostro para exhalar el humo con rapidez. Entre el pelaje y los ojos parecía una versión alada (y emplumada) de mí.

    —¿Me trajiste un familiar? —bromeé, deslizando la mirada a los ojos de la chica, y mi sonrisa se ensanchó con diversión—. Qué considerada.


    pero qué veo, dos, no, tRES copitos de nieve (!!)
     
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    Bruno TDF

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    Se permitió un par de segundos para reaccionar a mi acercamiento, lo cual me trajo buenos recuerdos del tour que tuvimos junto a su primita. Por aquel entonces también se había dedicado a marchar a su propio ritmo, como si estuviera enfrascado en pensamientos varios; y, sin embargo, en ningún momento dejó de prestarnos atención. Parecía seguir sus propias reglas. Y esa impresión era una de las diversas cosas por las que Yukkun terminó cayéndome tan bien.

    Y admito que me encendía una chispa de curiosidad, porque tenía un airecito así… Como misterioso.

    Busqué sus ojos, para admirar el fascinante escarlata de sus iris. Pero no llegué a conectar tanto con la mirada del primo Hattori porque, según advertí al instante, su atención se depositó sobre Copito. Lo imité, todavía sin ser consciente de que era la primera vez que estos dos se cruzaban. Mi gorrión se había enfrascado en un letal duelo de miradas con el muchachote, quien pareció desconcertarse en cierto punto antes de, por fin, saludarme.

    Me resultó gratificante que me dijera Gaido-chan, siendo que ese apodo me había gustado la primera vez que lo escuché. Era lindo ver que no se le había olvidado en el transcurso de la semana, motivo por el que le devolví una sonrisa que expresaba esa pequeña alegría, a la vez que hacía un gesto afirmativo con la cabeza. Sabía bien que era una chistosa exageración decir que había pasado una eternidad, pero no le erraba tanto.

    Yukkun volvió a dar otra calada a su cigarrillo. En eso, antes de la expulsión del humo, volví a notar que sus ojos se desviaban hacia Copito. Sólo cuando el chico me dijo lo del familiar, caí en cuenta de la inesperada realidad… Y acabé por soltar una risa cristalina, tanto por esto como por lo otro.

    Ay, este Yukkun y sus ocurrencias.

    —Pensé que ya se conocían, pero acabo de caer en que no bajó a saludarlos durante el tour —admití con una leve negación, pero sin perder la sonrisa —. Seguro sabrás perdonarle.

    Acerqué una mano a mi hombro. Una vez que sentí las patitas de Copito rodeando con suavidad el índice, lo alcé a la altura de mi rostro, haciendo que me mirara. Intercambié miradas entre él y Yukkun; manteniendo un ojo cerrado, como si los estuviera analizando con un potente escáner. Era pura sobreactuación para estirarle la broma del familiar.

    —Puede que lo sea, tienen los mismos colores. Le falta un sable de kenjutsu, tamaño chiquito —concluí con una pequeña risa, tras lo cual volví a buscar los iris rojos de Yukkun— Se llama Copito. Puedes acariciarlo si quieres, es un gorrión muy amigable. Y Kaia-chan también puede, aunque… —repasé nuestros alrededores de una ojeadita— Parece que se adelantó, ¿no es así?
     
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    La risa de Maxwell fue bastante notoria y me hizo desviar la atención a ella, y cuando admitió su confusión comprendí por dónde iban los tiros. Por extraño que fuera ya había asumido que este pájaro de aquí era su mascota; quería decir, era eso o barajar que hablaba el idioma de los animales. La escuché sin modificar sustancialmente mi expresión. ¿Que si sabría perdonarlo? ¿Al gorrión? Hombre, me daba bastante igual.

    Regresé el cigarrillo a mis labios y, mientras veía el intercambio de los otros dos, le di una calada profunda. Relajé el brazo, contuve el humo unos pocos segundos hasta que ella terminó de hablar, y lo solté hacia un costado. Que el mini sable, que se llamaba Copito, que era amigable y podía acariciarlo. Le lancé un vistazo breve al pájaro y regresé a Verónica, sin molestarme en responder nada de todo aquello que dijo sobre el ave.

    —El olor del cigarrillo le hace mal —justifiqué la ausencia de Kaia con simpleza y estuve por volver a fumar cuando se me ocurrió otra estupidez; el cigarro quedó a centímetros de mi boca, que se curvó en una sonrisa ligeramente torcida, y agregué—: A las niñas buenas no suele gustarles. ¿No deberías estar cambiándote los zapatos y subiendo a clases, Gaido-chan?
     
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    En vistas de que Yukkun no hizo mucho frente a la presentación de Copito, y a falta de alguna sutil señal que indicara la intención de acariciarlo, opté por regresar el pajarito a mi hombro. Mi buen ánimo se mantuvo pese a todo, no hubo ni una pizca de reproche ni decepción en el brillo de mis ojos. No todos reaccionaban de la misma manera frente a la presencia del ave, porque cada persona era un pequeño universo (como le gustaba decir a Hubby) y, por tanto, las devoluciones que recibíamos eran de lo más variadas. ¡Y de hecho…! Lo de Yukkun me pareció algo acorde con lo que había visto de él hasta ahora.

    Eran cosas como esa lo que me ponía tan curiosita. Me hacía preguntarme qué pensamientos rondaban esa mente suya, cada vez daba una calada o nos echaba sus miradas encima.

    Sí contestó a mi pregunta, por lo menos, para señalar el motivo por el que Kaia-chan no estaba con nosotros. Me pareció una lástima no poder disfrutar de la sonrisa emocionada que seguro se le escaparía al ver a Copito, así que me tendría que guardar las ganas para más adelante. Acto seguido, noté que la sonrisa de Yukkun se ladeaba un poco, así que me preparé mentalmente para que lo que fuese que se le hubiese ocurrido a este muchachote. Así fue como añadió que a las niñas buenas no les gustaba el aroma del cigarrillo, para luego preguntarme si no debería estar actuando como una.

    Mi sonrisa se amplió con una cuota de diversión, debí taparla con el dorso de una mano porque sentí que se me iba a aflojar otra risita. En cierta forma, me hizo recordar a Zoldryck, que directamente me trataba como una niñita. Pero antes de decir nada, lo que hice fue colocarme a su lado y también apoyarme en la pared sobre la que Yukkun recostaba su espalda. Dejé mi maletín en el suelo y me llevé las manos tras la nuca, en actitud relajada, pero guardando el cuidado suficiente para no invadir su espacio con mi codo.

    Esto respondía bastante bien a su pregunta, pero aún así opté por ponerme parlanchina de nuevo.

    —Debería, pero… el solcito está muy agradable y tengo a mi lado a un Hattori al que darle charla. Eso me parece más atractivo —respondí, girando la cabeza para dedicarle una sonrisa pícara—. Y el olor a cigarrillo no me molesta, aunque no fumo. Así que puedes seguir todo lo que quieras con eso. Que soy buenita pero tengo mis momentos, eh.

    Mi volví a desperezar ligeramente, pues aún cargaba rastros de sueño, en conjunto con los dolores del entrenamiento de ayer. Miré hacia el frente y, con ojos cerrados, alcé la cabeza para que el sol bañara mi piel. La sensación me suavizó la sonrisa.

    —¿Y qué me dices de ti? ¿Te estás adaptando bien al Sakura? —pregunté; atajé una risa detrás de los labios y agregué:— ¿Fuiste un muchachito malo?
     
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    Mi comentario le divirtió, era evidente, y seguí sus movimientos por el rabillo del ojo. Se acomodó a mi lado, alzando sus brazos en un gesto universalmente despreocupado, y comprendí sus intenciones. Si giré y ladeé apenas el rostro fue para ver en qué posición había quedado el tal Copito, aunque fue sólo un segundo. Alcé la vista al cielo cuando mencionó el sol, con el semblante contraído, y la miré al notar que buscaba mis ojos. Que esto era más atractivo que ir adentro y que tenía sus momentos. Sonreí.

    Luego de eso cerró los ojos y se puso a tomar sol, así que regresé a mi cigarro. Sus preguntas me alcanzaron desde el costado y no fue hasta la última, la no protocolaria, que se me aflojó una risa leve.

    —¿Tú qué crees? —repliqué, con una diversión no plenamente evidente, y volví a mirarla—. Tendrás que convencerme, Maxwell.

    Momentos, había dicho. Le di un segundo para hacerse a la idea y agregué:

    —Cuéntame una cosa mala que hayas hecho.
     
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    Bruno TDF

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    Al poner los brazos de este modo, Copito se apretujó contra mi cuello aprovechando el pequeño espacio que había quedado entre éste y mi hombro. No me di cuenta de la fugaz mirada que le dedicó Yukkun para comprobar su posición, pero sí que sentí cómo el chiquitín movió la cabecita para clavarle otra de sus miradas de pajarito curioso.

    Por otro lado, mi respuesta consiguió estirarle los labios en una expresión que pareció divertida, lo cual culminó en una risa leve y suave cuando le pregunté si había sido un jovencito “no bueno”. Se ve que el tema de portarse mal le simpatizaba. Meneé la cabeza frente a su réplica, fingiendo que me lo estaba pensando muchísimo, hasta que el pedido de que lo convenciera consiguió que abriera los ojos con curiosidad. Capté su intención al instante.

    —¿Una cosa mala que haya hecho…? —repetí, bajando lentamente los brazos para ponerme a pensar… Mejor dicho, eso pretendí que pareciera— A ver cuál de todas te puedo compartir, dame un segundito… O dos…

    Lo cierto es que solía conducirme por la vida bajo ciertos valores, sobre todo aquellos que desarrollé a lo largo de mi camino marcial; pero en mi espíritu también existía un lado algo indisciplinado, que me llevaba a tomarme la vida con más liviandad y permitirme… libertades extras. Había un buen puñado de travesuras en el historial. ¿Con cuál alcanzaría para convencer a Yukkun? Que en realidad no tenía ninguna necesidad de hacerlo, pero le seguí el juego porque me parecía divertido…

    —Allá en Vancouver, una vez me escapé de casa a hurtadillas mientras todos dormían, para salir con un chico —conté, mirándolo bajo la nube de humo que se desvanecía, blanco como su cabello—. Era alguien con quien practicaba judo, hablábamos un montón. Esa noche me envió un audio muy encantador y me escabullí por la ventana de mi habitación sin pensar en el terrible susto que daría a mis padres y mi hermana si descubrían mi… aventura —me sonreí—. No es que lo tuviera prohibido ni nada por el estilo, lo que pasa es que esto sucedió durante un día de semana. O sea: a la mañana siguiente había clases. Logré regresar media hora antes de que todos despertaran y, como era de esperarse, dormí la mitad del día en el aula. Me regañaron de lo lindo y hasta amenazaron con amonestarme ¡Pero…! No me arrepiento.

    Y nunca me arrepentiría. Aquella fue una noche inolvidable y maravillosa, donde descubrí cositas de mí misma.
     
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    Escuché su historia con la cabeza apoyada en la pared y la mirada perdida en un punto inespecífico. Le presté atención, incluso si no lo parecía, mientras seguía fumando. Una noche se había escapado de su casa para quedar con un chico, y ojo, que era noche de semana. No tenía idea cuándo se había mudado la niña a Japón, ¿este año, quizá? Suponía que tendría quince o dieciséis en el momento de tremendo acto delictivo.

    Igual sabía que a sus ojos debía ser una increíble fechoría, porque era una chica normal con la vida que cualquier desgraciado de nuestra edad debería tener. Mi perspectiva estaba torcida, arruinada. Aún así, si tanta pinta de chico malo tenía, igual podría hacer sus estimaciones.

    —Qué atrevida —murmuré con el tono ambiguo usual y la sonrisa se me torció. La miré directamente—. ¿Y qué hicieron con este muchachito encantador?

    ¿Era indecoroso de mi parte pedir detalles? Como si me importara.
     
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    Bruno TDF

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    Tras mi breve relato, Yukkun concedió una respuesta que fue tan escueta como las anteriores, y a la que tampoco logré darle un significado concreto. Lo seguía envolviendo esa aura de enigma, el humo blanco flotando a su alrededor reforzaba la imagen de misterio. Parecía oscilar constantemente entre la ironía y el estoicismo, sin darme la chance de adivinar en qué espectro se colocaba cuando hablaba. Era lo interesante de interactuar con él, para ser honesta, por eso me dedicaba a jugar con los (escasos) hilitos que me dejaba a mano. Y además deseaba ganarme la amistad de ambos Hattori, por eso también buscaba conocerlo y darme a conocer, comprenderlo, aprovechar este breve encuentro mañanero. Yukkun tenía pinta de que iba a ser un desafío… Y los desafíos no hacían más que entusiasmarme.

    Que quisiera saber qué hice con mi encuentro nocturno entraba en el listado de posibles devoluciones de su parte, incluso tratándose de una preguntita osada. Lo tuve en claro desde el preciso momento que decidí contarle sobre mi travesura, por tal motivo no me halló desprevenida el curso que le dio a la conversación.

    Pero… Ups!

    Su interrogante disparó una seguidilla de memorias que circularon fugazmente por mi cabecita. Luces doradas esfumándose como vapor sobre las aceras, dos vasos vacíos sobre una mesa; nuestras siluetas danzando en su habitación, apenas iluminadas por la luna que se colaba entre unas cortinas blancas. A las imágenes se sumaron sonidos suaves y sensaciones cálidas que, por un momento, hicieron que me olvidara del dolor de mis músculos.

    Mi sonrisita se suavizó considerablemente. Eran recuerdos lindos y muy especiales… pero no se podían decir en voz alta, ejem.

    Desvié el rostro hacia Copito, que seguía en mi hombro, y agaché ligeramente la cabeza para comenzar a rascarle el piquito con un índice. Me mantuve así por unos segundos.

    —Si me dices por qué me pediste una palabra cuando te conocí, tal vez podrías saciar tu curiosidad —decía mientras tanto, con un tono claramente divertido en la voz— Te dije Brillante, ¿recuerdas?

    A lo mejor me saldría con que no se acordaba de nada, tampoco me iba a sorprender, que estábamos hablando de Yukkun después de todo. ¡Pero...! Una falta de respuesta me serviría de igual manera. Porque, en realidad, me concentraba en Copito y pedía lo de la palabrita con otro objetivo: disimular el ligero rubor que me estaba encendiendo las mejillas.
     
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    Solté una risa nasal al oírla traer a colación aquella tontería de la palabra que le había pedido cuando nos dio el tour. Se me había olvidado, era verdad, pero eso no tenía por qué saberlo nadie, ¿cierto? La miré de soslayo, aunque ella había volcado su atención en el ave y no tuve más remedio que dar con su cabello. La repasé ligeramente sin ninguna intención particular y, fuera de su foco, me permití esbozar una chispa de diversión extra.

    ¿Estaba negociando conmigo? Qué bonita.

    Aplasté la colilla del cigarro contra la pared, me la guardé en el bolsillo junto a ambas manos y medio giré el cuerpo, usando ahora el hombro como punto de apoyo.

    —Puedo decirte... —empecé, esperando a recibir su atención, y mi sonrisa se ensanchó—, pero, si lo hago, tendrás que renunciar a Gaido-chan para siempre.
     
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    Mientras me dedicaba a mimar al gorrión, al mismo tiempo procuraba limpiar la mente, dejarla tan en blanco como sus plumas. Las imágenes de mi aventura seguían circulando por mi cabeza con cierta insistencia. Habían aparecido tan de repente a causa de la preguntita atrevida de Yukkun, que sobrepasaron una buena parte de mi guardia. ¡Y ojito…! De verdad me hacía muy bien revivirlas, pero no quedaba otra que mantenerlas guardadas en los cajoncitos de donde habían salido.

    Porque la mayoría contenían, digamos… escenitas subidas de tono.

    Incluso si omitía estas partes al momento de contarle a Yukkun sobre cómo fue la escapada nocturna, el rubor en mis mejillas habría hablado por sí solo y, ay, me daba un poco de vergüencita que algo íntimo se hicieran tan presente en apenas nuestra segunda charla. Logré recomponerme con rapidez gracias a los picotazos de Copito y también por la risa del Hattori, que sirvió para distraerme porque, con todo, estaba genuinamente interesada en el asunto de la famosa palabrita. Para cuando habló, mi rostro había recobrado su palidez habitual. Aquí no pasó nada, ups.

    Alcé la cabeza hacia él con una sonrisa iluminada y los ojos brillosos, pues empezó diciendo que podría decirme el porqué de la palabra. Al notar que recibía mi atención, su sonrisa se amplió de una manera que me supo bastante sospechosa y… me pidió que sacrificara algo a cambio, ay. Ni más ni menos que mi nuevo y flamante apodo.

    Mi sonrisa retrocedió, sin perderse del todo, y alcé las cejas. El gesto fue más bien interrogativo, porque sorprendida no estaba. Me quedé mirando a Yukkun por dos o tres segundos que se sintieron largos y en los que no dije nada… Hasta que el aire brotó de repente entre mis labios, en lo que fue una risita solitaria, de volumen bajo, que sin embargo llegó a cerrarme los ojos. Quizá estaba tratando de molestarme, tal vez no.

    Pero sin importar el caso, lo único que lograba era que me simpatizara más, con lo que me gustaba la gente juguetona como él.

    —Me has colocado en una situación muy difícil —suspiré.

    Volví a echarme las manos detrás de la nuca y hacer lo de tomar solcito, Copito apretujándose contra mi cuello. Me lo pensé otro buen par de segundos, con una carita de concentración, y en el proceso crucé los pies.

    —Creo que me quedaré con Gaido-chan —resolví, retornando mi atención hacia Hattori—. Es un apodo sencillito, pero me gusta mucho. Representa lo que me gustaría ser para las personas: una guía. Sobre un tatami y fuera de éste —me giré hacia Yukkun y le sonreí, cálida—. Ganas no me faltan de saber qué pretendías al pedirme tu famosa palabra, eh, pero por ahora seré una niña buena y no te haré la trampa que tengo en mente —bromeé.

    La cosa, eso sí, no terminó ahí:

    —A ver, Yukkun, dime la primera palabra que se te ocurra ahora mismo.
     
    Última edición: 14 Abril 2024
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    La contraoferta que le dejé sobre la mesa desvaneció parte de su sonrisa e imaginé que la había puesto en una encrucijada, justo como pretendía. Aguardé con calma hasta que se rió, verbalizó su situación y volvió a la pose de antes. Siendo justos no estaba intentando ni molestarla ni agradarle, así que el resultado, en consecuencia, me era un poco indiferente. Al final decidió quedarse con Gaido-chan y me encogí apenas de hombros; una pena, ella se lo perdía. Igual si esta niña me decía que su sueño era acabar con la hambruna en África le creía, parecía esa clase de persona.

    Ilusa e ingenua.

    Sentí su mirada encima, giré el rostro y detallé el tinte cálido de su sonrisa. Mi expresión se mantuvo seria, bastante neutral, y esta vez fue ella quien me pidió una palabra espontánea. Tomé aire, me desinflé los pulmones y alcé el rostro al cielo, comprimiendo el semblante. Me estaba dando vueltas como en una calesita, probablemente con el objetivo de evitar el tópico original, y no es que me molestara pero tampoco estaba, digamos, beating the allegations of being a good girl.

    Sonreí y bajé la vista al atado de cigarrillos, el cual extraje de mi bolsillo para sacar uno nuevo y lo regresé a su lugar.

    —Buen intento —murmuré, jugando vagamente con el tabaco entre mis dedos.

    Me despegué de la pared con cierta pereza algo artificial, giré sobre mis talones y me posicioné frente a ella. Me incliné en su dirección, hasta adecuarme a su estatura, y me mantuve en sus ojos. La miré y la miré, hasta que la sombra de una sonrisa me estiró los labios y le di un golpecito en la punta de la nariz con la punta del cigarrillo.

    —No te quedes al sol o ese color se te hará permanente. Nos vemos, Gaido-chan.

    ¿Habría creído que su sonrojo me pasó desapercibido? Quién sabe. Moví la mano con pereza a modo de despedida y, al pasar junto a un cubo de basura, lancé dentro la colilla del primer cigarro. El segundo permaneció en mi boca, apagado. Nadie podía acusarme de nada en tanto no lo encendiera, ¿verdad? Lo decía esa película, ¿cómo era...? Ah, sí.

    Una metáfora. Ponerse el arma asesina entre los dientes y no darle el poder de matarte.


    a Morgan no la controlo nada, y me estoy dando cuenta que a Yuta tampoco JAJAJA
     
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  20.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

    Leo
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    Había encontrado el cargador del teléfono, lo cual era un alivio para mi corazón. Si lo había olvidado en el locker del trabajo por lo que luego de eso sentí que mi noche se hizo mucho más liviana, o bueno, en lo que podría usar la palabra relativamente, porque en el receso del día de ayer por andar de sociable el entrenamiento se había aplazado, y luego de salir de meserear había ido con Alek a casa, a seguir ensayando hasta las dos de la madrugada. Aunque al pobre le había tocado más pesado, porque no llevabaa moda de cambio así que se regresó a su casa bastante tarde a dormir.

    Y en semana, definitivamente no caía bien.

    Destapé la lata del energizante que había comprado en la tienda de conveniencia con Hal, éste también se compró una para él, pero a diferencia de mí se lo guardó en la mochila y entro directo al edificio, por mi parte me recosté contra la pared dándole un sorbo bastante generoso, aprovechando que aún estaba fría, de lo contrario en el almuerzo me sabría a remedio. Era ridículo el que viese mal a Yuta por fumar y aquí estaba yo metiéndole veneno a mi presión arterial, pero bueno, cosas.

    Con que los músculos me respondieran y no me quedara dormida a mitad de clase, funcionaba.

    Ahí queda <3
     
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